Ley de lemas, partidos políticos y gobernabilidad
Entre mediados de los ochenta y
principios de los noventa varias provincias argentinas reformaron sus sistemas electorales
para incluir a la ley de lemas como su elemento mas
característico. Este particular sistema electoral, invento y exclusividad
histórica de los uruguayos, venía siendo cuestionado en su país de origen pero
sin embargo llamó la atención de los políticos locales.
Desde su llegada a la Argentina, a pesar de entusiasmar poco a los académicos (que la rechazaron bajo todo punto de vista), se convirtió en el centro de atención del debate político en diversas oportunidades. En su momento se le atribuyeron generosas consecuencias pero con el paso del tiempo fue considerada culpable de numerosos desastres políticos y defenestrada con diversos argumentos. Al punto que, según parece, la ley no sobrevivirá por mucho mas tiempo y nos encontramos atravesando un proceso lento pero aparentemente irreversible de reformas en las diversas provincias que concluiría con la etapa de doble voto acumulativo y simultáneo en Argentina.
Como ley de lemas se conoce al
sistema de doble voto acumulativo y
simultáneo que básicamente consiste en la facultad que tienen los partidos
o alianzas de presentar mas de una lista de candidatos
en nombre de sus agrupaciones internas. La lógica del sistema indica entonces
que el elector elige primero entre los partidos o lemas que se presentan y
luego entre alguna de las listas o sublemas. Con igual sentido, el recuento de
votos también se realiza a través de un doble procedimiento, primero contando
los votos de cada sublema y luego sumando los votos de los sublemas en el lema
al que pertenecen. Resulta ganador el sublema más votado dentro del lema más
votado y la distribución de los cargos legislativos resulta de la aplicación
del sistema D'hondt primero al lema y después entre los sublemas.
Doble voto simultáneo porque el
elector dispone de dos votos, uno al lema, otro al sublema, en una misma boleta
y en un mismo momento. Doble voto acumulativo porque el sublema mas votado
dentro de cada lema recibe los votos de todos los sublemas de su mismo lema
para definir el ganador.
Las “promesas” del sistema que
fueron señaladas mayormente en lenguaje político y nos hablaban del poder
benéfico, casi salvífico que podía ejercer una legislación electoral sobre el
comportamiento de los partidos y los incentivos a la participación. Se señalaba
que si cada partido podía presentar varias listas, en principio
representativas de los grupos internos, entonces la ley de lemas
permitía mantener la estructura y la fuerza electoral conjunta del partido a
través de un proceso que arbitraba en las internas, a la vez que ampliaba las
alternativas y la libertad del elector.
En ese sentido, los observadores
y analistas coinciden en destacar que cuando se implementó en Uruguay el efecto
fue resguardar a los partidos tradicionales que tenían grandes dificultades
para asegurar la unidad y continuidad de sus estructuras debido a las fuertes
divisiones internas que los amenazaban. De allí que la implementación del
sistema de lemas y sublemas les permitió, por un lado, mantener la vigencia
formal de los partidos políticos y su fuerza electoral y por otro, encauzar los
conflictos internos que serían tamizados por los resultados electorales de cada
una de las líneas. Cuando los dos grandes partidos perdieron votos y poder ante
una tercera fuerza, casi un siglo después, arreciaron las críticas al
mecanismo, porque se lo consideró culpable de la crisis política y la debilidad
de los partidos.
Este efecto fue tenido muy en cuenta en la
Argentina, y es característico de las provincias con ley de lemas que, al
momento de su promulgación, el partido mayoritario estuviera dividido por
internas difíciles de resolver que afectaban su potencial electoral,
planteándose esta ley como la forma de evitar conflictos mayores y a su vez,
sumar los votos de las distintas corrientes internas[3].
Las críticas se centraban en
señalar que el sistema afecta gravemente la capacidad de gobernar y pone en
crisis la legitimidad de los representantes y del sistema político en general.
Consideraban que en lugar de poner paños fríos a las internas, las avivarían,
en lugar de atacar el poder de las cúpulas y burocracias partidarias, las
harían mas fuertes, en lugar de favorecer la
representación la avasallaba, en tanto la alquimia de los resultados podía
terminar por dar la victoria a un candidato con menor respaldo que otro, por
ejemplo. Todo lo cual redundaría en una crisis política del Estado y de la
democracia.
En vista a tan contradictorias
observaciones, decidimos realizar una observación puntual de los diez años de
vigencia de la ley en la provincia de Salta, buscando las consecuencias
sociopolíticas que parecen derivarse de éste particular sistema electoral. Este
análisis se sostiene en entrevistas personalizadas a candidatos, dirigentes y
asesores técnicos de los distintos partidos de la provincia[4], información
periodística[5]
y, por supuesto, en los datos electorales relativos a la conformación de
sublemas y los resultados alcanzados en cada oportunidad. Creemos que
constituye una ventajosa oportunidad para retomar el viejo debate acerca de la
influencia de los sistemas electorales en los partidos, especialmente en su
vida interna.
La intención de éstos
comentarios es centrarse en ese punto, en cómo un sistema electoral particular
puede influir en las modalidades de actuación de los partidos políticos, hacia fuera
y hacia adentro de su organización. La manera en que los políticos se apropian
de la ley de lemas y adaptan sus comportamientos tradicionales tiene
repercusiones mucho mas allá del simple resultado electoral y afecta los
gobiernos, la estructura de los partidos y la legitimidad democrática.
En la década pasada, los debates
en torno a la ley de lemas estaban signados por un viejo prejuicio, aquel que
le atribuía a la ley una capacidad reformadora de las conductas, ya sea
positiva o negativamente, en la medida que se creía que a partir de entonces
los conflictos políticos serían “pacíficos”, o serían aún mas “cruentos”, como
si las leyes se aplicaran automáticamente o cumplieran todo lo que dicen en su
letra chica. No es que hoy ese prejuicio se haya desechado ni mucho menos, pero
el tiempo nos permite analizar en que medida se realiza y ver hasta que punto
las particulares modalidades de comportamiento de la sociedad y de los
políticos influye en los supuestos efectos directos de una ley. De allí que sea
preferible realizar en primera instancia un estudio de caso, antes que una
comparación basada en algunos aspectos seleccionados arbitrariamente.
Veamos por qué a los políticos
parece gustarles tanto la ley de lemas a pesar de todas las consecuencias
políticamente nefastas que se avizoraban. Esta es una tarea necesaria para
continuar el análisis, aunque no está ajena a las limitaciones de la
interpretación y síntesis. Encontramos tres postulados básicos acerca de los
procesos supuestamente derivados de la aplicación de la ley en un sistema
político determinado, para algunos las consecuencias son positivas y se
expresan en la maravillosa participación política atraída por el sistema, para
otros el resultado inmediato es una temible fragmentación de los partidos que
afectaría la capacidad de gobernar y la legitimidad de la democracia en
general, por último, desde argumentos diferentes, ahora centrados en la actitud
del elector frente a los sublemas, llegamos a las mismas conclusiones respecto a
la representatividad y legitimidad. Ampliemos un poco estos argumentos.
El primer postulado sería aquel,
a favor del sistema, que dice que la ley de lemas amplía la participación y reforma
positivamente la estructura de los partidos en la medida que favorece la
renovación de dirigentes y los mecanismos democráticos, lo que redunda en la
mayor disposición ciudadana hacia la democracia.
Como el sistema implica que la presentación de candidaturas se libera, al menos relativamente hablando, de las prácticas tradicionales de designación de candidatos, ya sean por nominación autoritaria o por acuerdos cerrados entre las cúpulas, permite que nuevos dirigentes se presenten a las elecciones sin mayores requisitos. La anquilosada burocracia partidaria recibe de esta manera un golpe de gracia fatal, porque se quedaría sin los recursos básicos que sustentaron su poder hasta el momento haciendo que la apertura de los partidos sea inevitable.
Como
contrapartida encontramos que se ve afectada la cultura democrática de los partidos, se
dejan de lado las actividades internas permanentes, porque pierden su atractivo
en la medida que cada dirigente debe hacer valer sus apoyos por fuera de la
estructura tradicional. El partido lentamente va perdiendo funciones y su
capacidad de aglutinar a los diversos sectores.
Cuando se señala que la ley de lemas fue implementada nada mas que como un mecanismo para resolver las luchas internas se está señalando lo mismo, porque se considera que los órganos partidarios no son capaces o suficientes para resolver los conflictos y entonces se opta por mostrar abiertamente los grupos que se han constituido y permitir que sea un tribunal imparcial el que resuelva. Se dejan de lado los mecanismos internos, perdiendo poder las burocracias y las cúpulas internas y el partido se “juega entero” en la elección general, con todas las opciones posibles, los mejores hombres de cualquier extracción y todo aquel que quiera decir algo.
El segundo postulado plantea el
efecto contrario. La ley de lemas en lugar de encauzar y resolver abiertamente
el conflicto interno lo que hace es agudizarlo y provocar que cada línea
interna se estructure por su cuenta, sosteniendo su existencia en el
enfrentamiento descarnado e irresponsable. Como resultado de partidos
fragmentados tenemos gobernantes débiles, sin mayorías legislativas y con una
interna partidaria irresuelta que condiciona su gobierno.
Este argumento se basa en la
lógica de la competencia en tanto destaca que un sublema gana las elecciones en
la medida que resta votos a sus opositores internos, por lo tanto, la campaña
electoral resalta mas las diferencias que las coincidencias, el enfrentamiento
mas que las coincidencias básicas. Nos encontramos frente a un conflicto mas abierto y explícito, pero además, mas organizado[6], porque
se trata de una elección general donde cada cual concurre por su cuenta, donde
cada sublema se ha distanciado de una forma tal que prefiere mantener su
estructura propia en lugar de desarmarse y volver al partido.
Si en estas condiciones se
accede al gobierno, el resultado es temible: los gobernantes no pueden
gobernar. No solo porque no tienen apoyo de su partido sino porque en su mismo
partido encuentra la oposición mas acérrima.
El resultado del proceso visto
de esta manera, es una cadena inevitable: enfrentamientos internos recurrentes,
debilidad del gobernante, crisis de representación, crisis de legitimidad
democrática.
El tercer postulado que podemos
encontrar hace hincapié en la conducta y actitud del elector. Menciona que el
ciudadano común se encuentra ante una serie de mecanismos y resultados
aparentemente contradictorios producto de la suma de votos de los sublemas del
mismo lema que concluyen en el rechazo al sistema. A la larga, dicen los
críticos, la ley de lemas solo traerá descreimiento y falta de
representatividad de los políticos electos.
Esta fórmula se difundió bajo la
crítica común de que con ley de lemas el elector se desorienta y no sabe a
quien vota[7],
suponiendo que el sistema acumulativo entre sublemas es muy confuso y difícil
de entender para el elector. Por una parte se le brindan mas
opciones para elegir, pero puede ser que su voto termine favoreciendo la
victoria de aquel candidato que no quería votar. Y eso que los primeros
críticos no contaban con un cuarto oscuro con unas treinta boletas distintas a
disposición del indeciso elector.
La contradicción ideológica
presente en la suma de votos de los sublemas de un mismo lema, mas allá de la
descarnada oposición desarrollada durante la campaña, es evidente. ¿Cómo
entender que el candidato A del lema X se enfrenta al candidato B de su mismo
lema, pero le otorga sus votos para facilitarle el triunfo? ¿O que alguien
gobierne con los votos de un dirigente que permanentemente intenta forzar su
fracaso? ¿Cómo reconocer la ideología o menos ambiciosamente, las propuestas de
un partido cuando no existe una articulación de ideas y discurso entre sus
candidatos?[8]
Como resultado de la combinación de lemas y sublemas también puede encontrarse que quien resulte electo no sea el candidato mas votado, considerando individualmente a los sublemas[9], o que alcance la victoria a pesar de un mínimo porcentaje de votos propios; posibilidades ciertas que despiertan serias sospechas acerca de la capacidad del sistema para respetar la voluntad del elector y designar a los candidatos mas representativos de la ciudadanía.
Los dos primeros postulados
tienen en común referirse a la influencia del sistema electoral en la
estructura y organización partidarias y por ende, en la fuerza política del
gobierno. La ley de lemas sería entonces un sistema altamente positivo en tanto
demuestre que es capaz de forzar las estructuras internas de los partidos,
quebrando el poder de la oligarquía interna y su aparato burocrático al que
hacían referencia Mosca, Michels o Schumpeter con sus sombrías consecuencias para la
participación. Pero sería un sistema altamente negativo en la medida que
implique la fragmentación del partido en múltiples estructuras internas que
respondan cada una a líderes diversos, lo que implicaría mas
y mas fuerte oligarquía interna y burocratización. Con el agregado de problemas
críticos de gobernabilidad y representatividad como consecuencia de la
estructura vigente en el sistema de partidos.
El tercer postulado, si bien no
hace una referencia central a los partidos políticos, si destaca los efectos
supuestos del sistema electoral sobre la representatividad y legitimidad de
gobernantes y tras ellos, del sistema político en general. Con ley de lemas el
resultado es un electorado apático y representantes con escasa legitimidad y
menor responsabilidad política.
Delia Ferreira Rubio, Hipólito Orlandi y María Gabriela Giordano señalan que la confusión y descreimiento generalizado hacia el sistema electoral es producto de su propia lógica. La ley de lemas lleva al elector a votar pensando privilegiadamente en el candidato, en el dirigente, en la línea interna, pero a la hora de contar los votos el sistema piensa de otra manera, privilegiando al partido, a la suma de sublemas, interpretando al revés el pensamiento del elector en cuanto ya no tiene en cuenta al candidato, a sus votos propios.
"A nuestro juicio, las dificultades que plantea
el sistema de doble voto simultáneo y acumulativo están vinculadas con la
variación del eje central de la oferta electoral, el resultado de la elección y
el ejercicio del poder. Mientras, como ya lo expresamos, la oferta electoral
está centrada en los sublemas (candidatos), el resultado electoral privilegia a
los lemas (partidos), y el ejercicio del poder - sobre todo en los cuerpos
colegiados- gira otra vez, en torno a los sublemas."(pag
17)[10]
El sistema de partidos
provincial es claramente bipartidista, integrado por el Partido Justicialista
(ganador de dos elecciones a gobernador) y el Partido Renovador de Salta
(gobernante en el período ’91 – ‘95). La Unión Cívica Radical ha descendido
notablemente su influencia electoral, alcanzando menos de 10% de los sufragios
en 1995 y concurriendo aliados al PRS en dos
oportunidades, como una manera de reconocer la corrida de sus votantes
tradicionales hacia ese partido[11]. (ver gráfico n° 1)
GRAFICO
N° 1
Elaboración propia en base a datos
proporcionados por la Secretaría Electoral de la Provincia y el Juzgado
Federal de Salta.-.
Desde el punto de vista
institucional, la provincia de Salta tiene un sistema bicameral con renovación
parcial cada dos años, y acepta una reelección para gobernador. Su sistema
electoral proporcional tiene la particularidad de producir resultados ampliamente
mayoritarios porque se sostiene en la representación departamental. Salta tiene
23 departamentos, solo tres de los cuales tienen mas
de 100.000 habitantes, Capital, San Martín y Orán, y 10 departamentos menos de
10.000[12]. Al
combinarse la elección departamental con la renovación parcial de diputados
resulta ser que son numerosos los casos donde se elige un legislador por
departamento, haciendo imposible en los hechos el principio declarado de la
proporcionalidad. Esto se refleja claramente en la legislatura. En las dos
últimas elecciones la oposición alcanzó en conjunto un 30 y un 40% de los votos
a diputado y sin embargo actualmente tiene una
representación legislativa del 15%[13].
La importancia de esta
combinación de elementos en la conformación y comportamiento del poder
legislativo limita evidentemente la repercusión que podríamos esperar de un
sistema electoral con ley de lemas y lleva a que el ámbito privilegiado de
observación sea el municipal.
En Salta se implementa la ley de
lemas en 1991, impulsada por el Justicialismo que entendía que de esa manera
encauzaría la feroz interna que se había desatado unos años antes y fue
reformada en 1998 para excluir su vigencia en la elección de gobernador[14].
Es importante hacer notar que el
PRS es un partido claramente verticalista y cerrado a la participación, como
dejando rastros del pasado militar de sus organizadores. En su vida política no
registra elecciones internas (que ni siquiera figuran en sus estatutos) ni
instancias abiertas de debate o renovación de dirigentes[15].
Distinto del PJ o la UCR que aun con liderazgos fuertes y tradicionales (poco
comunes en el radicalismo salteño) tienen una agitada vida interna que requiere
procesos específicos para su expresión.
La provincia de Salta tiene 58
municipios, cada uno con elección de Intendente y Concejo Deliberante, lo que
nos permite contar con un amplio número de observaciones, con los resultados
electorales mas variados, y situaciones de lo más
disímiles, algunas de ellas con una significación mas allá de lo provincial. La
conocida situación de los municipios de Mosconi y Tartagal, por ejemplo, si
bien tiene una raíz netamente económico social, las
modalidades adoptadas revelan evidentemente la inexistencia de canales de
expresión reconocidos, la falta de liderazgos políticos y la debilidad de las
instituciones representativas.
Pero éstos no son los únicos
municipios salteños que en estos años han atravesado por crisis de
representación y gobernabilidad expresadas en intendentes expulsados por los
Concejos Deliberantes, procesados por irregularidades administrativas, atraso
en los sueldos, reelecciones indefinidas, recambios gubernamentales,
intervenciones, crisis sociales, etc. Esto nos lleva a prestar atención
especial a uno de los aspectos mas denunciados de la
ley de lemas: dicen que provoca la debilidad representativa de los gobernantes
y la imposibilidad de gobernar en situaciones conflictivas.
Si revisamos nuevamente los
postulados sobre la ley de lemas, señalados en su momento, encontramos que es
necesario prestar atención a los comportamientos políticos en tres grandes
ámbitos de análisis, que nos brinden los indicadores, las evidencias que
plantean estos postulados. Estos ámbitos serían:
a)
El ámbito de las burocracias y
cúpulas partidarias, respecto de:
I) La participación: en la medida que posibilita que mas dirigentes sean candidatos
(principalmente a través de la postulación de listas propias) y en cuanto
modifica la vida interna del partido;
II) Las modalidades de organización de los grupos internos: bajo la tensión coherencia
ideológica del partido y estructuración – fragmentación de sus líneas internas
b)
El ámbito de la representación y
gobernabilidad,
en cuanto la ley de lemas daría por resultado:
I) Gobernantes con escasa legitimidad electoral, tanto porque pueden no haber
sido los mas votados entre todos los candidatos como porque la cantidad de
votos propios es escasamente representativa;
II) Gobernabilidad amenazada en la medida que la interna partidaria se
instala en el gobierno;
c)
En el ámbito de la credibilidad
y legitimidad,
en el sentido que la ley de lemas
I) Tiende a provocar confusión;
II) Parece no respetar la voluntad del elector;
III) Genera dudas respecto a la credibilidad de los mecanismos electorales y
por ende, afecta la legitimidad de la democracia.
En los apartados siguientes
analizaremos la evidencia que el caso salteño nos brinda de los dos primeros
ámbitos, los partidos y la gobernabilidad. El tercer ámbito se presta a mayores
especulaciones; por un lado puede ser considerado el efecto general del
sistema, en cuanto considera la mirada del elector sobre todo el escenario
político de la ley de lemas, y en especial sobre los ámbitos partidarios y
representativos; pero por otra parte, requiere técnicas de observación
especialmente preparadas para cumplir este objetivo, que no se realizaron en
ésta oportunidad.
Asimismo, podemos encontrar
muestras de apatía y falta de credibilidad en los mecanismos representativos,
pero difícilmente podemos medir el peso que tiene la ley de lemas como causante
de esos fenómenos tan generalizados, al menos en un estudio de caso.
Implica afirmarse sobre
valoraciones y hasta prejuicios personales el entender que, como el sistema es
aparentemente complejo, confuso y desconcertante en sus resultados, el
electorado en su conjunto desconoce y descree del sistema. De todas maneras
volveremos a este tema en las conclusiones.
Gana el que más sublemas tiene.
Con la ley de lemas no gana el mejor candidato, sino el que arma mejor su
relación con los sublemas propios y los del otro lema.
Estamos en presencia de dos
estrategias habilitadas por la ley de lemas, la primera consiste en presentar
una candidatura fuerte, con su lista llena de personajes conocidos que arrastra
los votos de todo el lema; junto a ella pueden o no estar otros sublemas, pocos
y débiles, que en la práctica, no modificarán el resultado final. La segunda
estrategia consiste en presentar varias listas bajo un mismo lema, algunas
representativas de los grupos internos importantes, otras a grupos mas
pequeños, otras con candidatos desconocidos o nuevos, otras que solo suman a
una categoría mayor. Lo importante aquí es el número de sublemas que
contribuirán al resultado total del lema.
La segunda estrategia es
resultado del rechazo a la primera; los ejemplos en los que un partido pierde
una elección a pesar de contar con un candidato fuerte y que el lema competidor
gana por la suma de votos de sus distintos sublemas, aun de aquellos pequeños y
desconocidos, llevó a considerar que lo importante era la cantidad de listas
que se presentaban, por mas que sean débiles, ideológicamente incoherentes o
desconocidas para la mayoría.
En la práctica, la seducción de
este argumento junto con la conveniencia para los distintos sectores internos,
determinó que se desarrollara un proceso de multiplicación constante de
sublemas. Esto es públicamente conocido porque los medios periodísticos se
encargan de difundir en cada elección el numero de
sublemas, candidatos, propagandas, costos, etc. y son muchas las críticas que
se multiplican al ritmo de la multiplicación de sublemas.
Pero veamos un poco de que
manera se presenta este proceso. En primer lugar, parece estar relacionado con
el partido y sus modalidades internas porque el PJ tiende siempre a presentar
mas sublemas que el partido renovador, quien en principio, fue remiso a
presentar mas de una lista de candidatos, pero después cayó rendido ante la
oleada de sublemas justicialistas y la contundencia de la lógica matemática.
En segundo lugar hay que hacer
notar que actualmente las categorías más importantes (descartando gobernador
que ya no se rige por ley de lemas) han estabilizado y hasta mermado el número
total de sublemas; pero cuanto más descendamos en las categorías, mas
ascendemos en el número de sublemas. Este comportamiento, incipiente en los
primeros años de la ley de lemas, se hace evidente en las sucesivas elecciones
y su difusión en todo el territorio nos lleva a concluir que ésta es la forma
actual del proceso de multiplicación de sublemas. El número total de sublemas a
intendente, por ejemplo, disminuye en última elección, mientras que el de
concejales se mantiene en el mismo nivel. (Ver gráfico n°2)
Un candidato a diputado provincial de un departamento cualquiera impulsa a uno, dos o más candidatos a intendente, y cada candidato a intendente presenta dos, tres y hasta cinco listas de concejales. De manera que el número de sublemas provinciales es menor al de sublemas departamentales y éste menor al de sublemas municipales y mucho menor al de sublemas a concejales. Esto no parece ser casual, o producto de una liberalización de las estructuras partidarias en sus organizaciones básicas, sino que parece responder a una estrategia de los dirigentes de cada departamento o localidad quienes serían los organizadores de este crecimiento en enramada de la cantidad de sublemas, para ser figurativos.
GRAFICO
N°2
Elaboración propia en base a datos proporcionados por la Secretaría
Electoral de la Provincia y el Juzgado Federal de Salta.-.
En tercer lugar, el número de sublemas
que pasemos a considerar también depende del momento en que nos encontremos,
porque es evidente que éstos descienden y mucho a lo largo del proceso
electoral. De esta manera el número de sublemas oficializados es mayor a la
cantidad de listas de candidatos que se presentan y éstas son menores a las que
encontramos finalmente en el cuarto oscuro. Distintos procesos están debajo de
éstos: los sublemas, caen, se fusionan, se alían, apoyan candidatos de otros
sublemas, de manera continua hasta el último minuto.
Si la multiplicación “en
enramada” parecía responder a la especulación de algunos dirigentes y sus
seguidores, la cantidad de sublemas que se presentan en un primer momento para
su oficialización[16] parece
responder a la especulación de pequeños grupos de militantes y dirigentes que
se preparan para luego intercambiar avales, nombres y estructuras con otros
candidatos. Contar con un sublema oficializado parece ser un recurso ante la
negociación y el “armado” de las listas que finalmente se presentan.
Es entonces evidente la adopción
de la teoría de que el lema ganador es el que más sublemas presenta, proceso
que, aunque hoy se haya detenido un poco, revela la forma en que los dirigentes
intermedios adaptan las figuras legales a sus prácticas políticas, mas que una
ciega subordinación a las leyes de la matemática. Cuanto mas tiempo lleva
vigente la ley de lemas mas dirigentes se dan cuenta
de esto y mas adoptan las nuevas modalidades. En una primera etapa todos se
lanzaron al ruedo aprovechando la oportunidad, y creyeron comprobar que la
simple suma los llevaba al triunfo y empezaron a sumar sublemas “para favorecer
al partido” (reacción especialmente evidente en el partido renovador), pero
entonces, aunque aprendieron el refrán de que en política 2 + 2 no siempre es
igual a 4, encontraron ventajas políticas en el armado de sublemas que
respondían a estrategias particulares, mas allá de los intereses del partido.
Los mismos políticos reconocen
que la sola cantidad de sublemas no es un indicador seguro del resultado
electoral, que a veces sirve pero sólo cuando se adecua a la conformación
política del lugar en cada oportunidad. Ante la ley de lemas los partidos deben
ocuparse detenidamente de la instancia de análisis del escenario político. En
cada localidad las conclusiones pueden ser diferentes; mientras que en un
departamento no hay candidatos líderes y parece convenir que se presenten
muchos sublemas pequeños; en otros lugares es necesario armar pocas listas pero
con dirigentes atractivos porque un racimo de desconocidos no podría hacer
frente al líder opositor.
En particular, encontramos
municipios con una dispar evolución de su número de sublemas, unos años mas de 6 sublemas, al otro año solo dos, y en siguiente
turno nuevamente mas de 5 sublemas, por ejemplo. Allí no podemos suponer que la
conformación de sublemas se refiere únicamente a grupos internos divididos
entre si que requieren ir por separado a la elección, el proceso parece ser el
resultado de un análisis del escenario, una estrategia pensada y desarrollada
desde arriba[17].
La función de la cúpula parece seguir siendo, al menos hasta esta instancia del
análisis la de determinar los candidatos que se presentan en cada elección, o
como menos, la de incidir en la formulación de sublemas; armando sublemas
propios, aliando los existentes o desarmando los que “están de mas”.
La ley de lemas abre las puertas
a una mayor participación política, dando lugar a la renovación dirigencial.
El efecto directo más evidente que
produce la ley de lemas es una ampliación inesperada de la participación
política. Detrás del fenómeno de la multiplicación de sublemas está la del
número de candidatos que se postulan, lo cual implica un compromiso de
participación inusual en éstas épocas. Es difícil,
sino imposible, determinar si el mayor número de candidatos está señalando mas militantes y dirigentes partidarios que antes del cambio
de sistema, pero si se refiere a un activismo mas protagónico por parte de
dirigentes antes ocultos en la organización.
Si, en términos absolutos, los
afiliados y militantes de un partido son mas y mas
activos, tendríamos cumplido el postulado optimista porque la maravillosa
participación se habría hecho realidad. Pero para ser realistas, no tenemos
ningún indicador de mayor participación ciudadana, no aumentan los afiliados,
el interés o la información general sobre la política; por lo que nos
inclinamos a concluir que el postulado no se cumple tal cual.
Es cierto que se encuentra mayor
participación, pero entre los mismos militantes y dirigentes partidarios. El
siempre exiguo ámbito de los políticos encuentra en la conformación de sublemas
la manera de desarrollar la actividad política de una forma más libre y
autogestionada que tras una lista oficial, de allí el mayor compromiso por
participar.
La repercusión de la ley de
lemas en el recambio dirigencial es parte de su mecanismo intrínseco y tiene
alcances notables a mediano plazo que se avizoran en el crecimiento de sectores
internos a cada partido. Si antes la única manera de ascender en la jerarquía
partidaria era mostrar méritos y esfuerzos internos ante los dirigentes ya
establecidos, ahora los méritos también vienen dados por la capacidad
organizativa propia, los réditos electorales y los espacios institucionales
obtenidos particularmente. Un dirigente enfrentado a la burocracia interna
tiene efectivamente la oportunidad de derrocarla, o por lo menos de contar con
un espacio político interno, si cuenta con respaldo electoral. No es llamativo
concluir que los mayores beneficiados en este sistema son los sectores
dirigenciales medios y bajos, quienes están en condiciones de utilizar
mecanismos menos controlados por las burocracias partidarias y más
independientes de las cúpulas para darse a conocer.
Pero el proceso de apertura no
es definitivo ni implica la desarticulación de las estructuras partidarias
centrales. Si bien es relativamente fácil cumplir los requisitos legales de la
conformación de sublemas[18]
y entonces
"cualquiera arma un sublema", luego hay que constituir listas y
solventar gastos de las campañas, lo que implica que el sublema puede
"caerse" en cualquier momento. De esta manera, el recurso más
importante de la cúpula se convierte ahora mas que nunca en el control y la
distribución de recursos financieros, mostrando a las claras cuáles son los
“sublemas autorizados”.
La apertura no implica hasta el
momento, una ruptura de las oligarquías partidarias, solo un cambio relativo de
sus actividades. La cúpula sigue tan cerrada y concentrada como siempre, pero
la ley de lemas le permite descentralizar la distribución de incentivos
selectivos, y hasta aumentarlos. Si antes era responsable de la negociación en
respuesta a las demandas de los sectores internos, con la ley de lemas cada
grupo intermedio es responsable de su estructura, de su campaña, de la imagen
de sus candidatos, de mostrar su peso interno a través de los votos., la
negociación corre entorno a la “igualdad en los recursos” y los espacios de
poder que corresponden a cada sector de acuerdo a los resultados electorales.
La estructura partidaria cambia
de forma, deformando al tradicional pirámide
controlada por el vértice. La cúpula se cierra aún mas, en tanto unos pocos
dirigentes que tienen el control de dos o mas recursos esenciales controlan al
partido, pero se hace mas abierta y cambiante en los sectores medios y aún más
flexible en los sectores de base, lo que habla de las posibilidades de un mayor
recambio de militantes y dirigentes.
Cuando se impuso la ley de lemas, según recordamos, los partidos parecían esperar que sus internas se resolvieran de manera pacífica, suponiendo que cada línea se iba a presentar por su cuenta y el resultado electoral determinaría el espacio político que le correspondía “por derecho propio”. Mas allá de lo que pase con las internas, es evidente que la ley de lemas fue mas allá de este propósito. Los sublemas no se arman porque sea la única manera de enfrentarse a la cúpula, o de mostrar su verdadera fuerza, se arman porque es la manera de expresarse, de figurar en el escenario político, de crecer como dirigente, de organizar y preparar a su círculo de dirigentes, por una variedad de razones que no siempre tienen que ver con la oposición interna, recordemos la cantidad de sublemas de alguna categoría que apoyan al mismo candidato a una categoría superior.
Los dirigentes medios, entonces,
si bien no influyen en las actividades y recursos de la cúpula, encuentran
nuevos y mayores incentivos a la participación cuando llevan a cabo una campaña
con sus propios candidatos, proyectos y objetivos. Formar un sublema significa
sentirse parte, protagonista de la competencia de manera directa. Veamos esto
mas detenidamente porque hace a nuestra hipótesis de que los comportamientos y
tradiciones políticas de cada partido moldean la ley de lemas llevándola a
producir determinados efectos y a la creencia generalizada respecto a que la
ley de lemas parece ser funcional a las estrategias y comportamientos de un
partido y no de otro.
La ley de lemas favorece al
Justicialismo porque tiene capacidad para armar mas
sublemas que el partido renovador.
El Justicialismo tiene una
estructura conocida por todos como movimientista,
haciendo referencia a la cantidad de agrupaciones internas, liderazgos
intermedios, negociaciones entre sectores que se realizan permanentemente. Es
también un partido con liderazgos fuertes, pero no en el sentido de controlar
toda la estructura cerrando espacios, sino en tanto jefaturas carismáticas que
concitan obediencia y lealtad controlando así los hilos del partido. Si
combinamos ambos aspectos entonces, tenemos una organización bien diferenciada:
la estructura piramidal se define por un vértice muy bien establecido que
concentra una amplia variedad de grupos intermedios y una base inestable,
movediza y dispersa. Algunos dirían que aunque el río parece tranquilo en la
superficie, siempre viene revuelto por debajo.
Esta clásica organización se
muestra aún con ley de lemas, ya que no es posible observar una estrategia única
en toda la provincia, por lo tanto, si existe un grupo exclusivo que acuerde lo
que conviene hacer en materia electoral, o la cantidad de sublemas, no adopta
un criterio general uniforme; cada departamento parece organizarse por su
cuenta, dejando solo en las categorías provinciales (como gobernador) el
espacio propio de la cúpula o de las lineas internas
principales. Anteriormente, cuando mencionamos a la multiplicación de sublemas
“en enramada”, la definíamos como producto de la actividad de los dirigentes
departamentales, generalmente diputados provinciales, que digitaban en cierta
medida la actividad electoral en su territorio.
Nada de lo dicho hasta aquí
resulta novedoso para el partido justicialista. Es propio de la historia de
este partido que, al no contar con una ideología estructurada y formalmente
elaborada, sus sectores internos establezcan abiertas diferencias entre si.
Esta particularidad de su organización hace que no sea llamativo su
comportamiento durante la vigencia de la ley de lemas, al contrario, lo que
hace este sistema es explicitar esta realidad, hacerla más evidente.
El justicialismo usa mas la ley de lemas (ver gráfico n°3), a veces hasta el asombro, como cuando presenta 16 sublemas en un municipio de 3000 electores como San Lorenzo en 1995. La amenaza que este comportamiento implica respecto de la atomización y debilidad política a la hora de gobernar, aunque evidentes, no siempre se transforman en realidad, porque, en la práctica, los sublemas no siempre traducen conflictos internos o fuerzas partidarias, sino simplemente ansias de figuración de algunos dirigentes.
No es que la ley de lemas se
acomode mejor al PJ, sino que el PJ tiene comportamientos propios que le
permiten aprovechar mucho mas fácilmente las
oportunidades que presenta, sin que esto signifique modificar en algo sus
estructuras y comportamientos tradicionales.
El PRS por su parte, asume una
posición totalmente diferente, que podríamos calificar de reacia a la
constitución de sublemas. En la primera elección solo en tres municipio presenta dos sublemas, en los cincuenta y cinco
restantes el partido concurre unificado, haciendo evidente que la estrategia
asumida por el partido es la misma para toda la provincia, estrategia ordenada
y unificada, coherente con su público rechazo a la ley de lemas.
GRAFICO
N°3
Elaboración propia en base a datos
proporcionados por la Secretaría Electoral de la Provincia de Salta.-
En la siguiente elección a intendente,
el cambio de estrategia es notable: solo en 5 municipios presentan un solo
candidato. El PRS, también centralizadamente, se apropia del mito de la lógica
matemática y asume que se necesita mayor cantidad de sublemas para ganar, de
allí que el control centralizado se libere y habilita a que se postulen varios
candidatos bajo su insignia. Como resultados, mientras el PJ mantiene casi
estable la cantidad de sublemas en toda la provincia en cada elección, el PRS
protagoniza la multiplicación de listas y candidatos.
En el Partido Renovador
encontramos verticalidad, liderazgos únicos, un entramado ideológico claro,
conflictos solapados permanentemente. Los mecanismos internos de renovación de
dirigentes parecen ser bastante cerrados y selectivos, basta señalar que en sus
18 años de historia nunca realizaron una elección de autoridades ni de
candidatos, siempre definidos por acuerdos cerrados. La muestra mas clara de este comportamiento es el hecho que, aun con
ley de lemas, las candidaturas se designan por procesos claramente verticales,
organizando las bases de militantes en cada rincón de la provincia, presentando
siempre dirigentes afines a la propuesta oficial.
La especulación electoral de la
que resulta el número de sublemas se ve reflejada en la inexistencia aparente
de conflictos, contradicciones o simples diferencias entre los candidatos; aun
forzando los discursos, todos los candidatos contribuyen a la suma del partido
y evitan criticar a sus pares. Solo en la capital, los sublemas parecen comportarse
diferente en algunas ocasiones, mostrando que son expresión de sectores
internos enfrentados entre sí, que presentan una alternativa real frente a
otros candidatos del mismo partido.
Mientras que en el PJ la
cantidad de sublemas refleja sus corrientes internas siempre presentes y aun
más, refleja la estructura de lealtades abierta hacia abajo. En el renovador la
ideología compacta y su estructura cerrada, lleva a que los candidatos
respondan siempre directamente a la cúpula, y es difícil sostener políticamente
a varios sublemas en un mismo distrito. Cuando un dirigente se presenta de
candidato lo hace habilitado por el partido, como un reconocimiento a su
trayectoria y a las posibilidades que, se supone, tiene para ganar votos en el
distrito, ya sea como líder del lugar o como una forma mas
de sumar votos al lema.
El dirigente peronista que arma
un sublema lo que hace es mostrar su poder, sus apoyos, seguidores, sus
recursos y estructura propia, por pequeña que fuera, para hacerla valer en la
negociación posterior entre los distintos sectores. Lo mismo que hacía sin ley
de lemas pero ahora con una boleta oficial y con el título de candidato a
intendente. Se puede dar un liderazgo natural que atraiga una mayoría importante
y evite la dispersión, pero la constitución de un sublema propio brinda status
de dirigente, no se es tal sino se tiene un grupo tras de sí que lo apoye.
Los sublemas priorizan la
diferenciación entre ellos aunque se corra el riesgo de diluir la identidad
política de los partidos
La ley de lemas da lugar a
situaciones curiosas que hasta restan coherencia al discurso de los partidos y
sus dirigentes. Existen varios ejemplos de esta situación cuando se postulan
dirigentes abiertamente enfrentados entre sí, que de una u otra manera
terminarán sumándose votos uno al otro. La contradicción reside en que mientras
la campaña de ambos se sostiene en aumentar la distancia y las diferencias
personales y hasta ideológicas mutuas, en el escrutinio el que recibió menos
votos contribuye a la victoria del otro. Esta diferenciación frontal entre
sublemas puede provenir de conflictos anteriores, pero bien puede ser solo
consecuencia de la necesidad de desarrollar una estrategia diferenciadora para
ganar votos dentro de un lema.
Es más, esto puede estar
provocado por los partidos mismos, volviendo a la idea de que aún cuando la
cúpula no dirige la constitución de listas es conciente de esta lógica propia
de la ley de lemas. Si se presentan dos
candidatos del mismo sector, con las mismas ideas y el mismo electorado
potencial en lugar de sumar votos, solo se los dividen; en cambio cuando bajo
un mismo lema encontramos un candidato armado para cada sector social y político
la contribución puede ser evidente. El partido puede adoptar explícitamente
esta estrategia que no es tan contradictoria como en principio parece, pero
también debe analizar si no se le volverá en contra; ¿acaso pueden todos los
partidos generar discursos diferentes en su interior sin quebrarse luego de la
elección?
De acuerdo a lo que decíamos
anteriormente, al peronismo no le cuesta tanto en términos históricos presentar
candidatos con trayectorias políticas e ideológicas diferentes, no afecta su estructura
y es un experto en realizar combinaciones de este tipo, aún sin ley de lemas.
En cambio el partido renovador corre el riesgo de ver transformada su
estructura y sacrificada su ideología compacta en el intento; por eso es
evidente que aún presentando varios sublemas, tiene una estrategia cerrada: un
sublema es el fuerte y los otros se dedican a contribuir para su victoria.
Plantear que los sublemas son capaces de enfrentarse a la cúpula, aun en un
espacio reducido, o que los réditos electorales constituyen recursos de poder
para la negociación interna, es desconocer la historia y las modalidades
propias del partido.
Al peronismo parece no afectar
la multiplicación de sublemas, el partido renovador hace esfuerzos por
controlarla, porque de no lograrlo, se vería afectado internamente de una
manera fundamental. El justicialismo tiene historia de divisiones y luchas descarnizadas, por lo que la presentación de listas propias
constituye un recurso mas entre todos los que cuenta para participar en
política. En cambio, para el dirigente renovador postularse sin el aval de la
mesa partidaria constituye jugarse a todo o nada por un lugar en la estructura.
El partido justicialista durante la vigencia de la ley de lemas abre sus
estructuras a la participación de sus dirigentes intermedios, sobre la línea de
una tradición, pudiendo tensar al máximo su trama ideológica, aunque no de una
manera anárquica y verdaderamente libre, sino en la medida que el líder
partidario lo considere conveniente. El partido renovador solo abre lo
estrictamente necesario, también en la medida en que su líder lo considere
conveniente.
La diferenciación ideológica y
el enfrentamiento de sublemas lleva a la confusión del elector (como señalamos
en la primera parte) y en el caso extremo, la pérdida de la imagen partidaria
como un todo unificado. Si llegamos al caso en que el elector común no supiera
identificar el lema de pertenencia de un sublema, entonces deberíamos hablar de
la desaparición de los partidos[19]. Pero
aun no hemos llegado a ese momento por la simple razón de que siempre se
reconoce a los líderes partidarios detrás de cada maniobra de los candidatos.
La confrontación última y la diferenciación entre partidos se da entre estos grandes líderes, en tanto todos los
candidatos deben sentar pública postura en relación a ellos y los reconocen
como símbolos y representantes de todo el partido.
Pensar que la ley de lemas lleva
a la constitución y fortalecimiento de las internas partidarias, que, por lo
tanto, agrava los conflictos a mediano plazo, es desconocer el rol que pueden
alcanzar los líderes partidarios. Es pensar que los sublemas se constituyen
para enfrentar a la estructura, para ser alternativa, y no verlos como lo que
son en su mayoría: formas de ganar prestigio. Quien colabora mas
en la victoria del partido, quien da un apoyo mas fiel al líder, es también un
recurso político de amplia difusión.
En los diez años de vigencia en
Salta, los dos partidos mayoritarios no solo han sido capaces de establecer
liderazgos sino que también los han fortalecido.
En 1991 el PJ se encontraba
atravesando una interna descarnada y cree que la ley de lemas será la solución,
pero no le resulta en primera instancia y pierde las elecciones de ese año. Al
poco tiempo muere quien encabezaba uno de estos sectores y tenía el mayor apoyo
popular[20]; lo
sucede su hijo, quien gana la elección de 1995 por escaso margen y con la
oposición de tres candidatos de su lema. Al poco tiempo reagrupa a todo el
partido, acordando estrategias comunes aun con los sectores mas
fuertes y logrando que en las posteriores elecciones casi todos los sublemas se
declaren orgullosos seguidores de su presidente y gobernador.
En el partido renovador sucede
otro tanto, puesto que nadie discute el espacio que tiene Ricardo Gómez Diez,
presidente del partido y cabeza de lista en cada elección desde entonces.
Hasta aquí, decimos que los
partidos políticos no se han fragmentado con la ley de lemas a pesar de
multiplicarse los sublemas y de existir mayor libertad en la organización de
líneas internas, en la medida que los líderes provinciales mantienen intacto su
poder. Distinta puede ser la situación
de partidos que atraviesen crisis de liderazgos, o cuyos líderes no arbitren
los conflictos internos, ya sea por obra de la ley de lemas o al margen ella.
Ahí si, la fragmentación desatada por la ley de lemas, sin la contención de la
cúpula, puede causar estragos dentro y fuera del partido.
Pero a pesar de concluir que la
ley de lemas no ha contribuido a la formación de conflictos partidarios a nivel
provincial, deberíamos ahondar un poco mas, principalmente en aquellos sectores
que se escapan del control de la cúpula.
La ley de lemas agudiza y
prolonga las internas políticas, afectando la organización partidaria y sobre
todo a los gobiernos recién constituidos.
La causa de la prolongación de
las internas no está, curiosamente, en que la ley de lemas realice una
distribución proporcional de los cargos entre los sublemas, dando lugar a
cuerpos colegiados divididos por la presencia de distintos sectores de un
partido y dificultando la constitución de mayorías de gobierno. Por el
contrario, los políticos acusan que la ley de lemas impide un reparto
politizado de los puestos de gobierno, endureciendo la negociación entre
sectores que asegure al ganador márgenes razonables de gobernabilidad. En lugar
de ser un mecanismo de resolución de conflictos internos porque queda
evidenciado el respaldo popular de cada dirigente, es un mecanismo de
agudización de conflictos porque impide el despliegue de los tradicionales
recursos políticos, justamente aquellos acusados por poco participativos,
cerrados a la cúpula y nada democráticos. ¿Cómo puede ser que una ley electoral
sea acusada por transparentar los procesos?
Los políticos argumentan que,
como entre las elecciones generales y el ejercicio del gobierno no hay una
instancia intermedia, la prolongación de las internas se hace inevitable.
Cada sublema arma su estructura
propia, como parte de los requisitos de desarrollar una campaña para su
candidato, pero en lugar de desarmarlas después de las elecciones, las
mantiene, llevando a cabo una actividad política aún más intensa que la
propiciada por el partido. Esta situación trae como consecuencia la
politización permanente del escenario local y la relativa pérdida de unidad
partidaria ante la dispersión de actividades fuera del control de los
dirigentes principales y los gobernantes. Se habla entonces de que la ley de
lemas no solo genera diferencias internas donde no las había sino que prolonga
las internas hasta su definitiva institucionalización. No se trata entonces, de
los discursos desarrollados durante la campaña, de la distancia ideológica,
sino de las expectativas creadas, de los incentivos organizacionales que se
distribuyen y de las modalidades de reagrupamiento a que da lugar la campaña
electoral y que no pueden ser desarticulados simplemente.
La politización permanente que
estamos describiendo está relacionada con la ley de lemas de manera notable:
cada dirigente ha demostrado ser capaz de organizarse por su cuenta, ha
despertado expectativas entre su gente, especula con obtener mas votos a partir
de su experiencia, o aún mas, alcanzó un caudal importante y está en condiciones
de hacer valer su participación ante cualquier organismo o sector político.
Entonces, ¿cómo superar diferencias cuando los intereses creados alrededor de
su existencia ya son tales que todos especulan con mantener las estructuras,
con las debilidades organizativas de los otros grupos, con la posibilidad de
aprovechar cualquier oportunidad para mostrar su poderío y de estar listos para
la próxima elección?
En ese sentido, los políticos en secreto, añoran las listas únicas como proceso de confluencia de intereses de grupos y dirigentes que permitía entregar una base de poder consolidada a quien resultara ganador. Aluden a procesos internos de unificación basados en la campaña electoral, la que genera sistemas de lealtades articulados centralmente. No es el reparto de cargos proporcional a los resultados electorales lo que trae inconvenientes sino la falta de símbolos e intereses comunes entre los sectores que, bajo un mismo lema, llegan a instancias de representación y gobierno.
Esta es una tendencia preocupante que no puede ser eludida en este tratamiento, aun destacando que no es algo que se de en todos los distritos y circunstancias, mas bien parece estar en relación con alguna otra característica del comportamiento de los partidos.
La ley de lemas libera la
participación dirigencial del control de la cúpula, despierta expectativas de
poder entre los dirigentes medios, pero los problemas surgen cuando las
organizaciones políticas demuestran ser insuficientes para reagrupar los
intereses, para contener esa participación, reconcentrando las expectativas y
actividades en torno a su estructura. Podríamos entonces invertir la pregunta
acerca del origen de los problemas: ¿la ley de lemas agudiza los problemas
internos? ¿O los partidos políticos no están preparados para integrar los
sectores alentados a participar con la ley de lemas? ¿La ley de lemas
posibilita mayor participación, pero dónde se participa?
Esta situación no ha llegado a
afectar al gobierno provincial pero se presenta en dos escenarios clave: los
gobiernos municipales y el funcionamiento de los partidos. La apertura
originada con la ley de lemas resulta en el vaciamiento de los partidos. Los
mismos dirigentes políticos del peronismo lo reconocían: el partido está vacío
dicen, no tiene actividad, no brinda espacios a quien se acerca, la militancia
política solo puede desarrollarse en torno a un sublema. Los dirigentes no
necesitan al partido, ni como estructura organizativa, ni como espacio de
formación de militantes, ni como espacio de articulación con instancias de
gobierno, para eso es mas útil mantener organizado el
sublema propio.
En esa lógica lo natural sería
que los sublemas formen un partido propio, pero si no lo hacen es porque la
pertenencia partidaria aun brinda recursos útiles, que giran alrededor de los
contenidos simbólicos de la identificación partidaria, la posibilidad de apoyo
partidario, material y simbólico a nivel provincial y de utilizar los réditos
electorales para el ascenso en la estructura interna. Pero el partido ya no está
constituido por una estructura central y sus distintos organismos
participativos, solo es una historia, una idea y principalmente un líder
unificador.
Produce gobiernos cada vez más
débiles. La ley de lemas produce gobiernos municipales débiles y malas
administraciones.
Este es el aspecto sin dudas mas
crítico de la ley de lemas, en tanto si es cierto que los efectos directos e
indirectos de la mecánica electoral concluyen en gobiernos débiles o sociedades
ingobernables, de manera mas evidente que lo que provoca desarticulación de los
partidos, entonces sería realmente un sistema nefasto.
Recordemos que en Salta se han
dado varios casos de crisis institucionales en municipios de diversa característica.
Rara vez se puede señalar a lo institucional y representativo como la causa
primera y fundamental de las crisis, definidas generalmente las malas
administraciones o por circunstancias económicas y sociales que escapan a las
capacidades de intervención municipal. Pero lo político es identificado en
todos los casos como el vehículo averiado para encauzar los conflictos que se
presentan, cuando no lo es la debilidad institucional. La ley de lemas es
entonces acusada de culpable al entenderse que no tiene la capacidad de generar
representación, diluye la responsabilidad de los gobernantes y genera
situaciones de ingobernabilidad.
¿Podemos señalar a la ley de
lemas como la causal de las crisis institucionales, sociales y políticas que se
han presentado de manera recurrente en algunos municipios en los últimos años?
Eso es lo que nos preguntamos, ¿cuánta es la debilidad institucional que genera
la ley de lemas?
Se supone que el gobernante se
encuentra afectado directamente por la lógica de sumar los votos de los
sublemas para el sublema ganador, porque como no gana con los votos propios, su
fuerza política es débil. La constitución de mayorías en el gobierno es muy
difícil de obtener o de construir, señalan, porque no basta que el lema obtenga
la mayor representación, es necesario que lo logre el sublema por su mismo,
porque a la hora de gobernar, cada sublema se comporta como un partido diferente[21].
Si en los puntos anteriores
hubiéramos llegado a una conclusión claramente contraria a la presencia del
proceso de temida fragmentación, evidentemente no deberíamos seguir con este
punto. Si suponemos que puede ser cierto que la ley de lemas promueva gobiernos
débiles y con escasa representatividad, es porque entendemos que la
fragmentación de los partidos, la estructuración de las internas y la crisis de
liderazgo son situaciones posibles. Por lo tanto, seguimos adelante en el
análisis pero con la siguiente precaución: no necesariamente la ley de lemas
produce fragmentación y debilidad de los partidos, no siempre las líneas
internas actúan como grupos extrapartidarios y es evidente que, en última
instancia, siempre terminan respondiendo al líder provincial, tanto en el
partido justicialista como en el renovador.
Vamos a analizar la relación ley
de lemas – gobernabilidad a través de dos aspectos, dos situaciones posibles
directamente relacionadas con los resultados electorales que se presentan a
menudo.
La escasa representatividad del ganador. Un intendente que gana las
elecciones por efecto de la suma de sublemas, aun frente a candidatos fuertes
en el lema opositor. Aquí el problema reside en que la ley de lemas permite
ganar a un candidato aunque no sea el mas votado
individualmente, entonces el candidato local mas representativo no gobierna
sino que está en la oposición[22].
La interna institucionalizada. Un intendente que no tiene apoyo para
gobernar porque los grupos internos de su partido se han fortalecido con el
respaldo electoral y por lo tanto, cada sublema hace política por su lado. Para
observar esto aludimos al concepto de “sublemas
competidores”, representando en ellos a los sublemas del lema ganador que
alcanzan un resultado electoral significativo, o por lo menos similar, al del
candidato ganador. Los sublemas competidores por lo tanto se creen con igual
representación que quien está gobernando y en condiciones legítimas de
obstaculizar o por lo menos controlar de cerca la tarea de gobierno.
Si suponemos que la ley de lemas
es la causante de la debilidad institucional de los gobiernos y esto los
mantiene en crisis permanentes, deberíamos encontrar que todos los municipios
donde se dan recurrentemente las dos situaciones descriptas, ya sea que no gane
el mas votado o que proliferen los sublemas competidores, tienen problemas
institucionales graves que les impide afrontar políticamente las situaciones
sociales que se presenten.
Si adelantamos las conclusiones
al respecto, observamos que no siempre que se dan resultados electorales
“peligrosas” se presentan problemas de gobernabilidad al punto de paralizar a
la administración municipal. Por ejemplo, un caso ilustrativo: en las tres
últimas elecciones a intendente en la capital no gana el candidato mas votado y
por lo menos en una de ellas se encuentran sublemas competidores, pero sin
embargo, no es posible encontrar problemas políticos graves, solo los
habituales en cualquier gobierno municipal.
También es evidente que, si
realizamos el análisis inverso, o sea partiendo de las localidades donde se
presentaron públicos y graves conflictos político-sociales hasta llegar a su
situación electoral, encontramos una correlación llamativa, pero no siempre
presente. Así, los casos tan conocidos de Tartagal y Mosconi, con toda su
complejidad y a pesar de ser intervenidos en distintas oportunidades, figuran a
la cabeza de la fragmentación partidaria y de la falta de representación
electoral de los electos[23].
Antes de continuar, recordemos
un aspecto importante a tener en cuenta. Si bien observamos que la cantidad de
sublemas en la categoría intendente no presenta últimamente una tendencia
ascendente, veíamos que los sublemas de concejales registraban un aumento
constante. Si entendemos que los concejales son los que tienen la capacidad de
controlar, apoyar u obstruir la tarea del intendente, las causas principales de
la debilidad de los gobiernos municipales se encuentran allí. Lo que dijimos de
las internas debemos trasladarlo a este nivel: si un intendente que ganó con el
35% de los votos, se presentó acompañado por tres sublemas de concejales que
hicieron campaña por aparte, y estos sectores no pueden resolver sus
diferencias internas, la mayoría se diluye. Si ha esto le sumamos la
posibilidad cierta de que no todos los sublemas que lo apoyaban alcancen el
piso para entrar en el reparto[24], la
representación oficial en los Concejos Deliberantes se verá sensiblemente
afectada. Puede ser que ese mismo intendente con el 35% de votos propios,
obtenga el 20% de la representación en el órgano legislativo y su oponente
interno una presencia mayor.
Vamos a tratar de cuantificar la presencia de baja representatividad y alta competitividad de sublemas no porque creamos que los números agotan el problema del que estamos hablando. En realidad, los resultados electorales pueden ser meras anécdotas al año de gobierno, y a nadie se escapa que la capacidad de gobernar, establecer relaciones políticas “pacíficas” y alcanzar legitimidad en la gestión es mucho mas que tener la mayoría de la representación electoral y legislativa. Nuestro esfuerzo de cuantificar responde primeramente a la necesidad de representar en su conjunto la presencia teórica del problema analizado; y en segundo lugar al argumento presentado: si se dice que por los resultados electorales obtenidos nos encontramos con problemas de representatividad y gobernabilidad, indudablemente hay que analizar los resultados electorales, según su propia lógica.
Señalamos que en teoría, baja representación es igual a pocos votos en relación a otros candidatos mas votados, entonces, cuanta mayor sea la diferencia negativa entre el ganador y el candidato mas votado, mayor será el problema. De allí que definimos tres tipos de casos, aquellos en donde la diferencia de votos entre los candidatos no es muy significativa, aquellos en donde esta diferencia es mayor a 10 puntos porcentuales y aquellos en donde es mayor a 20 puntos, que estaría dejando al descubierto los casos de menor representatividad del gobernante y un peso electoral propio de alguien que no alcanza cargo representativo alguno. (Ver gráfico n°4)
La cantidad de casos en los que
el candidato finalmente ganador no resulta ser el candidato mas votado,
disminuye en las distintas elecciones. Mientras que en 1991, 34 municipios se
vieron en esa situación, en las últimas elecciones sólo 8 casos pueden ser
cuestionados por la falta de representatividad de los electos.
En el primer turno electoral los casos
que se presentan son numerosos, pero no necesariamente tenemos que concluir que
fueron muchos los líderes locales que se vieron perjudicados por la acumulación
de pequeños sublemas. Recordemos que ese año el partido renovador se presentó
con una sola lista en prácticamente todos los municipios, mientras que el
peronismo tiene un promedio de 5 candidatos, entonces cuando comparamos los
votos de los sublemas en realidad estamos comparando los votos de un candidato
con los de todo un partido.
Las situaciones más notorias,
aquellos donde el que pierde tiene a su favor mas del
20% de los votos, nos está revelando la debilidad con la que asume el nuevo
gobierno, pero es muy raro que esta situación se dé recurrentemente en un mismo
municipio. La única excepción en estos años es el municipio de El Jardín[25].
GRAFICO
N°4 Elaboración propia en base a datos suministrados por la Secretaría
electoral de la Provincia y el Juzgado Federal de Salta.-
Aún así, la situación intermedia
con 10% de diferencia también nos revela una situación complicada en cuanto dibuja
un partido opositor concentrado tras una candidatura única y un partido
gobernante dividido, a veces pulverizado en diferentes grupos sin que ninguno
llegue a una porción de votos significativa.
En este marco, encontramos que
los municipios con problemas de representatividad graves y
recurrentes, las zonas rojas en diferentes elecciones, se refieren a los
municipios de Vaqueros, Mosconi, Tartagal y el ya mencionado El Jardín. El
resto de los casos representados en el mapa hace referencia a municipios que en
alguna elección han presentado esta particularidad, pero solo en alguna
elección, o con guarismos que no estarían representando una situación tan
crítica.
Los sublemas competidores están
representando la distribución de votos interna al lema ganador. Acá estamos
descartando las situaciones que podríamos definir de sublema predominante o
sublema líder, cuando el que gana indiscutiblemente acapara la mayoría de votos
al lema y, por esta misma razón, seguramente tiene la capacidad política de
controlar a sus competidores internos que a su vez tienen escaso peso
electoral. La responsabilidad gubernamental está clara y exclusivamente en
manos del ganador.
Nos centraremos por el
contrario, en identificar los casos en que el intendente electo tiene que
lidiar permanentemente con sectores internos que alegan una legitimidad
electoral similar a la suya. No se trata de una situación crítica en lo
institucional, y hasta deberíamos hacer un reconocimiento a gobiernos
pluralistas, de sana y constructiva convivencia política, pero se trata de
situaciones en las que cada grupo, aun a pesar de su inserción institucional,
actúan en contra del gobierno, paralizando su actividad.
La importancia política de cada
sublema no siempre puede analizarse desde su representación en los Concejos
Deliberantes[26],
por lo que optamos por comparar los resultados de los sublemas a intendentes,
entendiendo que de aquí se deriva el peso político del que puede hacer uso un
dirigente a escala local. Un candidato que sin ganar las elecciones, o aun
alcanzando un bajo porcentaje de votos propios está muy cerca del ganador,
tiene una representatividad propia que pueda ponerla en juego frente a su
oponente, por mas que no sea concejal, además de reclamarle la compensación por
los votos que han contribuido a su victoria.
GRAFICO
N°5 Elaboración propia en base a datos suministrados por la Secretaría
electoral de la Provincia y el Juzgado Federal de Salta.-
El criterio utilizado aquí es
similar a la situación anterior: buscaremos como graduar las diferencias
encontradas en tres tipos básicos, suponiendo la agudización del problema.
1° El posible competidor. El primer grado es aquel que hemos utilizado
como margen de nuestra definición, cuando el sublema competidor tiene un máximo
de 10 puntos menos que el ganador. La influencia de estos sublemas seguramente
variará según el tamaño del municipio que estemos hablando, 10 % del electorado
en capital implica cargos electivos, injerencia en el gobierno, etc. mientras
que en un municipio de 5000 votantes no se plantea la misma situación. Esta
medida entonces, es nada mas que un límite que nos
permite comparar diferentes situaciones.
2° El sublema competidor propiamente dicho. Se define por la
existencia de resultados electorales similares, con diferencias menores al dos
por ciento entre el ganador y su segundo, siempre dentro del lema. Creemos que
esta situación revela una interna partidaria potencialmente fuerte y aguda, que
si no llega a ser crítica es porque el comportamiento de cada grupo tiende a
ser más consensual que competitivo.
3° El competidor con peso propio. Se refiere a aquellos casos de grupos internos fuertes no por la paridad de resultados electorales sino por el peso electoral propio de los segundos sublemas, que hemos señalado en más del 20%. Estas son las situaciones en las que el peso electoral del lema en ese distrito es significativo, claramente predominante y con una oposición muchas veces desarticulada y electoralmente poco representativa. Los sublemas competidores se convierten entonces, en la verdadera oposición al gobierno, aún permaneciendo dentro del lema.
Como vemos en el gráfico n°5, no
podemos establecer una tendencia en estos escasos tres turnos electorales,
excepto la disminución de los “competidores propiamente dichos” (los grupos
internos con un poder electoral muy similar) y el aumento notable de los
competidores con peso propio. Esto último debe ser relativizado
en tanto toda las categorías electas muestran el arrastre del triunfo
justicialista para gobernador, cercano al 60% con picos del 80% en varios
departamentos del interior provincial, lo que hace que el 20% de votos obtenido
por varios sublemas del PJ no sea producto del peso propio sino de algo así
como el reparto de votos al lema.
El punto aquí contemplado
estaría incompleto de no hacer referencia a la evidencia mas
notable de la fragmentación del partido ganador. En muchos casos se hubiera
justificado señalar como "sublemas competidores" no solamente al
segundo, sino también al tercero y hasta al cuarto sublema dentro de un mismo
lema, por la paridad de los resultados alcanzados. Mas allá de como actúen
políticamente con estos resultados, no hace falta decir mucho para imaginar la
debilidad con la que inician sus gobiernos los intendentes de estos casos
ejemplares.
Los resultados electorales de algunos municipios. Porcentaje de votos hacia los sublemas principales
dentro del lema ganador |
||||||
|
Municipio |
Cantidad de electores |
Sublema ganador |
Segundo sublema |
Tercer sublema |
|
|
Aguaray en 1991 |
5000 |
13 |
12,4 |
11,5 |
|
|
La Viña en 1999 |
1000 |
17,5 |
16 |
15 |
|
|
El Bordo en 1991 |
2000 |
14,5 |
13 |
12 |
|
|
Río Piedras en 1991 |
1000 |
17,5 |
16 |
15 |
|
|
La Caldera en 1999 |
1000 |
25 |
21,5 |
19,5 |
|
|
El Carril en 1999 |
4000 |
18 |
15 |
12 |
|
|
Santa Victoria Este en 1995 |
3000 |
13 |
11.5 |
9 |
|
|
La Caldera en 1991 |
1000 |
16 |
14 |
13 |
|
Los resultados electorales nos
dan una pauta del poder de los gobernantes, de su legitimidad y su
representación, pero estos no son conceptos matemáticos. La política reside
precisamente en la forma en que los dirigentes materializan ese apoyo
electoral, en las formas de relacionamiento con los otros dirigentes de la
comunidad, en como saben avivar o apagar el fuego de las disputas internas, de
las ambiciones de cada sector. De esta manera, los resultados electorales que
nos presentan situaciones de debilidad política extrema, no tienen porque
trasladarse automáticamente a crisis, ingobernabilidad, politización y
conflictos sociales, aunque veamos que pasa.
De la combinación a lo largo del
tiempo de los dos criterios escogidos para definir situaciones electorales de
debilidad y baja representación, diseñamos una escala de municipios con
problemas recurrentes. Los primeros puestos de la nómina resultante son los
siguientes:
1. Tartagal, Dpto. San Martín, 22.000 electores
2. Vaqueros, Dpto. La Caldera, 1.000 electores
3. Los Toldos, Dpto. Sta. Victoria, 1.000 electores
4. Güemes, 12.000 electores
5. Hipólito Yrigoyen, Dpto. Orán, 5.000 electores
6. Embarcación, Dpto. San Martín, 10.000 electores
7. Coronel Moldes, Dpto. La Viña, 2.000 electores
8. La Viña, 1.000 electores
9. Rosario de la Frontera, 11.000 electores
10. El Jardín, Dpto. la Candelaria, 900 electores
11. Cachi, 2.000 electores
12. Rosario de Lerma, 8.000 electores
13. La Poma, 800 electores
14. Gral. Mosconi, Dpto. San Martín, 8.000 electores
15. Aguaray , Dpto. San
Martín, 5.000 electores
16. Angastaco, Dpto. San Carlos, 1.000 electores
17. Seclantás, Dpto. Molinos, 1.000 electores
18. Payogasta, Dpto. Cachi, 900 electores
19. San Antonio de los Cobres, Dpto. Los Andes, 2.000 electores
Habría que realizar un estudio
empírico particular de los casos señalados en esta lista para llegar a la
respuesta de la pregunta inicial, pero en principio no encontramos una
correlación directa entre resultados electorales y problemas institucionales.
Desde el momento en que no todos los municipios que figuran al tope de esta
lista han tenido conflictos institucionales, políticos y/o sociales notorios,
podemos afirmar que la ley de lemas no es la causa única y suficiente de
debilidad política de los gobernantes.
Pero, por otro lado, tampoco
podemos librarla de toda culpa desde el momento en que los conflictos más
agudos y públicos se dan en municipios con gobernantes electoralmente poco
representativos. Entonces, si bien la ley de lemas no es el
factor desencadenante de conflictos político sociales, tampoco ayuda a
solucionarlos, en tanto no asegura que los gobernantes lleguen a ese puestos
con un evidente respaldo electoral.
Los topes de este listado están
constituidos por localidades que en los últimos 9 años no lograron formar
líderes fuertes en el partido ganador, o que ganaron las elecciones gracias a
extremar las diferencias internas sin constituir grupos gobernantes, o una
combinación de situaciones que nos revelan la inexistencia de partidos
organizados y unificados que sean capaces de encauzar las demandas ciudadanas.
La ley de lemas hace crisis dentro de partidos débiles, pero no causa la
debilidad de los partidos.
La ley de
lemas repercute directamente en los horizontes de acción de los niveles
dirigenciales intermedios de los partidos políticos. En la medida que el
ascenso dirigencial y la nominación para cargos públicos se torna relativamente
independiente de las autoridades partidarias, los dirigentes tienen mayor
libertad de acción y la aprovechan en la medida de sus recursos y
posibilidades.
Como
consecuencia, los partidos evidentemente cambian por dentro; pierden roles y capacidad
de acción en la medida que la carrera política ya no se centra en los méritos y
el ascenso dirigencial sino en la organización de campañas electorales y los
votos obtenidos, los cargos internos son poco atractivos y todos buscan obtener
cargos públicos. Los dirigentes ganan en libertad de acción y aún sin muchas
expectativas reales de victoria forman sublemas, ganando protagonismo,
fortaleciendo su organización y capacidad de negociación política.
Los
sublemas se arman pensando en una estrategia individualista, en cuanto no se
arman sobre la base de una estrategia de poder grupal, o ni siquiera tras una
identidad común, sino con la perspectiva instrumentalista y cercana de la
próxima elección. La cantidad de sublemas a concejales que presenta comunmente un candidato a intendente nos muestra esta
realidad. Las listas se arman con el apoyo del candidato principal que no
intenta organizar un grupo fuertemente constituido, sino que se conforma sobre
la base de una adhesión dispersa, aceptando un desgranamiento a veces desmedido
de un grupo que debería ser compacto. De esta manera se concurre a la elección
con una presencia debilitada por la falta de homogeneidad interna, de identidad
común, en lugar de apostar a la agregación de demandas y al consenso de
sectores.
Ni
siquiera internamente se establecen acuerdos porque prima la apuesta al reparto
de influencia y poder con los resultados electorales en la mano. Los sublemas
responden a los intereses cuasi individuales de sus dirigentes, no son
aglutinantes sino mas bien instrumentos para la negociación.
De allí
que debamos concluir que no es cierto que la ley de lemas agudiza los
conflictos internos al fortalecer los grupos y sublemas. Lo que sucede es que
se aumenta la participación y el protagonismo de los grupos internos pero esto
no se traduce en todos los casos en mayor capacidad política frente a grupos
tradicionales de poder partidario. La mayor participación no agudiza las
internas porque los sublemas son personales y no representan una expresión grupal.
En cuanto los dirigentes alcanzan cargos políticos su comportamiento es tan
tradicional y afín a las reglas del sistema político como cualquier otro y
aquellos que ya no lo siguen, con toda naturalidad se suman a otro sublema.
La prueba
mas clara de que la ley de lemas no agudiza el tenor de las internas se
presenta en la conformación capitalina de las listas del justicialismo en el
2001. La mixtura de grupos y sublemas anteriormente opositores es llamativa.
Candidatos que años antes eran cabeza de distintas listas, hoy van juntos, pero
sus seguidores van en otras listas o se han independizado; en una misma lista
de diputados figuran actuales miembros o aliados de bloques legislativos
diferentes y así sucesivamente hasta terminar en un verdadero enjambre que no
tiene otra explicación mas que la especulación individual de cada dirigente.
Es cierto
que algunos sublemas se mantienen en el tiempo, se estructuran por fuera del
partido, duplicando la burocracia interna y la organización y tienen capacidad
para agudizar la interna partidaria, pero son solo algunos casos. En el partido
justicialista un solo sublema está organizado de manera estable en toda la
provincia; si bien se lo reconoce como la oposición interna al gobernador,
están lejos de obstruir en algún sentido su tarea, al contrario, en la interna
del 2001 para la elección de candidatos a senador nacional apoyaron a la lista
oficial, prestando toda su estructura. En el partido renovador encontramos que
quienes tienen una sede propia es el grupo de un diputado nacional que hasta el
2001 no presenta sublema alguno, pero tienen bien en claro que su objetivo es
la presidencia del partido[27].
Lo que sí
hace la ley de lemas es cambiar la estructura de los partidos. No de la manera
drástica que se postulaba inocentemente, pero sí de manera notable. Observamos
que el vértice de las organizaciones políticas resulta ser tan cerrado como
antes, verticalizando y centralizando toda la
estructura y recursos partidarios; el centro está vacío, simplemente porque no
tiene un rol por cumplir al no existir actividades internas, recursos materiales o simbólicos que
distribuir. La organización de los sublemas con su importancia e inestabilidad,
no alcanza a reemplazar la estructura interna tradicional. Es cierto que la burocracia
partidaria se hace notar en la campaña electoral de dos maneras: como
coordinación general en manos de la burocracia central y como estructura de
apoyo a cada uno de los sublemas. Es en este último caso donde realmente se
torna importante y podemos hablar de burocratización, “hiperestructura” o
sobredimensionamiento, pero inestable, transitorio, proclive a fusiones y
acuerdos. Y la base de la estructura partidaria, amplia y
movediza, con estrategias de acción renovadas y tradicionales.
En
conjunto, entonces, lo que encontramos son partidos políticos con una
estructura en forma de llave sinóptica horizontal, cerrada en la cúpula, pero
amplia y hasta abierta en la base, casi sin organizaciones intermedias.
Podríamos decir libre y flexible sino existiera el férreo control de los
líderes.
Este es un principio general que debe ser matizado; la ley de lemas vacía a los partidos que se abren “demasiado” a la participación, porque entonces ya no tiene sentido el diálogo o la disputa interna y cualquier acción política se desarrolla por afuera. Los candidatos a intendentes ni siquiera intentan congeniar a sus seguidores y prefieren dividir las listas a concejales. El Partido Justicialista, por ejemplo, prácticamente no existe, dicen los mismos dirigentes que comandan los sublemas. La consecuencia de esto es que se abandonan las prácticas democratizadoras internas y los partidos pierden capacidad de agregación de demandas.
Pero a su vez, la ley de lemas
impulsa la democratización de partidos cerrados y poco participativos, en tanto
los grupos internos tienen mayor poder e intereses para presionar por espacios
internos reales de decisión. Si en el justicialismo se pierde partido porque
nadie apuesta por actividades comunes, en el partido renovador se gana en actividades
internas, porque se establecen nuevos canales de expresión que a la larga
democratizarán sus reglamentos internos.
Si el
riesgo en el peronismo es que la interna se torne enfrentamiento agudo y se
fortalezcan cada uno de los sectores manteniendo su independencia (cosa que a
nadie le llamaría la atención en este partido), el riesgo en el PRS está dado
por la falta de mecanismos institucionales de resolución de conflictos, siempre
dependientes de la negociación entre dirigentes.
El
resultado entonces, es una estructura sumamente frágil, siempre en riesgo de
desarticulación en la medida que depende de los incentivos de integración
generados casi exclusivamente por el líder. Mas allá de los cambios que puedan
plantearse en cuanto a la burocratización de las organizaciones lo que sucede
es que la cúpula se personaliza diluyendo el poder que otrora tenían las
organizaciones intermedias.
No se trata de que los líderes hoy
tengan mayor poder que antes como simple consecuencia del uso de estrategias
publicitarias, el reparto de beneficios o el aprovechamiento de recursos
propios del poder. La legitimidad de los líderes es mayor porque simbolizan la
unidad e identidad partidaria.
A mediano plazo, entonces, nos
encontramos con que la estabilidad y fuerza de los partidos en cuanto
organizaciones políticas de expresión de intereses sociales depende de la
capacidad de los líderes de aglutinar y reordenar los intereses de todos los
sectores “abiertos” con la ley de lemas, capacidad que, según vimos se ejercita
según la especulación electoral de turno.
Volvemos a la pregunta que hacíamos
en su momento, ¿se trata de que la ley de lemas abre el juego en forma
desmedida o que los partidos en su conformación actual no están preparados para
brindar mayores espacios internos de participación, para reagrupar los
intereses de sus grupos internos, en fin, para seguir distribuyendo incentivos
materiales, de identidad y status para aquellos que lo reclaman?
¿Hasta cuándo los partidos salteños
mantendrán los fuertes liderazgos internos que hoy tienen que les permite
mantener la estabilidad política en la provincia?, ¿ qué pasará cuando ya no
logren despertar tanta fidelidad, cuándo pierdan su poder o cuándo se desgasten
los mecanismos que hoy les permiten dominar al partido?.
En el horizonte cercano encontramos instancias institucionales de recambio
dirigencial que son impuestas a los partidos: el PJ debe resolver quien
sucederá a Juan Carlos Romero en el gobierno de la provincia y difícilmente
este proceso pasará sin conflictos internos; el Partido Renovador, deberá
asumir en algún momento el conflicto interno que se avecina y Gómez Diez se
expone demasiado en cada elección porque ante una nueva derrota pone en juego
la renovación de su liderazgo interno.
Evidentemente, tenemos dos puntos de vista
desde el cual contestar esta pregunta, el primero es numérico, el segundo es
político. Bajo el criterio numérico, la ley de lemas evidentemente posibilita
que gobiernen candidatos con escasa o débil representación electoral. La lógica
de acumulación de votos a sublema ganador del lema ganador, no se traduce al
ejecutivo, donde vuelve a ser el sublema aislado el que gobierna.
Bajo el criterio político la respuesta es
mucho mas ambigua. De acuerdo a lo que hemos visto, en
la provincia de Salta la ley de lemas no parece haber afectado de ninguna
manera la solidez política del gobierno provincial, si bien la Cámara de
Diputados se encuentra dividida en tres bloques justicialistas, es una
separación meramente formal en tanto los tres son oficialistas y así actúan a
la hora de votar los proyectos legislativos. En los municipios también
respondemos que la supuesta debilidad gubernamental no proviene de la división
del legislativo, pero por otras razones: la dimensión de éstos
órganos sumada a la atomización de las listas de concejales hace difícil que
los grupos diferenciados accedan al Concejo.
Cuando encontramos municipios débiles es
cuando los opositores internos tienen la capacidad de ejercer presión desde
afuera, respaldándose en los resultados electorales y en la organización
estable de su agrupación. Llega un punto en que los dirigentes entienden que
solo la abierta confrontación interna les permitirá ganar la intendencia.
Los municipios son débiles entonces,
cuando los partidos políticos que los gobiernan no se organizan como tales, es
decir, cuando han perdido capacidad de agregar demandas, cuando los mecanismos
de resolución de conflictos son dejados de lado y no ofrecen espacios ni
canales de participación interna. Como los partidos no existen, los dirigentes
apuntan al estado y al electorado, el único escenario donde ejercer la
actividad política.
Mas que estructuración de los conflictos internos, lo que encontramos es que el ámbito privilegiado de expresión de las disidencias y los acuerdos es ahora el ámbito público electoral. Pero los grupos internos son inestables, sujetos a la apertura del partido, las estrategias de los líderes, los acuerdos parciales de los dirigentes y su capacidad efectiva de constituir estructuras estables, lo que hace que las divisiones no lleguen a ser rupturas o conflictos permanentes y agudos.
En el punto anterior señalamos que los partidos pierden capacidades en su función de agregar demandas en la medida que privilegian la estrategia personalista en la conformación de sublemas y evitan los acuerdos internos estables. En este punto es necesario señalar que, como consecuencia de igual comportamiento los partidos corren el riesgo de perder capacidad de hacerse cargo de otras de sus funciones esenciales: la de constituir gobierno.
La debilidad de los grupos internos y los acuerdos alcanzados, la multiplicación de sublemas a concejales, la personalización de las listas hace muy difícil encontrar equipos organizados para gobernar. Hablamos de que cuando gobierna un intendente no encuentra en el partido ni en el Concejo Deliberante, los dirigentes que asistirán políticamente a su gestión, simplemente porque no se ocupó previamente de constituir su grupo de apoyo, ni siquiera a la hora de formar las listas de candidatos. Otra vez, la forma de apropiarse de los comportamientos habilitados por la ley de lemas, lleva a la debilidad política de los gobiernos.
Pero hay un aspecto que si está inherentemente relacionado con el sistema electoral en sí. La ley de lemas es una modalidad del sistema proporcional[28], como tal cumple sus objetivos cuando logra la representación de todos los sectores políticos de la sociedad y no cuando da lugar a gobiernos fuertes, con amplio respaldo electoral y significativa representación legislativa, objetivo al que se abocan especialmente los sistemas electorales mayoritarios[29]. ¿Por qué criticar a un sistema cuando cumple con su finalidad y no satisface los objetivos para los cuales no fue diseñado? La fortaleza de los gobiernos con sistemas electoral proporcional solo se da con partidos fuertes (o en su defecto con alianzas fuertes o sólidas) o cuando el líder gobernante tiene capacidad de congregar voluntades y constituir acuerdos por su propia cuenta.
No queremos ser reiterativos, pero la imposibilidad de llegar a claras conclusiones tiene que ver con nuestras premisas iniciales: las consecuencias del sistema están mas relacionadas con el comportamiento de los dirigentes ante determinadas habilitaciones electorales que con los mecanismos legales explícitos. De acuerdo a como sean los partidos, los gobiernos serán fuertes y representativos o débiles y paralizados.
Con los elementos que tenemos hasta
aquí es difícil alcanzar alguna conclusión respecto al tercer postulado que
planteamos al inicio de este trabajo. Este tercer postulado señalaba que la ley
de lemas provocaba confusión generalizada en la ciudadanía y un mayor
alejamiento respecto de la política como consecuencia del descreimiento hacia
el sistema de elección de representantes. La confusión se originaría en el
mecanismo de doble voto simultáneo y acumulativo; la gente no entendería su
lógica ni sus consecuencias, no decidiría su voto teniendo en cuenta la
relación de lemas y sublemas y terminaría desilusionada porque no entiende
quien ganó y como es que ganó si no era el mas votado.
¿Qué datos concretos podemos ofrecer
en las conclusiones de este trabajo? Por un lado tenemos mayor abstención
electoral y mayor porcentaje de votos blancos, especialmente en las ciudades de
Tartagal y Mosconi. La ley de lemas parece alejar al elector de las urnas.
Las variaciones del índice de
participación electoral en Salta están influido por las dificultades que
presentan algunos territorios, siendo históricamente mas baja en los
departamentos de Rivadavia, Iruya y Santa Victoria, los que tienen mayores
dificultades de comunicación interna, siendo mas alta en las zonas mas urbanizadas
como el departamento capital. Manteniendo esta tendencia, a partir de la
primera elección con ley de lemas, la participación electoral desciende en toda
la provincia. (Ver gráfico en anexo).
Pero por otro lado encontramos un
mayor corte de boleta, asociado siempre con un voto mas racional y con un
elector mas educado. Si durante la ley de lemas el elector se habitúa a cortar
boleta podemos decir que es porque entiende lo que está votando y cómo actuará
el sistema de doble voto acumulativo y simultáneo, adónde irá a para su voto
finalmente. De allí que los datos, como era de esperarse, no permitan un
análisis concluyente.
En cuanto a lo que uno percibe en el
elector es que en líneas generales entiende el sistema de ley de lemas. Aún
cuando es habitual el asombro ante resultados parejos, el camino de la
acumulación es conocido: cuando se reconoce un candidato líder a la cabeza de
las preferencias públicas se sabe que el voto a un tercero o cuarto de su mismo
partido, terminará contribuyendo a su triunfo. Pero no podemos señalar mas que ésta presunción.
Nada de esto es novedoso; por el contrario, la ley de lemas sería
llamativa si provocara el efecto contrario dentro de un escenario nacional de
apatía y retracción de la participación ciudadana, si gracias a la ley de lemas
los representantes despertaran mayor simpatía y adhesión que en otras
provincias. La apatía evidente y lamentada por todos, al igual que la escasa
legitimidad de los políticos, no es un hecho extraño y específico de las
provincias con ley de lemas por lo que no podemos decir que sea provocada por
ella.
Ahora bien, tampoco podemos decir
que su efecto sea nulo. Si la ley de lemas no provoca descreimiento tampoco
hace nada por evitarlo y hasta por agravarlo desde distintos frentes. Si lleva
a que los dirigentes políticos se ocupen mas que antes de sus estrategias
electorales, si vacía a la contienda electoral de propuestas y la reduce a
diferencias personales, si fomenta el bloqueo del gobierno, si el cuarto oscuro
está lleno de desconocidos y si nos acostumbramos a que gobierne quien no
cuenta con el mayor apoyo de las urnas, entonces lo mas natural es descreer del
sistema electoral, de los gobernantes electos y de su forma de gobernar.
¿Hasta qué punto podemos acusar a la ley de lemas de provocar estos efectos cuando, sinceramente, los observamos en cualquier rincón de la Argentina, con o sin doble voto? Podríamos responder que si en Uruguay, en una época caracterizada por la presencia de partidos de masa, la ley de lemas favorecía la estabilización y agudización de internas dentro de los grandes partidos; en los tiempos actuales los partidos son distintos y la ley de lemas actúa diferente. Hoy tenemos partidos catch-all y lo que hacen los sublemas es desnudar la personalización de las campañas, la importancia del líder, la escasa influencia de las ideologías a la hora de emitir el voto, definir las políticas y organizar los grupos internos, etc., características ya definidas por Schumpeter y por cualquiera observador de los partidos políticos actuales.
Cuadros y gráficos de elaboración propia
sobre la base de datos demográficos y electorales proporcionados por el Juzgado
Federal N°1 con Competencia Electoral, la Secretaría Electoral de la Provincia
y la Dirección de Estadísticas de la Provincia de Salta.
|
Partidos |
|||||||||
|
PJ |
PRS |
UCR |
otros |
Totales |
|||||
1991 |
259 |
62 |
101 |
101 |
523 |
|||||
1995 |
267 |
157 |
88 |
29 |
541 |
|||||
1999 |
246 |
171 |
|
14 |
431 |
|||||
Localidades |
Habitantes |
Sublemas a intendente |
Sublemas a concejales |
Santa Victoria Este |
900 |
16 |
27 |
Pichanal |
12.000 |
10 |
18 |
Mosconi |
13.000 |
15 |
39 |
Tartagal |
45.000 |
17 |
42 |
Rosario de Lerma |
14.000 |
12 |
27 |
Cafayate |
8.000 |
7 |
13 |
AÑO 1991
|
Partido ganador |
Cantidad de sublemas |
Otro sublemas es
el mas votado |
Sublemas
competidores |
tartagal |
PJ |
17 |
13% - 32% |
13 - 12% |
vaqueros |
PJ |
12 |
18% - 38% |
|
embarcación |
PJ |
14 |
14,5% - 38% |
|
el bordo |
PJ |
13 |
14% - 20% |
14,5 - 13 - 12% |
hipólito yrigoyen |
PJ |
11 |
16% - 36,5% |
16 - 12% |
orán |
PRS |
16 |
|
14 - 11 % |
los toldos |
PJ |
5 |
31% - 39% |
31 - 23 % |
santa victoria
este |
PJ |
8 |
21% - 22% |
21 - 13% |
aguaray |
PJ |
11 |
13% - 16% |
13 - 12,4 - 11,5 |
la candelaria |
PJ |
6 |
35% - 43% |
|
payogasta |
PJ |
6 |
23,5% - 33% |
|
rosario de la
frontera |
UCR |
8 |
|
17,5 - 14,5 % |
colonia santa rosa |
PJ |
10 |
30% - 41% |
|
rosario de lerma |
PJ |
9 |
18% - 33,5% |
|
j v gonzalez |
PJ |
11 |
21% - 25% |
21 - 20,9% |
rivadavia banda sur |
PJ |
8 |
26% - 31% |
26 - 24,4% |
cafayate |
PJ |
8 |
|
27 - 26,6 % |
angastaco |
PJ |
4 |
|
37 - 31% |
la viña |
PJ |
7 |
24% -25% |
24 - 23 % |
cachi |
PJ |
8 |
23% - 28% |
|
la poma |
PJ |
7 |
31% - 36% |
|
rivadavia banda norte |
PJ |
7 |
|
32,4 - 27% |
Nota:
en todos los casos el primer número corresponde al sublema ganador y los demás al
sublema que se encuentra bajo la definición de que se trata.
no es el sublema mas votado:
un sublema de otro lema es el mas votado individualmente, el que figura en
segundo lugar
sublema competidor: otro sublema del mismo lema (el segundo) alcanza cierta
paridad electoral con el sublema ganador (el primero en señalarse)
Los datos corresponden a los
municipios que mas recurrentemente se encuentran en la situación reseñada.
Elaboración propia en base a datos
proporcionados por la Secretaría Electoral de la Provincia y el Juzgado Federal
N°1 con competencia electoral.-
AÑO 1995 |
Partido
ganador |
Cantidad de sublemas |
Otro sublema es el mas votado |
Sublemas competidores |
tartagal |
PJ |
17 |
16% - 34,5 % |
16 - 11 - 9 % |
vaqueros |
PJ |
10 |
18% - 36% |
18 - 16 % |
embarcación |
PJ |
14 |
20% - 41 % |
|
el bordo |
PJ |
14 |
28% - 32% |
|
hipólito yrigoyen |
PJ |
15 |
|
23 - 14 % |
orán |
PJ |
11 |
17% - 37,5% |
17 - 13,6 % |
los toldos |
PJ |
5 |
|
29 - 27 - 22 |
santa victoria
este |
PJ |
16 |
13 % - 21 % |
13 - 11,5 - 9 |
aguaray |
PJ |
16 |
16% - 16 % |
16 - 14,4 - 11 |
la candelaria |
PRS |
5 |
34% - 46 % |
|
payogasta |
PJ |
11 |
20,7% - 25 |
|
rosario de la frontera |
PJ |
6 |
21 % - 38 % |
|
colonia santa rosa |
PJ |
9 |
|
38 - 25 % |
rosario de lerma |
PJ |
12 |
|
27,6 - 21% |
j v gonzalez |
PJ |
8 |
|
44 - 27 % |
rivadavia banda sur |
PJ |
8 |
|
36 - 19,5 % |
cafayate |
PJ |
7 |
31,6 % - 38 % |
31 - 14,5 % |
angastaco |
PRS |
4 |
36,4 - 36,2% |
36 - 15 % |
la viña |
PJ |
9 |
|
25 - 17% |
cachi |
PJ |
9 |
|
37 - 24 % |
la poma |
PJ |
5 |
|
47 - 37% |
rivadavia banda norte |
PJ |
10 |
|
26 - 16 % |
Nota: en
todos los casos el primer número corresponde al sublema ganador y los demás al
sublema que se encuentra bajo la definición de que se trata.
no es el sublema mas votado:
un sublema de otro lema es el mas votado individualmente, el que figura en
segundo lugar
sublema competidor: otro sublema del mismo lema (el segundo) alcanza
cierta paridad electoral con el sublema ganador (el primero en señalarse)
Los datos corresponden a los
municipios que mas recurrentemente se encuentran en la situación reseñada.
Elaboración propia en base a
datos proporcionados por la Secretaría Electoral de la Provincia y el Juzgado
Federal N°1 con competencia electoral.-
AÑO 1999
|
Partido
ganador
|
Cantidad de sublemas |
Otro sublema es el
mas votado |
Sublemas competidores |
tartagal |
PJ |
12 |
30% - 41% |
|
vaqueros |
PJ |
7 |
|
32% - 30,5 |
embarcación |
PJ |
8 |
|
33 - 28 - 22 % |
hipólito yrigoyen |
PJ |
7 |
|
40% - 21 % |
los toldos |
PJ |
7 |
|
49 % - 46% |
la candelaria |
AS |
6 |
26% - 28% |
26 - 20 - 15 % |
payogasta |
PJ |
4 |
|
41 - 29 - 24 % |
rosario de la
frontera |
PJ |
6 |
28,5% - 36% |
28,5 - 27 |
colonia santa rosa |
PJ |
6 |
|
25 - 21,5 - 19,5 % |
rosario de lerma |
PJ |
10 |
|
31 - 16,5 - 15 % |
cafayate |
PJ |
10 |
|
28 % - 20 % |
angastaco |
PJ |
5 |
|
56 % - 31 % |
la viña |
PJ |
3 |
|
40 % - 20,5 % |
cachi |
PJ |
5 |
|
51,6 - 35 % |
la poma |
PJ |
3 |
|
54 % - 36 % |
Nota: en
todos los casos el primer número corresponde al sublema ganador y los demás al
sublema que se encuentra bajo la definición de que se trata.
no es el sublema mas votado:
un sublema de otro lema es el mas votado individualmente, el que figura en
segundo lugar
sublema competidor: otro sublema del mismo lema (el segundo) alcanza
cierta paridad electoral con el sublema ganador (el primero en señalarse)
Los datos corresponden a los
municipios que mas recurrentemente se encuentran en la situación reseñada.
Elaboración propia en base a
datos proporcionados por la Secretaría Electoral de la Provincia y el Juzgado
Federal N°1 con competencia electoral.-
·
DIRECCION PROVINCIAL DE ESTADISTICAS; “Anuario
Estadístico de la Provincia de Salta 1998 – 1999”
·
AUYERO, Javier; “La
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[1] Este trabajo no podría haber sido realizado sin la invalorable colaboración del Lic. Mauro Rosas, a quien agradezco especialmente. Previamente fue presentado en el V Congreso de la Saap (Sociedad Argentina de Análisis Político) organizado junto a la Universidad Nacional de Río Cuarto y a la Universidad Nacional de Villa María, realizado en Río Cuarto (Córdoba) en noviembre de 2001.
[2] Mabel Panozzo es Licenciada en Ciencia Política de la Universidad Nacional de Rosario y docente a cargo de la cátedra de Ciencia Política I en la carrera de Relaciones Internacionales de la Universidad Católica de Salta.
[3] "...el Partido Justicialista, principal impulsor del doble voto simultáneo y acumulativo en la mayoría de los distritos del país, había adoptado este sistema porque evitaba fracturas o defecciones internas que amenazaran sus posibilidades de retener los respectivos gobiernos provinciales, a la vez que le permitía sumar los votos de las distintas corrientes partidarias propias. Efectivamente el justicialismo persiguió la sanción de la Ley de Lemas en aquellos distritos en donde se encontraba con serias dificultades para ganar las elecciones (Tucumán, Santa Fe, Salta, Misiones), o sufría marcadas divisiones partidarias (Formosa, Santiago del Estero, Chubut, La Rioja, Jujuy, Santa Cruz)". María Inés Tula, octubre de 1997.
[4] Dr. Abel Cornejo, Dr. Ricardo Gómez Diez, Dr. Rubén Fortuny, Dr. Luis Martínez, Dr. Pablo Kosiner, Dr. Manuel S. Godoy, Carlos A. López, Dr. Santo J. Dávalos, Guillermo Capellán, Dr. Ramiro Cornejo Torino y Dr. Carlos Saravia.
[5] Especialmente Diario El Tribuno y Semanarios: Nueva Propuesta, Redacción y Cuarto Poder
[6] Como cada dirigente tiene que encarar la organización de su campaña, arma bajo su mando un ejército de militantes, punteros barriales, sedes de campaña, redes de compromiso y lealtades, etc.; cada sublema genera una estructura propia y tenemos tantas estructuras desarrolladas como sublemas se presenten a la elección. Este es el proceso de estructuración al que hacemos referencia permanentemente.
[7] El voto mas secreto del mundo, decían los uruguayos, porque ni ellos sabían adónde iba a parar.
[8] Todo lo cual hace evidentemente difícil el voto racional de los ciudadanos (Ferreira Rubio y otros)
[9] Veamos ejemplos. En Salta capital el candidato ganador de la intendencia en 1999, fue E. Tanoni con 39.000 votos, un 20% del total de votantes, pese a que, entre los sublemas de la Alianza el ing. E. Pontussi habia obtenido 69.000 votos, el 35,4%. La suma de sublemas (50,4% de votantes) favoreció al justicialismo esta vez.
[10] Otro párrafo del mismo texto señala ... “La confusión del electorado y la distorsión de su voluntad se debe a que con este mecanismo la oferta electoral pone el acento en el candidato (sublema), pero el resultado de la elección toma como eje el lema del partido. Esta situación de distorsión de la voluntad del ciudadano tiene graves consecuencias en cuanto a la confianza del pueblo en las instituciones y en cuanto a la legitimidad de los electos, lo cual en última instancia, afecta la gobernabilidad de la sociedad.” (pag. 16)
[11] Haciendo esta aclaración, en los datos, gráficos y comentarios posteriores la UCR se sumará a la línea del PRS. Hemos optado por mantener la denominación partidaria antes que la de las sucesivas alianzas que se constituyeron por razones prácticas y porque el peso electoral propio del PRS así lo justifica.
[12] Por lo tanto se eligen 9 diputados en Capital, 6 en San Martín y Orán, 3 en Metán, 2 en: Anta, Gral. Güemes, Rivadavia, Rosario de La Frontera y Rosario de Lerma, y uno en los 14 departamentos restantes.
[13] Estos resultados también se hace notar el hecho de la disparar inserción del PRS en el interior provincial, en algunos departamentos es competitivo, en otros gana solo si está aliado a la UCR y en otros es prácticamente inexistente.
[14] Actualmente la legislatura se encuentra analizando la implementación de un sistema electoral diferente, sin ley de lemas. Entre los impulsores de la derogación se encuentra el propio gobernador de la provincia y todos los partidos de oposición, quienes abogan reformar completamente el sistema electoral, pero se enfrentan a la cerrada oposición de los legisladores del interior provincial, a quienes parece beneficiar la ley de lemas (por los motivos que veremos en este trabajo), la bicameralidad y la elección de diputados con base en los departamentos. De todas maneras parece ser que la última elección bajo este sistema serán las del 2001.
[15] Su fundador el capitán de navío (R) Roberto A. Ulloa fue gobernador durante el proceso militar y luego electo en 1991, llevando como vice a Ricardo Gómez Diez, quien lo sucede en la presidencia del partido. Gómez Diez fue dos veces candidato a gobernador, convencional constituyente, es diputado nacional reelecto y se presenta como candidato a senador nacional. De esa manera, resulta ser que en cada convocatoria electoral es el candidato en el principal cargo a elegir.
[16] En julio del 2001 se oficializaron 534 sublemas en toda la provincia, mientras que dos años antes, la cantidad fue un tanto mayor, 589.
[17] En el municipio de Salta capital en 1995 se presentaron 12 sublemas justicialistas para intendente, pero como el municipio fue intervenido, se realizan elecciones solo 2 años después presentándose 3 candidatos de esa fuerza, y en la próxima se vuelve a la fragmentación con 10 sublemas peronistas de candidato a intendente. Todos los comentarios apuntan a la presencia de una estrategia única: Romero impuso tres sublemas para asegurar el triunfo de Enrique Tanoni, el candidato con mayor apoyo electoral, pero perdió la capital de esa manera y entonces libera la presentación de candidatos para la próxima vez.
[18] La ley exige las firmas de por lo menos 5% de afiliados que avalen la conformación de un sublema, cifra relativamente fácil de alcanzar y difícil de controlar si realmente han existido. Este aspecto que promueve indirectamente la proliferación de sublemas, es señalado como eje de una tibia reforma por algunos sectores. Se plantea que, disminuyendo la cantidad de avales exigidos pero con su firma certificada, delante del juzgado, por ejemplo, se lograría disminuir el número de sublemas y evitar la fragmentación.
[19] En ese caso estaríamos ante una total confusión del electorado respecto a las propuestas que se presentan, respecto al funcionamiento del sistema electoral y respecto a la vigencia de los partidos como agregardores de opinión.
[20] Nos referimos a Roberto Romero, gobernador en el periodo 1983 – 87 y quien era el presidente del partido desde esa fecha hasta su muerte.
[21] Recordemos las palabras que citábamos al comenzar el trabajo: “Mientras, como ya lo expresamos, la oferta electoral está centrada en los sublemas (candidatos), el resultado electoral privilegia a los lemas (partidos), y el ejercicio del poder - sobre todo en los cuerpos colegiados- gira otra vez, en torno a los sublemas.” Ferreira Rubio, Orlandi y Giordano
[22] Comparar la representatividad alcanzada por sublemas de distinto lema es salir del contexto de la ley de lemas y entrar de lleno en la posmoderna representación política personal, hablamos del dirigente representativo y no de la representación del partido como un todo, hablamos de la fuerza electoral del gobernante y no del partido de gobierno. Mientras que la ley de lemas supone lo contrario: que el votante elige primero un lema y después un sublema, dando por ganador al candidato preferido dentro de un partido que alcanza la mayoría.
[23] Solo para darse una idea de la dimensión del problema. En 1995 Tartagal presenta 17 sublemas a intendente y 42 a concejales; en esa oportunidad el ganador tiene el 16% de los votos a su sublema, mientras que en otro lema hay un candidato que obtiene el 34,5% de los votos. Pocos meses después la situación desemboca en conflicto abierto y se interviene el municipio.
[24] No olvidemos
que la fórmula D'hondt presentaba un pequeño sesgo hacia las listas
mayoritarias, perjudicando a quienes, como las listas de concejales del
ejemplo, alcanzan escasa proporción de votos tras de sí.
[25] Un pequeño pueblo de apenas 1000 votantes donde, por otra parte, no se tienen noticias de crisis políticas en los últimos años.
[26] Factor principal de distorsión es la multiplicación de listas de concejales y la cantidad de ellos que no llegan al piso del 5% para el reparto, por lo tanto, el apoyo a sectores políticos municipales no siempre se traduce en el número de concejales. Por otra parte, es sabido que la elección de menos de 5 miembros siempre es poco representativa, y la cantidad de pueblos con Concejos pequeños es significativa.
[27] En el primer caso nos referimos al grupo de los hermanos San Millán, uno de ellos senador nacional, el otro diputado provincial en dos oportunidades y candidato a intendente de Salta con mayores expectativas de ganar; al punto que a dos meses de las elecciones, parece ser que todo el partido lo reconoce como el líder indiscutido en la ciudad capital. En el segundo caso nos referimos al senador nacional Jorge O. Folloni.
[28] Aunque en teoría nada impide que la ley de lemas no sea acompañada por el sistema D’hondt sino por cualquier otra fórmula mayoritaria.
[29] Como insiste especialmente Dieter Nohlen.