
Martín Rodirguez
En enero de 1815 el Ejército Auxiliar del Alto Perú inició desde Jujuy su avance hacia el Norte, siguiendo el histórico camino de la Quebrada de Humahuaca hasta Uquía. No se ha podido establecer fehacientemente –por no contar con elementos de juicio- si Rondeau tuvo planes concretos para operar en el Altiplano, suponiéndose que su idea inicial puede resumirse en su decisión de apoyar a los caudillos altoperuanos que hostilizaban a los realistas, manteniendo encendida la llama de la independencia.
El Ejército Patriota se componía de 4.000 hombres de las tres armas, encuadrados en las siguientes unidades:
Infantería: Batallón de Cazadores, Regimiento Nº 1 de Infantería “Patricios”, Regimiento Nº 6 de Infantería, Regimiento Nº 7 de Infantería, Regimiento Nº 9 de Infantería.
Caballería: 2 Escuadrones de Granaderos a Caballo, 2 Escuadrones de Dragones del Perú.
Artillería: 2 Baterías de Artillería.
Parque, Columnas de Munición y Bagajes.
El Ejército Realista, con efectivos apreciados en más de 4.500 hombres, contaba solamente con unos 2.000 concentrados en el cuartel general, estando el resto repartido en varios destacamentos alejados, entre los cuales cabe mencionar a una División a las órdenes del coronel Orosco, que integrada por 1.200 infantes, con 4 piezas de artillería, marchó al Cuzco a sofocar el levantamiento del patriota peruano indígena Mateo Pumakahua.
Una de las primeras medidas que adoptó Rondeau al ponerse en movimiento, fue adelantar a Martín Miguel de Güemes en misión de exploración y seguridad, que al frente de sus gauchos avanzó resueltamente hasta las cercanías de Yaví, donde sabía que importantes efectivos enemigos se reunían para ulteriores operaciones. El grueso del Ejército se situó en el siguiente dispositivo: la vanguardia en Humahuaca y los demás cuerpos escalonados entre Tilcara y Uquía, cubriendo con fuertes fracciones los angostos de Yacoraite y Perchel y los accesos hacia la Quebrada desde la Puna y el Oriente Salteño.
La vanguardia, que de acuerdo con las órdenes de Rondeau debía ocupar Humahuaca, a mediados de febrero ya se hallaba en su emplazamiento. Estaba constituida por la caballería (granaderos y dragones) y un batallón de infantería a las órdenes del coronel Martín Rodríguez.
Con la finalidad de establecer contacto con el enemigo para determinar su dispositivo, se adelantó una fracción montada al caserío de El Tejar, distante unas doce leguas al Norte de Humahuaca, estableciéndose en la estancia sin adoptar las más mínimas medidas de seguridad.
El 19 de febrero, Rodríguez, acompañado por una escolta de 40 granaderos que comandaba Mariano Necochea, se hizo presente en El Tejar para inspeccionar la avanzada y obtener informaciones sobre la situación, soltando la caballada a pastar sin tener en cuenta las posibilidades de una sorpresa por parte de los españoles.
En momentos en que Martín Rodríguez recorría el caserío y cambiaba impresiones con el jefe de la avanzada y con los pobladores –en pleno día- el comandante Antonio Vigil, con unos 400 hombres desprendidos desde Yaví por el coronel Olañeta, cayó como una tromba sobre los inadvertidos ocupantes de El Tejar, apresándolos en su casi totalidad. Solamente escapó a la redada el capitán Mariano Necochea, que con 25 soldados intentó resistir en un corral de piedras para salvar aunque fuera el honor y que, ante lo inútil de su actitud, montó a caballo en pelos y gritando: ¡Que me siga el que quiera! y a sablazos se abrió paso entre una abigarrada cortina de bayonetas. Nadie lo pudo seguir y horas más tarde llegaba a Humahuaca con la ropa hecha jirones, poniendo en conocimiento de Rondeau lo acontecido y la suerte corrida por el jefe de la vanguardia y los componentes de la avanzada de El Tejar.
Martín Rodríguez y los prisioneros fueron conducidos al cuartel general español, donde Pezuela dialogó con Rodríguez sobre el estado y la causa de la guerra, llegándose a un acuerdo para sentar las bases para una negociación. Dos factores favorecían el entendimiento: primero, el hecho de que Pezuela, Goyeneche y varios de los jefes que dominaban la política en Lima, eran americanos y, segundo, que en esos momentos carecían de fuerzas para intentar una penetración profunda hacia el Sur, como fuera el sueño del Virrey Abascal.
Pezuela liberó a todos los prisioneros –inclusive a Rodríguez- comprometiéndose éste, a su vez, a obtener la libertad de los coroneles Sotomayor y Huici, cuestión que no consiguió por oponerse terminantemente a ello Rondeau, que en cambio dejó libres a dos viejos coroneles apellidados Suárez y Guiburu”.
Por Mario Antonio Serrano