ROMERO GONZÁLEZ
UN GUERRERO DEL NORTE ARGENTINO
DEL AUTOR
LIBROS PUBLICADOS
El Cantar del Crepúsculo. Sonetos. (Bs. As., 1941). Ensueños de Kemal. Sonetos. (Bs. As.,
1942).
Fábregas Mollinedo. El Místico Salteño del Pío Latino. Estudios Históricos. (Bs.
As., 1943).
Romero González. Un Guerrero del Norte. (Bs. As., 1946).
Además es autor de cantidad de folletos, opúsculos,
artículos, etc., sobre temas históricos, educacionales, artísticos,
Iingüisticos, bibliotécnicos, critica literaria, etc.
-----
OBRAS PRÓXIMAS A APARECER
De Coplas y Villancicos. Estudios del Folklore HispanoAmericano.
La Salta del Siglo XVII y el Versificador
Felipe Fernández de Córdoba y Espinosa de los Monteros.
Loores de la Fundación de Salta. Poema en
Tetrastofos. El Solar de los Cantos.
Sonetos.
Senderos y Fontanas. Poesías.
El Señor de la Montaña. Evocación de Monseñor julio Campero y Aráoz. Su vida literaria.
Serrey Resen. Un médico filántropo. La hora de la Montonera
Contribución a la Historia de la Medicina en
Salta. (En colaboración con los
doctores Francisco Javier Arias y Andrés Cornejo y con la Sra. Hortensia
Cornejo de Arias).
Contribución a la Historia Médica en Tucumán. (En colaboración con Zenaida Elena López Colombres). Canciones para
la Niña de Mi País de IrmeL Sonetos.
CARLOS GREGORIO ROMERO SOSA
ROMERO GONZÁLEZ
UN GUERRERO DEL NORTE ARGENTINO
(Vida de santidad y patriotismo)
ASPECTOS DE LA SALTA DE LOS
SIGLOS XVIII Y XIX
Prólogo del Dr. Juan Canter
Catedrático
de la Universidad de Buenos Aires
Hecho el depósito que marca la ley
Imprenta FERRARI Hnos. Bmé. Mitre 3355-65 – Buenos Aires
A la memoria de Monseñor Doctor JOSÉ GREGORIO ROMERO Y JUÁREZ, jerarca de la diócesis de Salta, sacerdote sabio y fervoroso, orador, escritor, historiador, propulsor del movimiento social obrero en la Argentina.y prez del clero nacional. Devoto testimonio de cariñoso afecto a quien reunió los primeros materiales para la biografía de su abuelo, el guerrero.
C. G. R.
S.
A la Rda. Madre MARGARITA MARÍA ROMERO (Religiosa Esclava del Sagrado Corazón de Jesús), única nieta sobreviviente del guerrero. Homenaje de cariño y gratitud.
C. G. R. S. (*)[1]
A mi padre, Don POLICARPO ROMERO nieto del prócer y maestro de generaciones. Homenaje filial a quien me enseñó con su palabra y altos ejemplos.
A mi madre, DÑA. ANA MARÍA SOSA DÁVALOS DE ROMERO que venera la cristiana memoria de su abuelo político.
C. G. R. S.
(De la
Universidad de Buenos Aires)
III- LOS ROMEUR
DE LA CROIX ET SEVIGNE
(Su viaje a
América. El Doctor Ducaré )
IV-
DON FRANÇOIS ROMEUR DE LA CROIX ET SEVIGNE
(Datos
biográficos: Su matrimonio en Salta)
CAPÍTULO II- AÑOS DE FORMACIÓN
I- INFANCIA
Y ESTUDIOS DEL PRÓCER
II- EN EL
COMERCIO Y EN LA INDUSTRIA
III –
DONACIÓN DE TERRENOS PARA UN TEMPLO
CAPÍTULO III- EL PATRIOTA DE MAYO
II- MISIÓN
DE ROMERO EN SAN CARLOS (Salta)
II- EN LAS
BATALLAS DE TUCUMÁN Y SALTA
(Su patricia
esposa. Romero se vincula por parentesco a la familia de Güemes).
I- ROMERO Y
EL GOBIERNO DE GÜEMES
(La
confusión de Cerrillos. Opinión del historiador Escala).
(Una
anécdota de Doña Cesárea de la Corte)
I- LOS
SUCESORES DEL GOBIERNO DE GÜEMES
II- EN LA
GUERRA CON EL IMPERIO DEL BRASIL
(Preparativos.
El poder comercial a Navarro. El Teniente 1.º de Ituzaingó)
I- RETORNO
DE ROMERO A SALTA - SUS ACTIVIDADES
(Cooperador
de “El Colegio de la Independencia”)
(El Diputado a la Sala de Representantes)
(Vida hogareña. Su amigo el
Gral. Alvarado)
II-
SEMBLANZA; MURAL DEL PRÓCER
(Carta del
Dr. Vicente Arias )
SOLICITUD DE
PENSIÓN DE DOÑA EGIDIA ROMERO DE LA CORTE, EN 1898
APUNTES DEL
HISTORIADOR DOCTOR BERNARDO FRÍAS (*)
DE LA OBRA
DEL CAPITÁN DE FRAGATA JACINTO R. YABÉN
TENIENTE
GREGORIO VICTORIANO ROMERO Y GONZÁLEZ.
UN TRABAJO
DE CUARTERO JÁUREGUI
EL TENIENTE
DE LA GUERRA CON EL BRASIL, DON GREGORIO V. ROMERO Y GONZÁLEZ. APUNTE
BIOGRÁFICO
LOS ROMERO,
LOS ARCE Y LOS CENTENO
UNA SALTEÑA
DEL SIGLO PASADO (1)
(Doña
Fortunata de la Corte de Peña ) (*)
Tataranietos
nacidos desde 1944
Tataranietos
políticos desde 1960
DEUDOS
FALLECIDOS DEL GUERRERO
Bisnietos
fallecidos desde 1970
DÑA. MACACHA
GÜEMES Y EL ESPÍRITU “GUEMISTA” EN LAS REVOLUCIONES EN CONTRA DE CORNEJO Y
ARENALES
DiESIGNACIÓN
DE I:A COMISION AD HOC Y OTROS ANTECEDENTES
II- NOTA DE
LA JUNTA DE ESTUDIOS HISTÓRICOS A LOS DESCENDIENTES DEL PRÓCER
III-
RESPUESTA DE LOS DESCENDIENTES A LA JUNTA DE ESTUDIOS HISTÓRICOS
VI-
RESPUESTA DEL SR. CURA PÁRROCO
X- NOTAS
CAMBIADAS ENTRE EL PROFESOR JOSÉ MENDOZA Y LA COMISIÓN AD-HOC
XI- DE LA
COMISIÓN AD-HOC AL SEÑOR CURA PÁRROCO DE LA IGLESIA DE NUESTRA SEÑORA DE LA
VIÑA
APÉNDICE XVII- ADHESIONES RECIBIDAS
TEXTO DE
ALGUNAS DE LAS ADHESIONES
(Telegrama
del Dr. Adolfo Güemes, ex Gobernador de Salta).
(Telégrama
del cronista Francisco Centeno ).
(Del
Director del Museo Histórico de Luján, Dr. Enrique Udaondo.
(Del después
Presidente de la Sociedad de Historia Argentina, Dr. Abel Chaneton).
(De Monseñor
Bernabé Piedrabuena ).
(Telegrama
del Dr. José Ignacio Iriarte ).
(Telegrama
del Diplomático argentino Dr. Enrique Loudet ).
(Telegrama
del Tte. Coronel Arturo Malmierca, de la Academia Americana de la Historia).
(Carta del
Obispo Monseñor Bernabé Piedrabuena- Tucumán 25 de octubre de 1938).
(Telegrama
del Sr. Emilio F. Cornejo).
(Otra
adhesión telegráfica del Sr. Centeno).
(Carta del
Coronel Carlos Smith. -- Buenos Aires, noviembre 2 de 1938).
APÉNDICE XVIII- UNA OMISIÓN
INCALIFICABLE
APÉNDICE XIX – EL TENIENTE ROMERO.
SU AMISTAD CON EL GENERAL FRÍAS
SALTA
RECORDARÁ A SU HIJO PRÓCER, EL TENIENTE GENERAL DON EUSTOQUIO FRÍAS
Un reportaje
al Dr. Vicente Arias
CELEBRADA EN
SALTA, EN OCTUBRE DEL AÑO 1938.
(El nombre
del guerrero Romera González en el monumento al Gral. Güemes, en Salta).
La Primera
Reunión de Historia del Norte Argentino,
Sin reparo, puede afirmarse que, de toda la obra de Carlos Gregorio Romero Sosa, trasciende la jerarquía concedida por el talento, la educación, el empeño, la cultura y una pluma ágil, de gran claridad expositiva. En ella los densos trabajos históricos se engarzan con los literarios; dos libros de versos y, además, cinco opúsculos de poesías, aumentan el caudal que ofrece su labor copiosa (1).[3]
Sin afectación, con su característico acento provinciano, asoma Romero por bibliotecas y repositorios. Vieja estirpe, herencia pesada, rancia y patricia en la cual se conjugan la guerra, la clerecía, la historia y la poética. Danza extraña que lo envuelve e impulsa a su pluma libre y precisa, conduciendo al escritor, al lírico y al crítico. He aquí un resumen de la obra ponderable de este joven publicista: dos monografías sobre temas educacionales; cuatro notas sobre arte pictórico, aparte de algunas críticas pictóricas; siete trabajos de lingüística y filología, varios de los cuales aparecieron en el Boletín de la Academia Argentina de Letras, siete opúsculos de crítica literaria; veintisiete trabajos de estudio y bibliografía de letras y artes, incluyendo folklore, orientalismo y crítica literaria; un. libro, veinticinco folletos y ciento setenta estudios históricos, cuyos pie de imprenta y colofones comprenden los años 1935 a 1945 (2)[4]. Actualmente tiene ya terminado y en vías de publicación, un libro intitulado: La Salta del siglo XVII y el verisificador Don Felipe de Córdoba y Espinosa (3)[5]. Otro de los importantes trabajos, que tiene presto a ser publicado, se intitula: El Señor de la Montaña, ensayo de reconstrucción bio-, bibliográfica sobre Monseñor Julio Campero y Aráoz (4)[6].
Debemos confesar que la historia de Salta ha sido ennoblecida por Romero Sosa, ganando en exactitud, mediante un repertorio de verdades. Irreverente para la vieja escuela histórica salteña, promovió la perfección de los métodos y, desprovisto de prejuicios, ha realizado una verdadera revisión del pasado de su provincia. Se nos alcanza, sobradamente, que la opulencia de sus conocimientos, rectificando divulgadas especies y depurando arraigadas tradiciones, despertaron la agresión que todo renovador está destinado a engendrar y a sufrir. Pero, es inútil que los impotentes se esfuercen en fruncir el ceño y en hostigar a Romero Sosa. Sin mirar hacia atrás y siempre jovial, prosigue su tarea; indaga, descifra, devela, despeja incógnitas, impugna, rectifica y, con tenacidad y sacrificio, abre nuevos horizontes a la historia de Salta. Ha pasado su vida estudiando, inclinado sobre la mesa de trabajo. Su existencia ha transcurrido entre su provincia y la Capital, aunque un tanto andariego, y en la prosecución de sus estudios ha recorrido casi todo el país.
Las dos grandes realidades que integran la historia de Salta han sido siempre, a mis ojos, la proximidad fronteriza y el carácter señoril de su sociedad rígida, arrellanada y complacida de su situación predominante. A merced de las invasiones realistas durante la guerra de la independencia, subordinada a un comercio desarrollado en el linde de su territorio; luego con el enemigo político emigrado, constantemente a su puerta, Salta desarrolla su historia, con los ojos puestos en el altiplano enemigo que es, al propio tiempo, su mercado esencial. Resiste y accede, se yergue y transa, sometida a un círculo de repetición a manera de zodíaco, de un ritmo histórico muy pocas veces comprendido. Acaece así una fórmula constante, idéntica y poco evolutiva, de un extraño fatalismo histórico. Pero, esa misma imposición, traza el límite norteño y el del país, tornándose Salta en el baluarte de la defensa. La lucha civil en aquella provincia, se convierte en agresión de familias, de apellidos y de rencores. Todo ello transcurre de esa manera, hasta el reinado decisivo de la imposición constitucional, para desplazarse después en la contienda del comicio y en el desenvolvimiento del progreso. Muchas veces hemos comentado con Romero Sosa, la necesidad de una mayor comprensión de la historia de Salta. Sólo así podrían ser explicados los problemas que encierra la guerra gaucha y su eficiencia bélica, apartando ciertas apariencias que se interponen y engendran una concepción vana y falsa. Ella ha obscurecido la realidad existente en la lucha entre Güemes y Olañeta, impidiendo apreciar las tonalidades de las diferentes invasiones realistas y sus respectivos itinerarios (5)[7].
Las lápidas de las tumbas, con sus epitafios, sus caracteres escriturarios y sus inscripciones grabadas por el buril, perduraban las pasiones y regían el pasado de Salta. Se creó así una terca conciencia histórica, teologal, esclavizada, reclusa e impenetrable, que encarnaba una verdad permanente, como asimismo una muralla a todo revisionismo. Era necesario demoler para buscar, bajo los escombros, viejas huellas, algunas borradas por la acción del tiempo y otras enmudecidas por la destrucción intencional. Fue así, como resultado de una briosa reacción y una imperiosa exigencia, que se produjo una corriente favorable a lo que podríamos llamar la nueva escuela histórica. Fue iniciada por el decano de los historiadores salteños, el alumno preferido de Lucio Vicente López, Doctor Vicente Arias, quien, si bien amigo, condiscípulo y aun admirador de Bernardo Frías, no aceptó las conclusiones de su Historia de Güemes y de la provincia de Salta, cuya valoración, por mi parte, consideré en una de mis obras (6)[8]. Arias, descendiente del altivo Arias Velázquez, el ministro de Güemes fustigado por Frías, formó discípulos como Romero Sosa, a quien orientó en sus pasos iniciales, en aquellos tiempos, durante las cuales, éste mantuvo su primera polémica histórica (7)[9]. Puede afirmarse, que tal deseo de renovación de métodos históricos de no admitir reparos, ni reservas en la investigación, de arraigar el empleo de la crítica y de tratar una precisión rigurosa, se inició en el seno de la Junta de Estudios Históricos de la Unión Salteña, cuyos miembros fueron, además de Arias y Romero, el tradicionalista Don José Dión Soliverez ; el director del Museo Provincial de Fomento Agropecuario, Don Christian Nelson ; el chileno Doctor Carlos Reyes Gajardo, el Doctor Arturo S. Torino, Don Santiago Salinas, el Doctor Elio Alderete, el capitán Ramón S. Escala, el canónigo Josué Gorriti, el Doctor Carlos Serrey, el Doctor David Saravia Castro, el ingeniero Rafael P. Sosa, el ingeniero Víctor Zambrano, el señor Policarpo Romero, el Doctor Carlos A. Saravia Usandivaras, el R. P. Fray Rafael Gobelli, el señor Rafael R. Gómez, el Doctor Antonio Álvarez Tamayo, el R. P. Doctor Leandro Fernández Arregui, el señor Carlos Napoleón Benedicto, el teniente coronel Pedro C. Podestá, el boliviano Doctor Agustín Rojas, aparte de otros estudiosos. La junta formaba un núcleo compacto con estas personas y con otras menos asiduas. El Doctor Atilio Cornejo también pertenecía a ella y hasta obsequió una suma de dinero para la impresión de los diplomas de los miembros; pero, en realidad, no se mostraba adicto a las orientaciones que se le imprimían. Los más decididos en la revisión histórica eran Romero, Alderete, Escala y Benedicto, este último llamado dentro de la junta “el Benjamín”, por ser el más joven. Por su parte, Romero, encontraba estímulo y apoyo en la mayoría del grupo, pero, los que más le incitaban al revisionismo eran aquellos dos ex magistrados salteños, hombres graves y doctos: Vicente Arias y Arturo S. Torino, de tendencias unitarias, el primero, y federales, el segundo. Con tales maestros y con la doble tradición familiar de Romero: revolucionaria y realista, federal y unitaria, urquicista y mitrista, liberal y reaccionaria, adquirió la imparcialidad en el juicio, necesaria para poder escribir una historia veraz y perdurable (8)[10].
Esta preocupación de Romero Sosa no era nueva, ni improvisada. La venía sosteniendo ya desde la época en la cual fundó, con Reyes Gajardo, y por aliento espiritual de Vicente Arias, Monseñor Campero y Alberto Álvarez Tamayo, la sociedad “Amigos de la Historia”, formadora de su vocación. Desde esa entidad juvenil, Romero sostenía, en 1934, la necesidad de recorrer la campaña salteña y, sobre todo, los viejos pueblos del Valle Calchaquí, en busca de tradiciones y documentos que complementaran el cuadro histórico del pasado salteño. Por eso inició sus viajes por todo el territorio de la provincia de Salta, divulgando en conferencias los propósitos de la Sociedad de Fomento “Unión Salteña”, fundada por Agustín Usandivaras y Christián Nelson en 1915, y del Museo de Fomento de Salta, obra plausible del propio Nelson. Inició Romero esas conferencias en 1934, en los departamentos salteños de La Viña y Guachipas, colaborando al progreso de las bibliotecas populares de la zona. Siguió su tarea en el Rosario de Lerma y, por fin, en el corazón mismo del Valle Calchaquí, cuna de sus antecesores, en donde, también, realizó sus primeras investigaciones arqueológicas: las tendientes a establecer la posible ubicación de la ciudad prehistórica de Chicoana, la cual, a estar por sus deducciones, hubiese tenido su asiento en Peña Bola de la Laguna, en el Brealito, de Seclantás (Dep. de Molinos), relativamente cerca del hipotético lugar en el que la situó Levillier. Profesaba Romero desde muy joven, pues, la tendencia revisionista de la historia, tendencia que condujo, ahincadamente, a la Junta de Estudios Históricos de Salta, por él también constituida. En efecto, si bien no lo señalaban sus estatutos, la junta propiciaba la reforma integral de la historia escrita de la provincia, según se ve por los términos de una carta de Romero Sosa a Reyes Gajardo, cuyo borrador hemos tenido a la viSta. He aquí los términos que nos interesan de la misma:
el estudio total de la historia de Salta, agotando no sólo la información bibliográfica, sino también los repositorios de papeles públicos y privados; la destrucción de prejuicios localistas y el obsecuente espíritu de enaltecer a todo trance a un escaso número de figuras, dejando a muchas, tanto o más importantes que aquéllas, en injustificado olvido; rever y rehacer importantes momentos de la historia provinciana, rectificando a Frías; hacer un culto de la verdad, aunque ella fuese amarga e hiriera intereses familiares, demasiado apegados a creer en lo puro e inmaculado de sus antecesores; interpretar a los hombres con sus pasiones y aun con sus defectos físicos y morales, sin ocultamientos contraproducentes; destruir la leyenda creada por el “unitarismo” y sus derivados, en cuanto tiene de leyenda; estudiar serenamente, a los hombres del “federalismo” en el norte, apartándose, por cierto, de toda connivencia con ideologías actuales: en una palabra, procurar el jus sum quiques tribueri, enseñado por el derecho romano (9)[11].
Como urgiera la realización del plan de revisión, aunque fuera en parte, y con el fin de conducirlo con espíritu crítico, el capitán Escala y Romero Sosa, iniciaron los trabajos en 1937. Investigaron, con toda.prolijidad, el desorganizado Archivo de Salta. Hallaron allí piezas sin clasificar y ni siquiera mencionadas por quienes trataron de suministrar un resumen de dicho repositorio (10)[12]. Entre aquellas piezas se encontró una curiosa documentación relativa a las invasiones inglesas y probatoria de la contribución de Salta a la defensa de Buenos Aires. Las piezas referidas fueron estudiadas por los mencionados investigadores, quienes las reunieron en tres gruesas carpetas, bajo la vigilancia del jefe del Archivo, Doctor Oscar San Millán. El capitán Escala transcribió gran parte de los materiales, trabajando sobre ellos hasta mediados de 1939. Se proponía publicar un libro, prologado por su colega Romero Sosa. Sin embargo, posteriormente, a fines de 1940, cierto funcionario del archivo de Salta, pretendió adjudicarse arbitrariamente el hallazgo, sin referirse a los estudiosos que con su trabajo paciente habían encontrado y aun clasificado la documentación (11)[13]. El plan de revisionismo histórico sólo pudo cumplirse parcialmente, pero se logró investigar en ciertos archivos privados, como los de Alberto Alvarez Tamayo, Lucio Matorras, Miguel Gorriti, Nolasco Arias Fleming, Zenón Arias Royo, Calixto Linares Fowlis, María Torres Frías, Monseñor José Gregorio Romero y Juárez ; del que fue de la familia Dávalos, hoy en poder de Romero Sosa; del de Juan de Dios Serrano, en San Carlos ; del que había pertenecido al gobernador José María Todd y que se encontraba en poder de la señora Manuela González, en la ciudad de Salta, etc., archivos, todos ellos, que habían permanecido cerrados y en donde la historia de la provincia, agazapada, ocultaba una serie de procesos. Quebrantando su secreto se convirtieron en fuentes novedosas para ser citados, en forma repetida, por los revisionistas salteños.
Fruto de ese movimiento de renovación de métodos, fueron también los estudios de Romero Sosa y de Escala, en torno de la figura de Estanislao López (12)[14].
Por su parte, Nelson condujo a cabo un gran aporte a la historia económica argentina, mediante una monografía singular, en su género, dentro de las preferencias de la historiografía salteña (13)[15]. Romero Sosa, por medio de estudios documentados sobre la personalidad de José Ignacio de Gorriti, lo situó en un plano paralelo al de Güemes, a pesar que los panegiristas del último habían tratado de empequeñecerlo. Las publicaciones de documentos y referencias de Reyes Gajardo sobre Güemes, fueron objeto de hondas críticas, debiendo Romero Sosa escribir una defensa del investigador (14)[16]. Anteriormente, dentro de la misma tendencia, el canónigo Josué Gorriti clarificó algunos acontecimientos locales, como los relativos a la revolución salteña, contra el gobernador Arenales (15)[17]. Los hombres renovadores prosiguieron su tarea siguiendo sólo en parte la huella abierta por Atilio Cornejo, en sus Apuntes históricos, con la preferente orientación de dar a conocer vidas desconocidas, ya fueran de revolucionarios o de realistas, ya de federales o de unitarios. He aquí un aspecto encomiable de los trabajos de Cornejo, como lo demuestran sus estudios sobre los dos Isasmendi, Archondo y Arias Velázquez, sobre cuyas personalidades Frías había mostrado su pasión y encono. Pero, conviene agregar que Cornejo, por su parte, se mostró asimismo parcial al tratar la figura de Arias Velázquez, mostrando un exceso que podríamos acusar de “gurruchaguista” (16)[18]. Mas no cabe duda alguna, que quien produce una verdadera transmutación en la forma de encarar los estudios históricos en Salta es Carlos Gregorio Romero Sosa (17)[19].
Su espíritu crítico agudizado, le apartaba de todo consentimiento. Vivía resentido, desambientado y en permanente contradicción. Para muchos de sus comprovincianos, era un inadaptado; para otros, merecía el calificatívo de renegado de las tradiciones. En el fondo era una lucha del tiempo estático con las corrientes renovadoras. He ahí el origen de sus alegatos contra los métodos anticuados, las imposiciones lugareñas, los simulacros y los pretendidos ensayos desprovistos de sustancia. Luchaba en procura de una auténtica y sincera verdad. Así se explica que aparezca siempre blandiendo la crítica, percibiendo el error, o pregonando la protesta contra una historia envilecida, que proyectaba los conflictos de familia, el odio heredado de aldea, la dimensión estrecha, la reconstrucción falsa sin revisionismo alguno del pretérito salteño. La vieja Salta, aferrada al terruño, se resistía a comprenderlo, sin apreciar que después habría de acoger los frutos de su trabajo y la manera de encarar los estudios del pasado, acotando la historia particular de Salta, a la historia general del país. Comprendía Romero que no era posible concebir el estudio de un pretérito provinciano, sin una perspectiva nacional. Apreciaba que la historia cultivada por los hombres del interior, se consumaba siempre en una crónica. Aun ahora algunos. reaccionarios pretenden insinuar una rebeldía, pero se trata de pujos superfluos de los que aun no se resignan a entregarse al dominio inexorable de la exactitud.
El estudioso no vaciló y ofreciendo un ejemplo de excepción, mostró los errores de sus propios antepasados y de sus parientes próximos, como ocurrió en el caso del gobernador Manuel Antonio Saravia (18)[20]. A raíz de ello, en 1938, se suscitó una enojosa polémica, mediante la cual Romero Sosa pronunció la palabra labra definitiva (19)[21]. Su gesto, su sinceridad y sus desvelos merecieron la consagración de un ponderable e imparcial estudioso salteño. Fue el Doctor David Saravia Castro, presidente de la Suprema Corte de justicia de Salta, quien en un discurso[22] pronunciado en el banquete de despedida tributado a Romero Sosa, con motivo de su traslado definitivo a Buenos Aires„ lo calificó de “ejemplar revisionista y Honorable Caballero de la Historia” (20)[23].
Un trabajo de Romero Sosa que hubiera sido muy útil a Probst, a Chaneton, a Furlong y a otros estudiosos de la historia de la enseñanza colonial, es el titulado: El clero de Salta, su acción cultural en la instrucción pública (21)[24]. Allí se aportan datos novedosos a los ya conocidos de Trelles, Toscano, Cabrera, etc., a propósito del tema referido. Romero ha estudiado sobre documentos desconocidos, pertenecientes al Archivo General de la Provincia de Salta y que existían en la Sección judicial, correspondiente al año de 1656. Por medio de dicha investigación, pudo conocerse la existencia de ignorados educacionistas, como Fray José González Rivera y el clérigo Pedro Renteiro, primeros maestros de la juventud del norte. Concurriendo a otros archivos salteños, logró igualmente aportar datos curiosos relativos a la Escuela de Filosofía, fundada en Salta, en 1799, por el canónigo Manuel Antonio Acevedo y Torino, dando informaciones, asimismo, de las escuelas del padre Juan Bautista Villada y de la del convento de San Francisco, regida por Fray Pantaleón Benítez; del Colegio de la Independencia, como también de la escuela de los Mercedarios y de la del canónigo Pascual Arze, de quien publica un ensayo biográfico. Al propio tiempo, Romero Sosa aludió al Seminario de Salta y anticipó varios esbozos escolares en la campaña de dicha provincia. No obstante la importancia del trabajo, extraña el desconocimiento que se tiene del mismo, pues destaca netamente la influencia que la cupo a la Iglesia en la cultura salteña. El estudio fue presentado al Primer Congreso de Educación, celebrado en San Juan, en septiembre de 1938. Sin duda alguna, ese trabajo hubiera ofrecido grandes ventajas a Furlong para ensayar, con mayores recursos, su réplica a Chaneton y a Probst (22)[25]. Desgraciadamente, dicho autor persiste, con reiteración, en desconocer la obra de Romero Sosa, como puede apreciarse tambiérren su conferencia sobre La enseñanza primaria en el Río de la Plata con anterioridad a 1810, pronunciada en la sesión pública celebrada por la Academia Nacional de la Historia, el 15 de julio de 1944 (23)[26]. Como es conocido, dicha disertación de Furlong mereció las atinadas observaciones de Probst (24)[27]. Hasta en el mismo diario El Pueblo, en un serio comentario a un reciente libro del historiador jesuita sobre Bibliotecas Argentinas, se señalaban en forma velada, las omisiones en que incurría, recordándose el trabajo de Romero Sosa, sobre la acción cultural del clero salteño, trabajo que se equiparaba a los de Probst y a los de. Chaneton (25)[28]. Estas investigaciones sirvieron al joven historiador salteño, como bases para un capítulo de su libro sobre Fábregas Mollinedo.
En su libro sobre Fábregas Mollinedo, aquel símbolo del misticismo salteño, relata una época y muestra el clima de la Salta tranquila de los viejos conventos.
Estudia, asimismo, la construcción de la iglesia catedral y la instrucción pública en dicha provincia, a través de la Escuela de la Patria, de Mariano Cabezón, como también, del Colegio de la Independencia, del sacerdote Bailón (26)[29]. Agota la investigación, exhuma papeles y se nos presenta, no sólo como un historiador, sino también como un genealogista consumado. Agrega, asimismo, informaciones sobre los bibliófilos Juan Martín Leguizamón, Gregorio Beche y Pascual Arce y Zelarayán. Toda la obra muestra una información plena y novedosa, sobre todo cuando se dedica a describir los orígenes del Pío Latino de Roma, fundado a iniciativa del sacerdote Monseñor Eyzaguirre y Portales. Sitúa al clérigo salteño en la Ciudad Eterna en la cual moriría cuando terminaba de ordenarse en el Pío Latino, en donde fue uno de los más distinguidos alumnos (27)[30].
La monografía sobre El Doctor Juan Manuel Güemes, le sirve para mostrar la figura desconocida de ese hombre civil, que descolló como orador y jurisconsulto y que llegó a ocupar los cargos de teniente gobernador de Jujuy y de presidente de la Cámara judicial de Salta. Dicho ensayo es no sólo una contribución a diferentes aspectos de la historia del norte argentino, sino también un gran aporte para el conocimiento de las tendencias monárquicas que se debatían en el Congreso de Tucumán (28)[31].
Uno de los estudios de Romero que considero más interesantes, es su primera conferencia en la Cátedra de la Historia de la Medicina. Se trata de una disertación intitulada: Tres médicos coloniales en Salta: Míln, Redhead y Castellanos (29)[32]. Romero, el mejor conocedor de la bibliografía salteña, expresó a manera de introducción, que no existía siquiera un esbozo de una historia integral de la medicina en Salta. Recordó los datos biográficos de algunos médicos que Francisco Centeno publicara en sus Virutas Históricas, como asimismo ciertas contribuciones y trabajos fragmentarios del Doctor Julio Mendioroz: Historia y censo de la lepra en Salta y El folklore médico del noroeste argentino, como también El cólera morbus en Molinos y Seclantas, por el Doctor Carlos Reyes Gajardo. A su vez Romero, había anticipado otros dos estudios fragmentarios sobre Mandoutti y Oster en el Folklore médico del norte argentino (30)[33]. Romero denunció en la introducción de su conferencia, el proyecto de escribir una historia de la medicina en Salta, seguida de un apéndice sobre la historia de la asistencia social en la misma provincia.
En su conferencia, aludió a Nicolás Jacques, estudiando, asimismo, al curandero salteño Luis de Nóblega o Nóbrega y a sus andanzas en San Juan. Dio datos interesantes sobre la medicina indígena en Salta; el empirismo y la falta de médicos en Salta en 1777. Después de referirse al proto médico Ochoa, adujo algunas reflexiones, basándose en los datos de Atilio Cornejo y de mi dilecto amigo el Doctor Juan R. Beltrán, a propósito de la posibilidad de que un cirujano Corvera, que actuara en Salta, fuera el mismo teniente protomédico Antonio Corbella. Expuso Romero la actuación del farmacéutico José María Todd y la del médico sajón Roberto Martín Miln, conocido en Salta con el nombre de Doctor Miller. Se refirió a la vinculación del mismo a la arraigada sociedad salteña, por medio de su unión con doña Josefa Soler y Torres. El joven conferencista debió investigar hondo en los archivos de Salta para lograr la copiosa información novedosa, que luce en todo el trabajo, y de la que hace gala.
Ya en 1936, el joven historiógrafo debió sostener una polémica en la prensa salteña,. en torno de las personalidades de Tood y Miln. Como acertadamente lo señala Romero, el farmacéutico Todd se unió a María Tomasa de la Trinidad Toledo Pimentel y Alba, de cuyo matrimonio nació el guerrero José María Todd, que llegó a ocupar el gobierno de Salta. La versación de Romero sobre la personalidad del Doctor Joseph Redhead es verdaderamente sorprendente. Alardea no sólo de su conocimiento de las archivos de las provincias del norte, sino también de una copiosa bibliografía, mostrando su excepcional erudición. Nos ofrece, así, una serie de aspectos ignorados de la vida del galeno escocés Redhead, a quien Mario Belgrano, por error, denomina “americano”, en la significación de norteamericano.
Rectifica asimismo a Mitre, sobre la fecha de llegada de Redhead y su viaje hacia el norte. Para sus conclusiones, realizó un estudio cronológico y consultó las acotaciones de Juan María Gutiérrez al estudio de Redhead, intitulado: Memoria sobre la dilatación progresiva del aire atmosférico, que fue publicada en 1819. El perfil del simpar galeno asoma en el estudio de Romero, con toda exactitud, mostrándolo ensimismado en la botánica y en la teratología. Sostuvo que Redhead sobresalía como clínico y obstétrico; agregó que vivía afanado por lograr la preparación de los medicamentos en forma familiar, y que, precisamente por ello, fueron pasando, después, de mano en mano “convirtiéndose en un código de medicina popular”. Son curiosas las noticias recogidas, por tradición, sobre las preocupaciones de Redhead contra las infecciones y sobre sus originales métodos empleados, que lo convirtieron en un precurSor ”del método de la pasteurización”. A pesar del tiempo limitado, formuló, finalmente, una serie de consideraciones sobre la personalidad del Doctor Antonio Castellanos Saravia, aquel médico de vieja alcurnia salteña, que supo sacrificarse por sus semejantes, actuando en la guerra de la independencia.
Romero, buen conocedor de nuestro pasado integral, es un especialista de la historia del noroeste argentino y preferentemente de la de Salta. Consecuente con ello, ha realizado estudios de las personalidades más destacadas de su provincia, Su producción cuenta con numerosos estudios y monografías sobre Güemes y José Ignacio Gorriti (31)[34]. Asimismo, se ha dedicado a mostrar algunos valores representativos en la cultura salteña, como a Juan Martín de Leguizamón (32)[35]. Se ha interesado, también, por las figuras de Mitre y Alberdi. Sobre el primero, cuenta con un interesantísimo estudio, que aun no ha recibido la valoración que le correspondía. Muchos autores que se ocuparon de Mitre, en estos últimos años, han omitido, con extraña ligereza, este importante estudio de Romero (33)[36]. Además, en su elocuente y erudita conferencia sobre Anselmo Rojo, pronunciada en el Instituto Popular de Conferencias, aludió al general Mitre y a su política de pacificación (34)[37]. La figura y la labor historiográfica del correntino Manuel F. Mantilla, fue para él, objeto de intensos estudios, denunciados en su erudita conferencia: La labor historiográfica de Mantilla, pronunciada en el Ateneo Popular de la Boca.
También se ha ocupado de las figuras y de la obra de Manuel Ricardo Trelles, Pablo Cabrera, Manuel Pena y Corte y Víctor J. Arias, arqueólogo salteño, este último, fallecido en su provincia y verdadero descubridor de la cultura antigua llamada de La Candelaria, estudiada más tarde por Ryden (35)[38]. Y, ya que hemos puntualizado este trabajo de Romero Sosa, conviene señalar que es autor de varios estudios sobre arqueología de Salta (36)[39].
Ha escrito, además, varias semblanzas sobre otras figuras norteñas desconocidas u olvidadas, como, por ejemplo: las de Serapión José de Arteaga y Jorge Torino de Viana. Receloso, estudia y desvanece las patrañas zurcidas por la tradición familiar, descubriendo la faz verdadera de la historia de Salta. Fija y diseña el perfil de aquellos hombres hicieron la historia de su provincia, mostrando sus preocupaciones, afanes, melancolías y desengaños o exhibiendo los hechos magníficos, los ademanes soberbios y los gestos adustos.
Romero SOSA es un historiador original, buen buceador de archivos y lector infatigable de fuentes. Se comprueba lo que afirmo, en las vidas y diferentes aspectos de la historia de Salta, a los cuales he aludido anteriormente y que eran ignorados hasta hoy (37)[40].
Merece recordarse, a este respecto, un estudio sobre el origen de la policía de Salta, inspirado en los trabajos de Francisco L. Romay sobre la historia de la policía porteña. Nadie había rozado siquiera el tema, hasta que Romero Sosa pronunció su conferencia en la Sociedad Argentina de Criminología, el 13 de septiembre de 1944. Allí fue donde expuso, con indignación y repudio de ciertos ambientes: “No existe hasta hoy en la historia de Salta, ni siquiera el más somero resumen en torno al tema de la historia de su policía. La ignorancia, la improvisación y el repudiable sistema de los meros repetidores han sido las causas de esta gran laguna” (38)[41].
Es, innegablemente, Romero Sosa, un agudo crítico, manifestado en numerosos comentarios de que es autor. Como posee un conocimiento integral de la historia, sabe determinar y establecer faltas, desaciertos y omisiones. Acaso merezca citarse, como ejemplo, su examen de la obra de Ricardo Levene, intitulada “La Academia; de jurisprudencia y la vida de su fundador Manuel Antonio de Castro”. Romero Sosa valora la obra, destacando su importancia, pero señalando algunas omisiones bibliográficas. He aquí textualmente las propias expresiones de Romero Sosa: “Sobre el Doctor Manuel Antonio de Castro habla sólo monografías escuetas. Levene cita las de Juan María Gutiérrez, Dalmacio Vélez Sársfield, Carlos Correa Luna, Abel Chaneton, Ibáñez Frocham, Udaondo y Yaben, sin aludir a las referencias bio-bibliográficas de Juan Cánter, en La. Imprenta de los Niños Expósitos; de Miguel Solá, en La imprenta en Salta; de Frías, en la Historia de Güemes; de Arturo B. Carranza, en La cuestión Capital de la República; de Manuel Selva, en la Bibliografía General Argentina, etc.” (39)[42]. Levene reconoció justificadas las observaciones expuestas en el “documentado artículo” de Romero Sosa y así lo expresó en una esquela autógrafa, que tuvimos a la vista (40)[43]. Las omisiones reiteradas de mi distinguido amigo y colega, el Doctor Levene, pueden ser apreciadas, aún en forma más acentuada, en una de sus últimas publicaciones (41)[44].
Acuciado Romero por una gran curiosidad, indagó en diferentes fuentes para apreciar cómo era festejada la Navidad en la Colonia, que algunos caprichosamente la habían considerado una festividad sin importancia. Romero Sosa, firme en sus propósitos, consultó la bibliografía y los archivos provinciales, obteniendo datos de gran importancia, que lo condujeron a establecer la filiación hispánica de todo el villancico disperso por tierras de América y al arraigo religioso y social de las fiestas navideñas. El fruto de sus investigaciones, formará un libro próximo a editarse, con el título: De coplas y villancicos, estudios del folklore hispanoamericano. De dicho libro adelantó algunos capítulos en varias conferencias pronunciadas en Córdoba y en Buenos Aires, durante los años 1943 y 1944.
Ha procurado Romero sosa, permanecer fiel al plan del revisionismo histórico, cuya corriente en Salta había propulsado. Trató temas de arqueología, de folklore, de toponimia; de lexicología provinciana; de historia médica, social, religiosa y política; de arte, de estadística, y, en fin, de bibliografía historiográfica local. Estudió vidas, sucesos y épocas de la existencia provinciana. Las figuras de los gobernadores ; y obispos del Tucumán, fueron objeto de sus trabajos, como lo prueban los realizados sobre Lerma y el obispo Victoria (42)[45].
Le interesó, asimismo, la vida espiritual salteña, no sólo de la colonia, sino también de épocas aun más recientes (43)[46]. Trazó genealogías de las familias troncales de aquella sociedad y, con biografías, nos dio la reconstrucción de la existencia de guerreros, sacerdotes y hombres de pensamiento. Esta labor amplia, cumplida por el joven historiador salteño, le ha deparado amplias satisfacciones. El Consejo Directivo de la Universidad Nacional de Tucumán lo designó Miembro del Instituto de Historia, Lingüística y Folklore, de aquella casa de estudios, que fue prestigiada por Juan B. Terán y Ricardo Jaimes Freyre. El Ateneo de Historia de la Medicina, de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires, lo incorporó, también, como miembro correspondiente.
En mayo de 1943, la Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos (sic), lo designó Director Honorario del Museo Histórico Nacional Regional del Cabildo de Salta, creado por ley nacional N.° 12.345, artículo 170, de acuerdo a un proyecto presentado por el senador Doctor Carlos Serrey (44)[47]. La paternidad del proyecto de creación de dicho museo corresponde, exclusivamente, al Doctor Serrey (45)[48]. Romero, con anterioridad, había confeccionado y prologado el Catálogo de la Exposición de Antigüedades Salteñas, expuestas en el Cabildo de Salta, en septiembre de 1942, bajo el auspicio de la misma Comisión Nacional de Museos (46)[49]. Fue lamentable que, por una serie de tristes episodios y excesiva obsecuencia, enojosa de reseñar, la realización del proyecto de organización del Museo Nacional del Cabildo de Salta fuera malograda. Así perdió el patrimonio nacional, un museo valioso, que la provincia no podía formar por razones económicas. Romero Sosa, a fin de salvar su responsabilidad ante su provincia natal, denunció dichos hechos al Ministerio de Justicia e Instrucción Pública. La última palabra sobre el triste episodio, la expuso el propio autor del proyecto de creación del Museo, Doctor Carlos Serrey, en una carta a Romero Sosa (47)[50].
Por último, cuadra señalar que con motivo de la designación del autor de Fábregas Mollinedo para ocupar la dirección honoraria del Museo Nacional del Cabildo de Salta, le fue tributada en Buenos Aires una demostración ofrecida por su invariable amigo, el poeta Domingo V. Gallardo, quien comenzó su discurso en esta poética y evocativa forma:
Hasta esa Salta que es un país de muñecas, con sus casitas envueltas en celofán, a los pies del Cerro de San Bernardo, habrá de volver este mágico de ensueños, imaginero del verso, erudito de la historia, amable narrador de vidas y hechos del ayer; sutil y penetrante crítico de letras y artes: Don Carlos Gregorio Romero Sosa. Lo espera el torreón del Cabildo; sus salas barrocas, sus salas en las que antaño cruzaron los alcaldes de pelucones y los capitanes de entorchados. Lo espera todo ese ambiente histórico: a él, descendiente de Cabildantes y gobernadores de la Colonia, entre estos últimos, su bisabuelo materno, Don Severo de Izazmendi y Echalar, postrer gobernante realista en la Salta del año X.
En el presente libro, Romero Sosa se ocupa de otro antepasado suyo. No se trata ya del realista Izazmendi, sino de un soldado de la patria; ya no es un encomendero terco, sino un pacífico industrial y comerciante, hombre maduro cuando llegaron a Salta los vientos de la revolución. Su héroe,. lleva su propio nombre. Es Don Gregorio Romero González, un guerrero del Norte cuya vida de santidad y patriotismo aparece relatada por su bisnieto.
Ampliado y corregido, más sistematizado, ha adoptado el presente estudio de Romero la forma de un libro, después de haber sido un opúsculo (48)[51]. La nueva publicación constituye un renovado homenaje a la figura patricia de Gregorio Romero González. Su biografía ha proporcionado a su autor ancha tela para cortar y aderezar vastos adornos de agregados y disquisiciones. Guarda el libro un encanto y cierto misterio que atraen.
Juan Pablo Arias inició las investigaciones sobre la personalidad de Romero González, seguidas por las del virtuoso obispo Romero, el canónigo Clodomiro Arce, el Doctor Vicente Arias y el sacerdote Telesforo Murguzur. Se contaba, además, con las disertaciones de Reyes Gajardo y la oración de Fernández Arregui. Asimismo, González Arrili, Ricardo Cuartero Jáuregui, Pablo A. Lagos Lasserre y Yaben se habían ocupado del guerrero.
El capítulo primero sírvele a Romero para mostrarse un excelente genealogiSta. Es allí donde estudia la procedencia del apellido Romero, tradicional en Salta, como tronco de linaje francés, a pesar de su aparente origen español. El estudioso dice que su apellido deriva comúnmente de la designación de “romero”, que se daba a los peregrinos de Roma. Deja bien establecido, que el apellido de la familia salteña, es de indudable estirpe francesa; teniendo como fundamento de la familia a Don François Romeur de la Croix et Sevigne, quien se unió a una Saravia, en cuya corriente de sangre llevaba la española y la incásica. Sostiene que su apellido fue originariamente Romeri y después Romeur ; extendido por España, Francia, Italia y Suiza. De esta última rama, cuya forma ortográfica primitiva es la de Romer, se radicaron en Salta algunos de sus componentes, quienes se vincularon a la rama francesa. Estudia la educación del guerrero; aporta referencias del hermano de éste Miguel Simón Romero González, luego capitán de Güemes, por quien Gregorio sacrificó inútilmente su carrera, en un rasgo que mereció las palabras piadosas del hermano mayor, el sacerdote Gregorio Antonio Romero y González. De esta manera, Gregorio, el biografiado, se lanzó al comercio de panadería y a la industria de la molienda del trigo (49)[52]. Su piedad lo conduce a donar a la iglesia de Salta un amplio terreno, situado contiguamente al de una capilla mísera en la cual se veneraba la histórica imagen de la Virgen de la Viña o de Nuestra Señora de la Candelaria de la Viña, honrada en la ciudad de Salta (50)[53].
La revolución en Salta fue de carácter político. El movimiento social se demorará tanto, que su transformación será limitada y demasiado paulatina. La revolución americana se arraiga en Salta, cuya población se muestra arisca e indócil. En la industria y otras actividades laboriosas ha cifrado Romero González su existencia. Será el movimiento emancipador, el que lo aparte, para conducirlo a una vida agitada. Se perciben nuevos e impacientes tiempos; como nubarrones asoman ideas y proyectos. Principios advenedizos, nuevas pautas emergen para dar fin a la docilidad. A todo ello se suman noticias de presuntos levantamientos, vagas resonancias de que el poder real tambalea. Romero González goza de una posición desahogada; mantiene una amistad fraternal con José Ignacio Gorrití, y, siendo también, partidario y amigo de Tamayo Dávila, se convierte en un agitador. Su biógrafo transcribe una curiosa carta de José Ignacio Gorriti, dirigida a Romero González y firmada con el apodo familiar de Conacho. En ella es anunciado el movimiento de mayo, el pronunciamiento de Salta y la convocatoria a las armas. Romero González accede a estrechar filas, iniciándose así en la carrera militar.
Salta padecerá muchos años bajo el signo de la guerra. La existencia cambia. Los salteños, acarician vidas de prodigios, de proezas, de riesgos, de acción y de duro temple. En galope desenfrenado, blandiendo la lanza, revoleando el lazo y golpeando los guardamontes, los gauchos salteños, cargados de ardides y de coraje, defienden la tierra, dando la vida y lanzando la palabreja de mofa, de sordo despecho, de sarcasmo o de ingenioso ribete. Vicisitudes, triunfos y contrastes; alegrías y tristezas, la guerra tala campos y extingue a la juventud. Belgrano ha sustituido a Pueyrredón. Han acontecido: la penosa retirada; el encuentro de Las Piedras, la batalla de Tucumán y el retroceso de Tristán. Romero González con el grado de sargento, forma parte de las partidas de avanzada que hostilizan al enemigo y descubren sus intenciones. Entra en Salta y allí contribuye a la organización del Cuerpo de los Decididos. Arenales ha aparecido en la escena y sus consejos a Belgrano serán beneficiosos. Apolinario Saravia y Romero González, constituyen el hilo conductor de Belgrano con los elementos patriotas situados a retaguardia de Tristán. Asiste Romero a la batalla de Salta, mal llamada de los Castañares y es herido en una pierna (51)[54]. Poco después contrae enlace con María Josefa de la Corte Carvajal; su biógrafo, al referirse a dicha circunstancia, transcribe unas octavas, compuestas por un mal versificador y en las cuales se encuentran aludidos Güemes y Miguel Eledalde, este último comerciante, salteño y antiguo propietario de Yatasto.
Romero González ha realizado larga campaña. Ha luchado sin, tregua y sin descanso. Regresa a Salta después de haber asistido a la tercera campaña del Alto Perú, en los Granaderos a Caballos (52)[55]. Encuentra la opinión de su ciudad dividida entre la reyerta de Güemes y Arias Velázquez. Su situación se torna difícil, dada sus vinculaciones y parentesco, hasta decidirse por Güemes, adoptando, sin embargo, una posición alejada en las emergencias políticas. En el suceso de Los Cerrillos, su arrojo y audacia impidió que el encuentro de dos partidas, una al mando de Pachi Gorriti y otra de Pablo Alemán, se fusilaran en la obscuridad. Romero González ha llegado al grado de alférez; sigue al lado de Güemes y muestra, conjuntamente con su esposa y hermano una gran consecuencia hacia él en el movimiento del 24 de mayo de 1821. Muerto el caudillo, Romero González colabora con Fernández Cornejo. En el movimiento del 22 de septiembre de 1821, tramado por Macacha Güemes, se mostró consecuente con las autoridades constituidas, alejándose luego a la vida privada, no obstante, la amistad que lo unía a José Ignacio Gorriti, sucesor de Fernández Cornejo. Retirado a una existencia oculta, dentro de los muros domésticos, rica en reflexiones y cerrada a aparcerías y tendencias, ha vuelto a sus antiguas actividades que eran su deleite. Atiende un molino harinero y refacciona[56] con esmero el santuario de Chicoana.
Después de breve tiempo, aquellas horas tranquilas y lentas fueron interrumpidas. En esos tiempos todo era transitorio. Arenales ocupa el gobierno de Salta y el país se enfrenta al imperio del Brasil. Paz ha partido de Salta con su batallón de cazadores; Romero González, entretanto, ofrecía sus servicios, para partir después y lograr el grado de teniente primero del regimiento número 4 de milicias.
Terminada la guerra se reintegra a la vida privada. Dirige la molienda de los Horcones, para radicarse después en Salta, instalando una panadería y luego ampliar sus actividades en el comercio de mulas. Conduce las arrias a Bolivia y en variadas ocasiones, al pasar por Cobija, platica con Gregorio Becche. Equidistante de partidos y facciones, acepta, sin embargo, por razones de amistad, una misión de Alvarado cerca de Gorriti, que se encontraba en campaña en Catamarca y próximo a ser vencido. Romero González en tal coyuntura, se sacrifica. Pletórico de generosos sentimientos, prodiga su amistad, no abandona al amigo y llega a acompañarlo en el exilio. Al retornar a Salta, las distinciones recibidas del gobernador Manuel Antonio Saravia lo acusan de rosista, debiendo sufrir amarguras y lapidaciones. Fue tal la confianza depositada por el gobernante salteño en Romero González que le confió sus propiedades rurales de La Frontera. Allí se encuentra, cuando el motín de Chicoana, que lo acongojará al apreciar la perversidad de sus enemigos políticos. Comprendiendo la significación para Salta del Colegio de Bailón, acudió con su generosidad a propiciar la obra. Nuevamente su existencia tranquila sería perturbada. Se encuentra en Jujuy, cuando estalla en febrero de 1849, el movimiento contra el gobernador Castañeda. Romero se enfrenta a los sediciosos y es encarcelado, logrando su libertad gracias a los oficios de su primo hermano jujeño, Mariano González. Intercede, en las discordias entre Jujuy y Salta, aplacando los enconos políticos, los propósitos malignos y solicitando gracia para el desdichado coronel Mariano Santivañez. Miembro de la Sala de Representantes, prefirió dimitir antes de, aceptar las reformas liberales del gobernador Puch, que consideraba opuestas a sus convicciones. Romero Sosa estudia después los últimos años del guerrero, como también su descendencia.
Restituido a su hogar, el viejo guerrero esperó la muerte con resignación cristiana y con fervor cada vez más intenso. La vida de espada y breviario, se extinguió entre el rumor de la oración de los suyos. Imagen y arquetipo de la Salta mística de entonces, cargada de espiritualismo estático, con una idiosincrasia particular, su lucha por la libertad adopta un carácter misional, de sacrificio y anonimato, de resignación y templanza. Quiere la victoria para su patria y la del hombre sobre sí mismo, para su redención. Sirve a tendencias distintas, acude a salvar al amigo opositor, actitud extraña, demasiado individualista e incomprensible para el partidismo salteño, mas, para nosotros, explicable, no obstante, las aparentes contradicciones de su existencia. Lacónico, aunque no avaro en la reprensión; restringido en las comidas, de carácter fuerte, aunque no violento, predica el amor. Celoso por las normas litúrgicas, sus cartas y sus palabras semejan un salmo. Platica con las cosas inanimados, su diálogo franciscano. Se diría encandilado por el misterio; un sentimiento de propia elevación, de sacrificio, de ascender hasta Dios. Sin embargo, es hosco, intransigente hasta vehemente y demasiado ortodoxo; muestra orgullo, orgullo de casta, orgullo de hidalgo español.
Romero Sosa ha mostrado la brega y las jornadas vividas por el hombre y el guerrero nutrido de un soplo misional, en aquellos días inciertos de nuestra revolución. Páginas evocativas y de análisis se suceden en este libro, de las cuales emanan los designios y el sentido de la vida del biografiado, como tránsito y prueba para otra existencia, que será la de la eternidad.
Con este nuevo libro, Romero Sosa lleva una nueva contribución a la Historia de Salta, continuando su obra revisionista (53)[57]. La bibliografía argentina recibe, así, un nuevo aporte, escrito con verdad y “con inteletto d amore”, cual decía el Dante.
Buenos Aires, julio 5 de 1945.
1.- Es ésta la tercera edición, corregida, revisada (*)[58] y sumamente ampliada, de una obra escrita con cariño filial. Nacida por sugerencia del historiador salteño Dr. Vicente Arias -nieto del biografiado-, fue destinada primero al reducido núcleo de los descendientes del guerrero, a quien quiere recordarse en ocasión de cumplirse el 85.° aniversario de su muerte.
Toma forma de libro, dejando su aspecto de mero folleto, como un renovado homenaje que se rinde a la vida y a la acción de una figura patricia, si bien de actuación no en el primer plano de la historia provinciana de Salta -plano en el que se encuentran las de Güemes, los Gorriti, Alvarado, Gurruchaga, Zuviría, etc.-, al menos en el que le hace acreedor a la simpatía, al respeto y a la veneración de la posteridad.
La Historia no sólo enaltece a las grandes y luminosas figuras. La Historia exhuma nombres a menudo anónimos y los presenta como factores decisivos sin los cuales hubiese sido quizá difícil la gran actuación que cupo, casualmente, a esas figuras liminares. “El genio, el héroe o la acción heroica -dice bellamente el sociólogo y humanista Dr. David Zambrano- son como el fruto: pende de la copa que sustenta un tronco, el cual se asienta y nutre de la madre tierra. Todo ello -agrega- es producto de un proceso vital largo; inmensamente largo y obscuro, e ignorado por la vanidad precipitada del hombre. La vanidad del hombre, pues, con sobrada razón es el pecado por excelencia, como lo sanciona la Biblia. Es pecado de ingratitud, es el pecado contra los humildes héroes desconocidos, es el pecado contra el pueblo propio, contra la propia Nación, contra la propia raza” (1)[59].
La historia argentina, cuya confección integral está recién elaborándose, comienza a enaltecer muchas vidas que permanecían desconocidas, olvidadas o tratadas con harto apasionamiento. En el reajuste de la historia argentina surgen muchas vidas de honrosa trayectoria. Entre ellas se encuentra la de Don Gregorio Romero González, prócer salteño, nacido en hogar de vieja prosapia, sacrificado en su existencia en pro de ideales superiores, patriota en el más alto sentido de la palabra, hombre de acción, recto en su conciencia, altivo, heroico y decidido.
En manera sencilla, sin espíritu vanidoso, sin ánimo de súper[60] exaltación de valores, la obra presente trata de reflejar la vida intensa, de virtud y señorío, cumplida por un varón cuya espada sirvió en los ejércitos patriotas, desde el primer momento de la Revolución de Mayo. Se halló, entre otras jornadas, en la Batalla de Salta, el 20 de Febrero de 1813. Por parentesco y amistad con Güemes -el magnífico caudillo de Salta- sirvió, con patriotismo, en su famoso Ejército de Guerrillas. Luchó, más tarde, a las órdenes del Gral. Alvear en la guerra con el Brasil, obteniendo los cordones de Ituzaingó. Combatió contra Quiroga, en el norte. Estuvo proscripto en Bolivia, acompañando a su viejo amigo el Gral. Dr. José Ignacio de Gorriti en los comienzos de su exilio. Vuelto a Salta, fue Miembro de la Sala de Representantes y murió octogenario, tras vida dura y sacrificada.
El 15 de abril y el 18 de julio del próximo año de 1945 se cumplirán, respectivamente, 85 y 177 años a la muerte y al natalicio de Don Gregorio Romero González. He aprovechado la presencia de estas fechas para rendir mi modesto homenaje a tan ilustre antepasado, revisando y corrigiendo la edición de 1938 -segunda por mí publicada-, al par que agregándole algunos apéndices complementarios. De ese modo, al preparar así el formato de este libro, he querido responder a honrosas insinuaciones formuladas por amigos y colegas, como también por el “INSTITUTO ARGENTINO DE CULTURA HISTÓRICA”, valioso núcleo de especialistas, creado y presidido por el distinguido historiógrafo Don Ramón de Castro Esteves, Director de la Biblioteca del Palacio de Correos y Telégrafos y ex Presidente de la Asociación Argentina de Estudios Históricos. El conocido autor de la “Historia de Correos y Telégrafos” es un fervoroso admirador de la memoria de Don Gregorio Romero González. Ha interpretado el patriotismo que acompañó a todos sus actos y ha participado, en octubre de 1938, en los homenajes que la Primera Reunión de Historia del Norte -celebrada en Salta bajo la organización de la Junta de Estudios Históricos de la “Unión Salteña- rindió a la memoria de aquel soldado de la Libertad, “figura consular adornada con la nobleza no sólo de la sangre, sino sobre todo de la virtud y del carácter”, según lo definió el hoy Excmo. Señor Arzobispo de San Juan de Cuyo, Monseñor Doctor Don Audino Rodríguez y Olmos -entonces diocesano de Santiago del Estero-, en la carta prologal de la 2.ª Edición de nuestra “Breve Reseña Biográfica” (*)[61].
2.- Sin ajustarse a un estrecho criterio localista y sólo como una simple crónica -de las muchas que integrarán la historia nacional, aun por hacerse-, el presente libro sumará elementos para el estudio definitivo de la Historia de la Provincia de Salta, cuya obra corresponderá al historiador futuro, más alejado de los prejuicios familiares y de las envidias mezquinas de la actualidad.
Refiriéndose al mismo momento histórico tratado ya, en lo que a Salta atañe, por historiadores como Mítre (2)[62], Vicente Fidel López (3)[63], Vélez Sársfield (4)[64], Zinny (5)[65], José I. de Arenales (6) [66], Varela (7)[67], Saldías (8)[68], Carrillo (9)[69], Jaimes Freyre (10)[70], etc., y por efemeridógrafos como los Carranza, los Biedma, los Peña y los Oliveira Cézar, continuará en la tarea de desentrañar desconocidos aspectos, vidas y episodios de esa época bullente; de esa época que tanto cautiva por su acción heroica y que se insinúa, entre otras varias obras, en la voluminosa “Historia de Güemes y de Salta” y en las biografías de Gurruchaga, de Moldes y de Alvarado ‑debidas a la pluma del Doctor Bernardo Frías -; en la “Biografía del Dr. José Ignacio de Gorriti “, escrita por el prócer Doctor Facundo de Zuviría y editada en el siglo pasado; en la “Biografía del Gral. Dionisio de Puch”, por Dña. Juana Manuela Gorriti; en “Vida del Gral. Arenales”, por el Dr. José Evaristo Uriburu; en “El Gral. Güemes”, por el Gral. Ricardo Solá ; en “Pachi Gorriti”, por el Canónigo Josué Gorriti ; y en “Manuel Antonio de Castro”, por el Doctor Ricardo Levene, únicas obras que abarcan, en forma casi exhaustiva, integral, el estudio de la vida y acción de las grandes figuras de la historia salteña en el cruento período de la guerra por la Independencia.
El resto de la bibliografía histórica salteña, referente a este mismo período histórico, está constituido por opúsculos y artículos, con resúmenes biográficos, debidos a Juan Ramón Muñoz Cabrera, Zacarías Yanzi, Valentín Delgadillo, Pascual Arce Zelarayán, Mariano Zorreguieta, Juan Martín Leguizamón, Manuel Solá, Eneida Delgadillo Gurruchaga, Manuel Peña, Adrián F. Cornejo, etc.: trabajos escuetos, de relativa significación, casi siempre episódica, en los que campea, más que otra cosa, una inerudita labor puramente eurística. La obra de estos precursores es, sin embargo, estimable, meritoria y digna de todo elogio. Ella se suma a los trabajos de los memorialistas como Rudecindo Alvarado y Dámaso de Uriburu, entre los salteños (11)[71], y a las crónicas e investigaciones de los actuales historiadores de Salta, cuyas obras y monografías incorporan un mayor acerbo para el historiador futuro (12)[72].
Es de justicia decir, sin ambages, que, en la historiografia de Salta, no son frecuentes los libros dedicados a agotar la reconstrucción de la trayectoria biográfica de un personaje histórico. Cada día surgen nuevas monografías sobre tal o cual tema. Pero, muy rara vez, aparece una reseña biográfica publicada en libro. Tal será el escaso mérito de la obra presente.
Además, debe también señalarse, aun a riesgo de adquirir fama de “cuco literaria”, que muchos de los autodenominados “historiadores salteños” de la actualidad, componen sus libros como si se tratase de una “melange” catastrófica, en la cual, para simular erudición, cuando no pueden utilizar el pienso ajeno, se reducen a zurcir documentaciones lugareñas sin espíritu crítico y con absoluto y vocacional desconocimiento de la bibliografía. De ese modo, las obras de estos “sabios opacos”, se tornan en soporíferas y estrafalarias muestras de mediocridad intelectual, cuando no en verdaderas “antologías de errores y omisiones”; de glosa intrascendente; de insidioso descubrimiento de piezas ya descubiertas hasta la saciedad, y de siniestro balbuceo documental, más o menos irresponsable.
Movidos por el amor filial, por una parte, y por un ansia de verdad histórica, por otra, confeccionamos la presente obra, procurando darle una forma orgánica.
3.- La Junta de Estudios Históricos de la “Unión Salteña”, al ordenar la publicación de una segunda tirada del folleto por ella misma publicado en 1937, señalaba en la introducción, -que Don Gregorio Victorio Romero y González, fue “un digno guerrero por la Independencia en el Norte Argentino, al par que un industrial de gran empuje, como lo fueron Don Juan. Adrián, Don José Antonino y Don Juan Fernández, Cornejo, Don Sixto Ovejero, Don Bernardo Quiroga, Don Pedro F. Cornejo, Don Alejandro Figueroa, Don Vicente Anzoátegui, Don José Alderete, Don Robustiano Patrón, y otros muchos que con su afán y su constancia sirvieron al progreso de Salta, contribuyendo a su valoración industrial” (13)[73].
En efecto, la labor de Romero y González se destaca también en esta faz. No es sólo, pues, por sus servicios a la Patria, desde el punto de vista militar, que su nombre merece bien del recuerdo de las presentes generaciones. Su mérito como industrial laborioso, como propulSor de la molinería salteña, es otra faceta digna de honrarle.
3.- La vida del Tte. Romero González está ya incorporada a las páginas de la historiografía argentina. Entre los años 1895 a 1898, su descendiente, el Doctor Juan Pablo Arias, inició la investigación en los archivos salteños con respecto a la actuación del guerrero, a fin de sumar antecedentes para la pensión militar solicitada por la hija del prócer, doña Egidia Romero de la Corte, según consta en la correspondencia que el dicho Doctor Juan Pablo Arias remitió al historiador salteño, radicado en Buenos Aires, Doctor Don Manuel Peña, infatigable trabajador del pasado histórico del norte (14)[74].
Posteriormente, un ilustre nieto del prócer, el entonces Pbro. José Gregorio Romero -después Obispo de Salta-, reunió gran material de datos y referencias, tomándolas de la tradición oral y escrita de la familia, especialmente de la recogida de sus tíos, Don Gerónimo Zambrano Arias y Dña. Fortunata de la Corte de Peña, como también de aportaciones suministradas por el historiador y magistrado, Doctor Manuel Peña, amigo del General Mitre.
A esos datos y anotaciones de Monseñor Romero, cuyas citas frecuentes se verán, a cada paso, en el libro que se publica, sumóse una página debida al historiador salteño, Doctor Bernardo Frías, página que va editada en el apéndice. También cuadran hacerse notar, como interesantes, las anotaciones debidas a otro ilustre nieto del teniente Romero: el meritorio Canónigo Doctor Don Clodomiro Arce, coleccionista, anticuario y gran amante de los asuntos históricos (*)[75].
La confección del presente libro se basa, casi exclusivamente, en tales materiales, aparte de investigaciones personales, de consultas en distintos repositorios y de la tradición familiar, conservada y narrada al autor por Don Pascual Arce -archivo viviente de tradiciones salteñas-, Don José Dion Soliverez, el historiador Doctor Vicente Arias, la Rda. Madre Margarita María Romero, Doña Dolores Sosa Peña, Don Miguel Gorriti, la Rda. Madre María del Valle Romero, el señor Policarpo Romero y Dña. Deidamia González de Saravia,
4.- Además, como elementos de consulta, se suman fuentes bibliográficas de la historiografía contemporánea. Las “Notas sobre la Industria Harinera en Salta”, por Don Christian Nelson -publicadas en el N.° 1 del “Boletín del Instituto de San Felipe y Santiago de Estudios Históricos de Salta” (Salta, 1938)-, contienen datos curiosos, recojidos de distintas fuentes y de los que surgen, palmariamente, las actividades industriales de Don Gregorio Romero González.
Por otra parte, y con prescindencia a nuestra obra, cuya tercera edición ve la luz.pública, merecen citarse las páginas que dedican al ilustre guerrero de las campañas de la Independencia y del Brasil, prestigiosos hombres de letras como los historiógrafos R. P. Leandro Fernández Arregui (C. R. L.), en su “Oración Fúnebre”, pronunciada en Salta, en el templo de Ntra. Sra. de la Candelaria (15)[76]; el Capitán de Fragata, Don Jacinto R. Yaben en sus “Biografías Sudamericanas” (16)[77]; el notable escritor venezolano Don Ricardo Cuartero Jáuregui (17)[78] y el especialista en temas de historia naval, Don Pablo A. Lagos Lasserre (18)[79], joven y activo bibliotécnico, perteneciente al personal de la Biblioteca del H. Congreso de la Nación (19)[80].
5.- Tampoco deben silenciarse los homenajes de la Junta de Estudios Históricos de Salta (*)[81]. Y es conveniente hacer notar que, la Primera Reunión de Historia del Norte, celebrada en Salta, en octubre de 1938, bajo la organización de la docta Junta de Estudios Históricos -entonces presidida por el Dr. José Vicente Solá- y con los auspicios del Superior Gobierno de la Provincia de Salta, de la Universidad Nacional de Tucumán y de la Academia Nacional de la Historia, tributó un homenaje a la memoria del prócer, mandando oficiar un solemne acto religioso en el templo de Ntra. Sra. de la Candelaria de la Viña, en la Ciudad de Salta y encomendando al Miembro de Número de la Junta de Estudios Históricos, R. P. Doctor Leandro Fernández Arregui, la tarea honrosa de pronunciar la Oración Fúnebre, publicada oportunamente (20)[82].
6.- Por último, corresponde decir al autor que, esta obra, es parte de la serie que se ha propuesto escribir sobre notabilidades salteñas, destacando los valores morales y culturales del terruño, serie ésta que se inició con “Fábregas Mollinedo, el Místico Salteño del Pío Latino”, y se completará, sucesivamente, con libros sobre José Ignacio de Gorriti, estadista y caudillo genial; Juan Martín Leguizamón, sabio de poliformes actividades; Pascual Arce y Zelarayán, sacerdote apostólico y educador eminente; José Serapión de Arteaga, legista de las asambleas provinciales; aparte de otros libros sobre hombres y aspectos del pasado, vinculados a la Provincia de Salta, “tierra heroica y bendita” -según las palabras de Monseñor Oviedo-; sobre Salta, tierra nativa cuyo pasado esplendoroso habla al oído, con un acento nostálgico, desde el alma de los viejos caserones y desde los muros del glorioso Cabildo provinciano.
No es ésta la historia de una época -como hemos pretendido en “Fábregas”. Es sólo el relato de una vida (*)[83] en función de la época en la que le tocó actuar.
Los capítulos de la obra no se confeccionaron con el propósito de hacerlos exhaustivos en materia bibliográfica. Se ha querido, únicamente, dejar exhaustas las fuentes de consulta en torno al personaje, a quien se ha aspirado presentar como un patriota de la antigua estirpe, dechado de dignidad y de nobleza.
C. G. R. S.
Buenos Aires, 28 de febrero de 1944.
Cumpliéndose el 15 de abril de 1937 setenta y seis años del fallecimiento del Tte. Don Gregorio Victorio Romero y González, guerrero de la Independencia y de la campaña con el Brasil, sus descendientes (1)[84] ‑conservadores de la tradición salteña-, hemos creído oportuno rendir algunos homenajes públicos a su memoria, concernientes, entre otros, en una misa solemne a oficiarse en el altar mayor del templo parroquial de Ntra. Sra. de la[85] Candelaria de la Viña, templo tan vinculado a los recuerdos de familia y levantado merced a la generosidad y altas virtudes cristianas de nuestro antepasado (2)[86].
Por otra parte, el autor, puso todo su empeño en la consecución de este opúsculo biográfico, que consagra como un homenaje a la memoria de su ilustre tío, Monseñor Doctor Don José Gregorio Romero y Juarez -Obispo de Salta, orador, escritor, historiador, periodista y apóstol de su fe-, nieto del prócer y siempre venerador de su memoria. El fin del opúsculo no es otro sino el que se conozca, siquiera someramente, la personalidad de este esclarecido guerrero, vinculado por lazos de parentesco[87] al héroe máximo de Salta, al Gral. Don Martín Miguel de Güemes, de quien fue su colaborador y amigo en los duros instantes de la guerra de guerrillas y de la agitada política provinciana de los años 1815 a 1821.
Al tributar, así, una merecida recordación al Tte. Romero y González, sobre todo con el acto religioso (3)[88], no tenemos el menor propósito de cantar loas a nuestro antepasado. Sólo queremos vivir, con las personas que habrán de acompañarnos en ceremonia tan solemne, un momento de íntimas emociones, recordando la actuación de nuestro abuelo y, sobre todo, sus virtudes cívicas y religiosas, con el objeto de honrar su memoria y presentarla al respeto y a la veneración de sus conciudadanos.
Así lo ha comprendido la prestigiosa Sociedad Cultural de Fomento “Unión Salteña”, la cual, por especial y generosa iniciativa de su dinámico secretario general, el señor Don Christion Nelson -Director del Museo Provincial de Fomento de Salta-, ha querido unirse íntimamente al homenaje, designando, entre los miembros de Número de la Junta de Estudios Históricos, una Comisión ad hoc, para asistir al acto de la misa recordatoria, al par que encomendando al sagaz historiógrafo Pbro. Dr. Don Carlos Gajardo, autor de “Apuntes Históricos sobre San Carlos del Valle Calchaqui”, pronuncie una conferencia alusiva a la vida y obra del Teniente Romero y González, en la tarde del 15 de abril y en el local del Museo Provincial de Fomento de Salta (4)[89].
Al ver publicado este folleto (5)[90], los descendientes del guerrero salteño, agradecen sinceramente la participación de la “Unión Salteña” (6)[91] y hacen votos al cielo porque estas páginas que siguen sirvan para que los historiadores del terruño fijen su mirada en los héroes de ayer, asociándola a toda aquella falange[92] de soldados esforzados que sirvieron en la jornada invicta de la libertad y cuyos nombres se perduran aún en el anonimato, por horrible injusticia de las generaciones presentes!!!
C. G. R.
S.
Salta, Abril 1 de 1937.
“La bendición del Señor cae sobre las familias que recuerdan a los antepasados”
(Federico Ozanán)
SUMARIO: I) El Apellido. Su origen italiano. Franco Romeri.- II) Los Romeur.. Orígenes familiares.- III) Los Romeur de la Croix et Sevigne. Su viaje a América. El Doctor Ducaré.- IV) Don François Romeur de la Croix. Datos biográficos. Su matrimonio en Salta.- V) Su descendencia.
(Su origen italiano.- Franco Romeri)
1.- Aunque el apellido Romero, lleno de tradición histórica en Salta, por haber pertenecido a una familia distinguida, de guerreros, sacerdotes y educaciolistas, está cubierto por una túnica aparentemente española, la rama genealógica en cuestión desciende de un hidalgo de Francia y carece, en su tronco fundador del apellido, de todo antecedente hispano. Para quienes lo conocen la genealogía de la familia, el apellido y la filiación continuada han de resultar engañosos, por el motivo lógico de existir en España, en forma harto generalizada, el apellido de Romero, derivado -según su etimología más común- de una designación genérica otorgada a los antiguos “romeros”, es decir, a los peregrinos de Roma (1)[93].
En cambio, el apellido de la familia salteña. que nos ocupa, trae su origen francés, de indudable estirpe: Romeur de la Croix, apellido que fue objeto de castellanización a la forma actual recién en el siglo XVIII, en la hidalga ciudad de Salta, por parte del fundador de la familia en esta comarca, Don François Romeur de la Croix et Sevigne (2)[94], desposado con una descendienta de la casa de Saravia, retoño, en sus orígenes troncales, de la altiva sangre de España mezclada con la de una Ñusta Americana, hija de Tupac Yupanky, según antecedentes que- han podido obtenerse en distintas fuentes (3)[95].
2.- El apellido Romeur es una derivación toponímica. Antes de ser Romeur fue Romeri y tuvo origen en Roma, la vieja “Cívitas”[96], la Roma de los Césares. Un vecino fijó residencia en Roma. Tal vez fuera un descendiente de Galos o de Lombardos. El vecino procreó en Roma y sus hijos fueron conocidos por “Romeri”, es decir, “hijos de Roma”, apellido de origen topónimo que, poco a poco, varió en “Rómeri”. Es así como el apellido Romeur provendría de la Ciudad Eterna, en donde, como lo atestigua una vieja tradición familiar -recogida por Monseñor José Gregorio Romero y Juárez (4)[97]-, en el año :de 1310 de la Era Cristiana, vale decir, en los albores del siglo XIV, habitó en las riberas tiberianas el hidalgo Franco Romeri, de la añeja familia de Cribelli que dio Sumos Pontífices al trono de San Pedro, familia ésta, cuyo escudo de armas -según el Doctor Niceto Alonso Perujo- “consistía en un puerco en una criba”, de donde proviene el nombre de Cribelli (5)[98].
Según las prolijas investigaciones realizadas en 1901 por el Doctor J. Facinelli, en Roma, por encargo del entonces Pbro. Gregorio Romero (*)[99], el dicho Franco Romeri ‑cuyo nombre recordaba la familia por tradición oral-, provenía de la familia de Romeo de Romi (6)[100], aludidas por el mismo y erudito genealogista Doctor Facinelli, en su opúsculo “Famiglias di Rome”, primero, y en su “Ricordati” (p. 124), después, a estar por una carta del Doctor Facinelli a Monseñor Romero (7)[101], a quien conoció durante el Congreso Plenario Latina-Americano, en 1899 (8)[102]. La familia Rome o Romi ha sido fecunda en descendencias -explica Facinelli-. Sus ramas se han conservado en Italia, por las de Rommer, Rome, Romilli, Romi, Romei, Romiallo, Romiaglio y Romeine; en Francia, por las de Romeur, Romery y Romieu; en Alemania, por las de Romerswalen y Romiguieres; y, en Suiza, por la de Romer (9)[103], rama ésta última de la que proviene la familia Romer, radicada en Salta desde fines del siglo XIX y, al parecer, vinculada con la antigua de Monseñor Romero y Juárez, que era -según se ha dicho de raíces francesas (10)[104].
3.- El mentado Franco Rótneri, tronco conocido de la familia Romeur de la Croix et Sevigne -que es la que aquí interesa-, pasó, según se sabe por tradiciones antiquísimas, transmitidas de padres a hijos, a las regiones del Sur de Francia. El apellido fue sufriendo, así, una serie de modificaciones, entre ellas, las de Romeurse, Romer, y, por fin, de Romeur. En esta última manera aparece en las guerras de Francisco l.°, el caballero francés Don Raimond Romeur, fundador, o, mejor dicho, tronco robusto de la antigua familia a la que nos referimos (11)[105].
1.- No es ajeno a los cartularios el apellido Romeur, muy
difundido en Francia (12)[106]. En
su “Contribución a 1 historie de Francia” (pág. 226) y en su célebre “Novilieur
Francais” (págs. 144 y 218), Pierre Commines, al igual que Eric Morery, en su
“Novilieur Français” (T. IV; p. 144), atestiguan el origen noble de la familia
(13)[107].
Ambos anotan el dato de que, el Rey de Francia, Don Francisco I.°, empeñado en
terrible campaña en contra del monarca alemán Carlos V.°, donó al mencionado
caballero francés Don Raimond Romeur, natural del pueblo de Unchat (Provincia
de Lapurdi), en los Pirineos Franceses, próximo a Lourdes, en el Obispado de
Tharbes, un rico blasón, consistente en “un campo de gules, orlado de azur, con
una flor de liz (de oro), en el centro, y una cruz de sínople, bello emblema de
la Santa Cruzada, frente a un trébol de idéntico color, en los ángulos
inferiores (14)[108]. Jean Maffeau transcribe una cita textual
que dice pertenecer al “Novilieur Français” (p. 218), de Pierre Commines: “Le
Roy Francois I.° donna au Chevalier Francais Don Raimond Romeur, naturel d
Unch.at, dans les Pirinée, un blasón d arme qui a un champe de gules, orle e d
azur, avec une fleur de liz au midi”.
2.- Los Romeur, según Eric Morery (15)[109], vivieron en el pueblecito de Unchat, caserío de leñadores, construido entre la nieve y ubicado al norte de la Provincia vasca de Lapurdi. El autor mencionado lo describe con emoción pintoresca. Es, para él, una villa de apariencia nórdica, custodiada por hayas y encinas. Escenario propicio al desarrolla de un cuento de. Perrault.
3.- Don Raimond Romeur, Caballero Cruzado, de Francisco I.°, Capitán de las guerras de Francia contra Don Carlos V, honrado por S. M., Don Francisco I.°, con el escudo mencionado, caso -mentan las referencias existentes-, en 1540, con Doña Marie Rose Colbert, “hija legítima del Obispo de Tharbes, Monseñor François du Colbert, Conde de Lorena y Marqués de Bretaña, antes de él vestir los hábitos sacerdotales-, Doña Altamire de Vigni”, según los datos aportados en su célebre “Novilieur” (p. 218) por el famoso genealogista Pierre Commines.
4.- Don Raimond Romeur, nacido en Tharbes en 1520, fue hijo de tan esclarecida cuna. Usó del título de Duque de Unchat y sirvió, como caballero, en las Guerras de Flandes -apunta Joseph du Boisdrón (16)[110]-. Este romántico personaje, guerrero, enamorado del arte, pulcro en maneras, atildado en el vestir -por lo que se desprende del retrato de Boisdrón- casó con Doña María Cleurs, de noble cepa (17)[111], directa descendiente del Marqués de Cleurs, quien era portador, según Commines, de un rico blasón de sinople con una flor de liz (de oro) en el Jefe (de Gules) (18)[112], y descendía de los Condes de Anjou y de Plantagenet, estando emparentado con los Marqueses de Sevigne (19)[113].
Hijos de dicho Don Raimond Romeur, Duque de Unchat, y de su esposa Doña Marie Cleurs, fueron: Cirano, Pierre, Marie (quien casó con Fenelón Pattissa, pariente del Cardenal Richelieu), Camile y François Romeur de Cleurs.
5.- La filiación continuada se sucede. Don François Romeur de Cleurs, también natural de Unchat, abrazó la milicia y fue capitán de las Guardias de la Frontera. Se casó el 29 de julio de 1610. Llamábase su mujer, Marie Telesile de la Croix. De su matrimonio tuvo[114] cuatro hijos: Pierre Romeur de la Croix, casado con Doña Marie de Sevigne (de la rama de los Marqueses de ese apellido); Louis; Pierre Paul (sacerdote) y François Romeur de la Croix (20)[115].
6.- Gran andariego fue Don François Romeur de la Croix. Viajó por Italia, Rusia, Suecia y España -según tradiciones familiares (21)[116]-. Casó, en primeras nupcias, el 15 de enero de 1666, en Pamplona, con Doña Felipa Guevara Urdiminola y Aldao, de las provincias vascongadas, vinculada a la casa de Iñurritegui. En segundas nupcias, Don François Romeur de la Croix, casó con su cuñada, Doña Marie de Sevigne (viuda de Don Pierre Romeur de la Croix). De este su segundo matrimonio nació Don Enrri Romeur de la Croix et Sevigne, natural de Unchat. Vino al mundo en 1684 y casó en el propio Unchat con Doña Encarnación Dupuy (22)[117]. Fue, coma su padre, andariego y trotamundos. Viajó por Italia y por España y dejó sucesión continuada.
1.- Los hijos de Don Enrri Pomeur de la Croix fueron tres. Sucesivamente se llamaban: Pierre, que embarcose, después, en el Puerto de Marsella, con rumbo a Chile, en donde dejó sucesión. que aun se perdura; Enrri y François Romeur de la Croix et Sevigne. Los dos últimos eran más o menos de una edad. Don François, nacido el 15 de febrero de 1715 (23)[118], era natural de Unchat, en el Languedoc (24)[119].
2.- Don François Romeur y su hermano Enrri, desde un puerto de Francia zarparon para América, en 1738, siguiendo el llamado insistente que les formulaba su hermano Don Pierre, radicado, desde hacía años, en la Capitanía General de Chile, donde su mujer estaba vinculada a la descendencia del Conde de la Conquista, Don Mateo de Toro Zambrano y Ureta (25)[120].
3.- Los Romeur viajaban al Nuevo Mundo acompañados del Doctor Louis Ducaré, médico eminente que pasaba a radicarse en Chile, amigo particular de la familia y vinculado a ella por lazos de parentesco. El Dr. Ducaré, viejo y achacoso, murió en la travesía y los Romeur, necesariamente, llegaron solos a América (26)[121].
4.- Por causas hasta hoy desconocidas; pero, tal vez, por alguna querella en razón de intereses financieros, Don François Romeur de la Croix et Sevigne, en vez de seguir rumbo a Chile, desembarcó en el Puerto de Santa María de Buenos Aires, sentando la base de un establecimiento comercial de curtiduría de cueros que se traían del norte (27)[122]. En 1740, Don François Romeur de la Croix et Sevigne, resolvió internarse a las provincias mediterráneas, anhelando emprender el comercio de mulas (28)[123]. Esas actividades le fueron sugeridas por su amigo, Don Juan Vidart y Linares, esclarecido personaje de cepa alto-peruano, muy vinculado en Salta a la casa de Zorrilla, o mejor dicho, de Gómez de Zorrilla.
1.- Poseía Don François Romeur de la Croix et Sevigne un singular afán de aventura. Heredó de su abuelo paterno ese espíritu de trotamundo y, con los libros de Moliere bajo el brazo[124], soñaba en marquesas versallescas y ajustaba su vida al señorío innato[125] de su estirpe (29)[126]. Hombre de cultura, conocía, sin duda, el libro famoso “Voyage du Sr. Acarette dans la rivière de la Plate et delà par terre au Pérou”, en la edición de Moétte, de 1696. Por ese libro debió informarse de las regiones a las que deseaba internarse.
2.- Tras largo y penoso viaje -como todos los viajes de entonces- Romeur de la Croix, llegó a Tucumán (30), cuya diminuta ciudad -digamos mejor aldea-, no debió serle grata en lo más mínimo, ya que, inmediatamente, emprendió viaje más al norte, fijando residencia definitiva en Salta, ciudad que ya comenzaba a lograr impulso y a reflejar los gustos y las modas de la Lima de los virreyes.
Era, justamente, la primera mitad del siglo XVIII en la Salta de los peruleros. Conventos, frailes, mantillas, cabildantes de ceñudo[127] porte, daban colorido a aquella ciudad que, hasta no poco, apenas si era que población, fortaleza que vigilaba el camino Tucumán y Potosí” (31)[128]. El comercio de mulas comenzaba a intensificarse y, casi a fines de la centuria, traficarían por Salta más de cincuenta mil acémilas (31 bis)[129].
3.- En Salta, Romeur de la Croix y Sevigne, encontró un amigo y connacional que gozaba de no escaso prestigio. Era Don Juan de Zuviaux, más tarde funcionario de Temporalidades de los Bienes que pertenecieron a la Compañía de Jesús (32)[130].
En medio de una población formada, casi únicamente, por españoles, indios y mestizos[131]; en medio de esa masa[132] étnica casi homogénea, a la que, a veces, se agregaba algún flamenco de gustos estrafalarios, Romeur y Zuviaux constituían un binomio singular, pudiendo decirse que, con excepción de los numerosos españoles, ambos eran los únicos extranjeros llegados a Salta en la primera década del siglo XVIII (*)[133].
4.- Trabó, también, pronta relación en Salta el francés Romeur con el comerciante español Don Bernardo Núnguilla, asociándose a él para empresas[134] comerciales fuertes, según rezan las informaciones de los archivos (33)[135]. Por razones de comodidad, ya que su apellido se tornaba difícil para la pronunciación, lo castellanizó en Romero, agregándole un otro apellido materno: Fustex, sin duda por alguna razón de carácter familiar. Suprimióse, así, los antiguos apellidos y firmóse, tan sólo, Francisco Romero y Fuste x, forma ésta en la cual aparece en documentos públicos, así al asociarse a Núnguilla, como al vender, en 1756, una propiedad situada en la ciudad de Salta, al Pbro. Don Fernando Arias Rengell, por poder que le concediera Don Félix Espinosa de los Monteros vecino de la ciudad de Córdoba (34)[136].
En 1756, Don Francisco Romero y Fuste x, sostuvo un pleito en contra de Don Lorenzo Joseph Oniz y Tagle (35)[137], y, ese mismo año, Don Antonio Cornejo, natural de Huánuco, daba a Romero “todo su poder cumplido y bastante, en mérito a la honorabilidad y decencia de su conducta y de la amistad con la que está unido, autorizándolo para la cobranza de otras personas a cualquier precio, calidad y naturaleza que sean”[138] (36)[139].
5.- Adaptado perfectamente al ambiente salteño, Romero se vinculó con lo más respetable del vecindario[140] de ese entonces y trabó amistad con las familias más calificadas, llegando a ser, a poco de su arribo, una figura popular y simpática de la Salta vieja (37)[141].
Por intermedio de Don Filiberto de Mena, sabio chileno radicado en Salta ‑cronista e historiador-, se puso Romero en contacto con el Goberinador Don Gerónimo de Matorras, quien le dio actuación en los trámites internos de la Real Hacienda o Estanco de Tabacos y en lo referente a la contaduría de la Tesorería Real, ya en Salta, ya en Jujuy (38)[142], cargos esos por los que logró relacionarse, entre otros, con Don Cayetano de Viniegra, primero, y, después, con Don Gabriel de Güemes Montero Bárcena Gómez y Campero, Tesorero de las Reales Cajas de Jujuy. Data de allí la vieja amistad que originó, después, el parentesco, entre las familias Güemes y Romero (*)[143].
El Tesorero Güemes se hizo cargo de su empleo en Jujuy en 1778 (39)[144]. Años más tarde, más o menos en 1783, fijó residencia definitiva en Salta, ciudad ésta en la que su bella consorte, Doña María Magdalena de Goyechea y la Corte, dama jujeña y figura simpatiquísima del ambiente norteño, gustaba ofrecer en su hogar, -que no era otro que el caserón de la Tesorería Real (40)-[145], reuniones y bailes, de renombre en su época. En viejos clavicordios se interpretaban tocatas de minué. La rica vajilla de plata se mostraba ahíta[146] de mazapanes y tortas reales. Se escanciaban mistelas delicadas, propicias a la delicadeza de esos saraos, en los que participaba lo más granado de la sociedad salteña. Por eso, la casa de los Güemes en Salta -como lo dice bien el historiador Doctor Bernardo Frías- era un punto de cita aristocrática, al que acudían lo más selecto del linaje colonial de ese entonces (41)[147].
A esos bailes y a esas tertulias en la casa de Güemes Montero, era infaltable, entre otros, el sociable caballero francés Don Francisco Romero y Fuste x, ya vinculado a la sociedad salteña. Espíritu predispuesto a todas las manifestaciones de índole social, en cuyo ambiente había actuado desde niño, no tardó Romero en compartir su trato con la flor y nata de la aristocracia[148] provinciana de solera, a tal punto que, merced a su distinción y cualidades personales, puede decirse, sin reparos, que su arribo a Salta, fue uno de esos acaecimientos que agitaron la monotonía de la vida colonial, más dada a las devociones y a los menesteres económicos que a los libres esparcimientos del espíritu, por medio de la música y de la danza, sobre todo, la vida colonial salteña anterior a la segunda mitad del siglo XVIII, parca y guerrera o desgranada como las cuentas en el rosario de las abuelas.
6.- El cultivado espíritu de Romero, propio del alma francesa, le abrió las puertas de la sociedad salteña, joyel de. tradición y de reciedumbre, conservadora, por antonomasia, de las más fieles ejecutorias del linaje castellano y de los viejos patrimonios eúskaros, desde la casa de Aguirre a la de Gurruchaga, y desde la de Gorriti Arambarry, hasta las muy esclarecidas de Izasmendi, de Aramburú y de Ormaechea, sin decir nada de la casa de Álvarez de Toledo, llena de la nobleza castellana y tronco de hogares esclarecidos como los de Figueroa, de San Millán, de Cornejo, de Alvarado, etc.
En esa Salta reverenciosa y reverenciada -cuadro en el que la pluma de nuestros historiadores apenas si se ha deslizado para pintar su psicología y su arresto-, en esa Salta limeña, casó Don Francisco Romero y Fuste x, el 15 de enero de 1774, con la muy noble dama Doña María del Tránsito González y Antequera Saravia (42)[149], de linaje de cabildantes, de Encomenderos, de Conquistadores del Chaco y de los primeros del Calchaquí. (*)[150].
La señora de González y Antequera Saravia pertenecía a la mejor sociedad de Salta. Los González vinieron a la fundación de la ciudad con Don Hernando de Lerma y eran originarios de Andalucía, trayendo su génesis hagareno. Su padre, el buen Maestre de Campo Don Pedro José González Saravia, Encomendero de Salta, temperamento bondadoso y muy entregado a la oración, la había educado dentro de rígidas normas espirituales, un tanto alejada.de la vida social, entregada, casi por íntegro, a los menesteres de la atención de altares y a la generosa limosna a los pobres. Apenas si, a veces, podía frecuentar los hogares de sus próximos parientes los Escobar Castellanos, los Arias de Velázquez, los Porcel de Peralta, los Arias Rengell, los Álvarez de Toledo, consanguíneos de su padre y de su madre, portadores de tantos apellidos como virtudes sociales y hogareñas. La casa de González, sin boato, sobria, mostraba, sin embargo, por la distinción en maneras y procederes, su egregia prosapia de descendiente de la casa de Álvarez de Toledo y Pimentel, “el más noble origen hogareño que Salta haya tenida y el de más rancia prosapia, también, por haber sido su tronco los famosos Emperadores Paleólogos que reinaron en Constantinopla”, según dice el historiador Bernardo Frías (43)[151].
7.- Por su matrimonio, sumado a su prestigio personal, a sus orígenes de familia y a sus cualidades de laboriosidad, de afán tesonero, de cultura exquisita, Don Francisco Romero y Fuste x, llegó a competir en fortuna con el mismo Don José de Gurruchaga y Aizaga, elevado exponente del comercio y de la sociedad salteña del siglo XVIII.
En 1786 figuraba, honrosamente, como uno de los padrinos en la bendición de la imagen de Ntra. Sra. del Rosario, donada al templo de Rosario de Lerma, en Salta, por el Coronel Don Pedro Ignacio de Saravia, alto exponente en la milicia de la colonia. En ese acto le acompañaban también como padrinos, aparte de su mujer Doña María del Tránsito González, varias figuras salientes, como Don Jorge Natal Torino de Viana y su esposa Doña Juana de Ubierna ; Don Juan Cruz del Blanco y su esposa Doña Josefa de Cabanillas ; el Alférez Real Don José Benito Anzede y Graña, y su esposa Doña Eulalia de Güemes Montero ; Don Pedro Arias Velázquez y su esposa Doña Josefa Antonia de Saravia ; Don Juan Victorino Martínez, Marqués de Cangas y Tinéo, y su esposa Doña Rosa de Escobar Castellanos ; Don Francisco de Plazaola y Zerda y su esposa Doña María Catalina de Arcos y Quiñones ; Don Juan José de Diez y Torena y su esposa Doña María de las Nieves Saravia ; Don Pedro Simón Díaz de Zambrano y su esposa Doña Ventura Torino de Viana ; el escribano Don Marcelino Miguel de Silva y su esposa Doña Manuela Fernández de Córdoba, etc. (44)[152].
8.- La posición social y económica de Romero y Fustex le permitía asistir a cuanto acontecimiento social se celebraba en Salta. Conjuntamente con su esposa, Doña María del Tránsito, concurría a todas las fiestas sociales y tanto más a los que tenían lugar en la casa de los Güemes Montero, en cuyo hogar, la exquisita matrona que nos describe la crónica, Doña María Magdalena de Goyechea y la Corte (*)[153], llamaba al culto caballero su “compadre”, según la antigua costumbre familiar que tenían los españoles de nombrar así a los padrinos de bautismo o de confirmación de algunos de sus hijos. Y, en efecto, Don Francisco, había servido de padrino en la ceremonia bautismal de la criatura Rita Magdalena Tránsito Güemes y Corte, una de las hijas mayores del Tesorero, muerta en los primeros meses de su infancia (45)[154].
8.- Don Francisco Romero y Fuste x (o Don Francisco Romero, a secas, como firmó al final de sus días), vivió muchos años dedicado al comercio, hasta que le sobrevinieron grandes reveses de fortuna, de cuya consecuencia pudo tener una ancianidad triste y taciturna. Confiado en amistades prematuras, fue traicionado en su buena fe.
Sus propiedades debieron venderse a bajo precio. Los gastos se fueron reduciendo. Fue necesario afrontar el problema de la educación de los hijos y, hasta el gravísimo, de la subsistencia material de la familia. El anciano soportó, con resignación, los contrastes de la fortuna y vivió pobre, pero con dignidad, los pocos años que le restaban en la tierra. Sólo la bondad de amigos excelentes, como Don Joseph Braulio Anzoátegui y su noble esposa Dña. Celedonia Pacheco de Melo y Portugal, mitigó su amargura y procuró felicidad para su hogar. Anzoátegui era un vasco lleno de carácter y de dignidad. El Tesorero Güemes lo distinguía por sus cualidades. Sirvió a su lado en la Tesorería y, por su intermedio, se vinculó a numerosas familias. De esa fecha, también, data el origen de la amistad entre los Anzoátegui y los Romero, amistad que después se acrecentó por vínculos de sangre.
Viejo y quebrantado, el hidalgo francés solicitó para su hijo Francisco -nacido en Rosario de Lerma, en 1777-, el empleo de Guarda Mayor de la Renta de Tabacos por medio del Oficial de dicha repartición en Salta. Don Joseph Braulio Anzoátegui (46)[155]. No pudo ver el éxito de sus gestiones, iniciadas en 1804, por sorprenderle la muerte a comienzos de 1805. Dejó en Salta una larga y respetable familia, la que hasta hoy conservan el apellido modificado de Romero, en vez del originario Romeur de la Croix. ¡Así se extinguió una vida muy propia del siglo XVIII!
l.- El matrimonio Romero-González fue prolífico, fructificando en dieciséis retoños (47)[156], de los cuales algunos murieron en su primera infancia. Uno, el Pbro. Gregorio Antonio Romero y González, fue varón doctísimo y orador sagrado, de actuación en el Alto y Bajo Perú, especialmente en los tiempos del Arzobispo San Alberto (48)[157]. Otro, Don Francisco Romero González, sirvió como Alférez Real de la ciudad de Orán, en la Intendencia de Salta. Don Clemente Romero González (49)[158] fue comerciante, radicado en Tucumán y Salta. Dos, por último: Don Gregorio Victorio y Don Miguel Simón, sirvieron a la Patria en los ejércitos de la Independencia. ¡Tal fue la simiente dejada en América por aquel hidalgo caballero francés, descendiente del Duque de Llnchat!
SUMARIO: I) Infancia y estudios del Prócer.- II) En el comercio y en la industria.- III) Donación de terrenos para un templo.
1.-No vacilamos en calificar de prócer a Don Gregorio Victorio Romero y González, soldado de la guerra de la Independencia y de la campaña con el Imperio del Brasil. Nuestro biografiado es, evidentemente, un prócer. No sólo son tales aquellos consagrados por la historia oficial y enaltecidos por la pluma de los historiadores clásicos. Las vidas menores de la historia de la Patria; las que no llenan los cartularios ni las crónicas; las que, todavía, permanecen anónimas o semianónimas, tienen -a veces- un valor ponderable por la influencia ejercida en sus medios y por la constancia serena que guió todos y cada uno de sus actos. No sólo son próceres los jefes y soldados que mostraron la fuerza de su heroísmo en los combates, a veces por un azar del destino. Tampoco lo son, en manera exclusiva, los grandes conductores de pueblos, los varones que actuaron con brillo y dignidad en las lides de la política, ni siquiera los grandes organizadores de las instituciones. Próceres son también -dentro dé su esfera- los constructores silenciosos dignos de proceridad, los artesanos del progreso general, los que soñaron con idealidades patrióticas y los que cooperaron, con su fe, con su dinero, con su inteligencia, con el sacrificio de sus vidas, a la formación de la nacionalidad.
En este concepto, todos los soldados de la guerra de la Independencia Argentina, que obraron con entera convicción y todo lo sacrificaron en aras de la Patria, son próceres y, como tales, merecen bien de la posteridad. Además -como dice el historiador Héctor R. Ratto -, “la simple mención de una larga foja de servicios militares, no constituye el cartabón en que deba medirse la talla moral de un soldado. Tanto como su participación en las acciones de guerra en que intervino, es necesario observar si se dan en él aquellas calidades que exterioricen el contenido de una virtud militar sostenida a través de una noble vida. Aludir a la presencia de un guerrero en un sinnúmero de acciones de guerra puede implicar, a veces, un hecho casual, ajeno a la voluntad del biografiado, y en el mejor de los casos, la muestra de una capacitación de orden físico. De la misma manera que el haber, pertenecido a una determinada institución, cenáculo o partido, a parlamento o convención, cursado tal o cual escuela, es un mérito en sí sino una oportunidad” (1)[159].
Es con este criterio, también, que llamamos “prócer” a quien lo merece sobradamente, no sólo por haber servido en el Ejército de la Patria, sino, mayormente, por la forma en que lo hizo, con entera lealtad y con sacrificio.
2.- Don Gregorio Romero y González (Gregorio Romero González o simplemente Gregorio Romero), es una figura patricia del pasado salteño y argentino. De hogar ilustre y empingorotado, señorial y religioso, nace en la ciudad de Salta el 18 de julio de 1779 (2)[160], del matrimonio de Don Francisco Romero y Fuste, francés, con Doña María del Tránsito González y Antequera Saravia, natural de Salta.
3.- En edad escolar, sus padres, lo inscriben como pupilo del claustro franciscano, en el Convento de Salta. Allí funciona la “Escuela de Filosofía” que regentea, con interés inigualable, el R. P. Lector Dr. Fray Don Pantaleón Benítez (3)[161].
En sus aulas, por las que desfiló en su infancia toda aquella pléyade ilustre que gestó la idea revolucionaria en el norte argentino, el pequeño Gregario Victorio -Gregorio Victorino o Victoriano según aparece en otros documentos-, se dedicó, por entero, al estudio de la Latinidad y Humanidades, juntamente con su hermano, el después Capitán del Ejército de Güemes, Don Miguel Simón Romero y González (4)[162]. Sus. condiscípulos en aquella escuela franciscana asumieron papeles importantes en las huestes de la emancipación. Fueron ellos, entre otros, los coroneles Don Jorge Torino de Viana y Don Justo Pastor Arce (5)[163], originarios del Rosario de Lerma y de San Carlos, respectivamente.
4.- Estudiante aventajado, Don Gregorio Romero demostraba singulares aptitudes para la adquisición de conocimientos. Fray Benítez cifraba marcadas esperanzas en su pequeño discípulo y lo exhortaba a seguir la carrera eclesiástica. “Se trataba, por lo que se ve en el Archivo del Convento Franciscano -dice el Padre Bernardino Nardini-, de un niño lleno de cualidades excelentes, de bondad, de dulzura, de carácter, de contracción, de moralidad, cualidades que lo perfilaban como un futuro buen sacerdote y como un abnegado hijo del Santo de la Umbría” (6)[164].
5.- Sin embargo, y pese a esas perspectivas, los infortunios por los que atravesaba su padre -debido a sus reveces comerciales-, obligaron al flamante latinista a abandonar el claustro, pues, por amor fraternal, empeñábase en contribuir pecuniariamente al logro de la carrera de su hermano Miguel Simón, a quien inició en las primeras lecciones de la ciencia y de la virtud (7)[165].
La exigüidad de recursos paternales y el desinterés manifiesto de Don Gregorio que, a toda costa, quería ver graduado a su hermano menor en alguna carrera universitaria, fue la causa evidente que debió torcer el destino de una vida llamada a descollar en los menesteres del sacerdocio o en las profesiones liberales. Por fraterno cariño dejó, pues, las aulas del viejo Convento Franciscano. Abandonó sus estudios en 1796 y se dedicó, por entero, a otra clase de trabajos, en el comercio y en la industria.
Ese hermoso gesto le deparó satisfacciones en un principio; pero no dejó de ser inútil. Su hermano era reacio al estudio. Tras de varios años de enseñanza y aprendizaje, dejó el claustro y se dedicó a la agricultura y a la industria, tareas estas en las que le sorprendió la Revolución de Mayo (8)[166]. Sin embargo, Don Gregorio, realizó ese sacrificio con todo desinterés e hidalguía. Por eso, desde Lima, su hermano mayor el Pbro. Dr. Don Gregorio Antonio Romero y González (9)[167], en carta fechada el 25 de abril de 1797 (10)[168], le decía estas palabras edificantes: “Dios sabrá aceptar tú sacrificio y recompensártelo. Es esta la plegaria que yo elevo al cielo seguro de ser oído, pues nada deja Nuestro Señor Jesucristo sin recompensarlo en la vida de la tierra y en la eterna e inefable del cielo”.
1.-Desde su salida del Convento Franciscano, Don Gregorio Romero actuó en el comercio en su nativa ciudad de Salta. Sus parientes Don Vicente Toledo Pimentel y Montemayor, comerciante fuerte, y Don Francisco Manuel Costas (*)[169] le instaban a abrir un negocio de tienda, dedicado a la venta de géneros. Pero, sin vacilaciones, prefirió instalarse con panadería, por no existir en la ciudad ningún comercio de este ramo. Esta panadería se inauguró en 1797, en la antigua calle de la Candelaria (después Libertad, Federala y, hoy J. B. Alberdi ), al lado de la vieja iglesia del Nazareno (hoy Salón Parroquial de la Iglesia de Nuestra Señora Candelaria de la Viña) (11)[170].
Pese a irse labrando una auténtica independencia económica, Don Gregorio Romero, con singulares sentimientos filiales, no dejaba de hacer vida de hogar con sus padres, morando en su compañía en la casa solariega edificada por su abuelo materno, el Maestre de campo y Encomendero de Salta, Don Pedro José González Saravia, mansión colonial ubicada en la calle del Comercio (hoy Caseros), a escasa distancia del Convento de los Mercedarios (12)[171]. En la casa paterna tenia oportunidad de frecuentar a lo mejor del vecindario salteño al que su madre se hallaba emparentada, especialmente a los Toledo, Moldes, Figueroa, González de San Millán, etc.
2.- Hombre de conciencia recta, en vez de cobrar precios exorbitantes como lo hacían algunos inescrupulosos[172] propietarios de panaderías, Don Gregorio Romero solicitaba, en 1804, que el “Muy Ilustre Cabildo de Salta se expida en forma concluyente, dando a todos los maestros de panaderías la obligación de dar un precio corriente y fijo para la venta en libras por un real de pan, en vista, de los abusos y desórdenes de que unos piden por la harina nueve pesos, otros ocho y medio y así más o mesmo (sic) en todas partes de este país” (13)[173].
3.- Don Gregorio Romero, cuando sólo contaba 18 años, fundó, juntamente con el farmacéutico escosés Don José María Todd (14)[174], el primer Gremio de Comerciantes de Salta, chapado, en su totalidad, a la usanza de los gremios y cofradías españolas estudiadas por el historiador Levene (15)[175]. La asociación tenía por jefe a un “Prior” y realizaba una misa semanal en el templo de Nuestra Señora de las Mercedes “para implorar a tan augusta Señora gracias y beneficios para el gremio y para el feliz descanso de las Almas del Purgatorio “. Constan estos hechos en el expediente caratulado “Sociedad Comercial de Mayoristas y Minoristas de Salta”, conservado en el Archivo Provincial de Salta (16)[176].
4.- En 1804, según dice una interesante pieza documental (17)[177], comenzó para Dn. Gregorio Romero una nueva etapa de la que habría de ser su trabajada vida. Sin dejar el comercio, abrazó la industria y fue excelente propulsor de la harinera en Salta, convirtiéndose en verdadero “pionner”. Personalmente comienza a dar impulso a las moliendas de trigo. Ayudado por su ilustre y generoso pariente, su coterráneo el Dr. Pedro Antonio de Arias de Velázquez Saravia, establece un molino harinero (18)[178], bajo la base del existente en la finca de “La Isla” -antigua propiedad que fue de la Compañia de Jesús-, cuyo origen jesuítico databa del año 1650 (19)[179].
5.- En 1805, en sociedad con Don Antonio Porcel de Peralta, vecino de Córdoba, tomó Romero a su cargo el manejo del viejo molino de los Jesuitas (20)[180], en el camino a San José de los Cerrillos, molino llamado, en el siglo XIX, “de Toro y Jáuregui” (21)[181].
Años más tarde, en 1807, secunda a su hermano Miguel Simón en la industria molinera del villorrio de San José de los, Cerrillos y de sus alrededores. La parte principal de la cooperación de Romero consintió en ayudar a su dicho hermano en el montaje de un viejo molino de.piedra, posiblemente originario, también, de una reducción jesuítica (22)[182].
6.- Con tan constante y meritorio trabajo y con el beneficio líquido que las moliendas le reportaban, el industrial llegó a poseer varias propiedades en la ciudad y campaña de Salta (23)[183], entre otras, y dentro del radio urbano, casi toda la manzana comprendida entre las actuales calles Juan Bautista Alberdi, Buenos Aires, Mendoza y San Juan (24)[184].
El cuadro de terreno era, al ser adquirido por Romero, sólo un gran cañaveral, con aguas estancadas, insalubre, cortado por sanjones o tagaretes, según planos antiguos de la ciudad de Salta confrontados, prolijamente, por el historiador Miguel Solá (25)[185].
Sin embargo, el afán !-exonero del propietario, contribuyó inmejorablemente al progreso y urbanización del barrio, pues, Romero, canalizó y mandó desmontar esos terrenos inhóspitos (26)[186], construyendo su casa-mansión primeriza en la parte de la manzana más cercana a la plaza céntrica, junto a uno de los brazos de canal de desagüe, según aparece en el plano retrospectivo, confeccionado por Miguel Solá (27)[187]. Además, poco a poco, el industrioso vecino mandó levantar otras casas, fincando después residencia en una amplia casona que es hoy patrimonio de sus descendientes (la casa actual del señor Pascual Arce y la adquirida, en compra, por el señor José María Leguizamón ), casona que amplió en, base a la construcción ya existente, levantada por el Canónigo Guzmán.
En el Museo Colonial, Histórico y de Bellas Artes de la Provincia de Salta, se exhibe un tirante de caña de bambú de la vieja casa solariega de Don Gregorio Romero. Fue donada por el señor Pascual Arce, al Museo Provincial de Fomento, como una reliquia histórica.
1.-La piedad acendrada de cristiano de Don Gregorio Romero y González, le llevó, en 1800, a hacer donación a la Iglesia de Salta de una amplia parte del terreno de sus propiedades particulares. Contiguamente a ellas existía, desde poco después de la fundación de Salta -según respetables tradiciones e informes de cronistas (28)-[188], una capilla mísera y pequeña, construída con cañas y adobes. Era la Iglesia del Nazareno o Capilla de La Viña, en cuyo interior se veneraba la histórica imagen de la Virgen de la Viña o de Nuestra Señora de la Candelaria de la Viña, honrada en la ciudad de Salta, desde 1745 (29)[189], después de la profanación de que fuera objeto en su santuario de la Estancia de “La Viña”, en el Valle de Siancas, por parte de los salvajes del Chaco; (30)[190]. En dicho templo, y desde 1660, se veneraba, igualmente, un óleo del Señor de la Buena Salud y una imagen antigua, de talla jesuítica, conocida con el nombre de “El Señor de la Viña” o Nazareno, debiéndose a esta imagen el nombre de Nazareno o Viña dado a la histórica ermita (31)[191].
2.-A fines del siglo XVIII, la Iglesia del Nazareno se tornaba en santuario cada día más estrecho y reducido para recibir la afluencia de fieles de la ciudad y de los que bajaban desde los valles de Calchaquí, de Siancas o de Lerma, ansiosos de testimoniar su devoción a la Santísima Virgen protectora de la comarca (32)[192]. Por eso, Don Gregorio Romero, en un acto de cristiano desprendimiento, donó, con todo desinterés, aquellos terrenos de su propiedad a fin de que, al lado de la reducida capilla, se edificase con toda amplitud un templo futuro, destinado a honrar la advocación de Nuestra Señora de la Candelaria de la Viña, en la milagrosa imagen de la que era su más ferviente devoto y de la que tantas gracias había recibido (32)[193].
3.-El gesto de este católico sincero y sin vacilaciones, originó las posteriores compras de terrenos, destinados a la futura edificación de la Iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria[194], levantada, en gran parte, en el sitio antiguamente ocupado por las viejas propiedades de la familia de Romero (33)[195], la cual, merced a diversos quebrantos financieros, se vio obligada a irse desprendiendo de ellas y entregándolas a distintos propietarios, los cuales las vendieron a su vez a las autoridades eclesiásticas empeñadas en la erección del actual templo de La Viña: sucesor indirecto de la Iglesia del Nazareno, ya que, con anterioridad a aquél existió “La Viña Vieja” y un otro templo destruído mientras se realizaba su construcción, allá por 1850.
Con su donación, el nombre de Don Gregorio Romero y González quedó vinculado, profundamente, a la Parroquia de Nuestra Señora de la Candelaria, en la que, al paso de los años, habría de actuar, como Teniente Cura Vicario, su hijo el Pbro. Dr. Manual Atanasio Romero de la Corte y, posteriormente, como Cura Párroco, su ilustre nieto, el Canónigo Dr. Don Clodomiro Arce Romero, sacerdote ejemplar y hombre de ciencia, gran benefactor de la clase obrera, alma mater de la instalación de las Hnas. Esclavas del Corazón de Jesús en Salta, periodista, escritor, arqueólogo, entomólogo, músico y matemático, ex Rector del Seminario y su eficientísimo profesor, fundador de la Sociedad Gregoriana de Salta y del Círculo de Obreros de San José. Al Doctor Arce debe también Salta la Cruz tutelar del Cerro San Bernardo. ¡Digna progenie sacerdotal que honró la memoria del viejo y cristiano abuelo del barrio de La Viña (34).
(34) Durante el Novenario a Ntra. Sra. de la Candelaria, en febrero de 1945, el Párroco, R. P. Tomás Igarzabal, recordó, desde el púlpito, con noble veneración, el gesto de Don Gregorio Romero González.
SUMARIO: I) La Revolución de Mayo y su repercusión en Salta. El Dr. Tamayo y el Dr. José Ignacio de Gorriti influyen en el ánimo de Romero a favor de la Revolución.- II) Misión de Romero en San Carlos.- IIII En el Ejército del Norte: Un documento del archivo de Solá: otras referencias.
1.- Es ya hombre formado Don Gregorio Romero González al estallar la Revolución de 1810. Friza los 31 años y su carácter laborioso ha contribuído al logro de una situación acomodada. Industrial, comerciante y propietario, goza en Salta de reputación excelente por sus condiciones de caballero y su rango social.
Sus amistades y vínculos familiares son numerosos (*)[196]. Frecuenta, entre otros, la intimidad con las familias de Alvarado, de Gorriti, de Toledo, de Anzoátegui, de López de Brizuela, de Arias, de Saravia, de Mazeira, de Anzede y Graña, de Moldes, de Figueroa, de González de San Millán, de Cornejo, de Tamayo, de Güemes, de Blanco, de Frías, de Ruiz de Gaona, de Ibazeta, de De la Riestra, de Costas, de Elejalde, etc., con todos los cuales tiene cercanos lazos de familia. Casi contemporáneo del abogado Dr. José Ignacio de Gorriti, le une a él una amistad íntima y fraterna (1)[197]. Con frecuencia le visita en sus propiedades rurales de La Frontera y le lleva recados de comunes amigos de la ciudad en la que mora.
2.-Lejanamente emparentado con el Dr. Juan Esteban Tamayo Dávila, por ser éste esposo de una joven de la casa de Arias Rengell, parientes próximos de la madre de Romero, el laborioso industrial salteño estaba informado por aquel ilustre patricio de los sucesos revolucionarios (2)[198], movidos en Salta por hombres del prestigio del Dr. Francisco de Gurruchaga, precurSor de la emancipación política desde su estadía en España (3)[199].
El Dr. Tamayo Dávila, abogado, oriundo de Bolivia, desempeñaba el cargo de Síndico Procurador del Cabildo de Salta y era, en esta ciudad, uno de los dirigentes de la opinión pública a favor de la Revolución, como consta por una carta -aun inédita- que le fue dirigida en abril de 1810 por Don Nicanor López, a la sazón ausente en Jujuy (4)[200].
Romero y González (o Romero González), amigo, simpatizante y pariente político del Dr. Tamayo Dávila, era uno de aquellos tantos jóvenes de Salta que dirigían las agitaciones populares a favor de la Revolución. Sentía intenso amor a la tierra nativa y, por el hogar materno, tenía más de cinco generaciones americanas. Por eso, por su espíritu patriota, se sentía unido a esa generación libertadora de 1810. Además, por el contacto directo con algunos hombres de ideas emancipadoras como el Dr. José Ignacio de Gorriti, el Pbro. Doctor Don José Domingo de la Riestra -su íntimo amigo y contertulio- y el revolucionario Don José de Moldes (*)[201] -recién regresado de España- se hallaba en un clima de verdadera simpatía a favor de la Revolución.
3.- Estallado él movimiento de Mayo, sorprende a Romero con el ánimo bien dispuesto a abrazarlo con todo idealismo (5)[202]. En Salta, el Dr. Don José Ignacio de Gorriti, nacido en Jujuy, asume, de hecho, la dirección y el mando del elemento patriota, tirando los primeros hilos y gestando las primeras reacciones. El Dr. Gorriti, hombre leal, docto y prudente, de vasta cultura, lector de Mariana, de Suárez, de Santo Tomás, de Solórzano Pereyra -más que de Rousseau y de los hombres de la Enciclopedia-, es el orientador de la política provinciana. Prepara adeptos para la sagrada causa y es, indiscutiblemente, “el númen de la Revolución en las regiones del Norte”, según la acertada calificación del Dr. Bernardo Frías (6)[203].
Gorriti necesita de colaboradores eficaces para el logro de su empresa. Romero González es uno de los indicados. El “númen de la Revolución en el norte”, conocedor de las virtudes públicas y privadas de su antiguo amigo, estrecha con él sus relaciones más y más, según consta por varios documentos y por el testimonio familiar recogido por el historiador Dr. Vicente Arias, nieto del prócer (7)[204].
4.-El Dr. Gorriti, con fecha 29 de junio de 1810, escribía a Romero González una carta que no tiene desperdicio porque pinta un curioso momento de la historia de Salta. La data en su finca de “Los Horcones” y le manifiesta en el estilo de la época (8)[205]: “Mi muy amado Goyo: El dador de ésta, Don Pedro José de Saravia, podrá confirmarte cómo[206] es con gran satisfacción que puedo decirte: ¡Al fin somos libres! Creo que los sucesos ocurridos de Mayo han de ser la chispa de muestra verdadera emancipación política de la metrópoli absorta en el poder que atenaza con monopolios temerarios; y estoy dispuesto, como lo he estado hasta aquí, a apoyarla no sólo con el todo de mi fortuna en mulas y animales de reses, sino si fuese necesario hasta con mi propia vida de hijo de la tierra de los depuestos Moctezumas”.
“El patriótico pronunciamiento de Salta -agregaba- servirá como guía imitable para toda la Intendencia y yo crea que no sólo se debe colaborar aisladamente perdiendo el sumum de comunidades, sino uniéndose en una gran cofradía con cabezas visibles para trazar los planes de carácter futuro, procurando la organización de un cuerpo armado que ponga su espada al servicio de nuestra causa”.
Y continúa: “También debes depender e incorporarte a ello (la milicia), porque la propaganda que uno pueda hacer en las ciudades o en la campaña no tendrá nunca la fuerza ni la importancia de un ejército permanente como el que propongo, capaz de acabar en forma siniestra con todos los que se opongan a la causa de América”.
“Ven a mi finca en los primeros días de julio y entonces podremos hablar de los planes de Toledo, de Don Antonino Cornejo (*)[207], de Sierra (**)[208], de Saravia (***)[209], y de Echanique (****)[210], sin cuidarnos de las lenguas malignas y lejos del terror y odio que puede posesionarse de los godos como Isasmendi, Toranzos, Archondo y otros de igual vitela, incluso el Ilmo. Señor Videla (*****)[211], mezclado en trapicheos con Don Pedro José de Ibazeta y otros tantos intransigentes”.
Así, con esa confianza y sencillez con las que un amigo se dirige a otro amigo, el Dr. Don José Ignacio de Gorriti seguía escribiendo a Romero González: “¿Qué me cuentas de ésa? Don Juan Esteban Tamayo me ha escrito refiriéndome numerosos sucesos alarmantes de los honorables del Cabildo y Echanique me manda la copia de una carta venida de Córdoba de persona muy visible y entrometida (8 bis)[212]. ¡Quiera Dios que esta Revolución no se vea ahogada por la sangre, porque todas las cosas pueden hacerse con el buen trato y la discreción, según dice mi hermano Juan (9)[213] y lo vengo diciendo una y otra desde la hora primera de estas cosas que están en los designios de la libertad”.
“Te espero con toda confianza junto con Simón (10)[214] y hago portadora a la presente de las viejas expresiones del cariño profesado por tu viejo y amante amigo.- Conacho.” (10 bis)[215].
5.- Romero González responde, plenamente, a la confianza que en él deposita su viejo amigo Gorriti (11)[216]. Descuidando sus intereses, todo lo sacrifica por los de la Patria. Marcha a La Frontera. Se pone incondicionalmente a las órdenes de Gorriti y comienza a llenar su página como soldado de la Revolución de Mayo (11 bis)[217].
Por eso, la vida y la acción militar de Don Gregorio Romero y González, guerrero de la Independencia Argentina, es digna de ser destacada y merece salir del injusto anonimato en el que permanecía escondido por una mal entendida modestia de parte de sus descendientes. La vida de este generoso prócer salteño no constituye la acción del táctico, del estratega, del organizador o, siquiera, del combatiente múltiple, de amplia participación en cientos de acciones guerreras. Pero, en cambio, se diseña con un papel eficaz, no sólo por lo que al estricto cumplimiento de la disciplina militar concierne, sino, sobre todo, por la elevada misión que le tocó ejecutar, consubstanciándose con los soldados del pueblo -de la gleba-, con los soldados subalternos a quienes dirigió en su moral y en sus sentimientos, haciendo un verdadero apostolado patriótico y religioso, que se avenía con su bonancible temperamento. Como por su cuna elevada; por su ilustración, que no era la de un mediocre; por sus vínculos de familia y relaciones, pertenecía innatamente Romero González a una esfera superior a la que actuaba en las filas del ejército, su decisión de generosa humildad y desprendimiento, al anhelar permanecer como un modestísimo soldado, sin graduaciones superiores de ninguna especie, su decisión -repetimos- se encuadra en un marco muy especial, harto fácil de explicarlo si se tiene en cuenta cual era la exacta interpretación filosófica que daba a su cristianismo convincente.
Fue esa situación la que le puso en contacto directo con el bajo pueblo y con los soldados de las clases sociales inferiores. Y, fue ésa[218] también, la que le indujo a obrar en forma verdaderamente decidida, obteniendo resultados tan importantes como fueron los logrados por todos aquellos militares que colaboraron en la feliz ejecución de los planes guerreros, dirigidos por los estrategas y por los tácticos de nuestras campañas de la Independencia. En efecto, en Don Gregorio Romero González, su austera moral de hierro y el cumplimiento eficaz de sus obligaciones, sabría sumarse a sus consejos y opiniones honradísimas para estimular y edificar a los soldados que con él actuaban y a él respetaban profundamente, admirándole por esas raras dotes de su fuerza moral (*)[219].
1.- A poco de estallar la Revolución de Mayo, Salta se levantaba en pie de guerra. El entonces Teniente Güemes, cumpliendo órdenes de Diego Pueyrredón, iniciaba la foja de servicios de su famosa “Partida de Observaciones”, recorriendo los valles calchaquíes y la quebrada de Humahuaca (12)[220]. La organización militar comenzaba a hacerse efectiva y cooperaba a ella, en primer lugar, el celoso Dr. José Ignacio de Gorriti, en La Frontera. En torno a él se nucleaban: Don Antonino Fernández Cornejo, Don Vicente Toledo, Don José Ignacio Sierra, Don Pedro José de Ibazeta, Don Manuel Antonio Saravia, Don Pablo de La Torre, etc., en sus diversas propiedades rurales (13)[221].
Como patriota de convicción, Don Gregorio Romero, alistóse en las milicias que formaba en la provincia de Salta el Dr. Gorriti, prestigiosa e injustamente olvidada figura de la emancipación[222] nacional a quien correspondió el papel de haber sido el iniciador del movimiento popular en el norte y el primer ejecutor del plan de guerrillas gauchas que tanta importancia habría de asumir más tarde, cuando la aparición del comandante de gauchos, Gral. Don Martín Miguel de Güemes, indiscutido colaborador de San Martín en la campaña de la Independencia Sudamericana.
El Dr. Gorriti, que conocía cuál era el espíritu de Romero y González; que apreciaba, en lo que valían, todas sus hermosas cualidades; que confiaba en él, en fin, con el afecto profesado al mejor amigo, comprendió la importancia de la misión que le tocaría cumplir y le envió a los Valles Calchaquíes, tierra de hombres fuertes y valerosos, a objeto de enganchar soldados para el ejército que preparaba, convencido de la eficacia y del influjo de su antiguo camarada (14)[223].
2.- Era Romero hombre práctico en esos viajes al Calchaquí, adonde varias ocasiones le llevaron sus intereses comerciales (15)[224]. Además, en lo que constituía la “capital del Valle”, en San Carlos, su hermano Miguel Simón había fijado residencia desde 1808 ó 1809 (16)[225].
Todo esto lo sabía Gorriti perfectamente y por eso lo destacó a esa zona, con ese instinto especial que tenía para el conocimiento de las aptitudes de los hombres. Entre tanto, Gorriti continuaba el cumplimiento de sus planes, organizando las milicias de Salta y carteándose con varones de la ilustración del enérgico Cura Echenique.
3.- En 1811 arribó Romero al pueblo de San Carlos, dividida en facciones de patriotas y realistas. La misión a cumplir era grave y arriesgada, pues San Carlos constituía casi íntegramente un feudo de propiedad de Aramburú, gran señor de campanillas, apegado férreamente a sus ideas monárquicas y a la defensa de su Rey, cuyo dominio en América sostenía (17)[226].
Sin más armas que la persuasión[227] y la prudencia, Romero, en unión con el patriota Don Justo Pastor Arce (*)[228], pudo conseguir algunos voluntarios entre los moradores criollos de San Carlos, los cuales vinieron a aumentar la falange de Gorriti (18)[229]. Pese a la intensa labor realizada, los nuevos reclutas fueron pocos en número, debido a que el feudatario de aquel Departamento, Aramburú, había formado el célebre Escuadrón Real de San Carlos, incorporando en él a casi toda la gente de la región, con voluntad o sin ella (19)[230].
4.-Sin decaer en su ánimo, Don Gregorio Romero, después de enviar el contingente de San Carlos, pasó a Seclantás (hoy Departamento de Molinos, provincia de Salta), acompañado de su hermano Miguel Simón. En Seclantás contó con la decidida cooperación de Don Luis Borja Díaz [231], una de las figuras más interesantes de la Historia de los valles calchaquíes. Merced a los brillantes servicios de este patriota, Romero consiguió un nuevo contingente de hombres rurales que habrían de servir, dignamente, a la epopeya libertadora. Entre estos soldados anónimos, hijos de Seclantás, se ha conservado el nombre de un modesto peón que había sido de la finca del patriota Díaz, el nativo Benjamín Chocobar, hombre leal y desinteresado, quien siguió al Dr. Gorriti durante todo el tiempo en que duró la guerra de la Independencia, acompañando al prócer en los años amargos del exilio y dejando sus huesos en Tarija a una edad verdaderamente avanzada (20)[232].
1.-A su vuelta de los valles, se alistó Romero en las filas del Ejército del Norte, entonces en viaje al Alto Perú. Sus amigos y compañeros de otras épocas marchaban también incorporados a él, entre ellos Güemes y Gorriti. Pudo Romero haber solicitado alguna graduación y tenía méritos para ello; pero inscribióse, tan solo, como soldado raso, pues, con su excesiva modestia, no quería títulos ni rangos militares. Era sólo un civil que sintiendo el llamado de la Patria se aprestaba a servirla con honradez y con civismo (21)[233].
En carta a su invariable amigo el Gral. Dr. Don José Ignacio de Gorriti, fechada en Tarija, a 15 de julio de 1811, le decía con respecto a su actitud: “No me considero digno del gran Ejército de la Patria. Soy hombre sin ninguna práctica militar y si en él es que me he alistado lo he hecho sólo cumpliendo un deber de americano y siguiendo un dictado de mi corazón” (22)[234].
Estas palabras de Romero eran la unánime expresión del patriotismo del momento. Además, se asentaban en la humildad de su espíritu profundamente cristiano y eran una especie de eco del ambiente de legítimo patriotismo en el que se vivía. Así, años más tarde, en 1813, el Gral. Belgrano, la más desinteresada de las almas de nuestra Independencia Nacional, decía en oficio fechado en Jujuy, el 30 de diciembre de 1813: “No conozco la ambición, no he de resentirme y serviré con gusto en la clase de soldado, cuya vida he experimentado, sin embargo, de ser General en jefe, cargando el fusil y cartuchera para ejemplo de mis compañeros” (*)[235].
2.- Con esa línea de conducta que se había trazado, Romero no quiso aceptar títulos militares durante el largo lapso de su carrera de las armas, en defensa de la libertad de su Patria. “Si alguna vez lo hizo, como en la guerra del Brasil -dice su nieto Monseñor José Gregorio Romero y Juárez- fue por complacer a sus jefes que le pedían los aceptase” (23)[236].
Conviene agregar que, al igual que Don Gregorio Romero, muchas fueron las personas distinguidas de Salta, de alto rango social, que se engancharon al Ejército de la Patria como simples soldados rasos. Es ejemplo, entre otros, Don Julián Castro, quien, en 1812, revista como “soldado voluntario de caballería” (**)[237].
3.-En el sufrido Ejército del Norte, al lado de Monseñor Doctor José Calixto Gregorio sus hermanos Francisco y Miguel Simón, se halló Don Gregorio Romero en diversas jornadas guerreras. La tradición de familia lo recordaba con legítimo orgullo (***)[238]; pero carecía de documentos escritos que lo atestiguasen (23 bis).
El historiador Doctor Vicente Arias, en su doble carácter de nieto del prócer y de amante de los tradiciones regionales, agotó, infructuosamente, sus investigaciones en los archivos salteños a fin de dar con alguna pista sobre la actuación que cupo al prócer en el Ejército del Norte. Iguales gestiones y con el mismo resultado realizaron otros de sus nietos: los señores Policarpo Romero y Pascual Arce (*)[239]. La suerte ha sido favorable para quien esto escribe, pues, en Buenos Aires, en el Archivo Particular del historiador Sr. Miguel Solá -distinguido -comprovinciano salteño y versado maestro en el conocimiento de la historia argentina-, se ha hallado el dato que tanto se buscaba, confrontando, con los historiógrafos Solá y Rafael Zambrano, la colección de documentos que constituyen parte del Archivo de Don Miguel Otero, hoy en poder de dicho señor Miguel Solá, quien lo hubo de la sucesión del tradicionalista Don Fortunato Solá.
El documento en cuestión no es otra cosa sino el “Informe de la Carrera Militar de Don Ramón Ferreyra, vecino de la Ciudad de Salta”. En este informe”, a fojas 2 y 3, Don Gregorio Victorio Romero González declara, juradamente, ante el Escribano Juan Manuel Blanco, a 25 de junio de 1825: “Que conoce (sic.) al suplicante y que fue de su propio Rejimiento (sic) de Granaderos a Caballo; que no tiene presente en que año dentro (sic.) a serbir (sic.) ; pero, que sí sabe y le consta que, a principios del año diez y seis el dicho Ferreyra quedó erido (sic.) en Potocí (sic.) ho (sic.) Chuquisaca; por consiguiente, que en todo el tiempo que lo ha conosido (sic.) en el serbicio (sic.), no a (sic.) dado nota a su persona ni a (sic.) incurrido en decersión alguna. Así mismo que este Ferreyra se alló (sic.) con el -(dicho Romero) en la acsión (sic.) de Sipecipe (sic.), donde fue erido (sic.) y que por la gravedad de sus heridas quedó donde arriba se espresa (sic) el dicho Ferreyra, con lo que concluyó su declaración” (24)[240].
Este documento es inobjetable. De él se desprende, palmariamente:
a) que Don Gregorio Romero actuó en el Ejército del Norte, en cuyas filas se hallaba en 1816.
b) que pertenecía al Escuadrón de Granaderos a Caballo.
c) que asistió a la batalla de Sipesipe.
Estos son los puntos que aquí interesa destacar, para que no se dude, ni por un momento, de la participación del héroe en la guerra por la Independencia. No figuran tales antecedentes en las ediciones anteriores de este trabajo. Para su autor eran desconocidos hasta el mes de mayo de 1943, en que pudo conocerlos merced a la deferencia del excelente amigo y colega, señor Miguel Solá, cuya obra es bien apreciada.
En la segunda edición -y valiéndonos de anotaciones autógrafas de Monseñor Doctor Don José Gregorio Romero y Juárez -, se ha dejado dicho que Don Gregorio Romero González, Guerrero de la Independencia Argentina, se halló en la gloriosa batalla de Suipacha (7 de noviembre de 1810) -cuyo mérito principal correspondió al Gral. Güemes- y en los desastres de Huaqui (20 de junio de 1811) y del Nazareno (12 de enero de 1812). Según las apuntaciones de Monseñor Romero, el guerrero -su abuelo-, a insistencias de sus jefes, ostentaba en Huaquí la graduación de Sargento Mayor, después de una larga actuación a las órdenes de Balcarce, de Pueyrredón, de Belgrano y Rondeau (25)[241].
Monseñor Romero, amigo del famoso poeta Doctor Joaquín Castellanos, escribía, en 1918, al Doctor Don Cornelio Ríos, eminente historiador boliviano y ex condiscípulo del primero, diciéndole saber por el Doctor Joaquín Castellanos que su “abuelo, Don Gregorio Romero, compañero de Güemes, había actuado en la batalla de Suipacha, al lado del abuelo del poeta Castellanos, el médico generoso Doctor Antonio Castellanos, a quien tanto debe la historia”. “Sé por el mismo amigo común -continúa Monseñor Romero-- -que mi abuelo mantuvo estrecha relación con dicho médico Castellanos, quien también le curó de heridas recibidas en la batalla de Salta” (26)[242].
Romero y González no defeccionó jamás en sus ideales. Fiel a su Patria acompañó a los Ejércitos en sus victorias y en sus derrotas. “Rechazando siempre títulos y dignidades, no por eso dejó -dice el historiador Lagos Lasserre- de desempeñar las más delicadas misiones, cuando las circunstancias y la merecida confianza de sus superiores así lo exigía” (27)[243].
Fue por eso una figura rodeada de respeto y de veneración; un abnegado servidor de la República y una estampa de indiscutible proceridad.
SUMARIO: 1) En las Batallas de Tucumán y Salta. (La estratagema[244] de Don Apolinario Saravia. El papel de Romero).- II) Matrimonio de Romero. (Su patricia esposa. Romero se vincula por parentesco[245] a la familia de Güemes).
(La estratagema de Don Apolinario Saravia. El papel de Romero).
1.-El Ejército del Norte, después de la acción de El Nazareno, se vio obligado a retirarse hasta Humahuaca. Su jefe, Pueyrredón, solicitó su relevo y bajó hacia Tucumán, llegando a Yatasto el 20 de marzo de 1812. Seis días después, el Gral. Belgrano se hacía cargo del desmoralizado Ejército -señala el historiador Gral. Ricardo Solá (1)[246].
El soldado Romero González -según recuerda la tradición familiar- solicitó licencia en ese momento, pasando a la ciudad de Salta, con objeto de tramitar su pendiente matrimonio, en vías de realizarse desde 1811. Su novia era una dama jujeña, cuya edad apenas si había pasado de los 15 años. Se llamaba María Josefa Cesárea de la Corte y Carbajal.
Estaba radicada en Salta con los suyos y era sobrina de tres damas empingorotadas, vinculadas a dirigentes patriotas: Doña María Magdalena de Goyechea y la Corte (viuda del Tesorero Güemes y esposa de Don José Francisco de Tinéo (*)[247], madre del ya célebre Güemes; Doña María Josefa de la Corte y los Santos (esposa del tribuno, Doctor Don Pedro Antonio de Arias de Velázquez [248] Saravia) ; y Doña Clara de la Corte y Rosas, esposa del Coronel Juan Adrián Fernández Cornejo (madre del patricio Coronel Don José Antonino Fernández Cornejo).
La casa de la novia de Romero estaba sahumada de un aroma de Patria. En los patios, encatrados de jazmines y fuscatas, rielaba la luna romántica y la negrura de los ojos de las doncellas.
Concurren a esa casona, en horas de tertulia, los patriotas de mayor jerarquía, con Güemes a la cabeza (2)[249]. Allí, o en la mansión de la madre del caudillo, la familia de la Corte y Carbajal escucha los comentarios políticos que llenan la historia de los años 1811 a 1816. Las novedades son inquiridas por las damas, especialmente por las espirituales Macacha (3)[250] y Francisca Güemes -la nombrada Dña. Pancha Güemes, después antecesora de la casa de Costas (4)-[251] y por las jovencitas María Cesárea y María Fortunata de la Corte. Informan sobre política, con habitual prudencia, hombres graves como el Doctor Arias de Velázquez -abogado salteño, ex Profesor de la Universidad de San Marcos de Lima- o el joven abogado Doctor Juan Manuel Güemes, hermano de Don Martín, el guerrero (5)[252]. ¡Qué hombre Don Juan Manuel! Alto, elegante, ceremonioso en el minué. Ha sido pretendiente de su prima Cesárea en Jujuy; pero, ahora, solo piensa en casarse con las “Leyes de Partidas”. Lector de Diderot ama la cultura francesa y salpica con un estilete “voltaireano” su charla amable con ese otro abogado de Charcas, barbado y enjuto, común y querido amigo de él y del novio de Cesárea: el Doctor José Ignacio de Gorriti (5)[253].
2.-Ese es el ambiente social que frecuentó Don Gregorio Romero. Lo añoraba, sin duda, en sus penosas jornadas militares. Sin embargo no podrá disfrutarlo mucho tiempo. Sus deberes de soldado lo llaman.
Se despide de Salta con no escasa nostalgia, y baja a Tucumán, con el grueso del Ejército, entonces en retirada desde Jujuy. En el camino, la suerte le depara un excelente compañero. Es el Doctor Joseph Redhead, famoso médico de Edimburgo radicado en-Salta (5 bis)[254].
Hostilizado por elementos realistas iba a pedir protección a Belgrano. Desde ese momento cedería su acerbo científico e intelectual a la causa de la Independencia (6)[255].
Por esta emergencia de su marcha con el Ejército, Romero se encontró en Tucumán el día de la Batalla del 24 de septiembre, aunque no tomó parte activa en ella por hallarse enfermo (6 bis)[256]. Sin embargo, después del triunfo de Belgrano, fue ascendido a Sargento y encargado, juntamente con los guerrilleros José Manuel de Sosa, Manuel Ubaldo Córdoba -oriundos de San Carlos de Calchaquí (Salta)- y César Vázquez Aráoz -tucumano- para dirigir patrullas de hostilidad y vigilancia hasta las tropas del Ejército Realista al mando del General Pío Tristán, en marcha de retirada hacia Salta (7).
3.-En las postrimerías de Noviembre de 1812, Don Gregorio Romero llegaba de nuevo a Salta, en cumplimiento de su misión. En esta ciudad permaneció, provisoriamente, alejado del ejército; pero, sin por eso dejar de ser el hombre de confianza de los patriotas.
El Dr. Gorriti, Don Pedro José Saravia, Don José de Moldes y el entonces joven Rudecindo de Alvarado -sus parientes estos tres últimos-, le confiaron, en ese transe, difíciles misiones de carácter secreto, vinculadas a la vigilancia a los elementos realistas. Pero, entre otras comisiones[257], una de las importantes fue la de enganchar soldados para el cuerpo de “Decididos de Salta”, que organizaba el grande patriota Gral. Don
Juan Antonio Álvarez de Arenales (8)[258]. Además, desde sus propiedades campestres, los patricios Don Saturnino y Don Manuel Antonio Saravia y Don Pablo Latorre le solicitaban informes y referencias sobre diversos sucesos (9)[259].
4.-Cuando el Gral. Manuel Belgrano se aloje en la Hacienda de Castañares, en casa del coronel Don Apolinario Saravia -a quien llamaban “el chocolate” por el color bronceado de su tez (10)-[260], Romero González fue uno de los pocos vecinos enterados de ese secreto de guerra (11)[261] del cual, posiblemente, dependió el éxito de la Batalla de Salta (12)[262].
Belgrano encomendó a Saravia que se dirigiera a la ciudad de Salta, desde la Hacienda de Castañares, a objeto de comunicar a los patricios que la hora del triunfo se aproximaba. El sagaz Saravia, que era un nativo lleno de viveza criolla, cumplió el cometido en forma verdaderamente admirable. Descuidando la vigilancia realista, fingió ser un simple leñatero y, conduciendo asnos cargados, entró en la ciudad por el camino llamado “El Portezuelo”, consiguiendo, inmediatamente, ponerse en contacto con los adictos a la causa de Mayo (13)[263].
Entre sus medidas de aviso, el Capitán Saravia comisionó a Don Gregorio Romero González para hacer entrega de ciertas cartas de índole secreto. Las dirigía el Gral. Belgrano a su colega salteño, el abogado Dr. Pedro Antonio de Arias de Velázquez Saravia y a su amigo Arenales. El portador, hombre de entera confianza entre los patriotas, estaba vinculado por parentesco[264] al Capitán Saravia (14)[265]. Es obvio decir que la misión encomendada a Romero fue fielmente cumplida.
5.- No bien llegó Belgrano a Salta, el bravo Romero se sintió atraído por la hermosura de aquella alma extraordinaria. A través de los conceptos con que siempre la había ponderado el Dr. José Ignacio de Gorriti, no tardó en apreciarla en sus cualidades de desinterés y de nobleza. Pero, su admiración hacia Belgrano creció, más y más, a medida que pudo tratarlo personalmente. Y así, muchos años después, en 1837, había de escribir estas palabras reveladoras: “De entre los hombres que han hecho nuestras guerras –señalaba en carta al Pbro. Máximo Tamayo-, ninguno se hallaba embargado de esa alma tan llena en sentimientos de humanidad y de fe religiosa que nuestro llorado General Belgrano” (15)[266].
Movido por esos sentimientos de admiración al creador de la Bandera Nacional, se uso a su lado y cooperó en las filas de su ejército, en una esfera que, si bien modestísima -se -según sus propios deseos-, no dejó por ello de estar llena de significado.
6.- Como soldado del Ejército del Norte sintió latir en su pecho argentino la llama de la Libertad. Sin vacilar, se reintegró a su ejército y corrió, presuroso, a dar su sangre por la Patria en la memorable Batalla del 20 de febrero de 1813, consagrada por la historia con el nombre de Batalla de Salta.
Al igual que otros muchos jóvenes salteños, pertenecientes a las mejores familias de aquel vecindario[267], Don Gregorio Romero González se incorporó al célebre “Cuerpo de Decididos de Salta” (16)[268]. en el que actuaban, también, entre otros, sus excelentes amigos y comprovincianos, varios años menores en edad, los sancarleños José Manuel Sosa (17)[269] y José María Fernández. Por su participación en aquella épica jornada, lució en su pecho la condecoración militar otorgada por la Soberana Asamblea del año XIII, honrosa condecoración que decía: “Soy de los Vencedores de Salta”.
La causa de no encontrarse el nombre de Romero en las listas de toma de razón de los despachos de sus oficiales, ni en las listas de revista sobre los papeles de la Comisaría del Ejército, se debe -como lo hizo notar ya, en 1872, el Procurador General de la Nación, Doctor Don Martín Gainza, al estudiar el caso de pensión a Doña Josefa Fresco, viuda del guerrero de la Independencia, Tte. Coronel Don José Manuel Chaves- al hecho de que,, el cuerpo de “Decididos” no era, en ningún momento, una organización de línea, sino de milicias, que accidentalmente, se reunía al Ejército (18)[270].
7.- La actuación de Romero y González en la batalla de Salta, lejos de ser obscura y sin relieve, se distingue por un hecho digno de ser señalado: fue uno de los heridos de la contienda, episodio de su vida éste que siempre le llenó de legítimo orgullo, por haber contribuido[271] a regar con su sangre generosa el suelo de su invicta Salta (19)[272]. En efecto, el ya Sargento Romero, Como recompensa a su arrojo, recibió en aquel memorable 20 de febrero de 1813 un sablazo en la pierna, según lo recuerda la tradición familiar y lo hace constar una carta que obra en copia, en el archivo particular del autor y que, en su primer párrafo, dice textualmente. “Salta, a 20 de diciembre de 1815. Teniente... (roto) Burela. Muy amado amigo: Transido de sentimiento vengo en lamentar su accidentado viaje; pero celebro haya caído en manos de mi pariente, el bondadoso Castellanos, a quien debo mi mejoría y curación del sablazo recibido en el campo de la Cruz cuando la batalla de Salta, de la cual Ud. también se recuerda...” (20)[273].
Como se desprende de este párrafo, Don Gregorio Romero González fue herido en la acción guerrera del 20 de febrero y curado de su herida por el médico y filántropo salteño, Doctor Antonio Castellanos Sara via, vinculado al prócer por lazos de familia (21)[274].
¡Así sirvió la causa Americana aquel guerrero de la tierra salteña!
1.-No bien logra restablecer de su herida, Don Gregorio Romero satisfizo su viejo anhelo. El 25 de julio de 1813 contrajo matrimonio con Doña María Josefa Cesárea de la Corte y Carbajal, de familias jujeñas (21)[275]. Había nacido en Jujuy en 1796 y eran sus padres el Alguacil Mayor de San Ramón de la Nueva Orán, Coronel Fidel Ignacio de la Corte y Peña, originario de Salta (hijo de Martín Miguel de la Corte y Corte y de María Inés de la Peña y Campos) y Doña Petrona Eustaquia de Carbajal y Fernández de Córdoba, de familias salteñas descendientes de nobles estirpes españolas: de los Galíndez de Carbajal –rama del famoso Correo Mayor de Indias- y de los Fernández de Córdoba, del noble linaje del Príncipe Don Gonzalo.
Aparte de ser prima del entonces Coronel Güemes, Doña Cesárea de la Corte, mostraba su linaje patricio por el apellido que ostentaba. Sus tíos no eran otros que Don Bartolomé de la Corte, denodado guerrero, después soldado de Güemes y Gobernador de Jujuy, y Don José Manuel de la Corte, quien habría de lucir el cargo de Alguacil Mayor de Jujuy en 1816 (22)[276]. También tenía parentescos con familias partidarias del Rey, como lo era la hidalga de Morón, antecesora de los Orihuela y de los Zamorano Orihuela y de los Zambrano Orihuela.
Al contraer matrimonio, Dña. Cesárea tenía diez y siete años escasos -dice Monseñor Romero (23)-[277]. En cambio, su marido, era ya hombre hecho y derecho. Frizaba treinta y cuatro años. El casamiento se realizó en la casa de los Güemes, por el parentesco[278] de la contrayente. El, Coronel Güemes no participó del matrimonio. Por orden de Belgrano se encontraba exilado en Buenos Aires y, desde allí, cumpliría seguramente con su prima y con su viejo amigo, enviándoles algún recado (24)[279].
La circunstancia del matrimonio de Don Gregorio Romero con una pariente del Gral. Güemes, dio al primero mayores ocasiones de seguir sacrificándose por su patria en las gloriosas campañas de la Guerra Gaucha.
SUMARIO: I) Romero y El gobierno de Güemes. La confusión de Cerrillos. Opinión del historiador Escala.- II) En la Asonada[280] de 1821. Una anécdota de Doña Cesárea de la Corte.
1.-A poco de su casamiento, Don Gregorio Romero se reintegró a las filas del Ejército del Norte y actuó allí hasta 1816, fecha en la que regresó a Salta. Según el documento del archivo de Don Miguel Solá, a que se ha aludido en el acápite tercero del capítulo III de esta obra, consta que actuó en el Regimiento de Granaderos a Caballo, en los escuadrones que se encontraban en el norte. En el mismo documento consta que se halló en el desastre de Sipe Sipe, del mismo modo que, antes, en 1811, se halló en el de Huaqui, según las referencias citadas de Monseñor Romero y Juárez (1)[281].
2.- Después de estas acciones, se alejó casi por completo del escenario público, negándose a aceptar los cargos que se le ofrecían. Entonces, Salta, era gobernada por el General Güemes, a quien San Martín había hecho plena justicia, señalándole copartícipe de sus planes (*)[282].
Cuando Romero arribó de nuevo a la ciudad de su nacimiento, encontró dividida la opinión pública. Aparte de la lucha contra los realistas, que a todos preocupaba por igual, surgían facciones y se entablaban reyertas entre los mismos patriotas. Güemes tenía en su contra muy seria oposición. La acaudillaban hombres principales como el Doctor Pedro Antonio Arias Velázquez, pariente político de Güemes, de quien había sido su Ministro. Enérgico e intransigente, el Doctor Arias Velázquez era un patricio de honradas intenciones, aparte de un jurisconsulto de amplio prestigio y saber.
La situación que se le creó a Romero fue muy grave. Por una, parte, su inconmovible amistad con Güemes y con su consejero el Doctor Gorriti, aparte del parentesco[283] que le ligaba al primero. Por otra, su amistad, también inquebrantable con el respetable Doctor Arias, cuya esposa -Doña Maria Josefa de la Corte- era tía de su mujer, Doña Cesárea. En esa emergencia sólo el tacto prudente de Romero pudo evitarle el verse envuelto en desagradables asuntos. Optó por secundar a Güemes en forma empeñosa; pero sin llegar a aceptar ninguna de las posiciones que le ofrecía como a hombre de toda su confianza. Así atemperaba al Doctor Arias y, al mismo tiempo, satisfacía a su propia conciencia, demostrando, públicamente, su lealtad y su consecuencia hacia aquel patriota que dirigía la guerra gaucha.
Su ascendiente y su dinero estuvo[284] siempre a la disposición de Güemes. El caudillo frecuentaba su casa, en cuyos interiores casi no pasaba noche sin que se alojaran a pernoctar algunos de los gauchos que hacían permanente escolta al altivo Gobernador.
El matrimonio Romero no reparaba en sacrificios por la Patria y por el Ejército de Güemes, para el cual, la prima del caudillo, cosía ropas y preparaba “avíos” de provisiones. Romero, por su parte, sin distraer sus obligaciones en el hogar y en los negocios, fue un eficaz colaborador de Güemes. Con su hermano Miguel Simón daba instrucción militar a los reclutas y, con su mujer, aminoraba los enconos del Doctor Arias Velázquez, quien, en su exaltación, tildaba a Güemes con el duro epíteto de “hidra” y lanzaba proclamas de corte “Catilinario”, condenando al Gobernador por haber trasgredido “los diez mandamientos de la Ley de Dios” (2)[285]. Además, Don Gregorio Romero, juntamente con su aludido hermano, combatió en varias ocasiones contra los realistas y contra los enemigos del Gobernador (2 bis)[286].
3.- Refieren las tradiciones que, gobernando a Salta el Gral. Güemes, a fines de 1820, Don Pablo Alemán, coligado con los militares Gregorio y Miguel Romero, se dirigían a Cerrillos,, debido a una alarma del cura Arias Rengell, quien había manifestado en Salta tener conocimiento de una asonada que se preparaba en Cerrillos y que se dirigía a Salta, según sus versiones[287], capitaneada por el Doctor Arias de Velázquez, con el objeto de derrocar al “déspota Gobernante”.
Llegados a la Villa de los Cerrillos, Alemán despachó al Capitán Don Miguel Romero, juntamente con Don Gregorio, para que cumpliesen una delicada misión. El oriental Alemán quedó al frente de unos pocos gauchos.
En tales circunstancias acertaron a convergir las partidas de “Pachi” Gorriti (*)[288], unidas a las de “Chicuanistas”, dirigidas por el Coronel Sinforozo Morales. El Coronel “Pachi” Gorriti acababa de ser informado erróneamente, en el Rosario, del paso de una patrulla realista a Salta. De ahí entonces que, viendo en la obscuridad de la noche gente armada y escondida detrás de los árboles, ordenase cargar contra ellos, entablándose un tiroteo que no tomó mayores proporciones por la eficaz y oportuna intervención de Don Gregorio Romero, quien, llegando casualmente a toda prisa al lugar del hecho, a objeto de transmitir un recado a Don Pablo Alemán logró en la tiniebla, identificar la voz de Don Pachi Gorriti en el preciso instante en que éste ordenaba cargar contra los presuntos enemigos.
“¡No somos godos; que patriotas somos!” -gritó, a voz en cuello, Don Gregorio Romero, adivinando la confusión de Don “Pachi”. Pero, todos los gritos que profería no eran suficientes. Los gauchos de Alemán eran los únicos en abstenerse de descargar. -”¡Alto, “Pachi” Gorriti, cese el fuego!” -continuaba gritando en forma infructuosa. Como sus voces no eran escuchadas por las detonaciones de los proyectiles, Romero, con épico arrojo, después de intimar a la patrulla de Alemán que no arrojase un solo tiro, costase lo que costase, cruzó el boscoso trecho que separaba a las partidas de Alemán y a las de Gorriti, arriesgando su vida a los peligros de la fusilería (3)[289].
Este acto de Romero evitó, así, un desastre que pudo ser de gravedad para el ejército patriota. Todo concurría a sembrar pánico. La vida de numerosos soldados se vio en ese instante amenazada. Sólo un acto de arrojo y de prudencia al mismo tiempo, pudo salvar, y salvó, de lo que hubiese sido un manifiesto desastre. Por eso, a este respecto, dice el Capitán Ramón S. Escala, estudioso de la historia provinciana de Salta: “El intrépido arrojo del Tte. Don Gregorio Victorio Romero y González evitó el aniquilamiento de aquellas patrullas de idéntico bando que, en menores proporciones al ejército de San Martín en Cancha Rayada, habíanse abierto el fuego, creyéndose enemigos, asediados por la obscuridad reinante y por la confusión consiguiente”. (4)[290].
1 -. Al lado de Güemes siguió Romero durante toda la ejecución de la guerra gaucha. A veces abandonaba la ciudad y salía a la campaña, portando víveres y ropas para distintas patrullas. Además, hallándose en Humahuaca, llevado por esos generosos menesteres, sirvió como Alférez, participando en guerrillas menores. (5)[291].
2.- Entre tanto, la hostilidad a Güemes iba creciendo, día a día, en el bando de sus enemigos. Don Mariano Benítez fue uno de los caudillos surgidos entre los facciosos (5 bis)[292]. Así llegaron los primeros meses de 1821. Con ellos se presentó también una fácil coyuntura para los revolucionarios: servirse en contra de Güemes, Este patriota se encontraba en guerra contra el caudillo de Tucumán, Don Bernabé Aráoz. Por esta causa, había debido ausentarse hasta dicha ciudad, delegando el mando en el Doctor Don José Ignacio de Gorriti.
La ausencia del Gobernador legítimo fue aprovechada por los sediciosos. La política de Güemes fue hostilizada con toda decisión. En la noche del 24 de mayo de 1821 se produjo en Salta un amotinamiento, entre cuyos cabecillas se encontraban Benítez y Don Gaspar José de Solá (6)[293]. El Gobernador Delegado, Doctor Gorriti, se vio obligado a renunciar a su cargo por lealtad hacia el Gobernador Propietario, pues los facciosos le proponían continuase ejerciendo las funciones gubernativas. El Cabildo descalificó a Güemes y envió siniestras noticias que se publicaron en “La Gaceta”, de Buenos Aires. En esa circunstancia correspondió al Alférez Dn. Gregorio Romero una actuación lucida, con la que demostró su consecuencia el Gral. Güemes (6 bis)[294]. En el campamento, mientras la soldadesca se sublevaba en contra del caudillo de Salta, a instigación de los enemigos políticos de aquél, Dn. Gregorio Romero, acompañado de un gaucho de negra y poblada barba, al parecer joven, se presenta a los cuarteles.
-Venimos con este fronterizo (*)[295] para plegarnos a las tropas del orden que quieren luchar en contra del despotismo de Güemes -dijo con voz serena, Don Gregorio Romero a los centinelas que hacían la guardia.
Se les permitió entrar. Pero, una vez dentro del cuartel se suscitaron dudas entre los jefes acerca de la actitud asumida por Romero, pues nadie ignoraba el parentesco[296] que lo ligaba a Güemes.
Mientras crecía la sospecha, a Romero se le rodeó de vigilancia. Mas, entre tanto, en la obscuridad de la noche, el gaucho fronterizo que le acompañaba, fue confundido por uno de los jóvenes de la llamada “Patria Nueva”, partido opositor a Güemes, en cuyas filas formaba, como elemento visible, el entonces joven Doctor Facundo de Zuviría, practicante en el estudio jurídico del Doctor Arias de Velázquez, según tradición –esta última recogida por el historiador Doctor Vicente Arias (7)[297].
El fronterizo, lleno de decisión, consiguió llegar hasta de donde estaba el Capitán Miguel Simón Romero González, quien, por engaño, había caído en las redes intrigantes de los facciosos.
-”Diga Vd. al Capitán Romero González que Florentín Chocobar necesita hablarlo” -insinuó el gaucho al ayudante, con voz que era varonil y firme.
El Capitán Romero, al oír anunciar el nombre de un valeroso gaucho que había servido con él en Humahuaca, se presentó inmediatamente ante quien solicitaba verlo. El gaucho lo llamó aparte y, al darle su mano, le rozó con unos suaves dedos femeninos, diciéndole casi al oído:
-No soy Florentín Chocobar. Soy Cesárea de la Corte de Romero. Vengo aquí porque usted, hermano, está engañado. Vengo aquí para que no todos traicionen a mi primo Güemes.
Demás está decir que el capitán Romero, hombre leal, al conocer el engaño en el que había caído por parte de los enemigos de Güemes, colaboró con aquella mujer valerosa en la tarea de disuadir, con cautela y sagacidad, a algunos de los jefes gauchos.
Cumplida esta primera estratagema, inspirada directamente de antemano por Don Gregorio Romero a su patricia esposa, el capitán Miguel Romero lograba escapar con ella del campamento. Minutos más tarde escapaba también Don Gregorio Romero, seguido de un grupo de gauchos fieles a Güemes.
Con las primeras luces del alba, Doña Cesárea de la Corte, reunida con su marido, con su cuñado y con los gauchos fieles, marchaban por el camino a Tucumán, procurando no ser. vistos y con el propósito de comunicar a Güemes el motín que se había llevado a cabo.
La comitiva se encontró, casualmente, con parte del ejército de Güemes, el cual, precedido por su invicto jefe, retornaba de Tucumán. Le contaron, íntegramente, todo lo que había ocurrido en Salta. Le facilitaron interesantes detalles y les fue dable presenciar, conmovidos, la rara serenidad de ánimo del caudillo (7)[298].
Güemes pudo entrar así a Salta sin experimentar mayor sorpresa. Al verle, los gauchos que habían sido vilmente engañados, lloraron su involuntaria traición. El caudillo perdonó a los subersos con toda magnanimidad de alma. No aplicó ningún castigo y reasumió en el acto sus funciones gubernativas (8)[299].
Romero, por su parte, quedó desde entonces mucho más ligado al caudillo, quien agradeció su lealtad con muestras de verdadera simpatía. La tradición ha conservado estos hechos de los que surgen, entre otros cosas, el hidalgo proceder del viejo guerrero de la Independencia, Don Gregorio Romero González, y la altiva entereza de su generosa compañera, Doña María Cesárea de la Corte, cuyo señalado rasgo se hermana al de todos los manifestados por la mujer salteña, por la mujer patricia, en un momento heroico de nuestra historia nacional (9)[300].
SUMARIO: I) Los sucesores del gobierno de Güemes. (Participación de Romero en la política de Fernández Cornejo y sus sucesores. Romero en “Los Horcones” y en Chicoana).- II) En la guerra con el Brasil. (Preparativos. El poder comercial a Navarro. El Teniente 1.” de Ituzaingó).- III) Retorno de Romero a “Los Horcones” y Actividades Posteriores Desarrolladas. (El Traficante en Mulas).
(Participación de Romero en la política de Fernández Cornejo y sus sucesores. Romero en “Los Horcones” y en Chicoana)
1.-La muerte del Gral. Güemes se produce en forma inesperada. Una bala enemiga le hiere de muerte en al ciudad de Salta, en la noche del 17 de junio de 1821. Güemes, salvador de la Patria, es el único General de la Independencia muerto en acción de guerra (1)[301].
La desaparición del caudillo provoca cantidad de extrañas situaciones que Zinny deja expresadas en resumen (1)[302]. Por fin, el 25 de agosto de 1821, resulta electo como gobernador de Salta el coronel Don José Antonino Fernández Cornejo. Es un ilustre y expectable[303] ciudadano, de espíritu pacífico. Había colaborado en la acción de Güemes (2)[304] y la fama de su hombría de bien era por todos reconocida. La provincia de Salta debía sentirse orgullosa de su nuevo mandatario.
12.- Romero era un leal admirador del coronel Cornejo. Conocía, de cerca, su espíritu altivo, leal, sin dobleces. Una antigua amistad vinculaba a sus respectivas familias y, además, por el matrimonio de Romero con Doña. Cesárea de la Corte, resultaba ser sobrino político de Doña Clara de la Corte y Rosas, la madre de Don Antonino Cornejo, como popular y respetuosamente se nombraba en Salta al nuevo gobernador. Por muchísimos motivos, entre otros, por la afinidad ideológica y temperamental, y por los vínculos amistosos que ligaban a las familias paternas de ambos, desde la época colonial. Romero y Cornejo mantenían amistad fraterna, aludiendo siempre a los vínculos de sangre que existían entre ellos y reconociéndose como primos,
Romero colaboró con Cornejo y siempre tuvo para él palabras de afecto y de honda simpatía, al igual que para todos sus familiares, especialmente para Don Juan Francisco Fernández Cornejo y Cornejo –casado con Doña Petrona Figueroa Cornejo-, a quien representó en sus negocios con una inmensa confianza, perdurada en las vinculaciones de los descendientes, ya que un hijo de Don Gregorio Romero, el comerciante Don Policarpo Romero Corte, representó en sus negocios a Don Benito Cornejo Figueroa (*)[305], hijo de los anteriores (3)[306].
3.-Mientras gobernaba a Salta el coronel Cornejo se produjo un hecho por demás insólito. En la noche del 22 de septiembre de 1821, Salta se vio sacudida por una asonada de gauchos. La revolución fue tramada por Dña. Macacha Güemes de Tejada e indirectamente, intervino en ella el Dr. José Ignacio de Gorriti.
La asonada se generalizaba entre elementos de la plebe, sumisos antiguamente al Gral. Güemes. Su móvil no era otro que conspirar en contra de la autoridad de Cornejo.
Romero ignoraba la participación del Dr. Gorriti como también la de su prima Macacha Güemes. Entendió que era sólo un motín de la plebe y, deseando evitarlo, en medio de la terrible confusión reinante, se dirigió hasta la finca de “La Isla”, a objeto de comunicar a su propietario, el Dr. Arias de Velázquez –pariente político de Cornejo- los sucesos que acababan de producírse, sugiriendo al Dr. Arias que bajase a la ciudad, capitaneando gente de la comarca, a fin de invadir a Salta, castigar severamente a los insurrectos y entregar nuevamente el mando al coronel Cornejo.
El Dr. Arias, hombre enérgico e impulsivo, era todo un carácter. En su proceder llegaba a la intransigencia, cuando se creía amparado por la razón y la justicia. Lleno de lealtad hubiese seguido el plan insinuado por Romero, a fin de demostrar su consecuencia hacía Cornejo. Pero, en la contingencia, medió una situación especial. El noble Cornejo, al enterarse de lo que se proyectaba, merced a un mensaje que le hizo llegar Romero mediante un chasqui, disuadió a Arias y a Romero de la invasión en ciernes y evitó. así, en forma enérgica, lo que hubiese sido sólo un inútil derramamiento de sangre (4)[307].
Conviene agregar, aquí, que Romero no fue nunca político. Jamás intervino en camarillas. Su espada y su brazo sólo sirvieron a la Patria y a la paz interior de su Provincia.
4.-Romero permaneció en “La Isla” desde mediados de 1821 hasta los primeros días de enero de 1822, época ésta en la que pasó momentáneamente a la ciudad de Salta, llevado por asuntos de negocios.particulares. En Salta demoró hasta fines de 1823, alejado de toda actividad política, pese a la amistad viejísima y fuerte que le ligaba al hombre que dirigía el timón del gobierno de Salta: el Dr. Don José Ignacio de Gorriti, sucesor de Fernández Cornejo.
5.-Cuando el gobernador hizo entrega del bastón de mando al Gral. Arenales, Romero González marchó con Gorriti a su finca de “Los Horcones” (Metán) (5)[308]. Desde allí retornó muy pronto al Valle de Lerma, ubicándose, temporariamente con su familia, en la “Hacienda del Pedregal” (Chicoana), en la hermosa casa de campo, de su primo Don Pedro Lucas Díaz de Zambrano y Saravia, rico hacendado descendiente de Encomenderos (6). En ese lapso de tiempo, por inhabilitación de su amigo Dn. Pablo Alemán, atendió un molino harinero en el pueblo de Chicoana, en 1824 (7)[309], ocupándose también en refaccionar, como alarife, la capilla o santuario de aquel histórico pueblo de leyendas (*)[310].
1.-Don Gregorio Romero González, acompañado de su cariñosa esposa, de sus hijos y de su hermano, el capitán Miguel Simón Romero (*)[311], vivía en “El Pedregal”, en Chicoana, en la hospitalaria mansión del generoso Don Pedro Lucas Díaz de Zambrano, acaudalado señor de la comarca (**)[312]. Allí se entregaba a tareas rurales y de la industria, con el propósito de rehacer su fortuna, en completa baja por los menesteres de la guerra por la Independencia y el obligado abandono que debió hacer de sus intereses desde el momento en el que estalló la Revolución de Mayo, a la cual entregó todo el fervor de su ánimo de soldado, sin omitir sacrificios ni sinsabores.
La campaña de Chícoana era un oasis para su espíritu. Hasta entonces no llegaban allí los ecos de las contiendas civiles que comenzaban a agitar a la provincia de Salta, al producirse los primeros choques entre unitarios y federales. Romero estaba lleno de proyectos. Pero, en esas circunstancias, le llegaron versiones de la guerra contra el Imperio del Brasil y, con su ánimo templado, pensó en marchar, inmediatamente, hacia donde el honor militar lo llamaba (7 bis)[313].
2.-A principios de 1825 la Provincia de Salta era movilizada. El gobernador, General Arenales, dio todas las instrucciones del caso y, a primeros de diciembre de 1825, Don José María Paz -el célebre Paz-, partía desde Salta con su famoso batallón de Cazadores (8)[314]. Entre los jóvenes más distinguidos de Salta marchaban a la lid Don José María Todd y Don Mariano Boedo, ambos de actuación destacada posteriormente.
Al enterarse de estas noticias, Don Gregorio Romero se pone en viaje a la ciudad de Salta. Hace ya tiempo que se ha retirado del ejército; pero, la Patria, le exige un nuevo sacrificio. Por eso se presenta ante las autoridades para ofrecer sus desinteresados servicios, “suplicando -dice el canónigo Dr. Don Clodomiro Arce- se le aceptase como un mero soldado voluntario” (9)[315].
Las explicaciones del patriótico proceder de Don Gregorio Romero, aparecen bien claros en los conceptos fragmentarios -de una carta familiar enviada a “El Pedregal” a su primo Don Pedro Lucas Zambrano. Su conocimiento se debe a la prolijidad del dicho canónigo Arce, su nieto. “La Patria está nuevamente en lucha con un enemigo poderoso -decía Don Gregorio Romero- y yo me apresuro a engancharme corno soldado raso, no obstante haber servido modestamente como guerrero de la independencia, por considerar de que obro como corresponde a quien no ha sido militar de escuela sino sólo servidor de la Patria, que no tiene estudios militares exprofesos y que no se cree con derechos a mandar en circunstancias en que el ejército tiene ya sobrados jefes dignos por mil motivos de la pública fe y confianza...” (10)[316].
3.-Sin embargo, y pese a sus deseos, Don Gregorio Romero no partió inmediatamente a los campos de En el mes de octubre de 1826 continuaba aún en Salta, según un documento autógrafo de la época, que perteneció al Archivo de Otero, en Salta, documento hoy en poder del autor por obsequio del historiador Miguel Solá, actual poseedor de una gran parte del Archivo de Otero. El documento dice: “En esta capital de Salta, a veinte y tres días del mes de octubre de mil ochocientos veinte y seis años, ante mí, el escribano público del número y testigos, fue presente Don Gregorio Romero, vecino de ella, a quien doy fe que conozco, y dijo: que por el presente otorga, que substituye y confiere todas las facultades !que contiene la antecedente sustitución del poder que aparece echar en Don Juan Gualberto del Rivero, vecino de la capital de Buenos Aires, en la persona de Don Felipe Navarro, asimismo vecino de esta capital, para que lo ejerza sin limitación alguna en los mismos términos que estaba concedida al expresado Rivero, entendiéndose esta nula y de ningún valor y efecto, como igualmente para que el mencionado Sr. Navarro pueda sustituir este encargo, en quien y las veces que le pareciere en forma y conforme a derecho, en cuya virtud así lo otorgó y firmó siendo testigos Don Juan Estrada, Don Vicente Estrada y Don José Manuel Outes.- Félix Ignacio Molina, Escribano. Gregorio Romero” (11)[317].
4.- A fines de 1826, Don Gregorio Romero, se ponía en marcha rumbo a Tucumán, ciudad a la que viajaba con harta frecuencia por tener allí parentela (*)[318]. De Tucumán emprende viaje a Buenos Aires y, desde allí, a los campos de batalla. Se incorporó en seguida al ejército, y, a pesar de sus sentimientos y puntos de vista, actuó en la campaña del Brasil con un grado superior al que ostentó en la guerra por la Independencia. “Una sola causa -dice Monseñor Romero y Juárez- le obligó a claudicar en sus opiniones: su patriotismo. Se le insinuó que faltaba oficialidad y hombres dirigentes; que no sólo eran útiles los simples soldados, sino también los que debían mandarlos” (12)[319].
Ante la realidad del momento y las insistencias de sus jefes, después de Ituzaingó obtuvo el grado de Teniente Primero del Regimiento 4.º de Milicias (13)[320], grado merecido también por Don José María Todd, su amigo y meritorio comerciante salteño, después gobernador de la provincia, a quien, por su actuación posterior, se le llamó “coronel Todd”, merced al ofrecimiento que le hiciera el Gral. Urquiza y que él supo rechazarlo, en un gesto de sincero patriotismo, alegando que las condecoraciones y los ascensos militares sólo deben ganarse en pleno campo de batalla, y que ya tenía en mucho honor lucir el grado de Teniente de Ituzaingó, porque allí le masacraron los dedos las granadas del ejército del Brasil (14)[321].
5.-El guerrero Romero González relató siempre, con justo orgullo, su campaña en la guerra del Brasil, en la que se encontró en las acciones de Ombú, el 16 de febrero de 1827, y de Ituzaingó, el 20 de febrero de ese mismo año (15)[322]. Allí trabó amistades nuevas, entre ellas con el militar porteño Hilario Lagos (15 bis)[323]. Conoció a Brandsen y a su intrépido ayudante, el Teniente Ignacio Lavalle. Militó en el arma de caballería, vinculándose por eso en forma muy estrecha, con el ilustre prócer Tte. Gral. Eustoquio Frías (15 tris)[324]. Una de sus nietas -la Rvda. Madre Margarita María Romero (religiosa esclava del Sagrado Corazón de Jesús ) recuerda, no sin legítimo orgullo, que, con el terciopelo bordado de la carona o de la gualdrapa que perteneció a los arreos de la briosa cabalgadura del Teniente Romero González, se hicieron las aplicaciones en una rica casulla litúrgica, obsequiada por el mismo g guerrero a su hijo el Pbro. Dr. Don Manuel Atanasio Romero, casulla que pasó después, a la muerte de éste, a poder del canónigo Dr. Pascual Arze Zelarrayán y de los Pbros. Clodomiro Arce Romero y José Gregorio Romero, sucesivamente, hasta que, por fin, al escalar a la silla pontificia[325] el último de los nombrados, la obsequió la familia de Romero a la capilla del Colegio de Jesús de la ciudad de Salta, para recuerdo de sus capellanes (16)[326].
6.-Don Gregorio Romero González regresó a Salta con la gloria nuevamente conquistada. Lucia el cordón de honor de Ituzaingó y, con fecha 24 de marzo de 1828, revestía como Teniente 1.0 del Regimiento 4 de Milicias (17)[327]. El viejo Guerrero de la Independencia sumó, así, nuevos laureles a su brillante foja de servicios a la Nación, sirviendo a las órdenes del Gral. Carlos María de Alvear, Ministro de Guerra de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Sus servicios en la campaña contra el Imperio Brasileño le valieron importantes condecoraciones. Como combatiente en Ituzaingó, recibió, al igual que sus compañeros de armas, un escudo de plata, otorgado por Ley del Congreso General Constituyente, el. 16 de marzo de 1827. En su circunferencia, el escudo llevaba la siguiente inscripción: ““La República a los Vencedores en Ituzaingó, y, en la parte inferior: “20 de febrero de 1827” (*)[328].
Por eso, el Doctor Bernardo Frías, ilustre historiador salteño, autor de la famosa “Historia de Güemes y de Salta”, dijo de Don Gregorio Romero González : “Juzgarle como a varón recio, patriota y desinteresado, es rendir un homenaje a la justicia, pues su vida fecunda estuvo siempre al servicio de la Patria, para la cual esforzóse desde distintas posiciones, sirviéndola especialmente en las armas durante las guerras por la Independencia y la campaña con el Brasil (18)[329].
SUMARIO: I) Retorno de Romero a Salta. Sus actividades.- II) La lucha contra Quiroga. (Misión confiada a Romero por Alvarado. Con las tropas de Gorriti en La Rioja. El Proscripto. Retorno al país).
1.-Después de la guerra con el Brasil, Don Gregorio Victorio Romero González se estableció, por de pronto, en las propiedades de campo del Doctor Gorriti, reanudando su intensa vida industrial. A mediados de 1828, el molino de “Los Horcones” cobró impulso debido a la actividad desplegada por Romero (1)[330]. Poco tiempo más tarde, se radicó definitivamente en la ciudad de Salta, pues la familia era ya numerosa y con una situación pecuniaria bastante resentida.
Merced a un préstamo en dinero que le hizo Don Pedro Lucas Díaz de Zambrano, consiguió el viejo guerrero una relativa independencia económica, logrando montar de nuevo su antes célebre y acreditada panadería (2)[331], instalada al lado mismo de la Iglesia de La Viña, en la calle llamada, pocos años después, “Federala”, por el gobernador salteño de la época de Rosas, el Coronel Don Manuel Antonio Saravia, calle que posteriormente se llamó “Libertad” y que hoy ostenta el nombre de Juan Bautista Alberdi.
Don Gregorio Romero era entonces hombre de cincuenta años. Por su fuerte complexión aparentaba aún una menor edad y, mediante una férrea y tesonera voluntad, trabajaba en forma activa y honrosa. Así lograba ir formando a sus hijos, bajo la noble vocación al trabajo, al par que proporcionándoles una educación adecuada a su rango social (3)[332].
2.-Secundado por los suyos, la panadería volvió a convertirse en un negocio bien productivo, ya que eran muy escasos en Salta los comercios en ese ramo. Entonces, sin descuidar esas actividades a cuyo frente quedaba su fiel compañera, emprendió las gestiones de comerciar con mulas hacia Bolivia, labor fecunda ésta en la que -como dice Bernardo Frías- “se ocupaban con preferencia todos los comerciantes ricos de estas Provincias del Norte de la República” (4)[333].
3.-En esos viajes, realizados a veces con Don Manuel Solá o con los Saravia, los Goytia, los Aráoz o los Tejada, Don Gregorio Romero solía llegar hasta Cobija (5)[334], lugar éste en el que moraba un respetable salteño, Don Gregorio Beeche, desempeñando importantes funciones consulares. La casa de Beeche estaba siempre abierta a la amistad y a la cordura. “Unas personas -dice el escritor Domingo V. Gallardo- llegaban a la casa de Don Gregorio Beeche para solazar su espíritu en la conversación amena; otras, lo hacían llevados por faenas comerciales” (6)[335]. Beeche pasaría después a Chile y allí realizaría una gran obra como bibliófilo.
4.-El cronista Don Francisco Centeno, aludiendo a este período de la vida del guerrero salteño, escribe: “Mi padre- el Coronel Francisco Centeno-, en los años de su primera juventud, fié amigo del ya maduro Don Gregorio Romero, tanto por haber sido vecinos en el barrio de “La Viña” o de “La Banda”, en la Ciudad de Salta, como porque ambos arriaban mulas a Bolivia para luego negociarlas en Huari, Vilque y Cuzco o en la dulce Lima” (7)[336].
5.- Varias veces, Don Gregorio Romero viajó a Bolivia y a Lima con su primo materno Don Daniel Goytea (8)[337], cuyas extravagancias en el decir festejaba con hilaridad. Era el señor Goytea un ameno conversador y un varón honorable. Pertenecía a la casa y familia de González y, hasta en el físico, se asemejaba a Don Gregorio Romero, según referencias que han quedado en la familia (9)[338].
1.-En los afanes comerciales e industriales, Don Gregorio Romero veía transcurrir los días, sin querer inmiscuirse en las luchas gravísimas que conmovían al país. No era militante en ninguno de los grupos nacidos en esa hora de angustia e incomprensión fratricida.
Ni unitario, ni federal, ajeno por completo a las facciones, actuaba eficazmente fomentando las industrias locales y compartiendo el producto de sus entradas, con manifiesta generosidad, con hogares enlutados y huérfanos (10)[339].
2.-No hubiese intervenido, seguramente, en aquella contienda fratricida si el Gral. Rudecindo de Alvarado, su pariente y antiguo amigo, le hubiera eximido de comisiones militares, como las que le dio para ante los unitarios de Catamarca, según datos que consigna el historiador catamarqueño Don Manuel Soria (11)[340].
3.- A poco de cumplir tales misiones, Romero, por la amistad que le ligaba al General Doctor Don José Ignacio de Gorriti, a quien el Gral. Paz había comisionado para destruir a Juan Facundo Quiroga en La Rioja, marchó con él hacia tan desgraciada campaña, según el testimonio de la hija del primero, Doña Egidia Romero de la Corte, al solicitar pensión militar por los servicios valiosos de su señor padre, en 1898 (12)[341].
Después de la derrota de Gorriti, regresó Romero a Salta, juntamente con su amigo el Cnel. Eusebio Martínez de Mollinedo. Fue el íntimo confidente del Dr. Gorriti, confortándolo en su decaído espíritu con la mayor lealtad y consecuencia. Pasó con él a la finca de “Los Horcones” y, desde allí, le acompañó en todas sus penurias como un amigo fraterno. Le sirvió también de acompañante en su dura jornada nocturna, emprendida desde “Horcones” hasta la finca “La Lagunilla”, cuando, cercado de inminentes peligros, iba Gorriti a solicitar consejos a su viejo amigo Don Juan Manuel Quiroz. Por último, cuando Gorriti, junto con su numerosa familia, emprendió el camino del exilio a Bolivia, Don Gregorio Romero se exiló también voluntariamente, para hacer más llevadera la existencia del ilustre proscripto. Romero, en la penosa jornada que se había impuesto -dice el historiador Don Manuel Peña-, parecía un deudo cercano del Dr. Gorriti, pues era tal la mutua confianza y el indisoluble afecto que se profesaban” (13)[342].
En Bolivia vivió Don Gregorio Romero en casa de su primo, Don Bernardo González -después sacerdote-, a expensas de su caridad. Allí permaneció exilado desde 1831 a 1832, época en la que se vio obligado a regresar al país por exigirlo razones de familia. Con profunda pena se despidió de su amigo Gorriti y emprendió el retorno, pensando en que, quizá, ya nunca volvería a encontrarse con aquel hombre noble y generoso. Gorriti murió en el destierro, en la ciudad de Sucre, el 9 de noviembre de 1835 (14)[343].
SUMARIO: I) Amigo de los Federales. (Cooperador de “El Colegio de la Independencia).- II) En los Asuntos de Jujuy.- III) Con Puch. (El Diputado a la Sala de Representantes) -.IV) La descendencia.
1.-Al regresar de Bolivia, Don Gregorio Romero pasó a instalarse en el Rosario de Lerma, localidad algo distante de la Ciudad de Salta. Allí vivió con los suyos, rodeado de una gran parentela a cuyo sustento proveía.
Además, contaba con parientes en posición desahogada, radicados en la zona. El Coronel Mariano Saravia se guiaba de su consejo atinado y le llevaba hasta la sala de su “Hacienda” para compartir de su trato caballeresco[344]. Don Mariano Saravia era un fervoroso admirador de sus ingénitas virtudes de caridad y de mesura. Lo conceptuaba como a un varón prudente y le consultaba sobre asuntos de negocios con la ilimitada confianza con la que sólo se trata a amigos muy caros (1)[345].
2.-La vinculación de familia y el hondo afecto que ligaba a Romero con Don Mariano Saravia y con otros dignísimos ciudadanos del Rosario de Lerma -entre ellos con Don Hermenegildo Diez Torena-, todos de manifiesta opinión federal, acarreó al viejo guerrero del Brasil marcada antipatía por parte de algunos apasionados miembros del partido unitario. Lo tildaron de “rosin” o “rosista” y procuraban perseguirle en la forma más inicua. Además, lo sabían amigo fraterno de Don Vicente Tamayo, Dan Manuel Antonio Saravia, Don Miguel Otero y del Dr. José Serapión de Artega, federales recalcitrantes, no siendo extrañó a nadie que también mantenía amistad con el uruguayo Don Pablo Alemán.
3.-Cuando ascendió[346] al
Gobierno de Salta el Coronel Don Manuel Antonio Saravia, aplaudió Romero
González las iniciativas progresistas llevadas a cabo por el nuevo mandataria.
Una vieja amistad y parentesco los ligaba; pero, estas razones, no fueron óbice
para que el criterio recto de Romero se viera doblegado o condicionado a falsas
interpretaciones. No fue nunca un obsecuente. Censuró actos que no conceptuó
adecuados en Saravia, (*)[347] y,
en mas de una ocasión, influyó en su ánimo a favor de algunos de los unitarios
perseguidos por cuestiones políticas de la época. El Coronel Manuel Antonio
Saravia, espíritu justo y de natural bondad, aunque a veces fuera violento y
tal vez algo apresurado para ciertas actitudes, valoró en su verdadero alcance,
la honrada conducta de Romero y, a comienzos de 1841, le llevó, junto con su
familia, como administrador de una de sus propiedades rurales en La Frontera,
por modo de evitarle persecuciones políticas por parte de ciertos enemigos que
causaban contrariedades en el ánimo del viejo guerrero de la Independencia y
hasta llegaron a provocar más de una zozobra, en su familia, entonces en el
Rosario de Lerma. En efecto, hallándose Don Gregorio Romero eventualmente en la
ciudad de Salta, se produjo en Chicoana, un motín en el que intervinieron
personas de baja ralea social, entre ellos, un peón de apellido Romero, que
resultó ser fusilado en el lugar llamado de Santa Rita. Al ser conocido el
hecho, ciertos unitarios -cuyos nombres han querido olvidarse en la tradición
familiar-, llegaron dando voces al hogar de Don Gregorio Romero al Rosario de Lerma, diciendo a la
esposa y a los hijos, con mala fe y peor intención, que “el rosísta Romero
había provocado un motín en Salta mereciendo ser fusilado por su villanía; que
además se había comprobado la complicidad de su familia y que por eso sería
deportada a Bolivia, junto con la de Don Mariano Saravia”. Ante estas noticias,
los familiares de Romero experimentaron angustias imposibles de relatarse, sólo
terminadas al retorno del supuesto fusilado, sano y salvo y sin ningún cargo en
su contra. El hecho contrarió y entristeció amargamente a Romero, tanto más por
la circunstancia de que aquellos perversos individuos causantes de tanta
inquietud entre los suyos habían sido sus amigos y le debían más[348] de un favor. En esos momentos
de honda depresión[349] moral, Don Manuel Antonio
Saravia contribuyó a alentarlo amistosamente (2)[350].
4.-Cuando
se trató de fundar el famoso “Colegio de la Independencia”, dirigido por el
Padre Bailón, la generosidad de Romero contribuyó a esa hermosa obra, al igual
que la de otros varios salteños de pro y luces (*)[351]. El Colegio se fundó,
recibiendo la afluencia de alumnos de la mejor sociedad. Allí estudiaba con
ahínco. Los planes de estudio de Bailón eran excelentes. El director exageraba
su fervor hacia Don Juan Manuel de Rosas y por eso se compuso un himno del
Colegio de la Independencia, que comenzaba diciendo:
“Hoy
te aclama, Manuel adorado,
en
acentos acordes mi voz
y
reboza mi pecho inflamado
de
nobleza, ternura y amor”. (**)[352].
5.-
En febrero de 1849 se halla Romero en Jujuy, por razones comerciales. Durante
su presencia en aquella ciudad, estalló un revolución en contra del gobernador
Don Pedro Castañeda. Como el Gobernador era su amigo, se puso Romero en contra
de los sediciosos y fue encarcelado, logrando la libertad merced a los oficios
de su primo hermano, el jujeño Don Mariano González (3)[353].
1.-La
lucha entre unitarios y federales acrecentó la furia de sus enconos. Jujuy,
gobernada en 1851, por Don José López Villar fue presa de una invasión armada.
La capitaneaba el Gobernador de Salta, Gral. Don José Manuel Saravia, quien
penetró en este territorio en la primera decena de septiembre.
Don
Mariana González inició algunas negociaciones con el Gobernador López de
Villar. Conocía que las intenciones del Gral. Saravia convergían a eliminar por
completo de los límites de Jujuy a todos aquellos que pensaban abiertamente en
contra de Rosas.
2.-En
ese trance, Don Gregorio Romero, cumplió desde Salta una serie de comisiones
importantes. Su amistad y parentesco con el Gral. Saravia le ponía al
descubierto los planes políticos que se tramaban. Y, por esas circunstancias,
evitó más de una vez inútiles derramamientos de sangre. Así, por ejemplo, a
solicitud de su primo, Dn. Mariano González (*)[354] envió un largo oficio al
Gobernador, Gral. Saravia, pidiéndole clemencia para con el desdichado Coronel
Don Mariano Santiváñez. El documento ha sido conservado merced al prolijo
cuidado de Monseñor Doctor José Gregario Romero y Juárez. Dice así: “Suplico,
en nombre de los más altos sentimientos de humanidad que la clemencia del Señor
Gobernador de Salta repare un poco en la calidad de la víctima que ha de ser
sacrificada. Reducirla a prisión, si es que acaso ha incurrido en falta grave,
parece más prudente y humano que alzar su cabeza en la.picota, en un acto que
será de escarnio y de indignidad para los propios sentimientos del Señor
Gobernador que no olvidará la sentencia de Jesucristo de que “con la vara que
midas serás medido”; y reclamo la atención del Señor Gobernador al igual que en
otras veces lo he hecho también, para evitar que la honrada conciencia del
Señor Gobernador se mancille con crímenes horrendos, que sólo son producto de
odios pasajeros y de instintos que nacen por encima de los buenos sentimientos
de que el Señor Gobernador se halla poseído”.
“Dios
-decía por fin- iluminará los pasos del Señor Gobernador, a fin de que medite
en la gravedad absoluta de lo que, de llevarse a cabo, constituirá un grave
pecado contra Dios, contra la Providencia y contra una vida que no pertenece el
cortarla a ninguno de los mortales” (4)[355].
El
destinatario, que actuaba en uña hora de ofuscación, no hizo ningún caso del
oficio que Romero le dirigiera y, el 13 de septiembre de ese mismo año de 1851,
por orden del Gobernador de Salta, Gral. Saravia, era llevado al patíbulo el
Coronel Mariano Santivañez (5)[356].
1.-En
1856, Don Gregorio Romero González ocupó una banca en la Sala de Representantes
de Salta, como, en anteriores años lo había hecho su hermano Miguel (*)[357].
2.-Durante
su diputación, Don Gregorio Romero mantuvo un serio entredicho con el entonces
Gobernador constitucional, Gral. Don Dionicio dé Puch, con quien estaba ligado
por parentesco, tanto consanguíneo como político. La causa del entredicho
radicó en la circunstancia de que, el flamante Diputado, se opuso a que se
enterrasen los cadáveres fuera de las Iglesias (6)[358], contrariando así el decreto
que acababa de firmar el Gobernador de Salta, de tendencias liberales, por cuya
causa -como lo recuerda el historiador Bernardo Frías (7)[359]- fue duramente combatido en el
ambiente tradicionalista de la ciudad de Lerma, por sus innovaciones de
carácter radical (8)[360].
Romero
González, hombre intolerante y de fuerte ortodoxia, opuso serios reparos a las
ideas del Gobernador Puch y, con esa inflexibilidad propia del cristiano que
defiende sus convicciones más sólidas, prefirió renunciar a su banca,
reintegrándose a la vida privada, antes que claudicar a sus nobles ideales.
“Renuncio
a mi cargo -dice, en nota oficial dirigida a Puch- porque no puedo aplaudir ni
menos defender una ley contraria a mis sentimientos de sumiso hijo de la
Iglesia. Estaré, tal vez, en error ante los hombres, pero, no, ante mis ideales
ni ante Dios, a cuyo servicio me he consagrado” (9)[361].
“Dios
y mis ideales”. He ahí -dice Lagos Lasserre- sintetizada la razón de ser de
una existencia gloriosa”. Y agrega: “Romero obró siempre de acuerdo a esos
sublimes principios. Y por eso fue su. vida un ejemplo de virtudes y su muerte
un verdadero duelo para la Patria, que perdió con él a un abnegado y heroico
servidor” (10)[362].
1.-De
su matrimonio con Doña María Josefa Cesárea de la Corte Carbajal, patricia de
la Independencia, el guerrero Don Gregorio Victorio Romero González, tuvo nueve
hijos, según el mismo se encarga de dejar constancia en su testamento, cuya
copia legalizada obra en el archivo particular del autor.
Fue
la suya, una familia honorable, rodeada de general aprecio en Salta (11)[363]. “La familia de los Romero fue
siempre protegida por la mano de Dios -dice Don Francisco Centeno -. Sus
miembros -agrega- eran de una santa y pura religiosidad y de sanos y nobles
hábitos. Por eso floreció un Obispo entre ella” (11 bis)[364].
2.-El
mayor de los hijos del matrimonio Romero-Corte, fue un párvulo que murió a los
siete días de edad.
Se
llamaba Manuel Antonio del Corazón de Jesús y su partida de nacimiento figura
en el Archivo Parroquial de la Iglesia de Ntra. Sra. dula Merced, en la Ciudad
de Salta.
2.-El
segundo de los hijos de Romero fue, desde niño, consagrado al servicio del
altar. Estudió en Salta en las aulas del famoso “Colegio de la Independencia”,
instituto educacional fundado en Salta, por el Padre Agustín Bailón, durante la
época de Rosas. Era aún un niño cuando Fray justo José de Santa María de Oro lo
llevó a estudiar en el seminario de San Juan de Cuyo. Mas tarde pasó a Chuquisaca
y allí se recibió de Doctor en Teología. Regresó a Salta y ocupó distintas
funciones eclesiásticas. Orador sagrado, escritor, cultor de la filosofía,
murió joven ejerciendo el cargo de Teniente cura de la Parroquia de Ntra. Sra.
de la Viña, en la Ciudad de Salta. Era el Pbro. Doctor Don Manuel Atanasio
Romero de la Corte, ex discípulo y amigo del Obispo Fray justo José de Santa
María de Oro, y condiscípulo de Bernardo Fábregas Mollinedo, el místico salteño
cuya vida de virtud y sacrificio apagóse en la Roma Eterna de San Pedro (12)[365].
3.-
Con escasa diferencia de años nacieron Doña María del Tránsito Romero de la
Corte, gran temperamento de mujer, eje dé toda la familia, dotada de singuiar
inteligencia y espíritu organizador, a quien mucho deben las obras devotas y
pías de Salta y su campaña (13)[366]; Doña María Josefa de los
Santos Romero de la Corte, dama de virtud consagrada, como sus hermanas, a la
atención de las imágenes de la Iglesia de Ntra. Sra. de la Viña, en especial a
su bendita tutelar; Doña Juana de Dios Matilde Trinidad Romero de la Corte,
temperamento enérgico y devoto, esposa del bondadoso comerciante tucumano, Don
Felipe Arce Zelarrayán (padres, entre otros hijos, del eminente Canónigo Doctor
Clodomiro Arce, lustre del clero salteño, y de la Hna. María Matilde Arce, de
la Congregación de las Hnas. Esclavas) ; Doña María Evarista del Corazón de
Jesús Romero de la Corte, que contribuyó con sus hermanas a la erección del
actual templo de Nuestra Señora de la Candelaria de la Viña, recaudando fondos
en la ciudad y en la campaña de Salta; Doña María Ramona Egidia Francisca
Romero de la Corte, tan devota y virtuosa como las anteriores y la última hija
sobreviviente al guerrero, su padre; Don Pablo Policarpo Francisco Romero de la
Corte, de quien se hablará separadamente; y Doña María Dolores Romero de la
Corte, la hija menor, que fue casada con su tío, Don Juan Pablo Arias de la
Corte, varias veces Senador provincial y Presidente de la Municipalidad de la
Ciudad de Salta, hacendado y comerciante, hijo del ex Ministro de Güemes y
Profesor de la Universidad Real de San Marcos de Lima, el notable abogado
salteño, Doctor Don Pedro Antonio de Arias de Velázquez Saravia, “una de las
figuras civiles más interesantes de la historia de Salta” -como la llama el
Doctor Atilio Cornejo- y de su esposa, Doña María Josefa de la Corte y los
Santos, la patricia salteña popularizada con el nombre de “Lunareja” y
retratada por el pincel de Gras, en 1845. El matrimonio Arias-Romero fue cuna
de una familia de abogados, cuyos miembros lucieron en el foro, en la cátedra y
en el parlamento, cuyo único sobreviviente es, en la actualidad, el Doctor Don
Vicente Arias [367], historiador y jurisconsulto
salteño (14)[368].
4.-De
entre los hijos varones de Don Gregorio Romero González, se destacó, además del
sacerdote, Don Pablo Policarpo Romero de la Corte, cuyo nombre ha sido ya
mencionado.
Nacido
en Salta, estudió Letras, Latín y Filosofía en el Apostólico “Colegio de San
Diego”, en el claustro franciscano de Salta, siendo alumno sobresaliente del
latinista Don Robustiano Patrón. Dio sus exámenes finales en diciembre de 1848,
ante un docto tribunal, formado, además del señor Patrón, por Fray Juan Juan B.
Bosco, por los clérigos, Doctor Pascual Arce Zelarrayán y Sixto Sáenz, y por el
pedagogo Don Mariano Cabezón (15)[369].
Don
Pablo Policarpo. Romero de la Corte, siguiendo las huellas de su.padre, se
dedicó desde joven a las labores comerciales, actuando en la plaza de Salta en
fuertes empresas y negocios entre Salta y Buenos Aires. Casó con la virtuosa
dama tucumana, Doña María Delfina Juárez Arce, sobrina del Obispo Colombres,
del Canónigo Doctor Pascual Arce Zelarrayán y del Pbro. José Gabriel Diaz, que
fue Capellán de los Ejércitos de Belgrano y San Martín. También era sobrina de
los clérigos Juárez y Monje Bello.
El
hogar de los esposos Romero-Juárez fue un verdadero santuario de religión y de
virtudes domésticas y sociales. Los jefes de la familia murieron jóvenes,
dejando varios niños huérfanos, los cuales, inclinados hacia la práctica de la
religión, vieron transcurrir su infancia al lado de clérigos y de damas
entregadas por entero a la devoción y a los menesteres del culto divino. El
mayor, José Gregario Calixto, abandonando el Colegio Nacional, ingresó al
Seminario Diocesano, fundado recién en Salta por el Obispo Riso Patrón. Fue
alumno sobresaliente. Se ordenó de sacerdote y ocupó la alta silla episcopal de
la diócesis de Salta, honrándola con su saber, con su palabra evangélica y con
la acendrada virtud de su caridad y amor al prójimo. Escritor, historiador,
fue, ante todo, un orador espontáneo de,palabra fácil y convincente. Como
sacerdote, inició la prédica social, defendiendo los derechos del obrero y de
la clase humilde. Fue periodista y actuó también en la política de su país, como
enérgico líder de la causa católica, en trances combatida por terribles
enemigos. Fue el primer sacerdote de la Iglesia Católica que habló sobre
cuestiones sociales en las calles de Buenos Aires. Ocupó, interinamente, la
silla del gobierno civil en su provincia de origen. Visitó varias veces Europa
y Su Eminencia, el Cardenal Rampolla lo señaló como candidato a la dignidad
cardenalicia. Murió en Salta, el 17 de septiembre de 1919, a los 57 años de
edad. Se ha aludido a Monseñor Doctor José Gregorio Romero y Juárez, primero
Obispo de Thermis y, después, diocesano de Salta.
De
los otros hermanos de Monseñor Romero –a excepción de Don Policarpo
(educacionista, ex Secretario y catedrático del Colegio Nacional de Salta,
Vice-Presidente del Consejo General de Educación de Salta, y ex Diputado) y de
la Srita. María Romero (educacionista, pintora, catedrática en la Escuela
Profesional de Salta), cuatro abrazaron el estado religioso. Fueron ellas: la
Rda. Madre Margarita María Romero, Religiosa Esclava del Sagrado Corazón de
Jesús, que actuó como Superiora en diversos Colegios de la Comunidad, en las
Repúblicas de Argentina y Chile; la Hna. María del Socorro Romero, Religiosa
Esclava del Sagrado Corazón de Jesús, ex Superiora del Colegio de los Esclavas
en la Provincia de San Luis; Sor María del Valle Romero, Religiosa del Buen
Pastor d'Angers, ex Madre Asistente y Superiora de las Casas del Buen Pastor en
las ciudades de Catamarca y Salta, además, perteneciente a la Congregación en
los Asilos de Mujeres de la República Oriental del Uruguay; y Sor María del
Buen Consejo Romero, Religiosa del Buen Pastor d' Angers.
Fue,
pues, la familia de Don Gregorio Romero González, estirpe de sacerdotes y
religiosas, continuadora del espíritu profundamente religioso del viejo guerrero
de la Independencia (16)[370], hermano, como se ha dicho, de
Don Miguel Simón Romero González, casado en la familia de Ruiz de Gaona y cuya
hija, Doña Magdalena, casó con Don Joaquín Sosa y Lezica, siendo padres de Don
José Tomás Severiano Sosa, casado en la familia de Peña, y padre de la familia
Sosa Peña, de la que fue vástago, a su
vez, el Ing. Rafael P. Sosa, distinguido hombre público salteño.
SUMARIO:
I) De 1856 a 1861: Vida hogareña. Su amigo el Gral. Alvarado.- II) La Muerte
del Justo.- III) Semblanza moral del Prócer.- IV) El Sentir Familiar (Carta del
Dr. Vicente Arias ).
1.-Los
últimos años de Don Gregorio Romero González transcurrieron en forma plácida.
Atendía a sus negocios, orientando en ellos a su hijo Don Pablo Policarpo y
dando gran preferencia a menesteres espirituales, orando y meditando sobre las
eternas virtudes con piedad edificante y acendrada.
Pocas
veces salía de su hogar Don Gregorio Romero, al final de sus días. Sus visitas
estaban restringidas a su parentela próxima. Entre ella, y como timbre de
honor, figuraba el anciano patriarca Gral. Rudecindo de Alvarado, que tantas
glorias había cosechado para la Patria.
Romero,
casi contemporáneo de Alvarado, se daba con él tratamiento de “primo”, por el
común origen de Toledo Pimentel que venía a vincularlos. Hablaban del pasado y
miraban el presente. Muchas veces, Alvarado solía poner en sus manos libros de
historia. Romero no era gran lector. Prefería más la meditación y el rezo. Sin
embargo, acuciado por su curiosidad, leía obras de historia, de mística y, a
veces, hasta teatro (*)[371]. Alvarado, en cambio, era un
lector vehemente: se deleitaba, sobre todo, con los relatos históricos (**)[372].
En
1853 actuó como testigo en la unión matrimonial de su hijo Don Pablo Policarpo
y la muerte le encontró plenamente preparado el 15 de abril de 1861, en la
ciudad de Salta, donde había testado con dos años de prioridad, ante el
escribano Don Mariano Zorreguieta, en el año 1859.
En
la cabecera de su, lecho, arriba del santo crucifijo, herencia de su madre,
colocó una hoja impresa conteniendo un pensamiento sobre la muerte, redactado
por San Ignacio de Loyola. Lo leía y meditaba sobre él con toda frecuencia,
orando a Dios por la salvación de su alma. De acuerdo a esa filosofía, su vida
se ajustaba a todas las prácticas del ascetismo[373], en grado tal que bien pudo
definir su existencia con las palabras de Pablo Olavide, el poeta americano:
“La
vida de un cristiano es muy sencilla,
todo
le basta, nada le mancilla.
vive,
mas de manera,
como
pudiera estar si no viviera,
Pues
para sí no vive.
Tiene
bienes, él no se apercibe.
Su cuerpo está en la tierra, mas su anhelo
gira con el espíritu en el cielo.
Contento con la suerte que Dios quiere,
vive, si es menester, y si no, muere”.
2.-El cristiano testamento de Don Gregorio Romero González, comienza en este tenor, muy propio de todos los testamentos de la época:
“En el nombre de Dios. Amén. Sea notorio como yo, Don Gregorio Victorio Romero y González, natural de esta ciudad (de Salta), hijo legítimo de Don Francisco Romeur de la Croix, natural de Unchat (1)[374], en el Reino de Francia, y de Doña María del Tránsito González, de este vecindario, ambos ya finados; hallándome en pie, sano, y en mi entero juicio, memoria, entendimiento, y voluntad, como también en mi razón natural, que Dios se dignó concederme; creyendo, como firmemente creo, en el Alto Misterio de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas distintas y un solo Dios verdadero; en el de la Encarnación del Divino Verbo, en las purísimas entrañas de la Virgen María y en todos los misterios y sacramentos que cree, confiesa y enseña nuestra Madre, la Iglesia Católica Apostólica Romana, debajo de cuya fe y creencia he vivido, vivo y protesto vivir como fiel cristiano; temeroso de la muerte que es tan natural a toda criatura y deseando que ésta me halle prevenido, invocando el auxilio de la Reina de los Ángeles, María Santísima y demás Santos de la Corte Celestial, he venido en hacer éste mi testamento y última voluntad del modo siguiente:
Hasta aquí el testamento está hecho según el estilo, el tono y hasta el modo común de la época. No es esto una profesión de fe exclusiva del testamentario. Pero, su espíritu queda manifiesto en sus mandas, llenas de filosofía cristiana, de impulso piadoso. Dicen así:
…”Primeramente: mando y encomiendo mi alma en brazos de Dios que me crió y redimió con el infinito precio de su sangre, y mi cuerpo a la tierra de que fui formado, el que, en hecho cadáver, será sepultado donde lo ordenen mis albaceas y que mi cuerpo sea conducido en el carro más humilde, con entierro menor y misa de cuerpo presente”.
Y continúa: “Item Ordeno se apliquen para el bien de mi alma cinco novenarios de misas rezadas. El valor de mis ropas que se puedan vender se invertirá, también, en misas rezadas para bien de mi alma, y, la que no se venda, se repartirá[375] entre los pobres. Lo ordeno así para que se cumpla. Item. Declaro haber sido casado y velado, según lo manda nuestra Santa Madre Iglesia..., etc.
.......................................
(Aquí consideraciones de índole puramente familiar, adjudicando sus cortos bienes).
..................
GREGORIO ROMERO “.
Frente a la lectura de esta pieza testamentaria- jirón de la piedad salteña subsistente hasta mediados del siglo XIX- sólo puede exclamarse conmovido: ¡Qué hermosa profesión de fe!
Sí. ¡Qué distintas ésas épocas de las que ahora vivimos, materializados, atados a la tierra!
Los hombres piadosos del siglo XIX, como Don Gregorio Romero González, son un ejemplo y una inolvidable lección. Después de pensar en la espiritualidad y en la inmortalidad del alma, recién hablan de las cosas terrenales; bajan al materialismo. Piensan primero con criterio teológico. Hacen mandas llenas de caridad y recién entonces pasan a hablar de sus bienes, ganados “con el sudor de su frente” y con “el consorcio de su esposa”.
¡Razón tuvo por eso S. E. R. Monseñor Dr. Don Roberto J. Tavella, dignísimo Arzobispo de Salta –al decir en los Retiros por él predicados a las “Hijas de María” de la Catedral de Salta- que palpaba en sí una intensa e indescriptible emoción al leer aquellos viejos testamentos de los abuelos, escritos con letra ya amarillenta; aquellos testamentos de próceres de la Independencia, cuyas mandas comenzaban con la señal de la cruz y con la invocación al dulcísimo nombre de Jesús y de su Santísima Madre!
Y es que los hombres que los dictaron –aquellos próceres de la Salta vieja- eran, ante todo, hombres de Fe, como Lázaro, el del Evangelio. Por eso, Salta –la Ciudad Revolucionaria, “El Portal de la Libertad”- fue, al mismo tiempo, como lo expresa en sonoros versos Ignacio B. Anzoategui:
“La ciudad de los hombres que
impondrían al jacobismo revolucionario
la obligación de acompañarlos
a la hora del rosario”.
Por eso, los hogares de Salta, llegaron a ser, en su hora, fuertes pilares de una sociedad tambaleante. Por eso, también, los jefes de esa sociedad merecieron bien de Dios y de los hombres, según las palabras del salmista (3)[376].
3.- Ahora bien, en el caso particular de Don Gregorio Victorio Romero González, la regla tenía que cumplirse también, lógicamente. Después del transcurso de una vida ejemplarizante, sólo le restaba la muerte del justo. Y aquel arquetipo de virtudes preclaras; guerrero de ánimo templado y valeroso; “pioner” de la industria local; cristiano fervoroso, padre ejemplar y modelo de comerciante honrado; falleció santamente, en la ciudad de Salta, el 15 de abril de 1861, después de haber cumplido ochenta y dos años de vida infatigable y laboriosa, llevada con orgullo de ciudadano y con honor de cristiano.
En su lecho postrero, rodeado del cariño de sus hermanos, de su esposa, de sus hijos y de lo más granado de la sociedad salteña, a la que él pertenecía, se fue extinguiendo, poco a poco, la vida de uno de los más legítimos patriarcas de esa misma sociedad austera y religiosa. La ciencia humana nada podía frente a aquel organismo quebrantado.
Con admirable tranquilidad de espíritu pidió, por señas, que le hicieran besar el crucifijo por última vez, y expiró en brazos de su hijo, Don Pablo Policarpo Romero de la Corte, a las tres de la tarde, siendo asistido por su médico habitual, el Dr. Don Vicente Arias Arias -su íntimo amigo y pariente- y por sus fieles capellanes y amigos, los Pbros. Dres. Don Manuel Antonio Marina, Deán de la Catedral de Salta, y Don Pascual Arze Zelarrayán, su confesor y director de conciencia.
En el aposento se hallaban varios de sus viejos amigos, entre ellos el Doctor Vicente Anzoátegui, su cercano pariente; Don Francisco Manuel Costas, Don Gerónimo Zambrano Arias, Don Daniel Goytea y Don Luis Güemes, hijo este último del caudillo a quien el prócer acompañó durante la guerra gaucha.
La atribulada viuda, Doña Cesárea de la Corte, soportó el duro trance con resignación cristiana. La noticia de la muerte de Don Gregorio Romero González produjo una dolorosa impresión dentro de la provincia de Salta. El Gobernador Gral. Don Anselmo Rojo, adhirióse al duelo, rindiendo honores oficiales al extinto.
El Obispo Diocesano, Fray Buenaventura Riso Patrón asistió con el Cabildo Eclesiástico a las exequias fúnebres. En el acto del sepelio, en el atrio de la Iglesia de la Viña, pronunciaron elocuentes discursos fúnebres el Canónigo Dr. D. Raynerio Lugones, Secretario del Obispado, en nombre de la diócesis de Salta, deudora de una dádiva generosa del caritativo y fervoroso Romero; el Dr. José Pío Tedín, del gobierno de Salta; el camarista Dr. Vicente Anzoátegui [377], de los amigos personales; y el Coronel Don José María Todd, de los guerreros del Brasil (3)[378]. La voz de los contemporáneos selló, así, con honroso fallo, la tumba del prócer, diciendo por boca de un testigo de su desinterés y de su sacrificio, de su antiguo acompañante en Ituzaingó, el Coronel Todd : “Se ha ido de la vida una existencia consagrada al trabajo, devoto y de sólidas virtudes patrióticas y familiares; una vida buena que no reparaba en sacrificios y que si no brilló en los campos de la política fue por ese sentido de modestia con el que se adornaban los hechos más simples de su habitual y honrada existencia” (4)[379].
La muerte de Romero fue un duelo provincial. El recuerdo de sus virtudes perduró por mucho tiempo en el seno de la sociedad salteña. En su hogar, como en las viejas mansiones romanas, el fuego de las antiguas vestales simbolizó el recuerdo de la esencia de su bondad y de su rectitud.
1.- Decir que 'Don Gregorio Romero González era hombre de bien, es decir, cristiano y más que cristiano, cristianismo por su devoción y por su vida, sería definirle con una sola palabra.
Hombre de voluntad férrea, era de maneras corteses[380], como que pertenecía a un hogar de rancia cultura. Le gustaba la meticulosidad y el orden. Amaba la paz recoleta y educaba con la palabra y con el ejemplo. Quería que, tanto sus hijos, como todos los que con él convivían, fuesen cultos y atentos, sin llegar a la afectación. Y, para ello -cuentan las tradiciones de familia- no perdía circunstancia para instruirles en el trato social y en el arte de la cortesía. Entre sus libros -gastado a consecuencia del uso diario-, se ha encontrado un curioso volumen: “Mi Libro. Lecciones Político-morales”. Es un manual publicado en Buenos Aires, en la Imprenta Argentina, en 1831. En él se apuntan normas de urbanidad y de moral, recopiladas por Don Rufino Sánchez.
De carácter fuerte, pero controlado, era parco en el hablar como en el comer, de pocas palabras, casi monosilábico. Su proceder era recto y sin dobleces. Odiaba la adulación a los poderosos. Hacía la caridad en silencio, sin ostentación. Era carnal en sus sentimientos de familia; pero muy enérgico y severo con sus hijos y criados. Leal con sus amigos y perdonador con sus enemigos, pudo decirse de él que “vivía la vida con el fondo del alma, como un viejo hidalgo español”, aplicando la frase famosa con la cual describe Larreta al severo Vargas Orozco.
2.- En su casa, como en todas las de la Salta de esa época, la vida era rígida y condicionada por la educación española. Entre padres e hijos existía un recíproco respeto, rayano en terquedad. No se hablaban de asuntos familiares ni se evocaban hechos de los antepasados, salvo que mediara un especial requerimiento de parte de los hijos y nietos, requerimiento que muy contadas veces llegaba a ser provocado por la misma situación de temor respetuoso de éstos hacia sus progenitores. No se hablaba sino lo indispensable. Se oraba mucho, en común y en privado, estribando casi en eso y en los pedidos de bendición por parte de los hijos, el único trato vocal practicado de diario.
Don Gregorio implantó en su hogar costumbres estrictas. El y los suyos madrugaban, levantándose del lecho no bien era el alba. En familia asistían a misa.
Volvían a casa, desayunaban; se ocupaban de distintos menesteres y, a las 10 de la mañana, almorzaban, dando gracias a Dios antes y después de las comidas. Más tarde, se dormía una breve siesta. A las tres se merendaba frugalmente, asistiendo, después a los oficios de la Iglesia. Desde las 5 hasta las 8, la familia se ocupaba en distintos menesteres. Después rezaba el rosarió, bajo la dirección del jefe de la familia; cenaba brevemente y se retiraba a sus aposentos para entregarse al sueño reparador, todo ello sin dejar un solo día de hacer cada uno de los deudos un minucioso examen de conciencia y de orar por las almas del purgatorio (*)[381].
3.- En materia religiosa, Don Gregorio Romero era intransigente. Sacrificó posiciones y prebendas en defensa de los sagrados intereses de Dios y de la Iglesia.
Su testamento nos lo muestra como al gran señor cristiana. Es un magnífico documento mediante el cual podemos conocer sus ideas y sus puntos de vista ortodoxos.
Data de 1859, en pleno auge del liberalismo filosófico, del “iluminismo” francés. Pocos años antes, en 1844, el Gral. San Martín, daba su testamento en Francia. Mostraba en él una sensibilidad religiosa muy distinta a la de los católicos ortodoxos. San Martín estaba imbuido[382] del liberalismo filosófico. Los católicos ortodoxos repudiaban este liberalismo, del cual participaban hasta sacerdotes de la Iglesia Católica.
Entre testamentos como el de San Martín media una gran distancia con el de los auténticamente[383] católicos, entre los que figura el de Don Gregorio Romero González. Ambos testamentos están separados por un gran, abismo. Muestran, a las claras, una concepción religiosa muy distinta. Hay entre ambos dos bien_ épocas definidas. El uno se inspiró en la liberalidad francesa; el otro, en la tradición española más genuina. Los testamentos a la manera de los de San Martín son enemigos de las mandas eclesiásticas; los otros, a la manera de los de Don Gregorio Romero, no sólo desean dichas mandas, sino que las exigen, según las tradicionales costumbres españolas.
El testamento del Gral. San Martín -dice el Dr. Ricardo Rojas, en “El Santo de la Espada”- “difiere profundamente del de su señora madre”. El de Romero, por el contrario, es similar al de su padre, Don Francisco Romero y Fuste x y al de su madre, Doña María del Transita González. Además, sus descendientes, seguirán la escuela. Serán iguales al suyo el de su hijo, Don Pablo Policarpo Romero de la Corte, y el de su nieto -el virtuoso y llorado Obispo de Salta, Monseñor Dr. Don José Gregorio Romero y Juárez- quien, sin dejarlo escrito, ya que nada tenía para legar, por haberlo dado todo en vida a sus amigos: los menesterosos, pudo do decir, como últimas palabras, en su lecho de muerte: “Porque en Ti esperé, Señor, no seré confundido” (*)[384].
El testamento del guerrero Don Gregorio Romero González es el vivo reflejo de su personalidad “de subidos quilates” -según la frase del Obispo Rodríguez y Olmos.
¡Qué más podía esperarse de un hambre de tan acendrado cristianismo? ¿Qué prueba más sublime de sus convicciones podía dar un guerrero y hombre de mundo que, para seguir la tradición hispana de la familia salteña, rezaba con los suyos, cotidianamente, los misterios del Santo rosario e invitaba a los visitantes de la casa que, si deseaban permanecer luego en tertulia, le acompañasen primero su práctica de tan piadoso ejercicio?
Es que la educación religiosa, recibida en el hogar y en el claustro franciscano, se perduró toda la vida en el espíritu de Romero. Los errores filosóficos que se adentraban en las mentes de muchos de los hombres de su tiempo, jamás llegaron a turbar su recta conciencia (1)[385].
Terciario franciscano desde 1854, según informes del Padre Fray Bernardino Nardini (2)[386], fue un cristiano sincero, sin alardes ni fanatismos. Cultivaba su doctrina sin odios a las creencias del prójimo. Con frecuencia ejemplificadora, tomaba, durante el año, varios días de ejercicios espirituales. Diariamente asistía a los divinos oficios a su amada Iglesia de La Viña, especialmente á la misa del alba, oficiada por el virtuoso Canónigo Guzmán. Era el acólito de ceremonias y el conductor del palio del Santísimo para el viático de los enfermos. Comulgaba casi diariamente X sentía viva satisfacción en sus coloquios con el Supremo Creador, mediante numerosas oraciones y obras de caridad para con los pobres, cuyas necesidades solventaba sin desear ser visto jamás en sus limosnas, pues practicaba aquella máxima del Santo Evangelio: “No sepa tu mano derecha, lo que hace tu izquierda”.
Su religión se fundaba en la sinceridad, en la piedad y en la vida eucarística. No era un hombre creyente por el solo y vano prejuicio, por el arribismo o por el alarde imitativo. Sentía la religión tal como es ella, pura, sublime, unida a la moral más austera y a las obras de bien. Buscaba adeptos con su caridad y con su ejemplo. Hacía apostolado práctico y no mediante réplicas odiosas o burdos desdenes para todos aquellos que no pensaban del mismo modo que él.
No era un fanático ni un mistificador. Ajustaba su vida a las reglas morales y, como devoto, aplicaba el máximum de la disciplina eclesiástica, al igual que lo hacían los católicos fervientes de su época, frailes laicos en el hogar y en la sociedad en la que actuaban, frailes laicos cuya generación tuvo en Salta un último y brillante modelo en el Dr. Mariano Peralta, gran vicentino, exaltado como ejemplo para una generación materialista, descreída, frívola u obsecuente, cuya doctrina no es otra que al que. se refunde en la mistificación y en la deslealtad, cubierta en una capa de catolicismo invertebrado al que hoy condenarían los Goyena y los Estrada, de la época de oro del catolicismo argentino,
Era Romero González un hombre virtuoso y sacrificado en su virtud. Ayunaba toda la cuaresma y tomaba frecuentes retiros (3)[387].
La señora Genoveva Ruiz de los Llanos de Wayar -descendiente de la familia Arce, cercamente emparentada a la de Romero-, ha obsequiado a la familia del autor con un libro de pertenencia del prócer, libro que, por su curiosidad bibliográfica, se lució en la Exposición de Antigüedades Salteñas, realizada en el Cabildo de Salta, en septiembre de 1942, con motivo de los festejos del 350.° Aniversario de la llegada del Cristo del Milagro a Salta. Se trata del célebre “Retiro de Algunos Días para una Persona del Mundo. Escrito en francés por el señor Pedro Lafitau. Obispo de Sisterón y traducido al castellano por Don Pedro Antonio de Tensano y Sotomayor, Presbítero”.
El libro es una edición madrileña de 1779. En la primera página, escrito con tinta, dice: “Manual de propiedad del Cura Guzmán”. Y, abajo, con letra autógrafa del Tte. Romero González, se lee: “Hoy 8 de enero de 1840 pasó a la propiedad de Gregorio Romero”.
La Sra. Alicia Arias de Bavio, bisnieta del prócer -hija del Dr. Flavio Arias Romero -, conservó hasta 1937, como una reliquia de familia (*)[388], un antiguo devocionario- el “Despertador Eucarístico” (Edición de Madrid, de 1752). Tiene idéntica inscripción al anterior y fue de pertenencia del Tte. Romero (4)[389]. Escrito de su puño y letra, está en la contratapa el siguiente lema: “Velad, huid, orad”, palabras diseñadoras del espíritu profundamente religioso de quien supo ponerlas en práctica (4 bis)[390].
Su vida interior era, pues, mucha. No sólo oraba; meditaba también. Poseía cultura clásica y se deleitaba con Bossuet y con los místicos españoles, especialmente con Santa Teresa de Ávila[391]. Además, por esparcimiento e inquietud espiritual, había leído y conocía las obras filosóficas de Feijó, Mariana, Suárez, etc., formación teológico-humanística de Don Gregorio Romero a la que habían contribuido, no poco, los doctores Gorriti, el Padre Pantaleón Benítez -su maestro en la infancia-; pero, sobre todo, la docta versación de su hermano, el Canónigo de Lima, Don Antonio Romero González, famoso orador sagrado y ex Secretario del Arzobispo de Charcas, San Alberto.
3.- Además, Don Gregorio Romero González poseía el sentido exacto de la tradición, comprendiendo lo que puede llamarse “el alma de las cosas”, a veces, más perdurable para el efímero recuerdo humano que las palabras y los hechos dignificantes. Por eso, en carta a su hija, Doña Tránsito Romero de la Corte, fechada en Salta, a 5 días del mes de enero de 1861 -documento en poder del Sr. Policarpo Romero- le dice: “El cuadro de San José, que siempre estuvo en la cabecera de la cama de tus padres y abuelos, es para ti, para que lo conserves en tu poder como un recuerdo de la fe de tus antecesores” (5)[392].
Tal, la semblanza moral del prócer, reconstruida[393] en base a la tradición familiar, guardada especialmente por sus nietas, las religiosas Sor María del Valle Romero y Madre Margarita María Romero, como también por su nieto y admirador fervoroso, el Sr. Don Pascual Arce, hidalga reliquia de la estirpe (6)[394].
Leyéndola con amor, deben decirse las palabras de Monseñor Rodríguez y Olmos: “Hay mucho que aprender de estos argentinos de la antigua estirpe, caballeros y soldados, y al mismo tiempo ejemplos de una virtud de subidos quilates, señores de su hogar y dueños de casa, tan correctos como exactos frente al deber”.
Como complemento de nuestro trabajo, damos a conocer la hermosa carta que nos dirigió el ilustrado historiógrafo salteño, ex magistrado y abogado de nota Dr. `D. Vicente Arias, nieto del prócer; carta ésta que resume el sentir familiar. Dice así:
Salta, 21 de enero de 1438.
Sr. Don Carlos Gregorio Romero Sosa.- Presente.
Mi querido sobrino:
Al saber tu deseo de reeditar (*)[395] tu opúsculo biográfico sobre mi abuela, el Tte. de la guerra con el Brasil Don Gregorio Victorio Romero y González, supondrás el placer indecible que ello me causa en mi doble posición de descendiente de aquel soldado de honrado corazón y heroico espíritu, al par que de tío del biografiado[396] al que aprecio y admiro.
Indudablemente que el recuerdo cariñoso de nuestro abuelo era una deuda que correspondía saldar a alguno de sus descendientes, habiéndote cabido a ti el honor de hacerlo. Si hay sobrado mérito en nuestro antecesor, a quien con justicia llaman prócer historiadores como Enrique Loudet, el eminente diplomático argentino que hizo pasear triunfalmente el nombre de nuestro país en las tierras de Méjico y Centro América, existe también en tu actitud un vivo reflejo del anhelo de reconocimiento que interpreta la voluntad de la familia, en cuyo nombre tengo la satisfacción inmensa de enviarte nuestras más efusivas felicitaciones y el cariño a que te haces acreedor.
Latente está en estos hogares que conservan con orgullo y altivez ciudadana la herencia moral de nuestro ilustre abuelo, el recuerdo de sus altas virtudes patricias, demostradas en las horas de la epopeya, cuando al lado de aquellos gauchos de colorado poncho, sin más armas que el heroísmo y la lanza, secundó con patriotismo convincente a su pariente y noble amigo el Gral. Don Martín Miguel de Güemes, verdadero antemural americano que cooperó con su talento y su espada al éxito de la empresa sanmartiniana.
La actuación de nuestro abuelo Gregorio en la guerra con el Brasil, identifica aún más su personalidad egregia de héroe militar y civil.. Su amistad con los hombres más ilustres de su tiempo, principalmente la que supo ligarle al Gral. Dr. Don José Ignacio de Gorriti, el númen de la Revolución de Mayo en el Norte Argentino -según-lo define mi amigo y condiscípulo, el historiador Dr. Bernardo Frías -, es un laurel más ceñido en su frente nobilísima[397].
Convenía entonces el escribir siquiera una breve monografía, llamada a conservar imperdurable el recuerdo del Tte. Romero y González, cuyo nombre forma, en la columna de nuestros próceres, al lado del “Pachi” Gorriti, del Coronel Don José Antonino Fernández Cornejo, del Dr. Pedro Antonio Arias Velázquez, del Coronel Jorge Torino de Viana y de otras tantas figuras no menos notables, que todavía permanecen desconocidas, aún en el solar nativo que ellos supieron defender con sacrificio y heroísmo.
Al aplaudir tu esfuerzo y tu decisión por los estudios históricos y arqueológicos del norte argentino y al celebrar la aparición de la segunda edicción de tu opúsculo, que no tiene la pretensión de crear un héroe de leyenda ni fantasía, sino que diseña la vida austera de un guerrero viril y desinteresado por su patria, te abraza con cariño tu tío.
VICENTE ARIAS.
Miembro de Número de la Junte
de Estudios Históricos de Salta.
“No se conoce en la familia retrato alguno del Tte. de la guerra con el Brasil Don Gregorio Victorio Romero González” (Policarpo Romero. Carta al Dr. Enrique Loudet, fechada en Salta, el 25 de enero de 1940).
“Según datos conservados en la familia, el prócer no era corpulento, pero sí de mediana estatura, más bien alto, cabello rubio, tez blanca y ligeramente sonrosada. Bastante sanguíneo, de ojos azules, labios delgados, nariz romana, frente alta y despejada. Usaba recortada barba y poblados bigotes que peinaba hacia abajo, dando a su semblante, de genuina aristocracia, el aspecto de los antiguos galos de la Francia, país de donde era oriundo su padre, Don Francisco Romeur.
En la ancianidad de Don Gregorio Romero, encaneciéronle el bigote y la barba. (Carta del autor a Don Bernardo González Arrili, fechada en Salta, el 4 de mayo de 1938).
El retrato a pluma que ilustra el presente libro está hecho en base a datos consignados por la tradición familiar, cuyos actuales depositarios, son los señores Don Pascual Arce, Don Policarpo Romero, la Rvda. Madre Margarita María Romero y el Dr. Vicente Arias, nietos del prócer. La obra se debe al conocido y admirado pintor Don Alejandro F. Ache, quien, por los vínculos de familia que ligan a su esposa con el Tte. Romero González, se ofreció generosamente para ilustrar la obra consagrada a rendir homenaje a la memoria del prócer.
El retrato del pintor Ache ha satisfecho a la familia, la cual cree un deber hacer público su agradecimiento al artista y al pariente político.
Don Gregorio Romero González aparece en el retrato con la mirada de expresión mística, propia de su carácter religioso. Se le ha imaginado en una edad no menor de cincuenta años, casualmente a su regreso de la guerra con el Brasil. Luce el gorro genovés que tanto usaron los grandes señores de Salta del siglo pasado. También ostenta en su pecho la Cruz que siempre le acompañó, colgada de sus ropas en lugar bien visible, como una valiente profesión de su fe de gran cristiano.
Consta en la familia que Don Gregorio Romero se asemejaba físicamente al señor Daniel Goytea González, su primo. En base a un retrató de este último y a las fisonomías de sus hijos Don Pablo Policarpo y Doña Dolores Romero de Arias, y de sus nietos, Doctor Juan Pablo Arias Romero, Canónigo Dr, Clodomiro Arce Romero, señores Domingo y Pascual Arce Romero, etc., el pintor Ache ha realizado esta exacta reconstrucción.
De exprofeso se ha prescindido de las fisonomías de otros de los nietos, como Monseñor José Gregorio Romero y Juárez o el Sr. Policarpo Romero, por cuanto las de éstos se asemejan a la de Dña. Cesárea de la Corte Carabajal, esposa del guerrero y no al abuelo Romero.
Después de estas breves explicaciones, el autor, por su parte, renueva su agradecimiento al pintor y amigo señor Ache, haciéndole llegar su espontánea felicitación por tan hermoso trabajo, en el cual ha captado con verdadera visión de artista, toda la psicología de quien fue un hombre sereno, de recto proceder, rayano, a veces, en la intransigencia, enérgico, de carácter resuelto, humano, nada vanidoso, devoto, leal e inquebrantable, cualidades excelentes que tal vez le obstaculizaron para ocupar más altas posiciones dentro de una sociedad egoísta y sórdida, caldeada de prejuicios y de pequeñas y grandes miserias.
El retrato de Ache, más que la parte física, refleja la parte moral. De ahí, entonces, que su obra resulte todo un hallazgo. Es por eso que, al verlo por primera vez, me dije para mí mismo, casi en tono confidencial: “Este retrato es el retrato del personaje que yo me había imaginado. Este retrato es el personaje de mi libro; el hombre que está hablando en sus propios documentos escritos”.
Tales palabras constituyen, de por sí, el mejor elogio que pueda hacer al pintor Ache por esta admirable obra suya.
Con el cuadro de Ache, sobre Don Gregorio Romero González se agrega una nueva cuenta más al rosario iconográfico de próceres salteños, rosario hecho casi todo imaginariamente por no existir retratos originales de Güemes, ni de los Gorriti, ni de Mollinedo, etc.
En el Archivo del Dr. Manuel Peña se conservaba copia de un expediente iniciado en 1898 por Doña Egidia Romero de la Corte -en ese entonces única hija sobreviviente de Don Gregorío Victorio Romero González, guerrero de la Independencia-, solicitando pensión militar por su difunto padre. Este expediente, por atención del nieto del Dr. Manuel Peña -el Dr., Juan Manuel Duclós Peña- ha pasado a poder del autor.
Dirigiéndose al Procurador General de la Nación, la recurrente dice:
“Excmo. Señor:
Ramona Egidia Romero de la Corte, hija legítima del guerrero de la Independencia, Teniente 1.° Don Gregorio Romero, ante V. E. como mejor corresponda, expone:
Que por los documentos que acompaño se justifica mi filiación legítima, mi estado de soltera, así como los grados y servicios prestados por mi señor padre en la guerra de la Independencia.
Mi señor padre prestó sus servicios desde 1811 como soldado voluntario en los cuerpos de “Patricios Decididos”, en cuyo carácter asistió a las gloriosas batallas de Tucumán, Salta y otras acciones menos felices. Combatió también contra Quiroga, de cuyas resultas tuvo que emigrar al extranjero.
Encontrándome en una avanzada edad, y sin medios de subsistir, vengo a ampararme en la patriótica ley de octubre de 1873.
Por tanto:
A V., E. solicito quiera servirse acordarme la pensión que creo me corresponde como hija soltera del Teniente l.º Don Gregorio Romero, guerrero de la Independencia.
(Fdo.): Ramona Egidia Romero.
Salta, agosto 2 de 1898.
El que suscribe, Cura Rector de la Parroquia de Ntra. Sra. de la Merced, en la ciudad de Salta, certifica que en la página 128 del Libro 7 de Matrimonios se registra la partida siguiente:
En esta Parroquia de N. S. de la Candelaria de la Viña, el veintisiete de mayo de mil ochocientos cincuenta y ocho, dispensadas las tres canónicas moniciones de derecha, el Pbro. Don José Gabriel Díaz, de “licentia parnochí”', casó y veló in facie eclesia a Don Policarpo Romero, hijo legítimo de Don Gregorio y de Dña. Cesárea de la Corte, con Dña. Delfina Juárez, hija legítima de los finados Don Pedro Antonio Juárez y Dña. Juana Josefa Arce. Testigos: Don Gregorio Romero y Dña. Cesárea de la Corte. Conste: Pascual Arze.- Es copia fiel del original.
Salta, diciembre 18 de 1929.
Fdo.: Josué Gorriti.
Doblemente meritoria es la actuación que le cupo a Don Gregorio Romero como guerrero por la Patria, y a la que sirvió en el ejército de la guerra de la Independencia y en el de la guerra con el Brasil, obteniendo en esta última campaña el grado de Teniente 1.°, según consta en varios documentos y en el discurso que, en el acto del sepelio de sus restos, pronunció en Salta su ilustre compañero en aquella jornada últimamente mencionada, el Coronel Don José Maria Todd, quien dijo: “Se ha ido de la vida una existencia consagrada. al trabajo, devota y de sólidas virtudes patrióticas y familiares; una vida buena que no reparaba en sacrificios y que si no brilló en los campos de la política fue por ese sentido de modestia con el que se adornaban hasta los hechos más simples de su habitual y honrada existencia”.
.....................................................................................................................
Don Gregorio Romero, nacido.en. Salta,. se dedicó al comercio, a la industria y a la agricultura, cosas todas estas comunes a los hombres de su tiempo que no veían nada de desdoroso en construir un mueble, como en el caso del padre del Coronel Todd o del Gral. Arenales, o en empotrar un molino y fabricar el blanco pan, como este hombre de bien y de trabajo que estaba casado con Doña Cesárea Corte, prima de Güemes “el grande”, por aquello de Corte que Güemes llevaba escondido, ya que su madre, “La Tesorera”, tenía por segundo apellido también el Corte,, llamándose Magdalena de Goyechea y Corte de Güemes.
Don Goyo Romero -que el Goyo según dicen le venía por González, siendo primo de Don Gregorito González, el de los cuentos abeloriados- ejerció en Salta el cargo de Miembro -de la Sala de Representantes en la época de los Puch, muriendo viejo en esta ciudad antes de la entrada de Varela.
Poco es lo que se sabe de Don Goyo Romero, personaje que mejor hubiese estado en un claustro, ya que se lo pasaba rezando y meditando, con un gran desprecio por las cosas materiales. Sin embargo, fue un digno jefe de hogar y su familia, muy cristiana y respetable, hizo gran figura dentro de la sociedad, distinguiéndose por sus condiciones de virtud, de religión y de templanza.
Juzgarle como a varón recto, patriota y caritativo, es rendir un homenaje a la justicia -¡rara virtud en nuestro tiempo de gentes dadas al traste!- ya que su vida de soldado estuvo siempre al servicio de la Patria, para la cual se esforzó desde distintas posiciones, sirviéndola especialmente en las armas durante las guerras por la Independencia y la campaña con el Brasil, durante la época de Rivadavia, tan llena de extravagancias y de reformas.
Esto es lo que de su abuelo he podido encontrar en las tradiciones de Salta, mi estimado señor Canónigo Romero. Lo saluda con invariable estima.
Bernardo Frías
Se reedita íntegramente el folleto publicado en 1938 por la Junta de Estudios Históricos de la Unión Salteña y que contiene la Oración Fúnebre pronunciada por el Miembro de Número de la Junta, Rvdo. Padre Dr. Leandro Fernández Arregui, en el homenaje tributado por la Primera Reunión de Historia del Norte, a la memoria de los Próceres Romero y Tedín.
Dice así:
[Portada]
Oración Fúnebre // Pronunciada en la // Parroquia de Ntra. Sra. de la Candelaria de la Viña // por el // Canónigo Lateranense Doctor // Don Leandro Fernández Arreguí // Miembro de Número de la Junta de Estudios Históricos de la “Unión Salteña”. // En el homenaje // Tributado a los Próceres Salteños // Tte. de la guerra con el Brasil // Don Gregorio Victorio Romero González // y Coronel de la Guerra de la Independencia // Pbro. Dr. Don José Toribio Tedín. // (Homenaje de la Primera Reunión de Historia del Norte Argentino). // Salta, 1938. // Talleres gráficos “La Provincia”, de A. Galarreta.
[p. 3]
“In memoria oeterna erit justus... “.
“El justo vivirá eternamente en la memoria de Dios y de los hombres...”(Psalm. CXI v. 7)
Ilustrísimo y Reverendísimo Sr. Abad Mitrado (1):[399]
Ilustrísimo Sr. Vicario General de la Arquidiócesis (2)[400]:
Excmo. Sr. Ministro de Gobierno de la Provincia (3)[401]:
Rvdo. Sr. Cura Rector de la Parroquia de Nuestra
Señora de la Candelaria de La Viña (4)[402]:
Sres. Delegados a la Primera Reunión de Historia del Norte:
Sres. Miembros de la Junta de E. Históricos:
Sres. descendientes de los próceres Romero y Tedín:
Señores Sacerdotes:
Señoras: Señores:
La Historia nos enseña que toda nuestra civilización es obra de la Religión Cristiana. Fue el cristianismo quien aseguró a los pueblos su independencia moral y verdadera libertad. En todas partes, la Religión de Cristo ha venido alimentando las aspiraciones infinitas del alma humana y sirviendo de luz a los individuos y a las naciones. Ella infunde en nuestros corazones alientos de héroes cuando los intereses de Dios y de la Patria lo exigen. Y sólo el cristianismo será dueño del porvenir de la humanidad. Ni la falsa filosofía romperá el cetro social del Evangelio, ni fuerza alguna podrá echar por tierra su predominio en la historia de los pueblos.
[p. 4]
Hoy estamos palpando los resultados de una civilización que da preferencia al materialismo, haciendo peligrar la obra de diecinueve siglos, en los cuales el triunfo de nuestra religión, elogiado por iChateaubriand, ha iluminado los abismos de la humana ignorancia,,produciendo genios como San Agustín y Santo Tomás de Aquino, al par que sembrando la cultura por medio de los más diversos estudios y por la difusión de los principios -de la instrucción pública, como ha podido comprobarlo Federico Ozanán a través de sus estudios históricos sobre el medioevo europeo.
El materialismo pretende avasallarnos. Por eso es preciso poner de relieve los altos valores espirituales que la doctrina del cristianismo encierra para el progreso verdadero. “Las aguas muertas del racionalismo, después de haber agostado la frescura de nuestras campiñas espirituales -dice -Don Alejandro Pidal y Mou, al prologar los “Estudios Religiosos, Filosóficos, Científicos y Sociales” del Padre Ceferino González, en 1873-, se descomponen en vapores que infestan las auras de nuestros valles, y allá, en las elevadas cimas del pensamiento, blanquea la nieve de nuestra filosofía, blanca como el hábito de Santo Tomás. El sol de la verdad la esmalta y acaricia con sus rayos de luz, y manan arroyos de pura y cristalina corriente que reverdecen las colinas, mientras los ríos se extenderán en ondulantes cintas de plata, y brotarán flores a su paso, y se convertirán en vergeles[403] los yermos asolados”. “No de otro modo -continúa-, los inmutables principios de la ciencia, encarnación de la verdad, pasarán de la filosofía a la moral y a la política, y fecundarán las ciencias para que la literatura florezca y abra su broche al arte, plegado ante el soplo materialista del racionalismo práctico contemporáneo”.
[p. 5]
El orbe entero sufre bajo el peso de corrientes malignas, mientras la doctrina del cristianismo invita a los hombres a buscar en ella las bases de una justicia y de una paz verdadera. La religión del cristianismo realizó el cambio social más notable de la humanidad. Fue ella la que abolió la esclavitud, en los viejos estados de la antigüedad, predicando hasta la fecha una doctrina de profundo y humano sentido fraternal.
En América, la obra del cristianismo, llena sus páginas dignas de epopeyas. El misionero sembró las mieses de la conquista espiritual. El cristianismo fue el civilizador durante las horas agitadas de la colonia, y a su influjo los pueblos cobraron su verdadera personalidad en el concierto civilizado del mundo.
Nuestra Patria debe retornar a la senda gloriosa de su tradición para continuar desempeñando la misión sublime que en el camino ascendente de la humanidad, la Providencia le tiene reservada. Tenemos una historia ungida en la sabia del cristianismo y es esa la verdadera ejecutoria que nos enorgullece de nuestro linaje patricio.
La Religión, señores, ha presenciado el nacimiento y desarrollo de nuestra nación. Ella ha sido el alma de nuestra gloriosa epopeya, infundiendo en los individuos el anhelo sagrado de libertad y perfeccionamiento. ¡Reiteremos nuestra profesión de fe acerca de los grandes destinos de la Argentina y de las restantes Repúblicas Latinoamericanas!
[p. 6]
Por todas partes se advierten gérmenes de descomposición social; pero nuestra Patria tiene una fuerza interior y divina que la ha de preservar del materialismo corruptor y decadente, y la ha de preparar para conducir el estandarte de la regeneración en las etapas de la civilización humana. Nuestro destino de pueblo joven ha sido propicio para nutrirse de ideologías perturbadoras que han ocasionado el adormecimiento de nuestro sentido profundamente cristiano. ¡El elemento vivificador, señores, está hoy latente y adormecido: debemos despertarlo! ¡Debemos retemplar nuestros corazones con el noble ejemplo de nuestros próceres, buscando en las fuentes de la historia ese bálsamo regenerador que necesitamos para continuar nuestra subida ascendente a la montaña del progreso y de la verdadera civilización!
Ahora que estamos empeñados en la obra de nuestra restauración cristiana y del resurgimiento del espíritu nacional, es muy propicio recordar -como lo hacéis vosotros, señores Delegados que asistís a la importante justa de revaloración historiográfica del norte argentino-, es muy propicio -repito- y cuadra ciertamente a la hora de verdadero afán histórico por la que atraviesa la humanidad, el recordar a esos ilustres varones a fin de que su vida sacrificada y heroica inspire a todos el respeto a las severas virtudes del Evangelio, amor a la gloria verdadera y noble aspiración a todo lo que sea grande y digno de ser imitado.
[p. 7]
¡Cuán a propósito resultan las palabras del salmista: “In memoria eterna erit justus” (El justo vivirá eternamente en la memoria de Dios y de los hombres”), aplicadas a aquellos patricios de antaño, “argentinos de la antigua estirpe -como dijera Monseñor Dr. Audino Rodríguez y Olmos -, caballeros y soldados, y al mismo tiempo, ejemplos de una virtud de subidos quilates, señores de su hogar y dueños de casa, tan correctos como exactos frente al deber”.
De esa misma jerarquía tradicional eran aquellos dos próceres a los cuales la Junta de Estudios Históricos de la “Unión Salteña” -en cuyo nombre hablo ha querido tributar un homenaje recordatorio en estos días en que Salta, “cubierta con los brocatos de sus mejores galas”, celebra alborozada la Primera Reunión de Historia del Norte Argentino.
[p. 8]
Vidas que se paralelizan en sus sentires patrióticos y en sus convicciones del espíritu, estos dos héroes de la Guerra de la Independencia Argentina en Salta, ligados íntimamente a la vida y a la historia de este templo, fueron, ante todo, egregios creyentes y patricios. Escuchad sus nombres con patriótica devoción. Uno era militar y comerciante, industrial y hombre público: el Teniente de la Guerra con el Brasil Don Gregorio Victorio Romero y González, donante del terreno sobre el cual se levanta esta Iglesia, al lado de sus extensas propiedades obtenidas a base de laboriosidad y de trabajo. Otro, militar, político y sacerdote: el Coronel de la Guerra de la Independencia, Pbro. Doctor Don José Toribio Tedín, ferviente devoto de la Virgen de Ntra. Sra. de la Candelaria, cuya imagen antigua y. milagrosa venera Salta a través de los siglos.
Espíritu que refundía las supremas cualidades de la nobleza y de la religión, fue Don Toribio Tedín, según la opinión de historiadores como el Dr. Bernado
[p. 9]
Frías, uno de los más asiduos colaboradores del heroico caudillo Don Martín Miguel Güemes, iniciando su campaña a favor de la libertad en importantes misiones desempeñadas en el Valle de Calchaquí salteño, como lo constata el testimonio del historiógrafo Carlos Reyes Gajardo. Cúpole, pues, a Tedín, una actuación destacada da en la de la Independencia y como ministro del Gral. Güemes, trazando así, con épico arrojo e integridad ciudadana, su página inmortalizada por la Historia. Laico como era -en el sentido de su estado-, seglar, podíamos decir mejor, actuó en la milicia y en las contiendas civiles y políticas, demostrando su enérgica decisión e inquebrantable temple, hasta el día en el cual, cuando el duro período de la anarquía, perseguido seguido por Oribe, estuvo a punto de ser fusilado en Tucumán. Recordando entonces a su patrona, la Virgen de la Candelaria -refieren las crónicas- invocó la fervientemente, haciendo voto, si salvaba, de erigir en su honor un templo y de abrazar el estado eclesiástico. El Coronel Tedín logró la gracia esperada. Una matrona, Doña Nieves Avila, explica el historiador salteño Dr. Atilio Cornejo, se llegó a Oribe, pidiéndole dejara sin efecto la sentencia para los últimos tres prisioneros que quedaban, de los doce que habían de ser ejecutados por sus ideas políticas contrarias a las de la Causa Federal, a cuyo frente se hallaba el Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas. Entre aquellos tres prisioneros salvados en forma tan inesperada, hallábase el Coronel Don José Toribio Tedín, quien, cum-
[p. 10]
pliendo fielmente su promesa, se hizo sacerdote, iniciando la construcción, en el viejo solar de la Capilla del Nazareno, del templo conocido con el nombre de La Viña Vieja, precursor de la actual iglesia, bajo de cuyas bóvedas venimos a evocarle.
Como ministro del altar era la manifestación del apóstol[404] cristiano. Su palabra en la cátedra sagrada era elocuente y,persuasiva. Su celo, infatigable en moralizar a las masas, en curar llagas y en aliviar miserias.
A una edad avanzada expiró santamente, después de un derrotero de moralidad y cristianismo digno de ser recordado en esta hora de conformismos. Es la Historia la llamada a mantener vivo ese fuego inconsumible de la nobleza de las acciones y de los procederes. Las generaciones pasan y se mudan, a través de las vicisitudes del tiempo, pero los nombres de aquellos seres que marcaron un rumbo en la formación espiritual de su época, permanecen esculpidos en el granito eterno del recuerdo de la posteridad.
[p. 11]
Detengámosnos ahora, brevemente, en el otro prócer al que honramos hoy. El estudia completo sobre la vida y la acción del Teniente Don Gregorio Victorio Romero y González, en base á una investigación documental y crítica, ha sido publicado por el historiador salteño, aquí presente, el Profesor Don Carlos Gregorio Romero, digno biznieto del prócer. Yo quisiera hacer resaltar, tan sólo, algunos rasgos de su vida que reflejan toda la religiosidad de su alma y la integridad de su carácter recio y varonil.
Guerrero denodado, fue uno de los primeros hijos de la provincia de Salta que lucharon en los Ejércitos de la Revolución. El genio tutelar del Gral. Doctor Don José Ignacio de Gorriti, inició la guerra de guerrillas en la región norte de nuestra Patria -como lo estudia el historiador argentino Dr. Enrique de Udaondo-. Y, mientras Gorriti militarizaba a la Provincia[405], Romero y González, un comerciante activo hasta ese instante, marchó a su lado con la satisfacción honrosa de ser uno de sus más distinguidos colaboradores.
Larga fue la actuación, en las filas militares, en su calidad dignísima de soldado patriota, pleno de desinterés. ¡jamás aceptó los títulos militares que se le ofrecieron como recompensa a sus espontáneos servicios, demostrando, así, cuál era la reciedumbre de carácter del que se hallaba poseído!
[p. 12]
“Sintiendo arder en su pecho la llama del amor patrio -dice su biógrafo, Carlos Gregorio Romero- corrió a luchar en la memorable batalla del 20 de febrero de 1813, recibiendo, en premio de su heroísmo, un sablazo en la pierna”. Otro historiador, el Doctor Don Vicente Arias, ha escrito: ¡Su actuación en la guerra con el Imperio del Brasil, identifica aún más su personalidad egregia de héroe militar y civil. Su amistad con los hombres más ilustres de su tiempo, es un nuevo laurel ceñido a su frente nobilísima”.
Industrial de reconocidos méritos, comerciante honorable, padre y patriarca de su hogar, Don Gregorio Romero y González fue uno de los que más contribuyeron a elaborar nuestra grandeza nacional, participando en la guerra de la Independencia y en las guerrillas Güemes, con heroísmo sorprendente. Vivió en un época agitada y convulsa, en la cual la influencia filosófica
[p. 13]
europea, dejábase sentir en los espíritus americanos, haciendo naufragar la fe y las virtudes; pero, Romero,fiel a su sentimiento e instrucciones recibidas en su hogar esclarecido, no claudicó jamás en sus convicciones religiosas y en su fidelidad a la Iglesia Católica, sin escatimar ningún sacrificio.
En el año 1856 ocupaba una banca en la Sala de Representantes de Salta. Habiéndose producido una divergencia de ideas entre él y el Gobernador, Gral.Don Dionisio de Puch, de tendencias liberales, Don Gregorio Victorio Romero y González, hizo renuncia de su cargo de diputado, en los siguientes términos: “Renuncio a mi cargo porque no puedo aplaudir una ley contraria a mis sentimientos de sumiso hijo de la Iglesia. Estaré, tal vez[406], en error ante los hombres, pero no ante mis ideales y ante Dios, a cuyo servicio me he consagrado”.
[p. 14]
Diariamente -dice la tradición de familia- Don Gregorio Romero y González rezaba el Santo Rosario en su hogar, invitando a sus parientes a que le acompañasen a levantar sus preces por el bienestar de su Patria y por la gloria de Dios. En su testamento. redactado el año 1853, seis años antes de su muerte, se respira una fe y una piedad verdaderamente emocionante, por lo cual, después de una fatigada vida ejemplarizante, rodeado del cariño de los suyos, expiraba como el justo del evangelio, según la secuencia agustiniana, tradujo el culto espíritu de Monseñor Julio Campero y Aráoz[407]:
“Y después de haber vivido
mucho tiempo y convertido
muchas almas, se ha dormido
finalmente en el Señor
[p. 15]
Señores delegados:
He aquí resumidas las semblanzas de los ilustres próceres por quienes acabamos de ofrecer este obsequio fúnebre para que sus almas descansen en la paz de Dios.
La historia ha hecho suyas las palabras del salmista: “In memoria oeterna erit justus” (“El justo vivirá eternamente en la memoria de Dios y de los hombres”).
Los sacrificios de estos patriotas serán recompensados en la gloria eterna y en la admiración de las generaciones presentes y futuras.
Dios habrá premiado ya sus méritos. Que sus virtudes se perpetúen en sus descendientes, y su memoria perdure inmortal en los corazones de todos los hijos de esta tierra de Salta, heroica y bendecida. Amén.-
Se transcribe del tomo V (p. p. 314 a 316), de “Biografías Argentinas y Sudamericanas”.
Nació en la ciudad de Salta, el 18 de julio de 1779, siendo sus padres, el hidalgo caballero francés Don François Romeur de la Croix et Sevigne „ natural de la villa de Llnchat, provincia de Lapurdi (Vasconia francesa), descendiente de alcurnia ennoblecida en los campos de batalla por Francisco I; y doña María del Tránsito González y Antequera Saravia, que descendía de familias salteñas linajudas, fundadoras de Salta y de los primeros conquistadores de Tucumán y del Gran Chaco.”
Realizó sus primeros estudios en el Convento de San Francisco, donde también inició los secundarios en la Escuela de Filosofía que fundara el R.P. Lector Dr. Fray Pantaleón Benítez; pero, reveses de fortuna en la familia, obligaron a Romero a interrumpir sus estudios y dedicarse al comercio, instalando la mejor fábrica de pan de esa época. Romero abandonó las aulas en 1796 para orientarse en los ramos del comercio y de la industria.
Cuando sólo contaba 18 años de edad fundó, con el farmacéutico escocés Don José María Todd, el primer Gremio de Comerciantes de Salta. Fue uno de los propulsores de la industria harinera local: en la finca “La Isla”, propiedad de su pariente, el Dr. Pedro Antonio de Arias de Velázquez Saravia, montó un molino de inmejorables condiciones bajo la base del allí existente (1)[408].
En 1800 donó un terreno de su propiedad y dinero en efectivo para la construcción de la Iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria.
Producido el movimiento emancipador de mayo, el Dr. José Ignacio de Gorriti, conociendo la bravura de Romero, su amigo de la infancia, le envió a los Valles Calchaquíes, a objeto de enganchar soldados para el ejército gire se preparaba: en 1811 estuvo en el Departamento de San Carlos, donde, en unión con el después coronel Justo Pastor Arce, pudo levantar numerosos voluntarios entre los habitantes de aquella zona. Pero, como el número de los reclutas no era muy elevado e en razón de que el jefe realista de aquel Departamento había formado el escuadrón de San Carlos, Romero pasó al Departamento de Molinos, donde, en unión con Luis Borja Díaz, una de las figuras más destacadas en la Historia de los Valles Calchaquíes, consiguió algún contingente de hombres rurales, como Don Benjamín Chocobar, peón de la finca de Díaz, quien siguió al doctor Gorriti durante toda la guerra emancipadora.
A su regresa de los Valles, Romero se alistó en las filas del Ejército Auxiliar en calidad de soldado raso, al lado de sus hermanos Francisco y Miguel Simón Romero.
Se encontraba casualmente en Tucumán cuando Belgrano libró la batalla de este nombre, en la cual Romero no tomó parte por hallarse enfermo; pero, después de la victoria fue encargado, conjuntamente con el teniente coronel José Manuel de Sosa, con el capitán Manuel Ubaldo Córdoba (ambos oriundos de San Carlos ) y con el teniente César Vázquez Aráoz, (tucumano), para dirigir patrullas para hostilizar y vigilar el ejército de Tristán. En el ejercicio de esta misión, Romero llegó a la ciudad de Salta a fines de noviembre de 1812.
Allí permaneció alejado de toda actividad y cuando Belgrano se alojó en Castañares, en casa de Apolinario Saravia, Romero fue uno de los pocos que estuvo enterado del secreto del cual dependió el éxito en la batalla de Salta: Saravia cuando penetró con el disfraz de leñatero en aquella ciudad, confió a Romero cartas dirigidas por Belgrano a Arias de Velázquez y a Arenales. En la batalla de aquel nombre, librada el 20 de febrero de 1813, Romero combatió fogosamente y tuvo por recompensa un sablazo que le asestaron en una pierna, herida de la que fue curado por el médico salteño Dr. Antonio Castellanos Saravia.
Después de aquellos sucesos, Romero se alejó casi por completo del escenario público, pero a su primo político, el general Güemes, le secundó con su ascendiente y con su dinero. También logró aminorar los enconos del Dr. Arias de Velázquez, que había formado un partido opositor a Güemes, a quien llamaba “Hidra”, como lo comprueban los documentos transcriptos por el Dr. Atilio Cornejo en sus “Apuntes Históricos sobre Salta” (2.ª edición).
Con su hermano, el capitán Miguel Simón Romero, combatió en distintas oportunidades contra los realistas y contra los enemigos de Güemes: refiere la tradición que gobernando a Salta este último, Don Pablo Alemán, coaligado con Gregorio y Miguel Romero, se dirigieron a Cerrillos, debido a una alarma del cura Arias Rengell, quien había manifestado en Salta, tenía conocimiento de una asonada que se preparaba en Cerrillos y que se dirigía a Salta, capitaneada por el Dr. Arias de Velázquez, con el objeto de derrocar al gobernador Güemes.
“Llegados a la villa de Cerrillos, dice Don Carlos Gregorio Romero en su breve reseña biográfica del teniente Romero González (consultada íntegramente para esta biagrafía), Alemán despachó al capitán Don Miguel Simón Romero y González, juntamente con el teniente Don Gregorio Romero, para que cumpliesen una delicada misión, quedando él al frente de unos pocos gauchos.
En tales circunstancias, las partidas de “Pachi” Gorriti y del coronel Don Sinforoso Morales, viendo en la oscuridad de la noche gente armada y escondida tras de los árboles, entablaron un tiroteo que no tomó mayores proporciones por la oportuna intervención del teniente Don Gregorio Romero que a toda prisa llegaba al lugar del hecho, profiriendo gritos a sus propios compañeros de armas e intimando a “Pachi” Gorriti para que cesase el fuego. Como sus palabras no eran escuchadas por las detonaciones de los proyectiles, Romero, con épico arrojo, cruzó el camino que separaba a las partidas de Alemán y de Gorriti, arriesgando su vida a los peligros de la fusilería”. (Tradiciones familiares).
“Este acto de Romero evitó un desastre que pudo “ser de gravedad para el ejército patriota. El sagaz y disciplinado historiógrafo capitán Don Ramón S. Escala, estudioso auténtico de la historia provinciana, dice: “El intrépido arrojo del teniente Don Gregorio Romero y González evitó el aniquilamiento de aquellas patrullas de idéntico bando, que en menores proporciones del Ejército de San Martín en Cancha Rayada, habíanse abierto el fuego, creyéndose enemigos, por la obscuridad reinante y por la confusión consiguiente”. (Carta del capitán Escala a Don Carlos Gregorio Romero fechada en Salta, el 15 de agosto de 1938).
El 24 de mayo de 1821 una asonada encabezada por los enemigos de Güemes obligó a renunciar al gobernador delegado Dr. José Ignacio de Gorriti. En el campamento, la esposa de Romero se presentó vestida de gaucho al cuartel acompañada de su marido, siendo confundida en la obscuridad de la noche por uno de los jóvenes de la “Patria Nueva”, partido opositor a Güemes, y con cautela y sagacidad logró disuadir a algunos jefes gauchos. En las primeras horas del alba, Romero, su esposa y algunos gauchos se pusieron en camino a Tucumán, procurando no ser vistos, y así pudieron avisar lo sucedido al glorioso caudillo salteño, que pudo volver á su ciudad natal y entrar en ella sin experimentar mayor sorpresa, reasumiendo el mando.
Después del gobierno del general Gorriti, Romero marchó con él a la finca “Los Horcones” (Metán), donde se encontraba aislado de las contiendas civiles que agitaban a su provincia cuando le llegó la noticia de la guerra con el Brasil. De inmediato empuñó las armas, incorporándose a un escuadrón de salteños que condujo el coronel José María Paz. En aquella campaña, Romero obtuvo el grado de teniente 1.° del Regimiento 4.° de Milicias.
Vuelto a Salta con la “gloria conquistada y luciendo los cordones de Ituzaingó, dice Carlos Gregorio Romero, se dedicó al comercio de mulas con Bolivia, mejorando al mismo tiempo su célebre panadería en la calle llamada “Federala” por el gobernador salteño de la época de Rosas, don Manuel Antonio Saravia; que después se llamó “Libertad” y que hoy luce el nombre de “Juan Bautista Alberdi “.
En 1856 ocupó una banca en la Legislatura de Salta, donde tuvo un serio entredicho con el gobernador de entonces, general Dionisio de Puch, su pariente, porque éste había dictado un decreto disponiendo que los cadáveres se enterrasen fuera de las iglesias. No pudiendo vencer el diputado Romero sus sentimientos religiosos, prefirió dejar su banca. “Renuncio a mi cargo, dice en su nota a Puch, porque no puedo aplaudir, una ley contraria a mis sentimientos de sumiso hijo de la Iglesia. Estaré tal vez en error ante los hombres, pero no ante mis ideales y ante Dios, a cuyo servicio me he consagrado”.
Falleció en Salta el 15 de abril de 1861, habiendo testado en 1859 ante el escribano Don Mariano Zorreguieta. En el acto del sepelio pronunciaron elocuentes discursos el canónigo Don Raynerio Lugones, secretario del Obispado de Salta; el coronel José María Todd, por los Guerreros del Brasil; y los doctores José Pío Tedín y Vicente Anzoátegui, del Gobierno de Salta.
Había contraído matrimonio en Salta, el 25 de julio de 1813, con María Josefa Cesárea de la Corte Carvajal, vinculada a nobles familias salteñas, con la que tuvo 3 hijos y 6 hijas; la que sobrevivió a su esposo.
Se transcribe del diario “El Pueblo”“`de Salta, del miércoles 27 de marzo de 1940, el artículo del escritor y periodista venezolano Don Ricardo Cuarteto Jáuregui :
El 15 de abril del presente, cumpliráse un ciclo de 79 años desde la muerte de un salteño prócer, tan desconocido como olvidado. Trátase de un guerrero de la Independencia Argentina y de un combatiente en la campaña de la República Argentina contra el Imperio del Brasil, allá en la época gloriosa de Ituzaingó, cuando Don Carlos María de, Alvear -con la apostura gallarda con la que hoy vémosle moldeado en su estatua- dirigía las operaciones militares de los ejércitos argentinos.
Aquel hombre, que no descolló por su foja de servicios; ni por su acción directiva en los ejércitos patrióticos, se llamaba Don Gregorio Victorio Romero y González.
Soldado modesto, hijo de un noble francés actuante como Guardia Mayor de la Real Renta de Tabacos de la Intendencia de Salta del Tucumán, traía su origen por la materna rama de los primeros conquistadores que acompañaron al temerario Don Diego de Abreú y Figueroa por los pasos y desfiladeros calchaquíes.
Su vida se distingue por el espíritu de abnegación, de sacrificio que impulsó sus actos en la vida pública y en la sencillez del hogar doméstico, conservador de las tradiciones ibéricas -de religión y de cultura como se comprobó por el florecimiento de dos vocaciones sacerdotales en sus nietos, por el de la vocación sacerdotal de su hijo -el Pbro. Dr. Atanacio Romero- y por la vocación religiosa ferviente de sus nietas mujeres.
Quien sería con el andar de los años el Tte. Don Gregorio Romero y González, inició su vida y sus estudios en el claustro franciscano de Salta, bajo esas piedras seculares y a la sombra de su reloj de sol.
La Escuela de Filosofía que funcionaba en el Convento de San Francisco fue el umbral de su existencia fatigosa, originada en medio de la enalteciente pobreza, que golpeó con sus carnes infantiles, amortiguándolas para el sufrimiento. Allí, en la Escuela de Filosofía, estaba la llama de la conciencia y el calor que fundía la cera de los sentimientos en el crisol del deber y de la moral.
Tenía don Gregorio un hermano menor. En él había cifrado sus esperanzas al igual que sus cariñosos padres. ¡Era necesario darle carrera en medio de los infortunios de la pobreza y allí estaba él para sacrificarse!
Desde ese instante, Don Gregorio, deja sus estudios y pone su brazo al servicio de la industria y del comercio, en procura de posibles recursos para el logro feliz de su generosa empresa.
El afán de contribuir al perfeccionamiento de su hermano, lleva a Don Gregorio a iniciar una nueva faena y, la industria de la harina, le cuenta entre sus propulsores más eficaces. En él hay el espíritu progresista del ilustre clérigo de Rosario de Santa Fe, Don Tomás Javier de Gomenzoro, el “pioner” de la agricultura en aquellas tierras virginales, desde el año de 1814.
Romero y González instala molinos de agua, en diversas zonas de Salta -como vemos por un trabajo de Cristián Nelson en la importante revista del Instituto de San Felipe y Santiago, de Estudios Históricos de Salta-. Y Romero y González instala también establecimientos manufactureros de panificación.
El comercio lo vincula a otros hombres. Piensa en los beneficios de la mutualidad, en la cooperación mutua de todos los comerciantes. En lo íntimo de su conciencia gira, sin duda, el sabio plan de las “cofradías” de la Edad Media, que ha podido conocer en las explicaciones del aula, recibidas en el viejo convento. Así nace, debido a su influjo y al del farmacéutico escocés Don José María Todd, el “primer gremio de comerciantes de Salta”, según lo atestigua un expediente del Archivo General de aquella Provincia, rubricado: “Sociedad Comercial de Mayoristas y Minoristas de Salta”.
En estos menesteres le sorprende la revolución de Mayo. Hace mucho que la presiente, tal vez por las conversaciones sostenidas con muchos hombres salientes de su época.
Amigo de José Ignacio de Gorriti colabora con él en la tarea de formación de partidas gauchas. Recorre, como sus antepasados, el valle de Calchaquí, aun que no en misión de conquista como aquellos, sino de difusión de ideas republicanas y separatistas de los vínculos que ligaban a las colonias con la madre patria.
Más tarde, Don Gregorio Romero y González, se alistó en el ejército del Norte, hallándose -entre otras acciones heroicas- en la batalla de Salta, el 20 de febrero de 1813, donde recibió un sablazo en una pierna, según consta en los papeles históricos aludidos en un trabajo escrito con. cariño por una de los deudos del prócer y que ha servido para honrar la memoria de aquél[409], cuando en octubre de 1938, la Primera Reunión de Historia del Norte ‑celebrada en la histórica ciudad de Salta- mandó celebrar solemnes exequias fúnebres en la Parroquia de Ntra. Sra. de la Candelaria de la Viña como ofertorio y sufragio por el alma del prócer.
En los tiempos de Güemes, la actuación de Romero y González no carece de contornos dignos de destacarse. Estaba vinculado al glorioso caudillo por lazos de sangre y de afecto. Y su obligación no fue otra que la de ponerse a su lado.
Después actúa en la guerra con el Brasil, mereciendo el grado de Teniente 1.° del Regimiento 4.° de Milicias, según vemos en el Archivo de la Aduana de Salta, “Registro Oficial”, Libro 6.°, folio 313, foja 559, tomo II.
Actuó, después, Don Gregorio Romero y González como comerciante en mulas, al igual que los Uriburu, los Benguria, los Centeno, los Solá, los Gómez, los Jándula, los Padilla, los Olavengoya, etc.
En 1849 habría dé vérsele a Don Gregorio en la ciudad de Jujuy, cuando la revolución al gobernador Don Pedro de Castañeda, actuando al lado de su primo Don Mariano González Sarverry. Y después, en 1856, ocupando en la ciudad de Salta una banca en la Sala de Representantes, durante el gobierno del Gral. Don Dionicio de Puch.
Este sería, en ligero brochazo, la vida de Don Gregorio Victorio Romero y González, hijo paradigma de la tierra salteña, donde entregó sus huesos después de haber cumplido 82 años de edad, el 15 de abril de 1851, sin haber podido mirar la aurora de la Constitución.
Se transcribe un artículo publicado por el historiador porteño Don Pablo A. Lagos Lasserre, del Instituto Mitre de Historia de las Bibliotecas y de la Biblioteca del H. Congreso Nacional, articulo publicado en “El Pueblo” (Salta, viernes 31 de mayo de 1940).
Especial para “El Pueblo”, de Salta)
Un nuevo aniversario de la muerte del Tte. de la Guerra con el Brasil, Don Gregorio Victorio Romero y González, acaba de cumplirse el día 15 de abril último. Los primeros meses del año 1861, vieron desaparecer, serenamente, al muy cristiano y heroico guerrero. Verdadero cruzado de su fe y de su patriotismo, la Religión y el amor a su suelo rigieron siempre sus actos.
Nació en la ciudad de Salta, cuna de soldados y legendario baluarte de la argentinidad, en 1779. Y, pese a su noble ascendencia guerrera -de conquistadores y capitanes del Tucumán y de arriesgados soldados de Francia-, destináronle sus padres, en medio del apacible ambiente patriarcal, al estudio de las letras.
Cursaba sus estudios en el Convento de San Francisco, cuando la fortuna volviose adversa a la familia de Romero. La fatalidad tronchó[410] una brillante carrera y, el entonces niño Don Gregorio Romero y González, con una generosidad y una abnegación ejemplar, abandonó definitivamente las aulas para poder contribuir con su trabajo a la educación de su hermano menor, el después Capitán de las huestes de Güemes, Don Miguel Simón Romero González. “Dios sabrá aceptar, tu sacrificio y recompensártelo. Es esta la plegaria que yo elevo al cielo”, escribióle en una de sus cartas -transcripta por el historiógrafo Carlos Gregorio Romero (1)[411]- su hermano mayor, el presbítero, conmovido por el desinterés de aquel adolescente que, por noble designio, debía recorrer el maravilloso camino de la gloria, Don Gregorio Romero y González inició obscuramente la lucha por la existencia, como un simple comerciante. Su estirpe, verdaderamente noble, lo inclinaba a los 18 años a enfrentar la vida con arrogancia y dignidad, sin recurrir -valiéndose de su parientes y relaciones- al cómodo expediente de una recomendación para desempeñar un cargo público. Y cuando sus aspiraciones comenzaban a verse colmadas (2)[412] y brillantes perspectivas comerciales vislumbrábanse, llega el año 1810. La antorcha de la libertad –encendida el 25 de Mayo en Buenos Aires-, se transforma en una inmensa llamarada que envuelve con sus destellos magníficos a toda la América Española. Romero y González, vinculado a los patriotas más ilustres de Salta, José Ignacio de Gorriti y Martín Miguel de Güemes (3)[413] descubre, de pronto a los 32 años de edad, su vocación verdadera: había nacido para la guerra.
Como un nuevo Cid, lánzase a la conquista de un lírico ideal, al principio; de una sublime realidad, muy luego: la liberación de la Patria. Actúa desde entonces con verdadera eficacia en los Ejércitos del Alto Perú; recorre las extensiones[414] de su provincia en misión proselitista por sus anhelos; coopera a la formación de soldados, mediante una decidida campaña de movilización (4)[415]; actúa en combates y guerrillas y, en Salta, derrama su generosa sangre en aras del más puro ideal americanista, el 20 de febrero de 1813.
Rechazando siempre títulos y dignidades, no por eso dejó Romero de desempeñar las más delicadas misiones, cuando las circunstancias y la merecida confianza de sus superiores así lo exigía. Las inmortales huestes de Güemes y de José Ignacio Gorriti lo contaron entre sus más dispuestos elementos y con ellas batió más de una vez a las aguerridas tropas realistas.
Las convulsiones internas que sucedieron a la Independencia,, lo alejaron de la, lucha. El inmaculado acero de su espada no podía mancharse con sangre de hermanos. Pero, cuando los sucesos militares.pretenden herir el honor de su patria, se apresta a enrolarse en las filas argentinas, incitando a sus compatriotas a deponer sus odiosidades y a unirse en la defensa común para luchar en contra de los enemigos exteriores. Es así como, Don Gregorio Romero y González, cuando estalló la Guerra con el Brasil, vistió nuevamente el uniforme de la Patria. Por voluntad propia marchó como un simple soldado y, por su comportamiento heroico, fue ascendido a Teniente 1.° y condecorado en Ituzaingó, conociendo durante la campaña carioca al entonces joven Hilario Lagos, más tarde figura descollante en las horas de la organización nacional.
Regresando de los campos de batalla, Romero observa, apesadumbradamente, los gérmenes de la guerra civil que ha de iniciarse. Las pasiones estallaban con vehemencia. Iniciábase para el pais una hora amarga de vicisitudes.
El prócer Romero y González vio, en ese instante, a la nación por la cual había sacrificado su fortuna y su tranquilidad y por la que había, también, derramado su sangre, debatirse en medio de la más cruenta de las guerras intestinas. La lucha era enconada, sin tregua. Y el héroe de Salta y de Ituzaingó quebró su espada. Se refugió en su provincia y prefirió vivir casi ignorado, antes que participar en la catástrofe causada por las ambiciones y la incomprensión de la mayoría de sus compatriotas.
Lloraba, como Achega, las “desventuras de su patria”. Y muchos años después, en 1856, cuando la paz comenzaba a iluminar con su luz nueva, aunque insegura aún, el panorama argentino, D. Gregorio Romero y González, llevado por el beneplácito público, ocupó una banca en la Sala de Representantes de Salta.
Tradicionalista y religioso -como lo ha destacado el Pbro. Dr. Leandro Fernández Arregui, en la “Oración Fúnebre” pronunciada en su honor, en la Iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria de Salta, en 1938-, Romero y González rebelóse contra un decreto de su pariente el gobernador de Salta, D. Dionisio de Puch, en la que creyó ver un agravio inferido a sus creencias de “sumiso hijo de la Iglesia”.
Como Puch insistiera en patrocinar su decreto y la casi totalidad de los miembros de la Sala de Representantes lo apoyaban en forma contundente, Romero y González presentó la renuncia de su cargo en términos que demuestran su altiva contextura moral. “Renuncio a mi cargo -decía- porque no puedo aplaudir una ley contraria a mis sentimientos de sumiso hijo de la Iglesia. Estaré, tal vez, en error ante los hombres, pero no ante mis ideales y ante Dios, a cuyo servicio me he consagrado (5)[416].
“Dios y mis Ideales”. He ahí sintetizada la razón de ser de una existencia gloriosa (6)[417]. Romero obró siempre de acuerdo a esos sublimes principios. Y por eso fue su vida un ejemplo de virtudes y su muerte un verdadero duelo para la Patria, que perdió con él a un abnegado y heroico servidor.
Buenos Aires, abril 25 de 1940.
Los caballeros Arce que tenían su hogar cerca del mío, son recordados por mi, desgraciadamente, de un modo muy vaído, debido a que sólo los conocí en mi infancia, cuando me criaba en “La Banda” o barrio de La Viña; ya que después me troqué en muchachón montaraz y andariego que residía poco en la sede de la provincia. Eso sí, con mis padres y hermanos mayores, los Arce y Romero eran conocidos y amigos, sobre todo por ser vecinos y realizar juntos viajes a Bolivia.
Posiblemente debido a mis lágrimas infantiles, una criada me conducía a lo del Sr. D'. Policarpo Romero Corte a comprar naranjas que él vendía. Hasta recuerdo que al frente de su casa, se hallaba la carreta y los bueyes, animales éstos que, filosóficamente, cutipaban atados a las ruedas, aguardando la picana que los haría acelerar la marcha camino de Campo Santo.
En esa suspirada época no era mengua tener cualquier negocio o industria.
El Sr., Romero y su prócer padre tuvieron panadería al igual que nosotros. Y así todos, de cuyos afanes éramos colegas con el Sr. Tomás Sosa Romero, de la familia del guerrero Romero. Don Tomás tenía su horno y hogar entre nuestra casa y la de los Brizuela, quienes eran almaceneros, tenderos y “tuti cuanti”. Bien me acuerdo de Sosa, en sus árganas de cuero ruidoso, repletas de pan largo, panadero y torcido.
Aquellos depósitos eran hechos de los grandes sacos de yerba auténtica del Paraguay, los que Sosa empotraba sobre los lomos de su Pegazo al que endilgaba por el barrio del Infiernillo, Pólvora y Portezuelo Chico, para llegar hasta la Lagunilla y quizás hasta Cobos, cotidiano afán que principiaba apenas la luz lechosa del divino oriente asomaba por encima del San Bernardo, larga jornada que si, mal no recuerdo, terminaba en el ocaso del día cuando el oeste se pinta de matices para recibirlo al sol y colocarle su gorro de dormir).
.............................................................................................................
Al clérigo D. Pascual Arce, Santo y sabio eclesiástico, lo he visto en casa y en la vieja Iglesia de la Viña. Creo que era alto de talla. De su físico nada me recuerdo. Eso sí, me acuerdo que posiblemente porque me negaba a ir a misa y para animarme, me decían una y mil veces que el y el Sr. Pascacio Udabe -otro santo -rezaban la misa muy corta. Al señor Arze, el Prelado lo nombró confesor ad-hoc de las monjas doloridas.
En cuanto a la familia de los Romero fue siempre protegida por la mano de Dios. Sus miembros eran de una santa y pura religiosidad y de sanos y nobles hábitos. Por eso floreció un obispo entre ella, cuyo temprano deceso tanto apesadumbró a sus feligreses y amigos dilectos. Cuando tan ejemplar Prelado bajó a prestar el juramento de rúbrica -que lo recibió nuestro eminente comprovinciano Victorino de la Plaza- quien esto lo va diciendo, se halló en su solemne recepción. En ese instante me fue imposible hablarlo. ya que estaba rodeado por el Presidente, Ministros y dignatarios. Más me consuela una sonrisa que me dirigió al verme, revelándome con ello que me conoció. La muerte es como los hombres, los que, cuando penetran a un jardín, no cortan sino las mejores flores. Era el Obispo Romero tan bueno de sentimientos como su padre, Don Policarpo Romero, al que antes he mencionado, y como su prócer abuelo, el guerrero Don Gregorio Romero, quien costeó la construcción de la Iglesia de la Viña en años anteriores a la Revolución de Mayo, a cuya causa sirvió con toda brillantez (*)[418].
Cantidad enorme de vidas cubiertas con el polvo del olvido y cuya actuación permanece ignorada, ayudaron dentro de sus humildes actividades a la formación de nuestra historia. El mérito principal en la obra le corresponde a los próceres de cuyas glorias nos enorgullecemos, pero, como en el teatro una partícula del éxito de los primeros actores se debe al indispensable complemento del coro, de los comparsas y de las segundas figuras, así también algo del agradecimiento y admiración de las generaciones actuales debe de llegar a esas vidas ignoradas y humildes sin las cuales tal vez nuestros prohombres no hubieran podido cumplir su misión. El único mérito de algunas de estas vidas ignoradas y humildes fue el representar genuinamente el medio social en que actuaron y del cual debían de surgir los forjadores de la nacionalidad. Estos para poder realizar su obra necesitaron estar respaldados por una sociedad virtuosa y sólidamente organizada, y por un pueblo fuerte y abnegado hasta el sacrificio. Necesitaron de la familia, de la amistad, de quienes los secundaran, y del pueblo que los siguiera.
España introdujo todo ello con la conquista, transplantando magníficamente las virtudes de la raza, y en América supieron germinar frondosamente. La sociedad colonial tenía sólidos fundamentos. Existía por sobre todo el culto cristiano de la familia, y el pueblo era sobrio y valiente. Se había curtido en la lucha con el indio y en la conquista de una naturaleza hosca y virgen.
Los hogares criollos de fines del siglo XVIII y principios del XIX fueron dignos de su prosapia, por ello no sólo dieron próceres a la nueva patria, sino que a ellos, medio ambiente en qué sustentarse. Les dieron madres, esposas, hermanas, amigos, compañeros, los que individualmente considerados no tuvieron méritos sufícientes para pasar a la historia, pero que sí ayudaron a hacerla porque también supieron llevar una vida digna, laboriosa y llena de sacrificios. En este trabajo de segundo plano un gran papel le cupo a la mujer del siglo pasado. Tuvo que ser compañera de guerreros y noveles estadistas, vivir tiempos difíciles, dar hijos a la patria, y prepararlos a contribuir con todas sus energías y en la medida de sus posibilidades a la organización del país.
En todas las provincias del antiguo Virreynato del Plata miles fueron las mujeres de esa época que supieron cumplir y comprender su misión. Eran sencillas, fuertes, abnegadas y visionarias también, pues presentían el porvenir de la patria en gestación; y la sirvieron admirablemente. Una de las tantas fue Fortunata de la Corte. Nació en la ciudad de Salta en los últimos años del siglo XVIII en hogar de ilustre alcurnia. Fueron sus padres el Alguacil Mayor de San Ramón Nonato de la Nueva Orán, don Fidel Ignacio de la Corte y Peña, y su esposa doña Eustaquia de Carabajal y Fernández de Córdoba, ambos -de viejos linajes castellanos que ya habían adquirido brillo en la guerra con los moros durante la reconquista española. Desde niña Fortunata de la Corte oyó hablar de un lejano Rey a quien su padre y tíos servían y del que fueron leales súbditos y vasallos sus antepasados. Pero también oyó hablar de las nuevas ideas que llevaron a Salta los sucesos de Mayo en Buenos Aires. Conoció por primera vez las palabras de igualdad de derechos, libertad, insurrección.
Fervorosamente Salta se había plegado al movimiento revolucionario pese a la resistencia de los españoles europeos cuyo escándalo hicieron las posiciones adoptadas por sus hijos. Ante la inminencia de la llegada de las tropas realistas del General Nieto que desde el Alto Perú pensaban bajar para auxiliar la contra-revolución de Córdoba encabezada por Gutiérrez de la Concha, Liniers y el Obispo Orellana, se forman en Salta bisoños contingentes criollos y comandados por Don Diego José de Pueyrredón detienen a los realistas en la Quebrada de Humahuaca. El jefe de la vanguardia criolla es Don Martín Miguel de Güemes quien bautiza con sangre de gauchos la después histórica quebrada y salva así el nacimiento de una nueva nación.
La madre de Güemes, la célebré “Tesorera”, doña Magdalena de Goyechea y Corte, tía de Fortunata de la Corte, relata embobada en tertulias familiares las hazañas de su hijo y la joven criolla aprende a admirar a los campeones de las nuevas ideas. Más adelante, en julio de 1812, Fortunata comenzó a saber de penurias.
El ejército patriota al mando del General Be1grano se retira a Tucumán, y Salta y Jujuy son dejadas a los realistas. Las fincas y haciendas familiares son desvastadas y por todos lados cunde la miseria, Salta vuelve al dominio del Rey y sus tropas se enseñorean de la ciudad.-
Todo pareció un sueño, una quimera, pero el 20 de febrero de 1813 ondea en Salta la bandera azul y blanca. Fortunata de la Corte nuevamente oye hablar de una patria americana y de las heroicas proezas de los hijos de la tierra. Distinguidos patriotas frecuentan los salones de su casa. Son ellos: su tío, el Teniente Bartolomé de la Corte, futuro Gobernador de Jujuy; el Dr. Juan Manuel de Güemes, hábil estadista y hermano de Martín Miguel; Don José Ignacio de Gorriti, que tan destacada actuación le iba a tocar; el inseparable de este último, el joven militar Gregorio Romero González, que mucha gloria conquistaría en la guerra con el Brasil, prometido a la sazón de Cesárea, la hermana de Foütunato, con la que casaría a fines del 1813, y otros más.
Años después Jujuy y Salta eligen por gobernador a Martín Miguel de Güemes. La revolución se consolida, y la joven Fortunata como casi todos los de su familia es ya una patriota ferviente. Está en edad de conocer el alcance y valor de los ideales de la emancipación y como buena criolla se entrega a ellos con toda el alma.Las tropas regulares obedeciendo órdenes impartidas de Buenos Aires se retiran de Salta quedando la defensa de todo el Norte argentino en manos de Güemes y sus valientes gauchos. Escriben páginas de verdadera gloria en nuestra historia, y lo hacen por que se sienten respaldados por todo el pueblo y sociedad de Salta y Jujuy. Los señores rurales entregan sus cosechas y haciendas, los comerciantes sus vituallas, y las mujeres de Salta también ayudan a la causa en lo que pueden. Todas ellas, sin distingos sociales, tejen, cosen y remiendan ponchos, calzones y blusas para los gauchos. Las comanda Doña Magdalena Güemes de Tejada, la hermosísima “Macacha”, hermana del paladín, y son sus colaboradoras entre otras, Juana Moro Díaz, Josefa Romero, Manuela de la Corte, Inés Arias, Juana Manuela Saravia y Tomasa T'edín. Entre ellas se encuentran Fortunata y su hermana Cesárea de la Corte de Romero González.
Las contingencias de la guerra pusieron a Salta varias veces en poder de los realistas, y las valientes salteñas con gravísimo riesgo de ser descubiertas y a hurtadillas, constantemente se reunen para trabajar en sus costuras. Se citan por medio de billetes que envían con servidumbre de confianza; uno de ellos dirigido a Fortunata en momentos que los españoles dominaban en Salta, fechado un día antes que los patriotas recuperaran la ciudad, dice: “1820 Julio 4. Querida her”mana Fortunata: Esta tarde creo necesitarte a ti y a Cesárea para coser la ropa de los soldados de Martín, según él me lo encarece. Vendrán también Carmencita y Antonieta Lezama, siendo posible que nos ayuden en tan patriótica tarea, como lo han hecho hasta aquí, Juanita Saravia, Gertrudis Medeiros, Nicolasa Arias Rengel y la Lunareja, tu tía. Te espera sin falta a la hora del mate, tu hermana: Macacha”. La remitente del billete es Magdalena Güemes de Tejada y la “Lunareja” en él citada, es Doña Josefa de la Corte, esposa del Dr. Pedro Antonio Arias de Velázquez, eminente patriota y jurisconsulto salteño de la época.
A fines de 1830, con el peligro realista aún en la quebrada jujeña, comienzan las luchas civiles en el Norte argentino. Don Bernabé Aráoz ha derrocado al gobernador legal de Tucumán, el vieja y valiente Coronel Feliciano de la Motta Botelho, y el General Belgrano, vejado y enfermo, es ignominiosamente echada de don de años antes había sido triunfador e ídolo. El caudillo tucumano, con su “República”, quiere avasallar. las provincias limítrofes, y Güemes en defensa de la autonomía salteña le sale al encuentro dejando de gobernador delegado al eminente Dr. José Ignacio de Gorriti.
También cunde la anarquía en Salta y ausente Güemes en Tucumán estalla contra su Gobierno un motín en mayo de 1821. El Gobernador-delegado renuncia para no hacer causa común con los amotinados y éstos dominan la situación. Para calmo de desventuras, en esos días los realistas han avanzado hasta la ciudad de Jujuy; urge comunicar todo lo sucedido, a Güemes que con el grueso de sus tropas está guerreando con Bernabé Aráoz en la frontera con Tucumán. El Alférez Romero González, que se encontraba accidentalmente en Salta de licencia, trata de escapar de la ciudad para poder. llamar a Güemes, pero todas las salidas se hallan estrictamente vigiladas. Su valiente esposa, Cesárea de la Corte, sale de casa de su hermana Fortunata, disfrazada de gaucho y, pasando por ser uno de los revoltosos, consigue franquearle a su marido las guardias de la ciudad y lo acompaña esa noche, a caballo, camino a Tucumán, pudiéndose así comunicar a Güemes los importomes sucesos. Con sus tropas vuelve éste a Salta y con solo su presencia domina el motín perdonando magnánimamente a los rebeldes.
Todos se unen para luchar contra las tropas realistas que se preparan a invadir Salta; Güemes establece su cuartel general en Chamical a cuatro leguas al sur de la ciudad y el siete de junio de 1821, saliendo de casa de su hermana Macacha es mortalmente herido por una patrulla española de reconocimiento. Los realistas vuelven a dominar en Salta; pero será por última vez en la Historia. Widt, el segundo de Güemes, con sus gauchos, que deseaban ardientemente vengar la muerte de su jefe, ataca a las tropas del Rey y las arroja para siempre de Salta.
Viviendo todos estos acontecimientos y habiendo servido a la patria como pudo, pastó Forunata de la Corte su niñez y su primera juventud. Ya se :encuentra en edad de casarse y la familia le tiene destinado marido. El candidato es su primo hermano Don Manuel Antonio Peña, hijo legítimo de un viejo funcionario real, Don José Antonio de la Corte y Peña y de Doña Petrona de Cervantes y Villabaso, salteña de nacimiento.-
El novio, hombre maduro, se dedicaba a los trabajos rurales en las fincas paternas y sin haber tomado parte activa en los sucesos de la emancipación, no por ello dejó de ayudar a la revolución con donaciones de hacienda y frutos para las tropas patriotas. El 20 de marzo de 1827 el Rector de la Catedral de Salta, Dr. Juan José Castellanos, consagra el enlace. Fueron ladrinos Fructuoso de Figueroa y su esposa Francisca Güemes, ambos cercanos -,parientes de la casa de los de la Corte y muy amigos del esposo de Cesárea, el Alférez Romero.
Fortunata de la Corte entra en una nueva vida en la que también sabrá servir a su país; le dará numerosos hijos y será por sobre todas las cosas esposa y madre. A los pocos meses fallece su suegro y tío, y el único hijo, su marido, entra en posesión de la ya bastante maltrecha herencia, puesta así por las largas guerras, y continúa sus tareas campesinas en la vieja estamcia familiar “Pozo del Mulato”, Hace la vida de los señores rurales de entonces, alternando su tiempo en la “finca”, en la ciudad y en frecuentes viajes a Chile y Bolivia tropeando hacienda.
Va pasando el tiempo y Fortunata, la jovencita de los primeros años de la revolución, se ha transformado en toda una matrona. Por el año de 1846 ya es madre de doce hijos y ella personalmente los educa y enseña las primeras letras. También tiene que cuidar de su marido cuyos deslices amorosos son bastante frecuentes, pese a su edad y los soporta con cristiana resignación. Llega hasta tomar a su cuidado frutos de amores adúlteros dejados por el andariego esposo en Jujuy con ocasión de sus habituales viajes a Bolivia. Todo lo perdona Fortunata y así consigue un sincero arrepentimiento en su veleidoso esposo.
Al caer el gobierno de Don Juan Manuel de Rosas en Caseros, pasados largos años de cruentas guerras civiles, Don Manuel Antonio Peña se encuentra viejo y lleno de achaques, con su hacienda empobrecida. La numerosa familia sólo cuenta con el sostén moral de la esposa y el trabajo del mayor de los hijos, Manuel Antonio de nombre como el padre. Los demás son muy niños y el porvenir de sus hijos es la grande preocupación de Fortunata de la Corte.
Ella ha visto morir la colonia y nacer una patria; ahora la ve organizarse y comprende que ya no sólo necesita de guerreros como los que víó y conoció, sino que también de hombres ilustrados y de trabajo. A Salta han llegado noticias que en un muy lejano rincón, en las riberas del Uruguay, se forma un después célebre colegio al que ingresan jóvenes de todas las provincias para disciplinar el espíritu en las letras y en las ciencias. Fortunata de la Corte quiere ver a sus hijos allí, y volcando todo su amor de madre escribe en diciembre de 1856 al caudillo que dirige y comienza a organizar al país, al General justo José de Urquiza. Le hace presente que es “madre de nueve hijos varones que he dado para la Patria que como sus padres han nacido argentinos”, y le dice “mi anciano esposo, padre de mis hijos, de setenta años, hoy se halla ya en edad en que el hombre necesita protección y cuidado por que acabadas las fuerzas y enfermo el cuerpo, la vida está para secarse, no puede trabajar y se llama Don Mani. Anto. Peña, muy conocido en este país y de quien pueden informar el Sor Ministro López, Don Tomás Arias y otros más”. También agrega que sus hijos educados o protegidos mañana podrán servir en la magistratura, en el comercio, en la industria o con espada en mano a su Patria”.
Urquiza con clara visión había comprendido que una de las formas de ayudar a terminar con los antagonismos entre la Capital y las Provincias era reunir en las mismas aulas a los hijos de porteños y provincianos; en el nuevo Colegio de Concepción del Uruguay los reunió y así formó esa brillante generación que actuó a fines del siglo pasado. Consecuente con sus principios, Urquiza contesta a Fortunata de la Corte desde San José, en enero de 1857, dici;ndole: “acepto agradecido las manifestaciones que usted me dirije y con muchísimo agrado me encargo de la educación de tres de sus hijos a cuyo efecto escribo al Señor Gobernador de Salta para qe. por cuenta del Gobierno Nacional se les proporcione transporte hasta este punto”. El vencedor de Caseros había descubierto en Fortunata de la Corte a toda una mujer, y le agrega que “ojalá hubiera muchas madres argentinas de un corazón tan bien puesto, y verá mui pronto realisadas sus esperanzas, y la patria habrá hecho una adquisición más aumentando el número de sus hijos ilustrados”[421].
Grande fue la tranquilidad y alegría que la carta de Urquiza despertaron en Fortunata. Por fin podía vislumbrar la posibilidad de un porvenir para algunos de sus hijos, y agradecida como sólo lo puede estar una madre, escribe nuevamente a Urquiza, poniéndole: “No hay palabras, Excmo. Sr., para expresar dgnamte. la alegría y el agradecimto. que V. E. a despertado en mi anciano esposo, en mí y en este Pueblo todo por 'fin, que con nosotros agradese la mui noble acción de V. E.”, “la prensa misma de Salta no ha podido menos de clamarlo hasí “noble acción” a este distinguido acto de caridad, de cultura y patriotismo de V. E.”, ella a rendido un omenaje de justicia mui devido a V. E., :el Cielo pues conserbe su importante vida para bien de los Argentinos y para modelo de birtudes en los que gobiernan Pueblos”[422].
A mediados de marzo de 1857 parten de Salta tres jóvenes de 19, 17 y 15 años de edad y se llaman Pedro José, Bernardo y Manuel Peña. Se dirigen a Entre Ríos a comenzar su vida de hombres. Van solos y por único bagaje llevan las ilusiones propias de la edad y el recuerdo del terruño salteño que jamás olvidarán. Los despide un anciano padre al que ya no volverán a ver, y una llorosa madre cuyas oraciones los acompañarán a través de valles, montañas y llanuras. Felices y contentos pese al largo y penoso viaje, sin tal vez comprender el sufrimiento que la separación impuso a sus padres llegan a Paraná. De ahí son enviados a Concepción del Uruguay por el General Urquiza, quien el día 7 de mayo de ese año escribe al padre de los tres jóvenes que: “al encargarme de dar dirección a la educación de los tres hijos de usted me prometo compensar satisfactoriamente las esperanzas de sus padres.He dispuesto que dentro de breves días pasen a ingresar al Colegio del Uruguay”. El insigne maestro Larroque era el rector del Colegio y fueron entre otros muchos sus alumnos, Victorino de la Plaza, Julio Argentino, Rudecindo y Celedonio Roca, Luis F. y Guillermo Aráoz, Pedro Llriburu, Nicanor González del Solar, Lisandro Segovia, José Olegario Machado, David de Tezanos Pinto, Onésimo Leguizamón, Lucas Córdoba, Isaac y José Antonio Chavarría, Tiburcio Benegas, Eduardo Wilde y Sidney Tamayo.
Por esos años otra separación apenará a Fortunata de la Corte; otro de sus hijos, Pedro David, ha ingresado al ejército y parte del hogar para no volver. Es destinado a las avanzadas que al sur extiende la patria frente al dominio del salvaje, y en el año 1863, en el Fortín Pavón de Bahía Blanca, muere heroicamente en acción de guerra el Teniente Pedro David Peña.
Al tiempo de llegar a Salta la noticia de la muerte del joven militar, fallece su padre; Fortunata de la Corte experimenta los dos más grandes dolores que puede tener una mujer, la muerte de un hijo querido y la del esposo. Le quedan, sin embargo, sus demás hijos, algunos ausentes aun, y en ellos tiene consuelo, como tambien en su cariñosa hermana Dña. Cesárea, viuda desde hace dos años del prócer Romera González.
El Gobierno Nacional, el 13 de mayo de 1864, por decreto que suscriben el Presidente Mitre y el General Gelly y Obes concede a Fortunata de la Corte una pensión como madre viuda del valiente militar fallecido. El país se encuentra ya en plena organización. Las etapas de su formación se van cumpliendo; poco falta ya.
Sin embargo, Fortunata de la Corte no podrá gozar de una vejez tranquila, seguirán aún los sinsabores de la gente de su generación. A mediados de 1867 se levanta una de las últimas montoneras argentinas. Comienza la agonía del tiempo de nuestras guerras civiles con las que terminará definitivamente el heroico siglo XIX. Felipe Varela con su gente, ya derrotado por las tropas nacionales y huyendo de ellas, invade por Amaicha los Valles Calchaquíes; la ciudad de Salta que tantas luchas presenció se encuentra indefensa y amerced de la montonera, la que vencida y sin esperanzas sólo anhela el botín. Por donde pasan las hordas de Varela va quedando un reguero de sangre y de ultraje.
Salta se apresta a la defensa y la organiza su Gobernador Don Sixto Ovejero, a quien rodea toda la juventud. En ella se encuentran Manuel Antonio, Luis y Napoleón Peña, los que, sobre todo este último, tendrán heroica e importante actuación en la lucha. La madre de ellos, Fortunata de la Corte, pasa días y momentos de angustia. Revivió tal vez los antiguos tiempos de la Independencia en que vio soldados y oyó tronar cañones; pero los que ahora corren peligro son sus hijos. Con todo en el fondo de su corazón se habrá solazado al verlos valientes y audaces, dignos hijos suyos y de Salta. La lucha fue desesperada: los montoneros eran mil quinientos y los defensores de Salta sólo doscientos cincuenta. La rendición y devastación de la ciudad era inminente, pero la salvan las tropas del Coronel Martín Cornejo con su oportuna llegada. Varela sólo pudo dominar en Salta un día.
Se fue la montonera y comenzará para Salta, y para todo el país la organización defintiva. Las espadas ya no se teñirán con sangre de hermanos. Se trabajarán pacíficamente los campos, surgirán nuevas industrias y las distancias entre los lejanos puntos se acortarán. Algunos de los que nacieron a principios del siglo alcanzaron a poder ver y palpar, ya concluída, la obra que realizaron o ayudaron a hacer. Entre estos últimos se encontró Fortunata de la Corte. De niña acató al Rey y señor de sus mayores. De joven ayudó en la medida que pudo a la lucha por la Independencia del nuevo país. De mujer lo vio organizarse y le dio lo más caro de su ser: los hijos. De anciana ve la obra casi terminada; también realizadas las esperanzas que le diera Urquizá. Ya tiene hijos profesionales, magistrados, comerciantes e industriales, los que sabrán ser útiles a la patria y perpetuarán su linaje.
En Salta, el 11 de noviembre de 1877, murió doña Fortunata de la Corte de Peña, rodeada de sus hijos y nietos. Ella fue una de las tantas mujeres del siglo pasado que lo supieron vivir intensamente en todos los momentos de su vida. También a ellas les debemos parte de lo que nos dejaron nuestros próceres (*)[423].
Rvda. Madre Margarita María Romero ; Sr. Profesor Don Policarpo Romero, Sr. Pascual Arce, Dr. Vicente Arias.
Sra. Ana María Sosa Dávalos de Romero, Sra. Francisca Güemes Castro de Arias, Sra. Genoveva Villanueva Escala de Arias, Sra. Francisca Esther Arias de Arias, Sra. Angela Peñaloza de Arce.
Sr. Carlos Gregorio Romero Sosa, Dr. Flavio René Arias Fleming, Sr. Nolasco Arias Fleming, Sra. Alicia Arias Fleming de Bavio Arias, Sra. Serafina Arias Toranzos de Coll, Dr,. Carlos Ramón Arias Castro[424], Sra. Dolores Arias Castro de Kurtz, Srtas. Cornelia y Sara[425] Arias Castro, Sra. Elena Arias Castro de Cabrera, Sra.Fidelina Figueroa Arias de Solá, Sr. Pedro Bertrés Arias, Sra. Sarah Bertrés Arias de Bassani, Sr. Vicente Nicolás Arias Villanueva, Sra. María Inés Arias Villanueva de Arias Arias, Sra. Guillermina Arias Villanueva de Zuviría Uriburu, Srta. Susana Arias Villanueva, Sra. Josefina Rita Arias Villanueva de Juárez Matorras, Sra. Nelly Esther Arias Arias de Lérida Ovejero, Sra. Martha Estella Arias Arias de Ranea Cardona, Sr. Juan Pablo Arias Arias.
Sra. María Teresa Pujals de Arias Fleming, Ing. Héctor A. Bavio, Sr. Profesor Mariano Coll, Sr. Enrique Américo Kurtz, Dr. Francisco César Cabrera, Sr. Ricardo Solá Rivero, Sr. Luis Bassani, Sr. Luís Felipe Arias, Sr. Facundo Zuviría Uriburu, Tte. l.° Tristán Juárez Matorras, Sr. Roberto Lérida Ovejero y Dr. Tulio César Ranea Cardona.
Alicia Clemencia Guglialmelli de Arias; Aníbal Estrella.
Ing. Guillermo Solá Figueroa, Dr. Guillermo Solá Figueroa, Sr. María Fanny Solá Figueroa de Figueroa Aráoz, Srtas. Susana y Lidia Solá Figueroa, Cadete Gerardo Bavio Arias, Srtas. Olga y Estella Bavio Arias, Profesor Mariano Coll Arias, Sra. Carmen Coll Arias de Cornejo Saravia, y Srtas. Elena, María Raquel y Teresa Coll Arias, Sres. Julio, Gerardo, Marcelo, Jorge y Roberto Coll Arias ; Srta. Susana Matilde Kurtz Arias, Cadete Luis María Basan Bertrés Arias, Srtas. María Martha y Violeta Judith Bassani Bertrés Arias, Sres. Facundo y Guillermo Zuviría Arias.
María Julia Cabrera Arias, Beatriz Kurtz Arias, Carlos Alberto Francisco Arias, Alberto José Arias, Alicia María Cornelia Arias, Pedro Antonio Arias y María Fátima Arias.
Dr. Roberto Figueroa Aráoz Castellanos y Dr. René Cornejo Saravia.
Carlos Alberto Gracey, Diana Inés Garat de Arias, Ángela Pessino, Alfredo Pedersen, Lilly Beriro de Arias y Fernando Tamy.
Sr. Ricardo Manuel Figueroa Solá.
Carolina Gracey Cabrera Arias, Julia Elena Gracey Cabrera Arias; Lucas Gracey Cabrera Arias; Carlos Martín Arias ; Carlos Aurelio Ramón Arias ; José Emiliano Arias, María Alicia Arias ; Andrés Alberto Arias ; Matías Arias y Diego Arias.
Marcos Arias Gracey, Mateo Arias Fox, Margarita Arias Fox y Guadalupe Arias
María Felipa Romero Juárez, Micaela Asención Romero Juárez, Monseñor Dr. Dn. José Gregorio Romero [427] y Juárez (Obispo de Salta), Rvda. Madre María del Buen Consejo Romero (Religiosa del Buen Pastor) (*)[428], Srta. Profesora María Romero, Rva. Madre María del Socorro Romero (Religiosa Esclava del Sagrado Corazón de Jesús ) (**)[429], Rvda. Madre María del Valle Romero (Religiosa Esclava del Buen Pastor) (***)[430], Doctor Juan Pablo Arias, Doctor Julio Arias, Doctor Flavio Arias, Doctor Carlos Arias, Sr. Ernesto Arias, Sr. Benjamín Arias, Sra. Dolores Arias de Bertrés, Sra. Fidelina Arias de Figueroa, Srta. Aurelia Arce, Canónigo Dr. Clodomiro Arce, Hermana María Matilde Valeriana Arce (Religiosa Esclava del Corazón de Jesús), Dr. Domingo Arce, Sr. Felipe Arce, Srta. Candelaria Arce y Srta. Josefa Arce.
(Se excluyen en esta nómina a los nietos y bisnietos fallecidos en su muy primera infancia).
Sr. José Alberto Romero Sosa y Sr. Ernesto Julio Arias Arias.
Carlos Ramón Arias, Sra. Dolores Arias Castro de Kurtz, Srtas. Cornelia Juana y Sara Esther Arias Castro y Sra. Elena Julia Arias Castro de Cabrera.
Dr. Carlos Alberto Francisco Arias, Sra. Alicia María Cornelia Arias y Srtas. Susana y Beatriz Kurtz Arias.
Guadalupe Arias
Se publica, a título informativo, por tratarse de un estudio original y por complementar lo que se dice en uno de los capítulos de esta obra:
Buenos Aires, 3 de julio de 1944.
Señor Don Adolfo Agromayor.- Capital.
Caro amigo mío:
Mucho placer me provocó el saber, por sus labios, los estudios que sobre Macacha Güemes de Tejada -patricia salteña- realiza Ud. en estos momentos, revisando todo cuanto han dicho sobre ella José María Paz, el gran Mitre, Vicente Fidel López, Bernardo Frías, Adolfo P. Carranza, Héctor Pedro Blomberg, César Carrizo, etc.
Con respecto a los datos e informaciones que se sirve pedirme, debo decir a Ud. que, Dña. Macacha Güemes, esposa del Coronel Don Román Tejada y vínculada estrechamente a mi familia -pues era prima de mi bisabuela paterna, Dña. Cesárea de la Corte y Carbajal de Romero González-, colaboró con su ilustre hermano el Gral. Martín Miguel de Güemes, no sólo en los asuntos concernientes a procurar vestuarios a las tropas patriotas, sino, también, como su consejera en materia política, según Paz lo deja señalado.
Y, no sólo sirvió Dña. Macacha a la política de su hermano, durante la vida de éste, sino que, también, se esforzó por mantenerla después del fallecimiento del caudillo, según lo verá Ud. bien claro en el análisis que paso a hacer de ciertos hechos no analizados hasta ahora.
He aquí datos dispersos que reúno y analizo, a fin de complacerle, deseoso de ser útil a Ud., amigo y compañero a quien aprecio en mucho (*)[431]. Documento:
Frías, docto historiador argentino, más dado a escribir en base a tradiciones orales que sobre documentos escritos, informa: “Todas las revoluciones que han tenido lugar en Salta, nos decían los antiguos, han sido fraguadas por las mujeres”[432]; y señalábannos, entre ellas, -agrega- a Dña. Macacha Güemes, a Dña. Juana María Tamayo, a Dña. Isabel Gorriti, a Dña, Toribia la Linda “' (BERNARDO FRÍAS, '“Tradiciones Históricas. Oribe. Cuarta Tradición”. Bs. As., 1926; página 195).
¿A qué revolución o revoluciones tramadas por Mecacha Güemes, alude Frías?
1.°) A la revolución en contra del Gobernador Don
Antonino Fernández Cornejo, en 1824. Esta revolución fue encabezada por el
Coronel Don Pablo de la Torre y, en el proceso incoado, aparecieron sindicados
algunos de los partidarios que habían sido del finado Gral. Güemes,
recientemente fallecido en ese entonces. En esta emergencia, Dña. Macacha
Güemes tuvo una participación directa. Aparece sindicada en el proceso, juntamente
con su cuñada, Dña. Carmen de Puch (viuda del Gral. Güemes), con Don Pablo de
La Torre, con Don Saturnino y con Don Apolinario Saravia y con Don Francisco
Velarde. A raíz de esta revuelta y tras un nombramiento gubernativo sin
importancia, recaído en Don José Güemes ‑hermano del caudillo muerto-,
asume el gobierno de Salta el Dr. José Ignacio de Gorriti, ex Diputado por
Salta al Congreso de 1816 y adicto y viejo “güemista”. (Todos estos datos se
toman del capítulo referente a la Historia de Salta, debido a Atilio Cornejo.
Conf.: “Historia de la Nación Argentina”, dirigida por RICARDO LEVENE. Vol. X. Bs. As., 1942; p. 543).
2.°) A la revolución en contra del Gobernador Arenales, en Salta, en 1824, cuyo material ejecutor fue el Dr. José Ignacio de Gorriti, aduciendo principios legalistas y constitucionales, revolución esbozada por Juana Manuela Gorriti, en su “Biografía del Gral. Dionisio de Puch”, por Zinny, Francisco Centeno. Josué Gorriti, etc. En esta revolución, Dña. Macacha Güemes debió tener una actuación indirecta, motivada más que todo por los vínculos que la ligaban al jefe revolucionaría: Gorriti.
(Un enemigo de esta revolución, en contra del gobierno del Gral. Arenales, el Canónigo Doctor Juan Ignacio de Gorriti -hermano mayor de Don José Ignacio-, insinúa en su correspondencia la participación de Dña. Macacha y de su esposo Don Román Tejada.. Dice el Canónigo Dr. Juan Ignacio -de Gorriti, en carta al Coronel Agustín Dávíla, fechada en la ciudad de Salta, el 17 de marzo de 1824, con respecto a los conspiradores: “Manuel y Cruz Puch han desaparecido de los Sauces; no sé si estarán ocultos por los bosques o si habrán desaparecido de la Provincia. Widt fugó desde que sintió descubierta la revolución. Tomás Vemás Velarde, Macacha y Román pienso que no quedarán aquí”. (Conf. : M. A. VERGARA, “Papeles del Dr. Juan Ignacio de Gorriti. Documentos para la Historia Argentina”. Jujuy, 1936; p. 192). Se deja constancia de que, por error de copia o de imprenta, Vergara cambia los nombres de Macacha en Machaca y de Román en Ramón).
La segunda de estas revoluciones está fraguada por los restos del “güemismo” con el legista Gorriti, con los Puch -cuñados de Güemes-, con Widt -gran partidario y segundo jefe que había sido del ejército de Güemes-. Están también, en ella, Dña. Macacha Güemes y su esposo. ¿Qué pretenden los revolucionarios? Algo que los historiadores no han dicho todavía: defender, en toda su integridad, el espíritu y la letra de la Constitución Provincial; de la Constitución “güemista”; de la Constitución redactada por Zuviría, pese a su anti‑güemismo; de la Constitución publicada, por primera vez, merced al celo de Emilio Ravignani.
En cuanto a la primera revolución, a la revolución en contra de Cornejo, presenta al investigador mayores elementos de juicio para comprender sus móviles y aclarar hasta dónde pudo haber intervenido en ella Dña. Macacha Güemes de Tejada.
Sin embargo, esta revolución no ha sido aún perfectamente estudiada. Zinny la refiere en su “Historia de los Gobernadores”; pero no la considera de importancia. Para este autor, es sólo un movimiento de montoneros sin propósitos bien definidos, realizado más bien para satisfacer ambiciones personales, cosa ésta que también parece entender el Canónigo Gorriti, testigo ocular de aquellas acciones. Zinny, pues, se refiere al hecho; pero, lo hace sin un análisis previo: “En la noche del 22 de septiembre -dice- (el Gobernador Cornejo) fue derrotado por una partida de montoneros, acaudillados por un oficial Cardozo, de los que tuvo a sus órdenes el finado General Güemes, habiendo perpetrado en Salta un horroroso saqueo, después de haber asesinado al Mayor de Plaza, Lahora, sin salvarse la casa del Gobernador Cornejo, hasta tener éste que fugar”.
A su vez, las “Memorias” del 'Canónigo Dr. Juan Ignacio de Gorriti, consignan al respecto: “Al finado Güemes había sucedido en el gobierno (de Salta), el Coronel Don Antonino Cornejo, hombre bondadoso, honrado, incapaz de ofender de intención a nadie y deudo cercano del predecesor (pues la esposa de Cornejo era prima hermana de la madre de Güemes). Se habla querido dar con esto -agrega- una garantía a la familia de Güemes, de que el odio (sic.) que se sentía contra la política (de Güemes), no era trascendental a persona alguna y aunque aquél había muerto con el término de su administración. Fue insuficiente esta medida; antes de un mes -informa- se descubrió una conspiración cuyo objeto era asesinar al nuevo Gobernador y colocar uno de los hermanos del finado. Comprobado el hecho, faltó energía para castigar ejemplarmente a los autores y ellos la consumaron seduciendo a los dragones, que era un cuerpo de línea acuartelado.
El 22 de febrero a las 9 de la noche fue dada la señal y los dragones se lanzaron contra la Guardia del Principal y la casa del Gobernador, a asesinarlo. A pesar de la sorpresa pudo (Cornejo) substraerse de su casa y escapar de los asesinos. La ciudad quedó entregada al desorden y al pillaje. Se cometieron algunos asesinatos; fueron saqueadas varias casas, y, entre ellas, la del Dr. Facundo de Zuviría, que fié completamente robada hasta quedar él y su respetable señora sin tener ni cama en qué dormir ni camisa que mudarse” (Ver M. A. VERGARA, “Papeles de Gorriti”, cit. ; p. p.54 y 55).
Mediante todas estas informaciones y eliminando de ellas cuanto puede significar, tan sólo, un mero desborde de la plebe, en lo que atañe al pillaje, a los asesinatos y a otros tantos espectáculos propios de la incivilidad, se pregunta el estudioso de la historia en su afán de conocer el origen de las causas y las causas de los efectos:
l.°) ¿Por qué una revolución en contra de Cornejo ?
2.°) ¡Por qué un saqueo de tal magnitud en casa del Dr. Zuviría?
3.°) ¿Por qué la participación de Latorre?
4.°) ¿Por qué a Cornejo sucede en el Gobierno de Salta el Gral. Dr. José Ignacio de Gorriti?
Con la base que me da el conocimiento del proceso histórico de Salta, respondo:
1.º) Porque Cornejo, si bien amigo y pariente de Güemes, aparte de hombre probo, no era de filiación bien definida en materia política. Se dejaba influenciar por hombres jóvenes como el ideólogo Zuviría y se convertía en un elemento capaz de reaccionar, en el mañana, en forma contraria a la política de los “güemistas”, es decir, de los conservadores, de los autonomistas, gérmenes -casi todos ellos- de los “federales”, que mañana habrían de aparecer como antinomias de los unitarios”. (¡Y sino -¿cosa casual?-, Cornejo habría de ser, mañana, unitario, en contraposición del Coronel La Torre, federal este último de arraigadas convicciones y fusilado durante un posterior gobierno de Cornejo ! (Ver: CARLOS GREGORIO 'ROMERO SOSA, “Relaciones Políticas entre Salta y Santa Fe durante el Gobierno de Estanislao López”, en “Jornadas de Estudios Históricos de Santa Fe”. Año 1938. Tomo II.°. Publicación de la Junta de Estudios Históricos de la Provincia de Santa Fe).
2.°) Porque el Dr. Zuviría había sido tenaz enemigo de la política de Güemes, en el orden interno. Militó en el partido llamado de “La Patria Nueva”, contrario al de los partidarios de Güemes: “La Patria Vieja”, partidos perfectamente situados por el historiador Bernardo Frías, en su “Biografía del Dr. Francisco de Gurruchaga” y en su monografía “Conspiración contra la Autoridad y la Vida del General Güemes”.
3.°) Porque Latorre -como lo ha intuido Rafael Zambrano- era caudillo popular, al igual que el Dr. Gorriti (Don José Ignacio), y, ambos, a su vez, caudillos populares como el Gral. Güemes, con gran arraigo ante las gentes de las campañas.
4.°) Porque el Dr. José Ignacio de Gorriti era, evidentemente, quien más compenetrado estaba de la política de Güemes que él, en persona, había conducido en lo interno y en las relaciones interprovinciales.
Por todas estas razones, es fácil ver el por qué participó Dña Macacha Güemes de Tejada en la revolución en contra de Cornejo, a quien estaba también vinculada por lazos de parentesco[433].
Tenía Dña. Macacha una especial sensibilidad para la política. Intuitiva, movía resortes con especial sagacidad. Entre su pariente Cornejo -elemento pasivo y quizá. expuesto a volverse en contra de la política “güemista”- y el caudillo La Torre -elemento activo del “güemismo”-, prefiere al segundo y, posiblemente, hasta lo incita a sublevarse en contra del primero.
De este modo, lo que en apariencia no es más que un motín sin trascendencia, cobra señalada importancia como revolución ideológica y no ya como mero cuartelazo. Esa es la obra de Dña. Macacha Güemes de Tejada, aun no insinuada por ninguno de. los historiadores que se han ocupado de su vida.
Y, esto, es todo cuanto puedo decirle con respecto al tema que se sirvió preguntarme: la participación de Dña. Macacha Güemes de Tejada, en los sucesos posteriores a la muerte del Gral. Güemes.
En cuanto a la participación de Dña. Macacha en lo que se refiere a la procura de vestuarios para los ejércitos de la Patria, he transcripto -en una de mis obras- un breve billete que considero de curiosidad. Está dirigido por Dña. Macacha a su prima, Dña. Fortunata de la Corte y Carvajal de Peña. Obraba original, en la ciudad de Salta, en poder del Sr. Pascual Arce Romero, y dice: “1820, julio 4. Querida hermana Fortunata: Esta tarde creo necesitarte a ti y a Cesárea para coser la ropa de los soldados de Martín, según él me lo encarece. Vendrán, también, Carmencita y Antonieta Lezama, siendo posible que nos ayuden[434] en tan patriótica tarea, como lo han hecho hasta aquí, Juanita Saravia. Gertrudis Medeiros. Nicolasita Arias y la Lunareja, tu tía. Te espera sin falta a la hora del mate. Tu hermana MACACHA (“Conf.: CARLOS GREGORIO ROMERO SOSA, “El Coronel de la Independencia Don Jorge Torino de Viana “. Salta, 1938. Talleres gráficos “La Provincia”. Edición: Instituto de San Felipe y Santiago de Estudios Históricos de Salta).-
Aclaro: Cesárea -aludida por Macacha Güemes de Tejada- es mi bisabuela paterna, esposa de Don Gregorio Romero González, prócer de la Independencia y guerrero en la campaña contra el Imperio del Brasil, de cuya biografía se ocupa el Capitán de Fragata Don JACINTO R. YABEN, en sus “Biografías Argentinas y Sudamericanas”. En cuanto a “La Lunareja”, se trata de Dña. Josefa de la Corte y los Santos, esposa del Dr. Pedro Antonio de Arias de Velázquez Saravia, ex Ministro del Gral. Güemes y antes catedrático en la Universidad Mayor Real y Pontificia de San Marcos de Lima.
A, la espera de que estas referencias le sean de alguna utilidad, estrecho su mano con especial estima.
Su amigo.
Carlos Gregoria Romero Sosa.
S/c.: Tucumán 951. Capital.
Se transcriben las copias de las siguientes notas, copias obtenidas en su totalidad, por atención del Presidente de la ''Comisión de Homenaje a la Memoria del Guerrero Don Gregorio Romero González “, Señor Don José Dión Soliverez.
Dicen así:
Salta, septiembre 29 de 1938.
Al Señor Secretario General de la Junta de Estudios Históricos de la “Unión Salteña”, Don Cristián Nelson.- Presente.
De nuestra consideración:
Atentos a la confección del Programa para celebrar en Salta, a principios de octubre, la Primera Reunión de Historia del Norte Argentino, hemos creído oportuno, en nuestro carácter de miembros de la junta, sugerir la inclusión en dicho programa de un acto recordatorio al prócer de la Independencia Argentina y Guerrero del Brasil, Don Gregorio Victorio Romero y González, industrial, patricio, comerciante y miembro de la Sala de Representantes de Salta, al par que amigo y colaborador del General Martin Miguel de Güemes.
Motiva nuestra insinuación el hecho de que, durante varias décadas, la memoria del guerrillero Romero y González ha estado obscurecida, casi por completo.
Acto de patriotismo es el recordar a los que fueron útiles a su provincia y a los que la sirvieron con lealtad y hasta con sacrificios.
Rogándole quiera tener a bien el señor Secretario dar traspaso a nuestra nota, saludámosle muy atte.
(Fdo.) : José Dión Soliverez, Josué Gorriti,
Víctor Zambrano, Rafael P. Sosa,
Leandro N. Fernández Arregui, Teniente Coronel
Pedro C. Podestá, Rafael R. Gómez,
Francisco Centeno, Capitán
Ramón S.Escala, Adolfo Urlachi,
Santiago Salinas, José María Elías,
Carlos Outes, Carlos A. Saravia Usandivaras,
Antonio Álvarez Tamayo y Carlos Reyes Gajardo.
Salta, septiembre 30 de 1938.
Señores Policarpo y Carlos Gregorio Romero, Dr. Vicente Arias, Sr. Pascual Arce, Dr. Flavio René Arias, Nolasco, Carlos, Vicente N. y Juan Pablo Arias y Gaspar y Guillermo Solá.
Descendientes del prócer Gregorio Romero y González :
Tengo el agrado de dirigirme a Vds., poniendo en su conocimiento la nota recibida por esta Junta y suscrita por miembros de la misma. Como en ella se solicita la celebración de un homenaje al guerrero del Brasil Don Gregorio Romero y González, se ha considerado oportuno dirigirse a todos los descendientes varones del prócer, a objeto de solicitarles su conformidad, sin cuyo requisito no se considera procedente dar curso a la nota que adjunto.
La “Unión Salteña”, que ha procurado siempre recordar al esclarecido comprovinciano que honra a la familia de Vts., espera poder realizar, en el próximo octubre un modesto homenaje al Tte. Romero y González, con motivo de la celebración de la Primera Reunión de Historia del Norte Argentino y espera que Vds. sabrán interpretar los anhelos de esta entidad y los de los firmantes de la nota que acompaño.
Salúdoles muy respetuosamente.
(Fdo.) : Cristíán Nelson, Secretario.
Salta, septiembre 30 de 1938.
Señor Secretario de la “Unión Salteña”, Don Cristíán Nelson.- Presente.
De mi consideración respetuosa:
Tengo el agrado de acusar recibo de su atenta nota de la fecha, que ha llenado de emoción a todos los miembros de nuestra familia, en cuyo nombre[435] me cabe el honor de contestar.
El sentimiento patriótico de la Junta de Estudios Históricos de la “Unión Salteña” y de los conspicuos miembros que firman la nota que nos fuera remitida por adjunto, aviva recordaciones y obliga nuestra eterna gratitud.
Creemos que el homenaje a rendirse a nuestro antepasado debería ser modestísimo y cristiano, tal como él era. Y sugerimos, por nuestra parte, que el homenaje consista, tan sólo, en un oficio fúnebre, a celebrarse, con asistencia de los señores Delegados a la Primera Reunión de Historia del Norte, en el templo de Nuestra Señora de la Candelaria de la Viña, cuyos muros se levantan en el terreno de su donación.
Agradeciendo en nombre de toda la familia, este nuevo homenaje que la “Unión Salteña' 'tributará al Tte. Gregorio Romero y González, y rogándole quiera hacer extensivos estos agradecimientos a los señores que firman la conceptuosa nota, me es grato saludarle muy atentamente.
(Fdo.): Policarpo Romero.
Salta, octubre 1:° de 1938.
Señores descendientes del prócer Don Gregorio Victorio Romero y González.- Presente.
Respetuosamente:
En respuesta a la nota que nos pasara el Sr. Policarpo Romero, agradeciendo, en nombre de toda la familia, el homenaje que esta Junta de Estudios Históricos proyecta realizar, me es grato llevar a su conocimiento que, a fin de lograr nuestro cometido en la mejor forma posible, ha resuelto la junta designar una Comisión ad-hoc, Pro Homenaje al Tte. de la Guerra con el Brasil Don Gregorio Victorio Romero y González.
Dicha Comisión ha quedado integrada en la siguiente forma: Presidente, Sr. José Dión Soliverez ; Secretario, Capitán Ramón S. Escala ; Vocales: Dr. Adolfo Güemes, Monseñor Ubaldo Abalía, Dr. Atilio Cornejo, Dr. Augusto B. Castellanos, Doctor David Saravia Castro, Canónigo Josué Gorriti, Teniente Coronel Pedro C. Podestá, Señor Francisco Centeno, Ingeniero Víctor Zambrano, Profesor José Mendoza, R. P. Fray Rafael Gobelli, Doctor Antonio Álvarez Tamayo, Doctor Andrés Cornejo, Señor Rafael R. Gómez, Señorita María Torres Frías, Doctor Carlos A. Saravia Usandivaras, Ingeniero Nolasco F. Cornejo, Dr. Adolfo Machi, R. P. Dr. Leandro Fernández Arregui, Dr. Wáshington Álvarez, Dr. Juan Carlos García Santillán, Sr. Santiago Salinas, R. P. José María Elías, Dr. Carlos Outes, Pbro. Dr. Carlos Reyes Gajardo y Sr. Dorindo Prémoli.
La Comisión programará el homenaje, de acuerdo a las indicaciones que la familia del prócer considere necesarias, y tendrá a su cargo la preparación de dicho-homenaje, como asimismo la tarea de distribuir el trabajo sobre el prócer, escrito por nuestro colega, Don Carlos Gregorio Romero y publicado por esta junta, con motivo de haberse cumplido los 159 años del natalicio del ilustre salteño.
Con este motivo, saludamos a los señores descendientes muy atentamente.
(Fdo.): J. Vicente Solá, Presidente. -- Cristián Nelson, Secretario.
Salta, octubre 3 de 1938.
Al Sr. Cura Párroco de la Iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria, Canónigo Lateranense Don Juan Iñurritegui y Gastañaga.- Presente.
De nuestra consideración:
La Junta de Estudios Históricos de la “Unión Salteña- ha designado una Comisión ad-hoc para tributar el merecido homenaje a un salteño esclarecido, que llegó al ocaso de su existencia fructífera con la altivez y el honor de los antiguos ciudadanos romanos.
Trátase, distinguidísimo señor, de honrar la memoria del que en vida fue el Tte. de la Guerra con el Brasil Don Gregorio Victorio Romero y González, abuelo paterno del ex dignísimo Obispo de Salta, el inolvidable[436] Monseñor José Gregorio Romero.
Para su personal información, nos permitimos adjuntarle en nombre de esta Comisión Ad-Hoc el interesante estudio que sobre la biografía del prócer acaba de dar a la estampa su biznieto, el historiador, educacionista y literato, Don Carlos Gregorio Romero.
Como de ese trabajo se desprende que el Tte. Romero y González donó uno de los terrenos de sus propiedades para la erección del templo que hoy honramos bajo la advocación de Ntra. Sra. de la Candelaria, la Comisión solicita la cooperación del señor Cura Párroco, a objeto de mandar celebrar un oficio fúnebre, en ocasión[437] de la próxima Primera Reunión de Historia del Norte Argentino.
No dudando que el patriotismo del Sr. Cura Párroco Sabrá interpretar los sentimientos de la Comisión, saludámosle muy atentamente.
(Fdo.): José Dión Soliverez, Presidente.-
Ramón S. Escala, Capitán, Secretario.
Salta, 3 de octubre de 1940.
Al Señor Presidente de la Comisión Ad-Hoc Prohomenaje al prócer Don Gregorio Victorio Romero y González, Don José Dión Soliverez.- Presente.
De mi mayor respeto:
En contestación a su nota de la fecha, me cabe el honor de manifestar a Ud. que la Parroquia de Ntra. Sra. de la Candelaria de La Viña, como un acto justiciero de homenaje a quien supo servir los intereses de Dios y su Iglesia, donando do con generosidad el terreno en el que se levanta nuestro templo, ofrecerá un funeral solemne -como sufragio para el alma del que en vida fue el Tte Don Gregorio Romero. y González- en la fecha en que esa Junta de Estudios Históricos se digne fijarla.
Honrar la memoria de los próceres es siempre tarea que corresponde aplaudir, máxime aún cuando esos próceres no sólo han llevado en su frente el laurel de la gloria, sino también el aroma de las sagradas virtudes del Evangelio.
Reciba, esa Comisión mis plácemes y augurios
juntamente con los más respetuosos saludos in Cristo.
(Fdo).: Juan Iñurritegui, Cura Rector. -
Leandro Fernández Arregui, Teniente Vi-
cario.
Salta, 3 de octubre de 1938.
Señor Doctor Don Enrique Loudet.- Buenos Aires.
De nuestra especial consideración:
Tenemos el agrado de dirigirnos a Ud. en su calidad de Miembro Correspondiente y activo propulsor de las actividades de nuestra Junta de Estudios Históricos de la “Unión Salteña”, comunicándole la constitución de la Comisión Prohomenaje al Guerrero de la Independencia y del Brasil, Don Gregorio Victorio Romero y González.
Por su actuación destacada en las tropas del Ejército patriota; por su desinterés y espíritu arriesgado; por la colaboración decidida que prestó a nuestros caudillos provinciales, los generales Güemes y Gorriti, el Tte. Romero y González constituye una de las figuras prominentes dentro de la historia salteña. Actuó, además, en el ejército del Gral. Belgrano y, durante el fragor de la lucha en Salta, en ese imborrable día 20 de febrero, vio su cuerpo sangrante por hondas heridas que recibió defendiendo a su patria y a su suelo.
Espera esta Comisión recibir la valiosa adhesión de su parte, como digno tributo a la memoria del héroe, y aprovecha la circunstancia para saludarle muy atentamente.
(Fdo.): José D. Soliverez, Presidente -
Ramón S. Escala, Capitán, Secretario.
Buenos Aires, 12 de octubre de 1938.
Al Señor Presidente de la Comisión Prohomenaje al Prócer Argentino Don Gregorio Romero y González -. Don José D. Soliverez.- Presente.
De mi afectuosa simpatía:
Acojo sinceramente la magna idea de tributar en la patricia tierra salteña el homenaje merecido al hijo que supo sacrificarse por ella, cruzando sus desfiladeros y montañas, en un ansia renovada de patriotismo; y la acojo con el corazón henchido de esperanzas para que el recuerdo de esta figura paradigma -prócer civil y prócer militar- ejemplifique a las generaciones actuales, haciéndolas mirar hacia las cimas de las montañas tutelares, donde moran los espíritus de los hombres de ayer, eternizados en las páginas de la historia en las vivientes tradiciones de los pueblos.
Conozco la actuación del Tte. Gregorio Romero y González, a través de una sintética monografía, publicada en 1937, por mi tan querido amigo, el historiador Carlos Gregorio Romero. Comprendo la magnanimidad de aquella alma de los tiempos heroicos, y tanto para ella como para Salta y sus héroes todos, tengo encendido el fuego inextinguible que arde en mi corazón.
Créame unido a esos homenajes y créame también que si el tiempo y las preocupaciones lo permiten, allá iré desde esta costa rioplatense donde el agua, corriente y bullidora surca, refresca y riega las llanuras litorales, donde la fertilidad exuberante parte la entraña fecunda de la tierra con un incontenible afán de dar al mundo matizados y jugosos frutos. ¡Allá iré hasta esas cumbres inmutables que prestaron los agrietados desfiladeros de sus faldas para que se desarrollase en ellas la acción definitiva de la que naciera la Patria y en la que se me aparece perenne la figura de gallardía impetuosa que se llamó Güemes, figura ‑repito- que como presentimiento emotivo quiso blasonar con el esplendor de la victoria a la ciudad tranquila y señorial que había de ser nido para su corazón y sarcófago para sus cenizas.
Respetuosamente.
(Fdo.) : Enrique Loudet.
IX- DEL SECRETARIO DE LA “UNIÓN SALTEÑA”
Salta, 12 de octubre de 1938.
Señor Policarpo Romero.- Salta.
De mi consideración:
Tengo el agrado de enviar por adjunto a Ud. la copia de las notas cambiadas entre la Comisión Ad Hoc Prohomenaje al Prócer Don Gregorio Victorio Romero y González y los señores R.P. Juan Iñurritegui y Dr. Enrique Loudet, rogándole muy especialmente quiera tener a bien ponerlas en conocimiento de los descendientes del ilustre salteño.
Saludo a Ud. muy atentamente.
(Fdo.) : Cristián Nelson, Secretario,
Salta, 13 de octubre de 1938.
Al Señor Presidente de la Comisión de Homenaje al prócer Gregorio Romero y González. Don José D. Soliverez.- Presente.
De toda mi respetuosa consideración:
Enterado del homenaje que se proyecta a la memoria del prócer Don Gregorio Victorio Romero y González, me permito dirigirme al Sr. Presidente de la Comisión Ad-Hoc, haciendo llegar mi adhesión sincera.
La historia de Salta tiene en su cielo multitud de estrellas que alumbran el derrotero del porvenir con la luz de su ejemplo y de su sacrificio. El prócer Romero y González es una de ellas y, coma salteño, me considero en el deber de solicitar de esa Comisión la inclusión de mi nombre, al par que ofrecer mi decidida colaboración.
Saludo a Ud. muy atentamente.
(Fdo.) : José Mendoza, Presidente
del Centro
de Educacionistas “D. F. Sarmiento “.
Salta, 14 de octubre de 1938.
Señor Presidente del Centro de Educacionistas “D. F. Sarmiento —. Don José Mendoza.- Salta.
De mi consideración:
Tengo el agrado de dirigirme a Ud., aceptando y agradeciendo en nombre de esta Comisión Ad-Hoc la valiosa adhesión que nos enviara y que, por unanimidad, resolvió aprobar, designándose a Ud. Prosecretario de la misma.
A objeto de que conozca a los demás miembros que a integran adjuntamos a Ud. la lista pertinente y le saludamos con nuestro mayor respeto.
(Fdo.) : José D. Soliverez, Presidente -
Ramón S. Escala, Capitán, Secretario.
(La lista enviada adjunta, de qué[438] se habla, trae los nombres aludidos en la nota dirigida con fecha 1.º de octubre de 1938, por la Junta de Estudios Históricos de la “Unión Salteña” a los señores descendientes del prócer Gregorio Victorio Romero y González).
Salta, 17 de octubre de 1938.
Al Señor Cura Párroco de la Iglesia de Ntra. Sra. de la Candelaria de La Viña, Canónigo Lateranense Don Juan Iñurritegui y Gastañaga.- Presente.
De nuestra consideración:
Tenemos el agrado de dirigirnos a Ud. comunicándole que la Junta de Estudios Históricos de la “Unión Salteña”, de acuerdo al deseo de los miembros de la familia del Tte. Don Gregorio Victorio Romero y González, ha resuelto celebrar un acto conjunto, en homenaje de los próceres Coronel José Toribio Tedín y Tte. Gregorio Victoria Romero y González, consistente en una Misa Solemne en la Parroquia de Ntra. Sra. de la Candelaria, el próximo día 21 de octubre, a las 10 horas.
Se ha creído oportuno unir la memoria de ambos por la afinidad de sus sentimientos y por la devoción que profesaron al templo en el que ahora va a honrarse su recuerdo, como uno de los actos oficiales de la Primera Reunión de Historia del Norte Argentino, que organiza la Junta de Estudios Históricos de la “Unión Salteña” y auspician la Academia Nacional de la Historia, la casi totalidad de las entidades historiográficas del país, el Instituto de Historia, Linguistica y Folklore de la Universidad Nacional de Tucumán y los Gobiernos de las Provincias de Salta, Catamarca y Jujuy.
Al cumplir la misión para la que fue creada esta Comisión, le saludamos muy atentamente.
(Fdo.): José D. Soliverez, Presidente -
Ramón S. Escala, Capitán, Secretario.
Salta, 18 de octubre de 1938.
Al Señor Presidente de la Comisión Ad-Hoc de la Junta de Estudios Históricos, Prohomenaje a la Memoria del Guerrero Don Gregorio Romero y González. Señor Don José Dión Soliverez.- Salta.
De mi mayor respeto:
En mi carácter de Cura Párroco de Ntra. Sra. de la Candelaria de la Viña, tengo el agrado de dirigirme al Sr. Presidente de la Comisión Ad-Hoc de la Junta de Estudios Históricos Prohomenajej a la Memoria del Guerrero Don Gregorio Romero y González, acusando recibo de su muy atenta comunicación de fecha de ayer, por la que se sirve informarme que la Junta de Estudios Históricos de la “Unión Salteña”, de acuerdo con la familia del nombrado prócer y virtuoso ciudadano cristiano, ha resuelto celebrar un acto conjunto, en ofrenda fúnebre al prócer Romero y al prócer Doctor Toribio Tedín, tan ligados a la historia de este templo de La Candelaria de la Viña.
Este acto de homenaje, consistente en una Misa Solemne, reviste del modo proyectado una singular importancia que me complazco en destacar, ya que ambos próceres, por sus virtudes y por su obra, merecen un recuerdo justiciero que nunca será más oportuno que con motivo de la Primera Reunión de Historia del Norte, movimiento inspirado con propósitos tradicionalmente católicos, tan propios de esta Salta tradicional cuya vida se ha deslizado a los pies del Señor del Milagro y de las imágenes, de su Santísima Madre, ya sean ellas la Virgen del Milagro, la de Lágrimas, de la Candelaria, de la Merced, del Carmen, etc.
Si el homenaje al Tte. Romero y González recibió, desde el primer momento, mi mejor, acogida y la de las asociaciones de la Parroquia, por haber sido este guerrero uno de los donantes caritativos del terreno en el que se erige el templo, este homenaje conjunto a los próceres Romero y Tedín lo recibirá doblemente, pues a los méritos del primero, se suma el hecho de que el Doctor Tedín, muchos años después a su actuación como Ministro del Gral. Güemes, en cumplimiento de una promesa a nuestra Madre de la Candelaria, vistió los hábitos eclesiásticos y fue trabajador en por de la construcción de un templo dedicado a honrar a tan amante Señora y Madre de Dios, templo que fue originario del actual y que, según versiones parroquiales, cayó a los suelos hallándose en plena construcción.
Expreso por último al Señor Presidente de la Comisión Ad-Hoc, y por su digno intermedio a la Junta de Estudios Históricos, que la Parroquia no aceptará un solo centavo en carácter de estipendio por el oficio religioso a celebrarse, pues se considera obligada a hacerlo así en mérito a los propios y grandes méritos de los dos próceres salteños de la época de Güemes: Don Gregorio Romero González y Don José Toribio Tedín, grandes y desinteresados servidores y benefactores de este templo, parroquia y feligresía.
Saludo al Sr. Presidente muy atentamente.
(Fdo.): Padre Juan Iñurritegui, Cura Rector.
Padre Leandro Fernández Arregui, Vicario.
(De “Actas de la Primera Reunión de Historia del Norte”. Inéditas. En el Archivo de la Junta de Estudios Históricos de Salta (*)[439].
Día 21 de octubre de 1938.
De acuerdo al programa general de la, Primer Reunión de Historia del Norte, que viene celebrándose en nuestra ciudad (Salta)- bajo la organización de la Junta de Estudios Históricos de la Unión Salteña, con los auspicios morales de la Academia Nacional de la Historia Y Universidad Nacional de Tucumán y con la adhesión oficial del Poder Ejecutivo de la Provincia, de la Municipalidad de la Ciudad, del Comando de la 5.ª División del Ejército, del Consejo Gral. de Educación, de la Inspección Nacional de Escuelas, etc.- tuvieron lugar los actos que se detallan.
Horas 10.
Conforme se anunció, en la Parroquia de Ntra. Sra. de la Candelaria de la,Viña se realizó un sencillo pero significante homenaje en memoria de los próceres de la Independencia Argentina, Tte. de la Guerra con el Brasil Don Gregorio Victorio Romero y González, y Coronel Pbro. Dr. José Toribio Tedín, ambas figuras vinculadas a la tradición del histórico templo. Consistió el homenaje en una misa solemne, con acompañamiento de órgano, oficio este que contó con la presencia de una calificada y nutrida concurrencia. En la nave central, sobriamente ornamentada, tomaron ubicación: S. E. el Ministro de Gobierno, Justicia e Instrucción Pública de la Provincia, Dr. Víctor Cornejo Arias ; los Delegados a la Primera Reunión de Historia del Norte: Profesor Ramón de Castro Estévez, Presidente del Instituto Argentino de Cultura Histórica y Delegado de la Asociación Argentina de Estudios Históricos; Profesor Doctor Emilio Le Fort Peña, catedrático de la Universidad de Minessotta (Minneápolis, Estados Unidos de Norte América) y Sr. Aristóbulo Wayar, Delegado jujeño; el Presidente y Organizador de la Reunión de Historia, Don Carlos Gregorio Romero Sosa ; el Secretario de la “Unión Salteña”, Sr. Cristián Nelson -Director del Museo Provincial de Fomento-; el Presidente de la Comisión Ad-Hoc Prohomenaje al prócer Romero González, Don José Dión Soliverez ; el ilustrísimo Abad, Monseñor Ubaldo Abadía; el Vicario General de la Arquidiócesis, Monseñor Carlos M. Cortes; el Vicerector del Colegio “Gral. Belgrano “, R.P. José María Elías (C.R.L.); el Tte. Cura de la Parroquia de Ntra. Sra. de la Candelaria, R.P. Doctor Don Leandra Fernández Arregui; los descendientes de los próceres Romero y Tedín y los miembros de la Junta de Estudios Históricos de Salta.
La misa solemne estuvo a cargo del Sr. Cura Rector de la Parroquia de Ntra. Sra. de la Candelaria de la Viña, R.P. Juan Iñurritegui Gastañaga (C.R.L.). Después del Evangelio, el Tte. Cura, R.P. Doctor Leandr.o Fernández Arregui, escaló el púlpito pronunciando una sentida “Oración Fúnebre—, en su carácter de Miembro de Número de la Junta de Estudios Históricos y como acto oficial del programa de la Primer Reunión de Historia del Norte Argentino. (Se publica en el Apéndice V).
.....................................................................................................................
(Representaban a la familia del prócer Romero González: Don Policarpo Romero y Sra.; Doña Ana María Sosa Dávalos; Doctor Vicente Arias y Sra., Doña Genoveva Villanueva Escala; Don Pascual Arce ; Don Carlos Gregorio Romero Sosa ; Doña Francisca Güemes -de Arias; Doña Francisca Arias de,Arias; el Ing. Don Rafael P. Sosa y su esposa Doña María Luisa Gallac; Doña Fidelina Figueroa Arias de Solá; Don José Dión Soliverez ; don Zenón Arias Royo ; la Srta. María Rosa Arias Figueroa y el Dr. José María Zambrano e Ing. Víctor Zambrano.
En el atrio de la Iglesia, los Delegados a la Primera Reunión de Historia del Norte y los asistentes al templo, escucharon las siguientes palabras pronunciadas por el Señor Capitán del Ejército Argentino, DonRamón S. Escala, miembro de número de la Junta de Estudios Históricos de la “Unión Salteña” y Vocal de la Comisión Organizadora de la Primera Reunión de Historia del Norte Argentino.
Dijo el Señor Capitán
Escala:
“Señores Delegados; señoras, señores:
“La Comisión Ad-Hoc de la Junta de Estudios Históricos de Salta Prohomenaje a la Memoria a Don Gregorio Romero y González, -Comisión que preside el venerable patriarca Don José Dión Soliverez, cuyos 84 años llevados con altivez lo convierten en la figura más representativa de la Junta de Estudios Históricos ha querido que su Secretario haga uso de la palabra, después del acto religioso que acaba de celebrarse, para destacar la trascendencia que encierra en su significado de recordación justiciera.
Olvidados, sin un recuerdo que perpetúe sus nombres, los próceres salteños, Toribio Tedín y Gregorio Romero González son dos exponentes de Salta, de su pasado cargado de glorias lejanas. Ellos recuerdan toda una gesta, todo un momento glorioso para la Patria, ocupada en el norte, casi íntegramente por ese “héroe romancesco y casi fabuloso, perdido allá entre los nimbos brumosos de las tradiciones del Norte, que ocupa y llena por completo las leyendas populares que perpetúan hechos históricos famosos”, como ha dicho del Gral. Martín Miguel de Güemes un distinguido y desgraciadamente olvidado historiador salteño -el Dr. Manuel Peña- al prologar, en 1894, las famosas “Páginas Americanas. Güemes y sus Gauchos”, del escritor Filiberto de Oliveira César.
Fue Tedín uno de los Ministros del Gral. Güemes cuando desempeñaba las funciones de Gobernador de Salta. Romero, en cambio, no fue ministro, no prestó funciones consejiles; pero, su actuación en esa época fue singularmente importante: adiestró soldados, asistió a guerrillas, dio dinero para el sostén de los ejércitos. Era valeroso y por eso, durante una sorpresa entre propios compañeros, su intrépido arrojo evitó, en las cercanías de Cerrillos, el aniquilamiento de aquellas patrualllas de idéntico bando que, en menores proporciones al Ejército de San Martín en Cancha Rayada, habíanse abierto fuego, creyéndose enemigos, asediados por la obscuridad reinante y por la confusión consiguiente, hecho éste que he comentado ya en otra oportunidad con estas mismas palabras.
En el templo, la palabra de un sacerdote, acaba deconsagrar estas dos figuras históricas de Romero y de Tedín. Que nuestro homenaje, que es el homenaje de esta Primera Reunión de Historia del Norte, sirva como justicia y recordación a dos vidas cuyos nombres han sido casi hasta ayer, patrimonio exclusivo del olvido”.
..................................................................................
...................................................................................
....................................................................................
“…(Se cronican otros datos diversos de laReunión de Historia, ajenos al homenaje a la memoria de Don Gregorio Romero González ).
Horas 21 y 30.
Siendo las 21 y 30 horas se reúnen los delegados a la Primera Reunión de Historia del Norte, en el Salón Parroquial de la Iglesia de Ntra. Sra. de la Candelaria, cedido exprofesamente por la autoridad eclesiástica a fin de celebrar la Segunda Sesión Preparatoria, cumpliendo así otro número de los programados. Con gran afluencia de público y ante una selecta concurrencia, hacen su entrada al Salón las autoridades directivas de la Primera Reunión de Historia y los señores Delegados que concurren a estas jornadas, siendo recibidos entre aplausos. Asume inmediatamente la presidencia eventual del acto el recientemente electo presidente de la Reunión de Historia del Norte, Don Carlos Gregorio Romero Sosa -verdadero organizador de este movimiento-, cuya elección se realizó horas antes, durante la Primera Sesión Preparatoria (celebrada en el Salón de Actos del Seminario Conciliar de la Arquidiócesis), bajo la presidencia del Delegado de la Asociación Argentina de Estudios Históricos (de Bs. Aires), Dr. Ramón de Castro Esteves. En los asientos de preferencia, se instalan los Delegados: Dr. Alfredo Gargano, Miembro de la Academia Nacional de la Historia y Delegado de Santiago del Estero; Doctor Ramón de Castro Esteves, de Buenos Aires; Doctor Emilio Le Fort Peña (Profesor de la Universidad de Minessota. Mineápolis, Estados Unidos), Invitado de Honor; Ing. Cornelio Sánchez Oviedo, delegado y Miembro de la Junta de Estudios Históricos de Catamarca; Dr. Vicente Arias, de la Junta de Estudios Históricos y Vicepresidente de la 1.ª Reunión de Historia del Norte; Sra. María Luisa García de Gargaro, delegada de Santiago del Estero; Sr. Aristóbulo Wayar, Delegado de Jujuy; el Presidente del Instituto de San Felipe y Santiago de Estudios Históricos de Salta, Gral. Don Ricardo Solá ; y los Miembros de Número de la Junta de Estudios Históricos de la “Unión Salteña”: Canónigo Josué Gorriti, Capitán Ramón S. Escala, Dr. Agustín Rojas, R.P. Fray Rafael Gobelli, Profesor Policarpo Romero, Dr. Antonio Álvarez Tamayo, R.P. José María Elías, Sr. Christian Nelson, Sr. Carlos Napoleón Benedicto, R.P. Tomás Igarzabal, Tte. Coronel Pedro B. Podestá, Ing. Rafael Sosa, R.P. Dr. Leandro Fernández Arregui, Ing. Víctor Zambrano, Sr. Rafael R. Gómez, R.P. Fray José Collalunga, Dr. Augusto B. Castellanos, Pbro. Eduardo Facelli Villar, Sr. José Dión Soliverez, R.P. Fray Alfonso de la Sagrada Familia y Dr. Vicente Robín. En el salón hay, además, numerosos educacionistas, entre ellos el Presidente del “Centro Sarmiento —, Profesor José Mendoza ; el ex Director (jubilado) de la Escuela “Mariano Cabezón”, Profesor Manuel G. Sosa ; las Profesoras de la Escuela Normal Nacional, Srita. Hilda Emilia Postiglione, Margarita Goytia y Emilia Wierna ; el Superior del Convento de San Alfonso, R.P. Rafael Saravia González ; la escritora y poetisa Srita. Delia Mirtha Blanco, periodistas, delegaciones del magisterio, sacerdotes, etc.
El Secretario Ad-Hoc, Don Carlos Napoleón Benedicto, da lectura a varias adhesiones que se hicieron llegar desde distintos puntos de la República a la Reunión de Historia del Norte.
.....................................................................
......................................................................
-Se leen varios telegramas y entre ellos, éstos que aluden al homenaje a Don Gregorio Romero González :
—Sr. Presidente del Congreso Historia del Norte Museo Social. Caseros 712.- Salta.
Imposibilitado concurrir magnas asambleas, envió como Miembro Correspondiente benemérita junta Historia Salta calurosas felicitaciones éxito Congreso, contándome fiel adherente homenajes prócer salteño guerrero de Güemes, Gregorio Romero y González. Fraternalmente. Enrique Loudet.
“Reunión de Historia del Norte, Iglesia de la Viña.- Salta.
Augurios y adhesión homenajes próceres salteños Cabezón, Romero, Tedín, Gurruchaga. Saludos. -
Mario Fascio Pérez.
“Sr. Filiberto Giroto Monteiro, Farmacia “Alemana”.- Salta..
Transmita señores Romero y Nelson nuestros votos éxito deliberaciones Reunión Historia, adhiriéndonos homenaje tributados prócer Romero. Sus' amigos.
-Ángel Zulo, Domingo V. Gallardo, Onofrio Bellaccomo.
Sr. Carlos Gregorio Romero, Alberdi 423.- Salta.
Mis felicitaciones gran éxito magnífica Reunión Historia y homenaje su ilustre bisabuelo. – Carlos Reyes Gajardo.
Profesor Nelson, Mendoza 440.- Salta.
Adhesión más amplia homenajes próceres Romero y Tedín. Dios bendiga éxito deliberaciones Reunión Historia. -Monseñor Prudencio Areal.
Junta de Estudios Históricos.- Salta.
Augurios y votos éxito Congreso adhiérome calurosamente, celebrando homenaje próceres Gurruchaga, Romero y Tedín. Atentamente.- Nicolás R. Amuschástegui[440].
..............................................
..............................................
A continuación, y a iniciativa del Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de la Historia y Delegado de Santiago del Estero, Doctor Alfredo Gargaro, y tras un breve cambio[441] de ideas, se designa para ocupar la presidencia de la Sesión, por unanimidad y con un voto de aplauso al Doctor Don Vicente Arias, decano de los historiadores salteños y ex Vicepresidente de la Junta de Estudios Históricos.
El historiador Gargaro formula un caluroso elogio del doctor Arias, quien aprovecha tan grata circunstancia para agradecer en nombre propio y de la familia, los homenajes tributados por la Primera Reunión de Historia del Norte, a la memoria de su ilustre abuelo, Don Gregorio Victoria Romero y González, denodado luchador en las guerras por la Independencia y en las jornadas del Brasil. Las palabras del Dr. Vicente Arias fueron largamente ovacionadas.
“Señoras, señores:
“Al agradecer la inmerecida distinción con la que me honran los señores Delegados a esta Primera Reunión de Historia del Norte Argentino, al invitarme a ocupar el sillón de la presidencia de esta asamblea -que será perdurable en el recuerdo de todos nosotros-, quiero expresar también, el íntimo reconocimiento personal y de la familia a que pertenezco[442], por la recordación que la Junta de Estudios Históricos de la “Unión Salteña” ha querido hacer de aquella figura patricia, llena de sentimiento y de carácter, que actuó en las guerras de la Independencia y del Brasil. Quiero agradecer a esta Junta de Estudios Históricos los homenajes tributados a la memoria del que fue mi abuelo, el Tte. de la Guerra con el Brasil Don Gregorio Victorio Romero y González”.
“Con íntima emoción hemos seguido sus descendientes el oficio fúnebre que su memoria se ha ofrecido al Altísimo. Y con íntima satisfacción -porque no puede ser de otro modo- hemos escuchado, devota y enternecidamente, la oración fúnebre pronunciada por el eminente colega de la Junta, el sacerdote teólogo, Dr. Leandro Fernández Arregui. Él ha trazado la semblanza moral de un varón cristiano y ha colocado una corona de siemprevivas en el recuerdo perenne de nuestro antecesor”.
Al reiterar mis agradecimientos y los de los míos, evoco el nombre del Tte. Romero y González aquí, muy cerca de los muros del templo levantado en el terreno de su donación, formulando votos por el éxito de esta Primera Reunión de Historia del Norte Argentino, de la que ha de surgir una parte de nuestra historia regional, llena de gallardía y de luz inmarcesible”.
................................................
Seguidamente a las palabras del Dr. Arias, se pasó a los puntos programados para tratarse en la 2.ª Sesión Preparatoria, leyéndose importantes estudios de historíadores salteños sobre temas de historia artística colonial y sobre historia militar argentina.
................................................
................................................
Al terminarse la sesión, el secretario ad-hoc, señor Carlos Napoleón Benedicto, leyó un telegrama de adhesión a los homenajes al prócer Romero González, subscripto subscrito por por el académico doctor Antonio Dellepiane, ex Presidente de la Junta de Historia y Numismática Americana, y dirigido al Dr. Vicente Arias. La lectura del telegrama fue recibida con aplausos.
Presidente:
Sr. José Dión Soliverez.
Secretario:
Capitán Ramón S. Escala.
Vocales:
Dr. Augusto B. Castellanos, Canónigo Josué Gorriti, Tte. Coronel Pedro C. Podestá, Ing. Víctor Zambrano, Profesor José Mendoza, R. P. Fray Rafael Gobelli, Dr. Antonio Álvarez Tamayo, Sr. Rafael R. Gómez, R. P. Dr. Leandro Fernández Arregui, Sr. Santiago Salinas R. P. José María Elías, Pbro. Dr. Carlos Reyes Gajardo y Sr. Carlos N. Benedicto.
En la ciudad de Salta, a 30 días del mes de octubre de 1938, reunidos en el local de la Conferencia Vicentina de Caballeros de la Parroquia de la Viña, los miembros de la Comisión ad hoc de la Junta de Estudios Históricos de Salta, Pro homenaje a la Memoria del Guerrero de la Independencia Argentina y de la Campaña con el Brasil Don Gregorio Victorio Romero y González, bajo la presidencia del Titular, Sr. Don José Dión Soliverez, y siendo las 16 y 30 horas, el Sr. Rafael R. Gómez expresa que el motivo de la reunión es el dar cuenta de los homenajes rendidos por la Primera Reunión de Historia del Norte al prócer Don Gregorio Romero y González, como asimismo dar por terminadas las labores de la Comisión ad hoc, labrando antes un acta cuya copia sería enviada a los descendientes del prócer.
De acuerdo a la indicación formulada por el Sr. Gómez, la Secretaría informa que, como es sabido, la Junta de Estudios Históricos de la “Unión Salteña”, con fecha 30 de septiembre del año en curso, designó la presente Comisión ad hoc, bajo la presidencia del Miembro de Número de la Junta, Sr. Don José Dión Soliverez, quien por su edad, que lo convierte en verdadera reliquia salteña, como también por sus antecedentes culturales, era el más indicado para[443] representar a la institución en un organismo de este género, aparte de hallarse lejanamente vinculado al prócer por lazos de familia. Destacó que en la Comisión figuraban distinguidas personas, cuya inclusión de su nombre era ya un homenaje a la memoria del prócer salteño, ex guerrillero de Güemes.
Seguidamente, el Presidente, Sr. Soliverez, en frase galana, hizo el elogio del guerrero diciendo que Salta ha sido aún injusta al no hacer perpetuar, tal nombre en una modesta calle lugareña, ya que los méritos de Don Gregorio Romero González fueron sobrados como militar y como industrial anheloso del progreso de Salta. Seguidamente dijo que la Comisión sólo se ha reducido a procurar difundir, los homenajes de la Reunión de Historia, pues su órbita ha sido absorbida, por razones especiales de mejor organización de los actos generales de la dicha Reunión de Historia, por la Mesa Directiva de la “Unión Salteña”, la cual, consultando a los descendientes del prócer, ha mandado celebrar un oficio religioso conjunto en memoria de los próceres Romero y Tedín, en el recinto de la Iglesia de la Viña, designando al sacerdote Dr. Fernández Arregui para pronunciar, oficialmente, la Oración u Ofrenda Fúnebre del caso. Elogió el Sr. Presidente la forma en que dicho homenaje se llevó a cabo, contando con la presencia de S. E. el Señor Ministro de Gobierno de la, Provincia, del Vicario General de la Arquidiócesis, de los Delegados a la Primera Reunión de Historia, de los Miembros de la Junta de Estudios Históricos, de educacionistas, sacerdotes y de un numeroso público que, con devoción y patriotismo, acompañó a los descendientes de las figuras recordadas con entera justicia. Por último, el Sr. Soliverez, dejó especial constancia del agradecimiento de la Comisión ad hoc al Sr. Cura Párroco de la Iglesia de la Viña, Padre Juan Iñurritegui Gastañaga, por su valiosa cooperación moral y material al mejor logro del homenaje, como también al Miembro de Número de la Junta de Estudios Históricos y Teniente Cura Vicario de la Iglesia de la Viña, R. P. Dr. Leandro Fernández Arregui, por su hermosa oración fúnebre, pronunciada durante el homenaje con verdadera unción.
La Secretaría leyó las adhesiones llegadas al homenaje y una carta de los señores Polícarpo Romero y Dr. Vicente Arias, nietos de Don Gregorio Romero y González, agradeciendo la recordación que acaba de hacerse a su memoria.
Como último punto y según la moción del Sr. Rafael R. Gómez se da por llenado el cometido de la presente Comisión, labrándose al instante, la presente acta; y resolviéndose que ella sea firmada por el Vocal Doctor Augusto B. Castellanos y por el subscrito Secretario, con lo que se dio por terminada la reunión.
Augusto B. Castellanos, Presidente ad hoc,
Ramón S. Escala (Capitán), Secretario
Hicieron llegar su adhesión al homenaje a la memoria del prócer Don Gregorio Romero y González.
Dr. Adolfo Güemes, Dr. Enrique Loudet, Dr. David Zambrano, Dr. Carlos Serrey, Dr. Antonio Dellepiani, Dr. Enrique Udaondo, Asociación Argentina de Estudios Históricos, Instituto Argentino de Monumentos y Cultura Histórica, Sr. Ramón de Castro Esteves, Prof. Juan Cánter, Sr. Francisco Centeno, Teniente Oscar Gómez García, Doctor Juan Carlos García Santillán, Doctor Ataliva Herrera, Padre Enrique Neunhoffen, Señor julio San Millán y familia, familia Zauner Boedo, Doctor Juan Manuel Duclós Peña, Colegio del Divino Corazón, Dr. Jorge A. Dávalos, Sr. Francisco L. Romay, Sr. Ciriaco García y familia, Srta. María del Carmen Arce Peñaloza, Sr. Pbro. Gerardo Molfesse, Profesor Bernardo González Arrili, Dr. Rafael Zambrano y Sra., Dr. Manuel Visozo de Gorostiaga, Dr. Enrique de Gandía y Sra., Sr. Antonio Mezquida Jaume, Sr. Francisco Centeno Peña, Sargento Ayudante Francisco N. Valdivieso y familia, Sr. Juan O. Uliarte, Dr. Calixto Sosa, Sr. Federico Romero Toledo, Sr. Roberto Henestrosa Raffo, Sr. José María Gómez Bello, Dr. Carlos Arias Castro y Hnas., Dr. Nicolás R. Amuchástegui, Sr. José Alfredo Arias Figueroa, Sra. María Luisa Cajal de Alemán y familia, Arquitecto Mario J. Buschiazzo, Dr. Raúl de Zuviría, Sr. Horacio González del Solar, Sr. Raúl Bujeiro, Sr. Pedro J. F. Cornejo, Sr. Sebastián Chico, Dr. Alfredo Franceschi, Dr. Abel Chaneton, Sr. Emilio F. Cornejo, Sra. Serafina Centeno de Centeno, Sr. Marcos F. Cornejo y familia, Tte. Coronel Arturo Malmierca, Dr. José Manuel del,Campo, Srtas. Rosa y Clara Echenique, Coronel Carlos Smith, Srta. María Elena Toranzos, familia Le Fort Peña, Pbro. Carlos Ruiz Santana, Sr. José Gervasio Gómez de Baquero, Dr. José Ignacio Iriarte, Sr. Pablo A. Lagos Lasserre, Srta. Graciela de Zuviría, Sr. Abelino Figueroa, etc.
Dr. Calixto Lassaga, Rvda. Madre María Luisa Lucero, Dr. Carlos A. Luque Colombres, Monseñor Audino Rodríguez y Olmos, Dr. Manuel M. Cervera, Dr. Ventura Lloveras, Monseñor Prudencio Areal, Sra. Justa G. de Castro Ríos, Monseñor. Pedro M. Oviedo, R. P. Raúl Carabajal (S. J.), Padre Telésforo Murguzur (C.R.L.), Padre Pedro Jochum (S.V.D.), Junta de Estudios Históricos de San Juan, Canónigo Dr. Alfonso G. Hernández, Sr. Félix A. Chaparro, Sr. Rogelio Díaz L., Dr. José María Funes, Dr. Sixto Terán, Monseñor Bernabé Piedrabuena, Sra. Lola López de Beaufrere, Sr. Angel Zulo, Sr. F. Giroto Monteiro, Dr. Alfonso M. de la Vega, Dr. Indalecio Carmona Ríos, Monseñor Francisco Rubén Berroa (Obispo de Huánuco, Perú), Dr. J. Francisco V. Silva, Profesor Antonio Serrano, R. P. Ignacio Vicente Anzoátegui (S. J.), Canónigo Dr. Juan Videla Cuello, Sr. Rogelio Díaz Costa, Sr. César H. Guerrero, Sr. Domingo V. Gallardo, Rvda. Madre Josefa Carranza, Dr. Rodolfo Borzone, Junta de Estudios Históricos de Catamarca, Pbro. Felipe Pelanda López (S.S.), Sr. Rafael Morales, Sr. Felipe Wayar, etc.
“Dr. Vicente Arias.- Salta.
Informándome homenaje antepasado familia Romero, hágote mi representante ante toda ella de mi adhesión y afecto.- Adolfo Güemes “.
---
“Dr. Vicente Arias.- Salta.
Mis felicitaciones homenaje antecesor. Oí hablar tertulia de Marquito Avellaneda. Abrázate tu compañero de estudios.
Antonio Dellepiane.”
---
“Señor Presidente de la Comisión de Homenaje al Prócer Romero y, González, Sr. José Dión Soliverez. -Salta.
Transmita mi adhesión más entusiasta homenaje hoy celebrará magno Congreso sabios historiadores norte argentino memoria benemérita lancero esforzado ejército Güemes y guerrero en el Brasil, prócer salteño Don Gregorio Romero y González, fue amigo mi padre Coronel Centeno. ¡Gloria a Güemes y a sus soldados defensores patrio territorio catorce invasiones ejército realista! Salúdala.- Francisco Centeno “.
---
Doctor Vicente Arias. Salta.
Felicitaciones y adhesión homenaje su abuelo, patriota tan ligado familia mi esposa. Transmita expresiones cordiales mis amigos Policarpo y Carlos Romero
Su pariente y amigo.- Alfredo Franceschi.
---
“Sr. Policarpo Romero, Alberdi 423.- Salta.
Amigos San Juan adhiérense homenaje merecido ilustre memoria su glorioso antepasado. Transmita adhesión toda respetable familia. -- Canónigo Hernández “.
----
…”Lo felicita por el folleto impreso y por el homenaje rendido a la memoria de su benemérito antecesor” ' (Carta a C. G. Romero Sosa ).
----
…”antepasado del que debe sentirse orgulloso”
(Carta a G. G. Romera Sosa).
---
“El Pbro. Félix Petite, saluda a su distinguido amigo el Sr. José Dión Soliverez y le ruega transmita al Sr. Policarpo Romero y familia mis felicitaciones por el homenaje a rendirse en Salta a la memoria del prócer descendiente de hidalgos franceses Don Gregorio Romero, cuyos servicios a nuestra Patria son bien conocidos y apreciados. Se repite su antiguo amigo y s.s. y capellán.- Tucumán, octubre 18 de 1938”.
---
“Abel Chaneton saluda a su distinguido amigo Don Carlos Gregorio Romero y le hace, llegar su adhesión al justiciero homenaje organizado en esa ciudad de Salta en memoria del guerrero Gregorio Romero González, por parte de la Junta de Estudios Históricos,en oportunidad de la Primera Reunión de Historia del Norte. Le renueva las expresiones de su especial estima.- Buenos Aires, octubre 22 de 1938”.
----
“Bernabé Piedrabuena saluda a su amigo, el Sr. Pascual Arce y le hace llegar las expresiones de la simpatía con que ve el justo homenaje a la memoria de su virtuoso abuelo, Don Gregorio Romero, prócer de nuestra Independencia y amigo de mi abuelo el Gobernador Bernabé Piedrabuena. Se repite su affmo. in Christo.
- Tucumán, octubre 26 de 1938”.
---
“Sr. Carlos Romero.- Salta.
Ofrecí profunda satisfacción santo sacrificio misa homenaje valiente guerrero Independencia Argentina y gran cristiano, Don Gregario Romero, digno abuelo ejemplar Obispo Monseñor Romero y apreciada Madre Margarita Romero. De saludos a sus buenos papás de este viejo Capellán.- Molfesse”.
---
“Sr. Policarpo Romero.- Salta.
Un fuerte abrazo en el día del homenaje a tu ilustre abuelo. Tu viejo compañero de estudios.- José Ignacio Iriarte “.
---
“Sr. Policarpo Romero.- Salta.
Homenaje y gratitud merecen los guerreros de Güemes como su prócer abuelo. Mi adhesión fervorosa y la de los míos en esta hora de hondas afecciones para ustedes. Un fuerte abrazo a Carlos Gregorio y a usted.
'' Su viejo amigo y admirador. – Loudet”.
---
“Dr. Vicente Arias, Junta de Estudios Históricos. -Salta.
Presidente Instituto Argentino de Monumentos y Cultura Histórica, Don Ramón de Castro Esteves, lleva mi adhesión más franca a la Reunión de Historia y al homenaje a la memoria próceres salteños entre los cuales figura valeroso guerrero Romero González, digno antepasado suyo herido Batalla de Salta, soldado de Güemes y combatiente en Ituzaingó. Conozco importantes servicios prestados al país. Presentaré moción Academia Americana de la Historia envíe nota adhesión homenaje digno antepasado decano historiadores[445] de Salta, estimado Dr. Arias. Afectuosos saludos. Su amigo.
- Arturo Malmierca, Tte. Coronel Jefe del Archivo General del Ejército.
---
“Sr. Secretario de la “Unión Salteña Profesor Christian Nelson, Museo Provincial.- Salta.
Celebro Junta de Estudios Históricos comience mostrar raíces árbol centenario historia salteña, presentando a la consideración y al homenaje público figuras tan llenas de virtudes patrióticas y religiosas como la del guerrero Romero González. Transmita todos los miembros mi bendición y saludos.- Audino Rodríguez y Olmos, Obispo de Santiago del Esteró '.
---
“Sr. Policarpo Romero.- Salta.
Apreciado Policarpo:
Por diarios de Salta me he informado de los homenajes á realizarse en esa querida ciudad a la memoria de su esclarecido abuelo, el guerrero de la Independencia Don Gregorio Romero, cuyas virtudes oí ponderar en Salta en mis tiempos de seminarista, por parte de hombres mayores como el canónigo Dr. Policarpo Segovia y el sacerdote Don Pascacio Udabe, de la Iglesia de la Viña, quienes recordaban que ya anciano iba a la primera misa del alba rodeado de toda su benemérita familia y de la servidumbre, piadosa costumbre muy propia del devoto ambiente salteño que aún alcanzamos a conocer y sentir con Goyo (1)[447].
Le hago llegar por estas líneas mi sincera adhesión a esas demostraciones justicieras a la memoria del donante de un terreno para la edificación de la actual Iglesia de la Viña, cosa que al leerla en el folleto de Carlos Gregorio no me era desconocida, ya que siempre se lo oí referir a Goyo y a otras personas vinculadas a la familia.
Ruego a Dios por el alma del prócer salteño Don Gregorio Romero González, a quien evoca la Reunión de Historiadores convocada en Salta, y le pido sea intérprete de mi adhesión ante sus hermanas religiosas, las madres Margarita y María del Valle Romero, ante su señora esposa, Carlos Gregorio el Dr. Vicente Arias y el antiguo amigo señor Pascual Arce, a quien también escribiré.
Afectuosamente in Christo.- Bernabé Piedrabuena, Obispo de Callinico”.
---
“Señor Policarpo Romero y Sra., Alberdi 423. – Salta.
Ténganme ustedes presente con mis hijos en esta hora de recordación a su meritorio abuelo, Don Gregorio Romero, amigo y pariente de casa. Un afectuoso abrazo de su pariente.- Emilio F. Cornejo.
---
“Dr. Vicente Arias.- Salta.
Reciba usted y toda la honorable familia de Arias, de Arce y de Romero mi especial recuerdo en este día de gloriosa recordación a la memoria de su buen y patriota abuelo Don Gregorio Romero, militar que guerreó en el Brasil y en el ejército de Güemes. Póngame humildemente a los pies del señor Policarpo Romero.
Su amigo y,pariente.- Francisco Centeno.
---
“Señor Gregorio Romero Sosa.- Salta.
Reciba el querido Goyito y sus papás mi afectuoso recuerdo en el día del homenaje a su prócer antepasado, recuerdo que ruego hacer extensivo a mis ahijados, el distinguido doctor Vicente Arias y señora. Su afectísimo amigo y capellán.- Juan Videla Cuello “.
---
Sr. Don Carlos Gregorio Romero.- Salta.
Muy estimado amigo y compatriota:
Con lealtad de soldado le hago llegar mi simpatía y mi adhesión ante el homenaje que acaba de realizarse en esa querida tierra de Salta a la memoria de su virtuoso antepasado Don Gregorio Romero González, cuya espada sirvió a la causa de la Independencia americana y al honor nacional durante la campaña contra el Imperio del Brasil[448].
Es necesario e imprescindible que esas figuras importantes de la historia argentina, escondidas todavía bajo el polvo de los archivos, pasen a incorporarse al conocimiento del pueblo. Y por eso, justamente, me parece llena de patriotismo la iniciativa llevada a la práctica por la meritoria junta de Estudios Históricos de Salta, de la que formo parte con todo honor y como una inmerecida distinción por mi obra encaminada a proclamar alta y claramente la verdad inconmovible de la Historia Patria, procurando una mayor justicia distributiva en la apreciación y en el juicio a los próceres del pasado nacional.
Hago votos porque el ejemplo de la Junta de. Historia de Salta sea seguido en las otras juntas y centros de estudio del país y lo saludo con un franco y cordial apretón de manos.- Carlos Sinith, Coronel”.
“Bs. Aires, 1.° de febrero de 1944.
Señores Policarpo Romero, Dr. Vicente Arias y Pascual Arce.- Salta.
De todo mi cariño:
Me dirijo a Vds., como nietos que son de mi bisabuelo, el guerrero Don Gregorio Romero González, a fin de pedirles quieran juzgar, objetivamente, el hecho siguiente:
En el capítulo referente a la Provincia de Salta, y que integra la “Historia de la Nación Argentina,” dirigida por el Dr. Levene, cita el Dr. Atilio Cornejo a todos los militares salteños que actuaron en la campaña contra el Imperio del Brasil y obtuvieron sus grados de oficiales, como es el caso de Don José María Todd. Sin embargo, para nada cita Cornejo a nuestro antepasado, compañero y amigo de los guerreros salteños Frías, Boedo y Todd. (Conf. : Atilio Cornejo, “Salta. 1821-1862”, en Academia Nacional de la Historia, “Historia de la Nación Argentina”, volumen X, pp. 550 y 551, Bs. As., 1942).
Los servicios del Teniente Romero González y su grado militar en el Brasil, son asuntos indiscutidos. En los archivos de Salta están las constancias, como también en el “Registro Nacional” y en la “Lista de Revistas”, publicada por el Archivo General de la Nación.
Además, figuran consignados tales datos en obras tan conocidas como la del Capitán de Fragata Yaben.
Me extraña tanto más la omisión de Cornejo, por cuanto conocía las dos ediciones de mis “Reseñas Biográficas” sobre el prócer, publicadas en 1937 y 1938, incluyendo tales datos, con su respectiva fuente de consulta. Si acaso Cornejo hubiese dudado acerca de la autenticidad de mis datos, bien pudo haber verificado la información.
Dejo constancia, por último, de que Cornejo conocía mis dos biografías sobre el Tte. Romero González, biografías esas a las que comenta in extenso el mismo Cornejo en carta que me dirige con fecha 5 de noviembre de 1938, cuya copia fotográfica les envío por adjunto.
En base a las razones aquí apuntadas, considero injustificada la actitud de Atilio Cornejo, cuyas reiteradas omisiones en torno a miembros de nuestra familia creo un deber señalar.
Los saluda, con cariño, unida en la veneración a la memoria del prócer salteño Don Gregorio Romero González. De Vds.
Carlos Gregorio Romero Sosa ”.
S/c.: Tucumán 951.- Buenos Aires.
Esta carta fue respondida así:
“Salta, 10 de marzo de 1944.
Sr. Carlos Gregorio Romero Sosa.- Buenos Aires.
Mi querido hijo:
Con tus tíos Pascual Arce y Vicente Arias hemos leído tu carta y, de común acuerdo, te decimos que ya tuvo suficiente gloria nuestro abuelo en servir a la causa de su Patria, como lo hizo en las guerras por la Independencia y en la campaña del Brasil. Todo lo demás es vanidad de vanidades. Tu carta revela un propósito de justicia, por otra parte. Todos te la agradecemos, señalándote, tan sólo, que la modestia cristiana de nuestro abuelo le impedía hablar de sí mismo, ejemplo que nosotros adoptamos para no hablar tampoco de nuestra familia. Con cariño de tus tíos, te abraza tu
padre
Policarpo Romero.
Se inserta a continuación, y como interesante complemento de nuestra obra, el reportaje recientemente realizado en Salta por el diario “La Gaceta” de Tucumán, al distinguido historiador salteño Dr. Vicente Arias.- Dice :”La Gaceta”, en su número correspondiente al día miércoles 17 de Mayo de 1944.
Salta, 16.- Con motivo del homenaje que un núcleo de escritores, historiadores y educacionistas de Salta rendirán en esta ciudad, el día 17 del corriente, a la memoria del ilustre patricio teniente general don Eustoquio Frías, ex combatiente en los ejércitos argentinos de las guerras por la Independencia y campañas con el Brasil y el Paraguay, entrevistamos, en nombre de “La Gaceta”, al doctor Vicente Arias. decano de los historiadores de Salta y uno de los más entusiastas propulsores del homenaje a rendirse al Teniente General Frías en el 53.º aniversario de su muerte.
-He conocido al general Fría, -nos dice el doctor Arias- con motivo de mi vida de estudiante universitario. En Buenos Aires, allá por el año 90, frecuenté la casa de mi prima, doña Manuel Arias de Ortiz, en donde también vivía el esclarecido prócer de la Independencia. Era ya un hombre anciano: tenía casi la edad del siglo.
Amigo como fue de mis antepasados, tuve también el honor de ser su amigo, título en el cual me distinguía. Ese trato era, para mí, timbre de orgullo por venir de quien era, tal vez, la última reliquia conservada de la heroica epopeya.
-¿Muchas veces habló con el general Frías?
-Varias, cuanto pude. Recuerdo cierta vez me relató que su iniciación militar. Tenia más o menos catorce años de edad y se incorporó al Ejercito de San Martín, en Mendoza, en el año en que el Congreso de Tucumán sancionaba la Independencia. El anciano, con los ojos nublados, se lamentaba de no haber nacido antes para haber podido incorporarse, de ese modo junto con Güemes, Gorriti y otros patriotas, al primer Ejército Libertador, a su paso por Salta, en vísperas de la Batalla de Suipacha, en la que tantos salteños, entres ellos mi abuelo materno, don Gregorio Romero González recibieron bautismo de fuego y el primer laurel de su carrera militar.
El doctor Vicente Arias, mira en lontananza, como si quisiera retrotraerse a la época en que platicaba en Buenos Aires con el nonagenario combatiente de San Martín. De inmediato, con acento nostálgico, dice:
-¡El General Frías! Me recreaba en escuchar su palabra, todavía enérgica y bien timbrada, sobre todo, al recordar algún hecho heroico.
Hablando de cosas íntimas, me decía que él siempre fue pobre en dinero, como lo fue la Patria de entonces y como lo fueron sus compañeros de armas, entre los cuales citó, en modo muy cariñoso, el nombre de mi aludido abuelo materno, su amigo y compañero en Ituzaingó durante la guerra con el Brasil.
Al concluir la conversación, el doctor Vicente Arias nos expresa su satisfacción más íntima al ver organizarse un acto recordatorio de este prócer salteño olvidado y cierra la entrevista con las siguientes frases:
-El día de la muerte del General Frías concurrí al velatorio de sus restos. Allí, en ese instante solemne, encontré al entonces presidente Pellegrini, juntamente con el general Levalle -éste de uniforme militar- y el eminente salteño doctor Luis Güemes, nieto del glorioso caudillo. Me tocó el honor de hallarme en las exequias fúnebres de dos grandes patriotas argentinos: prócer civil el uno; prócer militar el otro: Sarmiento y el teniente general Eustoquio Frías, el lancero de San Martín.
(Reunión en el Club 20 de Febrero. Presidida por el Sr. Intendente Municipal Don Ceferino Velarde, en la tarde del día 23 de octubre de 1938. Vicepresidencia del Miembro de la junta de Estudios Históricos de Salta, Dr. Ernesto M. Aráoz, Presidente del Club 20 de Febrero y del Delegado de la Universidad Nacional de Tucumán Dr. Manuel Lizondo Borda ).
.........................................................................
Después de tratarse otros asuntos, dice:
Sr. Dr. Humberto A. Mandelli (1)[450]: Pido la palabra.
Sr. Presidente (Dan C. Velarle): Queda en uso de la palabra el Sr. Delegado.
Dr. Mandelli: La guerra gaucha tiene esculpida doblemente su página de gloria. Está ella en la Historia, que inmortaliza el recuerdo de los grandes hombres, de los héroes del pasado. Y está ella, también, en el bronce y en la piedra, en ese monumento señero de Salta, en ese monumento al Gral. Güemes al pie mismo del Cerro Tutelar, del “Cerro San Bernardo”. (Aplausos).
En ese monumento hay los nombres de varios de los guerreros que sirvieron en los Ejércitos de Güemes. Pero, debido sin duda a la premura del tiempo de que se disponía para su construcción, muchos, muchísimos nombres están ausentes.
Sr. Carlos Napoleón Benedicto : Algo se ha dicho ya al respecto en el seno de la Junta de Estudios Históricos, señor Delegado.
Dr. Mandelli: Sí, señor Delegado. Muchas gracias. Estoy enterado. Tengo aquí justamente una carta del Sr. Romero Sosa al cronista Don Francisco Centeno.En ella -con permiso de los señores, leo- le dice Romero:
“Por iniciativa del Miembro de la Junta Dr. Vicente Arias, se estudian las posibilidades de colocar una placa en el monumento a Güemes, con los nombres de los Ministros que acompañaron las gestiones del caudillo: Arias Velázquez, Toribio Tedín, Castro, etc.”.
Es a eso a lo que se refería el Sr. Benedicto.
Voy a seguir, pues.
En ese monumento de bronce y de piedra que perpetúa el nombre del centauro argentino, de quien -como se ha dicho- “marcó con la punta de su espada el límite norte del territorio patrio”, deben también estar grabados los nombres de todos los colaboradores de aquella homérica guerra de guerrillas enaltecida y cantada por la pluma de Leopoldo Lugones ; de esa Salta heroica de la “Tierra en Armas” que ha sabido reflejarnos el gran Dávalos cuando dice:
“Pero en esta guerra se han alzado
para pelearle al godo desalmado
hasta los viejos dioses de la tierra”.
(Aplausos).
Como contribución a ese homenaje, propongo que la Primera Reunión de Historia del Norte apruebe la siguiente ponencia que presento juntamente con otros delegados:
(Lee).
1.°) Que considera de estricta justicia que los Poderes Públicos, por medio del asesoramiento técnico de la junta de Estudios Históricos de la “Unión Salteña”, de la ciudad de Salta, procedan a hacer grabar en bronce los nombres de los colaboradores del Gral. Güemes, cuyos epónimos no figuran colocados en el monumento alusivo levantado a Güemes y sus gauchos al pie del Cerro de San Bernardo.
2.°) Que sugiere se incluya entre los primeros nombres de esa lista a agregarse el de Don Gregorio Romero González, de la Independencia, de actuación señalada en diversos combates, bates, herido en la Batalla de Salta, fiel servidor de la causa de la Patria en las guerrillas de Güemes Teniente 1.° de la Guerra con el Imperio del Brasil y Miembro de la Sala de Representantes de Salta, sugerencia ésta que obedece al injusto anonimato que de su nombre se ha hecho hasta el presente.
3.°) Que sugiere se lleve a la práctica la colocación de la placa alusiva a los Ministros y Edecanes del General Güemes, a colocarse en el mismo monumento.
(Aplausos).
Sr. Presidente (Don C. Velarde): En consideración el primer punto de la Declaración fundada por el doctor Mandelli.
Sr. Ramón de Castro Esteves : Pido la palabra. Soy uno de los firmantes de la Declaración solicitada por el doctor Mandelli y me he adherido a ella con todo entusiasmo, porque considero que no es justo el hecho de que solo sean privilegiados por la posteridad un limitadísimo número de guerreros de Güemes. ¡No es justo -repito- que algunos de dichos guerreros tengan su nombre grabado en el monumento y otros no!
Ignoro el criterio que se habrá seguido para seleccionar dichos nombres; pero, considero que, de todos modos, estamos en el momento oportuno para subsanar el error u omisión de quienes, con patriotismo, tomaron en sus manos la enorme responsabilidad y la fecunda tarea de dirigir los trabajos de este pedestal de tradiciones salteñas, coronado por la estatua ecuestre del caudillo Güemes.
Conozco algunos detalles sobre el origen del monumento. Los he recibido, en Salta, de labios de personas autorizadas, como los historiadores doctor Vicente Arias y señor Romero Sosa. Sé que fue inaugurado, a poco de 1931, por el entonces Presidente Provisional de la Nación, Teniente General José Félix Uriburu, durante la Intervención Federal presidida en la Provincia por el señor General Don Gregorio Vélez, quien, por rara coincidencia, fue el Presidente de la Comisión Nacional de Homenaje al Gral. Güemes, en 1921, Comisión que se encargó de hacer efectiva la erección del monumento, el que, según entiendo, ha sido costeado con fondos de la Nación y por una Ley del Congreso (1)[451].
Lo premioso del tiempo, sin duda alguna, ha impedido realizar un estudio prolijo acerca de las figuras de los guerreros que colaboraron con Güemes y cuyos nombres, en general y en particular deben ser recogidos por los argentinos. Tal vez, sea una prueba de todo cuanto aquí digo, el hecho de que no exista una memoria detallada, conteniendo la historia del monumento (2)[452].
Seamos, pues, justos y equitativos para con la memoria de Güemes y de todos sus colaboradores. Lo hemos sido ya, en parte, con el general Güemes, de quien Estrada ha dicho: “Era la personificación marcial más genuina de las muchedumbres argentinas”.
(Aplausos).
Sí, señores. Pero Güemes no estaba solo. “Con su arrogancia de hombre libre y con el coraje de sus gauchos -agrega el autor de las “Lecciones”-, era la fuerza primitiva de la Patria, que sin conciencia de las formas realizaba, dejando buscar su nivel a las cosas y a los hombres, la esencia de la Revolución de Mayo”.
(Aplausos).
Tras estas breves consideraciones, hago indicación para que se aprueben, sin discusión, todas y cada una de las proposiciones presentadas por el Dr. Mandelli. Nada más, señor presidente.
(Asentimiento).
Sr. Presidente (Don C. Velarde). – Habiendo asentimiento, así se hará. En el uso de la palabra continúa el doctor Mandelli.
Dr. Mandelli.- ¿Se ha aprobado la primera proposición?
Ing. Rafael P. Sosa.- Propongo que el doctor Mandelli lea todas las proposiciones por junto y recién procedamos a aprobarlas.
(Asentimiento).
Sr. Presidente (Don C. Velarde). Habiendo asentimiento, así se hará.
Dr. Mandelli.- Pido se me permita fundar, con dos palabras, el segundo punto de la ponencia: el homenaje a Don Gregorio Romero González.
Los antecedentes substanciales figuran en el texto que he leído. Sin embargo, debo recalcar que es uno de aquellos próceres salteños más olvidados, pese a haber lucido en su pecho la condecoración otorgada por la Asamblea del año XIII: “Yo soy de los vencedores de Salta”.
La Reunión de Historia ampliará, de este modo, el justiciero homenaje rendido a su memoria, por sus méritos a la Patria y por su colaboración al glorioso Güemes. Nada más, señor Presidente.
(Aplausos).
Sr. Presidente (Don C. Velarde).- ¿Podría releer esas proposiciones el Sr. Delegado?
Dr. Mandelli.- (Relee) :
La Primera Reunión de Historia del Norte Argentino, declara:
1 °) Que considera de estricta justicia que los Poderes Públicos,. por medio del asesoramiento técnico de la junta de Estudios Históricos de la “Unión Salteña”, de la ciudad de Salta, procedan a hacer grabar en bronce los nombres de los colaboradores del Gral. Güemes, cuyos epónimos no figuran colocados en el monumento alusivo levantado a Güemes y sus gauchos al pie del Cerro cíe San Bernardo.
2.°) Que sugiere se incluya entre los primeros nombres de esa lista a agregarse el de Don Gregorio Romero González, guerrero de la Independencia, de actuación señalada en diversos combates, herido en la Batalla de Salta, fiel servidor de la causa de la Patria en las guerrillas de Güemes, Teniente l.º) de da Guerra con el Imperio del Brasil y Miembro de la Sala de Representantes de Salta, sugerencia ésta que obedece al injusto anonimato que de su nombre se ha hecho hasta el presente.
3.º) Que sugiere se lleve a la práctica la colocación de la placa alusiva a los Ministros y Edecanes del General Güemes, a colocarse en el mismo monumento.
(Fdo.): Dr. Humberto A. Mandelli, Delegado del Instituto de Historia, Lingüística y Folklore de la Universidad Nacional de Tucumán; Dr. Manuel Lizondo Borda, Presidente de la Junta Conservadora del Archivo Histórico de la provincia de Tucumán; Ing. Cornelio Sánchez de Oviedo, Delegado de la Junta de Estudios Históricos de Catamarca; Sr. Ramón de Castro Esteves, Presidente del Instituto Argentino de Monumentos y Cultura Histórica de Buenos Aires y Delegado de la Asociación Argentina de Estudios Históricos; Capitán Ramón S. Escala, Miembro de Número de la Junta de Estudios Históricos de Salta.
-Se aprueba con aplausos.
----
Desde la realización de estos homenajes a la memoria del guerrero Don Gregorio Romero González, han pasado ya casi seis años. El nombre del prócer no ha sido grabado en el monumento al Gral. Güemes, según la resolución sancionada.
Si este libro contribuye a honrar la memoria de un patricio de antaño, habrá llenado la finalidad que se proponía. Leyéndolo se recordarán los tiempos heroicos de la guerra gaucha. Sirva él, tan sólo, como el tributo filial rendido a un varón de mi raza.
Salta, Pascua
de 1945.
[1] (*) El fallecimiento de la Madre Romero, ocurrido en Córdoba, en septiembre de 1944, le impidió la lectura de este libro.
[2] NOTA PRELIMINAR DEL RECOPILADOR: Esta obra del Profesor Carlos Gregorio Romero Sosa es ofrecida en forma desinteresada, a todos los motivados en la historia. En el CD que incluye este documento de Word y otro en formato RTF, (sin macros ni posibilidades de virus pero de mayor tamaño informático ‑varios megas-), el lector encontrará también, pero como imágenes, el Índice Analítico original de la obra de Romero Sosa, pero previstos aquí como figuras, como dije, para posibilitar las citas puntuales que sobre esta obra quisiera Ud. efectuar en el futuro.
También encontrará en el CD las fotografías que Romero Sosa incluyó en su obra, con la cita concreta de la página a qué corresponde. Esto así, porque si se pegaran en el documento de Word, éste aumentaría sensiblemente su tamaño.
No está de más decir que la copia del escáner es fiel, inclusive con las palabras que el maestro incluyó en cursivas y respetando íntegramente sus propias “notas al pie”, numeradas todas desde “1”, e reiniciándolas en cada capítulo las más, tal como se editó su libro. Por ello, mantuve esos números originales del maestro, pero encerrados entre paréntesis para conocimiento cabal del lector y para posibilitar sus propias citas, si las hubiera en el futuro.
Hay modificaciones, sí, pero sólo para mejorar la presentación y que en cada caso señalo puntualmente, como son:
a) Otorgué nivel a los títulos como tales que en el original no figuran en su propio ÍNDICE y sí, en nuestra TABLA DE CONTENIDO o ÍNDICE POR MATERIAS, que es automático en Word;
b) A la vez, incluí un número para algunos sub-títulos a los fines de seguir un orden, por ejemplo, en el Capítulo I: LA FAMILIA, el impresor omitió numerarlos y sí lo hizo en los siguientes Capítulos, el II y III; en el IV lo omitió en el primer sub-título EN LAS BATALLAS DE TUCUMÁN Y SALTA y sí lo hizo en el II, MATRIMONIO DE ROMERO; etcétera.
c) Marqué lo que entiendo como errores u omisiones de imprenta; y
d) Me propuse señalar la actualización de las palabras castellanas, conforme a la nueva regulación de la Real Academia, lo que marqué en cada circunstancia, dentro de mis limitaciones humanas como es el caso de “fue”, vio” y “dio”, ahora sin acento; y las mayúsculas que ahora se acentúan y en aquél tiempo no.
e) También subsané las correcciones que indicó Word, en los supuestos de errores de imprenta en palabras extranjeras que el sistema informático subsana muy bien, y varios otros deslices de imprenta (faltas de ortografía o palabras a las que les falta una o dos letras, o letras invertidas, etcétera). Pero en todos los casos, quedan indicados en notas al pie y comenzándolas mostrando precisamente su procedencia: “NOTA DEL RECOPILADOR” tal cual se inicia la presente.
f) El presente documento incluye los índices alfabéticos: a) de autores citados y b) de materias que Word inserta automáticamente. En el CD encontrará también un manual práctico para un mejor desempeño en Word.
Confío en haber sido útil.
[3] (1) Romero Sosa conoce bien el lenguaje de los pájaros y el del pasado. Sabe cantar y reconstruir. He aquí los títulos de los dos libros de poesía: El cantar del crepúsculo y Ensueños de Kemal. La imagen del maestro, Ricardo Jaimes Freyre, asoma en estos dos libros. Su título responde a un afán de perfección del autor, ya que Kemal significa El Perfecto. No es éste un libro de inspiración exótica, ni desabientado, pues obedece a la orientación y formación española de su autor, como asimismo a su influencia "orientalista" y "marquesina" recibida de Rubén Darío. El propio Romero ha expresado: "soy demasiado español, si bien no por nacimiento, al menos -y a mucha honra- por herencia espiritual y consanguínea". (Cfr.: Ensueños de Kemal, cit., p. 83). Recordamos a este respecto, las palabras de Ortega y Gasset, quien al comentar las poesías de Antonio Machado, apuntaba que al final del siglo reinaba una poesía de funcionario; considerándose bueno un verso, cuando se parecía a la prosa. Aseguraba Ortega, que fue necesario empezar a rehabilitar el material poético e insistir "hasta con exageración en que una estrofa es una isla encantada donde no puede penetrar ninguna palabra del prosaico continente sin dar una voltereta en la fantasía y transfigurarse, cargándose de nuevos efluvios, como las naves otro tiempo se colmaban en Ceilán de especias. De la conversación ordinaria a la poesía no hay pasarela. Todo tiene que morir antes para renacer luego convertido. en metáfora y en reverberación sentimental. Esto vino a enseñarnos Rubén Darío, el indio divino, domesticador de palabras, conductor de los corceles rítmicos. Sus versos han sido una escuela de forja poética. Ha llenado diez años de nuestra historia literaria". (Cfr.: JOSÉ ORTEGA GASSET, Mocedades, Buenos Aires, México, s. d., pp. 147 y 148). Los antecedentes familiares maternos de Romero Sosa, proceden de la antigua Ávila (a) de los Santos, a la cual ha cantado en un Capricho, que es una Visión y anhelo de Ávila del Rey y, al propio tiempo, una añoranza de sus soles, que no quemaron nunca la cara trigueña de nuestro amigo. He aquí el origen de su admiración por Larreta, a quien respeta con toda justicia. Precisamente por ello repite con Rubén Darío: "Tengamos el orgullo de Larreta, como tenemos el orgullo de Lugones y alguno otro orgullo". Larreta al recordar los juicios favorables a La Gloria de Don Ramiro, dijo: "Rubén Darío, el creador de la nueva poesía, púsole el sello de su genio. Pero, eso sí, después de generosas alabanzas, me auguraba odios, calumnias, lapidaciones, en un dolorido lenguaje que denunciaba su propia amargura...". (Cfr.: ENRIQUE LARRETA, Tiempos iluminados, Buenos Aires, México [1939], p. 91). Los Sonetos ramiristas de Romero, se han inspirado en La Gloria de Don Ramiro. Algunos de ellos traen la visión de sedas y de la lujuria de aquella criatura, amorosa y sensual, que Larreta corporizó con su pluma para el hechizamiento de Don Ramiro. Dice el soneto de Romero:
...............................................................................................................................................................................
¡Y era así la morisca! Un rosal de pecados
daba las floraciones de las rosas postreras
sobre sus desnudeces de carne perfumada,
Y sus ojos, acaso, robaron a Granada
sus resoles de Arabia al dormirse acunados
en lo azul de la noche de sus raras ojeras.
...............................................................................................................................................................................
Romero ha hecho profesión de fe hispánica, de manera ostensible, pero advirtiendo, que más que a España sentía a la Hispanidad. Y transcribiendo las palabras de Ramiro de Maetzu en su Defensa de la Hispanidad decía: "Es evidente que el autor, piensa en España -"Señora de Naciones"-; que la ama y que procura comprenderla. Pero, aún más que a España, el autor siente a la HISPANIDAD. Por que la Hispanidad -está compuesta de hombres de las razas blanca, negra, india y malaya, y sus combinaciones"; porque -"La Hispanidad no habita una tierra, sino muchas y muy diversas" y porque "los climas de la Hispanidad, son los de todo el mundo". (Cfr.:, CARLOS GREGORIO ROMERO, Ensueños de Kemal, Buenos Aires, 1942, p. 84). Romero nos ha referido el despertar de su vocación, la vibración intensa de su alma, sus primeros borroneos poéticos, en aquel cuaderno que sus compañeros dieron en llamar La Biblia de Romero en cuyas hojas volcaba sus desahogos espirituales. Fue Jaimes Freyre su mentor literario. Lo estimuló y aconsejó, orientándolo hacia las buenas formas y la lectura de los clásicos. El hidalgo de las letras, cautivó al joven, despertándole aún más el goce de la composición poética y el desenvolvimiento del pensamiento especulativo (Cfr.: CARLOS GREGORIO ROMERO SOSA, Cómo conocí a Ricardo Jaimes Freyre, recuerdos juveniles (año 1932) en ROMERO SOSA, El Cantar del crepúsculo (sonetos), Buenos Aires, 1941, pp, 61-72). En un erudito artículo, pleno de añoranzas y nostalgias, Romero estudió la personalidad excepcional de Jaimes Freire, a quien tuvo la ventura de encontrar siendo un adolescente. Romero lo llamó, con toda razón: "Cisne de América; cisne como Darío, como Lugones y como Herrera Reissig " (Cfr, : CARLOS G. ROMERO SOSA, En torno a Jaimes Freire, hidalgo de las letras en Sendas, año II, N.° 4 (agosto-septiembre de 1944), pp. 2-12). Además, Romero es autor de otras obras poéticas, que señalan su fecundidad: Flores mustias, Salta, 1935; Oda al Pastor, Salta, 1935; El Poema de Güemes, Salta, 1936, Fotofuga, Salta, 1937; Quintena de sonetos que dicen los historiales de las imágenes del Milagro, de Córdoba y de Salta, Buenos Aires. Romero prepara ahora otras publicaciones poéticas: Crónica rimada en tetrástrofos (b) que glosan un poema de la fundación de Salta, (c) El solar de los cantos, Nimbos y Sonrisas, Senderos y Fontanas. Conocí a Romero Sosa en el Primer Congreso de Historia de Cuyo, celebrado en 1937. Nos encontramos después en 1938, en las jornadas de Historia en Santa Fe. Pero nuestra amistad, quedó establecida en 1939, cuando lo propuse para Secretario de la Asociación Argentina de Estudios Históricos, cuya presidencia ejercía, en aquel momento. Fuimos desde entonces amigos cordiales, actuando unidos en diversas asociaciones. A mi lado participó, como secretario en la II Exposición Argentina de Numismática, celebrada a fines de 1939. Dos años más tarde, un irresponsable, que goza de reputación de hombre poco cuerdo y de no guardar maneras, ni lenguaje de acuerdo a su condición, pretendió aludirme, escudado en un pseudónimo, consistente en un término araucano, cuyo significado no es muy donoso. Romero, sin que yo tuviera conocimiento alguno, envió a la hoja en donde se pretendía atacarme, una carta enérgica, invitando al debate histórico fundamentando en la documentación. Naturalmente, que el osado, no reaccionó, prefiriendo llamarse a silencio. Solamente atinó, a hacer transcribir en Salta el suelto referido. (Cfr.: JUAN COLIGUÉ ; El estilo de la Historia de la Nación Argentina, en El Pueblo, Salta, 14 de enero de 1941). Indignado Romero, se dirigió al director de dicho diario, al canónigo Miguel Ángel Vergara, sacerdote digno y respetado historiador, elevando su protesta por la reiteración del audaz, solicitando, además, la transcripción de la carta que originariamente enviara al mencionado dueño del donoso pseudónimo. He aquí algunos términos de la carta referida: "El profesor Juan Cánter, no desea polemizar (d) con usted, ni yo tampoco. Simplemente, quiero dejarle especial constancia de que, siendo yo un discípulo y un amigo sincero y fraternal del historiador de referencia, me creo en la obligación moral de intervenir en una situación por usted provocada, desagradable al lector desapasionado y reveladora de la incultura de nuestro medio intelectual. Porque no es en esa forma en la que usted procede como conseguirá escribir una nueva historia argentina, ni menos aún rectificar conceptos cuya discusión pertenece a la crítica serena y desapasionada. Vayamos al debate científico, si quiere". (Cfr.: CARLOS GREGORIO ROMERO, Un panfletista y el estilo de la Historia de la Nación Argentina, en El Pueblo, Salta, 22 de enero de 1941). Romero Sosa ha comentado varios estudios míos. (Cfr.: CARLOS GREGORIO ROMERO SOSA, La Rosa de Marzo, noticia bibliográfica en Boletín del Instituto Bonaerense de Numismática y Antigüedades, año, N.'° 1. (1943), pp. 103 y 104; CARLOS GREGORIO ROMERO SOSA, En torno al Martín Fierro y a su bibliografía en base a los últimos aportes científicos en El Pueblo, Buenos Aires, 1 y 2 de enero de 1945).
(a) NOTA DEL RECOPILADOR: Sin acento en el original, por un error de imprenta, lo que corrijo.
(b) NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “tetrastrofos”, sin acento, lo que Word detecta y yo corrijo.
(c) NOTA DEL RECOPILADOR: En el original hay punto final por un evidente error de imprenta y como es una cita de varios sustantivos seguidos, corresponde “coma”.
(d) NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “poleminar" por un evidente error de imprenta que Word detecta y yo corrijo.
[4] (2) Romero ha colaborado en las siguientes publicaciones: Revista de la Junta de estudios históricos de Mendoza; Ensayos. Revista bimestral de cultura, Santiago del Estero; Boletín de la Biblioteca del Congreso; Boletín de la Asociación folklórica argentina; Revista de la Asociación cultural de bíbliotécnicos, Boletín de la Academia Argentina de Letras; Boletín del Instituto Sanmartiniano; Boletín del Instituto Bonaerense de Numismática y Antigüedades; Norte Argentino, revista de orientación tradicional; Publicaciones de la cátedra de historia de la medicina, de la Facultad de Ciencias Médicas; Gaceta del Foro ; Pórtico; Sendas, Boletín del Instituto de San Felipe y Santiago de Estudios históricos de Salta; Maná, revista bimestral; Azul; La situación, revista de la colectividad sirio-libanesa; Actividad, Rosario; Cultura; revista de derecho, literatura, historia y filosofía, Salta. Las columnas de los siguientes diarios, contaron con la firma de Romero: El Pueblo, Libertad y El Nacional, de Buenos Aires; La Capital, de Rosario; La Mañana, de Santa Fe; Tribuna, de San Juan; La Gaceta, La Unión y El Orden, de Tucumán; El Intransigente, La Provincia, Norte, Nueva Época, de Salta. En certámenes y Congresos, merecieron recompensas varias obras de Carlos Gregorio Romero Sosa, contando así con premios consistentes en medallas de oro y plata. Romero ha actuado como delegado a diferentes Congresos de historia. Fue en uno de ellos, en Mendoza, donde lo conocimos, actuando ambos en diferentes sectores en pleno enfrentamiento de ideas. A su sola iniciativa y por su única organización, en octubre de 1938 se realizó en Salta la Primera Reunión de Historia del Norte Argentino, patrocinada por la Junta de Estudios Históricos, constituida en 1937 a su iniciativa. Dicha reunión fue auspiciada por el gobierno de la provincia de Salta y contó con la adhesión de la Academia Nacional de la Historia, de la Universidad de Tucumán, de la Asociación Argentina de Estudios Históricos, del Museo Histórico y Colonial de Luján, etc.. Entre los resultados prácticos de la referida reunión de Historia, merece mencionarse la investigación y ubicación del solar nativo del General Güemes, mediante una comisión ah-hoc, presidida por el decano de los historiadores salteños, Doctor Vicente Arias, actuando como secretario Romero Sosa. (Cfr. El Intransigente, Salta, domingo 7 de enero de 1945). También en 1938, se ocupó Romero Sosa de otro solar vinculado a la Historia de Güemes. En efecto„ durante aquel año, propició, infructuosamente, que, en la demolición que proyectaba realizarse de la casa que fue del Doctor José Benito Grafía, en la ciudad de Salta, se procediera a dejar intacta la llamada Sala de las Audiencias, evocativa de los tiempos heroicos de Güemes, en donde el gran caudillo, durante su gobierno, recibía a los visitantes. Era una gran sala, adornada con espejos venecianos, signo de la magnificencia salteña. En igual sentido y apoyando las gestiones de Romero Sosa, opinaron, a favor de esta verdadera reliquia histórica, algunas entidades de Buenos Aires, como el Instituto Argentino de Monumentos y Cultura Histórica, el cual, por medio de su Presidente Don Ramón de Castro Esteves, envió al Presidente de la Comisión Nacional de Museos, Doctor Levene, una nota que cayó en el vacío, sin lograr acogida alguna. (Cfr.: La Prensa, 28 de noviembre de 1938). Hoy en la ciudad de Salta, se levanta el Hotel Provincial de Turismo, en el antiguo Solar histórico, al que ni siquiera una placa recuerda su doble aspecto dé Sala de Audiencias de Güemes y de casa del prócer salteño, Doctor José Benito Graña, uno de los hombres del Paraná.
[5] (3) Para la publicación oficial de dicho libro, la Cámara de Diputados de Salta, en 1941, sancionó una ley. El libro referido tuvo su origen en un raro hallazgo que se concretó en el descubrimiento de un ignorado versificador salteño del siglo XVII, llamado Felipe de Córdoba y Espinosa. Figuraba en una antología escolar, impresa en Lima, titulada: `"El parnaso del Real Colegio San Martín en leal culto al conde de la Monclova. El único ejemplar conocido fue el que perteneció al polígrafo Juan María Gutiérrez. Sin embargo, el versificador aludido, pasó inadvertido para dicho autor, pues la antología citada no pudo ser consultada por él, ya que Romero encontró sus páginas intactas y aún sin cortar, en la biblioteca que le perteneció de aquél y que hoy integra el fondo de la Biblioteca del Honorable Congreso de la Nación. Cabe señalar, qué el autor de La Salta del siglos XVII, anticipó su descubrimiento en un trabajo aparecido en Salta. (Cfr.: CARLOS GREGORLO ROMERO SOSA. Un poeta salteño del siglo XVII, Don Felipe Fernández de Córdoba y Ubierna Frías Sandoval, un hallazgo significativo para la historia de la literatura argentina en El Pueblo, Salta, 14 de septiembre de 1940). La publicación realizada por Romero Sosa, despertó una lógica curiosidad en torno de la existencia de un libro tan extraño. Llegó a tal extremo el interés que, poco después, desaparecía la antología de los anaqueles de la biblioteca de nuestro poder legislativo. Afortunadamente, lo que interesa de ella, había sido recogido por Romero Sosa y los estudiosos lo hallaran registrado en La Salta del Siglo XVII. Así, por medio de sus transcripciones escrupulosas, se salvaron varias obras poéticas de algunos de los alumnos del Colegio Martiniano de Lima, en 1694. Los antecedentes sobre la publicación de este libro y el proyecto del señor Ricardo Fleming, se encuentran registrados en las actas legislativas de Salta y en un órgano de la opinión de dicha provincia. (Cfr.: PROVINCIA DE SALTA, Cámara de Diputados, diario de sesiones, año 1941, pp. 514 y 558; La Provincia, Salta, 6 de septiembre de 1941). Así como Romero Sosa descubrió un poeta en la Salta Colonial, ha podido denunciar la existencia del pintor mexicano completamente ignorado, llamado Manuel Villa Gómez y Adrigo. (Cfr.: CARLOS GREGORIO ROMERO, Un nuevo y desconocido cuadro de 14 Divina Pastora de 1764, en Boletín del Instituto Bonaerense de Numismática y Antigüedades, Año 1, N.° 1 (Buenos Aires, 1943), pp. 47-50). Ha contribuido, de este modo, Romero Sosa a ampliar el estrecho conocimiento de las artes y de las letras en la época colonial. Se ha dedicado también al estudio de impresos raros y para lo cual ha efectuado búsquedas en importantes bibliotecas, como la que perteneció al chileno Filiberto de Mena -completamente desconocida para Furlong- en la década del gobierno de Don Gerónimo de Matorras. (Cfr.: DOMINGO V. GALLARDO, Dos exposiciones de antigüedades salteñas celebradas en agosto y septiembre de 1942¡ en Boletín del Instituto Bonaerense, cit., p. 92).
[6] (4) Romero tiene preparados otros trabajos próximos a ser publicados. He aquí algunos de ellos: De coplas y villancicos, estudios de historia y folklore hispano americano; Bibliografía sobre el General Anselmo Rojo; Epanortosis al diccionario toponímico de Salta; Historia de Ntra. Sra. de la, Candelaria de Salta; Los Díaz de Zambrano; Biografía del Doctor Manuel M. W. de Serrey. A su vez prepara otros estudios: José Ignacio de Gorriti y el Norte Argentino; Historiografía de Salta, Ensayo sobre Juan Martín Leguizamón, Biografía de Monseñor Romero y Juárez, Historia de la Medicina en Salta, Aspectos del Congreso de Tucumán, Genealogias y Biografías varias.
[7] (5) Las sugerencias que despierta la novela histórica: ¿Qué Fue?, de Facto, concebida, mediante un romance del realista Saturnino Castro, me aportó una preocupación constante por la guerra del norte y los problemas acotados a ella. Las vinculaciones de realistas y revolucionarios se aprecian en este romance. Allí se deja bien establecida la lucha que debió mantener consigo mismo el jefe realista. (Cfr.: JUAN M. FACIO, ¿Qué Fue?, memorias novela histórica argentina, 1813-1814, Buenos Aires, 1903). Dicha novela, mereció el tercer premio en el Concurso Literario-Histórico, organizado por mi padre, Don Juan Cánter, en 1903.
[8] (6) JUAN CÁNTER, Las Sociedades secretas políticas y literarias, 1810-1815, Buenos Aires, 942, pp. 49, 56. Por su parte, Carbia criticó algunos aspectos de la obra de Frías. He aquí lo que decía: "El escritor salteño, en realidad, no mejoró los procedimientos técnicos que ya tenía muy en uso la historiografía croniquística, y se reduce a narrar, sin mucho cuidado de lo que preceptúa la critica". (Cfr.: RÓMULO D. CARBIA, Historia crítica de la historiografía argentina, Buenos Aires, 1939, p. 205). Romero Sosa ha declarado que: “Frías se redujo a salvar gran número de tradiciones y a reunirlas sin selección, ni mucha crítica. Además las fuentes orales a las que recurría eran apasionadas casi todas. En general, eran miembros de las familias de los Moldes y de los Gurruchaga. Además, Frías estaba emparentado a aquellas familiasi y a aquellos próceres, a quienes convertía en ejes de la historia regional, prescindiendo de otras figuras no menos ilustres". En otra parte de sus declaraciones sostenía: "la historia de Salta ha sufrido rectificaciones antes y después de Frias. En su momento inicial, cuando se revisaban y criticaban las fuentes, Angel Justiniano Carranza, Manuel Ricardo Trelles, Juan Martín Leguizamón, Manuel Peña y Corte, etc., aclararon episodios y señalaron errores a cronistas lugareños y foráneos, con respecto al pasado salteño. Posteriormente apareció Frías como severo crítico del presbítero Julián Toscano, cultor de inexactitudes". Más adelante, agregaba Romero: "El movimiento de rectificación a Frias fue iniciado por un núcleo de estudios y tradicionalistas, en vida del propio autor de la Historia de Güemes y de Salta. De los primeros en mostrarse irreverente, fue el canónigo Domingo Tambolleo, estudioso sacerdote italiano, quien mantuvo con Frías una larga polémica en la que terminó calificando muy duramente la labor historiográfica cumplida por aquél. El revisionismo histórico a los juicios sobre la época de Güemes estudiada por Frías, fue proclamado también por el tradicionalista salteño Don Casimiro López Gasteaburu, quien, por ser descendiente de casa realista -Costas y Gasteaburu-, poseía antecedentes que demostraban inexactitudes en la apreciación y en el relato de Frías. El señor López Gasteaburu también se ocupó de destruir prejuicios y leyendas acerca de las montoneras de Varela, devastadoras de Salta. A la tarea de López Gasteaburu, en este segundo aspecto, se sumó también, Don Salustiano Sosa, quien por haber sido testigo ocular -por un lado- y por haber ejercido la Jefactura del Archivo de Salta -por otro- sumaba experiencias y conocimientos. Sin embargo, la tarea de Tambolleo, Sosa y López Gasteaburu no se cristalizó en libros, sino en breves opúsculos y publicaciones periodísticas y sólo abrieron la brecha y dieron pie a nuevos estudios, como los realizados posteriormente". (Cfr.: Carta de Carlos Gregorio Romero Sosa al Doctor Rómulo D. Carbia. Buenos Aires, 23 de diciembre de 1942). Romero Sosa emitió otro juicio sobre Frías: Era sincero, pero apasionado. Le faltaba estilo literario. Aferrado a prejuicios era contradictorio, arbitrario, ingenuo, terco. Españolísimo, habló mal de España, pero vivió con el decoro de un viejo hidalgo. Lo perdió, justamente, su acentuada tosudez hispana". Cfr.: Carta de Carlos Gregorio Romero Sosa al canónigo Doctor Alfonso G. Hernández, Buenos Aires, 2 de enero de 1944). Romero, sin embargo, no deja de reconocer que la obra de Frías, es digna de respeto, en algunos aspectos y, en ese sentido, acoge con ciertas salvedades el juicio de su maestro Vicente Arias, a quien corresponden los siguientes conceptos: "Pero aún con sus dislates y su apasionamiento, no debe desconocerse que la Historia de Güemes, hizo ganar en intensidad y en extensión a la historia escrita de la provincia de Salta, integrada solo, antes del advenimiento de Frías, por ensayos esporádicos; por monografías parciales; por simples transcripciones de documentos antiguos. Y esa es, entre otras, la máxima razón de la importancia de la obra de Bernardo Frías, de quien, es justicia decir, fue el orientador, más auténtico de los estudios del pasado regional". (Cfr.: VICENTE ARIAS, carta a Carlos Gregorio Romero Sosa, fechada en Salta, el 5 de octubre de 1939). Romero en su citada y en parte transcripta carta a Carbia, ratifica el juicio de Arias, agregando: "Es evidente que la Historia de Frías es la primera crónica general dentro de la historiografía salteña". En tal sentido, también la valoraron estudiosos como Serrey, a quien se debe un proyecto de ley presentado al Congreso, a fin de publicar los volúmenes que aun permanecía inéditos, al propio tiempo que reeditar los tres primeros. (Cfr.: Boletín del Instituto de San Felipe y Santiago de Estudios Históricos de Salta, t. III (N.o 10, 1942), pp. 105-156). Romero ha escrito aun una emocionada página sobre Frias. (Cfr.: CARLOS GREGORIO ROMERO SOSA, El Historiador olvidado: Bernardo Frías en La Provincia, Salta, 14 de diciembre de 1934). También Romero Sosa se ha referido a Frias, añorándolo como mentor y llamándole "el historiador salteño por excelencia". (Cfr.: CARLOS GREGORIO ROMERO SOSA, Fábregas Mollinedo, Buenos Aires, 1943, p. 31). En realidad, considero que hay juicios contradictorios en Romero Sosa cuando trata la obra de Frías. Sus sentimientos suelen apagar a su espíritu critico. En lo que a mi respecta he considerado siempre a Frías como un cronista provinciano, cuya obra debía ser considerada con toda cautela.
[9] (7) CARLOS GREGORIO ROMERO SOSA, Los dos Todd, rectificación a un trabajo que pretende ser crítica, carta abierta, al director de El Pueblo, Don José María Mirau a propósito de una publicación polémica de la señora Sara Solá de Castellanos en El Pueblo, 28 de octubre de 1935.
[10] (8) Romero Sosa me decía: En la familia de mi madre, por parte de mi abuela hubo ascendencia de patriotas americanos: Dávalos, Molina, Gallo; como asimismo españoles, defensores del rey: Izasmendi, Carratalá, Viniegra, Gorostiaga. Hecho semejante ocurría en la familia de mi abuelo materno: los Sosa, los Fernández de Córdoba, los Plaza y los Carrillo eran de tendencia patriota, y en cambio, los Aramburu fueron de filiación realista. En cuanto a mi padre, agregaba, descendía íntegramente de soldados de la independencia, vinculándose a ella la sangre de los Güemes. Y luego prosiguiendo su conversación decía: Mi familia materna fue toda unitaria; la paterna federal y unitaria. Tuve _antepasados liberales, pero, la gran mayoría, fueron profundamente religiosos. Mi bisabuelo, el coronel José Manuel Sosa, era un mitrista neto; en cambio, mi otro bisabuelo, el Doctor Benjamín Dávalos de Molina, era urquicista, Estas tendencias tan dispares, influyeron en mi espíritu, apartándome de todo juicio preconcebido, y obligándome a obrar con cautela, buscando la verdad y desechando la posición política o religiosa de mis mayores.
[11] (9) Romero Sosa a reyes Gajardo, Salta, junio de 1938.
[12] (10) EDUARDO FERNÁNDEZ OLGLIIN. Los archivos de Salta y Jujuy, Buenos Aires, 1927, en FACULTAD DE FILOSOFÍA r LETRAS, Publicaciones del Instituto de investigaciones históricas, número XXXVII.
[13] (11) Dichos hechos fueron denunciados por Romero Sosa en una conferencia radial, auspiciada por la Asociación Argentina de Estudios Históricos, durante la presidencia del que esto escribe. Fue irradiada por el micrófono de Radio Rivadavia, de Buenos Aires, el 28 de julio de 1939. La conferencia se titulaba: Güemes y la contribución de Salta a la defensa de Buenos Aires, durante las Invasiones Inglesas. Por otra parte, el hallazgo pretendido fue denunciado en una publicación (Cfr.: Un importante documento se encontró en el Archivo Histórico, se trata de la colaboración salteña en la defensa contra las Invasiones Inglesas en la Provincia, Salta, 7 de septiembre de 1940).
[14] (12) Relaciones políticas entre Salta y Santa Fe, durante la administración de López en JUNTA PROVISIONAL DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE SANTA FE, jornadas de estudios históricos sobre el brigadier general Don Estanislao López en el primer centenario de su muerte, 1838-15 junio, 1938, Santa Fe, 1941, t. II, pp. 529-572. Estos trabajos de Romero Sosa y del capitán Escala, antes de ser publicados provocaron serias resistencias en Salta, entre el elemento adverso a las revisiones históricas. No faltó un irresponsable que tratara de ridiculizar a los investigadores en un pretendido cuento inserto en un libro intrascendente y de ponderable mal gusto literario.
[15] (13) CHRISTIAN NELSON, Notas sobre la industria harinera en Salta, en Boletín del Instituto de San Felipe y Santiago de estudios históricos de Salta, t. I, v. I, pp. 85 a 99. El trabajo de Nelson está precedido de una nota de la dirección de dicho Boletín, desempeñada entonces por Carlos Gregorio Romero Sosa, con consideraciones sobra la historia económica salteña. Conviene agregar que el trabajo de Atilio Cornejo, sobre el origen del cultivo de la caña de azúcar en Salta, tiene la finalidad de mostrar el mérito de sus antepasados, los Fernández Cornejo. Todo ello, antes que realizar su estudio sobre un aspecto de la historia económica de Salta (Cfr.: ATILIO CORNEJO, Apuntes históricos sobre Salta, Buenos Aires, 1938). En base a lo que acabamos de apuntar, consideramos que el trabajo de Nelson, constituye una gran contribución a la historia económica argentina, correlacionándose con otro, que para Salta permanece desconocido, no obstante tratarse de la biografía de un distinguido industrial salteño. Me refiero a un libro impreso en Buenos Aires y prologado por el Doctor Emilio Ravignani. En el referido libro se suministran informaciones sobre los orígenes de la vid en Cafayate, en 1884, en el establecimiento de Don José Antonio Chavarría. Éste[15] llevó hasta Cafayate variedades de cepas sanjuaninas del establecimiento de su comprovinciano Don Justo Castro. Hace el autor una escueta biografía del economista argentino, Francisco Liriburu, también nativo de Salta (Cfr.: Luis CASTRO BUSTOS, Justo Castro, gobernador de San Juan y su influencia en el desarrollo vitivinícola del país. Buenos Aires, 1939).
[16] (14) CARLOS REYES GAJARDO, Apuntes históricos sobre San Carlos del Valle Calchaquí, Buenos Aires, 1938; CARLOS GREGORIO ROMERO, SOSA, Los defectos físicos y las enfermedades en la narración histórica, comentario a raíz de la publicación de un libro de historia salteña en Nueva Época, Salta, 2 de febrero de 1938.
[17] (15) JOSUÉ GORRITI, Pachi Gorriti, Salta, 1930.
[18] (16) ATILIO CORNEJO, Apuntes históricos, cit.
[19] (17) Otros frutos de las nuevas tendencias históricas en Salta, fueron las siguientes: La Primera Reunión de Historia del Norte, realizada en octubre de 1938; la Exposición del Libro Histórico en Salta, en 1940; la Ley Serrey, de creación del Museo Histórico Nacional del Cabildo de Salta; la Exposición de Antigüedades Salteñas, en el Cabildo de Salta, en septiembre de 1942; los homenajes oficiales rendidos a ciertas figuras salteñas de la independencia, como las de Rudecindo Alvarado y Eustaquio Frías, etc. Además, algunos libros y trabajos de aclaración y análisis históricos, debidos al canónigo Miguel Angel Vergara, ingeniero Rafael P. Sosa, canónigo Gorriti y doctores Carlos Serrey y Christian Puló. No es ajeno a este movimiento el Doctor Rafael Zambrano, médico salteño que ha reunido, en Buenos Aires, un valioso archivo de documentos salteflos, especialmente de las épocas de los Gorriti, Arenales, Latorre y Alemán. Entre estos cultores de la historia salteña uno de los más vos es el Doctor Carlos Serrey, quien en recientes trabajos, ha realizado aportes ponderables y muy novedosos, para el contenido histórico argentino (Cfr.: Carlos Serrey, Aberastain, en Salta (segunda parte) en La- Nación, domingo 3 de diciembre de 1944, Sección, pp.). Comentando Romero Sosa este trabajo del Doctor Serrey, propiciaba la continuación de la revisión de la historia salteña. He aquí su juicio: "La historiografía de Salta necesita de muchos trabajadores inteligentes como Vd., pues, desgraciadamente salvo algún trabajo aislado lo que de ella se hace, por ahora, no es historia integral, con conocimiento de los ciclos históricos y con información erudita, sino mera glosa de papeles familiares. Con el ánimo exclusivo de satisfacer pequeñas o gran des vanidades, se repiten lugares comunes y se rinde culto al error. Vd., en cambio, con valentía y alta crítica, exponiéndose a ser criticado, habla alto y claro, destruyendo merced a la publicación de fuentes novedosas, ciertas míticas figuras de papel que, aún hoy, algunos pretenden seguir mostrando como banderas. Los trabajos de Vd. serán, por éso, perdurables. He dicho muchas veces que la historia de Salta, escrita sin criterio científico, no ha salido todavía del panegírico a un grupo estrecho de personajes. ¡He aquí la causa de la pasmosa ignorancia que se tiene de la historia de Salta! Todos hablamos de la heroicidad de Salta y, en realidad no conocemos a sus héroes verdaderos. Todos hablamos de cultura de Salta y, en realidad, ignoramos cuáles fueron sus valores representativos. Historiadores ajenos a Salta, se han ocupado de Castro, de Beeche o de Fernández. En Salta se los ignora. La gran figura del compañero de San Martín : el general Alvarado, no tiene en su tierra un monumento que lo recuerde y, en cambio, un partido dela Provincia de Buenos Aires, le ha erigido un monumento. Otro salteño, el teniente general Eustaquio Frías (a), resultaba para su tierra una verdadera incógnita, según pude comprobarlo con motivo del homenaje que propicié en su memoria en el mes de mayo del presente año. En fin, sobre el tema, sobra paño que cortar. Vd. como estudioso, sabe, mejor que yo, que no tenemos aún una historia de Salta y que ninguna de las así se titulan pueden compararse a las ya clásicas de Mantilla y de Garzón, sobre Corrientes y sobre Córdoba, respectivamente. Aproximemos, pues, materiales para esa esperada historia, sin detenernos a escuchar los dicterios de los estultos o de los fatuos. Ser historiador, es ser artista y, como tal, nos corresponde el pensamiento de Rubén Darío : "Ser artista es ser monje;, se profesa en el inmenso convento; se va al yermo, se va a la celda, se es eremita y solitario, o se prosigue en cruzada flagrante la batalla ideal delante de la hostil multitud". (Cfr.: Borrador de la Carta de Carlos Gregorio Romero Sosa a Carlos Serrey, Buenos Aires, 3 de diciembre de 1944). Vieja es la amistad mantenida entre Romero y Serrey, Este le ha estimulado, abriéndole el camino. Propició su designación para director de una escuela en Salta; aconsejó su venida a Buenos Aires; interpuso su influencia para que ingresara a la Biblioteca del Congreso, en 1939; a su indicación Romero Sosa fue nombrado director del Museo del Cabildo de Salta. Además ha estimulado sus iniciativas, como las de declarar monumentos nacionales a las iglesias salteñas de Molinos y San Carlos, en base a su importancia tradicional e histórica (Cfr.: CARLOS GREGORIO ROMERO SOSA, La iglesia de San Carlos, monumento nacional, carta abierta al senador de la Nación Doctor Carlos Serrey proponiendo tal iniciativa en la Provincia, Salta, 14 de abril de 1943). Es oportuno decir también, que el Doctor Serrey comparte los juicios históricos de Romero Sosa sobre figuras del pasado. Ambos, por ejemplo, consideran execrable la del fundador de Salta, Hernando de Lerma (Cfr.: CARLOS GREGORIO ROMERO SOSA, La verdad sobre Hernando de Lerma, carta abierta al canónigo Miguel Ángel Vergara, en Norte, Salta, noviembre de 1944).
(a) NOTA DEL RECOPILADOR: En la primera fotografíade de las existentes entre páginas 240 y 241, se lo cita como Eustoquio Frías. En la página de la Provincia de Salta en Internet, consta como Eustaquio Frías, pero hay otros sitios (en Internet) que lo nombran Eustoquio. Queda sujeto a revisión del Dr. Carlos María Romero Sosa.
[20] (18) CARLOS GREGORIO ROMERO SOSA, Carta abierta al señor Adolfo Saravia Valdez, descendiente del gobernador Manuel Antonio Saravia, en Nueva Época, Salta, 2 noviembre de 1938.
[21] (19) CARLOS GREGORIO ROMERO SOSA, Sobre conceptos de figuras del pasado, contestación al panfleto de Saravia Valdez, en Nueva Época, Salta, 27 de noviembre de 1938. Después de la polémica, Romero Sosa continuó estudiando la época y la personalidad del gobernador Manuel Antonio Saravia, sin haber pronunciado aún su juicio definitivo. Algunos de los aportes novedosos que pudo reunir últimamente, los hizo públicos, en un diario de Salta (Cfr.:CARLOS GREGORIO ROMERO SOSA, Algunos documentos del epistolario al Doctor Benjamín Dávalos de Molina: incidencia del presbítero Doctor Cayetano González versus Saravia, en El Pueblo, Salta, 18 y 19 de julio de 1939). Romero Sosa, en una carta dirigida al Doctor Vicente Arias y datada en Miramar, a 5 de enero de 1943, se lamentaba de que "en la polémica mantenida sobre el gobernador Manuel Antonio Saravia, no se hubiera aludido, para nada, a los documentos oficiales sobre este personaje, existentes en el Archivo General de la Nación, según informes que recibí de nuestro común amigo, el Doctor Raúl de Zuviría. Estos documentos, aunque nadie lo sepa en Salta -decía- se publicaron en su hora en la prensa porteña. Los alude Zinny en su resumen de La Gaceta Mercantil de Buenos Aires. Son importantes, sobre todo, los referentes a los emigrados salteños de Tarija; a diversos sucesos provinciales e interprovinciales, como el asesinato de Heredia; a cierta función de carácter religioso, patriótico celebrada en Salta el 12 de septiembre de 1841, con la participación oratoria de hombres y mujeres famosos; a la curiosa correspondencia entre el general Juan Manuel de Rosas y el mismo gobernador Saravia, con respecto a la intervención anglo-francesa en el Plata; etc." (Cfr.: ANTONIO ZINNY, La Gaceta Mercantil de Buenos Aires, 1823-1852, Buenos Aires, 1912, t. III). "El asunto de la fiesta de 1841 -agrega Romero- es el resumen de cierto folleto impreso en Salta, el que contiene discursos significativos para la historia de la literatura salteña. Los hay, entre otros, de Don Fernando Arias y del Doctor Juan Fowlis" (Cfr.: ZINNY, Op. Cit., t. III, 22). E esta obra de Zinny concluye diciendo Romero- figura una reseña biográfica del gobernador Miguel Otero, no citada dentro de la bibliografía salteña".
[22] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “discuso” por un evidente error de imprenta que Wrd detecta y yo corrijo.
[23] (20) DAVID SARAVIA CASTRO, Desde la Tribuna literaria, Salta, 1944, p. 470.
[24] (21) CARLOS GREGORIO ROMERO SOSA, El clero en Salta,
[25] (22) GUILLERMO FURLONG, S. J., La tradición de la escuela primaria en la Argentina, en C. AGUILAR, A. BUNGE, L. CASTELANI, G. J. FRANCESCHI, G. FURLONG, T. J. LEWIS, E. PALACIO y P. RAMLLA, La Enseñanza nacional, Buenos Aires, 1940, pp. 47 a 93.
[26] (23) Cátedra, suplemento dominical de El Pueblo, 8 de octubre de 1944.
[27] (24) JUAN C. PROEST, La instrucción primaria entre nosotros durante la época hispana, conferencia pronunciada en el aula magna de la Facultad de Filosofía y Letras, el día 10 de agosto de 1944, bajo los auspicios del Colegio de Graduados de dicha Facultad, Buenos Aires, 1944.
[28] (25) La América colonial leía, en El Pueblo, 28 de octubre da 1944. No podemos menos que señalar, que Probst debió levantar su voz de protesta a propósito de las incursiones de los que lo hicieron víctima, entre ellos Chaneton y algunos otros más, con motivo de un extraño concurso (Cfr.: JUAN PROBST, La instrucción primaria durante la dominación española en el territorio que forma actualmente la República Argentina).
[29] (26) En 1921 el Consejo Deliberante de Salta, de manera irresponsable, propuso la supresión del nombre de Mitre, a la calle principal de dicho municipio. El magistrado e historiador Doctor Vicente Arias, se opuso enérgicamente a tal absurdo, pronunciando un brillante discurso (Cfr.: El Cívico, Salta, 12 de abril de 1921). Entre otras consideraciones, el ilustrado Doctor Vicente Arias, dijo: "Y prescindiendo de todo lo que representa para el país y para la América la ya excelsa figura del general Mitre, a nosotros los salteños, nos bastaría saber que durante su presidencia y por su especial iniciativa, se creó nuestro Colegio Nacional, única casa de estudios superiores que mantuvo la tradición cultural de nuestro medio; aquella tradición dio[29] a la Patria escritores como Wilde y doña Juana Manuela Gorriti; filósofos como Facundo Zuviría; juristas como Manuel Antonio Castro y hombres de ciencia como Juan Martín Leguizamón. Si, del Colegio Nacional de Salta, creado por Mitre como prolongación de anteriores establecimientos docentes, salieron médicos afamados como los Güemes; prelados de la Iglesia, como José Gregorio Romero ; jurisconsultos, magistrados, ingenieros hombres de letras que honran al terruño y a la Patria (Cfr.: VICENTE ARIAS, Discurso en el Consejo Deliberante a propósito del nombre de la calle Mítre, Salta, 1921)[29]. Posteriormente, un historiógrafo salteño, dio a conocer el decreto del Presidente Mitre creando al Colegio Nacional de Salta (Cfr.: POLICARPO ROMERO, 50.º Aniversario del Colegio Nacional de Salta, cumplido al 1.° de marzo de 1915, Salta, 1926, pp, 13 y 14). Don Policarpo Romero, padre del autor del libro que prologamos, historió en el citado libro, los orígenes del Colegio Nacional de Salta, remontándolos al Colegio de Bailon y a su antecesor, el Colegio de los Mercedarios. En base a todos estos antecedentes, la Asociación Argentina de Estudios Históricos, por iniciación de su presidente, que entonces el que esto escribe y de su secretario, Carlos Gregorio Romero Sosa, envió una nota al Presidente de la Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos (sic), Doctor Ricardo Levene, solicitándole contemplara "la necesidad de procurar la realización de un homenaje justiciero al fundador de la historiografía nacional, el patricio y estadista general Bartolomé Mitre, mediante la colocación de una placa recordatoria que sería colocada en los muros del histórico edificio que sirvió de templo del saber a la juventud estudiosa del norte argentino por espacio de casi tres siglos es hoy sede del Colegio Nacional de Salta". La nota y que abundaba en otras consideraciones sobre Mitre y los estudios históricos de Salta Cfr: Fue solicitado que en Salta sea tributado un homenaje a Mitre, se trata de colocar una placa en el Colegio Nacional. La propicia la Asociación Argentina de Estudios Históricos en La Nación, N.°, 6 de noviembre de 1939, p.). (sic)
[30] (27) Esta obra fue editada por el Instituto de San Felipe y Santiago de Estudios históricos de Salta y prologada por el talentoso poeta y escritor Domingo V. Gallardo, quien en pocos trazos nos presentó a Romero de cuerpo entero (Cfr.: CARLOS GREGORIO ROMERO SOSA, Fábregas Mollinedo, el místico salteño del Pío Latino, aspectos de la Salta del siglo XIX (1836-1862), orígenes del Pío Latino, de Roma, Buenos Aires, MCMXLIII. Romero Sosa no ha trepidado en rectificarse a sí mismo. Bastará citar una reciente carta suya, dirigida al historiador mercedario reverendo padre Fray Juan Vallejo, del convento de Córdoba. En su carta fechada en Buenos Aires, el 25 de enero de 1945, somete a una severa crítica histórica el capítulo III de su Fábregas, a causa de haber usado un dato de Bernardo Frías con respecto a los mercedarios en Salta en 1838. Manifiesta que desconocía la obra respectiva del padre Bernardino Toledo, a la cual critica en muchos aspectos, pero reconociéndola como buena fuente en lo que respecta a la recolección de tradiciones orales, bien fundadas (Cfr.: FRAY BERNARDINO TOLEDO, Estudios históricos, provincia mercedaria de Santa Bárbara del Tucumán, 1594- 1918), Córdoba, 1919, t. I, pp. 399 a 409). Destaca en la misma algunos errores del padre Toledo con respecto a la biografía del sacerdote Cuesta y, después de una autorrectificación, reivindica los derechos de los mercedarios a la posesión del edificio que fue, hasta hace poco, Colegio Nacional de Salta.
[31] (28) CARLOS GREGORIO ROMERO SOSA, El Doctor Juan Manuel Güemes, figura desconocida de la historia civil del norte argentino, Buenos Aires„ 1939. Romero prepara una segunda edición[31] ampliada de este trabajo.
[32] (29) CARLOS GREGORIO ROMERO SOSA, Tres médicos coloniales en Saltas Miln, Redhead y Castellanos, Buenos Aires, 1944, en Publicaciones de la cátedra de historia de la Medicina.
[33] (30) CARLOS GREGORIO ROMERO SOSA, El recetario de Mandoutti en el folklore en Boletín de la asociación folklórica argentina, año III, N.º 11, septiembre de 1941, pp. 81 y 82; CARLOS GREGORIO ROMERO SOSA, Oster de la paremiología de Salta, un apellido de médico en el folklore popular, en La Provincia, Salta, 25 de febrero de 1944. El trabajo de Romero Sosa sobre Mandoutti, ha permanecido desconocido para el folklore. Acaba de editarse oficialmente, en Santiago del Estero, un libro de Di Lullo, en el que se desconoce la bibliografía respectiva (Cfr.: ORESTES DI LULLO, El Folklore en Santiago del Estero, medicina y alimentación, Santiago del Estero, 1944). En general, Di Lullo sólo se limitaba, en la referente a Mandoutti (a), a reproducir un anterior trabajo por él publicado en La Prensa y ya aludido en el trabajo de Romero Sosa. Romero acaba de escribir otro erudito artículo, sobre historia de la medicina, donde alude a Mandoutti (Cfr.: CARLOS GREGORIO ROMERO SOSA, “El costado” y la medicina popular del Norte, en “Norte”, Salta, 19 de febrero de 1945).
(a) NOTA DEL RECOPILADOR: En el original está en minúsculas, lo que corrijo.
[34] (31) Entre los trabajos de Romero relacionados con Güemes, podríamos citar los siguientes: José Ignacio de Gorríti en el Gobierno de Güemes, Salta, 1937; El recetario de Mandoutti en Boletín de la Asociación folklórica argentina, año III, Nº 11, septiembre de 1941, pp. 81 y 82; La rehabilitación del caudillo Güemes por el general San Martín en Instituto sanmartiniano de Buenos Aires, homenajes realizados al cumplirse el XCI aniversario del fallecimiento del general Don José de Martín, Buenos Aires, 1941, pp. 73 y 74; Relaciones políticas entre Salta y Santa Fe, durante la administración de López en JUNTA PROVISIONAL DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE SANTA FE, Jornadas de estudios históricos sobre el brigadier general Don Estanislao López en el primer centenario de su muerte, 1838-15 junio, 1938, Santa Fe, 1941, t. II, 529-572; La amistad de San Martín con Güemes a través de la correspondencia del primero, en Boletín del Instituto Sanmartiniano, año IV, N.° 13, diciembre 1943, pp. 151-153; Los ministros de Güemes y la sociedad salteña, en La Provincia, Salta, 17 y 18 de junio de 1935; Güemes y el Congreso de Tucumán, en El Pueblo, Salta, 9 de julio de 1936; El coronel Tedín, un ministro de Güemes, en La Provincia, Salta, 21 de julio de 1936; Vinculación histórica entre los caudillos Estanislao López y Martín Miguel Güemes, en Actividad, revista de cultura, Rosario, año I, N.° 7, julio de 1939; La ubicación del solar nativo del Gral. Güemes, en Norte, Salta, 9 de septiembre de 1943. Además, Romero Sosa, tanto en Salta como en Buenos Aires y La Plata, ha pronunciado numerosas conferencias, habiéndose también propalado por radio, varias de sus disertaciones en torno de la personalidad de Güemes. Sobre José Ignacio Gorriti; conocemos los siguientes trabajos de Romero: El Gral. Dr. Don José Ignacio de Gorriti, conceptos sobre su liberalismo, Salta, 1937; La imprenta de la Patria en Salta, en Boletín del Instituto bonaerense de encuismática y antigüedades, año I, N:° 1, 1943, pp. 58-61; Sobre el nombre de una plaza en Salta, en El Pueblo, Salta, 26 de febrero de 1938; Gorriti y su execración al gobernador Manuel Antonio Saravia, en Nueva Época, Salta, 2 de noviembre de 1938; José Ignacio de Gorriti en los pródromos del Congreso de Tucumán, en La Gaceta, Tucumán, 10 de enero de 1939. Los libros y la biblioteca del general Gorriti, en El Pueblo, Buenos Aires, 22 de octubre de 1944. Además Romero pronunció ocho conferencias sobre la personalidad de Gorriti, en Salta, Buenos Aires y La Plata.
[35] (32) Los estudios de Romero, que conocemos sobre la persona de Juan Martín Leguizamón, son los siguientes: Juan Martín Leguizamón, Salta, 1936; Ideas educacionales de Leguizamón en Boletín del Instituto de San Felipe y Santiago de estudios históricos de Salta, Salta, t. 1, N.° 3 (1939) pp. 61-71; Leguizamón, precursor de los estudios relativos a la Antropología en la Argentina en Ibidem, t. II, N.° 5 (1940, 22-28; Fue Leguizamón el primero en replicar a Darwing en La Provincia, Salta, 30 y 31 de julio y 10 de agosto de 1936. La exposición del libro en Salta y la bibliofilia regional antigua, en El Pueblo, Salta, 16 de septiembre de 1940; Juan Martín de Leguizamón, un contradictor del positivismo, en El Pueblo, Buenos Aires, 8 de noviembre de 1944. Sobre la personalidad de Leguizamón, Romero ha pronunciado choco conferencias y disertaciones radiales en Buenos Aires, San Juan, Córdoba y Salta.
[36] (33) CARLOS GREGORIO ROMERO SOSA, Auto-rectificaciones en las poesías del Gral. Mitre, en Boletín de la Academia Argentina de Letras, t. X, N° 37 (1942), pp. 119-129.
[37] (34) CARLOS GREGORIO ROMERO SOSA, Anselmo Rojo, un pacificador de la época de Mitre, en Anales del Instituto Popular de Conferencias, Buenos Aires, 1944. En lo que respecto a Alberdi, Romero realizó una serie de investigaciones, en la correspondencia del mismo que se guarda en la Biblioteca del Congreso. Además disertó sobre Alberdi en el Ateneo Popular de la Boca y en la Asociación Tucumana, en Buenos Aires.
[38] (35) CARLOS GREGORIO ROMERO SOSA, Manuel Ricardo Trelles, su labor eurística en la historiografía de Salta, en Boletín del Instituto de San Felipe y Santiago de Estudios Históricos de Salta, t. II, N.° 6 (1940), pp. 241-248; CARLOS GREGORIO ROMERO SOSA, La labor historiográfica de monseñor Doctor Pablo, Cabrera, en El Pueblo, Salta, 8, 10 y 11 de julio de 1940; CARLOS GREGORIO ROMERO SOSA, Correspondencia sobre historia, mantenida entre monseñor Doctor José Gregorio Romero y Juárez y monseñor Doctor Pablo Cabrera, en Boletín del Instituto de San Felipe y Santiago, cit., t. II, N.° 7 (1941), pp. 322-331; CARLOS GREGORIO ROMERO SOSA, Manuel Peña, un estudioso salteño y obrero infatigable de la historiografía argentina, en El Intransigente, Salta, 20 y 21 de abril de 1942. También, un talentoso escritor se ha referido a la interesante personalidad de Peña y Corte (Cfr.: DOMINGO V. GALLARDO, Un civilizador, Manuel Peña en libertad, Buenos Aires, 6 de junio de 1942). En un trabajo sobre el arqueólogo salteño ingeniero Víctor J. Arias, demostró Romero Sosa, en forma concluyente, la prioridad del descubrimiento de que la cultura denominada de la Candelaria correspondía a su comprovinciano y no al Doctor Alfred de Metraux, como se sostenía (Cfr.: CARLOS GREGORIO ROMERO SOSA, El arqueólogo salteño Víctor J. Arias, verdadero descubridor de la cultura antigua de La Candelaria en la provincia de Salta, en Boletín del Instituto de San Felipe y Santiago, cit., t. II, N.° 5 (1940), pp. 81-89).
[39] (36) El más importante de todos ellos es el realizado en colaboración con Bertha L. de Tabbush, del Museo de Historia Natural de Buenos Aires. En dicho trabajo se aprecia la influencia del método crítico, proclamado por el profesor Imbelloni (Cfr.: CARLOS GREGORIO ROMERO SOSA y BERTA L. DE TABBUSH, Un vaso lítico, bicéfalo zoomorfo de Chicoana, provincia de Salta, descripción y posible origen cultural, en Boletín del Instituto de San Juan Felipe y Santiago, cit. t. II, N.° 6 (1940), pp. 185-199).
[40] (37) Romero Sosa ha sido víctima del merodeo intelectual, que abunda tanto en nuestros ambientes y que todos hemos sentido en carne propia, ejecutado por aquellos que, adoptando posturas bizarras, proclaman una originalidad siempre sospechosa. A Romero Sosa acaba de ocurrirle con un trabajo destinado a demostrar cuál era verdadera casa natal del general Güemes, en la ciudad de Salta. Un osado pretendió dar como novedosa, una investigación que había sido realizada por Romero Sosa desde 1939 (Cfr.: CARLOS GREGORIO ROMERO SOSA, La ubicación del solar nativo del Gral. Güemes en la ciudad de Salta, en Norte, Salta, 9 de septiembre de 1943. Algo más grave le aconteció con otro trabajo relativo a fuentes para el descubrimiento del Tucumán (Cfr.: CARLOS GREGORIO ROMERO SOSA, En torno a las fuentes para la historia del descubrimiento del Tucumán, en Norte Argentino, revista de orientación tradicional, Tucumán, N.° 13, 15 de mayo de 1943). El episodio mereció una seria acusación en la prensa porteña (Cfr.: E. O. Z., Las cosas en su lugar, un plagio vergonzoso, en Libertad, N° 9205, 13 de octubre de 1943. Por inadvertencia, ni Levillier, ni tampoco Lizondo Borda han citado el trabajo de Romero Sosa (Cfr.: ROBERTO LEVILLIER, Descubrimiento y oblación del norte argentino por españoles del Perú, Buenos Aires, 1943; MANUEL LIZONDO BORDA, Descubrimiento del 'Tucumán, el pasaje de Almagro, la entrada irle Rojas, el itinerario de Matienzo, Tucumán, 1943. Otro hecho insólito es lo ocurrido con el presbítero Courel, con respecto a ciertas referencias sobre el patricio y sacerdote Ildefonso de las Muñecas y Alurralde. El presbítero Courel reincidió con el aprovechamiento de otras investigaciones de mi amigo, el venerable presbítero Carlos Ruiz Santana, quien había publicado un libro prologado por el mismo Romero Sosa (Cfr.: CARLOS RUIZ SANTANA, Los capellanes castrenses en Las Flores, ejércitos argentinos, Las Flores, 1941; EMILIO COUREL, Un gran patriota tucumano, el Pbro. Muñecas, en Norte Argentino, revista de orientación tradicional, Tucumán, año I, N., 4, 15 de agosto de 1942). Courel publicó después su ensayo en un volumen aparte, con algunas ampliaciones. En el libro de recortes que me ha facilitado Romero Sosa, aparecen referencias, anotaciones y paradigmas, en los cuales muestra su queja contra Dana Montaño, recordando haber presentado a las jornadas de Estudios -Históricos sobre la Constitución Nacional, una documentada monografía sobre La diputación salteña al Congreso del 53. Transcribía en la misma algunos documentos publicados por el Instituto de Investigaciones Históricas y algunos otros inéditos, pertenecientes al archivo del Doctor Benjamín Dávalos de Molina. La monografía de Romero Sosa no fue publicada hasta hoy, pero según el mismo, los datos novedosos en torno de la figura del general Rudecindo Alvarado, fueron incluidos, en cierta monografía, sin mención de procedencia (Cfr.: SALVADOR M. DANA MONTAÑO, La Constitución de 1853 y sus autores e inspiradores, Santa Fe, 1943). Ha mostrado asimismo su :queja Romero Sosa por el empleo de un documento, por parte de Dana Montaño, relativo a Cullen, documento que había encontrado en el archivo de Álvarez Tamayo, en Salta, enviara a Chaparro, quien lo publicó señalando su procedencia (Cfr.: FÉLIX A. CHAPARRO, Don Domingo Cullen, Santa Fe, 1939, p. 30). Según una carta de Romero Sosa a Atilio Cornejo, datada en Buenos Aires, a 10 de junio de 1944, éste habría usado en forma demasiado amplia la Reseña biográfica sobre Juan Martín Leguizamón, de la que era autor Romero Sosa, su capítulo de la Historia de la Nación Argentina, sin ni siquiera mencionarlo en la denominada "Bibliografía Principal". (Cfr.: ATILIO CORNEJO, La provincia de Salta, síntesis histórica, en Academia Nacional de la Historia, Historia de la Nación Argentína, Buenos Aires, 1942, t. X, pp. 620-622). Aludiendo a una omisión, que de cierto trabajo suyo hacía Cornejo, Romero Sosa, en una carta dirigida a Serrey se lamentaba del suceso y apuntaba en un discreto comentario: "Es tanto más extraña la frecuente repetición de estos hechos, por cuanto conozco las condiciones caballerescas de mi colega Atilio Cornejo, hermano de nuestro caro amigo el médico Doctor Andrés Cornejo, autor de un importante estudio que acaba de obsequiarme, sobre La desaprensión en la información bibliográfica, y en donde reacciona enérgicamente contra la tendencia reiterada de la omisión". (Cfr.: ANDRÉS CORNEJO, Acerca de la desaprensión en lexicografía e información bibliográfica médica, Buenos Aires, 1944; Borrador de carta de Romero Sosa a Serrey, Salta, 12 de mayo de 1944). Me decía, asimismo, Romero Sosa y lo he podido ver estampado en su libro de recortes, que, inadvertidamente, nuestro común amigo, el distinguido escritor Miguel Solá, en una de sus importantes monografías, había insertado un documento que Romero diera en un estudio sobre el coronel Jorge Torino de Viana. Solá, involuntariamente, había omitido la cita. (Cfr.: MIGUEL SOLÁ, La ciudad de Salta, en PUBLICACIONES DE LA ACADEMIA NACIONAL DE BELLAS ARTES, Documentos de arte argentino, Buenos Aires, 1942, Cuaderno VI).
[41] (38) Con anterioridad a su conferencia sobre los orígenes de la Policía en Salta, Romero Sosa ya se ocupó de este aspecto de la historia de Salta, dejando expresa constancia de que seguía las huellas de Francisco L. Romay. (Cfr.: CARLOS GREGORIO ROMERO SOSA, Los primeros alcaldes de la Santa Hermandad en Salta, en Norte, Salta, 20 de agosto de 1943).
[42] (39) CARLOS GREGORIO ROMERO SOSA, Bibliografía de Salta: Un libro, para la historia de Salta escrito por un historiador porteño, en Norte, Salta, 27 de septiembre de 1943.
[43] (40) He aquí lo que expresaba la esquela de Ricardo Levene : "He leído su generoso y documentado artículo sobre mi libro "La Academia de jurisprudencia". Es de las mejores páginas dedicadas a esa obra de mis afanes y nobles preocupaciones intelectuales. En mucho estimo su autorizada opinión. Le saluda su invariable amigo. -Ricardo Levene.- 17 de octubre de 1943".
[44] (41) Efectivamente, ello puede ser apreciado en su Mitre y los estudios históricos en la Argentina. Levene no podía ignorar lo que se había dicho de la originaria Junta de Numismática Americana. Sin embargo, con toda ligereza, nos ha omitido. (Cfr.: JUAN CANTER, Los numismáticos argentinos, en FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS, Boletín del Instituto de Investigaciones Históricas, XIX (Nos. 64 y 65, abril-diciembre de 1935), pp. 192 y 193; JUAN CÁNTER, Bio-bibliografía de Ernesto Quesada, en Facultad de Filosofía y Letras, Boletín, cit., t. XX (Nos. 67 y 68, enero-junio de 1936, pp. 481-486). Y no deja de ser una ironía que uno de los trabajos olvidados fuera dedicado al autor que cometiera la omisión. No sin sorpresa algún lector, apreciará que después del título, reza la siguiente inscripción: “Al Doctor Ricardo Levene ”. Y es tanto más lamentable el olvido del Doctor Levene, por la circunstancia que el autor de este prólogo, acusó a Quesada de parcialidad, sosteniendo que Mitre era el fundador de la primitiva junta de Numismática Americana, tesis también sustentada por Levene. He aquí, parte de la rectificación a Quesada, estampada en el trabajo omitido: "Cabe preguntarse ahora ¿por qué esperó tanto Quesada para aportarnos tal afirmación? ¿Cómo no aprovechó la coyuntura que le ofrecía aquel primer trabajo o el del saludo a Medina? Precisamente, por lo que antecede tengo para mi, como un tanto tendenciosa esta última declaración de Quesada. No obstante sus fértiles recursos, sus argumentos no convencen. Hubo de esperar la desaparición de los testigos para hacer dudar de la verdad incontrovertible que la fundación de la junta debióse a Mitre". En lo que respecta a Mitre y los estudios históricos en la Argentina, mucho podríamos agregar y acaso señalar, pero no es este prólogo lugar apropiado para ello. La referencia ha sido solamente circunstancial, a fin de mostrar las reiteradas omisiones del Doctor Ricardo Levene, quien suele reclamar una consecuencia, que no demuestra poseer. Sólo agregaré, como enojoso punto final a esta nota, que en la obra aludida, Levene se refiere a la correspondencia de Mitre y Magnasco y considero que, sólo por un traspapelamiento, no ha citado el interesante articulo de mi estimado amigo Don Félix A. Chaparro, en donde se insertan trozos de interesantes cartas cambiadas entre Mitre y Magnasco, que otro amigo distinguido del que esto escribe, el profesor Leopoldo A. Kanner, ha reunido y estudia para realizar un amplio trabajo. Cfr.: FÉLIX A. CHAPARRO, Mitre y Magnasco, en La Nación, N.º ", segunda sección, domingo 9 de enero de 1944, p., col.). Estimo también que Levene pudo citar las referencias aquellas sobre la crítica de Magnasco y la traducción del Dante y aun apuntar lo que se dijo alguna vez en Montevideo. (Cfr.: CORRESPONSAL VIAJERO, Roque Otamendi en el Ateneo de Montevideo, en Crítica jurídica, histórica, política y literaria, año II, t. VII, N.° 21 (enero de 1926), pp. 318-320).
[45] (42) CARLOS GREGORIO ROMERO SOSA, El obispo Fray Francisco de la Victoria y Reyna, nota reivindicatoria a propósito de sus gestiones en el comercio colonial argentino, Crítica a un estudio) de Pedro Calmón, en La situación, revista de la colectividad sirio-libanesa, Buenos Aires, marzo de 1941, pp. 38-41; CARLOS GREGORIO ROMERO SOSA, Contribución a la bibliografía sobre Fray Francisco de la Victoria y Reyna, primero[45] obispo efectivo del Tucumán Colonial, en Revista de la Asociación Cultural de Bibliotécnicos, Buenos Aires, año V, N.° 1 (enero de 1942) pp. 17-20; El escudo familiar del fundador de Salta, licenciado de Lerma, notas de heráldica, en Norte, Salta, 17 de abril de 1943. En este último trabajo, se documenta una investigación realizada en Córdoba por Romero Sosa, a solicitud del arzobispo de Salta, monseñor Tavella. A raíz de esta feliz investigación, se conoce el escudo de la familia de Lerma, cuya copia fue llevada por el propio Romero Sosa a Salta. Ella ornamenta hoy la Basílica Metropolitana. (Cfr.: Impresiones del delegado al Congreso de Cuyo, profesor Romero. Regresa de Córdoba trayendo valiosas contribuciones heráldicas para la Iglesia Catedral de Salta, en El Pueblo, Salta, 18 de junio de 1937).
[46] (43) Como ejemplo merecerían citarse algunos trabajos de Romero sobre la literatura salteña en el siglo pasado. (Cfr.: CARLOS GREGORIO ROMERO SOSA, Ricardo J. Bustamante, un poeta boliviano en la Salta de mediados del siglo XIX, en El Pueblo, Salta, 13 de junio de 1941). Romero, en una carta al Doctor Vicente Arias, fechada en Buenos Aires, a 2 de junio de 1943 y cuyo borrador y copia hemos tenido a la vista, muestra su disgusto por no haber podido conocer, hasta mucho después, los estudios que el historiador Gabriel René Moreno consagró a la bio-bibliografía de Bustamante. De todos modos, el trabajo de Romero, en base a una investigación amplia en la biblioteca de Juan María Gutiérrez, completa las referencias que Miguel Solá aportara, por primera vez, sobre el personaje, en su obra relativa a La imprenta en Salta. Cabe señalar aquí, que desde su empleo en la Biblioteca del Congreso, ha prestado Romero señalados servicios a la cultura nacional. Por ejemplo, ha efectuado algunos significativos hallazgos, como el de dos ejemplares del poema Cienfuegos, del salteño Juan Ramón Muñoz Cabrera, poema del cual, según afirma Ricardo Rojas, no se conocían ejemplares impresos. (Cfr.: RICARDO ROJAS, La literatura argentina, Buenos Aires, 1920, t. III, p. 634). Romero dio cuenta de su hallazgo a Rojas, recibiendo las congratulaciones del mismo en una esquela fechada en Buenos Aires, el 3 de abril de 1943. También Romero se refirió a Muñoz, transcribiendo párrafos de una carta de aquél al bibliófilo Gregorio Beeche. (Cfr.: CARLOS GREGORIO ROMERO SOSA, El juramento en "El Pasaje" y la historiografía salteña, en Boletín del Instituto de San Felipe y Santiago de Estudios Históricos de Salta, (t. III, N.º 10 (1942), p. 84), Romero Sosa ha anotado varios títulos de la bibliografía dispersa de Muñoz Cabrera y ahora se encuentra empeñado, conjuntamente con quien esto escribe, en realizar un trabajo sobre el ilustre proscripto salteño.
[47] (44) REPÚBLICA ARGENTINA, CÁMARA DE SENADORES, Diario de Sesiones; año 1934, t. I, pp. 433 y 434, t. II, pp. 21-35.
[48] (45) RICARDO LEVENE, Memoria de la Comisión Nacional de Museos, correspondiente al año 1940, en MINISTERIO DE JUSTICIA E INSTRUCCIÓN PÚBLICA, Boletín de la Comisión Nacional de Museos y de Monumentos, año III, N.º 3, p. 16.
[49] (46) RICARDO LEVENE, Labor de la Comisión Nacional de Museos y Monumentos históricos, memoria correspondiente al año 1942, Buenos Aires, 1943, p. 13; Nota del delegado de la Comisión Museos, Atilio Cornejo, al presidente Doctor Levene. Salta, 20 de septiembre de 1942, en Boletín de la Comisión Nacional de Museos y Monumentos históricos, Buenos Aires, 1943, p. 304.
[50] (47) He aquí los términos de la carta de Serrey a Romero Sosa, datada en Buenos Aires a 8 de mayo de 1944: "demuestra ser buen y no mal salteño, quien procura no se haga una cosa pequeña que, al formarse, impedirá de hecho se haga una grande: es decir, que se malograría la instalación de un Museo Nacional, al cual la Nación le daría toda la amplitud que la provincia de Salta no puede acordarle". El asunto mereció el comentario de algunas publicaciones en Salta. (Cfr.: El Intransigente, Salta, 13 de julio de 1944; Boletín del Instituto de San Felipe y Santiago de Estudios Históricos de Salta, t. III, N." 12, pp. 808820). Un concepto idéntico al del Doctor Serrey, poseía en 1942, el delegado de la Comisión de Museos, Doctor Atilio Cornejo, quien expresaba: "Al propio tiempo, no hemos de confiarnos tan sólo con lo que pueda obtenerse aquí, en Salta, por donaciones -que al principio no han de ser muchas-, sino que debemos preocuparnos de su adquisición a justos precios, para la formación del Museo. Ni tampoco en el erario de la provincia, débil por naturaleza, lo que implica afrontar de lleno su carácter nacional y bajo la dependencia directa de esa Comisión. (Cfr.: Boletín de la Comisión Nacional de Museos y Monumentos, Buenos Aires, 1943, año V, N:° 5, pp. 304 y 305), La designación de Romero Sosa para director honorario del Museo Nacional del Cabildo de Salta, aparece en el acta de la Comisión Nacional de Museos, correspondiente a la sesión del 3 de mayo de 1943. (Cfr.: Boletín de la Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos, Buenos Aires, 1944, año VI, N.' 6, p. 565). En el mismo Boletín, se alude al Museo Provincial de Salta, anotándose precedentes de la llamada "Ley Serrey", hecho extraño y un tanto curioso, pues aparece el Congreso Nacional sancionando la creación de un museo provincial. El acta de la sesión del 5 de octubre de 1943, dice textualmente: "Informó el señor Presidente, Doctor Levene, sobre la conversación que había mantenido con el Interventor Federal en Salta, Gral. Morales Bustamante, y con su Ministro de Gobierno, Doctor Emilio Jofré, para obtener la intensificación de la reconstrucción del Cabildo de Salta, a fin de que pueda inaugurarse, próximamente, y sean instalados en el mismo, el Museo Histórico y el Archivo Provincial. Manifestó que se trataba de una gran obra de la Comisión Nacional y que por la ley Serrey debía crearse el Museo Histórico de Salta. (Cfr.: Boletín, cit., t. VI, p. 617). Esto opinaba el Doctor Levene en octubre de 1943 y, sin embargo, en la sesión del 3 de mayo de 1943, aparece en el acta respectiva el resumen de una nota del Doctor Atilio Cornejo, delegado en el Cabildo de Salta de la Comisión Nacional de Museos, felicitando a la misma por la resolución creando el Museo Histórico y Colonial en esa provincia, de acuerdo a lo señalado por la ley Serrey. (Cfr.: Boletín, cit., t. VI, p, 565). El Museo Nacional, había sido creado por ley del Congreso, y la Comisión Nacional de Museos designó al Director que debía regirlo. No era, pues, procedente, la instalación de un nuevo museo -y menos provincial- en la sede del Cabildo. Por otra parte, el ex senador Doctor Serrey, que fue, en verdad, el propulsor de la iniciativa del Museo, manifestó siempre su disconformidad ante la capciosa interpretación que llegó a hacerse de su pensamiento. Lo demuestra el texto de la carta dirigida por Serrey a Romero, y que hemos transcripto. Por su parte, Romero Sosa, en carta dirigida al Dr. Serrey y fechada en Salta, en 12 de junio de 1945, explica el desagradable incidente del Museo, diciendo: "Culpo del fracaso del proyecto del Museo Nacional del Cabildo de Salta al egoísmo y mezquindad de espíritu de algunos de mis propios colegas; al las ambiciones que se posesionaron de algunos de ellos; al deseo de improvisación".
Romero puntualiza ciertos procedimientos un tanto extraños; sin embargo, dejando de lado lo que hubiese habido entre Romero y sus colegas, digamos que, después de casi un año de incertidumbre y de tropiezos en el Museo de Salta, el P. E. de la Provincia de Salta -en la Intervención Federal que preside el Doctor Arturo S. Fassio-, ha retomado por la buena senda, en franco propósito de respeto a la llamada "Ley Serrey". Infatigablemente, Romero Sosa, gestionó se revisaran las medidas tomadas por la Intervención Morales Bustamante, creando una compleja institución llamada "Museo y Archivo Histórico", la cual tenía de todo menos de Museo Histórico, en la forma que Salta reclamaba. Can patriótico propósito, en agosto de 1944, elevó Romero un extenso y documentado memorial al nuevo Ministro de la nueva Intervención Federal a Salta, Doctor Ismael Cassaux Alsina, quien lo acogió en forma justiciera, realizando algunas gestiones ante el Doctor Ricardo Levene : Ese memorial ha sido la base para que, por iniciativa del ingeniero Rafael P. Sosa, el P. E. de la Provincia de Salta, por Decreto N.° 6803, de fecha 22 de marzo de 1945, subscripto por el Interventor Nacional, Doctor Fassio, y por el Ministro de Gobierno, justicia e Instrucción Pública, Doctor Enrique L. Carballeda, anular la extraña entidad creada por la Intervención;Morales Bustamante y que se integraba por el Museo de Fomento y Estadística, Archivo Histórico, Museo Agropecuario, Social y de Ciencias Naturales, Museo Colonial y de Bellas Artes, etc., todo ello involucrado bajo el nombre de "Museo y Archivo Histórico" (sic). Por el mismo Decreto, se creó el Museo Colonial, Histórico y de Bellas Artes, en la sede del Cabildo Histórico, estableciéndose el anhelo de nacionalizarlo como modo de dar cumplimiento exacto a la Ley 12.345 (art. 170). Tal es lo que correspondió hacer desde el primer momento. (Conf.: CARLOS GREGORio ROMERO SOSA, "El Museo en el Cabildo de Salta", en "El Pueblo", Bs. As., 18 de junio de 1945). Así, se ha retomado la primera iniciativa del Doctor Serrey. Como corolario, la Intervención Federal en Salta, ha nombrado al Ing. Rafael P. Sosa, como Director Honorario de la institución y ha llevado a su seno a Carlos Gregorio Romero Sosa, como su digno y eficaz secretario, asignándole carácter de "funcionario técnico". (COnf.: BOLETÍN OFICIAL DE LA PROVINCIA DE SALTA. Año XXXVI. N.° 2256, correspondiente al 5 de abril de 1945). El Museo fue solemnemente inaugurado el 15 de abril de 1945, con asistencia del Doctor Levene. Por todos estos motivos, el Doctor Ernesto M. Aráoz, ex gobernador de la Provincia de Salta, llamó a Romero Sosa, con justa razón: "el Angel de la Guarda del Cabildo de Salta—. Conf.: ERNESTO M. ARÁoz, “Reportajes al Diablito del Cabildo. Séptima Entrevista”, (a) en "La Provincia", Salta, 13 de abril de 1945).
(a) NOTA DEL RECOPILADOR: En el original no constan las comillas de cierre, lo que corrijo.
[51] (48) La primera edición fue publicada por la Sociedad Provincial de Fomento Unión Salteña (Cfr.: CARLOS GREGORIO ROMERO, El teniente de la guerra con el Brasil, Don Gregorio Victorio Romero y González, breve reseña biográfica, prólogo del profesor Christian Nelson, Salta, 1937). La segunda edición fue publicada por la Unión Salteña, Junta de Estudios Históricos (Cfr.: CARLOS GREGORIO ROMERO SOSA, El teniente de la guerra con el Brasil, Don Gregorio Romero González (guerrero de la independencia), reseña biográfica, prólogo de monseñor Doctor Andino Rodríguez y Olmos, obispo de Santiago del Estero y miembro correspondiente de la Junta de Estudios Históricos de la Unión Salteña, Salta, 1938).
[52] (49) Precisamente mi distinguido alumno en la Facultad de Filosofía y Letras, J. M. Güemes; al comentar el libro de Ernesto M. Aráoz, titulado Al margen del pasado, ha consignado estas interesantes reflexiones: "Es necesario de una vez por todas que se sepa la verdad sobre el carácter del salteño. Ni es un "apabullado" víctima del chucho ni tampoco un empretinado caballero del Siglo de Oro, enemigo de los trabajos manuales. En el capítulo que Aráoz dedica a la Industria y al Comercio en Salta, vemos desfilar los apellidos más rancios de la nobleza salteña, cuyos miembros se dedican a menesteres que podrán ser despreciables en otros ambientes, pero que en Salta fueron y son ennoblecidos por quienes los desempeñan". (Cfr.: J. M. GUEMES, Al margen del pasado (crónica salteña), nota bibliográfica, en Historium, año VI, N.° 64 (septiembre de 1944), pp. 51 y 52).
[53] (50) Romero ha escrito una interesantísima síntesis histórica sobre dicha imagen. (Cfr.: CARLOS GREGORIO ROMERO, La imagen de Ntra. Señora de la Candelaria de la Viña (Salta), (Salta, 1940). Cierto atrevido llegó a suponer que dicho trabajo, en donde campea tanto el estilo de Romero, fuera obra de un sacerdote, quien nunca supo nada del asunto. La falta de espíritu crítico del atrevido, se desprende de sus osadas declaraciones. La historia religiosa fue muy cultivada por Romero Sosa ; la bibliografía al respecto es muy extensa. Ha estudiado iglesias, imágenes, biografías de clérigos, cofradías, etc.
[54] (51) Cuadra señalar que desde 1913, aproximadamente, a raíz de. ciertas referencias del padre Toscano, se generalizó la denominación de batalla de Castañares a la acción del 20 de febrero de 1813. Antes que Toscano, Mitre y José María Paz, habían usado también la referida denominación; pero es curioso constatar que, ni en los documentas oficiales, ni en las opiniones testimoniales, se la designa con el nombre de Castañares. (Cfr.: JUAN CÁNTER, La Asamblea General Constituyente, en ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA, Historia de la Nación Argentina, Buenos Aires, 1944, t. VI (primera sección), pp. 3-409). Frías sostuvo la exacta nomenclatura de la acción. del 20 de febrero. (Cfr.: BERNARDO FRÍAS, Historia de Güemes y de Salta, Salta, 1907, t. II, pp. 622 y 623). En una hora en que se había ya hecho carne el error histórico en el uso del toponímico, el historiador salteño, ingeniero Rafael P. Sosa, reaccionó enérgicamente propugnando por el restablecimiento del nombre exacto. (Cfr.: RAFAEL P. SOSA, ¿Batalla de Castañares o de Salta, en El Intransigente, Salta, 23 de febrero de 1941). Dicho trabajo despertó la curiosidad de los estudiosos y, en seguida, Carlos Gregorio Romero Sosa, en dos artículos con novedosas referencias bibliográficas se apresuró a conceder razón a su colega de la Junta de Estudios Históricos de Salta. (Cfr.: CARLOS GREGORIO ROMERO SOSA, Sobre el verdadero nombre de la batalla de Salta, en El Intransigente, Salta, 23 de marzo de 1941; CARLOS GREGORIO ROMERO SOSA, Nuevas aportaciones sobre el hombre de la batalla de Salta, en Nueva Época, Salta, 29 de marzo de 1941). En el asunto terció, también, el general Ricardo Solá, arribando a iguales conclusiones. (Cfr.: RICARDO SOLÁ, La batalla de Salta, en El Intransigente, Salta, 30 de marzo de 1941). Fue lamentable que este autor omitiera citar, como fuentes de consulta, las obras de Mantilla; de Rosa y de Domínguez. (Cfr.: MANUEL F. MANTILLA, Premios militares de la República Argentina, Buenos Aires, 1892, pp. 62-67; ALEJANDRO ROSA, Estudios históricos numismáticos, medallas y monedas de la República Argentina, Buenos Aires, 1895, pp. 60-68; ERCILIO DOMÍNGUEZ, Colección de leyes y decretos militares, Buenos Aires, 1898, t. I, p. 97). Posteriormente a las publicaciones de Romero Sosa y del general Solá, se editó en folleto el trabajo del ingeniero Sosa, con el agregado, además, de un plano confeccionado por el propio autor. (Cfr.: RAFAEL P. SOSA, ¿Batalla de Salta o de Castañares?, Salta, 1941). El ingeniero Sosa demostró que la denominación de Castañares a la acción del 20 de febrero de 1813, debía ser un grave dislate, repetido en distintas fuentes de la historiografía provinciana, aun en algunas publicaciones de discípulos de la corriente histórica de Bernardo Frías. (Cfr:. ATILIO CORNEJO, Significado de los nombres de las escuelas de la provincia de Salta, Salta, 1933, p. 34). Frías había sostenido con toda razón, según lo recuerda el ingeniero Sosa, que "en Castañares no se había disparado un solo tiro", rectificando a Mitre. (Cfr.: BARTOLOMÉ MITRE, Historia de Belgrano, Buenos Aires, 1887, t. II, p. 173). Denominan también batalla de Salta o acción de Salta y no de Castañares, diversos memorialistas o historiadores. Romero Sosa, en carta al ingeniero Sosa, datada en Buenos Aires, el 27 de febrero de 1943, abunda en citas y referencias, recordando las obras y trabajos de La Madrid, Darregueira, Ignacio Núñez, Muñoz Cabrera, José T. Gúido, Alejandro Sosa, Juan W. Gez. Joaquín Castellanos, Juan B. Terán, Gregorio F. Rodríguez, Mariano A. Pelliza, José Juan Biedma, Adolfo P. Carranza, Carlos J. Salas, Ramón Sotomayor Valdez. José Manuel Eizaguirre, Juan Beverina, E. M. Félix Best, Cánter, Taullard, Fray Bernardino Toledo, Elías Gasset, Sabino Pinilla, Enrique de Gandia, Udaondo, etc., todos los cuales designaron a la histórica jornada como Batalla de Salta y no de Castañares. Con la base de las investigaciones del ingeniero Sosa, el Instituto Argentino de Cultura Histórica, en 1931, aprobó una resolución en el sentido de que "no debería seguirse considerando como batalla de Castañares a la de Salta, como aun lo hacían algunos autores, y que sería conveniente la modificación de la leyenda alusiva que se encontraba en el monumento dedicado a ella, erigido en el campo de la acción, en las inmediaciones de Salta". (Cfr.: La Nación, N.º 28 de septiembre de 1941, p., col.). Toda la tradición de Salta está concordante en llamar "campo de Salta", o "Campo de la Cruz ", al teatro que fue de la acción de Belgrano. (Cfr.: JUAN GUEMES, Luz y sombra, recopilación de artículos y comentarios sobre la erección del monumento a la batalla de Salta, Salta, 1899; DAVID URIBURU, Discurso patriótico, en BERNARDO FRÍAS, Tradiciones históricas, Buenos Aires, s.d., t. V, p. 308). En diversas publicaciones relativas a la erección del Monumento 20 de febrero, en Salta, también se le da el nombre de Campo de Salta; salvo en ciertos discursos y notas que se incluyen, debidos al Padre Toscano. (Cfr.: Monumento, 20 de febrero, publicación oficial de la comisión, Salta, 1901; El monumento a la victoria de 1813, en Salta, memoria de los trabajos efectuados por la comisión encargada de su erección, Salta, 1916). Con todos estos antecedentes, el ingeniero Sosa solicitó un pronunciamiento explícito de la Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos (sic). Dicho pronunciamiento fue requerido en 1941 y sólo fue dictado en 1944 y gracias a una solicitud del entonces Interventor Federal en la provincia de Salta, general Don José Morales Bustamante. (Cfr.: La Nación, N.º, 3 de enero de 1944, p., col.). La nota del interventor Morales y el dictamen de la Comisión de Museos, por intermedio de la comisión respectiva, integrada por los doctores Ricardo Levene y Nicolás A. Avellaneda y coronel Bartolomé Ernesto Gallo, aparecieron en una publicación oficial. (Cfr.: Boletín de la Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos, Buenos Aires, 1944, año VI, N., 6, pp. 477-479). El general Morales había designado Intendente Municipal de la ciudad de Salta al ex ministro de Gobierno de aquella provincia, ingeniero Rafael P. Sosa, quien, al ser interrogado por los periodistas acerca de su parecer sobre el dictamen de la Comisión Nacional de Museos, repuso: "Yo respeto, como el que más, a dicha comisión, pero casi me atrevería a descubrir una intención conciliadora en su fallo, por cuanto la placa actual dice: “Batalla de Castañares" y la nueva dirá: "Batalla de Salta, Campo de Castañares”, apoyándose en el error consignado en una importante obra histórica. (Cfr.: El nombre de la batalla de Salta. Una resolución de la Comisión de Museos y Monumentos Históricos. Declaraciones del Intendente Municipal, ingeniero Sosa, en El Intransigente, Salta, 7 de enero de 1944). En resumen, el Intendente Municipal de Salta, hoy presidente del H. Consejo de Educación de aquella provincia, hizo suyas las palabras de Carlos Gregorio Romero Sosa en una carta, cuya copia tengo a la vista y que se encuentra datada en Buenos Aires, a 30 de noviembre de 1944 y dirigida al presidente del Centro Gral. Güemes de Residentes Salteños en Buenos Aires, Doctor Ricardo N. Messone. En la aludida carta se decía: "Es error histórico y carece de todo fundamento el llamar a la famosa batalla y al campo aludido, con el nombre de Castañares. Es ésta una denominación absurda, en este caso, ajena a toda razón geográfica, ya que Castañares es una finca campestre salteña, cuya "Sala" o "Hacienda" está a legua y media de la ciudad, siendo esta finca completamente ajena a la jurisdicción y a la nomenclatura toponímica del campo de Salta, así llamado desde los siglos de la época colonial". Por último, conviene recordar que Palomeque, al comentar las Actas del Cabildo de Buenos Aires, se refirió a las banderas de Tucumán y Salta, expresando imperativamente, con ese motivo, la denominación de Batalla de Salta. Cabe decir que Palomeque comenta el texto de documentos que así denominan a la acción del 20 de febrero. (Cfr.: ALBERTO PALOMEQUE, Actas del extinguido Cabildo de Buenos Aires, Banderas de las batallas de Salta y Tucumán, en La Revista Americana de Buenos Aires, año VIII, N., 74 (junio de 1930), pp, 1-9).
[55] (52) En mis clases en la Facultad de Filosofía y Letras, he abundado en consideraciones e investigaciones, acerca de la historia completa de los Granaderos, uno de cuyos cuerpos actuó en el Norte. Fue a ése (a) al que perteneció Romero González.
(a) NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “ese”, lo que es un evidente error de imprenta que corrijo, porque aquí es pronombre y por ello lleva acento.
[56] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “refecciona” lo que Word detecta y yo corrijo.
[57] (53) El Dr. Carlos Outes -catedrático de historia en el Colegio Nacional de Salta y ex profesor de Romero Sosa- advirtió en el discípulo su pasión por la revisión histórica. Es por eso que, a propósito de la aparición de una biografía sobre José Ignacio Gorriti, le escribía el Dr. Outes: "Amigo Romero, continúe revisando el pasado, arrojando luz sobre las maquinaciones de los "fabricantes de héroes", cuyas vistas sólo están puestas en la remuneración oficial a sus descendientes. Continúe despejando incógnitas y disipando sombras al servicio de la verdad histórica. Eso es patriotismo: recordar a los próceres para honrarlos y no, como aquéllos, para mendigar una recompensa del estado”. Y continuaba: "Vayan mis felicitaciones más sinceras, mis mejores votos para que no desmaye en la senda que recorre, superándose cada día más, pese a las piedras del camino y al gravísimo defecto que Vd. tiene, de ser muy joven y sin dinero, para gritar la verdad en los tiempos que corremos". Esta carta fue escrita en septiembre de 1936. (Conf.: CARLOS GREGORIO ROMERO, "El Gral. Dr. Don José Ignacio de Gorriti ". -Salta, 1936-). Bueno es recordar, también, que el Dr. Carlos Outes era miembro de la Junta de Historia de Salta, que fundó Romero Sosa y a la que se hizo referencia en el texto. Otro de sus miembros fue el señor Roberto Escudero Gorriti, quien compartía con Benedicto su título de "Benjamín". (Datos recibidos del Sr. Romero Sosa).
[58] (*) El autor se hace un deber decir que, para la confección de muchos de los capítulos de esta obra, ha recurrido, en materia bibliográfica, a la sabiduría de su docto y generoso maestro, el Profesor Juan Cánter, quien ha puesto en sus manos libros de su rica biblioteca privada, reunida, paulatinamente, con ejemplar criterio selectivo.
[59] (1) Conf. David Zambrano, "A Los Españoles de Salta. Discurso pronunciado el 12 de octubre de 1930, en el local de la Asociación Española de Salta" (Salta, 1930; p. 10).
[60] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “super", sin acento, lo que Word detecta y yo corrijo.
[61] (*) La carta del ilustre prelado, Miembro Correspondiente de dicha Junta de Estudios Históricos de Salta, dice:
OBISPADO DE SANTIAGO DEL ESTERO REP. ARGENTINA
Santiago del Estero, Marzo 30 de 1937.
Sr. Don Carlos Gregorio Romero Sosa. Salta. Estimado amigo:
Sobre la base de una severa documentación, nos propone Ud. en su opúsculo "El Tte. de la Guerra de la Independencia y del Brasil, Dn. Gregorio Victorio Romero y González”, una figura consular, adornada con la nobleza no sólo de la sangre, sino, sobre todo, de la virtud y del carácter.
Hay mucho que aprender en estos argentinos de la antigua estirpe, caballeros y soldados, y al mismo tiempo ejemplos de una virtud de subidos quilates, señores de su hogar y dueños de casa, tan correctos como exactos frente al deber.
Lo felicito por esta biografía, homenaje filial al ilustre guerrero. La considero educativa en alto grado. No puedo sino congratularme con Ud. y augurar todo éxito a su laudable empeño de rehacer, mediante estas interesantes monografías, toda nuestra historia patria, llamada a un lógico reajuste que dé al César lo que es del César y que exhume figuras y hechos que nos son desconocidos.
Su afán se encuadra perfectamente en la obra de esa importante Junta de Estudios Históricos, la cual, como lo dije otra vez, está resguardando las raíces del árbol centenario de las más ricas tradiciones.
Al felicitarlo cordialmente por su vasta labor, lo saluda afectuosamente. Su amigo in Christo.
Audino Rodríguez J Olmos.
Obispo de Santiago del Estero
[62] (2) Bartolomé Mitre, "Estudios Históricos: Belgrano y Güemes" (Buenos Aires, 1864). Confróntense, también, sus clásicas historias de Belgrano y San Martín.
[63] (3) V. F. López, "Historia de la Revolución Argentina".
[64] (4) Dalmacio Vélez Sársfield, "Güemes", en Bmé. Mitre, "Estudios Históricos" cit.
[65] (5) Antonio Zinny, "Historia de los Gobernadores" (T. V). Véanse, también, sus "Efemeridografías".
[66] (6) José I. de Arenales, "Bosquejo Biográfico de Alvarado ”, en José I. de Arenales, "Segunda Campaña a la Sierra del Perú, en 1821. Prólogo de Pedro de Angelis. Noticia Bibliográfica de Juan Canter" (Edic.: "La Cultura Argentina").
[67] (7) Luis V. Varela, "Historia Constitucional Argentina".
[68] (8) Adolfo Saldías, "Historia de la Confederación Argentina".
[69] (9) Joaquín Carrillo, "Historia Civil de Jujuy".
[70] (10) Ricardo Jaimes Freyre, "Historia de la República del Tucumán”.
[71] (11) También se ocupan de la historia de Salta otros memorialistas como Paz, La Madrid, Lugones, Yriarte, etc., ajenos al ambiente.
[72] (12) Sobre biografías de otras figuras importantes de la historia de Salta, de actuación en la época de la organización nacional o guerra por la Independencia, pueden verse, entre otras: la importante obra de Rafael Alberto Arrieta sobre "Gregorio Beeche y los Bibliófilos del Plata y Chile"; los trabajos de Atilio Cornejo, sobre "El Dr. Pedro Antonio Arias Velázquez " y sobre los titulares de algunas de las escuelas de la Provincia de Salta; el folleto de Manuel M. Cervera, sobre "Aarón Castellanos"; los diccionarios biográficos de Muzzio, Molina Arrotea, Marrano, Yañiz, Carranza Mármol, Villarrubia Norry, Udaondo, Yaben, etc.; los trabajos de Joaquín Tula, José María Cabezón, Julián Toscano, Casimiro López Gasteaburu, Adrián F. Cornejo, Fernández Olguin, Agustin Piaggio, José Gregorio Romero ; David B. Peña, Vicente Arias, Alberto Álvarez Tamayo, Francisco Centeno, I. José Oliva, Joaquín Castellanos, David Saravia Castro, Arturo Gambollini, José Dión Soliverez. Carlos Serrey, Vicente Saravia, Miguel Solá, Rafael P. Sosa, Alfonso Figueroa, Sara Solá de Castellanos, Bernardo González Arrili, Carlos María Saravia, César H. Guerrero, César Carrizo, Juan Cánter, Policarpo Romero, Domingo V. Gallardo, M. A. Vergara. José Palermo Riviello, Ernesto M. Aráoz, Julio César Luzzatto, Ramón S. Escala, Humberto A. Mandelli, Augusto Landa, Carlos Ruiz Santana, Carlos Alberto Silva, Juan Manuel de los Ríos, Luis Castro Bustos, Ismael Bucich Escobar, etc. Deben citarse, también, algunas monografías del autor sobre guerreros de la Independencia, sacerdotes, educacionistas, médicos, hombres públicos, etc. La historiografía de Salta, en forma de catálogo, es un trabajo en el cual, el autor, se halla empeñado desde hace varios años, merced a una generosa sugerencia recibida del sabio historiador Don Juan Cánter, cuyos estímulos agradece públicamente, declarando que mucho ha aprendido a su lado, en una inquebrantable y fraterna amistad que han sabido acrecentar los lustros.
[73] (13) Dice la Introducción: "La Junta de Estudios Históricos de la "Unión Salteña", a moción de los Miembros de Número Doctor Elio Alderete, Sr. Christian Nelson (Director del Museo Provincial de Fomento), Dr. Vicente Arias, capitán Ramón S. Escala da, Tte. Coronel David B. Peña, Dr. Atilio Cornejo, Dr. Juan B. Gudiño (Presidente del Colegio de Abogados), Sr. José Dión Soliverez, Canónigo Josué Gorriti, Sr. Rafael R. Gómez, Pbro. Doctor Carlos Reyes Gajardo, Doctor Antonio Álvarez Tamayo, R. P. Fray Rafael Gobelli (O.F.M.), Dr. Carlos A. Saravia Usandivaras y R. P. Fray Alfonso de la Sagrada Familia, se ha creído en el deber de propiciar un sencillo pero elocuente homenaje a la memoria del guerrero, solicitando de la Academia Nacional de la Historia -que con tanto acierto preside el historiador Dr. Ricardo Levene -, la inclusión de sus datos biográficos en el proyectado "Diccionario Histórico-Biográfico Americano"[73], al par que auspiciando la reedición, con amplias correcciones, del folleto evocativo, escrito con verdadera devoción y justicia por el historiador señor Carlos Gregorio Romero Sosa, biznieto del héroe y Miembro de la junta, colega este que está realizando afanosamente, una obra intensa de revalorización, digna de ser mencionada con aplauso".
"El presente trabajo marca el rumbo de la Junta de Estudios Históricos, empeñada en una obra de conjunto y de acción integral. Sus móviles son los de contribuir al esclarecimiento de la historia de Salta, al par que de colaborar con las instituciones afines, especialmente con, la Academia Nacional de la Historia".
La biografía que se publica, goza de originalidad, puesto que no existe un trabajo de conjunto sobre la vida del Tte. Romero y González, vida que fue de sacrificio y de austeridad, como la de todos los hombres de su generación.
"Bernardo González Arrili, en la segunda edición de sus "Retratos a Pluma" (en preparación) y el Capitán de Fragata Don Jacinto R. Yaben, en sus "Biografías Argentinas y Americanas", destacan la actuación del bravo militar, dedicándole páginas justicieras. El señor Don Christian Nelson, en sus "Notas sobre la Industria Harinera en Salta”, exhuma datos valiosos en relación a la labor industrial del Tte. Romero y González. El Pbro. Dr. Don Ciarlos Reyes Gajardo, en sus "Apuntes Históricos sobre San Carlos del Valle Calchaquí”, menciona, brevemente, la actuación de este prócer salteño, y Carlos Gregorio Romero Sosa, en su "Reseña Biográfica del Gral. Dr. José Ignacio de Gorriti ", al igual que en su "Pincelada Biográfica del Coronel de la Independencia Don Jorge Torino de Viana " y en sus "Conceptos sobre el Liberalismo del Gral. Dr. Don José Ignacio dé Gorriti", ahonda también mucho en este sentido".
"Pero no existía un trabajo global y muy lógico y justo era, entonces, que la Junta de Estudios Históricos de la "Unión Salteña" hiciera algo al respecto. A ese afán patriótico -ya que es también acto de patriotismo el recordar a los que fueron grandes por su hidalguía y entereza moral-, obedece la reedición del interesante opúsculo, escrito por el biznieto del prócer, sin otra pretensión (a) -según puede testimoniarlo la junta- que la de mostrar a las generaciones actuales una vida austera y ejemplar de antaño, que supo luchar por el bienestar y por la Independencia de su suelo, llevando su sable hasta la contienda con el Imperio del Brasil, en defensa del honor nacional".
"Al publicar este opúsculo, la Junta de Estudios Históricos cree saldar, siquiera sea en, parte, una deuda de gratitud y cumplir con el lema de la "Unión Salteña": "Educación y Organización", palabras estas que, puestas en práctica, constituirán las piedras angulares de la futura civilización argentina.- Firmado: LA JUNTA DE ESTUDIOS HISTÓRICOS. Salta, Mayo 4 de 1938. (Esta Introducción pertenece a los señores José Dion Soliverez y Christian Nelson ).
Véase: Carlos Gregorio Romero Sosa, "El Tte. de la guerra con el Brasil Don Gregorio Victoria Romero y González; guerrero de la Independencia, 2.ª Edición". (Salta, 1938. Imprenta Crespo; p.p. 7 a 9. Edición: "Unión Salteña. Junta de Estudios Históricos".
La primera edición de este trabajo fue publicada, en 1937, por la "Unión Salteña, Sociedad Provincial de Fomento", en la misma Imprenta Crespo, en la ciudad de Salta. Es un folleto de 24 páginas, en 18 x 12. La segunda edición, corregida y ampliada, en un folleto de 70 páginas, en 18 x 13.
[74] (14) Cartas hoy en poder del autor, por atención del Dr. Juan Manuel Duclos Peña, nieto del historiador Peña. Sobre este historiador salteño, véase: Carlos Gregorio Romero Sosa, “Manuel Peña, Un Estudioso Salteño y Obrero Infatigable de la Historiografía Argentina”, en “El Intransigente”. Salta, 20 y 21 de abril de 1942. Conf.: Domingo V. Gallardo, “Un Civilizador, Manuel Peña”, en “Libertad”. Buenos Aires, 6 de junio de 1944.
[75] (*) El ex Rector del colegio Belgrano, de Salta, R. P. Telesforo Murguzur (C. R. L.), con la especial atención que le caracteriza y que, dentro de la familia de Romero hace se le considere como un pariente próximo y mejor amigo, se ocupó también de obtener datos sobre el prócer. A ese respecto, escribía desde Buenos Aires a Don Policarpo Romero, con fecha 1.° de febrero de 1930, diciéndole: “Hace algunos días hablé con el Vice‑Director del Archivo General de la Nación, Doctor Corbet Franco, y me mostró los servicios que su abuelo Don Gregorio Romero prestó como Teniente en el año 1828, asegurándome que iba a revisar los años anteriores con más prolijidad”. (Carta en poder del Sr. Policarpo Romero, en Salta).
[76] (15) Conf.: Leandro Fernández Arregui (C.R.L.), “Oración Fúnebre pronunciada por el Miembro de Número de la Junta de Estudios Históricos, en la Iglesia de Ntra. Sra. de la Candelaria de la Viña, en el homenaje rendido por la Primera Reunión de Historia del Norte a los Próceres de la Independencia, Tte. Don Gregorio Victorio Romero y González y Coronel Pbro. Doctor José Toribio Tedín ” (Salta, 1938).
[77] (16) Conf.: Jacinto R. Yaben, “Biografías Argentinas y Sudamericanas” (T. V°; p.p. 314 a 316).
[78] (17) Conf.: Ricardo Cuartero Jáuregui, “Evocando a un Prócer Salteño Olvidado. El Tte. de la Guerra con el Brasil, Don Gregorio Victorio Romero y González”, en “El Pueblo” (Salta, 27, de marzo de 1940).
[79] (18) Conf.: Pablo A. Lagos Lasserre, “El Tte. de la Guerra con el Brasil, Don Gregorio V. Romero y González. Apunte Biográfico', en “El Pueblo” (Salta, 31 de mayo de 1940).
[80] (19) Todos los trabajos citados se publican en el Apéndice, juntamente con el apunte del Dr. Bernardo Frías, con el homenaje tributado al prócer por la Primera Reunión de Historia del Norte, mediante la moción suscrita por el historiador Mandelli, etc.
[81] (*) Nos referimos a la llamada Junta de Estudios Históricos de la “Unión Salteña”.
[82] (20) Conf.: Leandra Fernández Arregui, Op. cit. Este folleto, agotado al presente, se reedita en el Apéndice. Las crónicas de este homenaje se publicaron en los diarios salteños. Véase: “La Provincia” (Salta, 22 de octubre de 1938. “Dos homenajes a Próceres Salteños tributa (a) la Reunión de Historia- y “Con Firme Éxito siguieron los Actos de la Reunión de Historia. En la Iglesia de la Viña se efectuaron significativos homenajes”, en “Nueva Época” (Salta, 21 de octubre de 1938).
(a) En el original dice: “tribut”, lo que Word detecta y yo corrijo.
[83] (*) Acorde al propósito de este libro, bien vale recordar un concepto de Cárcano: “La vida del grande hombre -dice- no es solamente la que interesa a la posteridad. Podría sostenerse, como alguien ha dicho –agrega- que la vida de todo ser humano es interesante. Encierra alguna enseñanza positiva o negativa- (Ramón J. Cárcano, “Introducción” a “Escritos Históricos del Coronel Manuel A. Pueyrredón. Publicados por Carlos Alberto Pueyrredón”. Bs. As., 1929). El Dr. Adolfo Güemes, en 1921, propiciaba ya la iniciativa de estudiar la vida de los héroes anónimos de Salta.
[84] (1) Sus nietos Don Policarpo Romero, Rda. Madre Margarita María Romero (Religiosa Esclava del Corazón de Jesús ); Hna. María del Socorro Romero (Religiosa Esclava del Corazón de Jesús); Sor María del Valle Romero (Religiosa del Buen Pastor d'Angers); Dr. Vicente Arias y Sr. Pascual Arce ; sus nietas políticas, Dña. Ana María Sosa Dávalos de Romero, Dña. Francisca Güemes de Arias, Dña. Genoveva Villanueva Escala de Arias, Dña. Francisca Esther Arias de Arias, y Dña. Angela Peñaloza de Arce; sus bisnietos Carlos Gregorio Romero Sosa, Dr. Flavio René Arias Fleming, Sr. Nolasco Arias Fleming, Sra. Alicia Arias Fleming de Bavio Arias, Sra. Serafina Arias Toranzos de Coll; Dr. Carlos Arias Castro, Sra. Dolores Arias Castro de Kurtz; Srtas. Cornelia y Sara Arias Castro; Sra. Elena Arias Castro de Cabrera; Sra. Fidelina Figueroa Arias de Solá;° Sr. Pedro Bertrés Arias; Sra. Sarah Bertrés Arias de Bassani; Sr. Vicente Nicolás Arias Villanueva; Sra. María Inés Lía Arias Villanueva de Arias Arias; Sra. Guillermina Arias Villanueva de Zuviría Uriburu, Sta. Susana Arias Villanueva; Sra. Josefina Arias Villanueva de Juárez Matorras; Sra. Nelly Esther Arias Arias de Lérida; Sra. Martha Estela Arias Arias de Ranea y Sr. Juan Pablo Arias Arias; sus bisnietos políticos: Ing. Héctor A. Bavio Arias, Sr. Mariano Coll; Sr. Ricardo Solá Rivero; Sr. Luis Bassani; Sr. Luis Felipe Arias Arias y Sr. Américo Enrique Kurtz; sus tataranietos: Ing. Guillermo Solá Figueroa, Dr. Guillermo Solá Figueroa, Sra. María Fanny Solá Figueroa de Figueroa Aráoz, Srtas. Susana y Lidia Solá Figueroa, Sr. Gerardo Bavio Arias, Srtas. Olga y Estela Bavio Arias, Sr. Mariano Coll Arias, Srtas. Elena, María Raquel y Teresa Coll Arias, Sres. Julio, Gerardo, Marcelo, Jorge y Roberto Coll Arias, Srta. Susana Matilde Kurtz Arias, cadete Luis María Bassani Bertrés Arias, Srta. María Martha y Violeta Judith Bassani Bertrés Arias; tataranieto político; Dr. Roberto Figueroa Aráoz Castellanos; chozno: Sr. Ricardo Manuel Figueroa Solá. Nótese que no figuran los nombres de varios señores esposos de descendientes del prócer. La razón es lógica: Cuando tuvo lugar el homenaje, no se ligaban en parentesco alguno, por no haber contraído aún matrimonio. (a)
(a) Después de La razón es lógica, es el original hay un punto. Imagino que es un error de imprenta porque corresponden los “dos puntos” que habilitan la siguiente oración.
[85] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “al” lo que corrijo.
[86] (2) Ofició la misa solemne el Sr. Cura Rector de Nuestra Sra. de la Candelaria, R. P. Juan Iñurritegui Gastañaga (C. R. L.), virtuoso sacerdote hoy fallecido. Fue asistido -en el oficio litúrgico por los R.R. P.P. Fray Rafael Gobelli y Leandro Fernández, ambos miembros de Número de la Junta de Estudios Históricos.
[87] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “parentezco”, por un evidente error de imprenta, lo que Word detecta y yo corrijo.
[88] (3) El oficio fúnebre contó con la presencia del entonces Gobernador de la Provincia de Salta, Dn. Luis Patrón Costas; del Vicario General de la Arquidiócesis, Monseñor Carlos M. Cortés; del Ilmo. Señor Abad Mitrado Monseñor Ubaldo Abalía ; de Miembros de la Junta de Estudios Históricos, sacerdotes, delegaciones del magisterio, amigos de la familia, etc.
[89] (4) El señor Reyes Gajardo comenzó su disertación diciendo: “En el silencio de los Valles Calchaquíes, otrora reducto de los guerreros por la Independencia, con San Carlos y Molinos y Cachí a la cabeza, he estudiado con emoción, la vida de muchos próceres aun no conocidos por la crónica histórica, como es el caso del altivo y cristiano varón (a) sobre el cual voy a decir unas pocas palabras para mostrar su biografía, así sea sintética, cumpliendo el honroso encargo de la “Unión Salteña”.- La breve disertación del Sr. Reyes Gajardo versó sobre “Don Gregorio Victorio Romero y González y otras figuras ignoradas de la guerra de guerrillas”. Le siguió en el uso de la palabra el señor Capitán Ramón S. Escala.
(a) En el original dice: “varon” por un evidente error de imprenta, lo que Word detecta y yo corrijo.
[90] (5) El folleto lleva, como prólogo, una carta del Director del Museo Provincial de Fomento de Salta, señor Dn. Christian Nelson. Está datada en Salta, el 2 de abril de 1937 y comienza diciendo: “Teniendo conocimiento de que el 15 de abril próximo se cumplen 76 años al fallecimiento de su ilustre bisabuelo, el guerrero de la Independencia y del Brasil, Teniente Don Gregorio Victorio Romero y González y conociendo los preparativos del homenaje que le rendirán sus familiares, se ha creído oportuno que la “Unión Salteña” auspicie la publicación del folleto recordatorio que, Ud. ha escrito y que he leído con gran interés”.
Por su parte, el tradicionalista Don José Dion Soliverez, en carta que escribió al Doctor Vicente Arias, a raíz del homenaje, le decía: “Considero que la “Unión Salteña” ha dado un bello ejemplo de patriotismo y de justicia histórica, organizando una serie de actos que han de sumarse a los iniciados por la ilustre familia del prócer Romero y González, colaborador eficaz del General Güemes” (Carta al Dr. Vicente Arias, fechada en Salta el 12 de abril de 1937).
[91] (6) El mayor de los nietos del prócer, el señor Don Pascual Arce, en nombre propio y de los señores Policarpo Romero y Dr. Vicente Arias y del autor, envió una carta de agradecimiento a la “Unión Salteña” por los homenajes realizados y por la asistencia oficial al acto de la Parroquia de Nta. Sra. de los (a) señores Miembros de la Junta de Estudios Históricos: Sr. Christian Nelson, Dr. Carlos A. Saravia Usandivaras, Dr. Juan B. Gudiño, Dr. Antonio Alvarez Tamayo, R. P. Dr. Leandro Fernández Arregui, Capitán Ramón S. Escala, R. P. Fray Alfonso de la Sagrada Familia, Sr. José Dion Soliverez, Dr. Adolfo Machi, Pbro. Dr. Carlos Reyes Gajardo, Tte. Coronel Pedro B. Podestá, Ing. Víctor Zambrano, Sr. Rafael R. Gómez y Sr. Carlos N. Benedicto.
(a) Sic; aquí hay un evidente error u omisión de imprenta, porque falta el nombre de la Parroquia ¿Será “de los Milagros”?
[92] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “falanje" por un evidente error de imprenta, lo que Word detecta y yo corrijo.
[93] (1) De una de esas familias españolas proviene el conquistador del Río de la Plata, Don Juan Romero, cuyos datos pueden verse en “Documentos Relativos a las expediciones de Don Pedro de Mendoza”, recopilados por Don Enrique A. Peña; en “Crónica del Magnífico Adelantado Don Pedro de Mendoza”, por el Dr. Enrique de Gandia; en “Conquistadores del Río de la Plata”, por el Dr. Ricardo de Lafuente Machain; en “Fundación y Despoblación de Buenos Aires”, por José Torre Revello, etc. De origen puramente español es también el famoso Romero de Pineda que tanto ha dado qué (a) hacer a los historiadores rosarinos (Véanse, entre otras, la docta obra de Juan Álvarez, “Historia de Rosario', (Rosario, 1943) y las monografías de Chaparro, Amuchastegui, del Doctor Calixto Lassaga, Fernández Díaz, etc.
(a) En el original dice: “que”, por un evidente error de imprenta, lo que corrijo porque aquí es sustantivo y debe llevar acento.
[94] (2) Esta tradición del origen francés de la familia ha sido conservada en ella con mucho fervor y con muestras de legítimo orgullo. 'Monseñor José Gregorio Romero y Juárez, que fue Obispo de Salta, la cita en sus apuntes manuscritos sobre historia regional salteña y en su correspondencia. “Mi familia no tiene ningún punto en común con la de Romero de Pineda, de la cual Ud. se sirve enviarme datos -dice en carta a su pariente, el ilustre Obispo Monseñor Gregorio Ignacio Romero-. Mi familia es francesa en su origen y de ellos nos preciamos, como también de nuestra ascendencia española que nos une y vincula al gran pueblo del Cid. Mi familia y la suya es la misma y arrancan ambas de un origen común” (Carta de Monseñor Don José Gregorio Romero y Juárez a Monseñor Gregorio Ignacio Romero. Copia, sin fecha, en el Archivo que fue del Obispo Romero, de Salta. Archivo del autor. “Papeles de Monseñor Romero”).(a) El Sr. Policarpo Romero, en sus valiosos e inéditos “Apuntes para la Biografía de Monseñor Romero”, trae el dato concreto, basándose en el testamento del Guerrero de la Independencia, Don Gregorio Victorio Romero y González. Sobre el particular. el autor ha consultado fuentes respetables, como ser la tradición de familia conservada por la Rda. Madre Margarita María Romero, el Dr. Vicente Arias, el Sr. Pascual Arce, Sor María del Valle Romero y el Sr. José Dion Soliverez.
(a) En el original no constan las comillas de cierre, lo que corrijo.
[95] (3) Sobre los orígenes genealógicos de la familia de Saravia, como descendiente de Tupac Yupanky, hemos obtenido datos del Sr. Enrique Amadeo Campos Urquiza, descendiente de la casa de Álvarez de Toledo y Figueroa, entroncada a la de Saravia.
[96] NOTA DEL RECOPILADOR: El latín no lleva acentos, pero no lo corrijo derivando la cuestión al hijo del autor.
[97] (4) Monseñor Romero y Juárez, en sus apuntes manuscritos, cita al respecto, tradiciones escuchadas a Doña Tránsito Romero de la Corte, a Doña Carmen Eguren, a Doña Barbarita Romero de Quiroga y a Don Tomás Sosa Romero.
[98] (5) Ver Niceto Alonso Peruio y José Pérez Angulo, “Diccionario de Ciencias Eclesiásticas” (T. VII; p. 50).
[99] (*) Después, Obispo de Salta.
[100] (6) Carta del Doctor Facinelli a Mons. Romero y Juárez, fechada en Castell Gandolfo, el 5 de enero de 1901 (Arch. de Mons. Romero, en Salta).
[101] (7) Carta cit.
[102] (8) Monseñor Romero y Juárez partió a Roma, en el “Duquesa di Génova”, acompañando al entonces Obispo de Salta, Monseñor Matías Linares y Sanzetenéa, a fin de asistir a dicho Congreso. Se hospedó en el Pio Latino y conoció en el Museo del Vaticano al Dr. Facinelli, joven sacerdote, muy amigo del Cardenal Rampolla, con quien también trabó amistad Monseñor Romero.
[103] (9) Facinelli, carta cit.
[104] (10) Archivo del Museo Provincial de Fomento, de Salta (sección: “Historia”. Carpeta: “Extranjeros”. Legajo: “Suizos”). Véase: Carlos Gregorio Romero Sosa, “La Salta Vieja”, en “La Provincia” (Salta, 15 de enero de 1937). De esta familia suiza, de Romeur, fue rama la que formó en Salta el Sr. Leopoldo Romer, hombre laborioso y múltiple, Profesor del Colegio Nacional de Salta, comerciante en pieles, gran lector de los clásicos franceses -cuyo idioma dominaba perfectamente-, relojero, como casi todos los suizos, y agricultor de reconocido mérito. (Datos aportados al autor por Don José Dion Soliverez, Don Pascual Arce y Don Santiago Salinas ). El Sr. Leopoldo Romer se radicó en Salta a fines del siglo pasado, vinculándose por fuertes lazos amistosos a la familia del Obispo Romero y Juárez. Este prelado, siendo ya Obispo, visitaba, con gran familiaridad, al señor Romer y a los suyos, en la propiedad rural de “La Silleta”. Lo acompañaba el entonces seminarista Don Miguel Angel Vergara, hoy canónigo de la Metropolitana de Salta.
[105] (11) Archivo del autor. (Carta que le fue dirigida desde Tharbes por el Pbro. François Denet, con fecha 12 de marzo de 1937).
[106] (12) El autor, al mencionar estos datos, no lo hace para satisfacer su vanidad, ni para enaltecer a su familia, como lo pensarán esos malévolos espíritus que se revuelcan en el propio lodo de sus perversidades; esos seres tarados, de empequeñecida mentalidad, rumiadores del pienso ajeno y arquetipos de la imbecilidad jerárquica. A tales espíritus que no saben interpretar las cosas -o que las interpretan torcidamente- cuadra recordarles la importancia científica que poseen los estudios genealógicos y que se ve bien claro en las palabras que sirven de prólogo a una importante obra del Dr. Ricardo de Lafuente Machain: “La nueva orientación dada a los estudios históricos, científicos y sociales durante el siglo anterior y refirmada en lo que va del presente, ha puesto de relieve la importancia que tienen los antecedentes de familia y de la herencia, en la formación espiritual de los individuos, así como también para el diagnóstico de sus enfermedades, y, en el orden social, el conocimiento de la característica que preside la formación de los grupos y, por ahí, han vuelto a resurgir los estudios genealógicos en todos los países, inclusive en los tradicional y ejemplarmente democráticos como Suiza y los Estados Unidos, (debiendo citarse en éste, la existencia de la importante institución llamada Genealogical Society), y la difusión alcanzada en algunos países de Hispano-América, como Chile, que cuenta con un buen número de eruditos cultores, cuyas obras figuran, honrosamente, entre las primeras de su género (Conf.: R. de Lafuente Machain, "Los Sáenz Valiente Aguirre". Buenos Aires, y1938; p.p. 10 y 11. Con respecto a la Genealogía Argentina, véase: Enrique de Gandia, "Los Gandia").
[107] (13) Por honestidad literaria, el autor deja expresamente testimoniado que no ha leído el libro de Pierre Commines. La información que aquí se apunta es tomada de segunda mano. En la biblioteca que perteneció al historiador Dr. Tamayo, Alberto Álvarez en la Ciudad de Salta, existía sólo un pequeño raro libro de Jean Mafieau, "Genealogies" (París, 1902), de donde se obtuvieron estos datos, por gentileza del Dr. Álvarez Tamayo, cuyo fallecimiento aún hoy lloramos. El libro de Commine es muy difícil de ser encontrado.
Con respecto al origen hidalgo de la familia no cabe duda alguna. Por eso insistimos siempre en mencionar a Don François Romeur de la Croix et-Sevigne como uno de los hidalgos de la reverenciosa Salta del siglo XVIII. (Véase: Carlos Gregorio Romero Sosa, "Fábregas Molinedo. El Místico Salteño del Pío Latino. Prólogo de Domingo V. Gallardo. Portada de S. E. R., Don Roberto y Tavella, Arzobispo de Salta". Bs. As., 1943 página 48).
[108]
(14) Jean Maljeau, op. cit. (p.
56).
[109] (15) Eric Morery, “Novilieur
Francais” _(T. IV; p. 143).
[110] (16) Conf.: Joseph du Boisdrón, “Les Tyrans” (Paris, 1926; Cap. II; p, 246).
[111] (17) Doña Maria Cleurs, aparece emparentada a la familia de los Duques de Guisa, de la que proviene Don Enrique I de Lorena, Tercer Duque de Guisa, Principe de Joinville. Par y Gran Maestre de Francia, Gobernador de Champañe y de Brie, nacido el 31 de diciembre de 1550 e hijo de Ana de Austria y de Francisco de Lorena.
[112] (18) J. Pheliphe Duruy, “Novilieur”, cit. por Maffeau, Op. cit., quien, también cita al respecto a Commines, Op. cit. (T. 1.9, p. 218).
[113] (19) Según datos de Commines, anotados por Maffeau, como tomados del “Novilieur” (T. I:°; p. 34).
[114] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “tubo” por un evidente error de imprenta que corrijo.
[115] (20) Estos datos, tomados de las partidas de nacimiento existentes en el Obispado de Tharbes, fueron enviados al autor, desde Francia, por el Pbro. Francisco Denet, en 1937).
[116] (21) Apuntes de Monseñor Romero y Juárez.
[117] (22) Datos enviados por el Pbro. Denet, desde Francia.
[118] (23) Archivos de la Curia Eclesiástica de Salta. Libro de Actas Matrimoniales. Matrimonio de Don François Romeur. Año 1760. F. 96.
[119] (24) Consta que “Romeur de la Croix era natural del Languedoc, en el Reino de Francia”(a), por la partida de nacimiento de Doña Manuela Romero González de Sosa, hija del citado personaje y esposa de Don Pedro Porcel de Peralta. Su partida se conserva en el Archivo Parroquial de la Iglesia de Ntra. Sra. de la Merced, en la ciudad de Salta. (Dato del Pbro. Marcos Lira, cura Rector de la Parroquia de la Merced).- El Dr. Dn. Raúl de Zuviría, estudioso de los orígenes familiares de Salta, ha comprobado también documentalmente, en investigaciones particulares, la nacionalidad francesa de Romeur de la Croix. Además, en el testamento de Don Gregorio Victoria Romero y González, se dice que su padre era “natural de Unchat, en el Reino de Francia”. (Archivo General de la Provincia de Salta. Protocolos del Escribano Don Mariano Zorreguieta. Año 1859. Copia legalizada en el Archivo Particular del Autor).
(a) En el original no constan las comillas de cierre, lo que corrijo.
[120] (25) La familia mencionada de Romero, en Chile, es ilustre y de viejo arraigo y distinción. Aún subsiste y también modificó su apellido francés, castellanizándolo en Romero. Aún conserva, por tradición, la idea del parentesco con la familia salteña de referencia. (Datos aportados a Don Policarpo Romero por el señor Coronel Don Teodolindo S. Linares, del Ejército Argentino). Sobre Don Mateo de Toro Zambrano y Ureta, véase: Juan Luis Espejo, “Nobiliario de la Capitanía general de Chile”.- Es curioso señalar que a Chile llegaron muchísimos franceses en los siglos XVII y XVIII, según lo puntualizan historiadores chilenos. (Conf.: Benjamín Vicuña Mackenna, “Historia de Valparaíso”).
[121] (26) Anotaciones de carácter familiar, manuscritas de Monseñor Romero y Juárez. (Arch. del Autor).
[122] (27) J. Rivas Kasab, “Comerciantes del Puerto”. (Bs. As., 1927;.p. p. 79 y 99).
[123] (28) Anotaciones cit. de Mons. Romero y Juárez.- Don François Romeur de la Croix, francés, no debe ser confundido con Dn. Francisco Romero, español. Este último personaje actuó en Buenos Aires en la misma época del francés Romeur de la Croix, su casi homónimo. Figura como Teniente en viejos documentos en los que hace pagos a la Aduana por tabacos y azúcar, ramos en los que comerciaba. (Ver: “Antecedentes de Política Económica en el Río de la Plata. Documentos originales de los siglos XVI a XIX, seleccionados en el Archivo de Indias, de Sevilla. Coordenados y publicados por Roberto Levillier ”, T. I ° Madrid, 1915; p. p. 143, 149, 186 y 215). Tampoco hay parentesco alguno entre el francés, antecesor de Monseñor Romero y Juárez, y el famoso Romero de Tejada, sobre quien escribieron Cárcano, Castro Esteves, Bosse, Galván Moreno y otros.
[124] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “braso” por un evidente error de imprenta, lo que Word detecta y yo corrijo.
[125] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “inhato" por un evidente error de imprenta, lo que Word detecta y yo corrijo.
[126] (29) y (30) Anotaciones cit. de Mon. Romero y Juárez.
[127] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “señudo” por un evidente error de imprenta, lo que Word detecta y yo corrijo.
[128] (31) Conf.: Luis Roque Gondra, “Historia Económica de la República Argentina”. (Bs. As., 1943; p. 144). Bien puede decirse de la Salta de entonces lo que Groussac señala para Buenos Aires: “General era el bienestar, como que entre ricos y pobres de la clase decente, todos relacionados y más o menos parientes, las diferencias de fortuna poco trascendían a las costumbres y gastos caseros, igualmente sencillos. Con excepción de algunas familias opulentas de altos funcionarios y representantes de pingües monopolios, que gastaban lujo importado y servidumbre de estilo, las demás se confundían en la misma medianía bonachona, exenta de ostentaciones y apuros.
Hacendados, curiales, covachuelistas reales o comerciantes, eran propietarios de su hogar, dueños de muchos o pocos esclavos de ambos sexos, cuyas variadas industrias casi reducían el gasto exterior a los trapos y artículos de “tienda”. La frugalidad, unida a la fe, hacía llevadera la voluntad de Dios. Baratísima la vida, modestos los gastos y poco menos que gratuitas las diversiones lícitas, se atesoraban los ahorros de muchos años para hacer frente a cualquier eventualidad”. (Conf.: Paul Groussac, “Santiago de Liniers. Con Prólogo de Alfonso de Laferrere. Ediciones Estrada. “Biblioteca de Clásicos Argentinos”. Bs. Aires, 1943; p. p. 38 y 39).
[129] (31 bis) Ver: Concolorcorvo, “El Lazarillo”. (Edic. Junta de Historia y Numismática Americana)
[130] (32) Archivo General de la Prov. de Salta (“Libro de Temporalidades Jesuíticas”).
[131] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “meztisos" por un evidente error de imprenta, lo que Word detecta y yo corrijo.
[132] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “maza” por un evidente error de imprenta, lo que Word detecta y yo corrijo.
[133] (*) En 1773 decía, de la ciudad de Salta, Concolorcorvo : “Los principales (vecinos) son robustos; la gente plebeya experimenta una especie de sarna. El resto de habitantes es de mercaderes, cuya mayor parte o la principal se compone de gallegos”. El sagaz Concolorcorvo trae una buena descripción de la Salta del siglo XVIII'“. (Ver: Concolorcorvo, “El Lazarillo de Ciegos Caminantes. Desde Buenos Aires hasta Lima 1773” Edic: Solar. Bs. As., 1942. Recomendamos esta edición por estar agotada la de la Junta de Historia y Numismática).- Solá por su parte, se ha referido a la arquitectura de esa época. (Ver: Miguel Solá, “Arquitectura Colonial de Salta”).
[134] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “emprezas” por un evidente error de imprenta, lo que Word detecta y yo corrijo.
[135] (33) Archivo General de la Provincia de Salta.- Sección judicial. Protocolo del Escribano Francisco López y Ceballos. Año 1754 (folios 36 y 39).
[136] (34) Ibídem, Año 1756 (f. 13 vuelta).
[137] (35) Ibídem, (f. 22).
[138] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “séan”, con acento, por un evidente error de imprenta, lo que Word detecta y yo corrijo.
[139] (36) Ibídem, (fs. 24 a 27).
[140] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “vencindario” por un evidente error de imprenta, lo que Word detecta y yo corrijo.
[141] (37) Monseñor Romero y Juárez -su biznieto- señala en sus anotaciones inéditas que escuchó estas tradiciones a Dn. Tomás Sosa Romero, a Dña. Grimanesa Arias de Figueroa ; a Dña. Juana Pardo, a Dña. Bárbara Romero de Quiroga, a Dña. Silvia Peralta, a Don Ramón San Millán ; a Don Juan Pablo Arias de la Corte, a Don Gerónimo Zambrano Arias y a su anciana tía materna Dña. Fortunata de la Corte de Peña.
[142] (38) Anotaciones cit. de Monseñor Romero y Juárez. No era raro que un extranjero ocupara puestos en las Indias Españolas. La explicación puede verse en Diego Luis Molínari, “Trata y Extranjería”, cap. V°, en Diego Luis Molinari, “Datos Para el Estudio de la Trata de Negros en el Río de la Plata”, 2.ª Edic.” (Bs. As., 1944). Conf.: Vicente D. Sierra, “Los Jesuitas Germanos en la Conquista Espiritual de Hispano-América” (Bs. As., 1944; pp. 82 y siguientes).
[143] (*) “También en Jujuy se inició una fuerte amistad entre Romero y los Gorriti, amistad que se perduró fraternalmente en los descendientes.
[144] (39) Conf.: Martín G. Figueroa Güemes, “Los Padres del Gral. Martín Güemes”, en “La Nación”. (Bs. Aires, 5 de septiembre de 1943).
[145] (40) Después de prolijas investigaciones he podido llegar a establecer dónde se ubicaba la casa natal del Gral. Güemes, en la Ciudad de Salta. Remito al lector a mi trabajo: “La Ubicación del Solar Nativo del General Güemes, en la Ciudad de Salta”, en “Norte”, (Salta, 9 de sept. 1943).- El Dr. Atilio Cornejo, en diciembre de 1944, según una información del diario “El Intransigente”, habría descubierto (sic.) algo que ya estaba descubierto. Ver: Carlos Gregorio Romero Sosa, “Solicitada. Sobre una Investigación Histórica”, en “El Intransigente”. (Salta, 7 de enero de 1945).
[146] NOTA DEL RECOPILADOR: Sin acento en el original, por un error de imprenta que destaca Word, lo que corrijo.
[147] (41) Conf.: B. Frías, “Historia de Güemes y de Salta” (T. 1.0).- Ricardo Rojas dice: “Viejos de estrado y de novena, mozos de calzón corto y de chorrera, cabildantes de espadín y de casaca, damas que saludaban con el “ave-maría- y reverenciaban como sagrado el nombre del rey, tal era aquella casta de los magistrados coloniales, como lo eran el padre y el abuelo materno de Güemes: el Tesorero Don Gabriel de Güemes Montero y el general Don Martín Miguel de Goyechea ”[147]. (Conf.: Ricardo Rojas, “Güemes”, en Ricardo Rojas, “Los Arquetipos”, en “Obras de Ricardo Rojas”).
[148] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “aristrocracia" por un evidente error de imprenta, lo que Word detecta y yo corrijo.
[149] (42) Archivo Parroquial de la Iglesia de Ntra. Sra. de la Merced, en la Ciudad de Salta. (Libro de “Matrimonios”. Año 1774.- Atención del Sr. Canónigo Don Josué Gorriti ).
[150] (*) Doña María del Tránsito González era hermana de Don Bernardo González (después sacerdote) y de Don Mariano González, esposo de Dña. María Manuela Sarverri, matrimonio este último formador de las ramas de Ovejero-González, Todd-González, Anzoátegui-González, Alicedo-González, etc. De la rama de Don Bernardo González nacieron los González Gorriti, entre cuyos vástagos fue representativa Doña Deidamia González Gorriti de Saravia, quien sentía veneraciones por la memoria de su tío, el guerrero Don Gregorio Romero González.
[151] (43) B. Frías, "La Salta Vieja". (Obra inédita en poder de sus deudos, en Salta)-Ramos Mejía dice, con toda exactitud: "La familia de noble abolengo y de grandes pergaminos, fue en el interior tal vez más común que en Buenos Aires. Especialmente en las del centro y norte, parecía difícil encontrar una que no procediera de la más pura nobleza española, o no tuviera en sus antepasados un conquistador, virrey u orgulloso mitrado, mantenedor de la tradición de soberbia aristocracia". (Conf.: José María Ramos Mejía, "Rosas y su Tiempo". T. 1°; pp. 167 y 168. Bs.
[152] (44) Conf.: Carlos Gregario Romera Sosa, “El Coronel de la Independencia Dn. Jorge Torino de Viana. Pincelada Biográfica”. (Salta, 1938; p. p. 37 y 38). En esta monografía se transcribió íntegra el acta pertinente, publicándola por vez primera. De esa publicación la tomó, para uno de sus trabajos, el historiador Miguel Solá, sin mencionar la procedencia.
[153] (*) La llamaban “La tesorera”, por ser esposa del Tesorero Real. Datos sobre ella y su ilustre marido pueden verse en B. Frías, “Historia de Güemes y de Salta”; en Ricardo Rojas, “Los Arquetipos” y en el citado artículo de Martín G. Figueroa Güemes. El meticuloso historiador de los correos argentinos, Don Ramón de Castro Esteves, documenta el dato de que en 1778, el Tesorero Güemes fue Administrador de Correos de Salta. Conf.: Ramón de Castro Esteves, “Historia de Correos y Telégrafos”. (T. II, p. 179).
[154] (45) Datos tomados por Don Lucio Matorras de la Curia Eclesiástica de Salta. El autor los recibió por atención del propio Sr. Matorras.
[155] (46) Archivo General de la Provincia de Salta.- Sección Administrativa. Carpeta de 1804. “Asuntos varios”. Con respecto a la fisonomía de Salta en el siglo XVIII, véase: Alberto Álvarez Tamayo, “Salta en el Siglo XVIII”. (Salta, 1921).- Poca diferencia existía entre la vida colonial de Salta y la altoperuana, admirablemente descripta por Otero. (Véase: Gustavo Adolfo Otero, “La Vida Social del Coloniaje. Esquema de la Historia del Alto Perú, hoy Bolivia, en los siglos XVI, XVII y XVIII”.- La Paz, Bolivia, 1942).
[156] (47) Los hijos fueron: 1º) Gregorio Antonio, nacido en Salta el 22 de enero de 1775, sacerdote, teólogo, canónigo de la Catedral de Lima, Chantre de la Catedral de Chuquisaca, orador sagrado; 2.º) Manuela Romero González nacida el 8 de diciembre de 1776, casada con Pedro Porcel de Peralta ; 3.°) Francisco Romero González, nacido en 1777, casado con Josefa Gonzalvez, en el Rosario de Lerma; militar, Teniente de Guardias Reales y Alférez Real de Orán; 4.º) Estefanía, muerta en la infancia; 5.º) Gregorio Romero y González, nacido el 18 de julio de 1779, guerrero de la Independencia; 6.°) Manuela Basilia, muerta en la infancia; 7.º) Manuela Nicolasa, muerta en la infancia; 8.º) Miguel Simón Romero González, nacido el 25 de agosto de 1782, guerrero de la Independencia, casado con Antonia Ruiz de Gaona ; 9.º) Desiderio Romero y González, hermano gemelo del anterior y casado con Petronila Zenarruza ; 10.º) Manuela Nicolasa Romero y González, nacida el 21 de septiembre de 1783; 11º) Rafaela Tomasa, gemela de la anterior; 12.°) Cirilo José Romero González, nacido en 1784 y casado con Casiana Peñalba Corvalán ; 13.º) Bernardo José, muerto en la infancia; 14.°) Juana Gregoria; 15.º) Clemente Romero González, casado con Dña. Sinforosa Leguizamón (hermana de Don Juan Galo de Leguizamón y Salinas ); 16.°) María del Tránsito Romero y González. Las fechas de estos nacimientos han sido tomadas de las partidas respectivas, conservadas en los Libros Bautismales del Archivo Parroquial de la Iglesia de Ntra. Sra. de la Merced, en la Ciudad de Salta. Debo el conocimiento de muchas de estas partidas a la diligencia y generosidad de mi muy estimado amigo, el Doctor Don Raúl de Zuviria, quien tuvo en sus manos los libros parroquiales con motivo de una investigación realizada en 1942 acerca de la familia de Escobar Castellanos. He consultado también un codicilo manuscrito del Capitán Miguel Simón Romero González, que conservaba en su poder su descendiente, la Srta. Dolores Sosa Peña, en la Ciudad de Salta. En alguna de las partidas parroquiales, por error, se da a la madre de los Romero González, el apellido Gómez. Se deja salvado el dislate.
[157] (48) Sobre el Obispo de San Alberto, mucho es lo que se ha escrito ya. Son importantes entre otros, los trabajos de José Toribio Medina, Probst y Cháneton, aparte de las referencias de René Moreno, Toscano, Altamira, Martínez Paz, etc. De sus obras se han hecho estudios interesantes, no sólo ideológicos, sino también bibliográficos. A estos últimos pertenece “Un libro raro”, de Sara Sabor Vila, en “Sendas. Revista de Arte, Historia y Ciencias Culturales”. (Año II, N.° 4. Bs. As., agosto-septiembre, 1944; pp. 14 a 16).- La obra más completa y seria sobre el ilustre personaje, pertenece al Padre Ángel Clavero, “Fray José Antonio de San Alberto, Obispo de Córdoba” (Córdoba, 1944. Edic.: Instituto de Estudios Americanistas de la Universidad de Córdoba.- Me he ocupado, a la luz de documentos inéditos, de la visita del Obispo San Alberto a Salta en el siglo XVIII y a su intervención en la Cofradía del Carmen en Salta. (Conf.: Carlos Gregorio Romero Sosa, “La Devoción Carmelitana es Antiquísima en Salta”. Salta, 1936).
[158] (49) Por deferencia del Dr. Atilio Cornejo, a posteriori de los hechos enojosos señalados por el Profesor Juan Cánter en su “Prólogo”, el señor Policarpo Romero ha podido obtener datos sobre Don Clemente Romero González. El autor, agradece la atención del Dr. Cornejo.
[159] (1)
Héctor R. Ratto, “Contenido de una vida” en “La Prensa”. (Bs. As., 24 Agosto 1940).
[160] (2) Archivo de la Curia Eclesiástica de Salta.
[161] (3) Sobre esta escuela nos hemos ocupado en otros trabajos.
[162] (4) Nació en Salta en 1786. Dedicóse al comercio, secundando las labores de Don Gregorio. Estallada la Guerra de la Independencia, tomó la espada en defensa de sus ideales. Güemes le otorgó el título de Capitán de su Ejército. Casó con Dña. Antonia Ruiz de Gaona, hermana del célebre Cabildante salteño de 1810, Don Calixto Ruiz de Gaona.
[163] (5) Datos suministrados al autor, en 1935, por el R. P. Fray Bernardino Nardini.
[164] (6) Carta del R. P. Fray Bernardino Nardini, cronista del Convento Franciscano de Salta, al autor, fechada en Salta, el 20 de enero de 1935.
[165] (7) Anotaciones de Mons. Romero y Juárez, cit. Conf.: Ricardo Cuartero Jáuregui, “Evocando a un Prócer Salteño Olvidado—, en “El Pueblo” (Salta 27 de Marzo de 1940) y “Apunte Biográfico del Tte. de la Guerra con el Brasil, Don Gregorio Victorio Romero y González”, por Pablo A. Lagos Laserre, en “El Pueblo”. (Salta, 31 de mayo de 1940).
[166] (8) Anotaciones de Mons. Romero, cit.
[167] (9) Sobre el Pbro. Dr. Gregorio Antonio Romero y González, véase: Carlos Gregorio, Romero Sosa, “La Devoción Carmelitana es Antiquísima en Salta”, en “El Pueblo”. (Salta, 16 de julio de 1936).
[168] (10) Archivo del Canónigo Clodomiro Arce Romero, en poder del autor. Veremos, seguidamente, que Don Gregorio Romero González instalaría en Salta un taller de panificación. En ello quizá influyó su padre, ya que el arte de la panificación cobró gran incremento en Francia. “La industria de la panificación alcanzó a fines del siglo XVIII un grado importante de adelanto, sobre todo en Francia, país donde sus habitantes siempre se han singularizado por su afición al pan”. (J. F. Espiner y L. P. Cazenave, “Los oficios a través de los tiempos”. Bs. As., 1944.
[169] (*) En la familia, se ha dicho siempre que fue Don Francisco Manuel Costas ; pero, aplicando la cronología, creemos, por nuestra parte, que debe tratarse de Don Francisco Avelino Costas, de actuación en Salta en el Cabildo Abierto de 1810.
[170] (11) Estas tradiciones familiares han sido conservadas, con devoción, por el Sr. Dn. Pascual Arce Romero, nieto del prócer.
La ocurrencia de Dn. Gregorio Romero González, de instalar una panadería, no deja de ser curiosa. Antes de la suya, no existió panadería en Salta. El pan se amasaba en industrias caseras, como ocurría en todas partes. En nuestra ciudad de Santa Fe -por ejemplo, como lo documenta el erudito Cervera- recién en enero de 1772, unos extranjeros, Andrés Vives y otros, solicitaron del Cabildo santafecino permiso para establecer la primera panadería. Otra cosa coincidencial es la de que Romero era hijo de francés y el panadero Vives, francés también, según el documento que Cervera publica. (Ver: Manuel M. Cervera, “Contribución a la Historia de la República Argentina”, Historia de la ciudad y Provincia de Sarta Fe. 1573.-1853”, (t. II, p. 81. Santa Fe, 1907).
[171] (12) Tradiciones cit. del señor Pascual Arce Romero, quien señala se trata de la casa que fue de Don Miguel S. Ortiz.
[172] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “inexcrupulosos" por un evidente error de imprenta, lo que Word detecta y yo corrijo.
[173]
(13) Archivo General de la Provincia de Salta.- Sección Administrativa.
(Año 1804. Carpeta “Asuntos varios”).-No deja de ser curioso que, en Córdoba,
en 1724 -casi un siglo antes-, el Procurador Gral. de la Ciudad,
Don Gil Félix de Burgos, formulaba al Cabildo de Córdoba un petitorio en igual
sentido (Conf.: Esteban Torres Bengolea, “Aspectos de la vida social
Argentina en tiempos de la Colonia”. (Bs. As., 1940; p.p. 49 a 56).- Refiriéndose a las costumbres del
Plata en la época colonial, dice el cronista Pelliza: “El trigo se molía en
tahonas y el precio que se había de cobrar por cada fanega, lo designaba el
ayuntamiento. Los panaderos tenían una medida para el pan blanco, otra para el
de semitas, que llamaban “pan bazo”, y un precio determinado del que no podían
exceder para cada libra. Así el pobre estaba al abrigo de la avaricia de unos y
otros”. (Ver: Mariano A. Pelliza, “El País de las Pampas.
Descubrimiento, Población y Costumbres. 1516-1780”. Bs. As., 1887; p. 194).
[174] (14) Véase sobre el farmacéutico Todd un trabajo especial del autor. (Véase Carlos Gregorio Romero Sosa, “Tres Médicos Coloniales en Salta: Miln, Redhead y Castellanos”, en Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Buenos Aires, “Publicaciones de la Cátedra de Historia de la Medicina”. (Tomo VIII; p. p. 205 a 235. Bs. As., 1944).
[175] (15) Conf.: Ricardo Levene, “Los gremios en el Virreynato del Río de la Plata”.
[176] (16) Archivo General de la Provincia de Salta.- Sección judicial. Documento suelto, sin clasificarse en 1938 y titulado: “Sociedad Comercial de Mayoristas y Minoristas de Salta, fundada por el boticario Don José María Todd y Don Gregorio Romero. Año 1796”.
[177] (17) Archivo General de la Provincia de Salta.- Sección Judicial. Documento suelto, sin clasificarse en 1938 y titulado: “Declaratoria de Acreedores del Molino de la Isla, de Don Gregorio Romero. Año 1805”.
[178] (18) Archivo General de Salta, “Declaratoria” cit.
[179] (19) El molino de la Isla data de 1650. (Archivo General de la Provincia de Salta. Sección judicial. Protocolos de Escribanos de 1650). Por confusión se ha venido sosteniendo hasta 1939 que el “molino de la Isla” databa de época paralela a la fundación de Salta. Esta confusión la produjo, por vez primera, un artículo anónimo, aparecido en la revista “Caras y Caretas”, en 1926, transcribiendo el texto de una merced de agua concedida por el fundador de Salta y Gobernador del Tucumán, Licenciado Don Hernando de Lerma al vecino fundador de Salta, Capitán Don Hernando Arias de Velázquez, destinada a mover un molino harinero. Dicha merced fue transcripta, de la expresada revista, en las “Tradiciones de Salta”. (Tomo II°), del Doctor Bernardo Frías. Nosotros, convencidos de la exactitud del dato apuntado, lo mencionamos en diversos trabajos, asignando pertenencia a dicha Merced en la finca de “La Isla”. Christian Nelson, recayó en el error, haciéndolo propio en sus “Notas sobre la Industria Harinera en Salta”. Corresponde decir, en justicia, que Atilio Cornejo ha probado como dicha Merced, concedida por Lerma a Hernando Arias de Velázquez, corresponde íntegramente al égido de la merced ubicada al oeste de la Ciudad, o sea al molino llamado “de Patrón”, o “de Mosca”, ubicado en los pies de las “Lomas de Medeiros” o de “Medeiro” y no en Cerrillos.
[180] (20) Conf.: Christián Nelson, “Notas sobre la Industria Harinera en Salta”, (Salta, 1938). El documento que ha servido para la consulta de Nelson, se conservaba en el Archivo General de la Provincia de Salta. Sección Administrativa. (Carpeta de 1807). Él[180] se titula: “Pedimentos de disminución de Alcaba”. Presentado a la Tesorería Real de Salta.
[181] (21) Ver: Fco. Centeno, “Virutas Históricas”. (T. II,).
[182] (22) Arch. de Salta, cit., “Pedimento”.
[183] (23) Tradiciones familiares. Conviene recordar con Ramos Mejía que, en las ciudades de provincias y en la misma Buenos Aires, la sociedad, más expectable estaba formada por hombres dedicados a actividades modestas. “O se era estanciero de tardo vuelo o comerciante al menudeo” -dice-. Y agrega: “Los apellidos más conocidos de la sociedad, hoy mismo del mejor abolengo, pertenecen a este comercio modesto. (Conf.: José María Ramos Mejía, “Rosasy su tiempo”, t. I; p, 152; Buenos Aires, 1907).
[184] (24) Ibidem. Don Pascual Arce informa que, además de los terrenos de su abuelo, en la manzana de terreno aludida, estaban también ubicadas propiedades del Pbro. Guzmán y de la familia de Yanzi.
[185] (25) Datos verbales aportados al autor por el Sr. Miguel Solá.
[186] (26) Tradiciones conservadas por el Sr. Pascual Arce Romero y por Doña Deidamia González Gorriti de Saravia.
[187] (27) Ver: Miguel Solá, “La Ciudad de Salta a fines del siglo XVIII”. Plano confeccionado para el cuaderno VI, “La Ciudad de Salta, de la colección: “Documentos de Arte Argentino”, editada por la Academia Nacional de Bellas Artes, (Bs. As., 1942).
[188] (28) Véase: Pedro Arias Rengell Castellanos, “Breves Notas Históricos sobre Salta”, (Chuquisaca, 1776; p. 15).- El Dr. Carlos Serrey dice textualmente que “la Iglesia de la Viña, demolida en el siglo pasado, databa del tiempo de Lerma”. (Carlos Serrey, carta al autor. Fechada en Bs. Aires, 10 de abril de 1942).
[189] (29) J. Toscano, “El Primitivo Obispado del Tucumán y la Iglesia de Salta” (Bs. As., 1907. T. Iº; p. 256.-Conf.: Carlos Gregorio Romero Sosa, “La Imagen de Ntra. Sra. de la Candelaria de la Viña (Salta). Sintesis Histórica. Publicación de la Parroquia de Ntra. Sra. de la Candelaria”. (Salta, 1940).
[190] (30) Véase: Filiberto, de Mena, “Fundación de Salta. Descripción y Narración Historial de la Antigua Provincia del Tucumán”, en Gregorio F. Rodríguez, “La Patria Vieja. Cuadros Históricos”. (Bs. As., 1910; p. p. 333 a 335).-. Conf.: Carlos Gregorio Romero Sosa, “La Imagen de Ntra. Sra. de la Candelaria”, cit.
[191] (31) Tradiciones parroquiales recogidas, de fuentes respetables, por el R. P. Eusebio Lardizábal, quien se las transmitió al Dr. Darío Arias y éste, a su vez, a Monseñor Pablo Cabrera.
[192] (32) Conf.: Carlos Gregorio Romero Sosa, Op. cit.
[193] (32) (sic, hay dos notas numeradas 32) Archivo General de la Curia Eclesiástica de Salta. (Documentos varios).- Véase, también: Carlos Gregorio Romero Sosa, “El Tte. de la guerra con el Brasil Don Gregorio Victorio Romero y González”. (2 Edic. Salta, 1938; p. 27); Carlos Gregorio Romero Sosa, “La Navidad de Antaño”, en “El Intransigente” (Salta, 1.° de Enero de 1938); Leandro Fernández Arregui (C.R.L.), “Oración Fúnebre en la Parroquia de Ntra. Sra. de la Candelaria de la Viña. Pronunciada en el Homenaje Rendido por la Primera Reunión de Historia del Norte Argentino a los Próceres Gregorio Romero González y Toribio Tedin, Benefactores de la Parroquia de la Viña”. (Salta, 1938): Jacinto R. Yaben, “Biografías Argentiras y Sudamericanas”. (T. V:°; p. 314)—Informa Yaben, valiéndose de datos fidedignos, que también Don Gregorio Romero aportó dinero de su propiedad para la construcción de la Iglesia.- El Cura Párroco de Ntra. Sra. de la Candelaria, Padre Juan Iñurritegui Gastañaga celebraba, anualmente y hasta su lamentable fallecimiento, misas por el descanso eterno del alma de quien llamaba “el gran benefactor de la Iglesia de la Viña”. Jamás aceptó los estipendios familiares con este motivo. Con respecto a la donación de Romero González, véase, en esta misma obra, el Apéndice XIV. (Carta de Monseñor Bernabé Piedrabuena al Sr. Policarpo Romero, adhiriéndose al homenaje tributado por la Primera Reunión de Historia del Norte al Prócer Don Gregorio Romero González).
[194] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “iglesia”, y aquí es sustantavo y debe llevar mayúsculas, lo que corrijo.
[195] (33) Carlos Gregorio Romero Sosa, “La Imagen de la Candelaria”. cit.
[196] (*) Como simple dato diremos que, en 1810, aparece Don Gregorio Romero como albacea testamentario de Dña. María del Socorro Burgos, esposa de Dn. Madelmo Saravia, quien, en el documento pertinente, le da el título de “primo”. Conf.: Carlos Gregorio Romero Sosa, “Tres médicos coloniales en Salta”. Cit.
[197] (1) Tradiciones de familia, escuchadas a Don Miguel Gorriti, al Dr. Vicente Arias, a Don Lucio Matorras y a Don José Dión Soliverez.
[198] (2) Apuntes inéditos de Monseñor Romero y Juárez.
[199] (3) Véase: B. Frías, “Historia de Güemes y de Salta”. (T. L°),- El historiador Cánter señala que Frías ha exagerado la labor de Moldes y Gurruchaga en España. (Conf.: Juan Cánter, “Las Sociedades Secretas, Políticas y Literarias”. Bs. As., 1942).- Sobre la Revolución de Mayo en Salta, además de la obra de Frias y de los trabajos monográficos de Miguel Solá y Atilio Cornejo, en la “Historia de la Nación Argentina”, véase el estudio de Ricardo Caillet Bois, en la misma “Historia de la Nación Argentina” y las difundidas obras de los doctores Ricardo Levene y Julio V. González, sobre “La Revolución de Mayo y Mariano Moreno ” y “Filiación Histórica del Gobierno Republicano, respectivamente.
[200] (4) Archivo Particular del Dr. Alberto Álvarez Tamayo, en la Ciudad de Salta. (“Documentos de Don Vicente Tamayo y Arias Rengell ”).
[201] (*) Según referencias aportadas por el Sr. Pascual Arce, era Romero pariente de Moldes, por ser este último hijo de Dña. María Antonia Fernández Sánchez de Loria, emparentada cercanamente con los González Saravia, de Salta: rama materna -como se ha dicho- de Dn. Gregorio Romero González.
[202] (5) Apuntes cit. de Mons. Romero J. Juárez.
[203] (6) B. Frías, “Historia de Güemes y de Salta”. (Tr4 I.°). Entre los más eficaces de los colaboradores de Gorriti, es de justicia recordar a Don José Ignacio Sierra, quien, después, se incorporaría al Ejército del Norte y se hallaria en la Batalla de Salta. (Debe el autor referencias y copias documentales atingentes al guerrillero Sierra, al Sr. Rodolfo Sierra Gómez Rincón, quien ha obtenido interesantes piezas).- Era el Coronel Sierra un hombre de tenacidad, de empuje y patriotismo. A él se debe, entre otras obras de progreso, la fundación del pueblo de Metán Nuevo, circunstancia ésta que no ha sido recordada en la crónica histórica de Salta, por una incalificable ignorancia de los que escribieron sobre hombres y sucesos del pasado.
[204] (7) Vicente Arias, “El sentir familiar. Carta a C. G. Romero Sosa. Fechada en Salta el 21 de Enero de 1938”, en Carlos Gregorio Romero Sosa, “El Tte, de la guerra con el Brasil Don Gregorio Victorio Romero y González” cit. (2.* Edic. Salta, 1938; p. 46).
[205] (8) Carta inédita que conservaba Dña. Tránsito Romero de la Corte. Copia en el Archivo de Monseñor Romero y Juárez. Breves líneas de esta carta se publicaron en 1936. (Ver: Carlos Gregorio Romero Sosa, “E1 Gral. Dr. Dn. José Ignacio de Gorriti. Reseña Biográfica”. Salta, 1936; p. 16).
[206] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “como” sin acento y aquí es sustantivo y debe llevarlo, lo que corrijo.
[207] (*) El Coronel Dn. José Antonio Fernández Cornejo.
[208] (**) Don José Ignacio Sierra.
[209] (***) El Dr. Mateo de Saravia y Jáuregui, hermano del Coronel Pedro José Saravia, esposo éste, a su vez, de Dña. Bárbara de Tineo Escobar Castellanos.
[210] (****) El Pbro. Dr. Luis Bernardo Echenique, Cura de La Caldera.
[211] (*****) El Obispo Monseñor Videla y del Pino.
[212] (8 bis) ¿Acaso se alude al Deán Funes? Echenique mantenía correspondencia con este personaje.
[213] (9) El Canónigo Doctor Don Juan Ignacio de Gorriti.
[214] (10) Don Miguel Simón Romero González.
[215] (10 bis) “Conacho- era el apodo o mote familiar del Dr. José Ignacio de Gorriti. Sus enemigos le llamaban “el fiero”, Ver: Manuel Mujica Láinez, “Vida de Aniceto El Gallo (Bs. As., 1944; p. 45. Transcripción de una Carta de Romero Sosa a Mujica Lainez).
[216] (11) La amistad entre Gorriti y Romero databa desde el retorno del primero desde Chuquisaca, en 1789, según referencias debidas a Don Miguel Gorriti.
[217] (11
bis) Bernardo Frias ha estudiado cuales era¡¡, en su mayoría, las familias
realistas y patricias de Salta. (B. Frías, “Hist. de Güemes”, t. I.0). Atilio
Cornejo amplió la nómina con la inclusión de algunos apellidos (Conf.: Atilio
Cornejo, “Apuntes Históricos sobre Salta”, 2.- 8 dic. Bs. As., 1938). Por su parte, en
nuestra obra “Fábregas Mollinedo” se agregan otros nombres desconocidos y
olvidados” (Ver: Carlos Gregorio Romero Sosa, “, Fábregas Mollinedo, El Místico
Salteño del Pío Latino”. (Bs. As., 1943; p. 51). – Frías ha dicho que de casas
realistas salieron elementos patriotas y que de casas patriotas salieron
elementos realistas. La opinión de Frías ha sido exacta. Un testigo de aquella
época, el Gral. Tomás de Iriarte, dice en sus “Memorias”: “La opinión del
pueblo de Salta estaba dividida: una parte considerable de los habitantes
adheríase a la causa de la Independencia, el resto pertenecía, al partido
realista; algunas familias tenían individuos -que, indistintamente, servían de
garantía, porque en las alternadas invasiones de españoles y americanos siempre
contaban con un protector” (Conf.: Tomás de Iriarte, “Memorias”, publicadas por
Enrique de Gandia. Bs,
As., 1944. T. I.).
[218] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “esa”, sin acento, y aquí es pronombre por lo que va acentuado, lo que corrijo.
[219] (*) Cuando Chiclana ocupó la gobernación interina de la Intendencia de Salta, se efectuó en ella una importante suscripción (a) por la Patria. Los documentos respectivos han sido publicados por el Doctor Atilio Cornejo. Consta de ellos que, en dicha erogación voluntaria, Don Gregorio Romero contribuyó para la Patria con dos arrobas de pólvora y con cincuenta y dos libras de estopa. (Ver: Atilio, Cornejo, “Apuntes Históricos sobre Salta”. 2.ª Edic.; p. 728.- En el documento, por error, se lo menciona como Clemente Romero). Además de la suscripción (b) a la que se refiere el Dr. Atilio Cornejo, Salta realizó muchísimas otras erogaciones. En 1813, por ejemplo, a raíz de la Batalla de Salta, el Cabildo ordenó una “Contribución Voluntaria y Forzosa por la Patria”. El documento se conservaba original en la ciudad de Salta, en el valioso Archivo de Don Lucio Matorras, de donde lo tomó en copia el Sr. José Dión Soliverez, a quien debo su conocimiento. Dice así: “Contribución por la Patria. El muy Ilustre Cabildo, Justicia y Regimiento de la Ciudad de Salta, en reunión del día 25 de febrero de este año de 1813, primera reunión habida después de la que presidió el señor General Don Manuel Belgrano en el día de ayer, poniendo en posesión de sus funciones a este Muy Ilustre Cabildo de Salta, ciudad en la cual concluyó la dominación de los tiranos de las Provincias Unidas del Río de la Plata, ha acordado realizar una contribución Voluntaria y Forzosa por la Patria, encomendando la tarea de realizarla a los señores Doctor Don Joseph Ignacio de Gorriti, Don Juan Manuel Quiroz y Don Isidoro de Matorras, quienes han llenado su cometido en la forma que a continuación se da el detalle.- Contribución Voluntaria por la Patria: Dr. Dn. Joseph Ignacio de Gorriti, 10 pesos; Dn. Juan Manuel Quiróz, 10 pesos, Dn. Hermenegildo González de Hoyos, 10 pesos; Dn. Juan Álvarez de Arenales, 10 pesos; Dn. Gerónimo López, 5 pesos; Dn. Isidoro de Matorras, 3 pesos; Dn. Calixto Sanzetenéa, 3 pesos; Dn. Apolinario de Figueroa, 2 pesos; Dn. Pedro José de Ibazeta, 2 pesos; Dn. Pedro Arias Velázquez, 2 pesos; Dn. Fructuoso de Figueroa, 2 pesos; Don Gregorio Romero, 2 pesos; Don Calixto Ruíz Gaona, 2 pesos; Don Celedonio Molina, clérigo, 1 peso; Don Tomás de Villabaso, 1 peso; Don Mateo Jimeno, 1 peso; Don Genaro del Corro, 1 peso; Don Juan A. Alvarado, 1 peso; Don Mariano Benítez, 1 peso; Don Juan Manuel Güemes, 1 peso; Dr. Don Serapión de Artega, 1 peso; Dr. Don Juan Esteban Tamayo, 1 peso; Don Policarpo Arias, 1 peso. Suman: 73 pesos. Contribución Forzosa: Don Bernabé de Toranzos, 2 pesos; Don Domingo de Achabal, 2 pesos; Don Juan Francisco Toranzos, 2 pesos; Don Tomás de Archondo, 1 peso; Don Marcelino de Elejalde, 1 peso; Don Francisco Manuel Costas, 1 peso; Don Pedro Ignacio de Larramendi, 1 peso. Suman: 10 pesos. (Imprenta de los Expósitos. Buenos Ayres)".
Cabe preguntarse, a raíz dé este documento, a propósito de uno de los contribuyentes forzosos: Don Domingo de Achabal. ¿Se trata del mismo español que aparece como contribuyente forzoso en Tucumán en 1812 y que fue padre del primer jefe de Policía de Buenos Aires, Don Joaquín de Achabal? Sobre este último personaje, y con brevedad también sobre su padre, se ha ocupado recientemente, en una conferencia pronunciada en la Sociedad Argentina de Criminología, el distinguido historiador argentino, Don Francisco L. Romay, el gran investigador especializado en la historia de nuestra policía (**). Nótese que en el documento también se nombra entre los contribuyentes a Don Gegorio Romero González.
(**) El trabajo del señor Romay acaba de editarse en folleto. (Ver: Francisco L. Romay, "Dn. Joaquín de Achabal".- Bs. As., 1944). Con respecto a la época de 1811, aludida en la nota anterior, es interesante recordar que el vocal de la Junta de Mayo, Matheu, en carta a Dn. Pedro Casas, de fecha 28 de enero de 1811, le dice: "Luego que llegue a Salta o Potosí me avisará de todo lo que haya. Le encargo que de ningún modo tenga enemistades con nadie; sí, amigo, y unión con todos". (T. I.; p. 122, de las "Memorias de Domingo Matheu. Publicadas por Martín Matheu". Bs. As., 1913).
Los distintos documentos sobre las contribuciones mandadas
hacer por Chiclana, vienen a dar razón al concepto del historia
dor Martín V. Lascano. —Un año obscuro hacia desde el 25
de Mayo, y ya las Provincias se sentían agobiadas por la mi
seria a que las reducían las inconsideradas contribuciones que sus
Gobernadores Intendentes les imponían, tanto para atender las
exigencias de la Junta de Buenos Aires, como para sostener el
lujoso boato de que se rodeaban.
En los primeros días del mes de marzo de 1811, el Coronel
Chiclana, en Salta, estuvo habilitado para poder enviar a la Jun
ta de Buenos Aires, como una parte de la contribución impues
ta, la suma de trescientos cincuenta mil pesos". (Conf.: Martín V. Lascano, "El Unitarifsmo en la Organización Nacional", en “Revista del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas ”. N.° 8; p. 43., Bs. As., diciembre de 1941).
Narra Lascano un curioso episodio sobre el portador de la contribución que Chiclana enviaba a Buenos Aires: el Coronel Calixto Ruiz de Gaona. El hecho ha sido silenciado por los historiógrafos Bernardo Frías y Atilio Cornejo, al referirse a este momento histórico del primer y segundo Gobierno Intendente de Chiclana en Salta, momento aun no suficientemente estudiado en la crónica local. El mismo Zinny se ha ocupado de los gobiernos de Chiclana con superficialidad. Ahora, merced a los aportes del Profesor Cánter, será mucho más fácil sondear en el estudio del asunto, ya que Cánter nos abre un nuevo camino con el hallazgo de curiosos documentos. (Conf.: Juan Cánter, “El Año XII. Las Asambleas Generales y la Revolución del 8 de Octubre”, en Academia Nacional de la Historia, “Historia de la Nación Argentina”. Vol. V. 2.” parte; pp. 725 y 726). Es evidente que el primer gobierno de Chiclana en Salta fue atenazante para la población por las gabelas y excesivas contribuciones que exigía. En contra de lo que dicen ciertos documentos, publicados por Don Miguel Solá, en la “Historia de la Nación Argentina”, en el volumen X, debe decirse que la administración de Chiclana en Salta ni fue benigna, ni menos grata a la población. El ya octogenario y calificado tradicionalista salteño, señor Casimiro López Gasteaburu, en la primera época de mi iniciación en los estudios históricos, en 1934, me obsequió un curioso documento original del año 11, demostrativo de mi aserto. Se trataba de una carta conminatoria del Gobernador Chiclana al hacendado realista Don Pedro José de Ibazeta, exigiéndole una considerable cantidad de mulas con destino al Ejército Patriota y a la junta de Buenos Aires. Este documento fue conservado por mí hasta mediados de 1944, fecha en la cual, una mano irresponsable, abusando de la confianza por mí prestada, se permitió substraérmelo. De ese modo desagradable se ha perdido un documento que pudo ser de mucho interés para la familia de Ibazeta y que, gustoso, habría yo comentado in extenso en un trabaja especial.
(a) y (b) En el original dice: “subscripción” valido en su tiempo, pero la Real Academia Española fijó ahora la forma que insertamos: “suscripción” aunque, debemos señalarlo, el programa “Word”, en sinónimos, da como válido la forma antigua.
[220] (12) Conf.: Carlos Reyes Gajardo, “Apuntes Históricos sobre San Carlos del Valle Calchaquí”. (Salta, 1938).
[221] (13) B. Frías, “Historia de Güemes y de Salta—. (T. L°).
[222] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice:”emancipacin” por un evidente error de imprenta que Word detecta y yo corrijo.
[223] (14) Tradiciones familiares.- Gorriti fue General de Ejército, consejero de Güemes, Diputado por Salta al Congreso de 1816 y varias veces Gobernador de la Provincia.- El autor está escribiendo su biografía desde hace muchos años.
[224] (15) Tradiciones familiares.
[225] (16) Según “La Gaceta de Buenos Aires”, Don Miguel Romero, desde San Carlos, contribuía, en 1810, con un almud de harina para el Ejército de la Patria. Otros vecinos expectables (a) de San Carlos, como Don Justo Arce, aportaban "una media de tostado". (Conf.: Atilio Cornejo, "Apuntes Históricos sobre Salta—. 2.ª Edic. Bs. As., 1938; pp. 645 y 646; nota l). Será curioso señalar que, en el año 1808, según un censo publicado por Reyes Gajardo, la población de la Villa de San Carlos, sin contar con la Encomienda de Aramburu, estaba integrada por un total de 673 personas, de las cuales 221 eran párvulos y 452, adultos. (Conf.: Carlos Reyes Gajardo, "Apuntes Históricos sobre San Carlos del Valle Calchaquí". Bs As., 1938; p. 73). Cabe significar que, para 1810, había en San Carlos muchas otras familias radicadas allí a posteriori del censo, por ejemplo la de Don Miguel Simón Romero González. Por otra parte, el feudo de Don Nicolás de Aramburú -es decir, su "Encomienda”-, debía contar con una población respetable de indios. Cabe preguntarse aquí, ¿cuál era la autoridad civil que regía los destinos de la Villa de San Carlos cuando estalló la Revolución de 1810? Esta pregunta no se la han formulado todavía los cultores de la historia de Salta, los cuales, siguiendo a Frías, siguen creyendo que San Carlos, por ser parte integrante de los valles Calchaquíes, "constituía una de las cinco grandes secciones en que se dividía la Intendencia de Salta del Tucumán" (sic), desde el punto de vista administrativo y militar. Frías señaló este dato erróneo en su conocida "Historia", y es notable la persistencia con la que, aun hoy, se sigue cultivando este error histórico. El doctor Ravignani, en cambio, demuestra que la Intendencia de Salta del Tucumán estaba dividida en cuatro subdelegaciones: "Tucumán, con cabecera en la ciudad de San Miguel de Tucumán; Santiago del Estero, con cabecera en la ciudad de este nombre; Valle de Catamarca, con cabecera en la ciudad de este nombre; Jujuy, con cabecera en la ciudad de este nombre; y Puna, con cabecera en Santa Catalina". (Conf.: Emilio Ravignani, "El Virreinato del Río de la Plata. Su Formación Histórica e Institucional". Buenos Aires, 1938; p. 204). El Valle de Calchaquí dependía de lasubdelegación de Catamarca. Se incluía en la denominación de Valle Calchaquí la jurisdicción del Valle de Santa María. (Conf.: Reyes Gajardo, op. cit.). ¿Cómo se denominaban y cuáles eran las funciones de las autoridades que gobernaban en las subjurisdicciones de cada subdelegación? Este punto aun no ha sido insinuado por los estudiosos del derecho administrativo en Indias, hecho no raro sí se tiene en cuenta lo difuso y paupérrimo de lo -que se ha establecido sobre los propios Gobernadores Intendentes por parte de autoridades en tal clase de estudios. (Conf.: José María Ots Capdequí, "Manual de Historia del Derecho Español en las Indias y del Derecho Propiamente Indiano". Bs. As., 1943. T. II). Sobre la segregación de Salta, del Valle de Catamarca, en 1813, ha estudiado, con la versación que le es característica, el erudito Profesor Cánter, aportando novedosos documentos. (Conf.: Juan Cánter, "La Asamblea General Constituyente y el Congreso de Tucumán y el Directorio, en Academia Nacional de la Historia, "Historia de la Nación Argentina". Vol. VI; pp. 212 y sigts., Bs. As., 1944). Dentro de la presente nota se ha hablado de "encomienda" o "feudo'; pero, conviene decir que la segunda acepción está dada sólo en un sentido metafórico, ya que no se puede hablar de "feudalismo” en las colonias americanas. (Conf.: Guillermo Feliú Cruz y Carlos Monge Alfaro, "La Encomienda según Tasas y Ordenanzas". Bs. As., 1941. Edic.: Instituto de Investigaciones Históricas[225] de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Sobre la importancia histórica de San Carlos, véase: Domingo V. Gallardo, "Signatarios del Acta de la Independencia Argentina en la Iglesia de San Carlos", en "El Intransigente".(Salta, 26 de abril de 1942).
[226] (17) Véase Bernardo Frías, “Historia de Güemes”, cit. (Tomos II y III).
[227] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “persuación” por un evidente error de imprenta, lo que Word detecta y yo corrijo.
[228] (*) Don Justo Pastor Arce era oriundo de San Carlos. (Referencias sobre este patriota se hallarán en Reyes Gajardo, Op. cit. y en Carlos Gregorio, Romero Sosa, “El Coronel de la Independencia Don Jorge Torino de Viana ”.- Salta, 1938).
[229] (18) Tradiciones conservadas en la familia y recogidas por el Dr. Vicente Arias.
[230] (19) Conf.: Carlos Reyes Gajardo, Op. cit.
[231] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original existe un guión de apertura en lugar de la “coma” que incorporo. Esto así, porque no existe guión de cierre.
[232] (20) Tradiciones narradas al autor por el Sr. Miguel Gorriti.
[233] (21) El Exmo. Señor Arzobispo de Asunción (Paraguay), Monseñor Doctor Juan Sinforiano Bogarin -que fue amigo del Obispo de Salta, Monseñor Romero y Juárez -, en una amable carta que dirigiera al autor, desde Asunción, con fecha 21 de abril de 1937, acusando recibo de la 1.ª Edición de esta obra, decía textualmente:
"El Arzobispo¡ de Asunción, † Juan Sinforiano Bogarín, saluda atte. al Señor Carlos Gregorio Romero Sosa ; acusa recibo de "Breve Noticia Biográfica" de su ascendiente, Tte. Gregorio Victorio Romero González y -al agradecerle el obsequio- le dice que la lectura de su trabajo le ha probado, una vez más, que los hombres de antaño no se preocupaban mayormente de los ascensos, como nos la prueba su finado abuelo, quien -a pesar de todo lo que hizo por la Independencia de su país- se contentó con el grado de sargento, llegando a Tte. 1.º en las acciones del Brasil. Tal vez –y sin tal vez- esta conducta contrasta con la del militar' de hoy que desea grado sobre grados... ¡Desgraciadamente la modestia es virtud rara en estos tiempos!
Asunción, Abril de 1937".
[234] (22) Fragmento 'de copia de carta de Romero a Gorriti, de fecha ut supra, en el Archivo del Doctor Alberto Alvarez Tamayo, en la Ciudad de Salta. Cuaderno manuscrito, autógrafo del Dr. Álvarez Tamayo, titulado: “Anotaciones para la Biografía del Gral. Don José Ignacio de Gorriti ". (Copia en el Archivo del Autor).
Con respecto a las "Anotaciones- del Dr. Álvarez Tamayo permanecen inéditas y nadie las conoce. Sin embargo, aparecen citadas en obras de inescrupulosos autores amantes de vestirse con plumas ajenas. Hablamos de cierto libro del sacerdote Courel, en donde se hurtan referencias que nosotros hecho públicas en torno al patriota Idelfonso de las Muñecas. ¡Así se hace la historia
[235] (*) Oficio del Gral. Manuel Belgrano, fech. ut supra. (Documento citado por Gregorio P. Rodríguez, “Historia del Gral. Alvear ” (T. 1°; p. 357).
[236] (23) Anotaciones de Mons. Romero y Juárez.
[237]
(**) Archivo de Salta, informe de Don Valentín Delgadillo, citado por Luis
Castro Bustos. Cabe agregar que, recién en 1824, el Gobernador Arenales
ascendió a Don Julián Castro a Teniente 2.° de Carabineros en el
Batallón de Cazadores de la Provincia. (Conf.: Luis Castro Bustos,
“Justo Castro, Gobernador de San Juan”. Bs. As., 1939; pp. 209 y 210).
[238] (***) Monseñor Romero Y Juárez apunta que su abuelo Dn. Gregorio, por orden de Pueyrredón[238], pasó con una partida del Ejército del Norte, en julio de 1811, a Tarija. Recuerda que el Dr. José Ignacio de Gorriti también pasó a incorporarse a esa partida, por orden del propio Pueyrredón. Romero, en este viaje, trabó varias relaciones en Miculpaya. (Anotaciones citadas).
Con motivo de solicitar pensión militar la Srta. María Romero, nieta legítima del guerrero Don Gregorio Romero González, el Vicedirector del Archivo General de la Nación, Doctor E. Corbet France, informaba al Director General del Personal del Ministerio de Guerra, que: “con referencia a los servicios prestados por el causante, sólo consta en el Registro Nacional, un despacho de Teniente Primero del Regimiento 4 de Milicias, otorgado el 24 de marzo de 1828”.
[239] (*) Con motivo de gestionar pensiones militares para las nietas solteras del guerrero, Srtas. Josefa Arce y María Romero, en 1911 y en 1925, respectivamente.
[240] (24) Documento del Archivo del Sr. Miguel Solá, a quien el autor agradece la (a) atención prestada. Cabe agregar que, en sus numerosos viajes a Bolivia, se vinculó Romero con Don Gerónimo Tudor, vecino de Miculpaya amigo de varios salteños de la respetabilidad del rico comerciante Don Pedro José de Ibazeta, de quien fue su corresponsal en 1813, según documentos conservados por el Dr. Lisardo Saravia Toledo, en Salta.
[241] (25) Anotaciones de Monseñor Dr. Don. José Gregorio Romero y Juárez (Archivo del Autor. “Papeles de Monseñor Romero).
[242] (26) Borrador en el Archivo de Monseñor Romero.
[243] (27) Pablo A. Lagos Laserre, “El Tte. de la Guerra con el Brasil, Don Gregorio V. Romero y González. Apunte Biográfico” en “El Pueblo” (Salta, 31 de mayo de 1940).
[244] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “estratajema”, por un evidente error de imprenta, lo que Word detecta y yo corrijo.
[245] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “parentezco" por un evidente error de imprenta, lo que Word detecta y yo corrijo.
[246] (1) Ricardo Solá, “El General Güemes” (Bs. As., 1933).
[247] (*) Hijo del Marqués Don Juan Victorio Martínez de Tinèo (a).
(a) NOTA DEL RECOPILADOR: En el original se incluye oro signo encima de la letra “e” de “Tineo” que no encontré entre los símbolos que Word ofrece. En cambio, en el tetxo principal, está simplemente acentuado.
[248] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “Veláquez” por un evidente error de imprenta, lo que Word detecta y yo corrijo.
[249] (2) Entiéndase, antes de que Belgrano proceda a exilar a Güemes al Sud.
[250] (3) Dña. Magdalena Güemes, esposa de Dn. Román Tejada. Refiriéndose a ella, dice Don Vicente Fidel López : "La Macacha fue una mujer superior y célebre en Salta, con este diminutivo popular de su nombre. La belleza y los clarísimos talentos con que había tomado una parte activísima en la política provincial, la habían constituido en un verdadero personaje". (Conf.: Vicente Fidel López, "Historia de la República Argentina", t. V; p. 424).
[251] (4) Dña. Francisca Güemes de Figueroa, madre de Dña. Catalina Figueroa de Costas.
[252] (5) Conf.: Carlos Gregorio Romero Sosa. "El Dr. Juan Manuel de Güemes, desconocida figura de la Historia Civil del Norte Argentino—. (Bs. As., 1940. Edic.: Instituto Argentino de Cultura Histórica".
[253] (5) Tradiciones recogidas de labios de los señores Lucio Matorras, Pascual Arce, Ing. Pedro José F. Cornejo, Emilio F. Cornejo Castellanos y Sra. Manuela González de Todd. Las primeras noticias de la Revolución de Mayo las tuvo la familia de Corte por Don Gregorio Romero González -novio de Cesárea-; por el Dr. Juan Manuel Güemes, por el Dr. Arias Velázquez y por el Dr. José Ignacio de Gorriti, amigos inseparables de Romero y sus acompañantes a las tertulias familiares. (Datos tomados de la tradición familiar y enviados por el autor al Dr. Juan Manuel Duclos Peña, en carta fechada en Buenos Aires, el 1.º de agosto de 1941).
[254] (5 bis) Sobre Redhead, véase: Carlos Gregorio Romero Sosa, "Tres Médicos Coloniales en Salta", en "Anales de la Cátedra de Historia de la Medicina' (T. VIII; p.p. 205 y sigts.).
[255] (6) Los datos relativos a Redhead con respecto al guerrero Romero, se deben a Monseñor Romero y Juarez.
[256] (6 bis) Apuntes de Monseñor Romero y Juarez.
[257] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice:”comiciones” lo que corrijo.
[258] (8) Ididem.
[259] (9) Ibidem.
[260] (10) Conf.: Francisco Centeno, "Rivadavia y El Chocolate Saravia" en Francisco Centeno, "Virutas Históricas" (T. III. Págs. y sig.).
[261] (11) Anotaciones de Monseñor Romero y Juárez.
[262] (12) Conf.: B. Frías, "Hist. de Güemes y de Salta" (T. II).
[263] (13) Frías, op. cit.
[264] Ídem nota al pie número 245.
[265] (14) Anotaciones de Monseñor Romero y Juárez.
[266] (15) Carta del Tte. Romero González a su amigo el Pbro. Máximo Tamayo, fechada en Los Cerrillos, a 14 de enero de 1837. (Arch. Dr. Alberto Álvarez Tamayo, en Salta).
[267] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “vencindario" por un evidente error de imprenta que Word detecta y yo corrijo.
[268] (16) Informe de Doña Egídia Roniero, hija del prócer, en solicitud de pensión (Archivo del Dr. Manuel Peña, en Bs. Aires)
[269]
(17) Don José Manuel Sosa Aramburu "nació en San Carlos (Salta), el 18 de
mayo de 1794. Fue hijo del Maestre de Campo Don José Manuel de Sosa Arias de
Velázquez y de Doña Justa de Aramburu, u y Lispestu Muy joven se trasladó a la
ciudad de Salta cursando estudios de Filosofía y Humanidades en el Convento de
San Francisco, bajo la dirección de Fray Pantaleón Benítez. En 1810, a los diez
y seis años de edad, se afilió a la causa de la independencia, secundando
eficazmente al Gral. Güemes en sus partidas de observaciones. En 1813, cuando
la batalla de Salta, formó parte del cuerpo de "Decididos de Salta",
que organizó el Gral, Don Juan Antonio Álvarez de Arenales. En esa jornada se
batió al lado de militares de fama y hombría, como Don Juan Galo de Leguizamón
y Salinas, y Don Bonifacio Ruiz de los Llanos, Don Gregorio Victorio Romero y
González y el General José Ignacio de Gorriti. Por razones de salud abandonó,
luego, las filas del Ejército, a las que volvió poco tiempo después, ingresando
en la falange de los valerosos guerrilleros que comandaba, en Cachí, el Tte.
Coronel Don Luis Borja Díaz. Por sus méritos, obtuvo el grado de Teniente
Coronel, pasando a combatir a Humahuaca en las ínclitas tropas de Güemes en las
que obtuvo el grada de Coronel. (Datos de Carlos Reyes Gajardo,
"Apuntes Históricos sobre San Carlos del Valle Calchaquí. Bs. As., 1938: p. 261).
En el "Archivo General de la Nación", libro de "Tomas de Razón y Títulos Militares" (p. 866) aparece Don José Manuel Sosa como Capitán, con fecha 29 de diciembre de 1812. En "Registro Nacional (1810-1821)" (B s. As., 1879), aparece, con nombre cambiado, como José María Sosa, Capitán, con baja el 29 de diciembre de 1812 en "Granaderos de Fernando VII (p. 746).
Durante el Gobierno del Dr. José Ignacio de Gorriti se le reconoció en el grado de Teniente Coronel. En 1822 fue Gobernador Interino de Salta, por delegación del Coronel Don Pablo de La Torre. Perseguido por sus ideas unitarias, durante la dictadura de Rosas, emigró a Bolivia. En 1850, antes de Caseros, regresó a Salta. Murió en 1880, después de una larga vida. Fue político distinguido y Ministro del Gral. Anselmo Rojo. Además, fue uno de los iniciadores del partido "Liberal" en Salta, dirigido por el patricio Gral. Mitre, de quien era ferviente admirador.
[270] (18) Martín de Gainza, Procurador General de la Nación Argentina. "Informe", del 3 de mayo de 1872, con respecto al Tte. Coronel Don José Manuel Chaves, en "Informes del Procurador General de la Nación y Resoluciones del Poder Ejecutivo. Compilados (a) y Ordenados por Clodomiro Quiroga, (T. II. Publicación Oficial. Bs. As., 1875. Págs. 149 y 150).
(a) NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “Coopilados” lo que Word detecta y yo corrijo.
[271] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original consta con acento, lo que corrijo.
[272] Tradiciones escuchadas al Dr. Vicente Arias. Sobre el Tte. Romero, véase: "La Provincia" (Salta, 19 de febrero de 1936), "El 20 de febrero de 1813".- También alude a la participación de Don Gregorio Romero González en la Batalla de Salta, su nieto Monseñor José Gregorio Romero y Juárez, en su ya aludida carta al Dr. Cornelio Ríos.
[273] (20) La carta fue obtenida, en copia, por el Sr. Domingo Arce, en Córdoba. Ya hemos mencionado esta carta en nuestra segunda conferencia sobre la historia de la medicina en Salta, pronunciada el 25 de agosto de 1944, en el auditórium (a) de la Cátedra de Historia de la Medicina, : de la Universidad de Buenos Aires, adonde nos llevara el eminente Profesor Juan Ramón Beltrán. Sobre el nombre exacto de la acción del 20 de Febrero, véase el documentado trabajo del Ingeniero Rafael P. Sosa, "¿Batalla de Castañares o de Salta?". Salta, 1940). La bibliografía con respecto al nombre de "Batalla de Salta" es sumamente abundante. Baste decir aquí que, así y no de otro modo, la llaman los historiadores argentinos más responsables, entre ellos, el mejor y el más versado conocedor (b) del período histórico al que pertenece aquella gloriosa acción, el Profesor Juan Cánter, a quien se deben trabajos medulares sobre la Asamblea del año XIII y su época. (Conf.: Juan Cánter, "La Asamblea General Constituyente", en Academia Nacional de la Historia, "Historia de la Nación Argentina", Vol. VI. Primera Sección; pp. 3 a 409, Bs. As., 1944). En ese erudito trabajo, el Profesor Cánter abunda en referencias documentales y bibliográficas confirman el exclusivo nombre que debe darse a la acción del 20 de febrero de 1813.
[274] (21) Para ampliar conceptos sobre el momento histórico mencionado en este capítulo, véanse las obras clásicas de Mitre y López, como también: Marío Belgrano, "Belgrano" (Bs. As., 1927), y los trabajos de B. Frías, Pelliza, Emilio Loza, etc.
[275] (21) Archivo Parroquial de La Merced (Salta), "Matrimoio Libro 7, p. 1). (a)
(a) NOTA DEL RECOPILADOR: Esta nota al pie está numerada 21.
[276] (22) Otros hermanos de Doña Cesárea de la Corte de Romero fueron: a) María Francisca; b) Isola (casada con Raynerio Lugones ); c) Fortunata (casada con Manuel Antonio de la Corte y Cervantes Peña o Manuel Antonio Peña); d) Fidel Ignacio de la Corte (casado con Manuela Rioja); e) Doctor Manuel de la Corte Carbajal, médico; g) Pedro y h) Isolina de la Corte. (Los datos genealógicos se deben al Dr. Juan Manuel Duclos Peña).
[277] (23) Anotaciones de Monseñor Romero y Juárez.
[278] Ídem nota al pie número 267.
[279] (24) Un mal versificador festivo compuso octavas con motivo del casamiento de Don Gregorio Romero. En ellas nombra a un Juan de Mata, el que sin duda alguna, no es otro que el propio General Güemes, pues este prócer había sido bautizado con los nombres de Martín Miguel Juan de Mata. Las octavas dicen:
"Este Romero Gregorio
se mezcló con el jolgorio
y por estar ya casado
sabiendo que es el amado
de su esposa, la Cesárea,
se ha pasado de esta área.
A los valles se marchó
y muy solos nos dejó.
----------
Solo sé que se quejó
de la exquisita místela
de Elejalde o su vitela
enviada por Juan de Mata.
Ella, por empalagosa,
como chancaca ancosa,
a Goyo se le pegó
porque solos nos dejó".
(Octavas escuchadas de labios de Doña Dolores Sosa Peña, descendiente del guerrero de la Independencia Don Miguel Simón Romero González ). En cuanto a Elejalde, el verso alude a Don Miguel Elejalde, comerciante salteño, hijo del rico hacendado Don Pedro de Elejalde, antiguo propietario de Yatasto.
Como dato interesante debe señalarse que, Don Pedro de Elejalde, en 1792, hacía constar, en expediente público, que, en su "Hacienda de campo (Yatasto), distante de esta ciudad (de Salta) como 50 leguas, mantengo un Oratorio con todo ornato y decencia". (Documentos originales relativos a la erección mantenimiento del Oratorio de la Histórica Hacienda de Yatasto, en el Cuarto de Trancas, Provincia de Tucumán). Estas piezas, de notable valor histórico y tradicional, se conservan en la ciudad de Salta, con especial cariño, por el Doctor Lisardo Saravia Toledo, distinguido médico salteño, descendiente de las nobles y patricias familias de Toledo, de Ibazeta y de Saravia. El autor agradece al Dr. Lisardo Saravia Toledo la oportunidad que se sirvió darle para conocer y utilizar tales documentos. En otra de parte de esta obra se ha dicho que Don Gregorio Romero González se vinculó en Bolivia con Don Gregorio Tudor, a la vez amigo de Don Pedro José de Ibazeta, antepasado del Dr. Saravia Toledo, quien posee cartas de Tudor a Ibazeta. Conviene aquí decir que Don Gerónimo (o Jerónimo) Tudor era un varón influyente y adinerado, gran señor de Potosí. Tenía vinculaciones con el prócer Don Domingo Matheu, Vocal de la Junta de Mayo de 1810, en Bs. Aires. En 1808 ya se escribían Tudor con Matheu, según se ve en documentos publicados. (Véase: "Autobiografía de Domingo Matheu. Publicada por su hijo Martín Matheu", t. I; p. 55, Bs. As., 1913).
El Ing. Víctor Zambrano, en una conversación mantenida con el autor, descubre un sentido picaresco en los versos transcriptos.
[280] NOTA DEL RECOPILADOR: Consta con "z" en el original, por un evidente error de imprentalo que Word detecta y yo corrijo.
[281] (1) Ver capítulo III.
[282] (*) Ver, al respecto: Carlos Gregorio Romero Sosa, "La Amistad de San Martín con el caudillo Güemes a través de la correspondencia del primero", en "Boletín de Instituto Sanmartiniano- (Año IV. Buenos Aires, diciembre de 1943; N.º 13, p.p.151 a 153). Véase como complemento "Hallazgo de Documentos Fundamentales sobre la Epopeya Sanmartiniana", importante trabajo de que es autor el Capitán de Fragata Jacinto R. Yaben, publicado en "La Nación" (Buenos Aires, 17 de agosto de 1944). En estos dos estudios hay abundante bibliografía sobre la colaboración del Gral. Güemes a los planes sanmartinianos. Notable contribución al respecto es también el trabajo de Eduardo Irigoyen Duprat, "Desde las Vísperas de la Independencia. Página de Güemes" (Buenos Aires, 1944).
[283] Ídem nota al pie número 245.
[284] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original consta con “b”, lo que Word detecta y yo corrijo:
[285] (2) Conf.: Atilio Cornejo, "Apuntes Históricos sobre Salta" (2.ª Edic.). Además, tradiciones del Dr. Vicente Arias.
[286] (2 bis) La cooperación de Don Gregorio Romero y de su patricia esposa, Doña Cesárea de la Corte, a la obra titánica de Güemes, ha sido llevada al radioteatro por el prestigioso escritor periodista argentino Don Adolfo Agromayor, en la simpática audición "Hijas de América" irradiada por Radio Excelsior de Buenos Aires, en la obra "Macacha Güemes, la Amazona de la Libertad", transmitida los días 4 a 9 de septiembre de 1944, a las 22 y 30 horas. Agromayor, después de haber rastreado en distintas fuentes y tradiciones históricas salteñas, dice: "Macacha Güemes tiene una amiga entrañable: su prima Cesárea de la Corte -después esposa de Don Gregorio Romero, leal guerrillero y confidente de Güemes-. Macacha apela a Cesárea en los momentos venturosos como en los difíciles". En el diálogo de la obra, Cesárea de la Corte asume un papel representativo. A través de la pincelada magistral de Agromayor se puede captar el espíritu de Doña Cesárea de la Corte: "fiel representación de la heroica y generosa mujer salteña de aquella hora en la que se luchaba por la libertad de la Patria".
[287] NOTA DEL RECOPILADOR: en el original consta con “c”, por un evidente error de imprenta que Word detecta y yo corrijo.
[288] (*) El Coronel José Francisco de Gorriti.
[289] (3) Tradiciones familiares.
[290] (4) Carta del Capitán Escala al autor. (Fechada en Salta. 15-agosto-1938). Las palabras comparativas del Capitán Escala son, en este caso, un tanto excesivas.
[291] (5) Tradiciones familiares.
[292] (5 bis) En Buenos Aires, en el Archivo Particular del doctor Rafael Zambrano, existen documentos al respecto.
[293] (6) En la "Historia de la Revolución Argentina" el Dr. Vicente Fidel López analiza el suceso en toda su amplitud. La bibliografía a su respecto es abundante; Zinny, Mitre, Jaimes Freyre, Frías, Terán, Carrillo, etc.
[294] (6 bis) Ver: Apéndice X.
[295] (*) "”Fronterizo", hombre del Departamento de Anta, de "La Frontera".
[296] Ídem nota al pie nº 245.
[297] (7) La "Patria Nueva", con Facundo de Zuviría a la cabeza, realiza una noble tarea. Su afán de "legalismo -apuntado por el historiador Bernardo Frías, triunfa en la Sala de Representantes. De ese modo, Salta puede ostentar su Constitución Provincial antes que muchos otros Estados argentinos. La Constitución salteña de la época de Güemes fue mantenida durante todo el gobierno del Brigadier Gal. Juan Manuel de Rosas. El erudito Doctor Don Manuel Ravignani, sabio historiador, cuya obra le consagra entre los más doctos investigadores de nuestro pasado, realizó importantes incursiones en torno al tema de la constitución salteña redactada por el Doctor Zuviría. El fruto de sus investigaciones puede verse en la notable “Historia Constitucional Argentina", obra del Doctor Ravignani. Véase, también: Emilio Ravignani, "La Primera Constitución de Salta y Jujuy ignorada hasta hoy", en "La Nación”, Bs. As. 6 de marzo de 1927- suplemento dominical correspondiente al número 19.931).
De la época de Güemes, y por el roce establecido en el estudio del Doctor Pedro Antonio de Arias de Velázquez, data la vinculación que existió entre el Doctor Facundo de Zuviría y Don Gregorio Romero, ambos lejanamente emparentados, por provenir del tronco común de la casa de Escobar Castellanos. La vinculación estrecha entre Romero y Zuviría se mantuvo en la descendencia de ambos. Los hijos y los nietos de Don Gregario Romero fueron amigos fraternos de los hijos y de los nietos del Dr. Facundo de Zuviría. En efecto, Don Pablo Policarpo Romero de la Corte -hijo de Don Gregorio- se trataba "de primo con Don Julio, Don Ramón, el Dr. Fenelón y el Dr. José María de Zuviría, de quienes era contemporáneo. Posteriormente, los Arce‑Romero, los Arias‑Romero y los Romero -Juárez siguieron manteniendo amistad estrecha con los Zuviría‑Gómez y con los Zuviría‑Martínez Castro, de Salta y de Buenos Aires, respectivamente.
[298] (7) Tradiciones familiares, recogidas por Don José Dión Soliverez y generalizadas en las familias Arias y Romero, desde donde las tomó el Dr. Duclós Peña. (Ver: Apéndice X).
[299] (8) Véanse, entre otras,fuentes, los trabajos de David B. Peña y de Joaquín Catellanos, "Páginas de Historia Argentina. El Gral. Güemes". (Salta, 1921) y "Güemes ante la Historia". (Salta, 1921), respectivamente. Razón tiene el ex Senador Nacional por Salta, Dr. Luis Linares, cuando dice: "Güemes guerreó durante siete años, sin tregua y sin descanso, a la cabeza de un ejército compuesto de soldados que no recibían sueldo ni premios (a), que, en gran parte, se movía con recursos particulares; pero en el que resplandecía la fe, el entusiasmo y un espíritu de obediencia, que solamente podían infundirlo el amor encendido en el corazón de ese pueblo por la causa de la libertad y la ciega adhesión hacia su gran caudillo". (Conf.: Luis Linares, "Discurso en la H. Cámara de Senadores de la Nación Argentina, fundando un proyecto de subsidio para la Comisión Nacional del Centenario del Gral. Güemes". (Pronunciado el 2 de junio de 1921.
(a) NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “pre;” por un evidente error u omisión de imprenta, completándola yo con lo que parece que habrá escrito el maestro en el original que presentó a la editorial. Su hijo, Carlos María Romero Sosa, deberá decidir este punto.
[300] (9) Quien mejor ha interpretado el heroísmo de la mujer salteña ha sido el escritor Adolfo Agromayor, autor de evocaciones sobre Macacha Güemes, Juana Moro Díaz, etc. Sobre patricias salteñas han escrito también Bernardo Frías, Hector Pedro Blomberg, Adolfo P. Carranza, Manuel F. Mantilla, Serafín Libacich, etc. Sabemos, por referencias del prestigioso historiador salteño Dr. Carlos Serrey, que posee, en su archivo, importantes (a) documentos (b) sobre Doña Juan Moro Díaz de López.
(a) y (b) NOTAS DEL RECOPILADOR: En el original dice: “impotantes” y “ocumentos”, por dos evidentes errores de imprenta, lo que Word detecta y yo corrijo.
[301] (1) Véase: Bartolomé Mitre : "Belgrano y Güemes. Estudios Históricos". (Bs. As., 1864).
[302] (1) Véase: Antonio Zinny, "Historia de los Gobernadores". (T. V. "Salta y Jujuy". Edic.: "La Cultura Argentina").
NOTA DEL RECOPILADOR: En el original la presente nota 302 está numerada (1) en el texto principal y como (*) en la nota al pie constante en la página 214 de la obra del maestro.
[303] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “espectable” por un evidente error de imprenta, lo que Word detecta y yo corrijo.
[304] (2) El historiador salteño Adrián F. Cornejo ha dejado a su fallecimiento, un trabajo inédito al respecto. Se conserva en poder del Dr. Atilio Cornejo, en Salta.
[305] (*) Casado con Doña Leonor Figueroa Arias.
[306] (3) Tradiciones de familia.
(3 bis) Ver sobre esta revolución el Apéndice N' XIII de esta obra. (Carta al Sr. Adolfo Agromayor ).
NOTA DEL RECOPILADOR: Esta nota 3 bis, no consta en el texto principal por un evidente error u omisión de imprenta
[307] (4) Anotaciones de Monseñor Romero y Juárez.
[308] (5) y (6) Anotaciones Ibídem.
[309] (7) Christián Nelson, "Notas sobre la Industria Harinera en Salta” (Salta 1938).
[310] (*) Referencias de Doña Deidamia González de Saravia.
[311] (*) Es en este momento cuando el Capitán Miguel Romero se refiere a la presencia de Hilario Ascazubi en Salta. (Véase: Carlos Gregorio Romero Sosa. "La Imprenta de la Patria en Salta y raro impreso de 1826", en "Boletín del Instituto Bonaerense de Numismática y Antigüedades". Director, Juan Cánter. Año 1.° N.º 1; Bs. As., 1943; p. p. 58 a 61).- Conf.: Mujica Láinez, "Vida de Aniceto el Gallo". Bs. As., 1944).
[312] (**) Don Pedro Lucas Díaz de Zambrano y Saravia era un patriota salteño. Su padre, Don Matías Díaz de Zambrano -descendiente de encomenderos-, parece que no fue adicto a la causa de la Revolución, según suponen sus descendientes en razón de no figurar su nombre entre los de los patriotas. Por nuestra parte, nos preguntamos si, acaso, no habría muerto ya en 1810. En cambio, Don Pedro Lucas, vinculado por su madre -Doña Laureana Saravia- a los patriotas Don Pedro José, Don Saturnino y Don Apolinario Saravia, sirvió eficazmente a la causa de la Patria. Además, fue Ministro del Dr. José Ignacio de Gorriti, según he podido verlo en un documento oficial del Archivo General de la Provincia de Salta.
Como curiosa información, el Dr. Rafael Zambrano me ha referido haber oído narrar a su ilustre padre, el Camarista Dr. David Zambrano -muerto hace 25 años-, que su padre, Don Jerónimo Zambrano Arias, viejo patriarca salteño, destruyó en su presencia, documentos que contenían la firma del Gral. Manuel Belgrano, pues no quería que ninguno de sus descendientes cobrase a la Nación los dineros que, en carácter de devengados, aportó Don Pedro Lucas Zambrano, devengados que se documentaban en aquellos papeles firmados por Belgrano, simples recibos de dinero y reses de ganado.
[313] (7 bis) La causa efectiva de la guerra con el Brasil fue la cuestión de la Banda Oriental. Los portugueses, primero, y los brasileños, después, declararon al Uruguay provincia "Cisplatina", anexada a la corona de Portugal (a) en un principio, y a la del Emperador del Brasil, posteriormente. El Uruguay, en cambio, formaba parte integrante de las Provincias Unidas del Río de la Plata. La bibliografía sobre la guerra con el Brasil es muy abundante. Recomendamos, entre otras obras„ la del historiador Beberina.
(a) NOTA DEL RECOPILADOR: en el original consta en minúsculas, por un evidente error de imprenta que corrijo.
[314] (8) Conf.: Juan B. Terán, "José María Paz". (Bs. As., 1936; p. 72). Paz dirigió desde Salta el Regimiento 2 de Caballería sobre la base del Batallón de Cazadores, puesto al servicio del Gobierno Nacional por la Provincia de Salta. (Ver el Decreto respectivo, firmado por el Gral. Las Heras, Gobernador de Buenos Aires, con fecha 10 de enero de 1826, en Ercilio Domínguez, "Colección de Leyes y Decretos Militares concernientes al ejército y Armada de la República Argentina, desde 1810 a 1896.
[315] (9) Carta del Canónigo Dr. Clodomiro Arce, al Dr. Manuel Peña, fechada en Salta, el 15 de agosto de 1898. (Atención del Dr. Juan Manuel Duclos Peña, quien obsequió esta carta al autor).
[316] (10) Carta cít.
[317] (11) Documento obsequiado al autor por el Sr. Miguel Solá. Perteneció al Archivo de Otero. Téngase presente que el 2 de enero de 1826 el Congreso General Constituyente de las Provincias Unidas del Río de la Plata sancionó una ley poniendo a disposición del P. E. Nacional, a los efectos de la guerra con el Brasil, a todas las "Milicias" existentes dentro el patrio territorio.
[318] (*) En Tucumán vivían o vivieron los hermanos de Don Gregorio. Aludimos a Clemente y Miguel Romero González.
[319] (12) Anotaciones de Monseñor Romero y Juárez.
[320] (13) Archivo de la Aduana de Salta. (Informes de Zorrequieta. Datos tomados del "Registro Oficial". Libro 6.° Folio 311. Foja 559. T. -II°).
[321] (14) Datos aportados al autor por el Sr. José María Leguaizamón, en Salta.
[322] (15) Tradiciones de familia.
[323] (15 bis) Según referencias del historiador Pablo A. Lagos Lasserre.- Ver Apéndice VIII.
[324] (15 tris) Ver Apéndice XVIII. Reportaje al historiador Dr. Vicente Arias.
[325] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “pontificial” por un evidente error de imprenta, lo que Word detecta y yo corrijo.
[326] (16) Referencias transmitidas al autor por la Rda. Madre Romero, quien, en carta que dirige al autor, a Salta, con fecha 1.° de abril de 1944, desde la ciudad de Córdoba, apunta la siguiente historia con respecto al asunto de la casulla: "Mi abuelo –dice fue militar y tenía una cabalgadura regia. De la carona de su recado de montar mandó hacer una casulla para la Iglesia, de terciopelo rojo, bordado en oro. La usó su hijo y mi tío, el sacerdote Don Atanasio Romero y a la muerte de éste, la familia, sin duda tía Tránsito Romero, se la obsequió a tío Pascual Arce, el sacerdote, en razón de que éste intervino años antes ante las Monjas Carmelitas de Salta, de las que era Capellán, para que convirtieran la carona de la montura del abuelo en casulla de Iglesia para ser usada por el tío Atanasio. Después -continúa-, cuando murió tío Pascual, la casulla volvió a casa y, alguna vez, la usaron tu tío Obispo y Clodomiro, hasta que yo, estando todavía en el mundo, la renové en sus forros y la obsequié para el Colegio de las Hnas. Esclavas, hace ya a esto más de cincuenta años, en tiempos de la Madre Zapata". (Carta en el Archivo del autor).
[327] (17) Gonf.: "Grados Militares. Empleos civiles. Cédulas de Retiro, Jubilaciones, Licencias Absolútas". (Libro N.o 6), en "Registro Oficial de la República Argentina". Comprendiendo los Documentos Expedidos desde 1810 a 1873"..(T. II, p. 559. Bs. As., 1880). El Presidente Rivadavia, por Decreto del 19 de marzo de 1827, acordó otorgar a todos los combatientes en Ituzaingó premios militares. A Don Gregorio Romero, por su graduación, le correspondía el cordón de honor, de plata y los cabetes sin borla.
[328] (*) Las condecoraciones del Teniente Romero González fueron obsequiados por el Dr. Juan Pablo Arias Romero al historiador Dr. Manuel Peña, quien, a su vez, se las obsequió al historiador y numismático Dr. Manuel F. Mantilla, autor de una hermosa monografía sobre Premios Militares, la primera en su género en la historiografía nacional.
[329] (18) Apuntes del Dr. Bernardo Frías, entregados a Monseñor Romero y Juárez. (Ver Apéndice IV). Llama poderosamente la atención la circunstancia de que el Dr. Atilio Cornejo omita la mención del Tte. Romero entre los guerreros salteños de la campaña contra el Brasil. (Ver Apéndice XVII: Una omisión incalificable).
[330] (1) Cristián Nelson, "Notas sobre la Industria Harinera en Salta" (Salta, 1938).
[331] (2) Tradiciones de familia recibidas de Doña Deidamia González de Saravia.
[332] (3) En la sala de recibo del hogar de Romero, su esposa e hijas poseían "estrado', mueble que representaba toda una distinción, según lo explica Frías, en su "Historia de Güemes", tomo I.. (Datos debidos a Dn. Pascual Arce Romero ).
[333] (4) Con.f.: B. Frías, "La Casa de los Frías" (obra inédita en poder de sus descendientes). Sobre el tema han escrito Concolorcorbo Scrivener, el propio Frías en diversas oportunidades, Juan Carlos Dávalos, etc. Aún después de la Independencia, el comercio de mulas con Bolivia y Perú era ejercido por gente que pertenecía a la mejor sociedad. Allí están los` apellidos de los Solá, los Ortiz, los Cornejo, los Romero, los Tejada, los Figueroa, los Aráoz, los Saravia, los Ojeda, los Arias, los Benítez, los Goytía, los Centeno, los Padilla, los Dávalos, los Jándula, los Plaza, los de la Corte, los Gómez Alvarado, etc. "Las expediciones comerciales de mulares -dice Joaquín Castellanos- eran, en otras provincias, dirigidas generalmente por hombres de experiencia y de valor probado, pero no de primera categoría social. En Salta, en cambio, los mandaban personalmente los jefes y representantes de las familias más ilustres de la Provincia". (Joaquín Castellanos, "Acción y Pensamiento”. Bs. As., 1917; p. 338).- Véase, también: Carlos Gregorio Romero Sosa, "Fábregas Mollinedo. El Místico Salteño del Pío Latino". (Bs. As., 1943; p. p. 48 y 49).
[334] (5 y 6) Domingo V. Gallardo, "Don Gregorio Beeche. Bibliófilo y coleccionista", en "Boletín del Instituto Bonaerense de Numismática y Antigüedades. (Año II. N.º 2).
[335] NOTA DEL RECOPILADOR: Véase nota al pie precedente.
[336] (7) Francisco Centeno, carta al autor. (Fech.: Bs. As., 16 de Noviembre de 1938).
[337] (8) Esposo de Dña. Telesfora Arias.
[338] (9) Datos de Don Pascual Arce, Dr. Vicente Arias y Sra. Deidamia González de Saravia.
[339] (10) Datos aportados por la Rda. Madre Margarita M. Romero y por Doña Deidamia González de Saravia.
[340] (11) El Sr. Manuel Mercau Orozco, yerno del historiador Dn. Manuel Soria, comunicó al autor que, entre los papeles de su suegro "existían datos de una comisión encomendada por el gobernador Gral. Alvarado al abuelo del Obispo Romero, comisión vinculada a distintas actividades unitarias en Catamarca, especialmente en Santa María y en Belén'. Debido al lamentable fallecimiento del Sr. Mercau Orozco ha sido imposible reunirse con tales documentos.
[341] (12) Ver Apéndice II.
[342] (13) Dr. Manuel Peña, carta a Dña. Egidia Romero, fechada en Bs. As., 5 Oct. 1897. Arch. del Autor.
[343] (14) Datos de Doña Deidamia González de Saravia.
[344] En el original dice: “caballerezco” por un evidente error de imprenta que Word detecta y yo corrijo.
[345] (1) Referencias que figuran en carta escrita por Dña. Carmen Eguren a Monseñor Romero y Juárez y fechada en el Rosario de Lerma, el 16 de junio de 1911. (Arch. del Autor).
[346] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “escendió” por un evidente error de imprenta que Word detecta y yo corrijo.
[347] (*)
Estos actos fueron las cartas un tanto excesivas en elogios que Saravia
escribió al Gral. Juan Manuel de Rosas y se conservan en el Archivo General de
la Nación. Las referencias fueron publicadas en el comienzo de nuestro siglo.
(Conf.: Antonio Zinny, "La Gaceta Mercantil de Bs. Aires. 1823-1852". T. III, p.
1Q6., Bs. As., 1912).
[348] NOTA DEL RECOPILADOR: Sin acento en el original.
[349] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “depreción” por un evidente error de imprenta que Word detecta y yo corrijo.
[350] (2) Tradiciones familiares recogidas de labios del Sr. José Dion Soliverez.- Sobre el asunto del peón Romero, veamos lo que dice un “Diario” de la época, escrito por un federal adicto a Don Miguel Otero y publicado por primera vez por el Dr. Atilio Cornejo, en sus "Apuntes Históricos sobre Salta". El "Diario" dice: 1841. Abril 18. Del motín militar de Chicoana, resultaron dos oficiales fusilados, uno en la plaza del pueblo y el otro en Santa Rita. El primero era un negro zambo, de apellido Arias, guerrero en tiempos de Güemes y de los principales) héroes de la jornada de Chicoana (en tiempos de Gorriti) en la que actuó Dn. Manuel Puch y después de la cual perdió Salta el mejor gobernador que ha tenido y que fue el Gral. Arenales. El otro oficial, Romero, fue indio valiente (sic.), soldado gaucho, que desde el tiempo de Don Antonio Cornejo empezó en; una corta montonera en este valle de Salta hostilizando a los gobiernos. En épocas del Gral. Heredia, éste lo ocupó como teniente de su ejército y, luego, Don Manuel Solá lo hizo Capitán de gauchos. Luego, con el teniente Armonía amotinaron el cuerpo del ejército en Chicoana. Dos sargentos y un cabo, recomendados por Don Teodoro López fueron indultados bajo la condición de entregar a Romero, lo que 'hicieron en Santa Rita, formándole luego el proceso el comandante Gregorio Solís y declarando entonces Romero que Don Camilo Uriburu estuvo acampado en Castañares en tiempos de Otero y le entregó armas y municiones y que el coronel Mariana Saravia le invitó para hacer una revolución y prendiese al comandante Castellanos. Después fue fusilado”. (Conf.: Atilio Cornejo, "Apuntes Históricos sobre Salta". (2.ª Edic.; p. p. 507 y 508. Bs. As., 1937).
[351] (*) Conf.: Carlos Ruiz Santana, "Datos sobre el Capellán de los Ejércitos Patriotas. Pbro. Don José Gabriel Díaz—, en "Sendas. Revista de Arte, Historia y Literatura". (Año II. N.° 2. Buenos Aires, enero-febrero de 1944). (Véase sobre :este punto Carlos Gregorio Romero Sosa, "Fábregas Mollinedo” (Bs. As., 1943; Cap. III).
[352] (**) Policarpo Romero, "El Colegio Nacional de Salta". (Salta, 1926). Mantegazza recuerda el Colegio de Bailón y lo califica de “importante”.
[353] (3) Anotaciones de Monseñor Romero y Juárez.
[354] (*) Casó Dn. Mariano González con Dña. María Mamela Sarverry. De ese matrimonio nació, entre otras hijas, Dña. Carmen González, esposa del Dr. Vicente Anzoátegui, matrimonio éste muy ligado a la familia de Romero.
[355] (4) Anotaciones Ibídem.
[356] (5) Ver Ziny, "Hist, de los gobernadores" (T. V.).
[357] (*) Don Miguel Simón Romero
González en 1839 fue Miembro de la Sala de Representantes de Salta. Al
producirse la caída de la "Liga del Norte" debió emigrar a Bolivia.
Antes de abandonar Salta, debió permanecer oculto en Cámara (Rosario de Lerma),
junto con otros unitarios, gracias a la protección que le dio Dn. Mariano
Saravia, en forma amistosa y pese a tratarse de enemigos políticos. Esto
aconteció en 1840.
Romero se dedicaba al arte de la platería. Sobre él véase: Carlos Gregorio Romero Sosa, "Algunos Plateros de Salta en la Época Colonial y comienzos de la Época Independiente", en "Boletín del Instituto Bonaerense de Numismática y Antigüedades". (Bs. As. 1944. Año II. N.° 2). En 1844, el Pbro. Marina comisionó a Romero para confeccionar los resplandores de plata para la Cruz del tradicional Cristo del Milagro, tarea que no pudo acometer éste por razones: de salud.
[358] (6) Archivo General de la Prov. de Salta. (Sección Administrativa. Carpeta de 1,856).
[359] (7) Conf.: B. Frías, "Tradiciones Históricas" (T. III).
[360] (8) Véase: Carlos Gregorio Romero Sosa, 'Fabregas Mollinedo” (Bs. As., 1943).
[361] (9) Archivo General de la Prov. de Salta. (Sección Administrativa. Carpeta de 1856).
[362] (10) Pablo A. Lagos Lasserre, articulo citado. (Ver Apéndice).
[363] (11) Especialmente los Romero, mantenían íntima amistad con sus parientes próximos los Costas, los Güemes, los Anzoátegui -González, los Mollinedo, los Escobar, los Aráoz, los Pardo, los Alvarado, los Cornejo, etc., familias con todas las cuales los Romero se daban el tratamiento de "primos", frecuentándose con mucha confianza.
[364] (11 bis) Francisco Centeno, "Los Romero, los Arce y los Centeno ”. (Ver Apéndice).
[365] (12) Ver: Carlos Gregorio Romero Sosa, "Fábregas Mollinedo" cit.
[366] (13) Conf.: Carlos Gregorio
Romero Sosa, "La Imagen de Ntra. Sra. de la Candelaria de la
Viña" (Salta, 1942). Véase, también, el conocido informe sobre Misiones
del Chaco, debido al Padre Pelici y editado en Génova en el siglo pasado.
[367] NOTA DEL RECOPILADOR: A 2009, puedo decir que fuimos muchos los abogados en la familia. El nieto de Pedro Antonio, Carlos, se recibió y doctoró en la Universidad de Buenos Aires en 1895, y de igual modo lo hicieron 6 de sus hermanos, recibiendo uno de ellos, la medalla de oro de la Universidad. Carlos Arias falleció el 22 de abril de 1922 y su único hijo varón, Carlos Ramón, se recibió en la misma Facultad de Derecho en 1939, pero pudo obtener el título recién en 1941, porque era pago. Contaba papá que un procurador le adelantó un honorario para que obtuviera el título y lo patrocinara. A esta problemática la resolvió Perón, porque desde él, la Universidad también fue gratuita. Carlos ramón tuvo tres hijos varones, Carlos Alberto Francisco, Alberto José y Pedro Antonio. Los dos primeros nos recibimos de abogados, Chango (Carlos Alberto Francisco) se recibió en la Facultad de Derecho de la Universidad del Litoral porque en su tiempo, vivíamos en Concordia, Provincia de Entre Ríos, y estaba más cerca. Yo preferí la Universidad de Buenos Aires, como mis mayores. El menor de mis hermanos, Pedro Antonio, portador del mismo nombre de nuestro tatarabuelo, no eligió el derecho.
[368] (14) Las señoritas Tránsito, Josefa, Evarista y Egidia Romero de la Corte, grandes devotas de la Virgen de la Candelaria de la Viña, al igual que su prócer padre, el guerrero, sirvieron, ejemplarmente, a la Iglesia de La Viña, en la ciudad de Salta, y se ocuparon, en distintas maneras, de realzar el culto a tan venerada imagen.
[369] (15) Certificados de Estudios de Dn. Policarpo Romero de la Corte. (Archivo del autor).
[370] (16) Como un homenaje a mi
querido padre, consigno, en nota, sus datos biográficos principales.
Don
Policarpo Daniel Romero Juárez -conocido simplemente por Policarpo Romero -,
nació en Salta (ciudad), el 3 de enero de 1871. Inició estudios en 1877 en el
llamado "Liceo Salteño”, dirigido por Don Pedro Forcada. Los continuó en
la Escuela Graduada N.º 2, dirigida por el Profesor Francisco Alsina y después
por Don Salvador Sotomayor, escuela que hoy lleva el nombre de "Mariano
Cabezón". En 1883 ingresó en el Colegio Nacional de Salta, desde donde
pasó al Seminario Eclesiástico, egresando bachiller en 1889 y pasando a la
Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Buenos
Aires. Inicia actuación como empleado en la Policía de la Capital Federal. Por
razones personales y de familia se ve obligado a abandonar su carrera
universitaria. Regresa a Salta y, en 1892, desempeña un cargo en el Consejo de
Higiene de la Provincia y se ocupa, al mismo tiempo, en tareas rurales. En 1893
actuó en la Agencia de Salta del Banco Hipotecario Nacional, en calidad de
Contador. Fue, sucesivamente: Prosecretario de la junta Nacional de Sanidad
(1894); Secretario del Consejo de Higiene de Salta (1908); Secretario, Contador
y Tesorero del Colegio Nacional de Salta (desde 1902 a 1926); Profesor de
Matemáticas en el Colegio Nacional de Salta (1906); Profesor de Geografía en el
mismo colegio (desde 1906 a 1926); Secretario General del Censo Agropecuario
Nacional (distrito Salta), en 1907 y 1908; Secretario General del Censo General
de Educación de la Nación (distrito Salta), en 1908 y 1909; Vocal de la
Comisión del Censo General de la Nación (distrito Salta), en 1914; Vocal de la
Comisión Municipal del Centenario del Gral. Güemes, en Salta (1921); Vocal del
Consejo Gral.(a) de Educación de la Provincia de Salta (de 1926 a 1928), en
cuyo carácter desempeñó delicados cargos en las comisiones de Reglamento,
Estadística y Fomento y de Didáctica, Inspección y Peticiones; Diputado a la H.
Legislatura de la Provincia, por el Departamento de Rivadavia, en el período
1927-1929, siendo nombrado Vicepresidente de la Cámara y miembro de las
comisiones de Presupuesto y Hacienda; Secretario del Consejo Gral. de Educación
de la Provincia de Salta (1930-1932); miembro de la Comisión Oficial de
Recepción al Presidente del Gobierno Provisional y de Festejos de la
Inauguración del Monumento al Gral. Güemes (1931) ; Vocal del Consejo Gral. de
Educación (1937-1938); Vicepresidente (b) del Consejo Gral. de Educación
(1938); Secretario General del Consejo de Educación (1938-1940); nombrado Vocal
del mismo Consejo (1940), cargo al que renunció reiteradamente; Vocal del H.
Directorio de la Caja de Préstamos y Asistencia Social de la Provincia de Salta
(1940-1943). Periodismo: Fundó y dirigió los diarios "La Idea" y “La
Provincia”, este último, decano del periodismo en Salta. Educación:
Sirvió en la enseñanza primaria y secundaria, iniciándose como profesor en el
Círculo de Obreros de San José. Publicista: Es autor de diversos artículos,
escritos y folletos sobre temas de historia y educación. Sus principales obras
son: "El Colegio Nacional de Salta. Cincuenta años de Vida" (Salta,
1926); "El Club 20 de Febrero. Sus Bodas de Plata” (Salta, 1938);
"Homenaje de la Caja de Préstamos y Asistencia Social de Salta al Gral.
Rudecindo Alvarado" (Salta, 1942). Es, además, autor de numerosos
discursos sobre temas diversos. En la Cultura Pública: Fundador y
Presidente de la "Biblioteca Popular Fernando López", en la Escuela
Mariano Cabezón", en Salta (1925) ; Secretario de la Comisión de Homenaje
a la Memoria del Gral. Güemes; Secretario de la Comisión Pro-Decoración de la
Iglesia Catedral de Salta y Panteón de las Glorias del Norte; Miembro Fundador
de la Asociación Cultural de Salta y Vocal de la Comisión de Instrucción
Pública de la misma (1933); Corresponsal del Museo Provincial de Fomento de
Salta (1935); Socio Fundador de la Asociación "Amigos del Arte", en
Salta; Miembro de Número de la Junta de Estudios Históricos de la Unión Salteña
(1937); Miembro de la Mesa Directiva de la Primera Reunión de Historia del
Norte (1938); Delegado de la Junta de Estudios Históricas de Salta a las
jornadas de Estudios Históricos de Santa Fe (1938); Vocal de la Comisión Mixta
Pro Víctimas del Terremoto de Chillán; Miembro de la Comisión de Festejos del
75." Aniversario de la Fundación del Colegio Nacional de Salta; Presidente
Honorario de la Comisión Cooperadora Escolar "Mariano Cabezón", etc.
Es Cooperador Salesiano y ha actuado y actúa en diversas organizaciones
católicas.
(a) En el original dice: “Gra.l” por un evidente error de imprenta que Word detecta y yo corrijo.
(b) En el original dice: “VicePresidente” por un evidente error de imprenta que Word detecta y yo corrijo.
[371] (*) Tradiciones recibidas de labios de la Rvda. Madre Margarita María Romero.
[372] (**) Tradiciones recibidas de
labios de la Rvda. Madre Margarita María Romero y del señor José Dión
Soliverez. En la biblioteca particular del Gral. Alvarado estaba, por ejemplo,
la obra de Soliz Ribadeneyra, "Historia de la Conquista de México”. El
volumen I de esta obra, con la firma autógrafa de Alvarado, forma parte, en la
actualidad, de la biblioteca privada del Sr. Julio R. Zambrano, en la ciudad de
Sala, en donde he podido verlo y copiar su portada. Ella dice: "Historia
// de la Conquista // de México, // Población, y Progresos // de la América
septentrional, conocida // por el Nombre de Nueva // España. // Escribíala //
Don Antonio de Solis, y Rivade // neyra, Secretario de Su Magestad (a), y su //
Cronista Mayor de las Indias. // Dividida en Dos Tomos, // e // Ilustrada con
láminas finas. // Tomo I°. // Con las Licencias Necesarias. //- Barcelona: Por
Thomás Piferrer, Impresor // del Rey N. S. // A Costa d de la Compañía”.
(a) NOTA DEL RECOPILADOR: “Magestad”, textual en el original, lo que no corrijo puesto que es una cita ajena.
[373] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “acetismo" por un evidente error de imprenta, lo que Word detecta y yo corrijo.
[374] (1) Provincia de Lapurdi (Vasconia francesa).
[375] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “repatrirá" por un evidente error de imprenta, lo que Word detecta y yo corrijo.
[376] (3) Es un error de José Manuel Estrada -y antes lo fue del Canónigo Dr. Juan Ignacio de Gorriti-, el censurar la admirable formación educacional impartida en la época de la Colonia. Tales apreciaciones sólo fueron producto de la "leyenda negra".
[377] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “Anzoategui”, sin acento, existente con él en otras citas de este patronímico, por lo que lo corrijo.
[378] (3) Anotaciones cit. de Monseñor Romero ]. Juárez.
[379] Ver Apéndice: “Datos del Dr. Bernardo Frías ”.
[380] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “corteces” por un evidente error de imprenta, lo que Word detecta y yo corrijo.
[381] (*)
Sobre la familia colonial, véase: José Manuel Eyzaguirre, "El Pasado en el
Presente. Comentarios de Historia Argentina” (Bs. As., 1924; p.p. 112 a 118).-
Los datos arriba consignados se deben a referencias del Sr. Pascual Arce.
Psicológicamente, como muchísimos exponentes de su tiempo, Don Gregorio Romero
González era un hombre de la España transplantada a los Reinos de la América
Española. Tiene razón cuando, al referirse a esos exponentes, dice Juan Agustín
García : —El hombre colonial debe tener fija su mirada en el cielo; era lo
único serio, real e interesante. Esta vida terrestre era efímera, vana,
despreciable, llena de corrupciones y miserias". (Juan Agustín García,
"Sombras que pasan". Bs.
As., 1925; p. 46).
NOTA DEL RECOPILADOR: En el texto principal original no consta el paréntesis de cierre por un evidente error de imprenta, lo que corrijo.
[382] NOTA DEL RECOPILADOR: Con acento en el original.
[383] NOTA DEL RECOPILADOR: Sin acento en el original.
[384] (*) A la muerte de Monseñor Romero y Juárez, se le encontró en su cuenta del Banco la cantidad de $ 5 y, en su poder, sólo $ 0.80. Su caridad le hizo entregar todo cuanto tenía a los pobres, a excepción de la casa paterna. (Datos del R. P. Fray Rafael Gobelli ).
[385] (1) Una sociedad culta y virtuosa como lo fue la sociedad de Salta; una sociedad de rancia tradición hispánica; una sociedad que se preciaba de contar, entre los miembros de cada familia, con un sacerdote y con una capellanía para el culto divino; una sociedad así debía ser esencialmente católica y piadosa.
La crónica local lo está diciendo y lo
documentan todas las tradiciones subsistentes. "La clase pensadora, que
habitaba la ciudad; la. clase civilizada y culta, era de creencia honrada, de
fe profunda y sincera, desde el simple comerciante hasta el doctor preparado e
instruido en las universidades- -ha dicho el testimonio del autor de la
"Historia de Güemes y de Salta", Doctor Bernardo Frías. (Tomo I; p. 427).
Y, el mismo Doctor Frías, dice: "Los
católicos de aquella época lo fueron sin vacilación ni impostura. La ciencia no
dio los religiosos de en contradicciones con el dogma, ni principios tan
virtuoso catolicismo fueron una sola vez en ellos, obstáculos para la libertad
y política social de su patria”. (Op. cit. T. I°; p. p. 135 y 136).
[386] (2) Sobre la importancia de la Orden Tercera en Salta, véase: Enrique Udaondo, "Crónica Histórica de la Venerable Orden Tercera de San Francisco en la República Argentina” (Bs. As., 1920; p.p. 425 a 423).
[387] (3) Según narraba siempre Sor María del Valle Romero, su nieta.
[388] (*) La señora Arias de Bavio y su esposo, el Ing. Héctor A. Bavio se lo obsequiaron al autor como una verdadera reliquia de familia.
[389] (4) Comentando la exposición de antigüedades en el Cabildo de Salta, dice el brillante escritor Don Domingo V. Gallargo: "Allí se expusieron las platerías del Presidente de la Audiencia de Charcas y Gobernador de Salta en la época real, Marqués Don Juan Victorino Martínez de Tineo. Allí la cama de jacarandá del Dr. Guillermo Ormaechea y el escritorio, estilo "Directorio", de aquel mismo personaje. Allí el cofre de plata repujado del fundador de la ciudad de Orán, General Don Ramón García de León y Pizarro., Allí los títulos de Alférez Real, con la firma autógrafa del monarca Carlos IV, a favor de Don Calixto Ruiz de Gaona ; los Libros capitulares de Salta; un volumen que perteneció a la biblioteca del historiador Filiberto de Mena, en Salta, en la segunda mitad del siglo XVII; la camisa penitencial y los cilicios con los que se martirizaba Doña Javiera Molina y Gallo; los devocionarios del prócer de la Independencia, amigo y colaborador del General Güemes, al par que combatiente en la batalla de Salta y en la campaña con el Brasil, Don Gregorio Romero y González ;el kepí militar y otros enseres del salteño Dr. Joaquín Díaz de Bedoya, Cirujano Mayor del Ejército Argentino en la guerra con el Paraguay; el marco de la primitiva Iglesia Jesuítica de la Doctrina de San Carlos del Valle Calchaquí; etc.". (Véase: Domingo V. Gallardo, "Dos Exposiciones de antigüedades salteñas celebradas en agosto y septiembre de 1942", en Boletín del Instituto Bonaerense de Numismática y Antigüedades. Director: Juan Cánter. Año I, N.° 1; pp. 92 y 93. Bs. Aires, 1943).
[390] (4 bis) A propósito de estos libros de mística conviene decir que, en las antiguas casas salteñas se encuentran numerosos devocionarios, algunos de los cuales fueron catalogados por el autor de este libro, a raíz de la Exposición de Antigüedades Salteñas, realizada en el Cabildo de Salta, en septiembre de 1942. Sin embargo, es curioso comprobar que no se encuentran en Salta, entre todo lo que se ha investigado hasta ahora, el "Tratado de la Hermosura de Dios ", del ascético jesuita Nieremberg, cuya primera edición data de 1641. (Sobre la obra del Padre Nieremberg y sobre otros devocionarios y volúmenes ascéticos (a), véase: Marcelino Menéndez Pelayo, "Historia de las Ideas Estéticas en España". Vol. IV: siglos XVI y XVII. Editorial Glem, Bs. Aires. Cap. VII: "La Estética Platónica en los Místicos de los siglos XVI y XVII").
(a) NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “ascéicos” por un evidente error de imprenta, lo que Word detecta y yo corrijo.
[391] NOTA DEL RECOPILADOR: Sin acento en el original, por un error de imprenta, lo que corrijo porque aquí, es sustantivo.
[392] (5) A la muerte de Doña Tránsito Romero, el cuadra pasó a poder de la familia Arce Romero. El Sr. Don Pascual Arce lo obsequió, después, a la Srta. María Romero. Hoy es de propiedad del autor. Desgraciadamente ha sufrido retoques absurdos. Data de 1720.
[393] NOTA DEL RECOPILADOR: Con acento en el original, que Word detecta y yo corrijo.
[394] (6) podemos compartir, desgraciadamente, muchas de las afirmaciones que sobre la religión y las prácticas religiosas en la sociedad colonial hace Don Julio Noe, cuyo talento y versación admiramos. Será necesario ahondar más y mejor en el estudio de la sociedad colonial, extrayendo de ella muchas vidas como las de los progenitores de Romero González. Así podrá verse palmariamente que la religión entonces practicada era bien sentida y no de mera apariencia. Véase, a título informativo, el importante trabajo del señor Noé, "La Religión en la Sociedad Argentina a Fines del Siglo XVIII". (Bs. As., 1916. Separada de los "Anales de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de Buenas Aires". T. II. Serie 3.ª).
[395] (*) Alude a la 2,ª Edición.
[396] NOTA DEL RECOPILADOR: Entiendo que debería “biógrafo”, porque el biografiado es Romero González.
[397] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original consta con “v”, por un evidente error de imprenta, lo que Word detecta y yo corrijo.
[398] (*) Entregados a Monseñor Dr. José Gregorio Romero y Juárez, Obispo de Salta y conservados en Salta, en el Archivo del Prelado.
[399] (1) Monseñor Ubaldo Abalía.
[400] (2) Monseñor Carlos M. Cortés.
[401] (3) Dr. Víctor Cornejo Arias.
[402] (4) R. P. Juan Iñurritegui Gastañaga (C. R. L.).
[403] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “
[404] NOTA DEL RECOPILADOR: Sin acento en el original, por un error de imprenta, lo que corrijo.
[405] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original consta punto y coma, por un evidente error de imprenta que corrijo.
[406] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “talvés” por un evidente error de imprenta, lo que Word detecta y yo corrijo. Pero aquí es una cita ajena y tal vez conste así. Queda sujeto a la decisión del Dr. Carlos María Romero Sosa.
[407] NOTA DEL RECOPILADOR: Sin acento en el original, por un error de imprenta, lo que corrijo.
[408] (1) En 1804.
[409] NOTA DEL RECOPILADOR: Sin acento en el original, por un error de imprenta, lo que corrijo porque aquí, es pronombre.
[410] En el original dice: “tranchó” por un evidente error de imprenta, lo que Word detecta y yo corrijo.
[411] (1) Carta del Pbro. Antonio Romero y González, citada por el Profesor Carlos Gregorio Romero, en su estudio "El Tte. de la Guerra con el Brasil, Don Gregorio Victorio, Romero y González". (2.ª Edc. Salta, 1938).
[412] (2) Ricardo Cuatrero Jáuregui, "Evocando a un Prócer Salteño Olvidado. El Tte. de la Guerra con el Brasil Don Gregorio Romero y González ", en "El Pueblo- (Salta, 27 de marzo de 1940).
[413] (3) Vicente Arias. Carta cit. por C. G. Romero, op. cit.
[414] NOTA DEL RECOPILADOR: Consta con "c" en el original, lo que Word detecta y yo corrijo.
[415] (4)
Jacinto R., Yaben, "Biografías Argentinas y Sudamericanas”. (T. V, Bs. As., 1940).
[416] (5) Archivo General de la Provincia de Salta. (Sección Administrativa. Carpeta de 1856).
[417] (6) Leandro Fernández Arregui, "Oración Fúnebre Pronunciada en la Parroquia de Ntra. Sra. de la Candelaria de La Viña, en el Homenaje Tributado. por la Primera Reunión de Historia del Norte Argentino, a los Próceres Salteños Gregorio Romero y González y José Toribio Tedin ". (Salta, 1938).
[418] (*) Al corregirse las pruebas de este libro se produjo el fallecimiento del Sr. Centeno, en la ciudad de Buenos Aires. ¡Paz en su tumba!
[419] (1) Se incluye este valioso trabajo por los datos -que aporta sobre Don Gregorio Romero González y su esposa.
[420] (*) Hermana de Dña. Cesárea de la Corte, la esposa del prócer Romero González.
[421] NOTA DEL RECOPILADOR: La cursiva es mía. El texto insertado por el autor, es original de Urquiza, por ejemplo: “qe.” “mui”, “realisadas”, etcétera, e igual ocurre en la siguiente respuesta de la madre agradecida. En cambio, corregí “educacin”, porque me parece un error evidente de imprenta.
[422] NOTA DEL RECOPILADOR: La cursiva es mía.
[423] (*) N. B.: En el trabajo del Dr. Duclós Peña se alude al famoso Colegio del Uruguay, sobre cuya historia tanto y tan excelentemente ha escrito el Dr. Antonio Sagarna, honra de la cultura patria. (Nota de la C. C. R. S.)
[424] NOTA DEL RECOPILADOR: Él es mi padre, y sé que su nombre completo es “Carlos Ramón Arias ”.
[425] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “Sarah” pero creo que es un error de imprenta, porque mi tia era “Sara”.
[426] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original este título está en singular y se citan a dos personas, por un evidente error de imprenta, lo que corrijo.
[427] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “Romeo”, por un evidente error de imprenta, lo que corrijo.
[428] (*) En el mundo: Candelaria Romero Juárez.
[429] (**) En el mundo: Delfina Romero Juárez.
[430] (***) En el mundo: Constantina Romero Juárez.
[431] (*) El Sr. Adolfo Agromayor forma parte del personal de la Biblioteca del H. Congreso de la Nación.
[432] NOTA DEL RECOPILADOR: No existen comillas de cierre en el original, lo que corrijo.
[433] Ídem nota al pie nº 245.
[434] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “oyuden” por un evidente error de imprenta, lo que Word detecta y yo corrijo.
[435] En el original dice: “nomber” por un evidente error de imprenta, lo que Word detecta y yo corrijo.
[436] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “innovildable”, por un evidente error de imprenta, lo que Word detecta y yo corrijo.
[437] NOTA DEL RECOPILADOR: Consta con "c" en el original, lo que Word detecta y yo corrijo.
[438] NOTA DEL RECOPILADOR: Consta sin acento en el original, por un error de imprenta, lo que corrijo porque aquí, es pronombre.
[439] (*) Copia obtenida por atención del Sr. Capitán Ramón S. Escala.
[440] NOTA DEL RECOPILADOR: Sin acento en el original, por un error de imprenta, lo que corrijo.
[441] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “cambia”, lo que corrijo.
[442] NOTA DEL RECOPILADOR: Consta con "s" en el original, lo que Word detecta y yo corrijo.
[443] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “paar" por un evidente error de imprenta, lo que Word detecta y yo corrijo.
[444] NOTA DEL RECOPILADOR: No consta el paréntesis de cierre en el original.
[445] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “historiarores” por un evidente error de imprenta, lo que Word detecta y yo corrijo.
[446] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original no constan las comillas de apertura, lo que corrijo
[447] (1) Se refiere a Monseñor Dr. José Gregorio Romero y Juárez, que fue su condiscípulo y amigo fraterno.
[448] NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “contra el Imperio con el Brasil”, lo que parece ser un error de imprenta por lo que lo reemplazo.
[449] NOTA DEL RECOPILADOR: Ídem nota al pie nº 19, letra (a) porque allí figura Eustaquio Frías.
[450] (1) El Dr. Mandelli asistía a la Reunión de Historia como Delegado de la Universidad Nacional de Tucumán.
[451] (1)
Por error de imprenta, seguramente, en una publicación muy posterior a esta
Primera Reunión de Historia del Norte, se dice que el monumento a Güemes fue
inaugurado el 20 de febrero de 1934 (sic). (Ver: Ricardo Solá,
"Monumentos y lugares históricos en la Provincia de Salta", en
'Boletín de la Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares
Históricos''. Año III. N.c 3. Bs.
As., 1941; p. 32).
[452] (2) La ignorancia más absoluta ronda en el país y en la misma Provincia de Salta con respecto a los orígenes del monumento al Gral. Güemes, emplazado al pie del Cerro de San Bernardo, en la ciudad nativa del caudillo. Su historia se inicia en un anhelo general y patriota de fines del siglo XIX, fecha en la cual, el doctor Ángel Justiniano Carranza organiza un significativo homenaje exhumado del olvido y de la ingratitud esta figura ilustre de la Patria. Le secundan en su empresa, entre otros, los historiadores de Salta Don Juan Martín Leguizamón, Dr. Manuel Peña y Don Mariano Zorregieta, juntamente con el Dr. Daniel Goytía, Don Salustiano Sosa y otros caballeros descendientes de guerreros de Güemes. Por ese entornes, también la Junta de Historia y Numismática Americana, a iniciativa del mismo Carranza, acuña una medalla con la efigie del caudillo. Así las cosas, en 1908, el H. Congreso de la Nación, al ordenar la creación y los fines de la Comisión Nacional del Centenario de la Revolución de Mayo, dispuso, por Ley N.o 6.285, en su articulo 14, "Erigir en la ciudad de Salta una estatua ecuestre al Gral. Güemes", estatua cuyos gastos debían costearse con emolumentos de la suma general de pesos 6.500.000, otorgados, por la misma Ley, a dicha Comisión del Centenario. Durante años se discutió en Salta del sitio dónde se emplazaría el monumento. Por iniciativa del señor Salustiano Sosa, benemérito ciudadano de hondo fervor güemista, se formó una Comisión local Pro Monumento a Güemes. La Comisión fue presidida por el mismo señor Sosa y proyectó la erección del monumento en la Plaza Güemes, obra ésta iniciada también por el señor Sosa en forma oficial. Secretario de dicha Comisión fue el Sr. Policarpo Romero y vocales: Dr. David Zambrano Caro, Sr. Moisés J. Oliva, Sr. Flavio García, Dr. Darío Arias, Dr. Francisco Cabrera, Sr. Manuel Solá, Ing. Fernando Solá, Sr. Casimiro López Gastea-Ovejero, Ing. Nolasco F. Cornejo, Sr. Santiago Salinas, Ing. Víctor J. Arias, Sr. Conrado M. Serrey y Monseñor Julián Toscano. En la Plaza Güemes se colocó la piedra fundamental del monumento y, por ley nacional 6309, del 20 de julio de 1909, el Congreso dispuso la entrega al Gobierno de la Provincia de Salta, por parte del P. E. Nacional, de la suma de $ 50.000 "para arreglo y embellecimiento de la Plaza que contendrá -dice el texto de la Ley- el monumento destinado a perpetuar la memoria del Gral. de la Independencia, Don Martín Miguel de Güemes". Años más tarde se constituyó, con sede en Buenos Aires, la Comisión Nacional del Centenario del Gral. Güemes, presidida por el Gral. Gregorio Vélez. Con motivo del Centenario de la muerte del Gral. Güemes, el H. Congreso de la Nación proyectó y aprobó, por iniciativa del entonces senador por la Provincia de Salta y ex Ministro de la Suprema Corte de justicia de la Nación, Dr. Luis Linares, la Ley N.º 11.124 acordando entregar a la Comisión Nacional del Centenario del Gral. Güemes, la cantidad de $ 30.000, "para sufragar los gastos que demande su celebración en Salta". La Comisión presidida por el Gral. Vélez tomó a su cargo la tarea definitiva del monumento. La estatua ecuestre del caudillo es obra del escultor Víctor Garino (*). Se la colocó al pie del cerro San Bernardo y no en la plaza Güemes por genial iniciativa del ex Diputado y entonces Ministro de Justicia e Instrucción Pública de la Nación, Dr. Ernesto E. Padilla, quien sugirió en la Cámara que se declarasen "'plaza de suburbio" a los terrenos adyacentes al sitio en donde hoy, está el monumento. En "La Nación", de Bs. Aires, del viernes 17 de junio de 1921; se publica una noticia intitulada: “La Estatua del Gral. Güemes en Salta". Dice así: Los diputados (nacionales), Ernesto E. Padilla, Alberto Méndez Casariego y otros de distintos sectores de la Cámara, han presentado un proyecto de ley, ampliando hasta la cantidad de $ 200.000 la suma destinada para la erección de la estatua al Gral. Güemes y autorizando a la Comisión Nacional de Homenaje para que la emplace en el sitio más conveniente de la ciudad de Salta o sus alrededores, modificando así la ley de 1908 que autorizaba la erección de esa estatua". La crónica de la colocación de una segunda piedra fundamental del monumento en la Plaza Güemes, aparece en "La Nación" del sábado 18 de junio de 1921. A esa ceremonia asistió, en representación del P. E. de la Nación, el Dr. Gómez, Ministro del Interior del Presidente Hipólito Irigoyen.
(*) Otras esculturas del Gral. Güemes han sido ejecutadas por Hernán Cullen, Troiano Troiani, Dagoberto Papi, Arístides Boledi, etc. Entre los pintores que han puesto en la tela la figura de Güemes merecen citarse a Ernesto Charton, Schiafino, a Alice, a Struk, a Bourrelli, a Cerrutti, a Arístenes Papi, a Alejandro Ache (a), a Gigli, etc.
(a) NOTA DEL RECOPILADOR: En el original dice: “Alejanrdo” por un evidente error de imprenta, lo que Word detecta y yo corrijo. Confirmé en Internet, que su nombre sí, es Alejandro.