Por Andrés Mendieta
Tanto
al Congreso y al Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón
les preocupaba Güemes. Alguno de los congresales lo presentaban
como un desertor del ejército, envalentonado por su triunfo
sobre José Rondeau, comparándolo con Artigas y sosteniendo
que, como este, esperaba el momento para actuar contra el Congreso
y constituirse en el más peligroso enemigo de la unión
nacional.
La mayoría
de los miembros del Congreso e incluso el mismo Pueyrredón
llegaron a dudar de la subordinación de Güemes. No captaban
que al contener la invasión de Rondeau, precisamente Güemes
había salvado al Congreso y que al celebrar el acuerdo de
los Cerrillos había demostrado su afán de paz, concordia
y unión nacional.
Numerosos congresales
supieron que Güemes no aceptaría que el Ejército
del Norte retrocediese hasta Tucumán y dejara abandonada
a sus propias fuerzas la Independencia de Salta.
Pese a que la realidad
demostraba una y más veces que el comportamiento del gobernador
de Salta era distinto al que suponían, no cejaba la animosidad
de más de un congresista. Cuando las dudas, las críticas
y hasta las calumnias llegaron a Santiago del Estero el teniente
coronel Juan Francisco Borges salió a enfrentar la difamación
y le escribe a Güemes, el 17 de agosto de 1816, expresándole:
“Sé que tal vez es usted el único
hijo legítimo de la patria y me asiste la confianza de que
le dará el día glorioso que se busca, aunque le cueste
los trabajos y las necesidades inmensas que le hacen sufrir, mientras
los compadres se regalan”.
Por su parte, el doctor Manuel Antonio
de Castro –enviado por Pueyrredón para que averiguara
lo que ocurría en Salta- después de cumplir su mandato
le informó al Director Supremo que esta Intendencia jamás
se separaría de las Provincias Unidas mientras él
la gobernara.