Las cartas y los apuntes de los ilustres protagonistas
de nuestra historia, de literatos, vates, intelectuales,
virtuosos, sacerdotes y estadistas son el vital dispositivo
para dilucidar su personalidad y, como así, la
trama de los acontecimientos en medio de los cuales
habitó.
Las cartas, sobre todo, contienen los pensamientos,
el apasionamiento, las debilidades y los temores; los
deseos pequeños y grandes de cada uno de los
personajes. Me había ilusionado valerme de algunos
de estos caminos pero me obligué a trabajar con
algunos tropiezos.
Les manifiesto el porqué. El doctor Luis Güemes
alentador de la obra “Güemes Docu-mentado”
–trabajo que está revelado en 12 tomos-
explica la causa de la nimiedad de las comu-nicaciones
producidas entre San Martín, en su campaña
al Perú y Güemes, Gobernador de Salta y
a la vez General en Jefe del Ejército de Observación.
El autor de la citada obra -que cuenta con más
de seis mil páginas- tan requerida por los estudiosos
del proceso de la guerra por la Independencia Argentina
y de Sudamérica, comenta que Domingo Güemes
–nieto del General-, en 1873, “prestó
papeles (cartas, proclamas y ofi-cios, entre otras cosas)
a Vicente Fidel López, a los efectos que este
los aprovechara para su ensayo Revolución Argentina,
que venía divulgando por entregas en la Revista
del Río de la Plata, parte de los cuales fueron
devueltos en 1905 por Lucio Vicente López, nieto
del historia-dor” .
Más adelante el mismo autor, como testimonio
de lo exteriorizado precedentemente, hace referencia
a lo puesto de manifiesto por el doctor Vicente Fidel
López cuando manifiesta en sus textos:
1. “San Martín miraba a Güemes con
una predilección marcadísima. Siempre
mantuvo con él una correspondencia muy honrosa
y admirable: e hizo grandes empeños para que
el Gobierno de Buenos Aires le diese una base de ejército
con el que entrara en el Alto Perú al mismo tiempo
que él iba por el Pacífico sobre Lima.
Tengo documentos que emplearé más ade-lante”
(Revista del Río de la Plata, año 1873,
tomo VII, pág. 407, y Revolución Argentina,
año 1881, tomo II, pág. 71).
2. Asimismo el historiador López en otro escrito
asegura que: “el general San Martín, que
en cuanto a conocimiento de hombres jamás se
equivocaba, miró siempre a Güemes con verdadero
afecto y con tanta estimación, que fue uno de
los primeros a quienes le escribió de su propia
mano anoticiándolo su grande victoria del llano
de Maipú”. (Historia de la República
Argentina, año 1887, tomo VI, pág. 570)
.
En este acto de recordación del 219º aniversario
del nacimiento de un venerado hijo de Salta y por que
no decir de la nación misma, el general Don Martín
Miguel de Güemes, he de referirme sobre el tema:
“San Martín y Güemes en la historia
y el destino de América”.
Revivir el pasado es darle nuevo dinamismo. Me exige
explicarlo como fue, con una expresión y pensamiento
sobre estos dos grandes de la nacionalidad que no sólo
estaban unidos por una férrea amistad que había
nacido en 1813 cuando ambos se encontraban en Buenos
Ai-res, sino también, por lazos familiares.
Mateo Escagedo Salmón en sus “Solares
Montañeses, Índice de montañeses
ilustres y Crónica de la Provincia de Santander”
cuenta que don Pedro de Cevallos, el primer virrey del
Río de la Plata cuando se hallaba en Cádiz
organizó una expedición, en 1777, de la
que partici-paron José Manuel Bustillos y Cevallos,
Manuel de Escalada Bustillo de Cevallos y Gabriel de
Güemes Montero –padre del prócer-
junto con Antonio José de Escalada, quien después
fuera suegro de José de San Martín. José
Manuel Bustillo y Gabriel de Güemes Montero eran
parien-tes entre sí.
Aquí cabe agregar que José Manuel Bustillo,
en la Capital del Virreinato revistaba como teniente
del Cuerpo de Patricios bajo el mando de Cornelio Saavedra,
se preocupaba de entregar al cadete Güemes la mensualidad
que le enviaba su padre, don Gabriel.
No es errado pensar que San Martín tenía
conocimiento sobre Salta por crónicas hoga-reñas.
La madre del prócer, doña Gregoria Matorras,
llegó a América procedente de Santander
acompañada por su primo hermano don Gregorio
Matorras quien, entre 1769 a 1775, se desem-peñó
como Gobernador Intendente de la provincia de Salta
del Tucumán. Durante su gestión fundó
la reducción de Nuestra Señora de las
Angustias que sirvió de base para la fundación
de San Ramón de la Nueva Orán, en 1794,
la última ciudad fundada por los españoles
en tierra americana.
También Gregorio Matorras se preocupó
en ampliar y consolidar la conquista españo-la
hasta que encontró a la muerte mientras recorría
un pueblo indígena en Ortega, que hoy pertenece
a territorio salteño.
Por lo revelado anteriormente no hay dudas que San
Martín no ignoraba las acciones de Güemes
en su descollante actuación como guerrero demostrada
durante los años 1806 y 1807 durante las invasiones
inglesas y, posteriormente, en 1810, 1811 y 1812; vale
decir, desde el momento mismo que se conoció
la destitución del virrey Marqués Rafael
de Sobremonte y, después de producido el primer
grito de libertad, estuvo protegiendo la puna jujeña
para evitar el ingreso o la fuga de los contrarrevolucionarios
y por haber dado el primer triunfo de las fuerzas patrióticas
en los campos de Suipacha (hoy Bolivia), el siete de
noviembre de 1810.
Situémonos ahora en Buenos Aires. Año
1813, a fines diciembre. Las armas de la patria al mando
del general Manuel Belgrano habían experimentado
una delicada adversidad en los campos de Vilcapugio
y Ayohuma desastres, que al decir por Vicente López,
después de sus victorias en los campos de Tucumán
y Salta inició una nueva campaña al Alto
Perú “sin fuerzas suficientes para dominar
a ejércitos disciplinados y donde la población
en general simpatizaba con los realistas”.
Ante el peligro que estas derrotas causaran un golpe
mortal a la tan anhelada emancipa-ción americana,
el Triunvirato resolvió una expedición
de auxilio que debía robustecer la tropa que
en esos momentos se replegaba hacia Jujuy y Tucumán.
La medida se concretó el 3 de diciembre de
1813 al designar al coronel de Granaderos a Caballo
José de San Martín para marchar al frente
de un ejército auxiliador del Perú y llevar
como misión destituir en ese cargo al general
Belgrano.
Para esta campaña San Martín convocó
integrarse a Martín Miguel de Güemes al
regi-miento que debía partir hacia el norte por
los siguientes motivos de fácil interpretación:
por ser el prócer nacido en Salta; por ser el
único oficial patriota conocedor de estas regiones
y por su contacto con los gauchos salteños, jujeños
y tarijeños desde su más tierna infancia.
Muchos historiadores no se apartan de la tesis que ambos
próceres ya habían conversado sobre la
expe-dición libertadora.
El apoyo del Gobierno a la Expedición del Perú
partió de Buenos Aires a fines de di-ciembre
de 1813 al mando de San Martín para hacerse cargo
del ejército, de acuerdo a la Histo-ria del Regimiento
Granaderos a Caballería.
Con anterioridad, el 6 de diciembre de 1813, el teniente
coronel Martín Miguel de Güemes se dirigió
al gobierno de Buenos Aires en los siguientes términos:
“Consiguiente con mis sentimientos, y no pudiendo
mirar con indiferencia los peligros de la patria, me
ofrezco a partir bajo las órdenes…”
del coronel de Granaderos José de San Martín.
Por su parte el ya ascendido coronel San Martín
al grado de Mayor General y como jefe del mismo se dirigió
al director Gervasio Antonio de Posadas expresándole:
“El teniente coronel don Martín Güemes
lo creo sumamente útil a la expedición
auxiliadora del Perú que vuestra excelencia ha
puesto a mi cargo; la opinión y concepto de este
oficial y sus servicios constantes por la causa me hacen
interesarme con vuestra excelencia a fin de que su solicitud
tenga el éxito que solicita” .
Aquí hay una muestra más de afecto que
“San Martín trabó con Güemes,
verdadera e imperecedera amistad, que son efectivas
entre caracteres altamente dotados de grandes calidades
públicas. Se consagraron, de uno a otro, una
estimación justificada por la ilustre y gloriosa
ca-rrera del uno y por la lealtad patriótica
del otro; y si fue gloria del caudillo de Salta comprender
desde entonces lo que debía ser San Martín,
no menos honra fue en este, comprender a su vez todos
los servicios extraordinarios con que el otro iba a
contribuir más tarde a su gloriosa em-presa de
tramontar los Andes, y de salvar la independencia del
Plata, de Chile, del Perú, del Ecuador, en Chacabuco
y en Maipú, en Lima y en Pichincha” .
El 17 de enero de 1814 José de San Martín
estaba en Tucumán y el 20 se encontró
con Belgrano en las inmediaciones de Yatasto y con el
correr de las horas se hace reconocer como jefe del
Ejército del Norte. Un mes más tarde Güemes
arribó a Tucumán al frente de efectivos
del Regimiento número 7 de Infantería
(Granaderos de Terradas o de Fernando VII), retraso
que estuvo originado por su interés en cobrar
sueldos pendientes de pago como agregado al Estado Mayor
del Ejército. Ya se lo había promovido
al grado de teniente coronel del Regimiento de Caballo.
Días después a Güemes se le asignó
las tareas como jefe de las avanzadas del Pasaje y,
con posterioridad, en 1820, se lo designó General
en Jefe del Ejército de Observación.
Güemes volvió al teatro de sus hazañas
en la vasta región del Alto Perú, Jujuy
y Salta, o sea por el norte; mientras que San Martín
lo haría por el oeste. Así comenzaba a
materializarse el plan continental.
En cuanto al ejército norteño que “había
perdido sus fuerzas pero no su moral” el primer
acto del Gran Capitán “fue poner al día
los pagos, valiéndose de una necesaria malversación.
Dispuso, además, de 36 mil pesos en plata y oro
que se traían de los caudales potosinos y ya
habían sido ingresados a la Tesorería
General y dispuesto por el gobierno”.
Ordenó que pasasen a la Caja Militar, y pagó
los servicios y salarios atrasados. Como el gobierno
le pidió explicaciones, San Martín contestó
que tenía a su frente “los tristes fragmen-tos
de un ejército derrotado; un hospital sin medicina,
sin instrumentos, sin ropas, que presen-tan el espectáculo
de hombres tirados en el suelo que no pueden ser atendidos
en el suelo que no pueden ser atendidos del modo que
reclama la humanidad y sus propios méritos. Mil
clamo-res por los sueldos devengados” .
El Libertador por aquel entonces padecía de
“perder sangre por la boca” que originara
cierta preocupación entre los oficiales bajo
su mando. Este padecimiento lo obligó a San Martín
abandonar la campaña hacia el Alto Perú
para poner en marcha su Plan Continental el que será
abordado más adelante.
A partir de acá sólo me referiré
al tema escogido para esta charla como “San Martín
y Güemes en la historia y el destino de América”
renunciando distraer vuestra atención abor-dando
temas ajenos, entre otros, como los conflictos internos,
iniciados en 1813, y que paulati-namente se fueron agudizando.
También al proceso político y la pretendida
salida constitucio-nal.
¿Cuál sería el plan estratégico
de San Martín para concretar sus ideales? En
primer lugar estimaba que a los realistas se debía
atacar por dos frentes. El primero a cargo de Güemes
tra-tando de hostilizar y retirar a los ejércitos
acantonados en el Bajo y Alto Perú (Lima, Arequipa,
Tacna) hasta llegar a Lima –dominio hispano en
Sudamérica y aparente punto culminante de la
guerra- tras andar millares de kilómetros por
tierra, avanzando por poblados en gran parte se-guidor
a los imperialistas.
El oeste, escogido por San Martín, era cruzando
la cordillera de los Andes para llegar a Chile considerada
por él como la más factible. Con un ejército,
adecuadamente equipado y dis-ciplinado, debía
ayudar a consolidar la revolución chilena, que
todavía no había sido vencida. En Mendoza
reorganizar el ejército apto para hacer una realidad
el plan continental. Desde Chi-le, dominando el mar,
podía marchar al Perú con barcos ingleses
y norteamericanos que se po-dían adquirir, tal
como se hizo para tomar Montevideo.
Aprovechando la estratégica inglesa contra
Napoleón Bonaparte, se harían desembarcos
por sorpresas en diferentes zonas. Si el ejército
realista que acudía era más fuerte, volvían
a embarcarse y desembarcar en otro punto. De ese modo,
hostigaban al enemigo y se producía la insurrección
popular.
En síntesis el plan consistía en embestir
por el Oeste y proteger el Norte hasta concluir con
el encuentro de ambos ejércitos en Lima. Buena
parte de este plan descansaba en la supues-ta capacidad
de los milicianos con Güemes a la cabeza y así
mantener a raya a los invasores. Es decir, para el éxito
del plan sanmartiniano la frontera norte no debía
ser franqueada, mientras San Martín preparaba
su ejército de los Andes.
Me refería a la confianza de San Martín
en los combatientes bajo el mando de Güemes. Con
respecto a los gauchos el general español Buenaventura
Andrés García Camba dice en sus “Memorias”:
“Al invadir nuestras tropas la provincia de Salta
los enemigos se habían replega-do a Tucumán,
obligando a retirarse allí a todas las familias
más señaladas por sus opiniones realistas,
y haciendo conducir al mismo punto cuantos ganados y
víveres los fue posibles. De cuando en cuando
se acercaban a Salta algunos grupos de gauchos, sostenidos
por (el Regi-miento de) Dragones mas regularizados,
a las ordenes todos de Güemes, un vecino notable
de la ciudad, y con la habilidad suma interceptadas
las comunicaciones de nuestros cantones y estorbaban
la introducción de víveres en ellos. Era
de todo punto indispensable emplear fuer-zas proporcionadas
que ahuyentaran a los intrusos aprovechando las lecciones
que ofrecían los descalabros experimentado por
el escuadrón de partidarios a causa de la demasiada
confianza con el que el coronel Castro le empleaba en
recorrer el campo dividiéndolo en cortos destaca-mentos
los cuales asechados por el enemigo eran cargados de
improviso por otros mejores montados y casi siempre
destrozados o hechos prisioneros” .
Güemes aceptó la responsabilidad de tamaña
empresa y muestra de ello son las acciones de guerra
en que tomaron parte sus escuadrones desde 1814 hasta
1820, se puede enunciar: Co-tagaita, Tupiza, Carachimayo,
Tarija, Livi-Livi, Moraya, Mojó, Sococha, Itahú
y Rejará, en el actual territorio boliviano;
Yavi, Pumahuasi, Rinconada, Puesto de Marqués,
Colpayo, Abra Pampa, Puesto Grande, Cochinota, Negra
Muerta, Humahuaca, Huacalera, Tilcara, Maimará,
Tumbaya, Volcán, León, San Pedrito, La
Tablada, Jujuy, Río Chico, Palpalá, Coraya
y Severi-no, en Jujuy; mientras que en nuestra provincia
en Caraparí, Baritú, Santa Victoria, Toldos,
Acoyte, Iruya, San Andrés, Orán, Abra
de Zenta, Río Piedras, Los Sauces, La Caldera,
Campo Santo, Cobos, San Bernardo, Cabeza del Buey, San
Lorenzo, La Silleta, Rosario de Lerma, Ce-rrillos, Sumalao,
El Carril, Chicoana, El Bañao, Sauce Redondo,
La Viña, Guachipas y Salta .
Las acciones de la guerra gaucha son más que
suficiente para demostrar la valentía puesta
por salteños, jujeños y tarijeños
para rechazar las invasiones de los imperialistas que
pretendían avanzar hacia Córdoba y desde
allí llegar a Buenos Aires y así hacer
fracasar la gesta revolucionaria con el apoyo de los
realistas del litoral y Montevideo. Pero para ello Tarija,
Jujuy y Salta quedaron sumamente empobrecidas por afrontar
los gastos de la guerra.
En 1815 el Cabildo de Jujuy al conocer que Güemes
había sido elegido gobernador de la Intendencia
de Salta del Tucumán se pronunció expresando
sobre “tan acertada elección en tan digna
persona…, ciudadano servidor a la patria que ha
expuesto su pecho al rigor del ene-migo desde los principios
de nuestra regeneración política hasta
el último combate que él ha dado en la
acción de Puesto Grande; ha sido un libertador
de las ciudades de Salta y de Ju-juy…” .
En ese mismo año en oficio dirigido al Director
Supremo Ignacio Álvarez Thomas, le manifiesta:
“Aquí en esta provincia de Salta tiene
vuestra excelencia cuatro a cinco mil cam-peones abrazados
con el sagrado fuego de la libertad de la patria, y
altamente entusiasmados con el patriotismo más
puro e incorruptible. Están acostumbrados a vencer…
El Perú, que de-cía (su virrey Fernando
de) Abascal lo tenía cerrado con tan fuertes
y gruesas cadenas que ni las fuerzas de Hércules
podría quebrarlas, las rompieron (los gauchos)
como debilísimas tela de araña…”
.
En 1819 en un bando dirigido a los pobladores de Jujuy
señala que estaba “…para de-fender
los sacrosantos derechos de la Patria con su vida e
intereses y obedecer respetuosamen-te a sus leyes y
magistrados (…) dispuesto a tomar las armas y
marchar en defensa de la Na-ción a los destinos
que se la señalaren”.
También supo rechazar en varias oportunidades
prebendas que le ofrecían tanto para él
como para su familia. Sólo basta considerar uno
de sus renunciamientos cuando le dice a Pedro Antonio
de Olañeta: “No quiero favores en perjuicio
de mi país; éste ha de ser libre a pesar
del mundo entero… Nada temo porque he jurado sostener
la independencia americana y sellarla con mi sangre”.
Desgraciadamente, Güemes no pudo llegar a Perú
por tener que afrontar a los adversa-rios internos que
defendían intereses personales y a la entrega
de éste al enemigo para que lo matasen. Y así
fue. Güemes entró a la inmortalidad el 17
de junio de 1821 tras diez días de agonía.
Como un reconocimiento del gobierno nacional al accionar
de Güemes en pos de la emancipación americana,
a través de una ley surgida en el Congreso de
la Nación, fue declarado el 17 de junio como
“Día de la Libertad Latinoamericana”.
Aquí cabe una acotación: en el calendario
escolar de la Nación no figura este homenaje,
pese a ser una ley nacional. Una vez más hay
quienes siguen ignorando al General Don Martín
Miguel de Güemes en su verdadera dimensión
como un patriota y un forjador de la independencia americana.
A continuación me referiré al general
José de San Martín, aquel que dijo: “Divididos,
seremos esclavos; unidos estoy seguro que los batiremos.
Hagamos un esfuerzo de patriotismo, depongamos resentimientos
particulares y concluyamos nuestra obra con honor”.
“No nos ensoberbezcamos con las glorias y aprovechemos
la ocasión de fijar la suerte del país
de un modo sólido y tranquilo”. “Los
soldados de la Patria no conocen el lujo, sino la gloria”.
Os ruego que aprendáis a distinguir los que trabajan
por nuestro bien, de los que meditan vuestra ruina”.
No os expongáis a que los hombres de bien os
abandonen al consejo de las ambiciones. “Nada
debe ocuparnos sin el objeto grande de la independencia
universal”.
Sobre esta insigne figura sería hasta imposible
presentarla en algo nuevo. En algo insóli-to.
Se lo quiso presentar, con alguna especulación,
como un agnóstico, un hombre carente de fe, pero
la historia se encargó de mantenerlo en el pedestal
de la inmortalidad heroica.
Si San Martín desarrolló su gesta en
los países del Pacífico, Artigas por su
parte dejó imborrable memoria en los del Atlántico,
Martín Miguel de Güemes lo hizo custodiando
las fronteras lo que en aquel entonces comprendía
la Gobernación de Salta del Tucumán que
abar-caba parte del Alto Perú, hoy Bolivia.
Respetada audiencia:
Afortunados son ustedes tributar este homenaje a:
José de San Martín, Martín Miguel
de Güemes, a la par de tantos prohombres de la
Patria que desde el firmamento están contemplando
junto a vuestros milicianos, soldados y gauchos la gran
nación americana que tanto soñaron.
Ustedes, para llegar a la paz y libertad que estamos
gozando, debieron derramar sangre para llenar todos
los surcos que abristeis para defenderos de agresiones
y agravios. Que luchas-teis, sin tener mayoría
de edad, primero contra los ingleses, luego con los
españoles, portugue-ses, brasileros y hasta con
propios americanos que desoían el Grito de Mayo
de 1810. Pero todo, para afirmar nuestra independencia.
Con esta evocación a los grandes de la nacionalidad
quiero hacerla extensiva a las muje-res que prestaban
su colaboración en el afiebrado quehacer la guerra
entregando a sus esposos e hijos para la lucha.
Finalizo, señoras y señores, exclamando
que cada uno, en el lugar que nos toque actuar, volvamos
nuestros ojos al pasado para recoger el mensaje de nuestros
próceres en vigencia eter-na.