Magdalena de Goyechea y la Corte

Por la Dra. Marta de la Cuesta Figueroa

ra hija del Maestre de Campo, don Martín Miguel de Goyechea, Teniente de Gobernador de Jujuy, descendiente de Francisco de Argañaraz y Murguía. A la familia de los Goyechea se les llegó a llamar "los infinitos", porque siempre había uno de ellos en los asuntos que se ventilaban en Jujuy o eran miembros de todas las corporaciones y detentaban el poder de la pequeña ciudad. La madre de doña Magdalena era Ignacia de la Corte y Rosas. eza.

Hacia 1785 alcanzó un desarrollo que convirtió su cuerpo en demasiado pesado, transformándose en una mujer muy corpulenta, lo que se intensificó con el nacimiento de su decena de hijos. Sin embargo, era elegante, y siempre supo manejar el caballo con soltura.

Era mujer fuerte; la compañera del marido, consagrada a éste, vivirá para sus hijos.

Se casa con Gabriel Güemes Montero, español, que en 1777 fue nombrado Tesorero Oficial Real de las Cajas de Jujuy, haciéndose cargo en 1778, contando con el aval o fianza de caracterizados vecinos de Salta, como el Coronel Antonio de Figueroa, el Coronel Adrián Fernández Cornejo, el Maestre de Campo Francisco de Toledo Pimentel, entre otros.

A los 29 años, el 31 de mayo de 1778, recién llegado a Jujuy, contrajo matrimonio con doña Magdalena, de 15 años de edad. El matrimonio tuvo nueve hijos: Juan Manuel, Martín Miguel, Gabriel José, Magdalena, Francisca, José Francisco, Benjamín, Isaac y Napoleón. Sólo el primero, Juan Manuel, nació en Jujuy; los otros lo hicieron en Salta.

El tesorero Güemes murió en Salta en noviembre de 1807, a los 59 años de edad. Abatida por el dolor, a los 44 años, la viuda no renuncia a la vida y se permite una segunda oportunidad, casándose de nuevo, esta vez con el Sargento Mayor José Francisco de Tineo Escobar Castellanos, hijo del que había sido Gobernador del Tucumán y Presidente de la Real Audiencia de Charcas. Este casamiento se realiza en 1809, dos años después de la muerte del primer marido: Magdalena contaba con 46 años. Fueron testigos de esa unión Pedro José Saravia (que después quiso ser su consuegro) y Victorino Solá. Los casó el cura Vicente Arias.

Este matrimonio tuvo un hijo, Cupertino, que murió de niño. Nos asombra la edad de doña Magdalena, porque un embarazo a los 46 años implicaría algún riesgo. Nada dicen las crónicas acerca de la actitud de los hijos Güemes, todos jóvenes de más de 20 años, ante este casamiento.

Cuando don Gabriel de Güemes Montero y doña Magdalena se casaron, él, según consta en su testamento, sólo aportó al matrimonio "la precisa decencia de su persona" y doña Magdalena, cuantiosos bienes que pasaremos a detallar.

Al hacer doña Magdalena testamento, (muere casi centenaria en 1853) aclara tener una deuda de gratitud con su hijo Napoleón, quien durante 18 años la alimentó a su costa, la acompañó en sus amargas soledades, en el infortunio de su larga y penosa vida, por cuyo motivo lo mejoraba con el tercio de sus bienes.

Sus bienes principales son las estancias del Bordo y del Paraíso. También fue dueña de la estancia del Palmar. La casa era la de la escuela Güemes.

Como dice Ricardo Rojas, de acuerdo a un censo de 1779, el hogar de los Güemes Montero era una casa de señores, con servidumbre de indios y de esclavos, entre unos y otros había unos diez.

El testamento de doña Magdalena es un documento sobre el que hay que detenerse, aunque yo sólo revisaré lo esencial. Además de las haciendas se mencionan importantes piezas de plata labrada, ya entregadas a sus hijos, como un servicio de afeitar o una tintorera. También repartió a sus hijos alhajas, zarcillos, sortijas, tembleques, dinero para la educación superior, y diversos adelantos. Fue generosa y respetuosa de la ley. No hizo esperar a sus hijos para la entrega de lo que les correspondía. Y hablando de bienes ¿a quién habría correspondido la biblioteca del Tesorero?. Quizá al primogénito Juan Manuel, que era doctor en leyes.

En lo que respecta a las relaciones de Martín Miguel y su madre, se ha dicho que éste era un excelente hijo, y esto se traduce en el respetuoso amor y consideración que tenía para con su progenitora. No daba comienzo baile alguno de gala, en el cual Güemes no sacara a bailar a su madre el primer minuet de la fiesta.

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