Resistencia al Acuerdo en Salta 1893

De la Revolución del Parque (1890) a la frustración del Acuerdo (1893):

Un creciente proceso de faccionalización de las elites provinciales y una idea de la política dominada por la pareja conceptual amigo-enemigo tomaban el centro de la escena desplazando al fraude electoral, a los pactos y a las imposiciones sucesorias como mecanismos privilegiados de acceso al poder.

Julio Argentino Roca

Pareciera ser que en 1890 el Río de la Plata volvió a experimentar un enfrentamiento militar, para posteriormente, luego del Acuerdo Roca-Mitre, entre 1891 y 1897, registrar una nueva lucha eminentemente política.

Las causas de la acentuación regresiva, practicada con la represión militar, en 1890, la atribuyen algunos autores a la pérdida --por parte de la burguesía mercantil-- de hegemonía intelectual a manos de una nueva burguesía terrateniente; y al temor de la burguesía mercantil a una movilidad política y social descendente, provocada por la emergencia de una nueva elite política de origen provinciano y una nueva burguesía terrateniente, derivada de la Conquista del Desierto y de la llamada entrega de la tierra pública.

Como es sabido entre las causales que desataron la crisis del 90, se destacó también la debacle financiera y la corrupción bancaria.

La crisis del 90 marcó la reversión del segundo ciclo del primer período de expansión, registrado por Di Tella y Zymelman (1885-1892). Sin embargo, Suter (1995) aclaró que las crisis financieras en Argentina fueron breves debido a la presteza con que se superaron las fases de contracción económica.

Es también sabido históricamente que los intensos y prolongados procesos inflacionarios, al generar abruptos cambios en la estructura del poder económico y enriquecer a algunos para empobrecer a otros, aceleran ficticiamente la movilidad social trasladando sus efectos nocivos en forma inmediata a la esfera política.

Por el contrario, los procesos deflacionarios, al cristalizar los cambios en la estructura del poder económico, frenan la movilidad social.

Las rebeliones contra los gobiernos Juaristas, contra los gobiernos del Acuerdo Roca-Mitre y contra el nepotismo, fueron el común denominador que vinculó las inquietudes opositoras o revolucionarias producidas en todo el país y en cada una de las provincias. Sin embargo, el impacto de la Revolución del 90 no fue inmediato y no pudo en la mayoría de las provincias desplazar del poder a los gobernantes del P.A.N. En muchas de las provincias del Norte (Salta y Jujuy), del Noroeste (Catamarca y La Rioja), del Oeste (Cuyo) y del Litoral (Santa Fé, Corrientes y Entre Ríos), los gobiernos surgidos en tiempos de Juárez Celman lograron perpetuarse. Sin embargo, meses o años después aquel impacto se hizo sentir con retrasos diversos y con intensidad diferenciada. Esta realidad nos ha llevado a formular una serie de preguntas específicas:

    1. ¿que factores intervinieron para que las rupturas y crisis políticas provinciales --La Rioja en 1891 y 1898; Catamarca en 1898 y 1899; Tucumán en 1893; Santiago del Estero en 1890, 1892 y 1908; San Luis en 1893, 1896, 1904 y 1906; San Juan en 1907; y Corrientes en 1893 y 1907 (Cuadro I)-- padecieran de una arritmia tan marcada?
    2. ¿la coalición autoritaria en el poder, que reprimió la revuelta, obedeció a sentimientos paranoicos de una elite político-cultural atemorizada por una movilidad política y social descendente?;
    3. ¿guardó una relación de contagio directo la Revolución del Parque (1890) con las sublevaciones Radicales de Catamarca, La Rioja y San Luis y la rebeliones Liberales de Corrientes?;
    4. d) ¿arrastraban estas provincias agravios anteriores que se ligaran con las reminiscencias de la dictadura Rosista y de la modernidad colonial-absolutista aún subsistentes en ellas?;
    5. ¿cuánto debían pesar en esta política los torniquetes económico (irrigación), bancario, periodístico, telegráfico y educativo?.

La resistencia al Acuerdo en la Provincia de Salta

En Salta --perteneciente al subsistema político del Norte-- la hegemonía la disputaban en esta etapa pos-revolucionaria el Autonomismo Roquista y los Cívicos. El Gobernador Pedro José Frías (h),al igual que la mayoría de los Gobernadores, pudo a duras penas sortear el vendaval producido por la Revolución del Parque. Al mes de ocurrida la misma, en agosto de 1890, la opinión pública de Salta exigía

Pedro José Frías

"...el cambio de Ministerio, y no está lejos el día que exija la renuncia del Gobernador Pedro José Frías, teniendo en consideración su procedencia Güemista o arcanista,...pues la repulsión a la influencia del Senador [Martín Gabriel] Güemes se acentúa por hora".

También la oposición, constituida por los Cívicos, se dividió en Salta en dos facciones, por un lado los llamados disidentes, encabezados por Delfín Leguizamón Cobo, entregado políticamente al Dr. Ángel M. Ovejero, y por el otro los güemistas, encabezados por los Dres. Domingo Güemes Castro y Aniceto Latorre, ligados al Modernismo, facción política de orden nacional que respondía al liderazgo de Roque Sáenz Peña y que estaba nutrida por el Carcanismo (seguidores de Ramón J. Cárcano).

La división fue acentuada por las elecciones de Senador en Rosario de Lerma y las elecciones municipales de la ciudad de Salta del 7 de diciembre de 1890 "...a tal punto que me parece muy difícil una aproximación entre los unos y los otros, [pues] hubieron balazos, cuchilladas, y pedradas y el consiguiente cortejo de una media docena de víctimas, siendo grande la irritación".

Al comienzo, la facción dirigida por Leguizamón se sirvió del Güemismo "...con el cual a podido vencer en las dos elecciones mencionadas, y es probable que continúe en esta alianza, lo que sin duda sería un peligro para esta Provincia".

Delfín Leguizamón

Si Leguizamón se descuidaba y seguía confiado en dicha coalición, manteniéndose en el gobierno el Dr. Frías, "...habría de temerse la vuelta del gauchito [Martín Gabriel] Güemes y de su influencia".

En cuanto a las verdaderas motivaciones que movilizaban a los líderes de la oposición las opiniones diferían. Ángel Quirós le aseguraba a Roca que Delfín Leguizamón y el Gerente del Banco Nacional Pío Uriburu Castro, eran una suerte de arribistas u oportunistas, pues "...no son Mitristas ni Roquistas, y solo buscan apoderarse y asegurarse del Gobierno de la Provincia para restablecer su fortuna particular".

Leguizamón no hacía otra cosa que preparar elementos para suceder a Frías, "...importándole muy poco que los Roquistas o los Cívicos ganen la jornada".

Leguizamón era para Quirós "...un traficante político en toda la estención de la palabra: está arruinado y quiere hacer su fortuna por medios políticos buenos o malos".

Quirós le aconsejaba a Roca que viviera "...prevenido con esta clase de gente, entre la cual puedes contar al muy conocido Dr. Angel M. Ovejero, capaz de todas las claudicaciones posibles, y aquí nadie le tiene fé en esta ciudad".

Para sortear la descomposición que la aparición de Martín Gabriel Güemes,  (a) "El Caballero de los Trapos Sucios", produjo en las filas del Partido Nacional, Uriburu y Leguizamón elaboraron una estrategia combinada. Para ello convinieron "...en aparentar cierta frialdad en nuestras relaciones". Habiendo creído Güemes en el rompimiento entre Uriburu y Leguizamón, creció en audacia y mostró todo su juego, pues a juicio de Uriburu, Güemes pertenecía al mencionado Modernismo, ya que "...no es Acuerdista ni responde, de ninguna manera a la política del Gobierno. Está con la fracción radical del partido nacional [PAN], de la cual es jefe el Dr. Roque Sáenz Peña".

Dos años después, en carta de febrero de 1892, el ex-Canciller Francisco J. Ortiz le informaba a Roca que "...aquí impera lisa y llanamente el Carcanismo puro con Güemes y Frías a la cabeza y les garanto que siguiendo esto así los electores para Presidente serán todos Sáenz-Peñistas".

Frías sigue, a juzgar por una carta del periodista Ricardo López, "...más las impresiones del corazón que las de la política puesto que en ningún caso puede llamársele a Frías un hombre político. Jamás ambicionó la gobernación ni puesto alguno; aceptó el gobierno porque se lo exigió Güemes, y en él no se ha cuidado nunca de hacer círculo ni crear prestigios para ulterioridades. Es un hombre bueno, moderado, pasivo, en otras circunstancias nacionales sería un buen patricio".

El peligro que significaba la renuncia de Delfín Leguizamón al Ministerio de Gobierno, era que Frías, dada su bondad y su ninguna aspiración política quedara obediente a las inspiraciones de Güemes. Si Frías llegaba a nombrar un Ministro de Gobierno de filiación Güemista, a juzgar por lo que Ricardo López le transmitió a Roca, "...Leguizamón en ocho días estaba perdido". Sin embargo, al año siguiente, Leguizamón sorteó la situación y alcanzó la gobernación. La transitoria coalición de Güemes con el Gobernador Leguizamón, al contar con "...la impunidad altamente anti-política del Gobernador, tratan a capa y espada de hacer triunfar las candidaturas [a Ministros de Gobierno y Hacienda] de [Pedro José] Frías y [Carlos] Grande".

En cuanto a Carlos Grande, aparentemente representaba a las clases más bajas de la población salteña, por cuanto Ángel M. Ovejero le confesaba a Roca, que la candidatura de Grande, su primo segundo, "...todos la repudian como una vergüenza...pero es bueno que Vd. sepa para que juzgue lo que pasa en esta sociedad, que hasta hace ocho años su profesión era comediante en las aldeas de Chile".

El eventual triunfo en su designación como Ministros de Frías y de Grande sería, en opinión de Francisco F. Cornejo Usandivaras, un triunfo del Modernismo, "...con el cual Güemes pretendería justificar su influencia en esta provincia".

Ovejero contaba, a juicio de su aliado Francisco F. Cornejo, "...con todas las simpatías de la gente decente, y tiene a su favor todos los elementos sanos del partido Nacional tanto de aquí como de la campaña". Por el contrario, para López, los Modernistas, o sea
Güemes, "...se creen aquí lo que realmente son: nulos, desalojados, mejor dicho vendidos. Conocedores de que por sí solos son impotentes para reconquistar esta posición, no es pues extraño se valgan de los radicales, seguros de quedarse con toda la ganancia".

A comienzos de 1895, el partido Nacional continuaba dividido en dos facciones, la Güemista, coaligada con Delfín Leguizamón, y la llamada facción disidente, ex-Juarizta, que fueran miembros de la Sociedad "El Edén".
En cuanto a Delfín Leguizamón, este era para Pío Uriburu "...hombre de espíritu versátil, sin ideas ni propósitos serios de gobierno, únicamente obedece al temor de una liga de mis amigos con los Ortiz y los radicales, y sólo por este temor puedo hacerlo entrar en vereda".

En cuanto a la Sociedad "El Edén", sus miembros eran los que --apenas Roca había dejado el poder-- "...no trepidaron en desconocerlo como Jefe del Partido Nacional", y que cuando Roca volvió de Europa no quisieron firmar el telegrama que Francisco F. Cornejo y otros le dirigían "...felicitándolo por su regreso feliz a la patria, de temor a disgustar a Juárez y Güemes".

Eran también los que representaban "...la política desastrosa de la época pasada, estos que vendieron sus edificios públicos y dejaron exhaustas las Cajas del Banco Provincial".

No obstante estos estigmas, era indudable, para Francisco J. Ortiz, que la facción disidente representaba "...la mayoría en cantidad y calidad del partido Nacional, no obstante que hay entre ellos muchos elementos de Güemes que están hoy retirados pero que volverán cuando su gente suba".

Entre estos últimos, el caso del Senador José Antonio Chavarría, era el más ostensible por estar sospechado de haber incurrido en peculado, por cuanto estaba "...especialmente vinculado a [Martín Gabriel] Güemes por el negocio de los $118.000 que se hizo pagar por apoyar en el Senado el contrato sobre el Banco y que la Legislatura declaró pago ilegal".

 Leguizamón buscó en un momento por medio de la designación de su tío político Antonino Díaz Ibarguren, como Ministro de Hacienda e interinamente de Gobierno, la estabilidad en el cargo como Gerente del Banco Nacional de Pío Uriburu.

Asimismo, Leguizamón se había propuesto dejar como sucesor a su Ministro Antonino Díaz, pese a la oposición de Pedro J. López Cornejo y Juan Cornejo, y con el apoyo de aquellos que se habían retirado del Partido Nacional "...cuando los Juariztas (hoy del grupo disidente) impusieron el nombramiento de Jefe único del P.N. al Dr. Juárez y al Dr. Güemes en lo provincial,...para volver a él cuando [Francisco F. Cornejo] lo reorganizó después del 90".

Para el Senador Francisco J. Ortiz, Díaz era "...un imbécil completo, pero que le garante su senaturía próxima a [Delfín] Leguizamón y a Pío Uriburu, que también está en el complot".

Fuera de Pío Uriburu, no tenía Leguizamón, según Ortiz, "...un sólo hombre que represente algo, y su circulillo es de los dos Grandes y algunos empleados, y Pedro López [Cornejo], que se pasa [de bando] cada cinco minutos".

Los que decían que la candidatura Díaz era impuesta por su sobrino Leguizamón faltaban, según Cornejo, a la verdad, por cuanto "...somos los hombres de la situación, sus amigos los que hemos prestigiado esta candidatura consultando la opinión de la Provincia".

Por el contrario, la facción disidente del Partido Nacional (ex-miembros de la Sociedad "El Edén"), viendo "...la imposibilidad de que tengan el apoyo de la opinión algún miembro de su diminuto grupo", procuraban según Francisco F. Cornejo, "...por todos los medios de conseguir introducir la división en el Partido Nacional".

La estrategia adoptada por este grupo minoritario consistía en proponer un día "...apoyar la candidatura de [Rafael] Usandivaras, otro día la de Pedro López [Cornejo], otro la de Juan Cornejo, otro la de Arturo Dávalos Isasmendi, siempre con el propósito de introducir la discordia y desquicio en el seno del partido".

A todo esto, el Gobernador Leguizamón seguía "...hecho una esfinge impenetrable", y en Diciembre de 1895 dudaba de los candidatos a Diputados Nacionales, por cuanto le escribía a Roca inquiriendo acerca de cuatro candidaturas en danza: la de Arturo Dávalos, la de Indalecio Gómez, la de Francisco F. Cornejo, y la de Carlos Grande.

Gómez le decía a Delfín Leguizamón que Roca consideraba que Díaz "...no podía exigirme que apoyara la elección de su cuñado [Francisco F. Cornejo]". Dicha opinión de Roca, le había causado a Leguizamón "...viva satisfacción, porque me sería muy violento apoyar en febrero la elección de Díaz para gobernador y para marzo la elección de su cuñado para Diputado”.

 

Genealogía de la Tragedia Argentina Tomo-III Metanastasis, tragedia, guerra e insurrección en la formación de un orden nacional republicano (Río de la Plata/Argentina, 1808-1912) - Saguier