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El Gaucho
Ercilia NAVAMUEL


El gaucho es el hombre cuya actividad se centra en el ambiente rural, el que le dio una idiosincrasia particular y esta en toda América, recibiendo diferentes denominaciones según el país: llanero, huaso, chango, gaúcho, vaquero, chapaco, y aún en Argentina, se distingue el gau-cho de la pampa, el del litoral y el del Noroeste. Las diferencias son en detalles superficiales, el habla o la vestimenta, pero todas responden a un mismo ideal de vida.

El término gaucho proviene de “guanche”, como se denominaban en las islas Canarias a los nativos. Los españoles comenzaron a dar ese nombre a los españoles americanos o criollos, para diferenciarlos de los aborígenes a quienes llamaban indios. Algunos autores, interpretan que proviene de “guascho”, que en quichua significa huérfano, pero esto no explicaría el uso del tér-mino gaucho en zonas muy alejadas de los Andes.

Como criollos, los gauchos son los más adaptados al medio geográfico, al punto de cons-tituir la verdadera nación americana, quienes, con una identidad cultural propia supieron defender con fuerza sus derechos en todos los tiempos.

El gaucho del Noroeste Argentino, es el criollo familiarizado con la vida ecuestre. Tiene su origen en los primeros españoles llegados a la región, en azarosas expediciones, que para sub-sistir tuvieron que aprender de los aborígenes las cualidades de la tierra en la que se quedaron a poblar.

De esta manera, se va formando la cultura criolla con profunda tradición hispano cristia-na y aborigen, además de una gran adaptación al medio.

Su íntima relación con el paisaje, hace que en nuestra región hallemos diferentes tipos de gauchos según las áreas geográficas, ya sea de la llanura boscosa chaqueña o de la montaña y valles semiáridos, según las exigencias que estas les demande. Pero todos tienen el mismo equipo de valores.

En tiempos coloniales, la región se caracterizó en lo económico, por una intensa actividad rural, ganadera, en que grandes arreos de miles de vacunos y mulares se enviaban al Alto Perú, siendo Salta un centro nodal en lo político y económico. Actividad que continuó durante los siglos XIX y XX, hacia diferentes rumbos, Chile, Bolivia, Perú y al Sur. Criar e invernar ganados de toda clase, fue lo tradicional, hasta que la agricultura e industria, paulatinamente la fueron reem-plazando. Pero los siglos de la práctica ganadera, formaron una cultura muy especial, idiosincra-sia común y red de parentescos en una gran región en la que se comparten historia, tradición y valores.

La vida sacrificada del medio rural y los largos viajes a caballo, durante los arreos, fue-ron creando costumbres, saberes y códigos de honor propios, marcados por la moral cristiana, en los que se destacan valores como la solidaridad, igualitarismo e individualismo pronunciado, pero con gran respeto al prójimo. Con tendencia a la vida solitaria, no afecto a las multitudes urbanas. El individualismo y el amor a la libertad, se contraponen a las limitaciones de reglamentos y pa-redes que impone la vida ciudadana, carente de horizontes de lejanías.

Debe tenerse en cuenta que durante los siglos XVIII y XIX, era mayoría la población ru-ral. Muchos de los que vivían en las ciudades, tenían sus intereses económicos en el campo, ya que eran hacendados. De esta manera, resultaba ser más importante y antigua la tradición gau-cha. En contraposición, la población urbana, estaba integrada por comerciantes, profesionales y funcionarios, en general de radicación reciente, que integraban una burguesía pudiente. La dife-rencia no era solo domiciliaria sino también en historia y costumbres, ya que los urbanos estaban mas informados e involucrados en temas políticos, legales, nacionales e internacionales, con ma-yor nivel económico, afectos al lujo y a las comodidades.

En salta, según el Censo ordenado por el Rey Carlos III en 1778, tenemos los siguientes datos demográficos:

CIUDAD: 4. 305 CAMPO: 7. 260
Según datos relativos de 1821, muestran lo siguiente:
CIUDAD: 5. 093 CAMPO: 8. 435
En 1854 se registra lo siguiente:
CIUDAD: 8. 000 CAMPO: 56. 000

Estas cifras muestran la preponderancia de la población rural, aunque la urbana estaba económicamente involucrada con el campo. Desde fines del siglo XVIII y el XIX, paulatinamente fue evolucionando el urbanismo y creciendo la burguesía, sin que esto influyera en la idiosincra-sia gaucha regional.

El gaucho elaboró una filosofía de vida particular, como gran conocedor de los recursos de su tierra, de las virtudes de la flora y fauna, de como orientarse y como encontrar agua e in-cluso de pronosticar el clima. Es precisamente esta actitud, la que producirá las diferencias regio-nales.

Como hombre reflexivo y observador, muchos de ellos son poetas y escritores en distintas ramas del saber y la cultura, cantores, músicos y especialmente bagualeros y copleros, medio por el que expresan su profunda sabiduría.

Sus artefactos musicales son la guitarra, la caja, el bombo y el violín, fabricados por ellos mismos siguiendo la tradición centenaria. En general su producción musical es de origen hispana pero con características locales, aun pudiéndose reconocer diferencias entre las chaque-ñas con las vallistas.

Sus raíces españolas y aborígenes, además de su relación con la tierra, lo hicieron un bravo defensor de la independencia y autonomías provinciales. Poseedor de un espíritu audaz y aguerrido, capaz de arriesgar todo, incluso su vida, por alcanzar sus objetivos, lo que se puso de manifiesto históricamente en sus participaciones en las cuestiones patrias.

A la vez, tiene un carácter orgulloso, insumiso, sobrio y autosuficiente. Estas cualidades le hacen obedecer solo al que demuestra igual valer. Posee también, gran sentido del honor, dig-nidad, y libertad, con tendencia al igualitarismo.

Es hombre hospitalario, sencillo y humilde, desinteresado por lo superfluo. Resignado y resistente a las privaciones. Afecto a los desafíos de habilidades, de donde deriva su fama de pen-denciero. Vive intensamente el presente y no se preocupa por el pasado ni el futuro. Obedece las leyes de la naturaleza, pero es respetuoso de las buenas costumbres.

El gaucho no se define por lo racial, ni por lo económico, puede ser blanco o mestizo o moreno o descendiente de aborigen. Puede ser rico o pobre o de la elit social o del último y más humilde nivel. Tal vez es un hacendado o un simple peón o puestero aparcero. Es la cultura gau-cha, lo que los define como tal y que es compartida por toda su familia y heredada de sus abue-los. Ser gaucho no se aprende en los centros educativos ni escolares ni mucho menos en las calles de una ciudad, se nace así porque sus ancestros también lo fueron. Es una forma de ser, hablar y saber, que no puede ser aparentado por solo la vestimenta. Tampoco es una cuestión de sexo, se es gaucho o gaucha, sin puntos intermedios.

Un aspecto destacado en su vida, es el de la producción artesanal, sobre todo en los tra-bajos de cuero, efectuando los enceres propios para el caballo, monturas, lazos, riendas y demás, con distintas técnicas de costuras y trenzados, como el plano o redondo, con distintos números de ramales, según las necesidades. Es interesante el trenzado patrio, que se caracteriza por sus ador-nos, es plano y en el se destaca la gran habilidad del artesano, para trabajar los tientos, dándole caprichosas formas sin que se pierda el objetivo de la funcionalidad. Como también elaboran sus propios vestuarios y elementos domésticos, destacándose en ello la mujer, con el telar, costuras y bordados. El trabajo de la madera, las tallas como también en manejo de la fragua para fabricar diferentes artefactos de hierro, desde herraduras a herramientas. Habilidades desarrolladas en la necesidad de auto abastecerse en las soledades de sus campos.

+ Junto a su sencilla vivienda, está la huerta y el corral. El material empleado para la cons-trucción, es acorde al medio en el que vive. Es de adobe y piedra en los valles, con techos de ca-ñizo y torta de barro; mas adaptable a las temperaturas extremas de la zona, cálida en invierno y fresca en el verano. En el chaco, es de madera o palo a pique, que permite una estructura mas ventilada, apta para las altas temperaturas. En ambos casos, da el aspecto de una terrible pobre-za, pero es en realidad reflejo del saber gaucho y de su característica austeridad.

El moblaje también es elemental, la madera y el cuero es el material con el que están efectuados en forma artesanal. Así por ejemplo, el catre de tiento, la mesa, sillas o bancas y las petacas. En las paredes siempre se encuentran soportes para colgar una infinidad de elementos de uso diario. Cuando la casa es de adobe, se observan nichos en los que colocan estantes de madera y cumplen las funciones de alacenas o de oratorios, cuando allí están las imágenes de su devo-ción, que nunca faltan. Siempre hay una galería, con el zarzo colgando del techo, para orear los quesos.

Cuenta con cierta cantidad de ganados que hacen a su sustento. Más que el sistema mo-netario, rige el trueque con sus vecinos para cubrir sus necesidades. Solo cuando está en la ciu-dad, por su misma ductilidad y adaptabilidad, rigen también para él las reglas de juego urbanas. Pero por su estilo conservador de las buenas costumbres, actúan muy moderada y discretamente, destacándose su cortesía, algo exagerada para la juventud chabacana y moderna de los centros urbanos.

En la literatura, se difundió la imagen del gaucho pendenciero y cuchillero, hombre con-flictivo y difícil de tratar. Tal vez se deba a la oposición de dos formas de vida diferente, la rural y la urbana, entre las que es difícil comprenderse. Para el gaucho no tienen gran significado los papeles ni las leyes escritas a último momento ni el capricho del político de turno, sino el honor de su valor y de la palabra dada y el respeto a las pautas de convivencia fijadas en el derecho consuetudinario, en la tradición. En las soledades en las que vive, está poco enterado de los labe-rintos legales. El derecho natural y de gente, tan antiguo y siempre vigente, es el que más lo rige.

La familia es de corte patriarcal, el hombre es el jefe y su palabra es ley. Pero su vida laboral, de arriero, lo alejaba de su casa por largo tiempo, a veces un año o más y por lo tanto, la mujer ocupaba su lugar en la jefatura. Así podemos afirmar, que algo propio de esta cultura crio-lla es el crecimiento de la mujer en protagonismo social, debiendo asumir nuevas responsabilida-des ante la ausencia del padre o marido. De hecho, va instaurándose un provisorio matriarcado.

Es una cultura criolla y ecuestre, que en el siglo XVII estaba perfectamente definida y en el XIX, el gaucho será protagonista principal de los diferentes eventos que concluyeron en la independencia nacional, como consecuencia de tomar conciencia de su propia identidad étnica y cultural o nacional. Identidad y conciencia que lo hacía diferenciarse de los españoles peninsula-res, vistos ya como extranjeros.

Por distintas cuestiones históricas y familiares, a muchos gauchos los veremos en las ciudades, compenetrados con la vida urbana pero guardando, como precioso tesoro, sus tradicio-nes y añorando sus campos que lo vieron crecer.

Un ejemplo lo tenemos en nuestro Héroe Gaucho, el General Martín Miguel de Güemes, militar de carrera, formado por su familia con las pautas de la cultura criolla gaucha, quién por su carisma y magnetismo personal se erigió en cabeza dirigente de toda la población salteña, logrando junto al General San Martín el triunfo contra las fuerzas realistas. Fue el intérprete de las aspiraciones criollas.

En la guerra por la emancipación participaron todos los sectores sociales, sin distinciones de sexo ni edad, colaborando cada cual dentro de sus posibilidades. Especialmente el gaucho y todo su núcleo familiar, fueron los principales protagonistas.

Se valía en esta guerra, de su gran conocimiento del medio y de elementos muy rudimen-tarios como lanzas, boleadoras, puñales y algunas armas de fuego. Con su caballo y montura hacía prodigios para engañar al enemigo, como el galope escondido, figurarse muerto aún con su caballo y en el monte golpear los guardamontes para hacer gran barullo y aparentar ser más nu-merosos o salir de improviso de entre los árboles.

Su atuendo tiene un origen netamente hispano, modificado según las necesidades regiona-les, adaptado a cada circunstancia.

El sombrero, recuerda al español andaluz, puede ser de cuero u ovejuno (de lana), de ala ancha y retobado por delante, abotonado en la copa, para ver mejor en las espesuras del monte. Tiene dos barbiquejos de cuero graneado o tejido en tientos, sirven para sujetarlo mejor, uno va por debajo del mentón y el otro en la nuca.

Chaqueta corta y justa al cuerpo, adornada con un bordado en avispero formando listo-nes verticales. También recuerda la vestimenta andaluza. Por debajo de ella, usa una camisa de cuello justo.

Pantalón bombacha muy amplias, en la cintura unas tablas proporcionan el ancho nece-sario. Se ajustan en los tobillos con dos botones. Tiene su origen en el bombachón español anti-guo, que en América se alargó para cubrir bien las piernas. La amplitud fue necesaria para prote-gerse de las mordeduras de serpientes. Suelen ser de tela muy fuerte de trama ajustada, ya se traten de lana o algodón. También van adornadas con listones verticales a los costados, de borda-do en avispero.

Como cinturón, usa una lonja graneada con hebilla ya sea de plata, alpaca, hierro o palo santo. Pero lo más característico es la rastra, o sea un cinto muy ancho, de alrededor a los 0,12 cm. Tiene su origen en la necesidad de guardar los caudales que llevaban en los largos viajes y para ello al revés tenía un bolsillo secreto. También cumplía la función de protector del cuerpo. Es de cuero graneado, a veces adornado con costuras de tientos de corzuela y agregados de plate-rías. El calzado, es la bota corrugada o de fuelle, cuya razón de ser es la protección contra las mordeduras de alimañas. Las espuelas siempre acompañan a las botas, son de hierro forjado, con rodaja cantora de pocas puntas y suelta en su eje.

El poncho, es una prenda de abrigo, ya utilizada en tiempos prehispánicos y representati-vos de la población criolla posterior. Es la manta que acompañó siempre a todo viajero. Mide alrededor de 1.50 m. por 1.90 m. y está compuesto por dos paños cosidos a mano con punto en zig zag o ala de mosca. Por razones prácticas, se deja abierto unos 0.35 cm. en la parte central, que sirve para pasar la cabeza. En su contorno lleva flecos, cosidos a mano. La razón de que sea en dos paños es por su origen andino antiguo, ya que representa la dualidad tanto en la filosofía como en la cosmogonía, dos partes inseparables de una totalidad; por lo que era empleada esta manta en toda ceremonia religiosa, explicando esto la perdurabilidad de su forma. Luego esta prenda fue adoptada por los criollos, generalizándose su uso en toda América. Los colores y las franjas, variarán en cada región, siendo este el distintivo que los identifica.

Es tejido en telar horizontal de catre. Generalmente es de lana (oveja, vicuña, guanaco, alpaca o llama), pero también solía hacerse un poncho de hilo de algodón mezcla con seda, de trama muy ajustada, que servía en los viajes como rompeviento e impermeable. En cuanto al color, eran los naturales de la fibra empleada para su tejido, aunque también se teñía con produc-tos vegetales de la zona, nogal, mistol, etc.

En tiempos coloniales se cultivaba mucho en Salta el añil, para teñir en azul, de forma que los ponchos azules fueron tradicionales. También el rojo grana, obtenido con la cochinilla y oscurecido con la trama en negro, se usaba por un principio religioso, relacionado con la sangre de Cristo y su manto. A comienzos del siglo XX, se usaba el poncho rojo por tradición, pero con los homenajes por el centenario de la muerte del Gral.. Güemes, se oficializa el mismo, quedando reglamentado como símbolo de la Agrupación Tradicionalista Gauchos de Güemes cuando esta se crea en 1946. Según la señora Hortensia Arroyo, el Dr. Adolfo Güemes, hizo confeccionar 100 ponchos para regalar a los gauchos asistentes a la ceremonia, estos eran rojos por la sangre de-rramada en la guerra por la emancipación, con una franja negra a cada lado, igual que los flecos, costura central y cuello con su moño, en señal de luto. Queda así establecido en tiempos moder-nos que el poncho salteño es el rojo con franjas negras.

El coleto es un chaquetón de cuero crudo en una sola pieza, sin costuras, aprovechando las formas de las extremidades del ternero. El pelo va hacia adentro y encebado hacia afuera. Tiene mangas largas que cubren hasta las manos. Es una pieza utilizada en los trabajos ganade-ros en el monte, sirve para proteger de las ramas. Su origen es propiamente criollo y el gaucho del monte siempre lo tiene listo, doblado y apoyado sobre el caballo.

El guarda calzón es un complemento del coleto y es utilizado en sus actividades ganade-ras. Protege las piernas por delante, se sujeta a la cintura como un delantal partido al medio, se-gún cada pierna y a veces tiene pechera.

Como complemento a su equipo personal, no puede faltar el cuchillo de hoja larga y cabo en cruz, que cumple múltiples funciones, tanto para carnear como para comer o como herramien-ta o arma.

El rebenque, útil para apurar al animal, es con cabo de madera dura al que va sujeto el trenzado de cuero.

La vestimenta de la mujer es igual, salvo que en lugar de bombacha, lleva una falda larga a media pierna. Y debajo de la chaqueta una blusa. Para montar utilizaba una silla para mujer en que va sentada, pero sino posee esta, usa el apero varonil para lo cual viste también bombachas amplias. También usa el poncho, pero más apropiado es el mantón o chal, prenda rectangular de lana, en una sola pieza tejida en telar, posee flecos en los bordes, sujetos a un rapacejo en punto macramé. Su origen es netamente hispano.

El ensillado es el mejor complemento laboral del gaucho y también es su cama en los largos viajes.

La montura o apero, es una creación criolla, consta de una silla con arzón en arco, de palo de cochucho (dura y liviana), forrada en cuero crudo de potro y cosido a mano. Sobre el lomo del animal se pone el pelero de lana, grueso y blando y luego los jergones o manta de lana, la carona de cuero de vaca, con el pelo a la vista, sobre la que se coloca la silla, de la que cuelgan los estribos que son de palo de tala en forma de arco. El apero se sujeta con una lonja y cincha de tientos retorcidos. Finalmente se ponen los pellones de cuero de oveja con su lana y la encimera de cuero sobado, todo sujeto con otra lonja y cincha de tientos retorcidos.

El guardamonte, va acomodado adelante del apero y también es un protector contra las ramas en los arreos en zonas de monte. Asemejan alas a los costados del animal y está confeccio-nado en cuero vacuno, crudo, con el pelo hacia atrás y el otro lado encebado para que las ramas resbalen. El cuero debe mantenerse rígido y para ello es doblada la parte superior, para darle más firmeza.

En el cogote del caballo suele ponerse enrollada una lonja o trenzado, de usos múltiples, que a veces funciona como pretal, para sujetar la montura en su lugar, cuando el camino a transi-tar es serrano.

Las riendas con su cabezada y freno, suelen ser de lonja graneada o trenzado plano, con su chicotera. Suele preferirse el cuero de anta, para su confección, pero faltando este es suficiente el cuero de vacuno. Se busca el material más resistente.
Apero y riendas, suelen estar adornadas con chaperías de plata, las que son un lujo solo utilizadas en días de fiesta pero no para trabajar.

El lazo va enrollado a la derecha sobre las ancas del animal y sujeto al apero, arriba de la cincha. Hay dos clases de lazos, uno es para el campo, es más grueso y de 9 brazadas, está tren-zado con 4 ramales, termina con una argolla en donde se arma la lazada, el otro extremo tiene una presilla con botón, tejida en cuero. El otro lazo es para el corral, más delgado y de 15 braza-das. Es admirable la habilidad de los gauchos con el lazo, tanto para enlazar como para pialar y demás tareas propias.

En la parte de atrás del apero van sujetas y arrolladas, las boleadoras o tres marías, útiles para cazar o para atrapar a un animal arisco, sin hacerle daño.

También inseparable de la montura, es la alforja, que puede ser de lana o cuero, adorna-da con bordados que identifican a cada lugar. Es de gran utilidad en los viajes, para guardar to-dos los enceres personales y avíos. Son dos bolsas o bolsillos, de tamaño variado y unidos por la parte superior, de manera que para transportarla se coloca atrás de la montura, procurando que el peso esté equilibrado, para mantener su estabilidad.

Elemento muy criollo y necesario tanto para los viajes como para la casa, son las peta-cas. Se trata de dos cajas de cuero con sus respectivas tapas, y bordados geométricos con tientos en los costados. Su tamaño es diverso, de 0,40 cm. por 0,60 cm. o más. Se colocan a ambos lados del animal carguero, sujetas a la cincha de la silla. Las petacas sirven para guardar todos los avíos de viaje, mercadería, ropa, etc. En la vivienda se ocupan como alacena, para guardar todo tipo de cosas.
Este es el gaucho de ayer y hoy, muy americano y síntesis de tradiciones diversas, repre-sentativo de lo más auténtico de cada lugar y hacedor de nuestra identidad como también princi-pal protagonista en los orígenes patrios.


EL GAUCHO
Julio Díaz Villalba

I

Bota medio encarrujada.
Guarda calzón y coleto.
El coraje de amuleto.
Sombrero con ala alzada.
Vida simple, acostumbrada
al trajín del campo raso.
Receloso “por si acaso”.
Y en su natural mutismo
se cierra sobre sí mismo
como presilla de lazo.

II
No cincha su amistad pura
con un pegual encimero,
sino con cincha de apero
que es más ancha y más segura.
Y cuando un mal lo tortura
al dolor que lo acorrala
lo vuelve canto, y lo exhala
como envión de sentimientos.
Y enredada entre los vientos
se le astilla su baguala.

III
Conoce como ninguno
hondonadas, cerros y abras.
Medido hasta en las palabras
solo habla si es oportuno.
Para responderle a uno
primero calcula y piensa.
Y en el trato que dispensa
es franco, leal y sencillo.
Pero le brinca el cuchillo
si hay que lavar una ofensa

IV
Si en un trance pasajero
monta en pelo, se haya en falso
como espuela en pié descalzo
o carona sin pelero.
Tanto cuida al sillonero
que es un rito la ensillada.
Cada pilcha colocada
que no lastime o apriete.
Que el gaucho quiere a su flete
igual que a su “peor es nada”.

Tomado de Bandera Sin Asta, de Julio Díaz Villalba. 1976, Artes Gráficas. Salta.

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