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Edgardo Chibán

Era arquitecto. Pero también cineasta: participó en la creación de filmes en Estados Unidos. Sus conocimientos de teoría, crítica y técnica del cine le granjearon un reconocimiento nacional e internacional en ese campo. Con clara amenidad y profunda solidez podía abordar temas filosóficos, estéticos, cinematográficos, psicoanalíticos o históricos. Fue un renacentista de fin de milenio, un griego en la posmodernidad, un libertario que sabía abrir nuevas perspectivas y amplios horizontes en una sociedad cada vez más estrecha y mediocre, un enérgico optimista en medio del desaliento y el escepticismo, un exquisito cultor del arte en un mundo cegado por el materialismo.

Se había ido de su Salta a recorrer caminos de aventuras, conocimientos y crecimiento interior. Volvió cargado de riquezas para entregar sin egoísmos. Se había formado en Europa con los más grandes filósofos. Fue discípulo de Foucault y amigo de Deleuze.

Aunque su nombre parezca desconocido para muchos, Edgardo Chibán fue un personaje clave dentro del cine argentino, una influencia secreta, que articuló un circuito cinematográfico en Salta, del que participaron desde Lucrecia Martel a Martín Mainoli o Rodrigo Moscoso.

A la manera de Macedonio Fernández, el cine para Chibán formaba parte no de su oralidad sino del gusto por hablar, transmitir, intercambiar. Sus relatos de escenas de películas -casi puiguianos- eran tan precisos como sus precisiones sobre el cine clásico y el cine moderno. Chibán era un militante del Bafici, y lo vivía como la fiesta anual del cine, como una cita obligada.

En la mañana de un viernes de octubre del 2004 Edgardo Chibán estaba en la Casa de la Cultura, dictando un taller de crítica cinematográfica. Contagiaba como siempre, su entusiasmo por ver películas, por descubrir nuevas estéticas, por analizar detalles técnicos, por repasar historias, comentar guiones, recordar anécdotas y relacionar distintos campos del arte y del conocimiento. En medio del curso se sintió mal, y lo suspendió con el propósito de internarse. Su viejo compañero, el cigarrillo, había terminado dañando su salud. A ello se sumó un fuerte cuadro asmático que se agravó con una afección cardíaca. Finalmente, un paro cardiorespiratorio acabó con su vida ese mismo viernes a las 16,30.

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