La
noticia, reflejada a través de la prensa, representa no ya
nuestro pan de cada día sino al aire que se respira y la
comunión espiritual del hombre con el hombre. Este, el hombre,
siempre estuvo ávido de ser informado y las primeras crónicas
en el mundo, se encuentran en el Antiguo Testamento. Tenía
un sentido histórico propiamente dicho. Los sucesos se hilvanan
de siglo en siglo; saltan a veces sobre centenas de años
pero documentan los acontecimientos de la tierra desde sus oscuros
orígenes, a través de milenios.
Todo pasa como los
ríos, como las nubes, como el humo, como el viento pero la
historia de los pueblos, según la rotunda afirmación
del poeta romano: “non ovnis moriar”, “no ha de
morir del todo”.
La primera publicación
Cada setiembre, mes tan caro para
los sentimientos de los salteños por los cultos en honor
al Señor y la Virgen del Milagro, se conmemora un nuevo cumpleaños
de la aparición de la primera publicación periodística
que veía la luz en nuestra provincia: “La Revista Mensual
de Salta”, bajo la dirección de José Ildefonso
Álvarez de Arenales. Este acontecimiento se registró
un día 30 del año 1824.
Durante el gobierno del Brigadier
Juan Antonio Álvarez de Arenales –hermano de José
Ildefonso- el presidente Bernardino Rivadavia, ante gestiones del
Agente de Negocios de la Provincia de Salta, don Victorino Solá,
dispuso que la vieja prensa de los Niños Expósitos
fuera cedida a Salta. Por ella se debió pagar la suma de
cuatrocientos cincuenta y siete pesos con cinco reales, de acuerdo
a una tasación efectuada por Guillermo Cooke en su calidad
de inspector del establecimiento tipográfico del Estado,
fechado el 25 de abril de 1824.
La “Revista Mensual de Salta”
–de acuerdo a datos obtenidos en “La Imprenta en Salta
– Cien Años de Prensa (1824-1924)” de Miguel
Solá- salió hasta el 5 de marzo de 1825.
Una vez obtenida la imprenta se
necesitaba contar con un impresor. Para ello fue contratado Hilario
Ascasubi, en 31 de agosto de 1824; quien alternó sus tareas
con una importante labor literaria. La prensa de los Niños
Expósitos, después “Imprenta de Salta”,
sirvió al Estado hasta 1867; fecha en que sus tipos y elementos
de la máquina fueron utilizados por el pueblo en su denodada
defensa como proyectiles ante la invasión de Felipe Varela.
Así el fervor popular destinó componentes de la primera
impresora que tuvo Salta en una causa justa.
El primer impresor
Considero injusto en esta apretada
síntesis de recordación de la primitiva publicación
aparecida en esta provincia, no evocar la figura de Hilario Ascasubi,
nacido en la localidad cordobesa de Fraile Muerto en 1807.
Con sentido aventurero a los doce
años abordó un barco que se dirigía a la Guayana
francesa fue hecho prisionero y trasladado a Lisboa, desde donde
logró huir recorriendo posteriormente Francia, Inglaterra
y Norte América, para regresar al país en 1822 .
El primer impresor y redactor que
tuvo “La Revista Mensual de Salta” publicó en
ella algunos versos tales como “Canto a la Victoria de Ayacucho”
descubriéndose, además, como poeta gauchesco, siendo
el precursor de José Hernández. También empuñó
las armas cuando las tropas imperiales brasileñas invadieron
el territorio argentino y participó en la batalla de Ituzaingó.
Aquí, ante la lectura extraída
tanto en páginas que se difunden por Internet como en algunos
libros surge que hay muchos que ignoran la realidad histórica
haciendo sus inquisiciones detrás de un escritorio, utilizando
la fantasía o rasgos novelescos. Por ejemplo, encuentro en
uno de los artículos dice que Hilario Ascasubi, “apasionado
por la tormentosa política de su tiempo, se enroló
como soldado de Güemes”. Injustificable error. Martín
Miguel de Güemes falleció el 17 de junio de 1821 mientras
que Ascasubi vino a Salta tres años después, cuando
ya había extinguido los motivos del accionar de la guerra
gaucha.
Formó parte de efectivos
militares bajo la conducción de José María
Paz y Juan Galo Lavalle. Años después durante el gobierno
de Juan Manuel de Rosas fue un tenaz oponente hasta sufrir las penurias
las penurias de una cárcel. Aquella frase de: Es preferible
morir entre rejas que morir libre de rodillas” hizo carne
en Ascasubi y desde su reclusión siguió combatiendo
con la pluma. Era allí donde se enviaba a los infelices presos.
Estando Ascasubi encarcelado se escapó arrojándose
al río, siendo recogido por un barco inglés que lo
trasladó hasta Montevideo donde instaló una panadería
que, con el tiempo sirvió de centro de reunión de
refugiados argentinos. De impulso combativo contra Rosas escribió
con el pseudónimo de “Paulino Lucero” y después
de Caseros, cuando retornó al país, enderezó
sus ataques contra Justo José de Urquiza firmando “Aniceto
Gallo”. Bartolomé Mitre lo comisionó a Francia
donde vivió hasta 1865, año en que regresó
a su patria hasta su muerte acaecida el 17 de noviembre de 1875.
Vicente López dijo de Ascasubi “Su pluma será
eterna como la tierra y la naturaleza de nuestro país”.
La primera imprenta
En lo que respecta a la primera
impresora que llegó a Salta se trata de la misma que fuera
introducida por los jesuitas en 1761 para la Universidad de Córdoba.
Esta serviría para “los muchos gastos y trabajos que
tiene la casa de estudios, en los frecuentes papeles que tiene que
imprimir, no habiendo imprenta alguna en las tres Provincias de
Buenos Aires, Tucumán y Paraguay”. Ocurrida la expulsión
de los jesuitas en 1767 el progresista virrey Juan José Vértiz
obtuvo del rector de la Universidad de Córdoba, fray Pedro
José de Parras, su adquisición, para fundar en Buenos
Aires la Imprenta de los Niños Expósitos, de tan justa
celebridad en los anales de la cultura argentina.
Finalmente, cabe consignar que la
primera imprenta que llegó a Salta entre los años
1867 y 1874 estuvo abandonada, época que fue puesta en funcionamiento
para la publicación de papeles de gobierno, periódicos
y otros escritos. En 1885 sirvió para editar el primer periódico
defensor del obrero bajo la dirección de Agustín Arias
Chavarría. Con posterioridad fue trasladada a Cafayate y
en 1882 dio a luz “El Progreso” y nueve años
después a “El Calchaquí”. Esta ciudad
también sirvió para editar “La Unión
Calchaquí” y “La Verdad”, que circularon
en la primera década del siglo XX.