Güemes,
el mártir de la Patria
Güemes
fue un hombre de una vida llena de renunciamiento, austera, abnegada que
sacó del dolor una fuerza; de la injuria un acicate y de la derrota
una revancha.
Martín
Miguel de Güemes triunfó y hoy está sobre un peñasco
abrillantado de heroísmo y de gloria inmarcesible. Por su prematura
muerte, a los 36 años, no pudo reunirse en el Perú con San
Martín y Bolívar, cuando la patria más lo necesitaba.
Dije
que es un ejemplo para la posterioridad. Güemes nació hidalgo
y esa hidalguía venía de lejos llevaba en su sangre flujos
de nobles que le hubieran permitido vivir para reinar, pero no, prefirió
vivir para sufrir.
Desde
muy niño y después como cadete convivió con el campesino;
lo vio reír y padecer; galopó con él por los montes,
las quebradas y los desiertos. Les enseñó el manejo de las
armas y a querer a la Patria hasta por ella morir. Y su nombre se propaló
como el eco en los cerros y corrió como el agua fresca de los manantiales.
Este
hombre, a quien hoy estamos recordando, a lo largo de su existencia despreció
los bienes materiales para inclinarse a lo espiritual, actitud muy propia
a la de su formación católica.
"Por
defender los sacrosantos derechos de la Patria" estuvo lejos de su
familia y de sus intereses, sometiéndose a privaciones y hasta
momentos afligentes.
Güemes,
gobernante capaz y probo en la dura tarea de forjar la nacionalidad, en
muchas ocasiones llegó a no percibir sus haberes como mandatario
y respaldó con sus bienes gastos de la guerra. En una carta que
le escribe a Belgrano, el 27 de junio de 1818, le dice: "Hoy mismo
marcho a Jujuy... No ha podido ser antes, como he querido, porque usted
sabe que la pobreza, todo lo trastorna y retarda. Pero al fin, he conseguido
que el comercio me supla dos mil pesos, asegurando el pago a letra vista
y afianzándolo con sus bienes. A todo esto me obliga la necesidad
y el amor al país. Confieso a usted que cada cosa de éstas,
es un sacrificio que hago de mi misma persona, ofreciéndola a la
libertad de la patria..."
De
esta pobreza el propio doctor José Redhead, médico de cabecera
de Manuel Belgrano, el 6 de julio de 1813, en carta que le escribe al
Jefe de la Estación Naval de Sud América para proteger el
comercio británico en el Río de la Plata, comodoro Bowles,
le señala, entre otras cosas"... ¡usted puede creerlo!,
los enemigos de Güemes en Tucumán crecen en proporción
de los sacrificios que él hace para defenderlos. En verdad se sienten
movidos por la envidia que, como usted sabe, es la pasión que gobierna
a estos naturales. Él (Güemes) poco se cuida de todo eso:
atiende lo que debe hacer, come asado cuando puede procurárselo,
anda medio desnudo, sin un peso para comprar vino o aguardiente, rara
vez duerme bajo techo y deja a la calumnia inventar cuantas historias
se le antoje...
Andrés
Mendieta(*)
(*)Periodista-Historiador-Presidente
del Inst. Güemesiano de Salta-Vice Presidente del Inst. de San Felipe
y Santiago de Estudios Históricos de Salta.
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