Güemes y la Academia Nacional de la Historia

Por Ing. Guillermo Solá

“Que a Martín Miguel de Güemes se lo considere Paladín de América por su lucha por alcanzar la Unidad de las Provincias Unidas del Río de la Plata;

“Que en su credo político exaltó el respeto a la dignidad humana que comprende el derecho a la libertad, al trabajo, y a la propiedad de la tierra;

“Que no fue un caudillo local y menos un simple defensor de las fronteras del norte, sino un Caudillo de América porque su gesta heroica abarcó el vasto territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata con visión de forjar una Patria Mayor.”

Declaración al cierre de las Jornadas de Estudios sobre Güemes, efectuadas en la Ciudad de Salta – República Argentina – durante los días 15, 16 y 17 de Junio de 1971, al cumplirse el Sesquicentenario del fallecimiento del General Don Martín Miguel de Güemes, constituyendo en la práctica, el primer congreso regional de historia con la participación de 71 historiadores delegados de trece provincias argentinas y de la Capital Federal, a más de tres historiadores delegados de la República de Bolivia. Publicación del Gobierno de la Provincia de Salta y del Departamento de Humanidades de Salta (Universidad Nacional de Tucumán) - 1972

Hacen ya tres años que ha comenzado el Siglo XXI y por lo tanto también el Tercer Milenio.
Han quedado ya muy atrás los tristes meses de 1821 como para que puedan influir con parcialidad en la apreciación y valoración, por parte de los estudiosos de la historia, de los sucesos que terminaron truncando súbitamente la vida del General Güemes y la campaña militar por el Alto Perú que éste comenzaba a implementar en combinación con el General San Martín desde el Pacífico.
Ya no existen los individuos que, por cercanías físicas y de contemporaneidad con veteranos de acciones militares y/o políticas durante la Guerra de la Independencia, por temor u obsecuencia a éstos, o simplemente por envidias y odios personales, ocultaran la verdad o transmitieran los hechos de manera desfigurada ante la vista gorda de otros que, aún conociendo la falsedad o parcialización de la crónica, no intentaron evitar la desleal maniobra por temores, también por viejos resentimientos, quizás por simple dejadez.
Lo cierto es que luego de la muerte violenta y repentina de Güemes, instalado el enemigo en el gobierno de Salta adonde fue llamado por la traición irresponsable, nadie quedó para adivinar, o a nadie se le ocurrió pensar por aquellos días, que por muchísimo tiempo, la figura del héroe iba a ser relegada al olvido nacional y a la comidilla irreverente local, en venganza por los atropellos que se le imputaban. En efecto, doña Carmen Puch había muerto, enferma de pena, a los pocos meses de la de su esposo, el general. Los dos hijos de Güemes eran apenas infantes al cuidado, un poco de sus tíos Puch, y otro poco al de los fieles gauchos. Los años que siguieron a 1821 fueron muy duros en Salta para los parientes más próximos de Güemes y cualquier reivindicación del caudillo debería postergarse para mejores épocas.
A la par que con el tiempo se iba desvaneciendo el recuerdo del valeroso general gaucho, también se iba desvaneciendo el recuerdo de que la cruenta y sacrificada larga lucha había sido en pos de la Libertad y de la Patria Mayor. Pero lo triste del caso es que, a pesar de haber obtenido la libertad del dominio exterior, libertad ésta demorada “criminalísimamente” por muchos años, perdimos la Patria Mayor a manos de los enemigos internos que, en acciones u omisiones deliberadas en algunos casos, y en estúpidas y superficiales actitudes de pavos reales en otras, hicieron que se pierda gratis lo que tanto en sangre y lágrimas había costado. Habían triunfado, finalmente, la céntrica soberbia y sus agentes provinciales.
Luego, casi sin solución de continuidad, vinieron las guerras civiles. Muchos de los veteranos de la Guerra de la Independencia se involucraron en los enfrentamientos intestinos, entremezclados con sus autores intelectuales. El final del largo período rosista fue un dar vuelta a la página, una página de más de dos décadas. A partir del 3 de Febrero de 1852 aparece otro panorama en la Patria: se produce el “destape” constitucionalista, llega la hora esperada de organizar constitucionalmente al país. No hay otra cosa más importante y urgente que hacer. Bastante rápidamente se lleva a cabo el congreso y se pone a marchar la nación. Algo renga, porque no están todas las provincias. La renguera empeora, pero después de algunos enfrentamientos armados y diversas mediaciones, finalmente en 1861 todas las provincias se unifican marchando más o menos hasta hoy. ¿Cuáles provincias? Pues, las que quedaron después que en 1825 se terminara de desmembrar el Alto Perú (cuando todavía no se llamaba Bolivia); de hecho, ya estaban separados los territorios del Paraguay y la Banda Oriental.
A todo esto estamos cerca de 1870 y casi nadie se acuerda de la gesta de la Independencia. La Argentina está en otra cosa. Hacen 20 años que murió San Martín, en Europa, pero todavía no ha sido dado a conocer a la reciente generación, menos aún ha sido proclamado Libertador, Padre de la Patria, Héroe de la Nación. Lo será, gracias a Dios, pero un poco más tarde.
Para entonces, Güemes, la figura de este artículo, permanece olvidado e ignorado en su Patria. Las personas de Mitre y Sarmiento fulguran en el firmamento de una Buenos Aires que vertiginosamente crece en violento contraste con el resto del país.
Para 1847, los Puch que estaban exiliados en Lima por anti rosistas, publicaron una biografía de Güemes, en base a lo que recordaban por no tener documentación a mano. Desde ya que tal publicación debe haber sido muy rudimentaria y escasa, por lo que no tuvo difusión.
Recién a fines del S. XIX, cuando Dalmacio Vélez Sarsfield enfrenta a Mitre públicamente reclamándole el silencio con respecto a Güemes en “Belgrano y la independencia argentina”, el presidente de la Junta de Numismática Americana, luego de algunos lances, terminó admitiendo, en su obra “San Martín y la Emancipación Sudamericana”: “Así terminó esta famosa campaña, la más extraordinaria como guerra defensiva, ofensiva, la más completa como resultado militar, la más original por su estrategia, su táctica y sus medios de acción, y la más hermosa como movimiento de opinión patriótica y desenvolvimiento viril de fuerzas, de cuantas en su género puede presentar la historia del nuevo mundo. Salta correspondió a las esperanzas que en ella había depositado la república entera, y el caudillo que la dirigió en esta desigual y gloriosa lucha se hizo acreedor a la corona cívica y a la gratitud de sus conciudadanos” Pero hasta ahí nomás llegó.
En este punto quiero hacer mío e incluir un fragmento del opúsculo "Martín Güemes: leyenda y realidad. De Mitre a Terragno”, de Martín Miguel Güemes Arruabarrena. Salta, 2002:

El Revisionismo provinciano: La Patria Grande.

Con Bernardo Frías a principios del Siglo XX, Atilio Cornejo a mediados de la década de 1940, y Luis Güemes Ramos Mexía a fines de 1970, la historiografía norteña reinstala a Martín Güemes como Integrador Regional.
Nuestra posición histórica, sustentada en los estudios de los autores citados y sus seguidores (Juan Manuel de los Ríos, Luis Leoni Houssay, Luis Oscar Colmenares y el Instituto Güemesiano), es la siguiente: Martín Güemes, ciudadano y militar del nuevo Estado Suramericano (organización institucional nacida el 9/7/l8l6 en el Congreso de Tucumán), constituido sobre la nación preexistente (el Virreinato del Río de la Plata) y el federalismo regional (la Intendencia de Salta del Tucumán), es parte de una concepción política-institucional que ha sido cubierta por la historiografía oficial. Pertenece -Güemes- por derecho de conquista espiritual al Estado Mayor Independentista que constituyeron: San Martín, Belgrano y Pueyrredón, en procura de construir los Estados Unidos del Sur. Su accionar fue minimizado en el plano militar ("el guerrillero genial"), tergiversado en el político-social ("el caudillo gaucho") y coartado de su ámbito geográfico de proyección continental ("el defensor de la frontera norte"). La leyenda del "señor gaucho" esconde la realidad: Martín Güemes fue un criollo, un militar de carrera, conductor de la tierra en armas organizada en milicias gauchas (se basó para su estructura militar en el "Reglamento para las Milicias Disciplinadas de Infantería y Caballería del Virreinato de Bs. As." impuesto por Sobremonte en l80l), fue un integrador regional, que procuró la libertad e independencia de la Argentina, y del Alto Perú (actual Bolivia), y que protegió desde l8l6, a pedido de sus habitantes, el actual norte de Chile (perteneciente entonces, a la Intendencia de Potosí). Su asesinato en Salta en l821, por acción de un complot cívico-militar en connivencia con el enemigo absolutista español, impidió que su ejército de milicias gauchas llegara triunfante al Alto Perú, o entrara en Lima junto al ejército de los Andes. ¿Fue el Cerro de Potosí clave del desafortunado acontecer en las guerras por la independencia del Plata?”. La documentación expuesta al análisis histórico, en la obra: “Güemes Documentado” de Luis Güemes, muestra que así fue y, de yapa, que “la guerra civil y la anarquía no fue brote espurio de las masas ignaras, ni triste masiega espontáneamente nacida en los campos de la incultura.” Había dicho Bolívar en Febrero 7 de 1825 al gobierno de Colombia: “Yo no pretendería marchar al Alto Perú, si los intereses que allí se ventilan no fuesen de una alta magnitud. El Potosí es en el día el eje de una inmensa esfera. Toda la América meridional tiene una parte de su suerte comprometida en aquel territorio, que puede venir a ser la hoguera que encienda nuevamente la guerra y la anarquía.” (“Ayacucho en Buenos Aires y prevaricación de Rivadavia”, de Gabriel René Moreno). En el mes de marzo continuó la lenta retirada de los colombianos y hasta abril (1824) no fue otro el plan de Bolívar, que el de abandonar el Perú y dejar a Bolivia a su destino. (“La pequeña gran Logia que independizó a Bolivia”, Marcos Beltrán Ávila). Bolívar comprendió en 1824, que Potosí era “tabú”. En el girar de la “inmensa esfera” radicó en verdad la causa de las causas de la crucifixión de Güemes a los 36 años de su edad, expresa Luis Güemes.


La obra: “GÜEMES DOCUMENTADO”

El Dr. Luis Güemes inicia su obra, “Güemes documentado”, dirigiéndose Al Lector:
Domingo Güemes, nieto del general Güemes, y hermano de nuestro padre, trabajó con máximo empeño durante toda su vida para reunir elementos de juicio que le permitiesen vindicar debidamente la memoria de su abuelo, oscurecida con deliberada intención, cuando no tergiversada, por historiadores de nota y sus epígonos. En su lecho de agonía nos hizo el honroso encargo de continuar la obra, cosa que hemos venido cumpliendo con filial devoción; tanto que dedicamos a su memoria nuestro trabajo que sale a la luz bajo el título de Güemes documentado.
Aclaramos que nosotros no somos investigadores propiamente dicho, sino pacientes buceadores de documentos, con el fin de evitar así que la historia de nuestro antepasado se siga escribiendo en gran parte a contrapelo de la verdad y , a la vez, dejar esclarecidas las motivaciones por las cuales, después de habérsele negado durante mucho tiempo su carácter de prócer, se avinieron a calificarlo de mero gendarme del Norte, guarda espaldas de San Martín, pretendiendo se ignore (para paliar y cohonestar el descuartizamiento de las Provincias Unidas) que él no necesitaba inspiración ni tutoría de nadie y que, dadas sus condiciones y su trayectoria como guerrero, hubiera llegado triunfante hasta la propia Lima y de este modo la frontera norte no habría segmentado las Provincias Unidas en Salta, sino que se habría establecido en el límite con el Bajo Perú. Con el deliberado propósito de impedir esto último fue privado sin variación de todo auxilio, impidiéndosele, por ejemplo, debelar totalmente al enemigo de su propio centro del Alto Perú o por lo menos aniquilar a los realistas que invadían el territorio salteño, a quienes siempre derrotaba, pero aún derrotados, retornaban a sus cuarteles para, una vez rehechos, atacar de nuevo en la primera oportunidad, prolongándose la guerra inveteradamente y, por fin, asesinado; y a la vez por encubrir el expresado motivo de tales dilaciones y de tal muerte fue minimizada al máximo su figura histórica, incluso escamotándose documentos o falsificándose otros para ocultar la realidad de los hechos.
L.G.

La introducción precedentemente transcripta, no es una mera introducción: constituye una gravísima denuncia que, para fundamentarla, el autor acompaña con doce tomos de documentación indiscutible y comprobable.

¿A quién corresponde tomar cartas en este asunto? Pues, a la Academia Nacional de la Historia. Es la Academia quien debe intervenir, para rechazar fundadamente, o dando lealmente lugar a la verdad. Pero no puede seguir desconociendo la existencia de tamaña irregularidad, denunciada, y que además excede a la figura del general Güemes para comprometer, ya, a otras figuras del bronce argentino.

No prestar atención a esto, por negligencia o con premeditación, constituye una complicidad condenable en el honor y en el prestigio de la Institución en general, y en los académicos en particular. No debe existir ninguna clase de condicionamientos, ni corporativos, ni políticos, ni sectarios, en un tribunal tan alto como la Academia Nacional de la Historia, que impidan que se dé a conocer la verdad de los hechos históricos, cueste lo que cueste, duela lo que duela, sin que tampoco se argumente extemporaneidad. Los hechos históricos no prescriben.

Los datos que proporciona “Güemes documentado” son terminantes. Que la Academia Nacional de la Historia no haya considerado ni un renglón, hoy no tiene ninguna explicación benigna.

La Academia Nacional de la Historia

La Academia Nacional de la Historia que ha publicado no hace mucho tiempo la “Nueva Historia de la Nación Argentina”, persiste en mantener a Güemes en un nivel más abajo que secundario, de una manera ya asombrosa e inexplicable para nuestros días, toda vez que existe, desde hace más de veinte años, una muy importante obra, “Güemes documentado”, de Luis Güemes, la que no puede pasar desapercibida para la más alta autoridad de la materia. Es increíble que la recopilación de documentación, de las mayores referidas a un prócer, producto de una trabajo de más de cincuenta años en archivos públicos y privados, nacionales y extranjeros, de la que se desprende indubitablemente la envergadura nacional del General Martín Miguel de Güemes, haya sido dejada de lado totalmente como “orientación bibliográfica”. Tampoco conoce, o parece que no adjudica valor, a la obra de Bernardo Frías, o a la de Atilio Cornejo, o a la de Luis Colmenares, o a la profunda y delicada labor del Instituto Güemesiano. Para la Academia Nacional de la Historia, la historiografía específica sobre Güemes, directamente no existe.
Por ejemplo. La A.N.H. sigue omitiendo, o ignorando, no ya la actuación de Güemes durante las invasiones inglesas en Buenos Aires, que podría calificarse como un hecho menor en su carrera, sino su determinante acción en la Batalla de Suipacha. Directamente no lo menciona. Lo suprime. Y esto no es un hecho menor, por la proyección de ese hecho histórico, y porque es allí cuando comienzan a producirse una serie de circunstancias, casuales o causadas, que irán retaceando y desvalorizando la verdadera dimensión de Güemes, el Gran Argentino del Norte. En “Güemes documentado.” -Tomo 1, Cap. 10- se halla extensamente pormenorizada su intervención, tanto en la jornada de Suipacha como en la preliminar de Cotagaita. , y en el capítulo siguiente del mismo Tomo 1 -Cap. 11- los datos sobre cuándo y porqué Güemes fue desvinculado del Ejército del Perú, en Potosí, enero de 1811. También sirve la lectura de estos capítulos, (ver además: Tomo 12 -Nuevas Apuntaciones- pág. 296), para meditar porqué la Batalla de Suipacha fue, y es aún, un tema tabú, que nadie se anima a profundizar -y a analizar y difundir- quizás por temor a que resulte una caja de Pandora, confirmando parte de la denuncia de Luis Güemes.
En el ultra veloz vistazo que hace “La Nueva Historia...” sobre el desastre de Huaqui -Tomo 4, Pág. 283 y siguiente- se sorprende que Balcarce “...que había actuado con iniciativa y creatividad táctica en Suipacha, pareció perder influencia y energía a medida que el ejército avanzaba hacia el norte, cuando más debieron pesar su experiencia y conocimientos militares” Lo cierto es que la “iniciativa y creatividad táctica en Suipacha” dependió, principalmente, del omitido Güemes, omitido en el parte de batalla y omitido también en los correspondientes premios y méritos. Pero para entonces, Güemes ya no pertenecía al ejército, había sido dado de baja por Castelli, como vimos, en Enero de 1811, dos meses después de la histórica jornada. ¿Porqué? (ver Güemes documentado)
En lo que parcialmente sí acierta, es cuando dice: “Nunca más llegó un Ejército Auxiliar del Alto Perú hasta el Desaguadero. Desde el punto de vista estratégico no es juicioso apreciar que, de no haber perdido la batalla el Ejército Auxiliar, se podría haber invadido el Bajo Perú con probabilidad de victoria; pero sí que se hubiera podido mantener defensivamente la línea del Desaguadero y, entretanto, imponer firmemente la revolución en el Alto Perú.” Sí que hubiese sido posible, pero no dice porqué “nunca más llegó”: porque premeditadamente no se quiso. (Ver “Güemes documentado” – Tomo 1, Cap. 11 – “Nota sobre cuándo y porqué Güemes fue desvinculado del Ejército del Perú”)
La dificultad estratégica que presentaba la garganta, o quebrada, de Yuraicoragua para penetrar por allí al Bajo Perú e invadir conquistándolo, se esgrimió como uno de los argumentos para desistir de la idea de llegar a Lima desde el Alto Perú: el ejército realista estaría esperando del otro lado para acabar con los nuestros. El otro motivo era el de la altura y la puna, perjudiciales para los nativos del nivel del mar. Ahora, ¿en qué se diferenciaban las tropas realistas que pasaron varios años ocupando la altura y la puna, de las patriotas que podían adaptarse perfectamente, como que penetraron en más de una oportunidad y se tuvieron que volver, sea por órdenes, sea por falta de recursos? Y si hubiera estado ocupado el Alto Perú con nuestras fuerzas en vez de las realistas, la dificultad estratégica de la garganta de Yuraicoragua hubiese jugado en contra del enemigo, hubiese continuado el Alto Perú dentro de las Provincias Unidas y hubiese terminado más rápido y de una manera más contundente la tarea de San Martín. Con menos Guayaquil y con menos Bolívar.
Sigue la Academia sosteniendo como válido el “...trasunto que rehice de memoria...”en 1881 de Vicente Fidel López, referido a la supuesta carta que San Martín habría enviado a Rodríguez Peña el 22 [no 23] de Abril de 1814, desde Tucumán. ¿No saben acaso que existen serias dudas de la autenticidad del “trasunto”? Y seguimos juntando inexactitudes.
En solamente diecinueve páginas (desde pág. 279 hasta pág. 284, y desde pág. 297 hasta pág. 311, del Tomo 4 - Capítulo 9, de “La Nueva Historia de la Nación Argentina”) de un total de diez tomos, cree la Academia cumplir con la relación de los hechos de la Guerra de la Independencia en el Norte, pretendiendo que se ignore el martirio y la pobreza en que estuvieron sumidos los pueblos de Salta y Jujuy durante muchos años, defendiendo a su costo la libertad y la independencia de todas las provincias, libertad e independencia que gozan, pero muchos no saben cómo ocurrieron las cosas, porque los responsables de informar correctamente, hoy impunemente no lo hacen, o lo hacen a medias y tergiversadamente, váyase a saber por qué motivos.
Sin embargo, con respecto al episodio del desacato, de los jefes del Ejército Auxiliar, al general Alvear designado para reemplazar a Rondeau, a fines de 1814, el escaso resumen de la Guerra de la Independencia que hace “La Nueva Historia...”, le otorga el cuádruple del espacio (ver págs. 305 y 306 del Tomo 4) del que destina a la Batalla de Suipacha. En este suceso muestra la Academia, con soberbia, su malestar porque osaron estos jefes “ser intérpretes de la Nación”, sin permiso de Buenos Aires.
Continúa, la minúscula y maratónica relación, contando en exactamente cinco medios renglones, pág. 306, que la “...única victoria [del ejército de Rondeau] se la proporcionó su mayor general Fernández de la Cruz, que en Puesto del Marqués (14 de abril de 1815) derrotó completamente al destacamento realista...” Lo de “única victoria” sería cierto si no se toma en consideración (como efectivamente no lo hace) la cantidad de escaramuzas y ataques con que sólo Güemes con sus milicias hicieron retroceder al ejército realista, durante el año 1814, desde el Río Pasaje hasta La Quiaca. Por esos méritos, el Director Posadas a solicitud de Rondeau, otorga el grado de coronel a Güemes. El Ejército Auxiliar llega a Jujuy, sin haber disparado ni un tiro, cuando los españoles están, en su retirada, ya en La Quiaca. (Ver “Güemes documentado” -Tomo 2, Cap. 17: “Güemes y Rondeau en 1814”, y Cap. 18: “1815”)
Pero la Academia “no sabe” que la acción de Puesto del Marqués es enteramente de Güemes. Fernández de la Cruz y Rondeau llegaron al lugar horas después de concluido el combate. Se podrá encontrar la manera de justificar que se ha personalizado en un superior en el mando la autoría del triunfo, por el sólo hecho de estar el ejército en las inmediaciones, pero entonces debería habérsele adjudicado el triunfo a Martín Rodríguez que había desplazado a Güemes del comando de la vanguardia (no entro en comentarios del episodio del Tejar), o directamente a Rondeau por ser el Jefe del Ejercito Auxiliar. Sin embargo, el gobierno decide, en previa conspiración secreta (pero quedaron las pruebas) con el prepotente y poco eficaz Martín Rodríguez y el no muy lúcido Rondeau, por orden de éste último y al día siguiente del triunfo del Puesto del Marqués, dar de baja a las milicias gauchas y por lo tanto desactivar a Güemes, quien se vuelve a Salta con su gente. La “incompatibilidad de carácter” que dice la Academia, entre Güemes y Martín Rodríguez, no era porque sí nomás: era por el mal trato que éste último dispensaba a los gauchos, y que fue motivo de un enérgico y amenazante reclamo por parte de Güemes, a lo que M. Rodríguez contestó con despreciable arrogancia: “... ¿quién es Ud. señor general de gauchos, para apercibirme?...” (Ver “Güemes documentado” – Tomo 2, Cap.18: “1815”)
Así nos fue después, en Venta y Media y Sipe Sipe, con estos jefes. Soberbio e incapaz el uno , y solamente incapaz el otro.

1816, en adelante: cuando comprendió Rondeau que había cometido el error de dar crédito a las inquinas , que con el pretexto del apoderamiento por parte de Güemes de los 500 fusiles tomados de Jujuy volviendo a Salta desde el Puesto del Marqués habían urdido los enemigos internos, estuvo pronto a conferenciar con el norteño coronel criollo, llegando al histórico acuerdo de Los Cerrillos, en marzo de 1816. Allí se selló, no sólo la paz entre ambos jefes, sino una verdadera amistad. También ahí French conoció al verdadero Güemes, de quien se convirtió en un sincero admirador.
La paz de Cerrillos fue festejada por San Martín en Mendoza con cañonazos y banderas.
La llamada “guerra gaucha”, más allá de tener un sonido romántico y folclórico, fue una gigantesca acción militar llevada a cabo con escasos recursos. Fue verdaderamente gigantesca porque, si bien no se libraron importantes batallas a lo clásico, con ejércitos de línea enfrentados, infanterías, artillerías, caballerías, etc. como las que hoy son recordadas con nombres de calles en la Capital Federal, digo fue gigantesca porque duró más de seis años, sostenida exclusivamente por milicias de gauchos-soldados, o soldados-gauchos, atajando y poniendo en retirada en varias oportunidades a ejércitos de línea de varios miles de soldados bien equipados, muchos de ellos veteranos de guerras napoleónicas.
Güemes detuvo poderosas invasiones al mando de destacados jefes. Basta citar la del experimentado mariscal José de la Serna, quien al mando de 5.500 veteranos de guerra partió de Lima asegurando que con ellos recuperaría Buenos Aires, o la del Gral. Olañeta, ambas en 1817. O la del Gral. Juan Ramírez Orozco quién en Junio de 1820 avanzó con 6.500 hombres. En la anarquía nacional del año 20, sin gobierno ni congreso después de Cepeda, sólo Güemes defendía el territorio y la independencia, y no la “frontera”, de la invasión de Ramírez de Orozco. El Gral. San Martín iba ya rumbo al Perú, bajo bandera chilena, y con él también los más destacados jefes. No quedaba nadie más que Güemes.
En general, es creencia vulgar de que Güemes actuaba libremente de acuerdo a su antojo. Se ignora que Güemes tuvo oficialmente cargos, designaciones y misiones. Ya vimos que San Martín lo designa, en 1814, al frente de la Avanzada sobre el Pasaje. En 1816 el Director Pueyrredón le encomienda la defensa de las Provincias Unidas y la seguridad del Ejército Auxiliar del Alto Perú, de cuya jefatura fue Güemes subalterno, ejército éste que se encontraba en Tucumán reorganizándose después de ser derrotado en Sipe Sipe. Entonces las milicias gauchas al mando del salteño pasaron a desempeñarse como ejército en operaciones continuas, al servicio de la Patria. Luego de la disolución del inútil y malogrado Ejército del Norte, tras la sublevación de Arequito, San Martín lo designó, y por aclamación de todos sus jefes, General en Jefe del Ejército de Observación –mayo de 1820- y le encomendó la misión de auxiliarlo en la liberación del Perú, tarea ésta que se frustra, justo cuando está iniciándola, a causa de la traición que provoca su prematura muerte.
Rodeado de enemigos lo encontró el año 1821. Uno de los más poderosos y temibles fue el gobernador Bernabé Aráoz, autodesignado Presidente de la República de Tucumán, quien se negó a entregarle el armamento que había pertenecido al Ejército Auxiliar y evitó que su par santiagueño lo auxiliara. En mayo, acusándolo de tirano, el nuevo Cabildo de Salta lo depuso, en alianza con el Gral. Olañeta. Güemes recuperó el poder días después, pero una partida realista guiada por los enemigos internos lo hirió la noche del 7 de Junio. Murió diez días después, a la intemperie, en un catre, en Cañada de la Horqueta, a la edad de 36 años. Entonces se convirtió en el único general argentino caído en acción de guerra.
Casi no se sabe, tampoco, que en su agonía no dejó de rechazar enérgica y terminantemente los ofrecimientos del enemigo: ayuda médica, dinero y honores, a cambio de su rendición.

“El extraño y notable general y caudillo”

La Academia Nacional de la Historia, siempre en el súper resumen, Tomo 4, pág. 310, primer párrafo, dice: “La muerte del extraño y notable general y caudillo, felizmente para las Provincias Unidas, no significó el desarme total de su provincia. El general realista Olañeta, en el mismo año 1821, llegó con su tropa hasta Volcán, a las puertas de Jujuy; pero debió retirarse con fuertes bajas. Las amenazas de los realistas en los años siguientes no pusieron en peligro la independencia de Salta y Jujuy”

En el párrafo precedente, se encuentra la médula del desencuentro en la apreciación de nuestra historia:

Luego de la muerte de Güemes se produce el Armisticio del Cabildo de Salta con Olañeta, situación buscada, negociada y manejada por la “Patria Nueva” de Salta (especie de partido político propulsor de la destitución de Güemes, y encaramado al poder luego de muerto éste) y por Bernabé Aráoz, con el jefe realista. Entre otras cláusulas, se establece que las tropas españolas se retirarán, sin ser molestadas, hasta algo más al norte de la ciudad de Jujuy, quedando también prohibido el tránsito por la provincia de cualquier fuerza armada que pueda ser amenazante a las tropas reales. Luego, la Capitulación del Gobierno de Salta, en agosto de ese mismo año 1821, ratifica lo actuado, con vigencia de cuatro meses más, a partir de la firma. Olañeta rubrica el documento, en fecha 30 de agosto de 1821, en su cuartel general en Tupiza, mucho más al norte de Jujuy, adonde se había retirado en virtud del armisticio, obviamente, sin ninguna baja. (Ver “Güemes documentado” –Tomo 11, Cap. 146, “Armisticio entre el Cabildo de Salta y Olañeta (14 de Julio de 1821) – Capitulación de Cornejo ante Olañeta (20 de agosto de 1821)”
Con la Capitulación, el plan pacifista-desmembracionista marchaba a la perfección. Pero, las fuerzas españolas quedaban libres de tener que defenderse del Río de la Plata (léase Salta y Jujuy) para concentrarse en atacar a San Martín en Lima. Por ello, y no porque Salta no hubiese sufrido ningún “...desarme total...” es que “...las amenazas de los realistas en los años siguientes no pusieron en peligro la independencia de Salta y Jujuy” La lucha de tantos años, de estos pueblos del Norte, con Güemes a la cabeza, no fue solamente para defender la independencia de Salta y Jujuy, como errónea y tristemente cierra el párrafo de la pág. 310, Tomo 4, la Academia Nacional de la Historia. ¿Es que acaso todavía no se entiende cómo se conformaba el territorio, y para qué el enorme sacrificio que hacían dichas provincias?
La muerte de Güemes (quien ya había comenzado a movilizar efectivos al Alto Perú, en conformidad con San Martín) y la consecuente capitulación de Salta, significó la queja del Libertador, que en carta desde Lima a O’Higgins, de fecha 6 de noviembre de 1821 dice: “...los enemigos tratan de reunir las fuerzas que tienen en el Alto Perú, en Huamanga y Jauja, que añadidas a las de Olañeta que se han venido sobre Puno y las de Ramírez en la costa, me pueden prolongar la guerra de un modo indefinible. El indigno armisticio de Salta ha hecho que todas las fuerzas caigan sobre mí, y esto no puede permitirse...”
¿Pretende la Academia seguir ignorando la vinculación de los hechos, desconectando la lucha de Salta y Jujuy del plan integracionista americano de Güemes y San Martín?
¿Cree la Academia Nacional de la Historia que Martín Miguel de Güemes fue solamente un extraño y notable general y caudillo?
Tal calificación, que a simple vista parece laudatoria, en realidad está justificando una lisonjera manera de disminuir, de menoscabar su verdadera dimensión.
Es que, disminuir al General Martín Miguel de Güemes (y más allá de la persona de Güemes), es ocultar el molesto tema de lo que se perdió. No me refiero solamente a los territorios del Alto Perú (Bolivia). Me refiero a lo más importante de todo: se perdió, hasta ahora, la mitad de la historia y su valiosa tradición, con lo cual también hemos perdido el rumbo porque no encontramos nuestra raíz y nuestra identidad como nación.


Salta, Enero de 2004
Ing. Guillermo Solá

Notas

1) Triste ironía haber quedado desmembrados del objeto que originó el nombre de Argentina: argentum, plata. del Alto Perú.

2) De paso, es de aprovechar para poner en conocimiento de quien lea este artículo, que en la República Argentina, entre otras cosas que no hacemos, no se conmemora ni se recuerda la histórica Batalla de Suipacha, primera victoria de las armas de la patria en la guerra de la independencia. Desde ya que sí lo hacen en Bolivia, especialmente en Suipacha, con himnos, banderas y escarapelas bolivianas y argentinas.

3) “Güemes documentado” – Tomo 2, pág. 318 y 319.-

4) y también ladrón de objetos de valor, detenido por Güemes en Cobos: ver “Güemes documentado” – Tomo 3, Cap. 27.

5) “Güemes documentado” – Tomo 3, Cap. 30, Ataque de Rondeau a Salta y Pacto de San José de los Cerrillos, del 22 de marzo de 1816.

6) “En esos días San Martín desembarca en el puerto de Paracas, y espera el avance de Güemes por el Norte. El conductor de la tierra en armas -Güemes- solicita auxilio a las provincias para cumplir con el plan del Libertador. Buenos Aires y el litoral se debaten en luchas fratricidas. La anarquía triunfa sobre la unidad nacional suramericana. Es el año 1820, el 20 de Junio muere el creador de la Bandera Nacional: el Gral. Manuel Belgrano (en el día de los tres gobernadores). Con la irrupción del “gaucho de los cerrillos” y sus “colorados del monte” se establece la paz de los hacendados. El pacto del restaurador (Juan Manuel de Rosas) y el patriarca de la federación (Estanislao López) se consolida con las vacas entregadas por la provincia de Bs.As a Santa Fe. Buenos Aires recupera la tranquilidad comercial. Salta y Jujuy entretanto, se desangran por la independencia nacional. En la anarquía litoraleña, y posterior dictadura bonaerense, el término libertad queda relegado a los campos de batalla entre unitarios y federales. La independencia se recluye en las selvas, montes y ríos del norte argentino, y en el altiplano boliviano. Por ello el liberalismo portuario o el nacionalismo bonaerense nunca comprendieron a Güemes, salvo como “defensor de la frontera norte” o “caudillo gaucho”. "Martín Güemes: leyenda y realidad. De Mitre a Terragno”, de Martín M. Güemes Arruabarrena. Salta, 2002.

7) “Güemes documentado” –Tomo 11, pág.331

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