Expedición de Gabino Arias |
En la fundación de las Reducciones del Bermejo: Nuestra Señora de los Dolores de La Cangayé y San Bernardo de Vértiz, concurrieron varios factores: una política de acercamiento con los indígenas propiciada por el Gobernador Matorras, los designios reales que buscaban aumentar el número de sus vasallos, el interés de los aborígenes que pedían reducción en sus propias tierras para gozar de garantías contra los abusos de los pobladores blancos y la búsqueda de un camino comercial por un territorio de difícil penetración.
En abril de l776 el franciscano P. Antonio Lapa, doctrinero de Macapillo, se dirigió a Salta acompañado del cacique toba Quetaidi, de un indio principal llamado Lechepi y de una embajada aborigen. Comunicaron a las autoridades la muerte de Paikín y el deseo de llevar adelante las paces establecidas con Matorras, también fallecido.
Como testimonio, la viuda de Paykín devolvió el bastón que Matorras había entregado al caudillo mocoví en 1774. Francisco Gabino Arias informó al monarca español de las tratativas realizadas en esa oportunidad, solicitándoles su real aprobación, que le fue concedida. Como el cacique Quetaidi solicitó un comprobante del cumplimiento de su misión para ser exhibido a su parcialidad, el mismo fraile decidió acompañarlo. Inició su viaje el 25 de mayo de 1776 desde la Reducción de Macapillo y arribó a La Cangayé el 11 de junio, acompañado por los aborígenes. En ese lugar encontraron las cruces mandadas grabar por Matorras en un vinal con motivo de la Paz de 1774. Lapa parlamentó con Queyaverí, a quien entregó el bastón, para que sea reconocido como "General de todos los de- más caciques". Convinieron además el traslado del jefe aborigen a Salta para tratar el asunto de las reducciones. Portando cartas del misionero, concretó reuniones con el Gobernador interino Antonio Arriaga, con los cabildantes y vecinos, en las que se dejó asentada una nueva paz con promesa de ayuda mutua y buena armonía.
En La Cangayé, Lapa erigió la cruz, como señal de posesión del lugar donde serían erigidos el pueblo y el templo. A su vez, los aborígenes rescataron la campana de la destruida Concepción del Bermejo para colocarla en la iglesia de la futura reducción. Durante su estadía, Lapa aprovechó la ocasión para impartir doctrina y bautizar a los indígenas, quienes aceptaron su palabra y se congregaron en crecido número. Por orden del Gobernador Antonio Arriaga, Fray Antonio Lapa debió regresar a Macapillo a mediados de setiembre de 1776. Este humilde fraile fue uno de los principales protagonistas de la evangelización del Chaco en la segunda mitad del Siglo XVIII.
Por Real Cédula del 6 de setiembre de 1777, el Rey Carlos III aprobó el Tratado celebrado entre Matorras y Paykín y ordenó su cumplimiento. Para ellos el Virrey Pedro Cevallos dictó el decreto del 3 de junio de 1778 por el cual creó la Junta Reduccional con sede en San Miguel de Tucumán y dispuso que sin pérdida de tiempo se organizacen las reducciones prometidas. Integraban este organismo, el Gobernador del Tucumán o en ausencia de éste el Coronel Francisco Gabino Arias, el arcediano de Córdoba, Lorenzo Suárez de Cantillana y otros funcionarios, entre quienes se contaban el Alcalde de Tucumán, Pedro Antonio Aráoz y un Protector de Indios en clase de fiscal. Las deliberaciones de esta Junta no se caracterizaron por el acuerdo de pareceres y se generaron muchas discusiones que trabaron algunas veces su desarrollo.
En abril de 1779 el Gobernador del Tucumán Andrés Mestre envió al P. Lapa a La Cangayé para convencer al cacique Queyaverí de que se estableciese con su pueblo cerca de la frontera de Salta o Santiago del Estero, pero sólo consiguió del "Cacique General" la promesa de reconocer el terreno al año siguiente. Entre tanto la Junta Reduccional celebró siete acuerdos entre mayo y junio de 1779.
En ellos ratificó las paces celebradas con Paykín y Queyaverí y dispuso la fundación de dos reducciones en los sitios elegidos por dichos caciques. Posteriormente designó curas doctrineros a Ios Padres Antonio Lapa y José Bernardo Sena. En los primeros días de enero de 1780 el Virrey Vértiz aprobó las resoluciones tomadas por la Junta. Como el Gobernador Mestre no mostró predilección por la empresa, fue designado el Coronel Gabino Arias Comandante de la Expedición y el P. Suárez de Cantillana como Superior de las Reducciones. EI Jefe envió entonces al P. Sena para que comunicara a los aborígenes la salida de la expedición con el fin de fundar las tan ansiadas poblaciones. Este misionero era conocedor de las lenguas aborígenes y de los caminos que conducían al Bermejo, por haberlos transitado repetidas veces en misión pastoral. Pero una prolongada sequía que agotó los esteros y lagunas le resultó fatal y murió de sed antes de llegar a destino. Otra versión señala que su muerte se debió al con- sumo del agua venenosa de una laguna. Rescatados sus restos por una expedición destacada en su búsqueda, fueron enterrados con veneración en la iglesia de La Cangayé.
La expedición reduccional de Arias salió el 2 de junio de 1780 desde el paraje Los Corrales, cercano al fuerte de San Fernando del Río del Valle, con un contingente de algo más de 120 integrantes. En el trayecto mantuvieron cordiales entrevistas con parcialidades tobas y mocovíes, quienes pedían reducción. EI padre Lapa aprovechaba entonces la ocasión para adoctrinarlos. Según el Diario de la Expedición, el día 6 de agosto llegaron a La Cangayé o Canaganayé, sitio elegido para la reducción. Este vocablo mocoví significaba "laguna tragadora de gente" y tenía su origen en una leyenda, según la cual, antiguamente se produjo allí " sumersión que cuentan hubo muchos años ha, en estas inmediaciones, pereciendo sepultados muchos indios de ambos sexos que ocupaban una numerosa ranchería". Al conocer la noticia de la llegada de Arias los caciques de la zona se acercaron dispuestos a reducirse. No obstante una enfermedad que postró al comandante, temiéndose por su vida, se iniciaron los trabajos de la Reducción el día 10 de agosto y el 13 de setiembre se había colocado ya la piedra fundamental. Arias quería que llevara el nombre de "Nuestra Señora de los Dolores" y Cantillana prefería el de "Santiago Apóstol"; por un acuerdo se la denominó "Nuestra Señora de los Dolores y Santiago", completándose con el nombre del paraje: La Cangayé. Posteriormente el jefe de la expedición salió en busca de un sitio para fundar la otra reducción para los indios tobas. Lo encontró un poco más al N.O. siguiendo el curso del Bermejo, junto a la Laguna de Las Perlas. Allí ordenó construir la Reducción de San Bernardo de Vértiz en homenaje al Virrey, cuyo templo se bendijo el 20 de enero de l781 con la presencia del padre Francisco Morillo que había llegado siguiendo el curso del Bermejo.
Los templos de ambas reducciones fueron construidos con adobes fabricados por los propios indígenas. Estos se congregaron en gran número y fueron provistos de víveres y ropa, mientras eran catequizados por los padres Cantillana y Fray Antonio Lapa. Gabino Arias dispuso entonces el nombramiento de las autoridades de ambos pueblos y designó para dichos cargos a los propios caciques; como teniente de Gobernador designó a Quetaydí con un mandato de 5 años. Con estos actos efectuados el 31 de enero, legalizados por las respectivas actas de fundación, Arias dio por terminada su misión y después de licenciar a las milicias de Salta, resolvió continuar el viaje a Corrientes por el Río Bermejo en compañía del padre Francisco Morillo. El padre Cantillana lo hizo a su vez por tierra.
Conviene señalar que en el establecimiento de estas reducciones fueron utilizados fondos de las cajas reales de Jujuy y el aporte del mismo Arias con ganado y dinero en efectivo. El viaje por el Bermejo le permitió a Gabino Arias registrar todos los detalles topográficos, la vegetación, los grupos étnicos y la fauna existente en ambas márgenes del río. Una vez llegado a Corrientes hecho que ocurrió el día 22 de febrero el jefe de la expedición solicitó al virrey Vértiz autorización para trasladar la sede de la Junta Reduccional a esa ciudad por estar más próxima a los pueblos recién fundados. La nueva Junta solicitó que para el sostén de las nuevas reducciones se adjudicase el ganado existente en la estancia Rincón de Luna, que había sido de los jesuitas, la que sería puesta bajo el control de un administrador. Todo ello fue concedido por el Virrey y aprobado después por el Monarca.
Aunque la actividad de las reducciones del Bermejo tomó un fuerte impulso inicial por la acción de Arias y Cantillana, los incohvenientes derivados de la distancia de los centros poblados y de la falta de recursos hizo muy difícil la labor de los misioneros. Mientras duró la ausencia del padre Cantillana se hizo cargo de la labor evangelizadora el fray Antonio Lapa, pero éste debió abandonar la reducción. La Junta Reduccional solicitó un aumento del sínodo de 200 a 300 pesos anuales, con un adelanto de 150 para hacer frente a los gastos que demandaban dichas reducciones. Todo esto fue aprobado por la Corona pero la burocracia colonial nunca los hizo efectivos, En consecuencia, no hubo permanencia de los misioneros destinados a las reducciones del Bermejo. Al padre Lapa sucedieron los franciscanos Pascual Soto y José Ignacio Pérez, quienes se mantuvieron sólo temporariamente. Las privaciones, los riesgos y las enfermedades los impulsaron a dejar las reducciones a mediados de 1781. Luego pasó el padre Morillo a hacerse cargo de ellas, pero como también tuvo problemas, hubo de volver a atenderlas solo el padre Cantillana, quien lo hizo con ejemplar dedicación a pesar de sus años.
A fines de 1783 fueron designados los padres mercedarios Andrés de Albarenga y Manuel de Avila, pero su estadía a duró pocos meses. Fray Manuel Maldonado comenzó su labor entre los tobas de San Bernardo, pero murió en 1784 y lo reemplazó fray Miguel Godoy. A esta falta de continuidad en la labor misional se sumó el problema económico. El ganado existente en la Estancia Rincón de Luna de Corrientes se había casi extinguido por obra de los malos administradores y la entrega de reses era resistida por los correntinos, pues con esa producción mantenían sus escuelas.
Hacia 1784 residían en La Cangayé 906 mocovíes y 1.070 en San Bernardo. Pero la permanencia de misioneros para atender estas poblaciones seguía siendo difícil, especialmente por el incumplimiento en el pago de sus sínodos.
Pero el incansable Cantillana no estaba dispuesto a desamparar a sus queridos tobas y mocovíes del Bermejo. En 1790 este verdadero apóstol del Chaco logró contar con el concurso de los franciscanos fray Hermenegildo Bordón y fray Enrique Villanueva. A todo esto, los indígenas continuaban fieles al cumplimiento de las paces concertadas con las autoridades y se mantenían en las reducciones a pesar de las graves dificultades ya señaladas. Pero en setiembre de 1791 el Rey lo nombró Deán de la Catedral de Córdoba y pese a sus gestiones para continuar entre los aborígenes, debió tomar posesión de su nuevo cargo en el mes de oc- tubre de ese año. Este alejamiento originó la decadencia de las reducciones del Bermejo y a este resultado concurrieron diversas circunstancias. El juez conservador de los bienes de la Estancia "Rincón de Luna" renunció en 1794 y su reemplazante dilapidó lo que quedaba de ese patrimonio tan necesario para la subsistencia de las reducciones. Por su parte, los curas doctrineros Villanueva y Bordón trasladaron las reducciones a las costas del Río Paraguay, frente a Curupaití, con gran consternación del padre Cantillana quien, desde Córdoba reclamaba contra este desatino. Los caciques principales de La Cangayé y San Bernardo también reclamaron ante las autoridades correntinas el regreso de los curas y el envío de los auxilios prometidos. El propio Virrey, al tanto de la situación, ordenó en enero de 1794 la vuelta de los religiosos al interior del Chaco. Pero el nuevo juez conservador Manuel de Basabe, contrario a la obra del padre Cantillana, aprobó el traslado y le fijó sitio a los indígenas que se encontraban frente a Curupaití, a unas 16 leguas de Corrientes en la costa chaqueña. Esto ocurrió en l 795 y pese a los reclamos de los cabildantes de Corrientes y de los propios aborígenes para volver a sus antiguas reducciones, la situación continuó igual y para 1801 la obra reduccional en el Chaco se hallaba totalmente perdida. Los indígenas, desengañados con las falsas promesas volvieron a sus antiguas costumbres y las guerras intertribales terminaron con esa avanzada de civilización y de fe católica en el interior del Chaco.
Durante muchas décadas estos pueblos quedaron en el silencio con sus ruinas perdidas en el monte chaqueño. Ninguna de las expediciones que llegaron a La Cangayé, desde 1870, pudieron ubicarlas. Recién en 1884 una comisión de ingenieros de la Expedición del General Victorica, al mando del teniente coronel Francisco Host, encontró las ruinas de San Bernardo, efectuó el relevamiento y determinó su posición geográfica. Por decreto No. 12.466, del 17 de diciembre de 1943, el Gobierno Nacional declaró lugar histórico a la Reducción de La Can gayé sin haber hallado sus ruinas, las que fueron encontradas recién en 1945 por el estudioso chaqueño Alfredo Martinet. Al año siguiente, una expedición que partió de Juan José Castelli, integrada por el historiador monseñor José Alumni, el reverendo padre Carlos Lauth y otras personas reconocieron las ruinas confrontándolas con el plano de Arias. Ubicaron la iglesia y la sacristía, levantadas con paredes de adobe, y en el mismo lugar señalado por el plano, a 1,60 mts. de profundidad encontraron los restos del padre Bernardo Sena. Los despojos de este insigne misionero, verdadero mártir de la conquista espiritual del Chaco fueron trasladados al templo parroquial de la localidad de Castelli, donde yacen actualmente debajo de una lápida ente al altar mayor de dicha iglesia. Del estudio de otros restos encontrados junto a las ruinas, pudo .deducirse que en torno a la reducción tuvieron lugar cruentas luchas antes de su abandono definitivo.
Historia del Chaco- Altamirano - Dellamea de Prieto - Sbardella. (para Internet.)