Por Gustavo Flores Montalbetti
Juan Antonio Rojas
Este duro enfrentamiento con terrible resultado para las fuerzas invasoras, ocurrió el día 6 de febrero de 1817 en los campos aledaños a la ciudad de Jujuy. Los detalles de la táctica militar que en aquella ocasión utilizara el sargento mayor graduado Juan Antonio Rojas “El León”, comandante de la partida “La Coronela” están explicados con precisión en un extenso parte de guerra que el mismo Rojas escribió al final de ese día en el campamento de El Bordo, y que al siguiente fuera remitido al Señor jefe de la vanguardia de las tropas del General Güemes, don José María Pérez de Urdininea, informándole de la gloriosa victoria.
La ciudad de Jujuy estaba tomada por los realistas al mando del brigadier Olañeta, y un escuadrón de gauchos la mantenía sitiada haciendo constantes incursiones de guerrilla intimidatoria. Unos días antes, el mismo Martín Miguel de Güemes se entrevistó con Urdininea en Campo Santo y reforzó sus tropas enviando a Rojas con la partida “La Coronela” que estaba integrada con gauchos de El Bordo, Campo Santo y Monterrico.
El general realista Andrés García Cambá relata en sus memorias el desastre acaecido entonces: “El 6 de febrero en horas de la mañana 400 caballos enemigos tan bien dirigidos como resueltos cayeron de improviso sobre los forrajeadores en San Pedrillo en las cercanías de Jujuy y causaron a los realistas la pérdida de unos 70 hombres de los cuerpos del país y 40 peninsulares de Extremadura y dragones de la Unión (…)”. El parte que escribiera Rojas muestra toda la rudeza las acciones: “Aunque desde que tuve la gloria de haber pasado a degüello en el punto de San Pedrito a un escuadrón del regimiento de Extremadura, no he dado sino partes verbales por conducto de algunos oficiales por haber contraído mi primer cuidado en mantener la división a mi mando con el orden posible para evitar cualquier alteración que en estos lances suele acontecer , pero ahora que estoy medio desahogado lo hago, comunicándole que la pérdida del enemigo consiste en noventa y tres muertos y cincuenta heridos (…), (…) formé mis tropas de ataque, y cargué con un solo portillo, de un modo que cuando los enemigos recordaron estuvimos sobre el cerco, sin un solo tiro de fusil, donde por el obstáculo que se nos presentaba de árboles, sufrimos dos descargas formidables, las cuales lejos de intimidar a mis soldados, los encolerizó y avanzaron sobre ellos como leones. En este esfuerzo que hicimos, murió como un héroe el comandante del primer pelotón don Felipe Fernández y dos gauchos más, y salió gravemente herido el alférez Correa que seguramente puede morir, asimismo dos gauchos no de bala como el citado alférez, sino de sable; pero asiste la satisfacción que vengamos la sangre de estos, concluyendo así a todos los tiranos Extremeños, de los cuales por milagro extraordinario se tomaron siete prisioneros que se los remitiré a usted apenas repare las heridas del alférez Correa (…)”. Finalmente, éste último soldado mencionado (oriundo de Campo Santo) falleció al día siguiente.
Al cumplirse el bicentenario de la muerte del alférez Felipe Correa se colocó una placa recordatoria en la “Agrupación Tradicionalista Gauchos de Güemes” de su localidad de origen. Un escrito (que me pertenece) para la ocasión titulado “A LOS HÉROES DE LA PATRIA”:
Conceptualizar en una frase corta el aluvión de sensaciones que oportunamente fueron expresadas en oficios, proclamas, cartas, partes de guerra y otros documentos de los primeros años del siglo XIX que se emitieron y circularon por el mismo teatro de operaciones durante los años de la Guerra por la Independencia Nacional, antes y luego de cada hecho histórico, y de puño y letra de los generales u oficiales que comandaron escuadrones, compañías y montoneras de gauchos explicando detalladamente sus marchas y contramarchas, las planificaciones, la destreza militar, sus arengas y la genialidad que la inmediatez requería, fueron firmes principios aplicados por estrategas como Martín Miguel de Güemes, Manuel Belgrano y José de San Martín al momento de liderar y guiar a sus tropas, sugiere una ardua labor de suma responsabilidad. No ardua por la labor en sí, sino por tratar de entender y transmitir con un espíritu que se aproxime a la conmovedora sinceridad que versa en sus contenidos; implacables unos, y de sorprendente crudeza, otros. Pero el sentimiento de patriotismo está evidente en ellos, en cada frase expresada, en cada pensamiento y en cada acción descrita. Por lo tanto, contar alguna página de la Historia, de Nuestra Historia, la de los Grandes Héroes de la Patria, y desde el mismo suelo de su génesis, nos impulsa a transmitir el pensamiento, el coraje y la pasión, pero además y por sobre todo, a resaltar la entrega demostrada por cada uno de aquellos forjadores que, con su sangre, urdieron los destinos de esta bendita tierra. Gauchos y mujeres de todo nuestro noroeste y del suroeste de Bolivia, lucharon contra el invasor con la misma fiereza de los leones que defienden su guarida. Nuestro más sincero y sentido homenaje en su memoria.