Quebrada de San Lorenzo,
la sombra de los nogales,
morada en la zarza llora madura
mora bajo el chalchal
El canto del chalchalero,
la siesta del aire moja
y tiñe de amor la roja
pluma, dele pecho con el chalchal…"
ntes de sentarme a escribir acostumbro
escarbar con la mirada el horizonte en la búsqueda de alguna
cosa que traigan a mi memoria algo vinculado a personajes o sucesos
ocurridos en la Salta de antes, de mi adolescencia, mi juventud,
en el periodismo o frente a una cátedra, ya sea en el Instituto
Mariano Moreno o en la Escuela Superior de Periodismo. Solo encuentro
las serranías de San Lorenzo y las encrespada precordillera
reverdecida con las primeras pinceladas del sol. Al Este, cumbres
encanecidas por la nieve o el granizo.
Tras vagar con la imaginación,
aquí nomás, en el jardín, se habían
asentado ya algunos tordos, gorriones, sachas, urpilas, horneros
y hasta algunos chalchaleros o zorzales para nutrirse de alpiste
que derramo a primera hora sobre el césped para deleitarme
con la presencia de esas bellas aves de la creación que bajan
para embuchar dicho alimento.
Los chalchaleros me encienden la
inspiración para esta nota. En noviembre, precisamente el
día 18 de 1977, el doctor José Antonio Saravia Toledo
-conocido por todos como “El Chango”-, dejó de
existir quien integró aquel conjunto folclórico salteño
que con su éxito clamoroso en el canto de nuestra tierra
conquistó al público en todos los rincones del país
como del extranjero. Me estoy refiriendo a “Los Chalchaleros”.
Procedía de una familia ligada
a los fundadores de la Nación como Pedro José Saravia
que intervino en las invasiones inglesas siendo por su valentía
fue honrado como “Caballero de la Real Orden de Carlos III”
y en las batallas de Tucumán y Salta bajo el mando de Manuel
Belgrano. Posteriormente, con Martín Miguel de Güemes,
tomó parte en la guerra gaucha.
Asimismo, entre sus progenie descubrimos
a Fernando de Toledo Pimentel, español, que intervino en
la conquista del Tucumán y de la fundación de San
Miguel de Tucumán. Como merced se le otorgó un amplio
solar en Yatasto donde años después fue albergue y
lugares de encuentro entre los próceres de nuestra argentinidad
como José de San Martín, Manuel Belgrano y más
tarde Martín Miguel de Güemes, entre otros. En lo que
respecta a José Vicente de Toledo y Pimentel se identificó
con la revolucionario de 1810, cuando ejercía las funciones
de cabildante en Salta. Designado Comandante de Avanzadas con asiento
en Conchas (Metán) defendió los actuales departamentos
de Rosario de la Frontera, La Candelaria y Metán. En la guerra
de la emancipación ayudó con fondos y víveres
para sustento de las tropas y para la caballada.
REPORTAJE APÓCRIFO
Para centrar esta nota partimos
a su cruce en el lugar más apropiado para la entrevista.
En España y Mitre, lugar donde funciona la confitería
La City. A partir de las 14 se reunían amigos (agentes de
seguro, agricultor, profesional y estudiantes) en la mesa de café.
No se oye discusiones pero sí carcajeo. Hablar de política
parecía estar vedado y cualquier tema que produzca desavenencias.
La reunión se levantaba cerca de las cuatro, después
de dos horas de relajamiento.
Primer fracaso.
El segundo se dio al intentar pararlo
en las calles de Salta. No fue fácil mantener un diálogo
porque saluda a todo el mundo. Desde el obrero hasta personas con
presencia distinguida. Las consultas o el consejo que pedían
los caminantes entrecortarían nuestra conversación
y aún mas cuando pasaba una damisela la saludaba, con total
reverencia, se sacaba el sombrero, actitud muy propia de un hombre
que cargaba sobre su espalda la hidalguía española.
Al último descubrimos que
el diálogo podía concretarse en la Corte de Justicia
donde, por un periodo prolongado, ocupó cargos expectantes.
Advertirnos a su secretaria cual era nuestra misión y él
nos abrió la puerta del despecho. En su rostro dibujaba una
sonrisa, expresión muy común en su persona y, con
una breve inclinación de cabeza, extiende su mano. “Pasen
muchachos, ¿en qué puedo serles útil?”,
mientras nos señala unos sillones para asentar nuestra cansada
osamenta por el trajín diario. Mira su reloj como diciendo:
-“Sean breves”.
Nos apartamos de ajustarnos con
el tiempo al poco tiempo de cruzar palabras su cercanía nos
deparaba felicidad. Su sencillez para contarnos anédoctas
sentíamos tener una añeja amistad.
Este metanense sin querer se muestra
tal como es. Un honorable campechano, entretenido, divertido y dicharachero.
Poco le gusta o nada hablar de él y, menos aún, de
su linaje. Con estos calificativos presentamos una radiografía
de tan distinguido y respetado por la comunidad.
- “Doctor, ¿Cómo
ha sido su ingreso a “Los Chalchaleros”?.
- “Voy a intentar contarles
como nació el conjunto. Allá por los años cuarenta
y tanto estaban de moda los dúos como: Arboz-Narváez,
Benítez-Pacheco, Martín-Ledesma. Después nacieron
los conjuntos de los hermanos Ábalos, los Abrodos y la Tropilla
de Huachi Pampa. El folclore, como expresión popular, estaba
contagiando a la juventud salteña. En cada familia había
por lo menos dos chicos que tocaban el piano, la guitarra o el violín
para seducir con su música en peñas familiares y en
las reuniones sociales. Contagiados por estas manifestaciones musicales
fueron como semillas para el inicio de Los Chalchaleros. En 1947
los alumnos del Colegio Nacional Juan Carlos y Aldo Saravia, cantaban
a dúo y por otro lado Agustín Franco Sosa (a. “Pelusa”)
con Víctor José Zambrano (a. “Cocho”).
El encuentro impensado entre estos trovadores sirvió para
un futuro muy cercano unir las voces y convertirse en un tiempo
providencial en los embajadores de la música argentina en
el mundo. Yo en esa época me desempeñaba como secretario
y docente del Colegio, trabajo que agarré después
de desertar, primero el Colegio Militar de la Nación y después
la carrera de Derecho que la cursaba en Buenos Aires. Los changos
se presentaron por primera vez como conjunto “Los Chalchaleros”
fue en 1948. Un año antes cantaron acompañados por
Gustavo Leguizamón (a.”El Cuchi”) en el piano
y en pleno recital este los abandonó aduciendo que “No
los voy acompañar más por que cantan más fiero
que la m… estos desorejao”. Años después
Juan Carlos Saravia al referirse a los inicios del conjunto lo definió
así: “No sabíamos cantar ni en el baño”.
Tenía razón el Cuchi.
Al producirse el nombramiento en
la Sucursal Orán del Banco Provincial de Aldo Saravia –primo
de Juan Carlos- ingresé al grupo en 1949 hasta 1953, año
que reanudé mis estudios universitarios, reemplazándome
Ernesto Cabeza, un guitarrista maravilloso, talentoso y tímido”.
- “Doctor ¿y después
que…”?
Con mi título que en sus
comienzos de la carrera en vez de ser “derecho” era
bastante “chueco” me dediqué a la profesión
y participé en la fundación del Colegio de Magistrados
y Funcionarios del Poder Judicial de Salta. Al año de obtener
el título de abogado (1957) ingresé a la Justicia
como Secretario de la Corte y no se hasta cuando. Será hasta
que el Tata Dios lo disponga…
Así concluimos con este reportaje
imaginario a Juan Antonio Saravia Toledo, hombre vital y memorioso,
polifacético, dotado de señorío.