Jaime
desde muy joven fue un muchacho excepcional. Nació
con una fina sensibilidad artística y un enorme
poder de observación. Fue desde adolescente un
autodidacta que leía y aprendía todo con
avidez. Su extraordinario talento elaboraba conceptos
propios sobre todas las actividades de la vida, alimentándolos
con los conocimientos que iba adquiriendo. En ese tiempo,
cultivó su físico llegando a ser un atleta
sobresaliente, dotado de extraordinaria fuerza, adornada
con una bondad y ternura incomparables.
Tenía 18 años, cuando en el
mes de diciembre de 1939, celebrando un cumpleaños
de su padre, el inolvidable Don Sanca, ante la insistencia
de los comensales confesó que había escrito
varios versos. A pedido de todos corrió a la
casa y volvió con sus composiciones. Fueron los
versos que más tarde publicó en su primer
libro: "Rastro Zeco", cargado de recuerdos
de su infancia. Su verso estaba influenciado por la
escuela de Walt Whitman y en sus composiciones poéticas
brillaban las asociaciones de ideas perfectas, onomatopéyicas
y descriptivas, que en un solo vocablo daban la exacta
impresión de lo quería expresar el poeta.
El primer instrumento que tocó fue una vieja
acordeona a la que le arrancaba trabajosas notas, cuando
habían levantado, junto a sus hermanos y amigos,
un rancho en San Lorenzo. Poco después, luego
de que Eduardo Falú, junto con César Perdiguero,
compusieron la primera pieza folklórica salteña
que titularon "La Tabacalera", Jaime unióse
con Falú bajo una carpa levantada en Campo Quijano.
Allí se realizó la simbiosis perfecta
de los versos del poeta y la música del incomparable
guitarrista. Salta carecía hasta entonces de
un folklore conocido, auténtico.
Y allí, bajo las noches de luna de
Quijano, salieron al aire "Zamba de la Candelaria",
la primera zamba compuesta entre ambos. Después
fue un torrente de música y cantos que llenaron
el país en toda su dimensión, consagrando
el nombre de Jaime y Falú, el aplauso unánime
de toda la Nación.
En forma permanente vivía como un creador
del arte, del canto, de la música. Una permanente
y sonora lírica campeaba siempre en su imaginación
y en sus labios y los relatos le fluían en interminables
noches de bohemia junto al fuego y al vino que tanto
cantara en sus coplas. Valiente hasta la temeridad,
puede afirmarse que jamás tuvo miedo ante nada,
afrontando la vida con natural franqueza y espontaneidad.
No fue lo que se dice un santo. Fue un hombre en toda
la extensión del vocablo, que nos dejó
el venero inolvidable de su aporte al alma argentina,
al alma de Salta.
Esta luz brilla más junto a las sombras
que pueden arrojar sus defectos, que como todo hombre,
los tenía y no se avergonzaba de ellos. Era demasiado
abierto para hacer ocultamientos de ninguna clase. Amaba
la belleza y el paisaje, pero sobre todo, los paisajes
de su tierra natal, a la que recorrió en toda
su extensión y en todos sus detalles.
Hacia verdaderas investigaciones sobre la
vida de los personales y costumbres que después
cantaba. Una vez, para saber cuál era la vida
de los hacheros, internóse en el monte y trabajó
junto a los auténticos hacheros de la selva.
Así llegó hasta el Paraguay y retornó
por el Paraná cantando "Jangadero ",
ejemplar composición litoraleña, que lleva
impreso el sello de sus versos rotundos, con la augusta
gravedad que siempre imponía a su obra como especial
característica de salteño.
Admiraba
a la gente pobre del campo, de ese interior variable
de Salta, que va desde la soledad de las montañas,
hasta la humedad bochornosa de la selva. Gozaba de su
libertad que era absoluta en todo sentido y conservaba
siempre su alma límpia, porque Jaime jamás
fue malicioso. Era extremadamente franco, de espíritu
abierto y sincero. Nunca buscaba ofender a nadie, solamente
sabía esparcir su talento, sus versos y la belleza
incomparable que encerraban sus composiciones.
Vivió con el halo que su generosidad
y su talento le dieran y que tanto respetan los salteños
de toda condición, entre quienes no solamente
ganó el respeto, sino que los encendió
de orgullo, porque sus triunfos fueron y son el triunfo
de todos, los que se sienten realmente hijos de esta
tierra llena de misterios incomparables, que atrapa
y retiene el alma de quienes llegan a comprenderla.
FUENTE: Cronica
del Noa - Salta, 9-12-1981.
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