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Atilio Cornejo

Por Andrés Mendieta

Un gran señor, un elegido y admirable ha dejado de prevalecer el 3 de abril de 1985, después de una incansable vida que llegó a cumplir 86 años como político, abogado e historiador. Me estoy refiriendo al doctor Atilio Cornejo.

Había tocado a los altos años que acceden un sosiego ganado, pero el no admitió que la inacción irrumpiera sus días, ni que declinara su ánimo siempre dotado de una renovada juventud.

Tuvo siempre tiempo para todos y con resultados satisfactorios. Como legislador alcanzó a descollarse por el respeto de sus pares identificado por sus principios ideológicos como por la oposición; autor de magistrales proyectos que aún tienen vigencia. Asimismo, ocupó cargos enriquecidos ya sea en el Consejo General de Educación, como edil capitalino o como presidente y vicepresidente del Colegio de Abogados de Salta. Por espacio de más de 60 años transitaron los pasillos de los Tribunales litigando o como persona de consultas en diferentes causas de difícil tramitación.

Quienes lo conocimos desde muy temprana edad no mezquinaba su tiempo para actuar como docente en nuestras curiosidades sobre temas históricos. Al escribir este homenaje, pese al tiempo, se me presenta antes mis ojos aquel hombre de baja estatura, con algunos kilos demás y su semblante decorado con unos anteojos de marcos gruesos, en mangas de una impecable camisa y pantalones sostenidos por tiradores. Como un mayor acercamiento de este “grande en la intelectualidad” con el pequeño interlocutor se sentaba sobre los brazoz de un sillón o afirmado de pie al costado de su escritorio.

No retaceaba su tiempo para hablar de los Gurruchaga –sus antepasados-, o bien de quien consideraba como verdadero fundador de Salta al virrey Francisco de Toledo; de Martín Miguel de Güemes o de las propiedades de los distintos solares en la época virreinal. No hay preguntas sin contestar aunque sean de lo más intrascendentes.

Fundó el Instituto San Felipe y Santiago de Estudios Históricos y el Instituto Güemesiano de Salta. Al incorporarse a la Academia Nacional de la Historia el doctor Ricardo Levene se expresó en estos términos: “Es muy grato a nuestro espíritu expresar la admiración sincera que profesamos a Atilio Cornejo, un valor verdadero por su saber, su probidad y su modestia”.

Por su parte, el historiador Roberto Levillier, al darle la bienvenida, se manifestó: “Los libros de Atilio Cornejo son preciosas guías del auge y del ocaso del dominio hispano en el Norte y, a la vez, diana de la libertad de la Patria”.

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