El Prodigio
“Era el cuatro de agosto, víspera de la fiesta de N. Sra. de las Nieves, del año 1749, cuando el P. Juan Arizaga, levantando los ojos a la imagen, nota con estupor que aquella “estaba bañada de una especie de agua clara y cristalina”, de modo que abarcaba “el rostro, ojos, cuello, y lo demás que se descubría del cuerpo”; las gotas que caían llegaban al pie de la estampa, en donde las detenía y hacía resbalar una varilla torneada, que, pegada al lienzo, servía para arrollar a sus tiempos, habiéndose mantenido así por espacio de dos horas”. Entonces el Padre, para cerciorarse de que no era víctima de una ilusión, “llamó al P. Alberto Aráoz para que este reconociera también la imagen y ayudase a limpiarle el sudor; en efecto, tomando unos algodones y un poco de bretaña, “entre curiosos y admirados” comenzaron a limpiar la imagen. Añadiendo el P. Alberto: “veamos si mañana sucede lo mismo, y si sucediere, digo que es una cosa maravillosa”.
(…) “Al día siguiente, cinco de agosto, a las dos y media, fueron los mismos Padres a reconocer si en la imagen había alguna novedad, y habiendo examinado la misma, la encontraron completamente enjuta; pero, “a cosa de las siete de la noche de este quinto día, levantando el P. Juan los ojos a su imagen, reparó que estaba, no sólo bañada, como la noche antecedente, sino que era mayor y copioso el sudor en el cuello, menos en el rostro y lo restante del cuerpo; dejó así y sin tocar la imagen, y sin avisar a nadie por espacio de dos horas y media; pero viendo que iba siempre continuando ese irregular prodigioso suceso, se determinó llamar a los PP. Baltazar Villafañe, Andrés Delgado y Alberto Aráoz, los cuales vieron, observaron y admiraron todo lo que acabo de referir”. Ante este hecho, que ya era extremadamente llamativo, avisaron al R. P. Rector del Colegio, quien fue, mas sólo lo hizo por “una especie de curiosidad y por condescender con el Padre, que me vino a llamar”, como dice el mismo R. Padre. “Tocábamos, añade el mismo Padre Rector, con los dedos el cuerpo de la imagen, y los dedos salían mojados con una agua clara y cristalina, experiencia que hicimos los de casa y los de fuera repetidas veces, y siempre con el mismo efecto; y para que fuera más justa nuestra admiración, se observó que, estando el cuerpo de la imagen bañado en ese sudor y lágrimas, no había humedad en toda la circunferencia, estando también pintada como el cuerpo de la imagen, sobre todo el sudor y lágrimas tan vivas, tan perfectas y tan naturales, que ni podían ni debían ser de otra manera, si el caso sucediera en otro cuerpo humano”.
“El día seis ya no fueron sólo aquellos Padres, sino que se añadieron los PP. Diego Hurtado, Juan Tomás Aráoz, Pedro de Castro y los hermanos Pedro Echazarraga y Pedro Andreu, y todos pudieron contemplar lo visto en la noche anterior, con el mismo copioso sudor y las lágrimas, siempre con la misma viveza y perfección, corriendo de la frente para aquella parte a donde se inclinaba la cabeza más copiosamente, y por todas las aberturas de los dedos hasta llegar a rebalsar en varias partes, entre la estampa y la varilla, bañado con el sudor lo restante del cuerpo”. Estando en esto, vino llamado Clérigo Pbro. D. Gabriel Gutiérrez, “famoso estatuario, y, como tal, inteligente en materia de pinturas y colores”. Este hizo una serie de experiencias y observaciones, que le parecieron necesarias y convenientes. Vino también el Sr. Francisco Ruiz de Villegas, Cura Rector y Vice Vicario de esta ciudad, el Señor Veedor D. Manuel Frías, el Alcalde de segundo voto D. Agustín Castellano, D. José Saravia, D. Tomás Toranzos, D. Santiago Ruales, y todos ellos hicieron a su satisfacción las observaciones y experiencias que a cada uno le sugería su prudencia, con el resultado consiguiente de dejar más y más impresionados a todos del portento que se realizaba.”
“Aquella tarde vino (…) el General D. Domingo de Isasmendi, Alcalde de primer voto, en el momento que, “a juicio de los que habían visto y observado el suceso desde sus principios, fue más copioso el sudor y lágrimas, y lo más notable es lo que observó dicho señor, a saber, que no sólo corrió sudor y lágrimas, sino que brotaban de nuevo en tanta copia, que, mirada la estampa por los lados, no se distinguía nada de la imagen de Nuestra Señora, sino el sudor y lágrimas”. (…) concurrieron, además, muchas personas de todas las edades y condiciones y estados, que iban y entraban todo el día a ver y admirar el suceso (…); “faltó este día la singularmente apreciable y autorizada presencia del Señor Coronel Don Juan Antonio Espinosa de los Monteros, Gobernador y Capitán de esta provincia, (…)”.
“El portento duró hasta las cinco de la tarde, en que se secó, permaneciendo, no obstante, en el cuello, rostro y manos salpicadas unas gotas menudas, que todavía humedecían las cosas que a ellas se tocaban, quedando el rostro tan sereno y apacible como antes.”
“El día siete “amaneció la imagen rociada con las mismas gotas de la noche anterior; aprovechándose esta coyuntura para llamar al Señor Gobernador, de quien se supo que estaba aquel día levantado, aunque muy indispuesto, pues era testigo muy calificado, a fin de que pudiera autenticar el hecho; accedió, pues, y se trasladó al colegio, no obstante la incomodidad y el trabajo, acompañado del Veedor D. Manuel Frías, del Comandante D. Martín de Jáurregui, D. Francisco Moreno, D. José Infantes y D. Francisco Fernández” y todos vieron, con admiración, claras y recientes todas las señales del copioso sudor y lágrimas, que habían corrido los tres días antecedentes”; “vieron allí mismo, con igual admiración, salpicada la imagen de aquellas gotas menudas que humedecían los dedos de quien las tocaba, como lo vieron y experimentaron otras muchas personas de todas condiciones y estados”. El día 8 de agosto quedó completamente enjuta, y, en vez de aquellas gotitas, había unos puntos resplandecientes como estrellitas menudas. “Quedan, finalmente, en el rostro, cuello y manos, de la misma manera que suele y debe quedar un cuerpo humano que no se ha lavado después de un copioso sudor.” (…)
CONCLUSION A QUE LLEGA LA AUTORIDAD ECLESIASTICA
“La conclusión, después de haber hecho el exhorto para las averiguaciones serenas del hecho, está contenida en el documento que transcribimos:
(…) “Nos, El Dr. Pedro Miguel de Argandoña, por la gracia de Dios y de la Santa Sede Apostólica, Obispo de Córdoba, Provincia de Tucumán, del Consejo de S. M. Siendo tan conforme lo declarado por el Santo y General Concilio de Trento en la sesión 25 VENERATIONE SANCTORUM SACRIS IMAGINIBUS, por ser privativo a los señores obispos el conocimiento y judicial indagación de los extraordinarios sucesos, que se reconociesen en las imágenes de bulto o pinturas de los Santos, que venera y adora nuestra fe , como canonizados por la primera cabeza y Vicario de Nuestra Santa Iglesia Católica, para que en virtud de lo actuado en la sumaria información seguida y substanciada con la formalidad, precauciones y demás circunstancias que previene y manda el Concilio, para que en fuerza de lo que constase en la referida información se declare por milagroso o se anuncie por natural lo extraño del suceso”. (…)
(…) “Y habiéndose puntualizado lo que se previene y manda por la referida sesión conciliar, remitiéndose los formales procesos a los sujetos de toda nuestra confianza, en virtud religiosa, maduro juicio y escolásticas teologales letras, calificadas con el Ministerio de Cátedras y Púlpitos, con cuyo acuerdo y parecer reflexional, y la relación que se nos ha hecho íntegra del mencionado; autos y vistos, y en aquella forma y vía a que sólo se puede extender la facultad y jurisdicción de nuestro Pastoral y Episcopal Oficio, y sujetándonos con el debido rendimiento al indubitable juicio que puede formar, resolver y definir nuestro Universal Vicario y primera Cabeza de la Iglesia, pasamos a declarar, como por la presente declaramos, HABER SIDO EL EXPRESADO SUDOR Y LAGRIMAS QUE SE RECONOCIERON EN LA REFERIDA ESTAMPA Y PINTURA DE NUESTRA SEÑORA, REPETIDO SUCESO DE DOS OCACIONES, MILAGROSO Y CON TODAS LAS CIRCUNSTANCIAS DE QUE SE VISTE EL MIRUM FACTUM, POR NO HABER HABIDO CAUSA NATURAL, MOTIVO A QUE ATRIBUIRSE LO EXTRAORDINARIO QUE SE PERCIBIO, no sólo por los testigos declarante de calificada fe y circunspección, mas asimismo por otros muchos de igual o menor carácter. (…) Y para que llegue a anoticia de todos lo que por Nos tenemos declarado sobre lo milagroso y por ventoso del suceso, mandamos al expresado (…), se lea en público en dicha nuestra Matriz y en la iglesia de la Compañía de Jesús, este nuestro auto declaratorio, para que constándoles puedan nuestros fieles sin averiguar, adorar y venerar la mencionada estampa de Nuestra Señora con el título de LAS LÁGRIMAS, dedicándole una solemne fiesta en el día primero del suceso, cuatro de agosto del corriente año (…) Dado en CORDOBA, en 18 de DICIEMBRE de 1749. PEDRO MIGUEL, OBISPO DE TUCUMAN. POR MANDATO DE S.S. Iltma. EL OBISPO MI SEÑOR. DR. D. PABLO DE ALLENDE, SECRETARIO”. (…)
(…) “La estampa de la imagen de Lágrimas hoy está colocada en un altar de la Catedral de Salta dentro de un hermoso relicario de plata. Actualmente se le tributan solemnes cultos, y la devoción que se le tiene es digna de su maternal misericordia.”
“NOTA: Dónde estuviera la pieza en que se verificó el prodigio el primer día, es imposible indicarlo, sólo sabemos que estaba “inmediata a la Sacristía”, la cual junto con la Iglesia de la Compañía ocupaba el solar frente a la plaza en la intersección de las calles Caseros y Mitre, y hoy no queda nada de ello, que sepamos, y nuevas construcciones ocupan su lugar.”
Fuente: “La Virgen de las Lágrimas”, impresión ordenada por Arzobispo R. J. Tavella. Salta, 28/7/1950.