Un
asunto que motivó la especial atención del Congreso
de Tucumán, antes y después de la declaración
de la independencia, fue la forma de gobierno. Con anterioridad
al 9 de julio ya estaban de acuerdo la mayoría de los congresales
en implantar un régimen monárquico constitucional.
El
6 de mayo de 1816, después de la sesión ordinaria,
el diputado presidente doctor Narciso Laprida, hizo despejar la
barra y el Congreso comenzó su sesión secreta. El
general Belgrano, que en esos momentos tenía sólido
influjo en los congresales, fue convocado para que por sus conocimientos
de los intereses de Europa expusiese sus opiniones sobre el estado
actual, de las ideas que reinan en ella y del concepto que las naciones
se han formado de la revolución de las Provincias Unidas,
así como de las esperanzas que pueden tenerse en cuanto a
obtener su protección.
Belgrano fue claro y explícito
al manifestar que el movimiento de Mayo de 1810 fue visto con simpatía
en Europa pero, que con el correr del tiempo, no ocurría
lo mismo por el continuo estado de anarquía y desorden. Dijo
también que se había producido una mutación
completa en Europa con respecto a las formas de gobierno y que así
como el espíritu general de las naciones había sido
republicanizarlo, ahora se trataba de monarquizarlo todo y que Inglaterra
con su constitución de monarquía daba un ejemplo que
se quería imitar y ya lo habían imitado la Francia
y la Prusia.
Siguiendo su exposición afirmó
que, de acuerdo con estos principios, la forma de gobierno más
conveniente para las Provincias Unidas era la monarquía temperada
y que había que llamar a la dinastía de los incas
por la justicia que en si envuelve la restitución de esta
Casa, tan inicuamente despojada del trono, que esto además
daría firmeza a la independencia que estamos a punto de declarar
y que la sola noticia de la restauración de los incas despertaría
el entusiasmo general de los pueblos del interior.
Belgrano estaba lleno de elocuencia
y de sinceridad. Había un entusiasmo general de todos los
diputados, porque los mismos diputados de Buenos Aires no se animaron
a contradecir, y hasta Anchorena hacía signo de afirmación
con la cabeza, aunque no lo felicitaron a Belgrano como lo hicieron
los demás en medio de grandes abrazos.
Los diputados del Alto Perú
están presos en un entusiasmo incontenible, y lo mismo los
de Catamarca; Sánchez de Loria, Pacheco de Melo y Acevedo
son los que mayor entusiasmo demostraban. En cambio, fray Justo
de Santa María de Oro no parecía muy satisfecho con
la idea.
Apenas terminó la reunión
secreta, se reunieron los diputados de Buenos Aires. Escribieron
en “La Crónica Argentina” varias publicaciones
contra la idea del inca, con la que saben que además de Belgrano
están de acuerdo José de San Martín y Martín
Miguel de Güemes y que son tres hombres muy poderosos que hay
que contrarrestar.
Pero
recién se abocaron a su tratamiento a partir de la sesión
del 12 de julio, oportunidad que el representante de Catamarca,
el Presbítero Manuel
Antonio Acevedo propuso que se eligiera un monarca entre los
descendientes de los incas.
Entre las burlas de los periodistas
de Buenos Aires, refiriéndose al posible soberano inca decían
que “al rey pata sucias habría
que buscarlo en alguna pulpería o taberna del altiplano”
o “que habría sacarlo borracho de alguna chichería”.
Por todos lados se descartaba que el futuro monarca debía
ser un príncipe español o portugués, o francés,
o inglés. Era más patriótico coronar a uno
de América.
Si bien es verdad que a ciencia
cierta que no se encuentra antecedentes de quien podría ser
el posible monarca inca el Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas
en su publicación “Genealogía” (Buenos
Aires, 1966) da cuenta que el investigador doctor Gianello en su
búsqueda señala como presunto candidato a Dionisio
Inca Yupanqui, nacido en el Cuzco; educado en el Seminario de Nobles
de Madrid. Como militar llegó al grado de coronel de un Regimiento
de Dragones habiendo luchado contra los franceses.
Luis Güemes en su obra “Güemes
Documentado” que un escrito procedente de Río de Janeiro,
del 29 de agosto de 1816, expresa que: “La
persona que se supone tiene en vista el Congreso es un oficial del
Ejército Español que actualmente se encuentra en España,
si es que no está en Madrid mismo”. Esta noticia
hace presumir, aunque no confirmar, que este habría sido
el candidato por su elevada posición social y su relevancia
política al representar al Perú en las Cortes de Cádiz.
Todo lo cual demostraría,
como afirma Gianello, que “no hubiera sido merecedor de epítetos
denigrantes que circularon profusamente contra todos los de la “casta
de chocolate” en una campaña para ridiculizar la idea
de la restauración incaica, que, más que en el momento,
con el tiempo dejó una falsa idea del problema del Inca.
A continuación mencionaré
a quienes, sin representar a los diputados de las provincias altoperuanas
y a Salta, se manifestaron abiertamente por la conveniencia de coronar
a un descendiente incaico. Se encontraban, entre otros, el representante
por Tucumán, el Presbítero y doctor en Teología
Ignacio de Thames; el Presbítero Manuel Antonio Acevedo,
de Catamarca, que ofició misa el día que se iniciaron
las sesiones; Tomás Manuel de Anchorena, porteño,
graduado de abogado en Chuquisaca y Fray Justo Santa María
de Oro, representante por San Juan.