OSCAR
FELIX HAEDO
EL ESCULTOR CRIOLLO
JUAN CARLOS
IRAMAIN
Noticia sobre el autor
El crítico de arte Oscar Félix Haedo nació en la Capital Federal de la República
Argentina. Es miembro de la Asociación Argentina de Críticos de Arte y ha
desarrollado en forma permanente su profesión, siendo un colaborador asiduo de
los diarios La Nación, La Prensa y Clarín. Sus trabajos han aparecido asimismo
en las revistas La Actualidad en el Arte, Lyra, Davar, Correo de Artes, Anuario Latinoamericano de las
Artes Plásticas y muchas otras. Fue jurado en infinidad de salones y concursos,
nacionales e internacionales. Como conferencista tiene una vasta y calificada
actuación. Ha recibido numerosos premios, entre los que figuran el Tercer Premio Nacional de Historia de las
Artes por su libro “Lola Mora” y el
Premio Municipal Hugo Parpagnoli por su ensayo
“Visión de la Plástica Argentina (1950—1970)”, el Municipal de la provincia de
Buenos Aires y el Provincial de Rosario, Santa Fe.
Es
autor de los siguientes libros: “XVIII Plásticos Uruguayos” (1947); “Lola Mora”
(Eudeba); Pintura Argentina 1900-1961/1977); “La
escultora Isella” (Club de Lectores); “Las fuentes
porteñas” (Cuadernos de Buenos Aires, Municipalidad de la Ciudad); “Vicente Forte”, “Eduardo Mac Entyre” y
“Ernesto Deira” (del C. Editor de A.L.); “Mabel Matto” (Universidad Católica de La Plata); “Bruno Venier” (1984); “40 Escultores” (Ed. La Actualidad en el
Arte); “Artistas judíos de Argentina” (México). Es asimismo asesor artístico de
varias galerías de arte.
El autor agradece la desinteresada colaboración
de:
Agrupación
de Artes y Letras Impulso-Archivo General de La Nación- Diarios: La prensa, La
Nación, La Razón – Escultores: Santiago J. Chiérico,
Fernández Larrinaga (Tucumán) – Familiares del
artista: Señora de Iramain, Demetrio Iramain, Doctor Leonardo Iramain,
Alfredo Anuncio Iramain, escritora Silvia Turbay de Iramain- Museos: de Bellas Artes de Tucumán, Municipal Juan Carlos
Iramain (Tucumán) – Pintores: Antonio Osorio
Luque, Irma de Ruiz, María Eugenia Aybar, Santos Legname-Roldán & Cía – Salas
Nacionales de Exposiciones – Universidad Nacional de Tucumán.
Traducciones
del inglés: Doctora Ana Silvia Haedo.
Fotografías:
Archivo Gráfico de la Nación –Ana Silvia Haedo –
“América” (Tucumán) – César Sondereguer – Diarios La
Nación y La Prensa – Diego Forero – Gabino Gómez – Hermanos Forero – José
Amores (Diario La Razón) – José Solano – Museo Juan Carlos Iramain
– Revista El Suplemento – Roldán & Cía. – Doctor Jorge Rouges
(Tucumán).
Indice
Noticias sobre el autor
Agradecimientos
Indice
Prólogo
Capítulo I. 1900. La niñez artística
Capítulo II. 1918, Con Zonza Briano
Capítulo III. 1919. El tema histórico
Capítulo IV. 1920. El tema telúrico
Capítulo V. 1925. Creador en Tucumán
Capítulo VI. 1926. Premio Estímulo
Capítulo VII. 1927. El Primer Monumento
Capítulo VIII. 1932. En la Residencia
Presidencial
Capítulo IX. 1934. La aventura mineral
Capítulo X. 1938. Nueva serie telúrica
Capítulo XI. 1939. Amistad con Yrurtia
Capítulo XII. 1941. La estatutaria monumental
Capítulo XIII. 1941. Propulsor de Zapla
Capítulo XIV. 1948. Consagración en Buenos Aires
y Estados Unidos
Capítulo XV. 1950. Einstein y Batista
Capítulo XVI. 1952. El Cristo de Salta
Capítulo XVII. 1965. El Museo Iramain
Capitulo XVIII. 1969. Los homenajes
Capítulo XIX. 1973. La muerte
Itinerario artístico
Ilustraciones en dos cuadernillos intercalados en
el texto
Prólogo
Ante
la presencia necesaria del signo forjado por el artista de la patria que
identifique plásticamente nuestras imágenes -étnica, geográficamente y lo
espiritual-, corresponde señalar al que aporta a esta definición tras las
huellas de Leónidas Gambartes, Sesostris
Vitullo, Emilio Soto Avendaño, César Sforza, Francisco Reyes, entre otros, alertando que “La
búsqueda en una identidad nacional no debería constituir una motivación
consciente de la creación artística. La identidad nacional es algo que resulta de la tradición
de que el artista está inconscientemente penetrado y su búsqueda de un arte que
trascienda las fronteras nacionales”. (1)
Desde
las entrañas de Buenos Aires, Tucumán o La Puna, un escultor estructuró signos
al registrar los arquetipos de la región (criollos y aborígenes) con el
lenguaje de la época (neoclasismo, naturalismo y expresionismo)
modelando una comunicación de existencia que se fija en belleza o fealdad.
La
transcripción escultórica de la realidad de nuestro suelo –impregnada de dramas
y alegrías- por Juan Carlos Iramain, que de él se
trata, en ocasiones quiebra el concepto belleza para recordarnos que, en
relación con lo bello, “lo feo no significa lisa y llanamente la pérdida de la
expresión estética, una pérdida del signo”, afirmando con Max Bense que “también lo feo tiene fuerza de signo, la idea de
lo feo no destruye la idea de arte pues el arte, no está definido
exclusivamente por lo bello”.
El
escultor rescata y transfigura lo bello y feo de su entorno nativo, con las
flaquezas y virtudes inherentes, hasta modelar lo argentino; válido de su
antecedente incaico, enamorado del alma indígena, analista del período
pre-colombino y criollo por formación, su educación estética forjada
occidentalmente le provoca una simbiosis generosa en resultados, como fueron
las artes mudéjar y mozárabe.
En
la pausa del registro étnico, Iramain elevó sus manos
hacia el cielo colocando en la cima de dos cerros –uno tucumano, el otro
salteño- a imágenes reafirmatorias de su fe y dones
artísticos, ubicándose con ellas como el estatutario argentino que conquistó
las alturas.
Al
extender el lenguaje escultórico al registro de nuestros héroes, una
argentinidad total envuelve la obra de Iramain
gestada durante seis décadas tras la permanente búsqueda del Signo-Génesis de
la co realidad que –tras el proceso de lo sensible-
se tradujo en Signo Estético de belleza y fealdad corporizado en obras
artísticas: Minero de Galicapó, Chacho Peñaloza y
Cristo.
Para
elucidar los períodos estéticos de Iramain
(indigenista, naturalista o estatutario monumental) e ingresarlos en la
historia de la escultura argentina, recogimos su palabra, de testigos de su
época, del periodismo, documentos públicos y privados, los que revelan una
existencia plena de argentinidad y contenido espiritual.
Oscar
Félix Haedo
(1)
“El
correo de la UNESCO”. Los tres rostros del arte, por Huichi
Kato, edición castellana, marzo de 1973.
1900. La niñez Artística
Al
compás del trote corto de su petiso cimarrón, el pequeño Juan Carlos orillaba
al río Famaillá en la búsqueda de la tierra dócil a
sus manos, deseosas de apretarla, estirarla y modelarla hasta conseguir la
semejanza con el Duende de las Montañas, personaje de leyenda imaginado por la población como aparecido en las
huertas.
Animando
los viajes fatigosos que la familia emprendía en carreta desde Monte Grande a Famaillá o, a la ciudad de Tucumán con una duración de
veinticuatro horas, su padre les narraba cuentos de fantasmas, Tigre Uturunco,
La Mulánima, el Duende de la Siesta, entremezclados
con brujas y hechiceros que acrecentaban el saber folklórico de Juan Carlos,
sumándose a su admiración por la naturaleza donde transcurría su infancia: el
río, árboles, cerros y el barro que sus manos trocaban en formas.
No vayas pa`la
higuera que va a salir el duende, aconsejábale la
abuela con palabras que resonaban en el
oído de aquel niño de ocho años, hasta que su fantasía –formada en esas
enseñanzas- ubicaba en los cerros vecinos al rostro mitológico creado por la
superstición popular.
No
sólo el Duende de las Montañas se corporizaba en las arrugas de los cerros
tucumanos para el espíritu predispuesto de Juan Carlos, que tanto imaginaba al Quitilipi de barba hirsuta como percibía al Chacho Peñaloza
con su estampa de caudillo, hasta que las coplas de los lugareños volvíanlo a la realidad. Y las formas humanizadas de los
cerros huían, devolviendo a la piedra su silencio milenario, hasta que un día…
“Monté
mi querido cimarrón sobre los caminos montañosos y, tras detenerme luego de una
larga cabalgata, desmonté para modelar la cabeza del animal…
Esto
ocurrió de tal manera que los indios me rodearon en un grupo grande y gritaron
con asombro y deleite. En ese momento nació mi dedicación al arte. Con ese
entusiasmo comencé a modelar los indios, uno por uno, y los pájaros y otros
habitantes salvajes de los bosques montañosos”. (I)
El
solar nativo estaba asentado sobre una
historia iniciada en San Miguel de Tucumán en 1565, con la presencia de
veinticinco vecinos encomenderos y tres
mil indios de servicio (diaguitas, lules y tonocotés), convertidos en el Siglo XVII en setecientos
españoles y veinticinco mil indios para la Gobernación de Tucumán, arribándose
al Siglo XVIII con treinta y cinco mil españoles, treinta y cinco mil indios y
cuarenta y cuatro mil negros.
El
indio, desposeído material y espiritualmente durante la conquista española,
arrastraba su drama por el Norte de Tucumán extendiéndolo a Jujuy, Salta, La
Rioja; resignado, el indio vegetaba por dichos campos y las minas jujeñas,
acompañado de su música doliente y artesanías primitivas, convertido en el áspero testimonio de una pasado cuya intimidad procuraba
desentrañar el pequeño Iramain, llevando al barro
colorado las facciones angulosas, somnolientas pero expresivas del diaguita, el
calchaquí y el araucano, este último incorporado a la caravana de los
aborígenes.
Enamorado
del barro, la piedra y la arcilla, dóciles
a sus intenciones primarias de escultor, a los diez años de edad Juan
Carlos reproducía los rostros aborígenes con una técnica rudimentaria pero con sinigual entusiasmo, sumándole motivos animales (pájaros,
sapos y gusanos) o simples imágenes gestadas por su fantasía.
“Lo
hacía con mucha gravedad y creyendo realizar una obra estupenda. Creí eso,
hasta que dos o tres de mis creaciones
de arcilla convirtiéronse en cascotes agresivos y
contundentes, con los que me defendía de la ironía de las gentes. Mis coprovincianos se reían de mis obras… Y es que en
provincias, el sentido estético, muy afinado en los espíritus cultos, exige una
visión del arte sin términos medios ni tendencias arbitrarias: o malo sin
remedio o bueno…. Una de dos: la obra completa o el pergeño de obra, sin
personalidad ni belleza, que no merece una mirada… Y claro está, que a los diez
años ni iba yo a revolucionar conceptos ni visiones artísticas.” (2)
Conformado
espiritualmente en el Departamento de Famaillá, Juan
Carlos había nacido en una antigua casona de Monte Grande el 9 de junio de
1900, en el hogar constituido por
Arsenio Iramain, de estirpe vasca y Filotea Bachi de ascendencia itálica (3); su infancia transcurre
sin apremios económicos en los extensos fundos paternos con cultivos y
plantaciones, hasta que San Miguel de Tucumán atrajo las inquietudes
familiares.
Estudiante
en el Colegio Santo Domingo, Juan Carlos no se caracterizaba como alumno
aplicado provocando inquietud a los profesores con travesuras reiteradas; estas
incluían las rabona, el despojo de tejas a techos del vecindario y el escondite
del bombo de una banda de música, alternadas con actuaciones junto al payaso
del circo Raffeto. Recuerda años más tarde Iramain:
“…
en el colegio no me soportaban. Un día me cortaron mis hermosos rulos
bronceados para la virgen y me devolvieron a casa. Ya no sabía que inventar,
entonces se me ocurrió la idea de volar; para conseguirlo me fabriqué un par de
alas con sábanas robadas en la vecindad, unas tablas y unos cinturones viejos.
No conocía a Leonardo da Vinci, así que mi intención no era imitarlo; jamás había oído hablar de él. Convoqué al
vecindario. Mi pandilla hacía guardia, iba a volar desde la azotea de mi casa.
Anta la azorada concurrencia, equipado con mis alas me
lancé al espacio. ¡Me salvé milagrosamente!, ¡caí sobre un árbol!. Costillas y pernas rotas fue el resultado de la hazaña,
¡otra larga temporada en cama! Después fui a parar al Colegio del Sagrado
Corazón, adonde pasé mas horas en penitencia que en
clase, ¡era insoportable!” (4)
La
vocación del joven quedó definida al sorprenderlo su padre en ocasión de una de
las ausencias escolares dibujando y pintando santos y paisajes con colores
extraídos de plantas y flores que suplían la falta de lápices, logrando
compradores en Famaillá y Montero; también surgían de sus manos los
bustos de los los próceres de su admiración,
rudamente trabajados con barro arcilloso y quemados en un horno casero, obras
que el orgullo paterno exhibía al
vecindario, sobre una carretilla, en largas caminatas.
Quebrada
la quietud pueblerina con los rezos y llantos maternos ante la muerte del jefe
de la familia, en plena juventud comenzaron los sinsabores y la dispersión de
los bienes -campos, casas y joyas- que ubicaron a Juan Carlos ante las
necesidades de la vida, obligándolo a encausarse en alguna disciplina; el
camino lo encuentra en las bellas artes junto al escultor Finacchiaro, quien
guió sus primeros pasos por la plástica.
Finacchiaro era el autor de la metopa de la catedral de San
Miguel de Tucumán, donde se describe el regreso de los exploradores de la
tierra prometida que enviara Moisés –según el éxodo bíblico- “cargados bajo el
peso de las gavillas y de los monstruosos racimos, los azorados miembros de la
vanguardia judía narran al legislador hebreo las bellezas de la tierra de la
leche y la miel” (5) con un lenguaje acorde a la arquitectura clásica del
templo.
El
maestro inició la enseñanza conduciendo al joven a contemplar y analizar las
formas de las imágenes de Judas y Simón en dicha catedral; le señaló la audacia
contenida en La Libertad, escultura que la tucumana Lola Mora ubicara en la
Plaza Independencia en 1904; acompañábalo a la Iglesia San Francisco para regustar en común las tallas misioneras del altar mayor
–primera artesanía aborigen contemplada por el montegrandense-
terminando la lección ante el monumento a Juan Bautista Alberdi, en la plaza de
la estación ferroviaria. Ante el albo mármol cincelado y descubierto por Lola
Mora cuando Juan Carlos contaba sólo cuatro años de edad, Finacchiaro
le aclaraba acerca de la técnica y
estética del primer monumento
descubierto en San Miguel de Tucumán y una profunda hermandad artística unía a
profesor y alumno: el amor a las formas extraídas del mármol de Carrara, tan
puro en su albura como aquél barro que el adolescente manejara a la vera del Famaillá.
En
las pausas de las clases de dibujo y modelado, Finacchiaro
le historiaba al alumno el panorama artístico lugareño donde el paso de Lola
Mora por las plazas y la Casa Histórica –donde se lucían sus dos bajorrelieves
históricos –acaparaba el comentario de los cenáculos intelectuales, en una
tarea compartida con el escultor Julio Oliva; en la pintura correspondía al
italiano Santiago Falcucci ejercitar el magisterio
dentro de la corriente del neoclasicismo, mientras el renombre del retratista
Ignacio Baz asumía para Juan Carlos contornos de leyenda.
En
el despertar a la adolescencia, en el espíritu del joven se aunaban la
necesidad de corporizar plásticamente cuanto le rodeaba y, la inquietud de
integrarlo con la tierra tucumana, su paisaje, el alma de los pobladores y las
leyendas oídas en las siestas provincianas, imaginando a Uturunco –de barro y
arcilla- en su mesa de trabajo. Junto al maestro, en el quehacer diario daba los retoques finales al rostro de
un cañero o un poblador indígena con idéntico ardor, modelando y dibujando con
el lenguaje aprendido del naturalismo.
Fruto
de estas lecciones es el bajorrelieve en yeso del General Gregorio Araoz de
Lamadrid, colocado en el patio del Convento Santo Domingo (San Miguel de
Tucumán) en el verano de 1912, mientras el recuerdo de algunas ventas
“lanzándose desde la solariega casa paterna de Monte Grande, con sus primitivas
esculturas y pinturas terminadas con la imperfección de un niño” (6)
pertenecían a su anecdotario.
En
el otoño de 1914 la exhibición pública de una de sus esculturas atrajo la
curiosidad de la población, poniendo de relieve las iniciales incursiones
plásticas del adolescente
Pequeño artista. “En los escaparates de la
Confitería París se halla expuesto un busto del señor Clodomiro Hileret, hecho en barro por el niño Juan Carlos Iramain, de once años de edad. Iramain
ha hecho, además, un busto de Alem y tiene en
preparación otro del señor Lucas A. Córdoba” (7)
La
exposición motivó el comentario popular, coincidente en augurar al novel autor
un futuro promisorio en la carrera abrazada, trascendiendo del busto la
asimilación de las lecciones de Finacchiaro, las que
hallaron límite al crearse la sección Bellas Artes en la universidad
provinciana, el 25 de mayo de 1914 bajo el rectorado del doctor Juan B. Terán.
Popularizada
como academia, sus aulas se poblaron de aficionados a la pintura y escultura,
inscribiéndose Iramain en 1917 para intensificar el
aprendizaje; acompañado del futuro pintor paisajista Santos Legname
y demás jóvenes aficionados, sometióse a la
disciplina impuesta por Oliva y el pintor italiano Honorio Mosi
con una sed de conocimientos que –infatigablemente- recababa de sus profesores,
ampliada con visitas al Museo de Historia Natural y Bellas Artes creado en 1915.
Su
contracción y disciplina en el estudio académico lo hicieron acreedor a felicitaciones por las pinturas,
dibujos y esculturas impregnadas de realismo; en mérito a estas cualidades, en
1918 Juan Carlos Iramain obtenía una beca para
estudiar en Buenos Aires por gestión de
los doctores Garro, Gijena y Lezama, meta anhelada
por quien aspiraba a triunfar artísticamente y motivando el agasajo de sus
amistades.
“VELADA
A BENEFICIO. A beneficio del artista tucumano Juan Carlos Iramain,
joven recientemente becado por el gobierno de Tucumán, para
realizar estudios artísticos en Buenos
Aires, se realizará una velada la semana próxima, en la sociedad Sarmiento.
Entre las figuras que prestarán al acto su delicada colaboración artística,
figuran Adila Soaje, Amalia
Gass, Ofelia Lucero Olmedo, Elsa Mosna,
Alicia Usandivaras, Irene Meira,
Paulina Messi, Mercedes Field,
Susana Montenegro, Clara Arzuaga y el profesor de la Academia, señor Carbonell. La parte literaria estará a cargo del padre
Salvador Villalba, Luis V. Casanova, fray Francisco
Carrasco, José M. Ponsa y otros.” (8)
(1)
Declaraciones
de Iramain al Diario “Tallahassee Democrat”.
“El creador de una gran estatua entre nosotros” por Betty Patterson, Florida,
Estados Unidos, 20-11-1949.
(2)
Reportaje
al escultor en la revista “El suplemento” Nº 244, “El animador del aquelarre”
por Alfredo Quelu ilustrado con doce fotografías,
Buenos Aires, 08-02-1928.
(3)
Según
la escritora Elena Zachar los primeros Iramain que llegaron al Perú –desde Guipuzcoa- contrajeron nupcias con las princesas hijas de los incas
señoriales, originando el apelativo “Príncipe Inca” otorgado a Juan Carlos Iramain durante su gira por Estados Unidos. (De la revista
mensual “Escenario” en la nota “El Apóstol I” por Juan Carlos Iramain, San Miguel de Tucumán, octubre de 1972).
(4)
Revista
“Escenario”, artíc., cit.
(5)
“Guía
de Tucumán”, edición de la Universidad de Tucumán, 1970.
(6)
Diario
“Noticias”. Nota “La Escultura: vocación y misterio de la vida de don Juan
Carlos Iramain”, San Miguel de Tucumán, 09-03-1964.
(7)
Diario
“La Gaceta”, nota “Hace 50 años”; el texto dice erróneamente “11 años”,
debiendo informar “14 años”, Tucumán, 30-03-1968.
(8)
Diario
“La Gaceta”, nota “Hace 50 años”, Tucumán 11-03-1968.
1918. Con
Zonza Briano
“Cuando el tren en que venía a Buenos Aires se detuvo en Retiro, el
artista miraba las gentes y las cosas, con aire de conquistador displicente. Imaginábase que todo Buenos Aires conocía y reverenciaría
al “escultor Juan Carlos Iramain”. Y es que los
periodistas tucumanos, buenos muchachos, lo tenían mareadito a elogios . La realidad porteña fue otra. Desconocido,
anónimo, ni sospechado, a pesar de sus melenas y aires de señor del mundo
sufrió vértigos de hambre y pasó las un judío errante”. (9)
Arribaba en invierno, cuando el
país veía instaurar en la presidencia al primer gobernante elegido por el voto
secreto: Hipólito Irigoyen; en la cultura se señalaban dos oposiciones: la de
las clases tradicionales ornadas con influencias de París, Roma o Londres y,
las culturas de las clases media y proletaria, surgidas a fines del Siglo XIX;
en Versalles se firmaba un tratado de paz poniendo fin a la guerra, lo que
aportaría a Argentina un período de bonanza económica.
En la
pintura predominaba el impresionismo divulgado por Martín A. Malharro con la mirada sobre nuestro paisaje; en la
escultura regía el naturalismo en la obra de Lucio Correa Morales, mientras el
Salón Nacional cumplía siete años de existencia, con Pedro Zonza Briano coo uno de sus
galardonados con el bronce Creced y Multiplicaos, modelado con la estética
impresionista predicada por el francés Rodin.
Un
retrato publicado en la revista “Caras y Caretas”, informaba sobre la presencia
del becario en la urbe porteña:
“TUCUMAN.
Señor Juan Carlos Iramain, subvencionado por el gobierno
para seguir estudios de escultura en la Capital Federal” (10). Meses después,
en “Revista Pupular” reproducíase
su efigie y tres esculturas, con este comentario:
“UN BUEN
ESCULTOR TUCUMANO. He aquí un artista joven y de talento. Hijo de sus propias
obras, supo pasar por encima de todos los obstáculos. Sin recursos para
costearse sus estudios y sin maestros que dirigieran sus primeros pasos, Iramain se impuso siendo un
niño con una bella cabeza de anciano: El Bostezo. Luego gestionó y
obtuvo de los doctores Garro, Lezama y Gijena un beca
para perfeccionar sus estudios (11)”.
De las
obras reproducidas trascendía la influencia del nuevo maestro –Zonza Briano- en cuyo taller Iramain
ingresaba como alumno; simultáneamente cursaba dibujo y escultura en la Mutualidad
de Bellas Artes con modelos vivos asimiliando las
normas académicas, pero una huelga puso fin a estos estudios. De dicha época
recuerda Iramain:
“Progresaba mucho en arte. En el
colegio no sé cómo pasé mis cursos estudiando tan poco”. (12)
Desde su
primer domicilio porteño –el Colegio Lacordaire- se
encaminaba diariamente al taller de Zonza Briano,
siendo inicialmente un colaborador en la maqueta del monumento a Leandro N. Alem, obra que el maestro ablandaba atmosféricamente en
cada sesión y que, el tucumano aplicaría en los primeros yesos trabajados en
Buenos Aires, a la manera de Rodin.
“Se ha
señalado que en Rodín, como en el italiano Medardo Rosso las formas nacen en relación directa con las luces
que las iluminan, restableciendo así la unidad de punto de vista, ya que sólo
en un determinado juego de claroscuros las formas pueden expresar la verdad
poética y atmosférica de las impresiones que el artista ha querido traducir.
Esas formas ya no están más cerradas y limitadas, aisladas en el espacio, sino
que son abiertas, ya que su determinación construye el mismo espacio”.
Ubicado
Zonza Briano en la línea rodiniana,
compartiendo dichas inquietudes con Hernán Cullen
Ayerza, su producción mostraba tal influencia en el ámbito porteño (dominado
por el naturalismo de Correa Morales, con cierta influencia telúrica en
Cautiva) distanciado de su obra.
“….
Un arte orientado hacia la
simplificación de las masas y la modulación barrocamente decorativa de las
superficies, con personal transfiguración expresiva de las formas naturales;
suscitaba, por lo menos, el desconcierto de una opinión habituada al verismo
tradicional. La intención trascendente, de proyecciones espirituales y en
ocasiones audazmente eróticas, acentuaban los perfiles de una obra de contenidos,
esencias y alcances significativos, demasiados desusados para concitar la
aquiescencia de los contempladores habituales de los escasos salones y galerías
de la época. (13)”
Junto a
Zonza Briano, Juan Carlos reestructuraba su técnica
hasta merecer el primero comentario con unos bustos, que señalaban el relieve
de las condiciones artísticas de su autor, dentro de las nuevas tendencias del
arte escultórico (14), orientadas hacia la estética del impresionismo.
Reafirmando dicho juicio de valor, Zonza Briano enviaba
a la madre de su alumno una carta laudatoria sobre la labor del aprendiz
expresándole que en su vientre materno había gestado a un artista.
Al
artista un núcleo de personalidad al taller, surgieron elogios para un busto
ejecutado por Iramain creyéndolo una obra de Zonza Briano; tras la despedida de los visitantes, el maestro
despedía al alumno presintiéndolo un competidor, expresándole: Mi hijito, te habrás dado cuenta que tu
presencia en este lugar ya no es posible.
La
actitud de Zonza Briano señalaba la asimilación
lograda por Juan Carlos en el reducido tiempo de aprendizaje (casi tres meses),
proseguidos con el escultor uruguayo Juan Carlos Oliva Navarro, formado en la
Asociación Estímulo de Bellas Artes; con versatilidad, el tucumano pasó de las
elecciones de Zonza Briano, signadas por la búsqueda
de fusión y disolución de las formas, al estilo que le transmitía Oliva
Navarro, reanudando una amistad con origen en el Museo de Bellas Artes de
Tucumán donde el uruguayo fuera interventor.
“El
gobierno tucumano habíame asignado una pensión pero
con los olvidadizos que somos los provincianos, yo cobraba una mensualidad cada
seis meses. Entonces, de pura desesperación, trabajé en una santería haciendo
barbas de santos y mantos de vírgenes…. Cobraba ocho pesos como jornal y cuando
quise irme, el santero me ofreció catorce… Yo acababa de cobrar una mensualidad
y sintiendo los pesitos en el bolsillo, lo miré de abajito, otra vez en
escultor con ideales… ¡Bohemia pura y linda aquella!” (15)
( 9)
Revista “El Suplemento”, art. Cit.
(10)Revista “Caras y Caretas”, Buenos Aires
11-05-1918
(11)Revista “Popular”. Nota “Un buen escultor tucumano” ilustrada con
cuatro fotos. Buenos Aires 24-12-1918
(12)Revista “Escenario”, art. Cit.
(13)Catálogo. “Homenaje a Pedro Zonza Briano”,
prólogo de C. Córdoba Iturburu. Asociación Estímulo
de Bellas Artes. Buenos Aires. Agosto de 1972.
(14)Revista “Popular”, art. Cit.
(15)Revista “El Suplemento”, art. Cit.
1919. El tema Histórico
Juan Carlos trabajaba para aliviar los problemas
económicos, pero atendiendo primordialmente su vocación (modelar, tallar,
cincelar y pintar) realiza una maqueta de monumento al vencedor de Caseros.
“ARTISTA. Procurando el estímulo de los poderes
públicos, el joven escultor tucumano Juan Carlos Iramain
ha presentado a la Cámara de Diputados de la Provincia, un proyecto de
monumento al General Justo José de Urquiza.
Desea que se le encargue la obra destinada a
emplazarse en el paseo del mismo nombre. El joven Iramain
cuenta 19 años de edad, es una promesa en el arte y su empeño da fe de una
vocación que, decididamente, es preciso estimular (16)”.
Entusiasmado con el tema histórico, lo prosigue con
un nombre grato a su espíritu tucumano: Juan Bautista Alberdi, cuyo mármol
debido a la escultora Lola Mora analizara y contemplara reiteradas veces en una
plaza de su lar natal.
La maqueta de yeso mostraba al autor de “Las Bases”
sentado, con la diestra sobre un libro y la izquierda algo recogida, el ceño
adusto y la mirada hacia el horizonte; el modelado respondía al realismo –
naturalista, sobrio y elemental, que observara en las esculturas de Correa
Morales y Oliva Navarro.
“Un joven artista argentino, uno de nuestros más
jóvenes escultores, Juan Carlos Iramain, ha puesto su arte al homenaje de una de las
figuras más importantes de nuestra historia, Juan Bautista Alberdi” dice un
suelto del diario porteño “La Mañana” refiriéndose a las tareas de nuestro
comprovinciano.
Apunta que su monumento a Alberdi –que será exhibido
por la Liga Patriótica Argentina –es “una obra de reales méritos, que evidencia
la preparación de su autor, escultor que a pesar de sus 19 años, no tardará en
enorgullecer a la Argentina con una labor interesante. La crítica de algunos
conocedores que visitaron la escultura es sumamente favorable, hasta el punto
de considerarla de primera categoría y parangonarla con nuestras mejores obras”
(17).
Una comisión presidida por el señor E. Wappers, en San Miguel de Tucumán, interesó al intendente tucumano
sobre la adquisición del proyectado monumento en la suma de Pesos veinticinco
mil ($ 25.000.-) para que sea ubicado en
alguna plaza pública. Nuestro redactor –publicaba “La Gaceta”- expresa que la
crítica porteña ha recibido con entusiasmo la presentación del “Alberdi” en la
reciente muestra (18).
Entre las críticas aludidas por el periodista se
destacaba una aparecida en “La Montaña”, un reportaje ilustrado con la maqueta
en cuestión. Entre otros conceptos, la nota decía:
“Después del almuerzo, aprovechando la templada
temperatura de una tarde primaveral, fui de visita hace unos días al Colegio Lacordaire, con el deseo de jugar una partida con os padres
domínicos. Cuando llegué a la sala de billar, llamóme
la atención la presencia de un joven, que… empuñaba el taco como lanza de
caballería y que al “tirar” las carambolas, hacía crujir las bolas de marfil y
tronar las barandas de la mesa”.
“Un tanto azorado, pregunté en voz baja:
-¿Está loco ese joven?
- No, es escultor- “se me repuso”.
-Ah!- “agruegué”, -no me
había equivocado… ¿cómo se llama?
- Juan Carlos Iramain…
tucumano… un buen muchacho y de talento.
-¿El autor del monumento a Alberdi?
-El mismo.
“Siempre he tenido profunda simpatía por esos jóvenes
que trabajan y que aspiran a la gloria. Son lo mejor de la juventud y el
porvenir los ha de saludar con gratitud y respeto”.
“Observé, pues, con curiosidad llena ya de simpatía a
ese joven alto, modestamente vestido, que sacudía su melena de apariencia
agreste, cada vez que tiraba esos cañonazos que amenazaban desvencijar al
billar”.
“Nos presentaron y ambos hicimos un aparte. Alguien
aprovechó esa circunstancia para apoderarse del taco, y evitar alguna posible
catástrofe”.
“Entablamos entonces conversación y hablamos del
arte, de las obras que habían terminado, de sus proyectos, de sus esperanzas”.
“Tiene Iramain 19 años. Su
espíritu ingenuo e infantil como de
verdadero artista, encanta con su optimismo y su sencillez y modestia. Hablamos
de su última obra, el Alberdi, escultura que goza ya de popularidad y que ha de
ser adquirida por el gobierno de Tucumán”.
“Es su obra de más aliento y está realizada con
acierto. El gran pensador surge del bloque con la serena energía que le fue
propia. Esa cabeza, de nobles líneas, parece vivificada por el pensamiento. El
arqueamiento de las cejas, esos ojos que miran a lo lejos, sugieren el esfuerzo
intelectual, la concepción intensa de la idea. Me contó luego algo de su vida,
de su niñez, de esos años luminosos y felices pasados en su hermosa provincia
de Tucumán de las montañas esbeltas y verdecinas”.
“Me refirió cómo había nacido en él la poderosa inclinación hacia el arte. Desde los once
años modelaba. A esa edad, trabajaba los primeros croquis. Después arrastrado por la pasión artística, estudiaba
y estudiaba, con fe en el éxito, con esa fe profunda y arraigada de los
visionarios del arte”.
“Tiene Iramain,
constantemente palabras de reconocimiento para los poderes públicos de su
provincia, que le han prestado apoyo, asignándole una modesta pensión. Es,
pues, un muchacho agradecido y nombre. Al preguntarle si no había gestionado un
aumento a su pensión, me repuso: “
“-Me dieron lo que pedí: ciento cincuenta pesos. No sabía yo la
cara que es la vida en Buenos Aires. Además, por allá, los que ganan ciento
cincuenta pesos, son orgullosos…. No pedí más de miedo que se enojara el
interventor…”
-¡Hombre, enojarse!- “observé sin poder evitar una
sonrisa”.
-Sí; creí que me bastaría… Si pido más
, quizá se hubiera enojado.
“Junto a esa ingenuidad infantil, Iramain
posee brillantes condiciones artísticas. Concibe bien los asuntos; su
imaginación es rica y espontánea; la ralización
técnica es correcta y original. Será uno de los grandes artistas del futuro”(19).
Cuando el éxito trascendió a su hogar provisorio,
autoridades y alumnos del Colegio Lacordaire hicieron
suyo el triunfo de Iramain, encargándole la estatua
del sacerdote que daba nombre al establecimiento. La comisión gestionó fondos
del Congreso de la Nación y el Jockey Club de Buenos Aires a fin de concretar
el proyecto, pero los problemas surgidos de la relación del artista y el
Colegio anularon la obra y su alejamiento del hogar provisorio.
Iramain iniciaba el
peregrinaje por pensiones porteñas –más tarde compartido con su hermano
Demetrio, pintor y modelo para más de una de las esculturas- en cuyas
habitaciones acumulaba tiza, cartón, arcilla y yeso junto al atril donde
asentaba al último busto en elaboración. El espacio reducido que disponía en
los cuartos de pensiones le impedía trabajar en proyectos grandes limitándose a
piezas chicas.
“De estas andanzas surge el recuerdo de una pensión
ubicada en la calle Chacabuco (entre Moreno y
Belgrano) donde la propietaria (reconocida como doña María Rosalía de Castro,
por su ascendencia gallega) compartía la mesa junto al pintor Juan Carlos Castagnino, Iramain, Federico y
Enrique Bermúdez (hermanos del poeta Francisco Luis) y José Sebastián Tallón,
autor ya consagrado de los versos de El Sapito glo glo glo, pensión descripta por
Alberto Pinetta en Verde Memoria (20)".
Al notificarse que el monumento a Alberdi para
Tucumán era rechazado por las autoridades provinciales asesoradas por el
escultor Oliva -quienes a su vez le vetarían un monumento a Sarmiento destinado
a Jujuy- el espíritu de lucha de Iramain no cedió
continuando su labor.
Con Urquiza, Alberdi, Lacordaire
y luego Sarmiento, en la trayectoria escultórica del tucumano se desarrollaba
el ciclo de narración histórica con una técnica estructurada entre el
vanguardismo de Zonza Briano y el dogmatismo de Oliva
Navarro, ciclo constituido en el receptáculo de técnicas opuestas asimiladas
sin una depuración previa.
Con destino a una exposición en la Galería Witcomb de la Capital Federal modela una serie de bustos
una serie de bustos (Serenidad, Retrato, Kirsis, Tipo
Criollo, Ño Pedro, Auto retrato, Cabeza de estudio) y
el bajo relieve Caridad con técnicas disímiles, reveladoras de la búsqueda de
una imagen propia. Para las figuras femeninas optaba por el neo-clasisismo, mientras Tipo Criollo y Ño
Pedro lo mostraban -en su primer trabajo con temas nativos- inclinándose al
naturalismo en uso por Correa Morales.
"Que la sinceridad es factor decisivo en la
inspiración artística se manifiesta elocuentemente al modelar Iramain, libre de
sugestiones extrañas, exteriores, su propia máscara facial y salirle ella una
maravilla, plena de sabor romántico byroniano. Y conste, este auto retrato del
joven escultor es de su periódo de iniciación en el
arte, cuando aún él no sabía manejar la techa,ignoraba de escuelas y estilos, sólo era dócil a su
propia intuición. El busto titulado Ño Pedro
pertenece más o menos a la misma época; igualmente el bajo relieve Caridad,
ambos pletóricos de concepto y gracia. Serenidad, aunque sintética de planos es
toda una expresión magnifíca de energía y resulta
hasta de conjunto decorativo. Traducida en mármol, colocada bajo un plinto y
fuste prolongado, haría bello efecto bajo una "pérgola" o a la vera
de un rosedal.
Serenidad y Kirsis son los
dos trozos escultóricos mejores salidos de las manos de Iramain
según los cánones modernos. Kirsis por su turgencia
sensual de formas, simplicidad clara, transparente, el helenismo del perfil,
nos habla gratamente de visiones muy lejanas, de superficies inmensas azules
marinas, espumas venusinas, una colina de oro cumbrada
por una acrópolis de mármol rubio...".
"Busca con empeño Iramain
el tema indígena, el folklorismo patrio. Pertenece a esa noble tendencia la
escultura titulada Caba de Estudio. Sobresale en ella
como cualidad primitiva la cadencia lineal, una cierta depuración del detalle y
la potencia del carácter étnico regional, dentro del tipo mestizo, el más
difícil de interpretar (21)".
Asimismo, el crítico puntualizaba la influencia de
otros estilos: "... del neoclasicismo moderno, sus durezas, su pulimentado
excesivo, su detallismo fatigante. Bueno es inspirarse pero no imitar. A la
receta migelángelesca de Rodín,
Bistolfi, Yrurtia, Zonza Briano -de planos abocetados, figuras embrionarias- se ha
sucedido desde veinte años a esta parte una falange de imitadores estilistas
del primitivismo y el clasicismo, que todo lo que quieren es componer dando
candidez sin iris las pupilas de los ojos, dislocando o desdibujando
determinadas formas (22)".
Desde 1920 Iramain asiste a
la controversia entre los vanguardismos (el cubismo de Curatella
Manes y abstracciones de Antonio Sibellino) y el
estilo tradicional (visto en el monumento al Almirante Brown que el turinés
Alejandro Chiapasco descubría en Avenida Leandro N. Alem casi Cangallo, visible en las esculturas de Arturo Dresco, Torcuato Tasso, Gonzalo Leguizamón Pondal, Alberto Lagos, Emilio Andina, Nicolás Lamanna) alternando con el impresionismo que divulgaban Yrurtia, Zonza Briano y Cullen Ayerza.
Curatella Manes propugnaba
"Yo quiero ver planos, redondeces, huecos... El tema plástico debe
sobreponerse al motivo anecdótico" (23); a su vez Correa Morales declaraba
"Me apasiona el gaucho porque representa el noble tipo que derramó su
sangre y ya no sirve... Es el último gesto del arte argentino antes de sucumbir
por el cosmopolitismo y, como mi ABEL, bajo el golpe de sus propios
hermanos" (24), conceptos opuestos que Iramain
se interesaba en elucidar.
(16) Diario "La
Gaceta". Sección "Hace 50 años". Tucumán. 22-03-1969
(17) Diario "La
Gaceta". Sección "Hace 50 años". Tucumán. 30-08-1969
(18) Diario “La Gaceta”.
Sección “Hace 50 años”. Tucumán.09-12-1969.
(19) Diario “La Montaña”. LOS ARTISTAS JÓVENES. Juan Carlos Iramain, nota por Emilio Gouchan Cané, Buenos Aires, 10-10-1919.
(20) Diario “Clarín”.
TALLON por Francisco Luis Bernárdez, Buenos Aires, 28-05-1970.
(16)Revista Regional “Sol y Nieve”. SEMBLANZAS DE ARTISTAS. Juan Carlos Iramain, nota por Teófilo Castillo, Tucumán. Mayo de 1922..
(22) Revista “Sol y
Nieve”, art. Cit.
(23) “Aproximación a la
escultura argentina de este siglo”, por J. M. Taverna
Irigoyen. Editorial Comegna (Santa Fe). 1967.
(24) “Argentina en el
Arte” (fascículo “Los comienzos de la escultura” por Jorge López Anaya) Viscontea Editora. Buenos Aires. 1966
1920. El tema telúrico
A la controversia técnico temática uníase el planteo telúrico de los escultores Luis Perlotti, César Sforza y Ernesto
Soto Avendaño, con equivalente ideario en la pintura de Cesáreo Bernaldo de Quirós, Alfredo Gramajo Gutiérrez, seguido de Ramón Gómez Cornet y en lo literario por Leopoldo Lugones,
Benito Lynch, Juan Carlos Dávalos, Ricardo Güiraldes, apoyados filosóficamente
por Ricardo Rojas y Martín S. Noel.
Rojas proponía la creación de una Escuela de Artes
Indígenas en la Universidad de Tucumán, en 1914, a fin de que el alumno hallara
inspiración en los modelos regionales y la arqueología aborigen para adaptarlas
a las necesidades de la industria y la vida moderna. Rojas decía:
“La estética americana que postulé en Eurindia fundada en nuestra experiencia histórica, concilia
la emoción indígena con la técnica europea; muestra la unidad cíclica de todas
las artes y extiende nuestra nacionalidad artística a todo lo americano. El
sistema allí enunciado utiliza como principal documentación la literatura, pero
sin olvidar la función expresiva de las artes plásticas.
... de una vez he dicho
que por el nacionalismo iríamos al americanismo y por éste a la universalidad
de la prehistoria humana, manantial de su historia...
... el problema consiste
en sentir o no sentir las fuerzas subconscientes de la raza, entendiéndose por
raza un tipo espiritual, no un etnos físico...”(25).
Con la investigaciones del
sabio Juan B. Ambrosetti en las grutas pintadas y monumentos megalíticos de Tafi del Valle, reveladores de una civilización
independiente de la incaica, se ampliaban las posibilidades temáticas para los
artistas interesados en lo telúrico.
Testigo de la afluencia de opuestas ideas estéticas
en el Buenos Aires artístico de 1920, Iramain
desbrozaba las tendencias en pugna a fin de hallar la imagen anhelada; un arte
de contenido argentino.
“Buscándose, realizaba obras dignas, pero que no
acusaban al vigoroso artífice de hoy, creador de un mundillo grotesco y trágico,
que sólo él ha sabido ver y plasmar en nuestra tierra... Regresó entonces a
Tucumán. Irresistible impulso lo lanzaba al terruño donde debía refrescar su
espíritu con los paisajes que admiró de niño y renovar sus visiones de la vida
y la belleza, ante el rudo medio del campo y la solemne grandeza plástica de
sus tipos. Vagando por extramuros de la ciudad florida y bella, internándose a
caballo por los campos, descubrió una inagotable fuente de inspiración”.
“En torno veía seres deformes, miserables, sin
esperanzas de dejar de serlo, indios embrutecidos por el alcohol, el hambre y
los palos, viejos rugosos, mudos, ciegos, cubiertos de andrajos y de
sentencias, mujerzuelas y tipos trágicos, ex hombres y ex mujeres... Todos
productos del medio, tipos de la tierra, engendros de cuevas o de presidios”.
“El artista deleitábase en
su contemplación. Pasaba horas escuchando las palabras idiotas del borracho,
las sentencias amargas del viejo ciego, las palabrotas de las mujerzuelas, el
llanto hiposo del ex hombre, que con sólo el aroma del vino se adormece ebrio”.
“... Y ante la revelación
de ese mundo infernal vio su obra del futuro, se encontró por fin, definitivamente en el difícil rol de
animador del aquelarre...”.
“Y al conjuro de sus manos
febriles, fueron surgiendo en mármol, piedra y bronce magníficas esculturas que
en ocasiones recuerdan figuras mitológicas”.
“Tal El duende de la
montaña, el Tigre Uturunco, Estudio del norte, etc... Son piedras animadas por violentos soplos de
vida bárbara. Pasiones desencantadas en las pupilas y en las bocas
contraídas...” (26).
En 1921 Iramain envía un
busto a los Juegos Florales de San Miguel de Tucumán, patrocinados por la
Conferencia Vicentina de San Francisco, obteniendo un premio; Iramain recibe la recompensa durante una velada de gala en
el Teatro Odeón ante la presencia del interventor federal interino, doctor
Rafael Nocetti, ministros y el Jefe de la 5º Región
Militar, general Ricardo Cornell.
“Estudié seis años. Adquirí lo que hoy no abunda...
conciencia artística. Y sólo cuando creí que mi obra podía ser juzgada como
realización de arte, me presenté al público (27)”.
Munido de tal conciencia
artística en 1923, Iramain participa en el Salón
Nacional con el bronce El Palúdico y la terracota El tuerto Ychuna,
registrados con los números 155 y 156 del catálogo Sala V.
“En ambas piezas Juan Carlos Iramain
denotaba, a par de una muy suelta manera impresiva,
un modelado vigoroso al que sólo faltaba mayor firmeza en los planos y un más
ajustado equilibrio en los volúmenes.
Pero, en cambio de tales seguridades técnicas,
producto de la observación reposada y del estudio fragmentario del modelo, Iramain ponía de manifiesto una genuina enjundia y una
verba abundante para caracterizar personajes aborígenes, de tierra adentro, con
sus inconfundibles rasgos típicos.
El novel expositor mereció entonces, muy halagüeños
conceptos por sus dos envíos... (28)”.
Había conocido a El Palúdico y El Tuerto Ychuna en un boliche suburbano en los frecuentes viajes que
realizaba a Jujuy y su provincia, desde 1922, en tertulias compartidas con sus
confesiones. Iramain trazaba sobre un papel blanco el
esquema de sus rostros para modelarlos, ya en su taller, ajeno a toda intención
meramente realista.
Dejemos eso para los profesores de las academias,
proclamaba Iramain, mientras colocaba en dichos
retratos alguna musculatura imaginaria y, las distorsionaba con criterio
expresionista para impregnar las angulosidades de cada rostro (indio o criollo)
con la gesticulosidad contemplada en una copia del
Balzac de Rodin, propiedad de Zonza Briano.
“Ejercitándose en este
estilo, Iramain lo aplicaba a los bustos de contenido
telúrico en una labor interesada en dar forma a un arte nacional mediante la
conjunción técnico-temática descripta. Junto al acento expresionista, dichos
bustos transparentaban una visión norteña captada por Iramain
al exhibir el espíritu calchaquí, los aires coyas y la irradiación incaica al
que Rojas otorgaba valor estético.
Obediente a su inquietud de búsquedas, Iramain presenta en el Salón Nacional de 1924 a un rostro
de mujer modelado académicamente: un bronce titulado Hierática (número de
catálogo 174, en la Sala V).
“Con Hierática el joven estatutario quería demostrar
su capacidad para abordar temas de la
ciudad y desarrollarlos con una técnica distinta a la empleada en las obras de
su reciente revelación al público. Tratábase de una
estilizada cabeza femenina, en la que el modelado suave y la envoltura del
claroscuro, si bien le acordaba una apariencia de fineza, no llegaban a ocultar
la construcción vacilante y, sobre todo, la frialdad emotiva que trasciende
siempre la realización de un tipo que se conforma al sentimiento o a la
sensibilidad del artista que lo interpreta (29)”.
El escultor tucumano desconoce el comentario crítico
y envía Hierática junto a otras obras con motivos norteños, a la Exposición
Comunal de Artes Industriales inaugurada en 1924 en el Pabellón de las Rosas.
“En la sala 21 se hallan obras del escultor
argentino, que desde el primer día han sido objeto de los más variados
comentarios, no sólo por la esmerada ejecución sino especialmente por el sello
del estilo personal del autor, que caracteriza a cada uno de los trabajos.
La escultura representando a la Comadre Ña Ramona la tuerta Norte. El autor ha puesto al servicio
de sus elementos de trabajo, toda su sinceridad, de ahí que sea esta una de las
esculturas que más llama la atención (30)”.
Dos acontecimientos conmovían la temporada plástica
de 1924: la exposición de pinturas del futurista Emilio Pettoruti,
tras su regreso de Europa, y otra de esculturas de Curatella
Manes, ambos planteando inicialmente las estéticas de vanguardia tras la brecha
abierta en 1921 por la muestra pictórica de Ramón Gómez Cornet
en la casa de fotografía de Chandler con una imaginería precubista.
Estas exposiciones suscitaron polémicas que
dividieron a la opinión artística porteña, escuchándose la palabra atemperadora
del escultor Alfredo Bigatti:
“Las nuevas escuelas de vanguardia en pintura y
escultura están mucho más cerca de mi espíritu de lo que mis obras reflejan,
pero siempre consideré que para un escultor argentino y de mi generación era
fundamental que cumpliera el ciclo que correspondía realizar en el ambiente
existente, dado que este –sin respaldo del pasado- necesitaba formarlo para
poder luego ir adelante con paso firme y convincente (31)”
(25) “Silbario
de la decoración americana”, por Ricardo
Rojas. Editorial Losada. Buenos Aires. 1953.
(26) Revista “El
Suplemento”, art. Cit.
(27) Revista “El
Suplemento” art. Cit.
(28) Revista sin
identificar, en nuestro archivo. “Notas de arte. Juan C. Iramain”
por Expectator. Buenos Aires, abril de 1928.
(29) Revista sin
identificar cit.
(30) Diario “La Acción”,
“Obras del escultor Juan Carlos Iramain”. Buenos
Aires. 29-12-1924.
(31) Del curso de la
profesora Nelly Perrazo, Museo Sívori, 1972.
1925. Creador en Tucumán
1925. Creador en Tucumán
La actividad de Iramain
en Buenos Aires tuvo un paréntesis en 1925 con un reintegro al lar natal en una
actitud introspectiva, necesaria para madurar su estilo, su estética, al estar
jaqueado por los vanguardismos y distanciado de los académicos; en Tucumán se
relacionó con los pintores Nieto Palacios, Gonzáles
de Real, Timoteo Navarro y el dibujante Silvio Jiménez, acompañados por su
hermano y futuro pintor Demetrio Iramain, reuniéndose
en talleres y cafés en procura de crear un clima artístico en la urbe
provinciana.
El
citado núcleo realiza una ardua labor rodeándose de pintores, dibujantes,
escultores y poetas en una tarea culminada en 1938 con la creación de la
Sociedad Artística Independiente de Tucumán mediante la iniciativa de los
hermanos Iramain, los pintores Antonio Osorio y Luque
y el boliviano Rodolfo Franco.
El
escultor obtiene el premio a sus inquietudes en dos encargos de trabajo,
regresando en 1926 a Buenos Aires para modelar un Cristo y el busto del Inca
Garcilaso de la Vega; el primer trabajo provenía de una solicitud de los
constructores de la bóveda de la familia del senador Alfredo Guzmán en una
necrópolis tucumana. El segundo trabajo provenía de un encargado de la comuna
norteña; ambas maquetas fueron ejecutadas en el taller de Oliva Navarro, pero
no tuvieron fortuna.
En
procura de la aprobación del Inca Gracilaso de la
Vega que modelara a gran tamaño, en 1928 Iramain se
presenta a la Intendencia de Tucumán, donde le aguardaba un lamentable final.
“...
había sacudido su melena de cachorro de león en pleno Concejo Deliberante,
gritando a los sardineros concejales –el que no pasaba de tendero en ramos
generales- verdades de a puño y terminachos, como cachos de tejas lanzados con
honda.
“-Son
unos cuadrados ustedes! ¡Unos
obtusos.... Cerebros poliédricos...! ¡Cabezas de
trogloditas!”
“Con
su voz tonante, sus puños en alto y su melena de león aterró a los pacíficos
concejales –extranjeros y sardineros casi todos- que habíanse
atrevido a decir que a Tucumán maldita la falta
que le hacía el busto de Garcilaso de la Vega, el Inca Garcilaso que
trazó la ruta de Lima a Tucumán...”
“Y
de miedo lo hicieron detener. Estuvo preso dos días, por ‘razones de arte’,
según se empeñó Iramain en hacerlo constar en la
comisaría (32)”.
El
citado busto fue adquirido posteriormente, siendo emplazado en la Avenida Mate
de Luna de donde fuera hurtado en circunstancias no aclaradas.
No
tuvo mejor fortuna con el Cristo,
debiendo recurrir Iramain al Senador Guzmán ante el
reiterado desconocimiento de la deuda por los constructores de la bóveda.
En
actitud de búsqueda el tucumano retorna al modelado neoclásico –similar al
utilizado en Hierática- en los bustos del actor teatral José Gómez (descubierto
en el hall del desaparecido Teatro Marconi, de Buenos Aires), un joven de
apellido Rosenvald y del poeta Antornio
Lamberti, originalmente destinado a las Barrancas de
Belgrano, luego emplazado en un paseo de Mendoza. Junto a estos trabajos
pulidos y de índole académica, realiza unos bustos de gran tamaño –Chacho
Peñaloza y El duende de las montañas- en
opuestos análisis de formas, volúmenes y técnica plenos de un espíritu
telúrico.
Con
estas dos últimas obras Iramain ensaya el modelado
estatutario, no estando ajeno en su intención el señalar la presencia de sus
esculturas en los salones por su dimensión, en una época en que el tema indocriollo no merecía el respeto y atención de la crítica
y el público. La ubicación de las esculturas de índole regional de Iramain obedecían a un criterio parcial, al igual que las
obras de otro artista nativista: Perlotti; las obras
de este artista se las coloca según opinión de expertos en contiendas
artísticas, en lugar poco favorable. Gran parte del público y críticos ni
siquiera se enteran de su existencia la tarde que se inaugura la exposición
(33).
La
danza de la flecha, una escultura debida a Perlotti
era colocada por autoridades del Salón Nacional en un lugar de escasa
iluminación, sitio compartido por las esculturas indocriollas
de Iramain; esto justificaba el tamaño desmedido de
las esculturas del tucumano con destino a los salores
en aras de hacer notar sus presencias. Esta técnica preanunciaba la futura obra
como estatuario monumental.
(32) Revista “El
Suplemento”, art. Cit.
(33) “Luis Perlotti, el escultor de América”, por Sara Sáenz Cavia de
Morales Torres. Nelson Editorial. Buenos Aires. 1971.
1926. Premio Estímulo
En base a sus investigaciones sociales y
antropológicas realizadas en Tucumán, Salta, Jujuy, La Rioja y Catamarca, Iramain envía al Salón Nacional de 1926 tres bronces:
El Condenado, El hombre de las montañas
y Facundo Quiroga, acentuando los rasgos con intención expresionista.
“.... tres fuertes cabezas de tipos norteños...
piezas a la vez intensas de vida y plasmadas con el impulso tumultuoso en que
desborda, cuando no la constriñe un propósito contrario, la vehemencia del
autor. De las tres, la más equilibrada en valores escultóricos, era sin duda
Facundo Quiroga, a la que con verdadero acierto se le discernió uno de los
Premios Estímulos” (34).
El modesto galardón era una recompensa a su labor en
pro del arte nativo; también lo procuraban el neo cubista Curatella
Manes con Motivo Criollo en 1921, el naturalista Correa Morales con Cautiva,
Emilio Serniguet con El Resero y Cullen
Ayerza con El aborigen (o Salvaje); se les sumaba Ernesto Soto Avendaño, César Sforza, Leguizamón Pondal, con
determinadas obras de sus producciones apoyándose en el espíritu indocriollo que animaba Iramain,
con su espíritu conformado a orillas del Famaillá, de
las minas jujeñas, de los cañaverales tucumanos y la ardiente tierra santiagueña.
Junto al estímulo oficial, el artista norteño también
recibía el apoyo moral del escultor de mayor predicamento de la época –Rogelio Yrurtia- mediante una líneas manuscritas
donde le confesaba con cuanto placer firmaría sus obras como si hubieran
surgido de sus manos.
De tal manera se estableció una correspondencia
espiritual entre el renombrado autor de Canto al trabajo e Iramain,
donde el primero respaldaba la producción del tucumano.
La prensa reflejó el éxito de Iramain,
correspondiendo al diario “La Epoca” publicar la nota
de mayor relieve, de la extensión de una página e ilustrada con fotografías del
artista y cinco bustos.
En ella se expresa el rigor descriptivo de Iramain, quien se declara el esteta de las razas olvidadas,
seres desclasados o imaginados por la superstición popular. La nota decía:
“En las reuniones fraternales de “La Peña”, simpática
agrupación hecha por artistas para artistas, donde se derrocha el buen humor
junto a la habilidad de mostrar el ingenio o de probar actitudes, vienen siendo
características y llamativas las ocurrencias de Juan Carlos Iramain.
Es un muchacho apenas, alto, bien conformado, risueño y divertido. Aunque
alterna con el medio de la bohemia, ya que ha de haber pasado y pasará
privaciones físicas, pone el espíritu por encima de toda tristeza, que no llega
a apoderarse casi nunca de su filosófica tranquilidad. Ríe y habla como un
torrente, pero sin ser empalagoso, muy al contrario. Se le escucha
complacientemente hasta instarse a seguir hablando, porque sus cuentos tienen
el sabor fuerte de la leyenda del norte, definiendo tipos y costumbres, esos
mismos tipos que él cincela con fuerte expresión de vida y con rara
originalidad, mezclada a la propia fantasía del relato”.
************
“Iramain, alumno
aprovechado que cursó la Academia de la Mutualidad, ha sido becado por el
gobierno de la provincia de Tucumán. Pero una restrictiva disposición de esa
ley de ayuda, que podría ser más eficaz si
no se encerrara en términos tan mohosos, lo obliga a su radicación en
Buenos Aires, quitándole así en forma de despojo, la única, la verdadera fuente
de su vocación. Por eso no le despierta interés el atorrante de estas ciudades
demasiado en contacto con lo extranjero,
que no le ofrecen ni en sus virtudes escasas, ni en sus degeneraciones
artificiales la poesía sentimental del vagabundo de tierra adentro, incapaz de
especular con la simulada profesión de su miseria. Es más desinteresado, se
confunde en su insensibilidad con la tolerancia piadosa para convertirse a
menudo en un sujeto familiar, inofensivo, que oscila entre la picardía y la
despreocupación por la vida, como si un destino ingénito le marcara el
derrotero de su triste suerte, en medio de una curtida resignación”.
“Quizás choquen de primera impresión y especialmente
para los profanos o los que se resisten por repulsión a admitir las cruzadas
del abandono, tirando a lo salvaje, esas caras rudas y esos gestos huraños,
como consecuencia de rodar al raso, sin el calor del hogar y sin el abrigo del
techo y la dulcificación del amor. Pueden ser buenos a pesar de su aspecto
desagradable que predispone a rechazarlos, a diferencia de los que esconden sus
perversiones a través de una sonrisa de amigo”.
“Comenzaré por referirme a El Duende de las Montañas,
el bronce expuesto también este año en el salón nacional. Llama de pronto la
atención esa figura al parecer caricaturesca, marcando trazos fisonómicos que
no son contorsiones ni piruetas. Indiscutiblemente es extraño, pero
analizándolo de cerca se revela en su valor técnico. Está tratado sinceramente,
es pastoso y acusa el afán escultor por sugerirlo en toda su verdad y vigor, lo
que consigue plenamente”.
“Iramain, que ha pasado su
niñez en esa tierra de las supesticiones habrá sido
asustado alguna vez por la amenaza de ‘no ir bajo la higuera, porque va a salir
el duende....’. Para los chicos es el cuco que les intimida, privándoles por
miedo a cometer una travesura. Para los grandes, ignorantes o crédulos, es el
protagonista en carne y hueso de la leyenda, transmitida de generación en
generación por la abuela, con lujo de detalles, hasta darles visos de
verosimilitud”.
“Dicen que era chato... Así lo ha fabricado el
escultor; chato y feo, con expresión imaginada, pero con parte de la cara
tomada del natural. Ha servido de modelo, esta vez, un tipo de tonto, el
proveedor o transportador de leñas, que lo mismo se presta para cualquier otra changuita. Es Ruperto, el viejo sexagenario, que carga al
hombro, al igual que esos bandidos que raptan las criaturas malas o atrevidas,
que han violado la orden de no alejarse de las casas. Pudo apenas bosquejar el
diseño a lápiz, porque Ruperto a pesar de su noñez,
es avisado y desconfía. Prefiere mezquinarse a ofrendarse con un exceso de fe”.
“Fundido en el taller de ‘Trivium’,
como casi todas sus obras tiene a Quitilipi el
clásico ladrón de gallinas. Ño Primo Alvarez se ha
prestado gustoso a que lo retraten (así lo suponen siempre cuando se les hace
posar un rato), pero con la recomendación de que no lo vayan a olvidar después
y que hagan para que le conozca porque quiere difundir su popularidad. Guitarrero y cantor, va
repitiendo, sin cambiar de repertorio, este versito que ya todos se lo saben de
memoria, pero que le piden que se lo cante de nuevo. Y Ño
Primo Alvarez, que no se hace rogar y espera en pago del favor de la propina,
después de templar la bordona, deja oir aquello de:
De mi mujer no mi acuerdo/ Diré que nunca le’i
tenido/ Catorce años pa’ los quince/ Que nunca a
verme ha venido.
“(La escena aparenta ocurrir en la cárcel, donde van
a fusilarlo, y entonces hace esta solicitación, como súplica de la última
gracia que a nadie se niega): Oiga señor verdugo/ Un favor le vo’a pedir/ Que me traiga mis hijitos/ Que me vo’a despedir...”
“La guitarra ha dejado de ‘rascarse’. La voz gangosa
se convierte en la tirada al ‘pechazo’ reglamentario”.
“Y entonces, aún aquellos que le conocen y saben que
es incapaz de llevarse una gallina, ni encontrándola muerta, suponen ver, por
misteriosa asociación de ideas, al fantasma del cuento. Se ha presentido un
ruido sospechoso hacia el lado del ‘alambre’. Salta a coro, quizás por dentro,
como un balbuceo, la exclamación única e invariable:
“-Ai’e ser el Quitilipi que anda dañinando...!”
No puede admitirse otra cosa. Así se traduce la razón
de aquel rumor que atemoriza a los más inconmovibles.
“El premio de estímulo que se mereció Iramain en el Salón anual le ha sido adjudicado por su
cabeza de Facundo Quiroga, acertada y llena de autenticidad, ya que no acusa
tendencia a escuela clásica; la nariz del caudillo es justamente la que
caracteriza a un sujeto de aventuras y de valor temerario. La ha encontrado
nuestro escultor en un paisano de las afueras, como vulgarmente se dice.
Tucumano o riojano. No importa mayormente, porque se asemejan hasta confundirse
en el molde de origen”.
“Para crear encarnando al gaucho de las correrías,
que infunde pavor y hacer doblegar hasta la sumisión de la obediencia a sus
servidores, ha debido estudiar detenidamente al personaje de la historia de
nuestro caciquismo civil y político. Lo ha conseguido en su paciente
documentación, a punto de gustar de veras, determinando ese pronunciamiento del
jurado que constituye el primer peldaño de la escalera de la ascensión”.
“Abordando el tema del peón ya inutilizado para el
trabajo por agotamiento físico o degeneración alcohólica –la desgracia las
coloca en el mismo cambio de la tortura- ha producido El Condenao.
Va de pueblo en pueblo, de almacén en almacén. Traduce en su rostro una expresión de dolor. Al “amansar” el gesto
lo suaviza exageradamente hasta parece idiotizado. Sin embargo, bien lo define
el dicho del lugar: “cara de tonto, pero
mano larga”; despierto y malicioso, “naides le toma
el pelo”. Como el trovero, es errante y cantor. Anda de a pie, caminador
infatigable. Todo lo resume con el bálsamo de alcohol ya que el cansancio únese allí a un clima que ‘da mucha sed’”.
“Iramain explica así el
fenómeno de beberse tanto vino en el
norte: la sed, la terrible sed del borracho”.
“Volviendo a la escultura que se impone por su
perfección, exaltando al personaje que tuvo en vista su cincelador, diré que
trasunta esa pena humanamente”.
“Su canción tiene el dejo de la amargura,
distinguiéndose a la vez de aquel otro paisano rudo y simpático, el Ño Primo Alvarez, que le sirvió para encarnar tan
acertadamente su Quitilipi que combate la picardía
infantil, inyectando la superstición del episodio. Ño
Primo Alvarez viste rigurosamente de blanco (quizá un tanto ‘desteñido’
invierno y verano, calza zapatillas y lleva sombrero de paño color gris perla).
El cambio de las estaciones no le hace variar de gusto”.
“Y cuando estos parias del mundo dejan hablar al
corazón, en medio de una rueda apretada, anhelante, de tertulianos que son sus
admiradores, ponen gran sentimiento en sus versos, que no serán prolijos en la
métrica, pero que hablan románticamente hasta hacer empañar los ojos”.
Para Iramain la voz aguardentosa que tiembla de emoción, le
llega también al alma; por eso condensa su expresión admirativa diciendo al
recordarlo: ¡viera que lindo...!”.
“Ña Isi
(abreviatura de Isidora) la Médica, vulgarmente la curandera de la campaña,
está modelada por el artista en una figura de la cuarta parte del cuerpo;
narigona, boca bien dura, con raya peinada al medio de la cabeza, combada de
piernas y cargada de espaldas, en fin, cual si fuera una bruja con algo de lechuzón. A la vez que corrigen las dislocaciones y
quebraduras, llevan su espíritu maligno hasta la hechicería, para producir ‘el
daño’, que resulta la desgracia peor que una epidemia repugnante, porque de él
difícilmente la víctima pueda librarse. Cuenta la abuela del escultor, que
frisa en la centuria, de una negra
criada que mordisqueó de los
quesos calientes de cabra que mandaron
ciertas amigas de la casa”.
“Pues bien, no hubo indignación; pero estuvo atascada
por la desesperación de la locura. Gritaba desaforadamente y los brazos se le
hincharon en forma adiposa como si tuviera sapos por dentro. El quesillo se
llenó después de gusanos...”.
“Una cabeza de El tuerto brujo, aún no ha sido
fundido. Estuvo exhibido en ‘La Peña’ y una noche, entre la curiosidad de los
asistentes, cayó del caballete. El modelo se destruyó, pero conozco la pieza,
que refleja cabalmente a ese tipo andariego y bailarín, de boca y nariz
torcidas y ojos magnéticos que levantan el arco indefinido de las cejas. A
pesar de su fealdad irradia una atracción que bien podríamos calificar de
maquiavélica. Los juicios sobre esta obra han debido ser elogiosos”.
“Se separa de todo rasgo fisonómico del vagabundo
urbano. Es inconfundible”.
“Su autor que ha adivinado un poco de incredulidad
después del examen, me repite lo que ya supo decirme acerca de esos sujetos
holgazanes a quienes difícilmente se les convence para abandonar su olímpica
delgadez, producto de su inveterada indolencia”.
“-‘Vea en Jujuy, donde fui dos veces, una de ellas
hace aproximadamente cuatro años’ –me recalca- ‘quería procurarme de la ayuda
de un sujeto de estos en la estación, para conducir los equipajes. No hubo
oferta que lo tentara, ni lo sacara de su modorra. Después de repetirle que lo
gratificaría debidamente, se limitaba a contestar en monosílabos –‘y no’hai ser. No m’ei cansar’ y
frases parecidas; pero la ociosidad no lo determinaba a moverse siquiera Quizá
el clima o el mal de la Puna los atrofia, aun cuando yo, por mi parte, conozco
jujeños ‘punados’ que andan de a prisa y saben ganar
dinero”. “
“En ese mismo ambiente del norte, fronterizo con lo
quechua o indígena que consiste en la especialización del otro escultor, Perlotti, que en nada se le asemeja y de quien nada ha
imitado tampoco, hizo Una mataquita, chica de la
servidumbre, que son como prolongaciones de la esclavitud. Se eternizan con sus
patrones, sin ningún otro derecho a la libertad. De boca grande, por lo
general, nariz chata, pómulos saltones, frente chica, pelo lacio y caído y ojos
oblicuos, como si tuvieran afinidad con lo mongólico”.
“Ño Pedro el Borracho
perpetúa el recuerdo de un tipo popular de Tucumán que una mañana de crudo
invierno apareció muerto en el banco de la plaza Lamadrid, donde pernoctaba
habitualmente: se dijo por efecto de una paliza a garrotazos, pero la policía
justificó por su parte la defunción atribuyéndola al exceso de frío”.
Así lo consignaba el informe médico, aparente o real,
como resultan siempre estas clases de certificaciones, sobre el cadáver. Lo
cierto es que con él desapareció ‘el borracho más simpático de la ciudad’, que
era presentado a los forasteros, alternando en los medios familiares de donde se
procuraba la vestimenta para usar según lo decía, en los banquetes. El traje
regalado se enajenaba como negocio de ropavejero, que rendía dos o tres pesos
destinados a convertirse en la caña de la embriaguez. Ño
Pedro era locuaz y parlanchín. Divagaba con obsecaciones
de grandeza a punto de considerarse un hombre indispensable por su influencia y
vinculación en toda la esfera nacional, para resolver los más arduos problemas
de la política”.
“Ño Cirilo el Santo,
también modelado por Iramain, es la antípoda del vicioso empedernido. Tira hacia una
bondad casi apostólica. Lo trasunta en su rostro de viejo provinciano, cubierto
por barba blanca. Llega peregrinando desde Bella Vista para vender gallinas,
comercio pacífico y doméstico que alterna con el suministro de jugosas naranjas
o de la almibarada caña, pero sólo para los clientes que vienen de tan antiguo
como la fecha de su iniciación”.
“Este busto fue enviado a la Exposición Internacional
de Filadelfia entre la concurrencia de arte argentino y ha de interesar sin
duda, allá como acá”.
“No obstante su apariencia de abstinente, lejos del
pecado o de la tentación, Ño Cirilo cuenta a sus
familiares, con los que tiene mucha confianza, una enternecedora historia de
amor. Fue allá en Monte Grande, Famaillá”, cuando yo
era mozuelo y tenía novia...” lo que parece imposible (tan acostumbrado se está
a verlo siempre tan viejo)”.
“El episodio sentimental cobra así el atractivo de su
remota lejanía”.
“Pues bien, a la hora de la cita, en una noche
lóbrega, porque ‘sonaban y crujían las ramas de los zarzales’” en agreste
paraje, pedregoso y solitario, se apeó de su caballo a la espera de la amada. Y
al acentuar la tragedia de aquel momento, como para preparar el ánimo, repite
con su palabra lenta que ha tomado un tono adecuado: “Veía lo que pasó, velay, prieste atención....”. Un intenso escalofrío se había
apoderado de él, una especie de ‘miedo’. Al volverse divisó a su Ramona, como
una visión, vestida de blanco.
Dirigióle algunas palabras,
pero ella no le contestaba y al rato desapareció en la sombra, tan
misteriosamente como había llegado. Al regresar a la villa dirigióse
al bar, apurado y afligido. Los amigos que le salieron al encuentro se
sorprendieron al verle entrar. ¿Qué está haciendo don Cirilo? ¿Por qué no va a
la casa de su novia que ha muerto? ¡La están velando!, le dijeron”.
-“No ‘ai ser así- él
balbucía sin comprender su confusión y su pena- porque a las nueve y media
estuvo conmigo en la cita, entre los pedrales...” Pero vuelto a la realidad,
después de su inconsciencia vio luz y mucha gente en aquella dirección. Era, en
efecto, un velorio y la muerta su propia novia.
“Entonces comprendió la ‘aparición’: el alma de la
finada que se había ido a despedir...”
“Tigre Uturunco, recogido de la leyenda por la
brillante pluma de Ricardo Rojas, pero con las reservas de una mejor identidad,
ya que la abuelita del escultor Iramain, que es más
antigua que el escritor, ha sabido referirla de otra manera, atribuyéndola a
Tucumán en lugar de Santiago del Estero, ha dado motivo para otra obra en que
lo humano se mezcla con lo salvaje. Ha sido llevado también a Filadelfia. Le sirvió de modelo un hombrazo cabezón de muchas espaldas a cuya tosca y dura
silueta, se le imprimió el aire de aquello que se bestializa, perdiendo los
atributos de lo racional. Sobre esta materia como base, ha trabajado el
espíritu del artista con minuciosa recapacitación para simbolizarla. Resulta un
mascarón de frente abultada, chato, ‘ruludo`, con un
pelo pesado que le llena la cabeza en desorden, dejándole en descubierto sólo
alguna parte del rostro, curtido, cetrino”.
“Es el talador de árboles que se pierde en la
espesura del bosque. De él nada se sabe. Pasan 10 ó 15 años hasta que ciertos
cazadores que se internan audazmente en la maraña le sorprenden, convertido en
animal tímido pero huraño, que huye de los hombres, en su asociación con esa
naturaleza virgen. Lo ‘caza’, llevándolo a la ciudad. Reintegrado a su vida de
antes y ya de nuevo ‘domesticado’ termina sus días conduciendo las viandas para
los presos, después de haber probado el encierro de la cárcel, que lo mismo
sirve para el castigo de los criminales como para acercar por lástima a su
desviación moral, de cerebros enfermos”.
“El Ucumar” esta vez con
más aciertos del mismo, Rojas, al describirlo sin desnaturalización, está
ejecutado por Iramain de acuerdo con el relato, al
cual ha seguido escrupulosamente. Su fuerza evocativa marca otra creación
interesante y ponderable”.
“Las Comadres recogedoras de chismes y propaladoras
de enredos, se ha caracterizado muy bien en las figuras que abarcan poco más de
la mitad del tamaño natural. La una vieja como la otra –que se las supone
solteronas por necesidad- están hablando al oído de la colega, con las manos
apoyadas sobre sus hombros, como para que el secreto que se siembra como un ‘venticelo’ de deshonra, no salga de entre ellas, antes de
que lo sepa todo el mundo. La otra atentamente escucha, a fin de no perder
ningún pormenor de la intriga, que ha de ofrecerle la fruición de un nuevo
plato, a costa de la felicidad o tranquilidad ajena, que destruyen de un solo
zarpazo”.
“Dado que esta categoría de mujeres se universaliza,
no cuesta interpretar el trabajo de Iramain, prolijo
en sus lineamientos y lleno de
expresión, en la actitud y el ademán que va gestando esa malevolencia del
anónimo, para hacerla más dañina”.
“Nos parece haber visto esas mismas caras levantando
y cerrando los visillos de las ventanas, cuando todo el mundo duerme,
curioseando las escenas comprometedoras del vecino. Son también las que
madrugan al salir el sol, lo que hace decir a las chinitas que van a la feria
para comprar barato: - A gatas va ña Margarita pal
lao de la iglesia...”. En efecto, camina apenas, pero ¡como corre hasta el
desparramo su lengua viperina!. Rezan a Dios y tienen
entregada sus almas al diablo”.
“Por último citaré a El Maltrato, máscara de
sufrimiento: es el peón de ingenio en tiempo de la zafra, que ha soportado la
jornada ruda, interminable, en que el brazo deshecho ha debido cortar millares
de cañas hasta pelar varios surcos para ganarse la miserable paga de su
destajo. El dinero pasa de sus bolsillos sin detenerse tampoco un día. Va con
él, de regreso al almacén del propio ingenio que se lo reintegra, especulando
por doble camino, con la doble ganancia, merced a la pródiga riqueza de la
tierra y a esa máquina barata de su explotación”.
“Iramain, dispuesto a
hacerse conocer y librarse a la crítica, ha enviado a Filadelfia para la
exposición internacional que allá se realiza, El Tigre Uturunco, El Quitilipi, Ño Cirilo El Santo, La
Bruja (cabeza de bronce), El Ucumar y Agonía de
Moctezuma, reproduciendo este último la muerte del postrer emperador de los
aztecas que, atacado por la plebe que le supo adorar como un Dios, se entregó a
la desesperación de su desgracia de vencido”.
“A pesar de estar prisionero de los españoles,
conservó la fidelidad a sus ídolos,
rechazando la conversión al cristianismo”.
“En ‘La Peña’ se encuentran actualmente: una muchacha
en rulo, estilizada, a imitación de las rústicas decoraciones que grababan los
incas en sus morteros y trabajos de cerámica, algunos de los cuales se
conservan en el museo provincial de
Tucumán, de donde ha sido sacada. Naturalmente
que hubo de completarse con la piedra, porque las muestras son un tanto
imperfectas. La otra es un estudio de esas chinitas del norte, nacidas por
casualidad, pero con madre conocida, a quien se la apellida ‘guapa l’hija’, vale decir, con cría agradable por su donosura”.
“Sus grupos ‘Las Comadres’ y ‘La Llorona’, esa
profesional de la tristeza que irrumpe en el velorio a lágrimas vivas, dejando
escapar entre hipo e hipo su queja dolorida como un lamento, que apena a los
demás: “Pobrecito el finao... hasta que se ha ‘machao’ y le roban la damajuana,
podrían ornamentar algunos de nuestros paseos, ya que el estímulo hay que
practicarlo a favor de los artistas nóveles,
que se revelan con sólidas condiciones. Debe reintegrarse a su taller
‘urbano’ y sólo a las escapadas correrse a Tucumán, donde modela con tierra de
la región, porque el yeso es inconsistente y se quiebra, sus típicas cabezas
que como lo dijimos, reflejan la más pura modalidad del ambiente norteño (35)”.
Su espíritu extravertido lo llevó a ampliar el
círculo de las amistades, frecuentar salones de arte y galerías, sumarse a los habitués del café ‘Tortoni’
asociados en ‘La Peña’, alternar el trato de personalidades: Marcelo Torcuato
de Alvear, Agustín P. Justo, Benito Quinquela Martín,
Berta Sigerman, Enrique Loudet,
Juan José de Soiza Reilly
sin olvidar a sus comprovincianos.
“Con Benito Quinquela
Martín y otros artistas” –confiesa Iramain- ‘formamos
el Partido Federación Artística Obrera (era el principio de los sindicatos)
luego, terminamos peleándonos todos y cuando llegaron las elecciones sacamos
ocho votos. Ya habían quedado atrás los tiempos de mis recorridas por las casas
de pensión y bohardillas de los hoteles, que frecuentemente abandonaba dejando
una vajilla vacía y algunos dibujos. Tenía un hermoso estudio en la calle
Independencia que era el sitio obligado de reunión de artistas, poetas y
residentes tucumanos’.
“Juan de Dios Filiberto llevó un pequeño órgano, con
él hacía música; también tocaba la guitarra Agustín Magaldi
y mi hermano Demetrio a quien había llevado a Buenos Aires iniciándolo en la
pintura”.
“De mi provincia me enviaban cajas con tamales,
exquisitos y desconocidos en la gran capital. Era una hermosa y despreocupada
vida de arte y bohemia”.
“Los martes de la Boca eran famosos; una vez por
semana, nos reuníamos en el estudio de Quinquela a
comer tallarines y beber vinos italianos, se hacía música, los poetas
recitaban, yo contaban los cuentos del norte. Todas las noches estábamos las
mismas personas, en la peña del café Tortoni, fundada
por Quinquela y un grupo del que yo formaba parte. A
todos los grandes poetas: Machado, Neruda, García Lorca, los conocí en ese
lugar. En ese tiempo eran infaltables Carlos Vega, Juan José de Soiza Reilly, Pedrito Tenti, Alfonsina
Storni, Lía Camaglia, Berta y Paulina Singerman, Castagnino, Soto Avendaño,
Pugliese, Enrique Loudet, José Tallón, Stephan Erzia, -famoso escultor ruso- y mucho más”.
“La fiesta del artista que se conmemoraba el 21 de
setiembre era inolvidable; se efectuaba el gran baile de las artes, que
generalmente se hacía en el antiguo Palais de Glace; concurríamos disfrazados con las vestimentas más
exóticas y abigarradas; a veces, íbamos en carrozas adornadas y el bullicio y
la alegría eran extraordinarios; se hacía toda clase de bromas, pero sin
maldad, casi con inocencia. Recuerdo una vez que empapamos a Alfonsina con
vino, de pies a cabeza; se jugaba con todo lo que venía a mano”.
“Benito Quinquela Martín
era aficionado a las cinchadas; recuerdo una foto de una vieja revista en que
aparecemos ambos compitiendo (36)”.
.
(34) Revista sin identificación, cit.
(35) Diario “La Epoca”. Nota del director del diario, Armando Maffei, “Los tipos y leyendas del Norte, en la escultura de
Juan Carlos Iramain” ilustrada con las fotos del
escultor, FACUNDO QUIROGA, EL CONDENADO, LA BUENA MOZA, EL DUENDE DE LAS
MONTAÑAS y una muchacha irónica. Buenos Aires 1-11-1926.
(36) Revista Escenario,
art. cit.
1927. El Primer Monumento
Consecuente
a las indagaciones telúricas en 1927 Iramain envía al
Salón Nacional El tigre Uturunco, El Quitilipi y Ño Cirilo el ñato (número de catálogo 334, 335 y 336) de
los cuales, el último se singularizaba por una estilización del cabello y de la
barba a toda vista falta dentro de la caracterización del tipo (37).
Con
dichas obras participa en la Bienal de Filadelfia obteniendo una medalla de oro
con El tigre Uturunco un contacto artístico con Estados Unidos que, años más
tarde, constituiría una meta anhelada.
En
1927 Iramain concreta su primera obra pública: el
Monumento al trabajo para la localidad pampeana de Castex,
ganada en concurso pública; en su hermano Demetrio halló el modelo para
simbolizar al trabajador: un hombre de pie con el torso superior descubierto,
la mano derecha apoyada en el frente como avizorante a porvenir y, la izquierda
hacia atrás. La alegoría, ubicada sobre un basamento cuadrangular, tenia en su frente una plaqueta en
bajo relieve con la esfigie del doctor Castex, rodeándole una figura masculina apoyada en una
rueda simobolizando la industria. El estilo del
monumento respondía al ralismo naturalista mediante
un modelado simple no exento de gracia.
Días
antes del acto inaugural trascendía el anuncio del inminente ajusticiamiento de
Sacco y Vanzetti en Estados Unidos, lo que postergó el acto anunciado,
finalmente cumplido el 20 de setiembre.
“Constituyó
un verdadero acontecimiento el acto de la inauguración del monumento al
Trabajo, efectuando en Castex, gobernación de La
Pampa”.
“Dicho
monumento es obra del escultor argentino señor Juan Carlos Iramain;
su basamento es de mármol de Bélgica y tiene su bajo relieve el busto del
fundador de ese pueblo, señor Eduardo Castex. La
estatua, cuidadosamente terminada es de bronce.
Al
acto asistieron el gobernador del territorio, señor Laza, el representante del
Ministerio del Interior, Alberto E. Castex, miembros
de la legislatura y el foro del territorio, delegaciones de las municipalidades
y numeroso público (38)”.
El
debut como estatutario de Iramain concidía
con los lauros publicos dispensados a Ricardo
Güiraldes por su novela “Don Segundo Sombra”, lo que incitaba al tucumano a
luchar por un arte nativo, en tanto otros juicios críticos reconocían la
seriedad de su producción.
“...
dedúcese que Juan Carlos Iramain,
estatutario de vigoroso empuje y de dúctiles medios expresivos, es uno de los
más hondos interprétes de los tipos del norte, al que
sólo faltan reposo y meditado estudio para ajustar su técnica al grado que
merece su intuitiva concepción del arte (39)”.
El
12 de setiembre de 1928 el diario “La Nación” anunciaba al Salón Nacional con
las fotografías de obras seleccionadas por su crítico (¿José León Pagano?); en
pintura La rubia y el Tito de Enrique Policastro;
Bañista de Raquel Forner y Margarita de Jorge Berystain,
junto a los motivos criollos Ultimos rayos de sol de
Ceferino Carnaccini, El viejo Tamboril de Mario Anganuzzi, Paisaje de Bolivia de José Malanca,
Don Próspero de Cleto Ciocchini, San Vicente Córdoba
de Antonio Pedone y Humahuaca de Adolfo Montero; en
escultura: Retrato de Roberto J. Capurzo,
Resentimiento de Vicente Roselli y Ternura de Pablo Tosto, junto a los temas nativos Don Segundo Sombra de
Octavio Peró y el busto Borracho de Carnaval de Iramain.
El
día 20 se otorgaron las recompensas, galardones que no respondían al amplio
temario nativo asistente al Salón, siendo visible la preferencia del jurado
(así como de numerosos expositores) por el desnudo, una imagen predominante
durante varias décadas como antítesis ante las vanguardias que mantenían como
modelos a obispos cotidianos.
Iramain retornó a su provincia en ese constante entregarse
a su tierra natal, a los personajes plenos de humildad, al silencio del paisaje
y el lento andar del río Famaillá.
“Ahora
me marcho a Tucumán y dentro de diez meses volveré para exponer... Allá
veremos”.
“ Se marcha, siempre
optimista, feliz. En los campos tucumanos pronto se perfilará su figura oteando
horizontes, para convocar a su corte de miserables... El fuerte artista, torna
a vivir su otra existencia de animador del aquelarre... ¿Qué le reserva el
porvenir?. Es joven,
laborioso, honesto en su arte y su vida. Las luchas, por grandes que
sean los obstáculos a vencer, no lo abaten, al contrario, lo estimulan.
Su
fuerte temperamento, está hecho para domar piedras y hombres. A la piedra sabrá
arrancarle la forma suave y bella y a
los hombres, el aplauso recio. Triunfará, definitivamente, si la lírica bohemia
de su vida no lo desvía hacia horizontes de placer o hacia halagos fáciles y
efímeros... ¡Qui lo sá...!
(40)”.
En
sus andanzas por la Quebrada de Humahuaca, las márgenes de los ríos salteños en
diálogos imaginarios con el duende de las montañas, Iramain
descubre nuevos personajes y lejos de Buenos Aires, retira el tema criollo en
sus esculturas.
(37) revista sin
identificar, cit.
(38) Diario “La Prensa”.
Nota “Monumento al Trabajo en Castex”. Buenos Aires
20-09-1927
(39) Revista sin
identificar, cit.
(40) Revista “El Suplemento”, art. cit.
1932. En la Residencia Presidencial
Sus
preocupaciones estéticas son escuchadas por el sabio Miguel Lillo, la
recitadora Berta Síngerman y los gobernadores
provinciales habitúes de su taller, así
como los jurados de los salones de arte.
Lo
halaga la adquisición del bronce Rulito por el
Presidente de la Nación, general Agustín P. Justo, reivindicando a una obra
ignorada por el Salón Nacional, gesto complementado por el mandatario al
encargarle en 1936 una fuente de agua (artística) para la residencia de Olivos.
Bajo
la forma de un monolito ofreciendo en una de sus caras al bajo relieve –con una
imagen de un personaje ofreciendo el agua- la fuente modelada por Iramain fue colocada en un ángulo de los jardines de la
residencia presidencial de Olivos con la siguiente inscripción: “El Poder
Ejecutivo de la Nación Argentina a don Carlos Villate
Olaguer –Donante de esta propiedad- MCMXXXVI”.
Asimismo
lo reconforta el gesto del pintor Benito Quinquela
Martín de adquirirle el bronce El Minero de Galicapó
para el Museo de la Boca, obra que también fuera ignorada por los jurados
oficiales.
“Benito
Quinquela Martín se enamoró de mi minero de Galicapó y lo compró para su museo de la Boca; -comenta Iramain-. Creo que es una de mis más importantes
creaciones, todos los que la ven la consideran fantástica; tiene algo de mí
mismo, de mi arte, de mi vida, de mis sueños, de mi vivir andariego, de mi
convivir con los seres incomprendidos y desolados de la Puna; parece que con
ella quisiera devolverles el tesoro inalcanzable de sus montañas que nunca me
fue posible (41)”.
José
León Pagano, el crítico de mayor relieve del ambiente artístico de Buenos
Aires, en la década del ’30 analizaba extensamente los yesos y bronces del
escultor tucumano en estos términos: “El hombre de la raza es el título de la
escultura, pero también puede ser la definición de todo un arte en el fervor de
una vida. A ella continúa adherida Juan Carlos Iramain
en un preferir de hondo arraigo terrero (42)”.
“Su
plástica, toda ella, acude a la entraña viva de nuestra más fiera autoctonía.
Se propone lograr aquí lo alcanzado por Julio Antonio en España. ¿Lo confesó Iramain alguna vez? Pero sigue otro rumbo, en lo expresivo,
el escultor de Tucumán”.
“No
se limita éste a la personificación individual de ejemplares humanos
representativos. También suele buscar en ellos algo así como una síntesis de
estados psicológicos. Por la psicología de las expresiones particulares aspira
a lo general de algunas condiciones ambientales. Así cuando modela El duende de
la montaña y Yastai, el genio de las montañas. En él
personificó Iramain lo legendario. El sentir dramático del autor lo hace naturalmente apto para tales expresiones.
Algunas se dijeran derivadas de algún cuento de Edgard Poe, si el vivo acento
nacional no las localizara de manera inconfundible”.
“La
deformidad de El duende de la montaña –exaltación voluntaria de la forma- en
acentuaciones de rasgos expresivos, le hace participar de lo bestial sin
desligarse de lo humano. En algunos casos amplía sus cabezas Iramain, llevándolas a proporciones monumentales. Así la ya
citada de Yastai, El genio de la montaña y la de El
Chacho Peñalosa típica de otra serie en la cual van comprendida varias de
tamaño natural, definidoras de caracteres típicamente raciales: El cuatrero,
Facundo Quiroga, El hombre del surco, El arriero y entre las femeninas, Chicha
de Famaillá, de tan acentuada sugerencia”.
“No
faltan los grados extremos en este escultor de la tierra. Puede darnos
figuraciones de expresión torva, como El Condenado y tras la sugerente dulzura
de Angela –tipo también de la raza- logra deliciosas
cabezas infantiles, cual la denominada Rulito (43).
Buenos
Aires se había constituido en escenario de problemas sociales y económicos que
agobiaban a la población, cuyo índice lo constituía el llamado a la solidaridad
popular formulado por el diario “Crítica” en favor de las familias necesitadas,
lo que encuentra eco en los hermanos Iramain.
“Un
gesto que tiene un profundo significado de solidaridad humana es el que acaban
de exteriorizar dos artistas argentinos, que hoy nos visitaron para poner a
nuestra disposición las valiosas donaciones que han decidido hacer con destino
a algunas familias necesitadas para quienes “Crítica” solicitó ayuda a los
lectores.
Juan
Carlos Iramain, el conocido escultor a quien sus
admiradores han dado en llamar “el artista de los humildes” por su fecunda obra
de realización escultórica sobre motivos populares, por sus bronces que
perpetúan los rasgos típicos de los pobladores aborígenes y por sus figuras de
gran significación como expresiones de
un acendrado argentinismo. Juan Carlos Iramain, el
más criollo de los escultores, no pudo permanecer indiferente a nuestro
llamado. Las numerosas familias indigentes, cargadas de hijitos de corta edad,
amenazadas por la más espantosa de las miserias y el desalojo forzoso, y para
quienes solicitamos de nuestros lectores alguna ayuda, encontraron en los
hermanos Iramain el socorro pronto y generoso que
necesitan para “salir del mal trance”. “
Un cuadro valioso
“Hoy
vinieron a hacernos entrega de lo siguiente: un cuadro de Demetrio Iramain titulado “Rincón de la Isla Maciel”,
una de las últimas producciones del artista, de quien la crítica se ocupó
elogiosamente hace poco tiempo con motivo de la exposición del salón Müller; dicho
cuadro será rifado y el producido se destinará a socorrer a los pobres.
Una
autorización para cobrar la suma de $ 500 del Museo de La Plata extendido por
el escultor Juan Carlos Iramain, de quien aquella
institución adquirió la cabeza en bronce titulada “El Condenado”; esa suma se
destinará fraccionada a ser repartida entre las familias que necesitan una
ayuda inmediata para evitar el desalojo”.
Mil kilos de pan
“Además,
estos generosos artistas cuyo gesto de desprendimiento es una lección para
muchas personas que pasan por filántropos, harán por nuestro intermedio un
reparto de 1.000 kilogramos de pan entre las familias de algunos barrios pobres
de la capital...(44)”.
“Misteriosamente,
desapareció de un salón donde era exhibida una obra de escultura. Se trata del
bronce “La niña del moño”, que exponía en Witcomb el
escritor Juan Carlos Iramain.
Tres
mil pesos. El escultor Juan Carlos Iramain se
presentó en la Comisaría Primera denunciando la sustracción de una obra
escultórica de que es autor, y que exponía en el Salón Witcomb,
Florida 362 de esta Capital. La obra de referencia que era fundida en bronce,
se titula “La niña del moño” y fue llevada desde el estudio del mencionado
artista, Chacabuco 382, hasta la sala de exposición
de donde ha desaparecido, ignorándose en qué circunstancias.
Está
valuada por su autor en tres mil pesos. Las autoridades policiales han iniciado
las averiguaciones del caso para establecer el paradero, habiéndose solicitado
el concurso de la división de investigaciones”.
Con el señor Iramain
“En
su domicilio de la calle Chacabuco 382 entrevistamos
esta tarde al escultor Juan Carlos Iramain, autor de
la cabeza “La niña del moño”, cuya misteriosa desaparición del Salón Witcomb constituye hoy el comentario obligado de nuestros
círculos artísticos..
Y
es por primera vez, si mal no recordamos que se produce en Buenos Aires un
hecho semejante. El suceso une, pues, a lo novelesco de su propia naturaleza,
un interés de novedad”.
Habla el artista
“El
artista damnificado nos recibió con la gentileza habitual en él, comenzando por
expresarnos que estaba realmente sorprendido con lo ocurrido”.
No
me explico –nos dijo- cómo pudo haber desaparecido ese bronce del salón, donde
dos porteros mantienen constantemente vigilancia sobre personas que entran y
salen y donde, como ustedes saben, se congrega siempre un público numeroso.
Además,
-agregó el escultor- ‘La niña del moño’ pesa, con su base de mármol alrededor
de 35 kilos y desplaza un volumen bien apreciable. No es posible que quien se
llevara la obra lo hiciera ocultando ésta bajo sus ropas”.
Tres mil pesos
¿Qué
valor en metálico le atribuye usted a esta estatua?-
El
señor Iramain queda un momento silencioso. Luego nos
dice:
“Es
siempre difícil para un artista justipreciar en dinero el valor de sus obras.
Les diré primero de ‘La niña del moño`, cuya exhibición databa sólo de diez
días, había llegado a interesar a mucha gente, entre otros, al doctor Enrique Loncan. Tal vez ese interés radicara en el hecho de que
constituye mi primer trabajo en esa modalidad. Hasta entonces yo había
trabajado en temas completamente distintos, especializándome en composiciones
de tipos característicos de Tucumán, que es mi provincia y temas de leyenda,
tales como ‘El duende’, ‘La bruja’ y ‘El Condenado’, obras que la crítica comentó
con elogios en su oportunidad. Bien, teniendo en cuenta todas estas
circunstancias, estimo el valor de mi bronce en unos tres mil pesos”.
La Niña del moño
El
artista refiere luego que ‘La niña del moño’ tiene apenas seis meses de vida en
el bronce. La realizó en Tucumán, donde tiene montado su taller habiendo sido
su modelo una niña de aquella ciudad.
“Siento
profundamente –agregó- la pérdida de esa cabeza, que para mí tiene el valor de
una iniciación auspiciosa en una nueva manera de mi arte. Ojalá que haya caído
en buenas manos, aunque sean las de un ladrón...” (45)
(41) Revista Escenario,
art. cit.
(42) Nuestra investigación
en la sede del Concejo Deliberante en 1973 constató la desaparición de la obra
desde 1943.
(43) Historia del arte
argentino, por José León Pagano. Editó L’Amateur,
Buenos Aires 1944.
(44) Diario Crítica. Nota
Dos artistas argentinos nos entregaron valiosas donaciones para las familias
necesitadas. Buenos Aires. ¿ 1931-1932?
(45) Diario La Razón.
Buenos Aires. 02-06-1933
1934. La Aventura Mineral
La
vida azarosa de Juan Carlos Iramain en las pensiones
porteñas, compartida con su hermano Demetrio, llega a su término con el
casamiento (el 17 de setiembre de 1934) con María Margarita del Valle Tula Todd, joven tucumana descendiente de catamarqueños, con
hogar en una casona de San Miguel de Tucumán (Entre Rios
27), motivando la residencia estable del flamante matrimonio en aquella
provincia.
Recibido
en su lar natal como el triunfador en el ambiente artístico de Buenos Aires,
acogido como el hijo pródigo de regreso al hogar, la nueva etapa emprendida por
Iramain motivó reportajes, banquetes, conferencias y
exposiciones junto a notas periodísticas donde se analizaba detenidamente a su
producción escultórica con un balance meticuloso.
“...
el esfuerzo cumplido por el ‘Centauro de América`, como lo llaman nuestros
principales críticos de arte es titánico y fruto de esa sensibilidad extraña y
potente guardan varios museos en un lugar privilegiado, sus obras cuya
consagración es amplia y merecida...”.
“Hombre
de la raza y Rulito, se exhiben en el Concejo
Deliberante de la Capital Federal, y residencia presidencial, respectivamente. En el Museo de La Plata
están dos de sus obras, Condenado y Eleodoro el puestero; en el Museo de Mendoza,
Poeta Antonio Lamberti. En el Museo Hispano
Americano, Estudios; en el Museo Nacional de Filadelfia, El engualichador,
Tigre Uturunco. La bruja; en el Museo
Centro Americano Ña Isi
la médica, Hijo de la raza (colección Cabrejas); Del
poncho rojo (colección Italo D. Catallani);
Hombre de San Javier, Guitarrero (colección Dr. José Destéfano);
La niña del moño, Ño Cirilo el santo (colección José
Cúneo); Inca Gracilaso de la Vega (propiedad del
gobierno de Tucumán) y muchas otras que sería largo detallar aquí (46)”.
Al
recibir encargos de varias provincias, el artista tucumano retorna al tema
histórico, modelando para Santiago del Estero al busto de San Martín; para San
Miguel de Tucumán: Urquiza (plaza Urquiza, 1933, homenaje de la Municipalidad
local, Canónigo Doctor Idelfonso de las muñecas, ‘Mártir de la Independencia’
(plaza Urquiza, fechada en 1963), Rivadavia (busto en la plaza Rivadavia),
Obispo Piedrabuena, José F. Moreno (Escuela Moreno), el monumento a Diego de
Villarroel (de 1934 con los bajorrelieves laterales debidos a Angel Dato y Fernández Larrinaga,
ejecutados años más tarde) en el Parque Avellaneda; Alberdi para un pueblo
tucumano; busto del Vicario Segura y un pila bautismal para una iglesia, ambas
para la provincia de Catamarca.
Con
la misma unción con que registrara al coya humilde Iramain fue modelando día tras día apoyado en la técnica
del naturalismo a las variadas imágenes de próceres, destinados a ser venerados
públicamente. Su nuevo estado civil lo instaba a compromisos de trabajo que
estabilizaran el presupuesto hogareño, retomando el ciclo de narración que
abandonara durante buen espacio de tiempo, pero, simultáneamente, dedicóse a otro tipo de actividad distanciada del arte.
Evoca Iramain::
“Desde
entonces el itinerario de mi vida y mis viajes cambió: con mi esposa comenzamos
a viajar por todo el Noroeste y después preferimos el Norte: Jujuy y sus
pueblos, Volcán, Tumbaya, Maimará,
Tilcara y toda la Puna pasando Tres Cruces hasta La Quiaca. Me atraían los
tipos enjutos y misteriosos de sus habitantes, sus trabajos y oficios. Así
comencé a interesarme, primero, por los mineros y después por la minería, que
se transformaría de pasión por largos años.
Al
principio algunos de mis modelos me contaban su ‘tapado’: un tesoro de mineral
escondido, me traían muestras que yo hacía analizar, casi siempre eran buenos;
después con baqueanos y el minero chileno don Roberto Guerrero –que me
acompañaba en mis andanzas mineras- íbamos a verlas. Tortuosos caminos de
herradura a través de los cerros recorríamos a lomo de mula; así descubrimos
manganeso, plomo, azufre, cobre, oro y mármoles. En esto gastaba casi toda la
ganancia de mis trabajos de escultura, llevaba ingenieros, hacíamos mensuras,
análisis, etc. y como pedimento de cateo lo hacíamos anotar en el Registro de
Minas; después buscaba capitalistas, pero era muy difícil encontrarlos; cuando
hallaba alguno siempre quería explotarnos y aprovecharnos; así no se podía
llegar a un acuerdo! (47)”.
Como
su comprovinciana y escultora Lola Mora, Iramain se
apasionó por la experiencia y riqueza de las minas; conocía las peripecias
sufridas por la artista en la provincia de Salta, por haber participado en una
colecta a su favor convocado por el diario ‘La Gaceta’, en la compañía de su
hermano Demetrio y el pintor Osorio Luque.
Iramain fue conquistado por la aventura del mineral a
partir de 1934, siempre acompañado de su carpeta de dibujo registradora del
minero de Puerto Galeno, la lavandera de la Puna, el cuidador de cabras, el
silencioso aymará y el buscador de oro.
(46) Revista ‘El Norte`
Nota El Centauro de América. Juan Carlos Iramain, por
el profesor Pascual R. Materazzi. San Miguel de Tucumán 3-11-1935.
(47) Revista ‘Escenario’,
art. cit.
1938. Nueva Serie Telúrica
Su
pasión por los pobladores norteños halló nuevo aliciente en una beca concedida
por la Comisión Nacional de Cultura a fin de estudiar los tipos y costumbres
del norte y noroeste de Argentina en 1938, iniciando una gira por Bolivia,
Chile, Perú y Brasil, comenzó las indagaciones en Taif
del Valle y Tilcara, internándose por la Quebrada de Humahuaca para detenerse
en cada reducto calchaquí, conversando con pastores y mineros, reafirmando su
lenguaje escultórico al contacto con el coya. En cada rostro aborigen, Iramain recordaba a Rojas que decía:
“...
sin el indio no podríamos explicar la alfarería calchaquí de nuestros museos,
ni la actual industria de tejidos criollos, ni las misiones jesuíticas del litorial, ni las estancias feudales del interior ni la
ocupación tardía de la Patagonia, ni la formación del ‘Martín Fierro’, ni las
invocaciones incaicas de nuestro himno, ni el sol de nuestra bandera, ni el
actual movimiento euríndico de nuestro arte
nacional... Los pedantes de la imitación extranjeriza
y de la sociología sin alma, habían eclipsado la verdad, pero la verdad
reaparece.
Si
tales son las condiciones sociales de nuestra América, la oligarquía poseedora
de las riquezas, del gobierno y de la enseñanza, no debe permanecer divorciada
del indio, sino ir hacia él, hablándole el lenguaje de sus signos
tradicionales, que lo son para todos. Yo creo posible crear, en torno de ellos,
una nueva moral cívica, un arte, una pedagogía, una política que redunde en
beneficio de la conciliación racial (48)”.
Iramain observa en Tiahuanaco a la arquitectura incaica,
descubriendo en cada cerámica al espíritu trascendente de la raza; participa de
rituales aborígenes, enriquece su conocimiento lingüístico con palabras
aprendidas del guaraní y chorote; se compenetra de la música de algunas tribus
al ejecutar el sicuri, para regresar a su provincia
con un vasto caudal de información sobre el poblador indo criollo de varios
países americanos.
Ya
en su taller tucumano modela la dramática vida del aborigen, hasta completar un
album escultórico plena de riqueza étnica; surgen los
bustos de la india diaguita, del pialador de Andalgalá, la familia del minero, el indio del paralelo 23,
el capataz de Laguna Bilama, seres rudos que no
habían sido tratados hasta entonces en la escultura.
La
nueva etapa artística del tucumano muestra un cambio de personajes; se mantiene
la indagación étnica, pero la búsqueda de los caracteres sociológicos se ubica
en otros sectores.
En
sus primeros contactos con el indio o el criollo en los caseríos de Monte Grande,
en los cañaverales tucumanos, los pobladores de Jujuy, La Rioja y Salta, Iramain había captado emocionalmente el drama del poblador
trasladando a la escultura los vicios, las desgracias, las supersticiones y
lacras adheridas a la vida de aquellos parias; ahora, al compenetrarse de la
riqueza espiritual de dichas colectividades, Iramain
descubría en ellas el amor a la familia, el apego al trabajo, la honda
condición de creyentes en sus religiones primitivas y, un amor profundo a la
tierra que ya no les pertenecía madurando otra serie de esculturas de valor
apreciable.
Para
facilitar el conocimiento de estos personajes, Iramain
incorporó en los catálogos de sus exposiciones a una somera descripción de cada
obra, su contenido étnico y temático y, en ocasiones, con alguna anécdota
clarificadora. En uno de dichos catálogos se lee:
“CONDORI.
Esta cabeza de indio minero describe la mezcla de las razas aymara
y peruana; de gran fuerza, rudeza y decisión representa la resignada
desesperación y melancolía del indio minero”.
“INDIA
DE CATAMARCA. De la raza calchaquí. Esta madre de ocho hijos, delos cuales perdió cinco por explosiones en las minas,
visita diariamente a los restantes, llevándoles alimentos en una canasta. La
triste y quejosa expresión de su cara refleja la profunda congoja de la raza
condenada al trabajo eterno y la lucha por la vida en las montañas”.
“NIÑO
INDIO BUSCADOR DEORO. Pertenece a la raza coyanboyo.
Este, como los otros modelso, es representativo de la
gente que el artista ha encontrado. Viviendo con sus siete hermanos en las montañas,conseguía su sustento en
invierno de las cabras y en verano, cuando venían las lluvias diarias en las
montañas lavaban el oro en el lecho del río”.
“NATIVIDAD.
El poderoso cuello y la reciedumbre de este minero de las montañas de Salta
marcan la búsqueda de un nuevo estilo –una realización de fuerza, solidez y
potencia-. Pero la expresión de la cara del minero con su mirada tendida al
vacío, de una involuntaria tristeza, muestra que el artista captó el sufrimiento
humano”.
“MONAGUILLO.
El artista halló al pequeño monje indio durante su transitoria estadía en un
monasterio e impresionado por sus facciones tristes realizó el busto de memoria
al regresar a su aposento”.
“EMBRUJADA.
Una anciana indígena que prepara con una mezcla secreta de hierbas la porción
mágica utilizada en sus prácticas ocultistas.”
“MADRE
DEL PASTOR DE CABRAS. Una sufrida india de la raza aymara
que hallara a su paso por las montañas jujeñas”.
“PRIMERA
COMUNIÓN. Una niña de nueve años, medio india tucumana, preparándose para la
primera comunión. Su inocencia y expresión devota conmovió al artista tan
profundamente que realizó su busto”.
“CABEZA
DE INDIO. Tipo de indio aymará que vive en el lago
Titicaca”.
“CABEZA
DE INDIO. Tipo de los indios chulupí que se va
extinguiendo gradualmente, convirtiendo a este bronce en documento histórico”.
“NOSTALGIA.
Pequeño indio que sufre una enfermedad secreta, quizá del corazón, evidenciando
melancolía en su rostro ante la belleza del mundo que, instintivamente, percibe
que pronto dejará de gozar (49)”.
Utilizando
al dibujo con igual destreza sin prescindir del tratamiento del volumen,
aplicando colores delicados, el tucumano fue documentando al arriero, el
minero, la lavandera de Palavecino, el pialador Timoteo, el mayordomo salteño, el comerciante de
esclavos, el chinchillero, el tropero catamarqueño,
el domador y los músicos de Humahuaca.
Para
volcarlos en la escultura Iramain recurría,
indistintamente, al naturalismo o el concepto expresionista no apartándose de
los tradicionales cánones artísticos de Occidente. Pese a su consustanciación
espiritual con el indio y el criollo, de su análisis minucioso de las
costumbres del Noroeste y de una trayectoria artística encaminada a dejar
trascender los valores étnicos de su país y regiones de América, Iramain no incorporó a su técnica a ningún elemento
extraído de dichas culturas.
Tampoco lo influían
las corrientes vanguardistas, corrientes nutridas en el redescubrimiento en
Occidente de las artes negras, polinésica, oriental, nazca y azteca. Iramain registraba a los personajes indo
criollos con el lenguaje heredado de Occidente, recordando con Ernst Cassirer que éste aparece
como símbolo, como fuerzas que crean y establecen cada una de ellas, su propio
mundo significativo; y las formas simbólicas son órganos de la realidad.
Tras la búsqueda del
símbolo artístico, de la imagen telúrica, estructuraba las formas indo criollas
con espíritu occidental en una simbiosis anunciadora de las posibilidades
expresivas de esta conjunción. Eran ejemplos Las damas de Avignon,
de Pablo Picasso, plena de connotaciones de la cultura africana, así como las
esculturas del italiano Amadeo Modigliani y del
argentino Sesostris Vitullo,
éste con influencia de la escultura precolombina, así como el ascendiente de la
pintura japonesa sobre el arte moderno.
(48) Silabario, ob. Cit.
(49) De un catálogo
impreso en Florida (Estados Unidos) 22-01-1950
1939.
Amistad con Yrurtia
Iramain estaba unido espiritualmente con el escultor
nacional Rogelio Yrurtia a través de una
correspondencia activa sobre temas estéticos y el uso de los materiales,
del que dan ejemplo las siguientes
misivas enviadas por el autor de Canto al trabajo en el lapso de un año.
“Buenos
Aires, 12 de septiembre de 1939.
Mi estimado Iramain:
Contesto
a su carta del seis, agradeciéndole mucho su envío de la tierra. Las noticias
que tengo que darle, es probable que ya
las conozca. V.- Son de suyo muy poco agradables. La beca que gestionaba, ha
sido acordada al escultor Sassone. Sé
extraoficialmente, que la designación de la Comisión, no ha caído en gracia al
Dr. Sánchez Sorondo. V.- dirá, ello importa poco; la
triste cuestión es que yo no tengo mi
bequita que me permita vivir en paz y en gracia de mi virgencita por todo un
año más. Eso lo pensábamos todos los que le estimamos y creemos en su talento.
Pero cabe ahora, esa resignación inteligente que no dudo le aportará la piadosa
Virgen del Valle”.
“Quizá
le sea útil alguna pequeña estada por Buenos Aires para tantear un poco el
ambiente y solicitar al Ministro, alguna cátedra tal vez en la Universidad de
Tucumán u otra escuela dependiente de ese Ministerio, como tuvo la gran suerte
de obtener el escultor Leone, en Mendoza. Aquí
siempre se podrá conseguir algo. Claro está que V. Hará lo que crea más
conveniente si es que en esa puede V.- darse vuelta para vivir”.
“Volviendo
un poco a lo suyo, creo que algo debe haberle perjudicado ante la Comisión de
Cultura, sus exagerados envíos cuyos largos pescuezos no ha sabido interpretar
esta gente, poco experta en cuestiones de arte y de suyo, incapaces de ver en
una obra las preciosas cualidades que hay en ella.”
“Tengo
la seguridad, que no me ha de juzgar V.- cargoso, por mi insistencia acerca de
esta cuestión que, es necesario piense. V.- formalmente dado sus grandes
cualidades de eximio modelador y sensible artista. En mis anteriores, ya le he
hablado sobre estas cosas. Busque siempre a realizarse dentro de la más perfecta
armonía y equilibrio. Entonces, creo que pronto podrá V- realizarse con
magnifica grandeza. Le repito otra vez más que si me escucha irá V- muy lejos.
El país necesita de artistas de su envergadura- pero va de suyo, con una grande
disciplina mental”.
“Como
V ve; le sigo escribiendo en amigo que debe escuchar. No pierda pues aliento
que le seguiremos ayudando en cuanto nos sea posible y esté dentro de mis
alcances. No descuide los estudios de arquitectura: elementos de proporciones y
volúmenes que son de absoluta necesidad para las concepciones de monumentos y
proyectos que pueden solicitarle”.
“Bueno
mi estimado Iramain, mis afectuosos saludos que ruego
extienda V- a la Señora y familia. Siempre suyo”. Rogelio Yrurtia.
En
la segunda carta, fechada en Buenos Aires el 5 de septiembre de 1940, Yrurtia mantiene el tono de consejero espiritual para Iramain:
“Señor
Don Juan C. Iramain. Mi querido amigo: Acuso recibo a
su esperanzada carta del 29 p.p.. Mucho me alegra
saberlo en camino de la razón, al procurarse un trabajo que pueda un día
independizarlo para poder entonces, dar libre expansión a sus sueños de
artista. Al decirle esto, recuerdo algo que le decía hace algunos años a uno de
mis discípulos de la Escuela, cuando era profesor: ‘vea, joven, aprenda el arte
y déjelo aparte’. La filosofía que esto encerraba, no era otra que aquella de
un profundo respeto por estas cosas que nada puede nunca hacerlas prostituir,
en razón de ser ellas tan santamente profundas y tan unidas por la divinidad de
nuestro ser. Por ello, la mentira en el arte es indigna de la inteligencia y de
suyo, de toda idea de bien, cerca siempre de Dios”.
“El
artista que para vivir, desciende de su ideal, es odioso y no merece esta
gracia, ni el respeto de ninguno”.
“Esta
sanción no tarda en llegarle del mundo que por lo que fuera, quiso engañar o
complacer. El desconocimiento de estas cuestiones fundamentales, es lo que
lleva a la mayor parte de los que se inician con fines especulativos por estos
tormentoso caminos a tan rotundos fracasos, porque el arte no comulga jamás con
mercaderes”.
“Siempre
pide el sacrificio de una vida. Por eso es, que cuando se puede hacer como en
su caso, es mejor sin abdicar a sus sueños de belleza pura, hallar los medios
de vivir, en alguna otra manera digna. El arte lo hará V- cuando pueda con la
independencia y libertad de un verdadero artista. Si todos hicieran así, no
veríamos imponerse con tanto descaro, la farsa impertinente que sella el arte
de este momento universal”.
“Dígole pues, que mucho me alegra haya V- resuelto su
situación financiera, con este cargo que halló V- en las minas de hierro de
Jujuy. Esto al menos le procurará esa serenidad de espíritu que todo hombre
necesita para vivir, sobre todo cuando se tiene familia a quien no puede exigirle
el sacrificio de un sueño tan difícil de realizarlo en esta hora angustiosa de
incertidumbre y materialismos bastardos”.
“Cuando
consiga reunir algunos centavos realizará V- un arte para V-, repleto de
sanidad. Esa será su obra. Viva pues tranquilo llevando la felicidad a su hogar
con la salud de un espíritu fuerte y sano. La existencia de todo artista es
triste en nuestro país tan poco crédulo de nuestros valores positivos y tan
ausente además del concepto verdadero y trascendente de estas cosas. A esta
altura de su vida, creo que ha de haber comprendido lo inútil que es para
todos, nuestro lenguaje. No vale pues la pena sufrir tanto para terminar con la
desilusión del gran Edgard Poe, el gran americano, quien como V- sabe, murió
renegando de la belleza que creía ya sólo un fantasma”.
“No,
mi querido amigo. Yo creo, que la virgencita del Valle que tanto quiere V- le
ha puesto en mi camino para aconsejarle bien. Sea feliz con los suyos y deje
este mundo de falsos artistas. Trabaje y gane dinero con la empresa, que espero
será próspera. Un saludo cariñoso para V- su señora y su lindo nene y demás
familia”. Rogelio Yrurtia.
P.D. Cuando vaya al Salón
veré su trabajo y le daré mi impresión. Espero tenga aquí suerte.
1941. La Estatuaria Monumental
En
1938 Iramain funda la Sociedad Artística
Independiente de Tucumán junto con su hermano Demetrio, Osorio Luque y Franco,
recogiendo la semilla sembrada desde 1925 junto a colegas de la provincia. En
un local cedido por el gobierno en la calle Congreso casi General Paz, la
entidad organiza exposiciones y salones con una labor extendida a Santiago del
Estero, Jujuy, Salta y Catamarca.
En
una de las primeras muestras era premiada la escultora Iglesias, compartiendo
los honores Demetrio Iramain y Osorio Luque en pintura;
la figura consular de Juan Carlos –merecedor del Primer Premio en la Exposición
de Artistas Independientes de Tucumán y, en el Salón Nacional de Tucumán (con Chañi el minero y Yastai), así
como el 3º otorgado por la Comisión de Cultura en el máximo evento porteño a su
yeso El Cuatrero –atraía a los plásticos adheridos a SAIT a su taller
particular donde trabajaba junto con el escultor Dato, a la Biblioteca
Sarmiento y los cafés que frecuentaba, en una actuación extendida a los cursos
que dictaba sobre dibujo y modelado en la Academia de Bellas Artes del Colegio
Santo Domingo.
Iramain había ensayado la estatuaria monumental a través de
unas cabezas de grandes proporciones, pero la técnica se materializa cuando el
Barón Biza (esposo de la aviadora Myriam Stteford) le
encarga un monumento funerario para perpetuar su memoria. La obra memorativa de la aviadora debía ubicarse en el camino de
Alta Gracia (Córdoba) con una altura aproximada de 40 metros representando a
una mujer alada, semisentada con el brazo izquierdo
doblado y su derecha en alto, donde “se buscará en vano la fisonomía fiel de la
heroica e infortunada aviadora, pero en cambio se tendrá la sensación de una
sed infinita de altura y de vértigo, que fue el rasgo fundamental de su
espíritu al que se podía llamar Alado”; el boceto serviría, además, para fundir
el trofeo de una carrera por el circuito que lleva su nombre, con una altura de
70 centímetros, fundido en plata en incrustaciones de oro.
La
falta de concreción de la obra funeraria no desalentó el interés de Iramain por el modelado escultórico de proporciones
grandes, ya en 1938 presenta al gobernador de la provincia de Tucumán, Dr.
Miguel Critto, la idea de emplazar en la cima del Aconquija a un Cristo monumental; la iniciativa fue
aprobada en forma oficial y con ella iba a cobrar volumen una temática
practicada en piezas menores.
Iba
a culminar una serie, la tercera, de imágenes: 1º, la narrativa histórica, la
2ª lo telúrico y la 3ª, la fe, a la vez que encaraba otra faz técnica: la
estatuaria monumental que tenía antecedentes americanos en el Cristo Redentor
(Cordillera de los Andes), Cristo Redentor (Corcovado, Brasil), Cristo (Piriápolis, Uruguay) y la estatua de La Libertad (Estados
Unidos).
El
hispano-argentino Mateo Alonso era autor del Cristo de la Cordillera
considerado el monumento con la mayor altura geográfica del continente; en el
monte Corcovado de 710 metros de altura se ubica al Cristo con 38 metros de
altura y, la Libertad -ofrecida por Francia a Estados Unidos en 1884 siendo
colocada en el puerto de Nueva York- como realización del francés Federico Barthold, con un peso de 225 toneladas y una altura de 46
metros y fracción, sobre un pedestal de 40 metros, totalizando más de 86 metros
sobre el nivel del mar.
El
proyecto para emplazar al Cristo en la cima del Aconquija
tuvo detractores que casi hacen fracasar la obra, lo que –sumado a los caminos
aún en construcción, la falta de agua y otros inconvenientes- modificó el
emplazamiento inicial trocándolo por la cumbre del Cerro San Javier por
mediación de la esposa del gobernador, Doña Mina López Pondal.
Pocos
lugares de la provincia tucumana, con una perspectiva elevada a 1.400 metros de
altura sobre el nivel del mar, podían ser más apropiados para la ubicación del
monumento, en un sector turístico glosado por Paul Groussac.
“No
hay necesidad de desviarse para gozar plenamente del mágico encanto de esta
naturaleza; cada paso que se da, ofrece a la vista nuevos fenómenos vegetales:
gigantescos laureles revestidos de flexibles lianas, flores del aire y otras
plantas parásitas, corpulentos naranjos llenos de frutas rojizas en la frondosa
copa; y cien árboles desconocidos para mí, cubiertos de musgo y líquenes: hay
un fresno altísimo llamado Palo de lanza. Sea por la forma de su esbelto tronco
recto y redondo, sea porque realmente tenga aquel uso de madera fibrosa y
compacta; he visto al acacia indígena llamado cebil, de forma elegante y cuya
corteza de la mejor curtiente conocida. Y los colosos del monte: el quebracho y
la tipa, el cedro y el lapacho, de cuyas ramas descienden cien arbustos
trepadores entretejidos con las preciosas tillandias
que florecen en la primavera (50)”.
El
escultor bocetó y corrigió al Cristo durante cuatro años en un taller ubicado
en el Parque Nueve de Julio, volcando al
yeso las diferentes partes que integrarían la futura mole de cemento, a
realizarse en la sede de la Intendencia
de Guerra del Ejército, en Tucumán, cedida al efecto.
Interesado
en el proceso de la monumental estatua, el gobernador Critto
frecuentaba al establecimiento siguiendo la marcha del modelado, hasta que el 7
de setiembre de 1940 pudo contemplar al boceto ya terminado.
El
Cristo estaba representado de pie, cubierto con hábito, con su mano derecha en
la actitud de impartir una bendición y la izquierda tendida hacia abajo. La
figura se apoyaba sobre un basamento cuadrangular con la siguiente inscripción
en la cara frontal: Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los
hombres de buena voluntad.
Al
ser proyectado el Cristo para ser contemplado desde amplias perspectivas, Iramain le eliminó detalles superfluos con un modelado
estilizado, dentro de los cánones del tradicional naturalismo con un esbozo de
grandes planos, exento de problemas lumínicos y ritmos complicados. El escultor
recuerda: “Al verlo concluido mi emoción fue tan grande, que me pareció
increíble. Siempre he admirado a Cristo, tanto en lo divino como en lo humano y
mis deseos se vieron cumplidos: honrarle con mi mayor obra. Fue la oportunidad
de realizar una obra gigantesca, que siempre había soñado. Cuando se me encargó
el Cristo de San Javier, en la cima del cerro (51)”.
Finalizada
la primera fase del trabajo, la noticia trascendió a la población que, rodeando
al estudio del escultor, le arrojaba flores, caravanas de autos iniciaron el
ascenso por los cerros para transportar las partes del monumento ya volcado al
cemento, con un peso total de 74 toneladas, en un ascenso a las cumbres que
insumió un año.
“Luego
de una serie de peripecias y gestiones, venciéndose no pocos inconvenientes de
carácter económico, se logró emplazar la gran figura de Cristo de San Javier.
Desde la campaña, han llegado hasta él, para admirarlo de cerca y con fervor
han palpado la pieza y escrito sus nombres al pie del monumento. Ha despertado
la curiosidad de todos. Desde las calles de la ciudad en las montañas claras,
se destaca nítidamente, majestuosamente junto al edificio de la Hostería de
Anta Muerta, que se levanta en uno de los promontorios vecinos a 1.300 metros
de altura.
La
hostería aún no ha sido habilitada. Se están realizando los trabajos para
dotarla de agua potable y otros elementos accesorios y próximamente será
librada al público tucumano y al país, en general, ya que para todos ha constituido
un anhelo el poder disfrutar de la belleza incomparable de la zona y su
saludable clima.
Pero
el Cristo de San Javier no ha sido terminado aún. Faltan los últimos retoques
que deberá hacer el artista a su obra. No había bien a favor de Tucumán el que
un monumento de esta categoría esté inconcluso. No es mucho lo que resta por
hacer, pero afecta a la obra” (52).
Cuando
la estatua fue descubierta elevándose sobre el Cerro San Javier, el público
asistente a la ceremonia quebró el silencio mediante una salva de aplausos. El
escultor recuerda: “Yo miraba fijamente el monumento. Profundamente conmovido y
en ese gran momento tuve que confesar que nunca soñé que ello me iba a impactar
de tal manera. El Cristo sobre la montaña, rodeado por el cielo azul y dominando
todos los campos de los alrededores, parecía tan grande, tan enorme, tan
espléndido que me pareció imposible que lo hubiera ejecutado una mano humana”
(53).
La
estatua concitó el interés internacional incorporando a Iramain,
desde 1945, a la lista reducida de escultores americanos con obras
monumentales; el Vaticano solicitó antecedentes para el Museo Cristológico, al
igual que desde el Diccionario Benezit; el Cristo
constituyó en la imagen para la postal de San Javier: la revista “Selecciones
del Reader Digest” la reprodujo a color en una doble
portada para una de sus ediciones internacionales.
Alternando
los trabajos del CRISTO, desde 1939, Iramain se había
dedicado a remodelar su casa taller de la calle Entre Ríos que heredara su
esposa.
“El
escultor Iramain está realizando en su propia casa,
una labor artística que no tiene similar en Tucumán. Buenos Aires, al igual que
México y otras capitales americanas, trayendo el efluvio estético de Europa,
cuenta con obras semejantes.
Pero
en nuestra ciudad hacía falta un artista empeñoso y hábil para transportar que
puede convertirse en un nuevo y bello estilo de decoración de interiores
familiares. Juan Carlos Iramain ha decorado su hogar
con bajo relieves de su propia inspiración y su mano de diestro modelador ha
logrado efectos admirables que ya empiezan a divulgarse. Además un grupo de
pintores y escultores de la Sociedad de Artistas Independientes va a participar
en la decoración de la casa de Iramain, lo que le
dará un carácter de museo, realizando indudablemente su valor artístico”. (54)
Esta
nota estaba ilustrada con cuatro fotografías: el Gobernador Miguel A. Campero y
el Ministro de Hacienda, Juan Schruer (h) de visita
en el taller, el bajo relieve La sagrada familia una estufa decorada y los frisos
murales.
Finalizada
la remodelación de la casa taller de Iramain, fue
habilitada públicamente con asistencia del gobernador, con la posterior
realización de conciertos, conferencias, exposiciones y actos con fines
benéficos para ALPI, Fraterna Ayuda Cristiana, Residentes Húngaros, entre otras
entidades, una misión cultural cumplida durante años.
(50) “Un paseo por San
Javier”, texto de Paul Groussac.
(51) Diario “La Gaceta”,
San Miguel de Tucumán, 3-6-1973.
(52) Diario “La Gaceta”.
Nota “Faltan aún detalles para ser terminado el monumento a Cristo que se
levanta en la cumbre de San Javier”. San Miguel de Tucumán. 15-05-1944.
(53) “El Creador...”, art.
cit.
(54). Nota
(presumiblemente del diaro “La Gaceta”, San Miguel de
Tucumán, 1939) “En la casa museo del escultor Juan Carlos Iramain”
1941. Propulsor de Zapla
En
los frecuentes viajes al Norte argentino tras la búsqueda de personajes para su
obra, Iramain retomaba el contacto con los dueños de
minas, iniciado en 1934, alternando su inquietud artística con las financieras
mediante la investigación de los minerales, la explotación del estaño y el
mármol negro.
“Tucumán,
13, 1941. (De nuestro corresponsal). El escultor Juan Carlos Iramain y el perito en minas don José García, acaban de
hacer una presentación al gobierno provincial, denunciando haber hecho el
descubrimiento de importantes vetas de carbón y estaño. La noticia ha causado
verdadera conmoción en la provincia y los diarios la anuncian con grandes
titulares, destacando la importancia del hallazgo para el futuro económico de
la pequeña provincia cuya industria azucarera desde hace algún tiempo viene
padeciendo una grave crisis progresiva”.
“Ubicación
de las vetas. Las vetas carboníferas y estañíferas descubiertas –según las declaraciones de los
autores del hallazgo- se encuentran en las montañas aconquijeñas,
a una altura de 4.500 metros sobre el nivel del mar, en el límite con la
provincia de Catamarca. Dicha zona goza desde el tiempo de la conquista de fama
por sus riquezas mineras. Pero, a pesar de esto, nunca se hicieron
exploraciones, pues el gobierno nacional sólo ha encontrado hasta el momento el
problema minero bajo el aspecto burocrático y en cuanto a Tucumán, todo el
mundo vivió absorbido por la industria azucarera”.
“Un
artista convertido en minero. Juan Carlos Iramain,
desde hace algunos años, viene compartiendo sus actividades artísticas con las mineras. Al lado de sus
esculturas de figuras populares del Norte argentino, modeladas en barro
colorado, era posible encontrar en su taller muestras de mineral y planos de
zonas en las que efectuaba exploraciones”.
“Está
dispuesto a iniciar la explotación. Simultáneamente con la denuncia hecha a las
autoridades, Iramain y el señor García reclaman de
éste el apoyo necesario para dar comienzo a la brevedad posible, la explotación
de las vetas”.
“No
desistiremos de nuestra empresa pese a cuantos inconvenientes se nos presenten-
nos declaró el artista en una entrevista. Hemos presentado amplia documentación
sobre la riqueza mineral de las vetas constatadas. Su explotación constituye
para nosotros una responsabilidad de argentinos más que de interés personal.
Sabida es la importancia que el carbón tiene para nuestro país en este momento
en que las fuentes de que se proveía en Europa han quedado clausuradas por la
guerra. De terminarse la construcción del ferrocarril trasandino del Norte, por
el paso de Socompa, Tucumán y las demás provincias
diaguitas, cuya riqueza minera es ingente y cuentan con abundante mano de obra,
se transformarían en un centro industrial de proporciones insospechadas, capaz
de entablar una activa vinculación comercial con los Estados Unidos de Norte
América y las naciones hermanos del Pacífico” (55)
Las
investigaciones en los cerros de Jujuy alcanzaron resultados positivos al
extraer de las minas de Zapla (los mineros Gallardo,
Gómez y Copra junto a Iramain) una muestra de hierro;
ante el descubrimiento, el artista propuso al Ejército la formación de una
sociedad mixta para explorar la zona, urgíéndosele la
entrega del metal fundido para su análisis. Efectuado el trabajo en
colaboración con la Fundición Colin no arrojó el
resultado anhelado, pero la experiencia señaló a Iramain
como propulsor inicial de la actividad minera en Zapla,
junto al Ejército nacional.
“La
empresa Colin buscó con entusiasmo nuevas muestras
para hacer otro ensayo de fundición. Después se resolvió hacer un contrato de
sociedad con los mineros para su exportación, pero a causa del administrador de
la empresa Colin no se pudo llegar a un acuerdo. ‘Yo
no me desalente’ –contesta el escultor- ‘seguí
buscando capitalistas, hubo algunos que enviaron geólogos más no le dieron
importancia ni al mineral ni a la mina, entonces todo se paralizó; yo tenía que
dedicarme a mi arte” (56).
Poniendo
fin a las investigaciones de minerales y cargado de problemas financieros, Iramain cedió al Estado su patrimonio en un gesto
patriótico culminando una pasión que lo llevara hasta las minas azufreras de
Jujuy, de manganeso de Santiago del Estero, de cobre, estaño, mica, plomo y oro
en Catamarca, de hierro en la mina ‘Lola Mora’ por él bautizada y un mineral
desconocido en Casquivil, Tafi
del Valle.
(55) Diario “Crítica”.
Nota “Iramain, escultor y minero, encontró ricas
vetas carboníferas en Tucumán. Su explotación podría transformar la economía
del país”. Buenos Aires. Verano de 1941.
(56) Revista “Escenario”.
Art. cit.
1948. Consagración en Buenos Aires y Estados
Unidos
Con
una labor consecuente sobrellevada durante tres décadas, Iramain
vio reconocidos sus méritos en la patria y el exterior a través de situaciones
oficiales, notas en la prensa (57) y una invitación procedente de Estados
Unidos para una misión oficial.
El
éxito se inició en 1948 con el 3er Premio en el Salón de Bahía Blanca otorgado
al yeso ‘El minero de la oreja rota’
lauro al que se agregaba en 1949 el 3er. Premio en el Salón Nacional al yeso ‘El minerito Condorí’, nuevos honores en el 8vo. Salón de Arte de Mar
del Plata y primeros premios en el 8vo. Salón de Arte de San Fernando y el de Artes
Plásticas de Santiago del Estero.
‘El
minerito de Condorí’,
representaba la cabeza de un indiecito norteño tratado con estilo
naturalista, estilo también aplicado al yeso ‘Muchacho tucumano’. (Premio
Estímulo en el 8vo. Salón de Mar del Plata) en 1949 con una recompensa de $
1.000, mil pesos; en opuesta actitud plástica y reactualizando las formas
expresionistas que le otorgaron éxitos mediante una imaginaria indigenista, en
San Fernando participaba con dicho estilo con el yeso ganador Minero.
En
1949 Iramain es invitado por la Universidad de
Florida y la de Ohio (Estados Unidos) a exhibir sus trabajos –junto a las pinturas de su esposa- con el dictado
de conferencias y clases como profesor especial, junto a la realización de
retratos. Su paso por los centros universitarios fue documentado por la prensa
estadounidense con amplitud a través de notas ilustradas, textos sobre su vida
y declaraciones del artista, simultáneamente con los anuncios y comentarios
sobre las actividades culturales del matrimonio Iramain.
Dijo la Prensa:
“EL
CREADOR DE UNA GRAN ESTATUA ENTRE NOSOTROS”: “Tallahasse
se ha distinguido este invierno con la visita de un argentino. El es Juan
Carlos Iramain de Tucumán, Argentina, invitado por Ernest Von Dohmanyis y
descendiente de una princesa Inca. Iramain es
reconocido como artista escultor. Su realización de la expresión humana de un
modo moderno ha sido vista con interés por la crítica. Unos trece museos de
América Central y del Sud, de los Estados Unidos e Italia han expuesto sus
trabajos y ha completado treinta monumentos de hombres famosos, incluyendo a
San Martín y Gracilaso de la Vega....
.....
Anteriormente muchas de esas razas jamás habían sido observadas y descriptas
por un artista. Iramain hizo algunos descubrimientos
significativos. (N. del A.: alusión a la imagen del indio) Finalmente llegó el
momento en que el escultor deseó visitar a los Estados Unidos, un país que él
siempre admiró. “Yo siento que al fin tengo el derecho de seguir los dictados
de mi corazón”.
“¿Y
sus planes? “Yo no tengo ninguno todavía”, comentó. Nunca los tengo pero
siempre vivo el presente por mi arte y por llenar mis sueños artísticos”.
“Algunos de sus trabajos pronto se exhibirán en
la Universidad local como una muestra de sus series artísticas y es probable
que algunos escritos sobre sus experiencias, preparados por la señora Dohmanys sean leídos al público. Iramain
gusta de los Estados Unidos y ha dicho, hace poco tiempo atrás, que desea
ofrecernos todos los servicios de su talento y su arte”. (58)
“UN
NOTABLE ESCULTOR VISITA LA SEDE DE LA FSU”
“En
nuestra sede está uno de los primeros escultores del siglo Juan Carlos Iramain. Su hogar es Tucumán, Argentina, donde vive en la
cumbre de la montaña”.
“Decidió
inmortalizar los tipos indígenas de las montañas y pasó gran parte de su vida
estudiando, pintando y esculpiendo esa gente. Ha viajado por Chile, Perú,
Bolivia y Brasil buscando datos durante doce años”.
“Ha
estudiado razas que antes no habían sido observadas y descriptas por ningún
artista, habiendo hecho descubrimientos significativos. Paralelamente ha
escrito varias melodías indígenas y esos temas tristes los han incluido en
varias composiciones originales. Su música tiene el sentimiento de esa gente
que él comprende muy bien. El doctor Zachar de
nuestro equipo musical se está ocupando de recopilar varias de las melodías de Iramain. Iramain siempre ha
vivido en el campo y habla muchos de los dialectos indígenas. Está casado y
tiene tres niños...” (59).
“LOS TRABAJOS DE UN ESCULTOR ARGENTINO SERAN EXHIBIDOS EN EL CLUB FEMENINO”
“Estos
trabajos han sido hechos con una rapidez increíble. El maestro Iramain tiene que ver sólo una vez o dos, a una persona para reproducir su cara en una
escultura. Además tiene una mente fotográfica. Estudia las caras con un ojo
especial para tipos y diferencias de expresión en la gente”.
“También
están en exhibición algunos bocetos de sus trabajos y mostrará aspectos de su
tierra y de los indios que allí viven. El rompió su habitual estilo cuando, al
regresar de una recepción en casa de los esposos Campbell, se halló intrigado
por la belleza de la mujer americana haciendo algunos rápidos bocetos de lo
observado. También ha hecho apuntes de escenas de Tallahassee con lápices de
colores y acuarelas. No están terminados, pero lo esencial está allí. Sus
dibujos son más escultóricos que los bocetos de escultura. Hay algunos dibujos
que muestran los estudios que usó en sus clases de escultura. No toma como
alumnos a estudiantes, sólo a profesionales. Esto no lo hacía hasta su llegada
a Tallahassee. Ahora tiene muchos jóvenes y fieles admiradores que toman clase
de modelado en arcilla. Una de ellas es Carol Ann Kuersteiner,
hija de Dean y Kar Kuersteiner. A Iramain le gusta
mucho los chicos y ha hecho varias cabezas de niños que hoy serán exhibidas
(60)”.
Para
promover la exposición de 77 dibujos y 11 bustos de indígenas y personalidades
de Tallahassee y Quincy, el Club Femenino distribuyó la siguiente invitación:
“Usted está cordialmente invitado a asistir a una exposición de trabajos del
maestro Juan Carlos Iramain. El maestro Iramain es el más famoso escultor de Sudamérica, artista y
autoridad sobre indios sudamericanos. Esta es su primer
visita a Norteamérica. Tallahassee tiene el privilegio de ser la primera ciudad
que ve esta muestra antes que él se disponga a exhibir sus trabajos en una gira
por otras ciudades norteamericanas. Domingo 22 de enero. Tallahassee. Club Femenino. 2:00 – 10:00”.
Añorando
a su patria, el escultor tucumano enviaba a un matutino porteño una de las
invitaciones con una misiva personal, escrita con su puño y letra al dorso:
“Enero 12, 1950, Florida, USA. Diario La Nación. El día 22 de enero, el estado
de Florida, me tributa un homenaje considerado el primero en Norteamérica
–consistirá un homenaje a mi obra, hora 8 de la noche del mismo día, se llevará
a cabo una recepción, donde estarán las autoridades, decanos, profesores,
intelectuales, artistas.
Las
Damas de Florida, me obsequiarán con un pergamino, ejecutado por niñas de ese
Estado, como así también, un riquísimo reloj pulsera, con maza de oro. El día
29, hora 4 de la tarde, en el Salón Sender, art. Los
intelectuales, artistas, me tributan otro homenaje, se expondrán obras mías.
Saludos a ese gran diario y siempre recuerdos. Escultor, Juan Carlos Iramain (61)”.
Compartiendo
la misión cultural, la señora Iramain exponía sus
pinturas extendiendo a Estados Unidos el escenario de sus actividades,
precedidas por muestras en Buenos Aires, Tucumán y Bolivia. Una de las
exposiciones era anunciada así: “Delson. ART. CENTER... 209 East Call Street. Tallahassee,
Florida. Invitamos cordialmente a usted, asistir a la inauguración, el domingo
29 de enero de 3 a 9 de la tarde, de una muestra de pinturas y esculturas de
Mary Todd y Juan Carlos Iramain,
de Tucumán, Argentina. El señor Iramain demostrará su
técnica escultórica durante la recepción, junto a la apertura de la muestra de
las obras de su esposa de pinturas de vibrante y extremada personalidad.
Nosotros tenemos el privilegio de exponerlos hasta el 18 de febrero”.
(57) Este es nuestro arte.
Demetrio y Juan Carlos Iramain.
(58) “El creador de...”, art. cit.
(59) Diario “Florida Flambeau”. Nota “Un
notable escultor visita la sede de FSU por Margot Nasrallah,
Florida, Estados Unidos, 2-12-1949.
(60) Diario “Tallahassee Democrat”. Nota. Los trabajos de un escultor argentino será exhibidos en el Club Femenino. Florida. Estados Unidos. 22-01-1950.
(61). Del archivo del diario ‘La Nación’, versión textual. Buenos
Aires. Registrado durante 1973.
1950.
Einstein y Batista
El
periplo artístico de los Iramain extendióse
a los Salones de las Américas (Washington) con la presentación, entre otros
bustos de El minero de Puesto Galeno (Catamarca), a las universidades de Athens
(Ohio), Kansas, Laredo, Florida, exhibiéndose en esta ciudad al busto del
matemático Albert Einstein y, en Nueva York el de Ernst
Von Dohnarys; además, se presentaron en los centros
Cultural Hispano Americano y Centroamericano de Filadelfia, en la residencia
del gobernador de Florida, en la Tucker Gallery
(Miami), Residentes Húngaros y City Gallery (en
California y Nueva Orleáns).
La gira
tuvo éxito material en la entrega a Iramain de una
plaqueta de plata por las damas de Tallahassee, un anillo distintivo de la
marina norteamericana entregado por el general Mac Arthur, la adquisición de
esculturas por museos estadounidenses y una exposición volante con obras que el
presidente de la Junta de Notables de la ciudad de Florida, padre Génova, llevó
por varios estados, éxitos registrados por la prensa porteña (62)”.
Después
de un año de actuación en los Estados Unidos 1949-1950, el matrimonio Iramain se embarcó en el buque carguero “El Naviero”
haciendo escalas en Cuba; en la Habana Iramain
realizó el busto de Fulgencio Batista, expuso obras en el Ateneo Cienfuegos,
para extender el viaje a Curacao, Río de Janeiro,
Santos y Montevideo con exposiciones y conferencias, una de ellas en la
universidad oriental por Iramain.
En su
retorno a la patria, Iramain recibió felicitaciones
por su labor artística desarrollada en Centro y Norte América, siendo recibido
por la señora Eva Duarte de Perón en su despacho de la Secretaría de Trabajo y
Previsión, en tanto la prensa le dedicó notas (63).
Sin
procurarse descanso Iramain
reanudó el contacto con el ambiente artístico local participando en sus salones
con yesos, bronces y fibrocementos de expresión telúrica. En 1950 obtenía el 2º
Premio en el Salón del Norte Argentino y el Premio Adquisición ‘Ministerio de
Obras Públicas del Salón Nacional’; en 1951 enviaba a la Bienal Hispano
Americana de España y en 1952 a la muestra ‘La Pintura y la Escultura de este
siglo” realizada en Buenos Aires; en 1953 recibía el Premio Nacional, enviando
a la Bienal Hispanoamericana de Cuba, en tanto la Universidad de Tucumán le auspiciaba
una muestra, participando en 1954 de la Segunda Bienal de Cuba en carácter de
invitado.
La
personalidad del Jefe de Estado, Juan Domingo Perón, interesó a Iramain para concretarlo en un busto como lo hiciera
anteriormente con poetas, actores teatrales, caudillos y mineros, siendo
inaugurada una de sus réplicas en un poblado salteño el 9 de julio de 1951, en
tanto otras versiones se ubicaban en Tucumán, Jujuy y Catamarca. El interés de Iramain por realizar el busto del gobernante se extendió a
la esposa, la Sra. de Perón, volcada en
numerosas réplicas.
(62) El escultor argentino Juan C. Iramain triunfa en los Estados Unidos. En el Woman’s Club de Tallahassee, Florida, aquel de los estados norteamericanos que conoció las andanzas legendarias de Búfalo Bill, se congregarían mañana a la noche las autoridades del gobierno, de la Universidad, de las instituciones artísticas y de los organismos rurales que conservan el culto de las tradiciones y el tipismo característico de la región, para celebrar a un artista argentino cuyos valores y nombradías en nuestro país no le pusieron a salvo del consabido proverbio: “Nadie es profeta en su tierra”.
(63) Juan Carlos Iramain. La escultura es un
arte de tradición grecolatina, desde luego más italiana que española. En
España, aparte de la imaginería, expresión maestra pero menor, no tuvo la
lozanía de la pintura o la literatura. Un Berruguete,
o un clásico, o un Victor Macho, moderno, no impiden
el hecho general. Pero en la Argentina, con ser tierra de esencias españolas,
la escultura tiene una gran frondosidad de auténticos hombres de valor.
1952.El Cristo de Salta
La inquietud creadora de Iramain no estaba colmada con la elaboración de múltiples bustos de puestos personajes –pese a que ellos le permitían desplegar su capacidad de analista, artista y psicólogo- con la permanente búsqueda del alma criolla del pueblo, madurando una idea de mayor aliento escultórico al evocar su cristo de San Javier: un Cristo para la provincia de Salta de similares dimensiones.
Durante una gira efectuada en 1952 a la ciudad de Salta, a instancia de su hijo Leonardo confía dicho anhelo al gobernador Ricardo Durand, quien comparte la idea; el proyecto inicial ubicaba al Cristo en la cima del cerro San Bernardo que marca la entrada a la Capital.
“Con el contrato y trescientos mil pesos de los de antes –recordaba el escultor- regresé a Tucumán. Comencé el trabajo, que luego se convirtió –por motivos ajenos- en el más largo de mi vida, en la Intendencia Regional de Guerra, cuyos tinglados habían sido habilitados al efecto. Hice estudios, maquetas, planos y cálculos hasta que decidí empezar. Primeramente realicé la gigantesca cabeza con parte del cuello y hombros; los otros tramos se iban ejecutando con plantillas, ¡era increíble que con los pocos elementos con que se contaba pudiera terminarse la obra.
Con la colaboración de otros escultores de su provincia, fueron tomando cuerpo los cuatro fragmentos de casi seis metros de altura cada uno que insumieron setenta toneladas de yeso –listo para su traslado al fibrocemento sobre un basamento de siete metros de altura- dejando ver la imagen de Cristo de líneas estilizadas con los dos brazos entrecruzados adelante, a emplazarse sobre una capilla de diseño moderno.
En una técnica similar al Cristo tucumano, Iramaín modeló al Cristo salteño con sobriedad de formas, despojado de todo juego lumínico o composición arrítmica, estructurando una imagen ascética para su serena contemplación en el marco de una amplia perspectiva otorgada por el valle de La Caldera; para ello dispuso del realismo naturalista uniéndole la mínima estilización, tal como la vista en los cristos de los andes, Corcovado y Pirlápolis.
Ante los cambios políticos el trabajo se paralizó parcialmente durante largo tiempo, al extremo que el artista se paralizó parcialmente durante largo tiempo, al extremo que el artista enjuició a la provincia.
“Salta. Trascendió en medios oficiales que el escultor tucumano Juan Carlos Iramaín inicio juicio a la provincia de Salta ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación por la suma de treinta millones de pesos, en concepto de daños y perjuicios”.
“La notificación respectiva ya había llegado a las autoridades de la intervención federal. Como se recordará el escultor Iramaín fue contratado por el gobierno del Doctor Ricardo Durand para realizar, conforme a planos y proyectos que fueron aprobados en su oportunidad, una gigantesca estatua de Cristo y sus apóstoles, monumento que iba a ser emplazado en la cima del cerro, cerca de la entrada a la ciudad”.
“Posteriormente, funcionarios del gobierno de la provincia aconsejaron dejar sin efecto el contrato existente con Iramain. Esto se concretó mediante decreto pese a encontrarse la obra escultórica terminada. Ahora, el afectado reclama dicha suma por la vía judicial”.
A su vez el escultor declaraba:
“El trabajo continuó hasta la caída del gobierno de Perón y por consiguiente del gobernador Durand; luego no se quiso seguir con el contrato ni invertir más dinero. Para poder continuar empecé a gastar mis dólares; así pasaron muchos meses; viajaba a Salta para gestionar su prosecución, pero todo en vano; vinieron los malos tiempos, yo sufría en silencio”.
“El grupo de amigos que frecuentaban el museo y a se había disgregado, algunos habían fallecido, otros viajado al exterior –Norteamérica o Europa- donde se radicaron u otros habíanse casado”.
1965.
El Museo Iramain
Para
las actuales generaciones Iramain está presente en su
estatuaria pública y en su hogar-taller que desde 1939 comenzara a transformar
en museo, una actitud precedida por similar labor de Yrurtia,
Quinquela Martín y Agustín y Agustín Riganelli, este último posteriormente frustrado, al igual
que Perlotti. (68)
“Al
abrir la puerta cancel surge la quieta reunión de figuras de piedra insufladas
de vida. Desde los grandes volúmenes hasta las pequeñas miniaturas observan al
visitante con ojos ausentes en los que
la dulzura de la expresión venció a la dureza mineral. La casa, poblada de
seres nacidos al fuego de la pasión del artista tiene ahora la fisonomía
silenciosa y austera de los museos. Sin embargo, no es algo definitivo. Se tiene,
permanentemente, la sensación que nuevas formas, nuevos movimientos vendrán a
detenerse en las piedras que aguardan su turno de entrada en el hall y los
patios señoriales. Es la residencia del escultor tucumano Juan Carlos Iramain “El mayor escultor argentino vivo” como lo
calificara recientemente la prensa brasileña”.
“La
casa de un hombre en el que se realizara acabadamente la simbiosis de hombre y
artista; que construyó su destino al calor de una pasión en la que consumió lo
mejor de sus energías pero que, dejó luego de la catarsis de más de sesenta
años de labor, una obra madura, completa y de singular labor (69)”.
El 21
de noviembre de 1965 el gobernador Lázaro Barbieri inauguraba al museo haciendo
entrega de un subsidio de $ 50.000 (Pesos Cincuenta Mil) para refacción de las
salas, destacando el aporte del artista con sus propias obras y las de su
colección particular (entre ellas 25 esculturas obsequiadas por el italo argentino Pedro Tenti). El
Poder Ejecutivo provincial adhirió al acto ofreciendo un vino de honor a la vez
que haciendo acto de presencia en el museo.
Con la
habilitación oficial, en 1966 el Departamento de Artes Plásticas fijaba como
horario de visita del museo los días
lunes y jueves, de 18 a 20 horas, efectuando un censo de las obras para
confeccionar su guía y presentar un libro de visitas, junto a los habilitados
que registraban en sus páginas las firmas de gobernadores de Tucumán (Campero, Critto, Barbieri, Imbaud y Sarroulle), los escritores Ricardo Rojas, Enrique Loudet (70), Cayetano Córdova Iturburu,
el pintor Arcidiácono, el teniente general Pedro
Eugenio Aramburu, doctor Horacio Thedy, el pianista Witold Malcuzinsky y su esposa Gaveau, el músico López Buchardo
y su esposa la cantante Brígida Frías, entre otras personalidades.
“El
gobernador de la provincia, licenciado Carlos Imbaud,
en compañía de su esposa, doña Berta Corbacho, del presidente del Consejo de
Difusión Cultural, licenciado Gaspar Risco Fernández y de la vocal de ese
organismo, señorita María Eugenia Aviar, realizó ayer a las 20 una visita al
escultor Juan Carlos Iramain. Las autoridades
recorrieron las dependencias del museo informándose sobre las obras de arte”.
“En la
oportunidad –1971- el licenciado Imbaud testimonió al
maestro Iramain su reconocimiento por la labor
artística cumplida expresando asimismo el propósito del gobierno provincial de
promover la actividad artística local, emplazando esculturas y otras obras de
arte en distintos lugares y edificios de la provincia.”
“Un
subsidio. También el licenciado Imbaud informó al
escultor Iramain que el gobierno había resuelto
acordar un subsidio permanente para solventar los gastos de mantenimiento del
Museo Iramain, agregando que la medida pertinente
sería dada a través del Consejo Provincial de Difusión Cultural”.
“Por
último, el jefe del Poder Ejecutivo expresó que el gobierno de la provincia
adquirirá obras de arte al escultor Iramain, las que
serán colocadas en la gobernación y en otras dependencias estatales, exhortando
al artista para proseguir con su obra”.
“El
escultor Iramain agradeció las palabras del
gobernador Imbaud, haciendo entrega de una pintura
con el rostro de una mujer norteña”, para ser colocada en el despacho del jefe
del Poder Ejecutivo (71)”.
Fundación
Museo Iramain. En la actualidad colabora con el museo
–en la actividad cultural- la Fundación Museo Iramain
presidida por la doctora María del Huerto S.B. de Iramain,
acompañada por el doctor Leonardo Iramain,
desarrollando una acción extendida a todos los niveles de la creatividad
artística y literaria.
El
Museo Iramain colaboró para el éxito de numerosos
actos culturales, entre ellos el Simposio de Críticos de Arte organizado en
1969 por el Consejo de Difusión Cultura con exhibiciones de esculturas del
artista y pinturas de su hijo Anuncio.
“Fundación
Museo Iramain. En la actualidad colabora con el museo
–en la actividad cultural- la Fundación Museo Iramain
presidida por la doctora María del Huerto S.B. de Iramain,
acompañada por el doctor Leonardo Iramain,
desarrollando una acción extendida a todos los niveles de la creatividad
artística y literaria”.
(68) ... en la época de las reuniones en mi museo creamos la Cofradía
de la Cordialidad Humana; participamos pintores, escultores, intelectuales, sin
distinción de ideologías políticas, raciales o religiosas; cuando se hacía una
fiesta concurríamos todos, a mi se me designó jefe y
me llamaban EL APÓSTOL. (De la revista Escenario, art. cit.)
(69) Diario Noticias. Nota “La escultura...”, art. cit.
(70) Junto a la firma de Loudet se leía esta
misiva personal del citado doctor y ministro plenipotenciario. “Buenos Aires,
22 de abril, 1958. Señor Juan Carlos Iramain. Mi querido artista amigo: No me fue posible ponerme en
contacto contigo para saludarte antes de mi retorno. De esa legendaria Tucumán
pasamos a las Termas de Río Hondo, para después de una permanencia de tres
días, regresar a la casa bonaerense. Quiero en nombre de mi señora y mío hagas
presente a tu compañera nuestros recuerdos y nuestros agradecimientos por la
cordialísima acogida que nos dispensaron ambos en tu casa museo. Pienso que no
debes demorar dos años para reaparecer en Buenos Aires con una nueva muestra de
tus obras, para seguir luego a Madrid, Roma y París. Pienso, asimismo, que
debes concentrar tus valiosas energías –exclusivamente en dos cosas. Primero:
atender o no descuidar tu hígado. Segundo: preparar los ejemplares que vas a
exponer sin hacer cuestión de números. Son 20,30,50.
No interesa el número ni el tamaño: el valor está en el ALMA que hay en ellas!.
Antes de partir, con mi señora fuimos a San Javier donde nos fue dado
admirar tu Cristo. ¡BELLÍSIMO! Saludamos a tu señora e hijos y un fuerte y
apretado abrazo para ti de tu Enrique Loudet”.
Archivo del Museo de Juan Carlos Iramain, en Tucumán.
(71) Nota en el diario “Noticias”: Visitó el gobernador al escultor
Juan Carlos Iramain. Tucumán 6-1-1971
1969.
Los Homenajes
Próximo
a cumplir los setenta años de edad y constituido en el patriarca de las bellas
artes de su provincia, la presencia de Iramain –con
su alto porte y su cabellera nevada enmarcando a un rostro tocado con una
permanente sonrisa- hízose común en las reuniones
culturales donde su palabra rectora era escuchada con atención. Decía el
maestro: “La escultura es para mi un misterio.
Aconsejo a los jóvenes escultores. Primeramente, que aprendan el dibujo para
entrar al modelado. Entrar a la verdad, no a la que se deforma ahora”. “El
único orgullo que tengo es ser muy trabajador. (72). Creo haber realizado
alrededor de 1500 esculturas y más, sin incluir a las que realicé en mi
infancia, pues comencé a modelar antes de los diez años. Primero animales y
objetos de mi fantasía, después próceres y santos. Cuando comencé a trabajar en
serio me presenté en salones oficiales y obtuve premios y distinciones”.
“Mis
obras fueron adquiridas por coleccionistas y galerías de arte y tuve muchos
encargos particulares, gané concursos para monumentos y mis obras fueron a los
museos”.
Obra
preferida: El minero de Galicapó. “Creo haber
transmitido con ella un mensaje de humanidad. Estoy satisfecho de lo que he
producido. No he recibido influencias de nadie, pues siempre fui muy rebelde.
¿El
momento más importante de la plástica tucumana? La década del treinta” “¿Los
artistas de mayor mérito de Tucumán? A mis años, numerosos y vividos
intensamente, he llegado a pensar en una forma muy amplia. Creo, sin dar
nombre, que desde el más humilde hasta el más encumbrado intelectual o artista
de mi provincia, todos han contribuido al desenvolvimiento cultura de nuestro
medio y todos ellos tienen su mérito. A todos admiro y respeto (73)”.
“Concurro
al club de los viernes del padre Amadito Dip y a las
tardes del ‘Cardón’ –refugio de todos los artistas- que alienta con entusiasmo
poco común Gustavo Bravo Figueroa; a los actos de difusión cultural y a toda
manifestación de arte y cultura. Me encanta el arte moderno y admiro la audacia
de la gente joven”.
“Yo
también en mi época fui de los primeros rebeldes y melenudos; entonces para
poder usar melena era necesario ser poeta o artista. En mis momentos de
angustia o desesperanza fueron mucho para mi: Ernesto
Soto Avendaño con su profunda filosofía, Rogelio Yrurtia
que me alentaba con sus cartas y sus consejos (padrino de mi hijo Rogelio
Eduardo José), Pedrito Tenti, el amigo incomparable,
José Gómez el famoso actor dramático, monseñor Hanlon
(arzobispo de Catamarca) y Venier, el pintor que tal
vez pocos recuerdan. (74)”.
Acallada
su palabra, el maestro Iramain se trasladaba al viejo
café de la calle Lamadrid, frente a la terminal de ómnibus de la capital
tucumana, para compartir tertulias con los parroquianos arribados de Montero, Lules, Famaillá o Salta. Tomaba
rápidos apuntes de aquellos paisanos en procura de nuevos personajes para su
galería, apuntes que –posteriormente- trasladaba a la arcilla o a la acuarela.
“En los
últimos años ha comenzado a dibujar con asiduidad. Rostros como de piedra.
Hechiceros. Mujeres serranas. Otra vez indios y hacheros. Niños. Sus dibujos
sorprenden por la potencia expresiva y por la fuerza del modelado. Son dibujos
de escultor moviéndose en una temática de escultor. No otra cosa puede decirse
mirando esos cortados con el cuchillo de la pobreza o de las fuerzas de la
naturaleza, aún antes que el artista los tomara como tema (75)”.
Su
propia efigie se constituyó en modelo al recrearla en una máscara para una
fuente; el autorretrato, con la mirada baja, la melena al viento y barbilla
escasa, está ubicada en el primer patio del museo,
donde también se halla otro autorretrato en fibrocemento.
Con la
entrega de una medalla de oro por la Fundación “Miguel Alfredo Nogués” –1969- obedeciendo a su larga y destacada actuación
artística, iniciáronse los homenajes a su labor,
compartiendo junto a su hermano Demetrio un agasajo en el Museo de Bellas Artes
de Tucumán; el 5 de agosto de 1970 inaugurábase en
dicho ente la exhibición escultórica de Iramain,
programada por el Museo y el Departamento de Artes Plásticas del Consejo
Provincial de Difusión Cultural, con asistencia del presidente del Consejo,
profesor Risco Fernández, el director del Museo, profesor Ricardo Abraham,
funcionarios, artistas y numeroso público. La licenciada Aviar, funcionarios,
artistas y numeroso público. La licenciada Aviar, vocal de Artes Plásticas del
Consejo, dijo: “Es necesario a veces hacer un alto en el camino y reconocer
públicamente esa labor, esa entrega, esa vocación de los creadores de arte.
Arte lo ha comprendido la Dirección del Museo de Bellas Artes al iniciar, con
esta muestra, el estudio de la obra de los artistas tucumanos”.
“Esta
exposición de dos tucumanos, Juan Carlos y Demetrio Iramain,
señala el momento de rever sus obras, estudiar sus aportes y testimoniar ante
nuestro pueblo la dedicación de sus vidas. Ellos recibirán esta noche, rodeados
de sus obras, un homenaje de Tucumán a sus artistas”.
Al ser
entregada al escultor una medalla de oro, de manos de la poeta Amalia Presbich de Piossek, anuncióse la compra de su obra Cristo rebelde para el
Museo, compliéndose un acto similar en “El Cardòn”.
El 4 de
mayo de 1972 Iramain recibía una pensión vitalicia de
$ 50.000 por Decreto Nº 2557 del Poder Ejecutivo Nacional; originada en el
Ministerio de Bienestar Social, la pensión se fundamentaba –de acuerdo a la Ley
Nº 19173- en los méritos y la trayectoria artística del escultor Iramain, con trascendencia en el país y el exterior, así
como en su esfuerzo desinteresado por
incrementar el acervo artístico de la Nación.
El
3 de junio de 1973 trascendían las declaraciones póstumas del maestro tucumano,
junto a un juicio de un crítico local sobre su obra:
“Los
Iramain –Juan Carlos, Demetrio, Mary Iramain, Alfredo- son sí mismos, un capítulo importante de
las artes plásticas de la evolución
cultural de Tucumán en lo que va del siglo. Los dos primeros han conquistado a
través de largos años de permanente e intensa actividad-, obras que deberán
citarse siempre que se quiera dar un panorama real del arte argentino siglo XX,
cualquiera sea el tiempo que transcurra. Demetrio es un pintor, un intérprete
del paisaje tucumano, de alto nivel. Juan Carlos, por su parte, es el escultor
por antonomasia en esta provincia; nadie le niega ahora la categoría de maestro
y su nombre es mundialmente conocido (76).
(72) Del Diario
“Noticias”. Nota “La escultura.... “, art. cit.
(73) Del diario “La
Gaceta”. Reportaje al escultor Juan Carlos Iramain.
Tucumán 3-6-1973.
(74) Revista “Escenario”,
art. cit.
(75) Periódico “Norte”.
Nota Juan Carlos Iramain y su intento de expresar los
más puros y profundos valores de los hombres del norte” por Ramón Alberto
Pérez. Tucumán. Junio-julio de 1963.
(76) Del diario “La
Gaceta”. Reportaje cit.
1973.
La Muerte
El 14
de junio de 1973, transcurridos cinco días de la celebración del setenta y tres
onomástico del escultor, Iramain cerraba los ojos en
Tucumán, siendo sepultado al día siguiente –con un hábito religioso- en el
Cementerio del Oeste de San Miguel de Tucumán.
Su
deceso fue registrado por la prensa nacional, motivando una serie de homenajes
evocativos de índole provincial, comunal y privados que testimoniaban el dolor
ocasionando por la pérdida física de un creador que, a lo largo de una activa
existencia, había enriquecido las páginas de nuestras bellas artes con un
profundo amor a la tierra nativa.
Sus
restos tienen el descanso definitivo al pie del monumento al Cristo de San
Javier 22-06-83, respondiendo a un deseo póstumo del artista, cerro que también
guarda en sus entrañas los restos del novelista tucumano Pablo Rojas Paz .
En el
postrer deseo de confundirse con la tierra de los cerros tucumanos está
presente el espíritu de Iramain, el que animara las
piedras, el barro colorado y la arcilla con los habitantes de esa misma tierra,
legándonos una obra de transparencia argentina y con aliento criollo.
(77) Del
diario “La Prensa”. Capital Federal 16-06-1973.
ARTES PLASTICAS. Juan Carlos Iramain. Murió
en Tucumán. En la ciudad de San Miguel de Tucumán, falleció a los 73 años de
edad, el escultor Juan Carlos Iramain, artista de
larga trayectoria, conocido en nuestro medio, de modo especial, por su estatua
de Cristo emplazada en la cumbre del Cerro San Javier en Tucumán.
Juan Carlos Iramain, que nació en Tucumán el
9 de junio de 1900, obtuvo en 1917 una beca de su provincia para realizar un
viaje de estudios por el norte y noroeste argentino, y otra en 1938, con el mismo
fin de la Comisión Nacional de Cultura.
En 1949, invitado por la Universidad de Florida, de los Estados Unidos
de América, visitó ese país, donde se estableció por el término de un año,
durante el cual fue nombrado profesor especial de la universidad antes
nombrada, así como también la de Ohio.
Iramain, cuyo largo
itinerario creador estuvo colmado de distinciones, obtuvo entre otras
recompensas: en 1926 el Premio Estímulo del Salón Nacional; en 1938, el tercer
premio de la Comisión Nacional de Cultura; en 1950, el Premio Adquisición del
Ministerio de Defensa Nacional; en 1938, el primer premio del Salon Provincial de Tucumán y en 1948 el tercer premio del
Salón de Bahía Blanca. En 1949 fue premiado también en el salón de Mar del
Plata y en el mismo año obtuvo el primer premio en el Salón de San Fernando. En
1952 obtuvo el segundo premio en el Salón Norte Argentino. Entre las
distinciones recibidas fuera del país se destaca la medalla de oro de la
Exposición Internacional de Filadelfia obtenida en 1927.
Entre sus muchos monumentos pueden citarse los erigidos a San Martín,
en Santiago del Estero; a Segurola en Catamarca; y en
su provincia natal los dedicados a Alberdi, Urquiza, Gracilaso
de la Vega, Rivadavia, Moreno, Laprida y otros. En el extranjero hay estatuas
realizadas por el artista en la Universidad de Florida, donde se erige el busto
de Einstein y en Nueva York, donde se
exhibe un busto dedicado a Ernest Von Dohnanyis.
Sus obras
figuran en el Museo Nacional de Bellas Artes y de Bellas Artes de la Boca; y en
la mayor parte de nuestros museos provinciales. En el extranjero, algunas de
sus obras pertenecen a varios museos estadounidenses, como el Hispano
Americano, Centro Americano, el de Filadelfia y los de las universidades de
Florida, Ohio, Laredo, Kansas y otros. También poseen trabajos de Iramain la Universidad de Montevideo, Uruguay; el Palacio
Arzobispal de La Paz, Bolivia y el Museo de Arte Moderno de Génova. Los restos
fueron sepultados en el cementerio del Oeste de la ciudad de Tucumán (Del Diario
La Nación, Capital Federal, 16-06-1973)
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JUAN
CARLOS IRAMAIN. Su sepelio. San Miguel de Tucumán. En el cementerio del Oeste
de la ciudad, fueron inhumados los restos del escultor Juan Carlos Iramain fallecido en la víspera a los 73 años, personalidad bastamente conocida en los
círculos artísticos del país.
Iramain había nacido
en Famaillá. Tucumán, el 9 de junio de 1900 y en su
niñez comenzó una prolífica labor artística.
Tuvo como primeros maestros a Zonza Briano y
Oliva Navarro.
A los 16
años, con una beca del gobierno de Tucumán se trasladó a Buenos Aires para
perfeccionarse. En 1938 la Comisión Nacional de Cultura le concedió una beca
para continuar su obra sobre tipos y costumbres del Noroeste.
Numerosos
fueron los premios y distinciones obtenidos por Iramain
por su participación en certámenes y salones de plástica.
Entre
ellos se encuentra el de la medalla de oro en la Exposición de Arte Hispano
Americano, en Génova, en 1927; medalla de oro de la Exposición Internacional de
Filadelfia; primer premio en 1948 del Salón de La Plata y tercero, en 1949, del
Salón Nacional de Artes Plásticas.
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Del Diario
“La Gaceta”. Tucumán 15-06-1973.EL ESCULTOR JUAN CARLOS IRAMAIN FALLECIO AYER
EN NUESTRA CIUDAD. Al cabo de una vida íntegramente dedicada a la creación
plástica y a la reafirmación de los valores estéticos tradicionales del arte
argentino, falleció ayer, en esta ciudad, el escultor Juan Carlos Iramain. Su vasta obra, cuyos méritos trascendieron hace ya
años al ámbito argentino para ser reconocidos en muchos países de América y
Europa, ubica al extinto maestro entre los grandes argentinos del siglo y lo
destaca como un intérprete excepcional del hombre y de la tierra norteña, que
supo asimilar a su sensibilidad y a su espíritu.
Nació en
Tucumán el 9 de junio de 1900 y comenzó a modelar y esculpir en plena niñez,
con un empeño y una vocación que mantuvo hasta el momentos
mismo de su sorpresiva muerte.
Tuvo como
primeros maestros a Zonza Briano y Oliva Navarro,
pero como él mismo lo señaló no hace mucho tiempo, aprendió el misterio de la
forma y captó el alma de las cosas, en un interminable ambular por el interior
de la provincia observando y adueñándose de la naturaleza, de los árboles, las
piedras, las formas y los colores, modelando con barro en la orilla de los ríos
y pensando y sufriendo los viejos mitos de la tierra que, con el andar de los
días, habrían de cristalizar en obras como “El Yastay”
y otras, señeras en la escultórica nacional.
A los dieciséis años era ya un artista en la
plena significación de la palabra y tenía realizada una obra múltiple de
imágenes telúricas, héroes de la independencia, pájaros y rostros de mujeres y
hombres que le valió una beca del gobierno de la provincia para realizar
estudios en Buenos Aires. Allí se quedó por largos años integrándose a los
constructores de la plástica argentina del siglo y compitiendo con éxito con
los más destacados de ellos. En 1938, la Comisión Nacional de Cultura le otorgó
una nueva beca, esta vez para continuar su obra sobre tipos y costumbres del
noroeste argentino, que consolidó con realizaciones como “El familiar”, “Hombre de la raza”, “Hombre
del surco” y la muy importante serie de “Los Mineros”, que le valieron premios
y distinciones. Había iniciado ya por
aquellos días sus trabajos de escultura monumental, que prosiguió cuando volvió
a radicarse en Tucumán sin abandonarla hasta sus últimos días, pues al ocurrir su fallecimiento, se
encontraba ocupado en las tareas preliminares para la erección del monumento a Guemes, que debía levantarse en el cerro San Bernardo de
Salta.
Desde esa
fecha los monumentos realizados son
numerosos y están emplazados en diversas provincias argentinas. En la
larga nómina se destacan el monumento a Castex en La
Pampa y Diego Villarreal, Urquiza, Alberdi, Sarmiento, San Martín, Belgrano y
muchos otros en Tucumán, Catamarca, Santiago del estero, Salta. Párrafo aparte
merecen sus grandes monumentos religiosos: El Cristo de San Javier, y el Cristo
de La Caldera, llamado “El Penitente”.
En 1949
viajó a Estados Unidos, radicándose en Florida, prosiguiendo en el país del
norte su permanente labor artística. En esa oportunidad la crítica
estadounidense recibió elogiosamente al maestro tucumano y sus obras de ese
período se encuentran actualmente en museos y universidades norteamericanas.
La obra
escultórica del artista tucumano fallecido se caracteriza por su potencia
expresiva y la clara voluntad de mostrar los valores éticos esenciales del hombre
argentino, en su fe y su lucha sin claudicaciones por la existencia, frente a
los medios hostiles o en la afirmación de los ideales de la nacionalidad.
Deja Iramain, como herencia para Tucumán, una obra de
perduración indefinida y el ejemplo de un artista que mantuvo a través de toda
una existencia, la fe en su pueblo y en los elementos culturales básicos que
informan el transcurrir histórico. El diputado provincial, doctor Miguel Issa presentó ayer un proyecto de ley por el cual el Senado
y la Cámara de Diputados expresan que el poder Ejecutivo sufragará el sepelio
de los restos del artista tucumano Juan Carlos Iramaín,
imputando los gastos a rentas generales.
El
proyecto esta fundamentado en la importancia de la
obra realizada por el escultor, que trascendió la dimensión nacional,
proyectándose a los grandes centros de cultura del mundo y destaca los valores
de su temática popular y su interés por la problemática social del hombre de
campo.
El 7 de
noviembre de 1976, en dependencias del Comando de la V Brigada de Ingeniería
con asiento en Tucumán, era descubierto el busto de Belgrano, donado por el extinto escultor Iramain y complido por sus
familiares. La ceremonia fue presidida por el comandante del cuerpo y
gobernador de Tucumán, general Antonio Domingo Bussi,
pronunciaron palabras alusivas Fran Luis Cano por el Instituto Belgraniano y el coronel Alberto Luis Cattáneo.