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Camino del Inca en la Quebrada de Escoipe
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Por Christian Vitry
Una de las tantas caminatas o circuitos turísticos de Trekking que se practica en la Provincia de Salta es la travesía por las serranías del Candado, que parte en sentido meridional desde el pintoresco Valle Encantado -ubicado en el Parque Nacional Los Cardones- y desciende por una marcada senda atravesando angostos cañones formados por paredes de más de 100 metros de roca vertical. Esta senda llega hasta "El Maray", lugar ubicado al pie de la cuesta del Obispo en la quebrada de Escoipe, pudiéndosela divisar desde el vehículo cuando se transita por la ruta provincial Nº 33 que conduce a Cachi. Recientes investigaciones que realizamos en la zona, pusieron en evidencia que dicha senda es en realidad un camino arqueológico prehispánico, cuyo trazado sobre el paisaje y técnicas empleadas se corresponden con el patrón constructivo característico de los Incas.
Muchos son los historiadores y estudiosos que mencionaron a la Quebrada de Escoipe como antigua vía de comunicación entre el Valle de Lerma y los Valles Calchaquíes, de los cuales solo citaremos algunos. En 1898 el Presbítero Julián Toscano en su obra "La Región Calchaquina" hipotetizó sobre el itinerario seguido por Diego de Almagro entre 1535 y 1536 en su paso a Chile, afirmando que "... por esta misma quebrada, la de "Escoipe" movió el grueso de su ejército, y penetró en el valle Calchaquí, en dirección a Molinos, para entrar luego en la quebrada de "Amaicha" que le facilita el paso cómodamente a "Antofagasta" de la Sierra" pasando por Tacuil como camino más recto o Hualfín, como más llano...".
En 1963 León Strube Erdman, publicó a través de la Universidad Nacional de Córdoba, la obra titulada "Vialidad Imperial de los Incas", uno de los más importantes y erudito aporte sobre el trazado y estudio de los caminos incaicos. Allí mencionó el camino de Escoipe al comentar que "Tres grandes comunicaciones hacia el Oeste, posee el vasto Valle de Lerma: Por la quebrada del Toro, llamada hasta el siglo pasado Quebrada del Perú, tramo cómodo a La Puna; por la quebrada de Escoipe al valle Calchaquí superior y por Las Conchas al valle Calchaquí inferior, todos recorridos por la vía principal serrana del Inca".
El arqueólogo Rodolfo Raffino en "Los Inkas del Kollasuyu" publicado en 1981 comentó que "...Este es el antiguo camino de los españoles al Perú. El camino en Osma viraría hacia el Oeste y por la quebrada de Escoipe iría a la zona de Cachi y de allí por el Valle Calchaquí hacia el Sur. Las estaciones podrían ser Agua de los Loros y Tintin para dirigirse o bien al Potrero de Payogasta y Cortaderas, o bien a La Paya - Guitián". Por su parte la historiadora Teresa Piossek Prebisch (1999) en su libro "Relación histórica de Calchaquí (1696)", al respecto escribió lo siguiente: "En el siglo XVII, la principal vía de comunicación entre la Gobernación del Tucumán y el Alto Perú era el camino real que iba enlazando ciudades de la gobernación. (...) Dos de ellas (rutas incas) desembocaban en la ciudad de Salta. Eran la de la Quebrada de Escoipe o Cuesta del Obispo y la de la Quebrada de Cafayate o Alemania".
Por último las antropólogas Ana Lorandi y Roxana Boixadós (1987) publican un completo y extenso artículo titulado "Etnohistoria de los Valles Calchaquíes en los siglos XVI y XVII", donde realizaron un valioso aporte desde la perspectiva etnohistórica, estableciendo la relación existente entre el grupo étnico de los escoypes con los pulares, que fueron encomendados por Hernando de Lerma en 1582 al Capitán Bartolomé Valero. Si bien la documentación analizada por estas investigadoras no precisa el lugar exacto de ubicación de los pulares y escoypes, se logra una aproximación geográfica a través del pedido de merced de tierras que presentó el cacique Calibay. En el reclamo que a continuación transcribimos, queda claro que la Quebrada de Escoipe era la ruta indígena y colonial hacia el Alto Perú. Calibay reclamaba las tierras pertenecientes a sus antepasados que se encontraban en "...las faldas, huaycos y arroyos que están en la cordillera, lomas y vertientes que están frontera a esta ciudad [Salta] hacia la parte y camino por donde van a donde agora están los dichos indios pulares, que es cerca de la boca de la quebrada [Escoipe] por donde va el camino del Pirú...". Estas breves citas junto a las investigaciones arqueológicas realizadas sobre el tramo de camino incaico sirven para confirmar la localización en el espacio geográfico del antiguo derrotero hacia el Perú, a la vez que se abre una nueva dimensión para las investigaciones arqueológicas e históricas del Horizonte Inca, período Hispano-Indígena y Colonial.
Los caminos del Inca
Los caminos incaicos representan un legado patrimonial de las culturas americanas precolombinas que se conservaron hasta nuestros días. La etnohistoriadora María Rostworowski (1988) en su libro Historia del Tahuantinsuyu, se refiere a ellos diciendo que, "Las obras más importantes que permitieron la expansión territorial y luego el establecimiento de la organización del incario fue, a no dudarlo, la construcción de una vasta red caminera que implicaba puentes, tambos y depósitos. Pocas naciones podían vanagloriarse en el siglo XV de poseer tan fantástico complejo vial como el Tahuantinsuyu.".
Se los puede seguir a lo largo de cientos de kilómetros por los variados ambientes del noroeste argentino, desde el yermo paisaje puneño, pasando por los semiáridos valles Calchaquíes, siguiendo por el fértil y templado Valle de Lerma, hasta las postrimerías de las húmedas Sierras Subandinas, en el límite de la región de la llanura chaqueña. Caminos que oscilan entre los 2 y 3 metros de ancho, cuyas características constructivas varían desde la simple limpieza o despejado del terreno y amojonado lateral, hasta caminos empedrados, enlajados, con canales y sofisticados sistemas de desagüe, como también con escalinatas esculpidas en la roca madre o construidas con piedras trabajadas para tal fin. Existen caminos que ascienden por pendientes que oscilan entre los 40 y 70 grados de inclinación, donde los laboriosos constructores debieron cortar la roca de la ladera o amurallarla para que pase el camino. Como en el Perú, en el NOA se encuentran también puentes de madera y roca, que salvaban los vanos de las quebradas y cárcavas profundas. Además, caminos que conducen hasta los elevados santuarios de altura, como el caso del volcán Llullaillaco (6.739 m). De acuerdo a la cronología del cronista Pedro Sarmiento de Gamboa, los Incas incursionaron por el Kollasuyo -que incluye el NOA- en el año 1471, bajo el reinado de Thopa Inka Yupanqui, hasta 1532 cuando las huestes de Pizarro toman prisionero al Inca Atahualpa y disuelven el imperio. Esto sugiere que todos los caminos y sitios en nuestras latitudes fueron construidos en un lapso de 61 años.
Características del camino
Partiendo desde el Valle Encantado, emplazado en el Parque Nacional Los Cardones a 3.180 m, la marcada senda desciende paulatinamente en dirección Sur hasta la cota de los 2.400 metros en la quebrada de Escoipe. Sobre una altura de 2.950 metros la senda discurre por una quebrada cada vez más angosta y rodeada de farallones rocosos, este lugar es conocido como La Yesera, allí se empieza a divisar de manera inconfundible el soberbio Inkañan o camino del Inca. Sobre los cortos pastizales se contrastan las rocas bermejas que constituyen los muros de contención del camino imperial. Desagües internos taponados por el tiempo indican la importancia ingenieril de la obra. Resulta inevitable la emoción al transitar por este camino emplazado en un lugar cuya belleza es imposible describir. Las paredes rocosas forman innumerables aleros y oquedades, donde las culturas prehispánicas realizaron hermosas y policromas pinturas, en las que reflejaron aspectos de su vida y que hoy resulta casi imposible descifrar.
Prosiguiendo el derrotero por la margen derecha del arroyo y sumergidos entre enormes rocas verticales, arboledas y campos de flores, de repente, se abre el panorama e invade al caminante una sensación de vacío. A los pies cae un acantilado de unos cien metros, hacia ambos costados paredones verticales que se yerguen cien metros para arriba, dejando una franja celestial como referencia. El sonido de una cascada, el vuelo de los cóndores y el eco de los pájaros completan el estado de éxtasis en el que se sumerge el afortunado visitante.
Como si esto fuese poco, el camino del Inca adquiere una de las formas más espectaculares que se conozcan en el NOA. Cortada como por un cuchillo, la empinada roca de 70º de inclinación cede su espacio al camino del vasto imperio, cuyo centro principal fue el Cuzco. Tres zigzag son suficientes para salvar los cien metros de altura. Prosigue el camino por la parte baja de la quebrada y nuevamente el paisaje sufre una metamorfosis, abriéndose el panorama hacia las quebradas de Escoipe y la Yesera, donde la generosa geología ofrece numerosos plegamientos multicolores y al fondo, se insinúa el verdor del Valle de Lerma. En el último tramo se descienden 400 metros por el suavizado y zigzagueante camino incaico hasta llegar al Maray, ubicado al pie de la cuesta del Obispo, en quebrada de Escoipe.
El redescubrimiento del Inkañan en la quebrada de Escoipe enriquece la historia y geografía de la comarca, aportando nuevos datos arqueológicos para el estudio de la cultura Inca en el noroeste argentino y su impresionante red de caminos, motiva además a los caminantes a vivir una magnífica experiencia con un alto contenido patrimonial, histórico y cultural.
Edición: Agenda Cultural del Tribuno del 11 de febrero de 2001
Fotografía: Javier Zap y José de Guardia de Ponté
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