CAPÍTULO IX
El voluntario
La mañana siguiente, cuando Carmen delante de su espejo contemplaba la palidez que los sucesos de la noche habían dejado en su mejilla, vio entrar a su hermano vestido de militar.
--¿Qué es esto, Gabriel? ¡Con un uniforme a cuestas!
--Ya lo ves, querida mía; he endosado la casaca y soy una plaza más en el batallón Arauro, que hasta hoy guarneció Lima.
--¡En el Arauro!
--Si, y en la compañía del capitán Salgar... ¿Pero nada más ves en mí?
--Calzas espuelas. ¿Te marchas?
--Marchamos al campamento, que está entre Baquíjano y Bellavista; y dos horas después nos embarcamos para Arica(1).
--Se va. ¡Corazón! ¡cuánto lo amas todavía!
--En la madrugada el cuerpo ha recibido orden de partir, y el «Leónidas» nos espera en Bocanegra, donde nos embarcaremos para evitar los fuegos del castillo.
Sabe Dios que yo no amo la vida de soldado; pero me arrojan en ella ¿sabes qué?
--¡Penas de amor!
--¡Sí! ayer perdí la esperanza ya; Irene partió con su madre a España.
--¡Partió!-- murmuró Carmen. --¡Maldición¡ ¿y mi venganza? ¡Oh! ¡al menos, quiero verle a él; gozarme en su dolor!
Y volviéndose a su hermano
--Gabriel-- le dijo, --no nos separemos tan presto; quiero acompañarte hasta la playa. Voy a prevenir a mi tía, pido el coche y parto.
--Mucho lo agradeceré, hermanita; pero, apresúrate. El batallón está formado y va a ponerse en marcha.
(1) Después de la Guerra del Pacífico (1879-1883), Arica pasará a ser parte de Chile.