Historia de Salta

La Salta del 1700 - El florecimiento del comercio

 

Por José Juan Botelli

as villas de Rosario, Chicoana, La Viña, Guachipas y Cerrillos, deben haber sido en un origen, haciendas de encomenderos o propietarios enriquecidos con el engorde y venta de mulas al Alto y Bajo Perú, de que habla Concolorcorvo en su libro de 1773.

El comercio de mulas y en general el intercambio mercantil entre el Perú y las colonias de Tucumán, no es ajeno al tema de este libro porque señala una gran vía de introducción de poesías populares españolas, bolivianas, peruanas y ecuatorianas a esta provincia de Salta y muy en especial a la ciudad y Valle de Lerma.

Aunque este tráfico se había iniciado ya según afirma Levillier, en 1559, con la fundación de Córdoba de Calchaquí, Salta no llegó a su enriquecimiento sino en el siglo XVIII, por eso nos vamos a referir con mayor detenimiento al comercio de esta centuria.

“El principal comercio de esta ciudad y su jurisdicción - escribe Concolorcorvo - consiste en las utilidades que reportan en la invernada de las mulas, por lo que toca los dueños de potreros, y respecto de los comerciantes, en las compras particulares que cada uno hace y habitación de su salida para el Perú en la Gran Feria que se abre por el mes de Febrero y dura todo Marzo, y esta es la asamblea mayor de mulas que hay en todo el mundo, porque en el valle de Lerma pegado a la ciudad se juntan en número de sesenta mil y más de cuatro mil caballos”.

  “El siglo XVIII fue el del florecimiento de Salta; fuertes compañías mercantiles tenían asiento en la ciudad, que rivalizaba en sociabilidad, habitantes, cultura y adelantos edilicios con Córdoba  y hasta con Buenos Aires.

El salteño de esta época fue a la vez estanciero, criador de ganado mayor, hombre de ciudad y comerciante. Hoy estaba apartando ganado, mañana en una tertulia en la ciudad comentando los sucesos de Lima o de la corte española y pasado, en viaje por las planicies de la Puna o por la Quebrada de Humahuaca, con miles de mulares, para regresar a los cuatro o seis meses con productos de Castilla.

La ciudad vivía más al tanto de los sucesos del Perú que de los ocurridos en el puerto de Buenos Aires, las costumbres de la sociedad salteña eran las de Lima y las noticias del mundo europeo le llegaban por allí.

Los trajes, las telas finas, la platería, las porcelanas, el moblaje de los salteños linajudos y su abolengo eran de Castilla, de Trujillo y de Lima, traídos desde esta última a lomo de mula.

  Las casas de la ciudad eran de arquitectura colonial, tenían fachadas de estilo barroco y grandes comodidades, algunas lucían escudos de armas nobiliarios; las de campo, según se ve todavía en las villas, eran mansiones señoriales, hechas a todo costo. He visto en las capillas privadas de algunas salas, donde se oficiaba misa y se doctrinaba a la servidumbre, artísticos retablos construidos en madera tallada. Los templos eran suntuosos y lucían obras de arte; por las calles empedradas a fines del siglo XVIII, veíanse coches de sopanda y lujosas literas.

Salta era una ciudad europea y tenía los refinamientos de Lima. Las bibliotecas privadas eran ricas, poseían obras de literatura, historia y jurisprudencia de la época, no solamente en español sino en latín, inglés y francés.

 

 

 

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