Nacido
en Salta en 1770, aunque existe otra versión histórica
que dice que nació en España (Villa de Reinoso), de
todas formas nadie puede discutir su importancia en la historia de
Salta y de la Nación; murió en Bolivia el 4 de diciembre
de 1831. Llegó a Buenos Aires en 1784. Educado por sus
parientes para ser sacerdote, eligió la carrera militar. Tras
concluir sus estudios militares, fue enviado al Alto Perú (la
actual Bolivia), donde se unió al movimiento
revolucionario de Chuquisaca (hoy en día Sucre,
en Bolivia).
El
25 de mayo de 1809 creó la primera Junta que rompió
con las autoridades coloniales españolas. Se convirtió
en dirigente de los indios contra la opresión y desconsideración
del gobierno. Comandante de las fuerzas patriotas. Derrotada la rebelión
por las tropas pro realistas de Goyeneche, Arenales se salvó de
la ejecución en mérito a sus destacados antecedentes
pero fue enviado como prisionero a los calabozos del Callao.
Escapó
y regresó a su hogar en Salta desde donde respaldó la
revolución porteña. El 20 de febrero de 1813, participó
a las órdenes de Manuel Belgrano en la victoria independentista
obtenida en la batalla
de Salta. Solicitó a la Asamblea del Año
XIII que le emitiera un documento designándolo ciudadano de
las Provincias Unidas del Río de la Plata. Nombrado gobernador
de Chuquisaca, se encontró aislado por las derrotas patriotas
de Vilcapugio y Ayohuma.
Organizó
la guerra de guerrillas tan exitosamente que Pezuela se vio forzado
a abandonar las provincias norteñas argentinas para proteger
la retaguardia realista. Arenales reocupó Chuquisaca y luego
se unió a las fuerzas de Rondeau en su tercer intento por incorporar
el Alto Peni (Bolivia) a la revolución. Posterior a la derrota
de Sipe Sipe, encabezó la retirada hacia Tucumán, donde
permaneció hasta que estalló la guerra civil.
Cruzó
los Andes hacia Chile donde San Martín estaba preparando su
expedición libertadora al Perú. Arenales fue bienvenido
por San Martín quien lo designó al mando de una división.
Tras su arribo al Perú se hizo cargo de las dos importantes
campañas a las sierras para obtener el control sobre esa área
antes que los realistas pudieran utilizarlas como base de operaciones.
En
1821 fue enviado al Perú para encargarse de dos importantes
campañas en las sierras. Tras la proclamación de independencia
del Perú, fue nombrado gobernador de las provincias norteñas
del futuro territorio argentino, con responsabilidad sobre la instrucción
de las tropas y la preparación de la campaña al Ecuador.
En 1822 solicitó su retiro, tras la partida de San Martín
del Perú. El gobierno peruano lo gratificó con el rango
de gran mariscal.
Gobernador
de Salta desde 1823 procuro establecer un gobierno liberal como el
de Rivadavia en Buenos Aires. Envió tropas para colaborar en
la Guerra contra el Brasil.
En
1827 una revuelta encabezada por José Francisco Gorriti y Dionisio
Puch se propuso derrocar a Arenales. El
gobernador envió una tropa de trescientos hombres al mando
de Coronel Bedoya, quien se enfrentó contra una fuerza de ochocientos
disidentes en la decisiva batalla de Chicoana, el 7 de febrero de
1827. La derrota de las tropas oficialistas ocasionaron que Arenales
y sus partidarios se exiliaran en Bolivia.
Brigadier
General Juan Antonio Alvarez de Arenales, fallecido en Moraya, Bolivia,
en el año 1831 en la casa del Coronel José Manuel Pizarro
y sepultado allí en el osario común a excepción
del cráneo, conservado por el Coronel Pizarro y entregado a
doña Josefa Arenales de Uriburu, su hija y esposa del Coronel
Evaristo de Uriburu en la ciudad de Buenos Aires. Recién en
mayo de 1959 llegaron a Salta los restos del Brigadier General Arenales
al sitial que tenía reservado dentro del "Panteón
de las Glorias del Norte de la República", tras cumplirse
una emotiva ceremonia cívico militar en el templo mayor de
Salta. Gobierno de don Bernardino Biella Maggi.
Por Diego Cornejo
Castellanos
“El es digno
de mandar por su honradez acrisolada, por su habitual prudencia y
la serenidad de su coraje”. General José de San Martín
En la Plaza 9 de julio de nuestra ciudad, se erige para orgullo de
los salteños, el majestuoso monumento que recuerda la figura
del brigadier general don Juan Antonio Alvarez de Arenales. Muchos
quizá, desconozcan los méritos que acreditó su
persona a favor de la libertad de América, como también
por haber sido uno de los más estrechos colaboradores y amigos,
con los que contó el general don José de San Martín
para consolidar su épica acción emancipadora de los
pueblos, que pertenecieron al antiguo Virreinato del Río de
la Plata.
Nacido
en la villa de Reinosa, Castilla la Vieja, España, el 13 de
junio de 1770, a la muerte de su padre se incorporó a la carrera
de las armas, respondiendo a los íntimos deseos de su vocación.
Embarcado hacia América, arribó a Buenos Aires. Comenzó
sus primeras acciones en la Banda Oriental por un lapso –aparentemente-
de casi tres años. Contaba tan sólo 24 años de
edad, cuando el Virrey del Río de la Plata don Nicolás
de Archondo lo distinguió con el grado de teniente coronel
de milicias de Buenos Aires.
En 1809 se iniciaron
en el Alto Perú –hoy Bolivia- los movimientos independentistas
revolucionarios. En ese momento Arenales ejercía allí
funciones. Aún así, adhiere al primer levantamiento
libertario producido el 25 de mayo de 1809 en Chuquisaca. Pese a su
origen español, Arenales se incorpora a partir de allí
a la “causa americana”, con decidido ímpetu.
Debido a la reacción
de las autoridades realistas ante tal suceso, Arenales decide emprender
su regreso a Salta, donde se radica y contrae matrimonio con doña
Serafina de Hoyos y Torres, de cuya unión nación una
prolífica descendencia. Múltiples fueron sus descollantes
acciones tanto en el ejercicio de funciones de relevancia en el ámbito
político-institucional, como en memorables combates, en sus
primeras actuaciones militares tuvo como jefe inmediato al general
Manuel Belgrano, participó a sus órdenes en la Batalla
de Salta (1813). Luego, bajo la égida de San Martín,
proyectó su deslumbrante participación en las luchas
por la Independencia. Fue gobernador de Salta (1824) y también
de Cochabamba. Con éxito evidenció sus aptitudes militares
en la primera y segunda “Campaña a la Sierra” encabezada
por San Martín.
La historia inmortalizó
su nombre al comandar al ejército patriota que triunfó
en la batalla de “La Florida” en 1814. El historiador
salteño Roberto Vitry refiriéndose a tan arrolladora
victoria afirmó: “El triunfo de la Florida” casi
termina con la vida del prócer: Arenales, solo ya, sigue peleando
sin pensar en rendirse. Un feroz hachazo le tiene el cráneo
abierto en uno de sus parietales. Su cara está tinta en sangre”.
Concluye este investigador: “En fin: trece heridas tienen despedazada
su cara, su cabeza y su cuerpo –por lo que sus adversarios le
llamarían con el apodo de “El Hachado”, y todas
están manando sangre”. San Martín llamaba a Arenales
“compañero y amigo”. Concluida la entrevista de
Guayaquil, -1822- en reconocimiento por su coraje y leal colaboración,
el Padre de la Patria delegó en él el mando de las tropas
a su cargo, informando su decisión a Bolívar.
Formación
Militar sobre calle Caseros en ocación de la inauguración
del Monumento al Brig. Gral. Don José A. Alvarez de Arenales
- durante la Gobernación de Dr. Joaquín Castellanos
- 1919
En 1831 Arenales decidió
emigrar a Bolivia, enfermo y atribulado por las luchas políticas
que se desarrollaban en nuestra provincia. Emprendió el camino
del destierro y acompañado por su hija María Josefa
Alvarez de Arenales de Uriburu y por su yerno el coronel de milicias
don Evaristo Uriburu y Hoyos. En noviembre de ese año arribaron
a Moraya, pueblecito a doce leguas de La Quiaca. Alojado en la casa
del prelado Pizarro, su salud se agravó, falleciendo el 04
de diciembre de 1831. Su sepelio se efectuó al dia siguiente.
María
Josefa Alvarez de Arenales de Uriburu - hija del prócer
El historiador Fermin
V. Arenas Luque aportó datos valiosos en cuanto al destino
que sufrieron los restos mortales de héroe de “La Florida”:
“Cuando un terrible temblor sacudió al pueblo de Moraya,
la iglesia parroquial se derrumbó. Las sepulturas se removieron
y por esta macabra circunstancia algunas fueron objeto de actos profanatorios.
Con el propósito de que pudiese ocurrir lo mismo con los restos
de Arenales, el coronel Pizarro los sacó del lugar en que se
hallaban y los depositó en el osario común, excepto
la calavera, que quedó en poder de dicho militar”. Tiempo
después, en 1874, la calavera del prócer fue remitida
desde Moraya a Buenos Aires, para ser entregada a su hija María
Josefa Alvarez de Arenales de Uriburu, permaneciendo en poder de sus
descendientes hasta fines de la década de 1950.
Cnel.
Evaristo Uriburu y Hoyos - yerno de Arenales
A lo largo del Siglo
XX, en nuestra provincia, se promovieron múltiples iniciativas
tendientes a tributarle los debidos homenajes y el justo reconocimiento
por la sobresaliente actuación del general Arenales, una de
ellas, de gran significación, fue la que impulsó al
Primer Arzobispo de Salta, el insigne monseñor Roberto J. Tavella,
quien interpretó cabalmente el deseo de los salteños
para que sus restos descansen en la tierra en donde consolidó
su hogar y en la cual ejercitó su mandato como gobernador.
Monseñor Tavella
decidió contactarse con los descendientes directos del prócer
en Salta, sus sucesores Uriburu Arenales, que a la sazón la
integran las familias: Castellanos Uriburu y Zorrilla Uriburu, al
tiempo que remitió una carta a los otros miembros de la familia
Uriburu Arenales, residentes en Buenos Aires, con el objeto de solicitarles
la remisión de sus restos mortales, a fin de que los mismos
descansen en el Panteón de las Glorias del Norte, en virtud
de los nobles servicios prestados a la Patria.
Dn. Federico
Castellanos Uriburu procede a introducir la calavera de Arenales
en la urna que actualmente se encuentra en el Panteón de
las Glorias del Norte
En uno de los párrafos
más salientes de la misiva de Monseñor Tavella al doctor
Guillermo Uriburu Roca afirmaba: “... la presencia de esta reliquia,
vendría a completar la constelación sanmartiniana de
Arenales, Alvarado, y Güemes, los puntos básicos de la
estrategia del Gran Capitán, que tendrán en el Panteón
de las Glorias del Norte de nuestra Catedral, el reposo junto con
la admiración de Salta, su tierra amada, y de todos los americanos”.
En la Capital Federal, reunidos los sucesores del prócer en
el domicilio de la señora Agustina Roca de Uriburu, estos procedieron
a labrar una escritura pública por la entrega de tan inestimable
tesoro familiar, ante el escribano Luis. M. Aldao Unzue, encontrándose
presentes en esa ocasión los doctores Atilio y Pedro T. Cornejo,
quienes posteriormente trasladaron la urna provisoria a Salta.
Una vez arribados
a Salta, monseñor Tavella convino en atesorar dicha reliquia
en la Capilla Privada del Arzobispado, hasta tanto se concluyesen
con los trabajos de armado de la urna definitiva. Posteriormente en
la sede del Comando de Ejército con asiento en nuestra ciudad,
y ante la presencia de autoridades civiles, militares eclesiásticas
y miembros de la familia del prócer, uno de sus sucesores,
don Federico Castellanos Uriburu procedió a introducir la calavera
de su antepasado en la urna que actualmente se encuentra en el referido
Panteón.
De este modo, aquél
joven español, que se sumara con denuedo a la guerra por la
libertad americana y que luego de sobrellevar una existencia fraguada
de triunfos y contrastes, hoy es motivo de tributo y gratitud del
pueblo salteño y de los miles de hombres y mujeres que visitan
Salta. Todo lo entregó en aras de sus ideales independentistas,
legando para la historia, su testimonio de nobleza humana y su gallardo
temple militar.