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Benjamín Toro

A Benjamín le gusta congregar. No le cuesta. Tiene como almíbar su poesía, sus coplas, sus anécdotas y su buen humor.

María Fernanda Abad y Silvia Díaz Profesoras en Letras

Con su voz de ex fumador viejo acostumbra envolver, entre frase y frase, todos, todos los recuerdos. Digo, porque a veces uno abre los ojos más que de costumbre y ve que cierta gente camina por este mundo con sobredosis de pasado, con la vida bien vivida. Si bien vivir significa sacarle el jugo a los minutos, la leche a los segundos, y el sentido al tiempo.

Y con esa misma intensidad con la que ha vivido, escribe Benjamín.

Con los pasos ahora más reposados (los años asientan y se asientan, dicen), sentado en el living de su casa de barrio, el "Negro" Toro rememora, repasa y resiste. Porque no es fácil - asegura - ser lo suficientemente viejo para renunciar a las travesuras, y suficientemente joven para jubilarse.

Al igual que otros de su generación, dice que escribe desde siempre. Será tal vez porque para hacer poesía no es necesario afirmar la caligrafía o la ortografía, basta con ir mascando la poesía despacito, desde el alma, cuando llega el primer asombro y las palabras comunes de pronto quedan chicas.

Con 62 años, cuatro hijos y una mujer que vuelta a vuelta lo pone a prueba con "obviedades", Benajamín Toro le añade al peso de los días la batalla personal con la página en blanco, que lo desafía a decir, a crear, a dibujar la metáfora perfecta.

Entre su obra édita figuran la antología poética "17 jóvenes poetas de Salta" (1964), "Excedido cielo" (poesía, 1974), "La mariposa negra" (cuentos, 1976), "Las fronteras del canto" (plaqueta, 1977), "El otoño y sus rostros" (poesía, 1980), "Paula y las ciegas" (cuentos, 1990) y "Cauce y remolino" (poesía, 2000).

Gran amigo de los amigos, Benjamín demora sus relatos para rescatar especialmente la memoria de Holver Martínez Borelli, Manuel Castilla o Hugo Alarcón. Junto a ellos - se presiente - se bebió a grandes sorbos los días.

- ¿Dónde nació?
  • En Salta, aunque mi tata era oriundo de Anta. De chico viví en Villa Cristina. El recuerdo que tengo de ese lugar tiene que ver con imágenes como de campiña. Luego vivimos en una casa en la calle Mendoza y Laprida. Y ve, ahora me viene un recuerdo a la cabeza: estando ahí, una vez mi tata me llevó una rana de regalo, pero un día el gato se la comió. Y yo lo acogotaba al gato para que vomite la rana, pero nada.
  • Mi tata era albañil y pintor de brocha gorda, al mismo tiempo que un hombre de los mil oficios. Cuando yo tenía dos años mis padres se separaron y yo me quedé con mi mamá. Tengo en total 14 hermanos.
    Mi mama era costurera, pantalonera de sastrería, hacía costura fina y cosía a medida.

    - ¿A qué edad comenzó a escribir?

    - Y... de toda la vida, no puedo precisar el momento en el que comencé. Desde que me acuerdo ya escribía. Nací en 1939... Ya tengo mis años, pero me da bronca que los años que tengo no me alcanzan para jubilarme. Uno es viejo para las mujeres, para vivir en serio, pero es joven para jubilarse.

    - ¿Cuándo publicó su primer libro?

    - Lo publiqué en el 1976, porque tengo una serie de impases en mi vida, que fue muy a los sobresaltos: yo estuve en la marina, en un seminario, luego me casé, tuve cuatro hijos... Estudié algo de Derecho en Tucumán, pero luego dejé. En fin, a mi formación la alcancé trabajando.

    - Cuando estaba en esas actividades, ¿escribía?

    - Siempre. Y ya escribía con cierta seriedad, pero no con el afán de trascendencia. Siempre viví la poesía con cierta responsabilidad y en un concurso de juegos florales, en Punta Alta, un día gané mi primer premio.

    - ¿Cómo fue su acercamiento a la poesía?

    - Yo creo que nadie elige esas cosas, sino que se dan por un cauce natural, sin exigencias. Lo que sí recuerdo es que la poesía me gustaba, aún sin saber que era poesía. Cuando la escuchaba a mi madre que cantaba con caja, esa coplas me llegaban y me conmovían. Cada uno de los versos de la copla van marcando cosas muy importantes con pocas palabras. Ahora los chicos no interpretan la importancia de la copla, un microcosmos de rigor natural que nace muy desde adentro. Es fácil hacer versos, rimar, pero hacer copla es otra cosa.

    - ¿Cree que la copla puede hablar de cualquier cosa?

    - La copla encierra todo, se puede hablar de cualquier cosa, no tiene por qué ser elegíaca o telúrica. Puede tocar cualquier tema.

    Parecido al lunar tuyo
    es el verso de esta copla,
    que se pasa dando vueltas
    a orillitas de tu boca.

    Yo soy como el palo santo,
    cuando me hachan largo aroma,
    después me voy por el aire
    como vuelo de paloma.

    No hay peor pecado que amar
    cuando uno va para viejo,
    es querer tocar el cielo
    sabiendo que está tan lejos.

    Yo cuando quiero soy ruido
    y cuando puedo silencio,
    nadie ha podido saber
    cuando me voy, cuando vengo.


    - ¿Por qué su último libro se llama "Cauce y remolino"?

    - Porque algunos son poemas viejos, otros nuevos que tienen que ver con diferentes momentos de la vida. Después se juntó todo, se hizo una selección para darles un cauce, pero también en el medio hay un gran remolino. Antes armé y dejé por lo menos tres libros que quedaron en el camino, sin llegar a publicarse.

    - ¿Publicar es una preocupación para usted?

    - No, nunca he tenido apuro o ansiedad por publicar. A veces me da un poco de bronca porque hay gente que está apresurada por publicar y no tiene piedad del lector. El problema es que hay que saber respetar al lector que está esperando mensajes poéticos. Personalmente creo que, en este momento, no hay voces poéticas definidas, importantes, en Salta. No las hay al menos publicadas.

    - En su poesía está presente la cuestión de la palabra "por decir", guardada, como tormento, como algo que termina haciendo daño por no surgir...

    - Sí... La poesía debe dejar un mensaje para que el lector después se imagine las cosas, como ustedes ahora. Pero bueno, en esa cuestión interviene el demonio de la poesía y la deuda que la palabra tiene conmigo o yo tengo con ella. El tiempo me dará la oportunidad de sacar por fin esas palabras.

    - Tiene que ver con una búsqueda interna...

    - Sí, estoy en la búsqueda de algo que todavía no conseguí y por eso la poesía aún no está conjugada como uno la siente o quiere decir. Tiene que ver un poco con esto de tener miedo de morir, pero mucha bronca de seguir viviendo. La vida es un camino que no tiene sentido y la búsqueda sería tratar de encontrarle sentido a la vida. A lo mejor la poesía está para eso.

    - ¿Cree que con la poesía puede conocer las cosas más importantes?

    - Lo que pasa es que para gozar la vida en plenitud nada es suficiente, ni la risa, ni la angustia, ni nada.

    - En su poesía está presente también la preocupación social... ¿cómo vive esa cuestión como poeta?

    - Creo que los que viven como poetas, no son poetas. Hay que vivir como el ser humano común y corriente, porque poeta no es más que un adjetivo que te dan otros. Tenemos que partir de la base que el poeta tiene las mismas necesidades, preocupaciones y prioridades que cualquier otro ser humano.

    - ¿Cree que la poesía lo hizo, en algún momento, vivir de otra manera?

    - No sé, porque nunca viví en otras circunstancias. Sí, viví muchas cosas. En una oportunidad, a propósito de un poema dedicado al Che, me jorobaron mucho. Cuando lo quise publicar uno de los poetas de mi generación me dijo que no era oportuno. En muchas ocasiones, en ese tiempo, estuve muy cerquita de pasarme al otro lado. Inlcuso conocimos personalmente a Tania... pero todo pasó.

    - Queda como una sensación de frustración...

    - Sí. A los 45 años, llegué a la conclusión de que en la vida me autodefraudé. Yo pensaba que las revoluciones sociales se hacían de abajo para arriba, pero no se hacen de arriba para abajo. Eso me jorobó la vida.

    - ¿Cómo se escribe poesía desde ese lugar?

    - La poesía es más compleja, no se puede andar con grisecitos.

    - ¿Usted piensa que anduvo con grisecitos?

    - No, por eso estoy como estoy. Si hubiera andado con grisecitos estaría conforme social y económicamente. He sido un hombre de la pelea básica de todos los días. Por eso he tratado de llevar la realidad a la poesía porque el poeta debe responder a su entorno y circunstancia histórica.

    - ¿Para qué sirve eso?

    - Para sentirse vivo, es necesario mostrar las sensaciones. Por eso es que vivo con la angustia puesta en lo que estamos viviendo. La poesía es, en este sistema, como una flor en el fango.

    - Benjamín, ¿qué espera de su vida?

    - Nada, creo que ella está esperando de mí. Ahora estoy viviendo como en un sueño, tal vez me despierte en un poema, en una angustia... Sigo escribiendo, es una de las maravillas, pensar que la calma tiene que llegar. Dicen que siempre que llovió, paró. Y esta realidad también pasará.

    - ¿Tiene algún poeta favorito?

    - Sí, Walt Withman, Pablo Neruda, Lorca o Vallejo. De todas manera la poesía es más importante que los poetas.

    - ¿Alguna vez utilizó la poesía para conquistar a una mujer?

    - No, las conquistaba primero y después les hacía alguna poesía.

    - Ante la pregunta de acerca de qué tratan sus libros ¿qué respondería?

    - De retazos de vida, de sueños... Leerlos es como escuchar una buena composición musical. En ellos estoy yo, mi gente, mis afectos.

    - ¿Sueña, Benjamín?

    - Sí, tengo sueños fantáticos. En uno de ellos ando a los saltos, levito. Salto al techo, de ahí al árbol... Es un sueño que se me repite desde muy niño.

    - ¿Qué música le gusta?

    - Toda: las chicharras, los grillos, por ejemplo. No tengo una en especial, me gusta todo, aunque hay cosas que no entiendo.

    - ¿Quién le gustaría que acompañara musicalmente un recital poético suyo?

    - La invitaría a la Otilia Belmonte para que toque el violín; y a Melania Pérez para que cante.

    - ¿Qué cosas lo enojan?

    - Las obviedades. Mi mujer es especialista en eso. De todas maneras el amor me hace feliz. Si en el mundo se leyera poesía se acabarían muchas cosas negativas y estaríamos mejor.

    - Es un idealista...

    - Soy idealista, creo en Dios. 

    - Una palabra que sea sinónimo de poesía...

    - Música.

    - ¿Cómo se imagina el cielo?

    - No me imagino el cielo. Vivo un momento en que dudo de todo, cosa que no me pasaba cuando era niño. Entonces yo sabía, tenía conciencia de que era pobre y era feliz porque me sentía cerca de Jesús. Ser pobre me ponía a la estatura de Dios. Después comencé a darme cuenta de quiénes eran realmente los que tenían el poder y sentí diferente. De todas maneras, entiendo que el cielo está en todos lados: en los ojos y ademanes de una mujer, en las cosas cotidianas.

Edición: Agenda Cultural del Tribuno del 04 de Noviembre de 2001

 

 

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