Biografías de Salta

JULIO GABRIEL OLIVER DE MANGLAIVE

 

Por Lucrecia Castillo

ació en Marengo (Argelia) el 14 de enero de 1880. Cursó sus estudios primarios, secundarios y universitarios en París, Francia; donde obtuvo el título de Ingeniero Agrónomo.

En el año 1906 llegó a Buenos Aires, luego retornó a Francia.

En el año 1907 regresa y recorre Cipolleti y Río Negro. Desde 1909 hasta 1911 se radica en Mendoza para recaer en 1912 en El Bordo, provincia de Salta. Allí adquiere una finca llamada San Antonio, que según cuenta la historia perteneció a la madre del General Güemes.

En el año 1914, con otros franceses radicados en Jujuy, retorna a Francia para incorporarse al ejército francés, dispuestos a combatir en la Primera Guerra Mundial. Terminada la guerra, vuelve a Argentina y se dedica a la agricultura, viñedos, porotos, garbanzos y maíz. De su tierra en Salta, arrienda a sus coterráneos franceses para la siembre de hortalizas.

Hizo tres o cuatro viajes a Francia, después se radicó definitivamente en el Bordo.

Funda en 1923 la Alianza Francesa de Salta, siendo su primer Presidente.

A don Oliver de Manglaive se lo conocía como el “Patrón Manglé”, para otros era el Conde y para otros simplemente “El Patrón”.

La sala de la finca era una vieja casona de adobe, una amplia galería, una acequia de aguas turbias y embravecidas; aunque a veces era cristalina, donde los gallos de los ceibos caían sangrando en las tardes calurosas del verano, mientras la alfombra azul violeta de los tarcos y rosada de los lapachos se confundía con las sombras de los añosos algarrobos, testigos mudos de tanta belleza que rodeaba la sala del patrón.

Muchas veces lo recuerdo con los ojos de la infancia, como una personaje de leyenda, alto, robusto, gallardo al caminar. De tez blanca y ojos celestes. Su rostro era duro, pocas veces dejaba escapar una sonrisa y esta era solo un ¡jo, jo, jo!. Seco, sin gestos, a veces callado, lejano, tal vez combatiendo con viejos recuerdos.

Vestía bombachas de campo, -no como usan los gauchos- botas gamuzadas no tan altas, sombrero de alas cortas y capa alta, no muy pronunciada, camisa y campera; toda esta indumentaria era de color tierra o terracota. A veces usaba boina vasca de color negro. Por las tardes después de las faenas del campo, acostumbraba a descansar en la galería sentado en un sillón de mimbre fumando en pipa. A su lado, en otro sillón, la esposa también francesa, quien llegó a El Bordo en el año 1929. Era alta,  de tez blanca y ojos celestes. Ambos eran esbeltos y elegantes al andar. Los dos estaban dotados de una bondad infinita, sencillez y humildad. Ayudaban y colaboraban con los más necesitados. Vivían en compañía de dos criados, una mujer que se ocupaba de todos los quehaceres de la casa y un varón para los mandados.

El “Patrón” recorría toda la finca a caballo, tenía dos para montar, un zaino y un bayo, seguido por dos perros, se perdía por el largo callejón fumando la pipa; parecía aquél legendario Caballero de  Cervantes.

Los mejores años de mi infancia y parte de la adolescencia los he vivido en la sala del patrón. Frecuentaba la casa por trabajo y por amistad con los que allí vivían.

Mi madre trabajó en la finca descartando poroto, garbanzos y deschalando maíz; mis hermanos y yo ayudábamos en aquellas tareas. El trabajo era por tanto; después con mamá y otras señoras trabajábamos por día descartando uva, lo mismo que los peones que eran como seis, recibíamos la paga semanal y en efectivo.

El Patrón participaba con los peones de todas las actividades de la finca, la siembra, la trilla y la cosecha; un pedazo de riel que colgaba a modo de campana de uno de algarrobos anunciaba la entrada y la salida de las tareas del campo. Las mulas y el hombre abriendo los surcos con el arado; más allá, las mulas trilladoras y los bueyes atados al yugo de los carros recogiendo la cosecha o cargando los cajones de uva hacia la estación y más atrás, por el pedregoso camino, el Patrón cabalgando el viejo zaino seguía de cerca la dulce carga de tantos sueños cosechados en esta tierra, tal vez en cada diciembre, fumando la pipa espera la llegada del tren. El Patrón no es sólo un recuerdo perdido en el andén; él forma parte de nuestra historia y pertenece a patrimonio cultural de nuestro Departamento.

Don Julio Oliver de Manglaive murió en El Bordo el 6 de noviembre de 1962. Sus restos descansan en el cementerio local, tierras que él donó para tal fin. A su lado los restos de su esposa Dña. María Mocho, quien falleció el 28 de diciembre de 1955.

Síntesis de su biografía

  • Nació en Marengo (Argelia) el 14 de enero de 1880.
  • En París se recibió de Ingeniero Agrónomo.
  • En 1905  recorre algunos campos del sur de Buenos Aires.
  • En 1907 recorre Cipolletti – Río Negro.
  • En 1909 hasta 1911 vive en Mendoza donde mejora la bodega de Tirasso y Banegas en San Rafael.
  • En 1912 a instancias de otro francés, el señor Pedro Horteloup, se traslada a Salta, donde adquiere la propiedad que pertenencía al señor Sixto Alderete, llamada San Antonio (hoy el Bordo de las Lanzas), Sala en la que vivió Francisca Güemes, hermana del general, casada con don Fructuoso Figueroa.
  • En 1914 junto a una treintena de franceses radicados en Monterrico (pcia. de Jujuy) retorna a Francia para alistarse al ejército francés durante la Primera Guerra Mundial.
  • En 1919, terminada la guerra, retorna a El Bordo, para dedicarse al cultivo de las viñas que las llamaba viñas altas y viñas bajas. En esos años realiza tres o cuatro viajes a Francia.
  • En 1923 funda la Alianza Francesa en Salta, siendo su primer presidente.
  • Desde 1930 permaneció en El Bordo hasta su muerte, acaecida el 6 de noviembre de 1962.

María Monche

  • En 1880 nace en Saint Etienne de Baigorrie, país vasco francés en enero de 1880. Pasa sus primeros años con sus padres y luego se radica en París.
  • En 1929 se radica en El Bordo
  • En 1937 vuelve a Francia y retorna en 1938, permaneciendo en esa ciudad hasta su muerte.
  • Fallece el 28 de diciembre de 1955.

 

 

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