SUMARIO: I Introducción. II
Antes y después del Congreso. III Los diputados por el Alto
Perú. IV Chuquisaca cuna de formación. V La monarquía
incaica. VI Güemes y el Congreso. VII Homenaje a la mujer de
laindependencia.
I Introducción
Permítaseme que exprese mi
conmovido reconocimiento ala señora directora de la Casa
de la Cultura, Doña Adela Lea Plaza, y de los señores
miembros de la Sociedad Geográfica y de Historia “Tarija”
por ladistinción que me han dispensado para exponer en el1er.
Encuentro de Historiadores de Salta yTarijaante esta tan influyente
y valorada concurrencia sobre una temática que nos entusiasma
tal como lo es: elpasado histórico de los altoperuanos, jujeños
y salteños hermanados para forjar la gran naciónamericana.
En el pasado y en la actualidad
bolivianos yargentinos por sobre los límitespolíticas
de un territorio, por encima de esa jurídica palabra que
es país,existe un sentimiento fraternal, de un pueblo de
lazos profundos, ancestrales,que lo arraigan no sólo a un
paisaje terrestre, sino a una cultura, a unpensamiento, a una historia,
a una misma ambición de ser grande, de ser libre.
Como alguien ha consignado, con
el 9 de julio de1816 la revolución quemó sus naves.
Mayo expresa un orden, julio fortalece unaobligación; mayo
quiebra la sumisión, julio da la fórmula para edificar
ungobierno; mayo en la sala del Cabildo enciende la rebeldía,
julio en “San Miguelde la Independencia” arma las legiones
que dominarán los Andes, para que elcredo sanmartiniano del
sur le dé la mano al credo bolivariano del norte, yarmonicen
en Guayaquil esos dos genios predestinados de la historia, quienes
seproyectan a través del tiempo. El uno como gesto deslumbrante
de la gloria, elotro, como un fidedigno emblema ecuménico
del espíritu de una Américavictoriosa.
La ejecución de la deslumbrante
empresa deTucumán con la institución del Congreso,
la declaración de la Independencia, yla Constitución
de 1819 no fue obra sólo de pequeñas necesidades o
de prudentesdesignios.
El airepuro de la libertad suele
a veces entristecer como los signos de sumisión. No esfácil
pasar impensadamente de las tinieblas a la luz; como del llano a
la montaña.
Desde aqueldía inicial de
1810, seis años de luchas amenazaron agotar todos los recursos,segar
los cauces de todos los esfuerzos. A la guerra común contra
la opresiónespañola se unía la desavenencia
de la familia; la semilla de los mezquinosintereses proponía
el macizo impenetrable de la anarquía. El panorama totalostentaba
amenazadoras tintas de un cielo de tormenta.
II Antes ydespués del Congreso
Antes de celebrarse los cinco años
de la tortuosavida de la revolución los hombres del primer
gobierno patrio, como impulsadospor el ventarrón, estaban
diseminados, teniendo por desenlace la muerte o elconfinamiento;
porteños y provincianos desavenidos en disputas fraticidas;
consucesiones de seis gobiernos y experimentado cuatro golpes de
Estado yrevoluciones. A estos movimientos, sin contar los motines
militares y lasconspiraciones frustradas, se debe agregar los combates
bélicos del norte y losdel litoral.
Años de incertidumbre que
perecían hacer agonizarla libertad. Cundía la anarquía,
el desenfreno, la confusión.
El propósito de declarar
la independencia sepropagó. Dejó de ser un proyecto
para convertirse en un anhelo popular.Naturalmente, la masa ajena
a los secretos de la diplomacia no alcanzó acomprender el
motivo por el cual los dirigentes no daban el ansiado paso. Perorazones
de alta política así lo aconsejaban.
La ciudaddestinada a recibir a los
diputados no era más que un caserío, con callespolvorientas
y con casas sencillas, donde resaltaban las tejas rojas y losjardines
sin que estos tuvieran el color ni la alegría de los díasprimaverales.
A estaaltura de mi exposición
debo pedir la correspondiente anuencia a ustedes a nodetenerme en
los numerosos pleitosinstitucionales que oscurecieron lagestión
del gobierno de Buenos Aires, desde la Revolución de 1810
hasta lareunión del Congreso de Tucumán, para versar
sobre el tema escogido para estacharla, salvo detenerme en asuntos
que interpreto merecedores deprecisar.
En loscomienzos se aguardaba que
la Soberana Asamblea General Constituyente de 1813(la más
revolucionaria de nuestras asambleas y congresos) daría,
no obstantehaber sancionado la apertura de un “Registro cívico”
en todos los Cabildostambién el de haber instituido las fiestas
mayas; aceptado el Himno; acuñadomoneda; sustituido la bandera
españolacon la enseña patria; abolido la esclavitud;
los títulos de nobleza y, como así, incluido el escudo.
Dos añosmás tarde
las Provincias Unidas continuaban, pues, sin haber dado el gritode
independencia. En abril de 1816 laJunta de Observación, organismo
al cual se le encomendó la tarea de redactar unanueva carta
constitucional, trabajó de acuerdo al mandato. Así
se llegó alEstatuto, que, no obstante nacer a consecuencia
de un movimiento de contenidofederalista, presenta un espíritu
“netamente unitario”, circunstancia que seexplica la
resistencia que provocó en casi todo el país.
El artículo 30 de la Sección
III fue el único quemereció amplia aprobación.
Por él se invitaba a las ciudades y villas para queprocedieran
“al pronto nombramiento de diputados que hayan de formar laConstitución”,
congresistas que debían reunirse en Tucumán.
La Juntade Observación, en
abril de 1816, dictó un estatuto por el que reglamentaba
laforma que debía elegirse los diputados y el envió
a los gobiernos del interiorpara su conocimiento y aprobación.
Las disposiciones de ese instrumento improvisadodisgustaron a los
pueblos por las excesivas prerrogativas que se arrogaban susautores,
simples miembros de una autoridad que gobernaba desde Buenos Aires.
Sólo las aceptaron, con reservas, Salta, Jujuy, Tucumán,
Chuquisaca y Potosí.
LaJunta de Guerra presidida por José
de San Martín, en Mendoza, lo rechazó, “porno
considerarlo oportuno al actual régimen de las provincias”.
Aprincipios de 1816 habían
llegado a Tucumán, sede del Congreso, únicamentealgunos
de los representantes designados, entre ellos los de Buenos Aires.
Nadase sabía del resto de las diputaciones. Un ambiente pesimista
envolvía ahabitantes y congresales. No era para menos. La
tea de la libertad amenazaba enapagarse en todo el Continente. El
general español Pablo Morillo sofocaba laprimera y heroica
revolución venezolana. Una era de terror y persecución
seiniciaba desde el Orinoco y el Magdalena hasta el mar. Por-que
también no evocar en esta circunstancia al valienteaccionar
de los alto peruanos aquel 25 de mayo de 1809.
A fines de 1815 la revolución
mexicana habíasufrido un duro revés. Allí también
se eclipsó la estrella de la revolución. EnChile la
situación no era distinta.
Fueronnumerosos los pueblos ausentes.
Pocas ciudades del Alto Perú habían elegidorepresentantes.
El Paraguay, silencioso y encerrado así mismo, ya que habíadeclarado
su independencia. La Banda Oriental, Santa Fe, Entre Ríos
y Corrientes–bajo el protectorado de Artigas- se negaron a
participar.
Córdoba reaccionó después y envió sus
diputados,pero se reservó el derecho de soberanía.
Los diputados salteños, a igual que losde la mayor parte
de las provincias del noroeste, se incorporaron conposterioridad
a la iniciación de las sesiones delCongreso.
III Losdiputados por el Alto Perú
¿Quiénes eran los personajes
elegidos pararepresentar a las provincias del Alto Perú en
tan magna asamblea?
Como esde conocimiento para este
destacadoauditorio representaron al Alto Perú: Mariano Sánchez
de Loria, por Chuquisaca;José Severo Malavia, por Charcas;
Pedro Ignacio de Rivera, por Mizque; JoséAndrés Pacheco
de Melo, aunque nació en Salta representó a Chichas
(Potosí); yJosé Mariano Serrano, por Charcas.
Sobre estos diputados me abstendré
de reflejar susdatos biográficos sino señalaré
testimonios de su desempeño en la guerra por la libertad
de los pueblos sometidos al yugo español,como de su participación
en la declaración de la Independencia de las ProvinciasUnidas.
Comenzaré destacando la figura
de Sánchez de Loria,quien una vez concluida sus tareas en
el Congreso donde lució sus dotes deorador debió radicarse
en Buenos Airesdonde permaneció hasta enviudar. Su vida fue
muy acentuada ya sea por suaccionar en el Alto Perú en la
lucha por la soberanía de América hasta llegar adesprenderse
de su fortuna para invertirla en las exigencias de la causalibertaria.
Alcanzó el grado de canónigo de la catedral de Charcas
pasandoluego a la de Potosí. Este patriotaintachable y hombre
infaliblemente caritativo falleció en una aldea de Puno,población
que hasta 1796 dependía al Río de la Plata para pasar
al Virreinatodel Perú, cuando contaba con 68 años
de edad.
Este abogado representante de Charcas,
al igual quePacheco de Melo, Rivera, Malavia y Serrano, aparece
suscribiendo el 9 de juliode 1816 el acta del Congreso y aclamando,
llenos del santo ardor de la justicia,su juramento para que “las
Provincias de la Unión fuesen una Nación libre eindependiente
de los Reyes de España y su Metrópoli”. También
Sánchez de Loria,en 1818, encontrándose en Salta,
mediante oficio del Congreso se le asignó laresponsabilidad
de trasladarse a Buenos Aires pedido que concretó Martín
Miguel de Güemes, en ese entoncesgobernador intendente de Salta.
En lo que se refiere a Pedro Ignacio
de Rivera,chuquisaqueño y representante por Mizque, actuó
denodadamente en la revuelta de1809 contra los realistas, por lo
que fue perseguido hasta llegar a expatriarse.Cuando regresó
a su ciudad lo eligieron diputa-do a la Asamblea del año
13que aconteció en Buenos Aires.Nominado para el Congreso
de Tucumándebió tomar juramento a las autoridades,
prerrogativa que se le dio por ser elde mayor edad. Dedicó
gran parte de sus esfuerzos para las tropas que en elnorte sostenían
la guerra por la independencia. Fue un decidido partidario de laLibertad
y una vez clausurado el Congreso viajó a Buenos Aires donde
ejerció suprofesión de abogado hasta su muerte, cuando
contaba 80 años deedad.
Rivera era portador, además,
de una importanteactuación en la sesión del Cabildo
de Salta, el 15 de mayo de 1816, bajo lapresidencia del gobernador
Martín Güemes y de la que asistieron los miembros delCabildo
Eclesiástico, alcaldes de barrios, y de numerosos vecinos
para procederal juramento del Congreso General de Representantes
de las ProvinciasUnidas.
Días después Güemes,
al dar a conocer elreconocimiento de la provincia al Congreso comenzó
diciendo: “¡Llegó por fin eldía apetecido
de los pueblos americanos! Una autoridad suprema que centralice
el voto uniforme de la Nación, erala suspirada felicidad
de tantas infelices víctimas sacrificadas por el poder yambición.
La Patria mira en Vuestra Soberanía el restaurador de su
fortuna y desu gloria; y el más digno objeto de mis reverentes
homenajes”.
Algo más sobre Pedro Ignacio
de Rivera. El 1 deagosto de 1816 participó, junto a los diputados
altoperuanos Pacheco de Melo yMalavia de una sesión secreta
del Congreso, donde se tomó conocimiento de unoficio de Güemes
donde comenta además de la “escasez a que se han reducido
lossacrificios para el sostén de la guerra” comunica
que estaba en aptitud deatacar a las avanzadas enemigas y, como
así, apoyar al Director Supremo con dosmil quinientos a tres
mil pesos con cargo de reintegro.
Tanto el presbítero José
Severo Feliciano Malaviacomo el doctor José Mariano Serrano
aportaron con sus discursos y sus mocionesesa madura rebeldía
que años atrás los llevó a protagonizar un
descollante papelen la gesta chuquisaqueña, a enrolarse en
un movimiento en tierra peruana y, en1809, habría de convertirse
en elborrador o en el prólogo de lo que vino después,
es decir la semana de Mayo.
José Severo Malavia, representó
a Charcas. Con suprofesión de abogado se convirtió
en uno de los consejeros en los autosrelacionados con temas jurídicos
debatidos en el Congreso. Como todos losrepresentantes del Alto
Perú se manifestó partidario del sistema monárquico
y endistintas sesiones opinó en su favor. Malavia firmó
el acta de la Independenciay en varias oportunidades ocupó
cargos directivos en el Congreso y en la Legislatura de Buenos Aires,
a la que después perteneció. Fue secretario delgeneral
Juan Gregorio de Las Heras cuando debió cumplir con una misióndiplomática
en el Perú. Al regresar a su patria, ya creada la República
deBolivia, ocupó el cargo de vocal de la Suprema Corte deJusticia.
El delegado de Chichas (Potosí)
José Andrés Pachecode Melo, era salteño. Estudió
en Córdoba y se desempeñó como cura en Libi-Libi,pueblo
perteneciente a Potosí. Fue un eficaz colaborador de Güemes
en las luchasarmadas contra los realistas. En el Congreso fue partidario
del sistemamonárquico y firmó el Acta del 9 de Julio.
Con el tiempo, al proyectarse unaConstitución Nacional, logró
que se señalara en un artículo que los “indios
eraniguales en dignidad y derechos a los demás ciudadanos”.
En 1821 actuó en Mendozacomo ministro de gobierno.
Sobre el representante de Charcas,
José MarianoSerrano, altoperuano, aboga-do graduadoen Chuquisaca,
estando radicado en Tucumán lo designaron representante por
en laAsamblea del año 13 que se reunió en Buenos Aires.
Después lo nombraron para elCongreso de 1816, del cual fue
el primer secretario, cargo que compartió luegocon Juan José
Paso. En Tucumán actuó como secretario del gobernador
Araoz yluego en Salta en calidad de responsable de la secretaría
de gobierno de JuanAntonio Álvarez de Arena-les. Por sus
méritos llegó a ejercer la primeramagistratura de
su país, Bolivia, en 1841.
IV.Chuquisaca cuna de formación
Las universidades de la actual República
de Boliviafueron la cuna donde se forma-ron la mayoría de
los intelectuales del movimientoindependista de América.
Entre otros encontramos a Juan José Paso, quien en elCongreso
de Buenos Aires fue autor dela doctrina jurídica de la Revolución
de Mayo; secretario de la Primera Junta; participó de los
dos Triunviratos; miembro irreemplazable de todas las reuniones
donde se discutieron problemas que se relacionaban con la vida dela
nueva Nación. Este abogado doctorado en Chuquisaca, orador
imbatible,diplomático en las más difíciles
circunstancias se desempeñó como secretario delCongreso
y por sus manos pasaron todos los documentos, la redacción
de actas, laarticulación de las leyes y siempre atento a
no dejar palidecer el alto ideal dela República.
No está ajeno a destacar a quienes estudiaron en elAlto Perú
y con actuación en el Congreso de 1816 José Eusebio
Colombres, quienrepresentó a Catamarca en esta ocasión.
Era cura en Piedra Blanca cuando suscomprovincianos se fijaron en
él para llevar a Tucumán “la voz de los pueblos”.La
legislatura tucumana, por ley, reconoció en Colombres su
perseverante laboren la adaptación e industrialización
de la caña de azúcar, creando una fuente detrabajo
de la mayor importancia.
En tanto algún gobierno lo
titulaba ciudadanobenemérito, otros lo desterraron o persiguieron
por sus ideas políticas. Cuandola derrota de Juan Lavalle,
el sagaz cura fue a dar a un poblado de Bolivia,salvando su vida
por la protección delarzobispo de Sucre. Regresó a
Tucumán donde repitió sus tareas produciendoazúcar,
caña, miel, al mismo tiempo que reinició sus luchas
contra los gobiernostiránicos, que volvieron a desterrarlo.
Era vicario de Tucumán cuando lomandaron a Salta y allí
lo hicieron canónigo. Fue una vida curiosa, llena deméritos
y penurias.
Representó a Jujuy Teodoro
Sánchez de Bustamante,prestigioso revolucionario en Chuquisaca
en 1809. Estuvo al lado de Juan AntonioÁlvarez de Arenales
y actuó como asesorde Juan José Castelli. Reapareció
posteriormente para colaborar con Arenales enSalta y en 1826 fue
gobernador de Jujuy. Allí al comenzar la anarquía
lopersiguieron hasta llegar a serdesterrado. Vivió en Sucre
y en Santa Cruz de la Sierra, donde se lo designórector del
Colegio Mayor cargo que ocupó hasta encontrar la muerte a
los 73 años.
En este listado no puedo omitir
el nombre de Joséde Darregueira, delegado por Buenos Aires,
aunque limeño de nacimiento. Estejurista, graduado en Chuquisaca,
fue abogado de la Real Audiencia de Charcas.Hasta 1776, la Real
Audiencia que hasta entonces formaba parte del virreinatodel Perú,
fue incorporada al del Río de la Plata. Pasó su niñez
en Buenos Airesy figura entre uno de los conspiradoresde 1810. La
Junta de Mayo lo designó redactor de la “Gaceta”
y, pocos díasdespués, juez. Integraba la Cámara
deJusticia cuando se lo eligió diputado a Tucumán.
Tras firmar el Acta poco hizo en razón que enfermó
para retornara Buenos Aires falleciendo a los cuarenta y siete años.
El turno a mi homenaje le corresponde
ahora a JoséIgnacio de Gorriti, diputado por Salta. Estudió
en Córdoba y se licenció en Cánones y Derecho.
Con escasos conocimientosen la carrera militar se enroló
para colaborar con Manuel Belgrano y luego conMartín Miguel
de Güemes. Desde la función pública fomentó
la educación primariacreando escuelas, creando una biblioteca
literaria y filosófica y aconsejó lastareas rurales.
Por pedido del gobernador Arenales salió a defender las fronteras
de Salta. Vencidos por FacundoQuiroga, en Andalgalá, en 1831,
lossalteños fueron perseguidos. José Ignacio Gorriti
murió en Chuquisaca sumido enla pobreza a los 65 años.
El salteño Mariano Boedo estudió
en Córdoba y enChuquisaca. La Revolución de Mayo lo
halló en su provincia dedicado a propagarlos postulados del
movimiento. Cuando se declaró la Independencia ejercía
lavicepresidencia del Congreso y antes del traslado del Congreso
a Buenos Aires, aprincipios de 1817. Cuando fue reemplazado por
el coronel Mateo Saravia comorepresentante de Salta, Boedo estaba
tan pobre que sus colegas le acordaron unviático para que
se trasladara a su ciudad.
El representante porteño Esteban Agustín Gascón,graduado
como doctor en Derecho se caracterizó como uno delos promotores
de la revolución de Chuquisaca del año 1809. Por sus
ayudas alEjército del Norte el general Belgrano lo nombró
gobernador de Salta y,posteriormente, Juan Martín de Pueyrredón,
en su calidad de Director Supremo, lodesignó en 1817 ministro
a cargo de la cartera de Hacienda, desde donde creó laprimera
institución de crédito: la Caja de Fondos deSudamérica.
Muy pobre y con numerosa familia
debió renunciar atodos los cargos, que eran honorarios, para
dedicarse al ejercicio de suprofesión. Murió de un
síncope cardíaco el 25 de junio de 1824, cuando tenía
60años.
Al delegado por Buenos Aires Antonio
Sáenz le cupoesa distinción cuando se desempeñaba
como miembro de la Junta Protectora de laLibertad de Imprenta. Se
doctoró en teología y leyes en la Universidad deCharcas
y de abogado en 1801. Fue secretario capitular del cabildo Eclesiástico.Sáenz
era pobre y tenía a su cargo a la madre viuda y ocho hermanos
cuandoreclamó de la Audiencia licencias sacerdotales para
confesar y predicar. Desde1816 hasta 1820 ocupó un lugar
en el Congreso y, firmó en Tucumán la declaraciónde
la Independencia. Además fue el primer rector de la Universidad
de BuenosAires.
V - MONARQUIA INCAICA
Otro delos asuntos que motivó
la especial atención del Congreso, antes y después
de ladeclaración de la independencia, fue la forma de gobierno.
Con anterioridad al 9 de julio ya estaban de acuerdo la mayoría
de los congresales en implantar unrégimen monárquico
constitucional.
El 6 de mayo de 1816, después
de la sesión ordinaria,el diputado presidente doctor Narciso
Laprida, hizo despejar la barra y elCongreso comenzó su sesión
secreta. El general Belgrano, que en esos momentostenía sólido
influjo en los congresales, fue convocado para que por susconocimientos
de los intereses de Europa expusiese sus opiniones sobre el estadoactual,
de las ideas que reinan en ella y del concepto que las naciones
se hanformado de la revolución de las Provincias Unidas,
así como de las esperanzasque pueden tenerse en cuanto a
obtener su protección.
Belgrano fue claro y explícito
al manifestar que elmovimiento de Mayo de 1810 fue visto con simpatía
en Europa pero, que con elcorrer del tiempo, no ocurría lo
mismopor el continuo estado de anarquía y desorden. Dijo
también que se habíaproducido una mutación
completa en Europa con respecto a las formas de gobiernoy que así
como el espíritu general de las naciones había sido
republicanizarlo,ahora se trataba de monarquizarlo todo y que Inglaterra
con su constitución demonarquía daba un ejemplo que
se quería imitar y ya lo habían imitado la Franciay
la Prusia.
Siguiendo su exposición afirmó
que, de acuerdo conestos principios, la forma de gobierno más
conveniente para las ProvinciasUnidas era la monarquía temperada
y que había que llamar a la dinastía de losincas por
la justicia que en si envuelve la restitución de esta Casa,
taninicuamente despojada del trono, que esto además daría
firmeza a laindependencia que estamos a punto de declarar y que
la sola noticia de larestauración de los incas despertaría
el entusiasmo general de los pueblos delinterior.
Belgrano estaba lleno de elocuencia
y de sinceridad.Había un entusiasmo general de todos los
diputados, porque los mismos diputadosde Buenos Aires no se animaron
a contradecir, y hasta Anchorena hacía signo deafirmación
con la cabeza, aun-que no lo felicitaron a Belgrano como lo hicieronlos
demás en medio de grandes abrazos.
Los diputados del Alto Perú
están presos en unentusiasmo incontenible, y lo mismo los
de Catamarca; Sánchez de Loria, Pachecode Melo y Acevedo
son los que mayor entusiasmo demostraban. En cambio, frayJusto de
Santa María de Oro no parecía muy satisfecho con laidea.
Apenas terminó la reunión
secreta, se reunieron losdiputados de Buenos Aires. Escribieron
en “La Crónica Argentina” variaspublicaciones
contra la idea del inca, con la que saben que además de Belgranoestán
de acuerdo José de San Martín y Martín Miguel
de Güemes y que son treshombres muy poderosos que hay que contrarrestar.
Pero recién se abocaron a
su tratamiento a partir dela sesión del 12 de julio, oportunidad
que el representante de Catamarca, elPresbítero Manuel Antonio
Acevedo propuso que se eligiera un monarca entre losdescendientes
de los incas.
Entre las burlas de los periodistas
de Buenos Aires,refiriéndose al posible soberano inca decían
que “al rey pata sucias habría que buscarlo enalguna
pulpería o taberna del altiplano”o “que habría
sacarlo borracho de alguna chichería”.Por todoslados
se descartaba que el futuro monarca debía ser un príncipe
español oportugués, o francés, o inglés.
Era más patriótico coronar a uno deAmérica.
Si bien es verdad que a ciencia cierta
que no seencuentra antecedentes de quien podría ser el posible
monarca inca el InstitutoArgentino de Ciencias Genealógicas
en su publicación “Genealogía” (Buenos
Aires,1966) da cuenta que el investigador doctor Leoncio Gianello
(académico de númerodesde 1949, de la Academia Nacional
de la Historia) en su búsqueda señala comopresunto
candidato a Dionisio Inca Yupanqui, nacido en el Cuzco; educado
en elSeminario de Nobles de Madrid. Como militar llegó al
grado de coronel de unRegimiento de Dragones habiendo luchado contra
los franceses. Luis Güemes en suobra “Güemes Documentado”
que un escritopro-cedente de Río de Janeiro, del 29 de agosto
de 1816, expresa que: “Lapersona que se supone tiene en vista
el Congreso es un oficial del EjércitoEspañol que
actualmente se encuentra en España, si es que no está
en Madridmismo”. Esta noticia hace presumir, aunque no confirmar,
que este habría sido elcandidato por su elevada posición
social y su relevancia política al representaral Perú
en las Cortes de Cádiz.
Todo lo cual demostraría,
como afirma Gianello, que“no hubiera sido merecedor de epítetos
denigrantes que circularon profusamentecontra todos los de la “casta
de chocolate” en una campaña para ridiculizar laidea
de la restauración incaica, que, más que en el momento,
con el tiempo dejóuna falsa idea del problema del Inca.
A continuación mencionaré
a quienes, sin representara los diputados de las provincias altoperuanas
y a Salta, se manifestaronabiertamente por la conveniencia de coronar
a un descendiente incaico. Seencontraban, entre otros, elrepresentante
por Tucumán, el Presbítero y doctor en Teología
Ignacio de Thames; el Presbítero Manuel Antonio Acevedo,
deCatamarca, que ofició misa el día que se iniciaron
las sesiones; Tomás Manuel de Anchorena, porteño,
graduado de abogado en Chuquisaca y FrayJusto Santa María
de Oro, representante por San Juan.
VI - Güemes y el Congreso
Antes de concluir esta disertación
pretendosintetizar cual fue la actuación que le cupo a Martín
Miguel de Güemes en elCongreso de Tucumán, posturas
que están firmes con la realidadhistórica.
Tanto alCongreso y al Director Supremo
Juan Martín de Pueyrredón les preocupaba Güemes.Alguno
de los congresales lo presentaban como un desertor del ejército,envalentonado
por su triunfo sobre José Rondeau, comparándolo con
Artigas ysosteniendo que, como este, esperaba el momento para actuar
contra el Congreso yconstituirse en el más peligroso enemigo
de la unión nacional. La mayoría de losmiembros del
Congreso e incluso el mismo Pueyrredón llegaron a dudar de
lasubordinación de Güemes. No captaban que al contener
la invasión de Rondeau,precisamente Güemes había
salvado al Congreso y que al celebrar el acuerdo delos Cerrillos
había demostrado su afán de paz, concordia y unión
nacional.
Numerososcongresales supieron que
Güemes no aceptaría que el Ejército del Norte
retrocediese hasta Tucumán y dejara abandonadaa sus propias
fuerzas la Independencia de Salta.
Pese aque la realidad demostraba
una y más veces que el comportamiento del gobernadorde Salta
era distinto al que suponían, no cejaba la animosidad de
más de uncongresista. Cuando las dudas, las críticas
y hasta las calumnias llegaron aSantiago del estero el teniente
coronel Juan Francisco Borges salió a enfrentarla difamación
y le escribe a Güemes, el 17 de agosto de 1816, expresándole:
“Séque tal vez es usted el único hijo legítimo
de la patria y me asiste laconfianza de que le dará el día
glorioso que se busca, aunque le cueste lostrabajos y las necesidades
inmensas que le hacen sufrir, mientras los compadresse regalan”.
Por suparte, el doctor Manuel Antonio
de Castro –enviado por Pueyrredón para queaveriguara
lo que ocurría en Salta- después de cumplir su mandato
le informó alDirector Supremo que esta Intendencia jamás
se separaría de las ProvinciasUnidas mientras él la
gobernara.
Con esta inquietud de revalorizar
a los altoperuanos, Martín Miguel de Güemes y el Congreso
de Tucumán ojalá noscomprometamos todos unidos a marchar
en procesión en busca de un caldén alto yfuerte, allá
en las montañas agrestes, en medio de la pampa, en los lechos
delos ríos en la búsqueda del reencuentro de los hombres
en estos momentos dondetanto se necesita pronunciar esta plegaria
destinada a Dios, Rey de laMisericordia:
“Escucha mi voz, pues es la
voz de las víctimas detodas las guerras y de la violencia
entre individuos y lasnaciones.
“Escucha mi voz, pues es la
voz de todos los niñosque sufren y sufrirán cuando
las gentes pongan su fe en las armas y en laguerra.
“Escucha mi voz cuando te ruego que infundas en elcorazón
de todos los hombres la sabiduría de la paz, la fuerza de
la justicia yla alegría de la confraternidad.
“Escucha mi voz, pues hablo
por las multitudes detodos los países y de todos los períodos
de la historia que no quieren la guerray están preparados
a caminar por sendas de paz.”.
VII - Homenaje a la mujer
Permítaseme señor presidente,
ingeniero Don José PazGarzón, y ante la presencia
de una nutrida presencia de distinguidas damasbolivianas y argentinas
para terminar mi exposición tributar en cada una deellas
el homenaje de este1er.Encuentro de Historiadores de Salta y Tarijaa
todas aquellasmujeres que participaron, de una manera u otra, en
la lucha para lograr de lalibertad de la gran Nación Americana
que aspiraban nuestrosprohombres.
Como se sabe la aspiración
de romper con elyugo realista se disolvieron muchas familias especialmente
en la geografía queactualmente ocupan las provincias de Salta
y Jujuy en el territorio argentino yen el sur boliviano.
"Dios al crear a la mujer -parafraseando
aldecir por Daysi de Calderón- la hizo buena y pura. Le dio
belleza, sensibilidady un alma rebosante de amor para prodigarlo.
Es la misma, la mujer, que hace delhogar un místico santuario.
A esa misma mujer desconocida en sus pasos por lahistoria, sencilla,
oculta quizátras las paredes de su hogar, anónima,
cuyonombre permanece sin aureolas titilantes".
Es esa misma mujer que se enfrentaba,comoesposa,
con su esposo por estar algunos de ellos identificados con lapatria
naciente. La que sufría cuando peleabanhermanos contra hermanos;
hijoscontrapadres. El desazón de la mujer cuando debía
separarse de su esposo o hijoquepartían a la guerra y quedaban
a la espera deun pronto retorno de su serquerido o bien, concienciadade
aceptar con altura, si un chasque podría darlela mala noticia
que habían muerte en combate. Esa mismamujer, como madre,
esposa o hermana, le entregaban algaucho o chapaco la lanza o lachuza
cuando lapatria lo convocaba. Mujer quemuchas oportunidades actuaba
como espía,escondían su información en algúnrecodito
lugar del río, la quebrada o en un árbol.
Señoras y señores:
debemos rendirle a esa mujer de lahistoria o por que no decir a
todas un respetuoso reconocimiento a su inmensadevoción por
los que ama, y admiración eterna por llevar en el alma un
manantialinagotable de ternura.
Muchasgracias.
Fuentesconsultadas:
• Archivo
General de la Nación.Volumen que contiene el texto manuscrito,
de las actas secretas, entregado porCarlos Rocha.
• Junta de Historia y NumismáticaAmericana. Reimpresión
facsimilar de las actas del Congreso. Buenos Aires1926.
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