Historia de Salta |
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LAS ELECCIONES EN LA SALTA COLONIAL |
Por Roberto G. Vitry
"Lamentos de un capao", un pasquín en versos dejado anónimamente en una de las esquinas después de concluir "unas reñidas elecciones municipales de Salta, permiten asomarnos a la vida nocturna -familiar y alegre- de esta ciudad y celebrar en el bueno humor demostrado por el vecindario al exteriorizar sus rivalidades políticas". Esta apreciación, de hecho, no fue compartida por el triunfante funcionario quien, ni lerdo ni perezoso envió copia certificada al virrey Sobremonte para que "... comprendiera lo que tiene que sufrir la prudencia de un pueblo ...".
En este reclamo oficial no sólo el capao es motivo de discordia para el gobernante, también lo es el canto al Palomo, aquel en versos, este cantado y vedado (¿qué diría la letra"?). La protesta al poder central trajo como consecuencia una investigación que no aclaró nada por la ambigüedad de las respuestas. El funcionario agregaba para que el virrey comprendiera "lo que tiene que sufrir la prudencia en un pueblo, cuya mayor parte es grosera y que por desgracia abriga algunos altaneros, orgullosos e insolentes porque, en todos los casos ocurridos y representados apenas han experimentado exhortaciones y apercibimientos, de que al tiempo de la notificación, se burlan e inmediatamente se olvida. Es tanto el descaro y el atrevimiento de esta parcialidad que no solamente pasquines y conversaciones de corrillos, sino también en las públicas y en canto a compás de música hacen escarnio y mofa de las autoridades legítimamente constituidas y no rehusan nombrar los corifeos y promotores principales de la perturbación del bueno orden".
Un documento de importancia histórica
Este documento caratulado "Real Audiencia: Expediente sobre elecciones en Salta", que se encuentra en el archivo de la Nación, fue rescatado por don José M. Mariluz Urquijo. La denuncia virreinal había causado efectos y el 27 de septiembre de 1805, Sobremonte escribe al cabildo local para manifestarle su desagrado "y amenazarlo con un riguroso escarmiento en caso de reincidencia". Al alcalde de primer voto, Manuel Antonio Texada, no le queda otra que investigar y en base a las declaraciones de los testigos citados, arribar a una conclusión: "Si saben, les consta o han visto a los actuales individuos de este Ilustre Cabildo... hubiesen manifestado algún júbilo con agravio, injuria o desprecio del señor Intendente Gobernador o de los anteriores capitulares, sacando músicas burlescas y corriendo las calles y casas de éstos y si es cierto que no han estado en otra música que la que dio el cabildo con fuegos en celebridad de la colocación del hospital... Si cuando posesionaron los antecesores individuos del Cabildo, desde prima noche, salió un golpe de música que paró gran rato provocativamente en la esquina de don Francisco Ansedes y Graña con palmeteos, gritos, capador y corneta y siguió en la misma forma por las casas de los capitulares del aquel, teniendo a bien los parientes disimularlos con miramientos al jefe, que los posesionó con nulidad...".
Entre los citados aparecen los nombres de Tomás de Arrigunaga y Archondo, quien respondió "serle constante... que observó que andaba por la calle una gran música, que dicen la pagaba el escribano de gobierno don Isidro Matorras y que a éste le acompañaban otros varios individuos, habiendo asimismo oído que en dicha música se contenían los instrumentos burlescos de cornetas y capados, lo cual no hace memoria a qué personas le oyó contar. Don Juan Nadal y Guarda absuelve de palo a los capitulares pues no sólo no los contempla capaces de ser autores del pasquín incriminado "pero ni de formar un verso". Suponemos que el alcalde captaría la ironía del ambiguo cumplido, pero ante la necesidad de allegar declaraciones favorables a los cabildantes pasa por alto la segunda de dicho Nadal y se limita a recogerlo en las actuaciones.
"Con el fin de acreditar suficientemente que los culpables eran sus rivales, Texada ordena el 29 de octubre comparecer a los músicos para que declaren si la noche en que se posesionaron los capitulares anteriores, recorrieron las calles al son de músicas y subrayaron la algazara con "corneta y flauta de capador", voces y palmoteos. Pero como las últimas elecciones habían sido festejadas de modo parecido y se llamaba a declarar a los músicos sería difícil poner en evidencia el jolgorio de las elecciones anteriores y silenciar el de las recientes, el alcalde decide adelantarse y admitir la utilización de músicos profesionales por parte de su facción y cita a los mismos".
Los músicos: tres negros mulatos y un esclavo.
A la citación acuden los músicos Nicolás Flores, mulato libre de 20 años; José Manuel Paz, mulato libre de 22 años; Manuel Peñalva, mulato de 20 años y Patricio Echanique mulato de 21 años, esclavo del cura Luis Bernardo Echanique. Todos reconocen que las elecciones de los dos últimos años fueron festejadas con melodías callejeras y pagadas por algunos de los miembros de la facción victoriosa. Flores proporciona los siguientes detalles sobre el baile dado en casa de Texada: "estuvieron en casa de dicho señor alcalde un corto rato, mientras se bailó un paspié o dos; que en este tiempo no se cantó, aunque sí se hizo al conducir con la música hasta su casa a la señora contadora no fue en términos de burla y desprecio de persona ni magistrado alguno. Que acompañaron a dicha música don Juan Nadal, don Julián Gregorio de Espinoza, don Pedro Martínez de Vinuesa, don Pedro Ibazeta y otras personas". Por su parte, José Manuel Paz agrega "que es verdad la costumbre que hay en la ciudad de sacar músicas sin motivo ni causa alguna y sin que cause escándalo..." Julián de Espinoza, que acompañó a la Contadora, "que en efecto fueron hasta su casa cantado la conocida por el ´churripampli´(baile con canto que se usó en México), el "zapatero¨ también en la casa de Francisco Graña, estándose antes en lo de San Millán, concluyéndose dicha broma a las diez de la noche en la esquina de la plaza, sin haber precedido tal canto del Palomo. Pedro José de Ibazeta agrega que "esta diversión se cantaron tonos de churripampli, zapatero y uno o dos flayres, sin que se entonase el canto del Palomo, como dice la pregunta, pues éste como recién establecido por la hija de un volantín que pasó por esta ciudad, ninguna lo sabía". El documento no aclara el desenlace del incidente y es fácil advertir la complicidad existente entre los bandos al momento de burlarse el uno del otro.
El Tribuno 04-07-2000