CAPÍTULO 7
Los Oficios

"Porque yo sé también que el que trabaja
no se da tiempo para hacer dinero
y que cuando destape un agujero
lo tendrá que tapar con su mortaja"
                                                      Walter Adet1

Bernardo Frías en sus "Tradiciones históricas de Salta" describe el barrio de los artesanos, conocido como La Banda, ubicado en la zona Sur de la ciudad. El diario El Tiempo informa que ese barrio era:

"[...] la parte más poblada de la ciudad... es por excepción el barrio de los pequeños talleres, zapaterías, platerías, colchonerías, sombrererías, herrerías, carrocerías, costurerías, peluquerías y fondas. De puerta en puerta se puede notar que esa humilde gente en algo trabaja con empeño para ganarse el pan de cada día... antes de la Ordenanza abundaban los boliches. Sólo subsisten las pulperías, en cada esquina hay una..."2.

En realidad "pulpería" es una palabra típicamente sureña, con la que el periodista designaba las populares chicherías de los abajeños y arribeños, tan frecuentadas por la gente de los suburbios y que luego dieron paso a boliches y bodegones.

Esta barriada, muy poblada para la época, servía de asiento a muchas familias que se ganaban la vida con los más diversos trabajos. Sus servicios eran requeridos por gente de todos los niveles sociales. Sus ganancias y clientela dependían de la habilidad y destreza probada en el oficio. Entre los artesanos, a los más experimentados, hábiles y respetados se les llamaba maestro del oficio. Pasamos a describir los oficios más importantes.

Talabarteros: era una de las ocupaciones más requeridas por la comunidad por la existencia de buen número de finqueros, propietarios, puesteros venidos de zonas aledañas que usaban caballos, para todo tipo de menesteres. A esto debemos agregar el transporte de tracción a sangre: mateos, sulkys, carros, pompas fúnebres, todos con el uso obligado del caballo. Los talabarteros fabricaban desde botas hasta sillas de montar, bridas, frenos, taleros, estribos, en fin, todos los enseres del jinete. Hacían desde los trabajos más sencillos hasta los más finos y delicados, según los gustos y dinero de la clientela.

Zapateros: En este gremio predominaban los apellidos italianos como Briones, Oiene, Ciotta. El zapatero era oficio artesanal. Hacía reparación de calzado y además confeccionaba todo tipo de zapatos y botas a medida, para una exigente clientela.

La gente de la campaña solía venir a la ciudad para arreglar su calzado y hacerse botas nuevas. El zapatero que carecía de herramientas especiales o no sabía hacer el "carrujado" -arruga en forma de bandoneón especial de la bota del gaucho- debía recurrir al carrujador para el acabado de las botas.

Plateros: se encargaban de hacer cuchillos, hebillas, los adornos de los sombreros, los infaltables mates, bombillas, vajillas completas y arreos lujosos con sinnúmero de adornos para los corceles de la gente adinerada. También labraban joyas finísimas. La labor del platero requería paciencia y solo se obtenían buenos ingresos dedicándole mucho tiempo.

Don Humberto, de 74 años, prestigioso platero salteño, nos cuenta sobre sus experiencias en este delicado oficio:

Pregunta: ¿Cómo se inició usted. en el oficio de platero.?

Humberto: Yo soy clase 28. Nací en Salta hace 74 años y estoy en el oficio desde chico. Mi padre se llamaba Escolástico Ceballos y era maestro en el oficio y él me ha puesto en el oficio este. Yo no quería pero mi padre me ha puesto y en ese tiempo había que hacer caso. Pero mi papá era muy superior a mí. Era maestro, enseñaba el oficio y tenía muchas ideas. ¡Hacía cada trabajo! Porta retratos preciosos, todos los asuntos de gauchos cintos, puñales,: riendas, sillas enchapadas en plata, aperos. Todo de plata porque antes no se conocía la alpaca, todo era de plata. Mi papá ha sio socio fundador de los Gauchos de Güemes. El era gaucho y trabajaba para todos los gauchos. No había un solo gaucho que no llevara una prenda hecha por don Escolástico Ceballos. (En su taller se pueden apreciar trabajos notables de este artista platero. Sillas de montar enchapadas en plata, arreos: riendas, estribos, espuelas, etcétera). Mi papá ha viajao a Buenos aires en el '47 con otros siete gauchos salteños a saludar al General Perón. Han ido delegaciones de todas las provincias y de aquí han ido siete con caballos peruanos, hermosos ¡semejantes animales! [...] y los gauchos de Salta eran los mejor vestidos.

Pregunta: ¿Usted pudo estudiar?

Humberto: No, no he podio estudiar. Mi padre no me ha mandao. Eso es lo que más me ha dolio en la vida, lo que más me ha dolio, y eso uno lo lleva adentro.

Pregunta: ¿Sabe quién empezó a trabajar aquí con alpaca?

Humberto: ¡Yo! Porque aquí ni se conocía la alpaca. Pero ahora más se trabaja la alpaca que plata.

Pregunta: ¿Cuántos años tenía cuando comenzó el oficio?

Humberto: Como le digo yo empecé con este oficio a los 14 años y ¿sabe cuántas horas trabajaba? No había ocho horas. Yo trabajaba doce o catorce horas por día con mi padre para ayudarlo y así hemos llegado a tener la "Platería La Regional" en la calle San Martín al ochocientos, que era una de las más grandes de Salta. Ahí trabajaban muchos maestros. De eso hace fácil sesenta años.

Pregunta. ¿Recuerda los nombres de algunos de esos maestros?

Humberto. Me acuerdo de Ezequiel Salva, que trabajaba con mi papá y aquí, había el taller Cáceres que era la platería más grande de aquí hace como cincuenta años, hermosa, bien instalada, era de Julián, Luis y Víctor Cáceres. Y Julián era un gran maestro. Mire, aquí tengo una lima guardada de recuerdo de otro gran maestro, se llamaba Washington Álvarez. Los maestros competían por quien cincelaba mejor.

¡Hay tantas cosas para contar! Por que ha sio un vuelco tan total la forma en que se trabajaba antes a la de ahora. En veinte o treinta años ha sio un vuelco total. Antes todo era a mano. No había máquina, no había nada. Se trabajaba a lima, se pulía a mano miles y miles de piezas, había que estar horas y horas lijando a mano. Uno se pone a pensar por ahí, había que estar loco pa hacer eso. Para amoldar había que buscar un barro especial en el río y había que estar martillando horas y horas para hacer los moldes donde se volcaba la plata fundida. Ciertas herramientas las hacía el mismo artesano y usábamos mucho la morsa para limar, la bigornia, los cinceles, los punzones y el yunque por que se trabajaba mucho a martillo. Lo más importante para trabajar era el martillo. Se fundía la plata y a martillar. Ahora viene la máquina y saca rápido todas las molduras. Antes había que hacer una por una. Ahora la pulidora lija en un momentito. Antes con un palito de madera, horas y horas, meta lijar.

Pregunta: El oficio de platero, ¿era un oficio bien pagado.

Humberto: No era muy bien pagado, no ganaba pa hacerse de mucha plata, pa vivir nomás. Se ganaba poco en el tiempo ese. Mi padre ha llegao a tener su taller y una casa propia, porque ganaba más o menos tres pesos por día, le hablo de sesenta años atrás, pero eso ganaban solamente los grandes maestros, los otros ganaban dos pesos o menos, nomás. Pero en ese tiempo la carne costaba veinticinco centavos, el pan diez centavos, la verdura era bien barata. O sea que con un peso usted podía comer bien.

Pregunta: ¿Existía alguna asociación o gremio de plateros?

Humberto: Hace veinte o treinta años, ya no me acuerdo bien, se ha formao una asociación de plateros, pero ha durao muy poco. Antes cada uno se las arreglaba solo pero los plateros, los maestros de antes eran artesanos muy respetados.

En este momento le digo que en Salta hay muchos plateros, Salta es la cuna de los plateros. En otras partes se han muerto los padres y los hijos no han querio seguir con el oficio. Eso pasó en Tucumán, La Rioja y Catamarca. Ahí había buenos plateros pero ya no queda nada.

Pregunta: ¿Qué trabajos importantes realizó en su oficio?

Humberto: Ese cofre que le he hecho para los reyes de Bélgica, que han venio a Salta en los años '60, (hace referencia a la visita de los reyes Balduino y Fabiola de Bélgica en 1965) que ha sio una cosa tan preciosa que me ha salio, que me ha llevado tanto tiempo. Eso me lo encargó la Municipalidad y me pagaron la plata que yo pedí y me han felicitao. Eso llevaba plata pura y muchas incrustaciones de oro, cincelado todo y también le hice la llave pal rey (refiere a la llave simbólica de la ciudad que suele entregar el Intendente a los visitantes ilustres) y la llave llevaba incrustaciones de oro también. Cuando ha venío el Dr. Illia, siendo presidente, a poner la piedra fundamental del dique Cabra Corral, me han encargao la llave para Illia y la he hecho de plata con oro. Eso me lo ha encargao también la Municipalidad.

Las farolas que acompañan al Señor y la Virgen del Milagro también las he hecho yo y la plata la ha puesto el pueblo de Salta. Han pedio por los diarios que la gente done cosas de plata para el Señor y la Virgen y todo el pueblo ha donao monedas, jarros, medallas, anillos, todo, lo que sea han donao para hacer las farolas esas. Ese trabajo también me lo ha encargao la Municipalidad. El conjunto Los Chalchaleros (uno de los primeros conjuntos folclóricos que se formaron en Salta en la década de los '50, mundialmente conocido) me ha encargao las rastras de plata, de modelo único, que las usan hasta el día de hoy. Les hice siete rastras de plata fina, hace como cuarenta años y esas rastras ellos las han llevao por todo el mundo.

También por encargo de la Municipalidad he hecho una guitarra con la boca de oro, las cuerdas de oro, toda con oro, clavijas, todo, para donarla al Museo Pajarito Velarde y se la robaron.

Le hice, también un trabajo para Eduardo Falú, (conocido guitarrista y compositor salteño) un puñal hermoso. También trabajos pa Los Cantores del Alba. Antes se hacían trabajos muy bonitos pero, ahora, quién le paga.

Para que el trabajo salga bien hay que hacerlo con mucho amor, para que salga hermoso. Y uno feliz cuando ve la pieza terminada. Como le digo hay que tener mucha paciencia, mucho cariño, entonces sale lindo y principalmente que no lo apuren, con apuro no sale nada bien.3

Sombrereros: oficio provechoso, por ser el sombrero adminículo indispensable tanto para los señores como para mujeres y hombres de los sectores populares.

Costureras: encargadas de todo tipo de costuras. Algunas se especializaban en la confección del traje de gaucho, laboriosamente trabajado, tanto el saco como la bombacha, con finísimos bordados.

Sastre: especialista en la confección de ropa masculina. Oficio bien remunerado pues debido a la mentalidad de la época desde el más encumbrado ricachón, al último tinterillo, debían vestir de traje y corbata. Sastres, pantaloneras y chalequeras formaban distintas categorías, según su habilidad y su clientela. A los más famosos se los nominaba "maestro sastre". En el oficio existían tres jerarquías. Los de primera categoría eran aquellos de "buen corte" y una excelente terminación.

De segunda categoría eran los que se llamaban de "media medida" y confeccionaban ropa tipo standard y de tercera categoría realizaban todo tipo de ropas masculinas.

Don Miguel Ángel, quien en su infancia fuera cadete de una sastrería describe el trabajo realizado en los talleres del negocio:

Pregunta: Así que usted, desde muy chico trabajó como cadete en la Tienda y Sastrería "Campanella."?

Miguel Ángel: Sí. Me acuerdo que entonces estaba la confección que hacía la fábrica por talles pero no a medida del cliente. Eso se llamaba "a la cargazón", cuando se hacían trajes, camisas o blusas en grandes cantidades. Esto era totalmente distinto al traje encargado "a medida".

Las sastrerías más importantes eran "Campanella", "Sily", "Morales y Peña", "La Mundial" "El Guipur" y "Railop" (Ramírez y López).

El traje de varón traía tres prendas principales: saco, pantalón y chaleco. Luego estaba lo que se llamaba el "ambo", sólo saco y pantalón. En las sastrerías cada uno se especializaba en la confección de cada una de las prendas. El cliente concurría a la sastrería a tomarse las medidas. Luego en papel trazaba el molde del traje y se cortaba. El trabajo de cortado en las sastrerías finas lo realizaba exclusivamente el cortador. Después se distribuía cada prenda, para ser cosida. El saco la más importante y difícil de las prendas se entregaba al saquero. Los saqueros, en 95% eran hombres, se consideraba que no era un oficio apto para mujeres porque la plancha de sastre era grande y pesaba entre cinco y siete kilos. El chaleco que era una prenda más liviana, era realizado en gran parte por mujeres. Era un trabajo hecho con gran dedicación y paciencia por las mujeres, muy meticuloso por los ojales, eran armados uno por uno y tejidos con un sedal grueso y trenzados, paso a paso; eran de seis a diez ojalillos según el modelo. La plancha era liviana y no se necesitaba gran esfuerzo físico pero sí vista y habilidad. Yo recuerdo a doña Ermelinda Tapia que vivía en calle Laprida, muy buena chalequera. Lina Tótaro que vivía en la calle Mendoza, ella y su madre eran pantaloneras, porque las italianas eran buenas para la costura y el tejido.

El pantalón era confeccionado indistintamente por mujeres y hombres. Por supuesto que un buen sastre sabía hacer de todo pero habían verdaderos especialistas que se dedicaban a cada prenda con todos los detalles, por la gran demanda que había. Entonces, al sastre, le convenía llevar a estos especialistas que trabajaban rápido y bien. En 1956, en la sastrería "Campanella" las planchas todavía eran a carbón, pero irrumpieron las planchas eléctricas para sastres que se vendían en la "Casa Cassafi" que funcionaba en la Galería Baccaro. Este comercio estaba dedicado a la venta de artículos para sastrería por mayor y menor. El sastre era un obrero calificado que tenía buenas remuneraciones y que podía trabajar en el taller de una sastrería o en su casa de manera independiente. Las grandes sastrerías tenían el taller adentro y hasta veinte sastres trabajando allí y a su vez tenían especialistas que trabajaban en su domicilio.4

Don José, maestro sastre, refiere pormenores de su oficio:

Pregunta: ¿Cómo llegó a convertirse en maestro sastre?

José: a los 13 años, cuando terminé 6° grado mi padre, que era sastre me dijo, "hijo yo no puedo darte estudios, tenés que aprender un oficio", así que desde entonces comencé como aprendiz.

Este es un oficio muy ingrato que lleva mucho tiempo aprender, de muchos detalles. Ya no hay chalequeras y pantaloneras y todo lo tengo que hacer yo. Ahora todo es tipo estándar y no hay quien haga el trabajo bien hecho. Además este trabajo, de la costura es una cosa muy esclavizadora, a veces uno no tiene tiempo ni de visitar a los amigos, ni de conversar con ellos y hay que trabajar hasta el domingo para poder cumplir. Yo tengo que entregar el traje tal día, a tal hora porque el cliente lo necesita y sino se termina no se cobra, pero hay que entregarlo.

Así como le digo, en este oficio la más de las veces no se trabaja ocho horas diarias, a veces hasta doce horas diarias, se trabaja.

La palabra sastre, ahora a cualquiera se le dice sastre, pero antes, un maestro sastre era el que sabía cortar toda clase de prendas, hasta smoking y jacket. Es maestro sastre el que sabe cortar y hacer de todo. Eso es lo bueno del oficio, la satisfacción que uno tiene, es el hacer bien un trabajo. Ahora, con todo esto que nos metieron, la modernización, la globalización, han echado a perder todo. Han metido todo lo mediocre y malo de afuera.

Pregunta: ¿Era un oficio bien pagado?

José: El oficio de sastre no ha sido tan bien pagado, en realidad. Yo he conocido muy buenos sastres que escasamente han podido tener su casita, escasamente jubilarse y a puro esfuerzo hacer estudiar a los hijos, nada más que eso, no han tenido auto, ni esas cosas, yo tampoco las he conocido.

Yo he trabajado en todos lados, en tantos años de oficio: para Campanella, Syli, La Mundial y El Guipur. Campanella no era sastre, era el capitalista, el que tenía la plata pero conchababa sastres de primera categoría. Y ahí se vestían desde el gobernador hasta todos los funcionarios importantes. Syli hizo lo mismo y ahí dentro se hacía escuela, se aprendía el oficio. Yo, en la época de Perón, trabajé para Syli pero los sueldos no eran buenos porque los convenios de trabajo que se hacían a nivel nacional, como eran rubros de artesanía, los sueldos eran bajos. Así que decidí trabajar por mi cuenta. Pero el gremio del vestido ha sido siempre de sueldos bajos, como el gremio de la construcción. Habían convenios nacionales que establecían sueldos de acuerdo a la categoría. Esto empezó por los años cuarenta, cuando comenzó a darse a conocer Perón y se empezó a controlar que se respetaran las categorías y salarios que correspondían. Había que esmerarse mucho, sacrificarse mucho para llegar a ser un maestro de primera categoría y tener buenos clientes Antes no se trabajaba con máquinas modernas. Esas máquinas recién han empezado a salir antes del '50. Antes había que trabajar "a mano". En las grandes sastrerías no sólo se hacían los trajes y sobretodos sino también las camisas, las corbatas, hasta los moños se hacían a medida. Eran artistas, como los que se especializaban en las prendas del traje de gaucho.

Pregunta: ¿A qué sindicato estuvo afiliado?

José: Yo, por los años '60 me asocié al Sindicato de obreros del Vestido, pero ese gremio venía, ya, desde los años '30. Una vez que uno aprendía el oficio, ya se podía afiliar.

Pregunta: ¿Usted recuerda a algunos renombrados maestros sastres?

José: Sí, por ejemplo don Antonio Cenzano hombre muy noble, muy leal, buen maestro que a mí me enseñó mucho. El enseñaba el oficio en el Colegio Salesiano. Allí se aprendía sastrería como desde los años '40. Otro sastre que me enseñó mucho fue don Alfredo Aparicio. Yo tuve el gusto de trabajar con él. Muchos no eran buenos maestros, eran egoístas y no querían enseñar para tenerlo a uno al servicio de ellos.

En la época buena de Perón, iba yo con el maestro a dar vueltas por todo el norte de la provincia, donde estaba YPF, el Tabacal y todo el mundo se hacía trajes a medida. Nosotros íbamos, tomábamos las medidas, volvíamos y hacíamos todos los trajes encargados y después, otra vez al Norte a entregar cuarenta o cincuenta trajes. Imagínese, para que el obrero se dé el gusto de hacerse ropa a medida, cosa que hoy ni remotamente se puede hacer. ¡Qué épocas, señora, que no vuelven más! Trabajaban todos, los saqueros, pantaloneros, chalequeros, todas las especialidades. Ahora no es lo mismo. Los clientes que tengo son los que me quedan de antes y que me conocen. A veces hay solamente un traje por mes para hacer. O vienen y me traen un traje comprado para que se lo arregle y tengo que agarrar porque no hay trabajo. ¡Mire a lo que hemos llegado! Un sastre después de una vida de trabajo tiene una jubilación de $ 200. Hay un amigo sastre que me viene a visitar y me dice, pensar que antes había sastres por todos lados. Ahora ya casi no quedan. Ahora hay talleres, pero son arregladores, costureros, pero no maestros de oficio. Yo tenía un sueño. Mi sueño era algún día poner mi propia sastrería en el centro pero, vino esta globalización y todo se vino abajo y ahora ya no puedo ni pensar.5

Hiladores y tejedores: Oficios indispensables para proveer de vestimenta a los grupos populares con la confección de ponchos, mantas, rebozos, picotes y barracanes.

Carpinteros y ebanistas: En los primeros su quehacer variaba desde muebles de todo tipo: puertas, ventanas, muebles rústicos. Los ebanistas eran artesanos calificados, muy contados y bien pagados. Hacían muebles con finísimas moldeaduras que aún hoy adornan las casas señoriales.

Nuestro inapreciable colaborador, don Carlos, evoca a su hermano José de oficio carpintero y ebanista.

Carlos: Éramos catorce hermanos. Mi viejo era maestro de escuela. No pudo hacernos estudiar pero mis hermanos tuvieron oficio porque mi viejo se avivó de mandarlos a la Escuela de Artes y Oficios6 que había en ese tiempo. Ahí te enseñaban de todo, hasta el oficio de enfermero. Quedaba en la calle Buenos Aires, antes de llegar a la San Martín. Ocupaba casi media manzana. Los talleres donde enseñaban eran unos galpones grandes. Así, mi hermano mayor era sastre, otros tres peluqueros y José era carpintero. Los peluqueros trabajaban en forma independiente en sus salones o bien, como empleados en salones del centro que funcionaban como peluquerías y salón de lustrar.

El de carpintero era un oficio delicado porque en ese tiempo se trabajaba a mano, no con máquinas como ahora. Todas las caladuras para meter la espiga de los travesaños de las puertas se hacían a mano, con el formón, a serrucho y a escofina y después encolaban con cola que disolvían a fuego, en cacerolas grandes en tachos, a lo que se llamaba al "baño maría". A las puertas, principalmente a las de entrada, se les hacían dibujos a mano con el buril. Esos trabajos de ornamentación eran especiales, fuera de lo común, ¿no? Esos trabajos especiales los hacían los ebanistas. Antes sabía venir una madera oscura de superficie brillosa, una madera preciosa. Le decían ébano y con esa se hacían trabajos finos, eso hacía mi hermano José cuando trabajó de carpintero en Vespucio y trabajaba para Y.P.F. Ahí hacía escritorios para los "capos" y armarios de primera, todo con adornos y ornamentos. Ahí en Vespucio se hacían todos los muebles finos porque tenían la madera a mano. ¡Todo han devastao los comerciantes, ahí en Orán! Era la localidad cumbre en cedro y ya no hay casi nada. Ahora hay que ir a buscar cedro a Bolivia.7

El carpintero don Juan de Dios, nos cuenta de su oficio:

Pregunta: ¿Cómo y dónde aprendió el oficio de carpintero?

Juan de Dios: Yo nací en La Viña y cuando he terminao la escuela primaria, 6to. grado era entonces, he venío a vivir a Salta.

Yo quería ir a la Escuela de Artes y Oficios que estaba en la calle Buenos Aires. Pero mi tía me ha puesto interno aquí, en el Colegio Salesiano, porque me había conseguio media beca y así se facilitaba la cuestión. Ahí i terminao el 5to. año y, como en ese tiempo el Salesiano era un instituto politécnico he aprendio el oficio de carpintero. Entonces i empezao a trabajar como oficial en el mismo Salesiano. En ese tiempo se trabajaba a destajo. Era un trabajo duro, se trabajaba de diez a once horas por día. Se ganaba como jornalero pero los curitas pagaban puntualmente.

En la carpintería hay varios rubros: Está en primer lugar, el carpintero carrocero que antes se usaba mucho pero ahora ya no. Era el que hacía carros, ruedas de carros, coches, jardineras, enllantaba las ruedas, ponía los rayos. Segundo, el carpintero ebanista que hacía exclusivamente muebles finos, muebles suntuosos, de primera, como juegos de comedor, de dormitorio, de livings.

Tercero está el maestro tornero. Por ejemplo, viene un cliente y nos pide muebles tipo español de patas torneadas. Entonces ese trabajo se lo encarga al maestro tornero, porque el carpintero trabaja juntamente con el lustrador de muebles, el tapicero, el tornero y el ebanista que sabe hacer detalles finos. Después, está el modelista que antes se usaba mucho y ahora no se usa. Ese carpintero era fino; tenía que tener una mano especial porque sobre el molde que él hacía se fundía el hierro y se hacían sierras, volantes, poleas, cojinetes y ruedas.

También estaba el carpintero tallista que es el que hacía los dibujos de los muebles, los motivos de adorno como flores, hojas, bueno pero esos eran artesanos, artesanos muy especializaos.

También está el carpintero de obra que es el que hace puertas, ventanas, placares y toda la carpintería de construcción.

Otro es el carpintero galponero que se dedica hacer galpones y el carpintero mueblero que hace toda clase de muebles comunes.

Antes el trabajo era casi manual, era un poco de arte. Ahora todo es máquina nomás, ya no se lija más, no se cepilla más, no se lustra más. Antes se lustraban los muebles con alcohol o con piedra pómez envuelta en trapos. Para lustrar un juego de dormitorio se tardaba una semana porque se lustraba "a muñeca". Ahora viene todo listo y con el soplete y el tiner en un rato está todo lustrado.

Antes para encolar los muebles se usaba la cola molida, había que prepararla, molerla, golpearla, echarle ajo para que tenga más resistencia y consistencia, hacerla hervir a "baño maría" y usarla caliente. Era algo muy trabajoso. Ahora ya viene la cola sintética.

Las herramientas más usadas por todos los carpinteros eran el serrucho, formón, martillo, escofina, garlopa, garlopín, taladro, destornillador, cepillo, escuadra. Y cuando se trabaja con las máquinas hay que estar muy concentrao porque es un accidente muy común que uno se corte un dedo. Hay muchos carpinteros con el dedo moto.

Pregunta: ¿Usted alguna vez se afilió a un gremio o sindicato de carpinteros?

Juan de Dios: Por el año ‘54 o ‘55 había un Sindicato de Carpinteros que estaba en calle Caseros y Bolívar y estaba dirigido por un señor Barraza. No sé cuándo lo habían fundao. Debe haber sido en el tiempo de Perón. Porque los sindicatos han nacio en ese tiempo, pero yo nunca me afilié.8

Herreros: Oficio duro que requería, además de habilidad, gran fuerza física. Al no existir la soldadura, trabajaban con remaches o con caldas. Estas consistían en preparar el hierro al rojo y luego unir ambas piezas con la calda entremedio. Así se conseguía la fusión sobre el yunque a golpes de martillo de las piezas.

También hacían por medio de la calda las ruedas de los carruajes, artísticas rejas y herraje de animales.

Don Dardo, de 65 años, hijo y nieto de herreros, muestra orgulloso su taller de herrería convertido en Museo del oficio y comenta:

Dardo: Conocí tres grandes herrerías en Salta: la de don Valentín Villanova, la de don Briones y la de don Domingo Barrá. Se dividían en secciones, según los tipos de trabajo y en ellos se producía herrería de obra y de forja, rejas, puertas, ventanas, mamparas con dibujos para vidriados tipo vitreaux. En el taller de don Vilanova trabajaba un muy buen herrero de apellido Flores que no sabía leer ni escribir. Yo con dieciocho años, por disposición del patrón, lo secundaba. Flores tenía un sistema muy personal para medir, tenía una cinta de hule que usaba como metro, con marcas y señas que sólo él interpretaba, pero más medía con la palma de su mano y con el brazo también. Una medida era desde la punta del dedo pulgar hasta la punta del dedo meñique o desde el pulgar al índice o del pulgar a la punta del codo y si hacía falta, los espesores de los dedos y jamás hizo "carne" que era como decíamos nosotros, cuando alguien se equivocaba e inutilizaba el material. Eso hasta que su esposa lo obligó a ir a la escuela nocturna donde se instruyó y comenzó a cometer algunos errores en su trabajo.

En el taller teníamos ventiladores eléctricos y tres fraguas con sus respectivas bigornias y utilaje y su carbonera. Se hacían concursos entre los forjadores y era sacar el rizo casi listo en todo su vuelo desde la fragua. La forja tiene sus secretos y es especialmente en la seguridad del sostén del material con la tenaza adecuada y en la forma del agarre. Si se duda o no es seguro el puño se escapa de la mordida y salta, ese trozo candente que hay que transformar y, en una comba puede sacar un ojo, una oreja o marcar para siempre al herrero, además de la burla eterna de los compañeros. Yo conocí un herrero de apellido Torres, mocho le decían. Tenía un borrón liso por una quemadura desde el maxilar derecho hasta la sien y, una oreja repollada como un ñoqui, que los malos le decía oreja i´ ñoqui. Algunos decían que el que trabaja con la fragua se envicia, se hace adicto. Lo que sospecho es cierto pues el carbón de piedra expide ese humo y gas que gusta y, además dar forma al hierro, realmente, es una sensación de poder. Trabajar en la fragua no es para todos, es decir, sólo para aquellos que se avienen a reconocer en el fuego a un igual. Te respeto si respetás, parece decir el fuego, en su crepitar de llama y humo. Y es cierto. La distancia del cuerpo con el borbotón de llama es primordial al retirar el material caliente. Este nunca debe ser elevado venteando la "cama", sino tirando como si estuviera clavada, suave pero firme, según el tiempo calentado y si está en corriente de aire. El aire produce una "chala", una película de óxido que al llevar a la bigornia se debe "descamar" y soplarla todo en un solo movimiento y sobre el punto, ejecutar el trabajo. Por eso la fragua está fuera de la luz solar y de corrientes de aire. No faltan las quemaduras que generalmente se producen en las palmas de las manos. En el apuro, muchas veces se dio que se tomó con las manos el hierro caliente y es una quemadura que, a simple vista no se delata pero que quema adentro. Uno se da cuenta cuando ya lo ha "mordio" y es una quemadura profunda. Es preferible cuando está colorado porque resbala y quema igual pero superficialmente o no tan profundo como el de la otra forma. De estos accidentes nadie estaba a salvo.

Estos talleres los conocí por el 1952. Yo tenía habilidad para la forja y eso hacía que me respetaran los maestros mayores. Hijo de herrero, también tenía tíos herreros y otros plateros, artesanos del metal a los que se conocía por "maistros" del metal como era la forma habitual, para dirigirse a ellos por la gente. Como por ejemplo los maistros Calas, dos hermanos herreros, dedicados al trabajo de hacer frenos, espuelas, estribos, asideros. Los hacían "llanos", vale decir lisos o trabajados, vale decir con dibujos sobre el metal cincelando cintas, rizos o guardas. Después estaban los "chapacados" que consistían en una cubierta de plata a la que burilaban dibujos. Otro trabajo fino eran los incrustados al que entremetían un hilo de plata, una suerte de damasquinado. Los hermanos Cala, eran muy celosos de su trabajo. Si alguien traspasaba su puerta, ellos paraban su tarea, cubrían con su delantal la obra y atendían al molesto visitante. Yo logré hasta espiarlos debido a que era amigo de sus hijos. La explicación de mi amigo sobre esta conducta de esconder su trabajo era la creencia de que el trabajo se podía mostrar sólo cuando estaba terminado, caso contrario, la pieza, se enojaba y era como ver a alguien desnudo, malográndose o mostrando fallas. Mi amigo conocía todos los secretos del trabajo pero luego que salió del Servicio Militar parecía odiar el oficio y dejó de trabajar en herrería.

Otro herrero conocido era don Manuel Viñabal, también dedicado a producir este tipo de trabajos y que surtía a las talabarterías "El Potro" de Antonio Gana, "El Tigre" de los hermanos Chaile, "El Elefante" de Sixto Miranda, "La Bola de Oro" y "Barquín". Después se fue transformando la cosa y se fueron perdiendo esos usos. También se fue perdiendo el uso, y a su vez, los maestros herreros carrojeros, los que arreglaban sulkis, coches, como los herreros herradores que hacían herraduras y herraban a los animales que por toda la ciudad estaban diseminados pero, muy especialmente por la calle Pellegrini desde el puente i ' fierro hasta la San Martín.

El humo y el canto de las bigornias comenzaba temprano hasta la noche. Tenía yo un amigo herrero, herrador y carrojero de apellido Velarde, orgulloso de su oficio, que mostraba un respeto amplio por el trabajo; forjaba herraduras para caballos que tenían número (como decir el número de calzado en las personas). Hacía también herraduras para percherones, los famosos caballos de pompas fúnebres y herraduras para caballos de carrera que tenían que tener poco peso y eran toda una obra de arte.9

Relojero: Era un oficio importante pues el reloj de cadena se convirtió en adminículo imprescindible para alardear de riqueza y complementar el atuendo masculino. Recordemos retratos y fotografías de época donde pueden verse caballeros de opulentos vientres cruzados por una gruesa cadena de oro que sostenía en su extremo un lujoso reloj del mismo metal. El tinterillo lo sujetaba con un cordón y lo tenía siempre a la mano en el bolsillo del chaleco. Frente a tal moda no es de extrañar la importancia de este oficio.

Fotógrafo: Oficio difícil por el costo de la máquina y el largo aprendizaje requerido para ejercerlo. El fotógrafo placero, de los domingos y feriados se constituyó en verdadera institución. En la plaza central y en el parque, en las tardes domingueras se veían familias haciendo cola para retratarse, parejas de novios, empleadas domésticas y conscriptos del interior. "Sacarse la foto" era toda una ceremonia. El fotógrafo, oculto tras una tela negra, indicaba a los clientes las mejores formas de posar para salir bien en la fotografía. Con su oficio, ejercido con verdadero arte, documentaron la evolución urbana, las fiestas, escenas de la vida cotidiana, modas, costumbres, personajes y legaron en imágenes valiosos testimonios de época.

Don Antonio, conocido fotógrafo del medio, comenta sobre el oficio del fotógrafo ambulante.

Pregunta: ¿Cómo trabajaba el fotógrafo placero?

Antonio: En la cámara placera todo el proceso de revelado se hacía dentro, en el mueble de madera que sostenía la máquina. Allí estaba el "cajón cámara" asentado sobre un trípode que tenía depósitos con revelador y fijador, o sea que todo el proceso de revelado se hacía en quince o veinte minutos. El fotógrafo decía vaya a dar una vuelta y cuando el cliente regresaba ya estaba lista la foto, aunque todavía medio húmeda. El trapo negro con que el fotógrafo cubría su cabeza servía para impedir el paso de la luz exterior y así poder enfocar bien con el objetivo.

El sistema de fotografiarse en la plaza era un poco más barato que ir a la casa del fotógrafo. El primer fotógrafo que llegó a Salta fue Lacroix, en 1868. A comienzos del siglo XX estaban ya instalados los fotógrafos: José Sallent, Lorenzo y Aníbal Musso, Hinojoso y Valle que se hicieron muy conocidos y tenían una buena clientela.10

Curandero/a: Oficio que involucraba tres roles en uno: curandera, adivina y bruja, roles siempre vigentes en el Noroeste por estar muy ligados al saber y a la cultura popular, aunque sus servicios eran requeridos por sufrientes de todos los sectores sociales. Oficios respetados y ejercidos, indistintamente, por hombres y mujeres. El curandero / a sentaba su buen nombre y prestigio en la regularidad y eficacia de sus intervenciones. Sólo así lograba una clientela fiel y numerosa. Los curanderos tenían varios tipos de acciones terapéuticas consistentes en una serie de ritos manuales, conocimiento de yerbas medicinales a las que unían rezos y conjuros. Existían los que curaban por secreto: empacho, susto, caída de la paletilla, verrugas, mal de ojo y otros males. Algunos componían a tirones los huesos zafados y quebrados.

En el campo eran los únicos sanadores a quien los pobladores podían acudir. Allí tenían especial importancia los "desbichadores". Estos curaban por el rastro al ganado. De ellos nos habla doña Ceferina pues su padre curaba animales de esa manera:

Pregunta: ¿Qué trabajos hacía su papá?

Ceferina: Peón era, hacía de todo en la finca y además curaba los animales por secreto. Tenía amontonada la creolina porque no la usaba. Los animales se agusanaban y se embravecían. El se iba al monte tras la hacienda, a curarlos y los curaba por el rastro, porque quién se arrima a un animal enfurecido. El iba de lejos, los miraba y los curaba. Al cabo de un tiempo se caían todos los gusanos y sanaba el animal.11

Don Aldo, de 72 años, hasta hoy recuerda como su vida fue salvada por una curandera:

Aldo: Mi madre recuerda que cuando tenía más o menos un año comencé a no comer y adelgazar en forma alarmante. Acudió a médicos de Salta y Tucumán sin resultado positivo. Sin saber a quien acudir una amiga le aconsejó llevarme a una curandera de la Banda de Río Salí. Una vez en casa de la curandera, siempre por relato de mi madre, me tomó ambas piernas, las midió y al ver que una estaba más larga que la otra me dio un fuerte golpe con la palma de la mano, en las plantas de los pies y hasta hoy. Este mal se llamaba la "caída de la paletilla" y no había médico que pudiera curarlo".12

Don Carlos, nos habla de una curandera:

Carlos: La zona donde hoy está el matadero, en la avenida Independencia, todo eso era monte y ahí vivía una curandera famosa. Venían de todas partes a verla, venían de otros barrios, del campo, principalmente con criaturas a las que les tiraba "el cuerito".

La gente pobre no iba al médico, iba a los curanderos. ¡Si la visita al médico costaba $ 5, qué iban a ir! Pero mi vieja tenía remedios pa ' todo.13

Hicimos referencia a los roles de las sanadoras. Para la prensa escrita todas eran brujas y adivinas que realizaban sus sortilegios y curaciones en un cuarto cerrado y lleno de sahumerios para espantar a los malos espíritus. La creencia en los "malos espíritus" -y en otros males "externos"- se agudiza cuando una sociedad resulta sacudida por la inestabilidad política y económica, pobreza e inseguridad crecientes, pestes y cataclismos. Frente a tales calamidades los sujetos acuden a las adivinas. Estas adormecen temores, inflaman amores insatisfechos, odios, celos. Hay quienes alientan vilezas de todo tipo y fantasías de poder y riqueza. Todos usaban un ritual que a veces era muy aparatoso.

Doña Nelly, mujer relativamente joven, madre de tres niños cuenta cómo fue curado su bebé:

Pregunta: ¿Cuando su hijito enfermó, usted acudió al médico o a una curandera?

Nelly: Yo he ido a ver a doña Eulogia, que cura a los niños chiquitos. A mi hijito de dos meses le supuraba el pupo y se le formó una dureza que según los médicos era una hernia. Voy a doña Eulogia y me dijo que tenía que llevar al chiquito en la noche de luna llena. Cuando lo llevé lo levantó en sus brazos, en alto como si fuera una ofrenda y lo puso a la luz de la luna durante tres minutos y por tres veces seguidas y rezando. Este se repitió durante tres meses seguidos en las noches de luna llena. En mi casa yo tenía que darle al chico un té de hojas nuevitas de limón. A los tres días de la tercera cura el chico se curó.14

Los relatos de la gente permiten entrever un mundo alucinante y oculto, pero, cotidianamente presente tanto en la ciudad como en el campo.

Constructores de obras: Entraban en esta calificación todos aquellos que desempeñaban un oficio en la construcción: albañiles, mosaiqueros, marmoleros, ladrilleros, pintores, plomeros, yeseros y otros.

Picapedreros: Oficio duro que requería de precisión, fuerza y habilidad manual. Se especializaban en el adoquinado de calles y en el corte de lajas para ornamentación de lugares públicos.

Don Carlos, los recuerda así:

Pregunta: ¿Dónde estaban ubicadas las canteras de piedra?

Carlos: Yo me acuerdo de la cantera municipal que sabía estar en la bajada del Cerro San Bernardo, más o menos por la zona donde hoy está el Hospital San Bernardo. De ahí sacaron piedras para hacer los cimientos de casas, monumentos. Después la trasladaron a la salida de Salta adonde estaba la garita del Portezuelo, que hace poco la sacaron. También sabía haber otra cantera en la segunda rotonda de Tres Cerritos. Otra cantera de lajas estaba en La Pedrera, donde hoy es el Parque Industrial, por eso justamente se llama La Pedrera. Casi todos los picapedreros eran yugoslavos, eran tipos bravos, luchadores que se vinieron a Salta después de las grandes huelgas de los picapedreros en Buenos Aires, donde las canteras eran verdaderos campos de concentración de obreros traídos de Europa. Eso era una cosa muy triste. También había picapedreros italianos como los Dalborgo, los Merluzzi, los Viviani. El picapedrero o tallista de piedra era una persona muy preparada, tenía que conocer las vetas de las piedras, con qué clase de piedra podía trabajar, tenía que conocer la técnica del tallado y del cincelado de la piedra, no era solo el que hacía el trabajo bruto del picado de adoquines sino que también hacía esculturas y trabajos muy finos. También hacían los frentes de las construcciones de piedra y eso no era obra de cualquiera, era mano de obra muy especializada. Por ejemplo, las estaciones de trenes que hacían hacer los ingleses estaban hechas casi todas de piedra y ahí se ve como armonizaban las piedras, era una belleza, ahí se ve el arte del picapedrero. Y otros trabajaron adornando las plazas y el parque San Martín.

Algunos de estos tipos eran verdaderos artistas que hacían hermosos labrados en el trabajo de las piedras, pero desaparecieron totalmente, ese oficio se ha perdido, no ha quedado nadie. Aquí se los empleaba en trabajos menores como hacer los cordones de las veredas y el empedrado de las calles con adoquín.

Toda la calle 11 de Setiembre, que hoy es Pellegrini, la San Martín hasta la altura de la Plaza Alvarado eran adoquinadas porque más arriba, para el Alto Molino eran todas casas quintas, nomás. La calle España, por donde venía el tranvía, también era de adoquín más o menos hasta llegar a la Mitre y también toda la calle Santiago del Estero es decir lo que es el centro de la ciudad. Después era tierra, nomás. Para el Norte la ciudad terminaba en los suburbios de la estación, calle Ameghino que es la de la estación ¿no? Para el Sur llegaba hasta la calle Vicente López, donde hoy está la cancha de Gimnasia y Tiro. Donde ahora es la avenida Virrey Toledo, todo eso era monte y ahí estaba la Sociedad Rural que tenía baños con azufre para bañar la hacienda. Las instalaciones estaban desde la actual calle Santiago hasta llegar a lo que hoy es el Shopping. A la calle Entre Ríos, nosotros le sabíamos llamar el "tagarete grande" porque antes, a las zanjas que servían de desagüe se las llamaba tagaretes.

Volviendo a los picapedreros que hacían el adoquinado de las calles, eran muy habilidosos colocando piedras. Hacían filas no derechas, sino en forma de medialuna para darle más resistencia al piso. Trabajaban con una especie de martillo que en la punta tenía filo, como una piqueta de material muy resistente. Era un trabajo muy duro y estaban de rodillas colocando las piedras para trabajar mejor contra el piso. Usaban pantalones de lona con refuerzos de cuero en las rodillas. Yo era chango y me quedaba mirando como trabajaban porque daba gusto ver. En ese tiempo el artesano, el obrero especializado era un verdadero artista en su oficio.15

Comadronas: Los obstetras como profesionales especializados, casi no existían. Tomaban su lugar las parteras, llamadas respetuosamente, en la comunidad, comadronas. El censo de 1914 registra para toda la provincia veintidós parteras posiblemente con título oficial. En el conjunto de la provincia las diplomadas, seguramente, fueron escasas. El papel de comadrona lo ejercía una mujer experimentada. También los hombres podían y, de hecho los había, dedicados al oficio, pero la preferencia de las parturientas por personas de su sexo, los hizo escasos. En los pueblitos del interior la comadrona era tan importante como el intendente o el párroco. Gozaba del cariñoso respeto de grandes y chicos.

Nunca fue trabajo sencillo ayudar a traer niños al mundo, pero, en la época que nos ocupa, era mucho más riesgoso Los alumbramientos se atendían en el hogar de las parturientas. Los riesgos eran grandes e imprevistos y sólo una gran experiencia hacía posible el trabajo de estas resueltas mujeres, cuya figura se convirtió en secundaria con la radicación de médicos en los pueblos del interior. Las parteras, contaban sus alegrías y preferían callar las experiencias dolorosas.

Doña Lucrecia, nacida en El Bordo, Departamento de Campo Santo, de 67 años, recuerda a la partera de su pueblo:

Lucrecia: Más allá del conventillo donde vivíamos nosotros, vivía doña Rosaura y su esposo Felipe y sus tres hijos. Doña Rosaura era la curandera del pueblo, curaba susto, pulso, falseaduras y era, además, la partera del pueblo. Era una señora entrada en años cuando la conocí. Decía mi mamá que ella la atendió en mi nacimiento. Usaba polleras largas, le gustaba el tinto y para carnaval y al levantar las ofrendas de las almas el día de los muertos, le gustaba golpear la caja.16

El censo de 1914 contabilizaba, para toda la provincia, ciento diez oficios, sin hacer distingo entre oficios calificados y no calificados. Además de los mencionados encontramos en dicho censo: panaderos, pasteleros, picapedreros, toneleros, mecánicos, peluqueros, tapiceros, tintoreros, torneros, tipógrafos, electricistas, foguistas, lecheros, lavanderas, planchadoras, lustrabotas, canillitas, mineros y otros. Es elemental hacer notar que sobre una población de 19.119 trabajadores había 17.227 argentinos y sólo 1.892 extranjeros. En algún momento hicimos alusión al "trabajo interminable, agotador de las mujeres". El censo aludido confirma, en cifras, esa realidad. Sobre el porcentaje total de trabajadores nativos, 13.564, eran mujeres y sólo registra el censo, 3.663 varones ocupados.

Cabe la pregunta ¿en una época de escasez de trabajo, en qué se ocupaba un número tan elevado de mujeres? La mayor parte eran: amasadoras, costureras, hiladoras, tejedoras, lavanderas y, lógicamente, empleadas domésticas.

Oficios                                          Oficios                               

Costureras           4.728         Hiladoras y tejedoras            3.739

Amasadoras            307         Lavanderas                             4.275

Planchadoras         520         Cocineras                               2.245

Domésticas         1.279         Mucamas                                   626

Amas de llave            67         Amas de leche                               4

Niñeras                       57

Algunos servicios tendían a desaparecer o bien no se declaraban, como el de ama de leche. Estas mujeres prestaron este tipo tan particular de servicio hasta bien entrado el siglo XX. Probablemente el consumo generalizado de la leche en polvo terminó con el oficio. El inefable Palermo Riviello, aludía con desprecio a las amas de leche y criticaba, como si fuera novedad, la vieja y extendida costumbre:

"[...] fiar la crianza de los hijos a mujeres mercenarias.[...] (antes) ni existía la crianza de los hijos en pechos ajenos”.17

Nuestra amiga doña Catu, conocida por sus ricos testimonios, cuenta:

Pregunta: ¿Puede contarme algo a cerca de las amas de leche?

Catu: Eran mujeres a las que se pagaba para amamantar a los chicos cuyas madres no tenían leche.

Pregunta: ¿Qué condiciones debía tener una mujer para trabajar como ama de leche?

Catu: Bueno, debían ser limpias y sanas. Se las hacía revisar por el médico por posibles contagios. Se tomaba la precaución de desinfectarlas y cuando se les colocaba el nene en los brazos se le cubría el rostro con una gasa.

Pregunta: ¿Y por qué se hacía eso?

Catu: No sé. Era una costumbre.18

Había dos tipos de lavanderas: unas retiraban la ropa para lavar en el río y otras lavaban a domicilio. Las primeras cobraban menos si se les daba para comprar el jabón, el azul y la lejía y lavaban por docena de piezas, dividiendo el precio entre piezas grandes y chicas.

La amasadora era una ama de casa que dirigía una verdadera artesanía familiar, pues en ella trabajaban, además de la mujer, todos los niños de la familia, desde recoger la leña, encender el horno y salir a vender el pan.

Existían oficios no registrados en el censo, pero no por eso menos importantes ejercidos generalmente por mujeres y niños y ocasionalmente por hombres, como los vendedores ambulantes.

Uno de ellos era el de arganera. Venía con las árganas montada en su caballo. Las árganas eran, para describirlas de algún modo, especie de canastas hechas de caña y ramas flexibles de árboles, cubiertas con hierbas frescas. En su interior llevaban, para la venta, quesillos, tamales, humitas y algunas frutas delicadas para el transporte como higos y moras.

Otra variante de vendedora ambulante era la marchanta. Para comodidad de amas de casa que no querían ir de compras al mercado, la marchanta recorría las calles arrastrando un precario carrito colmado de verduras y frutas. Pesaba las mercancías que vendía por kilo en la balanza manual, la romana, y la fruta la vendía por docenas. Iba de casa en casa ofreciendo su mercancía y conversando con las clientas de las novedades familiares, los vecinos y los problemas cotidianos.

El servicio doméstico fue la salida laboral, casi única para las mujeres de los sectores populares de la ciudad y de la campaña.

Otra vez nos informa doña Catu:

Pregunta: Me gustaría escuchar algo relacionado al trato que se daba a las "muchachas". Sobre todo a las que venían del interior.

Catu: Las chicas que se empleaban y vivían en la ciudad eran más educadas y limpias. Cuando se traían chicas de la finca o de los cerros, daban mucho trabajo. Se acostumbraba a raparle la cabeza, de allí el apodo de "pilas" como se solía llamarlas. Se hacía eso para poder sacarles los piojos, se las bañaba, se les daba otra ropita. Al comienzo lloraban un poco pero después se acostumbraban y se volvían bien coquetas y afilaban con los conscriptos.19

Otro conocido informante, don Felipe Eduardo, explica a su modo, el por qué se rapaba a las chicas traídas del campo:

Pregunta: ¿Cómo eran tratadas las chicas del servicio doméstico?

Felipe Eduardo: Antes le aclaro que en la sociedad salteña, como le dije anteriormente, estaba más pronunciada la influencia de una clase social porque como le dije, no había más que dos clases sociales, los ricos y los pobres. Entonces esos ricos tenían ingerencia hasta en las cosas más íntimas de las familias. Tenían sus fincas, todos ésos, los Cornejos, Isasmendis, Linares etc. y cuando necesitaban servidumbre, así, le decían al capataz traigasé una chinita, porque estamos precisando una lavandera, una niñera, ellos, como si yo le dijera a usted: váyame a comprar un geniol en la esquina. Venían con las chinitas y las ponían al servicio de ellos y las sometían de tal forma que no les pagaban nada. Le daban escasamente la ropa, la cama para dormir y para que no tengan derecho a fijarse en ningún muchacho, apenas entraban a servir en la casa, les rapaban la cabeza con la máquina N° 0. Así que ellas qué se iban a meter a ver un muchacho, de esos que venían a traer la leña en los burros a la casa.20

Por su parte, don Carlos, relata:

Carlos: Antes, en todas las casas del centro los conservadores tenían diez o doce sirvientes a los que no les pagaban sueldo. Les daban lo que en ese tiempo se decía "casa y comida". Les daban de comer y ¡qué comida! el requecho de lo que comían ellos; como le daban un miserable cuartucho al fondo de la casa con salida a la calle, aparte ¿no? Porque no salían por la puerta principal, sino siempre había un zaguán o pasadizo y salía esa gente por ahí. Y así tenían sirvientes para que les lustren los zapatos, les laven la ropa, para esto o aquello, porque total no les pagaban sueldo.21

Doña Ceferina, dice respecto a las fámulas:

Pregunta: ¿Usted cuando era jovencita recuerda algo relacionado a las chicas que eran empleadas domésticas?

Ceferina: Bueno [...] ellos explotaban pues, explotaban por la necesidad que tenía la gente de trabajar, trabajaban por una miseria, bueno [...] yo saco de lo que veía en las fincas ¿no?, que se traían las chicas, las chicas maltoncitas, así el patrón ya las veía lindas, ya las traía a la casa para que cebe mate, decía, se las traía para los hijos ¿no? Cosas así [...] ¡Cuantas sirvientas tenían en la casa! [...] tenían un montón de sirvientas.22

Doña Claudia, quien se jubiló como empleada doméstica, recuerda sus experiencias.

Pregunta: ¿Cómo fue su primera experiencia de trabajo como empleada doméstica?

Claudia: Hacía la limpieza en la casa, era esa casa histórica de la Finca de la Cruz, ahí trabajaba yo. Éramos dos sirvientas porque el cholo ha ido a Buenos Aires y se ha casao ahí con una cholita y la ha traído y entonces me ha hablao la mamita que me emplee ahí. Y mi empliao. Buenita [...] era la porteña. El si ha sio malo, siempre han sio malos los B. Antes eran ellos, pues, los pudientes.

Pregunta: ¿Usted cobraba sueldo?

Claudia: Claro, pagaban mensual. Poquito pagaban, por esos años. Cuatro pesos, por ahí, pagaban por mes. [...] Después mi venio a empliar en la ciudad. Pero me han salio mal las patronas, no i stao mucho. Mi vuelto allá.

Pregunta: ¿Qué problemas tenía con las patronas?

Claudia: Yo hacía limpieza, lavaba, planchaba, cocinaba ¡todo hacía yo! Y me pagaban miseria.

Pregunta: ¿Sus hermanas también trabajaban como empleadas domésticas?

Claudia: Mis hermanas, mi papá las ha traído ya mocitillas a emplearse aquí en la ciudad. Mi papá cuando se hacían mozas las hijas y venían los galanes ya se las sacaba de encima, no quería dolores de cabeza. A la ciudad las mandaba, ahí nomás, a que aprendan a trabajar. Trabajaban en las casas del centro. Aquí en la ciudad se han jubilao dos porque trabajaron toda su vida como empleadas domésticas.

La prensa local también hace referencia a los servicios domésticos prestados en las casas por minorados de ambos sexos. Estos realizaban los trabajos más pesados y penosos.

[...] de un tiempo a esta parte echamos de menos en las calles de esta ciudad a la simpática y atrayente muchacha conocida entre los insoportables pilletes con el nombre de la "Centenaria", la que se encontraba a cargo de la familia de un miembro de esta redacción, no sabemos si con sueldo a mérito, porque, en obsequio a la verdad, los "opas" salteños, aún bajo la tutela del puritanismo, siempre han sido víctimas de la explotación, y los domésticos más resignados todavía que los históricos borricos de leña. En efecto la Centenaria juntamente con otros locos, opas o cretinos, fueron recogidos por la policía de las calles de Salta donde daban una nota de compasión, tanto porque servían de mofa pública como porque eran un contraste con la cultura y estética de este pueblo civilizado. La policía cumplió una misión saludable en descongestionar a la sociedad de estos desgraciados elementos de la burla y de la afrenta callejera con lo cual produjeron un acto justiciero y humanitario".23

Otros empleados de servicio fueron: los camareros, mozos de hotel, café y restaurantes, porteros, ordenanzas y serenos. Los mozos eran una verdadera institución y manejaban, sobre todo en los hoteles, pequeños espacios de poder que les proporcionaban alguna ganancia para aumentar sus magros sueldos.

Al respecto, don Felipe Eduardo cuenta:

Pregunta: ¿Según sus recuerdos ¿cuáles eran los gremios más importantes cuando usted era un jovencito?

Felipe Eduardo: No había, pues, gremios. El primero que yo recuerdo como propulsor del sindicalismo aquí eran los mozos de hotel, el gremio Gastronómico. Gente que estaba capacitada para eso y era un gremio que, como en aquel tiempo no habían los medios de transporte que hay ahora, toda persona que venía del campo a la ciudad por cualquier diligencia, aunque sea a sacar un certificado, o a un juzgado o a hacer una compra tenía que venir a caballo por que el único medio de transporte era el tren y el que venía muchas veces tenía que quedarse obligado, pues el tipo si venía por la tarde tenía que quedarse a dormir aquí y al otro día asistir a las oficinas del Registro Civil o cualquier oficina pública. Los que no tenían parientes tenían, obligadamente, que ir a parar a un hotel y los hoteles tenían su arancel. Por ejemplo esos hoteles de cinco estrellas como le dicen ahora, como el Plaza Hotel, El Hotel Oriental, El Hotel Savoy, tenían una tarifa de $ 5 pesos por día, con cama, desayuno y merienda. Toda esa gente se vinculaba con los mozos directamente y era obligatoria la propina. Por ejemplo, no era como ahora que usted agarra un teléfono y pide un taxi. No, había que decirle al mozo que le vaya a buscar a la estación. Iba el tipo y también le llevaba la valija y así tenía que pagarle. El mozo mismo llevaba la contabilidad en una libretita del hotel, apuntaba, ha venido tal día, a tal hora y venía el tipo y le pagaba, a lo mejor tenía que darle un vuelto de $ 5. No, agarrátelo pa’ vos, le decía la gente. ¡Así que el mozo de hotel era un ministro!

Así como los niños del campo se ganaban el sustento trabajando en las haciendas, los chicos de la ciudad solían lustrar y vender diarios.

Sabemos por los Registros Municipales de 1928 de la existencia del Club Canillitas Unidos, asociación de carácter mutualista que procuraba obtener beneficios para los integrantes de su club.

El lustrabotas - Fotografía Alejandro Ahuerma

El principal protagonista de esta historia, don Carlos, que en su infancia fuera lustra y canillita, recuerda:

Pregunta: Cuando usted era chico ¿existía alguna asociación de canillitas y lustrabotas?

Carlos: Acordate que ya tengo casi noventa años. Cuando yo era chico los canillitas y lustrines, la changada, se refugiaba en San Alfonso y en los Salesianos. Ahí daban de comer a los indigentes dos veces a la semana, viernes y sábado y también a los indigentes, canillitas y lustrines los cobijaban para dormir, pero no había centro ni gremio, eso fue después. Yo te hablo de cuando volví del Ramal, cuando ya tenía 15 años, porque a los 12 años me fui y anduve por el ingenio La Esperanza, La Mendieta, Orán y Jujuy.24

Don Ernesto, de 70 años, que trabajó como lustra y canillita, nos cuenta:

Pregunta: Cuando salió del hospital, en qué trabajaba para subsistir?

Ernesto: i ' agarrao el cajón, i’ empezao a lustrar y vendía el diario El Intransigente. Yo lustraba frente a la Plaza 9 de Julio pero, aquí en la galería, cerca de la esquina de España y Mitre, había un gringo que tenía un salón de lustrar y nos echaba (señala el sitio que ocupaba el salón). Entonces lustrábamos en la calle del frente, en la puerta del Bar Roma, donde iban los lecheros a timbiar y al lao estaba el Bar Jockey. Esos eran los bares más antiguos que yo i 'conocío frente a la plaza.

Pregunta: Cuando usted comenzó en su oficio ¿existía algún gremio de lustrabotas?

Ernesto: Cuando yo era chico, en San Francisco existía el Centro de Lustrabotas y ahí estaba el Padre Cristóbal que daba por las tardes mate con leche y galleta a todos los lustrines. Ahí afuera estaba un cartel grande que decía "Centro de Lustrabotas" y éramos muchos los lustras, chicos y grandes, de todas las edades.25

Notas del capítulo 7

1       (1962) Adet, Walter. "Los oficios" En el sendero gris (poemas). Salta.

2       (1909) Diario El Tiempo, citado por Rubén Correa, María Frutos y Carlos Abrahan en el trabajo "Consideraciones teóricas y metodológicas en el análisis de los actores sociales y políticos en la provincia de Salta a fines del siglo XIX y comienzos del XX. CIUNSA. Inédito. Pág. 15.

3       (2002) Historia de don Humberto. Anexo N° 17.

4       Diálogo con don Miguel.

5       Diálogo con don José.

6       La Escuela Nacional de Artes y Oficios funcionaba en la calle Bs. As. N° 269 y contaba con buenos talleres y una dotación completa de máquinas y herramientas modernas. Allí se enseñaba mecánica, herrería, carpintería, electricidad, dibujo, etc. Los alumnos no tenían gastos durante sus estudios, recibiendo al egresar una suma de dinero de las utilidades que habían obtenido en los talleres por los trabajos efectuados al público.

7       (1998) Historia de vida de don Carlos. Anexo N° 9.

8       2002) Historia de don Juan de Dios. Anexo N° 18.

9       (1999) Historia de don Dardo. Anexo N° 19.

10     Diálogo con don Antonio.

11     (1999) Historia de doña Ceferina. Anexo N° 4.

12     Diálogo con don Aldo.

13     1998) Historia de don Carlos. Anexo N° 9.

14     Diálogo con doña Nelly.

15     (1998) Historia de don Carlos. Anexo N° 9.

16     (2001) Historia de doña Lucrecia. Anexo N° 3.

17     (1938) Palermo Riviello, José. Obra citada. Pág. 62 y 63.

18     Diálogo con doña Catu.

19     Idem anterior.

20     1999) Historia de don Felipe Eduardo. Anexo N° 1.

21     (1998) Historia de don Carlos. Anexo N° 9.

22     (1999) Historia de doña Ceferina. Anexo N° 4.

23     1919) Diario Nueva Época. Salta.

24     (1998) Historia de don Carlos. Anexo N° 9.

25     (2002) Historia de don Ernesto. Anexo N° 20.

CAPÍTULO 8
Fiestas y diversiones