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EL PONCHO
Jorge Virgilio NÚÑEZ

A la memoria de mi abuelo
D. Virgilio Núñez Zambrano


“Origen y vigencia del poncho güemesiano colorado franja y fleco
negro, como distintivo de la Agrupación Tradicionalista Gauchos de
Güemes desde el 20 de febrero de 1931”

Antes de comenzar quiero expresar mi agradecimiento al Instituto Güemesiano de Salta por la invitación que me efectuara para dar a conocer esta serie de reflexiones sobre EL PONCHO, en la convicción que son producto de años de curiosidad sobre el tema.

Lo que esta tarde expongo no intentan ser cuestiones finales, pero si espero que sean puntapié inicial para futuras investigaciones y que motiven la curiosidad de los jóvenes en un tema tan rico y caro a los sentimientos de quienes trabajamos por mantener viva las costumbres, la cultura y la historia de nuestra nación.

El presente discurso esta organizado de modo tal que presento en primer lugar aportes para comprender que el PONCHO es una prenda de uso tradicional en toda nuestra tierra ameri-cana, en segundo lugar quiero aportar una serie de contribuciones realizadas en torno a la etimo-logía de la palabra y finalmente cuestiones referidas a los colores y tintorerías prehispánicas.

Por cierto que estas ideas que quiero compartir con ustedes se desprenden de trabajos anteriores, entre los que destaco los trabajos de la profesora María Teresa Cadena de Hessling, las diferentes conferencias de la profesora Ercilia Navamuel, el libro “Las milicias de Güemes” de Don Miguel G. Solá, los aportes del profesor potosino Felipe Catalán, los de la doctora Rut Corcuera en “Ponchos de las tierras del Plata”, el que realiza el doctor Rogelio Saravia Toledo en “Las distintas miradas sobre Martín Miguel de Güemes”, el trabajo de 2001 de don Mariano Solá, M. A. Maringo en un articulo publicado en la revista de “Filología Hispánica”, entre otros, todos ellos magníficos aportes a la cultura y las tradiciones nacionales, a los cuales quiero reali-zar aportes personales que surgen de mi curiosidad respecto del tema y de documentación que a lo largo de este tiempo he podido recabar.

Finalmente, quiero compartir con ustedes mis reflexiones en torno al subtítulo que acompaña este discurso el “Origen y la vigencia del PONCHO güemesiano colorado franja y fleco negro, como distintivo de la Agrupación Tradicionalista Gauchos de Güemes, en forma-ción el 20 de febrero de 1931”, en la motivación de explicitar las características que alcanza esta prenda que nos identifica a los salteños alrededor del mundo es el resultado de la voluntad de un grupo de gauchos comprovincianos comprometidos con la gesta Güemesiana en una forma más de rendir un homenaje permanente a las luchas por la Independencia.

A esta altura de los acontecimientos, quiero sostener que el PONCHO es una prenda de múltiples usos que define el patrimonio tradicional argentino y que está presente en todas las manifestaciones culturales a lo largo de nuestra historia, en nuestras pinturas, canciones, narra-ciones, versos, espectáculos folclóricos, entre otras, también formando parte de las actividades campestres y del ciudadano común en las grandes urbes y los pequeños poblados, sirviendo, además como un distintivo de señorío y tradición.

Así, lo destaca la profesora Teresa Cadena de Hessling, quien sostiene que “El poncho se utilizaba como abrigo contra el frío, la lluvia y a la vez le servía como cobija para dormir” y la profesora Ercilia Navamuel explica que “el poncho es una prenda de abrigo ya utilizada en tiempos prehispánicos y representativo de la población criolla posterior. Es la manta que acom-pañó siempre a todo viajero”.

Limitarnos a las descripciones puramente técnicas, sería parcelar su vida, pues tenga-mos en cuenta el aporte de la profesora Navamuel cuando lo describe como “la manta que mide 1,50 por 1,90 y está compuesta por dos paños cocidos a mano con punto zig-zag o ala de mosca, por razones prácticas se deja abierto unos 0,35 centímetros en la parte central que sirve para pasar la cabeza, en su contorno lleva flecos cocidos a mano”. Los diseños y los colores fueron expresiones del patrimonio de los distintos grupos humanos que la utilizaron y en ellos se ex-presan los más variados motivos culturales, técnicos y de usos cotidianos dándole a la prenda características particulares y una versatilidad sumamente interesante.

Los protagonistas fueron los hombres que lo usaron y mujeres que los tejieron, manos indias y criollas que con infinita paciencia trabajaron y lo siguen haciendo en esa Terrea Argen-tea, que aparece delineada en antiguas cartografías.

Es interesante observar que la prenda PONCHO se encuentra a lo largo de todo el con-tinente americano, así, los hay de vicuña, alpaca, guanaco, llama, oveja, de cuero, para lugares fríos y PONCHOS de seda, lino o algodón para los climas tropicales.

Esta tarde cabe destacar el prestigio que alcanzó el PONCHO de vicuña ya que desde la época incaica, el mismo estaba reservado para el Inca y su familia por considerar dicho animal como sagrado, el mismo hijo del sol y de la montaña.
Como sabemos el PONCHO de vicuña, abriga, es suave al tacto y tiene una extraordina-ria liviandad. Tal es así que la experiencia de milenios volcada a una de las manos belenistas, han salido PONCHOS que no pesan más de 225 gramos. La técnica utilizada es sencilla, un simple tejido llano en el cual no predomina ni el elemento urdiembre ni el elemento trama.

Refiriéndome nuevamente a las conferencias de la profesora Navamuel, ella destaca que “la razón de que sean a dos paños, es por su origen andino antiguo, ya que representa la duali-dad en la filosofía y cosmogonía, dos partes inseparable de una totalidad, por lo que era emplea-da esta manta en toda ceremonia religiosa”.

Característico es que esta prenda es de uso generalizado en toda América, podemos observar cómo, habitantes originarios de los grandes bosques norteamericanos usaban PONCHOS trabajados con corteza de cedro, los cazadores de búfalos los hacían de los cueros de éstos magníficos animales, los esquimales los hacían con las pieles que tenían a su alcance y así, PONCHOS tejidos encontramos desde la baja California hasta la Patagonia y especialmente en las proximidades de la Cordillera de los Andes.

En nuestro país el uso del Poncho se generalizó entre fines del siglo XVIII y comienzo del XIX, nuestros Libertadores sabían muy bien de la utilidad y la comodidad de la prenda en cuestión.

Así, el Gral. San Martín observó que la divisa del paisano era el PONCHO, recurrió a ella en víspera de la Batalla de San Lorenzo, sombrero de paja y poncho serán las prendas que le permitirá pasar inadvertido y observar los movimientos de las tropas realistas. Luego, en la ges-ta cordillerana, el PONCHO fue primordial para el ejército ya que el mismo era requerido debi-do a la rigurosidad del clima y a la facilidad de su transporte.

Cabe destacar que durante la época de la Independencia, los ejércitos expedicionarios de Ortiz de Ocampo al Alto Perú, de Manuel Belgrano al Paraguay y al Norte, a su paso recibieron donaciones consistentes en reales, caballos, mulas, frazadas y principalmente PONCHOS, de fabricaciones caseras realizadas por los pobladores de los territorios liberados.

Por lo demás, y debido a las serias complejidades que la guerra independentista impone, el primer requerimiento de PONCHOS para el Ejercito de la Independencia data del 26 de fe-brero de 1812, cuando el triunvirato solicita al gobierno de Córdoba que proveyera por contri-bución o donación, de diez mil PONCHOS para ser destinados a los ejércitos de la Banda Oriental y a la expedición al Perú. Tres años más tarde, el 3 de marzo de 1815, ante la posibili-dad de una invasión española, Juan Larrea, a nombre del Director Supremo Carlos María de Alvear, solicita que se acopiaran catorce mil PONCHOS y se abonaran mediante un empréstito forzoso a los españoles europeos residentes en Córdoba.

Asimismo al gobierno de Buenos Aires, le elevaron solicitudes de PONCHOS, Manuel Belgrano para el Ejercito del Norte y José de San Martín, para el Ejercito de los Andes por un total de cuatro mil, el 4 de Junio de 1815. Lo que destaca la importancia de la prenda para el abrigo de las huestes independentistas frente a las inclemencias del tiempo en el invierno de 1815. Otros PONCHOS alcanzaron mayor protagonismo cuando nuestros hombres tuvieron que moverse en la dificultad geográfica del Norte y Viejo Alto Perú para combatir a los realistas.

Nadie conocía mejor los senderos de montañas que los gauchos del lugar, nadie sabia interpretar mejor que ellos la diferencia entre el silbar del viento y una señal humana. En ese medio el PONCHO fue el abrigo y la manta para extender en el suelo a la hora de descanso. Los Gauchos de Güemes fueron soldados espontáneos de gran coraje, ellos eran naturalmente hom-bres de PONCHO que la historia recuerda como los valientes de las guerras gauchas.

Me parece interesante compartir con ustedes que así como dice Mariano G. Solá, “no conozco historia alguna que dice que Güemes usara poncho como el que se conoce en la actua-lidad”, es claro que los gauchos que formaban parte de las milicias güemesianas estaban aper-trechados por los PONCHOS que surgían de las distintas regiones donde vivían, respetando así sus colores locales y características regionales.

Como vemos el PONCHO estuvo presente en los ejércitos de los Libertadores. Sola-mente cabe señalar que el día que se sella la Independencia de nuestras tierras, aquel histórico 8 de diciembre de 1824, en el fantástico escenario andino en donde se dio la Batalla de Ayacucho, el Gral. Miller, al mando de los últimos soldados argentinos que quedaban en el Perú, se cubría con un PONCHO y así, esta prenda queda unida para siempre con el “espíritu de promesa”, con “el ser criollo”, con el deseo de justicia y libertad.

Respecto al origen de la palabra PONCHO, sabemos, que el mismo es motivo de arduas controversias. A esta prenda durante medio siglo se le atribuyó un carácter netamente europeo, contribuían a esta confusión algunos puntos que aún no están totalmente aclarados, entre ellos la etimología de la palabra PONCHO y la ausencia de datos precisos entre los cronistas españoles de la conquista.

Referente al origen de la palabra, encontramos que la lingüística ubica al vocablo PONCHO dentro del habla araucana “Pontro”, mas esta palabra PONCHO, sería un préstamo para designar la prenda de tejido típicamente Andino. La voz quechua, con que se designa al PONCHO no la conocemos, puede haberse perdido y estar sustituida por otra, o tal vez figura en los documentos y no ha sido ubicada aún. Por otra parte, M. A. Maringo en 1955 explicaba, que quizás sea una voz del léxico de la marinería española del Mediterráneo.

Con respecto a la aparición en territorio argentino de la palabra PONCHO, sabemos que en San Luis alrededor de 1600, se anota en un documento la presencia de tres tipos de vestidos entre los indios: “la camiseta, la manta y el PONCHO”; la mención siguiente que se conoce también, remite a San Luis al año 1785, cuando el entonces gobernador interino de Córdoba, el marqués de Sobremonte, dice que “las mujeres trabajaban ponchos y fresadas que se conducen al Reyno de Chile y retornaran Lencerías”.

Para el noroeste las referencias fueron mas tardías, la primera mención documental de un PONCHO en el Tucumán, la hallamos en la confesión de un portugués realizada en Salta en 1750 y otra fechada en la Rioja hacia 1772.

A pesar del uso generalizado y de la bibliografía existente es aún incierto el verdadero origen de la palabra PONCHO, con la que se describe a la prenda.

Un dato importante es la magnitud del cambio económico y cultural que produjo el re-emplazo de nuestros animales proveedores de pelo para ropa de abrigo, por carneros y ovejas, como así también el desarrollo de la explotación algodonera.

Es por allá en 1560 cuando se introdujeron desde la Serena (Chile) las primeras semillas de algodón, así, el Tucumán se convertiría en una gran área algodonera. La falta de prendas obligó a desarrollar una producción textil que no tenía grandes antecedentes en la región, esa fue la de la “ropa de la tierra” actualmente podemos reconocer aquel impacto por medio de las con-fecciones de bayetas y barracanes, que aún se producen en la zona de Salta y Jujuy.

A poco de ser fundada la Ciudad de Lima (Perú) en 1535, doña Inés Muñoz emprende-dora española, crea el primer obraje textil en Sapallanca (Jauja). La producción en serie comien-za en ese momento, el telar europeo a pedales facilitará esos emprendimientos y los cortes para PONCHOS se harán populares. La ciudad del Cuzco será el centro calificado de la producción de prendas de lana.

A mediados del siglo XVI, el conquistador Nuflo (o Nufrio) de Chaves, trae lanares al Paraguay y este mismo llevó majadas al Tucumán a donde se las reunió con otras llegadas de Chile. El Río de la Plata deberá esperar los fines del siglo XVIII, para la cría de ovejas de lana fina como la de “Merino Español”. Recién luego de la Revolución de Mayo, Buenos Aires ten-drá la primera cabaña de ovejas cuidadosamente seleccionadas.

Las investigaciones acerca del PONCHO nos llevan a subrayar el papel que la Compa-ñía de Jesús ocupó en la historia de la producción y el uso de esta prenda. Entre los mas anti-guos PONCHOS Andinos documentados, están los llamados “Ponchos de rayas Jesuíticos”, tejidos en telar de pedal en los obrajes de la Compañía. Quizás también los obrajes jesuíticos incidieron en los tamaños, es posible que el gusto y el diseño español fueran un factor en la evolución del elegante PONCHO del altiplano, a veces llamado “balandrán” y siendo la especial prerrogativa de los sacerdotes y dignatarios de los pueblos de indios, hechas para cubrir todo el cuerpo y las piernas.

Respecto de los colores y la tintorería prehispánica, la información dista mucho de po-der ser completa, debido a los distintos grupos étnicos y la utilidad que los mismos dieron a los elementos minerales, vegetales o animales, que se encontraban a su alcance. En las culturas tradicionales el uso de los colores ha estado muy condicionado por su disponibilidad en el medio ambiente, nos referimos al rojo y al azul, colores tradicionales unidos a textiles criollos.

Hacia 1600 en el Perú la vicuña fue teñida de rojo, apareciendo el rojo granate en los PONCHOS coloniales, incluso coexistiendo con rayas logradas con hilos de oro o de plata, sin embargo en los viejos tejidos catamarqueños predominaban los colores naturales.

Así, me gustaría compartir con ustedes el testimonio recogido por la doctora Corcuera, de un tejedor de nuestra provincia, que nos enseña acerca del significado del color de los PONCHOS en la época de la Independencia, “el poncho azul con guardas beige, es el color del departamento de Seclantas” a lo que me gustaría agregar que de acuerdo a lo que sostiene Ma-riano G. Solá, existían distintos colores, con los cuales se confeccionaban los PONCHOS y así se identificaba la procedencia de las prendas. Mencionando a Guachipas, sostiene que “el color característico de esa localidad y alrededores (La Viña, Talapampa, Ampascachi, Las Costas, entre otros) era el rojo con guarda y fleco negro”, destacando que “hasta ese entonces el PONCHO más conocido y usado era el que provenía de Cachi, Seclantás y Molinos y su color era el azul con banda y fleco negro”.

Esta cita refuerza la idea de que el PONCHO no solo se teñía con colores que surgían de los recursos naturales disponibles, sino que en ello existía flexibilidad por parte de los productores y de los usuarios quienes incidían, con sus gustos en la combinación de los colores.

Sobre la tintorería podemos destacar dos métodos diferentes, uno es el caracterizado en la cultura Nazca en el Perú en el siglo VI, que utilizaban la cochinilla (dactylopus coccus cacto) un insecto muy común en ciertas regiones de América, que habita en los cactus y tiñe las pren-das de color rojo. Haciéndose su uso extensivo hasta la época colonial. A diferencia de aquellos, en el Río de la Plata en cambio, se usaron especies vegetales como las raíces del genero “Relboniun”.

El noroeste durante el siglo XVIII, no fue ajeno a lo que llamamos la moda del índigo. La búsqueda del color azul durante este siglo, fue uno de los objetivos de los comerciantes de los países europeos. El índigo ya en 1600 fue motivo de explotaciones inglesas y francesas, comenzando a expandirse una moda que en el siglo XVIII tuvo su apogeo tanto en África como en Asia, y en América se buscaban los materiales que pudieran dar el ansiado azul índigo.

En nuestros bosques abundaban las especies capaces de dar ese azul, fue el naturista Tadeo Haenke quien señaló que el añil se encontraba en estos lugares y que podía reemplazar ventajosamente al que llegaba de Nicaragua y Guatemala, dando un especial refuerzo a la explotación comercial de las tinturas.

Es claro que la tradición de teñir los PONCHOS es de muy antigua data, y se generaliza su utilidad durante las guerras gauchas, de modo tal de distinguir amigos y enemigos, teniendo en cuenta que los componentes de las milicias locales de la época no poseían de una uniformi-dad en el vestir (excepto cuadros como los Regimientos de Dragones Infernales mencionados por don Miguel Solá en su libro “Las milicias de Güemes”). Sin embargo, el PONCHO colora-do franja y fleco negro se generaliza recién en los primeros años del siglo XX, de acuerdo a lo expresado por el Dr. Rogelio Saravia Toledo en el ensayo “El rostro de Güemes”, cuando dice que “era común en aquellas lejanas épocas de la vida del prócer y aún hasta avanzado los prime-ros treinta años del reciente siglo pasado la usanza de PONCHOS blancos, marrones claros, azules, etcétera, de vicuña. Lo del PONCHO color sangre de toro tan usual hoy en Salta es de más reciente aparición”.

Coincido con lo expresado en aquellos párrafos ya que por medio de documentos fami-liares, podemos acreditar que el 20 de febrero de 1931 en los actos inaugurales del monumento al general Martín Miguel de Güemes, don Virgilio Núñez Zambrano destaca, por medio de un manuscrito, que queda “desde dicha fecha el poncho colorado franja y fleco negro como distin-tivo de la Agrupación Tradicionalista Gauchos de Güemes”, la que si bien aún no tenía un reco-nocimiento jurídico, nace a mediados de los años veinte por iniciativa del Dr. Adolfo Güemes y otros salteños en el compromiso de mantener viva la memoria y realizar un homenaje perma-nente al héroe gaucho.

Desde aquellos años, el uso de los colores del PONCHO se generaliza lentamente hasta caracterizar a los gauchos salteños, reflejando en él nuestras tradiciones y objetivos como socie-dad, nuestros valores y la responsabilidad que su uso importa. Su generalización llegó, hasta al mismo Papa Juan XXIII, quien recibió de manos de la Agrupación, en una comisión encabezada por el monseñor Pedro Lira, un PONCHO salteño, siendo Juan Pablo II quien en su visita por nuestra provincia vistió los colores de nuestra identidad.

Finalmente quiero destacar que existe un reconocimiento oficial al respecto de nuestro PONCHO por medio de diferentes instrumentos, el caso de la Ley 7.163 del año 2003, el establecimiento de especificaciones técnicas al PONCHO instrumentado en 1931 y la entrega del primer certificado de producto salteño al “Poncho Salteño Güemesiano”.

A modo de conclusiones quisiera compartir con ustedes estas últimas reflexiones:

• Sabemos que el PONCHO es una prenda utilizada por distintas culturas americanas y que permite encontrar características comunes a lo largo de su geografía.
• Sabemos que el PONCHO colorado franja y fleco negro no es de creación reciente, aunque su uso se generaliza durante los primeros años del siglo veinte por iniciativa de la Agrupación Tradicionalista Gauchos de Güemes.
• Que desde 2003 el poncho salteño güemesiano tiene una entidad jurídica que refuerza la iniciativa tomada por un grupo de gauchos comprometidos en 1931.
• Que por su uso generalizado y la identificación colectiva que simboliza el PONCHO es la base de la bandera provincial.

Hoy podemos sostener, que por los esfuerzos prodigados por nuestros antecesores, te-nemos el orgullo de llevar en toda formación, los gauchos y en cualquier situación el ciudadano común, el “Poncho colorado franja y fleco negro” que nos identifica como hijos de esta tierra, admiradores de quien luchara por nuestra Independencia y dejara como ejemplo su sangre gene-rosamente derramada en pos de la Patria Grande. Por ello en este PONCHO vaya nuestro pro-fundo reconocimiento a quienes de una u otra manera fueron forjando en el transcurso de sus vidas con mucho esfuerzo y tesón el ideario patrio.

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