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Viviana Ovalle

Nace en Salta el 14 de diciembre de 1961. Cursa sus estudios plásticos en la Escuela Provincial de Bellas Artes "Tomás Cabrera", de donde egresa como Profesora en Artes Plásticas, especialidad Escultura. Desde 1990, se desempeña como docente en el Instituto del profesorado de Arte. De 1986 a 1991, estuvo a cargo del Taller de Escultura de la Municipalidad de la ciudad de Salta, en donde realizó numerosos trofeos en serie, además de trabajos de creación, mantenimiento y restauración de obras en espacios públicos de la ciudad.

Pertenece a esa generación de jóvenes maduros, que junto a Silvia Katz y otros, modificaron en Salta los esquemas plásticos vigentes, mostrando a los incrédulos que el arte no tiene sexo, que puede llegar a todos y que a través del trabajo continuo e intenso se asciende a sus estrados sin mecenas ni bastones, sólo con esfuerzo y con capacidad.

Tenemos conciencia de que los pocos dotados enamorados del arte caminan por el mundo dejando en sus obras la impronta de sus ideales, su cosmovisión, sus sentimientos, su fuerza, pero cuando nos toca enfrentarnos a la fuerza avasallante de obras escultóricas ejecutadas por una mujer y cuando esta mujer trabaja desde muy joven y lo hace con la misma potencia desde su juventud, nuestro asombro contemplativo no tiene límites, porque sabemos, además, del esfuerzo físico que requiere su ejecución, que contrasta con la frágil apariencia suavidad de Viviana Ovalle.

Ello nos dice de su fuerza interior, de sus extraordinarias condiciones como escultora y sus obras nos hablan de su autentica potencialidad expresiva, pues no la amilanan ni los tamaños ni los esfuerzos ni el tiempo ni las exigencias técnicas.

"Intento poner en cada obra mi sentir, dejando todas mis fuerzas, entregándome de lleno para que ese mismo entusiasmo me ayude a seguir haciendo. Así el trabajo se convierte en un enfrentamiento, una lucha conmigo misma, un esfuerzo por llevar un sentimiento que libere, que ayude a entender, que contagie las ganas de seguir, de llegar y de vivir que necesitamos todos".

Busco además, llevar una idea que hable de la necesidad de tomar una actitud positiva y creativa frente a la lucha de cada día, a las crisis que compartimos todos, a las situaciones límites. Un mensaje que diga que hay que hacer, que se puede, que vale la pena probar, tratar de conseguir, pelear para alcanzar lo que buscamos. Una obra que diga que todavía hay tiempo y que vale la pena seguir intentando a pesar de todo". Así se presenta Viviana Ovalle.

Su sensible y fuerte expresionismo

Trabaja en la década del ochenta, en grandes grupos escultóricos y monumentos, que se encuentran emplazados en diversos puntos de nuestra ciudad; en ellos maneja no sólo formas individuales, con una fuerte carga expresionista, esquematizadas en pétreos espectros monolíticos, que nos acercan a las primitivas formas americanas, sino también esquemas compositivos que desenvuelve escenográficamente en todo su conjunto.

En estos últimos años, si bien continúa manejando técnicas fuertes como el cemento armado, el cemento directo en grandes y también en pequeñas estructuras, ha incorporado en sus obras, resinas, ceras y otros materiales que le permiten introducir en ellas transparencias y formas volátiles, perfectamente estructuradas. En el catálogo de una muestra realizada en 2003 decimos: "Ella vuela con su espíritu en alto, como siempre lo tuvo, más allá de las contingencias, concretándose en muros antropomórficos, en piedras y mármoles laberínticos, en donde juega la búsqueda en claros y oscuros, en ascensiones aladas permanentes más allá de la materia. En sólidas estructuras humanas totémicas, en las que el hombre implora, eleva su rostro, sus manos, gestos de pura espiritualidad, como queriendo aportar a este mundo conflictuado y crítico, la paz que todos los seres humanos merecemos

 

Información y Fotografías extraidas del libro "Vida Plástica Salteña" de Carmen Martorell y Margarita Lotufo Valdés con autorizacion de la Secretaría de Cultura de la Provincia de Salta.

 

Viviana Ovalle es uno de aquellos seres privilegiados que andan por la vida con la certeza de una misión. Y cuando tomó el riesgo de asumirla, entendió que no hay para ella otra manera de estar en el mundo. Y se convirtió al arte con sus gozos y dolores, con sus sombras y luces, porque la vida no le sucede sino que la atraviesa. Y así va ella, presurosa, entregándose sin medida a su tarea.

Conocí a Viviana en la Escuela de Bellas Artes, y mi memoria se posa para siempre en la imagen del taller de escultura, mientras trabajaba en una obra que la excedía unas cuantas veces en tamaño. Modelaba afanosamente con una fuerza y vitalidad que hoy le siguen siendo fieles. Uno de los secretos, lo sabe y lo repite, es la pasión, ese impulso primordial hacia el encuentro íntimo con la idea.

Amiga generosa y franca en el hacer y el decir, sus consejos nos abrigan y su mirada crítica nos impulsa a descubrir horizontes. Transita el mundo con lucidez y una gracia únicas, inventando palabras y modos tan propios como su humor -que se pasea entre la candidez y la ironía-, haciendo de ella una persona entrañable.

Siempre admiré su talento para enfrentar desafíos, y resolver proyectos de proporciones inconquistables para quienes el arte de lo monumental nos es ajeno. La escultura, a diferencia de la inmediatez del dibujo, requiere un manejo de técnicas y materiales imprescindibles en el buen hacer y permanecer de la obra. Ella ha ido conquistando esos saberes a fuerza de trabajo insistente. Por eso también es capaz de mantener a raya la pasión, mientras calcula dosis de cementos, resinas y líquidos de nombres intrincados que finalmente fraguarán, con los buenos favores del tiempo, en la obra imaginada.

La obra de Viviana Ovalle, nacida en la hondura de su propia necesidad, es testimonio de la libertad con la que trabaja. No hay moda que la tiente porque entiende que la independencia conceptual es está en la esencia, en la génesis misma de la creación. Y de ese espíritu de libertad, de los sueños y de las esperanzas, hablan sus figuras casi monolíticas tan con los pies en la tierra y, sin embargo, habitadas por el ímpetu del vuelo. El tiempo y sólo el tiempo develará si la solidez de sus obras es una trampa, o un conjuro contra la insobornable fugacidad de la vida.

                                                                                                   
                                                                                                     Silvia Katz

 

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