Lic. Christian Vitry
El patrimonio es un recurso social, cultural y económico, para su utilización es imprescindible la puesta en valor, es decir su identificación y estimación social. La correcta difusión de los bienes culturales es de trascendental importancia ya que sirve para reforzar la identidad y diversidad en un mundo globalizado que tiene como paradigma la homogeneización.
Al hablar de bienes patrimoniales no nos referimos a un inventario de objetos atractivos, factibles de exhibir, sino, al conocimiento e interpretación integral, contextualizada e interrelacionada del patrimonio cultural, donde los objetos son solo una parte de un todo. Cada vez se habla menos de la distinción entre espacios o sitios naturales y culturales, a favor del concepto de espacio social o paisaje cultural, que propone una mirada más antropológica e integral del mundo. También los museos, como instrumentos necesarios al servicio de la sociedad, debieron y deben cambiar su estaticidad e inamovilidad para convertirse en instituciones creativas y dinámicas que motiven y satisfagan al público de estos tiempos.
Los restos arqueológicos extraídos hace dos años del volcán Llullaillaco -en febrero de 1999- representan un legado patrimonial de gran valor cultural y científico. El manejo de estos bienes culturales sentará un precedente en nuestra sociedad, que podrá ser sumamente positivo -como esperamos que sea- o lamentablemente nefasto para el futuro. Depende también de nosotros, miembros activos de la sociedad, que nos interioricemos y tomemos partido para defender el patrimonio que, -como se suele decir- no lo heredamos de nuestros antepasados, sino que lo tomamos prestado de nuestros hijos.
La provincia de Salta, a través de sus órganos competentes viene realizando enormes esfuerzos para la adecuada conservación de tan delicado patrimonio. Recientemente salió la licitación por la suma aproximada de 900 mil pesos para reciclar un edificio ubicado en calle Mitre, frente a la Plaza principal de la ciudad. Indudablemente el traslado del Museo de Antropología de Salta (actualmente detrás del Monumento Güemes) al centro será una gran oportunidad para los trabajos relacionados con la concientización y revaloración del patrimonio cultural.
Pero veamos que ocurrió a lo largo de un siglo con respecto a los hallazgos de cuerpos humanos hallados en las montañas andinas.
Cronología de los hallazgos arqueológicos en las montaÑas
Los descubrimientos de cuerpos congelados y sitios arqueológicos de altura en la cordillera de los Andes se vienen produciendo desde hace un poco más de una centuria, pero recién en los últimos cinco años, éstos, dejaron de ser hallazgos casuales de arrieros o montañistas, para convertirse en localizaciones causales producidas por profesionales arqueólogos, a través de excavaciones sistemáticas y fuertes financiaciones internacionales.
Los datos de los descubrimientos de momias en la cordillera de los Andes indican que durante un siglo se produjeron hallazgos de cuerpos congelados en 14 montañas, 6 argentinas, 2 chilenas y 6 montañas peruanas, de las que se extrajeron un total de 25 cuerpos. De los 14 hallazgos solo 6 fueron excavaciones dirigidas por profesionales. De los 25 cuerpos, 15 se extrajeron en los últimos 5 años.
Desde 1896 hasta 1985, se extrajeron 9 cuerpos en toda la cordillera, entre 1995 y 1999, la cantidad de cuerpos extraídos ascendió a 15. En Perú, en el lapso de 4 años se extrajeron 11 cuerpos. En Argentina, son 8 los cuerpos extraídos de las montañas, 6 dentro de la provincia de Salta. En Salta, en dos campañas realizadas en 1999, en menos de dos meses se extrajeron 4 cuerpos.
Los datos presentados pueden ser objeto de diversos análisis que los dejamos para los lectores, solo cabe agregar que hasta 1985, los hallazgos fueron fortuitos y las intervenciones de los arqueólogos (1964 y 1985: Dr. Juan Schobinger) se realizaron siguiendo las técnicas de la llamada Arqueología de Rescate, Salvataje o de Urgencia, debido fundamentalmente a que el patrimonio arqueológico estaba expuesto y en peligro de perderse, y a partir del descubrimiento de "Juanita" en el nevado de Ampato (Perú), el grupo financiado por la National Geographic justifica las excavaciones invocando el surgimiento de "...una nueva arqueología de alta montaña, basada en excavaciones sistemáticas, y orientada al rescate preventivo de los enterratorios". Esta y las posteriores excavaciones sistemáticas realizadas marcaron un hito trascendental en la historia de la arqueología de alta montaña. Tan trascendental e importante como peligroso en lo que a protección del patrimonio se refiere. La desmedida difusión periodística que tuvieron y tienen este tipo expediciones y hallazgos, como también los escasos recursos económicos y tecnológicos que disponen los países andinos para su conservación, ponen en peligro el patrimonio arqueológico que durante siglos permaneció soterrado en las altas cumbres andinas.
Salta, es la provincia que mayor cantidad de santuarios de altura descubiertos y estudiados posee hasta la fecha en toda la cordillera. ¿Qué ocurriría si se rescatan preventivamente más cuerpos?, desde ya que no sería lo más conveniente, pues las condiciones tecnológicas y sociales no están en condiciones de soportarlo.
Lo cierto es que, en relación a los hallazgos de alta montaña, poseemos un valioso patrimonio que debemos cuidar, estudiar, mostrar a nuestra comunidad y al mundo entero el legado cultural de nuestra América precolombina, darlo a conocer con la pureza y sacralidad con la que fue concebido.
El patrimonio arqueológico de las cumbres andinas -en términos generales y por su difícil acceso-, no corre tanto peligro como los sitios arqueológicos ubicados en el valle y zonas de fácil acceso, que día a día son saqueados desaprensivamente frente a la flemática e insensible mirada de los mudos testigos de nuestra comunidad que son cómplices de la dilapidación de nuestra historia.
El patrimonio siempre peligra cuando se transforma en un botín de intereses egoístas que lo alejan de los carriles normales, es decir, estar al servicio de toda la comunidad, ya que el mismo es un recurso social, cultural y económico que nos pertenece a todos.