El búho de Minerva solo
emprende su vuelo a la llegada del crepúsculo.
Las Humanidades Médicas incluyen,
por definición, a todas aquellas ciencias que hacen
al hombre desde la medicina. Son un conjunto de disciplinas
de y para el hombre integral, ser psicobiosocial y espiritual,
cuya meta es la reivindicación de aquel como sujeto
y único protagonista de la ciencia médica.
En este contexto debemos inscribir la labor de especialidades
como la Bioética, la Antropología Médica
y la Historia de la Medicina.
Existe hoy más que nunca una
urgencia de las humanidades al decir de Padrón
. Considero de vital importancia esta urgencia, que afortunadamente
lleva ya muchos años, porque el médico se
ha ido enfrentando cada vez mas a un proceso de deshumanización
técnica de sus procederes que destruyó a
lo largo de los años la idea clásica que
se tenia del hombre y, lo que es pero, la idea misma del
hombre .
Un ejemplo clásico de esta aseveración
lo constituye la paulatina constitución a partir
del siglo XIX – tema de nuestro estudio y de esta
exposición – de las denominadas mentalidades
en ciencia médica. La mentalidad anatomoclínica
buscaba la lesión anatómica como génesis
y sentido de la enfermedad. La mentalidad etiopatogénica
el agente microbiano o micótico. La mentalidad
fisiopatológica el desorden energético material.
El conocimiento de estas mentalidades es valioso, para
poder recrear cual era el panorama intelectual médico
en el período histórico que pretendemos
analizar y como este razonamiento se proyecto en América
a través de los primeros médicos extranjeros
que ejercieron en nuestra región, formados en universidades
europeas que instruían en esos aspectos anatómicos,
fisiológicos o etiológicos de la enfermedad.
Pero, el hombre, ¿que lugar tenía
en esa medicina que se jactaba de ser moderna y cientí-fica?
Ciertamente no se encontraba en la lesión localizada,
ni en el desorden funcional ni mucho menos en el microbio.
El hombre para estas concepciones no estaba en la medicina,
no al menos como persona. Había sido reducido a
la condición de cosa y la medicina a una ciencia
cosificada. Era la muerte del sujeto en medicina y a la
postre demostró que ese no era el camino y fue
nece-sario volver a las fuentes de la historia y la filosofía
para crear un cuarto espacio de intelección, que
fue el de la mentalidad antropológica, la humanitas
de la hominitas, es decir lo que de humano tiene el hombre,
lo que lo hace comparativamente incomparable y dueño
de su subjetividad y su intimidad, traducido en aquel
viejo dicho no hay enfermedades sino enfermos y que transformara
en uno de mis textos hace algunos años en algo
mas abarcativo al afirmar que no hay enfermedades sino
hombres enfermos,poniendo antes la condición de
hombres - gracia de Dios - ya que le enfermedad es una
proyección defectiva del cuerpo o la psiquis y
lo que prevaleció siempre fue su humanidad. Es
decir, que se puede estar enfermo transitoriamente pero
lo que nunca sucederá es que se deje de ser hombre.
Amenos que medie un proceso de bestialización,
claro está.
La concientización por parte
del médico ha permitido el desarrollo de las Humanidades
Médicas, que construyen de forma distinta al hombre
desde la medicina. Volvemos así al concepto de
homo infirmus como verdadero protagonista de la Historia
de la Medicina, como sujeto substante y suprastante de
ella.
Hay dos posibilidades de encarar la
Historia de la Medicina, al menos en nuestra concep-ción.Una
de ella es la que Lain Entralgo llama humanismo por extensión
. Se refiere al que podemos desarrollar mediante la inclusión
de la enseñanza de la Historia de la Medicina en
los programas de pre y postgrado de la carrera de médico.
Una materia formativa, que plantea al educando una serie
de cuestiones básicas, que en su momento denominé
ideas fuerza , para de allí partir a otros puntos
de comparación y desarrollar la capacidad analítica
y crítica, un estudio de las creencia, temores,
conflictos, situaciones, etc. del hombre frente a la idea
de la enfermedad y su propia finitud, integrada en una
concepción local y nacional del problema. Lo que
denomine entonces ciencia situada. Por eso, justamente,
la historia ha sido recreación de hechos y actos
específicamente humanos, al decir de Pérez
Amuchástegui, maestro y amigo de mis comienzos.
Una segunda posibilidad es la del desarrollo
del humanismo por intensión , que implica estudio,
investigación, profundidad, buscar el “que”
y el “porque” de las cosas. Es la tarea del
investigador, del historiador serio y responsable, que
plasma su labor en trabajos, investigaciones y docencia
especializada. Es el camino del profesional, especializado
e instruido para hacer su trabajo y hacerlo bella y rectamente.
La historia. Razón de ser de
nuestras acciones, recreación intelectual e inteligible
del pa-sado.La historia, que no se repite ni es magistra
vitae sino comprehensio vitae, comprensión de la
vida. Que tiene únicamente utilidad para el historiador
que la descifra, investiga y comprende. Pero ese mismo
historiador tiene la obligación de cumplir cabalmente
con su cometido, de ser a la vieja usanza romana un vir
bonus historia medicinae peritus es decir un buen hombre,
experto en historia de la medicina, libre en proporción
directa a su responsabilidad. Por ello, cuando el historiador
de la medicina estudia, investiga y comprende una acción
específicamente humana, también esta midiendo
la responsabilidad emergente del uso de la libertad.
Entender la historia de nuestro país,
de nuestra región, de Salta y Tucumán desde
esta perspectiva, no es tarea fácil. En primer
lugar existe un pensamiento argentino acerca de cómo
sucedieron las cosas, fruto de nuestra producción
cultural, esfuerzo de argentino que trabajaron y trabajan
con fe en los ideales y realidades de nuestro país
y de cada región. En segundo lugar, se debe tratar
de no caer en el aislacionismo regional, ya que esta comprobado
que la autarquía cultural es una utopía
y una ucronía, ya que la cultura incomunicada y
defendida herméticamente de todo lo externo, dogmática
y censurada es una aporía también. En tercer
lugar, jamás perder de vista que el hombre es el
destinatario y única razón de ser de nuestra
cultura, que reclama para la misma libertad y pluralismo.
Entendida así, Historia de la
Medicina es un recuerdo de lo que ha sido, al servicio
de una esperanza de lo que quizás llegue a ser
y ese será el eje de esta exposición sobre
la relación de Güemes con la enfermedad, en
el marco de una concepción médica regional
y con el contexto de la lucha por la emancipación.
La región del noroeste argentino
hacia comienzos del siglo XIX carecía, en el aspecto
médico, de las más elementales provisiones
y recursos. Es ya conocido que provincias como Tucumán
y Salta debían realizar ingentes esfuerzos para
poder cubrir el cargo de Médico Titular de la ciudad
y la prestación de servicios en los hospitales,
cuando estos existían más allá de
los pa-peles.
Los primeros veinticinco años
del siglo XIX marcarían para nuestras provincias
una serie de retrasos, postergaciones y situaciones de
necesidad debidas principalmente a la denominada economía
de guerra. Es éste justamente uno de los puntos
de partida que tome para el estudio de la medicina regional
porque pensamos que el retraso visualizado en los sistemas
y desarrollo sanitarios del noroeste, tiene aquí
su explicación.
La relación economía –
salud jugó un papel preponderante en el desarrollo
de una políti-ca sanitaria que, en la mayoría
de los casos fue totalmente inadecuada para las necesidades
de la gente y plagada de desaciertos, surgidos de la falta
de efectivo para la tarea específica o de mal-versaciones
consideradas necesarias en el momento. El caso de los
hospitales de Tucumán es un dato paradigmático:
durante casi doscientos años se recaudaron fondos
para su erección y siste-máticamente los
mismos fueron desviados a otros destinos por las urgencias
que la realidad mar-caba a los gobiernos de turno.
El enunciado de las Leyes de Indias
en el sentido que... en el medio del real habrá
un hospital para asistir a los enfermos que allí
hubieren....fue eso nada más, un mero enunciado
que no se cumplió. Otro tanto en lo referido a
la atención profesional, muchas veces demorada
cuando no suspendida por falta de recursos.
Es tal el caso de los hospitales de
Salta. En 1650 se encuentra una referencia al hospi-tal...
cuando se menciona, como en el caso de Tucumán
a la figura del mayordomo de dicha institución,
sobre cuya existencia nada se dice. Pero la ciudad había
sido ya fundada en 1582... y Vergara manifiesta que hasta
1659 no se lo había construido en la primera parte
de su libro. Otro tanto manifiestan los documentos hacia
1795 .
De los mayordomos del hospital dice
Vergara que se trataba de individuos de una pasta singular,
salvo excepciones... y que su oficio consistía
en percibir el noveno y medio de la participación
de los diezmos, aceptar donaciones en efectivo, géneros
y legados... y que esos funcionarios tomaron esos dineros
y los colocaron a interés en personas de confianza...
. Y así la historia continúa...
La historia es similar en Salta y Tucumán.
Los fondos periódicamente eran destinados a otros
fines y el ramo del hospital quedaba exhausto, se reiniciaban
las colectas y donaciones hasta engrosarlo lo suficiente
y vuelta a comenzar con lo que hoy llamaríamos
malversación de caudales públicos, es decir
su uso para otros fines que no eran los originalmente
designados por los responsables en el gobierno.
La ya mencionada economía de
guerra, las luchas por el poder, las obras públicas
no relacionadas con la salud y consideradas prioritarias,
los empréstitos y donaciones sociales y de necesidad
y otras razones, irían postergando las aspiraciones
de los habitantes de contar con un sistema sanitario eficaz
o, al menos, que solucionara sus problemas más
afligentes.
Entender esta situación ayuda
a concebir inteligiblemente porque Güemes y Belgrano
in-tercambiaban conocimientos médicos, consejos
y recetas. No solamente debían conducir sus tropas
a la victoria sino además tener los recursos intelectuales
necesarios para no perder hombres a través de la
enfermedad. Esa es parte de la historia que muchas veces
los libros oficiales no cuen-tan de la realidad del noroeste
argentino durante la Guerra de la Independencia:
Sin vestuarios, sin sueldos y sin otra
recompensa que el ejercicio de sus propias vir-tudes,
han tenido estos heroicos campeones que empeñarse
en una guerra prolija y continuada, teniendo el placer,
el honor y la gloria de haber amurallado con sus pe-chos
la puerta de esta provincia, para que sus hermanos gocen
de tranquilidad y del adelantamiento en sus intereses.
Uno de los elementos que tenemos para
rastrear datos médicos del pasado que nos permi-tan
establecer cual era el perfil patográfico de determinadas
épocas de nuestra historia es justamente el análisis
de la correspondencia y documentos de determinados personajes,
hallándose éstos a menudo disimulados o
escondidos entre líneas. Tal el caso de la correspondencia
entre Güemes y Belgrano, que nos permitió
hace unos años un estudio abrir las puertas del
análisis de enfermedades, medicamentos y situaciones
que hicieron a la realidad médica de comienzos
del siglo XIX en nuestra región .
Ya he analizado con anterioridad este
tópico, con motivo de un Congreso sobre el tema
y a raíz de la publicación de correspondencia
del General Güemes por esos años , que me
permitió acceder a valiosa documentación
e intentar reconstruir nuestro pasado histórico
médico, material que también resultó
valioso para la confección de mi tesis doctoral,
presentada justamente el mismo año de la realización
del Congreso de referencia.
Don Manuel Belgrano y el General Martín
Miguel de Güemes mantuvieron un interesante intercambio
epistolar durante los primeros años del siglo XIX
que, desde el punto de vista de la historia de la medicina,
permite reconstruir con bastante fidelidad, aspectos muy
definidos referi-dos a padecimientos, enfermedades, remedios
y costumbres relacionadas con la ciencia médica
del mil ochocientos. En este caso, analizaré correspondencia
entre los dos próceres y otros perso-najes íntimamente
relacionados con ellos, entre 1815 y 1819, y obtenida
del texto referido y actas capitulares.
La medicina de nuestro país a
comienzos siglo referido, estaba influenciada por el pen-samiento
mundial en la materia - Evolucionismo, Positivismo -,
pero con características regionales y hasta veces
locales, que le otorgan características propias,
sobre todo en el noroeste argentino. Estoy formalmente
convencido que, si bien la medicina del Viejo Mundo influyó
en forma categórica en el desarrollo de una ciencia
médica autóctona, no es menos cierto que
el impacto que significó la inserción de
nuevas técnicas y formas de entender la enfermedad
y su curación provenientes de América, habría
de modificar conceptos europeos que ya tenían siglos
de vigencia. Muchos de estos aportes a la vieja medicina
habrán de ser destacados y analizados aquí,
intentando resaltar, no solo nuestra herencia americana,
sino también la vigencia actual que la misma ha
tenido en el desarrollo de una medicina tradicional -
mal llamada popular por algunos autores - que todavía
constituye la única opción para muchas regiones
del noroeste argentino.
La presencia de la ipecacuana, los bálsamos
de Tolú y del Perú, el tabaco, la quina,
el cacao, el maíz y otros tantos aportes americanos
en la farmacopea europea de comienzos del mil seiscientos,
demuestran lo verdadero de nuestra aseveración.
Ya desde la época de los primeros conquistadores,
se hizo uso de la farmacopea aborigen y de sus conocimientos
empíricos, con buenos resultados. Es que no siempre
la espada estuvo acompañada de la cruz, de los
libros o de las batas médicas, como lo establecían
numerosas regulaciones al respecto, la mayoría
letra muerta.
El análisis de la correspondencia
entre Belgrano y Güemes demuestra el conocimiento
que los protagonistas tenían de la medicina de
su época, que no es más que el reflejo de
aquel que los habitantes de la zona poseían.
Uno de los términos que aparecen
con mayor frecuencia, es el referido al denominado temperamento.
José Andrés Pacheco de Melo manifiesta a
Güemes el 10 de Agosto de 1815 su queja por la manera
que había sido recibido en Potosí por ese
elemento, manifestando que el tem-peramento me ha recibido
con piedras en la mano , destacando que el clima le había
resultado sumamente malsano y origen de diversas enfermedades.
¿Cuáles eran las enfermedades prevalen-tes
por aquellos años en el noroeste argentino? En
primer lugar el paludismo. Son numerosas las citas que
hallamos en los archivos acerca del chucho, las tercianas,
las fiebres.La presencia de estanques y otros reservorios
de agua no corriente en muchas zonas del noroeste, hizo
que esta enfermedad fuera endémica hasta mediados
de nuestro siglo, momento en que las campañas na-cionales
consiguieron erradicar casi completamente el mal. La presencia
del mosquito Anopheles, cuyo hábitat era justamente
el agua estancada, condicionaba a la vez que favorecía
la difusión de hombre a hombre del plasmodio causante
de la enfermedad. A esta patología se refería
don Juan Diez de Andino hacia el 1700, cuando afirmaba
que el temperamento nocivo producía en la gente
un color tan quebrado que de ellos a los difuntos no ay
mas diferencia que andar a pie...
Era corriente el tinte cetrino de la
piel por la anemia concomitante, los accesos de fiebre
y el desánimo, cuadro éste ultimo atribuido
con alguna frecuencia a la enfermedad del susto, una entidad
clínica heredada de los españoles pero que
adquirió matices propios en el noroeste argen-tino,
persistiendo hasta la actualidad .
Por otra parte, los primitivos aborígenes de la
zona conocían a la perfección el uso de
la quina - otro de los valiosos aportes que América
hizo a la Europa de fines del mil cuatrocientos - para
combatir los síntomas del paludismo, en base a
la observación empírica de sus efectos.
El mismo Belgrano refiere en una de sus cartas que uno
de sus oficiales no había podido salir de inspección
ese día por haber sufrido de chucho toda la noche,
manifestando mas adelante que el correo habría
de llevar a la brevedad quina para que se remedien los
enfermos .El uso de la cascarilla de la corteza de quina
se usaba desde tiempos inmemoriales para curar cefaleas,
fiebre y jaquecas que atacaban a los indígenas
con frecuencia.
Otra enfermedad prevalente era el bocio,
sobre todo en su variedad hipotiroidea , que también
ocasiona cuadros de decaimiento, astenia y pereza intelectual.
A esta enfermedad se refería también don
Juan Diez de Andino cuando manifestaba en un informe al
Rey de España que he visto unas ynchazones tan
mustrosas que llaman cotos, que aogan a sus avitadores
y particu-lar a las criaturas en quienes se ha reconocido
que muchas desde el vientre de su madre salen con este
achaque... , haciendo una lúcida descripción
de lo que luego se denominaría bocio congénito
y que habría de ser patología prevalente
en nuestra zona hasta la actualidad.
El panorama se completa con los diversos
cuadros parasitarios intestinales, tan frecuen-tes hasta
la actualidad en nuestra zona, algunos de los cuales suelen
provocar también anemia y decaimiento.
Pacheco de Melo en la referida misiva
a Güemes, también pudo referirse al cuadro
que la altura desencadenaba en los no habituados a ella;
tal el caso del denominado por aquellos tiempos soroche,
voz quechua que refería las molestias del apunamiento
o mal de altura y que científicamente conocemos
como mal de Puna o acronausia, consistiendo en una inadaptación
del organis-mo por falta de oxígeno, que engendra
una fisiología y una patología particulares.
El cuadro pre-sente incluye cefalea gravitativa, pérdida
de fuerzas, inapetencia, somnolencia, irritabilidad, pal-pitaciones,
polipnea , sintomatología que va en aumento a mayores
alturas y que, como podemos ver en los relatos de la época,
puede causar muchos problemas a los efectivos de un ejército
no adaptados a la zona, siendo el soroche el responsable,
según algunos autores, de las derrotas su-fridas
por las distintas expediciones patrias que intentaron
en diversos momentos recuperar el entonces denominado
Alto Perú.
Su presencia ha determinado el uso tradicional
del masticado de hojas de coca para combatirlo, costumbre
muy arraigada en las provincias de Salta y Jujuy y en
menor grado en Tucumán. Se dice que la costumbre
otorgaba una sensación de bienestar y mejoraba
los síntomas de la altura, además de hacer
ceder la sensación de hambre. Los documentos de
la época también se ocupan de su comercialización
y uso. En efecto, en el Acta Capitular de Salta del 27
de Se-tiembre de 1817 se manifiesta que todos los que
introduzcan coca en esta ciudad paguen un peso por cada
cesto, que debía imponerse a este vegetal en particular
que es perjudicial no solamente al cuerpo sino también
a la racionalidad del hombre .
El General José de la Serna manifiesta
en un oficio haber secuestrado en un combate con las tropas
patriotas ocho tambores de coca, lo que demuestra cuan
difundido se hallaba su uso por aquellos años .
A este respecto, es útil establecer aquí
la distinción entre el cocaísmo, que es
el hábito de masticar hojas de coca y el cocainismo
que es el consumo de cocaína como estupefaciente.
No se ha demostrado efecto nocivo en el uso del primero,
debiéndoselo considerar una costumbre impuesta
por los siglos para combatir los síntomas de la
vida a gran altura y luego difundido popularmente en otras
regiones.
Belgrano a su vez, conocía los
efectos del medio y las enfermedades ya comentadas y es
así que manifiesta a Güemes que el Dr. Ribero
- uno de los médicos del Ejército - se hallaba
en-fermo y sería reemplazado por el Dr. Berdía
y que debía salir a curarse en un buen tempera-mento
si quería recuperar su quebrantada salud, queriendo
significar con esto la necesidad de cambiar de clima,
acepción esta última que también
puede adjudicarse en forma general al térmi-no
temperamento.
También es posible recrear a
través de la correspondencia analizada cuales fueron
algu-nos de los padecimientos de Belgrano y Güemes.
El primero de ellos, demuestra un conocimiento amplio
de diversas enfermedades y de los remedios para las mismas,
probablemente por haber padecido muchas de ellas, dato
obtenido del análisis de muchos de sus escritos,
aún desde su estadía en España hasta
su periplo libertador americano.
Así, Belgrano se permite aconsejar
a San Martín en el curso de la enfermedad que le
aqueja en Tucumán, a poco de reemplazar a aquel
en el mando del Ejército del Norte. En efecto,
San Martín presenta en la oportunidad vómitos
de sangre según los documentos de la época,
lo que le debilita mucho y le obliga primero a retirarse
hacia La Ramada para descansar y luego a abandonar la
provincia, dirigiéndose hacia Córdoba a
fines de recuperar mi quebrantada salud, como lo manifiesta
el propio prócer en su correspondencia a Buenos
Aires .
En esa oportunidad, Belgrano le manifiesta
haber consultado el problema con sus médi-cos,
quienes le habían manifestado que perder sangre
por la boca no era nocivo para San Mar-tín, con
motivo de haber sobrepasado los treinta y cinco años
de edad, salvo que proviniese de algún golpe. He
aquí una relación directa entre traumatismo
y pérdida sanguínea aguda, even-tualidad
frecuente en las heridas torácicas de guerra, las
que aparecen con cierta frecuencia en los relatos de los
médicos militares de la campaña libertadora
argentina. Y el hecho de suponer que no era peligroso
perder sangre por la boca a esa edad, supone la existencia
de numerosos casos de tuberculosis en niños y adolescentes,
hecho frecuente en nuestra zona hasta la actualidad. Lo
que no se refiere como posibilidad, y que fuera la verdadera
razón de la hemorragia, era la existencia de una
úlcera gastroduodenal sangrante, medicada de allí
en más con gotas de láudano y otros remedios
ad hoc.
De todas formas, es éste uno de los casos en que
la enfermedad trabaja para el mejor des-tino de la Patria.
En efecto, el retiro de San Martín del Noroeste
– que por otra parte él mismo consideraba
inconveniente para combatir una guerra frontal - permitió
la puesta en marcha y la realización del Plan Continental,
que echaría por tierra definitivamente con las
aspiraciones espa-ñolas para con nuestra tierra.
Pero este genial plan de liberación no hubiera
podido ser realizado si las espaldas del General San Martín
no hubieran estado cubiertas efectivamente por la labor
de Güemes y Belgrano, que colocaron un cerrojo a
las aspiraciones realistas de ingresar a territorio patriota
desde el norte. Es ésta una historia conocida pero
no por ello valorada en toda su dimen-sión y comentada
con la asiduidad y la fuerza que se requiera. Hubo un
San Martín en Chile y Perú porque el noroeste
argentino puso el coraje de sus hombres y los recursos
económicos nece-sarios para que el prócer
de Chacabuco y Maipú pudiese efectuar con total
tranquilidad su tarea libertadora. San Martín reconoció
en diversas oportunidades la labor del General Güemes
y sus gauchos. El 12 de Abril de 1818, le manifestaba
a Güemes que...hemos triunfado totalmente de los
godos y hemos asegurado la libertad en Chile. Se cuanto
agradará a Usted esta noticia...y el 8 e Junio
de 1820 lo designa General en Jefe de la Expedición
del Perú.
He hallado también en la correspondencia
analizada, numerosas referencias a enfermeda-des de Belgrano,
numerosas, de acuerdo al enunciado de las mismas, que
él mismo comunica a Güemes en su intercambio
epistolar de aquellos años.Sabemos que Belgrano
era de naturaleza enfermiza y que por aquellos años
se hallaba afectado de su aparato renal, enfermedad que
habría de terminar su vida en poco tiempo.
Del estudio de la correspondencia he
realizado un análisis de las afecciones mas repetitivamente
mencionadas:
1.- Afecciones broncopulmonares: aparecen
algunas referidas como pestecillas o resfrí-os.
En una oportunidad, Belgrano reconoce que el estado de
su salud no es bueno y que la pre-sencia de estas afecciones
lo agravaba notoriamente. Es destacable aquí que
Belgrano padecía del Mal de Bright que, entre otros
síntomas daba faltas de aire y edemas mas marcados
en este caso en los miembros inferiores, de manera tal
que cualquier padecimiento que restringiera el ingreso
de oxígeno a los pulmones - cosa que sucedía
con los cuadros broncopulmonares - lo hacían sentir
mal y agravaban su enfermedad. A este respecto Belgrano
le manifiesta a Güemes que no hay cuidado que baste
para los resfríos; ya que la máquina está
muy cascada y no me han que-dado mas que las apariencias.
Tengo un millón de dolamas y cuando no hay novedad
por un lado aparecen por otro, pero como la imaginación
está ocupada no me acuerdo las más de las
veces de mí mismo .
En Agosto de 1817 esta pestecilla lo
postra en cama por mas de diez días, refiriendo
pasados veinte días de este acceso que bastante
me he mejorado, pero aún no quiere salir del todo
la tal pestecilla y lo peor es que tengo una debilidad
suma que me incomoda bastante . En esta descripción
se puede comprobar la aseveración anterior acerca
de que las enfermedades intercurrentes agravaban el cuadro
clínico basal de Belgrano y cada vez lo postraban
más, que-dando en forma gradual más débil
a media que transcurría el tiempo.
En 1819, manifiesta Belgrano estar sufriendo
un fuerte ataque al pecho y al pulmón en una carta
a Güemes, en la que además le pedía
disculpas por no poder escribirle con mayor fre-cuencia
debido a esta enfermedad . Ella debió causarle
una cierta invalidez durante muchos días, ya que
hace referencias a la misma en cartas sucesivas, lo que
por otra parte agravaba su cuadro de ascitis con derrames
toráxicos que ya había empezado a causar
estragos en su minado orga-nismo. Justamente uno de los
hallazgos de la autopsia de Belgrano realizada en Buenos
Aires, demostró la existencia de un hidrotórax
que supongo debió causarle notorios trastornos
respira-torios traducidos en fatiga fácil, disnea
, y decaimiento general.
Sobre esta misma enfermedad escribe
a su sobrino manifestándole que tengo resentido
el pulmón y el pecho y además del muslo
y pierna derecha que necesito me ayuden a desmontar .La
referencia al edema de miembros inferiores manifiesta
la dificultad que Belgrano presentó para deambular
y cabalgar en sus últimos meses, debido a la afección
cardiorrenal que lo llevaría a la muerte.
2.- Trastornos de la visión:
reconoce Belgrano su existencia al afirmar que mis ojos
es-tán malos, pero mi voluntad hacia Ud. es siempre
y será la misma .Ya a comienzos de 1817 había
experimentado lo que él mismo denomina una fluxión
a los ojos, que interpreto como una conjuntivitis simple,
que cura sin secuelas y nada en cartas posteriores hace
mención a esta en-fermedad, por lo que es dable
suponer que curó sin secuelas. Como antecedente
de estos trastor-nos oculares, el Dr. Miguel Gorman había
diagnosticado en 1800 a Belgrano un trastorno en las glándulas
lagrimales, cuadro al que se refiere con la expresión
principio de fístula en ambos lagrimales .
3.- Traumatismo varios: se menciona
un fuerte golpe de caballo que aparentemente no deja mayores
molestias posteriores en 1816. Un segundo hecho traumático
lo sufre hacia 1818, tam-bién por caída
de caballo, sufriendo un feroz golpe que le imposibilita
aún escribir, en parte por el golpe, en parte por
una sangría que recibió por indicación
médica en esa oportunidad. Este tratamiento era
común en estos casos, suponiéndose que la
salida de sangre aliviaba la presión en el cerebro
y las zonas afectadas. La consecuencia mas frecuente era
la provocación de una ane-mia que demoraba meses
en resolverse, cuando no aceleraba en muchos casos el
tránsito al otro mundo. En la oportunidad que referimos,
Belgrano se hallaba tan débil que la carta es escrita
por Fernández de la Cruz , oficial del General
y quien reemplazara a San Martín cuando éste
deja el mando del Ejército del Norte para retirarse
a la Ramada a reponerse a su vez de aquella pérdida
de sangre por la boca, ya referida.
4.- Trastornos digestivos: en 1819 presenta
Belgrano vómitos y trastornos digestivos, probablemente
diarreas, los que son tratados por el Dr. Berdía,
manifestando el paciente su intención de marchar
para el Tucumán a ponerme en formal curación
hasta recuperar mi perfecto restablecimiento . Esta afección
agravaba el cuadro de desmejoramiento general, presentando
a esta altura de las circunstancias considerable edema
de miembros inferiores e insuficiencia respiratoria con
gran fatiga, que le obligaron a delegar el mando y regresar
a Tucumán desde Pilar, iniciando el ya corto camino
hacia la muerte, en un entorno de angustia, desagradecimiento,
pa-decimiento y dolor que culminarían en Buenos
Aires poco después.
En Octubre de 1819, Belgrano solicita
al General Güemes la asistencia del Dr. Redhead,
por el que el prócer sentía un gran afecto.
La respuesta del segundo es ejemplar.Destina una suma
de trescientos cincuenta pesos por vía de viático
al médico y lo envía a Tucumán, atento
a la nota del Excelentísimo General en Jefe Don
Manuel Belgrano... para que lo cure y asista en la larga
enfermedad que padece. Este médico, también
ejemplar en su desempeño profesional, habría
de instalarse en la misma habitación de Belgrano
y se ocupó de mejorar, o al menos inten-tó
mejorar con los recursos a su alcance, la precaria salud
de su paciente. Un Belgrano desfalleciente e imposibilitado
solicita a de la Mota Botello que escribiera a Güemes
agradeciendo el gesto de enviar al profesional convencido
y reconocido de su amistad, que ha hecho Ud. cuan-to ha
podido hacer en su alivio .
Del Dr. José Redhead quiero manifestar
que, nacido en Escocia y graduado en Edim-burgo, completó
sus estudios de medicina en esa ciudad, resolviendo venir
a tentar suerte en América y arriba a Buenos Aires
en 1803, llegando a Salta para afincarse allí y
ejercer su profe-sión hasta 1812 en que resuelve
acompañar a Belgrano en su camino hacia el sur,
participando en las batallas de Tucumán y Salta
y teniendo un papel destacado en la organización
de los hospitales de batalla, llegando a ser uno de los
protagonistas de la historia médica de Tucumán,
hecho del que ya me he ocupado al tratar la medicina de
nuestra provincia .
Amigo de Güemes y Belgrano, es
una de las figuras médicas paradigmáticas
de la época y siem-pre se sentía en la obligación
de acercar uno al otro cuando diversas circunstancias
o individuos intentaban separarlos, llegando a manifestar
por aquel entonces que las maquinaciones que hubo en Tucumán
y aquí para impedir una amistad entre Ud. Y él
que si se hubiera logrado como yo lo intenté, habría
salvado al país...
De presencia agradable según
los relatos de la época, su experiencia en medicina
de gue-rra fue fundamental para el desarrollo de los hospitales
de sangre, los de prisioneros y para la atención
de los heridos en el mismo sitio de la batalla. Fue uno
de los pocos médicos militares experimentado en
acciones de guerra y su accionar fue prolífico
y extenso.Partidario de la teoría de los miasmas,
elementos que se suponía contaminaban los alimentos,
el agua y las heridas - el equivalente de los agentes
microbiológicos actuales antes del desarrollo de
la bacteriología - propició el hervido del
agua destinada a la bebida, la cocina y el lavado de las
manos, consiguiendo con esta simple medida el descenso
del índice de diversas enfermedades relacionadas
con el problema de la contaminación microbiana.
Belgrano le apreciaba notablemente,
llegando a mencionarlo en su correspondencia: anoche llego
Redhead y tengo mis buenos ratos con él... manifestaba
en una oportunidad a Güemes .
En 1819, Belgrano solicita a Güemes
la presencia de Redhead por sentirse enfermo de gravedad.
La respuesta es inmediata. Güemes responde al pedido
del amigo, disponiéndose se asigne al médico
la suma de trescientos cincuenta pesos en carácter
de viáticos para viajara Tu-cumán el 5 de
Octubre de ese año. Feliciano de la Mota Botello
certificaría la llegada del médico a Tucumán
al manifestarle a Güemes que el General Belgrano
iba mitigando sus achaques con la asistencia de los facultativos,
el descanso en su casa y la llegada del Dr. Redhead, que
ha fijado su residencia en la misma habitación...,
para manifestarle mas adelante que Belgrano estaba muy
reconocido por el envío del médico y agradecía
a Güemes haber hecho cuanto ha podido hacer en su
alivio... Con esta asistencia de Redhead iniciaba Belgrano
su ultimo viaje hacia la enfermedad y la muerte.
Acompañó Redhead a Belgrano
en los últimos momentos de su enfermedad, siendo
su escolta en el viaje a Buenos Aires, tramo que resultara
agobiante para el General quien, a causa de la insuficiencia
respiratoria y renal y de los edemas de los miembros inferiores
y la ascitis que lo aquejaban, debía ser conducido
en camilla desde el carruaje hasta el sitio donde debía
pa-sar la noche. Belgrano moriría poco después,
dejando a Redhead su coche y el reloj de oro que había
recibido a su vez como obsequio en Inglaterra durante
un viaje diplomático en 1815.
Después de la muerte del prócer,
Redhead regresó a Salta, donde residió hasta
su muerte, acaecida en 1846.
Otros médicos relacionados con
ambos próceres y mencionados con una cierta frecuencia
en la correspondencia, tuvieron destacado papel en la
constitución de una medicina científica
que habría de perdurar en nuestra región
con valiosos antecedentes.
Uno de ellos fue el Dr. Manuel Berdía,
quien presto servicios en Tucumán desde 1815 y
hacia 1817 se desempeñaba como Cirujano de Vanguardia
de las tropas acantonadas en la pro-vincia. Belgrano le
envía a reemplazar al Dr. Ribero, quien se hallaba
enfermo, llevando algunos medicamentos, no tantos como
quisiera, porque estamos escasos de todo... .
Durante el tiempo de ausencia de Berdía,
Belgrano asigna a su esposa, Doña Josefa Ló-pez,
una asignación mensual de veinticinco pesos para
su manutención, a pedido del médico, quien
asistiría a Belgrano en su regreso desde Córdoba
a Tucumán ya enfermo y muy decaído, como
él mismo se lo expresa a Güemes al comunicarle
que mis males siguen, aunque hace tres días que
he podido suspender los vómitos, con el cuidado
y auxilio de los medicamentos su-ministrados por el Profesor
Berdía... . Mas adelante, hacia 1823, Berdía
sería designado Médi-co Titular de la ciudad,
cargo que desempeñaría honrosa y eficazmente,
llegando a ser Goberna-dor Delegado en 1826 y Sustituto
al año siguiente.
Mariano Vico es mencionado en una carta
de Domingo Puch a Güemes , donde le mani-fiesta que
hizo a Vico, Ramírez y Delgado, que conducen el
parque y algunos enfermos, todo el obsequio que pude....
Este médico, nacido en Buenos Aires en 1778, fue
compañero de otros colegas militares de la época
en el primer curso del Protomedicato. Prestó sus
primeros servicios militares durante las Invasiones Inglesas,
integrando a fines de 1813 la comitiva del General San
Martín que se dirigía a Tucumán y
Salta, para después desempeñarse en la batalla
de Sipe-Sipe. Regresaría a Buenos Aires mas adelante,
falleciendo en 1844.
Matías Ribero o Rivero es mencionado
en tres oportunidades en la correspondencia analizada.
La primera de ellas en relación a un denominado
por Belgrano ataque de apoplejía que sufriera Güemes
en 1816 .En esta carta le manifestaba que era necesario
consultar con Ribero y seguir un método en el vivir...
como una conducta positiva para mejorarse.Las otras dos
menciones se refieren a la enfermedad de Ribero y a su
pedido de ser relevado, enviándose a Berdía
a hacerlo . Este médico, también porteño
y egresado del Primer Curso de Medicina del Protomedicato,
comenzó prestando servicios en el Cuerpo de Patricios,
para agregarse luego al Ejército Auxiliar en Tucumán
en 1812. Su actuación fue eficiente y valiosa,
participando de las batallas de Vilcapugio y Ayohuma.
Según Michel Ortiz , fue el único médico
presente en la batalla de Salta, ya que Redhead y Carrasco
se hallaban prestando servicios en la ciudad, asis-tiendo
a los heridos derivados allí. El General Belgrano,
el 17 de Febrero de 1813, en el parte de la batalla menciona
que también merece el cirujano del Nº 1 D.
Matías Ribero mi memoria y aprecio; las circunstancias
hicieron que se hallase solo en la acción y debo
manifestar a V. E. que no perdió ni un instante
en proporcionar a los heridos los auxilios de su facultad...
En la etapa de intercambio epistolar,
Belgrano se interesó también de manera especial
por la salud de Güemes, al punto de recetarle algunos
recursos terapéuticos a veces. Con respecto a los
ataques de cólico bilioso que Güemes manifiesta
padecer, aquel le escribe que por aquello de poeta, médico
y loco, todos tenemos un poco, vaya mi receta para el
cólico bilioso: lo padecí un verano entero
desde las diez de la mañana hasta las cinco de
la tarde y no tomaba mas alimento que agua de agraz helada
y helados de agraz. Ud. felizmente no necesitará
de tanto pues que ya se ha aliviado, pero a precaución
un vasito de este helado de este ácido o de na-ranja
o limón todas las noches después de hecha
la cocción y verá Ud. que tono toma su es-tómago
y como se robustece... .
De este texto, podemos sacar algunas
conclusiones. La primera de ellas, la concepción
de la enfermedad que se tenía por aquel entonces.
El primer hecho destacable, es el de la extinción
del mecanicismo como explicación del funcionamiento
del cuerpo humano y sus distintos siste-mas, tendiendo
el científico a un vitalismo tardío, que
explicaba las diferentes funciones orgáni-cas como
fenómenos químicos ; es el desarrollo de
lo que conocemos como naturphilosophie del romanticismo
germánico ( Schelling, 1797 - 1799 ), un redescubrimiento
de las teorías de Para-celso. No de otra forma
se puede explicar el término cocción que
emplea Belgrano al referirse al proceso digestivo y al
convencimiento de que el uso de sustancias químicas
naturales - agraz, naranja, limón - influiría
sobre él.
Por otro lado, es evidente por la sintomatología
que padecía Güemes, que el cuadro era el de
una dispepsia de tipo biliar o biliopancreática,
que se agravaba ocasionalmente por las tras-gresiones
alimenticias, a las que se refiere también Belgrano
al escribirle que nada enseña mejor que la experiencia;
con la salud hacemos muchas y es preciso no apurarla;
cumpla Ud. con la palabra de cuidarla y particularmente
adoptando las comidas mas sencillas...
Muchos de los problemas que sufría
Güemes tenían su origen en la desordenada
vida propia de aquel que debe hacer vida de guerrero en
forma continua, que debe priorizar los pro-blemas de la
guerra y de la patria a sus propias necesidades, además
de no poder contar con ele-mentos para poder formalizar
una dieta adecuada, dadas las circunstancias que impone
una gue-rra de guerrillas, en las cuales la movilidad
y la rapidez son elementos decisivos a la hora de su-mar
o restar victorias. Y ello, desde ya, es incompatible
con una vida ordenada y metódica, base del tratamiento
higiénico dietético de este tipo de padecimientos.
El Dr. José Redhead, de quien ya me ocupé
antes, corrobora este accionar de Güemes, manifestando
en una carta que Él (Güemes) poco se cuida
de todo eso ; atiende a lo que debe hacer ; come asado
cuando puede procurár-selo, anda medio desnudo,
sin un peso para comprar vino, pan o aguardiente, rara
vez duer-me bajo techo y deja a la calumnia inventar cuantas
historias se le antoje . Los avatares de la campaña
militar no permitían a Güemes ningún
tipo de cuidado y ello le ocasionó en algún
momento un ataque que se refirió como aplopejía
y para el que Belgrano aconsejaba la atención del
Dr. Ribero, al tiempo que no se podía substraer
a su tendencia a recetar y le indicaba dieta moderada
y de cuando en cuando un purgantito moderado .
Pienso que Güemes sufría
de una dispepsia biliar, debida probablemente a una litiasis
que no le produjo un cuadro agudo que, para los tiempos
que corrían y los conocimientos quirúr-gicos
de la época hubiera sido fatal para el prócer.
Cabe acotar aquí que la cirugía biliar no
habría de desarrollarse sino a partir de 1850,
previo descubrimiento de la anestesia en 1846, lo que
abrió a los ojos y manos del médico muchas
cavidades hasta entonces prohibidas por la alta mortalidad
que cada acto quirúrgico conllevaba. Con seguridad,
el cuadro que padecía el General Güemes se
trató de cólicos biliares a veces severos,
que cedían espontáneamente o con la ayuda
de colagogos, como la infusión de alcachofa o digestivos
espasmolíticos como las de muña muña,
arcayuyo, cedrón o copa- copa, muy usados en la
farmacopea indígena y que persisten hasta hoy como
eficaces elementos adyuvantes del acto médico tradicional
de nuestro noroeste argentino . De estos cuadros opina
Belgrano que Ud. solo no se cuida, cree que su cuerpo
es de bronce y se equivoca: no se debe Ud. a si solo,
sino a su mujer, hijo, y lo que es más, a la Patria...
esto debe empeñarlo a tomar precauciones para liberarse
de esos ataques furibundos . De todos modos, al mes de
esta situación, no quedaban rastros visibles de
enfermedad pero, al poco tiempo se produce una recaída
en Octubre de 1818, lo que hace suponer la certeza del
diagnóstico del cuadro antes mencionado, de naturaleza
cíclica agravada por la falta de atención
que Güemes prestaba a su salud, mas las inclemencias
de la guerra. En esa oportunidad Belgrano le manifes-taba
que le resultaba sensible la noticia de la enfermedad
de Ud., preguntándose mas adelante ¿que
diantre de mal es ése que no lo puede Ud. desarraigar?,
al tiempo que le pedía a nues-tro Esculapio (Dr.
Redhead) que arbitrara el medio de libarle de esos ataques
.
Una reflexión interesante podemos
hacer al respecto de la palabra ataque citada en ése
y otros documentos de la época. Esta denominación
es muy antigua, probablemente prehispánica para
nuestras culturas. El aborigen concebía la enfermedad,
sobre todo aquella que lo aquejaba en forma brusca y aguda,
como el resultado de una agresión - ataque - de
seres no ordinarios, como dioses o demonios. Todo aquello
que le provocaba desazón y zozobra en forma inmediata
y aguda, se debía a un ataque. De esta manera,
las epidemias se imaginaban como el lanzamiento de pequeñas
flechas por parte de diversos seres que introducían
gorgojos en muchos cuerpos simultáneamente y con
gran mortalidad. Belgrano no podía sustraerse a
esta costumbre y de allí que califique de ataque
a los accesos agudos biliares de Güemes, tal como
cualquiera de nosotros lo hace hoy en día.
He hallado otra mención a afecciones
de Güemes referida a mal de garganta, que puede ser
interpretada como disfonías, gripe o anginas, de
las que se recupera rápidamente.
Un hecho interesante surge del estudio
de los estados de ánimo que ambos próceres
experimentaban frente a determinados sucesos que los involucraban.
En general estaban centrados metafóricamente en
el aparato circulatorio, especialmente el corazón
y la sangre, en una similitud a situaciones parecidas
que pueden ser encontradas en textos clásicos grie-gos
tales como la Ilíada y la Odisea, por citar dos
de ellos y siempre en relación al carácter
y la personalidad.
En efecto, Belgrano le manifiesta a
Güemes que estoy con la sangre malísima designar
la sensación que le causaba no poder ejecutar las
cosas con la rapidez que él quería imprimir
a su gestión en Tucumán, manifestándole
en otra ocasión que tengo la sangre quemada al
ver como se pospone el interés general por pasiones
ridículas y pueriles a los que nunca mi corazón
podrá ser capaz de dar abrigo . Las citas que refieren
afectos al corazón y sentimientos a la sangre son
numerosas y tienen la virtud de graficar explícitamente
como se sentían ambos próce-res frente al
desinterés y desánimo que a veces invadían
los corazones de los menos apasionados por la causa de
la libertad. Las dificultades sobre todo económicas
que debían sufrir las provin-cias del noroeste
argentino frente a la denominada economía de guerra
ofrecen esta interesante arista de interpretación,
a la luz de dichos populares que evidencian lo que en
algún momento se denominó medicalización
del lenguaje cotidiano.
El General Güemes es herido el
7 de Junio de 1821. Le esperaban diez largos días
de agonía. Fue la suya una epopeya de sufrimiento
y entereza. Una muerte lenta, por una probable peritonitis
fecal, deducida de la zona en que ingreso y la trayectoria
de la bala asesina, en momen-tos en que la medicina carecía
de los recursos necesarios – anestesia, antisepsia,
instrumental adecuado, experiencia, entre otros –
para poder salvar su vida.
Historia en medicina es, como decía
al comienzo, un recuerdo de lo que ha sido, al servi-cio
de una esperanza de lo que quizás llegue a ser.
Es, en definitiva, como decía Dilthey, com-prensión
de la vida más que maestra de ella, ya que las
circunstancias cambian con el tiempo y los hombres. Pero,
en este caso, ha sabido abrir un portal esperanzador que
habla del sacrificio de los hombres en aras de un país
mejor, de un noroeste promisorio, alejado de enfermedad,
pena y pobreza. Tal nuestro deseo.