Hacer una semblanza sobre la vida y acción de una persona, no es intentar una detallada biografía. Solamente es recordar algunos pasajes de su vida, sobre todo de aquellos, que gravitan en el seno del medio en que vivieron. Decimos esto, porque al evocar a don Avelino Aráoz, nos vamos a referir a un hecho, por él protagonizado, que gravitó grandemente en toda la provincia de Salta.
Sobre todas las cosas fue don Avelino Aráoz, un cumplido caballero auténticamente salteño. Sencillo, de maneras tranquilas y amable, llevaba en sí una especial manera de ser y expresarse, propia de quienes pasaron la mayor parte de su vida, dirigiendo tareas rurales. No era un gaucho, en el sentido folklórico de la expresión, era un señor de nuestro campo.
Sus convicciones eran sólidas en lo político, y nunca discutía sobre otros puntos de vista, evitando formular agravios a quienes no compartían sus simpatías cívicas. Militaba en el conservadorismo, que por esa época se aglutinaba en la vieja Unión Provincial. Esta posición no le hacía desconocer las necesidades de medidas o leyes que mejoraran la situación de los más necesitados. Por el contrario, era una personal preocupación suya. Corría la década del 1930, años en que la configuración política interna del país adquirió una fisonomía diferente a la que fue desplazada del escenario argentino, en setiembre del comienzo de esos diez años.
El gobierno militar había resuelto el llamado a elecciones y sabíase que la mayoría popular la conservaba - en términos generales en todo el país - el radicalismo, a su vez dividido en yrigoyenistas y antiperonistas.
La Unión Provincial postuló a don Avelino Aráoz para gobernador de Salta, iniciandose las campañas proselitístas, que por ese entonces llegaban a adquirir visos de violencia, entre los militantes fanáticos de uno u otro bando. La elección le fue favorable, y ocupó la primera magistratura de la provincia. Al tomar a su cargo la función de gobierno, diose con que Salta estaba en una lamentable situación económica. Carecía prácticamente de recursos y no existía la ayuda federal.
El peor panorama lo ofrecían las maestras y empleados públicos. Sus haberes se adeudaban hasta seis meses y al no poder cobrar las magras asignaciones, vendían o transferían sus emolumentos a prestamistas, que, a su vez cobraban altos intereses. Así se desenvolvía la vida en la provincia para la mayoría de la gente. Por entonces había comenzado a tomar auge Yacimientos Petrolíferos Fiscales, pero carecía de la capacidad económica necesaria para expandir su actividad a todas las áreas petroleras del país. El petróleo había sido ya ubicado en lo que hoy es el departamento de San Martín. La Stándard Oíl y Yacimientos Petrolíferos Fiscales, disputabanse la primicia para la explotación de este yacimiento cuya concesión debía otorgar la provincia.
El gobierno nacional presionaba para que se otorgue a Y.P.F... Pero si así se obraba la situación en Salta no cambiaba por cuanto, Y.P.F. no entraría a explotar de inmediato estas reservas, por no encontrarse en condiciones económico financieras para ello. La otra empresa sí podía hacerlo, y las regalías que percibiría Salta, sacaría del estado de pobreza en que vivían empleados y docentes. La esperanza de esa gente, convertíase en angustia ante el conocimiento de las exigencias que llegaban desde Buenos Aires.
Don Avelino Aráoz, como gobernador de la provincia, hizo ver las ventajas inmediatas, que se obtendrían, sobre todo para los empleados y docentes, si se otorgaba una concesión precaria a la empresa extranjera. Exacerbados nacionalistas vituperaban desde Capital Federal, en contra de lo que llamaban intenciones del gobernador de Salta. Llegó el día en que esos vituperios convitieronse en serias amenazas de intervención y hasta de vindicta pública. Don Avelino consideró el problema. ¡Que fácil le hubiera sido dejar las cosas como estaban! Le bastaba una sola palabra, y quedaría libre de presiones y amenazas, pero dejaba sumidas en la miseria y la angustia a toda esa gente que aguardaba esperanzada su decisión.
Llegó en esas horas decisivas una amenaza presidencial de intervención a la provincia, No vaciló un minuto. Esa misma noche convocó a las cámaras legislativas, elevó su proyecto otorgando la concesión a la Standard Oíl, y la legislatura lo aprobó. Dicen versiones de ese tiempo, que sostuvo un contacto telefónico con el gobierno de la Capital Federal, expresándole que " ya pueden intervenir la provincia, porque la concesión fue otorgada por el P.E., aprobada por la Legislatura, y promulgada convenientemente".
El resultado fue inmediato, se normalizaron los pagos de sueldos y a los proveedores del estado, y se construyeron obras trascendentales para su época, tales fueron los edificios escolares, la Cárcel Modelo en esta ciudad, y las mejoras que llegaron a todos los rincones de la provincia. Posteriormente fue Embajador Argentino ante el gobierno de La Paz, tras lo cual retirose a la vida privada, gozando del respeto y afecto de sus comprovincianos que siempre recuerdan su gesto valiente, en aquellos instantes decisivos, donde pesó más las necesidades de la gente de Salta, que su propio orgullo personal.
FUENTE: Crónica del Noa. Salta, 18 -10 1981