Año II - N° 14 - Salta, Marzo de 2004

Hoja Primera

Hoja Nº 1

Hoja Nº 2

Hoja Nº 3

Hoja Nº 4

Hoja Nº 5

Hoja Nº 6

Hoja Nº 7

Hoja Nº 8

Hoja Nº 9

Hoja Nº 10

Hoja Nº 11

Hoja Nº 12

Hoja Nº 13

Ilustración: Eduardo Audivert

 

Elegía a Alberto Burnichón

Vengan, arrimensé, vean lo que han hecho.
Antes que se lo lleven mirenló de perfil en este charco.
Ya le va ahogando el agua poco a poco el cabello
y la alta frente noble.
Los pastos pequeños afloran entre el agua sangrienta
y le tocan el rostro levemente.
Su corazón sin nadie está aguachento con una bala adentro.
¿Miraron ya?
¿Era de mañana, de tarde, de noche que ustedes lo mataron?
¿Se acuerdan cuándo era?
(Los alquilones sólo miran la hora del dinero.)
No, no se vayan, oigan esto:
El hombre que ustedes han matado amaba la poesía.
Cuando ustedes aún no habían nacido
los pies de ese señor iban por todos los pueblos de Argentina
dejando en cada uno la voz de los poetas.
Esos versos llevaban
sus ganas de justicia y de mostrar belleza.
Ustedes han cobrado dinero por matarlo
y él jamás cobró nada porque ustedes aprendieran a leer.
Fíjense:
hacía libros de poemas que regalaba a los obreros.
Tenía como ustedes, hijos, mujer y un techo
que también le han derrumbado
y libros de aprender a ser gente.
Todo eso han destruido, ¿se dan cuenta?
¿Y ahora?
Ustedes, pobre matadores,
perdonados por él, ya reposados
piensan conmigo: ¿Qué haremos con el muerto?
Yo lo recobro ahora, húmedo en yuyarales.
Mi mano le despeina como a un nido dormido.
Miro su portafolios abierto en donde caben todaslas sorpresas del mundo,
fotos de sus amigos pintores y escultores
saliendo entre las pruebas de algún libro de versos.
Lo miro apareciendo en cualquier parte en cuanto lo han
/nombrado.
Se iba quedando siempre que se iba.
Por eso estaba con nosotros, ausente.
Nos quería en silencio.
A Wernicke, a Galán, a Lino Spilimbergo y a Alonso.
Luis Víctor Outes, Bustos,
le arrodillaban el corazón
cuando Rolando Valladares triste, andaba en las vidalas.
Se echaba en la amistad como un vino en las copas
y había que beberlo
hasta la última luz del alba y la alegría.
Va cielo arriba, en Córdoba, solito.
Nosotros, aquí en Salta, lo pensamos.
Y ahora, matadores alquilados:
¿qué hacemos con el muerto?
MANUEL J. CASTILLA
Salta, 16 de abril de 1976

N.N.
Clandestinos pozos de la vergüenza
donde los cuerpos hacinados yacen
Pájaros detenidos en mitad de su vuelo
soles súbitamente enfriados
secas libélulas que el viento descascara
y esparce en huesos leves transparentes

Aquí la muchacha con alas
que en el raído cesto de su vientre
aún lleva los escombros de su hijo no nacido. Aquí el adolescente limpio de toda carne
cuyo único pecado fue hacer de su corazón un barrilete
hurgonero de patrias sin imperio
Aquí el zafrero oscuro
queriendo edificar con su solo machete
un cielo nuevo un día diferente
Aquí la madre loca la maría dolorosa
persistiendo en la búsqueda de un rostro arrebatado
Aquí el horror
La lepra
El genocidio
KUKY LEONARDI


La desaparición

Con un par de convicciones
y algunas blasfemias
violaron la cerradura a tiros.
Animales de caza nocturna
lo sacaron de la cama. La presa
no alcanzó a despedir su rostro
ni a poner a salvo su nervio principal.
En la vejación, el mundo
perdía su figura y sospechó
no más poemas después de eso.
En nombre de un orden
que despuebla la vida, lo condujeron
en un coche cerrado como un ataúd
hurtando la vergüenza al exterior.
Entonces atravesaron
la vasta oscuridad sin jueces
de una ciudad en la que desapareció
y en cuyos jardines había amado
con un cuerpo visible tendido al sol.
JOAQUÍN GIANNUZZI
(de Obra Poética, Bs.As. 2000)

Vuelo
El hombre arrojado
del avión
al mar
piensa
aún en el aire que
no está muerto
quien pelea
Pese
a la somnolencia de
la droga
atina
a mover los
brazos como un pájaro
Entonces ve el país
la costa del país
una sombra
lejos
Nada
más bello ahora
nada más
corazón
Hincha el pecho y
tal vez esa
voltereta sea su
saludo
Ah no poder
sostenerle
no dar con él
batalla en cielo abierto
Alcémonos
Que el hombre
dislocado en el impacto
con el agua oiga
nuestro canto
antes
de desaparecer.
JORGE BREGA
(de Poemas de ausencia, Bs.As.1984)

No me torturen más…

No me torturen más
Soy viento, soy llovizna, soy arena

ALCIRA FIDALGO (1949-1977)
(de Oficio de Aurora, Bs.As. 2002)

Por detrás de mi voz...
Por detrás de mi voz
-escucha, escucha-
otra voz canta.
Viene de atrás, de lejos;
viene de sepultadas
bocas y canta.
Dicen que no están muertos
-escúchalos, escucha-
mientras se alza la voz
que los recuerda y canta.
Dicen que ahora viven
en tu mirada
(sostenlos con tus ojos,
con tus palabras,
sosténlos con tu vida,
que no se pierdan
que no se caigan)

CIRCE MAIA

Responsable de resQUICIOS: Mercedes Saravia - Colaboración: Teresa Leonardi y Ana de Anquín

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