Los restos del General Arenales descansan en Salta

Por Diego Cornejo Castellanos

“El es digno de mandar por su honradez acrisolada, por su habitual prudencia y la serenidad de su coraje”. General José de San Martín


En la Plaza 9 de julio de nuestra ciudad, se erige para orgullo de los salteños, el majestuoso monumento que recuerda la figura del brigadier general don Juan Antonio Alvarez de Arenales. Muchos quizá, desconozcan los méritos que acreditó su persona a favor de la libertad de América, como también por haber sido uno de los más estrechos colaboradores y amigos, con los que contó el general don José de San Martín para consolidar su épica acción emancipadora de los pueblos, que pertenecieron al antiguo Virreinato del Río de la Plata.

Nacido en la villa de Reinosa, Castilla la Vieja, España, el 13 de junio de 1770, a la muerte de su padre se incorporó a la carrera de las armas, respondiendo a los íntimos deseos de su vocación. Embarcado hacia América, arribó a Buenos Aires. Comenzó sus primeras acciones en la Banda Oriental por un lapso –aparentemente- de casi tres años. Contaba tan sólo 24 años de edad, cuando el Virrey del Río de la Plata don Nicolás de Archondo lo distinguió con el grado de teniente coronel de milicias de Buenos Aires.

En 1809 se iniciaron en el Alto Perú –hoy Bolivia- los movimientos independentistas revolucionarios. En ese momento Arenales ejercía allí funciones. Aún así, adhiere al primer levantamiento libertario producido el 25 de mayo de 1809 en Chuquisaca. Pese a su origen español, Arenales se incorpora a partir de allí a la “causa americana”, con decidido ímpetu.

Debido a la reacción de las autoridades realistas ante tal suceso, Arenales decide emprender su regreso a Salta, donde se radica y contrae matrimonio con doña Serafina de Hoyos y Torres, de cuya unión nación una prolífica descendencia. Múltiples fueron sus descollantes acciones tanto en el ejercicio de funciones de relevancia en el ámbito político-institucional, como en memorables combates, en sus primeras actuaciones militares tuvo como jefe inmediato al general Manuel Belgrano, participó a sus órdenes en la Batalla de Salta (1813). Luego, bajo la égida de San Martín, proyectó su deslumbrante participación en las luchas por la Independencia. Fue gobernador de Salta (1824) y también de Cochabamba. Con éxito evidenció sus aptitudes militares en la primera y segunda “Campaña a la Sierra” encabezada por San Martín.

La historia inmortalizó su nombre al comandar al ejército patriota que triunfó en la batalla de “La Florida” en 1814. El historiador salteño Roberto Vitry refiriéndose a tan arrolladora victoria afirmó: “El triunfo de la Florida” casi termina con la vida del prócer: Arenales, solo ya, sigue peleando sin pensar en rendirse. Un feroz hachazo le tiene el cráneo abierto en uno de sus parietales. Su cara está tinta en sangre”. Concluye este investigador: “En fin: trece heridas tienen despedazada su cara, su cabeza y su cuerpo –por lo que sus adversarios le llamarían con el apodo de “El Hachado”, y todas están manando sangre”. San Martín llamaba a Arenales “compañero y amigo”. Concluida la entrevista de Guayaquil, -1822- en reconocimiento por su coraje y leal colaboración, el Padre de la Patria delegó en él el mando de las tropas a su cargo, informando su decisión a Bolívar.

Formación Militar sobre calle Caseros en ocación de la inauguración del Monumento al Brig. Gral. Don José A. Alvarez de Arenales - durante la Gobernación de Dr. Joaquín Castellanos - 1919

En 1831 Arenales decidió emigrar a Bolivia, enfermo y atribulado por las luchas políticas que se desarrollaban en nuestra provincia. Emprendió el camino del destierro y acompañado por su hija María Josefa Alvarez de Arenales de Uriburu y por su yerno el coronel de milicias don Evaristo Uriburu y Hoyos. En noviembre de ese año arribaron a Moraya, pueblecito a doce leguas de La Quiaca. Alojado en la casa del prelado Pizarro, su salud se agravó, falleciendo el 04 de diciembre de 1831. Su sepelio se efectuó al dia siguiente.

María Josefa Alvarez de Arenales de Uriburu - hija del prócer

El historiador Fermin V. Arenas Luque aportó datos valiosos en cuanto al destino que sufrieron los restos mortales de héroe de “La Florida”: “Cuando un terrible temblor sacudió al pueblo de Moraya, la iglesia parroquial se derrumbó. Las sepulturas se removieron y por esta macabra circunstancia algunas fueron objeto de actos profanatorios. Con el propósito de que pudiese ocurrir lo mismo con los restos de Arenales, el coronel Pizarro los sacó del lugar en que se hallaban y los depositó en el osario común, excepto la calavera, que quedó en poder de dicho militar”. Tiempo después, en 1874, la calavera del prócer fue remitida desde Moraya a Buenos Aires, para ser entregada a su hija María Josefa Alvarez de Arenales de Uriburu, permaneciendo en poder de sus descendientes hasta fines de la década de 1950.

Cnel. Evaristo Uriburu y Hoyos - yerno de Arenales

A lo largo del Siglo XX, en nuestra provincia, se promovieron múltiples iniciativas tendientes a tributarle los debidos homenajes y el justo reconocimiento por la sobresaliente actuación del general Arenales, una de ellas, de gran significación, fue la que impulsó al Primer Arzobispo de Salta, el insigne monseñor Roberto J. Tavella, quien interpretó cabalmente el deseo de los salteños para que sus restos descansen en la tierra en donde consolidó su hogar y en la cual ejercitó su mandato como gobernador.

Monseñor Tavella decidió contactarse con los descendientes directos del prócer en Salta, sus sucesores Uriburu Arenales, que a la sazón la integran las familias: Castellanos Uriburu y Zorrilla Uriburu, al tiempo que remitió una carta a los otros miembros de la familia Uriburu Arenales, residentes en Buenos Aires, con el objeto de solicitarles la remisión de sus restos mortales, a fin de que los mismos descansen en el Panteón de las Glorias del Norte, en virtud de los nobles servicios prestados a la Patria.

En uno de los párrafos más salientes de la misiva de Monseñor Tavella al doctor Guillermo Uriburu Roca afirmaba: “... la presencia de esta reliquia, vendría a completar la constelación sanmartiniana de Arenales, Alvarado, y Güemes, los puntos básicos de la estrategia del Gran Capitán, que tendrán en el Panteón de las Glorias del Norte de nuestra Catedral, el reposo junto con la admiración de Salta, su tierra amada, y de todos los americanos”. En la Capital Federal, reunidos los sucesores del prócer en el domicilio de la señora Agustina Roca de Uriburu, estos procedieron a labrar una escritura pública por la entrega de tan inestimable tesoro familiar, ante el escribano Luis. M. Aldao Unzue, encontrándose presentes en esa ocasión los doctores Atilio y Pedro T. Cornejo, quienes posteriormente trasladaron la urna provisoria a Salta.

Una vez arribados a Salta, monseñor Tavella convino en atesorar dicha reliquia en la Capilla Privada del Arzobispado, hasta tanto se concluyesen con los trabajos de armado de la urna definitiva. Posteriormente en la sede del Comando de Ejército con asiento en nuestra ciudad, y ante la presencia de autoridades civiles, militares eclesiásticas y miembros de la familia del prócer, uno de sus sucesores, don Federico Castellanos Uriburu procedió a introducir la calavera de su antepasado en la urna que actualmente se encuentra en el referido Panteón.

Dn. Federico Castellanos Uriburu procede a introducir la calavera de Arenales en la urna que actualmente se encuentra en el Panteón de las Glorias del Norte

De este modo, aquél joven español, que se sumara con denuedo a la guerra por la libertad americana y que luego de sobrellevar una existencia fraguada de triunfos y contrastes, hoy es motivo de tributo y gratitud del pueblo salteño y de los miles de hombres y mujeres que visitan Salta. Todo lo entregó en aras de sus ideales independentistas, legando para la historia, su testimonio de nobleza humana y su gallardo temple militar.