Existen datos que confirman la presencia de poblaciones indígenas en la República Argentina desde hace 13.000 a 10.000 años. Los lugares más antiguos en este lapso son los siguientes: Inca Cueva y Huachichocana (Jujuy); Agua de la Cueva y Gruta del Indio (Mendoza); Paso Otero, Arroyo Seco, Cueva Tixi, Abrigo L. Pinos, cueva Burucuya, Cueva La Brava, Cerro La China y Cerro El Sombrero (Buenos Aires); Los Toldos, Piedra Museo y Cueva Las Buitreras (Santa Cruz).
Los primeros pobladores se ubicaron principalmente en reparos rocosos (cuevas y aleros) o en abrigos construidos con materiales perecederos que no podemos determinar. Pero sí dejaron vestigios materiales que nos permitieron comprender parte de su vida cotidiana.
Los vestigios de la vida de estos primeros grupos sociales en nuestro territorio son escasos, debido principalmente a que son perecederos; madera, hueso, vegetales y otro tipo de restos orgánicos se desintegran con el tiempo. Pero algunos lugares como la Puna brindan condiciones de conservación para el escaso instrumental que poseían los cazadores recolectores.
Estas sociedades tenían una economía de subsistencia, es decir, que consumían y se movilizaban según la disponibilidad de recursos. Esto se denomina nomadismo estacional: regresaban en cada estación al mismo lugar. Por ejemplo en los campamentos de verano existen indicios de una gran diversidad de especies vegetales recolectadas en floración junto con restos faunísticos como vizcachas de la sierra, camélidos y huemules del norte. En invierno se refugiaban en cuevas en zonas protegidas del viento y del frío. Existió una riqueza y diversidad en las tecnologías empleadas para la subsistencia, tenían un manejo pautado de los recursos existentes para cada estación.
Consumo:
Vegetales: soldaque (raíz tuberosa) Hipsocharis sp; algarrobo, cactáceas, ajíes
Animales: vizcacha, lagidium sp; camélidos (lama guanicoe y lama vicugna) cérvidos (taruca),
Tecnología:
Confeccionaron cordelería vegetal y animal, cestería, puntas de proyectil triangulares, raspadores. vestidos con capas de piel de guanaco y finas vestimentas de mallas, realizadas en fibra vegetal, gorros de cestería decorada.
Mayormente el instrumental de piedra es el abundante en los sitios arqueológicos de este momento. Esta tecnología apuntaba a la confección de artefactos empleados en la caza, trozamiento de presas animales y en la recolección de vegetales. Entre sus recorridas, estos cazadores también recogían rocas de calidad apropiadas para sus instrumentos como ser obsidiana, basalto, cuarcita y grauvaca entre las preferidas. De las canteras (fuentes naturales de rocas) extraían trozos más pequeños llamados núcleos. A partir de éstos, con golpes realizados con un percutor (otra roca y/o hueso largo) obtenían piezas menores (lascas y hojas). Allí se iniciaba el tallado por presión con un retocador (hueso largo). Así le daban la forma a puntas de flecha y de lanza, a cuchillos, raspadores y raedera entre otros.
Arte
Representaciones rupestres en cuevas y aleros. Se trata de pinturas ejecutadas en un soporte previamente preparado con yeso, utilizaron pigmentos minerales en rojo, ocre, amarillo y negro mezclados con yeso para mejorar su adherencia a las paredes. Se trata de representaciones geométricas simples: líneas y puntos, trazos digitales, rectángulos, escaleras, peines.
Entre los años 8500 y 5500 las poblaciones se contrajeron, ubicándose en los oasis, con recursos de agua y vegetales. En estos momentos fue necesario asegurar la caza de guanacos y vicuñas (cambio en el diseño de las puntas y el instrumental), incluso mantuvieron intercambios a distancia con la zona valliserrana y selvas de montaña. Hacia el 3500 AP mejoraron las condiciones climáticas en el desierto. También en estos momentos tenemos los primeros indicios de aparición de alfarería y pastoreo de llamas sin dejar la caza.