Situación Política de
Salta 1880 – 1886
Paula Alonso
Salta ha sido repetidamente signada en la historiografía
como una de las provincias que mejor se acomodó a la nueva política
nacional inaugurada en el ochenta. La fuerte presencia de ministros salteños en los sucesivos gabinetes nacionales y el hecho
de que entre 1880 y 1916 no experimentara ninguna intervención federal, llevó
a concluir que la provincia disfrutó de la protección del gobierno nacional y
que la oligarquía salteña componía un grupo excepcionalmente homogéneo,
sin fisuras internas, que le permitía adaptarse mejor que otras
provincias a las reglas del juego. Estas premisas, sin embargo, han sido
recientemente revisadas. En el primer quinquenio del ochenta, la llamada
homogeneidad salteña comprendía una realidad mucho más compleja y la
llamada protección del gobierno nacional, con su implicancia de
docilidad y subordinación, esconde la autonomía política de la que gozó
la provincia durante estos años para manejar sus asuntos e ignora el abierto
enfrentamiento que tuvo lugar entre el gobernador y el presidente con motivo de
las elecciones presidenciales de 1886. 1
La autonomía de la política
salteña responde en parte a la consolidación del Club
de la Juventud durante la década anterior el cual agrupó a los antiguos constitucionalistas,
federales o autonomistas y llevó a Juan Manuel Solá a
la gobernación inaugurando un período del dominio de dicha agrupación
sobre la política provincial que se extendería hasta 1885 cuando el
mismo Solá vuelve a ser gobernador de la
provincia. Para las elecciones presidenciales de 1880 el Club
de la Juventud sostuvo la candidatura de Roca. El Club
de la Juventud se mantuvo posicionado confortablemente en el gobierno de
la provincia, distribuyéndose entre sus miembros los cargos electivos y
los de la administración pública y, aunque no pudo evitar cierta
heterogeneidad y disputas internas por los cargos, su relativa cohesión
y la ausencia de alternancia en el gobierno de partidos opositores hacía
incluso innecesaria la injerencia del presidente como mediador al mismo tiempo
que dificultaba la imposición de sus preferencias. 2
Como en la mayoría de las
provincias, la política provincial se vio sacudida por la política
nacional. Las primeras inserciones del rochismo
comenzaron a sentirse a mediados de 1882 pero sin grandes efectos hasta
mediados de 1885 cuando los lineamientos entre rochistas,
irigoyenistas y juaristas se perfilaron más
abiertamente tanto en la política nacional como en la provincial.
Mientras los grupos juaristas se mantenían inertes, los irigoyenistas lanzaron su organización bajo el liderazgo de
José María Solá (sobrino del gobernador), y los
rochistas contaron con el decidido apoyo del
mismo gobernador Solá. La situación en Salta
se complicaba por un calendario electoral cuya secuencia hacía necesario
acordar varias cosas de una vez: las elecciones para gobernador estaban
fijadas para el 31 de enero, las de diputados nacionales para el 7 de febrero, y
para electores de presidente y vice el 17 de abril.
Luego de intensas negociaciones en enero de 1886 juaristas, rochistas e irigoyenistas se
pusieron de acuerdo: Martín Miguel Güemes (nieto del caudillo provincial y
ministro de gobierno de Solá hasta que fue
forzado a renunciar una vez que se declaró abiertamente juarista) sería elegido
gobernador y, a cambio, los irigoyenistas obtendrían
una diputación nacional para José María Solá,
y los rochistas se quedarían con la otra diputación
(para Delfín Leguizamón), el ministerio de
gobierno y todos los electores a presidente y vice.3
El acuerdo era ampliamente
favorable a los rochistas y así fue entendido desde
Buenos Aires: mientras que Dardo Rocha le daba su apoyo decidido Roca
acusaba de traición al gobernador Solá.
grado de incertidumbre sobre si el pacto sería
cumplido en su totalidad. En las elecciones de diputados del 7 de
febrero, a través de una trampa, los rechistas cambiaron la candidatura de J.M. Solá por uno de los suyos
aumenta n d o su poder en la provincia y las sospechas de que no
permitirían que Güemes asuma la gobernación.4
Las tensiones provocan renuncias
ministeriales, cambios en jefaturas del ejército apostado en la zona, un
intenso tráfico de armamentos (muchos de ellos enviados a Güemes por
Juárez Celman y por Carlos Pellegrini),
y rumores constantes de revolución en la provincia.5
En dicha atmósfera tuvieron lugar
las elecciones para electores de presidente y vice.
Temiendo su resultado, los juaristas apelaron a una última y desesperada
táctica decidiendo evitar la elección en ocho o diez departamentos de
los 21 en que se dividía la provincia, ya que la ley indicaba que de no
efectuarse elecciones en al menos dos tercios de los distritos, las elecciones
se declaraban nulas.6
El plan tuvo éxito: un informe
enviado por la Junta Electoral al Congreso Nacional, comunicó que las
elecciones presidenciales de la provincia debieron ser declaradas nulas
por no contar con el mínimo suficiente de actas electorales.7
Los votos de Salta, por lo tanto,
no fueron computados en las elecciones presidenciales de 1886.
¿Qué podemos concluir de la experiencia salteña?
En primer lugar, puede confirmarse
la autonomía de la política provincial de la injerencia de Roca durante su
administración. Dicha autonomía se evidencia en la ausencia de intromisiones
directas del presidente para candidaturas provinciales o nacionales (salvo
tímidas y poco exitosas insinuaciones); en que una vez definidas las
ligas nacionales, en Salta no se organiza una facción roquista; en la forma en que el gobernador Solá insiste en continuar apoyando al rochismo aunque esto significara un enfrentamiento directo
con el presidente; en la forma en que los rochistas
triunfan en las elecciones a diputados nacionales; y, finalmente, en el
último truco arriesgado y desesperado al que los juaristas recurren para
evitar que los votos de Salta se computen para los Partidos Unidos, un
plan que se organiza desde la provincia, sin injerencia directa del gobierno
nacional. El presidente permitió el desarrollo de los sucesos sin intervenir ni
personal ni institucionalmente. Naturalmente, se enviaron armas a los juaristas
y se realizaron movimientos en el ejército, tanto de oficiales como de
distribución geográfica de batallones. Pero estas operaciones no fueron
lo suficientemente amenazadoras como para que los rochistas,
o el mismo gobernador Solá dieran marcha atrás
en sus planes. Salta quedó en manos de Güemes a nivel provincial y de Juárez
a nivel nacional, aunque la victoria fue al principio parcial ya que Güemes
debió compartir el poder con sus opositores
- Véase Esther María Torino, Azucena del Valle Michel,
Rubén Emilio Correa, “Grupos y
clubes políticos en los orígenes de
la Unión Cívica Radical en Salta, 1876- 1891”, Cuadernos de Humanidad
es, N. 8
,Universidad Nacional de Salta, 1996,
págs. 251- 283.
Las elecciones a
gobernador fueron llevadas a cabo sin inconveniente alguno pero las
tensiones que provocaban las elecciones nacionales despertaban un alto
Para las elecciones de
1884, por ejemplo, los candidatos preferidos del presidente no resultaron
electos. Torino , págs.
La Prensa, 23 de octubre de 1885; véase
la nota del Ministro de Relaciones Exteriores, Francisco Ortiz a
Juárez Celman, 19 de enero de 1886, en Archivo
Miguel Juárez Celman, leg.23.
Calliet- Bois,
“Salta”, págs. 54-55.
Ibid.
Véase, Torino, “Grupos y clubes políticos”, págs.270- 271; Calleit- Bois, “Salta”, pág. 55.
Texto
extraido del Artículo: “La Política Nacional entre
1880 y 1886 a través del Partido Autonomista Nacional” de Paula Alonso – Profesora
Asociada a la Universidad de San Andrés.