Angel de Peredo

Don Angel de Peredo, natural de Queveda, España, y caballero de la Orden de Santiago, quien ocupó el gobierno de aquella provincia entre 1670 a 1674.

Venía precedido este mandatario de brillantes antecedentes y títulos logrados en el servicio del Rey, tanto en Europa como en América, pues había sido Presidente de la Real Audiencia de Chile, Gobernador de la provincia de Brocomoro y Corregidor de Puno y de Valdivia. No tardó en advertir Peredo que el principal problema de su gestión era la conquista y pacificación del Chaco Gualamba y a ella consagró sus mayores afanes.

Era este Gobernador considerado como hombre justo y piadoso por sus contemporáneos: en su gestión de gobierno tuvo ocasión de demostrarlo aunque no siempre sus acciones tuvieron el fin deseado.

Con respecto a los aborígenes del Chaco, intentó al principio atraerlos por medios pacíficos, agasajando y ordenando el buen tratamiento para aquellas parcialidades que viniesen a someterse voluntariamente. Pero las continuas incursiones de las tribus más guerreras continuaron y fue preciso pasar a la ofensiva para contenerlos.

Peredo salió de Talavera de Esteco hacia el interior del Chaco el 4 de julio de 1673 al frente de una bien equipada expedición de más de mil efectivos, entre soldados españoles e indios auxiliares. La fuerza expedicionaria marchaba di- vidida en tres tercios, los de Córdoba, La Rioja y Jujuy, comandadas por los Maestres de Campo Pedro de Avila y Zárate, Pedro Baxán y Pedro Ortíz de Zárate respectivamente. Una cuarta columna salida de Tarija entró al Chaco bajando por el Pilcomayo y luego de batir a diversas tribus tobas, chorotis y mocovíes, y de tomar numerosos prisioneros regresó al lugar de origen sin tomar contacto con el grueso de la expedición.

La columna de Peredo llegó al Bermejo luego de una marcha de 20 días sin más dificultades que las propias del agreste territorio que tuvo que atravesar. Lo acompañaban, como Capellán Mayor, Bartolomé Dávalos y como curas doctrineros, los padres jesuitas Diego Altamirano y Bartolomé Diaz. Este conquistador bajó siguiendo las márgenes del Bermejo hasta un sitio distante 80 leguas de la ciudad de Esteco y en un sitio no precisado, levantó un fuerte con el nombre de "Real Fuerte de Santiago de Peredo" el día 24 de julio. En ese sitio se le unió, poco después, el Maestre de Campo Juan Amusátegui que venía desde Jujuy con refuerzos y armamentos.

Realizado un Consejo de Guerra, como era lo usual, se resolvió efectuar reconocimientos y expediciones en una y otra banda del Bermejo, los que le permitieron capturar y reducir unos 1.600 a 1.800 indígenas en pocos días.

A mediados de agosto regresó la expedición con su enorme botín humano, aunque Peredo había prometido a los naturales ponerlos en reducción y asignarles curas doctrineros para su evangelización, descartando el sistema de encomiendas que los aborígenes aborrecían.

A pesar de esta promesa, una vez llegados a Esteco y cuando el número de nativos había aumentado a unos 2.150-de las distintas parcialidades chaquenses, se reunió una Junta de Guerra el 10 de setiembre de 1673 con la asistencia de la totalidad de los jefes, oficiales y eclesiásticos que habían participado en la empresa. En ella se consumó una de las mayores injusticias de las tantas que tuvieron que soportar nuestros aborígenes durante toda la historia. Se resolvió "De común parecer y consejo de los presentes en su sentir se haga repartición general de dicho gentío así desnaturalizado, premiando con él los que han sustentado las armas de dicha conquista". De este modo, las diversas ciudades de la Gobernación del Tucumán recibieron en encomienda y servicio personal a indios chaqueños en premio por haber contribuido a la conquista y pacificación del Chaco, para resarcirlos de los gastos en que habían incurrido, aunque imponiéndoles la obligación de evangelizarlos y conservarlos en la obediencia al Rey.

Esta medida de las autoridades de la Gobernación no sólo causó general indignación entre los miembros de las órdenes religiosas y la consiguiente desaprobación real, sino que tuvo consecuencias totalmente contrarias a las esperadas, pues los aborígenes huyeron en su mayoría a refugiarse en la espesura de los bosques chaqueños, llevando las semillas de nuevos resentimientos contra el maltrato y los abusos a que fueron sometidos por los encomenderos. Se hizo responsable al Gobernador de tamaño desatino, pero la verdad es que la medida fue adoptada por unanimidad y con la aprobación de todos los que participaron en la empresa.

En realidad, el Gobernador Peredo - llevado por su espíritu piadoso - trató de evitar estos abusos exigiendo el cumplimiento de las Reales Cédulas de l673 y 1674, que prohibían el servicio personal y castigaban los malos tratos a los indígenas. Pero sus disposiciones tuvieron escaso acatamiento y los abusos continuaron, provocando el deseo de venganza de los aborígenes que lograron escapar de esa verdadera esclavitud a que fueron sometidos.

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