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La guerra de las republiquetas en el Alto Perú

Por Gabriel Anibal Camilli

Martín Miguel de Güemes y sus milicias gauchas no lucharon solos. Luego de las derrotas en Vilcapugio y Ayohuma, pero en particular después del desastre de Sipe Sipe en 1815, la situación en el Alto Perú se tornó muy compleja para los caudillos locales. El poder realista impuso un terror desenfrenado como norma para la “pacificación” de la revolución altoperuana donde las masas indígenas representaban un serio peligro para el poder absolutista. Decenas de miles de paisanos fueron pasados por las armas o murieron en combate. Ciento cinco caudillos altoperuanos libraron la Guerra Gaucha. “La Guerra de las Republiquetas” la denominó Bartolomé Mitre en su historia oficial, para no usar la palabra montonera, pues su gobierno se enfrentaba a las montoneras federales, utilizando contra las poblaciones federales el paso a degüello de la misma manera que los realistas. Fue la mayor guerra de desgaste del continente americano entre 1810 y 1825. De los 105 jefes sólo sobrevivieron nueve al finalizar la guerra. La mayoría moriría en combate o sería ejecutada por Abascal y Pezuela. Sus cabezas serían clavadas en picas en las plazas de los pueblos para escarmiento popular. La guerra de partidarios -partisanos- montoneros o de recursos, la guerrilla del Alto Perú y la de Güemes en Salta, fueron fomentadas por el general San Martín, que conocía estas tácticas porque las había visto aplicarse en España durante la ocupación de las fuerzas napoleónicas. Pocos saben que esta guerra sería el ejemplo que tomarían los patriotas italianos, franceses, yugoeslavos, rusos, bielorrusos, ucranianos y griegos para luchar contra la ocupación alemana en la Segunda Guerra Mundial. Al mismo tiempo, en el Alto Perú los caudillos sublevaron a las poblaciones, logrando el control en desmedro de los españoles. Cada caudillo se convirtió en jefe militar y político apoyado por las poblaciones de los distritos revolucionados. Cada “republiqueta” se armó con el objeto de estorbar el accionar realista, y persistió hasta la completa caída de las huestes españolas en la zona el 9 de diciembre de 1824 en la batalla de Ayacucho, último gran enfrentamiento por la independencia de América del Sur.
            Durante la invasión de 1817, en la que tan destacada participación para neutralizarla tuvieron las milicias de Güemes y que tan importante fue para la materialización del plan sanmartiniano, De La Serna se estableció inicialmente en Tupiza, mientras una partida del coronel tucumano Gregorio Aráoz de la Madrid tomaba Tarija y amenazaba Chuquisaca, incentivando la resistencia de las republiquetas. Las guerrillas de Lamadrid y los caudillos altoperuanos complicaron las líneas logísticas de abastecimiento de los realistas desde el Perú hasta el norte argentino, contribuyendo mediante las operaciones de desgaste al fracaso de esta campaña destinada a obligar al Ejército de los Andes a distraer fuerzas para reforzar el frente norte y evitar la campaña sanmartiniana a Chile.
            La misma situación se produjo a partir de 1820 en Perú. Los caudillos altoperuanos contribuyeron a que los realistas no pudieran concentrar todos sus efectivos en un centro de gravedad, dividiendo sus fuerzas y permitiendo con más soltura las acciones desde la costa y la sierra, donde el general Antonio Álvarez de Arenales dirigió la primera campaña para insurreccionar a las poblaciones. De esta forma la campaña sanmartiniana se apoyó en cuatro grandes ejes:

  • Las operaciones anfibias de su escuadra y ejército sobre la costa, presionando desde el oeste.
  • Las operaciones del general A. Álvarez de Arenales en la sierra para insurreccionar a las poblaciones y amenazar Lima desde el este.
  • Las acciones de los caudillos altoperuanos en el sur, distrayendo importantes contingentes realistas que no podían operar contra las unidades del general San Martín.
  • Las operaciones de las milicias gauchas de M.M. de Güemes, desde el norte argentino y con el Ejército Auxiliar del Alto Perú, para defender el norte de las Provincias Unidas y amenazar con lanzar una ofensiva para, al igual que los caudillos altoperuanos, distraer grandes masas de tropas, privándolas de accionar contra los efectivos sanmartinianos.

Conclusión
            La guerra de desgaste llevada adelante en el actual norte argentino por las fuerzas del general M.M. de Güemes, y por los caudillos altoperuanos en el actual territorio de la República de Bolivia, produjeron un notable efecto sobre las fuerzas realistas. A pesar de tratarse de milicias y fuerzas irregulares enfrentaron con éxito a unidades muy experimentadas, veteranas de las guerras europeas. Esto, además de generar una enorme pérdida de valiosos recursos, obligó a los realistas a dividir sus fuerzas, sustrayéndolas de los frentes, primero de Chile y posteriormente del Perú, contribuyendo significativamente al desarrollo de la gesta sanmartiniana en América del Sur.

 

Del Libro EL LEGADO DE MARTÌN MIGUEL DE GÛEMES