Creció
como un lirio rodeado de espinas…
Por Andrés
Mendieta
“Abre
nuestros ojos, Señor, para que podamos verte a Ti en nuestros
hermanos y hermanas. Abre nuestros oídos, Señor, para
que podamos oír las invocaciones de quien tiene hambre, frío,
miedo, y de quien se siente oprimido. Abre nuestros corazones, Señor,
para que aprendamos a amarnos los unos a los otros com Tú
nos amas. Danos de nuevo tu Espíritu, oh Señor, para
que nos volvamos un solo corazón y una sola alma en tu nombre.
Amén”
(Beata
Teresa de Calcuta)
Al
intentar redactar esta nota surgió un corcoveo en mi mente
como dictándome hacer una historia sobre otra historia. No
es un juego de palabra sino poner a juicio de los lectores algunos
entretelones sobre la vida de una destacada dama salteña
que en los inicios del siglo XIX, ennegreció los valimientos
de su riqueza y la fascinación de una vida pomposa para resplandecer
sus virtudes de un alma pura y sencilla, en cuyo corazón
se anidó la mansedumbre de la humildad que la hace objeto
de predilección hacia Dios.
Me estoy refiriendo a Doña
Manuela Martínez de Gangas y Tineo, nacida en Salta el 25
de junio de 1759, proveída de una clara lucidez, una apasionada
misericordia, de un magnánimo corazón y una constante
perseverancia para alcanzar su engrandecido propósito. Enseñaba
doctrina a los humildes y criados; vestía con toda modestia
en vez de hacerlo con lujosas prendas y ostentando valiosas joyas.
Inspirada en ofrecer tanto parte de su fortuna como su sabiduría
resolvió fundar un colegio de educandas y de huérfanas,
“para que con el santo temor de Dios se formaran mujeres útiles
a la República Cristiana”. El 15 de agosto de 1824
dejó inaugurado solemnemente el Colegio de Jesús destinado
a formar y educar a niñas de nuestra sociedad y a sostener
niñas pobres y desamparadas; donando, para tal fin, su casa
y sus bienes, bajo la dirección de religiosas carmelitas
llegadas de Catamarca, institución que en el correr del tiempo
pasó momentos de serias contradicciones. Problemas económicos
¡cuándo no!; el envejecimiento y muerte de algunas
de las religiosas, la ancianidad de otras hacían prácticamente
insostenible el funcionamiento del Colegio, El mismo comenzó
a funcionar en la vivienda propia de ésta gentil mujer que
amó a sus semejantes ubicada en la actual calle Belgrano,
entre Balcarce y Mitre.
Como única recompensa solicitó
ser admitida como una de las tantas huérfanas, a la vez que
renunciaba de su apellido para tomar el nombre de: “Manuela
Esclava del Corazón de Jesús y de María Santísima
del Rosario”. Soltera y con más de 40 años,
Ante la poca estabilidad o duración del Colegio la ancianidad
de otras y los apremios económicos pidieron al obispo Pablo
Padilla y Bárcenas que gestionara la venida de otras religiosas
para que continuaran con la obra bajo la advocación del Sagrado
Corazón de Jesús que “reuniera las condiciones
propias para responder a los fines propuestos por la fundadora (Manuela
de Tineo) al donar el Colegio, y, si fuera posible, fuese “también
dedicado al culto del Sagrado Corazón de Jesús”.
El prelado de inmediato orientó sus gestiones a Córdoba
donde tenía como amigo al sacerdote David Luque, y donde
funcionaba el Instituto de las Esclavas del Corazón de Jesús,
cuyos títulos y fines respondían a aquellos.
El doctor David Luque y la hoy Sierva
de Dios Madre General de la Congregación Catalina de María
Rodríguez, en tiempo sumamente breve, respondieron favorablemente
el pedido de Monseñor Padilla y designaron quienes deberían
trasladarse a Salta. Ellas fueron: la Madre María de San
Luis Zapata, como rectora; Madre María Vicenta Luque, como
vicerrectora; y las hermanas María Clara Castellanos, María
Ascensión Colazo, Juana de la Cruz Torres y Josefa de María
Farías, que se desempeñaría como coadjutora.
Y de esta manera en 1887 asentó sus reales la congregación
de las Esclavas del Corazón de Jesús, un orgullo para
Salta.
Los restos
de Dña. Manuela Martínez de Gangas y Tineo descansan
en la capilla del Colegio de Jesús de Salta
Doña Manuela Martínez
de Tineo falleció el 11 de marzo de 1827, cuyos restos descansan
cerca del altar mayor de la Capilla del Colegio de Jesús.
DONACIONES
Doña Manuela, que vestía
los hábitos de las carmelitas, después de donar su
casa para que funcionara el Colegio, hizo lo `propio con dos estancias
que había heredado (La Quesera y Los Guachos); un esclavo
nombrado Solano; crucifijos, cuadros, imágenes y ornamentos
para la celebración del Santo Oficio; la corona de espina
y la primitiva cruz del Señor del Milagro que llegara a Salta
en 1592.
ANEDOCTARIO
Los 182 años de la vida del
Colegio guarda interesantes anédoctas, tales como: las alumnas
debían levantarse a la cinco y media de la mañana
(en invierno a las seis y media), a las diez y media se almorzaba
y de veinte a veintiuna se cenaba una ligera colación. El
resto de las horas estaban distribuidas para la limpieza de los
dormitorios, oír misa, estudio, recreo y cultivo de jardín.
En el reglamento del Colegio, de
acuerdo a la constitución de 1855, confeccionado por los
Concejos Municipales y de acuerdo a ello el pago por parte de las
alumnas internas debía hacerse efectivo y por adelantado
de cien pesos bolivianos por trimestre. La nación no emitía
divisas (1860/1861) y se debía que recurrir a la moneda del
vecino país.
Durante la gestión de Martín
Güemes y cuando imperaba el liberalismo en el país,
el Estado se enfrentó con la Iglesia. El gobernador tuvo
un disgusto con el personal del Colegio y mandó a desalojar
a las religiosas de la casa. Las hermanas abandonaron el Colegio
para alojarse en una casa particular por espacio de varios días.
Para cuidar las dependencias se anotó una pobre viejecita
condicionando que “no viviría en la pobreza como las
hermanas”. El gobierno “debía otorgarle una fuerte
pensión, con un buen desayuno con chocolate y buena mesa”.
Claro está que estas pretensiones no fueron aceptadas y se
optó por el regreso de las monjas.
La imagen
del Niño Jesús donada por Dña. Manuela conocido
como "El Toñito" es la más antigua que
se tiene en Salta
En otra ocasión la Madre
Dolores Torena fue llevada a la Policía porque hizo tocar
las campanas por unas rogativas, a pesar de la prohibición
existente emanada por el Gobierno. A este episodio se lo conoce
como el “conflicto de las campanas”, tema que será
tratado oportunamente.
Finalizando esta recopilación
de recuerdos hay uno digno de destacarse. Durante la epidemia de
cólera (1886/87) que azotó a gran parte del país
Salta no estuvo ajena a soportar este flagelo. Sobre una población
de 121.900 habitantes el mal atacó a 3.566 personas, de las
cuales fallecieron 1.341. Entre estas últimas figuran dos
religiosas del Colegio de Jesús. Madre Dolores de la Concepción
Torena y la hermana Eloísa Diez Gómez.