Las exigencias de la guerra
apremiaron a Güemes designar un gobernador sustituto recayendo
tal nominación en José Ignacio Gorriti, elección
que contó con el voto favorable del Cabildo y, posteriormente,
en una sesión extraordinaria el alto cuerpo tomó
conocimiento los impedimentos que sufría Felipe Ibarra
y el gobernador de Santiago del Estero, Alejandro Heredia, por
parte del mandatario tucumano Bernabé Aráoz para
colaborar con el Ejército de Observación que debía
partir hacia el Perú. Esta ayuda consistía en dinero
y materiales para al regimiento de Güemes.
La campaña contra
el gobernador de Tucumán se hizo Insalvable cuando éste
arremetió a Santiago derrotando Ibarra a Aráoz en
las mismas puertas de San Miguel. El sagaz gobernador tucumano
aprovechó una circunstancial ausencia de Güemes para
confundir a Heredia en negociaciones para batirlo en la sorpresa
de Marlopa (3-4-21). El inesperado descalabro precipitó
la confabulación en Salta, mientras el jefe realista Pedro
Antonio de Olañeta acometió de nuevo, para usufructuar
los conflictos en el campo patriota. Pero una emboscada espléndida
de José Ignacio Gorriti aprisiona en Humahuaca la avanzada
de Olañeta (30-4-21), forzándolo a retroceder hasta
Mojos, población ubicada en el actual territorio de Bolivia.
Güemes, en tanto,
reconstituyó en Rosario de la Frontera su avanzada bajo
las órdenes del coronel Jorge Enrique Vidt (un ex oficial
napoleónico) para volver a maniobrar en las afueras de
Tucumán. Ante este panorama Bernabé Aráoz
dispuso que sus huestes avance hacia el valle de Lerma por la
apartada ruta de Las Cuestas, en apoyo de la conspiración
que trama la "clase decente" de Salta, como se hacía
llamar. Los exiliados salteños, que eran muchos, continuaban
complotando desde la capital tucumana hasta lograr que el Cabildo
de Salta, el 24 de mayo de 1821, por abrumadora mayoría,
destituyó a Güemes, lo despojara de la “ciudadanía"
salteña y lo expulsara de la provincia nombrando gobernador
a Saturnino Saravia y comandante de armas a Antonio Cornejo.
Güemes al tomar conocimiento de este acto insurgente conocido
después como la “Revolución del Comercio”
regresó a Salta al frente de veinticinco hombres de escolta
y tras de arengar a los soldados que habían sido dispuestos
para enfrentarlo estos, depusieron sus armas para ponerse nuevamente
bajo las órdenes del prócer salteño. En esta
circunstancia Güemes dijo: “Por estar a vuestro lado
me odian los decentes; por sacarles cuatro reales para que vosotros
defendáis su propia libertad dando la vida por la Patria.
Y os odian a vosotros, porque, os ven resueltos a no ser más
humillados y esclavizados por ellos. Todos somos libres, tenemos
iguales derechos, como hijos de la misma Patria que hemos arrancado
del yugo español. ¡Soldados de la Patria, ha llegado
el momento de que seáis libres y de que caigan para siempre
vuestros opresores!".
Después de esto
Güemes recuperó el poder.
Según Luis Güemes
en su “Güemes Documentado” (12 tomos y alrededor
de 6 mil páginas) dice: “La ciudad estaba prácticamente
desierta, pues hasta los culpables de la revolución la
habían evacuado, huyendo. Olañeta, después
de la derrota sufrida por su vanguardia al mando de Marquiegui
en Jujuy y prisión de éste, simuló una retirada
a sus antiguos cuarteles de Tupiza a esperar noticias de los complotados
que, aunque derrotados, no se consideraron vencidos. Así
fue cuando vieron el momento propicio, enviaron un emisario para
alertar al general realista, el que despachó un destacamento
al mando del coronel José María Valdez (a) “El
Barbarucho”, con misión de tomar a Güemes por
sorpresa, de acuerdo a un plan premeditado”.
En acto seguido Luis Güemes
expresa en el tomo 11, pág. 185, lo que transcribo textualmente:
“Don José Manuel García, en uno de los apuntes
suyos, entregados personalmente al doctor Domingo Güemes
y que obran en nuestro archivo, dice: “El cordobés
Benítez [Don Mariano] fue quien trajo a Valdez para sorprender
a Güemes, ganándose 5.000 pesos. Valdez se iba ya
en retirada con 4.000 hombres. En Tupiza lo alcanzó Benítez.
El comercio hizo suscripción para pagar los 5.000 pesos
a Benítez”y agrega: “El Barbarucho era español,
de buena estatura, colorado, pecoso; se alojó la noche
de la sorpresa a Güemes, en la casa de los Gurruchagas”.
Ese fue el precio para
definir la vida de un hombre que nació rico para morir
pobre por entregar todo por la “gran nación americana”.
En aquel amanecer del 17 de junio de 1821 balbuceaban las bocas
barbudas de tus gauchos: “El general, don Martín
se muere”, “Se está muriendo…”.
Y en los oscuros ojos de escapaban lágrimas como gotas
de rocío. General: tú no lloraste pero sí
sellaste las gargantas de tus gauchos.
En este nuevo aniversario de la muerte del General Don Martín
Miguel de Güemes son muchos los que olvidan de su pasión
robusta por la patria grande, a la que dedicó sus desvelos
y todos sus sacrificios. Sobradamente lo señala en su correspondencia,
oficios y proclamas de los que transcribiré sucintamente.
“No quiero favores en perjuicio de mi país; éste
ha de ser libre a pesar del mundo entero. Nada temo, porque he
jurado sostener la independencia americana y sellarla con mi sangre”;
“… yo no puedo prescindir del amor a la libertad y
del alivio que debo proporcionar a los afligidos hermanos del
Perú…”
A los doce días
de haber recibido la comunicación del general San Martín,
ya tenía dos mil hombres dispuesto a llevar a cabo tan
noble proyecto” (1820); “Secuaces de los tiranos:
vuestra soberbia os precipita. Advertid que las dieciocho provincias
de esta América del Sur que sacuden la opresión,
no las podrán ultrajar…” (1815).
Sólo nos queda
en estos momentos que al país lo sacude una crisis moral
tomemos de ejemplo a este grande de la nacionalidad para que ilumine
de esperanza y futuro a todos los argentinos