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Mario Vidal Lozano

ace en Salta el 17 de abril de 1957. Desde su infancia se manifiesta en él la necesidad de expresarse a través de la imagen visual, por lo que concurre al departamento infantil de la escuela Provincial de Bellas Artes "Tomás Cabrera" y luego continúa en ella hasta recibirse de profesor de Pintura y Escultura.

La obra plástica de Lozano muestra ese constante "estar" en el arte, esa vocación fuerte y clara que a lo largo de los años lo lleva, con un trabajo tanto en el dibujo y la pintura como en la escultura, lo que se manifiesta en su dominio del lenguaje plástico, que se hace cada vez más "estructura" surgiendo sutilmente, casi con una desnudez original, sobre todo en sus últimas obras.

Dentro de la trayectoria de Mario Vidal Lozano, se evidencian claramente dos etapas: la primera, que es netamente naturalista y que va madurando hacia un realismo mágico, en donde lo poético surge de la representación de elementos simples, cotidianos, aquellos que de a puro humildes casi ni siquiera vemos en el trajín diario, elevándolos a la condición de protagonistas y ordenándolos de tal manera que deslumbran con una belleza desconocida; todo dentro de un espacio casi metafísico logrado a partir del uso de colores puros que se adhieren a la forma y que contrastan con otros neutros profundos, dentro de un ámbito de claros contrastes de luces y de sombras y aprisionados en un dibujo preciso, que no da tregua a la naturaleza.

Luego, poco a poco, va evidenciándose una mayor síntesis de las formas, que se enlaza en composiciones cada vez más elementales, en las que el color va perdiendo el protagonismo del principio y se vuelve parco, neutro, dentro de una planimetría casi total. Así desemboca en la abstracción en la que la textura desempeña el rol de personaje principal. A partir de lo áspero, lo rugoso, lo desparejo, Lozano juega sutilmente con la luz y la sombra del relieve textural, elaborando formas geométricas apenas perceptibles que se desplazan en blancos totales, verdes casi neutros o marrones duros y pesados. Siempre en cada obra un solo color plano, sin gradaciones y siempre en cada obra, lo táctil como elemento plástico predominante, creador de formas y espacios irreales, infinitos, cósmicos, hace sentir en la casi desnudez total, la soledad y el silencio. En sus últimos trabajos incorpora muy tímidamente algo de color, apenas un esbozo, una sutil referencia.

En su obra escultórica, se repite el camino seguido en la pintura ya que se inicia a partir de las formas naturales resumidas en fuertes planos y desemboca en conformaciones abstractas, ricamente texturadas, en las que juega con espacios interiores que se enlazan con lo exterior a partir de una ambientación general; cada escultura no es independiente, sino que se complementa con las otras que la rodean y ricamente sugestivas. Estas obras escultóricas se inspiran en la tradición totémica de las culturas precolombinas.

Algunos críticos de arte de Buenos Aires ven en la obra de Lozano un entronque con las raíces americanas; entre ellos Jorge López Anaya que dice: "América y sus raíces en la obra de Vidal Lozano. Es muy difícil aceptar la concepción de la "belleza" como una esencia intemporal. Lo que sí puede pensarse como una categoría ideal es la posibilidad de la perduración de ciertas experiencias artísticas por su capacidad de romper el cerco histórico y sigue poseyendo su valor.

Las bases de esa perdurabilidad quizá haya que buscarlas en el carácter simbólico de todas las culturas. Y es la cantidad de información que un artista recibe en su contexto socio cultural, así como sus posibilidades de articular ese universo significativo con suficiente apertura semántica y con la mayor transitivad estética, lo que asegura el funcionamiento del mensaje en una sociedad.

En este aspecto no se extraña la imagen arcaica transgresora del tiempo, recurrente, en las pinturas y esculturas de Mario Vidal Lozano. En sus obras, aparecen las planicies, los muros líticos, el espacio aborigen, raigal, don de la infinidad es la apertura hacia el futuro.

En los últimos años este artista ha ido precisando ciertas formas geométricas que denotan, cada vez con mayor nitidez, un espacio pictórico segmentado cualitativamente, siempre diferente, pero precededio por algunas reglas. Ascético en sus contenidos afectivos y trascendentes, su espacio abstracto remite metafóricamente a una sustancia incontaminada y simbólica.

Los trazos lineales en ocasiones tienden a expandirse sin implicar movimiento. En otras oportunidades aparecen cruces desplazadas de su verticalidad, quizá como símbolo del movimiento . No sería extraño que hablara de un espacio sagrado, como aquél donde es posible la comunicación de los dioses con el mundo gracias a un eje vertical que los relaciona en el entramado del Cuzco.

Vidal Lozano, como otros artistas que miran hacia adentro -César Paternostro, Alejandro Puente y algunos más de la joven generación- enfrentan una cosmovisión fundada en códigos raigales, latinoamericanos, las tendencias internacionalizadas. No cede a la imitación llana y directa, sin ignorar el enorme valor de las corrientes heredadas de la modernidad europea. Por este camino, quizá se descubra que en una misma época pueden coexistir varias visiones del mundo.

Sin duda, el artista, ya reconocido en Buenos Aires, ha madurado su poética sin concesión alguna al folklorismo ni a la anécdota formal. Con acierto aspira a instaurar estas imágenes paradigmáticas de América en la dimensión estética presente, sin atender a la luz crepuscular y a la complacencia nostálgica que llega de fuentes diversas a estas tierras " (La Nación 19 de noviembre de 1988).

Mario Vidal Lozano complementa su labor plástica con la docencia se desempeña como Profesor de dibujo y escultura en la Escuela Provincial de Bellas Artes "Tomás Cabrera", en el centro Polivalente de Arte y en su taller particular.

Desde 1973 participa de muestras colectivas e individuales en centros culturales y galerías de arte de Salta, Buenos Aires, Tucumán, Córdoba, Rosario de Santa Fe y Jujuy. Intervine también en numerosos salones provinciales, regionales y nacionales en los que obtiene distintos premios.

Sus obras emplazadas son: busto "La Madre", Plazoleta barrio El Tribuno Salta (1973); bajorrelieve "Los Infernales", Vaqueros, Salta (1977); Monumento "Héroes de Manchalá", Cía. de Ingenieros Ejército Salta (1981); Monumento Don Francisco de Toledo, Plazoleta IV Siglos de Salta (1982), busto Hugo Wast, La Caldera Salta (1983).

Información extraida de llibro "Vida Plástica Salteña" de Carmen Martorell y Margarita Lotufo Valdés.

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