Historias de la Historia |
LA SOCIEDAD DE BENEFICENCIA DE SALTA |
Por Diego Cornejo Castellanos
“El alma de Salta es la esencia de los corazones de Azucena Alemán de Ortíz, de Francisca Uriburu de Castro y de Manuela González de Todd y tantas otras que con el tesoro de la misericordia de sus corazones, fundan seis hospitales en esta ciudad y los dotan de medios propios para su mantenimiento, caso único en la República Argentina”.
on esa elocuencia definió el Dr. Benjamín Villafañe, las virtudes de las damas salteñas y evocaba el perfil de nuestras mujeres, que así como supieron distinguirse con arrojo en las luchas por la emancipación, con equiparable espíritu continuaron volcando todos sus afanes a favor de nuestra comunidad al constituir formalmente el 21 de noviembre de 1864 la Sociedad de Beneficencia de Salta. Su primer antecedente institucional, según consignó el investigador Roberto Vitry en su libro “Mujeres Salteñas”, se remonta al año 1831. En esta obra, desarrolla concienzudamente los diversos avatares por los que transitó dicha sociedad hasta consolidarse orgánicamente.
Resulta de singular relevancia destacar las cláusulas dispositivas del acta fundacional, por la cual las señoras pertenecientes a la aristocracia provincial, determinaron la constitución de esta corporación en favor de los marginados y desamparados “…y considerando que la misión de sexo femenino es la de procurar por todos los medios a su alcance el alivio de los desgraciados que sufren en el lecho del dolor, que necesitan del amparo de la caridad y de la benevolencia…” expresando luego “… que no existe en esta ciudad una sociedad de señoras que formando un centro de acción para dar impulso, dirección, y provecho a los sentimientos de caridad de que están “ponidas” (sic), …hemos convenido en asociarnos con este fin…como el de contribuir a la enseñanza y desarrollo moral de las jóvenes …”. Extensa es la nómina de la socias fundadoras que suscribieron dicha acta, entre ellas se encontraban las siguientes: Josefa Chavarría de Solá, Hortensia Valdés de Cornejo, Isabel Aráoz de Usandivaras, Nieves Avila de Figueroa, Silveria Matorras, Dolores Ceballos de Cornejo, Celestina Urquiza de Funes, Petrona Gautier de Marrupe, Nicolasa Archondo de Portal, Rosa Barrenechea de Ojeda, Emilia Todd de Leguizamón, Catalina Figueroa de Costas, Adela Güemes de Güemes, Martina Silva de Gurruchaga. A continuación, se procedió a la elección de los miembros de la Comisión Directiva, Presidenta: Azucena Alemán de Ortiz, Vice-Presidenta: Antonia Alvarado de Moyano, Secretaria: Modesta Gurruchaga de Alvarez, Tesorera: Josefa Chavarría de Solá y siete vocales.
Damas fundadoras
El 18 de diciembre el Obispo Buenaventura Rizo Patrón, celebró en la antigua catedral una misa solemne y a su término las integrantes de la flamante entidad se dirigieron rumbo al Cabildo donde se hallaba reunida la Sala de Representantes, allí el gobernador de la Provincia, Dr. Cleto Aguirre, acogió favorablemente esta iniciativa acordándole su correspondiente carácter institucional, al tiempo que dictó una serie de disposiciones administrativas tendientes a respaldar los propósitos que movilizaban a las damas fundadoras. El gobierno provincial le otorgó a la Sociedad de Beneficencia, la sede del viejo Hospital del Milagro, que en aquellos años funcionaba en el histórico Hospital San Andrés, que años después vino a constituirse en el Convento San Bernardo, donde se establecieron las hermanas de la Orden de las Carmelitas Descalzas.
Lo ponderable de la labor desplegada por casi tres generaciones de mujeres salteñas, fue, sin duda, la nobleza y entrega con que cumplieron sus actividades, solamente guiadas por un profundo sentido cristiano a través de la ayuda a los desprotegidos, especialmente mujeres, niños y ancianos; en ningún momento hicieron prevalecer intereses ajenos o desnaturalizaron los sentimientos que fueron la motivación primordial en la creación de esta institución.
Esta obra benéfica también proporcionó tanto a niños como a madres jóvenes, el acceso a la instrucción escolar y al aprendizaje de tareas manuales, tales como la fabricación de pan, velas, jabón, de hilado, y otros menesteres, bajo la dirección de una de las primeras educadoras de Salta, doña Benigna Saravia.
La Sociedad, desde sus comienzos, recibió innumerables donaciones y apoyos de particulares, y en otros casos de algunos gobiernos de Salta, pero hasta el final se mantuvo fiel a su esencia, a solventar todo cuanto fuera necesario para su crecimiento con fondos provenientes de sus socias o personalidades señeras de la vida de la provincia, que contasen con recursos económicos propios, destinados a ese fin. Baste recordar a Don Pío Hoyos que donó la esquina ubicada entre la actual avenida Belgrano y calle Balcarce, lo mismo que el Presbítero Isidoro Fernández, de un inmueble adyacente, Don Victorino Solá quien donó la esquina de la Plaza Belgrano y calle Güemes, el General Dionisio Puch remitió desde París, donde residía, la suma de $ 800 y un legado de $15.000, el General Flores, por su parte aportó $ 1.000.
Una de las más consecuentes benefactoras de la Sociedad, fue la abnegada socia y presidenta por largos períodos, doña Manuela González de Todd, quien durante la epidemia del cólera no escatimó dedicación, arrojo y hasta su fortuna personal para socorrer a las víctimas de tal flagelo, lo que mereció el reconocimiento de todos sus comprovincianos. En virtud de ello, el gobierno del Dr. Martín Miguel Güemes el 1º de enero de 1891, le hizo entrega de un Diploma de Honor, la Municipalidad una medalla de plata, y las señoras salteñas le obsequiaron una de oro.
¿Cuál fue el legado tangible para nuestra provincia de la Sociedad de Beneficencia? De orden moral y educativo, su valiosa presencia en el seno de nuestra comunidad resulta difícil de dimensionar, por cuanto en cada ser sufriente, en cada mujer o niño desamparado, sus miembros encontraron una ocasión propicia para vivenciar sus valores cristianos. Y como pruebas irrefutables de sus acciones quedaron para la historia centros de salud, el actual Hospital del Milagro, inaugurado el 13 de noviembre de 1895, la Maternidad Luisa Bernal de Villar, el Hospital para Tuberculosos “Josefa Arenales de Uriburu”, cuyos benefactores fueron los miembros de la familia Girondo Uriburu, en memoria de su antepasada. El Hospital de Niños, inaugurado el 23 de mayo de 1913, gracias al apoyo económico brindado, casi en su totalidad, por el matrimonio de don Francisco Uriburu y su esposa doña Dolores Uriburu de Uriburu. El gobierno provincial cedió una manzana, con destino a su construcción definitiva, ubicada en el extremo norte de la ciudad, que comprendía las actuales avenidas Sarmiento, entre Juan M. Leguizamón y Entre Ríos, entonces se consideraba a éste emplazamiento como un lugar alejado del égido urbano. Tanto los planos como la dirección para la erección del inmueble, estuvieron a cargo del ingeniero Fernando Solá, asistido por el constructor don Carlos Macchi.
Entre los nuevos centros médicos, el que mereció una mayor dedicación de parte de la Sociedad de Beneficencia, fue el Hospital de Niños. Las tareas que allí se desarrollaron, contaron con la desprendida colaboración de las hermanas pertenecientes al Colegio del Huerto, recientemente arribadas a nuestra ciudad desde Italia, por expresa solicitud del Obispo Mons. Julio Campero y Aráoz. Para la concreción de cada una de las tareas no prevalecieron jerarquías entre la presidenta de turno y las demás señoras integrantes de la Sociedad. Todas, diligentemente, cumplieron de manera personal sus actividades, con el objeto de responder en forma eficaz a los múltiples requerimientos del establecimiento, desde proveer los alimentos esenciales, como el prestar servicio a cada uno de los necesitados, y acompañarlos en caso de enfermedad; sólo se rotaban una vez por semana para abocarse a la atención de sus propios familias.
También los hombres secundaron a esta obra de caridad, entre los cuales se distinguieron los doctores Vicente Arias, Moisés Oliva, Joaquín Díaz de Bedoya, José Hilario Tedín, Ignacio Ortiz, Manuel Anzoátegui.
El acompañamiento espiritual en la persona de sus asesores, como el Canónigo Dr. Francisco Castro, los ilustres Obispos Matías Linares y Sanzetenea, Julio Campero y Aráoz, y el primer Arzobispo de Salta Monseñor Roberto José Tavella.
Retomando las manifestaciones del Dr. Benjamín Villafañe, resulta apropiado transcribir otro pasaje de su exposición, al describir los rasgos de la mujer norteña: “…Aquellas mujeres, están vivas en la sangre y el corazón de las beldades de nuestros días. Sus ojos, están sin duda abiertos a alguna otra aurora inmensa, al otro lado de las tumbas, mientras que en este mundo, siguen ardiendo en las pupilas que nos alumbran, con seducción más irresistible que el de las sirenas de la leyenda. De lo único que he sentido orgullo en mi vida, es de llevar su sangre”. Estas encendidas afirmaciones, encuentran asidero en esa inolvidable proeza que se llamó la Sociedad de Beneficencia de Salta.