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Artículos de Andrés Mendieta

“Por el Padre Apaza…”

Por Andrés Mendieta


Desde hace poco y con muchas frecuencias en las intenciones que se leen en las iglesias antes de la celebración del santo oficio se suele escuchar: “En acción de gracias al Padre Apaza, por los favores recibidos”. El sacerdote que debe orar por esta intención –y porque no entre los fieles- les florecen ciertos cuestionamientos tales como: ¿quién es o fue el Padre Apaza? No figura en el santoral ni como “Padre Apaza” ni como “Mateo Apaza”, tal como tenía nombre de pila.

¿Un mito o una realidad? ¿Se trata de un culto popular como el de invocar y dejar ofrendas para el “Gauchito Gil”, la “Juana Figueroa”, la “Difunta Correa”? ¿Podría ser un producto surgido por parte de algún grupo de “fans” que ambicionan establecer una imaginaria advocación a su “ídolos” surgidos por el canto como “Gilda” o “Rodrigo”?. Este delirio da para todo, como titularlo en la actualidad de “Dios” a Diego Armando Maradona.

“Si se te pierde algo y no lo puedes encontrar invócate al Padre Apaza y ofrécele una oración. Tené por seguro y hallarás lo que buscas”. Confieso publicamente que llegaron hasta mis oídos cuantiosos testimonios y, con toda honestidad revelo que, pese a mi incredulidad, he gozado de alguna gracia, tal como es ésta de saber quien fue el Padre Apaza. “No creo en las brujas pero que las hay, las hay” así como reza un viejo adagio.

Me propuse a develar esta incógnita. La fijé como una meta. Fernando Rufino Figueroa en su “Diccionario Biográfico de Salteños” y cotejando con la obra del sacerdote Arsenio Seage en “La Iglesia en Salta – Fichas cronológicas para su historia (1806-1985)” entre las pocas referencias surge que el personaje en cuestión había nacido en Guachipas en 1812 y que había estudiado en el Colegio Apostólico Franciscano de San Diego. Asimismo que compartió la iniciativa de los presbíteros Elías Clodomiro Arce y Luis Alfaro de crear un Seminario Diocesano, como así de su importantes labor apostólica.

Mi empecinamiento llegó hasta un folletín que editaba “Los Principios” de Córdoba, de julio de 1941, donde se reproducía una monografía cuya autoría era del historiador salteño Francisco Centeno Alemán y Puch, nacido el 4 de octubre de 1862. Éste, seguidor de la obra de Ortega y Gasset a la que denominara “la labor urbanizadora del intelecto”, desde su mocedad se predispuso por las disciplinas históricas, bebidas en su recorrer por los archivos públicos y privados ya sea como un simple e inquieto ciudadano o cuando ocupó el cargo de director de la Biblioteca y Archivo de la Cancillería.
Centeno confiesa que, al margen de su comentarios recogidos en fuente familiar, fue Monseñor Josué Gorriti quien le proporcionó mayor información sobre algunos aspectos de la vida del eclesiástico Mateo Apaza -el “Padre Apaza”.

“Las horas insomnes suelen brindar la ocasión para componer páginas de honda emoción, como me pasa a mí aún cuando siempre incapacitado por mi inhabilidad. Sin embargo, voy a ensayar estas pobres líneas acerca del padre Apaza, humilde sacerdote del clero salteño”, señala Centeno en su exposición, como un advertencia , manifiesta: “Seguramente que no es de aconsejar al clero por el aseo personal y el desaliño en la indumentaria que se reprochaba al Padre Apaza. Éste, como muchos santos, habría procedido así, por inspiración divina, para su propia santificación por medio de la humillación a que se sometía y no como resultado o efecto del pecado de pereza”.

Sobre esa supuesta holganza ¿no le alcanzaría también censurar su manera de vestir y vivir a San Francisco Solano que descalzo y muchas veces con harapientos hábitos recorría selvas, cerros y praderas llevando la Palabra de Dios? Por aquel entonces había desprecio y persecución en el país a los predicadores por su popularidad a fines del siglo XIX e inicios del XX.

El Padre Apaza, eminente por sus virtudes y ciertas muestras de prodigios, recorría evangelizando las serranías de Guachipas y Cerrillos hasta llegar a Los Yacones.

Por su humildad, testimonios de caridad y por su amor a los mandamientos de la Ley de Dios era muy querido por el campesinado que lo denominaban como el “cura santito” Era un criollo, y más que criollo pues tenía mucho de americano aborigen. Cabe aquí comentar lo que ocurrió en Chuquisaca cuando el arzobispo del lugar procedía a ordenar a Mateo Apaza.

-¿Dónde ha nacido usted joven?
- En Alemania, monseñor.
-¡Imposible!
-Sí, ilustrísimo señor: En Alemania de Guachipas, en la provincia de Salta República Argentina. Por que ha de saber, ilustrísimo señor –continuo el joven sacerdote- que en mi tierra no solamente hay Alemania en Guachipas sino también París en Chicoana y Londres en Catamarca.
-¡Ah, si es así…!

Una vez de haber recibido la orden sagrada Apaza retornó a Salta para prestar sus servicios en la diócesis. Habitaba en un pobre refugio donde reunía a un grupo de niños para enseñar el catecismo y nociones de latinidad, acción que repetía en el alejado Campo de la Cruz . Desechaba dormir en cómodos camastros para hacerlo, casi a cielo abierto, sobre catres armados con adobe. Se levantaba a las 3 de la mañana y sin una gota de agua en su estómago y apoyado de un tosco báculo, bastón que le servía para defenderse de los perros partía para sanar almas.

El fraile Mateo Apaza viajó al Reino de los Cielos cuando contaba ochenta y ocho años de edad.


 

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