emoviendo viejos archivos vinculados
a los personajes de la Salta “de antes” tropecé
con apuntes sobre un protagonista que, con sus desvaríos,
dio mucho que hablar tanto a las autoridades locales como a los
vecinos. Me estoy refiriendo a Wenceslao Wilde -hermano del célebre
médico, estadista y escritor Eduardo Wilde- quien supo desempeñarse
como profesor en el Colegio Nacional. Para iniciar este trabajo
me ha servido un párrafo de una carta que escribió
Eduardo Wilde, en 1878, cuyos términos como dice Sánchez
Discépolo en su "Cambalache": "Que el mundo
fue y será una porquería ya lo sé... (¡En
el quinientos seis y en el dos mil también!)…",
salvo cambiando algunos términos es de actualidad. Lo dejemos
ahí…
Wenceslao nacido accidentalmente
en Tupiza (Bolivia) llegó a Salta cuando aun era un niño,
siguiendo a su padre el Coronel Diego Wellesley Wilde, del ejército
regular boliviano, que huía de su país por razones
políticas y su madre, doña Visitación García
fue una distinguida dama tucumana de filiación unitaria;
quienes se había exiliado en Bolivia durante el gobierno
de Juan Manuel de Rosas.
El personaje de hoy era más
conocido por el “loco Wilde” que el de su propio nombre.
Su anecdotario es muy rico como aquel que se titulaba como presidente
del “Club de los Muertos” cuyos integrantes erróneamente
habían sido consignados en la lista de difuntos por los diarios
durante la epidemia del cólera que afectó el norte
del país.
Entre otras de las extravagantes
fechorías del “loco Wilde” -quien frecuentemente
era acompañado por otro excéntrico personaje de la
Salta de antes, Honorato Oliva- fue cuando tuvo la escandalosa idea
de ingresar a las monjas de clausura del Convento de San Bernardo.
Sea como sea. Llegó hasta el monasterio y tocando la campanilla
ubicada a un costado del torno y cambiando su voz le expresó
a la monjita portera que traía un obsequio para la comunidad
en nombre de una caracterizada vecina. Sorprendida en su buena fe
la religiosa hizo girar el torno situación que aprovechó
Wilde cubierto su cuerpo con ropas muy ligeras.
Ya dueño de la situación
el “loco Wilde” comenzó una desaforada carrera
por las galerías del claustro ante el estupor de quienes,
a pasos lentos, rezaban con el breviario o con sus rosarios. El
terror se hizo cargo del claustro mientras alarmantes gritos proferidos
por las religiosas se perdían en cada una de las celdas.
Mientras tanto la monja portera echaba al aire las campanas de la
ermita en procura de auxilio. Antes que llegara la policía
Wilde se alejó del lugar siendo detenido horas después.
En otra oportunidad Wilde fue a “visitar
al comisario de Policía” en dos carros cargados con
sus muebles aduciendo que cuando lo llevaran preso podría
gozar de las comodidades que le proporcionaba su hogar.
Para finalizar esta curiosa nota
les puedo decir que de Honorato Oliva se puede comentar que durante
el invierno usaba trajes de seda y su cabeza la cubría con
un sombrero “panamá”. En días de lluvia
se bañaba en la calle con traje, bajo los chorros de agua
que desagitaban los techos por las características canaletas.