Don
José Dávalos, más que un personaje
fue una leyenda. Una leyenda que llegaba hasta Salta
desde los Valles Calchaquíes, en una época
en que hacer un viaje hasta esa zona salteña,
era poco menos que una aventura.
Su residencia estaba
ubicada en Colomé, finca enclavada entre el paisaje
mineral tachonado de viñedos. Como todos los
Dávalos, jactábase y sentíase un
auténtico aristócrata rural. Por razones
desconocidas, que tomaban ribetes de misterio, se había
recluido en una enorme casona que era la "sala"
de la finca, donde se producían uvas de excelente
calidad que permitían la elaboración de
un vino "mistela ", que adquirió fama
de ser el mejor en su tipo que se hacia en el país.
Quienes lo vieron en
su reducto, contaban que había hecho cavar un
foso en torno de la casona, quedando así defendida
como un castillo medieval. Decían que gustaba
de la buena vida, y encontrábase rodeado de todas
las comodidades imaginables en aquellos días,
como de artículos de fina factura, y una bodega
reposaban vinos franceses, españoles y portugueses,
cervezas alemanas y vinos del Rin. Es decir todo lo
que exigía su paladar de auténtico epicúreo,
transformada en un elegante y rico anacoreta de las
montañas del Cachaco.
Su guardia de "corps",
la constituía una jauría de alrededor
de treinta perro "bullterrier" y feroces y
leales a su amo al mismo tiempo. La jauría manteníala
encerrada durante el ida y abría las puertas
de sus jaulas en horas de la noche, detrás del
foso de defensa, con lo que hacia prácticamente
inexpugnable el acceso a la sala. Sus negocios los hacia
por correspondencia con firmas de Buenos Aires, y no
daba razones de sus finanzas a nadie. Vivía una
extraña y solitaria libertad, de una manera que
solamente él la disfrutaba.
La gente lo motejaba
como el "Loco Dávalos ", y muchos había
que le tenían sincero temor, aunque nunca se
supo que hubiera hecho mal a nadie. Las anécdotas
sobre su vida solían comentarse en todos los
rincones de Salta, pues su nombre y personalidad eran
conocidos en todo el territorio provincial. Entre ellas
decíase que año tras año, solía
llegar a la sala de Colomé un arriero, un gaucho
sagaz, quien después de un folklórico
regateo, le adquiría la producción de
vino. Dicese que un año llegó el gaucho
a efectuar la acostumbrada compra. Una vez cerrado el
trato entrególe don José las pequeñas
barricas con el vino, especiales para cargar en mulas.
Invitaba siempre a cenar a su cliente y esa noche, para
buscar una rebaja, comentó que el vino ese año
estaba algo picado. Bastó este detalle para sacar
de quicio a don José, que a la mañana
siguiente ordenó a sus peones destapar las barricas
y arrojar todo el vino a una acequia. “Jamás
venderé una mercadería innoble",
dijo como toda explicación al atribulado gaucho,
que nunca pudo volver a adquirir el famoso mistela de
Colomé. Otra de las anécdotas conocidas,
era una que relataba la adquisición de un automóvil
Ford, allá por el año 1927. Pidió
se lo llevaran a su finca. Al llegar el vendedor con
el coche, que había abonado con un giro don José,
imprevistamente cruzó el camino una perra de
jauría de Colomé. Sin poder evitarlo,
el conductor arrolló el animal que murió
en contados minutos. Airado por el accidente y sentido
por la muerte del animal, hizo colgar de una viga al
automóvil, diciendo que allí quedaría
en penitencia mientras él viviera.
Así vivió
muchos años en misterioso y reservado reducto
de Colomé, donde prácticamente actuaba
y vivía como un auténtico señor
feudal. Sus peones le tenían sumo respecto y
temor, aunque don José, que estaba lejos de ser
un hombre corpulento, nunca les había sometido
a ningún castigo o represalias que pudieran interpretarse
como violentas o lesivas. Su personalidad imponía
ese sentimiento en la gente, y sabedor de ello, fundaba
su autoridad únicamente en la fuerte gravitación
de su original personalidad. Pasó el tiempo y
las noticias sobre don José iban dando cuenta
de su estado, diciéndose que ya se veía
como un anciano y que cada vez salía menos de
la amplía casona donde pasó la mayor parte
de los años de su vida. Finalmente llegó
la noche de su muerte. Al parecer falleció víctima
de un paro cardíaco durante el sueño.
Una caravana de vehículos partió hacia
Colomé, donde los visitantes observaron en detalle
todo lo que había, descubriendo, todavía
colgado de un tirante de un amplio galpón al
Ford "penitenciado" , que estaba flamante,
sin uso, tal como se lo entregaron una mañana
del año 1927.
FUENTE: Crónica
del NOA. 06/01/1982.