MEDIO SIGLO DE DOCENCIA

 

  El sabio aprende más del necio que el         

necio del sabio. El Maestro aprende más de sus

discípulos que estos de su Maestro.

                                                                       Aristóteles

 

La Aventura de Vivir

 

            La vida del ser humano tiene su nacimiento cuando un espermatozoide resulta ganador en una carrera de millones de competidores. La meta ansiada es encontrar y fecundar un óvulo,   uniéndose al mismo de una manera tan íntima que ambos pierden su individualidad y juntos reciben  como premio  la vida,  formando una  nueva persona  humana  única e irrepetible. Desde ese instante, la persona posee el derecho de nacer y los otros que las leyes  divinas, naturales y las escritas por los hombres le reconocen, aunque aún esté en el seno materno. Esa persona  no decide por sí misma la continuación de su vida, sino que esa decisión es la mayor obligación y responsabilidad que asumieron los dos padres, al crear, en forma conciente o no, una nueva persona humana   y  deberán rendir cuentas cuando el Hacedor del Mundo les pregunte “¿dónde están los hijos que te di?”.

 

            Cumplido el período de gestación, la persona nacerá y crecerá bajo la protección de sus padres, quienes tienen la obligación moral y social  de infundir en el nuevo ser  las virtudes y valores que ellos poseen,   y que han adquirido por los  usos y las costumbres. Por desgracia, junto a esas virtudes y valores, los padres  acompañan,  con mayor frecuencia de lo deseable, los vicios personales y sociales.

 

Lo que hemos aprendido en el hogar como primera escuela de vida es aquello que se refleja en un sabio dicho de la lengua española: “Lo que Natura no da, Salamanca no presta”.  

             

Después de la niñez, la persona ya es responsable de elegir el camino que recorrerá en su vida, pero no debe hacerlo con plena libertad, sino conforme a las normas morales y a las dictadas por los hombres para convivir en sociedad. Se trata de una decisión personal guiada,  custodiada y promovida por  los padres, que son responsables primarios y luego corresponsables  hasta  la mayoría de edad o la emancipación 

 

Las decisiones más difíciles se deben tomar analizando las capacidades propias y dejándose guiar por la conciencia,  asistida por la chispa que la alumbra,  que tiene su morada en la virtud de la prudencia, y que los filósofos denominaron sindéresis. Es la misma que la Biblia, en el Libro de Tobías, nos muestra como el amigo y consejero que Dios pone en cada uno de los mortales.

 

El hombre es libre de elegir el camino  para transitar el mundo, pero es conveniente que sea guiado por sus padres y por la sociedad. Lo que para el niño es un derecho,  para los padres,  para los gobernantes y para la sociedad toda es una obligación de solidaridad.

 

 Existe siempre la  tentación  de emprender el camino fácil, que normalmente desemboca en la ruta  del vicio. Al contrario, si tomamos el camino del trabajo, el estudio y el servicio, caminaremos por la ruta del amor y de las virtudes, que conducen a la realización de la persona.

 

            Una de las más importantes decisiones se toma al responder a la pregunta “y ahora, ¿qué hago?” Estudiar o trabajar, o ambas cosas a la vez.  A veces, antes de tener esto decidido, respondemos a nuestra naturaleza y al consejo divino “no es bueno que el hombre esté solo”, y buscamos una pareja (¿estable o inestable?). Por supuesto, esta determinación es una responsabilidad que nace de un amoroso acuerdo de voluntades, y no del instinto animal que mora en nosotros, tan aplaudido por los Medios de Deformación Moral (^).

 

            Lo ideal es que cada ser humano, en la aventura de vivir, esté orientado hacia una meta y luche por alcanzarla, siendo el artífice de su propio destino.

 

Si no posee un ideal de vida  estará sujeto a las circunstancias que le depare el destino, las cuales  suelen llevar a elegir el camino más fácil, que en esta vida y en la eternidad resulta el peor. Nuestra conciencia, azuzada  por nuestra ‘sindéresis’{+}, no nos dejará gozar la paz del espíritu si  hemos errado el camino, y difícilmente alcanzaremos la felicidad.

 

            Francisco de Quevedo en su libro Los sueños narra las opciones que tiene el hombre en el trascurso de su vida. En el sueño referido al Juicio Final  nos dice que: “veía un mancebo que, andando por los aires, daba voz de aliento a una trompeta. A su metálico sonido despertaban los muertos y salían de sus sepulcros, para enfrentarse  con dos caminos, y eran empujados por una fuerza invisible hacia el uno o hacia  el otro: el primero era empinado,  lleno de zarzas, espinas y  piedras, y se avanzaba a tropezones;  el segundo era suave,   poblado  de albergues, de árboles que daban sombra y de hospedajes para el descanso de los caminantes, había caballos y camellos para los más ricos. Ambos conducían al valle de Josafat donde tendrá lugar el juicio final, los que tomaron el camino empinado entrarán a la derecha del valle y los que arribaron por el camino fácil serán ubicados a la izquierda.” Pero los resucitados no elegían el camino, sino que lo emprendían empujados por guardianes que los guiaban conforme al comportamiento observado en su vida terrena. “El justo juicio de Dios  dará a cada cual lo que corresponda según sus obras” (Rom 2- 16).

 

 

Miremos un poco el bosque

 

            Pisemos nuevamente la tierra firme y tratemos de contemplar el bosque que nos rodea. Por un momento, dejen que tome el lugar que me corresponde: un viejo árbol rodeado de retoños, pero con el tronco roído por el paso de los años.

 

Luego de haber cumplido medio siglo en el  ejercicio de la Docencia Universitaria, hace unos meses (no quiero recordar cuántos), recibí del Decanato de la Facultad donde presto mi servicio público, no un cordial saludo sino una  Resolución que me informaba que, por haber cumplido 65 años de edad, debía dejar la Universidad, fijándome para mi retiro al frente de alumnos el mes de marzo de 2004. 

 

            No me llamó la atención, porque esa norma se encuentra dentro de muchos  Estatutos Universitarios, que consideran que, frente al paso de los años, la experiencia, la dedicación a la función, y el haber llegado al más  alto cargo docente  mediante concursos de antecedentes y oposición,  no valen nada. Se considera que a esa edad, “sesenta y cinco años”, el hombre se  transforma en un viejo decrépito e incompetente y deja su condición de ser humano para seguir viviendo como un “descarte” de la sociedad,  por  lo tanto se lo debe privar de una las principales  capacidades y obligaciones que Dios concedió gratuitamente a los hombres para que construyan el mundo: la de diferenciar el bien del mal, es decir, la libertad responsable para decidir un camino digno. Comprendo que he  cometido el grave pecado social  de llegar a cumplir 65 años y eso me hace indigno de seguir ocupando el cargo más elevado en la docencia, por ello se me castiga con la muerte civil.  Se olvida en esos Estatutos que,  para construir un mundo habitable, el Creador dejó a Adán y Eva solamente el don de aprender y de enseñar, que es distinción  entre los hombres y los otros animales de la Creación. 

 

          Tampoco me extrañó que me lo comuniquen después de haber excedido en más de diez años  ese límite,  porque los cargos Directivos de la Universidad, después de la Intervención Militar, ocurrida casi en el momento del nacimiento de la misma, siempre fueron cubiertos por Docentes Universitarios que conocían y respetaban como tesoros a los viejos docentes y no querían perderlos por una cláusula “que niega la naturaleza humana”, salvo dos casos, fruto de pasiones personales: los del Dr. Oscar Oñativia y el Lic.  Luis Oscar Colmenares, que al día siguiente de haber cumplido los 65 años, en lugar de un mensaje de salutación, recibieron del Decano de la Facultad de Humanidades la Resolución que daba por terminadas sus funciones.   Salvo esos casos, siempre se trató de conservar el Patrimonio que representa un docente formado y con experiencia.

 

            Esa cláusula de los Estatutos fue copiada de otros estatutos que responden a otras realidades.  Constituyen normas dictadas  por

hombres de poca estatura moral y de  muchas ansias de hacer “carrera docente” llegando a cargos superiores por las ventanas que siempre abren los grupos que “detentan” el  Poder, situación que los obliga a responder a los  amiguismos y nepotismos que los colocaron  en función de mando para obtener algún  provecho. Muy rara vez ese provecho es el bienestar general.

 

            Al igual que sucede con muchos  políticos, faltó leer lo que nos enseñaba Alberdi: “Es posible, a veces, copiar sin inconveniente un código de comercio, o un código civil, porque contienen principios de derecho de aplicación universal; pero es raro poder copiar, sin incurrir en despropósitos, las reglas de administración de un país regido por una Constitución diferente a la nuestra, porque las reglas son inseparables del modo de ser peculiar del gobierno puestos  en ejercicio por su intermedio” (1).

 

            Esto también es válido para los planes de estudios y para la  organización de las Universidades. Si tienen Autonomía Académica es para aplicarla conforme a las realidades de los pueblos a los que deben servir, no para copiar normas que no se adaptan a las estructuras sociales de la comunidad.

 

            Comprendí en el acto la demora de mi colega, el Decano, con quien, por sobre todas  las cosas, somos amigos y compañeros en la lucha que libramos por la creación y consolidación de la Institución Universidad en Provincia de Salta.   Tuvo que haber firmado la Resolución con lágrimas en los ojos, y obligado por presiones personales de docentes que como cuervos revolotean sobre los docentes viejos, para apoderarse de los “puntos docentes” que significan créditos presupuestarios.

 

            Es una constante la presión de la juventud que quiere escalar posiciones, muchas veces sin méritos propios. Esto afirma la poetisa salteña Emma Solá de Solá en un recordado poema:  “esa juventud que pasa como un torrente, no se detiene ante los troncos venerables que con furia derriba”. Por otra  parte, considero  necesario el recambio generacional,  no solo por el bienestar de la comunidad, sino porque los que llevamos “el testimonio” tenemos la obligación de entregarlo al compañero de equipo que debe continuar la ‘carrera de posta’ que es la tarea de enseñanza y aprendizaje. A eso nos hemos comprometido cuando, haciendo caso a nuestra vocación, abrazamos la docencia como un estilo y un estado de vida y no como una forma de ‘ganar el pan de cada día’.

 

            Sería pecar de optimista suponer que quienes tienen la obligación de decidir sobre la tercera edad hayan leído la Carta a los Ancianos escrita en 1999 por su Santidad Juan Pablo II: ”Anciano también yo, sentí el deseo de  entablar un diálogo con ustedes. Quería dirigirme a todo aquel que transcurriese sus días en medio de las tribulaciones de la vejez. Queridos ancianos que se encuentran en precarias condiciones por la salud o por otras causas, estoy cerca de ustedes  afectuosamente. ¿Qué es la vejez?, se preguntaba y respondía Cicerón: “De ella, a veces, se habla como del otoño de la vida” Pero más que compararla con una estación decadente, él  prefería definirla como el tiempo en que “crece la sabiduría”. Es la época privilegiada de aquella sabiduría  que, generalmente, es fruto de la experiencia, porque el tiempo  es un gran maestro.

 

            Es la sabiduría del cristiano que mantiene en su vejez “el espíritu joven mirando hacia lo eterno”. “Si la vida es un peregrinar hacia la patria celestial, la vejez es el tiempo en el que más naturalmente se mira hacia el umbral de la eternidad”{+}.

 

Para darme otra oportunidad, y como una muestra de la amistad que nos une, su bonhomía  le hizo escudriñar, en la maraña de normas dictadas por los hombres para coartar los derechos y las libertades, la forma de postergar un año más mi retiro, y emitió una Resolución designándome como Profesor “visitante “ hasta el inicio del año lectivo  2005.

 

La realidad nos muestra que la sociedad mundial organizada otorgó los Premios Nobel de Ciencias generalmente a personas mayores de 65 años.    Sin embargo, luego de analizar fríamente la situación, llego  a comprender que el retiro de los viejos  puede ser  una medida beneficiosa para  no  interrumpir la carrera docente de los más jóvenes. Debemos  tener en cuenta que no todos los hombres son iguales, y eso es así porque el  Creador nos dio talentos  distintos a cada uno,   de los cuales debemos rendir cuentas. Existen pseudo - intelectuales  que en la juventud ya piensan, actúan y viven como ancianos. 

 

El  primer motivo para enrarecer la armonía del bosque en el cual vivimos lo encontré en las situaciones económicas y financieras que nacieron como nace la maleza luego de las lluvias, impidiendo el crecimiento de los árboles. Los hombres olvidaron los principios que  deben vivirse y legarse mediante la docencia.  Dejaron de lado las Humanidades, que guían a la Política, nutrida de los valores de la Filosofía,  de la  Ética y de la Teología, que hacen a la esencia de un pueblo,  porque le muestran a la comunidad toda que el bien común es un derecho legítimo,  que se encuentra por encima de los intereses particulares de los que mandan.

 

Los Bancos que integran los Sistemas  Financieros perdieron su fin de servicio a los hombres, y ahora dependen de «fondos de inversiones» cuyo único interés es el lucro por el lucro mismo, y las personas que los dirigen buscan el Poder por medio de la concentración del dinero.  Ellos descubrieron que una persona que cumple 65 años se vuelve insolvente y constituye un riesgo cierto  para los  sistemas de seguros (que por lo general, respondiendo a su naturaleza de ‘tacaños y usureros’, siguen usando las tablas de estadísticas de probabilidades de vida que estuvieron de moda en la primera década del siglo XX). Los viejos son apenas materia prima del negocio de los geriátricos (por rara casualidad, muchos pertenecen a grupos financieros).

 

El fundamento para la existencia  de estos “establecimientos benefactores” es el  ojo financiero del dinero fácil y seguro. Algunos descubrieron que muchos ancianos llegan a poseer una jubilación, pensión o retiro que les permite subsistir. A ellos,  y sobre todo a sus parientes, les ofrecen  cuidados,  alojamiento  y una nueva vida en sociedad: una tercera edad color de rosa. (Según un e-mail recientemente recibido en idioma inglés, con Viagra incluido). Cuando aceptan, los mentores de estas residencias paradisíacas,   pasan  a convertirse en  “apoderados” de los jubilados y pensionados, asegurándose así los cobros de las cuotas del geriátrico, mientras la salud de los ancianos sigue a cargo de las obras sociales. Estos ancianos forman un grupo dentro de la tercera edad.  Pero quienes no accedieron a la jubilación o pensión, si no tienen familia o caen en el olvido familiar, son ocupantes de los bancos en las plazas y los NN que mueren de frío en una estación de ferrocarril,  abandonada de  trenes inexistentes, que viven solamente porque aún queda (pero no por mucho tiempo) una porción de “aire gratis”  y gente caritativa.

 

              Para la mayor parte de la sociedad los “viejos” son estorbos que deben arrinconarse en esos depósitos de muertos en vida. Poco importa que aún sean capaces de amar y de dar. Como una muestra de amor a los viejos sólo nos queda dedicamos  a «ejercer el sagrado derecho malcriar nietos». Situación esta que molesta  principalmente a las nueras,  yernos  y/o concubinas/nos, a quienes les duele que sus hijos compartan el cariño  con alguien que, como ya fue exprimido  por ellos, no tiene jugo para dar.

 

    De este modo la sociedad los oculta a la vista de los turistas, que pasan  siempre como visitantes, a veces de su propio terruño, disfrutando los paisajes de la Creación, pero  sin compro-meterse con el  mundo. Es común que los Gobiernos,  para quedar bien frente a una comunidad impávida, y como un hito para figurar en la historia, dicten normas para proteger a la denominada tercera edad, las cuales muy pocas veces van más allá de letras huecas, que nacieron muertas y que privan a los hombres gozar del  “ocio creativo”, descrito como patrimonio y derecho de la vejez por Fernando Savater en Los Diez Mandamientos en el siglo XXI.   

 

El mundo actual se afianza en valores que tal vez no sean tales, sino sólo ‘engañapichangas’ (2). Si Dios nos ha concedido el privilegio de llegar a la tercera edad podemos gozar de nietos, de  biznietos, de  bienes morales y de una identidad que podremos legar a nuestros descendientes, pero no así de bienes materiales, porque  ignoro si existió en el mundo algún docente que lograra hacerse  rico de esos bienes con el ejercicio de la docencia. La riqueza de un docente no pasa por lo material. Ella se encuentra en que, a pesar de los años vividos y entregados a sus alumnos, siente correr por sus venas la sangre y el alma de la juventud de sus alumnos, “de los que lo son y de los que fueron antes”. En compañía de ellos sembró  no solo ciencias, artes y técnicas, sino que entregó su vida y sus valores,  para formar  hombres que saben  de ciencias,  pero que poseen la “conciencia ética” que debe distinguir a quienes pasaron  por las aulas de una  Universidad. Por eso tenemos motivos para dar gracias a Dios.

 

Esto es lo que debe diferenciar a los docentes de alma de los hedonistas y enciclopedistas, que pasaron por una  Universidad buscando lugares respetables dentro de ella, pero sin darle nunca la vida. Estos no llegaron a adquirir  la “naturaleza de estudiantes”, que se manifiesta  en la capacidad de amar y de buscar la excelencia en la prestación docente.   Esa es la diferencia entre  los docentes y aquellos que sólo son “instrumentos de apoyo” cuya  función es  únicamente transmitir información para crear entes titulados “recursos humanos” que sean fácilmente reemplazables por una máquina y que posean la ética de un ‘disket’, que recibe todo lo que en él se quiera grabar; total, frente a cualquier problema, la civilización política ya encontró en la obediencia debida  a los avances de la moda  la panacea que justifica todos los errores de acción y de omisión.

 

El problema fundamental se encuentra en la desaparición drástica de la familia y su concepto de núcleo integrador de la sociedad. Se ha dado prioridad  al utilitarismo por sobre el humanismo. Los Gobiernos proclaman “Derechos de la Ancianidad, de la Juventud y de la Niñez”  que solo sirven como frases de estilo y relleno en Constituciones  y  Tratados Internacionales. Al final, como muchas normas dictadas por los hombres, que se encuentran al margen  de las leyes naturales o no son  redituables en votos o en dinero fácil, son apenas expresiones de deseo de los trasnochados políticos de café.

 

Dentro de mí siento el dolor de saberme prescindible, pero también late en mi corazón  la satisfacción de saber que mi devaluación administrativa fue por el tiempo vivido, y no por la obsolescencia de mis  conocimientos, ni por la incapacidad de prestar el servicio con la calidad que merece la docencia.  Debo aceptar la situación, pero creo que me asiste no solo el derecho  sino la obligación de contar  a  la sociedad  cómo cumplí mi mandato social de educar.

 

Eso es lo que pretende este escrito: rendir cuentas del mandato recibido. Me parece que la mejor manera es referirme al medio siglo de Docencia Universitaria que tuve la suerte y la responsabilidad de vivir.

 

 

El rumbo de mi vida

 

Desde mi juventud he sentido la mirada de Dios y he escuchado que sonriente ha pronunciado mi nombre diciéndome: “Ven, sígueme, te haré formador de hombres”. Yo fui, lo seguí y  lo seguiré en esta vida  hasta el día en que Él disponga que lo alcance en la otra. Allí daré la rendición de cuentas del mandato que me confirió,  conforme a los  talentos y oportunidades que me brindó. Él me juzgará y dispondrá mi  eterno destino, colocando un sello imborrable que dirá  “ES JUSTICIA”.

 

De niño decía que “cuando sea grande seré maestro”, aunque no sabría distinguir entre una vocación y un simple deseo.

Los primeros grados los hice en una escuela de la Provincia de Jujuy. Era una escuela mixta, pero los grados para  chicas y chicos estaban separados, y había patios diferentes, con la prohibición de cruzarnos sin permiso previo. Los únicos espacios comunes  eran el Salón de Actos y la Sala de Canto. De esta última me echaron por ‘desentonado y desorejado’, junto  con  una media docena de compañeros. Para que no  molestemos en esa hora, la señorita Aída, que en un comienzo pretendió enseñarnos  “solfeo”, al no conseguir inculcarnos nada,  la pobrecita nos dio  una pelota de trapo y nos mandó a un baldío cerrado en el fondo de la escuela, que se encontraba reservado para la ampliación del establecimiento.

 

Por razones familiares, luego de la muerte de mi padre, mi familia volvió a la ciudad de Salta, de donde es originaria desde hace más de un siglo.  Me inscribieron junto con mis hermanas en la  Escuela Normal, donde se formaban los maestros. Como correspondía, fui inscripto directamente en el cuarto grado del viejo sistema escolar.

 

A ese grado los varones  y las chicas llegábamos en la dulce etapa de la vida en la que los varones queremos apurarnos en dejar la niñez para irrumpir con fuerzas en la adolescencia, y las niñas quieren dejar de ser nenas para convertirse en las flores que se abren a la juventud,  empezando a soñar con el amor. Con las armas con las que las dotó su feminidad, comienzan a volvernos locos. 

 

Era la primera vez en mi vida que me encontraba en un aula mixta.  En los primeros meses, mirando en derredor,  descubrí alarmado que  no me gustaba determinada compañerita, sino que me gustaban todas. Éramos cinco varones entre más de treinta niñas, y uno solo de nosotros había tenido la suerte de compartir el banco con una de ellas.  Rápidamente llegué a la conclusión de que habría competencia,  pero no solo entre nosotros, que enseguida nos pusimos de acuerdo y marcamos nuestro territorio, repartiéndolas equitativamente. La competencia también era inversa: nosotros mismos éramos trofeos en  la disputa de nuestras compañeras.

 

El compartir a diario el aula, los recreos y las actividades de canto y educación física generaba peleas internas más entre ellas, que entre nosotros. (Tiempo después, ya en la Universidad, cuando estudié en Economía la problemática de la oferta y la demanda comprendí que el comportamiento  de mis ex compañeras era lógico: la demanda de 35 chicas superaba a la oferta de 5 muchachos.) 

 

Sin embargo, un día, como para demostrar a toda la Escuela que nuestras compañeras eran consideradas por nosotros una posesión propia, nacida del derecho de vecindad, junto con mi compañero Carlos, que por el tamaño y el peso pintaba para futuro patotero, a la salida le pegamos una flor de paliza a un alumno de quinto que había puesto los ojos en ‘la Grapita’, la más linda de nuestras compañeras. (Hasta hace una década, cuando la vi por última vez, seguía siendo la rubiecita  que acaparaba nuestros amores, y aún posee ese garbo que puede merecer  los suspiros de los galanes  maduros y los galanteos de los viejos verdes.)

 

Esa salvaje agresión  llegó a conocimiento de las maestras de ambos grados  y, como resultado, produjo un reto al dúo por un trío (dos maestras y una celadora),  y sumar quince amonestaciones. Como poseía ya unas cuantas por otros motivos, no me dolieron mucho (aunque cuando en casa se enteraron por la comunicación de la escuela, además de las reprimendas del caso quedé privado de concurrir al cine, a la función de matinée de los domingos). Al poco tiempo, por una broma a una compañera en clase (2) recibí diez amonestaciones más, y con esas me excedí con holgura del límite que permitía el reglamento.  El caso se trató en la Dirección, en reunión de maestras, y no hubo reincorporación.  Como estábamos en octubre tuve que perder el año.

 

Al siguiente, como un castigo más,  me quisieron inscribir en un  establecimiento educacional exclusivo para varones, pero allí no aceptaban  a los repitentes. Por eso tuve que cursar nuevamente  cuarto grado y terminar mi instrucción primaria en la Escuela Provincial “Presidente Roca”, donde las aulas y patios de chicos y chicas estaban separados.

 

 Al terminar la primaria rendí y aprobé el examen de ingreso a primer año en el Colegio Salesiano “Ángel Zerda”.

 

Para los que llegaban como yo, de otros establecimientos, existía una regla de cumplimiento efectivo: “estudias y te portas bien, o te hacemos bolsa a  ‘cocachos’ (*)  y soplamocos”. Se trataba de aceptar la disciplina o sucumbir en el intento.  Había dos primeros, de aproximadamente 40  alumnos  cada uno. En el “A” estaban los internos y en el “B” los externos. De los ochenta alumnos que iniciamos, luego de cinco años, llegamos quince a integrar la Tercera Promoción de Peritos Mercantiles.  

 

Egresé del secundario agradecido a los Salesianos  por el trabajo que se tomaron de encarrilarme por una senda que me permitiera enfrentar la vida con  responsabilidad. Fue una labor ardua pero no exenta de amor. 

En esos tiempos la Patria   nos “regalaba” a los varones de 20 años casa,  comida y ropa... durante el año de servicio militar. Digamos que era un regalo obligatorio, salvo impedimentos físicos o los clásicos acomodos. Vestí a  esa edad el uniforme de soldado y cumplí con mi deber  de ciudadano  en un Centro de Formación de Aspirantes a Oficiales de la Reserva  del arma de Artillería, egresando con el grado de Subteniente de Reserva. (3)

   

Luego de esto, comenzar los estudios universitarios era una misión dura y especial, porque en Salta no existía legalmente la institución Universidad.

 

La Universidad, como Casa de Estudios Superiores, en ningún lugar del mundo nació por generación espontánea o por el “hágase” de un Poder Político. Siempre el nacimiento fue un “parto” de la sociedad, que quería alumbrar a los hombres en el camino de los conocimientos  científicos, artísticos y técnicos. La concreción de la Universidad en Salta merece ser tratada por separado en un escrito específico, porque significó hacer realidad un anhelo de todo el pueblo  salteño.

 

Por esos designios de quienes organizaban los estudios secundarios y universitarios, los peritos mercantiles y los bachilleres comerciales, solo podíamos seguir una carrera universitaria en Ciencias Económicas. Si pretendíamos otra orientación profesional debíamos rendir las equivalencias impuestas para aquellos títulos  del secundario que no eran de bachilleres.

 

Partí pues a estudiar la carrera de Contador Público.  La Universidad Nacional del Litoral (actualmente Universidad de Rosario) me abrió las puertas de su Facultad de Ciencias Económicas, Comerciales y Políticas,  ubicada en lo que era la segunda  ciudad argentina,  en la Provincia de Santa Fe.

 

Formando parte del nutrido  grupo de salteños que debían dejar sus hogares para continuar  los estudios, emprendí el viaje.

 

Esta partida constituía una aventura, reservada casi en exclusiva para los varones. Las pocas mujeres que lo hacían no solo debían tener una fuerte vocación, sino una familia donde alojarse, o garantizarse un buen pensionado.

 

Nuestras  sufridas “simpatías”, “filitos”,  “más que amigas” o cualquier otra aspirante a la denominación de “novia”(4), quedaban  a la espera de nuestro regreso, con las angustias propias de la edad  y de la espera. Ellas habían acuñado, en un lenguaje pletórico de fantasías juveniles, varias categorías para clasificarnos. Así estaban los muertos en combate, heridos o mutilados de guerra  y los sobrevivientes.

 

Los “muertos en combate” eran aquellos que habían sido cazados (primero con “zeta” y luego con “ese”)  por una lugareña, y ya no regresaban a vivir a Salta.

 

El grupo de los heridos o mutilados de guerra estaba formado  por aquellos que habían claudicado frente a una rosarina o compañerita de otros lugares, o a una vecinita del barrio,  que al regreso era exhibida junto con el Diploma, como un trofeo de guerra. Estos muchachos tal vez habían traicionado su palabra y se encontraban mutilados  en lo fundamental  del ser humano: su libertad.

 

Por último, existía el grupo anómalo de los sobrevivientes, integrado por los más feos, los más lelos y los más vivos, que habían sabido escapar de las  flechas  que Cupido provee certeramente  a las “Dianas”(5) que había en los destinos de estudio. También estaban, por supuesto, los fieles a la palabra empeñada a la novia ausente (éstos últimos constituían las pocas excepciones que confirmaban la regla, y  muchas veces existían  solo  en las rosadas mentes  femeninas).   

 

            Al momento de partir a Rosario, tenía resuelto el problema del alojamiento, porque cuatro de mis compañeros de Colegio tenían alquilado un departamento, y uno de ellos lo dejaría porque ese año debía cumplir con el  servicio militar.

 

            Dentro de mí  pensaba si la elección de seguir una carrera ligada con las Ciencias Económicas era  de verdad mi vocación o la única salida que teníamos los Peritos Mercantiles y los Bachilleres Comerciales. Esta última  fue mi conclusión.

 

            Llegado a destino, cuando me vestía para ir por primera vez a la Facultad, encontré en un bolsillo del traje  un sobre con una carta de mi madre que decía:

 

“Hijo mío, mientras duermes te escribo estas líneas porque a lo mejor no pueda decírtelas de palabra, ya sea porque no haya tiempo o  porque cuando quiero hablarte la emoción me domina, y al fin no digo nada.

Querido hijo, te vas y quién sabe cuando te veré de nuevo, pero estaré siempre a tu lado con mi pensamiento, rogando a Dios que te dé mucha fuerza de voluntad para llegar adonde deseas. No te desanimes y trata siempre de superarte, que Dios bendecirá tus obras. No contraigas vicios ni deudas, que llevan a los hombres a la ruina. Seguramente encontraras nuevos amigos y amigas , a ellas trátalas como si fueran tus hermanas, recuerda siempre que tu madre y tus hermanas también son mujeres.

No seas orgulloso y cuando tengas algún apuro escríbele a Edgardo. Aunque todos tus hermanos son buenos y te quieren, los otros están llenos de obligaciones y no podrían ayudarte. Ojalá no tengas contratiempos  de ninguna clase y te conserves siempre sano  para poder seguir siempre adelante.

                        Demás  está  decirte  que  te  extrañaré mucho y me           costará trabajo acostumbrarme a no verte todos los días

                        Que Dios te bendiga hijo mío, como te bendigo yo.

                                           Tu madre que tanto te quiere”

 

 

 

La Universidad

 

            Aceptada mi inscripción como alumno regular concurrí a mi primera clase. Entramos, nos sentamos (los que pudimos hacerlo por haber llegado temprano, otros se quedaron de pie), y luego de una corta espera se hizo presente un señor correctamente vestido, que tomó asiento tras el pequeño escritorio, y comenzó a explicarnos a grandes rasgos el contenido de la materia que estaría a su cargo.

 

            Quizás algún otro, al igual que yo, se haya preguntado  quién era ese señor, porque no hubo  ninguna presentación,  ni saludo de bienvenida. Yo esperaba algo similar a la primaria, donde la señorita maestra se presentaba diciéndonos el nombre  y apellido, o al secundario, donde un  preceptor nos recibía,  nos daba algunas instrucciones, y luego nos presentaba al profesor. Nada de eso ocurrió: entramos directamente al primer tema de  un  programa que estudios que había comprado con anterioridad pero que aún no había leído.

 

            Este choque me indicó que en la Universidad tenía que arreglarme solo, que debía asumir mi obligación con responsabilidad exclusiva. Cometí el error  inicial que comenten la mayoría de los   “aspirantes” a estudiantes universitarios: buscar un Plan de Estudios y todos los programas disponibles y soñar con el tiempo en el cual podría recibirme.

 

           Inicialmente el alumno ignora cosas fundamentales, como por ejemplo que la división en cuatrimestres, semestres y años se hacen solo para programar el dictado de las asignaturas.  Depende del empeño del estudiante cursarla en ese tiempo,  en menos o en más. La duración de una carrera surge  de la capacidad intelectual, de la dedicación y de la actitud que asuma frente  los distintos problemas que puedan presentarse.  El tiempo que cada uno necesita para que la Universidad le certifique un nivel de conocimiento mínimo para ejercer una profesión  varía normalmente de acuerdo a cada alumno. Los años y ciclos de duración de una carrera son una organización  administrativa - docente, una media establecida,  pero no una escolaridad  como la secundaria y la primaria. Aquí cada uno, contemplando el régimen de correlatividades, hace su propio plan de cursado y de exámenes.

 

            Es importante pensar que la tarea de estudiar no se acaba al concluir la universidad. Por eso, quien   estudia solamente para aprobar una materia está condenado a ser un profesional fracasado, porque sus conocimientos, al momento de aplicarlos a un problema concreto, se encuentran  ya obsoletos. Comenzamos a aprender desde el vientre materno, porque nuestra naturaleza humana nos obliga   al aprendizaje  continuo.

 

            En la vida que común que hacíamos en nuestro departamento de estudiantes, poseíamos  un reglamento, que comprendía  desde las tareas domésticas y el estudio, hasta el comportamiento dentro y fuera de la casa. Era una obligación cumplirlo, porque si no lo hacíamos había sanciones previstas que podían llegar hasta  despedirnos de la casa.

 

Formábamos una familia: en la administración  del hogar y  en los trabajos internos participábamos todos. Había que limpiar,  no solo nuestros dormitorios sino los espacios comunes,  y efectuar las compras diarias,  cocinar y administrar por rigurosos turnos  los gastos de la casa. Tuvimos que aprender a pensar no solo en resolver las necesidades individuales, sino también las comunitarias.

 

           Los horarios y tareas se cumplían conforme al reglamento,  sobre todo en lo referente al estudio. Recuerdo que uno de  mis compañeros, al  preparar una materia para rendir, se encerraba en el dormitorio a estudiar y, para obligarse a esa tarea, tiraba la llave por la ventana. Nuestra ayuda consistía en no abrirle hasta la hora prevista, por más que suplicara. (Para sus necesidades fisiológicas  contaba con un tarro vacío de cinco litros, que nunca pudo llenar en una jornada de estudio, y una jarra con agua.)

 

Como mis compañeros de casa se encontraban  inscriptos en un Ateneo Estudiantil, me registré también. Aparte de participar en actividades culturales,  deportivas y sociales,  preparábamos alumnos del secundario que debían rendir  materias, sobre todo matemática, contabilidad e inglés. Como yo había trabajado llevando Libros de contabilidad desde el secundario, al poco tiempo ya tenía alumnos que preparaba en esa materia.

 

h  El primer examen:

 

            Normalmente siempre recordaremos nuestro debut frente a un tribunal examinador en la Universidad, igual que recordaremos la experiencia del primer aplazo y del último  examen.

 

            Para el primer examen había estudiado a conciencia, siguiendo la bibliografía y asistiendo a la mayor cantidad de clases posible, poniendo énfasis en aquellas que tenían el carácter de trabajos prácticos.

 

            Siguiendo un sistema que llegamos a usar con frecuencia, el día anterior al examen los compañeros de casa me sometieron a una sesión de preguntas, y a la tarde, haciendo un “bolsillo”, me mandaron al  Cine, para  que me relajara.

              Durante el secundario había rendido en forma oral muy pocas veces,  y para mis adentros lamentaba ese sistema. En algunos establecimientos, las materias que se consideraban  fundamentales debían  aprobarse mediante examen final. En ese sentido, recuerdo a mi querido profesor de Contabilidad,  don  Pedro A. Courtade, que  para nuestro bien solamente eximía a un alumno por curso y por año; a los otros los distribuía, de acuerdo a sus  capacidades, entre Diciembre y Marzo. 

 

            Contabilidad de primer año fue la asignatura elegida para debutar frente la Mesa Examinadora, que estaba compuesta por tres docentes titulares. Estuve completamente tranquilo, me expresé  con tal seguridad y en un lenguaje tan depurado que yo mismo me asombré. Luego de la exposición, interrumpida por algunas preguntas bien respondidas,  me dijeron “suficiente” y   aprobé con buena nota.

 

            Experimenté una sensación similar a la del corredor en una carrera de vallas: cuando pasa una tiene conciencia de que aún le faltan muchas.

 

h  El primer aplazo:

 

            En mi libro Ocio Intelectual expresé: “existe una vacuna para el sarampión, pero a pesar de ella los chicos siguen enfermándose, por ello es considerada una  enfermedad propia de la niñez”. Al primer enamoramiento estudiantil lo llamamos  el “sarampión de los estudiantes”, porque a pesar de los consejos recibidos pocos se salvan de contraerlo.

 

            A todos los estudiantes, una mala nota nos produce frustración y amargura. Cuando recibí el primer aplazo, además de eso, tuve sensación de culpa, y me propuse no  reincidir en un sistema de estudio que no había sido efectivo y que paso a relatar.

 

            En la primera clase de la comisión de prácticos de Contabilidad reparé en ella: la vi distinta y comencé a tratarla, buscando no solo su compañía sino su amistad.  Se llamaba Mirtha. Al cabo de un par de meses, ya éramos algo más que amigos: la acompañaba  a tomar  el tranvía  y participábamos de las reuniones bailables que se efectuaban en el Ateneo. Había contraído el “sarampión de los estudiantes”. Al respecto, un distinguido profesor de Filosofía decía: “aquel profesional que no ha gustado del amor de una compañera de estudios ni del dolor de un aplazo, no ha vivido su vida estudiantil”.  

 

            Algo similar le ocurría a Pedrito, estudiante natural de Santiago del Estero, con Emma, compañera de Mirtha.

 

           Emma y Pedrito nos propusieron que estudiáramos en grupo para preparar Economía I y rendirla en el turno de noviembre -diciembre. Aceptamos, y convinimos que los lunes, miércoles y viernes estudiaríamos en casa de Emma, y los martes, jueves y sábados en casa de Mirtha. El primer sábado se presentó el primer inconveniente: era una hermosa tarde de sol. La casa de los padres de Mirtha  estaba  cerca  del  Club de Regatas, en la ribera del río Paraná, y ambas  chicas eran socias. Suspendimos el estudio y fuimos al Club. Remamos,  nos bañamos en el Río  y luego bailamos un rato en la confitería. No hubiera sido malo si hubiese ocurrido un solo sábado,  pero se hizo una costumbre tomar el té en el Club y quedarnos allí hasta el anochecer. (Llevábamos de paseo  o para que tomaran aire, a los libros  y apuntes.)  

 

            Ocurrió que la fecha del llamado de noviembre nos sorprendió sin tener los conceptos bien sazonados. Hicimos un somero repaso y concluimos que estábamos en condiciones de rendir y aprobar... pero ¡qué bien nos vendría una postergación  de unos tres o cuatro días! Dios no escuchó nuestro  pedido de auxilio, el profesor no se enfermó ni una semana ni un par de días,  y no pudimos redondear mejor los temas.

           

            Rendimos los cuatro. Como corresponde, las damas iban primero. Yo cerraba el cuarteto.  Luego del examen, en el Acta, al lado de nuestros nombres figuraba el premio a nuestro esfuerzo:  un  aplazo para cada uno.

 

            Nunca nos pusimos de acuerdo con Mirtha. Para ella, yo era y aún soy el culpable del primer aplazo en su carrera. Para mí, la culpable de mi primer traspié es ella. Pedrito, para consolarnos y consolarse, sostenía que la culpa la tenían los sábados en el Club,  pero afirmaba que ese no era tiempo perdido sino ganado, y que gustoso  repetiría la experiencia.

 

            Ahora, pasados ya varios lustros y recordando los detalles que llamaban mi atención en Mirtha,   llego a la conclusión que Adam Smith no hubiera tenido la concentración suficiente para escribir “Consideraciones sobre la naturaleza y las causas de las riquezas de las naciones”, ni Isaac Newton  hubiese podido desarrollar el binomio que tanto trabajo dio y sigue dando a los estudiantes, si hubieran tenido al lado una compañía del porte de Mirtha. Disfrutar de su presencia era mucho más placentero y humano que divagar sobre las teorías de la formación de precios y que jugar con números y letras.

 

            Al final estoy convencido de que el nuestro no fue un estudio en grupo, sino un estudio de grupo (de mentiritas). No les dimos ni a las chicas ni a la asignatura el trato que merecían.

  

h  Un compromiso de vida

 

Dios escribe derecho en renglones torcidos. Me encontraba en Rosario, en un mes de febrero, acompañado únicamente por Duilio Lucardi, un compañero de promoción del colegio, apodado “el gringo”.  Si bien la casa la ocupábamos seis estudiantes, los otros cuatro habían viajado a Salta para gozar de las vacaciones anuales. Nosotros nos habíamos quedado porque teníamos que rendir una materia de las consideradas bravas, tanto por el contenido como por los profesores que integraban la mesa examinadora.

 

Por esos días, un Sacerdote Salesiano, el Padre Emilio Norry, que había sido director del colegio en Salta  y que nos guiaba para que en la vida estudiantil no perdiéramos el rumbo, nos comunicó que iría a cenar con nosotros, acompañado por el señor Arzobispo de Salta, y esperaba que, como siempre, demostrásemos nuestras habilidades preparando  el tradicional asado acompañado con las clásicas empanadas  salteñas, que habíamos aprendido a hacer  en nuestras casas maternas.

 

El Arzobispo, Monseñor Roberto José Tavella, fue nuestro profesor en  quinto año, dictándonos clases de “Doctrina Social de la Iglesia”. Para nosotros no era solo nuestro Obispo y ex profesor,  sino un amigo respetado al que admirábamos.

 

En esa cena nos contó que volvía de su visita a Roma y  que crearía la Universidad Católica de Salta,  con el consentimiento de la Santa Sede. También nos dijo que se había contactado con el Superior de los Padres Jesuitas y que ellos se harían cargo de la misma. Solo  esperaba para ponerla en marcha la sanción de una Ley Nacional para las Universidades Privadas cuyo proyecto ya estaba en el Congreso Nacional. Nos habló de la necesidad del  ‘Instituto Universidad’ en Salta, sin diferencias. Él concebía la Institución Universidad como formadora de personas; que esta fuera Estatal, Provincial y/o  Privada  no era lo fundamental, lo importante era ayudar a la formación  integral del hombre, en su  mente y en su espíritu,   para lograr ciudadanos útiles al progreso constante de  la sociedad.

 

A pedido de Monseñor, tanto Duilio como yo  nos compro-metimos a luchar por la causa universitaria en Salta una vez recibidos. Duilio cumplió su promesa hasta el día  en que entregó su alma al Señor, cuando en la tierra ocupaba el cargo de Director del Departamento de Ciencias Económicas, precursor de la Universidad Nacional de Salta.   Yo espero haberlo cumplido,  tanto en la Universidad Católica como en la Nacional y aguardo, confiando en la Bondad de Dios, el veredicto Divino al final de mis días.

 

Recuerdo que Monseñor, antes de despedirse, con el tono paternal  que lo caracterizaba nos interrogó sobre las  identidades de nuestras novias en Salta. Le mostramos fotos de ellas.  “ Conozco a la familia de Pocha y también a Elda, que cursó en el colegio Santa Rosa; cuando llegue el momento,  quiero  casarlos en mi Capilla Privada”.(6)   

 

h  La última materia.

 

Debía rendir la última materia de mi carrera. Como les sucedía a muchos compañeros, se trataba de Matemáticas III, la asignatura “cuco” de la carrera, a la que siempre le esquivamos el bulto dejándola para más adelante, aunque fatalmente también llega. 

 

Dios tampoco escuchó las súplicas que seguramente le hacíamos muchos alumnos: “que cambien el contenido de la materia,  que se muera, o quede sin trabajo el profesor”. El miedo por lo general se repartía en un 50 % para cada concepto: el contenido de la asignatura y la fama del profesor que la dictaba. Jugando con el nombre del  docente, generaciones anteriores a la mía ya lo  habían  bautizado con el apodo de “puente roto”.

 

            “Farruco”, un condiscípulo natural de nuestra Madre Patria, radicado desde niño en Salta, poseía ese apodo  con la definición exacta que  le otorga en Diccionario de la Real Academia. Había concurrido al mismo colegio que yo,  pero en una promoción posterior. Quería rendir esa materia y buscaba un compañero para prepararla. Con él teníamos (y aún tenemos) un profundo  conocimiento mutuo que fructificó en cálida  amistad.

           

 “Farruco” tenía un “festejo” (todavía no habían llegado al estado de novios) con María, una “galleguita”  con la que se conocieron en el Centro Gallego de Rosario.  La chica era estudiante bastante avanzada de Ingeniería,  tenía una sólida formación en matemáticas, y había prometido ayudarnos.

 

            Si la moda femenina hubiese mantenido las polleras  hasta el  suelo, María sería una beldad,  pero con la moda actual quedaban a la vista sus piernas arqueadas.  De malditos, los muchachos la habíamos apodamos “la chueca”.

 

            Con Mirtha nos habíamos impuesto un lapso de espera, seguíamos siendo nada más que amigos. Ella se había recibido antes que yo.    A esta altura de la  vida yo estaba de novio con mi actual y única  esposa, motivo por el cual evitaba encontrarme con Mirtha, porque me había propuesto ser fiel. Albergaba la certeza de que mi corazón tenía, y creo que aún tiene, la capacidad suficiente para cobijar un pensionado de mujeres;  eso me podría llenar la cabeza  de pensamientos raros y hacer perder concentración.

 

            Si “Farruco”, para hacer honor a su cuna gallega, era  testarudo,  María lo era mucho más... con dulzura, pero con energía y carácter, nos tenía al trote, exigiéndonos cumplir  un horario de ocho horas por día, salvo los domingos. Y así estuvimos seis largos meses.

 

            Al quinto mes ya  teníamos prácticamente dominada a la materia, pero María, argumentando  el conocimiento que había adquirido por otros alumnos de las exigencias del profesor, sentenció: “Ahora vamos a estudiar exclusivamente los temas difíciles, los que siempre  pregunta el maldito profesor.” Y eso fue lo que  hicimos  el último mes.

 

            Desde Salta,  Pocha y Ketty, la novia del “Ñato” Roberto, nos acompañaban con sus oraciones, una de cuyas prácticas era el rezo del  vía crucis hasta la cumbre del Cerro San Bernardo.  

 

            El día del examen amaneció frío y lluvioso. Mi sobretodo gris cubría el traje azul marino que como cábala me acompañó en todos los exámenes. Más de una docena de  alumnos estábamos inscriptos para rendir.  Para cuatro era la última materia: Dorita, Roberto, un  misionero (al que apodábamos con el apelativo de “buey”)  y yo. Si aprobábamos, nos recibíamos.

 

En un aula con pizarrones en tres de sus paredes entramos  los seis primeros. Nos asignaron medio pizarrón a cada uno. Cuando salía uno entraba el siguiente, de acuerdo a la lista  de examen.

 

            Fui llamado en el primer   sexteto y me tocó compartir el pizarrón  con  Dorita. Los nervios habían aumentado su natural   belleza.

 

           A Dorita le asignaron un tema que yo entendía fácilmente y que me hubiera gustado desarrollar.  A mí, el profesor me miró  como con asco, y me dijo: “¡Sáquese el sobretodo!, aquí no hace frío.” Luego me pidió uno de esos temas que María  nos había hecho estudiar a la fuerza, podría decir que a ese teorema lo sabía casi de memoria, de modo que con la tiza en una mano y el borrador en la otra comencé el trabajo... llevaba escrito casi todo  el  pizarrón  y aún  no había tenido necesidad de usar el borrador.        

 

- ¡Señorita!, piense bien, no va por el camino correcto – le dijo el profesor a Dorita y,  luego de mirar someramente lo que había escrito,  dirigiéndose a mí pidió:

 

- Usted  explique lo que hizo y a dónde pretende llegar.

 

           Es posible que mi Ángel de la Guarda, trabajando horas extras, haya puesto en mi boca  las palabras con las cuales  María me había enseñado  ese teorema. Expliqué lo hecho, lo que me faltaba desarrollar y  a que fin llegaría.

 

           - Muy bien, señor  alumno. Ahora, dígame qué es esto,  explique  y resuelva.  - Quitándome la tiza, escribió una fórmula matemática  en el   pizarrón.

 

            Interiormente bendije a la  “chueca”. Sabía qué era, cómo se resolvía y hasta me acordaba el resultado al cual debía  llegar.   Inicié mi trabajo y, cuando estaba llegando al final, el profesor me interrumpió con un par de preguntas a las que respondí expla-yándome en las repuestas.

 

-         Señor alumno, ¿es ésta su última materia?

 

-         Sí, señor profesor, es mi última materia.

 

        El   docente  me  estrechó  la  mano  y me  dijo: 

- Lo felicito, colega.  Le deseo éxito en  el ejercicio de su profesión. Aprobó con muy buena nota. – Con un ademán me  invitó a  retirarme y encaró nuevamente a  Dorita.

 

Salí rameando el sobretodo, arrastrando los pies y sudando de nervios. A pesar del frío, busqué y encontré la mirada amiga  del “Cacique”  Pancho Villada. Luego vi a Pedrito,  acompañado de Emma y algunos más. Todos nos confundimos en  abrazos y palmadas. Pancho  gritó: “Indio viejo y peludo, ¡llegaste!”. Respondí con mi tradicional grito de guerra: - ¡Arriba Boca ... cayajo! 

 

Al rato salió  Dorita, mirando el suelo, con el paso cansino y la vista nublada por las lágrimas que brotaban de sus verdes ojos.  Preguntarle  por el resultado del examen era no solamente obvio sino cruel.  Me adelanté  a mis compañeros, me paré frente a ella y le puse las manos en los hombros.

 

 Estaba tan linda como siempre, a pesar de los sollozos. Las lágrimas le producían un brillo particular a sus ojos de esmeraldas. Como una justificación para sí misma exclamó: - Tuve miedo y me taré como una estúpida.  

 

Por dos motivos, el primero porque quería hacer realidad un propósito nacido cuando la vi por vez primera  en primer año, cuando compartimos la Comisión de Prácticos de Contabilidad, y el segundo  para consolarla, la abracé como abraza un hombre a un ser querido y enjugué sus lágrimas con dos besos. Ella, sorprendida, me miró  con una sonrisa y su boca articuló un  “gracias, Indio”. Como un rayo de luz vino a mi mente  esa Rima  de Bécquer que dice: “Hoy la he visto... la he visto y me ha mirado... Hoy creo en Dios.”

 

Al rato salió “Farruco”, sonriente y alegre. Según él,  había peleado como “gato panza arriba”,  pero  había aprobado. Los otros seguían rindiendo. Por las palabras del Profesor nos considerábamos aprobados,  pero las Libretas con la notas se entregaban al concluir los exámenes de todos. 

 

Nos fuimos con “Farruco” y el “Cacique”  a un bar que existía a media cuadra de la Facultad. Festejamos con un café y una grapa. Luego pasamos por  una Estafeta del Correo y  remití un telegrama  a mi “novia salteña” dándole la noticia con dos palabras: “Aprobé, besos”.

 

Pasado medio día nos dieron las calificaciones. En efecto, tenía la nota más alta de mi carrera.  Volví a la casa común. Era tradición que, cuando alguno egresaba,  esa noche hubiera asado, y tantos brindis como bebida hubiese en existencia. 

 

Pedí comunicación telefónica  a Salta. Tardaron  como ocho horas en dármela. Al recibir la noticia, mi mamá lacónicamente me respondió: “Ya lo sabía”. Pocha había recibido antes el telegrama y se comunicó con mi madre, que recibió la noticia con alegría,  pero quedó con “sangre en el ojo” por esos celos propios  de la condición de  madre,  que ve cómo otra mujer les roba  un hijo. (También es cierto que después Dios pone en las  mentes maternas un consuelo:  “No he perdido un hijo, he ganado una hija”.)

 

Al día siguiente fui a la Facultad, llené la solicitud de pedido de  Diploma, cancelé  mi inscripción en la Biblioteca, y saludé al  profesor Dr. Alberto Arévalo,  de quien durante  un año había sido ayudante  alumno y a su adjunta, Dra. Elsa Daminato. Como despedida, el profesor me dijo: “Espero  que nos encontremos más adelante en un mismo campo de conocimiento. Cuando tenga alguna duda o quiera charlar un rato, acuérdese de sus ex profesores, que siempre estarán a su disposición.”

 

 Después fui a la Iglesia de los Padres Carmelitas, ubicada en la Avenida Carlos Pellegrini, para cumplir mi promesa de depositar un ramo de rosas rojas en el Altar de Santa Teresita. Ella cumplió conmigo, me ayudó toda  vez  que se lo pedí, y yo espero que en la Vida Eterna nos encontraremos. Aunque no sé hablar francés, confío en  que nos entenderemos a la perfección.

 

Esa  noche tomé el tren de regreso a Salta. La sensación de saberme egresado me produjo un aflojamiento general y pude dormir casi todo el viaje. 

 

Al día siguiente de llegar, me presenté en la Escuela de Manualidades de Salta, donde funcionaba la Escuela de Ciencias Económicas, recientemente fundada por un grupo de estudiantes que habían formado la Asociación Sindical de Peritos Mercantiles y Tenedores de  Libros. Fui recibido por “Cacho” y ”Pinky”, los primos Alurralde, el “Requechero” Luna, el “Gordo” Allemand   y otros que fueron mis condiscípulos en el colegio. Todos me trataban como al hijo pródigo. Sin ningún requisito previo me invitaron a dictar clases y a diagramar el dictado de un Preseminario de Investigación, similar al que cursábamos en Rosario. Luego me pidieron los datos  para formar un legajo. A esa altura ya se encontraban dictando materias de tercer año y habían recibido el reconocimiento  del Gobierno Provincial  para  funcionar  por Decreto 7823 del  27-XI.- 1953. El artículo 9º del Decreto disponía que “por razones de economía, los gastos que demande el  funcionamiento de la Escuela no serán incluidos en la Ley de Presupuesto de la Provincia, quedando exclusivamente a cargo del Establecimiento”.

 

Tenía  de esa forma mi primera relación docente  formal con alumnos, salteños muchos y algunos jujeños, que se encontraban inscriptos y concurrían a  las clases, que eran de asistencia obligatoria.  

 

A la semana, José Antonio, que ya estaba ejerciendo la profesión, me pasó el primer cliente; luego,  junto a otro colega, pusimos un estudio en casa de mi madre.

 

La situación política  en la Argentina y en la Provincia hacía prever acontecimientos serios.

 

La libertad de  prensa no existía en el país, y Salta no fue la excepción. Luego de acosar al diario “El Intransigente” por la tendencia política de su dueño desde varios flancos distintos (falta de papel, de créditos, suspensiones, etc.), el gobierno resolvió clausurarlo  y fundar un diario “peronista”. Como escarnio para el término lo denominaron “Democracia”. Situaciones similares se repetían a lo largo de la Nación.

 

Para actuar  y presionar en la enseñanza media el partido oficial había promovido la  “Unión de Estudiantes Secundarios” (UES), produciendo los cambios de docentes de acuerdo a los intereses particulares de la “clase gobernante”. Exigieron la firma de un petitorio pidiendo la  reelección del General Juan D. Perón, y el que no firmaba  quedaba  cesante. Más adelante, reclamaban la afiliación  al Partido Peronista y el aval de algún dirigente.

 

Para las Universidades, se fundó  la C.G.U. (Confederación Gremial Universitaria) dotada de privilegios, y se procedió también al cambió de docentes, alejándose a todos aquellos que no compartían  la ideología gobernante. No importaba que se tratase de los más expertos o de mayor renombre. Fueron reemplazados por una camarilla que los alumnos en el acto individualizaron como “profesores Flor de Ceibo”,  que ingresaban a formar  el claustro docente  sin previo concurso.       

  

A esa situación se sumó el enfrentamiento entre el Gobierno Nacional  y la Iglesia Católica.

 

Yo continué la militancia, que no había interrumpido en Rosario,  dentro de la rama de los Jóvenes de Acción Católica. Junto con un grupo de camaradas del servicio militar apoyábamos a algunos oficiales  del  Ejército que se oponían al régimen gobernante.

 

Desde que comenzó la censura a la libertad, en mi condición de estudiante simpatizante del Centro de Estudiantes, contrario a la Confederación Gremial Universitaria, integraba uno de los grupos que se dedicaban  a escribir y difundir los  panfletos donde se decía lo que los Gobernantes y Gremialistas no querían que el pueblo supiera. “El Intransigente” siguió imprimiéndose en forma clandestina. No supe nunca, ni quiero saber, quiénes integraban los equipos de redacción y de impresión en mimeógrafo. Me limitaba tan solo a recibir de un amigo un número de ejemplares que debía distribuir y que repartía de noche a distintos domicilios, enviando algunos por Correo. Así, el  Gobernador,  sus Ministros,   los Delegados Censistas del partido Peronista Rama  Masculina y Femenina y otros funcionarios, recibían el periódico. Esto, unido a los panfletos, tenía enfermos a quienes  detentaban el poder. A tanto llegó la preocupación, que el caso fue denunciado en un discurso por el Presidente de la Nación, el General Juan D. Perón.

 

Lo que se estaba gestando afloró en el golpe militar del 16 de setiembre de 1956, que con el nombre de Revolución Libertadora asumió el Gobierno Nacional y produjo la Intervención Federal de todas las Provincias y Municipios.

 

Un viejo político, amigo de la familia y unido por lazos de parentesco con mi padre,(7) me llamó y me dijo: “A vos te necesito profesionalmente,  como Contador. Queremos integrar un  equipo de trabajo con profesionales de distintas especialidades,  con base en la Contaduría General de la Provincia.  Tenemos la  obligación cívica de poner en claro muchas cosas que están más turbias que las aguas del Río de la Plata y contaminadas  como el canal del Tinkunaco.”

 

Acepté  el trabajo en la Administración Pública Provincial, y fui designado como Contador Fiscal General de la Contaduría de la Provincia. Como tal, se me asignó como primera  misión  la de Interventor Contable del Banco de Préstamos y  Asistencia Social. Al año siguiente fui designado Interventor de la Contaduría de la Dirección General de Viviendas y Arquitectura.    

 

La Dirección de Viviendas había dispuesto un remate  público sin base de las existencias de materiales destinados a Obras Públicas.  Comprobamos  varias situaciones irregulares: por ejemplo, la venta a precio de remate de materiales existentes y luego la compra de los mismos, argumentando razones de urgencia, a precio de mercado minorista. Los materiales vendidos no salían siquiera del depósito. Contablemente, aparecía la operación de egreso y posterior ingreso del material, y  el  pago de las diferencias. También había otras “perlitas” que figuraron en un informe bastante  duro.

 

El Contador General de la Provincia compartió mi informe, agregando otras situaciones raras. Al día siguiente que el Contador General presentó el informe,   fuimos  llamados  al Despacho del  Ministro de Economía y Finanzas. Íbamos pensativos y esperando un reto, una cesantía, una reunión tensa o un pedido de cambios en el informe, ya que éste demostraba a las claras la falta de control de la Repartición  y de las Secretarías de  Economía y de Obras Públicas del Ministerio.

 

            Nos sorprendió  que, junto con el Ministro, estuviesen el  Interventor Federal y  un Oficial de la  Jefatura de la Guarnición Militar (un Coronel del arma de Ingenieros al que conocía de vista).  El Ministro nos  felicitó  por el  informe y puso  en nuestro conocimiento que había aceptado las renuncias del Secretario de Economía y Finanzas, que se encontraba también a cargo de la Secretaría de Obras Públicas, y del Interventor de la Dirección de Viviendas.  El Interventor Federal, mirándome fijamente, me dijo: “Señor Contador, usted, mañana a las 10 asumirá como Secretario de Economía y Finanzas, y un Ingeniero que mandé  llamar asumirá la Secretaría de Obras Públicas.” 

 

Antes de darme tiempo a reaccionar, el Coronel intervino aclarando: “Usted  es un Oficial de la Reserva del Ejército Argen-tino,  que en este instante ha sido convocado para cumplir una misión, por lo tanto, lo que le manifiesta el señor Interventor de la Provincia,  es para usted una orden de  servicio que debe cumplir.”

 

       -   Comprendido, mi Coronel -  respondí.  (Recién me di cuenta que para hacerlo me había puesto de pie y en posición de “firme”.)

 

             Así ocupé por vez primera ese cargo en la Administración Pública Provincial, que luego ocuparía en dos oportunidades más.

 

            Sin embargo, no me sentía  realizado como profesional,  sentía  la necesidad  de ampliar los conocimientos y de avanzar en el estudio. Notaba la falta de un incentivo interior porque  me interesaba más la docencia. Como no había sido formado para ejercer la profesión en el sector público,  para entender ese campo me puse en contacto con mi ex profesor, el Dr. Alberto Arévalo. Él me asesoró,  me recomendó y me contactó  con los  profesores de Ciencias Económicas de la UBA, Drs.  Oscar Juan Collazo y  Cayetano Licciardo.

 

 

         

 

La Docencia

 

               Corallo, en su libro Pedagogía de la libertad, nos dice: “La pedagogía tiene por finalidad la educación de la persona, asegurándole la posesión más amplia y rica posible de la verdad en libertad, al par que el uso recto y expedito de la misma.”

 

La docencia es un acto humano, y la educación es el empeño más humano  que poseen  los actos del hombre. Es un don que anida únicamente en él, puesto que el hombre es el único ser que recibió del Creador la facultad de aprender y enseñar.  

 

La docencia es un ejercicio natural de la libertad  que se manifiesta desde la más tierna infancia. El recién nacido aprenderá a comunicarse primero por el llanto... luego los ojos descubrirán el entorno y la luz de la inocencia brillará en ellos. Los gestos y sonrisas son síntomas de su avance en el proceso de socialización. Así continuará aprendiendo por imitación  lo que descubre a diario.

                   

La docencia resulta de ese  don que sólo el hombre posee la libertad. Es ella la que le permite aportar las capacidades intelectuales y físicas que posee al crisol de la vida donde se funden los hombres. El elemento más valioso que debe aportar es el amor.  El resultado de la docencia será más puro y más feliz  cuanto mayor haya sido la calidad y cantidad del amor aportado a la  empresa de formar al hombre en su plenitud de ciencia y conciencia. 

                     

En Salta, a mediados del siglo XX, solo existían  en Salta tres establecimientos secundarios con orientación comercial: el Colegio Salesiano “Ángel Zerda”, la Escuela Nacional de Comercio, anexa al Colegio Nacional, y la Escuela  “Hipólito Yrigoyen” fundada   por la Provincia  que recién había dado su primera promoción.

 

           Luego de la autodenominada “revolución libertadora”, el caos inicial tenía que ser reencausado, teniendo en  cuenta que se había producido un éxodo de docentes (los menos por propia voluntad) y en algunos lugares se habían suspendido las clases por carencia de autoridades educativas. Correspondía al Gobierno de turno tomar las medidas necesarias para seguir adelante y que los alumnos no perdiesen un año. Ya era el mes de octubre.  

 

            Fui invitado a dictar Contabilidad de Tercer Año en la Escuela Provincial de Comercio  “Hipólito Yrigoyen”. Al mismo tiempo, mantenía mis funciones en el Ministerio,  por eso fui docente ad honorem y en negro, en un  turno nocturno. Acepté para que los alumnos pudieran concluir el año lectivo.

 

              El docente es, por sobre todas las cosas, un servidor público. La enseñanza brindada y adquirida en cualquier establecimiento es una manifestación de amor al prójimo, destinada, en última instancia, a todo el pueblo. En nuestro país, enseñar y aprender son deberes y derechos garantizados por la Constitución.

                     

               Al decir “profesor” nos referimos a los que profesan el noble ejercicio de la enseñanza, no a quienes, por vicisitudes de la vida, se encuentran al frente de alumnos sin tener vocación ni preparación. Estos a menudo producen daños a la función docente. Repasemos algunos puntos:

 

h  Naturaleza del docente:

 

            El docente debe mantener la característica distintiva del estudiante, pero en un estado de continuo avance y compromiso.           

 

El docente, que es uno de los factores que producen adelantos  en las ciencias y las técnicas, no puede dejar de estudiar. Como una obligación de estado debe mantenerse a la vanguardia de los saberes mediante la actualización permanente.

                    

Para ser docente,  y no solo un transmisor de información, se deben poseer algunas cualidades especiales, tales como vocación, estudio sistemático, amor pedagógico, compromiso con la verdad, serenidad y responsabilidad para asumir la tarea de ayudar al hombre a formarse en plenitud.

 

h  La  vocación  docente:

 

            Muchos de los profesionales universitarios que en principio toman la docencia, tanto en el nivel medio como en el superior, lo hacen como una ocupación secundaria,  fuente alternativa y comple-mentaria de ingresos. A muchos les ocurre que,  sin darse cuenta, al entrar en contacto con la juventud sin estar vacunado contra del amor pedagógico, el virus de la docencia se les introduce en la sangre y los marca para toda la vida.

                       

Los docentes debemos aprender a superar y, sobre todo, a disimular las distintas crisis que nos producen los errores del Poder Público. En las campañas electorales  siempre prometen solucionar el mal endémico de la falta de presupuesto. Estas promesas no sólo no se cumplen, sino que eluden los problemas que hacen  al  fondo de la cuestión: poder instalar una política educativa basada en la libertad,  la ética y,  por sobre todas las cosas, en el amor al hombre como persona humana. La Docencia debe ser, para la Política, el cumplimiento del Mandamiento Grande: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Aunque algunos políticos se crean parte de una casta superior, forman parte del pueblo, y todos los habitantes son sus prójimos y sus mandantes, ninguno su esclavo.

 

            El Evangelio de San Marcos  nos cuenta que Cristo dijo a Simón y a Andrés: “Venid conmigo, y haré de vosotros pescadores de hombres”. Yo imagino que este llamado estuvo acompañado de una sonrisa y de un mirar a los ojos. Todos, en algún momento de nuestra vida, hemos sentido esa mirada y esa voz que decía: “Ven conmigo, sígueme, que yo  haré de ti un colaborador en la formación de los hombres”.  Hemos aceptado ese llamado, recibiendo como un ‘talento’ la capacidad del amor docente y de ese ‘talento’ se nos pedirá rendir cuentas.   

 

Es misión del docente ayudar a la formación integral del alumno a través de la información de una ciencia o técnica, y del ejemplo brindado. El profesor y el alumno se enriquecen mutuamente. Este vínculo retribuye con creces los ingresos que el profesional deja de recibir por dedicar su tiempo a la docencia en vez de emplear esas horas en un ejercicio profesional independiente que le será siempre más redituable. Es bueno no preocuparse por un tesoro material que, según las Sagradas Escrituras, queda en esta tierra y es comido por las polillas.

 

            Comparto plenamente al concepto que me dio mi colega en la docencia, el Dr. Froilán Miguel Miranda. Le pregunté “¿qué es hoy un docente?” y me respondió: “Un docente hoy es un profesional que, por vocación y amor a la juventud, que es una forma de amar a Dios y la Patria, eligió ser pobre e incom-prendido”.  La historia de la humanidad está llena de ejemplos de la incomprensión del Poder Político, que siempre proclama a la docencia como prioridad, pero que, en el lapso de su mandato, es siempre postergada por una razón muy simple:  no da votos. 

 

Puede  ser que haya existido sobre la tierra algún  Gobierno que haya comprendido que la inversión en el Capital Humano rinde mayores beneficios que las inversiones financieras; cuando cayeron en cuenta de eso, usaron esos beneficios como factor de poder sobre otros pueblos.    

 

            La Historia nos muestra que el  poder Económico y el Financiero siempre fueron la causa de las guerras y las confrontaciones, mientras que el Capital Humano siempre ha tendido un puente de amor entre los  pueblos.

 

            La vocación es un llamado de nuestra conciencia a recorrer el camino que nos conduzca al fin de nuestra existencia: la felicidad. Para lograrla debemos responder éticamente a ese llamado, puesto que el hombre solo alcanza la felicidad cuando se siente realizado en una existencia conforme a su vocación.

 

            En un afán por sistematizar todas las acciones, hemos procedido a dividir el proceso de enseñanza y de instrucción en niveles compatibles con las edades cronológicas. Así, tenemos la elemental, que es derecho y obligación de los padres, la primaria, donde los padres son ayudados por la sociedad, la Secundaria, donde la sociedad políticamente organizada, siguiendo los mandatos del pueblo, guía y ayuda a la juventud a formarse como hombres plenos, y la superior, que puede ser universitaria, cuya misión es ayudar  al hombre a lograr su formación integral, como hombre probo en conciencia y en ciencias. 

 

En todo el proceso educativo debe encontrarse presente la familia. Resulta doloroso encontrar en las aulas universitarias a jóvenes huérfanos del apoyo familiar que, librados a su suerte, engrosarán las filas de los estudiantes fracasados,  vegetando como números. 

 

Cuando me inicié en la docencia secundaria  encontré  el mismo fenómeno que aún reina, empeorado por la Ley Federal de Educación que estableció el sistema  que actualmente nos rige.

 

a)      Falta de una integración nacional:

 

            La educación primaria y la secundaria se  encontraban planeadas para servir a la ciudad de Buenos Aires y a algunas Provincias con ciudades importantes.

 

            El Plan de Estudios es el mismo para todo el país y los contenidos de los programas  son  pétreos. Tan es así que existía un tema de redacción en la escolaridad inicial  que mandaba hacer a los alumnos una composición sobre los bosques de Palermo y sobre la  Pirámide de Plaza de Mayo.

 

             Cuando en historia se enseñaba la Independencia del Virreinato del Río de la Plata, se iniciaba con la independencia de los Estados Unidos de Norteamérica, y se continuaba con las  invasiones inglesas, como si éstos  acontecimientos hubiesen sido el despertar “del espíritu de libertad”. Someramente se referían a la Semana de Mayo y a las campañas al Paraguay y al Alto Perú. Del proyecto de Simón Bolívar y de San Martín no se hablaba (solamente se mencionaba dentro de un  ambiente de misterio la conferencia  de Guayaquil). Por una  rara coincidencia,  los próceres estudiados eran todos de Buenos Aires, a los del interior se los consideraba exclusivamente como “Caudillos”.

 

           De Salta,  Jujuy, La Rioja, Tucumán,  y otras provincias,  que fueron teatro de operaciones y piezas fundamentales en el esquema  de la lucha por la  Independencia, muy poco se decía. En un libro de Historia Argentina  (cuyo autor no quiero recordar porque me produce náuseas) que  encontré en una Biblioteca Pública de la ciudad de Rosario,  al  General Güemes  se lo consideraba  como un caudillo lugareño, ignorando la “guerra de guerrillas”,  y poniendo en duda su coraje. Se sugería con demasiado énfasis que la herida que le provocó la muerte podía haber sido producida por un marido celoso.  Como salteño, esto  me indignó  y fue motivo de charlas dadas por profesionales y estudiantes salteños  en el Ateneo Rosarino de Cultura Universitaria (Arcu).

 

La vida  de los habitantes antes del Descubrimiento de América se estudiaba como si fuese una fábula. Como provinciano del norte, cuando me encontraba cursando el secundario, visité el altiplano salto-jujeño,  parte del chaco salteño y de la puna de Atacama, hablé con nativos y noté en ellos una cultura y  una organización  comunal que me sorprendieron (aún  sorprenden a los porteños cuando un guía de turismo les muestra que  la República  Argentina  existe más allá de la Capital, del Gran Buenos Aires y de Mar del Plata).

   

b)      Los Planes de Estudios  del Secundario: 

 

            Los programas que componían y aún componen los Planes de Estudio son confeccionados por las autoridades nacionales, probablemente  burócratas conectados con editoriales.  Los docentes no pueden modificarlos, ni introducirles temas relativos a la cultura regional,   porque cuando se analizan para conceder equivalencias si literalmente no son  idénticos no corren.

 

En la  actualidad, los textos se imprimen de forma tal que los que usó el hermanito mayor no le sirven al siguiente, porque no son  confeccionados para estudiar sino para  usar como cuadernos,  con la novedad que los alumnos deben hacer  los deberes en ellos, de forma tal que sirven para un solo uso. No son libros destinados a formar la primera biblioteca del estudiante, sino para ser vendidos como papeles para reciclar.    

 

            La Nación, mediante la Ley 1420, se ocupó de la enseñanza en todos los rincones del país. Últimamente las Escuelas y sus docentes fueron transferidos  a  las  Provincias y Municipios, con la promesa (siempre incumplida o cumplida a medias) de que la Nación remitiría más fondos mediante el sistema de   Coparticipación Impositiva. Según la última reforma de la Constitución Nacional esta es una ley que debe dictar el Congreso; ya transcurrieron  más  de diez años y aún no hay noticias.

 

           Con la Ley Federal tenemos un Ministerio Nacional de Educación sin Escuelas. Al mismo tiempo, como hongos después de un verano lluvioso, ha proliferado la enseñanza privada, a cargo de personas físicas y  asociaciones civiles denominadas “sin fines de lucro”, regidas por un Sistema que demostró su fracaso en los  países que lo impusieron (España es un doloroso ejemplo).

 

            Una de las cosas más traumáticas de la función docente en el secundario era, y sigue siendo, el sentirse  controlado por un sistema burocrático, que obliga  a llenar en un “parte diario” detallando lo que se dictó en esa clase  (que tiene que  ser una copia de lo que se propuso en la clase anterior como próximo tema). Si no se hace así, se puede caer bajo la lupa de un “tinterillo” o un “cagatinta” (como los llamó el “Cuchi” Leguizamón), que lo único que hace es comprobar si se llenó el Registro.  A  eso le llamaban “control de la gestión de la enseñanza”. Si el docente, trató otro tema que  por la actualidad revestía mayor importancia, o llegó quince minutos tarde y se retiró antes de tiempo, con que esta planilla o “Libro de Temas” esté escrito y firmado, parece que el proceso de enseñanza se cumplió bien. 

 

En resumen, se controla solo la asistencia, que es lo que le importa al burócrata. 

 

c)      No cumple el objetivo: 

 

La pedagogía tiene como fin la educación, que es el “proceso

intencional que tiende a formar en el educando hábitos  ordenados de vida moral, asegurándole la posesión más amplia y rica posible de la libertad, al  par que el uso recto y expedito  de la misma” (9). En otras palabras, es la promotora del desarrollo integral de la persona. .

 

“La verdadera educación – afirma la declaración sobre la educación cristina de la juventud del Vaticano II – se propone la formación de la persona humana en orden a su fin último y al bien de las sociedades de las que el hombre es miembro  y en cuyas responsabilidades  participará cuando llegue a adulto”.

          

La escolaridad  primaria,  partiendo de la integración del niño a la sociedad, supone el objetivo de que el hombre sepa leer  y escribir para manejarse en la organización humana, pudiendo ejercer sus derechos de ciudadano con responsabilidad.

 

            La escolaridad  secundaria  debe posibilitar el ingreso al nivel superior, y facilitar la inserción en el mundo laboral.

 

           En la actualidad es requisito casi excluyente la posesión de estudios secundarios completos para ocupar cargos en la actividad de la Administración  Pública  y en la Privada.

 

            Estos objetivos no se cumplen en su totalidad,  porque los avances de las técnicas  hacen que lo enseñado en el nivel secundario sea insuficiente para el ingreso a la universidad.  Si bien notamos que se detectó el problema y se están estudiando las modificaciones necesarias, espero que mis bisnietos puedan gozar de algo mejor.

           

 

h Recuerdos  de la docencia secundaria

 

             En  el tránsito de la vida ocurren  situaciones que siempre vienen a nuestra memoria,  como jalones en el camino que hemos recorrido. Para dar testimonio de  ello citaremos algunos:

 

 

          bUnos exámenes muy particulares

           

           Luego del golpe militar de setiembre de 1955 en casi  todos los establecimientos educacionales muchos docentes  se fueron  solos (o los fueron), para ser sustituidos por otros. En algunas materias se designaron docentes de otras asignaturas, el problema era terminar el dictado de las clases procurando que los alumnos no perdieran el año. Una de las formas más usadas fue disponer que todos los alumnos debían rendir las asignaturas en diciembre. Es aceptable que a un profesor de historia lo coloquen de examinador en geografía, pero ¿qué puede hacer un profesor de Educación Física examinando alumnos en Matemáticas?

 

Algo así  me ocurrió. Concurrí a la Escuela a tomar un examen de Contabilidad. Fuimos los cinco docentes que integrábamos el Ciclo Contable. Resulta que para  constituir una Mesa de Castellano  les faltaba un profesor. El Director me pidió como favor personal que integrara el Tribunal, acompañado de un profesor y una profesora de Literatura.  Nunca me gustó ser un convidado de piedra en una Mesa Examinadora. Miré el programa y recordé varios puntos; mi fuerte era la conjugación de verbos irregulares.

 

            Iniciado el examen, sin pedirle permiso al profesor, ejerciendo el derecho de examinar, empecé a intervenir preguntado por lo general “verbos irregulares”. Ese tema,  mezclado luego con gerundios y adverbios, dio inicio a una serie de malas notas. Advertí que los alumnos me tenían más miedo a mí que a los profesores de la materia.  El docente a cargo de la cátedra,  que aún es un buen amigo, tuvo piedad de sus alumnos y me pidió que por favor no pregunte más sobre los irregulares,  porque sino los  aplazaríamos a todos. Le hice caso y las cosas retomaron el ritmo normal.

 

 

  b El alumno atento

 

Dictaba Contabilidad en la Escuela Nocturna “Hipólito Yrigoyen”. El  último banco de la fila a mi derecha  se encontraba ocupado por un muchacho de unos quince años,  que normalmente asistía a clases con el  cajón  y su respectivo banquito de lustrar,  como una muestra clara de su actividad laboral. Lo normal  era  que en clase comenzara a los cabezazos, no como una  muestra  de asentimiento a lo que yo expresaba, sino producto de su esfuerzo para no dormirse, cosa que a veces  conseguía. Una noche,  con el codo derecho sobre  el banco y la mano tapando la  oreja, miraba con atención y parecía escuchar  con placer la clase. Hasta llegué a notar un brillo de atención en sus ojos. Cuando empezaba a sentir dentro de mí el orgullo que produce en un docente el dictar una  buena clase, el morocho se levantó de un brinco gritando “¡¡¡Goool!!!”

Naturalmente le pregunté:

- ¿De quién?

- De Independiente, señor, le gana uno a cero  al Palmeiras... y  juegan en Brasil.

- Bueno, salga  del curso, escuche tranquilo el partido y después me cuenta el resultado.

 

      Era el tiempo en que hacían furor  las pequeñas radios  a pilas y con auriculares, y lo que se jugaba era nada menos que la Copa Libertadores de América.

 

 

                b Némesis

 

 Según la mitología, Némesis es la diosa de la venganza. En nuestro interior, mantenemos una lucha constante de los valores, acompañados de las virtudes, contra los vicios.

Némesis es lo contrario de ofrecer la otra mejilla cuando recibimos el cachetazo. Es buscar el desquite, o tratar de causar un daño mayor como reparación a uno menor. José  Ingenieros,  en su artículo referido a la envidia, nos dice que tanto ésta como el deseo de venganza  y los celos son vicios que atacan en conjunto, es decir, todos a la vez,  y generalmente provienen  de un complejo de  inferioridad que hasta puede llevarnos a vivir amargados cuando contemplamos las virtudes que adornan a otros seres humanos.

 

Había transcurrido mucho tiempo de una media noche  primaveral, junto con el Dr. Duilio Lucardi y otro docente, integrando una mesa extraordinaria de Contabilidad, destinada a un nutrido grupo de alumnos que debían  rendir  materias  que llevaban “previas” de años anteriores.

 

Como era de esperar, era un grupo heterogéneo  en edades y capacidades, y homogéneo en falta de conocimientos. Fueron unos exámenes horribles. Ni recurriendo al  método del tirabuzón (sacarle de la boca a la fuerza, y luego de mucho insistir,  algo que tenga apariencias de ser una respuesta lógica) pudimos levantarlo.

 

El resultado fue una “nidada de huevos” que debían empollar los alumnos para el próximo examen.  Para contabilizar los aprobados sobraban  los dedos de una mano. El más preguntón, por ser un contador con mucha práctica profesional y muy mayor,   resultó ser el tercer integrante. Por no hacerle la propaganda en contra que está prohibida por el Código de Ética del Contador Público, prefiero no individualizarlo.

 

Duilio estaba  estrenando un vehículo que había comprado: un Jeep rojo, con capota de lona,  usado, pero en  muy buen estado. En ese auto había ido a buscarme, y lo dejamos estacionado en una playa  que aún existe, en la esquina donde funcionaba la  Escuela.

 

Luego del examen, al sentarme en el asiento del acompañante sentí un olor feo pero  particularmente conocido.  El “Gringo” se sentó,  acomodó su abultada anatomía posterior, ese lugar en que la espalda pierde su honesto nombre para llamarse  vulgarmente “culo”, y tomó el volante con ambas manos. Las retiró en el acto, las olió y un: “¡¡La puta madre que los reparió!!, ¡¡Carajo!! Esto es aca.”(8) rompió el silencio de la noche salteña.

 

 Como el “Gringo” se había sentado y tomado el volante, tenía las manos,  el pantalón y la parte trasera del saco sucias. los pies estaban mojados con algo que no era precisamente ni agua cristalina ni de rosas.

-  Por la distancia entre la cagada y la miada  esto es obra de un chango nacido de una mala mujer, que se puso en cuclillas para hacerlo. Si lo agarro le rompo el alma a patadas - dijo con bronca  Duilio. 

 

Lo dejé vomitando al lado del Jeep,  porque su asco le había revuelto las tripas.  Emprendí con una corta carrera el regreso a  la Escuela. De allí volví con don José Serrudo, el ordenanza de turno, que portaba un balde con agua, un trapo para piso y una escoba. Yo tenía un rollo de cinta de papel  para máquinas de sumar que había  sacado al pasar por la Secretaría. “Serrudito” trató de limpiar el vehículo  lo mejor que pudo, y yo envolví el volante con la cinta.

 

El “Gringo” y el ordenanza regresaron a la Escuela. Estaba  dando los últimos toques de higiene al Jeep, cuando un destartalado autito, ocupado por tres muchachos, a marcha lenta  pasó frente a la playa. Amagó detenerse y corrí hacia ellos, pero aceleraron y se fueron. (Menos mal que se fueron, porque ellos eran tres.)

 

Duilio volvió con el cuerpo cubierto por un guardapolvo gris que le prestó el ordenanza y que  cubría sus paños menores. Tiró el traje gris perla y el resto de la ropa al asiento trasero. Al ver ese espectáculo no pude menos que sonreír. El gringo medía  holgadamente un metro ochenta, mientras que “Josito” Serrudo, debía dar gracias a Dios de haber superado el metro y algo más de estatura. El Gringo parecía una matrona en minifalda, que mostraba las gruesas rodillas,  y con  su clásico caminar marcaba las diez y diez con los pies.    

 

Fuimos hasta una estación de servicios, donde dejamos el Jeep para que lo lavaran en y perfumaran. Allí tomamos un taxi que nos llevó a nuestros domicilios. Haciendo memoria, no recuerdo haber  visto nunca  más a Duilio con ese traje;  supongo que su destino fue un tacho de basura.

 

Las aplazados se habían vengado, pero ¿se habían equivocado de persona? Para mí  la broma  (si podemos llamarla así) estaba destinada  al otro, o tal vez a mí, porque si había algunos aprobados fue gracias a la insistencia y bondad  del “Gringo”.

 

Ninguno de nosotros dijo nada de lo sucedido,  habíamos jurado  guardar silencio, pero en toda la Escuela ya lo sabían y nos miraban  con una sonrisa  que no sabría definir si era de cómplices, de lástima o de gozo. A pesar de todo,  se mantenía en el  anonimato  la identidad de los autores, porque un vandalismo así solo se comete “en banda” (9).

 

Al poco tiempo fui designado Secretario y Docente la Escuela Superior de Ciencias  Económicas, que ya dependía de la  Provincia, pero que funcionaba con profesores y directivos sin remuneración alguna porque el decreto que la autorizó (Art. 9º Decreto Nº 7823 del 27-XI-73) así  lo  disponía. El objetivo perseguido era lograr el reconocimiento de la Escuela por la Universidad Nacional de Tucumán. Por incompatibilidad horaria dejé la Escuela de Comercio “Hipólito Yrigoyen”. 

 

           Una  vez  producido mi ingreso como docente universitario, sentí  que podía realizarme como hombre ejerciendo la docencia y la actividad  profesional que me otorgaba el título universitario para la organización, gestión y control de la hacienda que el pueblo pone a disposición del Poder para satisfacer las necesidades  públicas.

 

La Ley de Presupuesto Provincial para el Ejercicio  1957 incluyó los créditos mínimos necesarios para el funcionamiento de la Escuela.  En el año 1958, el Senador por Salta Dn. Napoleón Leavi, presentó un proyecto de Ley que disponía  el reconocimiento nacional de los títulos  que expidiera la Escuela Superior de Ciencias Económicas de Salta, tomando como antecedente  lo que se había dispuesto con anterioridad respecto a los Títulos expedidos por la Escuela  Superior de   Comercio Tucumán. Esto motivó un duro cuestionamiento del Colegio de Graduados en Ciencias Económicas de la Capital  Federal, pero no tenía fundamentos,  y era una afrenta gratuita a los profesionales argentinos que no fueran porteños. El informe fue  rebatido punto por punto y aclarado por el Consejo Profesional de Ciencias Económicas de Salta.  Pero el Congreso Nacional  no  llegó a aprobar el proyecto presentado por el Senador Leavi,  ni en ese período ni en el siguiente y así perdió actualidad legislativa. Esta medida habría significado  la creación de la primera  Casa  de Estudios Universitarios en Salta.(*)

 

 Para llegar a un acuerdo con la Universidad Nacional de Tucumán, se tuvo que prever una inspección fiscalizada por funcionarios de su  Facultad de Ciencias Económicas. El  Gobierno de Salta  tuvo que dictar, el 24 de abril de1956, el Decreto Ley 180/56, mediante el cual declaró anulados los cursos de la Escuela Superior de Ciencias Económicas, desde su creación hasta la fecha, y se autorizó al Decano designado mediante Decreto, Cr. Andrés S. Fiore, conjuntamente con el Vicedecano, Dr. Duilio Lucardi y el Secretario, Cr. Gustavo E. Wierna, a proyectar  la reorganización y reestructuración del Plan de Estudios (que debía ser el vigente en la Facultad tucumana), llamando a concurso de títulos y antecedentes a los efectos de proveer los cargos de profesores  para  el dictado de las cátedras   del  primer año de la Escuela.

 

Para facilitar el logro de un convenio, se tomaron el Plan de  Estudios, las disposiciones Estatutarias,  la organización docente y administrativa y los programas vigentes en la  Facultad de Ciencias Económicas de  la Universidad de Tucumán.

 

Los concursos fueron convocados y se cubrieron  los cargos en forma paulatina, hasta el tercer año de la Carrera de Contador Público.

 

Este fue el primer paso dado por las autoridades provinciales de Salta, haciendo lugar a las exigencias de la Universidad Nacional de Tucumán. Recién entonces se pudo tratar el tema de la Anexión de la Escuela a su Facultad de Ciencias Económicas.

 

Fueron largas las diligencias, los viajes del personal directivo, docentes, funcionarios provinciales, políticos y hasta alumnos. Así pudo lograrse algo decisivo: el apoyo de los alumnos y de algunos docentes de la Facultad  tucumana.  Por fin, y luego de una maratónica reunión del Consejo Superior de la U.N.T., se autorizó la firma  del Convenio entre  la Universidad y el Gobierno de la Provincia de Salta. Esto se materializó en Salta el 27 de junio de 1959, fecha en la cual se promulga la Ley Nº 3.416 que aprueba el convenio.

 

Resumimos los puntos del Convenio como  sigue: 

 

La Universidad de Tucumán se obliga:

a)      Acordar a la Escuela la jerarquía de Departamento, bajo dependencia de la Facultad de Ciencias Econó-micas.

b)       Organizar por medio de la Facultad la docencia e investigación.

c)      Aceptar los Trabajos Prácticos  que los estudiantes realicen en el Departamento, conforme al Reglamento de la  Facultad.

d)      Tomar exámenes finales de promoción un vez al año. Los estudiantes del Departamento podrán  rendir exámenes finales integrando las listas comunes en la Facultad de Ciencias Económicas.

e)      Aceptar, con carácter de excepción  y por esta única vez, las promociones realizadas  hasta la fecha en la Escuela Superior de Ciencias  Económicas.

f)        Colaborar por intermedio de la Facultad de Ciencias Económicas en la formación de la Biblioteca del Departamento.

g)      Designar y remover el personal directivo y docente del Departamento con arreglo a las normas vigentes en la Universidad.

 

El Gobierno de la Provincia de Salta se obliga a:

 

h)      Atender puntualmente todos los gastos e inversiones que demande el funcionamiento y crecimiento del Departamento.

i)        Becar a los alumnos del Departamento para cursar el cuarto y quinto años en la Facultad de Ciencias Económicas.      

 

 La Universidad Nacional de Tucumán y el Gobierno de Salta acuerdan no crear el cuarto y quinto curso de la Carrera de Contador Público en el Departamento hasta tanto se establezcan las condiciones que a juicio de las partes determinen su conveniencia.

 

El Departamento estará regido por un Director. A  partir de la fecha del convenio, el personal docente y directivo del Departamento quedan en comisión.

 

En virtud del punto séptimo del convenio, los profesores y estudiantes del Departamento de Ciencias Económicas de Salta, revistiendo una categoría especial, no participan en el Gobierno de la Universidad. 

 

En cumplimiento del Convenio, se procede a Designar como Director del Departamento al Dr. Duilio Lucardi y  como Vicerrector y Secretario al Cr. Gustavo Enrique Wierna. Se procedió al  llamado  a Concursos de Antecedentes y Oposición para cubrir todos los  cargos docentes, hasta el tercer año inclusive.

 

Los Concursos se llevaron a cabo en  la Facultad de Ciencias Económicas, por Jurados designados por la Universidad de Tucumán. Las designaciones, dado el carácter especial que se le asignó a los docentes del Departamento conforme al Convenio, fueron oficializadas por el Consejo Directivo de la Facultad en forma interina y por el término de un año; vencido ese plazo se concursaba  nuevamente. Ese sistema se aplicó hasta la creación de la Universidad Nacional de Salta.

 

 La Escuela se transformó en un Departamento de la Facultad de Ciencias Económicas de la U.N.T., rigiéndose en el aspecto docente, de investigación y disciplinario por el Estatuto y las Resoluciones de la Universidad y de la Facultad.  Los docentes teníamos a  cargo el dictado de  las  asignaturas que habíamos concursado, siguiendo los mismos programas teóricos y prácticos que en Tucumán. En algunas, cátedras previo acuerdo con el titular, se introdujeron temas propios de la Provincia. El ejemplo más claro fue el referido a la organización  política y administrativa que disponía la Constitución de la Provincia de Salta.

 

La Universidad de Tucumán realizó acciones de formación de los docentes de Salta, invitándolos  a los cursos de Pedagogía Universitaria que normalmente se dictaban en el Complejo de Horco Molle, y  otros en Salta, a cargo de docentes tucumanos y salteños pertenecientes al  Departamento de Humanidades.

 

            Paulatinamente se fueron habilitando asignaturas del cuarto año. Se iniciaba el dictado luego de  ser cubierto el cargo por concurso de antecedentes y oposición.

 

 

El Docente Universitario

 

·         El Ingreso a la Docencia Universitaria:

 

            Los Estatutos de las universidades argentinas, por regla general disponen que el ingreso a la docencia en todos sus niveles debe producirse mediante un Concurso de Antecedentes y Oposición, ajustado al Reglamento que dicta cada Casa de Altos Estudios.

        

           El sistema consiste básicamente en la presentación de los antecedentes de cada postulante. Sigue luego una entrevista  con el Jurado designado para entender el Concurso y finalmente una exposición pública.

 

            Las designaciones se efectúan por el tiempo que determinan los Estatutos de cada universidad, o sea que el docente universitario solo goza de estabilidad  en el cargo durante el tiempo por el cual fue designado. Algunas universidades prevén  que, ganado un concurso para un mismo cargo más de una o dos veces, se  adquiere la estabilidad en el mismo.        

La escala de la docencia universitaria es la siguiente: (+)

 

A Auxiliares de la Docencia

 

         2 Ayudante Estudiantil – Es un alumno.

                 2 Auxiliar de Segunda – Graduado universitario.

      2 Auxiliar de Primera– Graduado universitario.

   2 Jefe de Trabajos Prácticos – Graduado universitario.

A Profesores

        2 Profesor Adjunto – Graduado Universitario.

        2 Profesor  Asociado – Graduado  Universitario.

        2 Profesor Titular –  Graduado  Universitario.

        2 Profesor Titular Plenario–  Graduado  Universitario.

A Docentes fuera de escala

                2 Profesor  Consulto.

                2 Profesor Emérito.

 

             El estudiante que se incorpora a una Cátedra para iniciar su carrera docente comienza como Ayudante Estudiantil. La experien-cia indica la conveniencia de que su ingreso sea mediante un concurso y su duración anual, pudiendo ser prorrogado por un año.  En la mayoría de las Universidades  son ad honorem. El único fundamento  que avala esta condición de gratuidad de los servicios es financiera, pero el principio universal es que todo trabajo merece un salario. Esta es una vieja lucha entre los docentes y la tacañería de los políticos y hasta de algunos docentes, que aducen que es un aprendizaje adicional por el cual el alumno debiera pagar.  Ignoran que es una de las inversiones más importantes de la docencia la formación inicial en los claustros.

 

Los Concursos Docentes

          Ya dijimos que los cargos docentes se cubren por Concursos de Antecedentes  y  Oposición. Por eso resulta interesante referirse a la  institución “concursos”, desde los dos puntos de vista: como concursante y como integrante de un Jurado de concurso.

      A Como Concursante:

            Desde el momento en que tomamos la decisión de integrarnos a la sociedad sirviéndola como docentes, sabíamos que debíamos someternos a una preparación constante, porque nuestra naturaleza sigue siendo la de estudiantes. Así será toda la vida, aún después de haber dejado la docencia activa.

            Para merecer de la sociedad el privilegio de enseñar, debemos demostrar nuestra capacidad  y actualidad de  saberes  cuantas veces sea necesario. En los concursos, es común que las designaciones sean por períodos de cuatro a seis años. 

            Si el recibir o rendir un examen, siguiendo al  Dr. Alcides Greca, es “un parto de la psiquis”, que a veces es ayudado por los fórceps de preguntas que en sí mismas entrañan la repuesta, la entrevista y la exposición en un concurso docente de oposición, es también similar a un parto, pero sin anestesia ni ayuda  médica. El concursante se encuentra “solita su alma” frente a docentes de una categoría superior o igual a la él, que conocen la disciplina sobre la cual debe exponer. Es probable que el concursante tenga algunos conceptos que difieran de lo sostenido por alguno de los miembros del Jurado. Así, tiene conciencia  que no solamente debe “estar bien”, sino que debe ser “mejor” que los otros postulantes. A esto agreguemos que los Reglamentos de concursos de la mayoría de las universidades prevén una exposición destinada a un nivel de alumnos y, cuando el postulante va a exponer, se encuentra con que en el aula no hay ningún alumno. Esto ocurre con una frecuencia muy superior a la deseada, como fruto propio de la irresponsabilidad de la dirigencia estudiantil, que prefiere no participar para tener luego motivos de queja cuando se designó un docente que los quiere colocar en su sitio. El postulante se encuentra que debe exponer solamente frente a un Jurado. Esto siempre conspira con el nivel que debe brindar a la exposición y a veces tiene consecuencias negativas en la evaluación.

         

 A Como integrante de un Jurado:

            Ser jurado de un concurso para la designación de un docente es una obligación moral y académica. Aparte, es un honor que confiere la sociedad, por medio de una universidad, poder opinar en la selección de una persona que estará dedicada a la formación de los hombres probos que la misma necesita.   

            Si el concurso  es traumático para el concursante, también lo es  para el integrante del Jurado, que asume la responsabilidad  de proponer a la persona que, conforme a su criterio, sea la más apta para ejercer el cargo concursado.

            El miembro del Jurado debe ser justo en sus  apreciaciones, tiene la obligación de conocer los antecedentes  y evaluarlos. Luego, al tomar parte en la entrevista, debe indagar de forma tal que pueda apreciar las condiciones vocacionales, didácticas y de actualización en el área y en la asignatura concursada de cada uno de los postulantes. La característica fundamental y básica que distingue al buen jurado es la  capacidad para aceptar criterios o teorías que no comparta, pero que se encuentren  bien fundamentadas. Debe tener presente que los avances de las ciencias y las técnicas generalmente se producen cuando tienen nacimientos criterios distintos a los que tenemos como verdades absolutas.

            Cuando se trata de docentes en el nivel de profesores, es normal que los miembros del jurado y los postulantes se conozcan  por haber compartido momentos en Congresos, Jornadas, etc., o  por haber leído y mantenido relaciones sobre temas del área o de la asignatura concursada. Esta situación  no es suficiente para una excusación, pero si por ese motivo se presentase una recusación, por el bien de la transparencia que debe rodear al concurso, es conveniente  que el Jurado se excuse de actuar.

            Los reglamentos de concursos establecen  las causales de excusación y de recusación y a ellas deben someterse todos.

            La función del jurado es juzgar en forma  objetiva y cuidadosa  las capacidades de cada postulante, buscando hacer justicia en el dictamen.  

            Es un juicio efectuado por pares a otro par, donde debe primar la justicia objetiva.

 

  A El dictamen  del Jurado:

             El dictamen debe ser claro y preciso en sus apreciaciones. Una vez me tocó compartir un Tribunal Evaluador  con un destacado jurista. Él nos indicó que, para evitar planteos posteriores, siempre es conveniente usar una fórmula que establezca que: “se tuvieron en cuenta, analizaron y evaluaron,  todos los antecedentes presentados por la totalidad de  los postulantes”.       

            En la mayoría de los reglamentos de concursos  se establece que el dictamen de un Jurado de concurso docente es vinculante, es decir, de seguimiento obligatorio por la autoridad  que debe decidir en el concurso. El problema se plantea cuando el reglamento permite la existencia de más de un  dictamen. En ese caso se puede pedir ampliación o aclaración  del dictamen, o la autoridad con poder de decidir  puede aceptar el que crea conveniente.  

          El mayor problema radica en los reglamentos que establecen que la propuesta debe ser una terna, para el Poder decida. En este caso, el reglamento de concursos debe establecer que debe colocarse a los postulantes en orden de mérito,  y en este caso se entiende que el propuesto es el primero del listado. Pero si bien la burocracia es hija de la Política, cuando ésta se duerme hace de las suyas, y a veces se designa a un postulante que no fue propuesto en la terna. O lo que es peor, se declara desierto el concurso o no se expide la autoridad y designa directamente un docente interino.

            Personalmente no aceptaría integrar un concurso en una universidad que ya procedió de esa forma, por cuanto me consi-deraría usado para favorecer  el amiguismo  o  el clientelismo  político - partidista.                    

 

Funciones fundamentales de los Docentes

 

A Dictar una clase:

              

Para un docente universitario dictar una clase es rendir un examen donde los alumnos actúan como evaluadores. Es necesario preparar la información que brindaremos, teniendo en cuenta la bibliografía propuesta, los avances que sobre el tema se están produciendo, y la composición del grupo de alumnos  cursantes.

 

Se requiere no solamente el conocimiento previo del tema, sino cómo se aplica y cuáles son los puntos salientes, de forma tal de  despertar el interés del alumno y no caer  únicamente en la repetición de  informaciones y de pensamientos ajenos.  Cuando corresponda, el profesor  tiene el deber de conciencia de expresar su  opinión. Si es posible y conveniente, de acuerdo a la   actualidad del  tema, debe hacer opinar al alumnado, buscando que se comprometa con la asignatura.

      

  Se requiere una preparación interior, producto  de querer transmitir el mensaje que lleva el tema, y hacerlo con el amor docente, que debe constituir su carácter distintivo. Dictar una clase debe ser una entrega  y  una expresión del amor pedagógico del docente  que quiere llegar al alumno.

 

Lejos de pretender ponerme como ejemplo, pero cumpliendo mi compromiso con la verdad, les cuento que antes de iniciar una clase mentalmente elevo esta plegaria:

 

Señor, quiero ser un instrumento en tus manos. Para ello te pido que:

- Alumbres mi inteligencia, aclares mis ideas y  hablen por mi boca tus palabras de  sabiduría.

- Me permitas arar en sus corazones huellas profundas y sembrar en ellos el amor con mis palabras.

- Considera esta clase una plegaria elevada por todos aquellos que       participamos en ella.

 

 

¿Qué temas y cómo debemos tratarlos en una clase?  Es una pregunta que debe formularse cada docente cuando se encuentra frente a los alumnos y resolverla sin vacilaciones. Debe tener presente que se encuentra ante grupos de distintas culturas y capacidades, por eso debe buscar un punto medio en el nivel de la información que debe transmitirse y que luego se transformará en conocimientos. A veces se corre el peligro de nivelar para abajo. Según mi experiencia,  que por ser personal  acepta disensos y puede  no ser compartida, es bueno dar la información  en el mayor nivel de actualización, pero con un lenguaje sencillo,  con humildad  e invitándolos a participar, poniendo frente a los alumnos las razones de las cosas y tomando ejemplos de la realidad cotidiana. La asignatura que dicto es una materia  viva, que se nutre del   quehacer diario de los hombres que  tienen la responsabilidad de ser los factores del bien común, por tener a su cargo el Gobierno.

 

Debemos  considerar que todas las asignaturas de una universidad son vivas, porque todas avanzan conforme las prospectivas de las ciencias, las técnicas y las artes.  Los datos  sirven como fundamentos del presente y para aventurar un pronóstico para el futuro. No son  para repetirlos de memoria sino para compararlos, esto  nos puede  indicar el rumbo de avance, permitiéndonos saber si nos acercamos al objetivo del bien común.   

  

Es interesante lo sostenido por el señor profesor titular de la asignatura  Estructura Social Argentina de la Universidad de Buenos Aires, Dr. Alejandro B. Rofman. En el artículo publicado en “La Gaceta de Económicas” del 26 de Noviembre de 2000, con el título de “Temas Tabúes”, dice: “Se analiza básicamente la contradicción entre el rol de la Universidad, que es enseñar a pensar para exponer libremente las ideas en busca del bien común, y la sutil mordaza que se establece alrededor de la libre expresión de los  candentes temas económicos que son centrales en el bienestar y en el porvenir de enormes sectores de nuestra población. De eso que no se habla.”

 

Igual que el autor citado, considero que,  de acuerdo al compromiso permanente con la Verdad que debe ser la característica fundamental del docente, no  pueden existir “temas tabúes”, que no puedan tratarse en un diálogo interdisciplinario de las ciencias, las técnicas y las artes.   

 

Estamos formando a los hombres que serán los  dirigentes de  la sociedad en un futuro inmediato. No debemos escatimar esfuerzos para enseñarles a decidir en base  a principios y valores  y no en base a las recetas caseras que uno recibió cuando era alumno, porque éstas pueden  resultar obsoletas frente a los avances de las ciencias. Ahora bien, si  esas recetas están basadas en los valores trascendentes, se vuelven indispensables, porque son los pilares que sostienen el orden social de la humanidad. 

 

            Una clase universitaria no puede ser mera repetición de conceptos.  Para que esos conceptos sean aprendidos deben ser confrontados con las realidades, y para lograrlo el docente no puede permitirse el lujo de estar desinformado en lo que atañe a lo específico de su ciencia y su aplicación a la realidad del momento. Todos los temas con vigencia en la vida de la sociedad deben ser analizados en una universidad y vistos con la óptica de cada una de las ramas de los saberes humanos.

 

            Una clase  no es para preparar a un examen, sino para despertar en el intelecto del alumno  el deseo de analizar la información para transformarla en conocimientos. De ellos dará cuenta en el examen. A pesar de ser una frase  repetida hasta el hartazgo, la reiteramos: “Se debe estudiar para acrecentar los  saberes y no para aprobar un examen”. 

 

 

h  El Examen

         Fui un alumno que gozó del  privilegio de cursar una asignatura con el Dr. Alcides Greca. En su libro En torno al hombre, luego de definir al examen como un parto de la psiquis, sostiene que en él se ponen de manifiesto los más variados estados  anímicos, dejando al descubierto, tanto en los examinadores como en los examinados, procedimientos,  tácticas, pasiones y hasta perversiones que afloran inconscientemente, en la reñida batalla que ambos libran y cuyo principal objetivo es, para los primeros indagar el grado de preparación  de los alumnos, y  para los segundos demostrar que esa preparación es digna  de una nota que los acerque a la ansiada meta del título profesional.(11) Pienso que para un alumno  un examen puede ser también como abrir una puerta, de las más de treinta existentes, que permiten avanzar por el largo pasillo que conduce al buscado título universitario, que se encuentra  luego de transponer  la última.

 

            Tengamos presente que cada puerta se encuentra guardada por un tribunal examinador, integrado por tres seres humanos, que supuestamente conocen mucho más que el examinado del tema a exponer.  Ellos interrogarán sobre temas que no solo se deben conocer, sino que debe ser posible explicarlos de forma tal que quede demostrada la capacidad suficiente para seguir adelante. Esto  trae a mi mente la figura mitológica del “cancerbero”, ese perro de tres cabezas, sostenidas por tres largos y flexibles cuellos, y bocas con filosos dientes,  que guarda las puertas del Infierno para que no se escapen los condenados. Para pasar las puertas, el alumno no debe mostrar solo valentía y audacia  para enfrentarlo,  sin ninguna ayuda externa, sino que debe poner en juego toda su capacidad, agilidad mental e ingenio, porque está permitido usar algo de picardía o viveza  para responder las preguntas. Éstas últimas son como los mordiscones que provienen de alguna de las tres bocas provistas de afilados colmillos que posee cada cabeza  del Cancerbero. 

 

Muchas veces ocurre que  se sortea  a este celoso  centinela, se consigue pasar  una puerta,  pero se dejan en el camino jirones de ropa en cada una las fauces. Esos jirones son las experiencias de la vida estudiantil. En una escala del 1 al 10, son los exámenes calificados con 4, que indican la aprobación “raspando”.  Serán siempre los exámenes más recordados, por haber peleado la nota sin sucumbir en el intento. Dejan marcas agridulces, pero son los exámenes evaluados por  los docentes que en general más recordamos.    

 

 

            * Recibir un examen:   

 

Preferimos decir  “recibir” un examen en lugar de “tomar” un examen,  porque recibir es aceptar lo que otros nos dan y hacerse cargo de ello (acepciones 1 y  2  del Diccionario de la Real Academia). “Tomar” es asir una cosa y hacerse cargo de ella (acepciones 2 y 4). La misión del docente, en el acto del examen, es  recibir del examinado la información que demuestre los conocimientos que él ha asimilado y que constituyen su caudal de saberes y aptitudes. Si lo demostrado es suficiente, podrá seguir adelante, sino, si le falta madurar conceptos o recibir nuevas informaciones que acrecentarán sus conocimientos, en forma cortés debemos invitarlo  a  volver más adelante, pero nunca abochornarlo, y menos  burlarse de él.

  

 En un examen se juegan muchas cosas. Para el estudiante y para su núcleo familiar e íntimo (la familia, la noviecita, los amigos que también se encuentran rindiendo con él), es el acto más importante de ese día. Por eso, salvo un extraordinario  dominio de sí mismo, el examinado se encuentra  en un estado de alerta nerviosa.

               

El docente debe evaluar lo que el alumno sabe y con qué profundidad conoce el tema, y no insistir en lo que el alumno desconoce, porque termina  humillándolo como  ser humano y eso no es hacer docencia. El rol docente en el examen es fundamental: se deben aclarar dudas, explicar conceptos y saber aceptar el pensamiento o la doctrina sustentada por otros tratadistas o docentes, porque el examinador no tiene el monopolio de la verdad y porque las ciencias, las técnicas y las artes avanzan de forma tal que es  fácil que en el trayecto de  casa a la universidad se haya modificado una situación o una norma. 

 

Es frecuente que el docente  no sea claro en sus preguntas, o que estas sean repetidas de examen  en examen y de año en año. Recuerdo haber tenido en mis manos un listado titulado “Preguntas de Exámenes – Asignatura X, profesor Z, seguidas de las repuestas”. Ese era el fruto del trabajo de los alumnos “centinelas” (de acuerdo a la terminología usada por el Dr. Alcides Greca) y que los otros compraban en el mercado negro. También sucede que el profesor pregunta aguardando una repuesta determinada. Si la contestación no es tal,  el docente la rechaza sin tener el valor de analizarla y hasta aceptarla  si los fundamentos son buenos aunque él no los comparta. Antes de iniciar la recepción de los exámenes de mis alumnos imploro lo siguiente:

 

         

                                                      ¡Señor!

         Hoy recibiré los exámenes de mis alumnos. Te pido:

a Ilumina los intelectos y pon en sus labios tus palabras de     sabiduría.

a Que no sean traicionados por los nervios.

aQue me concedas saber distinguir:

aLo verdadero de lo falso o dudoso.

            aLo importante de lo superfluo.

aLo que nace del conocimiento y lo que surge de un estado de ánimo.

aOrdena mis conceptos para ser claro en mis interrogaciones.

aQue vean en mí al amigo presto a tender la mano y no al juez           implacable.

             aQue mi presencia en la Mesa Examinadora sea mi testimonio de              Cristiano.

           

 

El recordado Profesor de la Universidad Nacional de Cuyo,  Dr. Francisco Leticia, en una charla nos decía: “Es una injusticia aplazar al alumno que sabe, pero una injusticia mucho mayor es aprobar al que no sabe. El que no supo en un examen es aplazado y volverá a estudiar la asignatura, pero si fue aprobado no verá nunca más esa materia  y como docentes seremos responsables  directos de que  un graduado mal formado reciba el Título que lo iguala en las incumbencias al  Profesional que demostró su capacidad.”

 

            Existen en casi todas las universidades alumnos que llegan al término de su carrera sin ningún aplazo. Son aquellos que vivieron la etapa de su vida de estudiantes enfrascados en sus estudios y su actividad estudiantil se limitó a asistir a clases y estudiar. Es meritorio el esfuerzo realizado, pero su paso por la Universidad... ¿fue feliz? Como la felicidad es un estado personal, cada cual debe contestarse a sí mismo.

           

              En una de las charlas que sobre este tema tuve con mis alumnos en un Seminario de Ética expresé lo siguiente: “un alumno o alumna, que no tuvo un ‘enamoramiento’ en la Facultad,  ni ha conocido la amargura de un aplazo,  ni  participado en una protesta estudiantil, prácticamente no ha vivido su vida de estudiante, porque esas cosas son propias, naturales y hacen a la condición regular de los Estudiantes.”   

 

            Una delicada alumna que cursaba ese Seminario y que  no hacía mucho tiempo había sido madre primeriza completó mi pensamiento diciendo: “es igual a una mujer que ha sufrido las molestias de una menstruación, pero no los dolores parto porque tuvo el hijo dormida por la anestesia y con cesárea. No ha vivido lo más importante que debe  vivir como mujer: su maternidad con los dolores de dar a luz a un hijo”. Por mi condición de varón no viví esos acontecimientos pero supongo  que tenía razón. En mi vida estudiantil tuve más de un enamoramiento, más de un aplazo,  participé activamente de los problemas estudiantiles y es por eso que por mis venas aún circula la sangre rebelde del estudiante.                  

 

h La calificación:

              No es tarea sencilla. Por regla general, es mucho  más fácil  discernir entre el aprobado y el reprobado que la nota final con la que calificamos un examen. En principio opinamos que es  un criterio injusto  colocar a todos la misma nota, porque no todos estuvieron iguales, pero diferenciar un seis, de un siete o un ocho, ya no es tan sencillo. Más difícil resulta la diferencia entre un nueve y un diez. Todas existen en la escala y el tribunal examinador debe decidir.  

 

            Un problema  aparte es el examen escrito, porque allí no podemos corregir sobre la marcha una pequeña desviación que tal vez al final  conduzca al examinado a cometer errores conceptuales importantes, que lo  harán merecedores  de  una nota reprobatoria, cuando, si hubiese sido advertido del error,  es posible que se hubiera rectificado, mereciendo aprobar.

 

             Hablando de las calificaciones en los exámenes, el Dr. Cayetano A. Licciardo nos daba el siguiente consejo: “No pretendas nunca que el alumno conozca  la materia tanto o más que el profesor. Ten presente que para él es una asignatura más dentro de su Plan de Estudios y que debe cumplir con todas. No consideres que la tuya sea la más importante de su Carrera Universitaria. El  Docente  debe  ser  un  especialista en su saber y  el estudiante es una persona que recién asoma a ese saber. Tu misión es aquilatar los conocimientos básicos que le servirán de sostén en el camino de su formación como hombre, con ciencia y conciencia.”             

           Cuando el Departamento de Ciencias Económicas de Salta dependía de la Universidad de Tucumán, los tribunales examina-dores que se constituían en Salta eran presididos  por  el Docente de la Facultad tucumana, normalmente por el  Profesor  Titular de la materia. Además, integraban la mesa el docente  a cargo del dictado de la asignatura  en Salta  y otro docente salteño de alguna asignatura afín, conforme se  establecía  en  la Resolución que disponía la constitución de la Mesa Examinadora.

 

El Dr. Greca nos habla del valor de la “prueba” en los siguientes términos: “Debo confesar que no creo que el examen constituya siempre una prueba cabal incontrovertible, para determinar la verdadera capacidad y conocimientos de un examinado. Existe un porcentaje apreciable de factores que pueden malograr el examen de un buen estudiante. El temor, un acentuado complejo de inferioridad, preguntas capciosas o fuera de programa, confusiones momentáneas, la excitación, inhibiciones o lagunas mentales, provocan por lo menos un diez por ciento de los aplazos.”(10)

 

Buscando una solución  se establecieron exámenes parciales, trabajos de investigación, formación de  grupos de estudio y otras varias formas, pero normalmente se sigue manteniendo el sistema de examen, y si es oral mejor, porque con los avances de las técnicas, el arte de confeccionar un machete ha sido perfeccionado. Se puede hacer en computadora, reduciéndolo luego a tamaños minúsculos. También se usan agendas electrónicas o máquinas minúsculas que son verdaderas computadoras con mucha amplitud de memoria y, últimamente, la telefonía celular permite ocultar auriculares disimulándolos tras una arreglada cabellera. Propuse a mis colegas del Departamento recibir los exámenes mediante declaración jurada pero, analizando la cantidad de falsos juramentos que existirían y que ese Juicio no es materia que deben juzgar los hombres, preferimos no poner en práctica el sistema porque correríamos el riesgo de convertirnos en proveedores del Infierno con el beneplácito del mismo Satanás.

 

En su libro, Greca llega a diseñar, teniendo en cuenta su participación en los exámenes una clasificación tanto de los docentes como de los alumnos. Conociendo esa clasificación desde que era estudiante, pude comprobar que su vigencia es generalizada y sus componentes los encontramos en todas las universidades del mundo, con algunas diferencias  de acuerdo a los idiomas y costumbres.

CLASIFICACIÓN DE LOS EXAMINANDOS Y DE

LOS EXAMINADORES Dr. Alcides Greca

    

 Examinados                               Examinadores

      .                                                                                                   .

            h Los espectaculares                    h Los preguntones

            h Los memoristas                         h Los que dan cátedra

            h Los simuladores                        h Los capciosos

            h Los aduladores                          h Los detallistas                                                            

            hLos inventores                            h Los malignos

            h Los desordenados                      h Los indulgentes

            h Los cautelosos                           h Los confusionistas

            h Los lanceros                               h Los inaccesibles

            h Los centinelas                            h Los sarcásticos

            h Los nerviosos                             h Los apurados

            h La mujer en el examen              h El examinador novel

           

 

El Dr. Greca  considera que el mal general en una universidad es el estudio por apuntes, algo que compartimos en su totalidad.

 

            En el cuadro transcripto, tengamos en cuenta que en la categoría de los Espectaculares se puede incluir a los llamados “exordistas”, que son aquellos que inician el examen  con una exposición,  tipo arenga política o discurso estudiado, que tiene por objeto excitar la atención  y preparar los ánimos, con citas  que pueden no venir al caso. El exordio o introito puede servir como inicio para varios  temas afines. Así, mediante esa introducción, el examinado ya ocupó la mitad del tiempo del examen.  Al final, el exordista  es solamente una  variedad del espectacular, y ambos pueden por lo general terminar como un “charlatán de feria” cuando los docentes analizan el contenido del discurso inicial, o cuando lo dejan hablar más de cinco minutos, porque el alumno entra en contradicciones y el examen se convierte en un juicio por falso testimonio.

 

Mucho depende del contenido de la asignatura que se rinde. Las denominadas exactas tienen poco margen  para inventar un exordio,  lo que facilita la  recepción de la prueba. Una suma tiene un solo resultado, el correcto.

 

            Asimismo, nos permitimos alargar la clasificación de los examinadores con la categoría de profesor  “caguila”(11), variedad surgida de la mezcla de los malignos y de los avaros, cuyo  signo distintivo es que, por demostrar dureza o “sapiencia”, nivela para abajo por su naturaleza de avaro. Le duele admitir  que el alumno puede merecer una nota mejor  y con  su proceder mezquino está comete  la injusticia de bajar el promedio de los alumnos. 

           

 Tanto el docente como el alumno, nunca pertenecen con exclusividad a una sola categoría. En un mismo examen pueden, sin proponérselo, involucrarse en más de una denominación. El examen parece una lucha librada normalmente cara a cara, y a veces se transforma en una declaración indagatoria digna de un juicio penal, o en una tortura mental propia de la aplicación  de las “Instrucciones de la Santa Inquisición” dictadas por Fray Tomás de Torquemada  en el siglo XV.

  “El estudio por apuntes” es un mal general, que aún sigue en vigencia. Un apunte es siempre labor personal, donde el estudiante refleja los puntos que para él resultan más importantes o sobre los cuales  vierte una opinión personal. Para un tercero un apunte  resulta ser una “lectura dirigida”. Aún recuerdo la queja de un estudiante  que me decía: “¿Por qué me aplazó? Si yo estudié en la carpeta  de Adrián”.  “Y bueno hijito, porque entendiste todo al revés  de lo que dice Adrián en sus apuntes”.

 

En estos tiempos, el uso de máquinas diminutas nos llevó al fenómeno de  tener muchos aplazados en pruebas parciales prácticas por errores de multiplicación, porcentajes y sumas. Lo que más nos llama la atención a los docentes antiguos (por no decir viejos) es que en sexto grado sabíamos hasta raíz cuadrada y poesías de memoria y cada error de ortografía significaba un punto menos, y ahora vemos horrores ortográficos.  Me pregunto  ¿es culpa de los alumnos el desconocimiento de las reglas  ortográficas? Me consta que en la primaria no se las enseñan y, desde que aprendieron a usar la máquina de calcular, se olvidaron las tablas de multiplicar. No saben darse a entender por escrito y a veces tampoco hablando, porque les falta el léxico que les hubiera provisto una literatura que fue olvidada. Es fundamental el problema de la falta de lectura. 

   

Los ingresos irrestrictos  superpoblaron las universidades y en la actualidad la masificación impide el contacto docente - alumno, llevando a que la mayor parte de los exámenes sean  escritos, y que los docentes, en  lugar de cumplir su misión  orientadora, deban asumir el rol  de agentes de policía vigilando que los alumnos trabajen solos. Hemos notado con terror que alumnos de los últimos años llegaron a ese nivel sin saber hacerse entender, que  carecen del vocabulario que debe exigirse a un alumno universitario y, lo que es peor, no saben que para hablar hay que abrir la boca.

 

 

A Recuerdos

 

Algunas “perlitas” de la época

de los tucumanos

 

           Por la aplicación del convenio entre la Universidad de Tucumán y la  Provincia de Salta, no existía igualdad en las remuneraciones  de los docentes, ni en  los cargos administrativos, porque el Departamento en esa materia se regía por el Presupuesto Provincial  y  la Universidad por el Presupuesto Nacional.

 

            Si bien el convenio establecía que para las materias que se dictaban en Salta  se constituiría una mesa por año, en muchos casos se logró que en algunas asignaturas  fueran más de una.

 

 

 

h El negativo

 

           En las  materias  que tenían parciales durante su cursado, el tema del examen era el mismo, y se recibía en Salta al día siguiente que en Tucumán. El docente enviado por la Facultad era el portador de la prueba. Algunas  materias se corregían en Salta y otras, entre ellas Matemática y Estadística,  eran evaluadas  en Tucumán, normalmente sin la intervención de los docentes salteños.

 

Unos docentes de la Universidad tucumana, cuyos nombres y asignaturas guardamos en secreto por el “sigilo sacramental” que, si bien es patrimonio de los confesores, no le hace mal a los docentes, unos profesores, decíamos, se rasgaban las vestiduras  y se comían las uñas de rabia al comprobar, cuando corregían los parciales escritos,  que en términos generales los rendidos por los estudiantes en Salta merecían mejores notas que los que tomados en Tucumán, de sus alumnos de todos los días.

 

           La solución a ese enigma llegó a mi conocimiento casi veinte años después y por confesión de parte de varios participantes. Había un alumno que cursaba en Tucumán. Recibía el examen  y copiaba los enunciados de la prueba en una hoja que guardaba. Era de los primeros en entregar el original con su resolución, se retiraba del aula  y emprendía la retirada hasta la Terminal de Ómnibus. Allí viajaba a Salta en el primer vehículo que salía. Otra variante era que un salteño lo esperara en la Terminal. El mensajero llegaba a la madrugada a Salta y entregaba a un alumno el papel con los temas del parcial. En la jerga estudiantil le llamaban “el negativo del parcial”. El grupo se reunía desde el amanecer y  tenían hasta las 18.00 para resolver el parcial y presentarse al Departamento para rendirlo. En ese momento se llegó a sospechar que docentes  locales conocían el tema.

 

            De esa camada algunos hasta llegaron  a ser docentes, pero  el secreto de su identidad debo llevarlo hasta la tumba.          

 

 

 h Dios es justo

 

            Uno de los atributos de Dios es precisamente la justicia, que de una u otra manera siempre llega.

 

            Nos tocó un alumno al cual sus compañeros no lo trataban mucho. Se decía que había venido de Buenos Aires a radicarse en Salta por traslado de su padre que era militar. En un primer turno rindió dos asignaturas que aprobó con buenas notas, y se presentó a rendir una tercera materia.

 

            Cuando fue llamado a rendir y sacar bolilla,  tenía ya una  oculta ente la mano y la manga del saco. Dio aparatosas vueltas al bolillero, mostró dos bolillas y empalideció de golpe:  tenía en la mano dos bolillas número seis. El profesor de Tucumán que había colocado personalmente las bolillas en el bolillero y verificado previamente que estuviera vacío, dijo:

- ¡No puede ser!, saque otra bolilla.

El alumno dijo:  - No, yo rendiré la bolilla que me tocó, la seis.

 

El Docente extrajo otra bolilla la miró y  dijo: - Rinda esta -  y le

 entregó  la número  tres.

- Señor,  si no rindo la bolilla seis, no rindo

- Si se retira sin rendir después de haber sacado bolilla, está aplazado.

- Me retiro, y me quejaré al Centro de Estudiantes.

 

           Todo podría haber terminado allí, con el alumno aplazado; pero este, haciendo honor a su condición de porteño prepo, se retiró mascullando en forma inaudible palabras no santas y sobre el pucho presentó al Centro de Estudiantes una nota culpando al bedel del Departamento de haber puesto dos bolillas número 6 (seis) en el bolillero y pidiendo otra mesa de examen con otros docentes.

 

           El presidente del Centro, que era un alumno responsable, pidió el legajo del alumno antes de dar curso a la nota. Al ver el  Certificado de Estudios Secundarios, exclamó: - ¡Esto es raro! Tendría que haber sido compañero mío en el Secundario y yo no lo conozco.

Habló con  el Director del Departamento, se indagó en el establecimiento secundario que emitió el certificado y se descubrió que las notas pertenecían a otro alumno y que en el certificado se habían adulterado los datos personales del cursante. La adulteración  era una verdadera obra de arte, el supuesto alumno nunca figuró ni siquiera  como inscripto en la Escuela “Hipólito Yrigoyen”,  y no vivía en Salta en la época  en que según el certificado de estudios había cursado. 

 

            Luego se supo que no había terminado el Secundario en Buenos Aires y,  por cuestiones laborales de su padre, se había trasladado a Salta con toda su familia.  

 

           Puesto en conocimiento de la máxima autoridad,  el Decano de la Facultad de la U.N.T., dispuso que se diera curso a la Justicia   por falsificación de documento público y  se cancelara  su inscripción como alumno. Así procedió el Departamento de Salta.

 

            Se notificó al ya ex alumno, el cual, muy suelto de cuerpo, dijo en la Dirección de Alumnos: “ese expediente se va a perder en el Juzgado”, cosa que efectivamente ocurrió en el trayecto de la Mesa de Entradas al  Despacho del Juez. El expediente, con la prueba original,  se evaporó. Nunca llegó a las manos del Juez. Enteradas las autoridades educativas, el Decano de la Facultad de la U.N.T. dictó una Resolución disponiendo la expulsión del alumno, con prohibición de ingreso en toda Universidad Nacional hasta tanto se pronunciase la justicia salteña. Pero  como el expediente  estaba perdido, la justicia no se  pronunció y el causante quedó legalmente impedido de ingresar en una Universidad Nacional.

 

           El muchacho desapareció de los lugares que solía frecuentar y no se supo nada más él.

 

 

h Fui un “maligno”

           

            Un mentado dúo de alumnos se encontraba formado por un muchacho de gruesos anteojos acompañado por otro, sordo como una tapia, que siempre andaba con audífono. Los  compañeros  los llamaban  cariñosamente el  “veedor y el oidor”.

 

            Me tocó integrar una Mesa de Contabilidad de Costos como “tercero”, junto con el titular de Tucumán y el docente de Salta. El “Oidor” expuso más o menos bien el tema de elección pero, cuando llegamos al turno de las preguntas, se acomodaba el audífono, ponía cara de no entender bien y contestaba lo que sabía, que podía tener o no cierta similitud con lo preguntado. Dos o tres veces ocurrió lo mismo.

 

            Cuando llegó el momento de la evaluación el docente tucumano, dijo “pobrecito, se ve que estudió, pero su sordera y los nervios le jugaron sucio en algunas oportunidades. Para mí, está  aprobado”. Y así fue.  Por mi condición de local, y teniendo en cuenta que el docente salteño lo aceptaba, acepté el  fallo, pero me quede con “sangre en el ojo”.

           

           En el turno siguiente al “Oidor” le tocó rendir la materia que yo dictaba. Su exposición inicial fue aceptable, pero con muchas incógnitas. A  la primera pregunta que se le efectuó, luego de acomodarse el audífono, contestó otra cosa distinta,  que estaría bien  para  otro punto del programa. Así se salió de un tema que no conocía bien para exponer otro con el que salía a flote.

 

            Cuando usó el mismo procedimiento para contestar la pregunta siguiente, reaccioné y lo paré en seco. Le dije: “Un momentito”,  y le reformulé la pregunta por escrito. El pobre chico me miró como con bronca y junando (12), se puso de pie y, dirigiéndose al presidente de la mesa, dijo:

 

- Permiso, señor - y se retiró.

 

            Para mis adentros recordé a mi madre y  susurré: “Mamá, tengo la certeza de que eres una santa que estás en el Cielo... te pido que perdones lo que este muchacho te  dice por culpa mía, pero cumplí lo que consideré que era mi deber”.

 

Pasaron ya muchos años, y cuando nos encontramos con el “Oidor” nos saludamos con un abrazo. Sin embargo, dentro de mí siento la voz de mi ‘sindéresis’ que me reprocha y me dice “aún no le has pedido perdón”.  Bueno, querido colega ‘oidor’, si alguna vez llega este escrito a tus manos, te pido que me perdones. Ten presente que en ese enfrentamiento que llamamos examen, como en la guerra y el amor, todas las armas son válidas, pero depende quién las use. En una prueba parcial o en un examen,  un papel  en manos de un docente es “un ayuda  memoria”, en manos de un alumno, ese mismo papel se transforma en un  “asqueroso machete”, y el alumno  es considerado como un vulgar “lancero”.

 

h Cuestiones de “deformación  académica regional”

 

            La República Argentina tiene regiones distintas que permiten actividades  económicas zonales. Si la universidad debe ayudar a formar al hombre en su totalidad, en lo referente a los ejercicios profesionales, debe  tener presente el medio en el cual ejercerá su profesión.

 

            La programación de algunas asignaturas contemplaba esas modalidades. Es necesario enseñar las diferencias provinciales y municipales que pueden darse a causa de las autonomías.

 

            La asignatura  Costos, que se dictaba conforme al Programa de la Universidad de Tucumán, ponía un énfasis desmedido en los costos de la industria azucarera y más aún en los procesos de su fabricación. Mientras, en la Universidad del Litoral, el fuerte eran los costos agropecuarios y los industriales.

 

            Como expresara más arriba, las mesas examinadoras que se constituían en Salta eran presididas por el profesor venido de Tucumán. También integraba el tribunal el docente que dictaba la misma en departamento, que en el caso de Costos  era el  Cr. Francisco René Villada, y como tercero se  nombraba otro profesor salteño de una materia afín; como los que nos encontrábamos en condiciones por haber sido designados previo concurso podíamos contarnos con los dedos de la mano, a mí me tocaba por lo general integrar las mesas de Costos, de Historia Económica  y algunas de Contabilidad.

 

            En uno de esos días en los cuales todas las cosas nos salen  mal y pensamos que hubiese sido mejor no levantarnos de la cama, se me presentaron dos problemas.

 

            El primero era la presencia para rendir de un alumno que trabajaba conmigo en el Tribunal de Cuentas de la Provincia, por el cual sentía el aprecio que uno le tiene al compañero de trabajo. Con el paso de los años, ese aprecio se transformó en amistad. Pero ese día, él era alumno y yo profesor integrante de la Mesa que le debía tomar examen. A pesar del tiempo transcurrido, tengo una sensación de culpa de la que no me puedo liberar.

 

            El muchacho (muchacho en ese tiempo, ahora un “viejo” camino a ser suegro en cualquier momento) expuso su tema con claridad y solvencia y respondió las preguntas que le efectuaron  los otros dos profesores. Yo me mantenía en silencio, motivo por el cual el profesor tucumano me invitó a preguntar. Miré  el programa y encontré un tema que yo conocía bien: “Costos Agropecuarios”. Para que se luciera le disparé la siguiente pregunta: - Dígame si los costos agropecuarios son costos de fabricación o de no fabricación.

 

            El alumno me miró como diciendo “¡que salvavidas de plomo me tiró el compañero!”. Contestó que eran costos de no fabricación, a lo que los integrantes de la mesa en forma unánime y rotunda le respondieron “no” y lo despidieron  sin más trámite.

           

            Perdóname, “gallego”, te juro que quise ayudarte.

 

            En el segundo caso de ese día, prácticamente tuve que actuar como el árbitro  en un partido de fútbol que se define por penales.

 

            La alumna se presentaba a rendir como saben hacerlo las mujeres, bien arregladita y dispuesta a hablar mucho y bien. Encaró el tema que le tocó en suerte con solvencia, hasta que el profesor tucumano la interrumpió para corregirle el orden cronológico de los procesos de elaboración del azúcar. Más adelante volvió a interrumpirla para aclararle los porcentajes actuales de los aportes patronales que para las Cajas de Jubilaciones tenían que efectuar  los “cañeros independientes” de Tucumán. La chica continuó, pero ya no con la misma soltura, se notaba que las preguntas la habían descolado un poco.

 

            Una vez terminada la recepción de los exámenes se procede a asignar las calificaciones. Había acuerdo hasta que llegamos a esa alumna. El tucumano, al cual incluiría en la categoría de los detallistas, casi lindando con los cretinos, sentenció “2” argumentado que no supo los procesos de elaboración del azúcar, ni los porcentajes de los aportes. El profesor Villada dijo: “Para mí merece un 6, o 7” y fundamentó la nota  diciendo que él evaluaba la asignatura  Costos, y que la alumna supo cómo se asignaban los costos en el proceso de elaboración del azúcar. El funcionamiento de esos  procesos corresponde a la disciplina que conocemos como Merceología, que se encuentra en evolución permanentemente, y en cuanto a los porcentajes de los aportes, además que se modifican con frecuencia,  son materia de Derecho Laboral, no de Costos.

 

            Adherí a la postura del Profesor Villada y se generó algo así como un cambio de opiniones, que no llegó al nivel de discusión, pero que duró aproximadamente quince minutos. Al final se acordó en un 5. Los alumnos que esperaban las calificaciones nunca supieron el motivo de la tardanza  en entregar las notas.

 

 

h Un Concurso

 

            Así siguió funcionando el Departamento de Ciencias Económicas, tutelados por la Facultad Ciencias Económicas de la U.N.T en lo relativo a docencia e investigación, y con los gastos a cargo de la Provincia de Salta.

 

Los primeros alumnos fueron becados para que concluyeran sus estudios en Tucumán. Luego de los trámites de rigor, que incluían viajes a Tucumán, se fue logrando en forma paulatina que se dictaran en Salta las materias de cuarto y quinto año, cubiertas mediante concursos de antecedentes y oposición recibidos siempre en Tucumán con jurados integrados también  por docentes de esa Casa y de otras Universidades. Las designaciones las hacía el Consejo Directivo de la Facultad, y los docentes eran interinos por un año. 

 

           Entre las asignaturas de cuarto año se concursó la materia  Contabilidades Especiales, que comprendía temas de Bancos, Seguros y algo de Contabilidad Pública. Era una rara mezcla que había cursado en Rosario con el nombre de “Bancos, Cambios, Bolsas y Seguros”. Los alumnos, conforme a las estadísticas y a los temas que motivaban las notas repartidas por la mesa, habíamos acuñado el dicho: “Si en Bancos te toca Cambios, Seguro que te hacen Bolsa”. Era una verdad absoluta. Nunca supe de algún alumno que haya aprobado esa materia rindiendo un  tema de  Cambios. Se requería estar al día con las cotizaciones de las distintas monedas y en esos tiempos no había televisión,  ni mucho interés por las finanzas y los cambios  internacionales. Las cotizaciones  había que averiguarlas el día antes del examen en alguna Agencia de Cambios. 

 

Me presenté  al concurso conjuntamente con un colega de Salta y uno de Tucumán. Fui  ganador y designado Profesor del Departamento por el Consejo  Directivo de la Facultad, conforme al Convenio existente.  

 

            Luego de rendir, tuve un pequeño inconveniente. Para ahorrar  unos pesos nos fuimos a Tucumán en el auto del colega que competía conmigo y nos alojamos en el mismo hotel  y en la misma habitación.

 

            En el orden de entrevista y exposición,  él era  primero, yo segundo y el  tucumano el tercero. Luego de salir de la clase oral pública,  me llamó la atención  que mi compañero no estaba en la Facultad. A la media hora  del final de la exposición del tercer postulante, salió un docente y nos anunció que el orden de mérito de la propuesta era encabezado por mí, en segundo lugar estaba el tucumano y en tercer término mi compañero de pieza.

 

            Llegué al Hotel y allí me enteré que mi compañero y digo bien “compañero”, porque era peronista, se había marchado de vuelta a Salta. Tuve que hacerme cargo del hotel y volverme en ómnibus. Me extrañó mucho su actitud, pero la comprendí  cuando me contó que en la exposición fue interrumpido con una pregunta que no venía al caso ni correspondía a la materia concursada,  pero que lo descolocó completamente y, por los nervios, en la exposición estuvo un desastre. Descontaba por eso que no podía ser el ganador. En un concurso posterior, y en otra materia, tuvo el desquite e ingresó  como docente del  Departamento.

 

 

 

 

Cumplimiento del Convenio

 

            De acuerdo al Convenio,  el Gobierno de la Provincia de Salta procedió, mediante Decreto Nº 12.035  del 26-04-1960, a otorgar las primeras becas del m$n 2.500 a los siguientes becarios: Eusebio Cleto del Rey, Juan  Carlos Bohórquez  y Roberto Dib Ashur, continuando con los que terminaban el tercer año. De acuerdo al proceso de alza de los precios, los importes de las becas fueron actualizados en los  años posteriores.    

 

A partir delaño1962, se producen los primeros egresos de los alumnos que comenzaron sus estudios en Salta:

 

h Eusebio Cleto del Rey,

h Juan Carlos Bohórquez,

h Roberto Dib Ashur,

h Luis Alberto Martino,

h Narciso Ramón Gallo,

h Carlos Francisco Flores,

h Marcelo Larrán.

           

          Continuaría así un egreso constante, hasta que se creó la Universidad  Nacional de Salta. Un dato significativo fue el bajo porcentaje de alumnos becados a Tucumán que no concluyeron sus estudios; si no recuerdo mal fueron dos o tres alumnos.

 

            Es destacable el apoyo prestado por los alumnos tucumanos, quienes lograron que el Consejo Superior de Facultad, mediante Resolución luego ratificada por el Consejo Superior de la Universidad, modificara el Convenio en el sentido de permitir a los alumnos del Departamento votar en las elecciones universitarias en pie de igualdad con los alumnos de Tucumán (13) (siempre los de Franja Morada fueron unos “vivillos”, ellos contaban como seguro el voto de los salteños).

 

            Al llegar a 1966, prácticamente se estaba dictando en Salta la totalidad de la Carrera de Contador Público con profesores cubiertos mediante Concursos. Integrando  el claustro docente se encontraban algunos de los que habían cursado los tres primeros años en la Escuela de Salta, entre otros los contadores Luis Alberto Martino, Roberto Dib Ashur, Narciso Ramón Gallo y Armando Simensen.

 

            A esta altura creo conveniente aclarar que, a partir del 2 de julio de1962, fui designado Vocal del Tribunal de Cuentas de la Provincia de Salta, junto con los colegas  Alberto L. García Caínzo y Rubén C. Cardón. Luego fuimos confirmados por sucesivos acuerdos. El cargo únicamente era compatible con la docencia a nivel universitario y por eso pude seguir ejerciendo mis funciones docentes.

 

 

La Universidad  Católica

 

            El 19 de marzo de1963 el Arzobispo de Salta, Monseñor Roberto José Tavella, firmó el Decreto Arzobispal  Nº 9 por el que se dispuso la creación de la Universidad Católica de Salta, la cual comenzó a funcionar  regularmente con las carreras habilitadas en el año 1966,  conducida por los Sacerdotes Jesuitas de la Diócesis de  Winsconsin. Funcionaba en el Colegio Belgrano hasta tanto se habilitase el  Complejo Universitario en Campo  Castañares. (14)       

 

            En 1964, siguiendo las instrucciones que le legara Monseñor Tavella,  el Obispo Auxiliar,  Monseñor Carlos M. Ponce de León, nos convocó al Dr. Duilio Lucardi  y a mí para informarnos que, encontrándose en conocimiento de nuestro compromiso de colaborar con la Universidad, nos invitaba a integrar  la Comisión que estudiaba su puesta en marcha y planificación de carreras.

 

            Monseñor Tavella, con quien habíamos adquirido el compromiso, había fallecido el 17 de abril de 1963. Nuestro compromiso era trabajar por la consolidación de la Institución Universidad en Salta, dejando de lado la condición de Católica o Estatal. Lo que a todos nos importaba era la Universidad, necesaria para formar hombres éticamente sanos y probos en ciencias, técnicas y artes. Por ello, las dos Universidades tenían objetivos afines o complementarios, pero nunca contrarios.

 

            Analizando que ya se había efectuado el convenio con la Universidad Nacional de Tucumán con relación a Ciencias Económicas, que la misma Universidad había creado en Salta la Facultad de Ciencias Naturales, que había tratativas por el Instituto de Endocrinología y que estaba trabajando una amplia Comisión de Estudio, que también integraba el Dr. Lucardi, llegamos ambos a un acuerdo: el Dr. Lucardi seguiría  a cargo del Departamento de Ciencias Económicas y en los trabajos por la Universidad  Nacional, y yo, junto con los docentes que quisieran acompañarme, aportaríamos nuestros servicios a la implementación de la Universidad Católica,  sin desatender las obligaciones docentes que realizábamos para el afianzamiento de la Universidad Nacional.

   

En 1966 presenté mi renuncia como Sub - Director del Departamento de Ciencias Económicas, para asumir como Decano Organizador  de la Facultad de Economía y Administración de la Universidad Católica.

 

  Acompañado  por los Docentes del Departamento, Dr. Víctor Abel Arroyo y Cr. José Sanfilippo, nos abocamos a la planificación e implementación de las Carreras de Licenciado en Administración y Licenciado en Economía y de una carrera intermedia destinada a llenar una necesidad social en la Administración Privada y en la Pública: Secretariado Ejecutivo. En todas podían inscribirse personas de ambos sexos, pero en el secretariado la inscripción inicial fue totalmente femenina.

 

            Se trataría en lo posible de evitar la superposición de carreras, con la finalidad de lograr un mayor espectro de alternativas para los estudiantes salteños.          

     

 

La organización

 

A El Sistema de Estudio

 

“La Universidad Católica de Salta cuenta con un sistema de Estudio y Enseñanza que puede considerarse nuevo dentro de la Educación Universitaria Argentina. Podemos sintetizarlo diciendo que, para ingresar en ella se debe aprobar,  luego de un curso preparatorio de verano (no obligatorio) un examen de ingreso, en Matemática, Castellano, Cultura General y una prueba de aptitud intelectual, igual para todas carreras, lo mismo que el primer año de Estudios Generales, que tiene por objetivo  el desarrollo de las facultades humanas, a nivel universitario, de madurez, en su triple dimensión de conocimiento básico, de hábito mental y de interés especulativo. Todo esto mediante una metodología adecuada. Para pasar a segundo año y entrar en las materias específicas de la carrera elegida se necesita un índice académico (promedio) de 1,5 en un sistema de clasificación que va de 0 a 4, luego el índice académico va subiendo, hasta llegar al establecido para obtener el título.

 

La enseñanza se imparte por procedimientos encaminados a establecer una comunicación directa y viva entre el profesor y el estudiante,  buscando lograr en éste aptitud de razonamiento y criterio, con capacidad para resolver en la práctica los problemas que hagan a su profesión, sin marginarse del resto de la sociedad. Junto a los conocimientos se intenta formar sensibilidad social mediante la formación humanista, democrática, cristiana, científica y profesional,  orientándolo a la investigación y al estudio de las soluciones necesarias, principalmente  para la región.” (15)

 

 

A El lema de la Universidad

 

            Era necesario  dotar a la universidad de un Lema y un Escudo. Para ello, el Rector citó a una reunión general a quienes nos encontrábamos trabajando para poner en marcha la universidad.

 

Se llegó al convencimiento de que, siguiendo la tradición universitaria de occidente, el lema debía ser en latín, la lengua fundante del conocimiento. El Rvdo. Padre Eduardo Martínez  Márquez  propuso como lema: “NIHIL INTENTATUM”, porque es posible alcanzar todo lo que es bueno, y es misión de la Universidad trabajar para hacerlo posible. Todo lo bueno debe intentarse. Es un lema dinámico, porque si la vida del hombre es dinámica, la institución destinada a su formación no puede ser estática, al contrario, siempre debe revisar el pasado, analizando y juzgando el presente  para prever un  futuro mejor.

 

           Fue aceptado por amplia mayoría,  y aún más, si la memoria no me traiciona  diría que “NIHIL INTENTATUM” fue aprobado por unanimidad.

 

            En cuanto al escudo que debía contener el lema, se resolvió llamar a un concurso público, efectuado en 1968, siendo la ganadora una alumna, Mercedes Puló, de la Licenciatura en Administración.

 

            En cabeza del escudo se encuentra el lema, la paloma simboliza la Sabiduría. La Tradición Salteña, se encuentra simbolizada en los colores rojo y negro, del poncho gaucho salteño. La insignia de la Compañía de Jesús la dirige, y la torre y el castillo  son un recuerdo de Ávila, cuna de Santa Teresa, Patrona de la universidad. Todo esto se completa con la estrella  del Escudo de la Provincia de Salta.

  

Las carreras se iniciaban con el cursado y aprobación  de los Estudios Generales, que tomaban como base la Teología y la Filosofía. De este modo se producía un diálogo interdisciplinario entre las ciencias y los saberes. Esto se completaba con el razonamiento de la lógica matemática y la Doctrina Social de la Iglesia, donde se hacía hincapié en el hombre, sus deberes y derechos, tanto individuales como sociales. Se buscaba con dichos estudios dar las bases necesarias para que el alumno pudiera llegar a una formación humana integral.

 

 

A El núcleo docente fundacional

 

En la publicación oficial efectuada por la Universidad Católica en el año 2003, al referirse a su propia historia, en la página 20 leemos:

“Las primeras autoridades fueron: Rector: Padre Edwar Justen, SJ; Vicerrector de Relaciones  Universitarias: Padre Eduardo Martínez Márquez, SJ; Vicerrector Administrativo: Padre Robert Pihale, SJ; Secretario General: doctor Felipe Gutiérrez;  Decano de la Facultad de Artes y Ciencias:  Padre Eugene Korth, SJ; Decano de la Facultad de Economía y Administración: Contador Gustavo Enrique Wierna; Decano de la Facultad de Ingeniería: Ingeniero Beni de Frans Bloser; Director del Departamento de Teología: Monseñor Pedro R. Lira; director  del Departamento de Letras: doctor Juan Carlos García Santillán. En tanto, el cuerpo de profesores estaba integrado por los doctores Luisa Miller Astrada, Juan Carlos García Santillán, Roberto García Pinto, Humberto Cánepa, Julio Lazcano Ubios, Thomas Hibbard, los profesores Lidia López Berbel, María José Lardizábal, Vicente  Rafael Moreno, Oriel Villagarcía, Vicente Pérez Saéz, Elena José, los ingenieros Alberto Fissore, Carlos Frapiani,  Carlos Morón, María Gavenda, Carlos Franco Sosa,  Manuel Roberto Galli,  Ennio Pedro Pontussi,  Angel Gavera, Federico Durig, Jesús Longarela, Julio Marón, Alejando Goytea, y los contadores Narciso Ramón Gallo, Víctor Abel Arroyo, Héctor Mario Campastro, Gustavo Enrique Wierna, José Sanfilippo y Roberto Dib Ashur”.

Como Director de Relaciones  Institucionales trabajaba el Dr. Emilio Cornejo Costas.

 

Como puede apreciarse, varios de los profesionales citados eran también docentes de los Departamentos de Humanidades, de Ciencias Naturales, de Salud  y de Ciencias Económicas que integraban  las Casas de Altos Estudios que posteriormente, por Ley  Nº 19.633, fue la Universidad Nacional de Salta.

 

La Universidad  Católica procedió al dictado del reglamento de funcionamiento, de los Planes de Estudios de las distintas carreras, del Manual para los Profesores, y de un Reglamento de alumnos, entre otros.  El sistema tenía su base en la asistencia de los alumnos a clases, en coloquios, parciales, exámenes finales (normalmente escritos) y en un índice académico que, para continuar la carrera debía estar en constante crecimiento. Se obtenía el índice a través del promedio ponderado entre la nota obtenida y los créditos de la materia. Podían  recursarse asignaturas para levantar el índice. Como un control final para la graduación se exigía superar un índice

Académico, establecido en los Reglamentos de Estudios.

 

 Los Reglamentos  y medidas de fondo se discutían y aprobaban por el Consejo, integrado por el Rector, los Vice Rectores, Académico y Administrativo, los Decanos y un docente por cada Facultad.

 

Una de las mayores preocupaciones era el propósito de diseñar un Plan de Estudios  para el egresado del tercer milenio, dado que la prospectiva nos indicaba que lo que entonces se enseñaba podía quedar obsoleto antes del año 2.000.  Se insistió en poner énfasis en los valores que forman el “núcleo duro” de las personas, y en los puntos fundamentales de cada área que no se pueden cambiar, porque hacen a la naturaleza de las cosas. Lo ideal era que los programas de las asignaturas fuesen dinámicos, y que las  Cátedras fueran actualizándolos conforme a los avances de las ciencias, las técnicas y las artes. Esto chocaba con la burocracia del Ministerio de Educación, que exigía programas de estudio estables, casi pétreos, iguales en sus denominaciones de asignaturas y contenidos a los de las Universidades Nacionales. A pesar de esto, en  varias  cátedras pudo plasmarse el criterio del continuo avance de los programas.

 

Las primeras  clases se dictaron en el Colegio Belgrano, de los  sacerdotes lateranenses, en las aulas ubicadas en el ala norte del establecimiento,  mientras se  procedía a la construcción de los edificios en  los terrenos de Castañares.

 

Bajo la vigilancia directa del Rector, las clases de la tarde, que constituían la mayoría, daban comienzo a las 16.00. A  esa hora se procedía a cerrar la puerta de entrada existente  en calle Alsina.

 

Una de las características del primer Rector, el Sacerdote Jesuita Edwar Justen, era la disciplina y la puntualidad.  La exigía a todos y brindaba un constante ejemplo.

 

Una prueba de ello fue la primera reunión social a la que  invitó al personal Docente y Administrativo: un asado. La tarjeta de invitación decía “de 21.00 a 24.00”. A las 21.00 el asado estaba listo y la mesa servida, pero muchos de los comensales llegaron tarde. Fue una amable reunión. A las 24.00, servido el postre y efectuados unos cuantos brindis, el Rector tomó la palabra, agradeció a la concurrencia y finalizó diciendo: “Amigos, como ya terminó el día y mañana es laborable, buenas noches y muchas gracias por su presencia”. Así concluyó la fiesta, el reloj marcaba la media noche.

 

Otra de las cualidades que lo distinguía era el estricto cumplimiento de las normas disciplinarias.

 

 Recordaré siempre una medida ejemplar tomada por el Rector, que al principio no compartí, porque me pareció muy dura, pero que mucho bien habría hecho a la formación de los alumnos y los profesionales si se hubiera seguido aplicando con ese rigor.

 

 El Profesor de Matemática, Sr. Vicente Rafael Moreno, se encontraba tomando un parcial escrito a alumnos de primer año. En un momento, descubrió que dos alumnos estaban copiando de sendos machetes. Inmediatamente les quitó las hojas y los mandó fuera del  aula. Los dos muchachos, con la falta de cancha propia   de los ingresantes, se sentaron en una banco en la galería. El Rector  los vio y les preguntó qué hacían fuera de  clase. Ellos le dijeron que el Profesor les había quitado las hojas y mandado fuera del aula.

 

            El padre entró al aula, habló con el docente y, con los machetes en la mano, enfrentó a los alumnos  recalcando que esa era la  acción más repudiable que un estudiante universitario podía cometer, que era una falta de honestidad y un delito, si bien aún no se encontraba penado por la ley. “Es un robo intelectual que está penado por la moral del estudiante. Por eso, ustedes dos están expulsados de la Universidad.”

 

No escuchó los pedidos de reincorporación efectuados por los alumnos, por sus padres, ni por el Arzobispo. Los alumnos quedaron fuera. 

 

Siempre admiré la firmeza de esa decisión y tengo el convencimiento de que si se hubiera aplicado en todos los casos y en todas las universidades, hoy tendríamos mejores alumnos y mejores graduados. Sin embargo, también tengo la certeza de que no hubiésemos tenido el número suficiente de profesionales dedicados a la política partidista para integrar una Cámara de Representantes, ni tampoco los profesionales que,  en función de gobierno, llevaron a la República Argentina a la  crisis que hoy padece y a la falta de compromiso ciudadano que nos agobia.

   

Estando en funciones como Decano de la Facultad de Economía y Administración a instancias de la Universidad fui becado por la OEA para participar del “3er. Curso de Post-grado sobre  Administración Pública”, dictado con los auspicios del Ministerio de Asuntos Exteriores de Italia y el Banco de Nápoles en esa ciudad, durante el año 1972. Participé con licencia y sueldo de la Universidad Católica.  Por ese motivo no puede estar presente en el acto de Colación de Grados, ni firmar los diplomas de la primera promoción de Licenciados en Administración.

 

 

Algunos recuerdos de mi paso por la

Universidad Católica

 

aLa coquetería femenina

 

 Está escrito en el Génesis (Cap. 3, versículo 16) que, como castigo y mandato, Dios le dijo a Eva:  “Hacia tu marido irá tu apetencia”. De Eva en adelante,  toda mujer, para encontrar al hombre que para ella fue creado, debe usar los medios necesarios que el Señor  le otorgó, tales como la exquisita intuición femenina, acompañada de una dosis de coquetería y de artes en la lucha de conquistas. Por eso, cuando encuentran al que buscan y se proponen  alcanzarlo, generalmente triunfan. 

 

La  Carrera  de Secretariado Ejecutivo estaba destinada a la formación del personal que, tanto en la  actividad privada como en la pública, cumple ese trabajo, generalmente prestado por una mujer.

 

Como era de prever, la totalidad de cursantes eran de sexo femenino. Formaban en el primer año un grupo de unas 35 alumnas. Dictar clases para ellas era un placer y un recreo para la vista. Por eso me ocupé  de dar clases en los temas de administración, de contabilidad y de deontología de la función del  Secretariado Ejecutivo.

 

Podía notar una clara diferencia entre las alumnas que tenía en el Departamento de Ciencias Económicas, tanto en la carrera de Contador como en la de Administración, con las alumnas del Secretariado Ejecutivo. Estas siempre asistían a clase elegantemente vestidas  y resaltando su garbo, aunque debo reconocer que eran diligentes y responsables en sus estudios. Así  lo demostraron cuando debieron ejercer su profesión.

 

 

aCosas propias de las alumnas

 

Un  grupito de cuatro chicas comenzó a tener acciones que podríamos considerar algo provocativas frente a un joven profesor que, según  la opinión femenina, era un “churro bárbaro”. Por lo general se sentaban en lugares estratégicos y en poses demostrativas de sus  encantos. Eso fue así hasta que el profesor  tomó  la drástica decisión  de dividir el grupo y asignarles  ubicaciones distintas  dentro del aula. Una de ellas le preguntó cuál era el motivo. El docente les dijo “ustedes son muy bonitas y me distraen, si no se cambian de lugar, yo me retiro y que venga el Decano a dar clases”. Ante esa perspectiva,  las alumnas cambiaron sus lugares conforme lo pedía el profesor.

 

aUna broma de Salón

Esta anécdota no tiene nada que ver con las alumnas del Secretariado Ejecutivo, sino que corresponde a las que cursaban la carrera de Letras, en la  Facultad  de  Artes y Ciencias. En esa facultad, las alumnas también son mayoría.

 

Un conocido profesor de literatura, hombre muy serio, responsable y  ya maduro (cuyo nombre  me reservo por el respeto y estima que le profeso) dictaba clases magistrales. Una  vez  desarrollado el tema central, con fines netamente didácticos, indicaba los subtemas que debían exponer las  alumnas frente al curso,  contestando las preguntas  de sus compañeras y del profesor.

 

Las clases resultaban  interesantes. A quienes les tocaba exponer el tema preparaban su exposición lo mejor posible, y luego se producía un interesante cambio de opiniones que enriquecía el problema sujeto a estudio.

 

            Al final de la primavera salteña, las horas tempranas de las tardes invitaban a gozar del paisaje verde del Campus Universitario y de los cerros que lo rodean (la universidad ya estaba en Castañares).

 

Una alumna  inició su exposición. Aproximadamente a los diez minutos, el curso se dio cuenta de que el docente estaba dormido y con sigilo comenzó el  éxodo del  aula. La última en salir fue la que tenía a su cargo la exposición.

 

            Una de las alumnas inmortalizó la situación en una muy buena fotografía, que mostraba al profesor dormido sosteniendo su cabeza con ambas manos.  En forma misteriosa, esa foto apareció colocada en un transparente de la  Universidad con un título que decía:

“dulces sueños”.

 

            Poco después el profesor  me comentó acongojado: “Lo que más bronca me causa es que, como casi todas son mujeres,  no puedo descargarme con una  puteada’ digna de un carrero, sino que debo felicitarlas  por la lección que me dieron. Nunca más debo venir a dictar clases después de gozar de un suculento y bien regado asado”.

           

 

aLas pruebas recibidas mediante cuestionarios

de opciones múltiples

 

            Normalmente, y para palanganear, o  porque queda más adornado, a este sistema de tomar parciales y hasta exámenes finales lo denominamos con palabras dichas en inglés. Como prefiero seguir siendo un “Indio bruto” no quiero renunciar a mi lengua materna y lo explico en ella.

 

El sistema consiste en  entregarle al alumno  un cuestionario de preguntas, al lado de las cuales existen tres columnas en la que deben marcar si la afirmación que contiene cada una  es  Verdadera (V), Falsa (F)  o Dudosa (D). Los docentes, para agilizar la corrección, normalmente confeccionan una plantilla perforada.

     

            La Facultad Economía y Administración tenía un alumno al cual sus condiscípulos apodaban el “Faquir”. En la asignatura  “Inglés” el “Faquir” era una luz, y podía  haber rendido libre.  Sin embargo, su íntimo amigo, el “Potro”, únicamente hablaba el salteño básico, y cualquier otro idioma le sonaba incomprensible.  Llegada la primera prueba parcial, la nota más alta fue para el “Faquir” y la más baja  para el “Potro”. En la segunda evaluación, el “Potro” obtuvo la misma nota que su amigo.

 

             El docente, si bien entonces tenía mucha más cabellera que ahora,  de tonto  tenía muy pocos pelos. Preparó la tercera  prueba e hizo una especial para el “Faquir”. Era el mismo cuestionario que para el resto, pero en un orden diferente.

 

            Cuando procedió a la corrección, encontró que un  número bastante significativo de alumnos tenían los mismos errores, fruto de una misma distribución de repuestas, que estaban en el  mismo orden que en la  hoja entregada al “Faquir”.

 

El sistema para dictar las respuestas era simple y eficaz: el “Faquir”, luego de contestado el cuestionario, bajaba el brazo izquierdo con el puño cerrado y comenzaba  a estirar los dedos. Los compañeros ya conocían el código: si mostraba el dedo mayor, la repuesta era en la primera columna, si mostraba el índice, la segunda, y el pulgar  para la tercera. Como resultado de esa prueba, el “Faquir” obtuvo una muy buena nota y el “Potro”, junto a la tropilla que lo seguía, no pegó ni una y merecieron un cero absoluto, acompañado de una nota que decía “usted copió, demuéstreme lo contrario”. Ninguno  se animó a protestar y menos a intentar demostrar.

 

            Para perfeccionar este sistema, ahora los docentes exigen que cada respuesta se fundamente en dos o tres renglones, y se confeccionan distintos cuestionarios. Sin embargo, tantos son los avances técnicos ya mencionados que, para  recibir un examen escrito a un grupo numeroso de personas, es necesario contar con un número suficiente de docentes que vigilen. Confío en que los mismos avances de las técnicas encuentren alguna forma de bloqueo de las comunicaciones en determinados lugares (por ejemplo, en una cárcel, un Juzgado, un aula o un salón de reuniones.) 

                      

 

   aEn  defensa de la verdad

              Las pruebas parciales y finales a las que recurrimos los docentes  tienen   la finalidad  de verificar el avance en el conocimiento alcanzado por los alumnos. Son también una evaluación de la misma labor docente, porque es tarea del docente guiarlos por las sendas de los distintos saberes.

 

            Es y será motivo de  discusión si son mejores los exámenes recibidos en forma oral o escritos. Quienes sostenemos que los orales son mejores, tanto para el profesor como para el alumno,  argumentamos que se  puede guiar la exposición y que, en muchas ocasiones, es el único momento de contacto del docente con el alumno. En una universidad actual, con la  proporción  existente  entre alumnos y docentes, lograr formar el binomio docente f alumno es difícil, y el ideal, maestro f discípulo, es una  utopía. Por otra parte, es importante para la formación del alumno que sepa expresar sus ideas en forma oral.

 

Recuerdo lo que me decía  un amigo y conocido docente de la Facultad de Derecho de la UBA: “nuestros inscriptos son muchos, los que puedo llamar alumnos que asisten a clases son menos, y los que siguen el  dictado de la materia son una selecta  minoría. A muchos la primera, y a veces única, vez que les vemos la cara es en un examen oral.” Si el examen final es escrito el alumno deja de ser una persona para ser un Número de Libreta y un dato  estadístico.  El docente deja de enseñar para convertirse en un tomador de exámenes, y la universidad se transforma en  una imprenta destinada a emitir diplomas. Por eso los servicios que deben brindarse al pueblo son  mal atendidos por graduados universitarios faltos de formación humana y  científica.

 

            Los Sacerdotes Jesuitas de la Provincia Winsconsin,  decidieron que en la Universidad Católica de Salta, siguiendo el sistema tradicional usado por ellos, los exámenes fueran  escritos y que se archivaran los legajos  de los alumnos, como elemento de prueba  en caso de reclamos. Paulatinamente, tanto en la Facultad de Ingeniería como en la de Economía y Administración, se fueron imponiendo los exámenes finales orales y las pruebas parciales escritas, por responder más a nuestra tradición y a nuestra formación.  La escala de calificaciones en la Católica  era de 0 a 4 (cero a cuatro), y creo que aún sigue rigiendo ese sistema. Pese a esto, los profesores, acostumbrados a la escala  decimal, calificaban de 0 a 10 y luego usaban una tabla de conversión. 

   

            El compromiso fundamental del  docente es con la Verdad y con la Justicia. Esto debe manifestarse tanto en las clases como en las evaluaciones. Si calificamos con una nota buena a quien no sabe, o con una mala al que demostró sus conocimientos, estamos faltando a la Verdad y cometiendo una Injusticia, con el alumno y con la sociedad.   

 

            Al padre Edwar Justen le sucedió como Rector el padre George Haas. En 1974, por motivos que nunca pude conocer, los sacerdotes jesuitas regresaron a Wisconsin, y asumió el Rectorado un sacerdote salteño,  el padre Normando  Requena, quien se desempeñó  hasta 1980, año  en que asumió el primer laico como Rector,  el Ingeniero Ennio Pedro Pontussi. Él se mantuvo hasta  el 7 de marzo de1986, fecha en que asumió el Dr. Patricio Gustavo Colombo Murúa.

 

            Cuando en 1974 asumió el Rectorado el padre Requena, fui designado Vicerrector Académico, quedando el Decanato de la Facultad de Economía y Administración  a cargo del Cr. Rubén Carlos Andrés Cardón.

 

            A mediados del año 1976 presenté la renuncia como Vicerrector y me desvinculé de la Universidad Católica, para ocupar el cargo de Secretario Académico de la Universidad Nacional de Salta.

 

 

LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE SALTA

 

 

hLa situación política en 1972 

 

La Universidad Nacional de Salta era una fruta que se veía caer de madura. Ya se habían realizados todos los estudios previos, pero la conducción  política  del  país se encontraba ocupada en otros menesteres.

 

El 27 de junio de 1966 fuerzas militares convergieron sobre la Casa Rosada y el General Julio Alzogaray  que las  mandaba exigió la renuncia del Presidente Constitucional, Dr. Arturo Humberto Illia. El 29 del mismo mes asumió la Presidencia el General Juan Carlos Onganía. El  2 de julio del mismo año se prohibió la actuación  de los Partidos Políticos,  se disolvió el Congreso Nacional, y se dio a conocer el Estatuto de  la Revolución Argentina, que serviría de norma  de fondo para la actuación  del nuevo gobierno. El 13 de julio de ese año se conoció el Acta de la Revolución Argentina, donde se justificaba el paso dado como una forma de detener  la sutil y agresiva penetración marxista. Se procedió por Decreto a intervenir todas las Universidades Nacionales.

 

Al General Juan Carlos Onganía le sucedió el  General Roberto Marcelo Livingston,  y a éste, el 23 de marzo de 1971, la Junta de Comandantes que el 26 del mismo mes puso en el cargo de Presidente al General  Alejandro A. Lanusse, quien en un plazo máximo de tres años debía reestablecer el orden  constitucional en la República Argentina.(15)    

 

El gobierno del General Lanusse estuvo signado, entre otras cosas, por la inflación, la actividad de los comandos guerrilleros y las sublevaciones de ciertos sectores de las fuerzas armadas. Llamó a elecciones, que se celebraron el 11 de marzo de 1973, con el triunfo de la formula Héctor J. Cámpora - Vicente Solano Lima, quienes asumieron el 25 de mayo. El 13 de julio renunciaron para que se convocara a nuevas elecciones y habilitar la fórmula Juan Domingo Perón - María Estela Martínez de Perón. Asumió la Presidencia, conforme la ley de acefalías, el Dr. Raúl Lastiri, hasta el día 12 octubre de 1973, cuando asumió su tercer período presidencial el General Juan Domingo Perón.(16)    

 

         En ese marco político, mientras era Presidente el General Alejandro A. Lanusse, de acuerdo al artículo 5ª del Estatuto de la Revolución Argentina, se procedió al dictado de la denominada Ley  Nº 19.633, el 11 de mayo de 1972 (se llamó “nominadas” o “denominadas” para diferenciarlas de las dictadas por el Congreso). Mediante ella, se crea la Universidad Nacional de Salta, regida por la Ley de Universidades Nacionales, disponiéndose que  comenzara a funcionar el 1 de enero de1973.

 

Por el artículo 3º de la mencionada norma se transfieren a la Universidad de Salta los siguientes organismos que dependían hasta entonces de la Universidad Nacional de Tucumán:

 

4Facultad de Ciencias Naturales.

4Departamento de Ciencias Económicas.

4Instituto de Endocrinología.

 

En el artículo siguiente se dispone que hasta tanto se constituyeran los Consejos Superior y Académico, sus atribuciones serían ejercidas por un Rector Organizador, por los Decanos o Directores Organizadores, todos los cuales serían designados por el  Poder Ejecutivo Nacional. Las atribuciones de la Asamblea Universitaria serían ejercidas por el Ministerio de Cultura y Educación.   

 

El artículo 6º dispuso que  el Ministerio de Cultura y Educación  propondría al Poder Ejecutivo Nacional la designación de un Delegado Organizador, el que elevaría, antes del 30 de setiembre  de 1972, los siguientes proyectos:

 

            4Proyecto de presupuesto para 1973.

      4Proyecto de Estatuto de la Universidad.

 

            Conforme el mencionado artículo 6º, se designa al Ingeniero Roberto Germán Ovejero como Delegado Organizador de la Universidad Nacional de Salta. Él dispuso la designación interina por dos años, a partir del 1 de mayo de 1973, del Personal Docente  del Departamento de Ciencias Económicas que fuera transferido a la Universidad Nacional  de Salta, y cuyo ingreso se hubiera producido mediante Concurso de Antecedentes y Oposición.

 

            Por esa norma se incorpora a la U.N.Sa, el personal docente que pertenecía al Departamento de Ciencias Económicas:

 

Profesores:

4CAMPASTRO, Héctor Mario

4CASALI, Víctor Ricardo

4CORNEJO COSTAS, Emilio

4DIB ASHUR, Roberto

4GALLO,  Narciso Ramón

4GEA, Antonio

4MARTINEZ BORELLI, Francisco Holver

4MARTINO, Luis Alberto

4MIRANDA, Froilán Manuel

4PALOMARES,  Leonel

4RUIZ, Orlando A.

4SAIZ  IRUM, Inés

4VILLADA, Francisco René

4WIERNA, Gustavo Enrique

 

Jefes de Trabajos Prácticos:

      4ANGEL, Hugo Rubén

      4DI VELTZ, José

      4GORJON, Eduardo Manuel

      4LURASCHI, Carlos Alberto

       4MORENO, Tomás J.

       4MORENO, Rafael Vicente

       4RODRÍGUEZ, Roberto Mario

       4SIMENSEN DE BIELKE, Armando

       4SUGIOCA GARATE, Andrés

       4TREJO, Mario José

       4VARILLAS, Armando R.

 

 

Planes de Estudios

 

                 Conforme al convenio celebrado entre la Provincia de Salta y la Universidad de Tucumán, el  Plan de Estudio y los programas eran iguales a los que regían en la Facultad de Ciencias Económicas de Tucumán. Era el plan 1962, denominado “Plan Justicialista”. La ley de creación de la Universidad de Salta disponía que el Delegado Interventor debía remitir los proyectos de Presupuesto para el año 1973  y el Proyecto de Estatutos. Por eso se consideró oportuno el estudio y la reformulación de los programas de varias carreras, entre ellas  la de Contador Público.

 

             Siguiendo la experiencia iniciada en la Universidad  Nacional del Sur, la Universidad de Salta, por el Estatuto aprobado mediante Decreto Nº 2572/73, dispuso la organización departamental. Para llevar adelante esa organización  y las funciones de docencia, se crearon las Comisiones  Curriculares de Carreras.

 

Mediante Resolución 309/74 – Expte2297/73, del 14 de mayo de 1974, el primer Rector designado por elección de sus pares, el Dr. Holver Martínez Borelli, argumentado que las funciones asignadas a las Comisiones Curriculares se encontraban en la competencia de los Consejos Directivos de las unidades académicas, que en la Universidad eran los Departamentos, dispuso transferir a ellos las funciones desempeñadas por las Comisiones.

 

De este modo se dejaba sin efecto la resolución que instituía las Comisiones de Carreras, transfiriéndose a los Departamentos la dependencia, coordinación y dictado de las mismas.

 

Con esta medida los Departamentos se estructuraron y funcionaron  como Facultades, quedando  de la estructura de Departamentos solamente el nombre; en la  realidad funcionaron  como Facultades.

 

            Para elaborar el primer Plan de Estudios de la Carrera de Contador se designó una comisión, coordinada por el Profesor Cr. Narciso  Ramón Gallo. El objetivo perseguido era hacer un programa destinado a lograr profesionales con capacidad suficiente para satisfacer los requerimientos de la empresa pública y privada dentro del ámbito regional, nacional e internacional. Para ello, el Plan Estudios debía:

 

a Lograr mayor homogeneidad en los programas,

a Asegurar mayor flexibilidad y actualización  en los programas,

 aDeterminar áreas específicas que merezcan una mayor formación,

aDesarrollar la formación del alumno dentro de determinados marcos éticos y de conocimientos, suficientes para lograr un profesional con permanente actitud de servicio y con firme conciencia de sus obligaciones y responsabilidades.

 

La Comisión de Plan de Estudio se expidió en los primeros meses de 1973, sancionándose el proyecto para iniciar su dictado en el año lectivo 1973.

 

El mencionado plan contemplaba que la carrera comprendía doce semestres, es decir 6 años, y estuvo vigente hasta su modificación, en 1985, cuando volvió la duración de carrera a cinco años.

Sin embargo, el resultado  del Plan 1973 fue  considerado como muy bueno  en Congresos de Docentes y de Profesionales en Ciencias Económicas. Era alta la calidad de los egresados con dicho Plan de Estudios y su rendimiento en cursos de post grado.

 

Recién con la modificación de 1973 se introdujeron algunas asignaturas que llenaban vacíos en la formación de los estudiantes,  tales Metodología de las Ciencias, Contabilidad Pública y Derechos Administrativo y Constitucional. Sin embargo, aún no fue posible despegar Finanzas Públicas de Derecho Fiscal, lo que perjudicaba a ambas materias, ya que si bien tienen puntos de contacto, son dos disciplinas con finalidades distintas.  

 

            Resulta interesante recordar que, antes de constituirse la Universidad de Salta, el Departamento de Ciencias Económicas ya había incursionado en el Sector Público, creando la Carrera Intermedia de Técnico en Administración Pública, dictando cursos específicos e interviniendo en Jornadas y Congresos, insertándose en la Investigación de temas  referidos a la Administración Pública Nacional, Provincial y Municipal. 

 

            Por el convenio original de la Provincia con la Universidad Nacional de Tucumán, ésta asumió, entre otras obligaciones, la de asistir a la Administración Pública en la capacitación  de sus  agentes.

         

           Para ello se creó, en dependencia del Departamento de Ciencias Económicas, el Instituto de Estudios Administrativos, destinado a la capacitación, docencia e investigación de las ciencias y técnicas que sirven de base a la Administración, preferentemente en el área de la Administración Pública Provincial de  Salta.

 

En 1973, la Provincia tomó a su cargo las siguientes obligacio­nes:

 

            a) Transferir en carácter de donación a la Universidad todos los bienes muebles y  el material   bibliográfico con que contaba la Escuela Superior de Ciencias Económicas,

 

             b) Transferir a la Universidad el inmueble ubicado en la calle Buenos Aires Nº 177,

 

               c) Otorgar a la Universidad anualmente, y en carácter de subsidio, por el término de tres años a partir de 1973 inclusive, el importe equivalente en pesos al valor de 100.000 puntos docentes. Por acuerdo entre partes, la totalidad o una fracción de este importe, podía efectivizarse en bienes muebles o inmuebles.

 

El aporte correspondiente a los puntos docentes  que debía realizar la Provincia, tanto por Ciencias Económicas como por el Instituto de Endocrinología, sirvió de base para la compensación de los terrenos donde se asienta el Complejo Universitario “General D. José de San Martín”.

 

En virtud de ese mismo convenio, se creó, dentro del Departamento de Ciencias Económicas, la Escuela de Adminis-tración Pública, donde   se dictó una carrera  corta o intermedia que comprendía  17 asignaturas más un Trabajo de Investigación. El requisito de ingreso era tener aprobado el Secundario. Los alumnos que aprobaran el curso recibirían el Título de Técnico Universitario en Administración Pública (T.U.A.P.). Además, mediante la Escuela  se dictaron, entre otros:

 

h5  Cursos de capacitación, destinados a Oficiales de la Policía de Salta. Aprobar estos cursos constituía uno de los requisitos para el ascenso  al grado  de  Subcomisario.

    

hCursos de capacitación para el personal del Banco Provincial de Salta y de la Caja de Jubilaciones y Pensiones de la Provincia,

 

hCursos dentro del Programa Nacional de Capacitación, colaborando con el Instituto Nacional de Administración de Pública (INAP). Entre ellos se destacan los dictados al personal del ANSES.

 

hCursos de capacitación administrativa para el personal del Ministerio de Acción Social y Salud Pública de la Provincia.

 

hEn el año 1991, a pedido de los Municipios del  norte de la Provincia, se dictó una Jornada de tres días en el Municipio de Tartagal, con asistencia de personas de los Municipios de la zona. Las Jornadas estaban destinadas a los aspirantes a concejales municipales, y se referían a la organización política,  jurídica y administrativa de los Municipios.

 

La experiencia del dictado fue buena, pero no se pudo  repetir ni extender porque, como lo dice el anónimo autor del Lazarillo de Tormes: “tanto el lazarillo de un ciego, como el alcalde de un ayuntamiento, deben saber un punto más que el Diablo”. A pesar de lo predicado en el curso se siguió con la corruptela que tanto daña a la Democracia. Para ocupar un cargo de representante del Pueblo el único requisito parece ser la “obediencia debida al caudillo de una fracción partidaria”. Si un aspirante a un cargo público conoce de administración y tiene vocación de servicio se convierte en un peligro para el caudillo, porque aprendió a pensar por sí mismo,  es capaz de desobedecer y hasta es posible que llegue a ser  un buen ciudadano.      

 

Durante su vigencia, la carrera corta de Técnico en Administración Pública expidió 126 títulos, reconocidos en la Administración Provincial y en la Nacional. Muchos de los egresados aún ocupan cargos públicos.

   

En 1985 se modificó el Plan 1973, creándose las Licenciaturas en Administración, con mención al Sector Privado y al Sector Público.

 

Dado que la  fundación de la Universidad Nacional de Salta se produjo por un acto de un gobierno de facto, los cargos docentes que se designaron para iniciar su funcionamiento fueron contratados en forma interina, salvo algunos docentes de las Facultades de Ciencias Naturales y de Humanidades que, por haber sido designados  previos concursos de Antecedentes y Oposición por el Consejo Superior de la U.N.T., se consideraron como profesores regulares. 

 

Esta era la situación  de los docentes al día 24 de marzo de 1976,  fecha en la cual asume el Gobierno Nacional una Junta militar integrada por el General Jorge Rafael Videla, el Almirante Eduardo Emilio Massera y el Comodoro Orlando Ramón Agosti. Una de las  primeras  medidas que tomó la Junta en su función de Poder (decimos en “función de Poder” por cuanto se atribuyó las funciones Legislativas), fue decretar la Intervención  de todas las Personas Jurídicas Públicas, entre ellas las Universidades Nacionales. 

 

 La Universidad Nacional de Salta ya se encontraba a cargo de un interventor, el profesor Francisco René Villada, que había sido designado por el Ministro de Cultura y Educación  desplazando al primer Rector electo por sus pares, el Dr. Holver Martínez Borelli. Este interventor procedió a prorrogar las designaciones de los docentes en forma selectiva. Al dictarse la nueva intervención, se designaron para ese puesto dos Capitanes en actividad, los señores Eduardo Alberto Cajal  y  Norberto Antonio Yomi.

 

Una de las primeras medidas de los interventores militares, fue citar a todo el personal (docentes, investigadores, adminis-trativos y de servicios)  a una reunión en el patio del Rectorado.

 

Lo único que recuerdo fueron  las  primeras palabras del Capitán que nos habló, no puedo saber de cuál de los dos se trataba porque no tuvo la amabilidad  de presentarse. 

 

En típico leguaje castrense comenzó  su  alocución diciendo:

 

“Señores docentes, administrativos y no docentes... Considero que su misión es la de formar los recursos humanos que la Patria necesita...” Ahí perdí la ilación de la arenga. Comencé a pensar si este señor tenía algún motivo para insultar al personal administrativo y de servicios generales, negándoles la condición  de seres humanos, ya que los definía por el absurdo, por “lo que no son” (“no docentes”). Además, el hombre no es un “recurso”, no es una cosa. Todos los que integramos una comunidad destinada  al  servicio de la sociedad somos humanos, no solo los que se encuentran ejerciendo el Poder.

 

            El Diccionario de la Real Academia Española lo define como "ser animado racional". Bajo esta primera acepción se encuentra comprendido todo el género humano. Al considerarlo como "animado" nos dice que está "dotado de alma", y al analizarlo como "racional" nos recuerda que somos  integrantes del reino animal pero dotados de razón, entendimiento y libertad. El hombre posee capacidad para el asombro, para amar y para odiar. Hasta la fecha, y de acuerdo a lo hasta ahora conocido, es el único animal sobre esta tierra que posee la facultad de comunicarse, con el presente por su lengua, sus hechos y sus escritos, con el pasado por el legado histórico que nos dejaron nuestros ascendientes y con el futuro por las obras y el mundo que dejaremos a nuestros descendientes.

 

La capacidad de asombro permite avanzar en el conocimiento de las ciencias, las técnicas y las artes. Mediante el dominio de éstas, el hombre llega a modificar la naturaleza que lo rodea. Su capacidad de amar y de odiar lo convierte en un ser social: solo puede llegar a su plena realización en sociedad y con la ayuda de sus semejantes.  Para comprobarlo basta pensar que es uno de los integrantes del reino animal que nace más indefenso; luego del instante de su nacimiento, si no cuenta con la ayuda de otro ser, inevitablemente muere.

 

Una de las condiciones que distingue al hombre del resto de los animales es su capacidad natural para aprender, imitando a quienes  lo rodean y enseñando lo aprendido a los demás. Por eso podemos decir que el derecho de aprender y la obligación de enseñar son atributos que hacen a la naturaleza del hombre, causa de avance del mundo y continuador de la creación divina.

 

            Su condición de ser social y su capacidad para el aprendizaje lo constituyen en  la "causa eficiente de la prospectiva"(19). Su libertad y capacidad para obrar conforme a los dictados de su conciencia lo constituyen en el sujeto responsable, tanto de la vida en comunidad, como de la conservación de las especies y del medio ambiente.

 

Debemos considerar al hombre siempre como una unidad, una totalidad de alma y cuerpo, que vive en sociedad. Inclusive el anacoreta, que se aísla en un lugar solitario, entregado enteramente a la contemplación o a la penitencia, encuentra en esa forma de vida la manera de ser parte de la sociedad.

           

              Dentro de nosotros existe una lucha permanente un enfrentamiento donde aparecen en pugna dos bandos contrarios. Por un lado, nuestra Conciencia, dirigida por la Sindéresis, se afirma en las virtudes y los valores infundidos en nuestra alma por la Ley Natural y por las normas sociales dictadas por nuestros semejantes. Por el otro, se encuentran los vicios, que son propios de la naturaleza humana y de la convivencia social, y los que cada uno agrega por el mal ejercicio de la libertad.

 

              550 años antes de la era cristiana, Kun-fu-tseu, conocido por nosotros como Confucio, nos decía que nada es tan natural ni tan sencillo como la moral: "su práctica se reduce a tres leyes fundamentales de relación: entre vasallos y señores, entre padres e hijos y entre marido y mujer; y al ejercicio de estas cinco virtudes capitales: la humanidad, es decir el amor a todos sin distinción ninguna; la justicia, que da a cada uno lo que le pertenece; la observancia de las ceremonias y usos establecidos, a fin  de que todos los que viven juntos sigan una misma regla y participen de las mismas ventajas y de los mismos inconvenientes; la rectitud de juicio y de sentimiento para buscar y desear lo verdadero en todo, sin alucinaciones egoístas para sí, ni apasionadas para los otros; la sinceridad, o sea un corazón abierto que excluya la ficción y el disimulo, así en las palabras como en las obras”.

 

Tal es, en resumen, la moral de Confucio, cuyo carácter distintivo es hacer derivar todos los deberes desde la familia, y reducir la virtud a una sola: la piedad filial. Su dogma es la obediencia del inferior al superior.  Si hay un paraíso, los virtuosos gozarán en él de mil delicias; si hay un infierno, los malvados serán precipitados en él, pero ¿quién puede afirmar que existe o no?. Abstenerse del mal y hacer el bien, he aquí el punto más importante. El Tai-hio  recomienda que lo principal es la virtud y lo accesorio las riquezas y el bienestar. El Lin-in   recomienda: “no hagas a otro lo que no quieras para ti. Procede así y basta; las felicidades del paraíso, si hay uno, vendrán como consecuencia de tus obras.” (20)

 

Llamar al hombre “recurso humano”, aparte de ser un choque con la Teología (que sostiene que fue creado como el sujeto de la Creación) y con la Filosofía (como ciencia básica de lo humano), es una supina ignorancia de nuestra lengua; decir que el hombre es un “recurso” es desconocer el idioma castellano.

 

 El discurso del capitán interventor, conforme a lo que me informaron quienes tuvieron la paciencia de escucharlo  y hasta de tomar apuntes (usando como pupitre la espalda de otro asistente, porque ni sillas tuvimos) siguió a lo largo de los siguientes puntos:

hQue todos estábamos en comisión,

hQue para ingresar a la Universidad, que estaría custodiada por soldados armados, deberíamos mostrar nuestros Documentos de Identidad y dejar constancia de nuestro  ingreso. (Esto significaba que para entrar en nuestra casa, como lo era, además de nuestro lugar de trabajo, debíamos pedir permiso a un pobre  muchacho que, por haber cumplido una determinada edad,  prestaba su servicio militar. Era un absurdo.)

hQue hasta nuevo aviso se encontraban suspendidos los exámenes y las clases.

      

             Unos docentes de Geología que debían recibir exámenes finales de un par de alumnos que concluían su carrera, cumplieron sus obligaciones. Esto fue tomado por el dúo de interventores, casi como una traición a la Patria, una desobediencia frente al enemigo. Dispusieron un sumario, si mal no recuerdo con suspensión en los cargos. Tiempo después, cuando ocupaba un cargo directivo (Secretario Académico), tuve  el placer de rectificar esa absurda  medida, que había originado un expediente de dos cuerpos.

 

Al poco tiempo, los militares se dieron cuenta  que el  “bicefalismo rectoral” no era bueno. Uno de ellos pidió la asignación a otras funciones. 

           

           No recuerdo quién fue el autor  de la iniciativa, pero un grupo de docentes, que según los más jóvenes éramos “la gerontocracia  y los dinosaurios” de la Universidad, nos reunimos para analizar la situación. Llegamos a la conclusión que la mejor defensa que podíamos hacer de la Universidad era no ir de frente a la lucha, porqué esas intervenciones eran como las tormentas de verano, “muchos rayos, truenos y agua”, pero pasan en seguida. Nos pareció que lo mejor era sentarse en la puerta de casa para ver pasar los cadáveres de nuestros enemigos. Sin embargo, había que hacer algo para impedir que nos llenaran la Casa de Altos Estudios con “paracaidistas” importados de distintas procedencias, que como bandada de cuervos ya  revoloteaban en los cielos de las distintas universidades. Quedamos de acuerdo en que nuestros docentes debían procurar ocupar los cargos  que pudieran, y tratar de capear el temporal, en el convencimiento de que a  pesar de todo saldríamos adelante, porque una Universidad es obra de  un pueblo y no decisión de una clase social, de una institución castrense o de un partido político.  

 

El problema del Proceso, que se denominó de “Reorganización Nacional”,  abarcaba  las distintas actividades del país. Por mi condición de Oficial de la Reserva, con servicios prestados luego del servicio militar en la Dirección General de Fabricaciones Militares, no me extrañó recibir una invitación para una reunión en el Comando Regional del Ejército. Allí me encontré con algunos  profesionales universitarios, empresarios, periodistas, comerciantes y artistas. La mayor parte de ellos me era  conocida.

 

El Jefe del Comando nos explicó los motivos del Proceso que se iniciaba y nos convocó a participar de acuerdo a nuestras posibilidades. Luego de la charla general, algunos, entre ellos yo, tuvimos una entrevista con un oficial que, a pesar de la cara de pavo que el pobre portaba desde su nacimiento, dijo que era de “oficial de inteligencia”.  Él me expresó que sería del agrado de las Fuerzas Armadas que los miembros de los Tribunales de Cuentas de las Provincias siguieran en sus cargos, pero que sería conveniente que dejara el cargo que ocupaba en la Universidad Católica y siguiera incorporado a la Universidad Nacional. Afirmó que eso me lo decía para tranquilizarme.

 

Luego me enteré, por los medios de comunicación, que los interventores militares dejarían  sus funciones a Rectores civiles. Para eso, cada una de las tres Fuerzas  presentaría un candidato para  cada Universidad, y el Ministerio de Cultura y Educación decidiría entre la terna así confeccionada. 

 

Nos llamó la atención que en la terna para Rector de la Universidad Nacional de Salta fuera propuesto y luego designado el Contador Hugo Roberto Ibarra, quien se desempeñaba como Profesor en la Universidad Católica y como Jefe de Trabajos Prácticos en la Facultad de Ciencias Económicas de la  U.N.Sa. No me extrañó que me llamase a colaborar con él, ocupando la Secretaría Académica,  por cuanto, aparte  de ser amigos y haberse desempeñado como Contador Fiscal en el Tribunal Cuentas de la Provincia, del cual yo era Vocal, ambos  fuimos cursantes del Post grado en Nápoles, alojándonos en el mismo Hotel. Nos teníamos confianza. La Secretaria Administrativa fue ocupada por el Contador Eduardo C. Leone, quién en ese momento se desempeñaba como Director del Departamento de Ciencias Económicas.

 

Las Direcciones de los Departamentos fueron ocupadas por Docentes de la  Universidad. Habíamos logrado que  la Institución  volviera a manos de los docentes. Si bien para cada Universidad las Fuerzas Armadas poseían un veedor, que rotaba cada año, conforme la fuerza a la que pertenecía, tratamos de resolver este problema siguiendo el consejo de José Hernández, en el Martín Fierro: “Hacete amigo del Juez,  no le des de qué quejarse”.

 

Había entonces que actuar con cuidado, estudiando bien cada movimiento y la repuesta a brindar a cada pregunta.

 

Así tratamos de llevar adelante  la Universidad, buscando proteger al personal, valiéndonos a veces de alguna trampita, como aquella de cambiarle transitoriamente  en el Legajo el número del Documento de Identidad, o agregarle un segundo nombre a un empleado que tuvo la desgracia de perder un hijo en una represión estudiantil en otra Universidad.  De esa forma, al requerimiento formulado por los “Servicios de Inteligencia”, que preguntaba si un “fulano de tal”, cuyos nombres y sus datos se consignaban en el pedido, trabajaba en la Universidad (sabíamos que ese era el primer paso a una Resolución de cesantía) podíamos contestar con el lacónico “con esos datos no existe tal empleado en la Universidad”.  Es así como un viejo y competente empleado, que perteneció a los primeros que tuvo la Universidad, aún  antes de fundación como tal,  pudo permanecer en el cargo hasta jubilarse.  

 

Se suspendieron los concursos docentes y todo el personal fue declarado por el Ministerio “en comisión”. Para designar a los Decanos de las Facultades  o a los Directores  de Departamento y Secretarios de Universidad debía previamente proponerse  su designación al Ministerio. No se autorizaba a reconocer ninguna agremiación de docentes ni centros estudiantiles. Sin embargo, ambas agrupaciones existían,  aunque no “oficialmente”.

 

En ese tiempo fue posible conseguir muchas cosas. Por ejemplo, se continuó y acrecentó el ritmo de obras. Se habilitó  el Complejo Universitario  al que se llamó “General  San Martín”, para preservarlo de cualquier intento de bautizarlo con algún nuevo “prócer”. La Universidad se siguió consolidando en la comunidad.

 

Un cambio habitual de Ministro de Cultura y Educación significaba la renuncia de todos los Rectores. Como resultado de uno de esos cambios, se produjo la aceptación de la renuncia del Rector,  Cr. Hugo R. Ibarra, siendo designado en su reemplazo el Dr. Agustín  González del Pino, un médico que se desempeñaba  como Rector de la Universidad Nacional de Catamarca.

 

Esto trajo un cambio en la conducción del Rectorado y en los Departamentos. Mi renuncia fue rechazada y permanecí un año más como Secretario Académico.

 

A uno de los nuevos representantes de las Fuerzas Armadas, ni el Rector ni yo pudimos convencerlo acerca de que un profesor que dicta una Asignatura de Economía, en  un punto del programa que se refiere a los  Sistemas Económicos Comparados, debe prácticamente como obligación citar en la bibliografía El Capital. Eso no significaba que fuera comunista. Como no se puede hacer razonar a una piedra, tampoco se puede hacer razonar a una persona que carece de libertad de criterio.  Cuando vino el señor oficial con el pedido de cesantía, le mostramos la Resolución por la cual le habíamos aceptado la renuncia al docente. Recuerdo aún  la expresión de los ojos con los que nos miró al Rector y a mí.

 

Si bien con el Dr. González del Pino en el fondo hablábamos  el mismo  idioma, en varias cuestiones teníamos puntos de vista encontrados. Uno de ellos era respecto a la Obra Social de la Universidad, que estaba Intervenida desde la gestión del Profesor Francisco Villada. Yo consideraba que la intervención debía darse por terminada, y eso no era compartido. Además, el desconocimiento del Secretario Administrativo de la gestión de la Contabilidad Pública,   motivó varios choques. Por eso renuncié y retorné al Departamento de Ciencias Económicas, donde al poco tiempo asumí en el cargo de Subdirector del mismo, en la conducción del colega,  profesor Héctor Mario Campastro.

 

En el año 1981 se llevó a cabo el Primer Simposio Nacional de Profesores de Contabilidad Pública, en la Universidad Nacional del Sur (Bahía Blanca). Entre los participantes se encontraba el profesor Dr. Cayetano Antonio Licciardo. En un aparte, me contó que se produciría un cambio en la conducción del país, y que le habían ofrecido que se hiciera cargo del Ministerio de Cultura y Educación, con la  finalidad de ir preparando la entrega del Poder Político a las autoridades que surgieran de las elecciones que se llevarían a cabo lo más pronto posible. Esperaban de él y del equipo que formara lograr la paz y la tranquilidad de la comunidad universitaria, para llegar a un proceso de transición normal y civilizado. Para eso, debía recomponer los cuadros directivos de algunas universidades. Concretamente, me preguntó si me animaba a acompañarlo haciéndome cargo del Rectorado de la Universidad Nacional de Salta. Le dije que podía contar conmigo.

 

Al año siguiente se produjeron los cambios  en el Gobierno Nacional. Las renuncias de varios Rectores fueron aceptadas, entre ellos la del Dr. Agustín González del Pino. Así, se procedió a mi designación como Rector de la U.N.Sa, asumiendo el 30 agosto de 1982, y designando como Secretario Académico al Lic. Osvaldo Blesa, como Secretaria Administrativa a la Cra. Sra. Lea Cristina Cortés de Trejo, y como Secretario de Bienestar Universitario al Ing. Pedro Bellomo.

 

La misión que se me había encomendado era lograr que reinase la paz y la tranquilidad en la Universidad  para poder normalizarla institucionalmente lo antes posible.

 

Soportando las presiones del los servicios de inteligencia pude concluir mi gestión sin haber despedido a ninguna persona, y rescatar a nueve de los que habían sido dejados fuera de la universidad sin causas justificadas.

 

Continuamos el Plan de Obras, pudimos reflotar la carrera de Antropología y tratamos de resolver los problemas pendientes. Entre otros, clarificamos el problema de las  tierras del Complejo Universitario y firmamos el convenio con las autoridades Provinciales. Este fue aprobado por la Universidad y quedó pendiente la aprobación por la Legislatura Provincial. Eso se logró varios años después, mediante un proyecto de Ley  presentado  por el docente Lic. Eduardo D. Antonelli,  con el apoyo del bloque de la U.C.R.,  del cual el docente era integrante.

  

Levantamos la intervención de la Obra Social, convocamos  a elecciones y posesionamos  a las autoridades electas.

 

Mediante Decreto Nº 720 del 29 de marzo de 1983, el Ministerio aprueba el Estatuto de la Universidad de Salta, organizándola por Facultades. A raíz de ello, por Resolución del Rectorado, se dispone que los Directores  en ejercicio a partir de la fecha de la mencionada Resolución  tomarán las denominaciones de Decanos y ejercerán las funciones establecidas en el  Estatuto.

 

Teniendo en cuenta que la Universidad Nacional de Salta fue intervenida al poco tiempo de su creación, y que luego, durante la época del Proceso Militar, se suspendieron los  Concursos para cubrir los cargos docentes con profesores regulares, se procedió a dictar el Reglamento para Concursos Docentes y se iniciaron los llamados a dichos Concursos, a fin de llegar al cupo que se establecería para declarar regularizada la Universidad una vez concluido el Proceso.

 

Las actividades docentes se llevaron a cabo en forma regular, tanto en lo relativo al dictado de clases como a los trabajos de investigación y de transferencias.

 

 

La Capilla “María, Madre de la Sabiduría”

 

            En una de las frecuentes reuniones  con el personal que prestaba servicio en el Complejo Universitario “General San Martín”, el representante del gremio de empleados de la  U.N.Sa.,  Sr. Alberto Enrique Dulce, presentó la inquietud del gremio, de algunos docentes y alumnos, en el sentido de lograr la construcción de un lugar destinado a las manifestaciones religiosas de la comunidad universitaria. Se trataba de buscar un ámbito donde se pudiera manifestar la fe ampliamente mayoritaria. Podía ser una Capilla o por lo menos una Gruta, donde se colocara una imagen de la Santísima Virgen. La moción fue apoyada en forma entusiasta por el personal  que asistía a la reunión. El encargado de la Herrería, Sr. Vicente Oyarzú,   que se encontraba a cargo de la Carpintería, se ofreció a trabajar fuera de horario  y aportar  a la construcción algunas maderas que tenía en existencia, como sobrantes de trabajos ya efectuados.  

 

            El Director General de Obras y Servicios, Ing. Jorge A. Rovaletti, apoyó la idea, agregando que la obra podía hacerse con materiales sobrantes y con un saldo presupuestario de obras por administración ya ejecutadas. El  Arquitecto Rodolfo Ibáñez expresó que ya poseía la idea del diseño de una Capilla, y que el dibujante haría los planos fuera de horario de trabajo.

 

            La idea tomó cuerpo y se trató en el Consejo Asesor  (en ese período, de acuerdo a lo que disponía al Acta del Proceso, las atribuciones de los Consejos Superiores de las Universidades correspondían al Ministerio de Educación y las del Rectorado al Rector, asesorado por un Consejo integrado por los Decanos).

 

            Se planteó que entre los fines de la Universidad se establecía que es prescindente en materia, política y religiosa. A eso respondí que la Universidad debe serlo y lo es en lo que se refiere a la actividad que realiza como tal. La  única política que debe llevar adelante es la educativa, tendiente a la formación integral del hombre. Justamente, el hombre está formado por cuerpo y alma.  Que se construya un templo para la religión católica, que es la que profesa la amplia mayoría,  no significa una negación para quienes tienen otras creencias. Es un servicio que se presta a la mayoría  pero que no niega a los otros, incluso a aquellos que dan gracias a Dios de ser ateos y a los que se proclaman agnósticos. (Como expresara San Agustín: “para  ser agnóstico, es imprescindible creer en la existencia Dios que es lo absoluto”. El agnosticismo, como doctrina filosófica,  declara inaccesible al entendimiento humano toda noción de absoluto y reduce la ciencia al conocimiento de lo fenoménico y relativo.) Muchas veces he entrado a rezar en una Sinagoga y en una Mezquita. Tal vez por eso fui considerado pecador  por alguien que se dice cristiano pero que ignora que Dios está en todo lugar, porque la omnipresencia es un atributo que  únicamente Él posee.   

 

            En una Reunión de Rectores informé que estaba construyendo una Capilla en el Campus universitario. El único comentario escuchado fue el de un Rector que dijo que ya encontrarían los  adversarios de la Iglesia algún grupo de “idiotas útiles” para destruirla. No se aflija usted, señor Rector, que también aparecerán hombres civilizados que la reconstruyan. Recuerde que ni Atila, ni Hitler, ni el Duce,  ni otros más a lo largo del tiempo pudieron destruir el “hambre de Dios” que nació junto con el hombre y que, como muestra la Historia de la Civilización, fue rasgo distintivo del grado de civilización de todos los pueblos  de la antigüedad.

 

              El Ministro, Dr. Cayetano Licciardo, me dio su apoyo y  prometió asistir a su bendición, pero me aclaró que no nos daría ni un peso del Presupuesto Nacional.

 

             Y así se hizo la Capilla, con el esfuerzo de los obreros y los aportes individuales del personal de la U.N.Sa, incluido el de los alumnos. Se entronizó  una imagen de la Santísima Virgen, donada por  la  Prof. Lea C. Cortés de Trejo y un Cristo, donado por un colaborador de Cafayate.

 

            El arquitecto Rodolfo E. Ibáñez, en la publicación “20  AÑOS DE INFRAESTRUCTURA EDILICIA - 1972 – 1992”, así describe  a la Capilla “María Sedes Sapientæ”:

 

“De planta irregular con un eje longitudinal de simetría,  presenta un variado juego volumétrico. La nave, con cubierta de loza maciza de hormigón, presenta doble curvatura a modo de manto que se eleva sobre el altar, rematando en una cubierta traslúcida que arroja luz sobre el retablo, atrás del cual se ubica la sacristía, un pequeño salón de reunión y un sanitario anterior.

Exterior con un particular lenguaje arquitectónico que indica su función. Estructura mixta de mampostería de ladrillo visto y carpintería de madera.”

 

El 15 de agosto de 1983, en el Complejo Universitario “Libertador General San Martín”, en un acto que contó con la parti-cipación de las autoridades de la Universidad, invitados especiales y la concurrencia de docentes, alumnos y personal de la  universidad, se procedió a la Consagración de a Capilla y al rezo de la primera Misa.

 

La consagración  y bendición estuvo a cargo del Sr. Arzobispo de Salta, monseñor Carlos Mariano Pérez, quien expresó: “El que desea hacer honor a la profesión debe despojarse de lo meramente subjetivo y amar la Verdad con un amor semejante a Dios mismo. Vosotros sois y deberéis ser con el tiempo centinelas de la Verdad en la marcha de la Historia. Caminad por la senda del Señor al servicio del Hombre. Llevad como consigna la afirmación de San Agustín: Entiende para creer y cree para entender. De esta Universidad deberán salir los Mensajeros de la Verdad y de la Ciencia, llevando por el Noroeste Argentino, a la Patria y al Mundo los resplandores del Tesoro de la Sabiduría Eterna: aquí lo custodiará la Purísima Reina de los Cielos y Tierra.{*}

 

A continuación,  procedí como rector a dar lectura  al siguiente texto:

 

“Madre del Redentor y Madre nuestra:

 

            La Comunidad Universitaria - directivos, docentes,  alumnos, administrativos,  personal de servicios y de obras públicas -, cumpliendo un acto de Fe, postrada ante ti, en este año Santo de 1983, y en el día en que celebramos tu asunción a los cielos, ofrecemos este Templo para tu veneración.

 

            Es el edificio más pequeño en tamaño, pero el más grande por su significado y por el amor con que fue proyectado y realizado.

 

            Por aquí desfilaremos a solicitar tu favor, ayuda y consuelo. Verás en el transcurso de los años pasar  a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos renovando la Fe de nuestros mayores.

 

Madre del Redentor y Madre nuestra:

 

            Queremos:

                        hLlegar a Cristo por María.

hSer una escuela de Sabiduría en la que, unidos por el amor y el compromiso con el saber, vivamos la relación Maestro – Discípulo.

hPoner muestra ciencia y nuestros afanes al servicio de los hombres, de los cuales buscaremos ser humildes servidores. Nunca ser servidos por ellos.

hLa Paz de Cristo a nuestras almas, a nuestra Patria y a nuestras instituciones.

hQue nos permitas la mayor concentración en el esfuerzo de cada día.

 

            Te pedimos: 

                       

hNos libres de la soberbia que engendra la petulancia de creernos mejores o superiores a  nues-tros hermanos.

hNos preserves de caer en el error que pueda desviar el sentido de nuestra ciencia y la corrupción de nuestro patrimonio científico y cultural.

hLa asistencia permanente a la Comunidad Universitaria y sus familiares.

         

Señora:

                        En mi carácter de Rector de esta Casa de Altos Estudios, en el día en que conmemoramos tu gloriosa asunción a los Cielos, implorando la bendición del Altísimo, consagro a tu Patrocinio la Universidad  Nacional de Salta.

 

                        Ilumina con tu luz el camino que debe recorrer en su compromiso con la verdad, brinda sabiduría a sus claustros e infunde el amor que los hermana. Guárdala y protégela como posesión tuya, ya que, como lo hicieron nuestros padres, repetimos las palabras que de boca en boca transmiten de generación en generación los habitantes de Salta: “Tú eres nuestra y nosotros somos tuyos.”

 

 

Acciones de Integración Académica

 

Dijimos más arriba que la asignatura Contabilidad Pública es una materia viva, que va nutriéndose conforme el avance de las ciencias y las técnicas, asumidas por las estructuras de la organización política y administrativa.

 

A raíz del dictado de la Ley de Contabilidad 12.961, que derogó la 428, y de los estudios que culminaron con la creación en la Nación del Tribunal de Cuentas (institución que ya existía en casi todas las Provincias y en algunos Municipios), surgió como una necesidad imperiosa la transmisión y complementación de normas relativas a la administración, gestión y control  de la “cosa pública”. Las Cátedras de Contabilidad y de Administración Pública, junto con los Tribunales de Cuentas y las Contadurías Generales, comenzaron un proceso de conocimiento e integración de normas y procedimientos. Así, en el año 1966, organizado por el Tribunal de Cuentas de la Provincia de Salta con participación de la Universidad Nacional y de Universidad Católica, se llevó a cabo el Primer Congreso Nacional de Tribunales de Cuentas, que dio lugar a Congresos que se realizan en la República Argentina cada dos años.

 

Ocurrió algo similar con las Contadurías Generales. La idea inicial  vino de la Sra. Lea  Cortés de Trejo, integrante de la Cátedra de Contabilidad Pública de la U.N.Sa.  Desde entonces han seguido realizándose estos congresos. El último ha sido el XIXº  Congreso de Contadurías Generales, que se realizó en Mendoza en noviembre 2004. En él, el profesor Dr. Adolfo Atchabahian, Presidente de la Asociación Nacional de Profesores Universitarios de Contabilidad Pública “Dr. Juan Bayetto”, presentó el Trabajo “La Contabilidad Pública: Importancia institucional de su enseñanza universitaria”.

 

Esta Asociación Nacional de Profesores Universitarios de Contabilidad Pública  nació como una asociación tendiente a nuclear a los docentes universitarios de contabilidad pública de las universidades argentinas. También reúne a quienes dictan asignaturas afines con la organización, gestión y control de la Hacienda Pública. Su nacimiento tuvo lugar luego de celebrado el Primer  Simposio convocado por el profesor de la Cátedra de Contabilidad Pública de la Universidad Nacional del Sur, Dr. Guillermo Atilio Aispuro. Allí pudimos contar con la participación de Maestros de la talla de Raúl Granoni, Eugenio Matocq  y  Cayetano A. Licciardo. En ese Simposio se definió el contenido y finalidad de la asignatura y se fundó la Asociación de Docentes Universitarios dedicados al estudio y dictado de la misma.

 

Los Simposios siguen  llevándose a cabo en forma periódica. En el  año 2004 nos reunimos en el XXIº  Encuentro, en Formosa, y ya se encuentra programado el próximo, en Buenos Aires.

 

Nuestra cátedra estuvo presente, con trabajos aportados a la reforma de las Constitución Nacional de 1994 y a las distintas reformas que se efectuaron en la Provincia Salta (menos en la última, por considerar  que no tenía razón de ser).

 

            A la Convención Constituyente reunida en Santa Fe se presentaron dos trabajos, con copia a los Partidos Políticos con representantes en la misma.

      

             En el primero cuyo autor es quien esto escribe, se solicitaba:

 

             hPrecisiones sobre el Control de la Hacienda Pública. El control interno como responsabilidad de cada uno de los Órganos que ejercen el Poder. Conveniencia de dotarlos de una Contraloría  para coadyuvar al Poder en el Control de la Gestión que le asigna la Constitución.

 

            hCreación de la Institución “Defensor del Pueblo” como un Órgano Auxiliar de los Poderes, sin  dependencia específica de ninguno de ellos y con facultades de vigilancia de la conducta de los Administradores Públicos.

 

            hInclusión  en la Constitución del Tribunal de Cuentas, como Órgano Auxiliar de los Poderes y con una reestructuración de las facultades que le asignaba la  Ley de Contabilidad (Decreto ley 23.354).

 

          Se trata de un trabajo 238  páginas.

 

           El segundo trabajo pertenece a la Sra. profesora Lea Cristina Cortés de  Trejo, y se titula “Tribunales de Cuentas y algo más”. Es un estudio presentado en 193 páginas en el cual se refiere a las instituciones de Control, bregando por la inclusión de órganos y organismos de control.

 

            Se consiguió la inclusión en la Constitución de la institución del Defensor del Pueblo, pero con menos facultades que las necesarias para realizar las funciones que debieran haberse asignado.

 

            El Despacho de minoría presentó a la Convención un proyecto de texto constitucional que receptó varios de los conceptos expuesto en los trabajos presentados por la Cátedra.

 

            Sin embargo, es sabido que existía en la Convención un preconcepto que anulaba la voluntad del Pueblo, por cuanto se trataba básicamente de plasmar en la Carta Magna lo que se había resuelto en el Pacto de Olivos. Para eso, contaban con mayoría absoluta.

 

            Por eso, siempre que me referí a la Convención sostuve que hubo convencionales que trabajaron (los de partidos minoritarios) y otros que sólo fueron a votar lo que les ordenaron  y a pasear. Como “ciudadano instruido”  para mí fue un Circo con un  pobre espectáculo en un hermoso escenario. Como contribuyente, fue un gasto superfluo. Aún quedan muchas medidas que debían dictarse para poner en ejercicio los mandatos constitucionales y que esperan una voz que diga: “Levántate y anda”.   

 

            En charlas mantenidas posteriormente con convencionales de los partidos mayoritarios, se mostraron sorprendidos: a ellos no los hicieron partícipes de nuestros trabajos, ni de otras presentaciones.

 

            Los Convencionales no supieron que, con la redacción  del Artículo Nº 85, referido a la Auditoría General de la Nación, en verdad ampliaron las funciones que la  Ley de Administración Financiera le asignaba. El Congreso, que mantiene una composición similar en lo que hace a los partidos a lo que fue la Constituyente, aún no dictó la Ley que manda el referido artículo. Esto es un delito por incumplimiento de sus deberes como  funcionarios públicos. En ese delito incurrieron todos los legisladores que ocuparon cargos desde la reforma hasta la fecha.

 

            Me cabe al respecto una pregunta íntima: ¿no se dieron cuenta aún?  ¿O tienen miedo de que los patrones que mandaron destruir el control en la República Argentina se enojen con ellos y los  despojen de sus privilegios?

 

 

Las asignaturas  que enseñé

 

            El  docente no solamente debe conocer la materia  que dicta a sus  alumnos. Debe llegar a amarla, y para ello debe vivirla, es decir conocerla cada día  más, puesto que el hombre sólo puede amar lo conocido. Para avanzar en el amor, el mejor camino es avanzar en el conocimiento.   

 

                  Inicié mi docencia como ayudante alumno en Contabilidad Pública en la cátedra  del Dr. Alberto Arévalo, dependiendo de la Profesora Adjunta,  Dra.  Elsa Daminato y del Jefe de Prácticos,  Contador Lorenzo, en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional del Litoral (ahora, Universidad de Rosario). Como primer trabajo se me asignó preparar un ejercicio  de Contabilidad Presupuestaria para un Municipio de segunda categoría. Salvo unas cuantas correcciones, salí adelante.

 

            Una vez egresado fui docente “ad honorem” y sin designación  escrita, dictando algunos temas de Introducción  a la Contabilidad en la Escuela Superior de Ciencias Económicas, que dependía de la Asociación Sindical de Peritos Mercantiles y Tenedores de Libros.

         

Incursioné en la Docencia Secundaria dictando Contabilidad para tercer año en la orientación de Peritos Mercantiles en la Escuela Provincial “Hipólito Yrigoyen”.

 

           Renuncié  para hacerme cargo de la Secretaría de la Escuela Superior de Ciencias Económicas, cooperando en el dictado de un Curso de Nivelación en Contabilidad para  los ingresantes que no poseían títulos de Bachilleres Comerciales o Peritos Mercantiles. Cuando se creó la carrera  intermedia de Técnico Universitario en Administración Pública, tomé a mi cargo el dictado de Administración Pública I y II y el dictado del “Preseminario”. También colaboré en algunas clases del Dr.  Barroso, dictando Historia Económica.

 

            Cuando la Universidad  Nacional de Tucumán  incorpora a la Escuela  Superior de Ciencias Económicas, se incorpora la asignatura Contabilidades Especiales. Obtengo por concurso de antecedentes y oposición el cargo de profesor de la misma. La materia constaba de dos partes fundamentales, Bancos y Seguros, y como un apéndice se incluía un tema referido a la Administración Pública. Dentro de ese tema, se incluía también al Presupuesto del Estado. Esto completaba lo que ya se veía en parte en la materia Derecho Constitucional y Administrativo. Eso era todo lo que se brindaba acerca del Sector Público.

 

              Luego de fundada la Universidad de Salta, en el Plan de Estudios se incluyó la Contabilidad  Pública como una asignatura teórica. No era lo ideal, pero era algo. En base a ello se formuló el Programa del Plan 1973. Desde entonces, y con actualizaciones, se la incluyó como asignatura teórica - práctica que se dicta hasta ahora.

 

            Para entender qué es la Contabilidad Pública, es conveniente partir del concepto de Contabilidad, como disciplina  que tiene a su cargo la organización, gestión y control de las haciendas poseídas por las personas, para  satisfacer sus necesidades individuales y las colectivas nacidas de la vida en sociedad.

 

            He vivido la Contabilidad Pública desde el punto de vista de la organización de su Hacienda cuando, como Jefe de un Equipo de Trabajo, tuve la responsabilidad de plasmar la Política Pública en un Presupuesto. La he conocido  desde su gestión cuando, ejerciendo el cargo volitivo de Secretario de Hacienda, tuve que tomar decisiones; y he actuado durante dieciocho años en su control cuando, desde un Tribunal de Cuentas, debí tomar medidas de control. Además, llevo  casi  medio siglo enseñándola.

 

            De  tanto tratarla he llegado a conocerla, a amarla y a sufrir cuando veo la forma en que es tratada, dejándola de lado para saquear impunemente la Hacienda del Pueblo. 

 

               La Contabilidad Pública no es una disciplina autónoma, sino que recibe el apoyo de todas aquellas que forman el conjunto de las denominadas ciencias sociales. Recibe aportes significativos de la filosofía, la sociología, el derecho, la economía, las finanzas y la administración. La lista podría seguir. De todas ellas se nutre, porque ellas permiten al hombre vivir en sociedad, lograr  el ansiado bien común y gozar de la paz social. Además de esos aportes, no puede prescindir de los que le efectúan las ciencias de la naturaleza, como la biología, la ecología, y las cuantitativas que le permiten medir y  valuar  acciones y resultados y formular previsiones.

 

            “Hay que reconocer al hombre su vocación social. Dotado de inteligencia y voluntad, sujeto a deberes y derechos que brotan de su propia naturaleza, cada hombre, - incluso  el mejor dotado, en las mejores condiciones - se siente inmensamente  débil e incapaz de defender sus derechos y de realizar sus planes. Pero en colaboración con los otros, empero, puede lograr muchas cosas: la conquista de uno se convierte en el avance de todos. Nace la sociedad. Los hombres, las familias y los diversos grupos que  constituyen  la comunidad civil son consientes de su propia insuficiencia para lograr una vida plenamente humana y perciben la necesidad de una comunidad  más amplia, en la que todos conjuguen a diario sus energías en orden a una mejor consecución del bien común.

 

            Dos factores concurren a la creación del Estado: la naturaleza racional y social del  hombre y la aspiración natural a los bienes  que sólo pueden conseguirse en la comunidad política.” (21)

            En síntesis, la Contabilidad Pública es una disciplina que se encuentra en diálogo constante con las ciencias, las técnicas y las artes, con la finalidad de servir mejor al sujeto titular de las cosas: el hombre. En su  función de facilitar la gestión de la hacienda, debe asumir los siguientes pasos:

 

hToma la organización social y política del pueblo.

             hAnaliza las necesidades individuales que deben satisfacerse, busca y coordina los medios  y acciones tendientes a esos fines concurrentes con las haciendas privadas.

 

             La existencia de necesidades colectivas, que el hombre no puede satisfacer en forma aislada, sin la ayuda de la comunidad, produce el nacimiento de la organización política  del pueblo, surgiendo los Estados y las asociaciones civiles y comerciales. Cada una de ellas está dotada de sus respectivas haciendas, que no son dependientes sino que, por la titularidad, heterogeneidad de naturalezas y finalidad, son distintas. Cada una tiene su propia individualidad.

 

            hLa sociedad organizada social, jurídica y políticamente para convivir estableció normas a las cuales deben ajustar sus conductas los hombres, en salvaguarda del interés general. Unas se refieren a la organización, gestión y control  de las Haciendas cuyos titulares son personas regidas por los Derechos Privados,  y otras para la constitución, gestión y control de las Haciendas que, por tener como titular a todo el pueblo, se rigen por los Derechos Públicos.

 

            hEl conjunto de esas  normas, que deben acompañar  los progresos de las ciencias y las técnicas, es el núcleo formal que, cuando se refiere a la organización, gestión y control de la hacienda, denominamos como Contabilidad Pública. La palabra Contador tiene una aplicación generalizada en toda explotación de una hacienda, cualquiera sea su titular, en el sentido de designar al funcionario que tiene  como misión encargarse de la contabilidad.

 

            El propósito perseguido en la programación de la asignatura Contabilidad Pública, consiste en educar respecto de los procedimientos de organización, administrativos y de control que debieran aplicarse para obtener la más económica gestión de la Hacienda Pública, demostrándolo (previa, concomitante y consuntivamente (21)) y señalando, complementariamente, los vicios legales y reglamentarios que lo obstaculizan o lo impiden en flagrantes contradicciones con los claros y probados principios que en tal sentido informa la Constitución Nacional.

 

La trascendencia que la Contabilidad Pública tiene, desde el punto de vista jurídico, político y administrativo, le brinda arraigo suficiente para su enseñanza, incluso en las facultades de derecho, con cuánta más razón en las de ciencias económicas.  

 

En el año 2004 tuvo lugar el XXIXº  Simposio de Profesores de Contabilidad Pública, celebrado en la Universidad de Formosa. En todos los Congresos habidos hasta ahora hubo trabajos presentados por integrantes de  nuestra Cátedra. Lo mismo ocurrió con los Congresos de Profesionales en Ciencias Económicas. 

           

En 1983 se llevó a cabo en Salta,  organizado por la Cátedra de Contabilidad Pública, el   IIº  Simposio Nacional de Profesores Universitarios de Contabilidad Pública que, con referencia a la asignatura, se expresó de la siguiente forma:

 

            1. La Contabilidad Pública constituye una disciplina  indispensable en la formación de los graduados en ciencias económicas, por cuanto brinda los conocimientos relativos a la posibilidad concreta de participar en las responsabilidades  públicas, en un proceso de intervención creciente del Estado en ámbitos  que hasta hace pocas décadas estaban reservados a esferas de competencia privada.

2. Si bien la Contabilidad Pública se ocupa de aspectos que también son estudiados  por otras asignaturas en planes de estudios de las Facultades de Ciencias Económicas, su análisis lo efectúa desde el punto de vista de la teoría general del control, con método propio y agregando conocimientos específicos que no están contenidos en otras disciplinas.

3. El estudio de la Contabilidad Pública no debe reducirse a la ley de contabilidad y demás disposiciones formales, por cuanto, siendo ello necesario, no resulta de manera alguna suficiente. Dicho estudio debe  referirse a la institución  del control y de la responsabilidad, sus fundamentos científicos y doctrinarios.

4. La Contabilidad Pública representa un aporte fundamental para el afianzamiento y reafirmación permanente de la moral en los negocios públicos, ya que permite informar y con ello  facilitar el juzgamiento.

 

Recuerdos de mi paso por la U.N.Sa.

 

aLos alumnos:

 

Para tipificar  a  los  alumnos de hace 50 años habría que pensar cómo era la juventud en ese tiempo, y compararla con la juventud de este siglo XXI. Eso escapa a los límites de este trabajo.

           

            Cuando estudiaba en Rosario, como expresé en el libro Ocio Intelectual, tanto varones como mujeres asistíamos a la Universidad correctamente vestidos, los varones generalmente con traje o con saco y corbata, las chicas, como dice el Dr. Alcides Greca en En torno al Hombre, nunca descuidaban su “toilette”. No recuerdo a ninguna que haya asistido con pantalones. El trato con nuestras  compañeras era  de “señorita” y de “usted”.  Ahora es común que los varones, haciendo caso a la moda, tiendan cada día más a asemejarse a las mujeres, tanto en las melenas como en la indumentaria. Hasta existe una forma de vestir denominada “unisex”. En cuanto a las responsabilidades, también se nota  un cambio que tiende a igualarlos.

 

            El alumno de no hace muchos  años era respetuoso en su trato y responsable de su condición de estudiante. Tenía algo que ahora no notamos, como un signo de los tiempos: leían; se encontraban informados de lo que ocurre en  el mundo y, por sobre todas las cosas, sabían darse a entender en forma oral y por escrito, sin errores de ortografía.

 

            En la actualidad los muchachos asisten con remeras, chombas, con carteles de propaganda, barbudos,   mechudos y, para referirse a un compañero, normalmente  dicen el “vago”.  Las mujeres, siempre presas fáciles de la moda, usan pantalones de “tiro bajo” y prendas superiores de “tiro alto”, de forma tal  que quede a la vista lo que las diferencia de Eva, enseñando el pupo, que más de una adorna con una perlita.

 

            Fuera de estos aspectos formales, en el fondo siguen siendo igual a lo que éramos nosotros, por ello  notamos cosas que también  nosotros hicimos, como los machetes (aunque en mis tiempos eran “artesanales e individuales”, y ahora se hacen con medios  electro-mecánicos, se intercambian y a veces hasta se venden).     

 

a Gira con los alumnos:

           

Hasta que  el número de alumnos era manejable, pudimos hacer algunas visitas a Servicios Públicos, a fábricas y hasta a otras Universidades.

 

Cuando en la Provincia de Mendoza se planeaba y se ponía en práctica el Presupuesto por Resultados, pudimos hacer  hasta tres viajes. Luego, al aumentar el número de alumnos y disminuir las posibilidades financieras, eso se hizo imposible. Desde hace unos años, las universidades ya no administran sus Presupuestos, solo pueden distribuir sus pobrezas. Así como Galileo Galilei, refiriéndose al Mundo pudo exclamar “eppur si muove” (y sin embargo se mueve), los universitarios,  contemplando la realidad de las inversiones en educación,  exclamamos: “A pesar de todo, aún existimos”.

 

aVisitas

 

hUna muy particular (la visita o la chica, usted elija)

 

Durante cuatro años seguidos pudimos asistir, con los alumnos de segundo año de la carrera de Técnico en Administración Pública, y con los de cuarto año de la carrera de Contador, a una visita guiada al Instituto Penal de Villa Las Rosas, donde el profesor José Ubaldo Figueroa se desempeñaba como Director de Administración de Institutos Penales.

 

Allí les explicábamos el sistema administrativo y recorríamos los talleres y los pabellones, mostrándoles otra cara de la Administración Pública. Para los alumnos, sobre todo para las alumnas, era como conocer un mundo nuevo. Luego, todos debían efectuar un informe.

 

Por razones fácilmente entendibles les pedíamos a las alumnas que asistieran “recatadamente” vestidas. Pese a esto, siempre hay una excepción: una vez se nos presentó una chica coquetamente  vestida, artísticamente peinada y bien pintadita, con pantalones y remera de uno o dos talles menos a los que normalmente usaba (como hombre la miré y pensé “¡qué bien que está!”; luego tuve que aguantar los reproches de mi conciencia, y que mi sindéresis me dijera que era un  “sádico - libidinoso”).

 

Para entrar a los talleres, los pabellones y los calabozos,  el Jefe de Guardia Interna nos proveía a cada uno de una tarjeta de visita, que debíamos entregar a la salida, y nos brindaba custodia de guardias internos. Al mirar a la referida niña,  el Jefe le dijo al Sargento a cuyo mando se encontraban los guardiacárceles: - A esa niña le pone un guardia a la derecha, otro a la izquierda,  uno atrás y otro adelante.    

 

Luego de la recorrida, en una sala interna nos brindaron una taza de mate cocido, con bollos horneados en la panadería del Penal. 

 

A causa de esa visita, el  Director de Administración tuvo que aguantar un llamado de atención del Director.

    

a  Recuerdos varios

           

h¿Me perdonas, Pepita?

 

             En 1991 fui operado de la cabeza, y desde entonces considero que estoy viviendo horas extras.

 

            En esa oportunidad pienso que me presenté a San Pedro para conocer cuál sería mi destino. Me ocurrió algo que es frecuente en mi actividad de docente. A veces, uno o dos días antes del turno de examen, se presenta un alumno, según él para hacer una consulta. Al escuchar unas cuantas preguntas, el docente considera que no está en condiciones de rendir y, dándole un par de palmadas en la espalda, le aconseja que estudie un poco más y se presente en el próximo turno, porque rendir en ese es ir derecho a un aplazo. Sospecho que en mi caso el santo, luego de mirar a vuelo de pájaro mi curriculum vitæ, me dijo: - Vuelve  a la tierra, pórtate bien,  haz  méritos y espera el próximo llamado.

 

            El neurocirujano que me atendió me informó que el problema se encontraba  en la zona cerebral que corresponde al comportamiento, de modo que no me extraña que en ese campo alguna vez tenga algún problema; pero  son cuestiones pasajeras, que  pueden dominarse con un poco de atención. 

 

            Entre las prohibiciones que prescribió el facultativo se encuentra la de conducir vehículos, motivo por el cual normalmente concurro a la universidad en el ómnibus de línea.

 

            Una vez, delante mío había un par de alumnas de la Facultad, hablando de distintos temas. No hablaban a los gritos, pero sí en un tono de voz perfectamente audible para  otros viajeros. Una de ellas, sentada en el asiento  del pasillo, le aconsejaba a la compañera: “Rendí Pública antes que se muera el viejo porque después, con los que queden,  va a ser difícil aprobar”.

 

Al escucharla hice algo impensado. Con la mano le toqué el hombro, la chica se dio vuelta, me miró sorprendida y yo le pregunté a boca de jarro: - ¿El viejo soy yo?

 

             Pobrecita, me dio lástima, seguramente quería que la tierra la tragara. No una gota, sino un chorro de rubor le cubrió el rostro. Cuando llegamos a la Universidad, ambas prácticamente se tiraron del colectivo y rápidamente desaparecieron de mi vista

 

            Antes de una semana la encontré en un pasillo de la Facultad, le pedí disculpas  y ella me las pidió a mí. La cara me era conocida, pero nos ocurre a los docentes que reconocemos las caras de nuestros alumnos, pero normalmente no sabemos a cuál nombre corresponde esa cara.  Supe que le decían Pepita. Ella me dijo que me perdonaba pero... Pepita, ¿es verdad que me perdonaste? Mira que el rato menos pensado me dan por concluidas las horas extras y no quiero irme con cargo de conciencia, porque me arrepentí del mal rato que te hice pasar.   

           

            hMi sobrino

 

            Fue también otra  «metida de pata», producida, seguramente, porque las pastillas de frenos,  de mi cerebro se encuentran un poco gastadas o rayadas.

 

      Los estudiantes agrupados en Centros Estudiantiles, a veces buscan el camino más fácil  para seguir adelante en la carrera. De esos menesteres dialogábamos con cuatro alumnos, integrantes del Centro de Estudiantes, que buscaban  que  les brindara una nueva  oportunidad a unos cuantos que habían resultado aplazados en un parcial, que ya era recuperatorio  de otro parcial. El arribo del ómnibus que nos llevaría de vuelta a la ciudad interrumpió el diálogo. Pagué mi boleto y el conductor me dijo en tono socarrón: (22)

-         Tío, tenés un cinco.

-         Vos no podés ser sobrino mío, porque no tengo ninguna hermana prostituta.

-         Viejo i’ mierda, sacás pecho porque estás en barra con los alumnos que te van a defender.

-         ¿Que estos me van a defender? ¡estás loco! o  no conocés a los muchachos  de la Franja Morada. Antes de tomar una decisión me van a decir: “Profe... negociemos”.      

 

            Como el diálogo fue en voz alta y el ómnibus estaba lleno de estudiantes, hubo risas y chistidos, que molestaron aún más al chofer.

 

            Al día siguiente, cuando subí al vehículo en la Terminal, que a esa altura va casi vacío,  me encontré con el mismo chofer, que sonriente me dijo: - Hola, tío, de nuevo  rumbo a la Universidad, a hacer sufrir gente.

           

            Le di la una palmada en la espalda y le dije:

 

- Perdóname lo que te dije ayer, piensa que me pasó lo mismo que cuando en un partido de fútbol, te sirven una pelota frente al arco,  la pateás, la metés adentro y recién te das cuenta que hiciste un gol en contra.

 

            - Eso ya pasó. Hace más de un año que viajamos juntos. Para mí, usted es mi tío. Y gracias por haberme enseñado a decir “hijo de puta” de una manera tan elegante.  

 

 

            hOtra “metida de pata”

 

             Ese día debí haberme levantado medio cruzado por no haber dormido bien, culpa de una canilla de agua que gota a gota desgrana una monocorde melodía. Era sábado por la mañana. Estaba leyendo el diario cuando el timbre de la puerta de calle sonó insistentemente. Atiendo y era un criollo pobremente vestido. Apenas me vio, me disparó una pregunta que consideré indiscreta:

 

-         Su señora... ¿tiene güevos?

 

-   Mire, mocito, ni a usted ni a ninguna otra persona le puedo permitir que dude de la feminidad de mi señora o, por  ventura, ¿cree que me casé con un travesti?

 

            Como el pobre hombre quedó mudo por la sorpresa de mi repuesta a su inocente pregunta,  envalentonado agregué:

 

-  Y todavía usted me habla con errores de ortografía. Me pregunta si mi señora tiene “güevos”, total, para usted, como la hache es muda, no vale la pena usarla. No, mi señora es bien mujer y no tiene huevos, sino que posee ovarios y los tiene bien puestos.

        

            El “Apaco”  un fiel  boxer” que integra mi familia, trataba de ayudarme con sus ladridos y amenazaba salir de su encierro tras las rejas, como para comerlo crudo  al pobre hombre.

           

        - Mire, es mejor que se vaya con su música a otra parte o le abro la puerta el perro.

           

           El hombrecito se retiró como  un perro con la cola entre las piernas.  En ese momento salió mi señora.  Llamó al huevero, pero el mismo se fue para no volver.

 

            Tuve que aguantar el reto de mi mujer por haberle corrido al proveedor  de huevos caseros. Luego de un largo mes volvió, pero en horas en que calculaba que yo no estaba en casa. Ahora, cuando llega,  el “Apaco” lo recibe moviendo  el pedacito de rabo que, “por una moda antinatural”, le dejan a los  boxer.

 

              hCuestiones del modernismo del léxico   

 

              Cierta vez, teníamos una larga lista de alumnos para examinar. Como de costumbre, los exámenes se tomaban en forma oral, a un promedio de casi media hora por alumno. La mesa examinadora estaba integrada por los profesores Sra. Lea Cortés de Trejo, José Ubaldo Figueroa y yo. Habíamos examinado  casi una decena y  estábamos luchado a brazo partido, tratando de “tallar” en un cerebro de duro quebracho algún concepto coherente de lo que es  el Sistema de Tesorería. Como no lo conseguimos, no nos quedó otra alternativa que invitarlo a visitarnos nuevamente. A ese “tronco” le seguía una flor. La alumna había elegido un lindo tema: hablaría de la Hacienda Pública. Comenzó bien, pero antes de cinco minutos  entró en contradicciones. Vino a mi mente un comentario que me realizara un docente de la Universidad de Bahía Blanca (el Dr. Atilio Aispuro): “Si a un alumno lo dejas hablar sin preguntarle nada a los cinco minutos entra en contradicciones.” La señorita había caído en un enredo tal de confusiones que daba vuelta palabras e inventaba conceptos. El asunto era no quedarse en esos silencios acusadores que ocurren cuando el alumno perdió el rumbo. El profesor Figueroa la llamó a la realidad diciéndole que lo que estaba afirmando era exactamente al revés de cómo ella lo expresaba.

 

            La alumna reaccionó con presteza diciendo en voz alta y a  modo de una justificación: - Perdone, profesor, pero tengo tal  “quilombo” en el mate que estoy meta hablar “boludeces”

 

            El profesor Figueroa se tapó la boca para no reír, yo me quedé duro como una estaca, sin saber cómo reaccionar. La única coherente fue la señora de Trejo, que le dijo en tono maternal:

- Señorita, el suyo es un  lenguaje poco académico. Puede retirarse.

 

            Después la alumna nos pidió disculpas y nos dijo que esas palabras ahora son usadas normalmente por la juventud. Así, las denominaciones de boludas, pelotudos, y vagos  suplen a las ya anticuadas de fulano, sutano, mengano y perengano.

 

          hLa palabra prohibida

           

Estábamos recibiendo el último examen de una alumna, me llamó la atención, que agregado a los nervios propios de esas circunstancia.,temblaba entera. En el pasillo la esperaban sus compañeras, con: tijeras, harina, huevos,  etc.

 

            Pensé que  la alumna o estaba muy nerviosa o se tiraba “un lance”. Al  inicio cometió errores  fundamentales. Para  calmarla uno de los docentes, le sugirió  que para  serenarse se retire, se siente y rinda luego del alumno  siguiente. Ella respondió:

 

-         No señor Profesor, a ninguno los temas  que me tocaron los estudié, me retiro, permiso y perdone.

 

           Y se retiró.

 

           Salí tras de ella para animarla, pero una compañera  la había “atajado”  y le decía esa palabra que empieza con “b”.... (tan usada en la actualidad por las chicas), nunca tienes que decir  no se  al confesar que no  estudiaste, cierras la puerta de una eventual ayuda, te  aplazaste sola y por ”b....” Nunca hay que decir no se, esa expresión  es prohibida en la boca de un alumno frente la Mesa Examinadora  

 

           Al contemplar el final y compartir en parte los conceptos de la compañera, le di “a la aplazada” un paternal abrazo,  un beso y le dije: te esperamos el mes que viene.

 

 

La Programación de la

Carrera Contador  Público

 

             Cuando se creó la Escuela Superior de Ciencias Económicas no se pensó en qué pretendíamos  de un futuro egresado; solo buscábamos una salida para la juventud. Elegimos el camino que consideramos más seguro: el reconocimiento de los Títulos a nivel nacional. En la Provincia hasta entonces se otorgaban títulos Provinciales de Contador, válidos solo dentro de Salta.

 

            Cumpliendo el artículo 6º de la Ley 19.633 (de creación de la Universidad Nacional de Salta), se efectuó el Proyecto de Presupuesto y el Proyecto de Estatuto, que fue aprobado mediante decreto Nº 2.572/73.

 

             Al realizar el plan de estudios tuvimos en cuenta lo que disponía el Estatuto de la Universidad: “la formación integral del hombre”, pero ¿se dieron los pasos necesarios para conseguirlo? Me parece que no. Tuvimos que atender lo urgente y dejar lo importante para un “luego” que aún no llegó. Así, tomamos la Carrera de Contador siguiendo el Plan de Estudios de la Universidad de Tucumán, suprimiendo y agregando algunas asignaturas. No es que el Plan de Tucumán fuera malo, sino que era denominado el Plan “Justicialista” y, por la estupidez propia los hombres que tanto daño hace a la convivencia en sociedad, el término “justicialista”, junto con otros de la misma raíz, en esos años se encontraba proscrito  del idioma por Decreto de un Gobierno de facto.

 

            Hubo  una reforma de programas en 1985.      En esa ocasión, la presión, tanto de los alumnos como de los docentes, estaba dirigida a buscar la forma de acortar un año la Carrera de Contador, y abrir la posibilidad de incorporar a los egresados de TUAP, a las Licenciaturas que se crearon. Esta Carrera debía desaparecer, por cuanto su principal destinatario, el Estado en sus tres dimensiones (Nación, Provincia y Municipios) no se interesaba por poseer empleados capaces, sino que su interés era tener votos cautivos.

 

El Plan 1985 entró en extinción con la aprobación del plan del año 2003.

 

Vamos cuesta abajo

 

            En el año 2002 se  constituyó un Comisión para estudiar la reforma de los Planes de Estudios. El primer bosquejo contenía un trabajo del profesor Luis A. Martino. Al verlo, compartí el sistema modular que propugnaba pero, al analizar luego los contenidos propuestos por los docentes  para las asignaturas,  noté con asombro que el mismo se encontraba en colisión con los Estatutos de la Universidad, ya que daba prioridad  a la formación netamente profesional y enciclopedista, en detrimento de la formación integral que dispone el Estatuto.

 

            Recuerdo que charlamos el tema con el Decano, profesor Cr. Roberto M. Rodríguez  y coincidimos en que debiéramos concebir la Universidad de hoy de tal modo  que sus egresados mantengan vigencia en el mañana, en un mundo en plena explosión cultural, con audacia y eficacia. Nuestros egresados deben ser capaces de andar por caminos nuevos, en conformidad siempre con las necesidades de una sociedad dinámica en permanente renovación.

 

              Presenté  una nota al Decano haciéndole notar las falencias que detectaba en el proyecto y solicité ser incluido en la Comisión que estudiaba el Plan de Estudios. Tengo conocimiento extraoficial de que la nota fue girada a la Comisión, pero no tengo conocimiento de si por lo menos fue leída,   por cuanto hasta la fecha, marzo del 2005, no he recibido  respuesta  alguna.

 

                 El año pasado me presenté al Consejo Directivo y me escucharon,  medio a “regañadientes”. Desconozco si se dejó constancia en el Acta. Sé que algunos Consejeros  lucharon para conseguir algunas modificaciones, pero la decisión inicial de acortar la carrera y cambiar la orientación del graduado ya estaba tomada. Algo peor  sucedió: se incluyeron en el Plan algunas  asignaturas que tenían de antemano  al docente que las asumiría, y se eliminaron otras que hacían a la formación del hombre. Por más vueltas que le doy al problema no puedo entender una carrera social que no tenga filosofía, que es la base del diálogo interdisciplinario de las ciencias.  Pedí que por lo menos incluyan un curso de Ética, remitiendo el programa e indicando la bibliografía. No he recibido  repuesta  alguna. Me comentaron que la colocarían como materia optativa. Se eliminaron también las materias que hacen a la formación jurídica, reincidiendo en un error cometido en varias Universidades y que, frente al fracaso obtenido, ya fue resuelto: con el nombre “Derecho Público” (lo que es una incongruencia, porque al regir el Derecho las relaciones de los hombres y las  instituciones, todo Derecho es Público) se colocó junto al Derecho Constitucional  el Adminis-trativo. Si bien ambos comparten la misma raíz, tratan de cosas distintas. El Constitucional se refiere a la creación del Estado y los derechos y las garantías de los ciudadanos. El Administrativo trata del ejercicio de los Poderes concedidos por la Constitución.

 

            Al notar esas falencias y el desprecio con el que fueron tratadas las asignaturas destinadas al Sector Público, pienso que quien se gradúe con este Plan debe llevar solo el título de “Contador”, porque no posee la formación suficiente para actuar dentro del sector Público.

 

La Universidad, en la sociedad contemporánea, debe ser la fuente fecunda de formación de auténticos hombres. Es claro que no puede contentarse con formar en lo técnico al profesional dedicado a un servicio comunitario.  Esta incumbencia, este compromiso esencial de la Universidad de hoy, la obliga a estar siempre en función de futuro; los hombres y las mujeres que hoy salen de sus claustros han de ser los profesionales e investigadores de la sociedad del mañana. Este fue el problema máximo de la Universidad en todos los tiempos. Con el nuevo plan de estudios cumplir con esa misión se hace más difícil.

 

Ya el padre jesuita Eduardo Martínez Márquez, en un artículo publicado octubre de1971 sostenía que el problema de los planes de estudio no puede verse solo bajo los ojos de la demanda.   La demanda de conocimientos crece rápidamente, a medida que se va generalizando la mentalidad de saber más, para tener más y ser más (cfr. Pablo VI:  Populorum Progressio). La universidad es un eficaz resorte de sana democratización cultural, y desde luego que debe prever esta demanda, no sólo para ensanchar sus puertas y ampliar sus aulas  y laboratorios, sino para preparar y multiplicar sus profesores, y agilizar sus métodos de enseñanza, actualizando al mismo ritmo sus títulos habilitantes.

 

Hoy, además del crecimiento de la demanda, es increíble el aumento vertiginoso de los conocimientos, como una verdadera explosión. Téngase en cuenta la cantidad de avances científicos y técnicos de los últimos veinte años. ¿Cómo será el nivel cultural del 2020? Es decir, ¿cómo serán los profesionales,  mentores y dirigentes de la sociedad en plena explosión científica, en todas las áreas del conocimiento humano? La Universidad tiene la ineludible obligación de prever esto, y de preparar a sus hombres y mujeres integralmente para ello.

 

Podemos estar seguros que lo que hoy enseñamos en la Universidad ha de ser rápidamente sobrepasado y estará envejecido dentro de poco. Por eso es imprescindible trabajar en la formación de los valores, que nunca quedarán obsoletos, porque en ellos se asienta la esperanza del logro del bien común.

 

La Universidad no puede limitar su papel a ser una mera fábrica de egresados. Debe escrutar el horizonte de los tiempos con verdadera visión de futuro, tratando de saber lo que la sociedad va a necesitar y exigir de sus egresados de hoy como profesionales del porvenir.

 

            Sabido es que el cambio traumatiza. Sale el profesional universitario con su título bajo el brazo y la persuasión  a flor de piel de que él sabe todo lo que debe saber para ejercer su profesión cabalmente. En el primer caso que se le presenta encuentra que su “recetario” ha caducado; que ya no le sirve lo que había aprendido con tanto esfuerzo, que lo que enseñaba la cátedra y él preparó como bolillas de su programa de examen ha sido sobrepasado y  ya no tiene vigencia.  La frustración  del novel profesional será incalculable en sus efectos, con una posible afloración de complejos y de amargas acusaciones.

 

Comparto la opinión expresada por el profesor Eduardo Martínez Márquez en el trabajo ya mencionado (“Universidad para el año 2000”). Allí sostenía que se debían tener en cuenta tres características fundamentales para imponer como premisas ineludibles a la Universidad. Esta debe dotar a sus alumnos de hoy para su profesión de mañana de:

h Adaptabilidad.

hCreatividad.  

hPolivalencia en su formación humana.

 

 

hLa adaptabilidad es la sensibilidad activa para el mismo cambio, que sabe detectarlo hasta en los más ligeros signos precursores. Es el sentido crítico  que lo valora, al mismo tiempo que descubre en él todo  lo que entraña de trascendente y, sobre todo, la capacidad  de reacomodarse y aprovecharse activamente de este valor.

 

hLa creatividad: el graduado debe ser un educador permanente de sí mismo. Su paso por la Universidad no fue para aprender lo que otros habían pensado, sino para aprender a pensar por sí mismo en cualquier circunstancia,  por  sorprendente e inesperada que pueda parecer. Este objetivo, este espíritu, ha de trascender a los mismos programas de cada asignatura y aún a cada reunión escolar. Es fácil ver lo que debe pensarse de esos programas analíticos fijos. Los programas deben contener lo básico, lo que constituye el “disco duro” de la asignatura, lo demás debe ser actualizado permanentemente por la cátedra, en consulta con sus Departamentos.  

 

La creatividad debe ser buscada concientemente. Ni la carrera ni la educación profesional deben consistir en una especie de recetario o formulario más o menos rico de soluciones prefabricadas. Tampoco el profesional podrá concebir su labor como la de un robot, en disposición  casi mecánica para aplicar recetas.

 

Siguiendo al padre Márquez, podemos decir que el profesional que buscamos, por el contrario, deberá  reunir positivamente tres características de la creatividad. Primero, responsabilidad plena ante toda nueva situación, con conciencia de tener en la mano su propio destino y, en alguna medida, también el de los demás. Segundo, búsqueda activa  y razonada de la solución, con posibilidad fundada de encontrarla. Tercero, participación solidaria en la evolución social, con una personalidad propia que no sucumba a la fácil tentación de la masificación.

 

Téngase en cuenta que si es verdad que la creatividad, en gran medida, es dote innata de los hombres, no lo es menos que puede cultivarse en todos. Si en algún caso especial no se pudiera llegar al grado mínimo necesario, el candidato a profesional universitario debería ser habilitado con un título intermedio, para labores rutinarias y técnicas, porque decididamente no ha  de ser el profesional se necesita en nuestra coyuntura histórica próxima.

 

Las consecuencias de este nuevo punto de vista son realmente fecundas. Pensemos en la distribución tradicional de clases teóricas y prácticas. Cierto es que no podría mantenerse sin muchas reservas y distinciones, puesto que la misma concepción esencial de la clase habría de ser la de un equipo de trabajo, en que cada estudiante iría plasmando su propia ciencia, con la dirección y estímulo de los profesores y compañeros, por un camino (método) lleno de sorpresas.  

 

hLa polivalencia en la formación humana:  hay que confesar que es imprescindible transmitir informaciones para  que estas se transformen en conocimientos. Pero no es menos verdad que los conocimientos envejecen  rápidamente y, de ahora en adelante, cada vez más  rápido. De ahí la necesidad de determinar lo básico, lo verdaderamente esencial de cada área profesional, dentro de un contexto de cultura humana general.

 

El profesional futuro habrá de poseer una formación rica y actualizada, o actualizable en cada momento. Nótese bien, formación, no precisamente conocimientos, y no sólo teórica, en enunciados fecundos y bien asimilados, sino práctica, por sus específicas metodologías, personalmente experimentadas, en un conjunto armonioso y consciente. Esa será la base de toda su actitud y actividad  profesional.

 

El ideal del profesional no puede ser algo fijo y estático, por decirlo así, por  elevado que quisiéramos ponerlo. Es algo dinámico y en continua  gestación. El profesional del tercer milenio no acabará su carrera, porque se hallará naturalmente   en educación abierta y permanente, siempre pendiente del último descubrimiento, y en actitud de constante revisión.

 

            Para acortar la carrera, en el Plan vigente se eliminaron temas y asignaturas que hacen a la formación humana, y se incluyeron otras que son propias de los saberes  de un  nivel secundario (como los idiomas) o que no tienen la entidad suficiente para ser asignaturas universitarias (aprender a usar una computadora,  es una necesidad que la modernidad impone al hombre, para vivir en sociedad, pero no es una asignatura que corresponda dictarse en una Universidad, a cual se debe llegar con el conocimiento de esa herramienta).   La estructura modular propuesta es buena, pero su relleno no tanto: las materias que lo componen dejan muchos huecos, que las apartan de un Sistema Modular. Si comparamos esto  con las incumbencias que se asignan a los graduados, podemos llegar a una conclusión: el todo no es igual a la suma de las partes.

 

            Esperaba, junto a otros docentes, que se convocara a una Asamblea para discutir el Plan, pero eso no ocurrió, y entre gallos y medianoche el Consejo Directivo aprobó el Plan y lo puso en vigencia.  

 

Para varios docentes, el nuevo Plan es muy inferior al anterior, y representa un marcado retroceso. Se ha optado por un facilismo que perjudicará notablemente a la profesión. 

 

            Con un Plan de Estudios como el vigente,  para cumplir nuestro compromiso como universitarios, de honrar la verdad, debemos luchar por cambiar el nombre de la Facultad, exigiendo que se eliminen las calificaciones “Jurídicas” (porque no estudiamos como corresponde el Derecho) y “Sociales” (porque no brindamos  una formación basada en la naturaleza social del hombre).

 

            Para no pecar de pesimista, a pesar de todo mantengo la certeza de que encontraremos nuevamente el rumbo.

 

            Como Rector de la universidad, el 15 de agosto de 1983 puse  bajo Patrocinio de María Santísima a esta Casa de Altos Estudios. Le pedí que ilumine el camino que debe recorrer en su compromiso con la verdad y que nos brinde  la sabiduría que nos hermana. Como salteños, no tenemos dudas de una verdad que se transmite de generación en generación: Ella es nuestra y nosotros somos suyos.

 

 

                          ANEXO

 

Del  libro EN TORNO AL HOMBRE 

del Dr. Alcides Greca....................

 

 

CLASIFICACIONES DE LOS EXAMINADOS

 

Imitando a Timón, en su notable “Libro de los oradores”, intentaré una clasificación de los diferentes especimenes de examinados que desfilan por  las pruebas universitarias. Los exámenes de la enseñanza media no ofrecen tan fecundo campo de observaciones, pues en ellos, a causa de la poca edad de los alumnos y del frecuente uso de la memoria, no se pueden apreciar individualidades perfectamente definidas. No negaré que en dichas pruebas también se producen fenómenos de orden  psicológico, con sus grandes y pequeñas tragedias, pero es el estudiante universitario,   ya un hombre hecho y derecho,  el que nos brinda mayores elementos para formular una clasificación de los diversos tipos de examinados.

 

Digamos antes dos palabras sobre el “miedo”. La audacia y la timidez, o más concretamente el ’tupé’, y el sentimiento de inferioridad, juegan en la prueba un papel que puede ser decisivo. Si bien el complejo de inferioridad, como hemos hecho notar en nuestro primer trabajo, produce una acción inhibitoria en el examinado, no siempre es suficiente para  provocar el fracaso. El alumno que conoce la materia, aún temblando de miedo, responde a las preguntas que se le formulan. Sus mayores escollos  son las confusiones de las que puede sacarlo a flote un examinador hábil y humano.

 

Hagamos ahora la clasificación de los examinados:

 

a Los exordistas: g Hay dos clases de exordistas, los que aspiran a vestir su examen con una entrada espectacular, ensayando una especie de discurso para deslumbrar al tribunal, y los que recurren a los conocimientos primarios de la materia  - la definición e importancia de la misma - con el fin de ganar tiempo y embaucar a examinadores incautos.

         En un examen  que por lo común dura veinte minutos, diez de exordio implican ganar la mitad de la batalla. El resto puede diluirse en una cuantas preguntas, y hasta es posible que ello exima al alumno de exponer sobre una de las bolillas sorteadas, justamente sobre aquella que dejó de lado y que, por cierto, no es la que ha  estudiado con mayor provecho.

            Los examinadores ingenuos o poco avezados a la tarea se dejan entusiasmar  por esos exordios y hasta llegan a premiar  con altas notas a los autores.  Nuestra experiencia nos permite afirmar  que el ochenta por ciento  de los exordistas son “lanceros”, más o menos inteligentes.

           

Remarcando un símil del Libro de los Oradores podríamos decir que los exordistas se parecen a esas pompas de jabón que al ir llenándose de aire se hinchan y reflejan  todos los colores del iris sobre su tersa superficie y que,  también  como ellas, al menor contacto - en el caso, una pregunta - revientan y desaparecen.

           

Existe una tercera clase de exordistas. Es el estudiante lleno de inquietudes, gran lector, generalmente  militante en ideologías extremistas, que gusta lucir sus conocimientos y adoba su examen  con citas y ejemplos, que no siempre vienen a pelo.

A estos expositores suele bastarles un llamado a la realidad, mediante preguntas concretas, para que entren por los carriles del tema del examen.

 

a Los espectaculares: g Son  primos hermanos de los exordistas. El examen adquiere cierto tono de arenga, de discurso de comité, de defensa en juicio oral y público. El espectacular levanta la voz, se acompaña con ademanes y recurre a frases de gran efecto, que rara vez tienen el mérito de ser originales. Cultiva y utiliza, con más o menos éxito, el vasto vivero de adagios y de frases hechas.

El espectacular no lo es por táctica, obedece a sus inclinaciones naturales. Es su estilo, que más tarde se manifestará en su ejercicio  profesional.

El espectacular es un futuro triunfador en las lides  políticas, donde las apariencias suelen primar sobre el mérito.

Hay diversas gradaciones en  los espectaculares,  desde los que pueden catalogarse como verdaderos Demóstenes en embrión, hasta los que parecen vulgares charlatanes de feria.

 

a Los memoristas: g Ya Timón, al referirse a los Oradores,  nos ha descrito al recitador como un sujeto de gestos fáciles  y de poco espíritu.

            La memoria es una preciosa ayuda cuando está al servicio de un cerebro privilegiado. Pero cuando se trata de un mero repetidor, nos encontramos con una especie de papagayo que, pese a las definiciones y teorías que reproduce textualmente, difícilmente sale victorioso de la prueba cuando el examinador le exige conceptos, mediante preguntas concretas y  decisivas.

            Solo examinadores poco avezados a la tarea suelen dejarse deslumbrar por las exposiciones de los memoristas.

 

a Los simuladores: g Existen diversas clases de simuladores. Los más comunes son los que aparentan estados de nervios, perturbaciones  o inhibiciones mentales con el fin de conquistar la benevolencia de la mesa. Hay otros que imprimen cierto aspecto de profundidad a su exposición, tomándose todo el tiempo, pensando palabras, pero orillando hábilmente  los temas que no dominan. Se parecen a esos navegantes que, sin cartas marinas, entran por primera vez en una bahía sembrada de escollos. Avanzan a marcha lenta,  empleando sonda  y haciendo prodigios con el timón. Pero bastan unas pocas preguntas para que se produzca el inevitable  naufragio.

 

a Los aduladores: g  Generalmente, el aduladordenominado en el ‘argot’ estudiantil con un feo apodo que recuerda la especial cualidad olfativa de los canes de caza - (1)  ha visitado al profesor en su domicilio algunos días antes del examen, con el pretexto  de solicitarle la aclaración de algún punto oscuro del programa o para que éste lo oriente respecto de la bibliografía que debe consultar.

            Al llegar los examinadores para constituir la mesa, el adulador, estratégicamente situado  a la entrada del aula, ensayará un cortés saludo, acompañado de una no menos gentil sonrisa.

            El adulador, aunque esté muy flojo en su preparación, siempre sabe de memoria las definiciones preferidas por el profesor y conoce al dedillo las opiniones de éste sobre determinados puntos, las que tratará de reproducir en el examen, aunque no vengan al caso. El adulador machacará su exposición con giros como los siguientes: “Como expresara el señor profesor en su obra...”, “Como ha dicho muy bien el señor profesor en clase...”

 

 a Los Inventores: g Posiblemente no exista examinado más digno de admiración  que el inventor. 

El inventor es un estudiante holgazán e inteligente, que suma a ello una gran dosis de audacia. En un sorteo de bolillas, en el que le han ‘caído en suerte’ las que no sabe, que por lo común, son la mayoría, toca  generala y convoca todas las fuerzas de su psiquis. Viejas lecturas, textos leídos  al azar, conversaciones con sus camaradas, conceptos oídos en los exámenes precedentes, teorías o temas de otras materias; vienen en su ayuda. Con todo eso, el inventor fabrica su exposición.

Éstos son los inventores menos peligrosos, que hasta resultan simpáticos por la inteligencia  que demuestran.  Pero existen otros  que hacen temblar a los examinadores, y con particularidad  al profesor de la materia. Son los que inventan autores y teorías. Claro éstos son muy raros y en contadas ocasiones aparecen en las mesas. Pero cuando ello ocurre, el catedrático que examina suele estar sobre ascuas. Teme preguntar y contradecir, pues no conociendo al autor  u obra citada, demostraría  ante los alumnos su ignorancia o poca información sobre la bibliografía de la materia. Estos inventores no obstante, rara vez triunfan en la prueba. Se lanzan a un juego demasiado peligroso, en el que se necesita singular talento y no poco  cinismo.

Entre los inventores pueden señalarse otros de menos vuelo, faltos de ingenio, a los que sus propios compañeros suelen calificar  con un argentinismo que ha sido incorporado  al diccionario de la lengua:  el vulgar “macaneador”,  cuyos inventos, por lo pueriles o faltos de sentido, mueven a risa. Mientras un verdadero inventor es un aguilucho que se remonta a gran altura, el macaneador es  un chingolo de corto vuelo, que solo se levanta a ras del suelo.

Con respecto a los inventores, se me ha referido una sabrosa anécdota, que no resisto la tentación de reproducir. Rendía en la Facultad de Derecho de Buenos Aires un alumno, ya entrado en años, que era famoso por su falta de capacidad, así como por su sobrada audacia  Además de espectacular era de los que volaban  como el chingolo. En el  trascurso de su exposición, en la que siempre andaba por los cerros, iba mencionando sus asertos  con los siguientes estribillos, pronunciados  con gran énfasis: “Como decía Álvarez... Como dijo muy bien Álvarez... Como ya lo ha expresado Álvarez”.  El presidente de la mesa, un ilustre civilista,  lo interrumpió para  preguntarle quién era ese autor para él desconocido.

- ¡Álvarez! -  exclamó sorprendido el examinado. - Es el alumno que me ha precedido en el examen.

Está de más expresar que nuevamente  un signo ovoide señaló el éxito del inventor.

  

a Los desordenados: g Existe el alumno que procede con  método, es decir ordena el examen. Empieza por exponer sintéticamente el tema fundamental de la bolilla, dando los conceptos  generales y las definiciones, para entrar luego en los detalles y ejemplos. En contraposición  a   éste, nos encontramos con el desordenado, que a las cuatro palabras ya anda por las gavias. Al examinador le corresponde la pesada tarea de hacerlo retroceder,  arrancándole los conceptos con un verdadero tirabuzón  de preguntas. El desordenado es el que presenta el ejemplo antes que el concepto y enuncia una clasificación, sin haber expuesto previamente sobre los caracteres y fundamentos  de las teorías o hechos que enumera.

            Aunque un desordenado demuestre conocimientos de la materia, el examinador preferirá vérselas con un exordista, y hasta con un inventor. Es el examinado que más fatiga causa a la mesa.

Los desordenados suelen ser clasificados con notas reprobatorias, lo que, en cierto modo, se justifica, pues al llegar  al ejercicio  de la profesión  no solo deberán tener los conocimientos concernientes a su carrera, sino que les será necesario saberlos transmitir y utilizar.

 

a Los cautelosos: g Entre éstos, merecen señalarse los que saben ganar tiempo con exposiciones extensas sobre puntos que dominan, eludiendo hasta la mención de aquellos que desconocen. Existen  también los que hacen largas pausas, tomándose  tiempo antes de contestar a las preguntas que se les formulan. Avanzan en el examen con la cautela del mulo  en los caminos de montaña; antes de hacer pie tantean la firmeza de la roca.

            Un parsimonioso puede triunfar en la prueba con sólo la mitad de los conocimientos  que posee un desordenado.

 

a Los lanceros: g El lancero suele ser un psicólogo instintivo. Se presenta, por lo común en el último turno y en el último llamado, semblantea a los examinadores y lleva mentalmente una estadística de los aplazos. Es el que sale precipitadamente  al pasillo cada vez que el bedel distribuye las notas, y también es el que comenta con sus compañeros  la ‘bravura’ o la ‘benignidad’  de la mesa. Suele mostrarse vacilante hasta el último momento, en que  impulsado por una corazonada, se precipita al banquillo.

Existe el lancero ocasional.  Es el que se siente obligado a presentarse porque se le vencen los derechos de examen, porque deben dar cuenta a sus  padres de sus actos, o porque la materia en cuestión es previa para rendir otra que tiene mejor preparada. En cambio el llamado ‘lancero viejo’ es un verdadero profesional, asaltante de mesas, que se presenta siempre, le vaya bien o le vaya mal.

El lancero no se improvisa. Ya en el Colegio Nacional era copiador de exámenes escritos  y presentaba carpetas  confeccio-nadas por sus camaradas o familiares.

El lancero es un estudiante sin amor propio. Entre éstos se reclutan los futuros delincuentes universitarios, los que dejarán por el suelo la ética profesional. No olvidemos que el amor propio es el fundamento de la dignidad. (2)

 

a Los centinelas: g Una buena cantidad de estudiantes, nada tontos, suelen estarse horas antes de rendir, escuchando los exámenes de sus camaradas. Este procedimiento es usado con particularidad, por alumnos libres que no han asistido a las clases del profesor. Con ello, si bien no llegan a dominar la materia, conocen por lo menos la mayor parte de los escollos que suelen presentarse en los exámenes.

            El centinela penetra poco a poco en las opiniones de la cátedra. Sabe cuáles son las preguntas básicas del profesor y las respuestas que lo satisfacen.

            Puede asegurarse que más de uno de éstos “observadores” ha obtenido la nota aprobatoria por haber oído, momentos antes, la  exposición de otro alumno. No debemos  quitar a los estudiantes este recurso de buena ley, pero conviene dejar constancia de que si la labor del alumno se ha de reducir a escuchar exámenes y a una fugaz lectura de los textos, no pocas serán sus probabilidades de ir a un fracaso. En último caso, tendrá la satisfacción de haber salido airosos en la prueba, pero la materia seguirá siendo ignorada. Las consecuencias las experimentarán más tarde, en su actuación profesional.

 

a El examinando nervioso: g En el examen, salvo contadas excepciones, se puede fracasar  por dos motivos: por no conocer los temas objeto del examen, o por una excesiva alteración nerviosa.

 

            Para el primer supuesto, no hay otro recurso que invitar al alumno a que vuelva a presentarse ante la mesa, una vez que haya estudiado debidamente la materia. Cuando el examinador advierte que un alumno se encuentra bajo una crisis de nervios, puede mejorar su situación  con preguntas concretas, formuladas con mucha afabilidad.

            Se me ocurre, no obstante, un procedimiento que, me atrevo a asegurar, sería eficaz para que desaparezca, o por lo menos se atenúe, la alteración  nerviosa del alumno. Éste  consistiría en adoptar una táctica semejante a la usada  por los médicos psiquiatras en  el examen de ciertos enfermos mentales, con quienes traban una conversación sobre asuntos que en apariencia no tienen ninguna relación con la enfermedad investigada. Es, también, el método que suelen utilizarlos jueces y policías para indagar a los delincuentes. Partiendo del supuesto que la sobreexcitación del examinado  es originada por el temor de no salir airoso en la prueba, convendría distraerlo apartándolo, por un momento, de la tarea, para llevarlo a discurrir sobre temas triviales  ajenos a la misma. Claro está que ello podría ser motivo de hilaridad en los alumnos que presencian el examen, con lo que se llegaría a deprimir  aún más al nervioso, pero, si las preguntas son hechas con naturalidad y sin ironía, puede llegarse al resultado perseguido.

            El examinador, aprovechando  una pausa del examen, podría intercalar un interrogatorio del siguiente tenor, por ejemplo:

  g Apartándonos un momento de los temas que estamos tratando, dígame usted, ¿ha viajado por el interior del país?

   g   señor.

   g¿Qué ciudades ha visitado?

   g Mendoza, Córdoba, Tucumán.

   g¿Cuál de éstas preferiría para radicarse en ella?

   g Mendoza.

   g Muy bien. Explíquenos porqué le agrada más Mendoza que Córdoba o Tucumán.

            La pregunta puede referirse también a algún episodio universitario, a un hecho histórico conocido, a un reciente descubrimiento científico o a innumerables asuntos de la vida diaria.

 

a La mujer en el examen: g  De diez mujeres que se presentan en las mesas examinadoras, ocho, por lo menos, demuestran ser eximias memoristas. Repiten al pie de la letra definiciones, conceptos y teorías aprendidas de los textos. Pero esta ventaja sobre los varones disminuye cuando se entra en la discriminación de los conceptos, es decir, cuando el profesor comienza a preguntar.

            Pese al complejo de superioridad de que está imbuida la mujer joven en general, y que hemos analizado en el estudio ya mencionado(3), ante las mesas examinadores demuestran, casi siempre, poco espíritu. Se las ve vacilar y agitarse. Les falta el coraje y el tupé de los hombres. Rara vez aparece una mujer lancera. Siempre se presentan preparadas, aunque no siempre les sonríe el éxito.

            La mujer intelectual pierde, por lo común, toda coquetería, pero existe un buen porcentaje que no descuida su tocado. Éstas, el día del examen, serán más prolijas en su “toilette”. Saben que ello constituye una oculta fuerza. Hasta el más santo varón se siente inclinado a ser benevolente ante una hermosa criatura si, a más de bella, es elegante. Pero los examinadores deben saber acorazarse contra esta tentativa del Demonio, deben ser tan fuertes como San Antonio en el desierto.

 

 

 

CLASIFICACIÓN DE LOS EXAMINADORES

   

a Los preguntones: g Ningún examinador es más temido y antipático, entre los estudiantes mediocres, que el preguntador, es decir, aquel que impide al examinado exponer el tema a su gusto y paladar. Claro está que dichos examinadores  suelen quitar brillo a la prueba, dado que el alumno no puede servirse en bandeja de plata, exponiendo sólo sobre los temas que domina.

            Los preguntadores, cuando no abusan de su sistema, son por cierto muy eficaces. Rara vez escapan de sus manos los lanceros y los inventores.

 

a Los que dan cátedra: g  Dentro de los preguntones existe el tipo de examinador que es poco grato a sus colegas de tribunal y a los buenos alumnos. Es el que, sin la exacta noción de sus funciones, derrocha el tiempo dando cátedra. Explica al alumno, durante el examen, lo que éste debió contestarle. Se presiente que la explicación tiene por objeto deslumbrar  a sus colegas y al alumnado libre que no ha tenido oportunidad de escucharlo durante el año. Si dicho examinador se imaginara el efecto que producen estas exposiciones  en sus acompañantes, trataría de ser más parco en su actuación.    Tampoco se lo agradecen los estudiantes capaces, a quienes ese auto examen  les impide  obtener  una buena nota, mediante una exposición que pudo ser brillante, a no mediar dicha circunstancia.

 

Entre los preguntadores que dan cátedra, el peor de todos es aquel que, después de lanzada la pregunta, en el mismo instante en que el alumno nueve los labios para contestar, se responde a sí mismo, para formular de inmediato, otra nueva. Se convierte en una especie de pistola de repetición, cuyas balas rebotan sobre el propio tirador que la maneja. Es digna de verse, no obstante, la cara de satisfacción del examinador. ¡Lástima que ésta suele producirse entre velados gestos de fastidio de sus colegas y el desconcierto del examinado!

El resultado de estos exámenes suele ser el siguiente: exposición del profesor: ocho décimas partes  del tiempo del examen. Exposición del alumno: dos décimas partes.

¡Pobre del alumno que no ha contestado satisfactoriamente a sus preguntas en tan breve espacio de tiempo!

 

a Los capciosos: g  El examinador de las preguntas capciosas es, por lo común, un perverso o un pedante. Por suerte, las preguntas  capciosas  son cada vez más raras en los exámenes universitarios.

            Pero no debemos negar que éstas suelen formularse. El examinador, como todo ser humano, no está exento de defectos. Agreguemos que no todos los que se dedican a la enseñanza  tienen un cabal  concepto de su responsabilidad.

            Entre las preguntas capciosas de un ilustre profesor de sociología, que actuó en algunas universidades del país, aún se recuerdan éstas, que solía formular  en  los exámenes:

- ¿Qué diferencia existe, señor entre un huevo y un tranvía? 

Si el alumno se conturbaba, para aclararle la pregunta le cambiaba los objetos:

- ¿Qué diferencia hay entre usted y ese ventilador que tiene delante?

Los alumnos que no estaban al tanto del acertijo eran aplazados, por no adivinar que el huevo es un organismo y el ventilador un mecanismo.

           Una pregunta, más capciosa aún, fue formulada a un alumno en cierta Facultad de Derecho:

- ¿Qué recursos especiales establece el Código Contencioso Administrativo de la Provincia de Tucumán?

Si el alumno no hubiese sabido que Tucumán no ha sancionado un Código de tal naturaleza, habría sido aplazado.

 

a Los detallistas: g  Así como existen profesores que, con muy buen criterio, se conforman con la exposición de conceptos generales y de principios básicos, hay otros que no perdonan detalles. Exigen el número del artículo, la fecha, la reglamentación. Estos profesores tienen mucho de nuestro maestro ‘ciruela’, aunque es bueno recordar que, hasta en la enseñanza primaria, otros son los métodos que hoy se adoptan para indagar la preparación  de los alumnos.

          “¿Qué establecía el artículo noveno  del proyecto del Diputado ’X’ sobre represión del comercio de alcaloides?” Pregunta de un examinador detallista.

 El proyecto del diputado’X’ no tuvo trascendencia alguna, pues era una mala copia de leyes similares que rigen en diversos países del mundo. El Congreso no sólo no lo convirtió en ley, sino que ni siquiera le hizo el honor de discutirlo.

 

             El detallista cree que su materia es la piedra angular de la carrera, y tiene el prurito de convertirla en un  filtro o colador, donde quedan detenidos hasta los alumnos más capaces y aplicados. Estima que con ello acrece su prestigio y el respeto por la materia que dicta.

 

a Los malignos  g  Hemos dicho que el examinador  es un ente humano, susceptible de yerros y defectos.  La educación  podrá atenuar ciertas fallas de un individuo, pero la perversidad, el gozo del mal  ajeno, aflora a veces inconscientemente en el hombre más ilustrado.

            No  podemos negar que existe el examinador perverso, como existe, también, el indulgente. Ambos son igualmente perjudiciales.

            El maligno suele engañarse a sí mismo. Confunde su perversidad con severidad y con espíritu de justicia. El perverso máximo es aquel que experimenta voluptuosidad  cuando  ha conseguido derribar con una pregunta imprevista a un alumno que estaba rindiendo  una prueba bastante discreta.

 

a Los indulgentes: g Acabamos de expresar que los examinadores excesivamente bondadosos son tan perjudiciales como los malignos. Lo hacen por no quedar mal  con los estudiantes,  por una natural  propensión a disculparlo todo, por librarse de tomar nuevos exámenes, por comodidad, por no ver más las caras agrias o malos gestos. Estos examinadores, falsamente generosos, adjudican notas aprobatorias sin ser merecidas.

            Los “homobonos” hacen mucho daño a la Universidad y a los estudiantes. Contribuyen al descrédito de las carreras liberales y son los culpables de que individuos no idóneos salgan a competir deslealmente con los capaces en el gran mercado de los valores sociales.

            En una época en que existe una plétora de universitarios, un verdadero proletariado intelectual, es necesario ser más riguroso en las pruebas de  competencia, a fin de que sólo lleguen a graduarse quienes realmente estén en condiciones de actuar y puedan ser útiles a la sociedad y a sí mismos.

            Las materias que dictan los profesores benévolos son estudiadas superficialmente por los alumnos. Saben éstos que con una ligera lectura pueden salir airosos en el examen.  Son, también, las materias que eligen los lanceros para preparar sus asaltos.

Los “homobonos”, con su debilidad, fomentan la delincuencia profesional y vician la ética de las nuevas generaciones.

 

a Los confucionistas: g  Así como se presentan ante las mesas examinadoras alumnos desordenados en su forma de exponer, también  suele ocurrir que hay examinadores que lo embarullan todo con preguntas intempestivas  o poco coherentes.

            El examinador debe dar tiempo al alumno para que éste enuncie los conceptos básicos de  los temas que le corresponde exponer y plantee sus puntos de vista.

            La forma y el contenido de las preguntas constituyen casi toda la ciencia del buen examinador.

 

a El examinador inaccesible: g Existe un tipo de examinador muy poco grato a los estudiantes. Es el que no interrumpe al examinado, así éste haga una exposición brillante o marche a la deriva. Dicho examinador se limita a señalar al alumno las partes sobre las cuales debe exponer y le formula, de vez en cuando, unas pocas y concretas preguntas. Cuando el alumno anda por los cerros, el profesor interviene, a lo más, con un ligero llamado de atención: si con ello no se encarrila, lo lleva a otro punto del programa, sin expresarle su disconformidad. El examinado cree que ha salido del paso y, al final, se retira satisfecho de la prueba, ignorando que está aplazado.

            En más de una ocasión he presenciado, después  de uno de estos exámenes, como algunos estudiantes felicitaban al camarada que acababa de rendir, el que, no obstante, tenía puesto ya, junto a su nombre un pequeño signo que más tarde adquiriría la odiada forma ovoide.

            Estas prematuras felicitaciones suelen dar motivo a no pocos chascos y disgustos, pues el alumno se cree víctima, luego, de la mala voluntad del tribunal. Más de una vez he oído decir a un estudiante aplazado: “Es tan evidente la injusticia que cuando me retiré de la mesa, me felicitaron mis compañeros”.

            El argumento de los examinadores parcos para justificar el sistema, es el que ellos son los que examinan y no los alumnos. Huelgan por lo tanto, explicaciones y rectificaciones durante la prueba. Pensándolo bien, debemos reconocer que tienen razón

 

a Los examinadores afables: g Se trata en realidad de profesores que, en virtud de su cultura y exquisito trato mundano, gastan tal suavidad de maneras con el hombre del banquillo que, a no pocos, les hace forjar la ilusión de que se han enfrentado con un auténtico “homobono”. Esta clase de examinadores suelen proporcionar no pocos chascos a esos ilusos, pues son, por lo común, los más rigurosos en la adjudicación de las notas.

            Lejos de nuestro ánimo está el criticar esta modalidad. El examinador gentil, aunque riguroso, es siempre preferible al sarcástico y al irreverente, de quienes nos ocuparemos de inmediato.

            El examinado nervioso necesita de cierta dulzura en el trato, pues, en no pocos casos, es lo que le permite terminar victorio-samente la prueba.

            Agreguemos, además, que el examinador gentil será para el aplazado lo que el confesor para los moribundos. Los ayudará a bien morir y tendrán la satisfacción de haber “pasado a mejor vida” oyendo frases amables.

 

a El sarcástico: g No es muy frecuente esta clase de examinador, pero debemos confesar que alguna vez se lo ha visto actuar en las mesas.

            El sarcástico es un amargado o un resentido, que interroga con cierto desdén. Sus preguntas, más que una indagación de los conocimientos del alumno, parecen alfileretazos  destinados a zahe-rirlo o inducirlo a confusión.  

            Todo sarcástico debe vengar, inconscientemente,  lejanos agravios o fracasos, o tomarse el desquite de alguna reyerta domés-tica. Si indagamos un poco, nos encontramos siempre con un marido poco feliz, o un universitario que fue víctima de consecutivos aplazos durante sus estudios.

            Cuando un examinador se encuentra con el ánimo  avinagrado, y no tiene la suficiente fuerza de voluntad para  sobreponerse, debe solicitar su relevo tal como si se hallase atacado de un mal físico.

 

a El irreverente: g Es una variante dentro del tipo anterior, con la particularidad de que éste hace comentarios irónicos sobre las respuestas erradas del examinado. Algunas veces, y eso es lo peor, subraya estos fracasos con sonrisas que al hombre del banquillo le saben a hiel.

Es necesario tener presente que en todo examinado, a causa de una explicable exaltación nerviosa, existe una supersensibilidad que lo lleva a magnificar los más mínimos incidentes de la prueba.

 

a El apurado: g Este examinador es, por lo común, un político o un profesional con mucha clientela y ocupaciones. También suelen  serlo algunos profesores veteranos, cargados de cátedras y de años, que, agobiados mentalmente, sólo esperan el día feliz de su jubilación.

            Los exámenes breves son plausibles cuando desde el comienzo de la prueba se observa que el alumno  domina los  temas de su exposición,  pero dejan la duda en el tribunal, en el examinado y en los espectadores, cuando termina con una nota reprobatoria.

            El examinador debe indagar durante un tiempo prudencial al alumno que divaga u ofrece dudas respecto a su preparación, pero cuando desde el comienzo este no contesta a preguntas sobre temas fundamentales, tampoco es necesario seguir perdiendo el tiempo. Hasta será conveniente, como medida de disciplina, el despedirlo de la mesa.

            La preocupación de algunos examinadores, que pretenden convencer a los examinados de que han sido bien aplazados, mediante un largo y  laborioso interrogatorio, no es tarea de un verdadero tribunal.

 

a El examinador excesivo: g El  examinador no debe actuar con apuro, pero tampoco con demasiada lentitud. Indagar durante una hora larga a un alumno que no ha expuesto brillantemente en los primeros minutos, es no tener noción del tiempo y de las circuns-tancias.

            El examen largo como lo hemos expresado, sólo debe reservarse para los alumnos dudosos, pero siempre dentro de cierta medida. Los más exigentes examinadores puede cerciorarse del grado de preparación  de un examinado en veinte minutos, particularmente cuando se trata de pruebas en las que no se exigen experimentos o demostraciones prácticas.

 

a El examinador veterano: g En el examinador veterano - que siempre es un viejo profesor - suelen producirse los más contra-dictorios fenómenos en la evolución del carácter. Hay quienes al envejecer se vuelven tiernos, paternales, afables, tolerantes. Estos profesores se transforman fácilmente en “homobonos”. Existen otros que se endurecen como los viejos árboles. Se ponen ásperos, irascibles, severos. No perdonan nada.

            Estas transformaciones son peligrosas. Pueden ser índice de que los rodajes del cerebro comienzan a desgastarse. Ningún profesor debería actuar en la enseñanza más allá de la  edad en la cual aparecen los problemas.

 

a El examinador novel: g Este examinador suele brindarnos un espectáculo. Trata de acreditarse, desea demostrar que sabe, que no actúa en la mesa como un simple convidado de piedra.  Si el novel es un adjunto, no pocas veces causará zozobras al propio titular, pues formula preguntas sobre teorías, opiniones o sucesos que no han sido explicados en clase, y que él ha encontrado en lecturas recientes.

            Andando el tiempo, el novel va calmándose cual  las aguas de los torrentes, que impetuosas  en sus comienzos, amainan y se tranquilizan al tomar el nivel de los grandes y serenos ríos que corren por las llanuras.

 

 

NOTA BENE

 

Como en el comienzo de esta lucubración he expresado que para realizarla me serviría de mi experiencia en las mesas examinadoras de los institutos de enseñanza a que pertenezco, quiero dejar constancia, con el fin de evitar erróneas interpretaciones, que el desempeño de examinadores y examinados  es normal y correcto en las Facultades de Ciencias Jurídicas y Sociales y de Ciencias Económicas, Comerciales y Políticas de la Universidad  Nacional del Litoral, en cuyos tribunales de exámenes tengo honor de actuar.

            Ciertas clasificaciones que podrían considerarse molestas, no corresponden a lo observado por mí en dichos institutos, sino que han sido elaboradas con diversos elementos de juicio, proporcionados unos por experiencias de estudiante, y otros por referencias de todo  orden suministradas  por personas de larga actuación en la enseñanza.     

            Si, no obstante lo expresado, alguien quisiera ver en ellas una alusión personal a determinado colega o alumno, desde ya planteo mi formal protesta. Pero, si a pesar de todo, se  presentase en el futuro un ejemplo que pudiese considerarse encuadrado en alguno de los tipos clasificados,  deberé sentirme satisfecho, pues laboro sobre bases y hechos reales y con elementos humanos. En ese caso, no me quedará otra alternativa que expresar, como en la nota preliminar con que se inician ciertas películas cinematográficas: “Estos personajes no pertenecen a ningún lugar o país del mundo, pero si alguien los llegare a observar en la realidad, ello será una mera coincidencia humana”.

                                                                                                                                  Prof. Dr. Alcides Greca

 

 

          

           I N D I C E

La aventura de vivir                                                                1

Miremos un poco el bosque                                                     4

El rumbo de mi vida                                                               12

 

La Universidad                                                                      19

           h El primer examen                                                  22

           h El primer aplazo                                                     23

             h Un compromiso de vida                                           25

           h La última materia                                                    27

 

La docencia                                                                           38

           h Naturaleza del docente                                         40

           h La vocación docente                                             41

           h Recuerdos de la docencia secundaria                      48

                  aUnos exámenes muy particulares                      48

                  aEl alumno atento                                               49              

                  aNémesis                                                           50

         

           El Docente Universitario                                                        59

            h Ingreso a la docencia Universitaria                         59

            h Los Concursos Docentes                                      60

                    h Como concursante                                        61 

                    h Como integrante de un  Jurado                      62

                    h El dictamen del Jurado                                  62

        

        Funciones fundamentales de los Docentes                                  64

                      h Dictar una clase                                                      64

                      h El examen                                                               67

                      h Recibir un examen                                                  69

                     h La calificación                                                        72

 

        Examinandos y Examinadores                                                    74

                       h Recuerdos                                                             77

       

        Algunas perlitas de la época de los tucumanos                           77

                            aEl negativo                                                        78

                            aDios es Justo                                                     79

                           aFui un maligno                                                     81

                            aCuestiones de deformación académica               83

                            aUn Concurso                                                     86

      

          Cumplimiento del Convenio                                                    88

 

          La Universidad Católica                                                         89

                    h La organización                                                       . 91

                    h El sistema de estudio                                                91

                    h El lema de la Universidad                                          92

                    h El núcleo docente fundacional                                    94

                    h Algunos recuerdos de mi paso por U.C.S,                 98

                           aLa coquetería femenina                                       98

                           aCosas propias de las alumnas                             99

                           aUna broma de Salón                                         100

                           aLas pruebas recibidas mediante cuestionarios

                               de opciones múltiples                                       .101

                           aEn defensa de la verdad                                    103

 

          La Universidad Nacional de Salta                                          105

                    h La situación política en 1972                                   106

                    h Planes de Estudios                                                  109

                    h La Capilla María Madre de la Sabiduría                 126

                    h Acciones de integración Académica                       131

         

 

 

          La asignatura que enseñé                                                       135

                    h Recuerdos de mi paso  por la  U.N.Sa                   141

                    h Los alumnos                                                           142

                    h Gira con los alumnos                                               143

                    h Visitas                                                                    143

    

              Recuerdos varios                                                              145

                          a¿Me perdonas Pepita?                                       145

                          aMi sobrino                                                        146

´                        aOtra metida de pata                                            148

                          aCuestiones del léxico                                          149

                          aLa palabra prohibida                                          150

 

          La Programación de la Carrera de Contador Público             151

                              h Vamos cuesta abajo                                      152

 

         Anexo

                           En Torno al Hombre – Dr. Alcides Greca             161

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Este libro se terminó de imprimir

en los talleres dela Imprenta

de la Facultad de Ciencias

Económicas, Jurídicas y Sociales

de la Universidad Nacional deSalta

 

Salta, Mayo de 2005

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



(^) Es la denominación que según mi concepto de la Moral merecen los autodeno-minados  Medios de Comunicación Social  con su aporte a la ‘cosificación’ del hombre.

{+} Sindéresis: Chispa de la conciencia que habita en la virtud de la Prudencia y que nos impide olvidar lo malo y lo bueno que hicimos.

(1) Alberdi, Juan Bautista: “El sistema económico y rentístico de la Confederación Argentina” – Tercera parte - Cap. V.

 

{+} DEL RIO, Domenico: Karol “El Grande”, Ed. Paulinas, 2004,  pág 210.

(2) Engañapichangas: Según el Diccionario de Regionalismos del Dr. Vicente Solá, es una voz que corre en las Provincias del Noroeste Argentino y que quiere decir simulación,  engaño o artificio del que se vale quien detenta el Poder o debe dar algo en retribución de un servicio.

 

(2) Delante de mi banco se sentaba  mi prima  Ketty,  su larga cabellera descansaba sobre mi pupitre; tomé como base un papel que, convenientemente doblado, me permitió con chinches fijarle los cabellos a la madera. A Ketty la llamaron a dar lección  y  allí se armó el problema.

 

(*) Los ‘cocachos salesianos’consistían en tomar con la mano izquierda las patillas del alumno y  levantarlo del banco, para luego sentarlo de un golpe dado en la  cabeza con los nudillos de la mano derecha  (menos el cura Consejero que era zurdo).

(3) A  esa etapa de la vida  me refiero en el libro ¡Carrera March... a tierra!

(4) Hasta más allá de la década del cincuenta,  los términos  “novio y novia” solamente se usaban  luego de haber recorrido el camino que se iniciaba con la “mirada de ojito” y seguía con el “galanteo”. Este era respondido por un ‘quizás’ que, según la entonación y el gesto, podía ser interpretado como una luz  de esperanza que autorizaba a continuar el camino, o ser el preludio de un ‘no’ a breve plazo.  Transcurridos con éxito esos pasos, recién podíamos decir ‘somos novios’. En la actualidad, puede ocurrir que por casualidad compartan un asiento de colectivo, y  al llegar a destino ya se denominan novios.    

 

(5) Diana  (la diosa cazadora). 

 

(6)   Cuando llegó el momento de mi casamiento, Pocha dijo: - Yo me caso en mi Parroquia, si quieres  casarte en la Capilla Privada  del Arzobispo,  búscate otra novia. - En esa cuestión, como en todos los cambios de opiniones que tuvimos, ganó ella.

 

(7) En una sociedad como la salteña, es común  el parentesco entre las familias tradicionales.

 

(9) Corallo, C.: Pedagogía de la Libertad; Turín,  1951.

(8) Aca: según el Diccionario de Regionalismos de Salta, del Dr. Vicente Solá, es materia fecal de persona o animal grande. La expresión ‘carajo’, de acuerdo a informaciones periodísticas, en el Congreso de la Lengua realizado en el 2004  en la ciudad  de Rosario fue aceptada como interjección  dicha para expresar un estado de ánimo.

 

(9) Pasados más de 25 años, compartiendo un asado el día de los estudiantes con docentes y alumnos de la Universidad Nacional, un alumno contó ese episodio como una  broma  que me había jugado un grupo en el que se encontraba su padre. O sea que, como suponía,  hubo una confusión,  creyeron que el vehículo era mío. Mi  Némesis guió  mis  indagaciones. Así supe que el causante había muerto y averigüé dónde estaba enterrado.  Concurrí al Cementerio, con la maligna intención de orinar sobre su tumba. Pero su cuerpo descansaba en un nicho de la tercera fila y hasta allí no llegaría. Por razones obvias nunca debe orinarse para arriba ni contra el viento. Mi conciencia me llevó a cambiar la intención. Recé un par de oraciones por su alma, luego le dejé un ramo de flores y le dije: “en nombre de Duilio te perdono, y confío en que Dios  también lo haya hecho”.

 

(*) Al respecto invitamos a  leer el libro Historia del Departamento de Ciencias Económicas de las Contadores Teresa R. Yánez y Rosa Afranllie de Montes. En la página 35 se refieren al problema (UNSA – Salta, 1992).

(+) N. del A.: Datos tomados del Estatuto de la Universidad Nacional de Salta.

(11)  GRECA, A.: En torno al Hombre.  Agregamos como “Anexo” el capítulo referido a Examinados y Examinadores.

(10)  IBIDEM,  pág. 113

(11) Caguila: Regionalismo del N.O.A, cuyo significado es “mezquino”.

(12) Junando: según el Diccionario de Regionalismos:  “Juna” es  un aféresis de “hijo de una ...!,” de tal suerte que “junando”, en la jerga lugareña, es  mirar con bronca o interés de insultar  de pensamiento.

 

 

 

 

(13) Anfranllie de Montes y Yánez, Teresa: op.cit., pág. 47

(14) La Universidad Católica de Salta – 1963-2003, Impresión por la Universidad, pág. 48.

(15) Universidad Católica de Salta -  Anuario 1969 – Sistema de Estudio, pág. 5

(15)  Enciclopedia  ESPASA - Suplemento - Espasa  Calpe, 1997,  pág. XXVIII

(16) IBIDEM.

(19) Prospectiva: Conjunto de análisis y estudios realizados con el fin de explorar o predecir el futuro. Disciplina que estudia las causas de los avances de las ciencias, las técnicas y las artes.

 

(20) CONFUCIO: Toi-hio  - N. De A:  El ‘Toi-hio’ y el ‘Liun-in’, son libros “sapiensales” chinos.

{*} COLMENARES, Luis Oscar – ESTUDIO HISTORICO DE SALTA –Tomo III –Consejo de Investigaciones de la U:N,Sa  -  1984 pg. 512

(21) COCCO, Felice: “El Estado”; Enciplopedia de Teología Moral; Madrid, 1953, pág 324.

(21) Consuntivamente: de “consuntivo”, que tiene la virtud de consumir. Es por ello que el control  consuntivo es el control de mérito final, donde se analiza si los créditos han sido consumidos para lograr los fines que motivaron su inclusión en el Presupuesto.  

 

(22) En Salta, a pesar que muchos ómnibus tienen boleteras, es el chofer el que corta los  boletos, acomoda 70 pasajeros en un ómnibus de 25 y, por supuesto, reniega.

(1) Nota: En  el idioma normal estudiantil  le llamamos ‘olfa’ o ‘chupamedias’.

(2) Nota:  Es doloroso comprobar que muchas veces entre los lanceros se eligen los representantes de los estudiantes a los claustros estudiantiles  

(3) Greca, A.: El complejo de inferioridad como factor de éxito