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JOSÉ DE SAN MARTÍN Y MARTÍN GÜEMES
EN LA HISTORIA Y EL DESTINO DE AMÉRICA

Andrés MENDIETA

Las cartas y los apuntes de los ilustres protagonistas de nuestra historia, de literatos, vates, intelectuales, virtuosos, sacerdotes y estadistas son el vital dispositivo para dilucidar su personalidad y, como así, la trama de los acontecimientos en medio de los cuales habitó.

Las cartas, sobre todo, contienen los pensamientos, el apasionamiento, las debilidades y los temores; los deseos pequeños y grandes de cada uno de los personajes. Me había ilusionado valerme de algunos de estos caminos pero me obligué a trabajar con algunos tropiezos.

Les manifiesto el porqué. El doctor Luis Güemes alentador de la obra “Güemes Docu-mentado” –trabajo que está revelado en 12 tomos- explica la causa de la nimiedad de las comu-nicaciones producidas entre San Martín, en su campaña al Perú y Güemes, Gobernador de Salta y a la vez General en Jefe del Ejército de Observación.

El autor de la citada obra -que cuenta con más de seis mil páginas- tan requerida por los estudiosos del proceso de la guerra por la Independencia Argentina y de Sudamérica, comenta que Domingo Güemes –nieto del General-, en 1873, “prestó papeles (cartas, proclamas y ofi-cios, entre otras cosas) a Vicente Fidel López, a los efectos que este los aprovechara para su ensayo Revolución Argentina, que venía divulgando por entregas en la Revista del Río de la Plata, parte de los cuales fueron devueltos en 1905 por Lucio Vicente López, nieto del historia-dor” .

Más adelante el mismo autor, como testimonio de lo exteriorizado precedentemente, hace referencia a lo puesto de manifiesto por el doctor Vicente Fidel López cuando manifiesta en sus textos:

1. “San Martín miraba a Güemes con una predilección marcadísima. Siempre mantuvo con él una correspondencia muy honrosa y admirable: e hizo grandes empeños para que el Gobierno de Buenos Aires le diese una base de ejército con el que entrara en el Alto Perú al mismo tiempo que él iba por el Pacífico sobre Lima. Tengo documentos que emplearé más ade-lante” (Revista del Río de la Plata, año 1873, tomo VII, pág. 407, y Revolución Argentina, año 1881, tomo II, pág. 71).

2. Asimismo el historiador López en otro escrito asegura que: “el general San Martín, que en cuanto a conocimiento de hombres jamás se equivocaba, miró siempre a Güemes con verdadero afecto y con tanta estimación, que fue uno de los primeros a quienes le escribió de su propia mano anoticiándolo su grande victoria del llano de Maipú”. (Historia de la República Argentina, año 1887, tomo VI, pág. 570) .

En este acto de recordación del 219º aniversario del nacimiento de un venerado hijo de Salta y por que no decir de la nación misma, el general Don Martín Miguel de Güemes, he de referirme sobre el tema: “San Martín y Güemes en la historia y el destino de América”.

Revivir el pasado es darle nuevo dinamismo. Me exige explicarlo como fue, con una expresión y pensamiento sobre estos dos grandes de la nacionalidad que no sólo estaban unidos por una férrea amistad que había nacido en 1813 cuando ambos se encontraban en Buenos Ai-res, sino también, por lazos familiares.

Mateo Escagedo Salmón en sus “Solares Montañeses, Índice de montañeses ilustres y Crónica de la Provincia de Santander” cuenta que don Pedro de Cevallos, el primer virrey del Río de la Plata cuando se hallaba en Cádiz organizó una expedición, en 1777, de la que partici-paron José Manuel Bustillos y Cevallos, Manuel de Escalada Bustillo de Cevallos y Gabriel de Güemes Montero –padre del prócer- junto con Antonio José de Escalada, quien después fuera suegro de José de San Martín. José Manuel Bustillo y Gabriel de Güemes Montero eran parien-tes entre sí.

Aquí cabe agregar que José Manuel Bustillo, en la Capital del Virreinato revistaba como teniente del Cuerpo de Patricios bajo el mando de Cornelio Saavedra, se preocupaba de entregar al cadete Güemes la mensualidad que le enviaba su padre, don Gabriel.

No es errado pensar que San Martín tenía conocimiento sobre Salta por crónicas hoga-reñas. La madre del prócer, doña Gregoria Matorras, llegó a América procedente de Santander acompañada por su primo hermano don Gregorio Matorras quien, entre 1769 a 1775, se desem-peñó como Gobernador Intendente de la provincia de Salta del Tucumán. Durante su gestión fundó la reducción de Nuestra Señora de las Angustias que sirvió de base para la fundación de San Ramón de la Nueva Orán, en 1794, la última ciudad fundada por los españoles en tierra americana.

También Gregorio Matorras se preocupó en ampliar y consolidar la conquista españo-la hasta que encontró a la muerte mientras recorría un pueblo indígena en Ortega, que hoy pertenece a territorio salteño.

Por lo revelado anteriormente no hay dudas que San Martín no ignoraba las acciones de Güemes en su descollante actuación como guerrero demostrada durante los años 1806 y 1807 durante las invasiones inglesas y, posteriormente, en 1810, 1811 y 1812; vale decir, desde el momento mismo que se conoció la destitución del virrey Marqués Rafael de Sobremonte y, después de producido el primer grito de libertad, estuvo protegiendo la puna jujeña para evitar el ingreso o la fuga de los contrarrevolucionarios y por haber dado el primer triunfo de las fuerzas patrióticas en los campos de Suipacha (hoy Bolivia), el siete de noviembre de 1810.

Situémonos ahora en Buenos Aires. Año 1813, a fines diciembre. Las armas de la patria al mando del general Manuel Belgrano habían experimentado una delicada adversidad en los campos de Vilcapugio y Ayohuma desastres, que al decir por Vicente López, después de sus victorias en los campos de Tucumán y Salta inició una nueva campaña al Alto Perú “sin fuerzas suficientes para dominar a ejércitos disciplinados y donde la población en general simpatizaba con los realistas”.
Ante el peligro que estas derrotas causaran un golpe mortal a la tan anhelada emancipa-ción americana, el Triunvirato resolvió una expedición de auxilio que debía robustecer la tropa que en esos momentos se replegaba hacia Jujuy y Tucumán.

La medida se concretó el 3 de diciembre de 1813 al designar al coronel de Granaderos a Caballo José de San Martín para marchar al frente de un ejército auxiliador del Perú y llevar como misión destituir en ese cargo al general Belgrano.
Para esta campaña San Martín convocó integrarse a Martín Miguel de Güemes al regi-miento que debía partir hacia el norte por los siguientes motivos de fácil interpretación: por ser el prócer nacido en Salta; por ser el único oficial patriota conocedor de estas regiones y por su contacto con los gauchos salteños, jujeños y tarijeños desde su más tierna infancia. Muchos historiadores no se apartan de la tesis que ambos próceres ya habían conversado sobre la expe-dición libertadora.
El apoyo del Gobierno a la Expedición del Perú partió de Buenos Aires a fines de di-ciembre de 1813 al mando de San Martín para hacerse cargo del ejército, de acuerdo a la Histo-ria del Regimiento Granaderos a Caballería.

Con anterioridad, el 6 de diciembre de 1813, el teniente coronel Martín Miguel de Güemes se dirigió al gobierno de Buenos Aires en los siguientes términos: “Consiguiente con mis sentimientos, y no pudiendo mirar con indiferencia los peligros de la patria, me ofrezco a partir bajo las órdenes…” del coronel de Granaderos José de San Martín.

Por su parte el ya ascendido coronel San Martín al grado de Mayor General y como jefe del mismo se dirigió al director Gervasio Antonio de Posadas expresándole: “El teniente coronel don Martín Güemes lo creo sumamente útil a la expedición auxiliadora del Perú que vuestra excelencia ha puesto a mi cargo; la opinión y concepto de este oficial y sus servicios constantes por la causa me hacen interesarme con vuestra excelencia a fin de que su solicitud tenga el éxito que solicita” .

Aquí hay una muestra más de afecto que “San Martín trabó con Güemes, verdadera e imperecedera amistad, que son efectivas entre caracteres altamente dotados de grandes calidades públicas. Se consagraron, de uno a otro, una estimación justificada por la ilustre y gloriosa ca-rrera del uno y por la lealtad patriótica del otro; y si fue gloria del caudillo de Salta comprender desde entonces lo que debía ser San Martín, no menos honra fue en este, comprender a su vez todos los servicios extraordinarios con que el otro iba a contribuir más tarde a su gloriosa em-presa de tramontar los Andes, y de salvar la independencia del Plata, de Chile, del Perú, del Ecuador, en Chacabuco y en Maipú, en Lima y en Pichincha” .

El 17 de enero de 1814 José de San Martín estaba en Tucumán y el 20 se encontró con Belgrano en las inmediaciones de Yatasto y con el correr de las horas se hace reconocer como jefe del Ejército del Norte. Un mes más tarde Güemes arribó a Tucumán al frente de efectivos del Regimiento número 7 de Infantería (Granaderos de Terradas o de Fernando VII), retraso que estuvo originado por su interés en cobrar sueldos pendientes de pago como agregado al Estado Mayor del Ejército. Ya se lo había promovido al grado de teniente coronel del Regimiento de Caballo. Días después a Güemes se le asignó las tareas como jefe de las avanzadas del Pasaje y, con posterioridad, en 1820, se lo designó General en Jefe del Ejército de Observación.

Güemes volvió al teatro de sus hazañas en la vasta región del Alto Perú, Jujuy y Salta, o sea por el norte; mientras que San Martín lo haría por el oeste. Así comenzaba a materializarse el plan continental.

En cuanto al ejército norteño que “había perdido sus fuerzas pero no su moral” el primer acto del Gran Capitán “fue poner al día los pagos, valiéndose de una necesaria malversación. Dispuso, además, de 36 mil pesos en plata y oro que se traían de los caudales potosinos y ya habían sido ingresados a la Tesorería General y dispuesto por el gobierno”.

Ordenó que pasasen a la Caja Militar, y pagó los servicios y salarios atrasados. Como el gobierno le pidió explicaciones, San Martín contestó que tenía a su frente “los tristes fragmen-tos de un ejército derrotado; un hospital sin medicina, sin instrumentos, sin ropas, que presen-tan el espectáculo de hombres tirados en el suelo que no pueden ser atendidos en el suelo que no pueden ser atendidos del modo que reclama la humanidad y sus propios méritos. Mil clamo-res por los sueldos devengados” .

El Libertador por aquel entonces padecía de “perder sangre por la boca” que originara cierta preocupación entre los oficiales bajo su mando. Este padecimiento lo obligó a San Martín abandonar la campaña hacia el Alto Perú para poner en marcha su Plan Continental el que será abordado más adelante.

A partir de acá sólo me referiré al tema escogido para esta charla como “San Martín y Güemes en la historia y el destino de América” renunciando distraer vuestra atención abor-dando temas ajenos, entre otros, como los conflictos internos, iniciados en 1813, y que paulati-namente se fueron agudizando. También al proceso político y la pretendida salida constitucio-nal.

¿Cuál sería el plan estratégico de San Martín para concretar sus ideales? En primer lugar estimaba que a los realistas se debía atacar por dos frentes. El primero a cargo de Güemes tra-tando de hostilizar y retirar a los ejércitos acantonados en el Bajo y Alto Perú (Lima, Arequipa, Tacna) hasta llegar a Lima –dominio hispano en Sudamérica y aparente punto culminante de la guerra- tras andar millares de kilómetros por tierra, avanzando por poblados en gran parte se-guidor a los imperialistas.

El oeste, escogido por San Martín, era cruzando la cordillera de los Andes para llegar a Chile considerada por él como la más factible. Con un ejército, adecuadamente equipado y dis-ciplinado, debía ayudar a consolidar la revolución chilena, que todavía no había sido vencida. En Mendoza reorganizar el ejército apto para hacer una realidad el plan continental. Desde Chi-le, dominando el mar, podía marchar al Perú con barcos ingleses y norteamericanos que se po-dían adquirir, tal como se hizo para tomar Montevideo.

Aprovechando la estratégica inglesa contra Napoleón Bonaparte, se harían desembarcos por sorpresas en diferentes zonas. Si el ejército realista que acudía era más fuerte, volvían a embarcarse y desembarcar en otro punto. De ese modo, hostigaban al enemigo y se producía la insurrección popular.

En síntesis el plan consistía en embestir por el Oeste y proteger el Norte hasta concluir con el encuentro de ambos ejércitos en Lima. Buena parte de este plan descansaba en la supues-ta capacidad de los milicianos con Güemes a la cabeza y así mantener a raya a los invasores. Es decir, para el éxito del plan sanmartiniano la frontera norte no debía ser franqueada, mientras San Martín preparaba su ejército de los Andes.

Me refería a la confianza de San Martín en los combatientes bajo el mando de Güemes. Con respecto a los gauchos el general español Buenaventura Andrés García Camba dice en sus “Memorias”: “Al invadir nuestras tropas la provincia de Salta los enemigos se habían replega-do a Tucumán, obligando a retirarse allí a todas las familias más señaladas por sus opiniones realistas, y haciendo conducir al mismo punto cuantos ganados y víveres los fue posibles. De cuando en cuando se acercaban a Salta algunos grupos de gauchos, sostenidos por (el Regi-miento de) Dragones mas regularizados, a las ordenes todos de Güemes, un vecino notable de la ciudad, y con la habilidad suma interceptadas las comunicaciones de nuestros cantones y estorbaban la introducción de víveres en ellos. Era de todo punto indispensable emplear fuer-zas proporcionadas que ahuyentaran a los intrusos aprovechando las lecciones que ofrecían los descalabros experimentado por el escuadrón de partidarios a causa de la demasiada confianza con el que el coronel Castro le empleaba en recorrer el campo dividiéndolo en cortos destaca-mentos los cuales asechados por el enemigo eran cargados de improviso por otros mejores montados y casi siempre destrozados o hechos prisioneros” .

Güemes aceptó la responsabilidad de tamaña empresa y muestra de ello son las acciones de guerra en que tomaron parte sus escuadrones desde 1814 hasta 1820, se puede enunciar: Co-tagaita, Tupiza, Carachimayo, Tarija, Livi-Livi, Moraya, Mojó, Sococha, Itahú y Rejará, en el actual territorio boliviano; Yavi, Pumahuasi, Rinconada, Puesto de Marqués, Colpayo, Abra Pampa, Puesto Grande, Cochinota, Negra Muerta, Humahuaca, Huacalera, Tilcara, Maimará, Tumbaya, Volcán, León, San Pedrito, La Tablada, Jujuy, Río Chico, Palpalá, Coraya y Severi-no, en Jujuy; mientras que en nuestra provincia en Caraparí, Baritú, Santa Victoria, Toldos, Acoyte, Iruya, San Andrés, Orán, Abra de Zenta, Río Piedras, Los Sauces, La Caldera, Campo Santo, Cobos, San Bernardo, Cabeza del Buey, San Lorenzo, La Silleta, Rosario de Lerma, Ce-rrillos, Sumalao, El Carril, Chicoana, El Bañao, Sauce Redondo, La Viña, Guachipas y Salta .

Las acciones de la guerra gaucha son más que suficiente para demostrar la valentía puesta por salteños, jujeños y tarijeños para rechazar las invasiones de los imperialistas que pretendían avanzar hacia Córdoba y desde allí llegar a Buenos Aires y así hacer fracasar la gesta revolucionaria con el apoyo de los realistas del litoral y Montevideo. Pero para ello Tarija, Jujuy y Salta quedaron sumamente empobrecidas por afrontar los gastos de la guerra.

En 1815 el Cabildo de Jujuy al conocer que Güemes había sido elegido gobernador de la Intendencia de Salta del Tucumán se pronunció expresando sobre “tan acertada elección en tan digna persona…, ciudadano servidor a la patria que ha expuesto su pecho al rigor del ene-migo desde los principios de nuestra regeneración política hasta el último combate que él ha dado en la acción de Puesto Grande; ha sido un libertador de las ciudades de Salta y de Ju-juy…” .

En ese mismo año en oficio dirigido al Director Supremo Ignacio Álvarez Thomas, le manifiesta: “Aquí en esta provincia de Salta tiene vuestra excelencia cuatro a cinco mil cam-peones abrazados con el sagrado fuego de la libertad de la patria, y altamente entusiasmados con el patriotismo más puro e incorruptible. Están acostumbrados a vencer… El Perú, que de-cía (su virrey Fernando de) Abascal lo tenía cerrado con tan fuertes y gruesas cadenas que ni las fuerzas de Hércules podría quebrarlas, las rompieron (los gauchos) como debilísimas tela de araña…” .

En 1819 en un bando dirigido a los pobladores de Jujuy señala que estaba “…para de-fender los sacrosantos derechos de la Patria con su vida e intereses y obedecer respetuosamen-te a sus leyes y magistrados (…) dispuesto a tomar las armas y marchar en defensa de la Na-ción a los destinos que se la señalaren”.

También supo rechazar en varias oportunidades prebendas que le ofrecían tanto para él como para su familia. Sólo basta considerar uno de sus renunciamientos cuando le dice a Pedro Antonio de Olañeta: “No quiero favores en perjuicio de mi país; éste ha de ser libre a pesar del mundo entero… Nada temo porque he jurado sostener la independencia americana y sellarla con mi sangre”.

Desgraciadamente, Güemes no pudo llegar a Perú por tener que afrontar a los adversa-rios internos que defendían intereses personales y a la entrega de éste al enemigo para que lo matasen. Y así fue. Güemes entró a la inmortalidad el 17 de junio de 1821 tras diez días de agonía.

Como un reconocimiento del gobierno nacional al accionar de Güemes en pos de la emancipación americana, a través de una ley surgida en el Congreso de la Nación, fue declarado el 17 de junio como “Día de la Libertad Latinoamericana”.

Aquí cabe una acotación: en el calendario escolar de la Nación no figura este homenaje, pese a ser una ley nacional. Una vez más hay quienes siguen ignorando al General Don Martín Miguel de Güemes en su verdadera dimensión como un patriota y un forjador de la independencia americana.

A continuación me referiré al general José de San Martín, aquel que dijo: “Divididos, seremos esclavos; unidos estoy seguro que los batiremos. Hagamos un esfuerzo de patriotismo, depongamos resentimientos particulares y concluyamos nuestra obra con honor”.

“No nos ensoberbezcamos con las glorias y aprovechemos la ocasión de fijar la suerte del país de un modo sólido y tranquilo”. “Los soldados de la Patria no conocen el lujo, sino la gloria”. Os ruego que aprendáis a distinguir los que trabajan por nuestro bien, de los que meditan vuestra ruina”. No os expongáis a que los hombres de bien os abandonen al consejo de las ambiciones. “Nada debe ocuparnos sin el objeto grande de la independencia universal”.

Sobre esta insigne figura sería hasta imposible presentarla en algo nuevo. En algo insóli-to. Se lo quiso presentar, con alguna especulación, como un agnóstico, un hombre carente de fe, pero la historia se encargó de mantenerlo en el pedestal de la inmortalidad heroica.

Si San Martín desarrolló su gesta en los países del Pacífico, Artigas por su parte dejó imborrable memoria en los del Atlántico, Martín Miguel de Güemes lo hizo custodiando las fronteras lo que en aquel entonces comprendía la Gobernación de Salta del Tucumán que abar-caba parte del Alto Perú, hoy Bolivia.

Respetada audiencia:

Afortunados son ustedes tributar este homenaje a: José de San Martín, Martín Miguel de Güemes, a la par de tantos prohombres de la Patria que desde el firmamento están contemplando junto a vuestros milicianos, soldados y gauchos la gran nación americana que tanto soñaron.

Ustedes, para llegar a la paz y libertad que estamos gozando, debieron derramar sangre para llenar todos los surcos que abristeis para defenderos de agresiones y agravios. Que luchas-teis, sin tener mayoría de edad, primero contra los ingleses, luego con los españoles, portugue-ses, brasileros y hasta con propios americanos que desoían el Grito de Mayo de 1810. Pero todo, para afirmar nuestra independencia.

Con esta evocación a los grandes de la nacionalidad quiero hacerla extensiva a las muje-res que prestaban su colaboración en el afiebrado quehacer la guerra entregando a sus esposos e hijos para la lucha.

Finalizo, señoras y señores, exclamando que cada uno, en el lugar que nos toque actuar, volvamos nuestros ojos al pasado para recoger el mensaje de nuestros próceres en vigencia eter-na.

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