Por Jorge Mendez
Para las culturas andinas prehispánicas
la agricultura no era una actividad puramente económica,
sino también la liturgia de un rito integrado a su cosmovisión,
en la que la Pachamama y el Sol ocupaban un lugar central, en torno
al cual giraban en un tiempo circular las estaciones y los ciclos
de la vida y la muerte en mutua regeneración.
Mujeres y hombres, al cultivar la
tierra para obtener sus frutos cumplían una actividad sacra
en armonía con los elementos. El trueno, el relámpago,
la lluvia y el viento eran los humores y la voluntad de la tierra
sobre los seres vivos. A la tierra se pedía trabajándola,
y a los elementos o sus figuraciones. Y de ellos se obtenía
respuesta.
Nada trascendental, ni un trasmundo,
ni un más allá de la materia en movimiento, como en
las civilizaciones mexica y maya o en el judeocristianismo y el
Islam, puede rastrearse en el mundo andino prehispánico.
Es conocido el pragmatismo incaico, para el que todo en la esfera
práctica y material tiene su armónico correlato espiritual.
Entre los llamados calchaquíes
en general no se encuentra ningún dios como Quetzalcoatl
o el Inca, ni otro alguno. Su sentido de sacralidad estaba puesto
en elementos visibles, tangibles y activos y se les dirigían
ofrendas del mismo carácter, comida, bebida y, en ocasiones
dramáticas, sangre. En vano buscaron los evangelizadores
señales de su idea del Alto Dios, que suponían existía
aun en su expresión elemental y como prueba del dios único
en todos los pueblos del mundo, aun en aquellos que no habían
conocido la agricultura.
Suplicante.
Escultura de piedra labrada y pulida. Período prehispánico
temprano. San Carlos, Salta.
Los llamados “suplicantes”,
pequeñas estatuillas de piedra encontradas en los valles,
así como los megalitos de Tafí, eran supuestamente
ídolos intercesores para la protección de la familia
o el linaje. Pero nada autoriza a suponer por ello idolatría
tal como la entendieron los evangelizadores, quienes sin embargo
impusieron la adoración de imágenes de su propio santoral.
Nada indica, tampoco, que no tuvieran un carácter simbólico
no trascendental, si se los interpreta en el conjunto de los elementos
de su cultura. Al ser la tierra su principal deidad y siendo ellos
sus hijos, pastores y labriegos, puede decirse que los cacanes y
entre ellos los quilmas no distinguieron la religión de sus
demás actividades.