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UNA RELIQUIA DE SANTA MARIA ANTONIA DE PAZ Y FIGUEROA EN LA SALTA DEL SIGLO XIX

Por Carlos María Romero Sosa

Los renglones siguientes no dan cuenta de  investigación sobre el pasado alguna, solo recogen añejos testimonios y tradiciones familiares transmitidas oralmente de generación en generación hasta la actualidad. Aclarado el punto de inicio de esta historia,  tampoco puede soslayarse que el tema que convocó a su redacción: el mucho más que centenario fragmento  óseo de María Antonia de Paz y Figueroa, conservado en mi hogar en su original relicario de plata pendiendo de una cadena del mismo metal para llevar al cuello, aparte del carácter eminentemente religioso y destinado a la veneración  de esta hoy Santa, en tanto objeto físico está atravesado por la cronología y en ese sentido pertenece a los dominios Clío.

De igual modo podrá ser campo para futuros estudiosos de la  historia, documentar los vínculos que acercaron desde el siglo XVIII a una rama de mi familia con la Beata de los Ejercicios.                                     
                    
Comenzaré diciendo que me nutrió la amistad con Nicandro Pereyra, el poeta santiagueño, integrante notorio del grupo La Carpa, formado en Tucumán hacia 1943. Y que este creador de coplas y romances de vuelo, factura y por momentos un lenguaje que retrotrae al Siglo de Oro español, me habló en varias ocasiones durante mis visitas a su departamento próximo al edificio del Congreso en los años noventa, del que resultaría ser su libro póstumo; una biografía en prosa de 128 páginas, en cuya corrección final  trabajaba, titulado: “María Antonia de Paz y Figueroa. La Mamá Antula”. Lo publicó Yunque Ediciones, en el año 2000 y comenzó a distribuirse a  poco de su muerte ocurrida el 1ero. de marzo de 2001; tan así que el ejemplar en mi poder me fue obsequiado en junio de ese 2001 por su viuda. (A poco de ser beatificada en 2016 María Antonia de San José, tal su nombre religioso elegido para su vida consagrada en el carisma del Beaterío, Ana María Cabrera dio a conocer editada por Sudamericana, otra biografía en este caso novelada: “Mama Antula la vida de la mujer que fundó la espiritualidad en la Argentina”).

Le mencioné en alguna de esas charlas con Nicandro, e igualmente no hace mucho se lo hice saber a la profesora Cabrera, que desde mi niñez había escuchado hablar a mi padre del hondo vínculo  existente entre la Beata de los Ejercicios con un lejano pariente nuestro, su contemporáneo el sacerdote jesuita Gaspar Juárez Babiano (1731-1804), quien a juicio de Ricardo Rojas vertido  en el segundo tomo de “Los coloniales” perteneciente a su historia de la literatura argentina,  fue “el iniciador de nuestra literatura científica por sus  tres Observaciones Fitológicas, publicadas en Roma, y por su Historia Natural.”

El lazo afectuoso entre  estas dos notables figuras de la Iglesia fue personal primero y mantenido en forma epistolar después de la expulsión y supresión por Real Decreto de Carlos III de 1767 de la Compañía de Jesús fundada por San Ignacio de Loyola, dado que el Padre Juárez se radicó en Roma, pasó sus años finales en el Gesú de la Ciudad Eterna y seguramente debió viajar a Rusia donde su orden no había sido disuelta.

Santiagueño miembro de tradicionales familias igual que su incondicional amiga, la futura santa proveniente de una estirpe de maestres de campo y encomenderos venida al mundo en Silípica en 1730, el Padre Juárez fue su consejero y su confidente. El 2 de  febrero de 1784 María Antonia de San José,  la mujer que al decir del mismo Ricardo Rojas, “mantenía en el corazón de los expulsos encendido el recuerdo de Buenos Aires, y en Buenos Aires la memoria del ideal jesuítico”, le dirigió a Roma el siguiente pedido: “Estimaré a V.m. me mande un Niño-Dios del tamaño que demuestra esta figura en cruz, e igual a uno que tengo del mismo tamaño todo en una pieza de piedra marmoral”, así suplicaba por la tenencia de  su “Manuelito”.   

Me retrotraigo a los datos que dan cuenta de la familiaridad de Mama Antula con mi lejano familiar de apellido Juárez Babiano, y siento aún más íntima la devoción por la antedicha reliquia. Incluso el extender mentalmente las ramas genealógicas hasta ese pretérito colonial, en cambio de ensombrecerme el tupido tránsito de las generaciones devenidas hasta aquí, parecería abrírseme un haz de luz que permite visualizar la cercanía con la bienaventurada María Antonia de San José.  

Pero más próximo en el tiempo, tengo noticias  que reverenciaba también a la Beata de los Ejercicios, el Canónigo doctor Pascual Arze –o Arce aunque él firmaba con z- y Zelarayan (1815-1885),  un tío de mi bisabuela Delfina Juárez Arce y Colombres de Romero de la Corte .  Se trata de un sacerdote tucumano de actuación en Salta donde ocupó una banca en la Cámara de Representantes, fundó la población de Piquete Cabado en el Departamento salteño de Anta, fue educador de juventudes, profesor en el Seminario Conciliar, párroco de la iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria de la Viña,  Canónigo promovido a tal dignidad por el Obispo José Eusebio Colombres y después Arcedeano de la Catedral de Salta,  donde pronunció un sermón patriótico con motivo de la jura de la Constitución Nacional, el 9 de julio de 1853 . De él se recuerda la solidaridad demostrada con  su pariente el Obispo Buenaventura Rizo Patrón en el llamado “Conflicto de las Campanas”, suscitado entre el diocesano local y su clero y el gobernador Cleto Aguirre.

En sus viajes a la ciudad de Buenos Aires, el doctor Arze y Zelarayán, que fue amigo de Urquiza, de Mitre, del historiador y organizador del Archivo General de la Nación  Manuel Ricardo Trelles y de Gregorio Beeche, solía visitar la Santa Casa de Ejercicios construida entre 1795 y 1810 a iniciativa de la Madre Espiritual de la Patria. Y es memoria arraigada en nuestra familia que en alguno de esos viajes a la Capital, se le obsequió la reliquia en cuestión que a décadas de su muerte alguien puso en manos de su sobrino nieto, Monseñor José Gregorio Romero y Juárez, sexto Obispo Diocesano de Salta . Fallecido este prelado en 1919, pasó a las de su hermano   Policarpo Daniel Romero y Juárez , mi abuelo paterno, que la conservó en una vitrina existente en la sala de su casa salteña de la calle Alberdi 423, a metros de la iglesia de la Viña.

En cuanto a la original toma de posesión de la reliquia por Arze y Zelarayán, es de suponer que debe haber sucedido después de 1867, cuando al reconstruirse la porteña Iglesia de la Piedad (que desde el 7 de febrero de 2002 fue designada como Basílica Menor de Nuestra Señora de la Piedad del Monte Calvario y en 2017 declarada Monumento Histórico Nacional) se buscaron por orden del entonces Arzobispo de Buenos Aires, Monseñor Mariano José de Escalada, y fueron hallados finalmente y en forma por demás misteriosa -o milagrosa- los restos mortales de quien hoy es la Primera Santa Argentina, canonizada en Roma por el Papa Francisco el domingo 11 de febrero de este año 2024. 

Llevadas sus cenizas al Camarín de la Virgen de la Piedad, permanecieron allí hasta 1913 , año en que se los trasladó a su sepulcro actual: una urna de mármol de Carrara encargada a un taller de Génova por   l Canónigo Monseñor Marcos Ezcurra –promotor de la Causa de beatificación y uno de sus primeros biógrafos-  que se exhibe actualmente en la nave central del templo.                                                                                                      
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Librería La Facultad. Buenos Aires, 1924.-

Vicente Osvaldo Cutolo: “Nuevo Diccionario Biográfico Argentino (1750-1930). Tomo VI. Página 394. Buenos Aires, 1983.- Carlos Gregorio Romero Sosa: “Romero González. Un guerrero del Norte Argentino. Aspectos de la  Salta de los siglos XVIII y XIX”. Buenos Aires 1946.-  

Vicente Osvaldo Cutolo: “Nuevo Diccionario Biográfico Argentino (1750-1930)”. Tomo I. Página 256.Buenos Aires, 1968.- 

www.edisalta.ar¬mromero;  Fernando R. Figueroa: “Diccionario Biográfico de Salteños”. Páginas 228/29. Salta, 1980.-

Fernando R. Figueroa: “Diccionario Biográfico de Salteños”. Páginas 230/1. Salta, 1980.-

Oscar De Masi: “La última voluntad de María Antonia de San José, Mama Antula, y la Iglesia porteña donde se encuentra su sepulcro”, en INFOBAE, 11 de febrero de 2024.-

(*) Se publicó en HISTOPÍA. Revista de filosofía e historia universal.  Año VI. Número 31. Abril de 2024.-

 

 

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